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Objeto o prestación, que consiste en una actividad que ha de desplegar el deudor, que es de
dar, hacer o no hacer, teniendo siempre una valoración económica, o deberá ser susceptible de ser
valorada financieramente, aunque el interés del acreedor no tenga en sí valor monetario. El interés
del acreedor, puede ser de índole moral, científica…pero siempre será susceptible de valoración
pecuniaria. El art.1101 CC dice “quedan sujetos a la indemnización de daños y perjuicios
causados los que en el cumplimiento de sus obligaciones incurrieren en dolo, negligencia o
morosidad, y los que de cualquier modo contravinieran el tenor de aquellas”.
Vínculo o relación jurídica entre los sujetos. Es aquel vínculo mediante el cual el deudor
queda ligado al acreedor y en consecuencia obligado a satisfacer una prestación.
El derecho de crédito: diferenciación de los derechos reales el poder o facultad de
reclamar la prestación que se reconoce al acreedor se denomina derecho de crédito, aunque es
también conocido como derecho personal, para marcar las diferencias existentes entre los derechos
reales y los derechos de crédito o personales.
Diferencias:
- El derecho real otorga a su titular un señorío (total o parcial) o una facultad concreta
sobre las cosas en sí mismas consideradas y con independencia de quién sea su titular o su poseedor
actual. El titular real, pues, puede dirigirse directamente contra las cosas afectadas por el derecho
real.
- Los derechos reales son derechos absolutos o con eficacia erga omnes; mientras que
los derechos de crédito o personales sólo pueden ser hechos valer frente al obligado, por lo que se
califican de derechos relativos.
- Los derechos reales son tendencialmente derechos permanentes mientras que no se
modifique la situación fáctica que les sirve de fundamento. Frente a ellos, los derechos de crédito
atienen fundamentalmente al intercambio de bienes y servicios, en tal sentido, la mayor parte de las
relaciones obligatorias se caracterizan por su transitoriedad y cabe afirmar que los derechos de
crédito son estructuralmente derechos transitorios y con vocación de auto extinción, en cuento el
deudor lleve a cabo la ejecución de la prestación.
- La tendencial permanencia de los derechos reales, conlleva que el ordenamiento
jurídico requiera mayores requisitos de forma para los actos constitutivos, modificativos o
extintivos de los derechos reales.
- Finalmente la general poseibilidad o susceptibilidad de posesión de los derechos
reales conlleva la posibilidad de usucapión o prescripción adquisitiva. Semejante eventualidad está
excluida, de raíz, respecto de los derechos de crédito.
Noelia María Barrameda García Página 4
Enriquecimiento sin causa: es un principio general del derecho, donde se establece que nadie
puede enriquecerse injustamente a consta de otro.
La responsabilidad civil.
Aunque el artículo 1.089 considere conjuntamente “los actos y omisiones ilícitos o en que
intervenga cualquier género de culpa o negligencia”, seguidamente el propio Código se refiere por
separado a la responsabilidad civil nacida del delito y la responsabilidad civil propiamente dicha o
responsabilidad extracontractual:
- Artículo 1.092: “Las obligaciones civiles que nazcan de los delitos o faltas se regirán por
las disposiciones del Código Penal”. Cuando es condenado por sentencia firme nace la
obligación de restituir la cosa objeto del delito y pagar por los daños y perjuicios.
- Artículo 1.093: “Las que se deriven de actos u omisiones en que intervenga culpa o
negligencia no penadas por la ley, quedarán sometidas a las disposiciones del capítulo II
del título XVI de este libro” Arts. 1.092 y ss. Se les denomina ilícitos civiles, y el que
cause tales daños, está obligado a reparar los daños causados.
1.9 Recapitulación sobre la materia
La sistematización de las fuentes de las obligaciones
La doctrina contemporánea más actualizada pone DE LAS OBLIGACIONES. en duda la
necesidad de enzarzarse en una cuestión puramente sistematizadora, como la plantada por el
artículo 1.089 del Código. En la práctica dicho artículo casi sólo ha servido en España para discutir
si la voluntad unilateral puede ser causa de obligaciones.
Algunos de los mejores civilistas han tratado de reconstruir la materia recurriendo a la
confrontación ley/autonomía privada. Las obligaciones, según ello, nacerían directamente de la ley
o procederían de la voluntad particular o autonomía privada.
Háblese ahora, pues, de “dualismo” o “clasificación dualista” en relación con las fuentes de
las obligaciones, tratando de resaltar que las obligaciones nacen de un acto de autonomía privada
(legalmente reconocida como productora de obligaciones) o directamente de la ley, en sentido
amplio, que a veces las impone y superpone a la propia autonomía privada.
Explicación histórica.
La Historia del Derecho ha puesto de manifiesto la inutilidad de las pretensiones
sistematizadores respecto de las doctrinalmente denominadas fuentes de las obligaciones. Basta
para ello considerar una serie de datos que iluminan y hacen resplandecer la futilidad de la materia
(y la insatisfacción que origina su estudio o su exposición) pese a que notorios juristas hayan
pretendido presentarla como una cuestión central del análisis jurídico.
Noelia María Barrameda García Página 11
Ya en el Derecho romano se consideraba que las obligaciones podían proceder del contrato
del acto ilícito (delito, maleficio) o de cualquier otro hecho o acto muy cercano a tales
calificaciones, que será retocada posteriormente para incluir la figura de los cuasicontratos.
1.10 La voluntad unilateral como fuente de las obligaciones
Planteamiento
La matriz romanista de nuestro Código Civil conlleva que en él no haya referencia alguna a
la posibilidad de considerar como fuente de las obligaciones a las declaraciones unilaterales de
voluntad que, sin embargo, son frecuentes en la práctica cotidiana.
La tradición jurídica romanista había venido sosteniendo sin dudas ni fisuras, al menos hasta
comienzos del siglo XX, que la voluntad unilateral no generaba por sí misma obligaciones
propiamente dichas. Sin embargo, el hecho de que el BGB (Código Civil Alemán) dedicara uno de
sus parágrafos a la regulación de la eficacia obligatoria de la promesa pública de recompensa y el
desarrollo doctrinal germánico trajo una vez más consigo que, ya en los primeros años del siglo
XX, nuestra doctrina se planteara y proyectara una cuestión que entonces resultaba nueva y
moderna.
Popularizada dicha obra, la doctrina y la jurisprudencia españolas se han esforzado en
ofrecer una consideración del problema que, sin provocar la ruptura del sistema de fuentes, llegue al
reconocimiento de que, al menos, las promesas públicas de recompensa pueden ser consideradas
como originadoras de obligaciones por evidentes razones de justicia material, protección del tráfico
y reforzamiento del principio de buena fe.
La promesa pública de recompensa
La doctrina más autorizada considera actualmente que las promesas públicas de recompensa
deben considerarse vinculantes para el promitente. Los autores subrayan que, ante el silencio del
Código Civil sobre la cuestión, el fundamento de la validez y eficacia de las promesas públicas de
recompensa debe buscarse bien en principios generales del Derecho, bien en la eficacia normativa
de la costumbre.
Los Códigos que regulan esta cuestión suelen considerar necesario que la promesa haya sido
objeto de pública divulgación y que se encuentre dirigida a personas indeterminadas. Ambos
requisitos parecen venir exigidos por la propia naturaleza de la figura, pues de lo contrario
estaríamos frente a un precontrato o una oferta de contrato.
Más discutible resulta fijar el carácter revocable o irrevocable de la promesa pública de
recompensa, pues si se opta por la revocabilidad la eficacia vinculante de aquélla quedaría en aguas
de borrajas, mientras que considerar indefinidamente vinculado al promitente carece de sentido
Noelia María Barrameda García Página 12
práctico. La revocabilidad debe admitirse siempre que alcance la misma publicidad o divulgación
que la propia promesa o se haya alcanzado ya el resultado o actividad perseguida.
La Jurisprudencia de nuestro Tribunal Supremo, la civil, está recogida por las sentencias de
la Sala Primera del TS, sólo es jurisprudencia la emitida por esta sala.
No es clara en cuanto a admitir la voluntad unilateral como fuente de las obligaciones, sin
embargo, la mayoría de los autores consideran como fuente de obligaciones las promesas públicas
de recompensa, ya que éstas deben considerarse vinculantes para el promitente (recompensa en caso
de encontrar algún objeto perdido) Los fundamentos para considerarlos fuentes son:
1. Principio general de seguridad jurídica
2. Principio general de buena fe
Hacen que la promesa tenga carácter obligatorio.
Los requisitos para que tenga carácter obligatorio son:
1. Que sea objeto de pública divulgación
2. Dirigida a personas indeterminadas
Cabe la revocabilidad de la promesa pública de recompensa. La publicidad tiene que
alcanzar lo mismo que la promesa y se produce también si ya se ha alcanzado el resultado previsto.
Los concursos con premio
Con dicha denominación suele referirse la doctrina a aquellas promesas de premio o
recompensa que van indisolublemente unidas a la participación de varias personas en la realización
de cualquier actividad lícita (premio en concurso de cuentos o novela).
La realización de una actividad o del resultado que, mediante la promesa del premio,
impulsa el promitente no basta por sí misma, sino que es necesario la concurrencia o competencia
entre varias personas por conseguir que “su” actividad o “su” resultado sea considerado idóneo por
el promitente o por el jurado designado por éste.
Con carácter general, suele considerarse a tales concursos como una clase, modalidad o tipo
concreto de promesa pública de recompensa. Sin embargo, en numerosas ocasiones, la participación
en tales concursos y la aceptación de las propias bases de participación en los mismos suponen, en
realidad, que los participantes prestan su conformidad a un juego o apuesta, esto es, a uno de los
modelos contractuales típicos, o bien a cualquier otro esquema contractual atípico.
En definitiva, la calificación de los concursos con premio requiere atender de forma
casuística a las bases de la convocatoria o a las reglas del concurso.