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Marx describe al fetichismo de la mercanca haciendo una analoga con el mundo religioso, en donde los productos del cerebro

humano aparecen como entes independientes y dotados de vida que se relacionan entre si y saltan hacia la especie humana relacionndose de manera fantstica con los individuos. En ese sentido los productos transformados en mercancas y elaborados por la mano del hombre parecen adoptar atributos de vida por un acto espontneo y mgico. Este fenmeno de apariencia est relacionado con la particular manera que adopta la cualidad social del trabajo y que vincula a los hombres socialmente, esto es, solo a travs del intercambio de mercancas, en donde estas asumen una relacin con las personas al mismo tiempo que se relacionan socialmente entre s. En el pensamiento de Adam Smith la lgica del fetichismo se ve expresada, por ejemplo, cuando hace alusin a la propensin de la naturaleza humana a cambiar, permutar y negociar una cosa por otra, entendiendo de este modo que el ser humano, en definitiva, producir para intercambiar, dando pi en ese sentido a la idea de que, al fin de cuentas, sern las mercancas las que regularan las relaciones sociales entre los individuos de una sociedad, como un orden natural de las cosas. En la misma direccin, al expresar que el trabajo fue el precio primitivo o la moneda originaria que serva para comprar y pagar todas las cosas y recordando que para Smith el hombre naturalmente es propenso a intercambiar mercancas, entonces, es lcito entender que aquel ubica al trabajo como una mercanca ms, plausible se ser intercambiada por otra. Cuando A. Smith alude a que parece ms natural estimar el valor de una mercanca por la cantidad de cualquier otra parece darle un poder autnomo a estas exentas de cualquier regulacin humana. A lo antedicho se puede agregar que Smith entenda que es natural que una cosa que implic en su elaboracin u obtencin el doble de tiempo de trabajo que otra valga el doble, he aqu el ejemplo del cazador que emplea el doble de trabajo para matar un castor que un ciervo y en consecuencia, naturalmente, valdr el castor valdr el doble que un ciervo que conllev la mitad de tiempo para cazarlo. Por su parte Piero Sraffa opina que el ser humano es un productor de mercancas

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