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RESÚMENES

HISTORIA CONTEMPORÁNEA

DE OCCIDENTE 1

(CAMARERO - TAUROZZI)

2° CUATRIMESTRE 2005

“La Legión”
Texto 1: “El Estado Absolutista ” (Perry Andeson, Cap. I)

Las monarquías centralizadas de Francia, Inglaterra y España representaron una ruptura decisiva con la
soberanía piramidal y fragmentada de las formaciones sociales medievales, con sus sistemas de feudos y
estatamentos. Según Engels dicha forma de monarquía era producto de un equilibrio entre la vieja nobleza
feudal y la nueva burguesía urbana. Las monarquías absolutas introdujeron unos ejércitos y una burocracia
permanentes, un sistema nacional de impuestos, un derecho codificado y los comienzos de un mercados
unificado. Estas características (de estilo capitalista) sumada a la desaparición de la servidumbre (núcleo central
en las relaciones de producción feudal), parecerían justificar la afirmación de Engels.
Sin embargo, un estudio más detenido de las estructuras del Estado absolutista en Occidente niega
inevitablemente la validez de dichos juicios. El fin de la servidumbre no significó por sí mismo la desaparición
de las relaciones feudales en el campo. La identificación de ambos fenómenos es un error común, pero es
evidente que la coerción privativa extraeconómica, la dependencia personal y la combinación del productor
inmediato con los instrumentos de producción, no desaparecieron necesariamente cuando el excedente rural
dejó de ser extraído en forma de trabajo o entregas en especie para convertirse en renta y dinero: mientras la
propiedad agraria aristocrática cerró el paso a un mercado libre de tierras y a la movilidad real de la mano de
obra (en otras palabras mientras el trabajo no se separó de las condiciones sociales de su existencia para
trasformarse en fuerza de trabajo) las relaciones de producción rurales continuaron siendo feudales.
El absolutismo fue esencialmente un aparato reorganizado y potenciado de dominación feudal, destinado a
mantener a las masas campesinas en su posición social tradicional. Dicho de otra forma, el Estado absolutista
nunca fue un árbitro entre la aristocracia (durante toda la temprana Edad Moderna la aristocracia feudal fue la
dominante en el aspecto político y económico) y la burguesía ni, mucho menos, un instrumento de la naciente
burguesía contra la aristocracia: fue el nuevo caparazón político de una nobleza amenazada. Por lo tanto el
régimen político de la monarquía absoluta es tan sólo la nueva forma política necesaria para el mantenimiento
del dominio y explotación feudal en un período de desarrollo de una economía de mercado.
El feudalismo como modo de producción de definía originariamente por una unidad orgánica de economía y
política, paradójicamente distribuida en una cadena de soberanías fragmentadas a lo largo de toda formación
social. Como dijimos anteriormente, el poder de clase de los señores feudales quedó directamente amenazado
por la desaparición gradual de la servidumbre. El resultado fue un desplazamiento de la coerción política en un
sentido ascendente hacia una cima centralizada y militarizada: el Estado absolutista. Posteriormente con la
reorganización del sistema político feudal en su totalidad, y la disolución del sistema original de feudos, la
propiedad de la tierra tendió a hacerse progresivamente menos condicional (licencia para usufructo), al mismo
tiempo que la soberanía se hacía correlativamente mas absoluta.
Sin embargo, la aristocracia tenía que adaptarse a un nuevo antagonista: la burguesía mercantil que se había
desarrollado en las ciudades medievales. Ya se ha visto que fue precisamente la intromisión de esta tercera
presencia lo que impidió que la nobleza occidental ajustara cuentas con el campesinado aniquilando su
resistencia y encadenándola al señorío.
Por otro lado el feudalismo europeo es el primer modo de producción de la historia que concede un lugar
estructural autónomo a la producción y al comercio urbano. Esta vitalidad económica y social actuó como una
interferencia objetiva y constante en la lucha de clases por la tierra, y bloqueó cualquier solución regresiva que
pudieran darle los nobles. De hecho, se pudo superar la crisis larga de la economía feudal de los años 1450 y
1500 gracias a una nueva combinación de los factores de producción, entre los que, por vez primera, jugaron un
papel principal los avances tecnológicos específicamente urbanos. Así, cuando los estados absolutistas quedaron
constituidos en Occidente, su estructura estaba determinada fundamentalmente por el reagrupamiento feudal
contra el campesinado, tras la disolución de la servidumbre; pero estaba sobredeterminada secundariamente por
el auge de una burguesía urbana que estaba desarrollando ya las manufacturas preindustriales a un nivel
considerable. Dice Engels al respecto: “a esta gran transformación de las condiciones económicas vitales de la
sociedad no siguió empero en el acto un cambio correspondiente de su articulación política. El orden estatal
siguió siendo feudal mientras que la sociedad se hacía cada vez más burguesa”. La amenaza del malestar
campesino, tácitamente constitutiva del Estado absolutista, se vio así acompañada siempre por la presión del
capital mercantil o manufacturero dentro del conjunto de las economías occidentales, para moldear los
contornos del poder de la clase aristocrática en la nueva era. La forma peculiar del Estado absolutista en
Occidente se deriva de esta doble determinación.

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Las fuerzas duales que produjeron las nuevas monarquías de la Europa renacentista encontraron una sola
condensación jurídica. El resurgimiento del derecho romano, uno de los grandes movimientos culturales del
período, correspondía ambiguamente a las necesidades de las dos clases sociales cuyo poder y categoría
desiguales dieron forma a las estructuras del Estado absolutista en Occidente. Hay que recordar que el sistema
legal romano comprendía dos sectores distintos y aparentemente contrarios: el derecho civil, (Ius) que regulaba
las transacciones económicas entre los ciudadanos, y el derecho público, que regía las relaciones políticas entre
el estado y sus súbditos (Lex). Económicamente, la recuperación e introducción del derecho civil clásico,
favoreció fundamentalmente, el desarrollo del capital libre en la ciudad y en el campo, puesto que la gran nota
distintiva del derecho civil romano había sido su concepción de una propiedad privada absoluta e incondicional,
que beneficiaba a la burguesía. A su vez, la idea complementaria del derecho romano de que los reyes y
príncipes estaban libres de las obligaciones legales anteriores, proporcionó las bases jurídicas para anular los
privilegios medievales, ignorar los derechos tradicionales y someter las libertades privadas.
En otras palabras, el auge de la propiedad privada desde abajo, se vio equilibrado por el aumento de la
autoridad pública desde arriba, encarnada en el poder discrecional del monarca. Los estados absolutistas de
Occidente apoyaron sus nuevos fines en precedentes clásicos: el derecho romano era el arma intelectual más
poderosa que tenían a su disposición para sus característicos programas de integración territorial y centralismo
administrativo.
El principal efecto de la modernización jurídica fue, pues el reforzamiento del dominio de la clase feudal
tradicional. La aparente paradoja de este fenómeno quedó reflejada en toda la estructura de las monarquías
absolutas, construcciones exóticas e híbridas cuya fachada “moderna” traicionaba un subterráneo arcaísmo. Esto
se puede ver con claridad cuando analizamos las innovaciones institucionales que anunciaron y tipificaron su
llegada: ejército, burocracia, impuestos, comercio y diplomacia.
Si analizamos la estructura del ejército vemos que tanto la forma como la función de esas tropas divergía
enormemente de la que más adelante sería característica del moderno Estado burgués. No constituían
normalmente un ejército nacional obligatorio, sino una masa mixta en la que los mercenarios extranjeros
desempeñaban un papel constante y central. La razón social más obvia del fenómeno mercenario fue, por
supuesto, la natural negativa de la clase noble de armar en masa a sus propios campesinos, además que los
nobles necesitaban de un ejército mercenario que pudiera reprimir sin ningún problema las revueltas
campesinas.
Por otro lado, la guerra desempeñaba el modo más racional y rápido de que disponía cualquier clase
dominante en el feudalismo para expandir la extracción de excedente. Era lógico, pues, que la definición social
de la clase dominante feudal fuera militar. El medio normal de la competencia intercapitalista es económico, y
su estructura es típicamente aditiva: las partes rivales pueden expandirse y prosperar (aunque de forma desigual)
a lo largo de una misma confrontación porque la producción de mercancías manufacturadas es ilimitada por
naturaleza. Por el contrario, el medio típico de la confrontación interfeudal era militar y su estructura era
siempre potencialmente, la de un conflicto de suma cero, en el campo de batalla por el que se perdían o ganaban
cantidades fijas de tierras. Esto es así porque la tierra es un monopolio natural: sólo se pude redividir pero no
extender indefinidamente. A su vez, la nobleza tenía una movilidad que los capitalistas nunca podrían tener ya
que la tierra al ser fija, debían trasladarse e ir en busca de nuevas conquistas, mientras que por el contrario el
capital es por naturaleza, móvil.
En lo que respecta a la burocracia civil y el sistema de impuestos no fueron menos paradójicos. Parecen
representar una transición hacia la administración legal racional, al mismo tiempo que la burocracia renacentista
era tratada como una propiedad vendible a los individuos privados. El desarrollo de la venta de cargos fue uno
de los más llamativos subproductos del incremento de la monetarización de las primeras economías modernas y
del relativo ascenso, dentro de éstas, de la burguesía mercantil y manufacturera. Pero la integración de esta
última en el aparato del estado, por medio de la compra privada y de la herencia de posiciones y honores
públicos, también pone de manifiesto su posición subordinada dentro de un sistema político feudal en el que la
nobleza constituyó siempre, necesariamente, la cima de la jerarquía social. La burocracia absolutista reflejó, y al
mismo tiempo frenó, el ascenso del capital mercantil.
Si la venta de cargos fue un medio indirecto de obtener beneficios de la nobleza y la burguesía mercantil en
término beneficioso para ellas, El estado absolutismo gravó también, y sobre todo a los pobres. No existía
ninguna concepción del “ciudadano jurídico”, sujeto al fisco por el mismo hecho de pertenecer a la nación. La
clase señorial, en la práctica y en todas partes, estaba exenta del impuesto directo. En consecuencia se puede
decir que se pasó de una renta feudal local a una renta feudal centralizada.

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Con respecto a las funciones económicas del absolutismo (que presentó las mismas ambigüedades que la
misma burocracia), se basó en la doctrina dominante de la época que fue el mercantilismo. Indudablemente, el
mercantilismo exigía la supresión de las barreras particularistas opuestas al comercio dentro del ámbito
nacional, esforzándose por crear un mercado interno unificado para la producción de mercancías. Al pretender
aumentar el poder del Estado en relación con los otros estados, el mercantilismo alentaba la exportación de
bienes a la vez que prohibía la de metales preciosos y de moneda, en la creencia de que existía una cantidad fija
de comercio y de riqueza en el mundo. La clásica doctrina burguesa del “dejar hacer” con su rigurosa
separación formal de los sistemas políticos y económico, estaría en sus antípodas ya que el mercantilismo era
una teoría de la intervención coherente del Estado político en el funcionamiento de la economía, en interés a la
vez de la prosperidad de ésta y del poder de aquél. Mientras que el liberalismo era pacifista ya que consideraba
a la riqueza como producto del intercambio económico entre países mientras el mercantilismo propiciaba la
guerra como algo rentable.
Por otro lado la diplomacia fue la indeleble marca de nacimiento del Estado renacentista. La contracción de
la pirámide en las nuevas monarquías centralizadas de Europa produjo, por vez primera, un sistema formalizado
de presión interestatal, con el establecimiento de la nueva institución de las embajadas recíprocamente
asentadas en el extranjero, cancillerías permanentes para las relaciones exteriores y comunicaciones e informes
diplomáticos secretos, protegidos por el nuevo concepto de extraterritorialidad. Con todo, estos instrumentos de
la diplomacia (embajadores o secretarios de estado) no eran todavía armas de un moderno Estado nacional. Las
concepciones ideológicas del nacionalismo fueron ajenas, como tales, a la naturaleza íntima del absolutismo.
Recordemos que la idea de Nación no estaba totalmente desarrollada y que un feudo podía ser vasallo de
distintos señores. Sin embargo hubo una existencia difusa del protonacionalismo popular que fue, básicamente,
un signo de la presencia burguesa en la política; más que dejarse gobernar por ellos, los grandes y los soberanos
siempre manipularon esos sentimientos. No obstante la última instancia de legitimidad era la dinastía y no el
territorio.
Finalmente, la aparente paradoja del absolutismo en Occidente fue que representaba fundamentalmente un
aparato para la protección de la propiedad y los privilegios aristocráticos, pero que, al mismo tiempo, los
medios por los que se realizaba esta protección podían asegurar simultáneamente los intereses básicos de las
nacientes clases mercantil y manufacturera. En otras palabras, el Estado absolutista realizó algunas funciones
parciales en la acumulación originaria necesaria para el triunfo final del modo de producción capitalista. Era un
Estado basado en la supremacía social de la aristocracia y limitados por los imperativos de la propiedad de la
tierra. La nobleza podía depositar el poder en la monarquía y permitir el enriquecimiento de la burguesía, pero
las masas estaban todavía a su merced. Ejército, burocracia, diplomacia y dinastía formaban un inflexible
complejo feudal que regía toda la maquinaria del Estado y guiaba sus destinos. La dominación del Estado
absolutista fue la dominación de la nobleza feudal en la época de transición al capitalismo. Su final señalaría la
crisis del poder de esa clase: la llegada de las revoluciones burguesas y la aparición del estado capitalista.

Texto 2: “La Europa Revolucionaria” (George Rudé, Págs. 77-99)

Burke, para él la Revolución no podía ser el resultado de una necesidad de reforma sentida genuina y
generalmente, sino más bien de las diabólicas maquinaciones de grupos sociales egoístas y subversivos. En general
apuntaba a la camarilla de literatos y philosophes que desde hacia tiempo venían socavando los cimientos de la
Iglesia y al advenedizo interés monetario, ansioso de arreglar cuentas con la aristocracia tradicional. Por lo tanto, la
revolución, sin raíces en un descontento legítimo. Fue el fruto de la “conspiración” de unos pocos. Aquellos que
estuvieron al lado de la Revolución tendieron naturalmente a explicarla en términos bastantes distintos: ya como
legítima protesta política contra las tiranías y las restricciones del antiguo régimen, ya como protesta social de las
clases oprimidas o empobrecidas.
Los historiadores liberales la contemplan bajo el primer punto de vista. Vieron ante todo en la Revolución un
movimiento político iniciado por las clases respetables de la nación para reparar viejos agravios y reformar
instituciones anticuadas.
Para Michelet, el pueblo, lejos de ser un instrumento meramente pasivo en manos de otros partidos y grupos
sociales interesados, fue el héroe real y vivo de drama. Esta interpretación como explosión espontánea y airada de
todo un pueblo contra la pobreza y la opresión, ha sido, la más influyente que ninguna.
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Según Tocqueville, ninguna de estas daba una respuesta de por que hubo una revolución en Francia. Tanto él
como Burke y muchos otros, reconoce la importancia que tuvieron los escritos de la Ilustración al minar las
creencias y lealtades tradicionales, dejando con ello todo el sistema debilitado y en peligro; pero, a diferencia de
Burke, no ve en todo esto parte de una conspiración organizada, sino más bien, el resultado de los vicios del
gobierno y del extenso descontento existente frente a la situación. Coincide con Mignet y Thiers de que le gobierno
era despótico, corrompido y necesitado de reforma. Tocqueville añadía entonces, que no fue la ausencia de
reformas, sino el carácter y la tardanza de estas lo que, al abrir los ojos a los hombres a cosas mejores, sirvió para
precipitar la Revolución mas bien que para evitarla.
Al subir al trono Luis XVI estaba deseoso de realizar reformas importantes en la administración, tenia un alto
sentido de responsabilidad personal y además contaba con un ministro Turgot, que gozaba de simpatía y el afecto de
las clases medias tanto ilustradas como industriales, sin embargo al cabo de unos años todo se vino abajo y Turgot
dejo de ser el ministro. Las reformas de este, aunque admitidas de buen grado, tropezaban con los intereses de los
Parlaments, alto clero y las facciones aristocráticas de la Corte. La experiencia de Turgot resultó parecida a la de
Machault y Maupeou antes de él y la de Calonne, Brienne y Necker después, demostrando que no había posibilidad
de realizar reformas a largo plazo, aun contando con un rey bien intencionado y con ministros capaces y honestos,
en tanto las clases privilegiadas conservaran, por medio de los Parlaments o de su influencia en la Corte, poder para
obstaculizar sus acciones. La consecuencia de estos fracasos era aumentar el odio hacia las clases privilegiadas y el
desprecio hacia una monarquía que parecía defenderlas. Los obstáculos al libre comercio por medio de gravosos
tributos y las actividades de los inspectores de gobierno (agravios antiguos); sumado a esto – en período de reacción
feudal-, las posibilidades de ascenso social y político se iban cerrando progresivamente: se cerraban las puertas a los
intrusos de clase media en los Parlaments y hacia 1789 el nacimiento noble era el único requisito para conseguir un
cargo elevado en el ejército, Iglesia o la administración.
El cuadro ofrecido por Tocqueville de una creciente prosperidad campesina no se puede generalizar, si bien una
tercera parte de los campesinos francés eran propietarios de sus tierras que no poseían más que pequeñas parcelas
que apenas alcanzaban para alimentar a sus familias. Aún era mucho mayor el número de los aparceros y jornaleros
sin tierra, que compraban el pan del mercado. A todo esto, los pequeños propietarios y arrendatarios y los labradores
tenían el agravante que, impulsados por la necesidad de aumentar su producción agrícola, los terratenientes y
campesinos ricos estaban cercando los campos y tierras comunales y usurpando los derechos tradicionales de los
aldeanos al espigueo y a los pastos: los terratenientes rastreaban viejos derechos vinculados a sus tierras e imponían
obligaciones nuevas adicionales a aquellas que ya pesaban cobre sus campesinos.
La prosperidad agraria generalizada se había detenido y comenzaba a ceder una prolongada depresión, cayeron
los precios, gradualmente en muchos productos agrarios e industriales, también siguieron estando los gravosos
tributos en forma de impuestos, diezmos y exacciones señoriales, los beneficios netos de los arrendatarios,
pequeños Propietarios, etc. Se redujeron muy por debajo de los precios; en su apogeo esta depresión se produjo una
catástrofe económica en los años 1787-1789 a causa de las malas cosechas y de la escasez, triplicándose el precio
del trigo. Esta crisis afectó al grueso del campesinado, y de la agricultura, la crisis se trasladó a la industria. Todos
se vieron afectados por la rápida subida de los precios de los alimentos; por esto los campesinos, artesanos y los
trabajadores urbanos se unieron en su hostilidad frente al gobierno, los terratenientes, los comerciantes y
especuladores, e iniciaron la Revolución en una situación de pobreza y escasez crecientes y no de prosperidad (por
ahora la investigación de Michelet tiende a ser justificada).
Sin embargo, para hacer una revolución se necesitaba algo más que dificultades económicas, descontento social
y frustración de las ambiciones políticas y sociales. Tenía que haber algún tipo de ideología unificadora que diera
cohesión al descontento y a las aspiraciones de clases sociales tan diversas, en resumen algo parecido a una
“psicología revolucionaria común”.
Fueron, en primer lugar, los escritores de la ilustración los que prepararon el terreno, los que debilitaron las
defensas ideológicas del antiguo régimen, como señalaron Burke y Tocqueville. (Montesquieu, Rousseau, Voltaire
se difundieron siendo absorbidas por un publico ansioso tanto de la aristocracia como de la clase media.
La primera “chispa” fue la declaración de la bancarrota después de la guerra de América. El ministro Calonne
en ese momento (sucesor de Necker), propuso al rey reducir el gasto del gobierno, aumentar el impuesto del timbre
y sustituir el vingtième (evadido por muchos terratenientes) por un impuesto agrario sobre la producción anual del
suelo pagadero en especie por todos los propietarios y fijado y recaudado por medio de asambleas locales de
propietarios representantes de los tres estados; proponiendo además resucitar las anteriores ideas de Turgot.
Pero por experiencia, el rey y el ministro que iban a tropezar con la resistencia de las clases privilegiadas, a las
que se les pedía que renunciaran a gran parte de sus inmunidades fiscales, la Iglesia se aferraría a su don gratuit
(don voluntario) y los Parlaments provinciales protestarían contra la intromisión en su jurisdicción las nuevas

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asambleas locales y el tercer Estado protestaría contra el impuesto del timbre. Para soslayar los problemas se
decidió someter las propuestas no al Parlament de Paris, sino a una asamblea de notables convocada especialmente
que tenían la ventaja de ser nombrada a dedo por el rey y de no haberse reunido hacia siento sesenta años. Los
intransigentes, se sintieron ofendidos por los ataques a sus privilegios y la mayoría se opuso a las propuestas por
otros motivos. En particular los aristócratas liberales que en principio no pusieron objeciones pero desconfiaban
profundamente de Calonne, que sospechaban que estaba tratando de afianzar autoridad ministerial por medio de las
nuevas asambleas y por la manipulación de impuestos cuya cuantía y método de recaudación no habían quedado
suficientemente claros. Calonne intento romper el punto muerto con un recurso abierto a la opinión pública, el rey
se aterró, lo depuso y le reemplazó Brienne.
Este presento un programa levemente diferente a su antecesor: modificó el impuesto del timbre e hizo una
importante concesión al fijar el límite superior en 80 millones a la renta estimada del impuesto agrario. En un
principio fue acogida su `propuesta pero no consiguió el apoyo necesario. Los notables decidieron que unas
medidas tan radicales trascendían a su competencia y que su aprobación debía delegarse en el Parlament de Paris o
mejor aun, en los Estados Generales. Brienne se enfrento al Parlament. La oligarquía judicial de los parlamentaries
fue la que enarbolo la bandera de la rebelión y provoco la llamada “revuelta aristocrática”. El tribunal principal se
podía dividir en dos grupos: los que querían afirmar sus privilegios, y los simpatizantes de las nuevas ideas de los
philosophes que querían realizar reformas. Ambos estaban divididos en sus fines últimos pero unidos bajo las
circunstancias del momento que producían la desconfianza del despotismo ministerial y esperaban realizar sus
diversos propósitos por medio de los Estado Generales.
Brienne temía que si se convocaba a los Estados Generales, se anularían sus propias medidas moderadas o se
anegarían en otras mucho más radicales. Así, invocó la autoridad del rey para convocar un lit de justice que desechó
las objeciones del Parlament, promulgó los decretos fiscales y exilió a los magistrados de París a la ciudad de
Troyes, en el norte. Pero fue El Parlament quien ganó la disputa. Los tribunales de provincias, a los que recurrió
luego Brienne, eran campeones más decididos que los parisienses a la defensa de los privilegios aristocráticos y a
las inmunidades locales; rechazaron casi todas las proposiciones del ministro y se solidarizaron con sus colegas de
Paris.
Se volvió a restablecer el Parlament. En Paris se produjeron manifestaciones entusiastas que saludaron el
regreso del exilio a los magistrados; y comenzaron a circular panfletos antimonárquicos. La revolución habrá de
inclinar la balanza a favor de la nobleza y del clero. En octubre del año anterior el Parlament de Paris había
accedido a conceder nuevos préstamos a cambio de la promesa gubernamental de que los Estados Generales se
reunirían en 1792, pero las negociaciones volvieron a romperse en noviembre. Ello indujo a los Parlamnets a buscar
popularidad publicando una declaración en la que se condenaba a la totalidad del sistema de gobierno arbitrario.
Brienne replicó rodeando de tropas los Tribunales y obligando al Parlament a entregar dos de sus dirigentes a la
justicia real. La intención no era simplemente castigarlos por su desobediencia, sino introducir una cuña entre ellos
y el resto de la “nación política”, particularmente la aristocracia liberal y la multitud de avocats y abogados de la
clase media a quienes las nuevas medidas abrían nuevas posibilidades de ascenso. El plan fracasó y lejos de dividir
a sus críticos, provocó algo parecido a una rebelión nacional contra el gobierno. En Paris y en las provincias, las
clases medias bajas, exaltadas por las declaraciones militantes de los Parlaments, se unieron a la indignación y
protesta generales contra el despotismo de los ministros.
Abrumado por este movimiento nacional de protesta, el gobierno se vio obligado a ceder. Se prometió la
convocatoria de los Estados Generales en mayo de 1789; Necker sustituyó a Brienne, se retiraron todas las reformas
proyectadas y poco después volvieron a convocarse los Parlaments. La revuelta aristocrática triunfó en toda línea:
con el apoyo de las clases no privilegiadas obligó al gobierno a retirar sus proposiciones de impuestos y a reponer
los Parlaments.
La revolución que surgió de los Estados Generales resultó de ser de una índole muy distinta de lo que habían
esperado los publicistas de 1788. La revuelta de la nobleza fue, quizás más que nada, un primer acto, ya que fue
el preludio de una revolución única en la Europa contemporánea, por cuanto que asoció a las clases medias con
las más bajas en una acción común contra el rey y la aristocracia.

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Texto 3: “Los Estados y las Revoluciones Sociales” (Theda Skocpol, Págs. 92-116)

El antiguo régimen contracciones del absolutismo borbónico


La revolución se basa en los siguientes ejes
• Surgimiento de la burguesía
• Surgimiento de la critica ilustrada de la autoridad arbitraria
• La competencia militar entre los estados europeos
En el contexto internacional se refuerza estos ejes por el aumento del comercio y el surgimiento de la
ilustración.

El estado.
El absolutismo había sido la forma de gobierno imperante en esa época. Aun cuando su mayor esplendor lo
había alcanzado durante el reinado de Luis XV. La nobleza se había levantado por ultima vez mas de cien años
antes, en lo q fue el ultimo intento antes de 1879 de promulgar una carta q limitara el poder real.
La figura del rey era representada por los intendentes generales en las provincias. Estos habían reemplazado
a los nobles hereditarios del gobierno.
Estos intendentes estaban encargados de:
• Mantenimiento del orden interno
• Administración judicial
• Regulación económica
• Impuestos recaudados
Aun cuando el gobierno era centralista muchas instituciones medievales persistían –cortes señoriales, los
estados provinciales, y otros. Estos eran de carácter descentralizador y estaban bajo la autoridad de los
intendentes generales.
Persistía a su vez la venalidad de los cargos, capacidad de vender los cargos.
Francia tenia como objetivo declarado el engrandecimiento militar, para ello creo el primer ejército real estable.

Economía
Era una economía agraria retrasada en sus técnicas. Estas persistían por los intereses tanto de los propietarios
campesinos como por la persistencia de la aristocracia terrateniente. Los primeros utilizaban derechos
comunales fundamentales para su economía, como era el caso de las tierras en barbecho. Y los segundos
explotaban sus derechos señoriales sobre las tierras.
A su vez parcelas cultivadas eran pequeñas, lo q impedía el cultivo a gran escala.
El comercio y la industria eran casi insipientes, aun cuando estaban en constante crecimiento.
En comparación con Inglaterra había menos personas con ingresos medios superiores y una desigual
distribución de los excedentes. Lo q estancaba la industria y el comercio.

La clase dominante.
En un sentido marxista no era capitalista, por q no se apropiaba de los excedentes a través de la compra de
trabajo a los asalariados y si se apropiaba de ellos a través del uso de la coacción, a través de sus derechos
feudales.
La sociedad no se estratificaba por las posesiones. Era el estado el determinante del ascenso social, a través de
los cargos y las exenciones impositivas. Los tres estamentos eran el clero la nobleza y el tercer estado.
El factor de movilidad eran la riqueza y los cargos en el estado.
La riqueza propietaria provenía de:
• Las rentas agrícolas y urbanas.
• Los derechos señoriales
• Oficios venales o rentas perpetuelle – este ultimo se generaba por la transferencia de un valor, con lo
cual se ganaba una renta hasta el momento en donde se restituyera el capital.
La riqueza propietaria estaba en función de la continuidad de la estructura socio-económica imperante, tanto
por los derechos señoriales como por las rentas.
había una mezcla entre la nobleza y la burguesía por q esta ultima poseía muchos cargos en el estado.

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La guerra.
La principal dificultad estratégica de Francia surgía de su carácter anfibio, es decir, tenia contacto continental
y a su vez marítimo con lo cual tenia dos frentes por abarcar, a diferencia de Inglaterra q podía concentrar su
poder en su flota marítima.
También se debe tener en cuenta la ineficiencia de los recursos financieros del estado, q tenían como origen:
• La menor proporción de gente con ingreso medio, y su consecuente menor proporción de los ingresos
fiscales.
• Los privilegios de las elites, permitían exenciones de impuestos de quienes más podían pagar.
• La toma de prestamos a altas tasas de intereses, fruto del alto endeudamiento del estado francés.

Con la sucesión de las guerras se intentaba reconstruir las finanzas a través de la disminución de los
privilegios, pero quienes más organizadamente resistieron eran los parlaments.

Los parlaments
Eran cortes de apelación civil y penal.
Eran propietarios de sus cargos y además gozaban, en su mayoría de privilegios. Controlaban el acceso a sus
filas y a través de las apelaciones tenían la capacidad de retrasar la puesta en vigor de los edictos reales, y de la
protección de los privilegios.

El inicio de la guerra
El disparador de la revolución fue el ingreso de Francia en la guerra de independencia norteamericana, los
costos de esta guerra llevaron a la bancarrota a la monarquía francesa, al punto de q no podían conseguir mas
prestamos.
En otras oportunidades se había llegado a la misma situación pero en esas ocasiones se había logrado un
ingreso compulsivo a través de la cámara de justicia. Se acusaba a los recaudadores y otros funcionarios del
estado, de fraude, pero en esta oportunidad el costo político de tal medida era prohibitivo, por la mezcla de tales
funcionarios dentro de la aristocracia.

Tras la ida de Calonne asume Brienne y rescribe las propuestas q el primero había presentado a la Asamblea
de los Notables. Los Parlamentaires de Paris rechazan esta presentación y piden q se convoque a los estados
generales.
Institución q no funcionaba desde hace mas de cien años.
Se buscaba conseguir una institución q representara a la clase dominante y q aconsejara al rey acerca de las
medidas a aprobar
En un principio, el rey desoye este rechazo y aprueba las medidas de Brienne, pero para ese entonces la
resistencia ya se había propagado a las provincias.
Los oficiales encargados de la represión de esta resistencia se negaron a reprimirla por ellos mismos ser en
muchos casos beneficiarios de los privilegios q se intentaban eliminar, y además había quejas de largo tiempo
hacia la corona.
Debido a la fuerte resistencia el rey capitula y se convocan a los estados generales.
El problema con el llamamiento era la forma de representación q se adoptaría, y la forma de votación, los
estados en forma conjunta o cada representante un voto.
Este problema hizo q la clase burguesa surgiera a la escena política de Francia. Y a su vez aumento la parálisis
del gobierno.

’88-‘89
Había un consenso acerca de q era necesario un gobierno menos absolutista y más representativo. Pero no
existía un consenso acerca de cuáles eran sus poderes y quien estaba llamado a continuar.

Verano del ’89 se inician las revueltas municipales.


Ciertos lideres liberales crean gobiernos municipales alternos, q desplazan a los reales.

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Texto 4: “La Era de la Revolución, Cáp 3” (Eric Hobsbawm)

Es el primer gran ejemplo y concepto del nacionalismo. El S. XVII fue una época de crisis para los viejos
regímenes europeos y para sus sistemas económicos.
La revolución francesa tuvo repercusiones muy profundas porque sucedió en el país mas poderoso y
populoso Estado europeo (1 de cada 5 europeos es francés) y, fue la única revolución social de masas (mucho
mas radical que cualquier otro levantamiento).
Además, es la única revolución con influencia universal que proporciono el patrón para todos los
movimientos revolucionados subsiguientes y sus lecciones fueron incorporadas en el moderno socialismo y
comunismo.Sus orígenes deben buscarse no solamente en el contexto europeo, sino en la especifica situación de
Francia. El conflicto entre los inconmovibles intereses del antiguo régimen y la ascensión de las nuevas fuerzas
sociales era mas agudo en Francia que en cualquier otro sitio.
Turgot (1774-76), un economista fisiócrata, trató de implementar una política administrativa tributaria más
equitativa y racional pero fracasó ante las resistencias de los intereses tradicionales. Pero, la “reacción feudal”
proporcionó la mecha que inflamaría el barril de pólvora de Francia. La nobleza no solo irritaba los
sentimientos de la clase media al obtener los cargos oficiales sino que también irritaba al campesino al usar sus
derechos feudales para que estos le presten servicios.
La victoria sobre Inglaterra en la guerra de independencia US se obtuvo a costa de una bancarrota final, la
deuda consumía un 50% del presupuesto monárquico, el ejercito y la armada un 25%. La crisis brindó una
oportunidad para la aristocracia y los parlements. La “asamblea de notables” convocada en 1787 se mostró
rebelde a las peticiones del gobierno y, la desesperada fueron las primeras brechas en el frente del absolutismo.
La burguesía, inspirada por el liberalismo clásico de los “filósofos” y los “economistas” propagados por la
francmasonería y otras asociaciones dieron unidad al movimiento revolucionario. Las peticiones burguesas
están contenidas en la famosa declaración del derecho y del ciudadano de 1789. Es un manifiesto contra la
sociedad jerárquica y los privilegios de los nobles, pero no en favor de una sociedad democrática o igualitaria.
Querrían una monarquía constitucional basada en una oligarquía de propietarios que se expresaran a través de
una asamblea representativa, una Estado constitucional con libertades civiles y garantías para la iniciativa
privada, gobernado por contribuyentes y propietarios.
Sin embargo, dicho régimen expresaría “oficialmente” la voluntad general del “pueblo”, la “nación
francesa”. La fuente de soberanía, dice la declaración, reside en la nación, este concepto de nación era mas
revolucionario de lo que el programa burgués-liberal se proponía expresar: se armo un arma de doble filo.
La clase media que habían logrado conseguir una representación tan amplia como las de la nobleza y del
clero junto y ahora querrían que se estableciera el voto por cabeza en vez del voto por orden en los Estados
generales. 6 semanas antes de su apertura, las comunas se constituyeron en una asamblea Nacional con derecho
a reformar la constitución.
Lo que transformo una limitada agitación reformista en verdadera revolución fue el hecho que la
convocatoria de los Estados generales coincidiera con una profunda crisis económica y social. Las malas
cosechas de 1788 y1789 y un dificilísimo invierno agudizaron aquella crisis afectaron a los campesinos porque
los grandes productores vendían el grano a precios de hambre y también a las clases pobres urbanas para
quienes el precio del pan se duplico.
La contrarrevolución convirtió a una masa en potencia en una masa efectiva y actuante, movilizo a las
masas parisinas hambrientas y militantes. El resultado mas sensacional de aquella movilización fue la toma de
la Bastilla, caída de un símbolo de la tiranía.
Lo que en Francia convirtió una epidemia de agitación campesina en una irreversible convulsión fue una
combinación de insurrecciones en ciudades provincianas y una oleada de pánico masivo a través de casi todo el
país: la Grande Peur de finales de julio y principios de agosto de 1789. después de estos eventos, la estructura
del feudalismo rural y la maquina estatal yacían en pedazos. Los privilegios feudales se abolieron de manera
oficial, aunque se abolieran de hecho en 1793.
La forma de la política burguesa revolucionaria iba a ser una dramática danza dialéctica, la movilización de
las masas por los reformistas moderados de la clase media en contra de la tenaz resistencia de la
contrarrevolución.
La peculiaridad de la revolución francesa es que una parte de la clase media liberal estaba preparada para
permanecer revolucionaria hasta el final sin alterar su postura: los jacobinos que eran partidarios de la

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revolución radical. A partir de 1794, resulto evidente para los moderados que el régimen jacobino había llevado
la revolución demasiado lejos para los propósitos y la comodidad burgueses.
La única alternativa frente al radicalismo burgués eran los sans-culottes, organizados en las “secciones” de
Paris y en los clubes políticos locales, proporcionaban la principal fuerza de choque de la revolución y sus
oradores, Murat y Hébert, eran los mas izquierdistas.
Entre 1789 y 1791, la burguesía moderada victoriosa, actuando a través de la Asamblea Constituyente,
emprendió la gigantesca obra de racionalización y reforma de Francia. La mayoría de las realizaciones
duraderas de la revolución datan de aquel periodo. Sus perspectivas económicas eran liberales y al nivel político
instauro una monarquía constitucional fundada sobre una franquicia de propiedad para los “ciudadanos activos”.
La constitución civil del clero de 1790 llevó a la oposición de la mayoría del clero y de los fieles, lo que
contribuyo a impulsar la tentativa de huida del rey en junio de 1791 que termino en su captura en Varennes y
con el fortalecimiento del republicanismo.
La incontrolada economía de libre empresa acentuó las fluctuaciones en los niveles de los precios de los
alimentos y como consecuencia la combatividad de los ciudadanos pobres, especialmente en Paris.
El estallido de la guerra dio origen a la segunda revolución de 1792 y convirtió a la historia de la revolución
francesa en la historia de Europa. La extrema derecha y la izquierda moderada impulsaron a Francia a una
guerra general, la primera con la esperanza que la derrota del ejercito revolucionario llevaría a la restauración
del viejo régimen y la segunda para resolver numerosos problemas domésticos, encauzar contra los emigrados y
los tiranos extranjeros el descontento popular y sacar provecho de ella.
La guerra se declaro en abril de 1792. La derrota, que el pueblo atribuyo, no sin razón, a sabotaje real y a
traición, provoco la radicalización. En septiembre fue derribada la monarquía, establecida la Republica una e
indivisible y fue instituido un nuevo calendario por la acción de las masas de sans-culottes de Paris. Se mataron
a los presos políticos hubo elecciones para la convención Nacional y se llamo a la resistencia total contra los
invasores.
El nuevo partido dominante era el de los girondinos, belicosos en el exterior y moderados en el interior. Su
ejercito era tan ineficaz como inseguro y solo unos métodos revolucionarios podían ganar la guerra. La
Republica francesa invento la guerra total: la movilización total de los recursos mediante el levantamiento en
masa, el establecimiento de una economía de guerra y la abolición virtual, dentro y fuera del país, de la
distinción entre soldados y civiles.
Los sans-culottes recibieron con entusiasmo al gobierno de guerra revolucionario, porque además de poder
derrocar la contrarrevolución y la intervención extranjera, sus métodos movilizaban al pueblo y facilitaban la
justicia social.
Los girondinos temían las consecuencias políticas de la combinación de revolución de masa y de guerra que
habían provocado, no querrían procesar o ejecutar al rey, lla Montaña ganaba prestigio y ellos no. La expansión
de la guerra (1793) solo fortalecía la izquierda, única capaz de ganarla.
Los girondinos acabaron por desencadenar virulentos ataques contra la izquierda que se convirtieron en
organizadas rebeliones provinciales contra Paris. Un rápido golpe de los sans-culottes los desbordó el 2 de junio
de 1793, instaurando la Republica jacobina.
Fue la primera Republica popular y la inspiración de todas las revueltas subsiguientes. Para la sólida clase
media que permaneció tras el Terror, este fue el único método eficaz para conservar al país. En junio de 1793,
60 de los 80 departamentos de Francia estaban sublevados contra Paris y los ejércitos de los príncipes alemanes
la invadían por el norte y el este y los ingleses la atacaban por el sur y el oeste, el país estaba desamparado y en
quiebra.
Catorce meses mas tarde el país estaba firmemente gobernado y los ejércitos franceses ocupaban Bélgica.
En marzo de 1794, el ejercito se había triplicado y el valor del dinero francés se había estabilizado. Y, las
perspectivas de la clase media dependían en gran parte de las de un Estado nacional unificado y fuertemente
centralizado.
La primera tarea de los jacobinos era la de movilizar de las masas en contra de la disidencia de los
girondinos y notables provinciales, y de conservar el ya existente de los sans-culottes. Se promulgo una nueva
constitución radicalisima, se ofrecía el sufragio universal, el derecho a la insurrección, trabajo y alimento
(precios máximos: el “maximum”) y la declaración oficial de que el bien común era la finalidad del gobierno y
de que los derechos de los pueblos debían ser operantes. Los jacobinos abolían sin indemnización todos los
derechos feudales aun existentes, aumentaron las posibilidades de los pequeños propietarios de cultivar tierras
expropiadas y abolieron la esclavitud.

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El centro del nuevo gobierno se inclinaba hacia la izquierda, esto se vio reflejado en el reconstruido Comité
de Salud Publica, pronto reconvertido en “gabinete de guerra” de Francia, el cual perdió a Danton y vio la
llegada de Robespierre. La Republica jacobina era el terrible y glorioso reino de la justicia y la virtud en el que
todos los hombres fueran iguales ante los ojos de la nación y el pueblo el sancionador de los traidores.
La congelación de los salarios y la requisa de alimentos enajenó a las masas y a los campesinos, los
radicales se alejaron después de la ejecución de os hebertistas y los moderados se alarmaban por el ataque al ala
derecha de la oposición dirigida por Danton. En abril de 1794, los componentes del ala derecha y del ala
izquierda habían sido guillotinados, y los robespierristas se encontraban políticamente aislados, solo la crisis
bélica los mantenía en el poder. El 9termidor (27 de julio de1793), la convención derribó a Robespierre que fue
ejecutado el día siguiente junto a Saint Just.

Los termidorianos, a través del directorio, buscaron la estabilidad política y un progreso económico sobre
las bases del programa liberal de 1789-91, pero su gran debilidad era su falta de un verdadero apoyo político y
tenían que acudir cada vez mas al ejercito para contener las oposiciones. De “leva en masas”, este ejercito se
convirtió muy pronto en una fuerza de combatientes profesionales.
El ejercito fue una carrera como otra cualquiera que la revolución burguesa había abierto al talento, y
quienes conseguían éxito en ella tenían un vivo interés en la estabilidad interna, como la burguesía. Fue un pilar
del gobierno postermidoriano y su jefe Bonaparte el personaje indicado para concluir la revolución burguesa y
empezar el régimen burgués. Encontró su gran oportunidad en la campaña de Italia de 1796 que lo convirtió en
el primer soldado de la Republica que actuaba virtualmente con independencia de las autoridades civiles.
Los grandes monumentos legales franceses, los códigos que sirvieron de modelo para todo el mundo
burgués no anglosajón, fueron napoleónicos. La jerarquía de los funcionarios públicos , de los tribunales, las
universidades y las escuelas también. Las grandes “carreras” de la vida pública francesa conservan la forma que
les dio Napoleón. Proporciono estabilidad y prosperidad a todos, excepto a los 4 millones de franceses que no
volvieron de sus campañas.

Texto 5: “La Europa Revolucionaria” (George Rudé, Págs. 100-128)

Enero 1789: regreso del Parlement a París.


La derrota de Brienne y el hundimiento de su programa de reformas unieron a los “patriotas”. La única
esperanza de reforma consistía en apoyar al Tercer Estado en los Estados Generales. Los parlamentarios y los
privilegiados (los que no tenían que pagar impuestos) estaban únicamente interesados en aferrarse a sus viejos
privilegios e inmunidades.
Se promete la convocatoria de los Estados Generales, pero el Tercer Estado no estaba dispuesto a aceptar su
papel inferior dentro de éstos, por lo que comenzaron a insistir en que hubiera doble representación y que los
estados se reunieran en una sola asamblea deliberativa, con lo que se aseguraba la mayoría del Tercer Estado.
Algunos dirigentes parlamentarios apoyaban la petición del Tercer Estado (Duport, el dique de Orleáns),
mientras que un sector menos liberal lo veía como una amenaza. Las clases privilegiadas ya no estaban unidas.
El 27 de diciembre, Necker decide concederle doble representación.
Mientras que los privilegiados disfrutaban del sufragio masculino directo para los adultos, para elegir a los
representantes que irían a los Estados Generales, el Tercer Estado lo hacía mediante un sufragio más restringido
y un sistema de elección indirecta más complicado.
El sistema favorecía a la burguesía urbana y profesional, quien dominaba las discusiones votaciones en las
asambleas del Tercer Estado.
Aparece un partido “patriota” entre los promotores de la reforma constitucional que representaba las
esperanzas del Tercer Estado e incluía a aristócratas adinerados (Lafayette, Rochefoucauld) y parlamentarios
(Duport, Séchelles).
Las cartas de agravios que se presentarían en los Estados Generales se dividían entre los estados: el clero y la
nobleza ponen de manifiesto su apego por los privilegios e inmunidades; coinciden con el Tercer Estado en
reclamar la supresión de las prácticas más opresivas e inútiles de la monarquía absoluta; exigen la libertad de
prensa y del individuo y una constitución que conceda a los Estados Generales el derecho de elaborar leyes y
votar impuestos. Las cartas del Tercer Estado, aunque similar a las anteriores en lo que se refiere a la reforma

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administrativa y política, insisten en la igualdad civil completa de los tres estados, y reflejan los vínculos
comunes de interés entre los miembros de la comunidad campesina con el recaudador de derechos,
terratenientes, etc., como las divisiones entre el pequeño consumidor y trabajador sin tierra del gran productor y
el propietario.

Los Estados Generales:


Se reunieron en Versalles el 5 de mayo de 1789 en un contexto de crisis y desasosiego popular: el precio del
pan se había duplicado y hubo motines sangrientos en París y las provincias.
El Consejo Real no le concedió a los plebeyos la deliberación conjunta, pero le pedía a las clases privilegiadas
que renunciaran voluntariamente a sus inmunidades fiscales. El rey carecía de política determinada y oscilaba
de un lado al otro, por lo que los plebeyos sospechaban que había decidido hacer causa común con el claro y la
nobleza. Por esto se negaron a deliberar en la asamblea separada y exigieron una reunión conjunta para
examinar la validez de los mandatos. Los nobles y los obispos se opusieron a esta propuesta.
El 10 de junio, el Tercer Estado decide tomar la iniciativa e invita a los otros estados a una verificación
conjunta de poderes. Como estos últimos se negaron lo hicieron sin ellos y completó la comprobación del
resultado del escrutinio, eligió dos secretarios y un presidente. El 17 de junio se arrogó el título de Asamblea
Nacional. A este primer acto la siguieron dos decretos: uno estipulaba que la disolución de la nueva Asamblea
invalidaría todos los impuestos existentes; y el otro que, cuando se hubiera determinado una constitución, se
consolidaría la deuda pública, que sería suscrita por toda la nación. El clero decidió hacer causa común con la
nueva Asamblea.

23 de junio:
El rey, aconsejado por su hermano, se reúne con su corte para decidir qué hacer con la Asamblea Nacional,
mientras ésta debía esperar afuera y la sala estaba rodeada de tropas.
En esta reunión Barentin leyó dos comunicados reales: el primero declaraba nulas e inválidas las resoluciones
de la Asamblea Nacional y reservaba para deliberación separada cuestiones relativas a los privilegios e
inmunidades especiales de los dos primeros estados. El segundo esbozaba el programa legislativo del Consejo,
preveía la reforma de las instituciones del Antiguo Régimen, pero la estructura social del antiguo régimen
permanecía.
Los planes del partido de la Corte fracasaron, miles de parisienses invadieron el patio para exigir la
permanencia de Necker en el cargo; los se negaron a obedecer a la orden de fuego; y los delegados del Tercer
Estado se negaron a disolverse y fueron arengados por Mirabeu. El rey se vio obligado a cede, Necker
permaneció en el cargo y la Asamblea Nacional continuó en posesión de su sala y el 27 de junio ordenó a los
remanentes de las otras clases que se unieran a ella.
Las clases profesionales y comerciales comenzaron a imprimir una dirección a los acontecimientos, los
panfletistas y periodistas que rodeaban al duque de Orleáns establecieron su cuartel permanente, el Palais Royal
donde miles de personas recibían consignas y directrices. Los electores del Tercer Estado de París comenzaron a
reunirse regularmente en el Ayuntamiento, cuya misión era designar a los delegados parisienses del Tercer
Estado en Versalles.
El primer órgano proporcionó una dirección positiva al movimiento popular, daba los pasos necesarios,
mediante la agitación pública y la liberalidad en los gastos, para ganarse a las tropas y hacer que renunciaran a
la lealtad a la Corte, mientras el Ayuntamiento trataba de redactar proyectos para una milicia ciudadana.

11 de julio:
Como respuesta a lo anterior, la Corte envió el exilio a Necker y fue sustituido por el barón de Breteuil,
protegido de la reina. Esto fue lo que hizo estallar la rebelión de París.
El día 12, los parisienses fueron al Palais Royal, donde los oradores llamaban a las armas. La capital estaba en
manos del pueblo.
El 13 de julio, los electores de París formaron un comité permanente que actuara como gobierno provisional
de la ciudad y decidieron poner fin al armamento indiscriminado de la población, ya que lo consideraban una
amenaza para la seguridad. Esto les impulsó a organizar una milicia de ciudadanos.
Aún así, la muchedumbre rodeaba el Ayuntamiento exigiendo armas y pólvora. Por lo que el 14 de julio se
dirigieron a la Bastilla, no sólo para apoderarse de las armas que supuestamente allí se encontraban, sino porque
era el símbolo de las tiranías pasadas. Así cayó la Bastilla.

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Consecuencias: Por aquel momento se salvaba la Asamblea Nacional y recibía reconocimiento real. El partido
de la Corte comenzaba a desintegrarse y se volvía a llamar a Necker. En la capital, el poder quedó en las manos
de los electores, quienes establecieron un consejo municipal, con Bailly como alcalde y Lafayette como
comandante de la Guardia Nacional.
Las noticias de París intensificaron y difundieron un movimiento campesino que ya había empezado y que
provocó una serie de revoluciones municipales menores, que adquirieron diversas formas, con las que la
autoridad real se debilitó.
Los campesinos comenzaron una sublevación agraria general contra las leyes y derechos de caza, los
impuestos reales, los diezmos y las obligaciones señoriales. Este movimiento fue acompañado por un fenómeno
conocido como el Gran Miedo, que fue producto de la crisis económica y de la revolución en París. Atacaban
las mansiones de sus señores, con el objetivo de destruir registros señoriales, donde estaban las obligaciones
señoriales.
La noticia de éstos acontecimientos obligaron a la Asamblea Nacional a prestar atención a los privilegios
feudales y las necesidades de los campesinos.
La Asamblea Nacional no gozaba de ninguna seguridad, mientras la Corte fuera capaz de frustar el programa
constitucional. Las conquistas hechas hasta el momento eran precarias, pues Luis XVI negaba su beneplácito a
los decretos de agosto y a la Declaración de Derechos del Hombre.
El “partido inglés”, por su parte, intentaba convencer a la Asamblea que se establezca una constitución como
la inglesa, es decir, mixta, donde los poderes se dividían entre el rey, la nobleza y los plebeyos. Esta propuesta
fue derrotada, pero no la del veto, lo que originó divisiones dentro de la Asamblea: los “patriotas” del Palais
Royal, y los “patriotas” de Versalles, dirigidos por Barnave.
Estos últimos intentaron convencer a la población de la capital para que marcharan sobre Versalles y obligaran
al rey a volver a París.
Esto se logró con: la asimilación de las ideas de los “patriotas”, la agudización de la crisis alimenticia
(causada por una sequía prolongada que impidió que los molineros produjeran grano suficiente) y las
provocadoras medidas tomadas por la Corte.
Así, el 5 de octubre se realizó la gran marcha sobre Versalles, en la que tuvieron gran influencia las mujeres
de los mercados.
Ante la presión de una muchedumbre armada y de la Guardia Nacional, el rey dio órdenes de que se
abasteciera a la capital y para sancionar los decretos de agosto y la Declaración de Derechos. Esto no satisfizo a
los insurgentes, y el rey y su familia se vieron obligados a regresar con los rebeldes a París.
La revolución de1789 fue la fusión de dos movimientos: el burgués y el popular. Pero, una vez que la
insurrección alcanzó su fin, la Asamblea tomó medidas para frenar las energías revolucionarias, imponiendo la
ley marcial, la pena de muerte por rebelión y la censura sobre la prensa radical, ya que veían al pueblo como
una amenaza al nuevo orden.

Texto 6: “La era de la Revolución Cáp. 4” (Eric Hobsbawm)

Desde 1792 a 1815 Europa vivió un período continuo de guerras (con breves armisticios) entre Francia y sus
territorios fronterizos contra las potencias coaligadas. Dos clases muy distintas se enfrentaron a lo largo de
aquellos años: poderes y sistemas. Francia como Estado, con sus intereses y aspiraciones, se enfrentaba (o se
aliaba) con otros estados de la misma clase, pero, por otra parte, Francia como revolución convocaba a los
pueblos del mundo para derribar la tiranía y abrazar la libertad, a lo que se oponían fuerzas conservadoras y
reaccionarias. Con el tiempo lo que al principio fue una guerra de defensa de la Revolución paso luego a
“reclamar las fronteras naturales de Francia” y por último paso a ser una guerra entre imperios. Sin embargo, la
doble naturaleza de las guerras como conflictos entre estados y entre sistemas sociales permanecía intacta.
Socialmente sólo EEUU simpatizaba con Francia aunque durante la guerra permaneció neutral. Más que
países Francia tuvo como aliados a algunos partidos y corrientes de opinión dentro de otros estados. En
Inglaterra el jacobinismo hubiera sido sin duda un fenómeno de la mayor importancia política, incluso después
del Terror, si no hubiera chocado con el tradicional prejuicio antifrancés del nacionalismo británico. Así, en
Polonia, la RF causó una profunda impresión. Francia había sido la principal potencia en la que Polonia
esperaba encontrar sostén contra la codicia de Prusia, Rusia y Austria. En Irlanda, el descontento nacional y
agrario daba al jacobinismo una fuerza política muy superior al efectivo apoyo prestado a la ideología

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masónica y librepensadora de los jefes de la United Irishmen, sin embargo Inglaterra siempre dominó el mar y
Francia no pudo prestarle un apoyo efectivo a Irlanda que preocupara a Inglaterra.
No obstante ni Polonia ni Irlanda fueron casos típicos de filo jacobinismo, pues el verdadero programa de la
RF era poco atractivo para una y otra. En cambio si lo era para los países que tenían problemas políticos y
sociales parecidos a los de Francia. Estos países se dividían en dos grupos: aquellos en que el jacobinismo
nacional tenía posibilidades de prosperar por su propia fuerza, y países en los que sólo su conquista por Francia
podría hacerlo adelantar. Los Países Bajos, parte de Suiza y quizá uno o dos estados italianos pertenecían al
primer grupo, la mayor parte de la Alemania occidental y de Italia. Por todo ello, en términos generales se puede
decir que el valor militar del filo jacobinismo extranjero fue más que nada el de un auxiliar para la conquista
francesa, y una fuente de administradores, políticamente seguros, para los territorios conquistados. Pero, en
realidad, la tendencia era convertir a las zonas con fuerza jacobina local, en repúblicas satélites que, más tarde,
cuando conviniera, se anexionarían a Francia. Por lo general la importancia del jacobinismo extranjero fue
secundaria. A su vez hubo movimientos populares (Rusia, España, norte de Italia) antifranceses importantes que
afectaron bastante el curso de la guerra.
En términos de las anticuadas relaciones de las potencias, la cuestión era más compleja. Aquí el
conflicto fundamental era el que mediaba entre Francia y Gran Bretaña que había dominado las relaciones
internacionales europeas durante gran parte de un siglo. Desde el punto de vista británico, ese conflicto era casi
exclusivamente económico. Los ingleses deseaban eliminar a su principal competidor a fin de conseguir el total
predominio de su comercio en los mercados europeos, el absoluto control de los mercados coloniales y
ultramarinos. Gran Bretaña se conformaba con un equilibrio continental y el dominio del mar por parte de ella.
Por su parte Austria cuyos lazos de familia con borbones se reforzaron por la directa amenaza francesa a sus
posesiones y zonas de influencia en Italia y a su predominante posición en Alemania, era la más antifrancesa,
por lo que tomo parte en todas las coaliciones. Rusia fue antifrancesa intermitente, entrando en guerra 1795-
1800, 1805-1807 y 1813. Los demás países eran oportunistas y se cambiaban de bando según su conveniencia.
Prusia se encontraba indecisa por sus simpatías en el bando antirrevolucionario, su desconfianza de Austria y
sus ambiciones en Polonia y Alemania, a las que favorecía la iniciativa francesa.
Por otro lado, la ambición de la burguesía francesa para convertirse en la potencia dominante de Europa
chocaba directamente con los intereses británicos y suponía su destrucción. Ambas consideraciones dieron a la
pugna Anglo-francesa una persistencia y una tenacidad sin precedentes. Los más seguros aliados de Francia
eran los principados alemanes del Rhin que debido a la constante amenaza de Austria y Prusia que deseaban
anexar estos territorios.
Entre 1794 y 1812 los triunfos siempre fueron franceses, la razón de estos triunfos reside en la RF. Dicha
revolución transformó las normas bélicas haciéndolas inconmensurablemente superiores a las de los ejércitos
del antiguo régimen. Técnicamente, los antiguos ejércitos estaban mejor instruidos y disciplinados, por lo que
en donde esas cualidades eran decisivas, como en la guerra naval, los franceses fueron netamente inferiores.
Posteriormente el bloqueo continental de Francia contra Inglaterra fracasó. En 1815 tras la derrota de Waterloo,
Napoleón es exiliado definitivamente a la isla de Santa Helena.
Una de las consecuencias más importantes de las guerras napoleónicas fue la racionalización general del mapa
político europeo, especialmente en Italia y Alemania. La RF terminó la Edad Media europea. El característico
Estado moderno, que se venía desarrollando desde varios siglos antes, es una zona territorial coherente e
indivisa, con fronteras bien definidas, gobernada por una sola autoridad soberana conforme a un solo sistema
fundamental de administración y ley. Fuera de Europa, los cambios territoriales de las guerras fueron las
consecuencias de la amplísima anexión llevada a cabo por Inglaterra de las colonias de otros países, y de los
movimientos liberación colonial, inspirados por la RF (como en Santo Domingo), posibilitados o impuestos por
la separación temporal de las colonias de sus metrópolis (como en la América española y portuguesa). El
dominio británico de los mares garantizaba que la mayor parte de esos cambios serían irrevocables, tanto si se
habían producido a expensas de los franceses como, más menudo de los antifranceses.
También fueron importantes los cambios institucionales que se produjeron durante por las conquistas
francesas. En todos estos territorios que fueron ocupados por Francia (quizá con la excepción del Gran ducado
de Varsovia), las instituciones de la RF y el Imperio napoleónico eran automáticamente aplicadas o servían de
modelo para la administración local: el feudalismo había sido abolido, regían los códigos legales franceses, etc.
Estos cambios serían más duraderos que las alteraciones de las fronteras. Así, el código civil de Napoleón se
convirtió en el cimiento de las leyes locales de Bélgica, Renania (incluso después de su reincorporación a
Prusia) e Italia. El feudalismo, una vez abolido oficialmente, no volvió a restablecerse.

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Como para los inteligentes adversarios de Francia era evidente que su derrota se debía a la superioridad de un
nuevo sistema político, o en todo caso a su error al no establecer reformas equivalentes, las guerras produjeron
cambios no sólo a través de las conquistas francesas, sino como reacción contra ellas.
Pero los cambios en las fronteras, leyes e instituciones gubernamentales fueron nada comparados con un
tercer efecto de aquellas décadas de guerra revolucionaria: la profunda transformación de la atmósfera política.
Ahora se sabía que la revolución en un único país podía ser un fenómeno europeo; que sus doctrinas podían
difundirse más allá de sus fronteras, y sus ejércitos, convertidos en cruzados de la causa revolucionaria barrer
los sistemas políticos del continente. Ahora se sabía que la revolución social era posible; que las naciones
existían como algo independiente de los estados, los pueblos como algo independiente de sus gobernantes, e
incluso que los pobres existían como algo independiente de las clases dirigentes.
Las pérdidas ocasionadas por la guerra fueron graves, aunque no excesivas en comparación con las de las
guerras contemporáneas; pero curiosamente, pocas de ellas causadas por el enemigo. Las exigencias
económicas de la guerra tendrían mayor alcance. Para el criterio del siglo XVIII, las guerras revolucionarias y
napoleónicas eran de un costo sin precedentes; pero más que el costo en vidas era el costo en dinero. El método
tradicional para costear la guerra había sido una combinación de inflación monetaria, empréstitos y un mínimo
de impuestos especiales, ya que estos generaban descontento en la gente.
En primer lugar familiarizaron al mundo con el inconvertible papel moneda. En el continente, la facilidad con
que se imprimían las piezas de papel para pagar las obligaciones del gobierno se manifestó irresistible. Los
ingleses evitaron esta forma particular de costear la guerra y estaban lo bastante acostumbrados a los billetes de
banco, como para asustarse de ellos, pero incluso el Banco de Inglaterra no resistiría la doble presión de las
peticiones del gobierno (para conceder empréstitos y subsidios al extranjero), las operaciones privadas sobre su
metálico y la tensión especial de un año de hambre. En 1797 quedaron en suspenso los pagos en oro a los
clientes privados y el inconvertible billete de banco se convirtió de facto en moneda efectiva. La otra alternativa
frente a los impuestos eran los empréstitos, pero el vertiginoso incremento de la deuda pública, producida por el
inesperado aumento de los gastos de guerra y la prolongación de ésta, asustaron incluso a los países más
prósperos, fuertes y saludables financieramente. Después de cinco años de financiar la guerra mediante
empréstitos, el gobierno británico se vio obligado a dar el paso extraordinario de costear la guerra a través del
impuesto a la renta. La rápida y creciente prosperidad del país lo hizo perfectamente factible, y en adelante el
coste de la guerra se sufragó con la renta general. Los empréstitos al extranjero se concedían principalmente
(del lado antifrancés) por el gobierno británico. La época de esplendor de aquellos financieros internacionales
fue después de las guerras, cuando financiaron con grandes empréstitos destinados a ayudar a los antiguos
regímenes a recobrarse de la guerra y a los nuevos a estabilizarse.
Por otra parte las consecuencias sociales de tal adeudo fueron grandes, pues actuaba como un gran embudo
para verter cantidades mayores de los tributos pagados por la población en general en los bolsillos de la pequeña
clase de rentistas, contra los cuales los portavoces de los pobres y los modestos granjeros y comerciantes,
lanzaban sus críticas desde los periódicos.
Sin embargo es erróneo atribuir al esfuerzo de guerra resultados totalmente perjudiciales para la economía
civil. La industria de guerra, aunque de momento prive de hombres y materiales al mercado civil, puede a la
larga estimular ciertos aspectos que las consideraciones de provecho corrientes en los tiempos paz hubiesen
desdeñado. Tal fue el caso de las industrias del hierro y del acero. Por eso podemos considerar en parte la
desviación de recursos del capital de los fines pacíficos como inversión a largo plazo para nuevas industrias
importantes y para mejoras técnicas.
La quiebra de la economía francesa se debió a la década de revolución, guerra civil y caos que, por ejemplo,
redujo la producción de las manufacturas del Sena inferior y el número de sus operarios. A esto hay que añadir
la pérdida del comercio de ultramar debido al dominio de los mares de la flota británica. La carga que hubo de
soportar Inglaterra era debida al costo no sólo del sostenimiento de su propia guerra, sino también, mediante las
tradicionales subvenciones a sus aliados continentales, del sostenimiento de la de otros estados. Pero incluso en
las guerras, francamente económicas, sostenidas por los ingleses en los siglos XVII y XVIII no supusieron un
desarrollo económico por ellas mismas o por estimular la economía, sino por la victoria, que les permitió
eliminar competidores y abrir nuevos mercados. Su “costo” en cuanto a negocios truncados, desviación de
recursos, etc., fue compensado por sus “provechos” manifiestos en la relativa posición de los competidores
beligerantes después de la guerra. El resultado final fue clarísimo, Gran Bretaña paso a ser la potencia
dominante hasta la I Guerra Mundial.

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Texto 7: “La Europa Revolucionaria” (George Rudé, Cáp IV)

El comienzo
Napoleón nació en Ajaccio, Córcega, en 1769, hijo de un noble genovés, leyó mucho a Rousseau y
comenzó su actividad política en Córcega, de donde fue expulsado posteriormente.
Tuvo la oportunidad de presenciar la humillación de Luis XVI en París y aquel hecho le dejó una huella
perdurable, declarándose luego partidario de Montaña y en contra de la Gironda. Se destacó como capitán de
artillería y luego como brigadier ganándose allí la confianza de Robespierre. En el Termidor, esta amistad lo
envió a la cárcel pero logró liberarse un mes después. En 1793, Barrás lo vio en acción aplastando a los rebeldes
realistas y lo ascendió a General. En 1796 se casó con Josefina de Beauharnais tan sólo una semana después de
recibir el mando del ejército de Italia. Tras el éxito en Italia, su creciente popularidad y la campaña que estaba
desarrollando en Egipto, Sieyes lo eligió para cumplir una función vital en la nueva constitución de Brumario de
1800 (la cual sería aprobada en el plebiscito por 3 millones de votos a favor y 1500 en contra). Luego de arduas
discusiones, quedó designado como Primer Cónsul elegido por un período de 10 años y con un poder superior al
de los demás cónsules (podía nombrar ministros y funcionarios y tenía iniciativa legal).
Ya desde el comienzo Napoleón dio importancia a la policía creando un Ministerio de Policía. Este
ministerio fue de gran utilidad para atacar constantemente el principio de elección local y para acrecentar el
poder del gobierno central. Ello se vio en el nombramiento de prefectos a cargo de todos los departamentos, en
el nombramiento de todos los alcaldes por parte del gobierno y en el arrebato a las autoridades locales de su
capacidad de recaudar impuestos confiándoselo a una autoridad central. Todas estas medidas – las cuales
mostraban una tendencia hacia la recuperación del viejo régimen – fueron atacadas por sus aliados liberales,
generando la ruptura de la alianza.

Las primeras reformas


Tras la victoria contra los austríacos en 1801, Napoleón volvió a la capital, depuró a los miembros rebeldes
del tribunal y cortó de raíz el complot militar en su contra desterrando y guillotinando personas. Luego, con la
obtención de la paz de Amiens firmada con Gran Bretaña tras 9 años de batallas, pudo Napoleón acallar las
voces críticas del senado y, a través de un plebiscito de 3 millones y medio de personas a favor y 8000 en
contra, obtuvo el Consulado Vitalicio con poderes dictatoriales, creó un “senatus-consultum” que pudiera
modificar la constitución a su voluntad, obtuvo el poder de negociar tratados sin someterlos a aprobación, se
erigió en máxima autoridad del senado y obtuvo la capacidad de nombrar a sus miembros y de disolver la
Legislatura y el Tribunado en caso que lo dispusiera. Finalmente, tras desbaratarse otra conspiración (esta vez
Jacobina), en 1804 logró que le permitieran nombrar a un sucesor (su hermano José y luego su hermano Luis,
dado que no tenía hijos), reinstaurando el carácter dinástico del gobierno. Simultáneamente, la corte fue dotada
de un mayor empaque, dignidad y ceremonial y se fundó una nueva nobleza imperial al conferir el rango de
príncipes a los hermanos de Napoleón.
En lo que respecta a las reformas constitucionales y legislativas, Napoleón realizó 3 grandes modificaciones
en el Consulado entre 1800 y 1803 y armó el Código Civil junto a su Consejo de Estado en 1804 (este se
rebautizó en 1807 “El Código de Napoleón”). Con estos hechos se da sepultura definitiva a la república.
La confianza generada por Napoleón recuperó a los inversores que había espantado la revolución y en 1800
fundó el Banco de Francia. Esto se pudo ver además con la circulación de 75 millones de francos de oro y
plata entre 1799 y 1814. Con respecto al Código Civil, se hizo utilizando un equilibrio entre el Derecho Natural,
el Derecho Romano y el Consuetudinario en el que se preservaron los principios igualitarios de 1789 y se
estableció el reparto equitativo de la herencia entre hermanos pero se intensificaron los derechos de propiedad,
los derechos del padre y el esposo y se restringió el divorcio.
En 1802 Napoleón creó (y dirigió personalmente) la Legión de Honor, la cual también mostraba una
mezcla de autoridad e igualdad, en la que se premiaba la labor realizada por la nación, tanto militar como civil.
Durante sus primeros años también estableció reformas educativas en las que preponderó la formación de
jóvenes para que sirvan al estado. Puso un director de enseñanza pública y creó más de 100 escuelas
secundarias en las que la iglesia volvió a tener cierto permiso para enseñar. Sin embargo Napoleón además creó

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los “Lyceés”, escuelas secundarias selectivas para la formación de dirigentes y administradores con planes de
estudios seculares y dirigidas únicamente por el estado.
En materia económica, su temperamento autoritario lo hacía inclinarse a favor de la dirección estatal más
que al fomento de las ideas liberales de Smith con lo cual se acercaba a un mercantilismo Colbertiano más que a
la economía fiscalizada de Robespierre. Esto implicaba que el estado debía intervenir para proteger la
agricultura y asegurarse una balanza exterior favorable, así como un suministro adecuado de armas y soldados
para el ejército poniendo las condiciones materiales del pueblo en un segundo plano – siempre y cuando no se
cayera en desórdenes –. Sin embargo, a sabiendas de que el orden y la estabilidad públicos, así como el
consecuente suministro de soldados, dependía de la satisfacción de las necesidades del pueblo, limitó en varias
oportunidades la exportación de grano y puso precio máximo al pan y la harina, ganándose el apoyo
incondicional del campo hasta la escasez de 1813/14. También por este motivo (por la necesidad del pueblo) y
además con el afán de preservar la paz, que las mujeres tuvieran dónde estar, que las masas estuvieran
organizadas) permitió el restablecimiento de la iglesia. Para ello exigió al nuevo Papa – Pío VII – que la
religión estuviera en manos del gobierno, que el catolicismo no fuese la “fe dominante” sino la “religión de la
gran mayoría de ciudadanos”, que los clérigos recibieran el salario del estado, que los clérigos prestaran
juramento al gobierno (no a la constitución como en 1790) y que no se permitiera la restitución de las tierras
encanutadas a la iglesia a los antiguos dueños. Tras 1279 documentos 10 proyectos diferentes, el Papa accedió.
Del mismo modo respetó Napoleón la fe de los demás credos, por ejemplo cuando destruyó los ghettos a los que
estaban confinados los judíos de Roma y Venecia, o cuando respetó las prácticas religiosas musulmanes tres la
batalla en Egipto. Si bien en 1809 Francia se anexionó Roma y arrestó al papa (sólo le permitirían volver tras 5
años), nunca se revocó el concordato, ya que respondía al mutuo interés de la iglesia (porque el papa había
devuelto al redil a la más preciada de las iglesias cristianas) y a Napoleón (porque había garantizado la lealtad
de los súbditos que preponderaban la autoridad del sacerdote por sobre la del primer cónsul.
Conclusión: Hasta 1803 Napoleón aparecía ante los ojos de sus súbditos como un promulgador de nuevas
leyes y constituciones y, sobre todo, como el pacificador que, además de asegurar las fronteras naturales de
Francia, había puesto fin a la guerra con Europa en términos beneficiosos para Francia y conseguido una paz
también favorable el Lunéville y Amiens. Pero tras estallar una nueva guerra con Inglaterra, Francia tendría que
acostumbrarse a la otra imagen del emperador: la del conquistador, y fundador de un nuevo imperio cuyo
dominio se extendería sobre la mayor parte de Europa.

El comienzo de la guerra de toda Europa


Tras la paz de Amiens que Pitt había aceptado para obtener un respiro, Francia se anexionó Piamonte,
Parma y Elba; Napoleón había sido elegido presidente de una nueva República Italiana, proseguía la ocupación
sobre Holanda, intervenía en Alemania e imponía una nueva constitución en Suiza. Además, parecía tener
planes de invadir India y Egipto y había comprado Luisana a los españoles. Dado tal desequilibrio de fuerzas,
Inglaterra se negó a entregar Malta tal como había acordado y, apoyado por Rusia, dio un ultimátum a
Napoleón.
En mayo de 1803 comenzó la guerra la cual fue llevada a cabo en el mar, lugar de dominio inglés. Al poco
tiempo, los 55 barcos británicos de Nelson pudieron más que los 42 franceses y le bloquearon los puertos
recuperando las islas del Caribe. El intento francés de conquistar Londres por mar fracasó y comenzó a
intentarlo atravesando Europa central con su Gran Ejército de Inglaterra.
Se formó la 3ª coalición contra Francia entre abril y agosto de 1805. El ejército francés contaba con escasas
municiones – producto de la estrategia veloz de Napoleón de atacar y vencer rápidamente – y tras arrollar a
Austria y Rusia (por un acto negligente del Zar Alejandro) Napoleón hizo que Francisco II firmara la paz de
Presburgo perdiendo Venecia, el Tirol, Voralberg y sus últimos territorios alemanes. Por su parte, Prusia
comenzó aliándose a Francia pero tras ver que esta no le daría dominio sobre la mayor parte de Alemania, optó
por convertirse en enemigo. En una batalla donde ambos contaron con 130.000 hombres, los franceses fueron
mucho más rápidos que los viejos oficiales prusianos y vencieron en menos de 3 semanas ocupando Berlín.
Luego, tras ir a la conquista de los rusos, sólo pudieron arrancar una pequeña victoria en Eylau. Sin embargo el
Zar, atraído por el carisma de Napoleón no sólo firmó la paz con él sino que se dividieron la influecia de gran
parte del continente en dos partes: el este para el zar; el oeste para el emperador. Tras obtener esto, se trazó el
objetivo de Prusia ceda sus provincias occidentales y polacas y que Inglaterra reconozca la “libertad de los
mares”. Entre 1805 y 1807 Napoleón obtuvo una serie de triunfos asombrosos los cuales lo llevaron a hacerse 2
preguntas: ¿Cómo digeriría las conquistas? Y ¿Cómo asestaría el golpe final a Inglaterra? La respuesta a la
primera vendría dada por su organización del gran imperio y la segunda por el bloqueo económico a los

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ingleses conocido como el “bloqueo continental”. “Quiero conquistar el mar mediante el control de la tierra”
decía Napoleón.

El bloqueo y la guerra con Inglaterra


Al principio el bloqueo perjudicó de tal manera a Gran Bretaña que debió abrir camino por el Báltico
bombardeando Copenhague y, no obstante, entregar licencias (44.346 entre 1807 y 1812) a todos los navíos
neutrales que quisieran comerciar con el continente. Esto perjudicó el comercio y la industria inglesa y generó
un alza en el precio del pan. Sin embargo, el comercio con el continente americano hacía muy difícil que
Inglaterra padeciera de hambre real. Simultáneamente, el estancamiento del comercio y el deterioro de los
puertos de los aliados franceses hizo que comenzaran a escapar de su dominio. Turquía, España, Portugal y las
colonias españolas en 1809; Rusia y Holanda en 1810. Internamente la crisis le trajo problemas a Napoleón, que
debió aceptar vender licencias para exportación al enemigo. Estas se entregaban únicamente a franceses y
esporádicamente a americanos, pero no a sus aliados, lo cual hizo que Francia suavice la crisis pero no así los
otros (esto le traería problemas en su relación con ellos).
Para el año 1811 Francia había atravesado la frontera holandesa, llegando hasta el Báltico allende la frontera
sur danesa. El corazón mismo del imperio iba desde Hamburgo en el norte hasta Roma en el sur, y estaba
dividido en más de 130 departamentos, contando con más de un millón y medio de Km2 y más de 44 millones
de pobladores. Más allá del imperio había una cantidad de estados vasallos y satélites, algunos gobernados por
el clan Bonaparte y otros por príncipes protegidos del Emperador que no podrían sobrevivir allí sin su
apadrinamiento. Los reinos de Suecia (con Bernaddote) y de España (con José), sin merecerlo, eran parte de
este tipo de estados. Al margen de estos estaban los imperios independientes de Austria, Dinamarca y Prusia,
aunque este se terminó convirtiendo en un estado vasallo en 1812.

Las medias generalizadas de Napoleón


Si bien desde 1800 en adelante puede verse un Napoleón que tiende a restringir los derechos de los
electores (negando el sufragio universal popular o la misma autodeterminación), a fortalecer el ejecutivo y
centralizar más la administración y a agrandar la autoridad de los notables y aristócratas cediéndoles los puestos
principales (no así los de culto o el libre comercio interno), siempre buscaba la realización de medidas radicales
de reforma política y social en los países que se hallaban bajo su dominio con el fin de coquetear con los
campesinos y la clase media y con el fin de galardonar su título de heredero de la revolución. Si a ello se le
suma su deseo de modernizar su gobierno y fortalecer su autoridad, es natural encontrar entre las medidas
principales e todos lados la construcción de carreteras y canales, las zonas aduaneras unificadas, sistemas
unificados de justicia y pesas y medidas, economía en el gasto del gobierno, la institución de ejércitos
nacionales, constituciones escritas, la secularización de las propiedades de la iglesia y la disolución de
monetarios. Además, tolerancia religiosa, derechos civiles para los judíos y, casi en todos lados, abolición de la
servidumbre donde subsistiera. Introdujo la igualdad ante la ley, el matrimonio civil y la educación secular,
abolió los privilegios, las corporaciones, el diezmo y los derechos feudales y aplicó los nuevos derechos de
herencia y propiedad del código civil. Con esto, destruyó todas las instituciones del viejo régimen que pudieran
haber quedado.
Estas medidas fueron bien recibidas por muchas zonas tales como Italia, Bélgica, Ginebra, Rin, donde la
clase media culta favoreció su desarrollo, pero en zonas como Roma (por extrañar al papa) y el sur italiano (por
la gran pobreza que imperaba allí) no llegaron a surtir el efecto deseado. Incluso en Nápoles se formaron grupos
anti franceses llamados “carbonari” o “federati”. En Holanda contaba con una fuerte clase media y carecía de
servidumbre; contaba con población protestante y la República Bátava se había constituido en una república
aliada, con lo cual no se debió modernizar demasiado. Por su parte, las provincias alemanas y polacas recién
entraron bajo el yugo napoleónico después de 1805, con lo que las reformas allí fueron más superficiales, más
apresuradas, y contaron con más concesiones a los antiguos grupos. De estos lugares, algunas zonas adoptaron
rápida y felizmente las reformas (Westfalia o el Ducado de Berg o el Ducado de Varsovia, por ejemplo) con
apoyo de la aristocracia y la burguesía profesional, mientras que otras escasas zonas las rechazaron (el noroeste
de Alemania). Los príncipes de la Confederación del Rin eran en su mayoría nominalmente independientes y
aliados de Napoleón en lugar de vasallos.
Conclusión: A pesar de estar plagado de contradicciones y llevar en su seno las semillas de su propia
decadencia, los ejércitos conquistadores de Npoleón hicieron tambalear la estructura del antiguo orden social y
sentaron las bases del moderno estado burgués.

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La caída de Napoleón
En 1808 Francia intentó conquistar España. ¿Cómo? Napoleón quería conquistar Portugal para frenar su
comercio con Inglaterra. España iba a ayudar a España, pero el sucesor de Carlos IV, Fernando, vio que Godoy,
el preferido de la reina estaba organizando un complot para quedarse con el trono con lo que le pidió ayuda a
Napoleón. Este, si bien sacó a Godoy, también echó a Carlos IV y a Fernando, poniendo a José de Nápoles
como rey. Este hecho enfureció a los españoles (quienes hubiesen sentido agradecimiento de simplemente haber
sacado a Godoy) cuyos campesinos, movilizados por sacerdotes y nobles, se organizaron en revueltas contra el
invasor y sus reformas. Los campesinos lo hicieron movilizados por su apoyo a la dinastía Borbón, y los nobles
y sacerdotes movilizados por el deseo de mantener sus privilegios. Si bien Francia derrotó a España, la
emboscada de Cádiz sufrida por 2 divisiones en Julio de 1808 la obligó a retirarse de parte de Alemania para
auxiliar. Portugal también se sublevó e Inglaterra envió ayuda. Esta guerra se matuvo constante hasta que
conflictos en Rusia y Alemania obligaron ayudaron a Wellington, en 1813, a echar a los franceses.
Napoleón tenía revueltas en España y Portugal con ayuda inglesa, la confianza en el zar era débil y los
intentos de derrocarlo por parte de los jacobinos y los realistas estaban a la orden del día. Esto hizo que
Napoleón viera un éxito militar como la solución para mantener la confianza, con lo que conquista Viena con un
ejército pobre y poderoso, se separa de Josefina (esta no le pudo dar hijos) y se casa con María Luisa, hija del
emperador Francisco II. Este casamiento sumado a hechos como la discusión por el territorio turco, ka ayuda
francesa a la suecia enemiga del zar, la no cesión de Galitzia tras la victoria en Austria, generaron la ruptira en
la relación con Rusia, quien abrió relaciones con Inglaterra nuevamente.
Una vez comenzada la guerra entre ambos, Napoleón sólo había enviado una ración para 4 días al ejército,
vaticinando una velo victoria, aún desconociendo sus campos; pero los rusos se fueron escapando y quemando
casas y provisiones hasta que con la llegada de la nieve y la venganza de los campesinos (a quienes Napoleón
no se apioló de liberar para tenerlos a su favor), el ejército francés se retiraba derrotado con 30.000 hombres tras
haber ingresado con 600.000 y a sabiendas de que se venían más sublevaciones. Prusia se alineó con Rusia y
atacaron en una batalla en Austria. Esta luego ofreció su propio ejército (Suecia se encontraba luchando
también) y juntas vencieron a Francia en la batalla de Leipzig de 1813. Esto hizo que el ejército se replegara a
defender Francia por primera vez en 15 años.
En Chaumont, el 20/03/1814 se unieron Prusia, Rusia, Inglaterra y Austria para derrotar a Francia y
redistribuirse Europa en el denominado tratado de 20 años. El descrédito interno hacia Napoleón era muy
grande no sólo de la “ville populance” sino también de los convocados al ejército (no querían luchar), de los que
debían pagar impuestos, de los oficiales imperiales y de la misma asamblea legislativa (quería paz y libertades
públicas). La población no peleó cuando Inglaterra entró por Burdeos y ganó la batalla por París. La Asamblea y
el Senado depusieron a Napoleón y pusieron a Luis XVIII (un borbón, preferido de los ingleses). Los mariscales
se negaron a obedecer a Napoleón y este abdicó el 06/04/1814. Los aliados le concedieron la soberanía de la isla
del Elba y del ducado de Parma mientras Francia firmó el tratado de París el cual la obligaba a volver a sus
fronteras de 1792 sin indemnizaciones que pagar.

Los 100 días de Napoleón


Juntos todos comenzaron a dividirse Europa hasta que el 20 de marzo de 1815 Napoleón volvió a Francia
escapando del Elba. En el ínterin, la vuelta en masa de los antiguos nobles había dificultado la igualdad de
derechos y la no vuelta atrás en la confiscación de tierras a la iglesia. Por ello, tanto el ejército como los
beneficiados por la revolución aplaudieron la vuelta de Napoleón. En sus últimos 100 días a cargo de Francia,
Napoleón optó por unirse a los liberales sibrepasando compromisos de libertades asumidas por Luis XVIII en
lugar de una alianza con los jacobinos revolucionarios. Tras elaborar un “acta adicional da la constitución” que
no satisfizo a nadie, se evidenció que la verdadera intención de Napoleón era de gobernar igual que antes
buscando un triunfo militar para legitimarse. Les ganó de mano a Wellington y a Blecher en Bélgica, pero al no
sellar la victiria, el ejército de Blecher logró escapar y obtener el apoyo de Wellington para vencer a Francia en
la Batalla de Waterloo. La Cámara no aceptó que abdique en lugar de su hijo y volvió a poner a Luis XVIII. Se
formó el segundo tratado de París (20/11/1815) donde los aliados fueron menos benévolos con Francia y le
hicieron volver a las fronteras de 1790 ocupándola militarmente un tiempo e imponiéndole una deuda de
700.000 francos. A Napoleón se lo envió a Santa Elena (a 5000 millas del Atlántico) donde murió en 1821.
En el acuerdo del “concierto de Europa”, las 5 potencias se comprometían a respetar la división del mapa
del mundo y no atacarse si surgía un conflicto durante 20 años. Se propusieron repeler los intentos de
revoluiciones nacionalistas y Rusia, con todos a excepción de Inglaterra, el Sultpan de Turquía y el Vaticano,
propuso una “Santa Alianza Cristiana” con el fin de arrasar con las enseñanzas de la ilustración y reinstaurar el

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viejo orden. Sin embargo, no se defendieron entre ellas de las revueltas de los movimientos nacionales y
liberales en Grecia, Bélgica, España y América Latina. Tampoco era la misma la aristocracia / iglesia la que se
encontraba. Ahora ya se trataba de un grupo sin privilegios ni tierras ni derechos hereditarios (en algunos casos)
en la que la nueva arustocracia era más comercial y financiera vinculada a las propiedades burguesas y la iglesia
había sido damnificada. Los campesinos ya no eran lo mismo que antaño, ya que habían elevado su status y
seguridad social a pesar que la mayoría de los beneficios había pasado a manos burguesas.
La burguesía se había visto beneficiada en toda Europa, especialmente en los territorios que Francia se
había anexado directamente. La revoluciónd e 1789 había avanzado y hecho retroceder la llegada de la
Revolución Indistrial en varios aspectos. Los Sans Cullotes dieron lugar a los proletarios y los maestros del
taller a los fabricantes industriales.
Conclusión: Muchas países tomaron las lecciones militares de Napoleón. Otro se vieron beneficiados por
los códigos civiles de Napoleón que contaban con administraciones organizadas y baratas – ya sin los vestigios
de los derechos / privilegios eclesiásticos ni las miles de jurisdicciones coincidentes o rivales que sobrevivía el
pasado feudo (Alemania fue reducida de 396 principados a 40) –. El Papa, por su parte, recuperó el trono de San
Pedro en 1815 pero el “revival” católico ya no fue lo mismo que antes, especialmente debido al rol inglés en
Europa.
Los nacionalismos generados por Napoleón no pudieron enfrentarse. Si bien este los había enfrentado,
muchos crecieron en dicho enfrentamiento. Por su parte el valor de la democracia y el voto popular propulsado
por la revolución en sus inicios y tirado abajo por la convención jacobina, fue lentamente revitalizada en primer
lugar en Inglaterra (ayudada por la revolución industrial). Las ideas de revolución tuvieron su efecto aún más
adelante, con las revueltas de 1848 en toda Europa basadas en los Derechos del Hombre de 1791. A su vez, las
ideas jacobinas de defensa total de la revolución y la nación en armas para la guerra total también fue tomada
tanto para las 2 guerras mundiales como para los carbonarios italianos, etc.
Por su parte, también la contrarrevolución tuvo su crecimiento posterior, pero una vez fracasado en 1815
tras su último oportunidad no volvió a aparecer con fuerza.

Texto 8: “Industria e Imperio” (Eric Hobsbawm, Cáps. II, III y IV)

Capítulos 2 y 3

• La Revolución Industrial no fue una aceleración del crecimiento económico, sino una aceleración
determinada y conseguida por una transformación económica y social (en economía capitalista y a
través de ella)
• Métodos de producción revolucionarios.
• Fue la primera en la historia, pero no partió de cero. Existen fases previas de rápido desarrollo industrial
y tecnológico que, sin embargo, no iniciaron la fase moderna de la historia. Fue precedida por 200 años
de desarrollo económico que echó sus cimientos. A diferencia de Rusia, Inglaterra estaba preparada para
la industrialización)
• Las Revoluciones Industriales que la siguieron pudieron utilizar la experiencia y recursos británicos.
• No se puede explicar sólo en términos ingleses, ya que Inglaterra formaba parte de la “economía
europea” o “economía mundial de los estados marítimos europeos”: red extensa de relaciones
económicas que incluía varias zonas “avanzadas”, áreas de economía “dependiente” como colonias
formales (América) o puntos de comercio y dominio (Oriente) y economías marginales no relacionadas
con Europa.

“Pseudoexplicaciones” de por qué en Inglaterra y en ese momento:


• Salida al mar: Holanda e Italia también tenían buena salida
• Factores climáticos: No fue la única época en que los factores climáticos posibilitaron una buena
cosecha.
• Insumos (carbón): Alemania también contaba con grandes cantidades de carbón.

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• Reforma protestante: ética que instaló nueva escala de valores. Lucro y beneficio = vida exitosa. Países
protestantes (Holanda) no industrializaron, y no protestantes (Países Bajos) en algunos casos sí.
• Factores políticos: En la segunda mitad del siglo XVIII todos los gobiernos querían industrializarse,
pero solo el británico lo consiguió.

Importante: Rechazar estos factores como explicaciones simples, exclusivas o primarias no es negarles toda
importancia.

Factores que explican industrialización en Inglaterra del siglo XVIII:


Durante el siglo XVII se llevó a cabo un proceso de expropiación de tierras (revolución agrícola) la cual
expulsó al campesinado pobre. Política de cercamiento por debajo de terratenientes (Yomen). Surgimiento de
campesinos medios que implementaron una lógica productiva. Desempleados (Gently) como consecuencia de
este proceso se dirigieron a la ciudad. {En cambio, en Francia se “congeló” al campesinado}

Mercado Interno (“Combustible”):


• Inversión privada (capitalistas): ya existía una muy poderosa burguesía.
• Mano de obra: ex-campesinos (Gently). Aumento de población, aumento de mano de obra,
aumento de consumo.
• Mercado de consumo

Cap 4:
Los resultados humanos de la Revolución Industrial (1750-1850)
Para Jeremy Bentham y sus seguidores, el objeto de la política era la felicidad. Cualquier pesar del hombre
podía expresarse cuantitativamente (por lo menos en teoría) y también sus pesares. Sumadas las felicidades de
todos los hombres y deducidos los pesares, el gobierno que consiguiera la mayor felicidad para el mayor
número de personas era el mejor. El análisis de los resultados humanos de la R.I. no se ha librado totalmente de
este primitivo enfoque. Aún tendemos a preguntarnos: ¿mejoró o empeoró las condiciones de la gente? Y si fue
así,¿en qué medida?
Esta revolución no fue un simple proceso de adición y sustracción, sino un cambio social fundamental que
transformó la vida de los hombres de forma irreconocible.
Queda claro que hay una relación entre la R.I. como suministradora de comodidades y como transformadora
social.

Clase alta:
La R.I. afectó escasamente (salvo en las mejorías) a la aristocracia y pequeña nobleza. Sus rentas engrosaron
con la demanda de productos de campo, la expansión de las ciudades (cuyo suelo poseían) y de las minas, forjas
y ferrocarriles (situados en sus posesiones). Es probable que a partir de 1830 apuntaran las primeas nubes en el
limpio horizonte de la vida señorial luego de la era dorada que fueron los primeros 50 años de industrialización.
Entre 1815 y la década del 30 se situaron los peores tiempos para la agricultura y a partir de 1830 comenzaron a
tener miramientos con las susceptibilidades de una clase media provinciana, poderosa y combativa.
La Iglesia y las universidades inglesas se dormían en los laureles de sus privilegios y abusos, bien amparados
por sus rentas y sus relaciones con los pares.
A partir de 1830 comenzó a generarse una tensión entre la clase alta y las nacientes clases comerciales. Las
dinastías más antiguas de negociantes se beneficiaron ampliamente del proceso de asimilación, sobre todo los
comerciantes y financieros y de forma específica el comerciante ocupado en el comercio colonial.
Sin embargo la inserción en la oligarquía aristocrática es, por definición, solo asequible a una minoría (en este
caso para una minoría de excepcionalmente ricos o de los negociantes respetables por su tradición).
Clase media:
La gran masa de gente constaba de aquellos que se elevaban desde inicios modestos (aunque rara vez de
estricta pobreza) a la opulencia comercial y la mayor masa constaba de los que, por debajo de ellos, pugnaban
por entrar en las filas de la clase media y escapar de las humildes. Eran demasiado numerosos para ser
absorbidos. Este grupo fue adquiriendo cada vez mayor conciencia como “clase media” y no ya como una “capa
media”. Como tal, exigía derechos y poder. No estaban vinculadas emocionalmente con el antiguo régimen. Las
sencillas máximas del utilitarismo (Bentham) y de la economía liberal les dotó de la guía que necesitaban, y si

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esto no era suficiente, la ética tradicional-protestante o la que fuera- del empresario ambicioso y emprendedor
(sobriedad, trabajo duro, puritanismo moral) hizo el resto.
El ideal de una sociedad individualista, una unidad familiar privada que subvenía todas sus necesidades
materiales y morales sobre la base de un negocio privado, les convenía porque eran gentes que ya no
necesitaban de la tradición. Sus esfuerzos los habían hecho prosperar. En cierto sentido su propia recompensa
era el gusto por la vida y si esto no les bastaba, siempre podían recurrir al dinero. Solo la pesadilla de la
bancarrota o las deudas se cernía.

Clase baja:
La Revolución Industrial destruyó el mundo y forma de vida del trabajador pobre sin darle nada a cambio.
El trabajo en una sociedad industrial es, en muchos aspectos, completamente distinto al del preindustrial:
1) Está constituido en base a la labor de los proletarios, quienes no tiene otra fuente de ingresos más que el
salario en metálico percibido por su trabajo. El preindustrial lo desempeñaban familias con sus propias
tierras de labor. El único vínculo entre proletario y patrono es el “nexo dinerario”, el servidor o
dependiente preindustrial tenía un vínculo social y humano más complejo con su “dueño”.
2) El trabajo industrial impone una regularidad, una rutina y monotonía completamente distintas de los
ritmos de trabajo preindustrial, los cuales dependían de la variación de las estaciones o el tiempo, deseos
de trabajar, etc.
3) El trabajo de la época industrial se realizaba cada vez con mayor frecuencia en los alrededores de la gran
ciudad. En 1750 sólo dos grandes ciudades tenían mas de 50.000 habitantes: Londres y Edimburgo, en
1801 ya había ocho, en 1851 veintinueve, y de ellas, nueve tenían más de 100.000. Los servicios públicos
no estaban a la altura de la emigración masiva, sobre todo después de 1830, epidemias de fiebre, cólera,
fiebres tifoideas, etc. A partir de 1848,las ciudades comenzaron a dotarse de servicios públicos como
suministro de agua, sanitarios, limpieza de calles, etc. pero en las primeras generaciones de la
industrialización fueron muy escasos en las ciudades británicas.
4) La experiencia, sabiduría, tradición y moralidad preindustriales no proporcionaban una guía adecuada
para el tipo de comportamiento idóneo en una economía capitalista. El trabajador preindustrial respondía
a incentivos materiales, en tanto que deseaba ganar lo necesario para llevar el nivel que vida
correspondiente al nivel social que Dios le había otorgado. Su ignorancia material acerca de cuál era el
mejor modo de vivir en una ciudad o de comer alimentos industriales tan distintos a los preindustriales,
podía hacerlo más pobre de lo “necesario”. Este conflicto entre la “economía moral” del pasado y la
racionalidad económica del presente capitalista era evidente en el ámbito de la seguridad social. La
opinión tradicional era que un hombre tenía derecho a ganarse la vida, y si estaba impedido, derecho a
que su comunidad lo mantuviera. La opinión de los economistas liberales de la clase media era que la
gente debía ocupar los empleos que ofreciera el mercado en cualquier parte y bajos cualquier condición y
que el individuo razonable crearía una reserva para accidentes, enfermedades o vejez. La ley de pobres
de 1834 tenía como objetivo estigmatizar a los fracasos vivientes de la sociedad. Hizo menos elegible el
salario más mísero que la beneficencia y separaba a los hombres de sus mujeres e hijos para castigarlos
por su indigencia y disuadirlos del peligro de generar más pobres. Sin embargo nunca se aplicó en todo su
tenor. Las “sociedades fraternas” eran formas de seguridad racionales. Esta opinión era contrapuesta a la
de la clase obrera, que tomó estas sociedades como comunidades de amigos en un desierto de individuos.
La primera compensación que pagaba una asociación obrera o “sociedad fraterna” era un servicio
funerario. De esta manera, la seguridad social dependía de los esfuerzos de los trabajadores y solía ser
económicamente ineficaz comparada con la situación de la clase media. Cuando dependió de sus
gobernantes, quienes determinaban el grado de asistencia pública, fue motor de degradación y opresión
más que medio de ayuda material.

La R.I. se insertó en la poderosa, extensa y próspera estructura comercial que fue la base del poderío
británico en el siglo XVIII. La Gran Bretaña semiindustrial de los siglos XVII y XVIII preparó y anticipó en
cierto modo la era industrial del XIX. Por ejemplo, la institución fundamental para la defensa de la clase obrera,
la “trade union”, existía desde el siglo XVIII. El grueso de los trabajadores británicos se había adaptado a una
sociedad cambiante que se industrializaba aunque no estuviera revolucionada.
Los artesanos eran los líderes naturales de los trabajadores pobres, los pioneros del radicalismo y más
adelantes de las primeras versiones owenitas del socialismo.

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La industrialización multiplicó el número d tejedores a mano y calceteros hasta el final de las guerras
napoleónicas para después destruirlos por estrangulación lenta. Hubo artesanos especializados convertidos en
obreros. Ya no podía esperarse que desempeñaran un papel social importante en una economía donde la fábrica
no era una excepción regional sino ya una regla. A partir del 40, los grandes movimientos sociales como el
ludismo o cartismo fueron decayendo al obtener fuerza de métodos más viejos de acción de los pobres. Habían
de pasar otros 40 años antes de que la clase obrera británica desarrollara nuevas formas de lucha y vida.
En términos relativos, el pobre se hizo más pobre en un país que se engrandecía económicamente. Se ejercía
una enorme presión en el consumo: una transferencia de ingresos de las clases no inversoras a las
potencialmente inversoras.
En Gran Bretaña no existió nunca la más mínima escasez de capital, dada la riqueza del país y el bajo costo
de los primeros procesos industriales, pero una gran parte de los que se beneficiaron de esta transferencia de las
rentas invirtieron el dinero fuera del desarrollo industrial directo o lo dilapidaron obligando al resto de los
empresarios a presionar con más dureza sobre el trabajo. Además, la economía no basaba su desarrollo en la
capacidad adquisitiva de su población obrera: los economistas tienden a suponer que sus salarios no debían estar
muy por encima del nivel de subsistencia. Hasta mediados del siglo no surgieron teorías que abogaban por
salarios más elevados como económicamente ventajosos. Las condiciones de vida de los jornaleros agrícolas,
por ejemplo, se deterioraron.
Así, pues, no es posible resolver la cuestión de si, una vez sumados todos los sectores oprimidos de
trabajadores pobres y comparados con los que lograban aumentar sus ingresos, se hallaría promedio neto de
ganancias o pérdidas, ya que no se sabe lo bastante sobre salarios, precios, desempleo, etc. Lo que sí es
completamente cierto es que no existió una mejora general significativa. Puede haber habido o no un deterioro
entre 1795 y 1845. A partir de 1840 el consumo creció de forma significativa. Ninguna depresión fue tan
catastrófica como la de 1841-1842. El pálpito de una explosión social que flotaba en Gran Bretaña casi
constantemente desde el fin de las guerras napoleónicas (excepto en la década del 20) desapareció.

Texto 9: “The Consumer Revolution of eighteenth century Europe” (Mc Kendreick


y Brewer, Págs 9-32)
Existió un boom en el consumo en Inglaterra durante el siglo XVIII. En la primer tercera parte de ese siglo el
boom del consumo llego a proporciones revolucionarias. El hombre, y en particular, la mujer compraron más que
nunca. Incluso los chicos tuvieron el acceso a una cantidad muy superior de bienes como nunca antes. Para que se
diera la revolución del consumo fue necesaria, análogamente la revolución industrial; donde el lado
convulsionario de la demanda debía encajar o igualarse con el lado convulsionario de la oferta.
Los más ricos gastaban de forma compulsiva, casas, porcelana, espejos, juguetes, etc. el consumo floreció de
forma inconfundible. Imitando a los más ricos, los de clase media gastaban como nunca antes; los hombres y
mujeres buscaban ser parte de la nobleza, quedaron hipnotizados por los efectos de la moda y la continua y
persuasiva propaganda comercial (los periódicos estaban repletos de propagandas y los compradores tenían
muchísimas opciones para elegir).
Estas características -la estratificación de la clase social inglesa, la movilidad en la escala social, el poder
compulsivo de la moda incentivada por la competición social- combinada con la difundida habilidad de gastar
(ofrecida por parte de los prósperos niveles de nobleza); produjeron una improcedente propensión al consumo:
improcedente en el sentido de haber llegado hasta las clases mas bajas de la sociedad y por su impacto en la
economía.
La mejor calidad y variedad de productos estaba destinada al consumo de los altos rangos de la sociedad. Los
manufactureros eran capaces de explotar lo que llamamos una “locura epidémica” por el consumo, esta
enfermedad de comprar incluso a precios altamente distorsionados, este contagio “universal” para gastar.
Una de las tareas del autor es demostrar que el comportamiento del consumidor fue tan rapaz y que la
aceptación del comportamiento de las actitudes comerciales era tan marcada que, nadie dudaría en afirmar que la
primera sociedad consumista del mundo emergió hacia el 1800. Dice que la razón fue multicausal:
Intelectualmente, el siglo XVIII estaba bien preparado para el boom del consumo, pero las bases para este
avance se encuentran durante el siglo XVII. No fue sino hasta el año 1960 que el termino de consumo perdió su
significado peyorativo, antes era impensable que pudieran adquirir cosas nuevas o encontraran nuevas formas de
conseguir un poder de compra que generaría nuevos gastos y produciría hábitos que destruiría los limites
tradicionales de la riqueza de las naciones. Antes el rico compraba las riquezas y el pobre se conformaba con lo
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suficiente para subsistir. No fue hasta el 1770 que la idea del aumento a la propensión del consumo iba adquirir su
lugar en los modelos económicos de crecimiento que reconocían una contribución vital a la elasticidad de la
demanda. La idea de soltar los instintos adquisitivos de todas las clases sin embrago traía consigo una gran
amenaza: la idea del auto-mejoramiento a través del gasto implicaba movilidad social.
La descripción de Mandeville básicamente consiste en que todo estaba viciado por el consumismo, pero sin
embargo las masas y la vida era un paraíso; hasta tal punto que afirma que los pobres vivían mejor que los ricos
de antes.
El aumento de los salarios se vio económicamente y socialmente deseado. Estos salarios altos actuarían como
un incentivo al mayor esfuerzo de los trabajadores, y permitiría a estos beneficiarse del aumento de de la
producción de bienes para el consumo.
Socialmente, Inglaterra también estaba bien preparada para el boom. La estructura de la sociedad inglesa, la
movilidad social y la competición social ofrecieron grandes oportunidades para los jóvenes empresarios.
Inglaterra estaba experimentando una disminución de la brecha social o una compresión de la distancia social
produciendo la posibilidad de fomentar una rápida transmisión de nuevas cosas para comprar, una diseminación
de la moda y la competición social, haciendo obvio el crecimiento en el gasto total de la sociedad. Otra ventaja
para la creación de una sociedad consumista fue su tamaño y la característica de la ciudad capital (mucha
densidad demográfica y la ciudad más grande de Europa, centro de la moda y ejemplar para las demás ciudades).
El servicio doméstico fue otro factor vital en la cadena de la moda y del aumento en el consumo ya que era un
importante canal de comunicación para transmitir las últimas novedades y para aumentar el deseo de comprar
nuevas comodidades.
El deseo y la posibilidad de consumir fueron de la mano durante este siglo. Donde toda la familia estuviera
empleada por largas horas cobrando altos salarios, crecía a la par la cantidad de cosas que podían comprar para
sus casas. Si hay más mujeres empleadas, entonces el consumo de bienes de las cosas hechas en las casas
aumentaría; y también se esperaría que la demanda de bienes estuviera dominada por las elecciones de las
mujeres.
De a poco se estaba aceptando la posición de Mandeville, donde el hombre era un animal consumidor sin
límites frente a los apetitos por seguir la moda, para imitar a los mejores, para posicionarse mejor en la escala
social a través del gasto, para adquirir movilidad social a través de sus posesiones.
La posibilidad de comprar y disfrutar esta actividad dejó de ser una prerrogativa de los ricos. La justificación
intelectual era que una democratización en el consumo estaba surgiendo. El consumo aumento en cantidades
extraordinariamente superiores al de la población. Schumpster sugiere que la exportación de bienes
manufacturados era únicamente una pequeña proporción del total de la producción, y si la cantidad de
manufacturas producidas eran de consumo masivo, entonces habría que aceptar la realidad de un mercado mucho
más amplio; ya que los más ricos no pudieron por razones obvias, haber consumido la enorme cantidad de
producción.
Finalmente dice que uno debería resistir la fácil asunción de que el éxito estaba garantizado a largo plazo por
las condiciones de la demanda. La economía del siglo XVIII compartió un montón de caídas. Incluso en los
períodos del boom existían momentos de depresión, e incluso algunos años del boom significaron bancarrota para
otros.
Hacia el 1700 las barreras para el intercambio estaban cayendo, pero todavía existían muchas como para
prevenir como para ver nacer la sociedad del consumo.
Hacia el 1800 estas barreras cayeron dando lugar a la sociedad del consumo.

Texto 10: “La formación de la clase obrera en Inglaterra” (Edward Thompson, Cáp. VI)

La fábrica era el símbolo de las energías sociales que destruían el “verdadero curso de la naturaleza”. Traía
consigo una doble amenaza para el orden establecido. Primero, la amenaza de los dueños de la riqueza,
disfrutaban de una injusta ventaja sobre los terratenientes, en segundo lugar, la amenaza de la población
trabajadora industrial.
La ecuación entre hilandería y nueva sociedad industrial, y la correspondencia entre nuevas formas de
relaciones productivas y sociales era un lugar común entre los observadores de aquellos años, es decir, entre

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1790 y 1850. Marx se limitó a expresar: “El telar manual de una sociedad con señor feudal; el telar mecánico a
vapor de una sociedad con capitalista industrial”. Los observadores, todavía en 1830-50, se exclamaban ante la
novedad del “sistema factoría” y por la introducción de la maquina a vapor; ya Gaskell veía en las
organizaciones de clase obrera un “imperio dentro del imperio” de la más detestable condición. Engels dice “los
primeros proletarios (…) primeros retoños de la revolución industrial, han formado hasta hoy (…) el núcleo del
movimiento laborista”.
Diferentes sin duda en sus juicios, todos los observadores, conservadores, radicales o socialistas, sugirieron
una misma ecuación: energía del vapor + hilandería = nueva clase obrera. Los instrumentos físicos de
producción se veían como elementos que, de una forma directa y más o menos compulsiva, hacían surgir nuevas
relaciones sociales, nuevas instituciones y modos de cultura. Al mismo tiempo, la historia de la agitación
popular durante el período 1811 a 1850 parece confirmar este cuadro. Casi todos los fenómenos radicales de la
última década del siglo XVIII pueden encontrarlos, multiplicados por diez a partir de 1815. Cuando se analiza
toda esta dramática agitación popular juntamente con el dramático ritmo de cambio en la industria algodonera,
es lógico y natural apreciar la existencia de una relación causal directa. Se ve entonces a la factoría algodonera
como agente, no sólo de la revolución industrial, sino también de la social, productora de mercancías y del
mismo movimiento laborista. El algodón fue indudablemente la industria que abrió el camino y marcó la pauta
de la Revolución Industrial, y la hilandería fue el modelo básico que inspiro el sistema factorías; no sería
correcto dar por sentado ninguna correspondencia automática entre la dinámica del crecimiento económico y la
dinámica de la vida social, pues medio siglo después de la erupción de la hilandería mecánica (aprox. 1780), los
trabajadores de fábrica aun eran una minoría dentro de la fuerza de trabajo adulta y de la misma industria del
algodón. La mano de obra de las fábricas, lejos de ser los primeros “retoños de la Revolución Industrial” fueron
los últimos en llegar.
Es muy discutible que la mano de obra de fábrica formase el “núcleo del movimiento laborista” antes de
finales de la década 1840-50. El vasto mundo de Londres radical entre 1815-50 no sacó su fuerza de ninguna
industria grande sino de los oficios y ocupaciones menores. Algunos autores de esta forma han puesto en tela de
juicio la noción de “clase obrera” y ha preferido denominarla “clase trabajadora”, poniendo de relieve la gran
disparidad de condición y adquisiciones, calificaciones y circunstancias que caben dentro de la misma. Con
todas las precauciones debidas, decimos entonces que en el período entre 1790 y 1830 el hecho sobresaliente
fue la formación de la “clase obrera”. Esto revela, el desarrollo de una conciencia de clase, de una identidad de
intereses entre todos estos diversos grupos de trabajadores y, en contra de otras clases. Y segundo, el desarrollo
de formas correspondientes de organización política y laboral. Hacia 1832 ya había instituciones obreras (trade
unions, benéfico-mutuales) y también había tradiciones intelectuales obreras, modelos comunitarios de clase y
un sentimiento de estructura de clase. Las relaciones de producción en proceso de cambio y las condiciones de
trabajo existentes en la revolución industrial operaron, no sobre una materia prima de ninguna clase, sino sobre
el ingles “libre de nacimiento”. El operario de fábrica era heredero de las concepciones de una “igualdad ante la
ley” y de las tradiciones artesanales, fue también objeto de un adoctrinamiento religioso masivo, pero también
creó sus propias tradiciones políticas; se hizo a sí misma tanto, al menos, como fue hecha.
Durante todo este tiempo se ejercen tres grandes influencias simultáneamente: primero, el tremendo
aumento de la población, la revolución industrial en sus aspectos tecnológicos y por último, la
contrarrevolución política desde 1792 hasta 1832. En ultima instancia, el contexto político y la máquina de
vapor fueron elementos que tuvieron más influencia en la formación de la conciencia y las instituciones de clase
obrera. Las fuerzas que obraban a favor de una reforma política a finales del siglo XVIII estaban a punto de
conseguir cuando menos algunas victorias parciales hacia 1790. Tras el éxito de The Rights of Man, la
radicalización y el Terror de la Revolución francesa y el comienzo de la represión, la plebeya Sociedad de
Correspondencias se quedó sola en su posición contraria a las guerras contrarrevolucionarias. Estos grupos, sin
embargo, en 1796, establecieron una tradición underground que duró hasta que terminaron las guerras. A la
aristocracia le interesaba reprimir las “conspiraciones” jacobinas del pueblo, a los manufactureros les interesaba
derrotar sus “conspiraciones” a favor de los aumentos de salarios. Las Combination Acts cumplieron ambos
objetivos. Los trabajadores se vieron forzados a recluirse en un apartheid político y social durante las guerras.
Lo nuevo era que coincidía con una revolución en Francia, con un grado creciente de conciencia entre los
trabajadores y aspiraciones más ambiciosas; coincidía con un aumento de la población, una mayor sensibilidad
por la cantidad en las concentraciones de Londres y los distritos industriales y con formas de explotación
económicas más intensivas. La empresa en gran escala, el sistema de factoría, son su nueva disciplina, las
uniones fabriles, todo contribuyó a la transparencia del proceso de explotación y la cohesión social y cultural de
los explotados. El pueblo estuvo sometido a una intensificación de dos intolerables formas de relación: la de

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explotación económica y la de opresión política, cualquier sitio donde buscara apoyo para resistir la
explotación, se encontraba con las fuerzas del empresario y del Estado, y normalmente con las dos juntas.
Declaraciones de algunos aspectos de la explotación: “Existía un abominable entendimiento entre los
maestros, por eso mismo por mas que fueran libres, ya que la ley “protege al rico y al pobre por igual”, si bien
somos libres de dejar a nuestro maestro si no nos parece bien el salario, ¿A dónde iríamos? Si el trabajador no
aceptaba tenía que citar a su patrono ante un magistrado; pero la totalidad de los magistrados de ese distrito, son
gentleman salidos de la misma fuente que el maestro hilador de algodón, y este decidía normalmente a favor del
maestro y al trabajador no le alcanzaba para apelar esta decisión. Estos males para los hombres han surgido del
fatídico monopolio que existe en los distritos donde la riqueza y el poder están en manos de unos pocos, los
cuales, en su orgullo, se creen los señores del universo”. El ascenso de una clase de maestros sin autoridad ni
obligaciones tradicionales; la creciente distancia entre el maestro y el hombre; la transparencia de la explotación
en la misma fuente de su nueva riqueza y poder; la pérdida de condición social y, su reducción total a una
dependencia total de los instrumentos de producción del maestro, la parcialidad de la ley; la ruptura de la
economía familiar tradicional; la monotonía; la jornada de trabajo y las condiciones de este; la pérdida del ocio;
etc., ese era el sentimiento.
Las relaciones de explotación son algo más que una simple suma de agravios y antagonismos. La relación
de explotación clásica de la revolución industrial está despersonalizada, en el sentido de que no admite ninguna
clase de obligaciones mutuas vinculantes, no hay regateo de justo precio ni de un salario justificado por hábitos
sociales o morales. El trabajador se ha convertido en un instrumento o en una cifra del capítulo de costes y las
relaciones de producción, cada vez más, triunfaban totalmente conforme desaparecían las viejas costumbres y
quedaba inservible el viejo paternalismo.
No significa esto, que podamos imputar todas las culpas de la dureza de la revolución a los amos o laissez
faire. El proceso de industrialización tiene que suponer necesariamente sufrimientos y destrucción de los
valores y modos de vida más antiguos; las generaciones de trabajadores que vivieron entre 1790-1840
sacrificaron algunas, o la totalidad, de sus reivindicaciones o aspiraciones de mayor consumo al futuro.
Existe un debate sobre los valores: la controversia sobre el nivel de vida (Clapham-Hammond).
En realidad, y por lo que se refiere al período 1790-1830, las mejoras fueron muy escasas. Las condiciones
de la mayoría eran malas en 170 y seguían siéndolo en 1830. En la década siguiente las cosas se nos ofrecen un
poco más o menos con la misma oscuridad. Hubo aumentos de salarios reales de los obreros organizados
durante la erupción de la actividad tradeunionista, entre 1832-1834; pero el período de animada actividad
económica entre 1833.1837 nos presenta también la represión brutal de las trade unions por la acción
combinada de gobierno, magistrados y patrono y 1837.1842 son ya años de depresión. En medio siglo de
fenomenal desarrollo industrial, el nivel de vida permaneció en un punto de simple subsistencia.
El debate tiene dos dificultades:
• En primer lugar, la grave dificultad de elaborar series salariales, series de precios e índices estadísticos a
partir de datos abundantes pero muy enmendados
• El termino nivel de vida nos lleva de unos datos susceptibles de medición estadística, a una
satisfacciones que los estadistas llaman a veces “imponderables”. Del nivel de vida vamos pasando al
modo de vida, pero son dos cosas muy diferentes; la primera es una medición en cantidades; la segunda
una descripción (a veces una valoración) de cualidades. Para la primera convienen los datos
estadísticos; para ka segunda hay que confiar en los datos literarios. La principal fuente de confusión
proviene de sacar conclusiones sobre una a partir de datos apropiados solo para la otra.
Se da el caso de que las estadísticas y las experiencias humanas tomen direcciones opuestas: “un
incremento per capita de factores cuantitativos puede darse al mismo tiempo un trastorno cualitativo en el modo
de vida del pueblo, en su sistema de relaciones tradicional y en las sanciones sociales”.
Es perfectamente posible, entonces, mantener dos posiciones: en 1790-1840, se produjo una ligera mejoría
en los niveles materiales medios y también se dio una explotación intensificada, mayor inseguridad y creciente
miseria humana.

Texto 11: “La formación de la clase obrera en Inglaterra” (Edward Thompson, Cáp. VI)

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Los antiguos regímenes victoriosos se enfrentaban a problemas de pacificación y conservación de la paz.
Y tuvieron éxito en lograrlo: entre la derrota de Napoleón y la guerra de Crimen de 1854-1856, no hubo una
guerra general europea o un conflicto armado en el que las grandes potencias se enfrentaran en el campo de
batalla. Pero la escena internacional no estaba tranquila, los movimientos revolucionarios destruían la
estabilidad (1820 y 1830). La decadencia del Imperio turco convirtió la “cuestión de Occidente” en un motivo
de crisis. Las relaciones entre Inglaterra y Rusia eran tensas a causa del Oriente Próximo y la tierra de nadie
entre los dos imperios en Asia. Francia no se conformaba con su posición internacional.

Reajuste de Europa: no se intentó explotar la victoria sobre Francia, para no incitarles a un


recrudecimiento del jacobinismo. En 1818 Francia fue readmitida como miembro con plenitud de derechos en el
“concierto de Europa”. Los Borbones fueron restaurados, se aceptaron los cambios más importantes de la
revolución y se les otorgó una Constitución, aunque moderada, con el título de Carta “libremente concedida”
por el nuevo monarca absoluto, Luis XVIII.
El mapa de Europa se rehizo sin tener en cuenta las aspiraciones de los pueblos o los derechos de los
príncipes despojados, sino atendiendo al equilibrio entre las cinco potencias surgidas de las guerras: Rusia,
Inglaterra, Francia, Austria y Prusia. Inglaterra quería ejercer su dominio sobre los lugares de importancia
marítima y comercial. Fuera de Europa sus intereses territoriales eran mucho más grandes. Dentro de Europa
consistía en que ninguna potencia fuera demasiado fuerte.
Rusia, la potencia militar terrestre, satisfizo sus limitadas ambiciones territoriales: la adquisición de
Finlandia, la de Besarabia, y la mayor parte de Polonia. Ejercía una hegemonía sobre los principados absolutos
el este de Francia, ya que quería evitar la revolución. El zar Alejandro patrocinó con este propósito la Santa
Alianza, a la que se adhirieron Austria y Prusia.
La misión de Austria y Prusia como potencias, era la de actuar como estabilizadores europeos. Austria
recuperó sus provincias italianas y los territorios venecianos de Italia y Dinamarca, y el protectorado sobre los
principados del norte y centro de Italia. Prusia se beneficiaba del deseo británico de tener una potencia
relativamente fuerte en la Alemania occidental, también se beneficio del conflicto entre Inglaterra y Rusia, del
cual recibió Sajonia. Así se convirtió en una verdadera potencia por sus recursos.

Sistema de congresos: los usaron como mecanismo para mantener la paz. Fracasó porque no pudo
sobrevivir a los años que siguieron a las guerras napoleónicas. El hambre de 1816-1817 y las depresiones
financieras mantuvieron un temor a la revolución social. Después de la vuelta a la estabilidad económica en
1820, las perturbaciones causadas por el reajuste ponía de manifiesto las diferencias entre los intereses de las
potencias.

1820-1830: las insurrecciones en 1820-1822 llevó a que Austria planteara que tales movimientos debían
atajarse inmediata y automáticamente. Las tres monarquías de la Santa Alianza y Francia estaban de acuerdo
con esto, pero Inglaterra no simpatizaba con el absolutismo.
Por esto los ingleses apoyaron la independencia de los estados latinoamericanos, (aparte de los intereses
económicos). En el caso de Grecia, las potencias estaban más divididas. Por distintas razones, Rusia e Inglaterra
apoyaron a Grecia. En 1829 alcanzó su independencia.
Las revoluciones de 1830 destruirían por completo el sistema de congresos, al afectar a una gran potencia:
Francia.
La “cuestión de Oriente” alteraba el equilibrio de fuerzas, porque conspiraba para fortalecer a Rusia, y por
esto, Inglaterra tenía que apoyar a Turquía frente a la expansión rusa. El Imperio turco estaba en condiciones de
enfrentarse a la revolución interna y la fuerza combinada de Rusia y de una desfavorable situación
internacional, pero no era capaz de modernizarse, por ello el apoyo militar y diplomático de Inglaterra evitaría
la influencia rusa y el colapso de Turquía.
La situación favorecía a Rusia, esta buscaba un compromiso, ya que podía lograr sus objetivos militares de
dos formas: la derrota y reparto de Turquía, o un virtual protectorado sobre ésta. En 1833 negocia un tratado con
una Turquía necesitada de un protector.
Austria y Prusia eran muy débiles para amenazar la paz, Rusia tenía limitadas ambiciones territoriales y
nada podía oponerse a sus avances. Solo Francia era una potencia insatisfecha y tenía fuerzas para romper el
orden internacional, pero con la condición de movilizar a las energías revolucionarias del jacobinismo en el
interior y del liberalismo y nacionalismo en el exterior. Pero no era capaz de luchar contra una coalición de dos

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o más potencias, sosteniéndose de su población y sus recursos, como en la revolución. Por lo que ningún
gobierno francés entre 1815 y 1848 no se arriesgará a quebrar la paz por sus intereses.
Un acuerdo internacional de gran trascendencia en aquel período: la abolición del comercio internacional de
esclavos.

Texto 12: “La Europa del Siglo XIX” Goeffrey Bruun, Cáp. I)

I.Reacción política y progreso económico (1815-1830)

Los historiadores liberales acusaron a los estadistas de la Era de la Restauración de planear para el pasado
y no para el futuro de la sociedad europea. Esta acusación desconoce el espíritu y los propósitos del acomodo
que se produjo con la Restauración. Su objeto era restablecer la paz después del cuarto de siglo de arbitrarios
manejos políticos y de guerra casi incesante y decidieron que la seguridad podría alcanzarse mejor invocando
los principios de la inmovilidad política y la permanencia dinástica.
La forma de la historia europea después de 1815 dependió del juego recíproco de tres factores principales:
el ascendiente político de las cuatro potencias victoriosas (Inglaterra, Austria, Rusia y Prusia), la supremacía
naval de Inglaterra y la mecanización de la industria.

Mapa político de este período:


- Austria, cuatro veces derrotada por las campañas napoleónicas, mostró un sorprendente poder de
recuperación. Esto se debió en parte al espíritu emprendedor de Metternich.
- La carta constitucional de la Confederación Alemana ofreció “una forma de gobierno representativo”
a los estados miembros pero la presión austriaca anuló en la práctica esta disposición.
- Prusia llevó a cabo una prudente política de atrincheramiento y recuperación.
- La Rusia zarista al igual que Austria y Prusia tenían mucho que perder si se levantaba de nuevo la
marejada revolucionaria.
- Los delegados de los Estados secundarios sabían que su suerte dependía del deseo de castigar a los
príncipes que habían permanecido leales a Napoleón y del deseo de contener a Francia en el futuro,
bloqueando los puntos más probables de la expansión francesa.
- La inesperada fuga de Napoleón de su exilio en la isla de Elba y su breve recuperación del poder
durante los 100 días demostró que muchos franceses no se habían arrepentido e hizo que los aliados
trataran con más severidad a Francia. Se le ofreció al régimen de Luis XVIII una oportunidad especial
de demostrar su genuino conservadurismo.

El Concierto de Europa a través del “gobierno mediante conferencias” se rompió cuando Inglaterra se negó a
cooperar en la intervención de las grandes potencias en España (1822). El gobierno Tory en Londres se convirtió en la
esperanza de los liberales del exterior. Al debilitarse el Concierto Europeo, el predominio del poderío naval ingles se
convirtió en una influencia decisiva, especialmente cuando operó contra la alianza conservadora. Ningún Estado que
tuviera costas, o un comercio marítimo o colonias en ultramar podía pasar por alto la presión naval inglesa. La doctrina
Monroe, por ejemplo, se convirtió en la piedra angular de la política exterior de Estados Unidos porque la respaldó el
poderío de la flota inglesa.
La rebelión griega se convirtió en el primer estremecimiento de una erupción política general. La causa
griega conmovió poderosamente a todos los hombres de cultura clásica e impulsos liberales. Un año después del
tratado de Adrianopolis, que garantizó su independencia, corrieron por toda Europa los fuegos revolucionarios
de 1830. La señal para estas insurrecciones populares provino de París. Luis XVIII había mantenido un
satisfactorio equilibrio entre las fuerzas liberales y reaccionarias, sujetándose a una carta constitucional, pero
murió en 1824 dejando en el trono a su intransigente hermano Carlos X. Cuatro días más tarde, París quedó en
manos de una turba insurgente y el rey tuvo que huir.
La revolución de julio provocó una reacción en cadena que encendió rebeliones en Bélgica, Suiza,
Italia, los diversos Estados alemanes y Polonia. Hubo logros liberales en Europa Occidental pero en Europa
central, las rebeliones terminaron ahogadas en sangre y frustración. Después de 1830, Europa quedó dividida en
un campo progresista y otro reaccionario, en un grupo de gobiernos parlamentarios occidentales y una liga de
monarquías autoritarias orientales.

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Los años transcurridos desde 1815 hasta 1830 quedaron comprendidos dentro del período del
capitalismo industrial. Los empresarios ingleses disfrutaron de ventajas que los situaron medio siglo delante de
sus competidores continentales. El comercio de exportación de Inglaterra se había triplicado en el período
revolucionario (1789-1815). Las leyes de Cercamientos crearon propiedades más grandes y eficaces y arrojaron
a aparceros y pequeños terratenientes a las ciudades proporcionando una abundante mano de obra barata. Una
armada dominante, un extenso imperio colonial y una marina mercante poderosa aseguraron la llegada de
suministros y la fácil exportación de los productos industriales a los clientes distantes. Inglaterra pasó también a
desempeñar el papel principal en las finanzas internacionales.
El capital francés era tímido Los industriales franceses se contentaban con los clientes locales, cuando
sólo los mercados nacionales podían justificar las instalaciones y la inversión que requería la producción a gran
escala. Al este del Rin, las industrias embrionarias se enfrentaron con el obstáculo del separatismo político,
puesto que las Alemanias se hallaban todavía divididas en 38 fragmentos y no podía existir un mercado nacional
mientras perduraba este fraccionamiento.
El espíritu del romanticismo alcanzó su apogeo en las décadas inmediatamente posteriores a 1815. Sin
embargo, como la mayoría de los movimientos de protesta, la rebelión romántica era más fuerte en emoción que
en lógica y produjo muy pocas obras que se distinguieran por su solidez estructural, y su calidad de acabadas.
Un renacimiento religioso, una auténtica revivificación espiritual se hizo sentir en toda Europa durante las
primeras décadas del siglo XIX. Este destacaba los deberes del cristianismo como la clave de la vida buena.

Texto 13: “Europe since Napoleon” David Thompson, Cáp. V)

La civilización europea se ha construido con capas y capas de depósitos de cada fase de su historia. La
Antigua Grecia, el Imperio Romano, la Iglesia Católica Romana, tuvieron su turno para acumular herencia,
absorberla y con gran frecuencia transformarla sin perder su esencia. Desde el siglo XVI en adelante, incluso
durante la separación en reinos territoriales y diferentes creencias religiosas, mucha de esta herencia en común
fue transportada y diseminada en el Nuevo Mundo. El doble proceso de cambio interno y diseminación al nuevo
continente no solo continuó en el año 1815, sino desde entonces apresuró su paso.
Europa Medieval heredó de Roma los sistemas legales e instituciones gubernamentales, los cuales
proveyeron de elementos comunes en Italia, Francia y Alemania. Una vez llegado el siglo XVI, la sombra de la
unidad política medieval había sido destruida. La Iglesia Católica Romana, heredera y transmisora de los sueños
medievales, emergió tan tarde como 1815 como fuerza militante y poderosa trascendiendo fronteras estatales.
Roma reclamaba la lealtad de millones de hombres a y mujeres de cada estado Europeo.
La economía de los Estados Europeos estaba basada aún, como en la Edad Media, en la labor de los
campesinos en los campos. Algunos, en el oeste de Europa, estaban liberándose de los servicios feudales, así
como mejorando su situación económica por medio de nuevos métodos en la agricultura. Los campesinos
fueron, como clase, la base de la economía Europea.
Detrás del mapa político existía un sistema de dinastía monárquica que reducía los conflictos entre estados a
rivalidades más simples entre unas pocas grandes familias. Por unos tres siglos antes de 1815, los Borbones de
Francia y los Habsburgo de Austria se habían disputado territorios en España e Italia. Entre estas dos familias,
en muchos puntos unidas por matrimonio, se encontraban los monarcas de los Estados de Europa.
En el nivel cultural también había herencia común, mucha de la cual era muy reciente y francesa. Por siglos,
la cristiandad había asentado una serie de concepciones de justicia, ley y de moralidad pero durante el siglo
XVIII fue el racionalismo, interpretado por los philosophes en Francia como Voltaire, Montesquieu, y los
Enciclopedistas quienes determinaron la actividad intelectual de los países. Muchos déspotas ilustrados
adaptaron escritores y artistas franceses con entusiasmo. Durante el Imperio Napoleónico de 1800-1814, la
legislatura francesa, sus instituciones, métodos administrativos y sistema de peso y medidas se esparcieron a
través del oeste y centro de Europa.
Luego del asentamiento territorial alcanzado en el Congreso de Viena, el mapa político de Europa mostraba
en ciertas áreas mayor simplicidad y mayor unificación de la del mapa moderno. Noruega y Suecia estaban
combinadas en un mismo reino, así como Bélgica y Holanda. Francia, España y Portugal tenían límites más
amplios que los presentes. En el este, la frontera Rusa incluía en su territorio a Finlandia y parte de Polonia.
Toda la Península Balcánica, excepto Montenegro (parte de la ex-Yugoslavia), estaba dominada por el Imperio
Turco. El Imperio Austríaco, comprendía no solo Austria, Hungría y Bohemia, sino también grandes partes de la

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actual Polonia, Italia, Alemania y Yugoslavia. Por otro lado, los territorios de Italia y Alemania eran entonces un
mosaico de pequeños estados y principados y los repetidos esfuerzos por unificar esas áreas en su forma
moderna dominaron gran parte de la historia de Europa de los siguientes 50 años.
Presiones externas y conexiones:
Por siglos, las fronteras de la cristiandad contra el Islam se encontraban en el sudoeste de España, luego de la
expulsión de los moros, y en el sudeste con los Habsburgo contra los turcos.
Las conexiones intercontinentales estaban casi restringidas a los poderes marítimos de oeste, en particular
Gran Bretaña, Francia, España, Portugal y Holanda. En el curso del siglo XVIII, Gran Bretaña perdió control de
sus colonias americanas pero consolidó sus lazos con Canadá expulsando a Francia.
La esclavitud fue abolida en la época del imperio, en 1807. Esto disminuía la importancia de los territorios
del oeste de África (Costa Dorada y Gambia). Los radicales, incrementalmente influenciadores en la política
Inglesa luego de 1815, se oponían a las conexiones coloniales, a las cuales condenaban como una influencia
aristocrática en la constitución. La ruptura de la conexión política de Europa con América se completó con la
pérdida que sufrió en Imperio Español de Sudamérica, la cual comenzó durante las Guerras Napoleónicas y se
completó en 1823, en 1825 Brasil se separó de Portugal y la Doctrina de Monroe, formulada en diciembre de
1823.

Diferencias regionales:
Los eventos entre 1789 y 1815 acentuaron profundamente la diferencia entre los países de la región marítima
del noroeste y el resto de las regiones de Europa. Mientras el resto de Europa continuaba basando su economía
en la agricultura tradicional, los estados marítimos comenzaron a disfrutar las ventajas económicas de una
agricultura más eficiente, producción industrial más extensiva, el uso de mercados globales e inversiones
intercontinentales.
El comercio era todavía interno y doméstico, y la anulación de las barreras internas que Gran Bretaña había
disfrutado en el siglo dieciocho y Francia disfrutaba ahora luego del estímulo de Napoleón al comercio. El
hecho de que Italia y Alemania estuvieran divididos en pequeños estados los ponía en desventaja.
El Sistema Continental impuesto en Europa por Napoleón, combinado con el bloqueo en el impuesto por
Gran Bretaña tendió a destruir el comercio intercontinental. La mayor arte de este comercio estaba
monopolizado por Gran Bretaña, quien tenía la puerta abierta a él gracias a su supremacía naval. La
modernización del sistema financiero francés y el establecimiento del Banco de Francia en 1800 convertirían a
París en un importante rival de Londres y Ámsterdam. Pero en 1815 el Banco de Inglaterra era el más grande
centro de depósito del mundo.
India era para Gran Bretaña un vasto mercado capaz de absorber los bienes que se producían más económica
y eficientemente en las fases tempranas de la revolución industrial (productos de algodón). A cambio, Gran
Bretaña importaba comida y materiales crudos para alimentar a su población en constante crecimiento. Por
medio siglo, este intercambio de manufacturas pro comida era particularmente aprovechable. Francia, al tener la
habilidad de producir lo suficiente para alimentar a toda su población, no debía vender manufacturas a cambio
de comida.
Mientras que las claves para la prosperidad eran tierra fértil y una gran población, Francia era mas fuerte que
Gran Bretaña. Pero en cuanto la prosperidad dependió del acceso a los grandes mercados intercontinentales y a
recursos minerales como carbón y acero, la situación se revertió.
Tratado de Chaumont (Marzo 1814)
Firmado por: Inglaterra, Austria, Prusia y Rusia.
Se planteó formar una alianza por 20 años para a corto plazo derrotar a Napoleón y a largo plazo evitar el
dominio continental de una nación. Al mes siguiente Napoleón abdicó.

Tratados de París (Mayo 1814-Noviembre 1815)


En el primero se fijaron los límites de Francia a aquellos de 1792 (Francia debía ceder sus territorios en
Bélgica y el sector izquierdo del Rin, También debía ceder varias posesiones coloniales. No se la desarmó,
ocupó ni se le hizo pagar ninguna indemnización.
Luego del escape de Napoleón de la Isla Elba y su derrota en Waterloo, se aseveraron los términos para
Francia.
En el segundo tratado de París los límites se fijaron a aquellos de 1790 , esto significó perder puntos
estratégicos en su frontera del noreste.

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Tratado de Viena (Junio, 1815)
Se firmó previo a Waterloo, incluyendo a Francia (representada por Talleyrand).
La firmaron los representantes de los cinco países más poderosos: Zar Alejandro I de Rusia, Metternich
canciller de Austria, Hardenberg en nombre de Prusia y Lord Castlereagh (luego Duque de Wellington).

Cuádruple Alianza (Noviembre 1815)


El mismo día que el segundo Tratado de París los cuatro poderes aliados firmaron otro tratado perpetuando
la Cuádruple Alianza. Se pactó mantener forzadamente los arreglos alcanzados en Chaumont, Viena y París. Se
creó el “Concierto de Europa”, y se pactó también celebrar reuniones periódicas con el propósito de consultar
sobre el interés común y las mejores medidas para mantener la paz en Europa. Inglaterra se unió al objetivo de
mantener las fronteras y alejar a los Bonaparte del trono de Francia, pero negó su apoyo a Luis XVIII o
cualquier otro tipo de régimen en el país. Tampoco intervendría en los asuntos internos de otro estado.
Esta diferencia produjo su eventual separación del Sistema de Congresos. La supremacía económica la guió
hacia la separación diplomática.

Santa Alianza (Septiembre 1815)


Propuesta por el Zar Alejandro I. Los representantes de Rusia, Prusia y Austria se unieron en la unión
cristiana de caridad, paz y amor. Este documento fue eventualmente firmado por cada monarca en Europa
menos por Inglaterra, el Papa Pío VII ni el Sultán de Turquía, quien como infiel no podía ser invitado a firmar.
Tiene importancia histórica al mostrar cuán débil era el sentido de cristiandad, incluso en esa época de
resucitación religiosa, comparada con las políticas realistas del balance de poder.
La Santa Alianza presuponía una comunidad de estados con intereses similares, con gobiernos legítimos de
tipo monárquicos. Por otro lado, la intención de los otros tratados de hacer un balance de poder no presuponía
una homogeneidad de este tipo.

En 1919 se asumía que los estados europeos serían en un futuro democráticos en estructura, y amantes de la
paz como para hacer funcionar a la maquinaria de la Liga de las Naciones. Esta no era un sustituto para el
balance de poder, sino un substituto del mismo. Un sistema de congresos permanente. Entre las principales
razones de su fracaso, se encuentra el hecho de que un gran número de estados cesó de tener una estructura
democrática. El sistema de congresos de 1815 era más realista en este aspecto al no presuponer un grado de
uniformidad y unidad más allá del preexistente. Su poca fortuna se debió casi exclusivamente al propósito de
Metternich de prevenir el cambio.
No hubo interludio de estabilidad real luego de Waterloo y el acuerdo de Viena. El siglo 19 se destinó a estar
plagado de movilidad y revolución.

Texto 14: “La época de las Revoluciones Europeas” (Bergeron, Louis-Furet, Francois, Cáp VII)
La restauración y los acontecimientos subsiguientes
La pregunta que inquieta en la Europa luego de la caída de Napoleón era ¿si la revolución volvería o no?
Los ultrarrealistas y emigrados, cuyo exponente oficial era Talleyrand, eran partidarios de la Restauración.
Esto implicaba el reestablecimiento de una monarquía al estilo del anterior a 1789, posterior a la revolución
inglesa.
A nivel histórico la restauración significaría desconocer la ordenación de la paz posterior a 1815, producto
de la revolución francesa y como respuesta a ella de las fuerzas tradicionales. Entonces el término de
restauración debe tenerse como un término relativo contrario a la revolución en el contexto después 1815.

El congreso de Viena
Aquí se sientan las bases jurídicas y políticas que dominaron Europa por casi un siglo. Las fronteras que aquí
se establecen solo fueron modificadas en dos oportunidades (independencia de Italia y de Alemania en el 59 y
71) y la única guerra importante que tuvo lugar durante su vigencia fue la de Crimea. QUE tuvo lugar bajo
fronteras que habían sido excluidas del tratado. Es decir se alcanzo un equilibrio basado en la política exterior
que logró sobrevivir a cambios de regímenes políticos y desplazamientos de poder. Era una pentarquía cuyos
actores principales eran las cinco potencias, que luego se expandió a Francia.

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Los dos principios rectores eran:
• La independencia de los estados
• La no independencia de los pueblos

Pero inclusive bajo estas concesiones había una diferencia clara entre ser potencia y no, dentro del derecho
internacional.
En este período se asocia cada vez mas la diplomacia a los intereses burgueses.
Este tratado fue posible gracias a anteriores tratados que permitieron a las dos grandes potencias poder actuar
con mayor libertad.
Rusia: tenía tratados con Suecia, Turquía, y Persia. Tenía el problema de Polonia y Sajonia y casi lo lleva a la
guerra con Inglaterra, Francia y Austria.
Inglaterra: tenía un acuerdo de paz con estados unidos. Contaba con las colonias francesas, españolas y
holandesas para asegurarse las negociaciones, y había eliminado las flotas españolas, francesas, danesas y
holandesas con lo que contaba con una supremacía marítima absoluta.
También fue de vital importancia que había conseguido Francia. A través del cual si bien se redujo sus
fronteras consiguió sentarse a la mesa de las negociaciones como una potencia más.
En el congreso de Viena solo quedaban por resolver dos cuestiones acerca de los territorios de la Europa
central:
La ordenación territorial y la forma constitucional bajo la cual se ordenarían los territorios.

Las fronteras
Al nordeste y al sudeste se constituyeron dos estados bajo la protección de Gran Bretaña, como potencias
mediadores que servían como barrera contra Francia.
El imperio austriaco amplio hacia el sudeste el antiguo territorio imperial
El desplazamiento de Prusia hacia el oste, como el de Suecia, fue ante todo el resultado de la presión que
Rusia ejercía sobre el centro de Europa.
Suiza consigue un territorio más o menos completo estratégicamente y declara su neutralidad.
Inglaterra contaba con una presencia insular que aseguraba o intentaba asegurarse de que Rusia no se
constituyera como un poder hegemónico.
Era necesario hacer a Europa central tan fuerte que consiguiera frenar toda tentativa de Rusia de tomar el
lugar de la Francia hegemónica, pero que no se constituyera como una hegemonía misma.
Para asegurar el equilibrio internacional era necesario eliminar todo intento nacionalista. Como en Polonia,
Alemania o Italia.

Los problemas constitucionales.


Se estableció el derecho a la emigración la propiedad privada permaneció intacta. Como regla general no se
reclamaron las propiedades del estado y de la iglesia que habían sido vendidos y repartidos. También se
estableció, con una excepción, la libre navegación fluvial, en Europa central. Es decir altamente liberal,
técnicamente.
Al asumir el nuevo rey Luis XVIII, trataba de apoyarse en los precedentes napoleónicos. El senado que
había sido instituido por napoleón fue quien lo destituyó y ahora intentaba proclamar una constitución basada en
el precepto de soberanía del pueblo.
No había una separación de poderes, el monarca conservaba la soberanía absoluta pero la compartía con las
cámaras, quienes obtenían mas poder que bajo Napoleón.
La forma constitucional era muy poco “restauradora”. Pero si conservadora.
Solo se practico una restauración en:
• España: con el regreso de Fernando VII y eliminación de la constitución de 1812.
• En roma, donde le papa reorganizo los estados pontificios.
• En los cantones suizos y en las ciudades del imperio germánico.
Las constituciones de 1818 y 1819 en Alemania meridional admitían un sistema bicameral. Estas
constituciones aspiraban a dar a la burguesía un ámbito legal. Impulsos dosificados de burgueses,
revolucionarios, cálculos bonapartistas, objetivos de estabilización estatal, todo ello conducía a formas
constitucionales manifiestamente diferentes de las formas corporativas del antiguo régimen en la Alemania
central y septentrional.

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En el estado prusiano se había hecho la promesa de una constitucional basada en el poder del pueblo, pero,
debido a las estructuras sociales, era inverosímil la idea de un parlamento representativo, capaz de encontrar una
salida a la situación financiera. Se debe agregar a esta dificultad el movimiento de reforma de 1807. la función
del estado prusiano no eran meramente ejecutivas sino que también influía en la esfera social y política de la
sociedad, tenía una estructura similar a la estamentaria. Era definitivamente liberal en el sentido económico,
razón por la cual no era posible una constitución liberal en el sentido occidental.
En Austria y Hungría había una aristocracia fuerte y querían impedir un movimiento constitucional. Ya que
querían estabilizar el orden social existente.
En conclusión el congreso de Viena en un primer momento fusionó la política interior con la exterior de
cada país.

La serie de congresos, revoluciones, intervenciones y conferencias.


La Santa Alianza –promovía la paz, era el antecesor de las Naciones Unidas.-, promovida por Alejandro I,
zar de Rusia, era una fraternidad donde se conjugarían las tres religiones (greco-ortodoxa, la protestante y la
católica, representada por Rusia, Prusia y Austria.
A través de Metternich la alianza justifica la intervención en nombre del principio monárquico y, por otra, la
invocación a la igualdad de los monarcas, excluía jurídicamente cualquier pretensión hegemónica de una
potencia concreta.
De este modo, su función de unificación religiosa fue transformada en la fusión de la política interna y
externa de los participes.
Fue el predecesor de las naciones unidas en el intento de proclamar la paz.
Ya antes de la caída de Napoleón las cuatros grandes potencias habían consensuado la idea de que se
deberían juntar en congresos periódicos para fijar los intereses comunes y las medidas a adoptar a fin de
mantener la paz. Estos congresos no se constituyeron como instituciones estables si no que eran convocados
según los casos y regulaban problemas al paso. Las intervenciones nunca fueron unánimes sino que siempre
alguien se abstenía o protestaba. Y con estas abstenciones se constituyó un margen de alternancia, en el cual se
permitía ataques entre potencias o diferencias en tanto no tocasen ciertos intereses.
Tras él congresos de 1818 se añadió a Francia. El problema era que las cuatro potencias se aliaban contra
quien se habían aliado en un primer momento. Y aún cuando, todavía lo veían como un enemigo, su nuevo
objetivo fue era controlar el antagonismo entre Inglaterra y Rusia.
El miedo al resurgimiento de la revolución era algo común entre los estados europeos. Tema presente en los
congresos. Hubo fuertes reacciones en Inglaterra, en Alemania, y en Francia, contra pequeños movimientos.
Pero fue en el área mediterránea donde se produjo la revolución. No hubo un frente común de las grandes
potencias contra los movimientos. Ya que había intereses encontrados según los lugares.
Las revoluciones en el área mediterránea rompieron la homogeneidad restauradora de la pentarquía y
establecieron en su lugar una libre política de intereses.
¿Cómo cambió la situación en el mediterráneo?
En España, con el regreso de Fernando VII se abolió la constitución de Cádiz, obra de los liberales
españoles. La soberanía popular constituía la base de esta constitución, había recortado los privilegios del clero
y la nobleza. Esta const. No consiguió legitimarse a través del pueblo y los liberales fueron perseguidos.
En 182 llegó el contragolpe, las tropas que debían recuperar el control de las colonias sudamericanas se
sublevaron, se dio la orden para que se levanten contra el rey. Este debió prestar fidelidad a la constitución. Los
liberales no pudieron solucionar sus problemas financieros y los problemas de las colonias. Francia aprovecha
esta oportunidad para recuperar su honor militar y con breves ataques derriba el régimen constitucional y pone
de nuevo en el trono a Fernando VII, quien obviamente corre de vuelta a los liberales.
En Portugal los intereses ingleses y franceses se encontraron. Se introdujo una const. Radical. También aquí
fracasa el intento por imponer una constitución liberal.
Ninguna de estas dos revoluciones estaba socialmente cimentadas, ya que contaban contra si a intereses
cortesano y juntas oficiales, entre otros.
En Italia, el deseo de la constitución venía unido al deseo de la liberación extranjera.
También se presentaron revolucionasen Grecia y Turquía
El problema greco-turco se negocio en Londres, se establecieron fronteras y se determino una const. Y
designo a un príncipe para que gobierne a los griegos.

Los rasgos comunes:

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• La const. española de 1812 fue el modelo, pero en ninguno de estos países logro estos intentos
• Los levantamientos no brotaron del pueblo, excepto en Grecia. Los levantamientos fueron resultados de
conspiraciones secretas tramadas por elites reducidas.
• Las proclamas ideológicas de la revolución francesa tenían eco aquí pero no crearon situaciones
revolucionarias.
• Su curso dependió siempre de la intervención de las grandes potencias.

La doctrina Monroe, nace como respuesta a la restauración impuesta por los franceses en España en 1823. Es
una declaración de principios de la política internacional. Los norteamericanos temían que la ola restauradora
cruzara el atlántico y sometiera nuevamente a las colonias a las soberanías hereditarias.
También es una respuesta a la santa alianza con su doctrina de intervención en cualquier lugar.
Constaba de dos ideas principales:
1. Una vez libres las colonias del continente americano, no debían ser puestas bajo una autoridad extranjera.
2. Era también un manifiesto republicano.
Tras el primer enfrentamiento entre estados unidos y Rusia Inglaterra se interpuso y reconoció la independencia
de las colonias españolas, rompiendo de esta manera con la Santa Alianza. Y también expandió su comercio a
las ex colonias.

Texto 15: “La Europa del Siglo XIX” (Geoffrey Bruñí, Cáp. II)

Francia:  en la restauración, la derecha y la izquierda se atrincheraron en la oposición y maniobraron para 
sacar ventajas, en una tregua que nadie aceptaba como permanente, pero que le permitió al pueblo francés 
recuperarse de las guerras.

Carlos X trastornó este compromiso de la restauración al negarse a desempeñar el limitado papel de monarca 
constitucional, se inclinó a la derecha. Recurrió al gobierno por ordenanza, disolvió la cámara, redujo el voto, 
suspendió la libertad de prensa y decretó una nueva elección. Esta violación de la carta constitucional provocó al 
pueblo parisiense a una inmediata insurrección contra la que el rey no pudo luchar y huyó.

Crisis de Julio de 1830: los moderados, reuniendo sus fuerzas, nombraron a Luis Felipe de Orleáns para que 
ocupara el trono. Estos políticos burgueses temían las demandas de un proletariado armadao y victorioso, por lo 
que   maniobraron   para   adueñarse   del   poder.   Las   clases   medias   reinarían,   pero   no   gobernarían,   y   estaban 
decididos a dominar el nuevo régimen, preservando su mayoría en la cámara de diputados.
Esta revolución fue más que nada una confirmación de la carta constitucional de 1814. Luis Felipe declaó que 
no llevaría la revolución a los estado vecinos.
La política exterior de Francia decepcionó a los revolucionarios italianos, alemanes y polacos que habían 
organizado revueltas con la esperanza de obtener apoyo francés.

Estados alemanes: hubo agitación contra los príncipes hasta que la contrapresión de los gobiernos de Austria 
y Prusia las frenaron.

Italia: las rebeliones de Parma, Mónaco y Roma fueron sofocadas por el ejército austríaco.

Polonia: la insurrección fracasó por las divisiones internas y la falta de ayuda exterior.

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Suiza:  hacia   1833   la   mayoría   de   los   cantones   suizos   establecieron   nuevas   constituciones   (soberanía   del 
pueblo, libertad de prensa e igualdad de todos los ciudadanos ante la ley).

España y Portugal: surgieron disputas por la sucesión al trono.

Bélgica:  los liberales belgas se rebelaron contra Guillermo I, quien no obtuvo ayuda externa, por lo que 
Bélgica se estableció como un Estado independiente.

Inglaterra:  los   jefes   liberales   y  los   voceros   de   las   clases   trabajadoras   luchaban   por   reformar   el   sistema 
parlamentario.
En   1831   los   Whigs   (liberales)   obtuvieron   la   mayoría   en   la   Cámara   de   los   Comunes   ante   los   tory 
(conservadores)
Los electores votaron por la reforma, y en junio de 1832 un número suficiente de conservadores recalcitrantes 
se abstuvieron de votar, para permitir  que la Cámara Alta aprobara la ley. 
La  Reforma de 1832  reflejó las diferentes metas de los grupos que la habían conseguido: varios pueblos 
quedaron sin derecho al voto o perdieron capacidad para votar; las grandes ciudades se dividieron los escaños 
sobrantes; se promulgaron leyes para reformar el sufragio. Pero todo esto era una transacción moderada que 
decepcionó a los jefes radicales y el sufragio siguió siendo privilegio de unos pocos.
El   ascenso   de   Victoria  en   1837  significó   un   equilibrio   de   las   fuerzas   políticas   que   dio   origen   a   la   Paz 
Victoriana. Siguió estando el sistema de dos partidos.
En 1833  se promulgó una ley que abreviaba la jornada diaria de trabajo. El partido tory introdujo nuevas 
reformas al promulgar la ley de minas (1842) y nuevas leyes sobre las fábricas (1844). El conflicto entre los 
motivos económicos y filantrópicos llevaron a la abolición de la esclavitud (1833) y a la reforma de las Leyes de 
los pobres (1834).
Cuando las clases trabajadoras vieron que  la Ley de Reforma no aumentaba su representación o influencia, 
renovaron   su   agitación.   Cuando   las   Leyes   de   Asociación   (que   restringían   los   sindicatos)   fueron   derogadas 
(1828) surgió el Gran Sindicato Nacional Unido. El gobierno tomó represalias, el sindicato se derrumbó. Los 
jefes populares recurrieron a la reforma política y redactaron “la constitución del pueblo” (1838). Ésta estaba 
constituida por Los Seis Puntos del Cartismo:
• sufragio universal
• votación secreta
• elecciones anuales
• distritos electorales iguales
• salarios para los miembros del parlamento
• abolición de los requisitos de propiedad para quienes se presentaban a una elección.
El vigor del cartismo fluctuó según las condiciones económicas. Este movimiento fue brutalmente reprimido
pero no consiguió una gran resonancia por la prosperidad Inglesa del momento.
Un miedo a toda innovación política dominada a las cortes conservadoras.
En 1835  los Whigs lograron el Acta de las Corporaciones Municipales que permitió al electorado urbano 
dominar el gobierno local en las ciudades industriales. 
En 1846 la Liga contra las Leyes de los Granos atacó por injustas a las Leyes de Granos y, Sir Robert Peel, 
promulgó una ley para establecer el libre comercio de granos, lo que escindió al partido tory. Esta ley se aprobó 
y en consecuencia se derogaron las leyes de navegación.

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Austria: en Viena, el trono fue ocupado por Fernando I, y el poder real quedó en manos del Consejo, al que 
manejaron Metternich y Kolowart. En el Imperio Hasburgo no existía una administración eficiente. Las distintas 
aspiraciones nacionales de los alemanes, magyares, eslavos e italianos no permitió el surgimiento de un espíritu 
común de patriotismo para crear la nación austríaca.
Existían pocos órganos por los que se pudiera expresar el celo reformista o el descontento popular.
El despertar del espíritu nacionalista, intensificado por el romanticismo, estimuló el deseo de autonomía. Los 
círculos literarios se convirtieron en los centros focales del descontento popular.

Prusia: Federico Guillermo IV despertó esperanzas de reforma entre sus súbditos liberales y patrióticos, que 
luego fueron aplazadas. Su ideal de gobierno era un despotismo fundado en la persuasión.

Rusia: no existía una clase media influyente, ni una oligarquía mercantil o industrial los suficientemente rica 
y poderosa como para luchar por las reformas constitucionales y una asamblea representativa. El zar Nicolás I 
resistió a las oleadas revolucionarias contra el absolutismo monárquico.

Estados Unidos: continuada expansión poblacional y territorial.
Tres potencias tenían pretensiones en la vertiente del Pacífico: Rusia, España e Inglaterra. La rivalidad anglo­
norteamericana se mitigó en 1818 mediante un acuerdo que fijó el paralelo 49 como límite hasta la altura de las 
Montañas Rocosas. A partir de ahí, hasta el paralelo 42, se dejaba abierta una ocupación conjunta.
El experimento democrático tuvo éxito.

América  Latina:  a  la  realización   de  la  independencia  no  había  acompañado  la  formación  de  una  unión 
federal. El militarismo y el clericalismo siguieron siendo fuerzas constantes en la política de los estados. Esto 
los aisló del mundo y a unos de otros.

En su  marcha de conquista  por otros continentes, los europeos aceptaron su victoria como prueba de la 


superioridad de sus instituciones, religión y cultura. La introducción del vapor y la electricidad produjo una 
revolución de los transportes y comunicación, y dio un impulso a la expansión del siglo XIX.
Se   desarrolló   la  revolución   científica.  La   meta   de   la   ciencia   era   salvar   los   abismos   que   existían   en   el 
conocimiento humano y avanzar a la síntesis en que coinciden los contrarios.
En   1848   la   Europa   Septentrional   que   da   unida   por   el   ferrocarril.   La   aparición   del   telégrafo   eléctrico 
(entre1832 y 1844) ayudó a su regulación. En los mares, el vapor y el acero produjeron cambios de igual 
magnitud.
En   contraposición,   el  romanticismo,   que   dominó   la   literatura   y   el   arte,   hizo   hincapié   en   lo   emocional, 
imaginativo, supersensorial y sobrenatural.
Los periodistas y poetas fueron los primeros en arengar a las masas desde las barricadas y en proclamar la 
Utopía desde el foro.

Texto 16: “La era de la Revolución, Cáp. VI” (Eric Hobsbawm)

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Texto 17: “La época de la Burguesía” (Guay Palamde, Cáp I)

Europa es el corazón del mundo este período debido al desarrollo tecnológico, político, y la cantidad de
población. Hacia mediados del siglo XIX Europa esta en su apogeo de dominación mundial.

La antigua Europa: tierra, orden, legitimidad.

La gran mayoría de la población europea son prisioneros del Antiguo Régimen que, una vez asegurada,
mejor que en otras partes, la satisfacción de sus necesidades elementales restringe estrictamente sus recursos y
limita no menos estrictamente su margen de libertad personal, su horizonte y sus esperanzas.
La gran mayoría de la población europea vive el campo (incluso en Inglaterra), el cual no sólo es él que
provee mayor fuentes de trabajo sino que también proporcionan el principal medio de subsistencia al europeo.
Debido a la “revolución agrícola” que se extiende multiplicando los cultivos, la abundancia alimenticia es
estructural mientras que la carestía es coyuntural.
El paisaje social de los campos europeos muestra, en efecto, tanto como su nivel de desarrollo técnico y
económico, una fuerte y arraigada persistencia de las antiguas estructuras y de las viejas autoridades. Los rasgos
de desigualdad y subordinación surgen con mucho más vigor. El conjunto de transformaciones que acompañan
en Inglaterra al antiguo movimiento de los enclosures y, más recientemente, a la “revolución agraria” conducen
a un verdadero acaparamiento de las tierras por las grandes familias. Los dueños de las nuevas fortunas, nacidas
del capitalismo comercial o industrial, se apresuran también a establecerse y a invertir en tierras, lo que, en
unión de otros mecanismos unificadores, como el de la educación, tiende a ligar estrechamente a los hijos de los
terratenientes y de los hombres de negocios en una clase homogénea de propietarios. A un nivel inferior, los
colonos, a menudo ricos, y el proletariado de obreros y jornaleros agrícolas, acaban de dar a esta sociedad rural
el clásico rostro n el que se inspiran las teorías de los economistas liberales para distribuir el “Valor” en tres
elementos: la tierra, el capital y el trabajo, llamados cada uno a recibir su remuneración bajo la triple forma de
la renta de la tierra, el beneficio y el salario. En el resto de Europa occidental, igualmente en proporciones
diversas, gran parte de la tierra permanece en manos de la nobleza terrateniente, de vieja estirpe o de extracción
burguesa reciente, mientras a menudo se ven reducidas a una difícil situación las capas populares.
La renta del suelo, cargada de significación económica, pues es el tipo de renta dominante de las clases
propietarias, confiere a aquellos que la reciben mucho más que un beneficio económico. La renta de la tierra
clasifica, cualifica; a ella están ligados los derechos políticos. En el seno de sistemas institucional diferentes, el
puesto reservado a los propietarios en las cámaras censatarias de Europa occidental, el monopolio que ejercejen
sobre el self-government local de los condados británicos, su peso en las Stände de Estados y provincias en
Alemania, o en los Estados de los Habsburgo, su papel en el aparato burocrático o militar de Prusia o del
Piamonte, son otras tantas muestras significativas.
La esperanza (por parte de la burguesía) de tener un lugar entre los ocupantes, los beneficiarios y, si es
posible entre los propietarios de bienes raíces, proporciona a las aspiraciones democráticas, alas utopías
igualitarias y, en otra forma, a un cierto socialismo de la época, uno de sus temas y mitos más importantes. En
Inglaterra se expresa esto se expresa en el programa de la tierra (Land Schene) de O´Connor; es la consigna
cartista Back to the Land, entre los obreros franceses en el espejismo de una liberación de la Republica de los
Paisanos.
El inmovilismo, o la lenta de una economía rural, o de una sociedad agraria, de una mentalidad que
conserva el suficiente apego y respeto a los valores de la continuidad, de estabilidad, de tradición para que hasta
las revueltas lleven su marca, constituyen el soporte de todo un orden establecido, que tiene también
dimensiones políticas. La monarquía legítima es el régimen que mejor lo expresa. El estado monárquico se ha
convertido más que nunca en el derecho común de Europa. La obediencia a los reyes, la lealtad de los súbditos
es requerida en todas partes en nombre de un principio de legitimidad que ha dado diversos matices, unas veces
más teocrática (el derecho divino en su forma pura), y otras más sensible a la costumbre, al lastre del pasado (el
derecho histórico).
Sin embargo, puede decirse que en contra de las esperanzas de los inspiradores y autores de la
Restauración europea de 1815, la evolución progresa en el sentido de un retroceso del absolutismo. Pero, por
una parte, ello altera poco todavía el fundamento teórico de la soberanía. Lo importante al respecto no es tanto
el carácter censatario del cuerpo electoral llamado a designa a los diputados de los municipios, o de la Cámara
francesa, como la concepción del derecho de voto en cuanto función vinculada a la capacidad, y no en cuanto
atributo del hombre o del ciudadano “en general”. Más revelador es este bicameralismo que expresa, bajo

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diversa formas, el deseo de otorgar un papel especial a una minoría ya aristocrática, ya oligárquica, de
reclutamiento sin dudad discutible, pero en cualquier caso lógicamente colocada a la cabeza de una pirámide
social cuya estructura jerárquica, basada en la desigualdad, está asociada a la monarquía legítima.
Legitimidad monárquica y estatuto privilegiado, de hecho o de derecho, de una clase de notables más o
menos abierta, más o menos renovada, prestándose mutuo apoyo y recibiendo la larga aprobación de las
autoridades espirituales que les reconocen y presentan como conformes al orden establecido por Dios. Tales son
los fundamentos de esta vieja Europa que demostrará tener una apreciable solidez frente a las violentas
sacudidas de 1848. Además de las fuerzas materiales e institucionales que la sostienen, sacadas de los recursos
de una economía rural siempre dominante, organizadas en el plano militar y administrativo, por ejemplo, según
las normas de un estatismo centralizador de origen muy lejano, rejuvenecido por las lecciones del despotismo
ilustrado y, paradójicamente, por la imitación de un modelo jacobino o napoleónico desprovisto de su auténtico
sentido, goza de una masiva adhesión popular, muchas veces mayoritaria, sin ser ya total.
Debido al sistema de Metternich o de equilibrio de fuerzas Europa vive una etapa de paz en la cual las
revoluciones de 1820, 1830 y la guerra de los Balcanes y de Crimea tienen un alcance muy limitado. En
comparación con la fulgurante “aceleración de la historia” que conoció el fin del siglo XVIII la primera mitad
del sigo XIX parece corresponder si no a una fase de estancamiento, al menos a una fase de preparación, de
acumulación, por decir así, cuyo potencial de energía será liberado posteriormente.

Fuerzas dinámicas, posibilidades de revolución

El liberalismo, en la medida en que pretende rechazar el absolutismo monárquico y la jerarquía social


fundada en el linaje, procede directamente del espíritu revolucionario de 1789. Su habitual característica, la
existencia de una constitución, se inspira en los modelos ofrecidos por la Francia revolucionaria o caracteriza a
los países más profunda y largamente dominados y marcados por la Francia revolucionaria y napoleónica. Casi
todas las potencias de Europa son sistemas liberales moderados o restringidos, con monarquías que tienen una
constitución o como Inglaterra que presenta una forma implícita y consuetudinaria y un parlamento de tipo
oligárquico.
En todas partes, y sobre todo donde no es un simple enmascaramiento del absolutismo de hecho, el régimen
constitucional lleva la impronta de la influencia o del espíritu revolucionario. Esta circunstancia es aún más
evidente cuando el liberalismo se aventura a cruzar las fronteras de la democracia, arrastrado por este
permanente replanteamiento, esa especie de huida hacia delante que tiende a dar constantemente un contenido
más positivo a la noción de igualdad planteada en 1789 como principio formal, y que la burguesía, amenazada
de verse rebasada, a su izquierda, por la aparición tumultosa del “Cuarto Estado”, había comenzado a temer en
los albores de la Revolución. En una Europa en donde empiezan a perfilarse las transformaciones sociales y
mentales ligadas a las transformaciones sociales y mentales ligadas a la industrialización, este deslizamiento
tiende a acentuarse.
Volverá a repetirse durante muchas otras crisis esta escisión entre reformistas arrastrados en un primer
tiempo por la ola de los acontecimientos, y pronto dominados por la preocupación de consolidar los resultados
conseguidos y evitar un nuevo impulso con fuerza suficiente quizá para sumergirles, y los verdaderos
revolucionarios, sus aliados transitorios, engañados y a menudo físicamente eliminados por ellos. Pero ya antes
de 1848 esta superación al menos política del liberalismo burgués por parte de la democracia que aparece en el
horizonte.
Menos resonantes por ahora, pero igualmente cargadas de futuro, van elaborándose otras profecías que
anuncian como históricamente necesaria una revolución social mucho más profunda, en estos años en los que
los grandes sistemas utópicos ceden a las doctrinas (Marxismo) que van a influenciar tan poderosamente en el
último tercio del siglo y el siglo siguiente.
El desarrollo de los movimientos nacionales (que tendrá su auge a mediados del siglo XIX) tiene su
origen en la segunda mitad del siglo XVIII, en Italia, con las transformaciones culturales y jurídicas llegadas de
horizontes tan distintos como el iluminismo y el jansenismo. Lo mismo ocurre en Alemania, la otra
Kulturnation no constituida todavía en Staatsnation, donde el cosmopolitismo coexiste con la exaltación del
Volkgeist. La conciencia nacional, producto de exportación, en cierto sentido, en la medida en que los ejércitos
de la República y el Imperio transportan la fórmula en su bagaje, se fragua mientras tanto a un alto precio, a
costa de la sangre vertida a causa de la resistencias que encuentra esta Francia innovadora, pero conquistante y
dominante. Esta conciencia se impone a través de Francia que se presenta como la “gran nación”, pero también
en contra de ella, en la negación de su hegemonía.

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Sin embargo, muchas flaquezas obstaculizan aún su difusión: la precariedad de sus soportes sociales, a
menudo limitados a unas elites de influencia incierta, aisladas tanto de las masas populares como de los aparatos
estatales; la competencia entre los programas con los que pretenden sus partidarios realizarla, ora sobre la base
de un federalismo más o menos conservador, ora sobre la de un unitarismo democrático, y dentro de unos
marcos territoriales también impugnados; la incomprensión, las desconfianzas y la hostilidad, que separan a las
nacionalidades unas de otras, abonando así un terreno que se presta a las maniobras de sus amos comunes. No
obstante se multiplican por doquier los signos de una toma de conciencia que, finalmente, no podrá traducirse
en hechos: el sentimiento de una cierta particularidad, el deseo de cultivarla y, como colofón, la voluntad de
reencontrar o conquistar, bajo formas por otra parte diversas, el estatuto político necesario para mantener y
desarrollar esta existencia original.
Surgen movimientos como la Joven Irlanda, Joven Alemania y la idea de una Joven Europa, por esto las
pasiones nacionales, en el clima de efervescencia lírica al que apuntará la “primavera de los pueblos”, no
parecen excluir o contradecir una solidaridad más profunda. A coto plazo, los movimientos nacionales
encuentran unos poderosos refuerzos en las transformaciones económicas que comienzan o se aceleran hacia
1830: el ferrocarril y las mejoras en los medios de transporte, al tiempo que prepara el advenimiento de los
mercados nacionales, tiende a romper el aislamiento de los grupos humanos, ampliar sus horizontes, multiplicar
sus contactos y facilitar sus desplazamientos.
Por otra parte en este período se registra una migración del campo a la ciudad y la destrucción de los
pequeños propietarios y artesanos que llevará al proceso de proletarización, urbanización y pauperización.
Existe una tendencia al deterioro de la condición popular, trátese de categoría eliminadas por la competencia de
las grandes industrias, o la de los obreros de esta misma gran industria, pues todo concurre para convertirlos en
víctimas, en esta primera fase de la Revolución Industrial: relación desfavorable entre la oferta y demanda
(incremento demográfico por un lado, mecanización y riesgo de desempleo tecnológico por otro), avidez de un
capitalismo naciente, ansioso por reducir lo más posible sus costos para establecer suficientes márgenes de
autofinanciamiento (principalmente en los períodos de caída de los precios y, por lo tanto, de amenaza para el
beneficio, como ocurre en el período 1817-1851), desequilibrio de fuerzas entre patronos y obreros en un
régimen de liberalismo que, aparentemente imparcial, prohibe a unos y a otros toda forma de organización,
pero con consecuencias muy desiguales, poniendo todos los recursos del poder público al servicio del orden
establecido. En Inglaterra (donde las condiciones económicas, políticas y sociales están más desarrolladas) se
producen las primeras tentativas para aliviar un poco esta situación explosiva. Comienza así el desarrollo de las
Trade Unions (1824-1825), se inicia una legislación que protege al menos el trabajo de las mujeres y los niños
(Acts de 1833, 1844, 1847), y también se suspenden las Corn Laws y con ello se abren perspectivas de vida más
baratas.
Surge entonces un movimiento, el romanticismo, que impregna de manera más o menos difusa la
mentalidad colectiva de la época: es un componente esencial del “espíritu del 48”. Si bien en un principio era
reaccionario ya que postulaba la vuelta a la Edad Media, es decir, al sistema feudal como respuesta hacia el
capitalismo, luego surgió un romanticismo de izquierda (en cierta medida lo podríamos incluir a Marx), que
provocará revoluciones demoráticas, nacionales y socializantes. Al nivel, no de los creadores, sino de su
público, lo que ha llegado del romanticismo al fondo común de las opiniones y de las actitudes no hace sino
preparar los ánimos para aceptar la revolución es un drama, una celebración, una evocación de los grandes
recuerdos, y el romanticismo tiene sentido del teatro y de la historia; el pueblo es en él el personaje principal, y
el romanticismo se ha hecho populista; la revolución da libre curso al despliegue de una elocuencia tumultosa y
sentimental, donde el lirismo romántico se reconoce fácilmente, a veces hasta el phatos; es un esfuerzo hacia un
ideal, una etapa en la vía del progreso: el romanticismo practica estos dos cultos.

Texto 18: “El Capital” (Karl Marx, Tomo 1, Cáp V y VIII)

El proceso de trabajo
El uso de la fuerza de trabajo es el trabajo mismo. El comprador la consume haciendo trabajar a su vendedor.
Éste se convierte así en fuerza de trabajo en acción, en obrero, lo que antes sólo era en potencia. Para
materializar su trabajo en mercancías, tiene, ante todo, que materializarlo en valores de uso, en objetos aptos
para la satisfacción de necesidades de cualquier clase. Por tanto, lo que el capitalista hace que el obrero es un
determinado valor de uso, un artículo determinado. La producción de valores de uso u objetos útiles no cambia

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de carácter, de un modo general, por el hecho de que se efectúe para el capitalista y bajo su control. Por eso,
debemos comenzar analizando el proceso de trabajo, sin fijarnos en la forma social concreta. que revista.
Al final del proceso de trabajo, brota un resultado que antes de comenzar el proceso existía ya en la mente
del obrero; es decir, un resultado que tenía ya existencia ideal. El trabajo (partimos del supuesto del trabajo
plasmado ya bajo una forma en la que pertenece exclusivamente al hombre) es, en primer término, un proceso
entre la naturaleza y el hombre, proceso que en que éste realiza, regula y controla mediante su propia acción su
intercambio de materias con la naturaleza. El obrero no se limita a hacer cambiar de forma a la materia que le
brinda la naturaleza, sino que, al mismo tiempo realiza en ella su fin, fin que él sabe que rige como una ley las
modalidades de su actuación y al que tiene necesariamente que supeditar su voluntad.
Los factores simples que intervienen en el proceso de trabajo son: la actividad adecuada a un fin, o sea, el
propio trabajo, su objeto y sus medios. Todas aquellas cosas que el trabajo no hace más que desprender de su
contacto directo con la tierra son objetos de trabajo que la tierra brinda al hombre. Por el contrario, cuando el
objeto sobre que versa el trabajo ha sido ya, digámoslo así, filtrado por un trabajo anterior, lo llamamos materia
prima. El medio de trabajo es aquel objeto o conjunto de objetos que el obrero interpone entre él y el objeto que
trabaja y que le sirve para encauzar su actividad sobre este objeto.
Lo que distingue a las épocas económicas unas de otras no es lo que se hace, sino con qué instrumentos de
trabajo se hace. Los instrumentos de trabajo no son solamente el indicador del desarrollo de la fuerza de trabajo
del hombre sino también el exponente de las condiciones sociales en que se trabaja. Cada etapa de la historia
está caracterizada por el modo de producción entendiendo a éste cómo a una estructura global formada por tres
estructuras regionales: estructura económica, jurídico-política, e ideológica, siempre hay una que predomina
sobre las otras pero en última instancia la económica es la que determina las otras.
Como hemos visto, en el proceso de trabajo la actividad del hombre consigue, valiéndose del instrumento
correspondiente, transformar el objeto sobre que versa el trabajo con arreglo el fin perseguido. Este proceso
desemboca y se extingue en el producto. Su producto es un valor de uso, una materia dispuesta por la naturaleza
y adaptada a las necesidades humanas mediante un cambio de forma. El trabajo se compenetra y confunde con
su objeto. Se materializa en el objeto, al paso que éste se elabora. Y en lo que en el trabajador era dinamismo, es
ahora en el producto, plasmado en lo que es, quietud. El obrero es el tejedor, y el producto tejido.
Si analizamos todo este proceso desde el punto de vista de su resultado, del producto, vemos que ambos
factores, los medios de trabajo y el objeto sobre que éste recae, son los medios de producción y el trabajo un
trabajo productivo.
Para engendrar un valor de uso como producto, el proceso de trabajo absorbe, en concepto de medios de
producción, otros valores de uso, producto a su vez de procesos de trabajo anteriores. Y el mismo valor de uso
que forma el producto de este trabajo, constituye el medio de producción de aquél. Es decir, que los productos
no son solamente el resultado, sino que son, al mismo tiempo, la condición del proceso de trabajo. Un valor de
uso puede representar el papel de materia prima (lana), medio de trabajo (huso) o producto (tejido), depende
única y exclusivamente de las funciones concretas que ese valor de uso desempeña en el proceso de trabajo, del
lugar que en él ocupa; al cambiar este lugar, cambian su destino y su función. En consecuencia al entrar como
medio de producción en un nuevo proceso de trabajo, el producto pierde su carácter de tal. Ahora, ya sólo
funciona como factor material de trabajo vivo. De ahí, es que podemos concluir que los productos existentes no
son solamente resultados del proceso de trabajo, sino también condiciones de existencia de éste; además, su
incorporación al proceso de trabajo, es decir, su contacto con el trabajo vivo es el único medio de conservar y
realizar como valores de uso estos productos de un trabajo anterior.
Ahora bien, el proceso de trabajo, considerado como proceso de consumo de la fuerza de trabajo por el
capitalista, presenta dos fenómenos característicos. El obrero trabaja bajo el control del capitalista y que el
producto es propiedad de éste y no del obrero. El capitalista paga por día el valor de la fuerza de trabajo y hace
con ésta lo que quiere.

El proceso de valorización
El capitalista es dueño de un valor de uso (hilado, botas, etc) pero en la producción de mercancías dicho
capitalista transforma el valor de uso en valor de cambio cuyo valor cubra y rebase la suma de los valores
invertidos en su producción. Y así como la mercancía es una unidad de valor de uso y valor, su proceso de
producción tiene que englobar necesariamente dos cosas: un proceso de producción y un proceso de
valorización.
Antes de analizar el proceso partiremos de estas premisas: el valor de uso de los bienes intermedios, la
fuerza de trabajo y materias primas están incorporados al producto final, al valor le es totalmente indiferente en

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que valor de uso tome cuerpo pero debe tomarlo en alguno y consideraremos que el valor que le da el trabajo al
producto es el tiempo de trabajo socialmente necesario (sólo el tiempo de trabajo socialmente necesario cuenta
como fuente de valor), es decir si en condiciones normales (condiciones sociales medias de producción),
durante una hora de trabajo a kilos de harina se convierten en b kilos de pan, sólo podrá considerarse jornada de
trabajo de 10 horas aquella que convierta 10 X a kilos de harina en 10 X b kilos de pan.
Supongamos que a un obrero le pagan por trabajar 10 HS, resulta que el obrero produce a cantidad de
valores de uso en una determinada cantidad de tiempo. Pero esto no significa que produce solo el equivalente en
trabajo socialmente necesario, vemos (empíricamente) que el obrero produce mas de lo se le paga, es decir
nuestro obrero que trabajaba 10 HS, 6 HS son el trabajo socialmente necesario y 4 HS es el excedente que se
apropia el capitalista (si el capitalista le pagara exactamente lo que el obrero produce, entonces dicho capitalista
no tendría ganancias). A su vez el valor de uso esta determinado por el trabajo del obrero, es decir lo que el
capitalista le paga el obrero se lo devuelve en el trabajo que el mismo produce. Por ultimo, el capitalista vende
el valor de uso a un valor superior al valor trabajo, creando así la mercancía y el proceso de valorización
(aunque Marx no lo trata en estos capítulos en el tomo tres del Capital, Marx analiza el valor de la mercancía a
través de la oferta y la demanda).

Plusvalía absoluta y relativa (jornada de trabajo)


Supongamos que nuestra jornada de trabajo de 6HS y se pudiera representar a través de la recta A----B--C
donde AC es nuestra jornada, AB nuestro trabajo socialmente necesario y BC el excedente o el plusvalor. Por lo
tanto podríamos calcular la plusvalía como BC/ABX 100, resultando el plusvalor de un 30%. El capitalista
tiende a maximizar su beneficio, por lo tanto debe aumentar lo máximo posible la plusvalía que le saca al
obrero. Para ello recurrirá a dos métodos que denominaremos plusvalía absoluta y plusvalía relativa. El primero
consiste en aumentar la jornada de trabajo mediante diversas formas mediante la extensión del horario de
trabajo, reducción de las horas de descanso, rotación de los turnos, explotación infantil y de las mujeres, etc. El
segundo consiste en el incremento de la plusvalía a través de métodos indirectos el aumento de la productividad
de las maquinas y la baja en los precios de la canasta básica del obrero de tal forma de poder pagarle menos.
Por ultimo Marx se refiere a la distinción de la plusvalía que le sacaban a los trabajadores en el modo de
producción feudal y el capitalista. En el primero la plusvalía era evidente, el siervo trabajaba por semana 4 días
para si y 3 días en los campos del señor feudal o le pagaba impuestos con lo que producía pero el trabajador era
consciente de lo que producía y veía realizada su obra, por el contrario en el capitalismo la explotación esta mas
encubierta y el obrero no es consciente de lo que produce sino que el capitalismo aliena su trabajo. Esto se debe
a la división del trabajo dentro de la fabrica (hay un obrero que transporta los materiales, otro que los une y
fabrica, otro que pinta el producto, etc).

Texto 19: “Manifiesto del Partido Comunista” (Karl Marx, Federico Engels Págs. 33-64)

Opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante; lucha que terminó siempre
con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases beligerantes.
En las anteriores épocas históricas encontramos casi por todas partes una completa división de la sociedad
en diversos estamentos, una múltiple escala gradual de condiciones sociales.
La moderna sociedad burguesa que ha salido de entre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido las
contradicciones de clase. Nuestra época, la de la burguesía se distingue sin embargo por haber simplificado las
contradicciones de clase. Toda la sociedad va dividiéndose cada vez más en dos grandes campos enemigos, en
dos grandes clases que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado.
La organización feudal de la industria ya no podía satisfacer la demanda que crecía con la apertura de
nuevos mercados. Vino a ocupar se puesto la manufactura. La clase media industrial suplantó a los maestros de
los gremios. La división de trabajo entre las diferentes corporaciones desapareció ante la división de trabajo en
el seno del mismo taller. Los mercados crecían sin cesar, la demanda iba siempre en aumento. Ya no bastaba
tampoco la manufactura. El vapor y la maquinaria revolucionaron la producción industrial. La gran industria
moderna sustituyó a la manufactura y surgieron los burgueses modernos.
La burguesía moderna es por si misma fruto de un largo proceso de desarrollo, de una serie de revoluciones
en el modo de producción y de cambio.

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Cada etapa de la evolución recorrida por la burguesía ha sido acompañada del correspondiente éxito
político: Estamento oprimido por los señores feudales; asociación armada y autónoma de la comuna en unos
sitios, República urbana independiente en otros; en otros “tercer estado” tributario de la monarquía, después
durante el período de la manufactura, contrapeso de la nobleza en las monarquías feudales o absolutas y, en
general, piedra angular de las grandes monarquías, la burguesía después del establecimiento de la gran industria
y del mercado universal, conquistó finalmente la hegemonía exclusiva del Poder político en el Estado
representativo moderno. El gobierno del Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios
comunes de toda la clase burguesa.
Dondequiera que la conquistado el poder, la burguesía ha destruido las relaciones feudales, patriarcales,
idílicas. Ha despojado de su aureola todas las profesiones que hasta entonces se tenían por venerables y dignas
de piadoso respeto. Al médico, al jurisconsulto, al sacerdote, al poeta, al sabio, los ha convertido en sus
servidores asalariados.
Espoleada por la necesidad de dar cada vez más salida a sus productos, la burguesía recorre el mundo
entero. Necesita anidar en todas partes, establecerse en todas partes, crear vínculos en todas partes. Dio un
carácter cosmopolita a la producción y al consumo en todos los países. Ha quitado a la industria su base
nacional. En lugar de las antiguas necesidades, satisfechas con productos nacionales, surgen necesidades
nuevas, que reclaman para su satisfacción productos de los países más apartados y de los climas más diversos.
Se establece un intercambio universal, una interdependencia universal de las naciones. Obliga a todas las
naciones, si no quieren sucumbir, a adoptar el modo burgués de producción, las constriñe a hacerse burguesas.
Se forja el mundo a su imagen y semejanza. Ha aumentado enormemente la población de las ciudades en
comparación con la del campo, sustrayendo una gran parte de la población al idiotismo de la vida rural. Ha
subordinado los países bárbaro a los países civilizados, los pueblos campesinos a los burgueses, el Oriente al
Occidente.
Como consecuencia también esta la centralización política: las provincias independientes, ligadas entre sí
casi únicamente por lazos federales, con intereses, leyes, gobiernos y tarifas aduaneras diferentes han sido
consolidadas a una sola nación, bajo un solo gobierno, una sola ley un solo interés nacional y una sola línea
aduanera.
Desde hace algunas décadas, la historia de la industria y del comercio no es más que la historia de la
rebelión de las fuerzas productivas contra las actuales relaciones de producción, contra las relaciones de
propiedad que condicionan la existencia de la burguesía y su dominación. Basta mencionar las crisis
comerciales que plantean en forma cada vez más amenazante la cuestión de la existencia de toda la sociedad
burguesa. Durante la crisis, una epidemia social se extiende sobre la sociedad: la epidemia de la
superproducción. ¿Cómo vence esta crisis la burguesía? Por la destrucción obligada de una masa de fuerzas
productivas y la conquista de nuevos mercados y la explotación más intensa de los antiguos.
La burguesía no ha forjado solo las armas que deben darle muerte; han producido también los hombres que
empuñarán esas armas: los obreros modernos, los proletarios, quienes no viven sino a condición de encontrar
trabajo y lo encuentran únicamente mientras su trabajo acrecienta el capital. Son una mercancía como cualquier
otro artículo de comercio. Se convierte en un simple apéndice de la máquina, y sólo se le exigen las operaciones
más sencillas, más monótonas y de más fácil aprendizaje. Pero el precio del trabajo es igual a su costo de
producción, por lo que cuanto más fastidioso el trabajo, más bajan los salarios. No hay más que instrumentos de
trabajo, cuyo costo varía según la edad y el sexo.
El proletariado pasa pro diferentes etapas de desarrollo. Su lucha contra la burguesía comienza por su
surgimiento. Al principio, la lucha es entablada por obreros aislados, después por los de una misma fábrica,
luego por los del mismo oficio de la localidad contra el burgués aislado que los explota directamente. Dirigen
sus ataques contra las mismos instrumentos de producción (luddismo). En esta etapa los obreros forman una
masa diseminada pro todo le país. No combaten, por tanto, contra sus propios enemigos, sino contra los
enemigos de sus enemigos, contra los vestigios de la monarquía absoluta, los proletarios territoriales, los
burgueses no industriales y los pequeños burgueses.
Pero la industria en su desarrollo no solo acrecienta el número de proletarios sino que concentra en masas
considerables. Como resultado de la creciente competencia de los burgueses entre sí y de las crisis comerciales
que ella ocasiona, los salarios son cada vez más fluctuantes. Los obreros empiezan a formar coaliciones contra
los burgueses y actúan en común para la defensa de sus salarios. A veces triunfan, pero es efímero. El verdadero
resultado de las luchas no es el éxito inmediato, sino la unión cada vez más extensa de los obreros. Esto es
favorecido por el crecimiento de los medios de comunicación, creados por la gran industria y que ponen en
contacto a los obreros de diferentes localidades.

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La burguesía vive en la lucha permanente, al principio, contra la aristocracia; después contra aquellas
fracciones de la misma burguesía, cuyos intereses entran en contradicción con los progresos de la industria, y
siempre contra la burguesía de todos los demás países.
De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía, sólo el proletariado es una clase verdaderamente
revolucionaria. Las capas medias, todas ellas luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia
como tales capas medias. No son, pues, revolucionarias, sino conservadoras. Más todavía, son reaccionarias, ya
que pretenden volver atrás la rueda de la Historia. Son revolucionarias solo cuando tienen ante sí la perspectiva
de se tránsito inminente al proletariado. El lumpenproletariado, puede ser a veces arrastrado al movimiento por
una revolución proletaria, sin embargo, en virtud de todas sus condiciones de vida está más bien dispuesto a
venderse a la reacción que servir a sus maniobras.
Los proletarios no tienen nada que salvaguardar, tienen que destruir todo lo que hasta ahora ha venido
garantizando y asegurando la propiedad privada existente. La lucha del proletariado contra la burguesía es
primeramente una lucha nacional. Es natural que el proletariado de cada país deba acabar en primer lugar con su
propia burguesía.

Todas las sociedades anteriores han descansado en el antagonismo entre clases opresoras y promidad. Mas
para oprimir a una clase es preciso asegurarle unas condiciones que le permitan, por lo menos, arrastrar su
existencia de esclavitud. El siervo, en pleno régimen de servidumbre, llegó a ser miembro de la comuna, lo
mismo que el pequeño burgués llegó a elevarse a la categoría de burgués bajo el yugo del absolutismo feudal. El
obrero moderno, lejos de elevarse por el progreso de la industria, desciende siempre más y más por
debajo de las condiciones de vida de su propia clase. El burgués no es capaz de dominar, porque no es
capaz de asegurar a su esclavo la existencia ni siquiera dentro del marco de la esclavitud, porque se ve
obligada a dejarle decaer hasta el punto de tener que mantenerle, en lugar de ser mantenida por él.

Proletarios y comunistas:
Los comunistas solo se distinguen de los demás partidos proletarios en que por una parte, en las diferentes
luchas nacionales de los proletarios destacan y hacen valer los intereses comunes a todo el proletariado,
independientemente de la nacionalidad. Su objetivo inmediato es el mismo que el de todos los demás
proletarios: constitución de los proletarios en clase, derrocamiento de la dominación burguesa. Conquista del
Poder política pro el proletariado.
El rasgo distintivo del comunismo no es la abolición de la propiedad en general, sino la abolición de la
propiedad burguesa. Pero la propiedad privada actual, la propiedad burguesa, es la última y más acabada
expresión del modo de producción y de apropiación de lo producido basado en los antagonismos de clase, la
explotación delos unos por los otros. En este sentido, los comunistas pueden resumir su teoría en esta
fórmula: abolición de la propiedad privada.
El capital es un producto colectivo, no puede ser puesto en movimiento sino por la actividad conjunta
de muchos miembros de la sociedad, y , en último término, solo por la actividad conjunta de todos los
miembros de la sociedad. El capital no es, pues, una fuerza personal, es una fuerza social.
Lo que el obrero asalariado se apropia por su actividad es lo que necesita para la mera reproducción de su
vida. No queremos abolir esta apropiación personal de los productos del trabajo, esa apropiación no deja ningún
beneficio que pueda dar un poder sobre el trabajo del otro.
En la sociedad burguesa, en trabajo viviente no es más que un medio de incrementar el trabajo acumulado,
en la sociedad comunista, el trabajo acumulado no es más que un medio de ampliar, enriquecer y hacer más
fácil la vida de los trabajadores.

En la sociedad burguesa, la propiedad privada está abolida para nueve décimas partes de sus
miembros.
El comunismo no arrebata a nadie la facultad de apropiarse de los productos sociales; no quita más que el
poder de sojuzgar el trabajo ajeno por medio de esa apropiación.
La familia, plenamente desarrollados, no existe más que para la burguesía; pero encuentra su complemente
en la supresión forzosa de toda la familia pata el proletariado y en la prostitución pública.
Los obreros no tienen patria, no se les puede arrebatar lo que no poseen. El proletariado debe conquistar el
poder político, elevarse a la condición de clase nacional, aunque de ninguna manera en el sentido burgués.
El primer paso de la revolución obrera es la elevación del proletariado a clase dominante, la conquista de la
democracia.

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El proletariado se valdrá de su dominación política para ir arrancando gradualmente a la burguesía todo el
capital, para centralizar todos los instrumentos de producción en manos del Estado, es decir, del proletariado
organizado como clase dominante y para aumentar con la mayor rapidez posible la suma de las fuerzas
productivas.

En los países más avanzados podrán ser puestas en práctica casi en todas partes las siguientes medidas:
1. Expropiación de la propiedad territorial y empleo de la renta para los gastos del Estado.
2. Fuerte impuesto progresivo
3. Abolición del derecho de herencia
4. Confiscación de la propiedad de todos los emigrados y sediciosos.
5. Centralización del crédito en manos del Estado por medio de un Banco nacional con capital del estado y
monopolio exclusivo.
6. Estatización de los medios de transporte
7. Multiplicación de las empresas fabriles estatales
8. Obligación de trabajar para todos
9. Combinación de la agricultura y la industria para desaparecer contraste entre ciudad y campo.
10. Educación pública y gratuita de todos los niños; abolición de trabajo infantil.

El poder político es la violencia organizada de una clase para la opresión de la otra.

Texto 20: “Europa: Restauración y Revolución” (Jacques Droz, Cáp IV)

La sociedad económica de la primera mitad del siglo XIX se muestra atormentada por una contradicción:
globalmente se enriquece, tanto el valor de la producción agrícola como el de la producción industrial, mientras
que los salarios bajan y la mayoría de la población se empobrece. Además, se trata de una realidad
internacional.
El antagonismo entre pobres y ricos no es ninguna novedad, ha sido el tema de infinidad de proclamas a través
de los siglos. Pero por primera vez se plantea el problema de la máquina y del hombre, de las riquezas
materiales en rápida expansión y de unos ingresos obreros en acelerado decrecimiento. La miseria crece
paralelamente a la concentración capitalista, que se trata de un empobrecimiento de un carácter completamente
nuevo, sin relación alguna con el de los períodos precedentes. Todos condenan al liberalismo sin límites y
llaman la atención sobre la necesidad de una legislación social.
Las condiciones se los obreros textiles, diseminados por los pueblos, casi siempre es más penosa que la de los
demás artesanos que continúan perpetrando las mejores tradiciones del trabajo artesano formando una elite
obrera.
El economista liberal L. A. Blanqui observa en 1848: “la industria se organiza en fábricas inmensas donde los
obreros se amontonan por centenares donde su trabajo, sometido al imperativo de las máquinas, se ve expuesto
como ellas a todas las viscitudes de la oferta y de la demanda.”
La baja general de los precios provoca por todas partes de misma reacción de la clase patronal: comprimir los
gastos de producción y el salario.
Se conforma en este período la clase de trabajadores, consideradas en muchos casos como “clases peligrosas”:
proletarios que en muchos casos nacen sin familia, viven no se sabe de qué modo y envejecen y mueren
precozmente sin el auxilio de la religión. Si se rebelan, se los tildará rápidamente de “nuevos bárbaros”.
La libertad económica, desacreditada pro la utilización que hacían de ellas sus principales propagandistas, se
convierte en el centro de innumerables críticas que, por otra parte, alcanzan todo el régimen social basado en la
libertad individual. Por oposición se desarrollan corrientes de ideas que exigen una organización racional de la
sociedad.
Voluntarismo, espiritualismo y reformismo constituyen los rasgos comunes de todos esos socialistas idealistas,
lo que les hace ganarse el calificativo “utópicos” que les adjudican sus adversarios. Estos autores no coinciden
completamente en la forma ideal de organización de la sociedad, en particular en torno al papel del estado en la
vida económica, lo que conduce a unos hacia el productivismo, a otros hacia el asociacionismo y a otros hacia
el planteo anarquista.

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La ideología socialista nació después de 1815 en Francia, país en el que a la debilidad del movimiento obrero se
opone una notable profusión de las doctrinas de liberación social. Se establecieron a partir de 1830 vínculos
muy estrechos entre socialismo y el romanticismo.

Conde de Saint Simon: Conservó la idea de codificar el conjunto de las ciencias exactas en una vasta
enciclopedia que sería el prefacio de una ciencia social “positiva”. Al partido “internacional” (nobles, clérigos,
propietarios, ociosos) opone el “nacional” o industrial
(agricultores, artesanos, manufactureros, sabios). Al gobierno de los hombres debe suceder, en su opinión, la
administración de las cosas realizada por un sistema de 3 cámaras tecnocráticas. A los poderes deben suceder las
“capacidades”. Su religión, sin milagros, sin creencia en lo sobrenatural, tendrá, sin embargo, a imagen del
catolicismo, su culto, su dogma, y en ella se incluye la exigencia suprema de la vida social: la mejora, lo más
rápidamente posible, de los infortunios de la clase más pobre.

Ideas saint-simonianas que se destacaron:


• Necesidad de poner fin a la competencia y dominación mediante organización del crédito y del trabajo
industrial
• La supresión del derecho de herencia
• Santificación del trabajo y el talento
• Eliminación de parásitos ociosos

Charles Fourier:
Recurrió solo a la idea de asociación para construir un mundo paradisíaco y bucólico, al que, lejos de las
fábricas y de las locomotoras saint-simoniananas. La sociedad fourierista conservará pues, un carácter agrícola
y artesanal. Pero si el “orden societario” interesa tan fuertemente a Fourier, es porque la organización de las
células económicas regeneradas le parece que facilita la supresión del Estado. No existe el menor mecanismo de
gobierno, sino simplemente una administración económica, constituida por el areópago de los jefes de las series,
que no cuentan con más autoridad que la de opinión, sin limitar los intereses del grupo, y por ello lo
suficientemente fuerte como para sustituir el poder gubernamental.

Proudhon:
“La propiedad es un robo”. Es muy hostil a todas las autoridades, al Estado, la Iglesia y a las grandes
fábricas. Espera a que llegue el momento en que el taller sustituya al Estado y se establezca la anarquía. Se
opuso violentamente a Marx. Expresaba, en el siglo de la gran industria, la actitud anacrónica de la clase
artesanal.
A la campaña en factor de la asociación que pusieron de moda los saint-simonistas, se sumaron diversos
socialistas de tendencia religiosa, como Pierre Leroux o el doctor Buchez o Constantin Pecqueur. Al parecer,
estos autores no han comprendido la parte que debía corresponder al Estado en la emancipación de la sociedad;
no vieron que sólo su intervención podía resolver determinados problemas que planteaba la formación del
proletariado.

Villeneuve-Bargemont:
“El principio de la intervención de los gobiernos nos parece que lo exige tanto la religión como la política.
Idénticas conclusiones se encuentran en la obra de A. Buret.
En vísperas de la Revolución de 1848 está cada vez más admitido en los medios socialistas que el Estado es
una “máquina de progreso” que aporta a los hombres las condiciones de su perfeccionamiento.
Al socialismo asociacionista lo sucede el socialismo autoritario de Louis Blanc, quien reconoce que es el
Estado a quien corresponde la realización de la libertad. La emancipación del proletariado no podrá realizarse
mediante una serie de esfuerzos parciales y de intentos sino gracias a la “omnipotencia del Estado”. Blanc
dedicó los préstamos necesarios para los “talleres nacionales”, especie de cooperativas obreras de producción
que, agrupando a los obreros d eun mismo oficio, excluirán a la competencia y acabarán, tras un período de
transición, por demostrar su superioridad sobre las empresas capitalistas. Su socialismo continuó apegado a la
noción de libertad individual, a la filosofía de los DDHH. La verdadera libertad reclama en el momento

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presente un gobierno autoritario: en el origen del estado socialista se encuentra la voluntad democrática de la
nación, el ejercicio del poder debe corresponder a una asamblea única, elegida por un breve período y
controlada por el ejecutivo.
Otro ejemplo de socialismo autoritario es el de Ettiene Cabet. En su opinión, cada ciudadano es un
funcionario que ha elegido su cabo entre diversas ramas de actividad todas igualmente remuneradas: el trabajo
es, por tanto, una función pública. El Estado comunista que no reconoce la propiedad individual no dejará a los
individuos ninguna libertad. “Dadme el poder absoluto, parece como si dijera el Estado, y a cambio os
garantizaré todos los goces materiales”. Por eso en Icaria (comunidad idealizada por Cabet) toda crítica sería
considerada como delito. Tampoco existe libertad alguna para las creencias.
Por su carácter utópico, el comunismo icariano de Cabet no debe confundirse con el comunismo de Babeuf
tal y como fue transmitido por Buonarotti. Socialismo científico francés.
Blanqui: Su preocupación constante fue denunciar el antagonismo entre ricos y pobres, entre el lujo y la
miseria, las cooperativas de producción o de consumo son una trampa funesta tendida al proletariado: lo único
que cuenta es la “conquista al poder” y su utilización por los revolucionarios. Cree en el poder de la revuelta y
la insurrección.

Owen: Asociacionista. Convencido de que la sociedad puede reformarse a partir de una comunidad ejemplar.

Thompson: Insiste sobre todo en la idea de que, al ser el trabajo la única medida del valor, el obrero tiene un
derecho absoluto al producto de su trabajo. Encuentra el remedio en las cooperativas de producción. Tanto
Owen como Thompson eran capaces de realizar una crítica eficaz a la sociedad, pero su aislamiento en relación
al movimiento de masas los llevaba a buscar una solución en términos de razón pura. El verdadero pensamiento
social lo crearon los ingleses a través de la propia acción obrera.
2 vías esenciales de penetración de las ideas socialistas en Alemania: la influencia de los escritos utópicos de
los franceses y de los ingleses y la interpretación en un sentido social del hegelianismo de izquierda.
Feuerbach: socialismo humanista. Según él, el hombre al crear a su imagen un Dios que no tiene existencia
propia, exterioriza y aliena en él las más altas cualidades de la especie humana y al hacerlo se empobrece,
convirtiéndose en un ser egoísta, aislado de la vida colectiva. De este modo, de la crítica de la religión se
desprendía una filosofía social que tendía a combatir el individualismo egoísta de la sociedad y presentar el
amor colectivo de la humanidad como un imperativo sociológico.

Socialismo verdadero: pretendía restituir a la naturaleza del hombre su verdadera significación altruista. En
la mayoría de los casos fue una concepción puramente ideológica que condenaba como estéril toda actividad
política y dirigía sus ataques contra el liberalismo.

Marx: Tendría que pasar, antes de 1848, por la crítica del conjunto de los movimientos de su tiempo para
llegar a la formulación del materialismo histórico. De aquí su crítica al hegelianismo de izquierda demasiado
propenso en su opinión, de Feuerbach, que veía la humanidad al margen de su evolución histórica y de Hess,
cuyo comunismo que divagaba sobre la esencia humana era utópico y abstracto. Demostró en sus obras la
necesidad de la alianza entre la filosofía socialista y el proletariado obrero. Intentó demostrar que la revolución
social solo puede ser realizada por el proletariado. Rechazó el reformismo y el socialismo de Estado, lo mismo
que el comunismo apolítico de los blanquistas, quienes se contentaban con golpes contra el aparato estatal.
Establece la primacía de la historia, no ya de la idea, sino de la realidad: de las contradicciones económicas y
los antagonismos de clases.
En el Manifiesto Comunista desarrolla, partiendo de la tesis del materialismo histórico, la teoría de la lucha
de clases, dela concentración de capital y de la catástrofe final necesaria. Demostraba que si la burguesía había
desempeñado en el pasado un papel revolucionario, su misión histórica había terminado, por lo que en el mundo
presente la única clase revolucionaria era el proletariado. Invitaba a los proletarios de todos los países a unirse
con vistas a una revolución cuya llegada anunciaba como inminente.
Su pensamiento era desconocido en Alemania cuando estalló la revolución de 1848.

Movimiento obrero1815-1848:
El movimiento obrero inglés aventaja a los movimientos del continente pero pese a la intensa agitación que
sostuvo, no logró establecer el menor vínculo entre la idea sindical y la revolucionaria. Hasta 1817 el luddismo
siguió siendo la fuerza primitiva de la lucha social. No se puede hablar todavía de un movimiento autónomo, el

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cual no nacerá sino después de la ley de 1824, votada por influencia de los Torys reformistas, que estableció el
derecho de coalición. Así comienza el período de auge del tradeunionismo.
Durante el período de 1829-1832 los disturbios son constantes y se constituye un sindicalismo
revolucionario, al cual la patronal responde con el “lock out”.
El cartismo solo fue posible gracias a la unión con el partido radical, que suministró los cuadros del
movimiento. Los sindicatos se mantuvieron al margen, estimando que la lucha política no era de su
incumbencia. El cartismo fue esencialmente una agitación de masas, una revuelta elemental contra la miseria
que alcanzó su punto culminante en los períodos de crisis de 1838, 1842 y 1848. La agitación cartista había sido
provocada en sus orígenes por el voto en 1834 de una nueva ley de pobres. Su historia se presenta como un
fracaso absoluto. Pese a ello, fue el primer ejemplo de un movimiento político nacional de la clase obrera, en
cuyo seno se desarrollaron todas las tácticas y métodos de luchas que contribuyeron a enriquecer la experiencia
del movimiento obrero nacional.
Las trade unions desaprobaron el carácter revolucionario del movimiento. El nuevo sindicalismo más
individualista que socialista, fue el resultado de la actividad de una nueva generación de militantes, con Allen y
Newton, de espíritu realista. El período romántico de la agitación obrera había concluido (cartismo).
En Francia hasta 1830 la única forma de organización había sido la compagnonnage, asociación obrera de
carácter semi gremial, que tenía sus propios ritos masónicos. A partir de 1830 la clase obrera toma conciencia de
su existencia. Aparecen los primeros periódicos obreros bajo la tapadera de Sociedades de Auxilios Mutuos.
Poco a poco, los principales gremios de París y Lyon formaron sociedades de unión fraternal. Sólo en 1839-40
la crisis económica provocó un nuevo despertar de la agitación.
No es el obrero de fábrica, por lo general inculto, quien reflexiona sobre las condiciones de trabajo y quien
organiza las huelgas más vigorosas, sino el artesano, el zapatero, sastre, etc. Y esta “clase popular” que
comienza a tomar conciencia de su unidad, aún no existe salvo en la grandes ciudades (París) y otros lugares.
El movimiento obrero no alcanzó la misma amplitud en Alemania aunque la espectacular revuelta de los
tejedores de Silesia haya suscitado la atención, en 1844, de todo el mundo civilizado. La situación de los
tejedores se agravó en el transcurso de los años 40 debido al cierre del mercado americano y a la creación de la
industria textil en Polonia. Los años de la crisis económica estuvieron marcados por un elevado número de
motines populares.
Es importante el papel de los emigrados y la formación de una conciencia de la solidaridad internacional. La
primera manifestación de la Internacional Obrera fue la creación en 1836 de la Liga de los Justos, cuyo objetivo
erala liberación de la patria alemana del sojuzgamiento. Invitaba a las clases trabajadoras de todos los países.
Tenían al final de los 30 objetivos revolucionarios muy precisos. Bajo la influencia de Buonarotti preconizaba la
idea de la toma del poder mediante un golpe que condujera ala dictadura del proletariado. Tras la insurrección
de mayo de 1839, la cual fue un fracaso, muchos miembros tuvieron que refugiarse en Inglaterra. Marx fue el
encargado de redactar el famoso Manifiesto de la que ahora se llamaba Liga de los Comunistas, donde basaba el
comunismo en la idea del materialismo histórico y la lucha de clases. El mismo espíritu de solidaridad
internacional animaba a los Fraternal Democrats en Londres, en el seno del movimiento cartista inglés, que
reclutaba a sus militantes en los medios de la emigración política que vivían en Inglaterra.
Así fue como se estrecharon en el mundo de los emigrados los lazos que la reacción posterior a la revolución
de 1848 rompió finalmente pero reafirmaría la Primera Internacional en los años setenta.
La idea de la Internacional Obrera no se desprendía todavía de la ideología democrática y nacionalista que,
bajo el signo de la Joven Europa, de Mazzini, creía poder realizar la alianza de los pueblos bajo las tiranías. No
obstante, el constante influjo de Marx en los centros más activos dela emigración europea tendía a señalar a la
clase obrera el camino a su emancipación.

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