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EL DÍA DE LOS DESEOS

La Navidad empieza en España el 22 de diciembre. Todo el mundo se levanta temprano


para ir a su trabajo. Hay un ambiente de fiesta. La gente se siente feliz, esperanzada,
llena de alegría. Todo el mundo está pendiente de la radio, la televisión y de Los Niños
de San Ildefonso que monótonamente cantan los números de la Lotería Nacional.
Después de unas dos horas de espera tenemos nuevos ricos en el país y también tenemos
el índice más alto de gente saludable en el mundo porque todos aquellos que no han
tenido suerte en la lotería se consuelan diciéndose a sí mismos que lo importante en la
vida es tener salud. Y tienen razón, lejos quedaron los estúpidos deseos de no tener que
pagar la hipoteca cada mes, de no tener que levantarse temprano cada día y soportar a
un insoportable jefe cada día, o si lo soportas es porque quieres, no sólo para satisfacer
la absurda costumbre de comer tres veces al día. Ya pasó la primera oportunidad de
cumplir un deseo en un día en el que todos tienen la obligación de ser felices: “hacerse
rico”

El 23 de diciembre lo necesitamos para recuperarnos del batacazo del día anterior


porque estamos jodidos por no habernos hecho ricos.

Pero no hay que preocuparse porque los médicos españoles se vayan a quedar en paro
ya que el 24 de diciembre, Nochebuena, nos damos un gran atracón. Comemos lo más
caro, lo que produce más colesterol, lo que más engorda, lo que tiene más grasa, lo que
nadie que aprecie su figura puede permitirse. Además, después del atracón nos
aseguramos el corte de digestión porque lo compartimos con nuestros seres más
allegados, con toda la familia, no importa si el resto del año no los has visto ni en
pintura, allí están todos ese día, alrededor de la mesa de la abuela.

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