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SALARRUE EL ANGEL DEL ESPEJO PROLOGO AL ENFRENTARSE el antélogo con Ja vasta obta nartativa del salvadorefio Salvador Salazar Arrué, més conocido como Salarrué y mejor conocido pot su libro Cuentos de Barro, descubre en primer término que las fronteras de su universo creador, fijadas en no menos de cincuenta afios de perseverante trabajo literario, delimitan también de manera arquetipica a sucesivas geneta- ciones de esctitores centroamericanos que en la primeta mitad del siglo xx se empefiaron en conquistar, alentados por una tenaz vocacién y entrabados en un opresivo juego de limitaciones, su porcidn de universal latinoamericano. Salarrué, nacido en el afio de 1899, representa por una parte la culminacién, y el agotamiento temético, de toda una cotriente verndeula que se nutre en los intentos mas o menos organizados por conseguir un realismo costumbrista centroamericano a la vuelta del siglo y que se define Juego en regionalismo: y por otra, la inquieta y generalmente fallida pretensidn de acceder hacia una literatura cosmopolita, etigida sobre elementos fordneos de cultura. La narrativa de Salarrué repite permanentemente estas dos instancias, al- terndndolas a lo largo de su escritura total, lo verndculo y lo cosmopolita; esta dimensién circular es pateja a su existencia, una rveda de temas en- garrados en el engranaje verbal que gira muellemente, sin sobresaltos: la na- turaleza repartida, y compartida, de su universo temdatico niega progresos formales, 0 posibilidades de hallazgos; allf estardn siempre, cualquiera que sea la época, girando en fa serenidad de la esfera sus dos hemisferios: el que se enraiza a pattit de Cuentos de Barro y que pueblan los indios de Izaleo en Ja verdura del volcin sagrado; y una cosmépolis teosofal que se debate dentro de un inverso sentido def bien y el mal, combatiendo ambos en ordenada lucha, ya sea en remotas tegiones atldntidas 0 en ciudades feéricas, tal como se fija a partir de O’Yarkandal. Entre estos dos hemisferios, Salarrué no deja ninguna porosidad, y ajenos, se cierran uno contra el otro, sin posibilidad de trasiego de las ideas que los IX alimentan; como en el yin y yan, se coloca entre el cielo y la tierra, la nubosidad aérea de sus creencias esotéricas attiba, y la presencia del volcdn con sus caserfos, caminos, ranchos, indios, miésicas tonales del lenguaje, abajo. Quizds estima que su plano més trascendente es el de arriba, como aspira- cidn de acceder a lo cosmopolita —sobre lo que volveré después para explicar uno de los fatales espejismos de Ia cultura centroamericana— peta donde de verdad consigue su universo es en el de abajo, alli donde fanda una literatura narrativa para Centroamérica, Las referencias a la obra de Salarrué tratataén, pues, de orientarse en estos dos sentidos bdsicos, no sélo para intentar comprenderlo como escritor, sino también para entrar en lo que ha sido una contradiecign importante en el desarrollo de la literatura centroameticana y en sus posibilidades de universalidad. BOS MUNDOS COMPARTIDOS EN EL ORIGEN Salarrué publica sus dos primeras obras en el afio de 1927: se trata de Ei Cristo Negro, un relato lineal de grandes propiedades estilisticas, y El Sefior de ia Burbuja, un intento de novela, al cabo malogrado . En ambos campea ya lo que Megaria a ser una de sus preocupaciones definitivas: el verdadero cardcter del bien y del mal, concebidos como fuerzas antagSnicas de un debate moral en el que el mal debe desempefiar un papel redentor; esta proposicién que es el tema central de El Cristo Negro se repite mds tarde en muchos de sus escritos: “La santidad positiva consiste en dar la cara al Mal y no al Bien. Cuando se ha comprendido el Propdsito de la vida se Hega a estar en condiciones de dat la cara a Satan, porque quien sabe, quien tiene certidumbre de que Dios guarda sus espal- das, no flaquea’”, diré en 1934 en un ensayo sobre “Los Santos y los Justos” al enfocar Ia deeadencia de la santidad, en un cuaderno titulado Conjeturas en la Penumbra, volviendo sobre Jo que es la razén de amor en toda la mal- dad de las acciones de San Uraco de la Selva, el personaje de El Cristo Negro. La concupiscencia, el robo, el crimen, el sacrilegio no son mds que formas de santidad, actos ejecutados para evitar que el prdjimo peque por sf mismo, una apropiacién beatifica del infierno para evitar que los otros caigan en el infierno. San Uraco de la Selva, al dar la cara al mal, cumple con una actiud de lucha, de coraje, de desaffo, que es Ja tinica forma posible de santidad, y por eso debe motir crucificado. La coherencia de este relato sorprende como obra juvenil y primeriza, y logra sostenerse como un verdadero puntal en el des- ITodas las referencias que en adelante se hacen a los escritos de Salarrué, provienen de Obras Ereogidas, de tas ¢ se da referencia en la bibliograffa general, y que ha setyido también como base para la presente antologia, x

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