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PAPELES DE ÉTICA Y BIOÉTICA

DOS DILEMAS
ACTUALES EN
BIOÉTICA

Fco. Javier Benítez Rubio

http://www.losmomentosencontrados.blogspot.com.es/
DOS DILEMAS ACTUALES EN BIOÉTICA 2
Fco. Javier Benítez Rubio
PAPELES DE ÉTICA Y BIOÉTICA

ÍNDICE:

PRIMER DILEMA:

ÉTICA ASISTENCIAL VS ÉTICA GERENCIAL

INTRODUCCIÓN 3

EPPUR SI MUOVE 4

LOS PROFESIONALES, SU ÉTICA

Y SU BIOÉTICA 9

E.O.S. 12

COMITÉS DE ÉTICA ASISTENCIAL 15

SEGUNDO DILEMA:

PATERNALISMO VS AUTONOMISMO 19

Bibliografía 25
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PRIMER DILEMA
ÉTICA ASISTENCIAL VS ÉTICA GERENCIAL

INTRODUCCIÓN
En la asistencia sanitaria existe una relación triádica entre el profesional
que lleva a cabo las prácticas, el paciente o afectado que la recibe y el contexto
organizativo, la institución, donde transcurre esa relación. ¿Dónde colocamos el
referente moral fundamental? En el polo profesional o en el polo institucional.
Mostraremos argumentos a favor de la Ética Profesional y mostraremos
argumentos a favor de la Ética Institucional, que yendo más allá de la lógica
gerencial del Managed Care, se centre en valores normativos que dirijan la toma
de decisiones de los profesionales.

Existe una primera forma de entender la Ética institucional que nos dice
que sólo tiene que ver con lo económico-financiero1, con la gestión de recursos,
bienes y dinero, con la economía, en definitiva. Igualación de facto de la Ética
Institucional con el Managed Care y la lógica gerencial. Y claro está, visto así,
chocará frontalmente con la Ética Profesional. Ahora bien, las buenas cabezas
pensantes que se dedican a esto, bien que podrían buscarle un segundo
entendimiento y sean capaces de parir una ética híbrida de los profesionales en
las instituciones, dentro de las organizaciones, en la que los primeros sean
responsables de los recursos que gestionan, y en la que la organización no
pierda nunca de vista el bienestar y la salud de los pacientes. Antes no se hacía
caso a lo económico. Ahora, todo es lo económico. Hay que buscar el equilibrio
y poner a lo económico en su sitio. Lo económico, por tanto, ha de entrar con
pleno derecho dentro de los valores sanitarios, pero a condición de que no sea
el único valor en juego dentro de la organización, tampoco que sea siempre, en

1Y lo ideológico/partidista que está siempre detrás del que hace los números y el management o gestión clínica.
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todo momento, el prioritario. Hay situaciones en donde lo económico es lo


prioritario, pero hay otras donde no puede serlo. Comenzamos con el
movimiento.

EPPUR SI MUOVE.

I
Gira el mundo gira en el espacio infinito. Y con el giro hemos asistido, a
partir de la segunda mitad del siglo XX, a importantes cambios de la sociedad
en general y en la asistencia sanitaria en particular. Cambios que afectan a
valores tradicionales y esenciales de la profesión sanitaria, especialmente la
médica.

Cada Sistema Sanitario está condicionado por una compleja serie de


factores propios de las sociedades en las que están insertos. La Sanidad
muestra, me atrevo a decir, del modo más fehaciente las características de la
sociedad en la que está implantada. Por eso, el sistema sanitario norteamericano
y el español tendrán más diferencias que similitudes. Pero ocurre,
curiosamente, que casi conocemos más detalles del proceder en aquellos lares
que los de nuestra propia casa. Por razones que ahora no vienen al caso 2, la
mayoría de la población española puede opinar sobre cómo funciona en los
EE.UU., la policía y el sistema jurídico, la universidad y el sistema educativo,

2 Pueden escribirse varios tomos de las antiguas y pesadas Enciclopedias sobre cómo lleva cayendo sobre

nosotros una poderosa marea cultural yanqui (por comic, televisión y cine especialmente) que nos muestra
machaconamente cómo funcionan las cosas en aquel país. Pero también podemos escribir, y mucho, sobre las razones de que
muy poca gente se preocupa aquí de explicarle a la ciudadanía cómo funcionan las instancias básicas de la sociedad, desde el
ámbito político al judicial, desde lo económico a lo educativo, etc. Mucho debate ideológico de bayoneta y trinchera y muy
poca divulgación. A título personal, tras 17 años de profesión enfermera, me sigue pareciendo penoso ver la poca educación
sanitaria que tenemos en esta sociedad. Una aportación más y ya termino. En estos días, una de las noticias que rondan por
ahí sobre la crisis económica, es la situación que miles de personas están padeciendo al ver como unas participaciones
preferenciales que adquirieron en entidades bancarias se ha quedado en nada, ocasionando grandes pérdidas económicas a
muchos afectados. La CNMV ha abierto expediente a varias de estas entidades, pero también advierte que muchas de esas
personas tienen que hacerse responsables de lo que han adquirido porque no fueron engañados sino que han de ser
consciente de lo que hicieron a la ligera cuando carecen casi por completo de cultura financiera. Es evidente que hay que ir
caso a caso, y defender a todos los que fueron engañados; pero los demás, tendrán que afrontar como adultos responsables
la decisión de primar determinadas emociones y expectativas de futuro al conocimiento de los entresijos del mundo
financiero. Creo que es válido, en esos casos, el viejo principio legal de que ‘el desconocimiento de la ley no exime de su
cumplimiento’. Seguramente asumo más de lo que debería, pero me parece que no somos una sociedad de las que no lee la
letra pequeña de las cosas. Hay que esforzarse por saber más, por conocer mejor. Comenzar a primar el saber sobre la
codicia.
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los médicos y el sistema sanitario. En muchas ocasiones, llegan a pensar,


incluso, que aquí las cosas son como allí, y muestran extrañeza al ver que las
cosas funcionando aquí no son realmente como son allí. Y no sólo en la cultura
popular. En este tema de la bioética que nos ocupa, la bibliografía y los autores
que vienen allende el Atlántico es apabullante. Con lo que es imposible
desconocer cómo se mueven los engranajes del pensamiento de aquellas
personas expertas en bioética; y es, igualmente imposible, no entrar al trapo del
debate sobre cómo hacemos aquí las cosas en comparación a cómo las hacen
allí. La Sanidad norteamericana tiene el condicionamiento explícito de los
factores económicos y financieros. Es el reino de ‘lo privado’ si usamos esta
forma de expresión, en contraposición a ‘lo público’ que tendríamos en España.
Como explica Diego Gracia (2006:465) aquí hemos optado por la equidad en
perjuicio de la eficiencia y allí, optaron por la eficiencia en perjuicio de la
equidad. Los años 80 fueron los tiempos del desembarco en aquellas playas del
profit, la ‘doble agencia’ y el Managed Care3, lo que aquí hemos denominado
Medicina Gestionada (Simón, 2002:248) o Gestión Clínica (Gracia, 2006:466); y la
Business Ethics o Ética de la Empresa. Varias décadas después comenzó en
nuestro país. Y en esta coyuntura estamos,… y seguimos.

II
El gremio médico, acostumbrado como estaba a tener la sartén por el
mango no entendió-aceptó de buena gana toda esta cantidad de movimiento. Y
se instaló en este mundillo un pensamiento que decía que desde ‘afuera’ se
intentaba atacar el ‘tarro de las esencias’, esas cosas tan solemnes a las que no se
puede renunciar y mucho menos meter mano. Como si alguna fuerza externa
tratara de quebrar por las malas el contrato tácito que los galenos y la sociedad
firmaron in illo tempore. Que la Sanidad sea considerada como un elemento
más del Mercado, y que sea regida por las leyes de éste, es asunto que fue

3 Gracia 2012:14-15. Traducir ‘profit’ como negocio con ánimo de lucro.


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digerido con dificultad en los EE.UU. Ahora, desde hace una década, más o
menos, la indigestión nos ha llegado a nosotros.

La Medicina, suponen los médicos, es una instancia privilegiada que no


podía caer en las garras del libre Mercado, ese abyecto engendro liberal. Las
artes de insignes deidades como Apolo y Esculapio no podían estar bajo los
sucios tejemanejes del dinero, bajo los execrables auspicios de las componendas
gerenciales. Y es cierto que no tratan con mercancías ni bienes de consumo,
gestionan ‘cosas’ de gran valor como son la salud y la propia vida. Pero también
es cierto que no viven en un mundo aparte de este mundo y ajeno a sus
categorías. Dependiendo de los lugares, se ha tardado en aceptar que en el
sistema sanitario de los nuevos tiempos, de recursos escasos, con la demografía
como gran enemiga4, el binomio equidad-eficiencia se convierte en el nuevo
valor principal. Quisieran o no, les gustara poco o nada, se ha terminado por
imponer el Managed Care que ya mencionamos antes. Este panorama distinto
al tradicional nos enfrenta a unos agujeros negros tremendos. Gracia (2006:466)
apunta uno de ellos: “En España parece que se ha impuesto la «gestión clínica», que
desde luego es el término más eufónico. De todos es bien conocido este procedimiento.
En él, el médico aparece no sólo como cuidador del paciente o agente del paciente, sino
también como gestor de recursos. Es el problema de la «doble agencia», que tanto ha
dado que hablar en estas dos últimas décadas. Sus perversiones son bien conocidas, ya
que incentivan el ahorro a través de hacer partícipe al profesional de los beneficios, con
lo que se le pone en la tentación continua de mirar por su peculio antes que por su
paciente”.

III
Hasta aquí lo que los médicos pensaban del cambio en el sistema. Pero,
¿y la gente normal y corriente?, ¿qué pensaban todos estos de los cambios en el

4 El mundo en que vivimos muere de éxito, la misma medicina pasa por esto. La cantidad y calidad de avances,

cuidados y tratamientos hace más longeva a la sociedad. Cada vez somos más, somos más gente que necesita más cosas. Y
cada vez más gente anciana requiere cuidados y tratamientos, por tanto recursos financieros para pagar toda esa calidad de
vida y posibilidad de envejecer de modo saludable.
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mundo sanitario?5 Algo habrá que decir de ellos, no pueden ser obviados por
más tiempo. Hay que volver a poner en marcha la memoria. Es posible
distinguir una cultura sanitaria milenaria paternalista y benevolente; y otra más
reciente, en expansión y desarrollo (a veces contra la anterior) participativa,
deliberativa y transdisciplinar (Arnaiz, 2006:137-138). El tiempo del
paternalismo era el tiempo de la ‘moral especial’ si le preguntamos a
Aristóteles. También de la responsabilidad, del compromiso y de la solidaridad
si le preguntamos a MacIntyre. O del corporativismo, la segregación, del
privilegio y la autoridad, de la impunidad si le preguntamos a Illich (Arnaiz,
2006:136,139,146). Este asunto será abordado en el segundo dilema del trabajo.

Para definirlas se buscan razones en las relaciones entre el médico y el


paciente y sus relaciones asimétricas: el experto que sabe y conoce frente al
menesteroso que desconoce no sólo lo que le pasa sino cómo decidir que es lo
más conveniente para solucionar su problema. También se buscan razones en
los vertiginosos cambios tecnológicos de ayer a hoy. Pero el cambio gordo de
verdad está en la manera en la que los profanos, los legos, los clientes, los
pacientes y menesterosos perciben las cosas relacionadas con la salud (Arnaiz,
2006:138,140)6. Y esto empezó antes de internet. Me explico. Cada vez es más
frecuente encontrarse en los Hospitales con comentarios, que pacientes y
familiares hacen a los médicos y demás personal sanitario7, del tipo: “Pues
hemos visto en internet que habría que hacerle tal o cual prueba” o “En una web de
Medicina dice que esa enfermedad pasa por tal y tal periodo y que hay que ponerle tal
medicación”. La información en bruto ya está ahí dispuesta para el que quiera
leerla. El problema está en contextualizarla en el caso concreto, y eso es lo que le
cuesta entender a mucha gente. Porque contextualizar requiere una formación y
criterio que no se obtiene en la web sino en la Facultad (de Medicina, de
Enfermería, de Fisioterapia, etc.). Pero yo creo que esto empezó hace años,

5 Según mi experiencia laboral y personal, estas cuitas tan propias de expertos de pleitear por nombre y etiquetas,

y de distinguir entre profesionales e instituciones (y sus respectivas éticas) es una sutileza que, mayormente, ni es captada
ni incumbe al común de los usuarios de la sanidad.
6 Arnaiz cita a Toulmin (‘Regreso a la Razón’ de 2003).
7 El que escribe estas palabras es enfermero desde 1994 y desde 2002 asignado a la Unidad de Cuidados

Intensivos del Hospital Punta Europa (SAS) en Algeciras (Cádiz).


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cuando internet casi ni existía y era solo cosa de geeks. Hubo un momento en
que el mundo social comenzó a juzgar a la medicina, en particular, al mundo
científico-técnico en general, en términos de acierto-error y éxito-fracaso.
Entiendo que puedan faltarme elementos de análisis para concretar este
argumento, pero no creo equivocarme en mi intuición primigenia. Recuerdo un
tiempo en que se incrementó exponencialmente las noticias en prensa, radio y
televisión de los hallazgos científicos de todo tipo, especialmente los sanitarios.
Las maravillas abundaban y las promesas prometeicas de un futuro casi eterno
llenaban de ilusión al ciudadano medio. Las expectativas se han disparado
hasta límites incontrolables. Creo, también, que el problema empeora con un
cierto triunfalismo irresponsable de determinados sectores. De modo que en el
inconsciente colectivo germinó la idea de que la ciencia médica podría ser la
instancia totipotente que le hacía falta a esta Humanidad doliente que somos. El
superhéroe real, material y tangible que desbanque (¡por fin!) a los mitos, los
símbolos y los dioses en la lucha contra lo injusto de la existencia. Tanto
triunfalismo terminó siendo venenoso con el paso del tiempo. Porque en el día
a día de Hospitales, Clínicas y Ambulatorios no había nada de aquel maná que
salía en los mass media. Encontraban lo de siempre: trabajo serio y profesional,
esfuerzo y buenas intenciones benefactoras, personas normales y corrientes en
bata, pijama y zuecos con días buenos y malos haciendo su trabajo,
profesionales que aciertan y se equivocan como el resto de los mortales. Y el
demos empezó a percibir señales de peligro: casos de mala praxis por doquier
y, sobre todo, que la medicina se aliaba con el poder del dinero. ¿Dónde estaban
los resultados prometidos?, ¿dónde estaban aquellas curaciones masivas,
magníficas?, ¿porqué no se cumplen las promesas? ... Pero, ¿prometidos por
quién, desde dónde? No por los profesionales de a pie, los hoplitas de la bata y
el fonendo, los que trabajan en las trincheras de lo cotidiano codo con codo
salvando vidas, cuidando. Y luego, sí que llegó internet, que en muchas
ocasiones apareció como forma y manera de fiscalizar el trabajo de los
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profesionales. Porque hay una pérdida de confianza casi generalizada en la


valía y preparación de los médicos y enfermer@s.

En esas estamos, del abandono del paciente en manos del médico a la


desconfianza, del hipocrático médico abnegado al maquiavélico empresario
sanitario, del monopolio del médico al monopolio del gestor, del beneficio del
médico al beneficio de la institución, de un extremo a otro olvidándose del
centro, del equilibrio, del beneficio del ciudadano y de los pacientes. Esto es lo
que he venido contando hasta ahora, que las cosas cambian. No son siempre
iguales. Esto se mueve, todo se mueve, la Sanidad con sus instituciones y
médicos dentro, no iba a ser lo único que permanece estática y quieta,
inamovible. Hay que aceptar ciertas cosas, y resistirse a otras, aceptar el cambio
y resistirse a los extremos, buscar el equilibrio, la hexis.

LOS PROFESIONALES, SU ÉTICA Y SU BIOÉTICA

I
Las prácticas profesionales tienen que ver con cuestiones morales,
porque todo lo que tenga que ver con la curación, con la vida y la muerte, con la
calidad de vida y con la dignidad, tiene que ver con algo más que con
cuestiones técnicas. No está de más ser redundante, no está de más recordarlo
muy de vez en cuando. Lo médico-sanitario tiene que ver no sólo con lo
científico-tecnológico, con la clínica; tiene que ver con lo ético-moral, lo
humanitario. Muchos profesionales lo tienen en cuenta, a otros se les olvida,
otros tantos siguen sin verlo claro. Es hora de prestar atención al polo
profesional de esta relación triádica.

¿Podemos hablar de la ética profesional en términos de moral especial?,


¿cuál es el lugar que tiene que ocupar la nueva profesionalidad médica 8, del

8 Gracia utiliza el término `profesionalidad médica’ y Arnaiz el término ‘Profesionalismo médico’. El primero

aduce, entiendo que con razón, que el término ‘ismo’ tiene connotaciones peyorativas que hacen más mal que bien al
término (Gracia, 2006:460).
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buen ejercicio profesional toda vez que ya no detenta una posición de privilegio
en la sociedad?

La ética profesional que defiende Arnaiz (2006:145-148, 152-160) consta


de los siguientes elementos:

- Toda actividad profesional, la sanitaria también, conlleva tres


elementos básicos inherentes a la actividad: los bienes internos, la búsqueda de
la excelencia y la obediencia a las reglas. El profesional se hace en lo que hace
cada día. Un ‘buen profesional’ hace bien su trabajo y un ‘profesional bueno’ se
percata de que su profesión está relacionada con la ética y la moral, porque la
profesión tiene unos fines que la humanizan y dan sentido. Junto a estos tres
elementos, aparece un cuarto, que llama bienes externos que son el prestigio, la
fama, el dinero, etc.

- Siempre dentro de la Ética aplicada ha de integrarse una Ética de las


Profesiones en general, y no una ética para cada profesión. Y esta ética
profesional, como digo, integrada en la ética aplicada, ha de estar delimitada
por tres ámbitos: lo intrasubjetivo, lo intersubjetivo y lo institucional. Son los
profesionales los que producen los bienes propios de las instituciones. Sin
profesionales no hay instituciones, sin la ética profesional no hay, ni es posible,
una ética institucional.

- No se puede “diluir la práctica profesional sanitaria en proceloso mar de la


‘moral del común’, de trivializar su ejercicio” (Arnaiz, 2006:154). Es posible que sea
una moral ‘específica’, pero nunca ‘especial’.

- Ha de insistir en el cómo, en el saber cómo, que es un saber prudencial.


Una persona prudente es, a día de hoy, una persona precavida y cauta, con un
punto de sagacidad que le hace capaz de urdir artimañas, argucias y engaños.
Se ha perdido gran parte del significado positivo de la Antigüedad clásica, en la
que el saber prudencial era un saber práctico y aplicado, pericial y mañoso,
preciso y oportuno, sagaz y acechante. Un saber de recursos en medio de un
tumulto de dificultades, un saber de expertos que han de moverse en
situaciones hostiles y difíciles. Es tiempo de recuperar esa sapiencia mética (de
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metis, pericia en griego) que habita en el momento oportuno del kairós; y que el
médico sea capaz de emular a todo un Ulises en su práctica diaria (Arnaiz,
2006:160) (Menéndez y Casado, 2011:169).

II
La bioética, tal y como la pensó V. R. Potter, es una disciplina que estudia
los aspectos éticos de la biología y la medicina, esto es, estudia las relaciones
que a nivel global mantenemos todos los seres vivos. Es, por tanto, un
gigantesco campo de estudio y reflexión, que engloba tanto a la ética de la
investigación científica, como a la ética asistencial; pero también, la relación de
los seres humanos con los ecosistemas, o sea, la ética ambiental. Lo que ocurre
es que con el paso del tiempo los esfuerzos se fueron centrando en los dos
primeros puntos postergando el tercero (Casado, 2008:30).

¿De qué asuntos o temas o ámbitos se ocupa la bioética? (Casado,


2008:29-30). ¿De las relaciones entre el personal sanitario, médicos y
enfermer@s, con el paciente y entre sí?, ¿de la reflexión de cuestiones como el
valor de la vida, la dignidad personal, la autonomía del paciente, la equidad,
etc.? ¿Cómo resolver conflictos éticos que surgen en el seno de las sociedades
pluralistas cuando las personas tienen creencias morales radicalmente distintas?
¿Cómo resolver los problemas morales que surgen en el escenario
hipertecnificado en el que se ha convertido, a día de hoy, el ámbito sanitario?
¿Quién decide, quién toma las decisiones importantes, vitales incluso?

La bioética, en los tiempos que corren, suele presentarse “como una ética
civil, secular y pluralista, autónoma y racional” (Casado, 2008:29). La bioética no
tiene semejanza alguna con la formulación química de laboratorio en la que si
unimos una serie de elementos y sustancias en determinadas condiciones de
presión y temperatura terminarán dando, siempre, el mismo compuesto final.
El trabajo de la bioética no es lineal ni monológico. La bioética avanza y
retrocede, se retuerce sobre sí misma, toma elementos de aquí y allá, de un
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experto y de otro, valora elementos de múltiples disciplinas. En la bioética


habla mucha gente, no sólo eso, en la bioética dialogan muchas personas. Y
todo esto, a base de argumentos, de párrafos y párrafos de pensamientos.
Argumentos que expresan las convicciones, creencias, intuiciones de las que
antes hablábamos. Hidrógeno y oxígeno siempre producirán agua. En bioética
los mismos elementos repetidos en dos casos distintos difícilmente tengan el
mismo desenlace. No hay, por tanto, ni formulas de las que deducimos cosas,
ni mecanismos o automatismos de acción y reacción, lo que se hace es un
esfuerzo por comprender. Porque en bioética hay que dar y buscar razones,
pensarlas, justificarlas y legitimarlas, dialogar, buscar ayuda en las tradiciones
pretéritas y escuchar la sabiduría de las voces del pasado, entre otras cosas. Se
trata, en términos de Rawls del equilibrio reflexivo, o en términos de Gracia
(Casado, 2008:42) de la deliberación moral, como aquel “método mediante el cual
examinamos nuestros juicios ponderados o intuiciones morales y los contrastamos con
los principios de la bioética, y con sus resultados previsibles”.

E.O.S. (Ética de las Organizaciones Sanitarias)

I
¿Es posible ir más allá de la ética profesional, de la bioética y sus
principios? ¿Sin perder un ápice, sino sumando elementos? A la hora de
reflexionar sobre el entramado de sistemas integrados que conforma la bioética
[Figura 1], podemos establecer en nuestro análisis la existencia de varios
niveles. La bioética global, la que pensaba Van Rensselaer Potter en 1971
cuando escribía ‘Bioethics: a Bridge to the Future’, engloba y asume una serie de
campos que van desde lo ‘macro’ de la ecología en nuestra aldea global, hasta el
caso concreto en la práctica diaria de los profesionales sanitarios.

Las primeras décadas de desarrollo de la ética sanitaria y biotecnológica


se ha centrado en el nivel ‘micro’ de este esquema, la ética profesional y la
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bioética clínica, de orientación profesional, interpersonal y casuística. Ahora,


estamos en el tiempo de saltar al segundo orden, a un nivel ‘meso’ que ha de ser
corporativo y estructural de orientación normativo-preventiva. Efectivamente,
estamos en el tiempo de la Ética de las Organizaciones Sanitarias (Simón,
2002:252-253).

El desarrollo de la bioética pasa por ir mejorando, progresivamente, los


distintos niveles, integrando estas distintas configuraciones. La bioética clínica
es el primer nivel de desarrollo de la bioética que se encarga de las relaciones
entre los profesionales y sus pacientes, junto con la toma de decisiones clínicas
concretas. Para Simón (2002:252), “la bioética clínica versaría sobre el entramado de
relaciones humanas y decisiones clínicas que, en este primer círculo, se articula en torno
al paciente o usuario, y en las que junto con él participan fundamentalmente los
profesionales sanitarios y sus familias”. La ética de las instituciones es el segundo
nivel de desarrollo, porque el encuentro entre profesional y paciente, además de
la toma de decisiones, se producen en un entorno preciso, en una determinada
organización sanitaria, la cual tiene “unos valores que los guían y una determinada
manera de estructurarse y funcionar que condicionan dicho encuentro profesional-
paciente” (Simón, 2002: 253).

La ética de las organizaciones e instituciones sanitarias hace que los


valores pasen de ser una orientación en la toma de decisiones a guía y norma de
las mismas9. Que se transfiera de los profesionales concretos a toda la
organización. Que ese conjunto de valores normativos dirija la toma de
decisiones en todo el sistema. Esto supone que a nivel de la institución tiene que
darse un consenso racional, esto es, un discernimiento deliberativo sobre cuáles
son los valores que guían la praxis y la toma de decisiones; y, además, cuáles
son los fines con los que opera la institución. Y toda esa reflexión ha de terminar
sustanciándose en una serie de guías de toma de decisiones a nivel de gestión,
por un lado y a nivel del cuidado del paciente por otro. A esto, podemos

9 Consideraciones a partir de lo expuesto por R.L. Potter en 1996 y 1999 (Simón, 2002:253).
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añadirle varios niveles10 más, que se centren, en el área de la gestión económica


y financiera, en las relaciones de los profesionales entre sí, en el área educativa
y, finalmente, en el área de contrataciones de dicha institución.

[Figura 1]

10 Consideraciones a partir de lo expuesto por el Grupo de Trabajo de Virginia (Simón, 2002:253).


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Un clima ético adecuado y una identidad o posicionamiento moral


explícito11 aparecen, actualmente, como algo fundamental en toda organización
o institución que se precie y quiera ofrecer alta calidad asistencial. Una misión,
unos valores relevantes, un código ético, protocolos de actuación, son elementos
que autoexigidos por una organización sanitaria de calidad. Porque,
precisamente, “la ética de las organizaciones debe ayudar a optimizar una gestión de
calidad” (Simón, 2002:254).

COMITÉS DE ÉTICA ASISTENCIAL

I
Estamos de acuerdo con Gracia (2012:18-19) en que los profesionales
sanitarios gestionamos una serie de valores vitales o intrínsecos (tales como la
vida, la salud, el placer y el bienestar) usando valores instrumentales (aparataje
tecnológico, que hace de la atención sanitaria un producto caro).
Aparentemente, como hay dos valores en juego, se piensa en la existencia de
dos ámbitos, dos éticas y dos lógicas. La ética profesional defiende y cuida de
los valores vitales y la ética gerencial de los instrumentales según parámetros
de eficacia, eficiencia y efectividad.

Entonces parece que se nos presenta un dilema de asistencia vs gestión y


de profesional vs gerente. Se vuelven contradictorios y surge la enemistad
porque muchos tienden a medir los valores vitales según gastemos mucho o
poco en valores instrumentales; y otros muchos siguen pensando que lo suyo
son los valores vitales y no tiene que preocuparse para nada de los
instrumentales. ¿Es posible otro modo de relación, de complementariedad, de
coimplicación12? Gracia (2012:21-21) defiende que ni existen dos lógicas ni dos
éticas, ni deberíamos jugar al dilema del uno contra el otro. Una ética asistencial

11 Consideraciones a partir de lo expuesto por Spencer, E. & Mills, A. en 1999 (Simón, 2002:253-254).
12 Implicación como enroscamiento, anudamiento, entrelazamiento e inclusión de partes. Ver ‘El implicacionismo
simbólico’ de Andrés Ortiz-Osés en Cuestiones fronterizas Anthropos 1999 Barcelona
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que coimplique a la profesional y a la gerencial trabajando juntas para atender y


cuidar con calidad al paciente tiene que centrarse en “buscar el curso óptimo que
salve los dos valores o los lesione lo menos posible”. El espacio donde esta
coimplicación toma cuerpo y forma serán los comités de ética asistencial. En
éstos los gestores, profesionales y usuarios se sientan a deliberar buscando esos
posibles cursos de acción.

II
La Ética de las Organizaciones Sanitarias tiene varias áreas de trabajo
[Figura 2], pero en todas ellas, la herramienta básica será los Comités de
Asistenciales de Ética. Dice Simón (2002:255) que la “tendencia actual parece ser la
consideración de la ética organizacional como una gran línea estratégica bajo cuyo
amparo se creen programas o infraestructuras básicas de ética organizacional”. Es, en
este status quo, donde comienzan a colocarse a los C.E., dejando ya atrás
pretéritas funciones de barrera protectora o dique de contención y de mediación
de conflictos.

La primera de esas características que se apuntan suponía apartar de lo


judicial una serie de discusiones para dejarlas en “el ámbito moral de las relaciones
clínicas privadas entre profesionales y pacientes” (Simón, 2002:248). La segunda
suponía que los comités de ética era la mesa de negociaciones donde se
dirimían “los conflictos éticos entre pacientes, familiares y profesionales” (Simón,
2002:248). Todo esto, no se puede eliminar, claro está; lo que trata de hacer la
Ética de las Instituciones Sanitarias es dar más pasos en la evolución y
desarrollo de los Comités de Ética; si usamos la tan moderna adjetivación
informática, lo que se busca es el 2.0 de los comités de ética.

Los comités de ética son los que han de introducir “las consideraciones
morales en la práctica profesional” (Menéndez y Casado, 2011:168). Un comité de
ética 2.0 es un comité de deliberación y decisión, que genera conocimiento y
produce bienes y mejoras tanto al sistema o la institución como a la práctica del
profesional. Lo tecnológico y lo ético están interconectados, relacionados, no
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son dos ámbitos separados por un abismo. Toda actividad técnica o científica
no permanece en puro ámbito de lo teórico-abstracto. Tiene siempre
consecuencias sociales, humanas si se quiere expresar así, por tanto éticas y
morales.

[Figura 2]

Los C.E. han de convertirse en comités de deliberación “en el que las


cuestiones puramente “técnicas” (si las hay) deben ser tenidas en cuenta tanto como las
consideraciones morales, pues éstas dependen siempre de aquéllas (sólo lo posible es
exigible) y aquéllas de éstas (pues sólo lo moralmente admisible es, a la postre, factible)”
(Menéndez y Casado, 2011:171). Y esto no es una tarea fácil y automática.
Requiere esfuerzo, dedicación, recursos y que cambios en la mentalidad de
mucha gente. Hay muchos ahí fuera que harían bien en comenzar a pensar,
seriamente, que ciencia-técnica y ética-deliberación no son antagonistas o
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enemigos. Que lo ético no interfiere en lo científico, sino que hace la ciencia


mejor ciencia, que el experto en bioética no es el inquisidor que fiscaliza el
trabajo del médico o el investigador, del profesional. Que la ética institucional
no enjuicia sumariamente la ética profesional. Un C.E. es un órgano
multidisciplinar, inclusivo e integrador (Menéndez y Casado, 2011:179) que
hace interactuar a lo técnico y a lo ético, a lo científico y a lo humano.
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SEGUNDO DILEMA
PATERNALISMO VS AUTONOMISMO

I
“La ética asistencial es un intento de combinar la teoría moral con la práctica
profesional sociosanitaria” (Casado, 2008:56). La relación asistencial es triangular
y esencialmente asimétrica; y a cada una de la esquinas podemos asociarle uno
de los principios bioéticos [Figura 3]. El paciente-usuario se encuentra inmerso
en el proceso de una enfermedad, es por tanto vulnerable física, emocional y
espiritualmente. Además, el paciente-usuario se encuentra en desventaja
respecto al médico en el conocimiento de la enfermedad que padece. Sobre esa
asimetría, de salud y conocimientos, se ha intervenido, tradicionalmente, con la
no maleficencia y estamos ante el clásico modelo paternalista de la medicina. Si
la que interviene es la autonomía del paciente, tendencia que se va imponiendo
actualmente, es éste el que soporta el peso de las decisiones y puede guiar el
curso de su proceso.

[Figura 3] Casado, 2008:40-41,57


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II
En el modelo paternalista, el clásico y tradicional, el del día a día, el
profesional decide qué es lo mejor para el lego sin contar con la opinión del
mismo. Recuerda mucho aquella máxima del despostismo ilustrado
dieciochesco de todo para el lego pero sin el lego. El profesional sabe y
entiende de salud, sabe de pruebas y números, entiende de técnicas y de
ciencia. El paciente, que está enfermo, como no sabe ni conoce ni entiende de
estas cosas, acude al profesional para que le ayude. El paciente busca al
médico, se pone en sus manos, se le entrega para que le alivie, no buscando la
verdad. El médico decide, porque sabe y entiende y porque es el paciente el
que buscó al médico y no al contrario. El paciente entrega al médico su salud
maltrecha para que éste se la devuelva recompuesta, por eso no es necesario
consultar al paciente a cada momento porque ya hubo una primera entrega y
consentimiento al acudir en busca de ayuda. El profesional obvia que el
paciente tiene una historia vital, preferencias y proyectos personales si eso
tuerce el camino fijado por los protocolos de actuación. El método científico no
tiene que ser importunado en su riguroso proceder. Lo que importan son los
signos, síntomas, analíticas e imágenes diagnósticas, la medicina basada en la
evidencia. La comunicación entre el médico y su paciente es estrictamente
profesional, técnica y basada en las evidencias y hechos mensurables y
susceptibles de aclarar la situación clínica. No hay motivo para entrar en el
terreno de las situaciones personales y emocionales. El médico trata, con rigor,
las patologías del paciente no su modo de vivir o pensar, o cómo se conduce
por su existencia, sus proyectos de futuro, etc. El médico ha de evitar que el
paciente vea agravada su situación clínica, con preocupaciones y molestias
gratuitas, el pobre ya tiene bastante con lo que tiene. Por eso las cuestiones de
la verdad sobre la situación o el pronóstico son temas menores que quedan en
un segundo plano. Lo terapéutico es lo fundamental y en eso hay que centrar la
atención y el esfuerzo. En definitiva, rara vez se informa al paciente del
pronóstico, o se le deja decidir sobre los posibles tratamientos, primero para no
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abrumarlo con asuntos técnicos que no entendería; segundo, para no caer en


excesos emotivos contraproducentes; y tercero, último y más importante, la
autoridad que ordena y decide recae en el médico y es éste el que maneja la
situación.

Un modelo de atención paternalista como éste, tiene también un


paciente arquetípico. Un paciente que pregunta poco o nada. Uno que tiene
miedo y prefiere no enterarse de las cosas. Uno que sigue la estrategia del
avestruz, metiendo la cabeza en un boquete, piensa que si no mira al cáncer, el
cáncer tampoco lo mirará a él. Un paciente que se deja llevar de la mano,
sumiso y pasivo, que no quiere ir más allá de ser un niño bueno que hace caso
de lo que le dicen. Uno que no quiere importunar al idolatrado galeno con sus
cosillas personales. También, una familia que hace todo lo posible por
mantener engañado al paciente, para no hacerlo sufrir más de lo que ya lo
hace. Un paciente, en definitiva, cansado, agotado, aburrido por el dolor, el
sufrimiento, la lucha contra la enfermedad y que claudica y se deja hacer y
deshacer porque no tiene más fuerzas para alzar la voz.

III
Se quiere, se desea, se exige13 pasar a un modelo de interacción basada
en la autonomía del paciente. Un modelo de autonomía es aquel en el que el
profesional no escatima la información relevante al paciente para que decida
qué hacer o no. El punto de partida que manejamos aquí, explica Casado
(2008:207), es que “el paciente tiene derecho a controlar lo que se hace con su cuerpo”.
La autoridad se transfiere del proveedor de cuidados, el profesional, al
paciente padeciente. Como el paciente es dueño de su vida, de su salud y su

13 Una bioética que trate de modificar la atención paternalista tiene que actuar sobre las

legislaciones, las políticas sanitarias, el personal sanitario; pero también sobre el paciente, y también sobre las personas
sanas pero potencialmente partícipes del sistema sanitario, sobre la ciudadanía en general. La enmienda ha de ser sobre
la totalidad o estará abocada al fracaso, porque no puede cambiarse la actitud de las personas respecto a la salud y la
enfermedad si no hay, además y a la vez, cambios de profundísimo calado sociocultural y político. Es este un proyecto
ambicioso que la bioética patria actual, entiendo, no está en disposición de llevar a cabo, en una sociedad polarizada
ideológicamente ya de por sí políticamente proteccionista e intervencionista. Una sociedad que nunca ha sido educada
para su autonomía, y plena mayoría de edad ni en temas sanitarios ni en ningún otro asunto. Pero este tema rebasa con
mucho la economía de este trabajo.
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enfermedad, todo tiene que pasar por sus manos y ha de tomar todas las
decisiones pertinentes. Ahora bien, este modelo autonomista así en crudo,
puede ser tan pernicioso o difícil de digerir como el paternalista. Se corre el
serio riesgo de que el profesional pase de ser proveedor de atención sanitaria a
mero proveedor de información y que como el ‘cliente siempre tiene razón’ se
terminen tomando pésimas decisiones para la salud del paciente. Si el paciente
piensa más en su autonomía que en su salud, mal anda la cosa. Además, esto
no mejora la comunicación entre el profesional y el paciente, sino que pasamos
de los excesos de unos de los pares del binomio al otro. Un monólogo, sea de
uno o de otros, aunque disfrazado, nunca es un diálogo.

En mi opinión se usa una visión algo miope del concepto ‘autonomía’.


Esto de la autonomía no tiene solo que ver con los derechos a rechazar o limitar
el tratamiento. No es solo una cuestión de firmar unos papeles ilegibles, llenos
de tecnicismos, el consentimiento informado. Hay que meterle más cosas. El
profesional respeta la autonomía del paciente pero eso no significa obedecer a
todo lo que se le diga. El profesional tiene su integridad profesional, su moral y
su ética, y por supuesto, cumplir con el ordenamiento jurídico y legal. Aquí
están los límites del modelo de autonomía puro y más radical. Antes lo
hicimos, ahora repetimos. Un buen modelo de autonomía, no uno que sea
escuálido y de ‘medicina a la carta’, tiene también su particular paciente
autónomo. A diferencia del otro modelo, aquí el paciente es una persona, no
un cuerpo-objeto-cosa portador de signos y síntomas. Por tanto, una persona
competente con destrezas adquiridas para manejarse entre sentimientos y
emociones, también para determinar cuáles son sus preferencias e intereses. Y
que además sabe, al menos intuye, cuáles son sus límites de conocimientos y
actuaciones. Se hace cargo tanto de la labor de los profesionales como de los
mecanismos de funcionamiento de las instituciones sanitarias. Y que quiere
que el profesional le informe y le explique qué ocurre con su vida y su salud; y
entre todos buscar las mejores alternativas y cursos de acción. Estamos de
acuerdo con la afirmación de Arrieta (2012:29) de que “tomarse en serio la
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autonomía del paciente es hacer todo lo necesario para que sus decisiones sean lo más
meditadas, prudentes y razonables que sea posible”.

Es difícil, aunque no imposible, aunar las intenciones del paciente y los


conocimientos del profesional. Es la construcción cooperativa de la relación
asistencial (Casado, 2008:215). Una posibilidad, entre otras muchas, de esta
construcción cooperativa y de superar el modelo ‘a versus b’ es la propone el
médico y filósofo norteamericano: A.I. Tauber. Seguimos moviéndonos.

IV
El punto de partido es controvertido: la presencia de la ética en el ámbito
biosanitario es más la respuesta a una crisis que un añadido propio de calidad
extra a la atención sanitaria. Y además, se ha convertido en una cosa propia de
mandarines, una hiperespecialización más con sus expertos y jerga propia. Lo
que Tauber (2012:4) propugna es que “todos los profesionales sanitarios deben
convertirse en especialistas en ética” para empezar; y segundo, “la medicina no debe
pegar la ética a su práctico o a su ciencia, sino que debe reconocer que la ética domina
toda su actividad”. Ni todo el progreso científico ni todo el avance técnico puede
eliminar la cuestión de que la medicina trata del cuidado del paciente, que es
éste y no otro el compromiso de la medicina. La ciencia y la tecnología son el
medio que tiene la medicina para llegar a un fin: cuidar personas, curarlas
cuando sea posible, y si no es posible, paliar su sufrimiento. Esto es algo que
tendría que estar claro y asumido y no cambiar el orden y terminar, como
sucedió, objetivando-cosificando al paciente-persona. Y es porque ni de lejos lo
está, por lo que la bioética está tan en boga y ha adquirido tanta importancia.

Y entonces, “¿cómo poner la ciencia en el lugar que le corresponde?” (Tauber,


2012:7-8). El norteamericano propugna que para que la ciencia médica trate
personas y no enfermedades, “tenemos que reinstalar deliberadamente la ética como
algo central en la teoría y práctica médicas. No un apéndice ni una rama entre otras; la
ética debe situarse en el centro y dirigir a las ciencias médicas que la rodean”. Si
controvertido es el comienzo, lo sigue siendo el desarrollo. La reinyección de la
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“dimensión moral” (Etxeberria, 2012:76) en la práctica médica, en los tiempos que


corren, es entendida por muchos como un paso atrás, inasumible para muchos.
Contra estos que lo piensan, decirles que abogar por una medicina humanista
no es ni volver al oscurantismo ni retornar al paternalismo. En el paternalismo
el médico toma el mando de las operaciones convirtiendo al paciente en objeto
y a la enfermedad en una cosa contra la que hay que combatir. En el
autonomismo el paciente tampoco es lo más importante, lo es el sujeto
autónomo que decide. ¿No es posible elaborar un modelo en el que lo
importante no sea ni lo uno ni lo otro? Lo que A.I. Tauber propone es un
modelo relacional de la ética médica. En este enfoque relacional, “el encuentro
entre médico y paciente es fundamentalmente ético” (2012:20). La relación médico-
paciente no es la que se da entre un sujeto y un objeto, sino una interacción
entre sujetos (Etxeberria, 2012:75). La relación médico-paciente es una relación
de responsabilidad, empatía y reconocimiento. Y esto, no entorpece la
cientificidad de la práctica médica.

El médico piensa y entiende que el identificarse con el rol de tecno-


científico le otorga prestigio y buenos dividendos. E identificarse con roles
humanistas, filosóficos, ético-morales, empáticos lo retrotraen a épocas
pretéritas de oscurantismos pseudoreligiosos y charlatanería o al
sentimentalismo acientífico. Muchos no entienden que añadir una dimensión
ética a la relación con el paciente no significa renunciar a la pericia técnica.
Cuidar personas y ser científicamente competentes no son acciones
contradictorias. Lo que pretende este modelo es establecer dos vectores de
relación, uno del médico al paciente y otro del paciente al médico. Queramos o
no, hay que reconocer una cierta asimetría, primero por la diferencia
insoslayable de conocimientos, y segundo por la pérdida de objetividad al estar
enfermo. Pero si el paciente, en su vector hacia el galeno, debe confiar en la
habilidad del médico, debe recibir un compromiso ético del médico como
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cuidador no solo de devolverle la salud sino “restablecer la identidad completa del


paciente” (Tauber, 2012:24)14.

Fco. Javier Benítez Rubio


Diplomado Enfermería
Licenciado Filosofía

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- Casado da Rocha, A. Bioética para legos. Una introducción a la ética asistencial. Plaza
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- Etxeberria Agiriano, A., Sobre los límites de la identidad individual y la autonomía


en DILEMATA, año 4 2012 Nº. 8 ISSN: 1989-7022, pp. 75-80. Adquirido en la web:

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- Menéndez Viso, A. & Casado da Rocha, A. Comités 2.0: deberes, posibilidades y


desafíos de la ética institucionalizada en el s. XXI DILEMATA 2011 Año 2 Nº. 5, pp. 163-180.
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- González R. Arnaiz, G. Bioética: ¿Se puede hablar de una ética profesional sanitaria?
ÁGORA — Papeles de Filosofía 2006, Vol. 25 Nº. 1 pp. 135-165. Adquirido en la web:

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14 Como no hay barco cuya línea de flotación no pueda ser torpedeada, ni teoría filosófica que pueda ser

descompuesta, ni amigo al que no le crezcan enemigos, al Dr. Tauber, su ética relacional y su epistemología moral, también
se le pueden lanzar varias andanadas de cañonazos: Triviño Caballero, R. Confesiones de un médico o nostalgias de una
vocación (paternalista) en DILEMATA 2011 Año 2 Nº. 5, pp. 67-73. Adquirido en la web:
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Fco. Javier Benítez Rubio
PAPELES DE ÉTICA Y BIOÉTICA

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