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Lo único que quedaba de Clarissa, la

inocente e ingenua muchacha, hace


tiempo que se desvaneció, sin
embargo me sorprendí a mí misma
cuando en un poblado Eissen y
mientras mi voz adornaba la música
del ambiente, volvían a aflorar en mí
emociones que creía ya del todo
desaparecidas... pero estoy
adelantándome mucho en el tiempo
y lo mejor es comenzar por el
principio.

Fui muy feliz en mi infancia, tuve todo


cuanto podía desear tener e incluso
más. Mi padre, Paolo Villanova, era
diferente a los demás nobles varones
de Vodacce. A diferencia de ellos no
estaba amargado por tener un único
descendiente, mujer además. Eso no
le importaba, el gran juego había perdido importancia para él, un error que
nadie en Vodacce, y menos un noble como él, puede permitirse. Y todo por
amor, amor hacia mí y hacia Francesca Villanova, mi madre. Una hermosa
mujer de tez pálida, ojos negros y cabellos como ala de cuervo... recogidos
siempre en un moño dando a sus facciones un aspecto severo que se veía
acentuado por su siempre serio semblante y porque siempre vestía de negro.
Muy pocas veces recuerdo haberla visto sonreír.

Mi madre era una bruja del destino y a pesar de todas las historias que circulan
sobre ellas tanto en Vodacce como en el resto de Theah, mi padre la amaba.
Quizá si no nos hubiera querido tanto no habría estado tan ciego para no ver
lo que se fraguaba a sus espaldas, porque al contrario que mi padre, mi madre
era una mujer muy ambiciosa y no podía soportar la manera en que mi padre
desperdiciaba su vida sin intentar siquiera llegar a lo más alto valiéndose de las
capacidades Sorte de su amada esposa. Aquello era inconcebible para mi
madre, pero también lo era para mi padre pues él veía a Francesca no como
una simple herramienta para alcanzar el poder sino como lo que era, su mujer,
la mujer a la que amaba y por la que estaba dispuesto a dar cualquier cosa.

Este era el motivo de las mil y una discusiones de las que secretamente fui
testigo y los momentos más amargos que solía pasar, pero no duraban mucho.
Cada vez que acababa una de estas disputas mi padre iba en mi busca,
supongo que necesitaba el consuelo de tener el cariño de su única hija ya que
por mucho que odiara admitirlo, no tenía el de su esposa. Siempre salíamos a
pasear por Porta Serafina y cuando regresábamos a casa mi padre volvía a
estar tan risueño como siempre. Aún recuerdo cómo le brillaban los ojos cada
vez que miraba a mi madre y cómo sonreía cuando ella le dedicaba atención
aunque sólo fuera por algunos segundos. Pero aquella noche al regresar de
nuestro paseo las cosas cambiaron para siempre. Cuando nos sentamos a
cenar, mi padre parecía recuperado de la discusión. Bromeaba conmigo y de
vez en cuando tomaba tímidamente la mano de mi madre y se la besaba...
hasta que mi madre clavó en mí su fría mirada y con su melodiosa voz
anunció:

- Paolo, disfruta cuanto puedas de tu hija ahora porque muy pronto va a


dejarnos- sentí como si me hubiese abofeteado ¿acaso iba a morirme? Y lo
que era casi peor, ¿le importaba tan poco a mi madre que ni siquiera había
pestañeado al comunicárnoslo?

Mi padre soltó su mano con brusquedad y se puso en pie inclinándose sobre la


mesa en la que tenía ambos brazos apoyados. La miró directamente a los ojos,
algo que muy pocos hombres osaban hacer.

- Explícate- pidió él en tono autoritario. Nunca lo había visto tan furioso.

- Si de veras te preocuparas por el futuro de tu hija habrías advertido ciertos


detalles... querido- yo quería desaparecer de allí, por una vez era testigo
directo de la discusión y eso no mejoraba en nada las cosas.

- No me hacen falta tus poderes para saber lo que vas a decirme Francesca,
siempre he sabido que este momento llegaría pero no voy a permitirlo- la cara
de mi madre se descompuso en una mueca de odio.

- ¿Cómo te atreves? No dejaré que la conviertas en una proscrita. ¡No puedes


privarla de su destino! ¡También es mi hija!- cada vez entendía menos lo que
ocurría ¿iba a morirme o no? Era lo único que me importaba saber, pronto
descubriría que hay destinos mucho peores que la muerte.

- Y por eso mismo deberías desear una vida distinta de la tuya para ella- no
fueron tanto las palabras de mi padre como el hecho de ver que algo
parecido a un hilo negro estaba formándose en torno a él, lo que me hizo
comprender exactamente de lo que estaban hablando mis padres. Había
escuchado a mi madre hablar mil y una veces acerca de las hebras que veía
y tocaba para doblegar el destino a sus deseos. En numerosas ocasiones yo
también las había visto entretejiéndose y uniéndose a la gente que me
rodeaba, pero eran tan difusas que nunca creí que tuviera la mayor
importancia. Pero ahora empezaba a verlas con mayor frecuencia y mucho
más fuertes, mi madre parecía haberlo advertido. Así pues tenía que darle la
razón, aquello sólo podía significar una cosa: yo era como ella, una bruja del
destino y mi padre quería evitar a toda costa que yo me convirtiera en lo que
era mi madre.

En ese momento lo quise más que nunca, yo no quería ser como Francesca,
tan fría y calculadora, deseaba ser como él. Vivir la vida sin seguir ninguna
regla, salvo las suyas propias, encontrar mi propio camino y recorrerlo. Pero al
parecer mi camino estaba ya marcado y andado por tantas otras mujeres
antes que yo y a las que muy pronto me uniría quisiera o no.

- Lo siento querido, pero esto no es negociable. Por mucho que te pese,


Clarissa es una bruja del destino y como tal recibirá su formación- sentenció
Francesca.

Yo no me atrevía siquiera a respirar, tenía miedo de mi madre y también de


defraudar a mi padre. Pero lejos de ello mi padre me miró con ternura. Los
lazos que nos habían unido siempre se hicieron más fuertes en ese instante,
pude sentirlo y también verlo con mis propios ojos. Justo lo contrario que el
amor que había sentido hacia mi madre, en ese mismo instante la hebra que
lo unía a ella se quebró.

- No, Francesca. Clarissa no será una proscrita puesto que aún no es una bruja
del destino y si de mí depende no lo será jamás. Clarissa, ve a recoger tus
cosas. Nos marchamos.

- ¡¡¡No te atreverás Paolo!!!- Tronó la voz de mi madre, furiosa como jamás la


había visto.
Pero mi padre se atrevió… y pagó por ello con la vida. A la mañana siguiente
cuando fui a despertarlo como todas las mañanas lo encontré sin vida,
tendido en la cama con su rostro congelado en una mueca de terror. Odio
admitir que todavía me duele recordarlo.

Y así fue como teniendo recogidas mis cosas para embarcarme con mi padre
rumbo a Castilla me encontré siguiendo a mi madre hasta las mismas puertas
de la Dilatente, la escuela de refinamiento para Brujas del destino situada en
Serine. Las lágrimas me corrían por las mejillas, la muerte de mi padre supuso
un duro golpe para mí no sólo por lo mucho que lo quería sino porque estaba
casi segura de que la culpable de ello era mi madre.

- Límpiate esa cara y deja de llorar de una vez- me espetó mi madre antes de
cruzar el umbral de la Dilatente-. Como vuelva a verte derramar una sola
lágrima lo lamentarás. No soporto a los débiles, eres como tu padre y mira
cómo acabó. Pero cambiarás, ya lo creo que lo harás si quieres conservar tu
cordura intacta- la odié intensamente por todo cuanto me estaba diciendo y
ella lo supo de inmediato. Pero eso no le disgustó, muy al contrario, se sintió
complacida y lo tomó como el principio de mi transformación. Por mucho que
me duela tengo que darle la razón porque ese odio me mantuvo serena
durante los años que tuve que pasar allí, y fue por ese mismo odio y por el
deseo de saber con certeza que ella había asesinado a mi padre por lo que di
lo mejor de mí misma para aprender a controlar mis capacidades Sorte.

A medida que mi poder crecía y mi odio hacia mi madre aumentaba con


cada visita que ella me hacía, mi carácter fue tornándose agrio. Con cada
pequeño avance que hacía descubría una parte de la verdad acerca de las
brujas del destino y del futuro que me aguardaba. Pero fueron las duras e
incontables horas que dediqué mis esfuerzos a conseguir aprender a leer y
escribir lo que más satisfacción me reportó pues gracias a ello comprendí que
nuestro poder era venerado y respetado pero también temido por los hombres
y que por ello nos mantenían bajo su yugo, éramos tan poderosas que
cualquier conocimiento que pudiésemos adquirir suponía un peligro para ellos.

Los odié a todos por ello, salvo a mi padre. Él era diferente, había intentado
evitar por todos los medios que yo llevara esa vida. Pero su muerte me había
condenado a un futuro en el que estaría casada con un pomposo imbécil
cualquiera, amargada y sola aun rodeada de gente. Sería simplemente un
instrumento del que valerse en la escala de poder de todos aquellos que nos
temen. En nuestra ignorancia radicaba el control y por lo tanto el poder
quedaba así en manos de los hombres. Por ello redoblé mis esfuerzos para
tener una formación lo más completa posible en esas artes prohibidas para las
brujas del destino antes de que estuviera lista para abandonar la Dilatente. Yo
no iba a ser un instrumento tan fácil de manejar, iba a ponerles las cosas muy
difíciles a quienes intentaran hacer de mí una herramienta más a utilizar en el
Gran Juego.

El resentimiento me cambió por completo, lo poco que quedaba de aquella


risueña y dulce niña que no se había desvanecido a la muerte de mi padre
comenzaba a disiparse. Comprendí que era mucho más sencillo adoptar una
postura fría, distante, antipática, odiosa, cualquier cosa que pudiera alejar a la
gente para impedir que pudieran hacerte daño. Como mi madre no paraba
de repetirme: “es mejor ser temida y respetada que amada y traicionada”. Y
para mi sorpresa lo conseguí sin demasiado esfuerzo. Llegó un momento en
que nadie que me conociese se atrevía a importunarme ni a cruzarse en mi
camino y quienes no me conocían y así lo hacían tenían buen cuidado de no
cometer el mismo error. Incluso mi madre parecía más cautelosa a la hora de
tratar conmigo y llegó un momento en que dejó de venir a visitarme cosa que
agradecí en grado sumo a pesar de que creía que eso significaba posponer el
momento en que conocería la verdad sobre la muerte de mi padre. No podía
estar más equivocada. Recordé un detalle acerca del momento exacto en
que la hebra negra se había formado en torno a mi padre. La hebra negra era
augurio de muerte, y aquella unía a mi padre y a mi madre. Si mi padre había
resultado ser el muerto, mi madre era su asesina, el otro extremo de la hebra.
Ahí estaba la prueba que andaba buscando. No le di más importancia a
aquello, ¿para qué? Desde donde estaba no podía hacer nada para vengar
a mi padre, sólo tenía que esperar el momento adecuado.

Meses después de haber cumplido los 16 años recibí una notificación en la que
mi madre me comunicaba sin tapujos que me había prometido en
matrimonio. En mi ingenuidad había pensado que siendo tan sumamente
intratable que ni siquiera ella era capaz de aguantarme, no lograría jamás
encontrar un hombre que fuese capaz de soportarme, pero una vez más
había estado equivocada. Me esforcé por ser más odiosa si es que era posible,
si yo había de sufrir el imbécil al que me había prometido sufriría conmigo.

Cuatro años transcurrieron desde mi ingreso a los 13 en la Dilatente cuando


llegó el momento de partir hacia mi nuevo destino y ese mismo día, sin
dejarme regresar al que había sido mi hogar ni cambiar mi atuendo de bruja
del destino por ropas más cómodas, mi madre y yo embarcamos, pues había
llegado la hora de llevarme ante mi prometido de quien yo nada sabía y para
ser honestas no tenía ningún interés en saber nada sobre él.

Y así fue como nos pusimos en marcha en un viaje que no debía llevarnos más
de unos pocos días y que sin embargo la Sorte me indicaba todo lo contrario.
El hombre extraño y el viaje sin fin... Algo iba a pasar, podía sentirlo.

La cubierta del barco estaba casi totalmente desierta cuando salí a tomar un
poco el aire, los marineros me rehuían. Según dicen da mala suerte llevar a
bordo una mujer y no digamos ya una bruja del destino. Y si eran dos como en
este caso… Aquello era lo que yo buscaba, paz y tranquilidad antes de que
ocurriera lo que tenía que ocurrir y no se hizo esperar.

Unas horas más tarde, mi madre reunió el valor suficiente para acercarse y
entablar una conversación conmigo:

- Confío en que no me causarás problemas, te comportarás como es debido y


cumplirás con tus obligaciones como bruja del destino y esposa- dijo
intentando aparentar una entereza que en realidad no poseía.

Levanté la vista de las aguas del mar con deliberada lentitud y la atravesé a
ella con la mirada. El estremecimiento que recorrió a Francesca me hizo sentir
un placer inconmensurable.

- Por supuesto, seré una esposa tan ejemplar como tú, madre- le dije
sarcástica-. Tú no eres nadie para decirme cómo debo o no debo
comportarme- espeté con la voz cargada de desprecio. Ella frunció el ceño y
abrió la boca para replicar pero entonces los gritos de los marineros nos
alertaron de la proximidad de un barco corsario.

No tardaron mucho en abordarnos para hacerse con todo lo que llevábamos,


eran muchos y nosotros muy pocos para hacerles frente pero aún así los
estúpidos marineros decidieron plantar cara. En la refriega vi la ocasión
perfecta de hacer pagar a mi madre por la muerte de mi padre. Aproveché el
caos que reinaba en cubierta para empujar a mi madre por la borda:

- El te amaba y tú lo traicionaste, ¡¡¡zorra!!!- grité al borde del llanto por primera


vez en 11 años mientras veía caer a Francesca y era testigo de cómo se la
tragaban las aguas.
Sin embargo, antes de desaparecer para siempre aún tuvo fuerzas para
manipular las hebras y como consecuencia de ello recibí un disparo en un
hombro. Perdí el sentido y cuando lo recuperé me encontraba en una
habitación que no era la mía y dos hombres me miraban entre preocupados y
aterrorizados.

- ¿¿Qué hacemos capitán?? ¡Ya despiegta!- Dijo en Castellano con un


marcado acento Montaigne el hombre que vestía extravagantes ropajes sólo
dignos de un noble Montaignense.

- Ante todo cuídate de mencionar nuestros nombres, ¿entendido?- Dijo el otro


en un perfecto Castellano.

- Entendido Benito…- enmudeció el Montaigne dándose cuenta de que


acababa de meter la pata.

- Muchas gracias Jean Pierre- se desquitó el capitán mientras se llevaba una


mano a la frente.

Temiendo el sinfín de desgracias que les perseguirían por el resto de sus días, los
corsarios no habían tenido
valor para abandonarme
a mi suerte. Sin saberlo, al
haberme secuestrado me
acababan de liberar pero
no me mostré agradecida
en absoluto. Si lo hacía se
aprovecharían de mis
facultades en pago del
favor que me habían
hecho y eso era algo que
no estaba dispuesta a
consentir.

Acababa de convertirme
en una fugitiva pero no
me importaba puesto que
ese era mi destino: el viaje
sin fin y el hombre
desconocido: el capitán
del navío, mi secuestrador
y al mismo tiempo mi
libertador.

Clarissa Villanova.
1. ¿Cuál es su nombre completo?

Clarissa Villanova

2. ¿Dónde y cuándo naciste? ¿Cuál es tu fecha de cumpleaños?

Nací en Porta Serafina, en el 14 de Corantine de 1648

3. ¿Quién te crió? ¿Por cuánto tiempo?

Prácticamente me crió mi padre; mi madre estaba demasiado ocupada con el


Gran Juego y haciendo sus propios planes para mi futuro. A los 13 años
abandoné el que hasta entonces había sido mi hogar e ingresé en la Dilatente
donde comenzó mi formación como bruja del Destino.

4. ¿Qué sucedía en la región cuando creciste? ¿Te influyó de alguna manera?

Intrigas políticas entre los príncipes y fastuosas fiestas en el palacio Villanova


de Porta Serafina. Nada de ello estaba a mi alcance, nadie implicado en el Gran
Juego querría acercarse a una bruja que pudiese ver algo que no le conviene que
se sepa y las fiestas me estaban vedadas como a todas las mujeres “decentes” de
Vodacce.

5. ¿Tienes parientes? ¿Cómo te llevas con ellos? ¿Qué están haciendo en la


actualidad?

Aunque muchos intentan, y a veces incluso consiguen, cortarle ramas a mi árbol


genealógico, éste se resiste a marchitarse. Mi familia sigue siendo extensa pero
no mantengo ningún contacto con los parientes. No sé qué hacen, supongo que
lo de siempre, extorsionar, asesinar, secuestrar,… poner en práctica cualquier
medio que les permita medrar políticamente. Pero lo cierto es que no me
importa, por mí pueden irse todos al infierno.

6. ¿Tuviste amigos en tu infancia? ¿Cuáles? ¿Siguen vivos? ¿Sigues en


contacto con ellos?

Recuerdo haber sido feliz en mi infancia, lo demás no tengo interés en


recordarlo.

7. ¿Cómo conociste a tus compañeros en el caso de que ya los hayas conocido?


¿Lleváis juntos desde entonces?

Compañeros no es la palabra que yo usaría para referirme a esos patanes


desaliñados, pero los conocí en un barco camino de Dionna. Los preparativos
para mi matrimonio estaban listos, mi madre se había ocupado de todo, sólo
debía presentarme ante mi prometido. Pero durante el viaje nuestro barco fue
atacado por la más miserable, patética, absurda y triste banda de desarrapados
piratas que jamás han surcado los mares. El asalto fue rápido, sólo querían la
carga y nadie tenía que salir herido... pero uno de esos estúpidos se puso
nervioso y acabó hiriéndome. Cuando desperté, me encontraba a bordo del barco
pirata, si es que puede llamársele barco a este nido de ratas flotante, y era la
“rehén” de su capitán.

8. ¿Dónde vive ahora y con quién? Describe el lugar y las personas que viven
con él.

Sigo a bordo del Azote, con un montón de borrachos malolientes, Jean Pierre,
que es un noble hedonista y superficial y con Benito, el capitán pirata más
estúpido e incapaz que pueda existir y el muy tarugo sigue creyendo que este
pútrido cascarón de madera flotante es el azote de los siete mares.

9. ¿A qué se dedica?

A meterme en problemas y salir huyendo prácticamente de cuantas ciudades


visitamos.

10. Escribe una descripción completa sobre él. Debes considerar altura, peso,
raza, color de pelo, ojos y tatoos, cicatrices o cualquier otra marca que le
diferencie.

Clarissa es una mujer de gran belleza, corta estatura y aspecto aparentemente


delicado, con la piel muy pálida y el cabello de un intenso color negro. Sus
formas son rotundas y evidentes y no parece tener más marcas o características
destacables salvo tal vez su mirada, especialmente intensa e inquietante, algunos
dirían incluso que aterradora.

11. ¿A qué clase social pertenece?

Antes formaba parte de una élite social de Vodacce, una élite prisionera, pero
élite al fin y al cabo... Ahora supongo que no pertenezco a ninguna clase, salvo a
la de los fugitivos y los desheredados.

12. ¿Tiene alergias, enfermedades u otras debilidades físicas?

No.

13. ¿Es diestro o zurdo?

A diferencia de la mayoría de mis compatriotas, diestra.

14. ¿Cómo suena su voz?

Suave, casi aterciopelada, sin embargo, bajo esa aparente suavidad, se esconde
una voz inflexible y afilada, dura como el acero llegado el caso.

15. ¿Qué frases o palabras usa con frecuencia?

Eso depende de a quién las dirija.

16. ¿Qué lleva en sus bolsillos?


El tarot. Mucha gente cree que también oculto una enorme araña venenosa, pero
ni se han atrevido a preguntar ni tampoco a comprobarlo de ninguna forma.

17. ¿Cuál es su comida favorita?

Cualquiera que no haya sido cocinada en El Azote.

18. ¿Cuál es su color favorito?

El rojo, especialmente cuando baña mi espada.

19. ¿Cuál es tu "hobby" favorito?¿Le dedicas tiempo?

Tocar el arpa, coser, leer, hacerle la vida imposible a Benito. Oh sí, ya lo creo
que le dedico tiempo, sobre todo a esto último, no lo puedo evitar.

20. ¿Tiene tics, manías, hábitos extraños u otras características que le definan?

¿Cuenta lanzarle cosas a la cabeza al capitán? Me gusta encerrarme en mi


camarote a tocar el arpa y a veces lo hago realmente mal. Esa suele ser la señal
que indica a todos los marineros que será un muy mal día para alguien.

21. ¿Cuáles son tus metas a corto plazo?¿Cuáles son tus metas a largo plazo?

Sólo el Destino lo sabe.

22. ¿Estás interesado en buscar pareja? ¿Qué tipo de persona sería tu pareja
ideal?

¡¡Theus, no!! Tuve la oportunidad de escapar del matrimonio que mi madre


había concertado para mí y pienso aprovecharla al máximo.

23. ¿Eres miembro devoto de alguna organización o causa no religiosa


(sirviente de un rey, miembro de un gremio, etc.)?

No.

24. ¿Qué tarea te negarías completamente a realizar?

Depende de la compensación que la tarea pueda reportarme.

25. De la siguiente lista ¿Cuáles son sus mayores temores? ¿Cuál es su origen?
¿Podría llegar a superarlos? ¿Cómo reacciona ante ellos?
Sus mayores temores suelen estar asociados a los sentimientos, cree que estos la
hacen débil y vulnerable así que siempre procura ocultarse tras una máscara de
frialdad insolente cuando no reacciona con un estallido colérico.

1.1. Aparentar vulnerabilidad: el personaje prefiere ocultar sus


defectos y sentimientos para que no le juzguen por ellos, ni
parecer menos hombre / mujer de lo que es.

1.2. Carecer de libertad o comprometerse: tiene miedo de que le


arrebaten su capacidad para hacer lo que quiere o de sentirse
con la obligación de realizar alguna tarea.

1.3. Envejecer: el personaje piensa que la vejez hace perder la


belleza y que convierte a la gente en seres débiles y
despreciados por los demás.

1.4. Fracasar en alguna competencia: odia perder en algún plan,


en alguna riña o conflicto, o incluso su trabajo o su pareja.

1.5. No tener pareja o hijos: se siente fracasado cuando no tiene


a nadie a su lado o si no ve cumplidos sus deseos de tener
descendencia.

1.6. Perder algo material: el personaje vive obsesionado por


seguir poseyendo cierto objeto en buenas condiciones y que no
se estropee o no se lo roben.

1.7. Perder el encanto físico: tiene miedo de que ya no tenga el


mismo éxito con el sexo opuesto y también de perder
facultades sexuales.

1.8. Perder el control de alguien: le atemoriza pensar que puede


perder a cierta persona que tiene a su cargo o de la que
depende.

1.9. Perder el tiempo o no tener suficiente tiempo: siente que el


tiempo no le cunde y le preocupan las interrupciones.

1.10. Quedarse solo o sin tareas: prefiere no quedarse solo o estar


siempre ocupado haciendo cosas, porque teme escuchar a sus
propios pensamientos.

1.11. Sentirse inferior a alguien: el personaje, de naturaleza


envidiosa, se siente mal cuando alguien le supera en algo o
posee algún objeto o alguna habilidad que él desea.

1.12. Ser el centro de atención: no le gusta estar entre mucha


gente ni que se fijen en él, porque prefiere ir a su ritmo.
1.13. Ser engañado: teme ser inocente y que la gente le confunda,
llevándole por un mal camino.

1.14. Ser herido o enfermar: tiene miedo de ser atacado, sufrir


daño o sentirse mal, puesto que se siente demasiado frágil.

1.15. Ser humillado o ignorado: le gusta ser escuchado o el centro


de la atención, por lo que no sabe qué hacer cuando nadie le
hace caso o es rechazado por alguien.

1.16. Ser privado de intimidad, o sentirse obligado a alguien: se


considera autosuficiente y no le gusta depender de nadie,
incluso si pretenden ayudarle.

1.17. Ser víctima de sus miedos o a perder la razón: el personaje


tiene miedo a no poder vencer sus miedos o a dejarse
manipular por pensamientos propios que no pueda controlar.

1.18. Tener emociones: para él, las emociones son un síntoma de


debilidad que debe evitar sentir, porque desconoce cómo
manejarse con ellas.

1.19. Tomar decisiones: no le gusta decidirse por sí mismo, porque


teme confundirse o que la elección tomada no sea la mejor.

1.20. Toparse con lo desconocido: necesita conocer la situación de


antemano pues, si algo se le va de las manos o no lo entiende,
pierde el control.

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