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Baile en la Bíblia

Loron Wade (1)

PREGUNTA: ¿Por qué no se debe bailar si no tiene nada de malo? El baile es


parte de nuestra cultura y ¿acaso David no bailaba?

El baile o danza se menciona 27 veces en la Biblia. En la primera referencia dice


que María dirigió a las mujeres de Israel en un canto y danza después de que
pasaron a salvo por el Mar Rojo (Ex 15:20). En la última Jesús dice que el
retorno del Hijo Pródigo se celebró con música y danza. En estos dos ejemplos,
la danza no es condenada.; de hecho en ninguna de las 27 citas bíblicas la danza
es condenada. Además, el Señor Jesús no dijo que la danza del Hijo Pródigo
tuvo lugar cuando éste andaba perdido, sino cuando ya estaba de vuelta en casa
de su padre. Y el sabio Salomón dice específicamente que hay un “tiempo para
bailar” (Ecles 3:4). ¿Cómo te parece?

En la Biblia no vas a encontrar una sola condena a esta actividad, pero vas a
descubrir algo más: No vas a encontrar una sola cita que menciona un baile
como los que conocemos hoy. Por ejemplo, no habla nunca de que bailaran
hombres con mujeres o que bailaran dos personas abrazadas de ninguna forma.
Además no vas a encontrar una cita en que dice que se practicara el baile por
diversión o recreación. Es que estamos propensos a leer la Biblia con lentes
culturales propios y no tomar en cuenta la cultura que predominaba en aquel
entonces. En la cultura de Palestina, había algunas formas de expresar alegría
que no son comunes hoy. Por ejemplo, la Biblia menciona que las personas
daban saltos de alegría. Hoy los adultos no somos muy dados a saltar cuando
estamos contentos, pero en aquel entonces sí era algo completamente común y
natural. La danza que menciona la Biblia es sencillamente una extensión de esta
costumbre. Como tal, era natural que las mujeres de Israel danzaran para
celebrar la victoria en el Mar Rojo (Ex 15:20) y la victoria de David sobre Goliat
(1 Sam 18:7). Y es muy lógico también que el padre del Pródigo organizara una
danza, pues en esa cultura era una expresión clásica de regocijo. Entonces, ¿qué?
Si la danza es una expresión de alegría, ¿acaso vamos a organizar uno como
parte del culto divino el próximo sábado para expresar nuestra alegría en el
Señor? Creo que no. Eso sería tratar de imponer la cultura del antiguo cercano
oriente sobre la nuestra. Así como el idioma verbal cambia, también cambia el
lenguaje cultural, y el Señor acepta que cada quien le hable en su propio idioma.
Si no quisieras que te prediquen el próximo sábado en hebreo, creo que tampoco
sería bueno expresar tu alegría cristiana de una manera que tal vez sería normal
en la cultura hebrea, pero que no va a ser entendida de la misma manera en la
nuestra.

Además, creo que estarás de acuerdo de que el baile que se practica hoy en el
mundo es totalmente diferente al mencionado en la Biblia cuando habla de las
danzas del antiguo Israel. Cuando yo era muchacho, nos dijo un pastor:
“Durante mi experiencia en el ministerio juvenil, varias veces se me ha
preguntado ¿qué tiene de malo el baile? Pero yo he notado que quienes
preguntan siempre son las señoritas. Los varones nunca me han hecho la
pregunta. Ellos ya saben qué tiene de malo”. Un día tuve ocasión de mencionar
esto en clase, y uno de los jóvenes dijo: “Pastor, eso sería en su tiempo, pero hoy
ya no es cierto”. Creo que vacilé un poco, dudando lo que quería decir, porque él
agregó en seguida: “Hoy las muchachas también saben qué es lo que tiene de
malo”.

Del vals y el minué de siglos pasados, el baile evolucionó en la música swing y


el jazz en la primera mitad de este siglo y en el rock metálico y el rap de hoy.
Cada uno de estos cambios ha significado un incremento significativo en la
intensidad de los ritmos y el estridente golpeteo del acompañamiento. Ha
significado además un aumento proporcional en el poder de la música para
producir un impacto en el cuerpo y la mente. Ritmos hipnóticos procedentes del
vudú y de otras religiones espiritistas de África han invadido el mundo a través
de los grandes monopolios musicales de Nueva York, y tienen un efecto
semejante al de las drogas en al mente de millones de jóvenes. Si alguna vez la
iglesia necesitara reafirmar su posición en cuanto al baile, es hoy. Quiera el
Señor llenarnos poderosamente de su Espíritu para que podamos discernir la
verdad de este asunto y para que seamos guiados con el poder de lo alto al
hablar con otros.

La Biblia afirma claramente que el verdadero concepto de familia proviene del mismo Dios, "el Padre
de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra" (Efesios
3:14,15).

En el carácter de Dios vemos las cualidades de la paternidad. El es un Padre para Sus hijos. Esto
significa:

• Normas espirituales,
• Amor fiel,
• Total confiabilidad,
• Paciencia y perseverancia.

A pesar de lo mucho que le han fallado Sus hijos, Dios no olvida Su propósito.

Nuestras responsabilidadesEn lo que a nuestras responsabilidades familiares se refiere, nosotros los


padres debemos establecer las normas. Nuestros matrimonios deben tomar el modelo de las normas
del cielo. Nuestro amor mutuo debe ser constante. El ejemplo de nuestras relaciones debe constituir
un signo exterior que refleje nuestro compromiso interior con la Verdad que proviene de la Palabra de
Dios. Debemos honrarnos uno al otro porque somos "coherederos de la gracia de vida." El apóstol
Pedro continúa: "...para que vuestras oraciones no tengan estorbo" (1 Pedro 3:7). No podemos obtener
fortaleza de nuestra relación familiar con Dios si no procuramos proporcionar fortaleza en nuestras
relaciones familiares mutuas.

Tenemos la obligación de instruir a nuestros hijos sobre la paternidad de Dios y la boda de la iglesia
con su Señor, pero no podemos hacerlo si el modelo no está siendo reflejado en nuestros propios
hogares. Respecto de Abraham, Dios pudo decir: "Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa
después de sí, que guarden el camino de Jehová" (Génesis 18:19).

A los hijos de Israel les fue dicho que enseñaran los mandamientos de Dios: "Y estas palabras que yo
te mando hoy, estarán sobre tu corazón, y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu
casa y andando por el camino..." (Deuteronomio 6:6,7). Entonces, preguntémonos:

• Con cuánta frecuencia leemos juntos la Biblia?


• ¿Oramos juntos con regularidad?
• ¿Podemos explicar bien los principios fundamentales de la enseñanza bíblica?
• ¿Qué tan activos estamos como familia en la Verdad?
• ¿Tenemos invitados en nuestros hogares para hablarles acerca de la Verdad?
• ¿Es natural en nuestra familia el estar envueltos en las actividades de la iglesia?

Un temprano comienzoLas normas deben ser establecidas tan temprano como sea posible. Pablo
podía decir respecto de Timoteo: "Desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras" (2 Timoteo
3:15). Con anterioridad había explicado la forma en que la fe de Timoteo había sido desarrollada por
medio del ejemplo y la influencia de su abuela y de su madre (2 Timoteo 1:5).

Los niños pequeños son muy receptivos y hasta ansiosos por aprender. Por esto el Señor exhorta a
sus discípulos a ser como niños. Como padres, nosotros tenemos una simple elección: tratar de guiar
a nuestros hijos dentro del camino de la verdad y la justicia, o con nuestra negligencia atar una piedra
de molino a su cuello y ahogarlos.

Al mismo tiempo, en nuestro celo por hacer lo correcto debemos mostrar equilibrio. En un mundo de
atracciones fantásticas e influencias seductoras, puede que nuestros hijos encuentren la forma de vida
de sus amigos mundanos más deseable que la nuestra si sólo ofrecemos un régimen de aburrimiento
y excesivo rigor. La vida familiar debe ser alegre por lo menos parte del tiempo. En vez de prohibir
todas las cosas que nos parecen mundanas, podríamos ser selectivos y ayudar a nuestros hijos a
discriminar entre lo que es saludable y útil y lo que es malo e insidioso.

• ¿Tratamos de gozar de las cosas verdaderamente buenas de la vida?


• ¿Provocamos entusiasmo por las actividades intelectuales y físicas?
• ¿Aprovechamos la creatividad e imaginación de los niños?
• ¿Es positiva nuestra actitud o demasiado negativa?

EducaciónNo debemos dar una importancia excesiva a la educación mundana, pero tampoco
debemos tenerle miedo. Moisés, Daniel y Pablo aprendieron a hacer buen uso de la sabiduría
humana. Si establecemos firmemente los principios fundamentales en el hogar, nuestros hijos podrán
tener éxito en la escuela sin descuidar las normas y valores esenciales del hogar.

La familia de la fe
Nuestras iglesias tienen la responsabilidad de vigilar las familias de los miembros, y también la de
cuidar la vida familiar de la iglesia. ¿Qué ejemplo debemos poner los que pretendemos ser hijos de
Dios y hermanos en Cristo?

• ¿Conocemos bien a los niños de nuestra iglesia?


• ¿Ayudamos a animar y apoyar las familias de la iglesia?
• ¿Realizamos reuniones y actividades que involucran a nuestras familias?
• ¿Somos sensibles a las tensiones de la vida familiar? ¿Animamos o criticamos?

Recordemos que los niños son nuestra mejor fuente de futuros miembros. Sin nuestras familias la
hermandad tendría un futuro dudoso. Compartamos, pues, las alegrías y pesares de nuestra vida
común, ya que pertenecemos a "la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y
profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien
coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor" (Efesios 2:19-21).

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