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JOSÉ ANTONIO Y LA CONQUISTA

DEL TIEMPO NUEVO

Conferencia pronunciada en Alicante el día 20 de noviembre de 1961, en el acto


conmemorativo del XXV aniversario de la muerte de José Antonio.

3.ª edición
AGUSTIN DEL RIO CISNEROS
JOSÉ ANTONIO Y LA CONQUISTA DEL TIEMPO NUEVO
Sucs. de Rivadeneyra. S. A.-Paseo Onésimo Redondo. 26-Madrid-8
Foro de Ideas
NUEVO HORIZONTE

Digitalizado por Falange Española de las JONS (2008)

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ÍNDICE

I. RECUERDO Y MISIÓN ..................................................................................................3

II. TIEMPO NUEVO ...........................................................................................................4


1. Superación de las contradicciones de la época
Antagonismos culturales, políticos y sociales
2. Factores y procesos de aceleración histórica
3. Ejes de aceleración en esta era de tensión universal

III. DINAMICA DE LAS IDEAS POLITICAS EN JOSÉ ANTONIO ....................................11


El proceso histórico-social
Advertencia contra las confusiones
El camino de la revolución
Síntesis política actual

IV. EL MENSAJE FUNDACIONAL Y EL MOVIMIENTO ..................................................15

V. PRESENCIA ESPAÑOLA EN LA CONVOCATORIA DEL TIEMPO ............................17

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I. RECUERDO Y MISIÓN
Cada aniversario de José Antonio, de su irrupción a la vida pública española (29 de
octubre) y de su muerte personal (20 de noviembre), es para nosotros recuerdo y misión, dolor
y compromiso, meditación y penitencia, esperanza y servicio.
José Antonio abrió una nueva Era a la vida española. El se asomó a una España en ruina
moral: "Así resulta que cuando nosotros-dijo José Antonio-los hombres de nuestra generación,
abrimos los ojos, nos encontramos una España en ruina moral, una España dividida por todos
los odios y todas las pugnas."
José Antonio ofrendó su vida en esa lucha trágica y heroica de los años treinta, para abrir a
España un camino ascendente de redención, de unidad y de justicia. Camino lleno de
asperezas y de impaciencias, pero también preñado de nobles ambiciones y fértiles empresas,
que convoca nuestro esfuerzo y leal entrega.
No es el tema de hoy de balances -placenteros o penosos-, ni de miradas atrás -
melancólicas o nostálgicas-, sino de marcha hacia adelante y de proyectos sugestivos.
A los veinticinco años de ruta hemos ganado -la que ha sido posible sobre la intrincada
realidad política de España y el mundo-, una plataforma de lanzamiento de España hacia un
alto destino histórico, hacia las más ambiciosas metas de la Revolución Nacional. Se presenta
ante el nuevo horizonte de la vida española la posibilidad de avanzar hacia los niveles que
caracterizan y fecundan el tiempo nuevo. Es oportunidad para caldear y reverdecer las viejas
ilusiones revolucionarias de los momentos fundacionales, y ocasión para suscitar las nuevas
aspiraciones del pueblo español, y de manera singular de sus juventudes inquietas por el
estremecimiento aurora] de la época, capaces del coraje y de la fantasía necesarios para dar
sentido constructivo a su aventura vital.
Hemos de intentar colocarnos ante el futuro, en un ensayo de conquista del tiempo nuevo
que exige superar las contradicciones y antagonismos contemporáneos y apropiarse de los
ejes de aceleración histórica que operan y configuran el mundo moderno. Para esta tarea
contamos con unas premisas impulsoras: la imagen y el pensamiento de José Antonio, y el
aprendizaje de las duras jornadas recorridas hasta la fecha en servicio de España.
Pretendemos hacer verdad y realidad el mensaje de José Antonio, suscitar un horizonte
sugestivo para la vida del pueblo español y contribuir en alguna medida, a que culmine en
sistema válido y duradero la empresa nacional conducida por el mando seguro de Franco y
cuyo éxito a todos interesa.

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II. TIEMPO NUEVO
El nuevo tiempo se nos ofrece como un panorama difícil y fascinante, con su contrapunto
de sugestión y de riesgo. El futuro asoma con su carga de promesas y exigencias a los
balbuceos de la nueva vida.
Más allá de todo capricho y de cualquier frivolidad queda emplazado el afán de los
hombres ante el reto de su tiempo, ante el compromiso con su época, y han de hacerlo a partir
de su fe y su esperanza. de su ingenio y voluntad, aceptando libremente tal convocatoria y
dando cara resueltamente al destino que les tocó en suerte.
Estamos comprometidos ante el nuevo tiempo, con esa clase de compromiso inexorable
que ha atado a los hombres de la Falange desde los momentos fundacionales hasta nuestra
hora. "La política es una partida con el tiempo-decía José Antonio-en que no es lícito demorar
jugada." Bajo el tiempo difícil fue la jugada heroica de la propia vida, en que José Antonio nos
dejó la lección ejemplar de su sacrificio. En otras épocas de signo menos trágico ha sido la
lealtad y la pronta decisión para cumplir misiones de lucha, de trabajo o de resistencia y de
aguante. Pero siempre bajo la misma norma: de que no es licito demorar la jugada, la
respuesta precisa al desafío del tiempo.
Se ha pretendido definir nuestro tiempo, que nace haciendo estremecer y crujir al viejo
mundo, con alguna de las notas características que parecen configurarle especialmente: Así se
dice, era cósmica, era atómica, era social, era universal. El siglo XX está dominado por la
convulsión política de la Revolución rusa, engendrada por el marxismo en la forma de
comunismo soviético, y por las réplicas que el mundo ha venido dando a esta incitación social,
revolucionaria. Pero a demás de este trepidante proceso soviético existe un complejo haz de
factores que determinan el desarrollo y la aceleración histórica de nuestra época, y que operan
simultáneamente y condicionan el juego de acciones y reacciones de ese gigantesco duelo que
llevan en guerra fría, paz caliente, beligerante coexistencia o competencia dinámica -como han
venido denominándose sus distintas y sucesivas fases- los dos colosos políticos: Rusia y
Norteamérica, mundo soviético y mundo libre u occidental, comunismo y capitalismo, tras de
una ambición: la hegemonía mundial. Mientras se conserva esta tremenda tensión de lucha y
de equilibrio se trazan los ejes de un antagonismo que implica la vida entera del planeta que
habitamos, pendientes e ilusionados con imaginación casi infantil -quizá evasiva- ante las
inverosímiles sorpresas que puedan ofrecernos los viajes estelares y la magia atómica. Y este
antagonismo de los dos mundos en desafío, que se apoyan mutuamente en sus poderosos
instintos de agresión y de miedo, se abre ante dos posibilidades distintas: o estalla en la más
pavorosa catástrofe, que no conoció la historia humana hasta la fecha ni en sus mayores
cataclismos, o se prolonga en una beligerancia total sin guerra que pone a prueba de
competencia el rigor y la capacidad de desarrollo de ambos sistemas en pugna, y que a largo
plazo llevaría a una nivelación y afinidad impuesta por la naturaleza de las cosas, en su
autenticidad insobornable, y por la eficacia de los procedimientos, más allá de muchas
superfluas consideraciones ideológicas, residuos de planteamientos superados por la marcha
de los hechos, que salta por encima de la enemistad radical de ambos bandos.

1. SUPERACIÓN DE LAS CONTRADICCIONES DE LA ÉPOCA


Si tenemos en la mente el curso de los grandes procesos históricos cuyas últimas
consecuencias llegan hasta nosotros -con una comprensión dinámica de los acontecimientos,
como la que caracterizó al pensamiento de José Antonio- estaremos en condiciones de
ensayar una descubierta de camino ante el horizonte universal que está a nuestra vista.
Intentaremos penetrar en este panorama -tan lleno de incertidumbres y confusiones- del
tiempo nuevo, a través de unas vías de captación y esclarecimiento de la realidad, que nos
permitan esbozar algunas rutas de marcha. Y con tal propósito vamos a formular nuestra
operación de análisis de situación y búsqueda de caminos en tres perspectivas convergentes, y
que se proponen los objetivos siguientes

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1.° Determinar las contradicciones de la época, cuya superación vendrá a dar la solución
del tiempo actual, que habrá de ser -al menos así lo queremos y esperamos- una nueva
síntesis de valores humanos. Y aquí reside precisamente una gran virtud del pensamiento de
José Antonio, que aspiró a una síntesis de tradición y de modernidad, a una síntesis en que los
principios espirituales encarnaran en nuevos órdenes culturales, en nuevas formas políticas y
en nuevas estructuras económico-sociales.
2.º Definir y analizar los factores que actualmente dominan y deciden la aceleración
histórica.
3.° Concretar cuáles son las operaciones políticas que han de permitir la apropiación de las
riendas del tiempo; es decir, de las líneas de aceleración histórica; cómo podemos encajar
nuestra revolución, la revolución española, en la gran revolución que el mundo está sufriendo
en esta segunda mitad del siglo XX; cómo podemos darle signo y presencia españoles a un
hecho universal.
Como es natural resulta obligado el reducir a meras facetas aspectos importantes del
problema, que de otra manera obligarían a un tratamiento más extenso y analítico, de alcance
distinto al propuesto en esta visión panorámica.

Antagonismos culturales, políticos y sociales


La sociedad es una agrupación de hombres implicados en una convivencia y en un destino
solidario. Vive en el ámbito de la cultura, de la historia y de la actualidad comunitaria.
Si conocemos los mecanismos de la crisis de nuestro tiempo cabe el avanzar por los
caminos de la reconstrucción de la sociedad moderna y concretamente de nuestra sociedad
española, tratando de conseguir la superación de las contradicciones actuales en una síntesis
de desenlace, tanto en lo que se refiere a las Normas culturales, como a las Formas políticas y
a las Estructuras sociales, según puede verse en forma sinóptica en el esquema adjunto.
¿Cuáles son las contradicciones de la época que tienen trabado, que tienen agarrotado al
mundo? Estas contradicciones están repartidas en los dos bandos contendientes, configurando
un sistema bipolar de antagonismo universal:
En cuanto al más elevado aspecto de la vida, que es el sentido religioso, encontramos
eclecticismo y escepticismo en el bando occidental, y un ateísmo -que es un fanatismo
antirreligioso, que no es una frialdad ante el problema religioso-, en el mundo soviético. La
solución, que es fácil designarla en principio y difícil su realización, es una "nueva Cristiandad",
la nueva Cristiandad que supere esta crisis moderna del siglo xx. La Cristiandad ha sabido
superar crisis, las grandes crisis históricas del hombre, y ciframos nuestra esperanza en que
nuevamente dará a los hombres de la época moderna un camino de salvación.
En el aspecto cultural, hay en Occidente, un humanismo racionalista que llega hasta un
idealismo metafísico, y en Rusia, un materialismo histórico, subrayado por un tecnicismo
llevado a las últimas consecuencias. La solución será encontrar el nuevo humanismo realista.
Aquí resuena la voz de José Antonio, precisamente clamando por esta nueva consideración y
concepto del hombre, salvando el torrente de los bárbaros, llegando a la orilla fresca de ese
orden nuevo en donde se iba a fundar todo sobre la dignidad humana.
En el aspecto histórico, hay, en el mundo occidental una tendencia estabilizadora,
reaccionaria, arcaizante; del lado comunista, una tendencia progresivista, llevada al mito, al
mito del futuro, en el que se sacrifica todo presente y luego también todo porvenir, quizá en una
gran pirámide, en una cruel pirámide de fracasos históricos. La solución no puede ser detener
el tiempo, no puede ser tampoco escapar del tiempo, sino dominar el tiempo, pero un tiempo
rápido, un tiempo de cambio, un tiempo de transformación. Eso es la revolución ordenada. Eso
era lo que José Antonio se propuso, que era poner orden a la revolución, volver a atar otra vez
las cosas a los sabores antiguos de la norma y del pan, pero también respondiendo a las más
exigentes y actuales formulaciones de la vida moderna.
Hasta aquí hemos visto la pugna en el ámbito de las normas culturales. Es un problema de
la cultura de nuestro tiempo, pero ya más cerca encontramos las formas políticas. La época

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ofrece también un antagonismo ideológico: liberalismo y totalitarismo. El liberalismo, de una
forma sucinta, sintética, es la sociedad contra el Estado, la libertad contra la autoridad. De igual
manera que el totalitarismo es el Estado contra la sociedad, la autoridad contra la libertad. La
síntesis, que además tiene sus premisas en la doctrina de José Antonio, es un orden orgánico,
en que el Estado y la sociedad vengan a cumplir, dentro de un sistema de fines y de destinos,
razones y funciones coincidentes, coordinadas, no contradictorias. Una nueva forma de
configuración política está pidiendo el tiempo, en que la libertad y la autoridad, el orden y la
justicia, encuentren equilibrio y atadura.
En cuanto a las estructuras sociales, el pleito se ofrece en estos dos términos antepuestos:
individualismo, en que la sociedad es una masa anárquica, y colectivismo, en que la sociedad
es una masa sojuzgada. La solución es una nueva sociedad, una nueva sociedad plural, una
nueva sociedad orgánica, que realice esta nobilísima función de integrar al pueblo,
devolviéndole los valores espirituales que le fueron arrebatados. El pueblo fue deformado,
subyugado y reducido a la condición de masa.
Desde el punto de vista económico, el duelo es entre capitalismo y marxismo. Capitalismo
cuya palanca última es el lucro; marxismo cuya palanca íntima es el miedo. Aquí José Antonio,
ha ofrecido una gran solución, no sé si total o definitiva, pero que, por lo menos, constituye una
nueva vía: el sindicalismo nacional o el nacionalsindicalismo, que fundamentalmente es una
economía de servicio y de integración.
En el aspecto moral el duelo se plantea en estos dos términos: la insolidaridad egoísta del
mundo liberal, y la solidaridad esclava del mundo soviético. La pretendida solución sería una
solidaridad justa y libre.
En el fondo, en cuanto a la actitud humana. el mundo liberal naufraga en el eclecticismo, en
el último resultado del escepticismo, que es dudar de la duda. Enfrente tiene una mística
revolucionaria, materialista, una mística enardecida, apasionada, fanática Es necesario
oponerle otra mística revolucionaria espiritualista. Para nosotros, tenemos que acudir a nuestra
raíz histórica, la mística cristiana.
Revisada la necesidad de superar las contradicciones de la época, hay que lograr una
síntesis por aquel camino que señalara José Antonio. Con el estilo mental de José Antonio,
pues dejó estilo en todo, en el modo de ser y en el modo de pensar, en la conducta, en la
moral, en las formas concretas de la existencia, pero también en el linaje de las ideas.

2. FACTORES Y PROCESOS DE ACELERACIÓN HISTÓRICA


Existen factores de aceleración histórica que actúan sobre la realidad social y política de
ambos medios mundos y fuerzan los dogmatismos ideológicos de cada bando. Forman en
conjunto una superestructura que domina a los esquemas políticos fabricados a medida de
situaciones y realidades ya pasadas. Las ideologías en uso fueron engendradas a partir de los
siglos xviii y xix, desembocando en nuestro siglo bajo la dialéctica extrema de liberalismo y
marxismo. Tal planteamiento polémico se resiste a ser arrumbado, no por razones puramente
sociológicas-en función de una sociedad ideal-sino por los sistemas de intereses y de poder
que han aglutinado en su evolución, de cara a la vieja ambición hegemónica y de zonas de
influencia. No sé si habrá alguna exageración al pensar que actualmente a Moscú le mueven
más las modernas ambiciones del imperialismo ruso, que las aspiraciones puramente -
estrictamente- doctrinales de la realización del comunismo. No es la Revolución como hecho
sociológico, sino el dominio como hecho histórico, lo que está en el ángulo decisivo de sus
propósitos y estrategia en el mundo. En todo caso, la Revolución, esa diosa del ficticio paraíso
terrenal, está subordinada y en servidumbre al viejo imperialismo eslavo.
Algo parecido ocurre también con el conjunto de aliados de Norteamérica, con ese conjunto
de fuerzas que se nuclean en el llamado Mundo occidental, y que responden a la vez a dos
motivaciones, externamente implicadas, pero diferenciadas en su naturaleza íntima. Este
conglomerado de fuerzas es, por un lado, un sistema de intereses proyectado con el antiguo
ánimo hegemónico, de dominio estratégico del mundo, y, por otro lado, un sistema de ideas. O
quizá mejor de lemas políticos, ya que esas ideas pregonadas no concuerdan exactamente con

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las realidades operantes a las que pretenden denominar. Sobresalen con su penacho político
los términos de democracia, capitalismo, liberalismo, autodeterminación, sufragio universal,
derechos del hombre, etcétera, etc., todas bajo un relumbrante símbolo que se airea
enfáticamente con la palabra LIBERTAD.
La verdadera Libertad es algo serio, como nos dijo José Antonio, cuando tiene que ver con
la Dignidad humana y la justicia social. La libertad es consustancial con la más noble ambición
humana y requisito de la vida espiritual, fundamento de toda empresa de creación, sea
individual o colectiva. Pero la palabrería liberal, ya sabemos también por José Antonio y por
nuestra amarga experiencia lo que es: fraude y corrupción envueltos en oropel retórico.
En esta gigantesca contienda del siglo XX, los dos adversarios flamean sus banderas
ideológicas de Democracia y Comunismo, obligados a cierta consecuencia demagógica, pero
atienden al terreno de la lucha tratando de poner en tensión máxima de eficacia los resortes
efectivos de la competencia, que son los decisivos para la anhelada victoria de cada uno de los
bandos. Y estos resortes son los factores determinantes de la aceleración histórica de nuestra
época- el desarrollo científico, la movilización técnica, la transformación de la economía, la
organización de masas, la expansión social de la vida humana y el manejo de la conciencia
colectiva con los resortes psicológicos que una nueva ciencia política ha puesto en marcha.
Estos mecanismos de transmutación--que corresponden al signo de la época y al ciclo de la
cultura quo vivimos auguralmente-son puestos al servicio de una política de poder y de
expansión; nutren unos montajes ideológicos, sin estar implícitos en tales ideologías, y
condicionan la potencia de esos sistemas políticos a todos los efectos: para la guerra o para la
paz, o mejor para la entreguerra, que es una paz tensa y competitiva, sin cuartel de retirada.
Rusia y Norteamérica hacen cosas extraordinarias que no pueden ponerse en tela de duda.
Ahora bien, lo que interesa saber es en qué consiste la virtud creadora, y no confundir muchos
resultados evidentes con ciertos supuestos ideológicos. La competencia astronáutica o la de la
física atómica, por ejemplo, tienen que ver con el dispositivo científico y técnico de unos
Poderes impacientes que estiman que ahí va no sólo la suerte de la cultura y de la ciencia, sino
la del dominio y la garantía del futuro para las comunidades humanas emplazadas en la lucha.
Hay en toda época una clave de hallazgos, de recursos y eficacias históricas, y quien se
apropia de ellos marcha en la delantera e impone su criterio y su concepto del mundo a los
pueblos contemporáneos. Es necesario atrapar estas riendas del tiempo, este nivel de
eficacias, sin confundirse con las brumas ideológicas que envuelven a los procesos políticos y
que van quedando atrás-amortizadas-como el humo de las chimeneas de los barcos en su
avance por el mar.
Concretamente, en cuanto a Rusia, podemos decir, sin riesgo de error, que su éxito tiene
más que ver con el sistema autoritario de decisión que con las premisas de Carlos Marx. La
eficacia comunista de Rusia no es marxista, como la eficacia democrática de Norteamérica no
es liberal.
Poco después de su llegada al poder, en 1917, Lenin dijo que el comunismo era marxismo
más electricidad. Al proclamar la ideología canónica del comunismo en el último Congreso
Mundial celebrado en 1961, Kruschef volvía a repetir la famosa frase y definía la fórmula actual
del socialismo científico que impulsa la nueva etapa, esperando de la técnica moderna, llevada
a su máxima aplicación utilitaria, la prometida felicidad comunista. Tal programa está montado
más que en las profecías fatalistas del desarrollo del materialismo histórico y del determinismo
económico de Marx-venerado, pero no creído- en la magia de la técnica moderna, de la
planificación y ordenación racional del trabajo, del mecanismo científico de la producción y del
consumo; es decir, de la aplicación y socialización extremas de los avances técnicos de la
época.
Efectivamente, la perspectiva de Lenin sigue valiendo para la nueva etapa del comunismo
soviético el comunismo es marxismo más electricidad, entendiendo que el término electricidad
significa la tecnificación científica de última hora. Ahora bien, en 1917 y en 1961 la relación
cuantitativa y cualitativa "marxismo-electricidad" es distinta. Ahora hay mucha más electricidad
que marxismo, hay más realismo científico técnico que puramente doctrinalismo. Mediante este
cambio de frente, el comunismo actual se dispone a luchar con el mundo occidental. Y a este
desafío, a esta competencia en todos los órdenes, si no hay manera de derrumbar a Rusia por
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la violencia bélica, hay que contestar en el terreno político, en el económico, en todos los
terrenos, y tratar de vencer. Más allá de toda veleidad, esta es la respuesta que el mundo
occidental-y Norteamérica como potencia rectora de esta batalla histórica-ha de dar y se
dispone a dar, aunque a veces nos impaciente y nos parezca perezosa en sus movimientos y
gestos de réplica (1).

3. EJES DE ACELERACIÓN EN ESTA ERA DE TENSIÓN UNIVERSAL


Hemos visto ya los factores y procesos que actúan y determinan el ritmo de la historia
contemporánea y que nacen de una nueva fase de desarrollo de la cultura humana, abriendo
una nueva época y una nueva problemática social. Y en este ángulo de apertura cultural se
inscribe-como ha ocurrido siempre-la política. Esta es su grandeza, pero también su
servidumbre. El ciclo cultural manda y configura al ciclo político
El tema de la aceleración histórica es complejo y sería quizá un intento audaz o arbitrario el
tratar de simplificar su comprensión en un esquema riguroso y funcional. Por ello vamos a
limitarnos, dentro de la modestia de nuestro propósito, con señalar algunas notas, hechos o
características, que asoman ante este panorama incitante en su doble signo de riesgo y de
promesa. De acuerdo con esta finalidad, que tiene más de contemplación que de juicio
analítico, ofrecemos una veintena de notas tomadas sobre el rumbo de los procesos y
acontecimientos que dibujan-si bien sea en simple esbozo-la expectación humana de este
tiempo, frente al cual quisiéramos ver, discrepando de toda tendencia catastrofal, el perfil
balbucearte-difícil, peligroso, pero sugestivo-de una nueva época auroral y no el de un ocaso.
Quizá en la voluntad de los hombres está que sea una u otra cosa. Y es lícito -en el ineludible
compromiso personal- elegir y preferir el tono de ánimo con que se juega su suerte.
Enumeramos, a continuación, unas cuantas notas como instantáneas o reflejos rápidos de
una panorámica
1. El desarrollo y aplicación de los conocimientos científicos en la transmutación social.
2. La movilización y extensión de la técnica.
3. Crecimiento demográfico, con ritmos acelerados muy superiores a otras épocas.
Incremento especial de las zonas y continentes subdesarrollados, que añade a su emergencia
política el aumento intensivo de población, que asoma a las exigencias sociales.
4. Irrupción de los pueblos coloniales en la vida universal. Liberación y nacionalización de
comunidades rayanas en las formas primitivas de existencia y que entran-como peones
estratégicos-en el juego de las potencias mundiales. La Revolución de los pueblos de color, en
estrecho enlace con la revolución de las clases proletarias.
5. Nueva Revolución industrial.
6. Modernización de los sistemas y formas de trabajo.
7. Transformación de la economía con miras a la producción, distribución y consumo de
masas.
8. Presencia vigorosa y exigente de las masas en un sentido de nivelación y
homogenización colectiva.
9. Reordenación, planificación y racionalización funcional de la comunidad.
10. Progresiva tendencia de socialización a los fines de conseguir una nueva y efectiva
solidaridad humana.
11. Reorganización de la vida comunitaria para integrar a las masas en un nuevo orden
social, mediante la jerarquización funcional en el sistema de tareas derivado de la expansión
técnica, en busca de la fórmula actual del bien común.
12. Responsabilización de las masas integradas, superando las tensiones actuales de
minorías y multitudes, en un nuevo sistema de participación y representación en la vida pública,
de manera de recuperar los valores del pueblo en su auténtica significación. Las masas han

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sido el resultado último de desintegración y deshumanización liberal-capitalista de la entidad
pueblo.
13.Educación colectiva dirigida a elevar el nivel cultural (de perfeccionamiento moral y
capacitación profesional) de los grandes contingentes humanos que forman la trama social de
la nueva comunidad.
14.Promoción social abierta al mérito y a la eficacia, pues el mecanismo de desarrollo
técnico requiere extensas zonas de alta y competente profesionalidad.
15. Rápida incorporación de las jóvenes generaciones a la construcción de la nueva
sociedad, poniendo a su servicio el ímpetu, imaginación y esperanza de las juventudes, como
vanguardias del tiempo nuevo.
16. Reorganización política y social de la comunidad, a fin de resolver las contradicciones y
tensiones de Estado y Sociedad, en una nueva estructuración plural de representación y
dirección colectivas, en donde cabe al sindicalismo un extraordinario papel.
17. Configuración de esta nueva sociedad por la función social del trabajo, que pasa a ser
fuente primordial de derechos y deberes. Se prefigura ya un nuevo orden social del trabajo,
representativo de valores morales y de compromisos con la comunidad. Insertado en el sistema
económico no se desligará del patrimonio cultural, como ha venido ocurriendo en esta última
época histórica, restringido al concepto capitalista de trabajo-salario.
18.Reducción de la órbita individual de la época liberal y aumento proporcional de la órbita
colectiva y socializada de vida común. Paralela reducción del patrimonio y fuero individual, con
una correspondiente extensión del patrimonio colectivo y del uso y disfrute de servicios
sociales.
19.Reelaboración de un nuevo sentido de la persona, no del individuo atomizado, sino de la
entidad humana integrada en ámbitos sociales, en unidades orgánicas de convivencia como
dijera José Antonio. Creación de una nueva libertad en órdenes comunitarios, salvando la
auténtica vocación y el particular destino del hombre en sus inmanentes virtudes potenciales.
La socialización de la libertad irá acompañada y compensada por una correlativa socialización
de la autoridad, a través de la participación y responsabilización de todos en la empresa
común.
20. Un componente característico del tiempo nuevo que matiza y envuelve la vida del
hombre moderno, es la visión e información del mundo. La relación espacio-tiempo ha
cambiado esencialmente. El horizonte informativo se ha hecho universal, aunque deformado
por los mecanismos tendenciosos. Ha aumentado el ámbito de relaciones y conexiones de
cada hombre, pero a la vez lo ha entrelazado-en amistad o en hostilidad-con semejantes
lejanos El "prójimo" está hoy distante, en los confines del universo, pero presente y muy vecino
en la suerte total. La rapidez de las comunicaciones ha acortado las distancias aproximando
afanes, peligros y esperanzas de comunidades humanas distantes.
Los medios informativos, la Prensa, Radio, Televisión, Estelevisión, Cine, Turismo, cte.,
han redondeado y estrechado la universalidad, planteando nuevos y enormes problemas al ser
moral del hombre, al ofrecerle instrumentos que pueden usarse para presentar y propagar la
verdad o la mentira, la justicia o la arbitrariedad. Y también para ser utilizados al servicio de la
lucha por el poder y dominio del mundo, como ocurre en la actual tensión universal. Un eje de
aceleración histórica pasa por estos instrumentos de información para la influencia y manejo de
la conciencia colectiva de los pueblos. Hay también guerra fría y competencia dinámica de las
noticias y de las opiniones. Y cada cual quiere ganar y seducir para su causa a este personaje
femenino, sensitivo y voluble a veces, que es la opinión pública. Ganar, formar, orientar,
conducir, forjar e incitar la opinión pública, ampliada, a extremos insospechados en otros
tiempos, por los adelantos de la técnica moderna. Y aquí se da una trascendental batalla del
tiempo nuevo para conformarlo y configurarlo a la medida de los forjadores del futuro,
operación que, se diga o no, se confiese o se oculte, es de naturaleza política. Ofrece, como se
ve, un gran frente atractivo y codicioso de los muñidores de la aceleración histórica que opera
en nuestros días.

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Notas
(1) Aclaramos que esta apreciación fué expresada hace un año, el 20 de noviembre de
1961, cuando el clima internacional era más indeciso y no había llegado Norteamérica a fijar
una actitud tan firme y terminante como la asumida recientemente (octubre de 1962) con
motivo de las bases soviéticas de lanzamientos de proyectiles instaladas en Cuba.

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III. DINAMICA DE LAS IDEAS POLITICAS EN JOSE
ANTONIO
El proceso histórico-social
Dada la tendencia simplificadora y tópica con que a veces se ha manejado la prosa de
José Antonio -reduciéndola a fórmulas ocasionales de rigidez y tosquedad inadecuadas a la
plenitud, finura y rigor de origen-, resulta lícito el reiterar aquí la demanda de una comprensión
dinámica y proyectiva de su doctrina, aunque tenga que repetir, en forma más o menos
semejante, la exposición de ideas hecha en alguna otra ocasión, creyendo servir de este modo
al más cabal y fecundo sentido de su pensamiento.
Consideramos el pensamiento de José Antonio como un Movimiento abierto al futuro. La
clave de su posición es la actitud -revolucionaria, actitud transformadora, dispuesta y favorable
al cambio hacia un nuevo orden político-social. José Antonio tuvo una comprensión prospectiza
de la Historia, abierta hacia adelante, en la cual se inserta la doctrina de la revolución española.
Precisamente este sentido de la revolución española, es el que va a permitir insertarnos con la
mayor actualidad en este panorama del tiempo nuevo.
Así, para circunscribir nuestra idea y hacerla patente, veamos cómo se articula en su
mente con lucidez todo un tiempo histórico, que va del fin de la sociedad feudal y del Estado
absoluto, pasando por el liberalismo, el capitalismo, el socialismo y el marxismo, hasta los
hechos políticos de las revoluciones nacionales de la primera postguerra mundial: fascismo y
nacional socialismo, para llegar-más allá de las conocidas formas de totalitarismo, que
consideró como estructuras transitorias e imperfectas-, a un nuevo tipo de sociedad, en donde
habrían de encontrar armonía y conjugación equilibrada y estable. un orden de libertad y un
sistema de justicia, la dignidad de la persona humana y los intereses comunes de la sociedad,
resolviéndose el duelo jurídico de los derechos individuales y de las obligaciones sociales, sin
caer viciosamente en el estatismo absorbente o en la anárquica disolución.
Admira la exquisita honradez intelectual de José Antonio. Y no es un criterio ecléctico sino
de selección y de amor por la verdad, lo que le lleva a distinguir la contribución valiosa de cada
proceso histórico, de sus defectos, fracasos y motivos de caducidad. Por ejemplo, él que hizo la
mejor y más dura crítica del sistema liberal, poniendo de relieve su mal de origen y sus
consecuencias lamentables, el esceptismo desaforado, la lucha de los partidos, la atomización
de la sociedad y la anarquía resultante, no tiene ningún reparo en reconocer la conquista
irrenunciable del liberalismo político, la igualdad ante la ley, y señalar la virtud de la iniciativa
humana de la magnífica época heroica del capitalismo, del liberalismo económico, con sus dos
palancas del progreso técnico y de la explotación de las riquezas; claro es que reconociendo
que al final había de terminar en un desastre, porque la libertad naufragaba en el escepticismo
y en el desorden, y porque la industrialización técnica se agarrotaba en el capitalismo
deshumanizado, incapaz de establecer una justa distribución de bienes. Lo que había
conseguido el liberalismo económico era, indudablemente, la iniciativa de la explotación de las
fuentes de riqueza, el poner en marcha los resortes de la producción y aplicar los avances
técnicos de la primera revolución industrial. Este es su éxito, que no puede regatearse. Pero
este capitalismo liberal había olvidado, en la euforia de su expansión, la exigencia humana de
la solidaridad social, y descuidó el cumplimiento de la justicia distributiva y de la necesaria
participación de los trabajadores en la suerte económica de las empresas, hecho que más
tarde-y en virtud de su propio instinto de conservación-ha tenido que reconocer y tratar de
corregir en algún grado, a fin de evitar el disturbio social Ahora bien, ha quedado bien claro el
fracaso social del capitalismo histórico y su necesaria corrección para ordenar justamente la
comunidad, de manera que pueda ofrecer estabilidad y armonía fundamental entre sus
componentes. De lo contrario, queda abierto el camino a la subversión, que se lleva por delante
-como siempre- no sólo las estructuras económicas, sino los valores espirituales de la
civilización
Al analizar el socialismo, considera justo su nacimiento como reacción lógica ante la
injusticia capitalista y valora la razón de las reivindicaciones sociales; apunta el descarrio del

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socialismo, lo que cierra su viabilidad política: el materialismo histórico, el resentimiento, la
lucha de clases, la violencia y la deshumanización.
Y hasta ante el propio marxismo comunista, frente al cual había de jugarse su propia vida,
no falla la claridad mental de José Antonio. Lo define con un profundo sentido teológico como
"una versión infernal del afán hacia un mundo mejor", frase en la cual hay ciertamente una
condenación, pero también el reconocimiento de que existe en ese movimiento político del
comunismo una real, aunque demoníaca, aspiración a un mundo mejor, que se deforma,
llegando prácticamente a las más monstruosa e injusta de las situaciones humanas. De este
marxismo, José Antonio dijo que estaba impregnado de un indudable "sentido de abnegación y
solidaridad social", traicionado a la postre por la máquina fría y desalmada del Estado soviético.
Convendrá recordar cómo entendía José Antonio la operación salvadora de nuestro
tiempo, el salto sobre la invasión de los bárbaros -subversión comunista del siglo XX- para
sentar las bases de una época histórica de unidad espiritual y armonía social. "Pero en las
invasiones de los bárbaros-decía José Antonio, en noviembre de 1935-se han salvado siempre
las larvas de aquellos valores permanentes que ya se contenían en la edad clásica anterior.
Los bárbaros hundieron el mundo romano, pero he aquí que con su sangre nueva fecundaron
otra vez las ideas del mundo clásico. Así, más tarde, la estructura de la Edad Media y del
Renacimiento se asentó sobre líneas espirituales que ya fueron iniciadas en el mundo antijuo.
Pues bien: en la revolución rusa, en la invasión de los bárbaros a que estamos asistiendo,
van ya ocultos y hasta ahora negados, los gérmenes de un orden futuro y mejor. Tenemos que
salvar esos gérmenes, y queremos salvarlos. Esa es la labor verdadera que corresponde a
España y a nuestra generación: pasar de esta última orilla de un orden económico social que
se derrumba a la orilla fresca y prometedora del orden que se adivina; pero saltar de una orilla
a otra por un esfuerzo de nuestra voluntad, de nuestro empuje y de nuestra clarividencia; saltar
de una orilla a otra sin que nos arrastre el torrente de la invasión de los bárbaros." Quizá la
labor de la revolución auténtica sea salvar esos gérmenes que están negados, que están
frustrados en la revolución marxista del siglo XX y colocarlos a un nivel de humanización y
fecundidad histórica distinta. En buenas cuentas, éste fue el gran intento de José Antonio, cuyo
trazo inicial queda enraizado en los años fundacionales, pero está abierto a la empresa
española.
Decimos esto para que, al emplazar el sistema de ideas de José Antonio, no se le
considere exclusivamente por la actitud asumida en virtud de la urgente necesidad de dar la
cara a la salvación de España y colocarse en un frente de batalla alineado junto a otras fuerzas
cuyo sentido político, esperanza y significación no tengan semejante vocación renovadora y
afán revolucionario.

Advertencia contra las confusiones


El sistema de ideas de José Antonio, es mucho más. Aunque no es liberal no tiene nada
que ver con las políticas reaccionarias que anhelan secretamente escuetamente, volver a los
privilegios feudales, que desprecian o temen a la libertad y que desconfían sistemáticamente
de la razón humana de los demás, mientras razonan egoístamente en favor de sus ventajas
arbitrarias.
Aunque no es socialista, no tiene nada que ver con quienes sustentan criterios de avaricia
capitalista y carecen de sensibilidad para el dolor de los humildes y consideran sobrecargas
económicas el repartir sus sobrantes económicos entre los que trabajan y viven en la escasez o
cercanos a la miseria.
Aunque no es comunista, no coincide tampoco con una variedad de anticomunismo que
rechaza tal doctrina sólo en cuanto pone en peligro el abuso de su capital o las ventajas
materiales que le proporciona la sociedad burguesa; ni coincide tampoco con aquél
anticomunismo surgido en el mundo occidental después de la segunda guerra mundial, y que
se ha puesto en guardia al descubrir desagradablemente, que la URSS es un imperialismo, que
ambiciona desplazar de las encrucijadas del poder y de las fuentes de riqueza, a las potencias
que venían ejerciendo la hegemonía mundial, si bien antes hubieran dejado caer en la

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esclavitud y en el exterminio a buena parte de la Europa cristiana y a la inmensa población
china, sin haberse emocionado tampoco para nada con la crueldad, con la persecución y la
muerte de tantos españoles, víctimas de la vesania roja.
También, a fin de evitar que nos entiendan de una manera negativa, en vez de que nos
expliquemos de un modo afirmativo, debe puntualizarse que según el pensamiento que a
nosotros nos inspira, el pensamiento de José Antonio, la Falange no sustenta la tesis capitalista
de la sociedad, precisamente por el fallo de este capitalismo en la justa distribución de bienes,
pero no coincide tampoco con los propósitos socialeros afanados en romper los engranajes de
la producción de riqueza, sin considerar que los intereses nacionales en su conjunto-la renta
nacional-, será, en fin de cuentas lo que permita un mayor o menor reparto de disfrute
económico entre los miembros de la comunidad. Ni tampoco concuerda con el
conservadurismo rancio de la política, indiferente y despegado del progreso técnico y de la
industrialización necesaria, posibles sólo por el avance de las ciencias aplicadas.

El camino de la revolución
En resumen, José Antonio quiso una Revolución, pero las revoluciones pueden dividirse a
este respecto en dos clases: negativas y positivas.
Negativas, las que están movidas sólo por el resentimiento producido por la desigualdad
social y el contraste de los niveles de vida-que van del lujo insolente a la mortificante miseria-, y
estas revoluciones tienen siempre un carácter destructivo. Caldeadas por un ansia igualitaria,
sólo ambicionan el reparto agotador de los bienes de una sociedad, sin preocuparse lo más
mínimo en cultivar, en incrementar las fuentes de riqueza con miras al mañana. Porque en el
fondo, lo que ha buscado el socialismo desde su impregnación marxista, no es alcanzar la
justicia económica en el marco de las sociedades liberales, sino el fabricar atmósferas sociales
de malestar y descontento, llevarlas a la desesperación y utilizarlas como turbinas
revolucionarias para hacer estallar la sociedad capitalista y luego, luego ya vendrá la dictadura
soviética a sustituir las huelgas por el trabajo forzado, y la agitación rebelde por la más sumisa
servidumbre conseguida por los fríos procedimientos del terror. Y así queda convertido el
primitivo afán de justicia, que anheló ingenuamente un pueblo lanzado al comunismo, en un
mito de expansión universal y de paraíso futuro, paraíso futuro que habrá de alcanzarse en ese
infinito rojo donde no llega nunca ni la más ilusa esperanza humana. Ese, como hemos dicho
antes, es el camino negativo de la revolución social, el camino destructivo.
José Antonio no prentendió nunca lanzar al pueblo español por ese camino negativo en
que se articulan todos los resentimientos para una obra de destrucción y disolución de
convivencia social y de la realidad nacional.
La Falange abrió el camino positivo de una revolución. Una revolución que habrá de
ambicionar metas espirituales, nacionales y sociales. En el aspecto económico, los objetivos
completos de la producción y de la distribución. Sin cuidar y sin aumentar la riqueza nacional, el
reparto de bienes será siempre una cicatera distribución de la escasez y de la pobreza. Tan
revolucionario es elegir una vena de riqueza en la explotación nacional, concertar con eficacia
los intercambios en el comercio exterior, incrementar el rendimiento de nuestros campos,
aumentar las instalaciones industriales complementarias en nuestro sistema económico
nacional, como velar por los salarios justos y decentes o mantener los precios en los niveles
adquisitivos de nuestra población trabajadora.
Pero no se piense que todo se reduce a la necesaria implantación de los sistemas de
previsión y seguridad, que garanticen contra la miseria a los hombres, dentro de una colmena
social, si bien esta colmena social se rija matemáticamente, bajo una organización exacta, para
que no se exhiba públicamente el dolor, el fracaso o el infortunio.
Es necesario garantizar un campo de acción para la iniciativa humana, para la emoción del
riesgo y para la alegre satisfacción del éxito. La Falange sabe que la meta anhelada tampoco
es el simple logro de una sociedad planificada, aritméticamente dosificada, con coeficientes
previos reglamentados para la tristeza y la alegría en la vida humana, asemejándose a las
colectividades de los insectos, de las hormigas, de las abejas o de los termites.

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La Revolución tendrá, pues, por lo menos en el aspecto económico las siguientes metas:
aumento de la producción, justa distribución, seguridad y promoción abierta-en igualdad de
oportunidades- al esfuerzo humano.

Síntesis política actual


José Antonio ambicionó una síntesis política, sincrónica con el tiempo histórico en que
vivimos, y que ha de ser a la vez un orden de libertad y un sistema de justicia. Un orden de
libertad y un sistema de justicia que garanticen los derechos de la persona humana y realicen
la solidaridad social en la vida común de la nación.
La Revolución se proyecta en tres metas: el objetivo espiritual, que es la reconquista del
genio hispánico el ser fieles con un criterio de actualidad a la eterna metafísica de España; el
objetivo nacional, que es lograr la unidad de destino, la fortaleza de España en el mundo; y el
objetivo social, que es conseguir la hermandad, la efectiva justicia en los diversos sectores de
la sociedad española.
Desde otro plano, nuestra ambición se enmarca en los conceptos fundamentales de José
Antonio: lograr la unidad de los hombres y de las tierras; hacer que el hombre sea
efectivamente portador, recreador de valores eternos; conseguir que la concepción cristiana de
la vida se cumpla sin deformaciones; hacer que el principio espiritual no se falsifique, que la
ambición nacional no quiebre, que la justicia social no se pierda entre una serie de trámites
administrativos o se aleje difiriendo sus saludables soluciones a un futuro más o menos
desesperante.
El hecho esencial de 1933, en que se planteó la lucha radical entre dos concepciones de la
vida: entre la concepción española, occidental y cristiana que formulara José Antonio, y la
concepción marxista asiática, deshumanizada, que planteaba el comunismo en el mundo, esa
pugna, ese duelo que tuvo escenario en nuestro territorio, sigue planteando el mismo problema
en un sentido universal. La concepción que dio cara al marxismo, que dio cara a esta invasión
de la barbarie soviética tiene hoy vigencia, sigue con validez, pero es más, no solamente vale
para España, sino que tiene valor universal.

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IV. EL MENSAJE FUNDACIONAL Y EL MOVIMIENTO
La doctrina del Movimiento, partiendo del momento fundacional de José Antonio y
siguiendo su desarrollo homogéneo histórico hasta la fecha, debe considerarse como una
fuente abierta-raíz genuina, idea germinadora e impulso fundacional-y no como teoría cerrada y
referida, exclusivamente a las vicisitudes políticas de una época pretérita.
Hay que insistir en su valoración como mensaje y convocatoria para todos los españoles,
como fecunda incitación a una empresa colectiva que ha de desarrollarse en el tiempo, como
promesa y esperanza del pueblo español que llega a nuestros días con capacidad de su -
gestión y con eficacia transmutadora de la vida común hacia una sociedad irás justa y perfecta.
Hay que configurar el Movimiento como una empresa abierta al porvenir de España, lleno
de atractivo y prometedores quehaceres comunes. Para ello hay que concederle a la doctrina
toda su virtud potencial, permitiendo el despliegue de toda la fuerza expansiva del ideal
colectivo y de la fuerte espiritualidad humana que contiene.
Hemos de procurar que el mensaje del Movimiento alcance la máxima fecundidad en la
vida española, y para ello, ha de satisfacer algunas exigencias de proyección
1. Amplitud nacional.-Que llegue e interese a los más extensos y decisivos sectores de la
comunidad, más allá de los límites restrictivos de grupos, fracciones y clases. Que nutra
ideológicamente la inquietud y el planteamiento político de las minorías activas de la sociedad.
Que responda a la avidez política de los núcleos intelectuales y de las juventudes, así como a
la ambición social de los trabajadores.
2. Continuidad en el tiempo.-Es necesario enlazar a los hombres venciendo la diferencia
cronológica de las edades Hay que esforzarse en la inteligencia sustancial de las distintas
promociones surgidas de la vida pública desde 1936 hasta la fecha, aunque existan naturales
diferencias de perspectiva que pueden matizar y servir de estímulo al Movimiento en su marcha
hacia los objetivos históricos. Es preciso corregir el posible separatismo de las edades.
3. Exigente actualidad.-Referirse a temas, preocupaciones, inquietudes y problemas que
afectan al vivir de nuestra población. Conectar con el estado de ánimo popular y con las
cuestiones que centran el interés de cada día. Hay que evitar que la doctrina o reflexión
ideológica parezca a las gentes simple quimera o utopía, desligada de toda concreción de la
actualidad.
4. Eficacia realista.-Se precisa un sentido pragmático en que apoyar el vuelo del ideal. De
aquí la necesidad de contar con los hechos reales que emplazan la vida común. Valorarlos
objetivamente y operar sobre ellos con un conocimiento realista y directo. Aplicar este criterio
sistemáticamente a los hechos espirituales que componen la trama de la preocupación política
y social. Las realidades ponen en claro, en fin de cuentas, la virtud y la bondad de las doctrinas,
que se forjan precisamente para operar sobre ellas y no como divagaciones ajenas a toda
finalidad concreta.
5. Horizonte sugestivo-La propia naturaleza de la condición humana obliga a que la política
prefigure, infatigablemente, un horizonte sugestivo para la vida social, recogiendo y suscitando
deseos, aspiraciones y proyectos que movilicen la imaginación colectiva hacia un futuro común.
Toda empresa nacional ambiciosa implica una aventura que requiere un grado de ilusión,
ilusión que permitirá hacer solidarios los plurales afanes y esfuerzos de la comunidad.
Efectivamente, nunca el presente por brillante y satisfactorio que sea, apaga la inquietud y
el ansia de futuro, cuya anhelada imagen llama constantemente la insaciable curiosidad
humana. El futuro es una realidad que la política no puede ignorar, una vez satisfechas todas
las premisas de la actualidad. Si la política abandona la permanente aspiración individual y
colectiva hacia el mañana, desconociendo la importancia decisiva de este resorte psicológico
de la convivencia humana, verá surgir indefectiblemente en torno suyo la asfixiante atmósfera
de la apatía, la indiferencia y el desdén de la sociedad. De aquí el compromiso de una política
que pretenda profundidad histórica: el fabricar continuamente un horizonte sugestivo.
6. Reactivación de la moral política.-Es momento para hacer una movilización espiritual de
los camaradas y en general del pueblo español, en torno a las verdades y principios político-
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sociales del Movimiento reavivando las virtudes de la fe y de la tenacidad, del entusiasmo y de
la prudencia, del servicio y de la disciplina, así como las que concede la experiencia de un largo
tiempo de entrega al supremo interés y al destino histórico de España, en cuyo servicio ha de
suscitarse la más esclarecida y ambiciosa esperanza.

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V PRESENCIA ESPAÑOLA EN LA CONVOCATORIA
DEL TIEMPO
Establecido el panorama general, en el cual están operando unos ejes de aceleración
histórica que no podemos desdeñar, cada nación y cada pueblo tiene también a su escala su
propio problema y misión. Y si se refiere a España, su transcendencia es extraordinaria, dada
su función y responsabilidad como paradigma del Mundo hispánico.
En esta universal revolución del siglo XX no hemos de quedarnos atrás, tanto en el aspecto
social, como en el técnico y cultural-indisolubles entre sí-, como lamentablemente, y para
nuestro mal, nos quedamos retrasados, sin incorporarnos ni responder adecuadamente, a los
grandes procesos históricos de la edad moderna. Quedamos varados desde el Renacimiento
hasta los comienzos del siglo XX. A la zaga en la Revolución industrial y en la política, a la
zaga en los planteamientos culturales que engendraron y determinaron la marcha de la historia.
Y no vale decir que nos quedamos fuera sin daño, porque o se va y se influye en la marcha de
la historia, o la historia pasa sobre nosotros o nos deja marginados en la infrahistoria,
suscitando la colonización ajena.
Necesitamos nuevas Carabelas y nuevos Pinzones. E inflar las velas de las esperanzas
españolas en los mares históricos de nuestra época. Necesitamos insertarnos en el ritmo de los
tiempos, en la aceleración revolucionaria de nuestro siglo, cuya segunda mitad vamos
consumiendo.
Y para esta gran aventura histórica contamos con el aire, el estilo y la ambición de una
Revolución comenzada y cuyos mejores frutos están por cosechar aún. Que no se nos quede
en una hermosa-pero melancólica-sinfonía inacabada. Que no se caiga la flecha a la mitad del
camino por nuestra falta de empuje, de iluminación y de osadía. Que no nos enredemos en
pleitos bizantinos del ayer, cuando el mañana llama alborozado a nuestros corazones de
españoles. Que no gastemos nuestro brío en cismas internos, en vencernos unos a otros en
triunfos pírricos, cuando nos aguarda la gran victoria de España en una nueva tentativa de
hacer historia, de comparecer dignamente-con el viejo orgullo reverdecido-al certamen
universal abierto a la inteligencia, al trabajo y a la creación fecunda. Hay que atrapar
vigorosamente las riendas del tiempo sin que nos tiemble el pulso, como lo hicieron los grandes
de nuestra estirpe cuando abrían amplios horizontes a la civilización cristiana, en épocas no
menos tensas, difíciles y peligrosas que la que nos acecha ahora con su doble perfil enigmático
de abismo y de esperanza.
Tenemos un ideal y una misión válida en el mensaje de José Antonio. Es más, tenemos su
ejemplar lección y estímulo para las horas difíciles y ambiciosas. La Revolución preconizada y
perfilada por José Antonio está en el nuevo horizonte de nuestra vida, proyectada
espléndidamente hacia el futuro. Es el eje diamantino de nuestra aceleración histórica y de la
conquista del tiempo nuevo.
José Antonio es ahora-como lo fue siempre para quienes le siguieron con fervor y pulcritud-
permanente estímulo e inagotable promesa. Aquí, en Alicante, junto al lugar de su muerte,
proclamamos nuestro compromiso de servir ilusionadamente su invencible y esclarecida
creencia en las futuras y florecientes primaveras de España, que sabrán merecer cabalmente
su inmenso y generoso sacrificio.
¡Arriba España!

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