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Bienes Públicos y Externalidades.

La mayoría de las discusiones económicas acerca de la intervención del gobierno se basan en la idea
de que el mercado no puede proporcionar bienes públicos o manejar externalidades. Los programas de
sanidad pública y de bienestar, educación, carreteras, investigación y desarrollo, y un entorno limpio,
han sido todos ellos etiquetados como bienes públicos.
Los bienes públicos tienen dos aspectos distintos: “no exclusión” y “consumo no competitivo”. No
exclusión significa que quienes no pagan no pueden ser excluidos de los beneficios del bien o servicio.
Si un empresario prepara un espectáculo de fuegos artificiales, por ejemplo, la gente puede ver el
espectáculo desde su ventana o desde su patio de atrás. Puesto que el empresario no puede cobrar una
entrada por el espectáculo, puede que los fuegos artificiales no lleguen a celebrarse nunca, aunque la
demanda del show sea grande.
El ejemplo de los fuegos artificiales ilustra el problema del “usuario gratuito”. Aunque se demuestre
que los fuegos artificiales valen diez dólares por persona, nadie le pagara diez dólares al empresario.
Cada persona buscará ser un “usuario gratuito” y dejar que otros paguen por el espectáculo, y luego lo
contemplará gratis desde su patio de atrás. Si el problema del usuario gratuito no puede resolverse, los
bienes y servicios valiosos, los que la gente desea y por los cuales estará dispuesta a pagar, permanecerán
sin producir.
El segundo aspecto de los bienes públicos es lo que los economistas llaman consumo no competitivo.
Supongamos que el empresario consigue excluir a los no contribuyentes de contemplar el espectáculo
(quizás el espectáculo sólo pueda verse desde un campo privado). Se cobrará un precio por entrar en el
campo, y la gente que no está dispuesta a pagar este precio será excluida. Si el campo es lo
suficientemente grande, sin embargo, la exclusión será ineficaz puesto que incluso aquellos que no
paguen podrán contemplar el espectáculo sin incrementar el coste del mismo ni disminuir la diversión
de los demás. Esto es el consumo no competitivo para ver el espectáculo.
Las externalidades se producen cuando las acciones de una persona afectan el bienestar de otra
persona y los costes y beneficios relevantes no quedan reflejados en los precios de mercado. Una
externalidad positiva surge cuando mis vecinos se benefician de que yo limpie mi patio. Si yo no puedo
cobrarles por estos beneficios, no limpiaré el patio tan a menudo como a ellos les gustaría. (Observe que
el problema del usuario gratuito y las externalidades positivas son dos caras de la misma moneda). Una
externalidad negativa surge cuando las acciones de una persona perjudican a otra. Cuando polucionan,
los propietarios de una fábrica puede que no tomen en consideración los costes que la polución impone a
los demás. Los debates políticos se enfocan normalmente en los problemas del usuario gratuito y las
externalidades, que son considerados problemas mucho más serios que el consumo no competitivo.
Aunque mucha gente no es consciente de ello, los mercados resuelven a menudo los problemas de
bienes públicos y externalidades en toda una variedad de formas. Los hombres de negocios resuelven
frecuentemente los problemas del usuario gratuito desarrollando métodos de excluir a quienes no pagan
de los beneficios de un bien o servicio. Los servicios de televisión por cable, por ejemplo, desmodulan
sus transmisiones de modo que quienes no están suscritos no puedan recibir sus emisiones. A lo largo de
toda la historia y también hoy, las carreteras privadas se han financiado cobrando peajes a sus usuarios.
Otros supuestos bienes públicos, como los servicios de protección y contra incendios, son vendidos
frecuentemente al sector privado sobre una base de tarifas.
También pueden proporcionarse bienes públicos uniéndolos a la compra de bienes privados. Las
galerías comerciales, per ejemplo, proporcionan a los compradores una variedad de servicios que
tradicionalmente son considerados bienes públicos: iluminación, servicios de protección, bancos y salas
de descanso, por ejemplo. Cobrar directamente por cada uno de estos servicios no sería practico. En
consecuencia, las galerías comerciales financian los servicios a través de las ventas de los bienes
privados en ellas. Los bienes públicos y privados están “unidos”. Los condominios privados y las
comunidades de jubilados son también ejemplos de instituciones de mercado que unen los bienes
públicos a los servicios privados. Sus miembros pagan tarifas mensuales que les proporcionan toda una
variedad de servicios públicos.
Los faros son uno de los ejemplos más famosos que dan los economistas de bienes públicos que no
pueden ser proporcionados privadamente. Los economistas han argumentado que si los propietarios de
un faro privado intentaran cobrar a los propietarios de los barcos los servicios de su faro, de ello se
derivaría un problema de usuario gratuito. Sin embargo, los faros a lo largo de la costa de Inglaterra en
el siglo XIX eran de propiedad privada. Los propietarios de los faros se dieron cuenta de que no podían
cobrar sus servicios a los propietarios de los barcos. Así que no intentaron hacerlo. En vez de ello,
vendían sus servicios a los propietarios y comerciantes del puerto más cercano. Los comerciantes del
puerto que no pagaban a los propietarios del faro para que encendieran las luces por la noche tenían
problemas en atraer los barcos a su puerto. Tal como estaban planteadas las cosas, resulta que uno de los
ejemplos más comúnmente utilizados por los instructores de economía de un bien público que no puede
ser proporcionado privadamente no es en absoluto un buen ejemplo.
Otros problemas con los bienes públicos pueden resolverse definiendo los derechos de propiedad
individual en el recurso económico apropiado. Limpiar un lago polucionado, por ejemplo, implica un
problema de usuario gratuito si nadie es propietario del lago. Los beneficios de un lago limpio son
disfrutados por mucha gente, y a nadie pueden cobrarse estos beneficios. Una vez existe un propietario,
sin embargo, esa persona puede cobrar precios más altos a pescadores, boteros, usuarios de instalaciones
recreativas y otros que se benefician del lago. Las masas de agua de propiedad privada son comunes en
las Islas Británicas, donde, y no es sorprendente, los propietarios de los lagos mantienen su calidad.
Unos derechos de propiedad bien definidos pueden resolver los problemas de los bienes públicos en
otras áreas medioambientales, como el uso de la tierra y la conservación de las especies. El búfalo estuvo
al borde de la extinción y la vaca no porque las vacas podían ser de propiedad privada y criadas para
obtener de ellas un beneficio. Hoy en día, unos derechos de propiedad privada sobre elefantes, ballenas y
otras especies podrían resolver la tragedia de su casi extinción. En Africa, por ejemplo, las poblaciones
de elefantes están creciendo en Zimbabwe, Malawi, Namibia y Botswana, países que permiten la
inversión comercial sobre los elefantes. Desde 1979, la población de elefantes de Zimbabwe creció desde
30.000 hasta casi los 70.000 de hoy, y Botswana fue de los 20.000 a los 68.000. Por otra parte, en países
que han prohibido la caza del elefante -Kenia, Tanzania y Uganda, por ejemplo-, hay pocos incentivos
para crear elefantes pero grandes incentivos para cazarlos ilegalmente. En estos países los elefantes
están desapareciendo. El resultado es que Kenia solo tiene hoy 16.000 elefantes, frente a los 140.000 que
tenía cuando el gobierno prohibió su caza. Desde 1970, las manadas de elefantes de Tanzania se han
reducido de 250.000 ejemplares a 61.000; en Uganda, de 20.000 a solo 1.600.
Los derechos de propiedad son sin embargo una solución menos efectiva a los problemas
medioambientales relativos al aire, puesto que los derechos sobre el aire no pueden definirse ni
protegerse con facilidad. Resulta difícil imaginar, por ejemplo, cómo únicamente los mecanismos del
mercado pueden impedir la disminución de la capa de ozono de la Tierra. En tales casos, los
economistas reconocen la probable necesidad de una solución reguladora o gubernamental.
Los acuerdos contractuales pueden usarse en ocasiones para superar otros problemas con bienes
públicos y externalidades. Si las actividades de investigación y desarrollo de una firma benefician a otras
firmas de la misma industrial esas firmas pueden aunar sus recursos y acordar un proyecto conjunto
(siempre que las regulaciones antitrust lo permitan). Cada firma pagara parte del coste, y las firmas
contribuyentes compartirán los beneficios. En este contexto, los economistas dicen que las
externalidades se han “internalizado”.
Aveces los arreglos contractuales no consiguen resolver los problemas de bienes públicos y
externalidades. Los costes de negociar y firmar un acuerdo pueden serán muy altos. Algunas partes del
acuerdo pueden intentar conseguir un mejor trato, y el acuerdo puede derrumbarse. En otros casos es
simplemente demasiado costoso contactar y tratar con todos los beneficiarios potenciales de un acuerdo.
Una fabrica, por ejemplo, puede descubrir que es imposible negociar directamente con cada ciudadano
afectado para disminuir la polución.
Las imperfecciones de las soluciones de mercado a los problemas de los bienes públicos deben ser
sopesadas contra las imperfecciones de las soluciones del gobierno. Los gobiernos confían en la
burocracia y tienen pocos incentivos para servir a los consumidores. En consecuencia, producen
ineficientemente. Además, los políticos pueden proporcionar “bienes” públicos de una forma que sirva a
sus propios intereses, antes que a los intereses del público; los ejemplos de gastos superfluos y proyectos
puramente electorales son legión. El gobierno crea a menudo un problema de “usuarios forzados”
obligando a las personas a apoyar proyectos que no desean. Las soluciones privadas a los problemas de
los bienes públicos, cuando son posibles, suelen ser más eficientes que las soluciones del gobierno.

Tyler Cowen.

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