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-Fernando Dworak
De manera similar, existe una frase en la política regional a cuyo nombre un Estado puede
insultar a otro, intervenir en su vida interna y después pedir perdón y fingir que se ha
olvidado todo, porque a final de cuentas somos “hermanos latinoamericanos”. Y justo la
semana pasada nos tocó vivir un incidente que ilustra lo anterior.
El pasado lunes 8, se publicó en diversos diarios una nota que llama la atención a unos días
de que México restableciera relaciones diplomáticas con Venezuela: de acuerdo con un
documento llamado Líneas Generales del Plan de Desarrollo Económico y Social de la
Nación 2007-2013, elaborado por el gobierno de esa nación sudamericana, se pretende
operar en otros países para “neutralizar la acción del imperio –léase: Estados Unidos–,
fortaleciendo la solidaridad y la opinión pública de los movimientos sociales organizados”.
Además, se propone crear una estrategia mundial “para la movilización de masas en apoyo
al proceso revolucionario” –entendido como el bolivariano de Venezuela–.
Y esto no nos interesaría mucho si no fuera por lo siguiente: el documento dice que la
principal zona del mundo a atender es América Latina y el Caribe. Todavía más: entre los
seis objetivos a alcanzar se encuentra fortalecer los “movimientos alternativos en
Centroamérica y México en búsqueda del desprendimiento del dominio imperial –otra vez,
se entiende aquí el de nuestros vecinos del norte–”. Todo lo anterior fue difundido por el
diario caraqueño El Universal.
Al día siguiente, martes 9, los actores involucrados parecían lavarse las manos de aquel
documento según el periódico mexicano El Universal. Por su parte, el gobierno de nuestro
país rechazó hacer comentarios. Por la otra el embajador de Venezuela en México, Roy
Chaderton-Matos, emitió una declaración donde acusó al diario de Caracas de perturbar la
buena relación entre las dos naciones; aunque no desmintió ni precisó la información.
Según una nota publicada el tercer domingo de mayo en El Universal, Hugo Chávez ha
realizado ayudas y convenios en otros países por un monto de al menos 5,500 millones de
dólares, para impulsar su proyecto político. Sin embargo, no es sólo a través de erogaciones
directas como Venezuela puede promover sus ambiciones.
No cabe duda que el venezolano ha sabido armar su grilla: a lo largo de los años ha venido
retejiendo las relaciones que Fidel Castro hizo en los años setenta. Si esta afirmación no
resulta creíble a la primera, una hojeada rápida a su pasaporte lo confirmaría: se ha paseado
frecuentemente por Rusia, Bielorrusia, Irán, Libia, China, Malasia y Siria, entre otros.
Estas actividades tienen otra finalidad que vender petróleo. También buscan impulsar una
política antiimperialista, tal y como se lee en el documento mencionado al principio de este
artículo. Por ejemplo, y aprovechando la presidencia de Cuba del Movimiento de Países No
Alineados (Noal), en su agenda se encuentra la generación de un frente contra los Estados
Unidos.
Sería fácil pensar que, tras la desaparición del bloque soviético, Cuba abandonaría su
agenda intervencionista, atrincherándose en sus costas esperando la muerte de Fidel Castro.
Sin embargo, la realidad es otra: apoyado en Hugo Chávez, el cubano ha cosechado éxitos
que no se imaginaba en los setenta. Hoy tiene un eje formado por su país, Venezuela,
Bolivia, Ecuador y Nicaragua. Brasil y Argentina mantienen una alianza cercana, gracias a
la derrama petrolera. E iniciativas como el propuesto Banco del Sur podrían consolidar
estos esfuerzos. Si Chávez y Castro no pueden acabar con la hegemonía de los Estados
Unidos en el mundo, al menos tienen pensado causarle unos cuantos problemas –
especialmente en su traspatio.
¿Y qué pasó con México durante todos estos años? Nuestro país perdió la conciencia de su
valor estratégico en la región ante los Estados Unidos. ¿Cómo le hizo? Sencillo: dejó de ser
interlocutor con las naciones del subcontinente en sus diferendos, como en su momento lo
hizo con CONTADORA. En su lugar, se convirtió en el campeón de los tratados de libre
comercio que no sabe cómo aprovechar.
Hugo Chávez tiene los recursos económicos para intervenir en la vida de otros países.
Ahora bien, la siguiente pregunta es cómo lo hace. Para describir esto, vamos a tratar
algunas de las formas en que lleva a cabo esto, basándonos en lo que se encuentra
plenamente documentado en los diarios.
De acuerdo con El Universal el 20 de mayo pasado, con esta operación se ha llevado hasta
ahora a 335 connacionales pobres para ser operados en aquellos países. De acuerdo con la
nota, opera en zonas pobres de Yucatán, Quintana Roo, Tabasco, Hidalgo, México,
Tlaxcala y en la delegación Tlalpan del DF.
Unas semanas después, el diario Reforma retomó este tema el 2 de julio pasado, dándole la
nota de primera plana. Tanto éxito le redituó tal noticia, que siguió trabajándola el resto de
la semana. Se señaló, por ejemplo, que a los pacientes se les entrega un paquete de libros
con fuerte contenido adoctrinador.
Además, las entrevistas realizadas dejan ver que el plan venezolano, así como los
argumentos que se usan para su operación en México, coinciden con el discurso de AMLO.
En este sentido Adolfo Llubere, director general de Desarrollo Social en la Delegación
Tlalpan, declaró que la gente va a Caracas porque “en México nos mandan al Seguro
Popular y nos cuesta dinero. Un país como Venezuela, que como México tiene petróleo,
usa su dinero en infraestructura. Pero el gobierno mexicano usa nuestro petróleo para
financiar fraudes como el IPAB y el FOBAPROA”.
Ante este panorama, más valdría ser bien pensados y asumir que los órganos de inteligencia
ya tomaron cartas en el asunto y comenzaron a hacer sus investigaciones en estos
municipios y delegaciones.
Y aunque el PRD nos quiera hacer creer que Chávez y AMLO son diferentes porque en
primer lugar nunca se han visto las caras, en realidad sus tácticas son demasiado similares –
si acaso no las tomaron del mismo manual. Incluso cada día queda más claro que el Frente
Amplio Progresista sigue las pautas de La Habana y Caracas. ¿Cuál es el objetivo? Llevar a
un escenario de caos, con el fin de tomar el poder por asalto. Por si fuera poco, nuestros
partidos de “izquierda” son cada vez más obvios en presumir sus contactos con Cuba y
Venezuela. Lejos de cualquier especulación, seguiremos basándonos en notas periodísticas.
¿Recuerdan de la “toma pacífica” del Zócalo y Reforma el año pasado por parte AMLO?
Pues bien, el 2 de octubre de 2006 se publicó en la columna “Bajo Reserva” de El
Universal lo siguiente: “Carlos Abascal, secretario de Gobernación, afronta otros
problemas, amén del conflicto en Oaxaca. Uno de ellos está relacionado con Venezuela y
las llamadas células bolivarianas. Los servicios de inteligencia mexicanos han detectado
algunos grupos de este tipo que hacen propaganda. ‘Estuvieron presentes en el plantón de
Reforma con diferentes tipos de expresión tratando de difundir esa visión revolucionaria’,
ha comentado el responsable de la política interior. Pero la propaganda no ha sido el fuerte
de estos grupos venezolanos, ligados al presidente Hugo Chávez.”
Más adelante, en esa misma nota se señalan los acercamientos que ha tenido Chávez con
líderes y legisladores del PT y PRD, impulsores de AMLO en la pasada campaña
presidencial. Además de mencionarse contactos con algunas figuras públicas, mismas que
tendieron a responder con evasivas los cuestionamientos que les hizo El Universal, se cita
un comentario de Eduardo Bueno León, académico del Departamento de Estudios
Internacionales de la Universidad Iberoaméricana. De acuerdo con él, durante 2006 los
embajadores de Venezuela trataron de establecer de inmediato puentes con la izquierda
mexicana, “pero lo hicieron sin ajustarse, sin respetar el comportamiento normal,
diplomático de un país extranjero, cuando en México había un proceso electoral, hubo
descuido al no entender los límites del Estado mexicano”.
Casi dos meses después de esta publicación, el miércoles 23 de mayo pasado, más de 50
organizaciones mexicanas simpatizantes a AMLO se solidarizaron con el gobierno de Hugo
Chávez respecto al cierre de la televisora RCTV, acto que calificaron de “profundamente
democrático”. Entre ellas, se encontraban la Convención Nacional Democrática, el Frente
Amplio Universitario de Apoyo Crítico a AMLO, la Resistencia Civil en Tlalpan, la APPO,
el Partido Revolucionario de los Trabajadores y el Partido Comunista Marxista-Leninista.
Y todo esto sucede en un entorno donde la APPO sigue latente, la guerrilla comienza a
adoptar tácticas terroristas –y estos grupos, por cierto, recurren a términos y discursos
usados por el tabasqueño para atacar al gobierno federal– y el “Subcomandante Marcos”
vuelve a recorrer el país. ¿Coincidencia? ¿Coordinación? ¿Táctica coordinada de asedio a
las instituciones? Se dejará la pregunta abierta.
Antes de seguir con este análisis, cabría preguntarnos qué tan importante es AMLO en sí
mismo dentro de este juego. Obviamente, la apuesta del tabasqueño ha sido mantenerse
políticamente relevante –al menos en un nivel mediático– hasta 2009, apostando a que el
gobierno del presidente Calderón no cumpla con sus expectativas.
Si nos damos cuenta que estos movimientos buscan empujar a nuestro país al caos,
preparando un escenario de alto impacto para asaltar el poder y así presionar al “impero” en
su propio traspatio, AMLO no es tan importante en sí mismo. Tal vez hasta sería indicado
usar el término “pelele” para describir la forma en que Chávez y Castro lo ven. Mas bien el
problema son aquí las condiciones de inequidad y pobreza en el país, aunadas con la
existencia de grupos antisistema.
También Guadalupe Acosta Naranjo, secretario general del PRD, defendió al PT. En su
opinión, el que hayan invitado a los guerrilleros no implicaba que los estuvieran apoyando.
Dijo: “el PT tiene derecho a invitar a organizaciones de cualquier lugar del mundo. Yo no
me meto en su vida interna, hicieron una reunión y ese diálogo no es delito en México”.
Si las FARC tienen relaciones con cárteles mexicanos, ¿qué significa esto para la izquierda
mexicana? Sobre esto, El Universal publicó en su primera plana del jueves 10 de mayo
pasado lo siguiente: información de inteligencia de los gobiernos de Colombia y México
indica que las FARC financian en nuestro país, así como en otros donde tienen alianzas con
el narcotráfico local, a organizaciones de izquierda a través de su frente internacional.
También se señala que este grupo guerrillero sustituyó sus oficinas en tierras aztecas por la
Coordinadora Continental Bolivariana, de Venezuela.
A través de estos grupos, explica esa misma nota, distribuyen su ideología, efectúan el
reclutamiento en universidades y realizan acciones contra los gobiernos de Colombia,
México y los Estados Unidos. La inteligencia colombiana tiene ubicadas, agrega la nota,
oficinas y casas en las que se reúnen simpatizantes y activistas de las FARC en la ciudad de
México, Guadalajara, Monterrey y Toluca. Bajo este tenor no sorprenden las declaraciones
del vicepresidente de Colombia, Francisco Santos, de que la guerrilla colombiana tiene
nexos con los cárteles de la droga mexicanos, publicadas en diarios mexicanos el pasado
domingo 30 de septiembre.
Lo que sí despierta interés es algo que escribió Raymundo Rivapalacio en su columna del
viernes 5 de octubre en El Universal: “Las FARC habían enviado operadores políticos que
penetraron algunos medios académicos y universitarios, incrustados en los círculos
bolivarianos que financiaba el régimen de Hugo Chávez. No se saben los resultados de la
operación, pero se dieron varios desdoblamientos. Uno muy importante, de acuerdo con un
alto funcionario mexicano, es que en el proceso final de restablecimiento de las relaciones
diplomáticas plenas con Caracas, el gobierno de Chávez ordenó el retiro de varios
dirigentes de círculos bolivarianos que trabajan para la inteligencia militar venezolana y,
como pilón, revelaron la ubicación de varias células vinculadas al EPR, particularmente
incrustadas en la UNAM”.
Con todo esto, el anuncio de apoyar “movimientos alternativos en México” no son buenas
noticias. Tal vez, y como se dice en el argot político, Chávez simplemente se “amarró un
dedo”, sabiendo que se lo iban a cortar. Lo anterior, para evitar el engangrenamiento de
todo su brazo operativo en nuestro país.
Como respuesta a los excesos del venezolano, el presidente Calderón sacó la casta muy
bien durante los primeros meses de gobierno, tanto en su visita a Davos como con sus
declaraciones contra el populismo durante febrero y marzo. Sin embargo, su política
externa se encaminó al mismo tiempo a restablecer relaciones con Venezuela y normalizar
las que se tienen con Cuba.
¿A qué se debió esa decisión? ¿En realidad fue buena idea restaurar relaciones con aquellos
que nos amenazan y se burlan de nosotros? ¿Para qué? ¿Habrá sido para que no nos
exporten sus guerrillas o su terrorismo, como corresponde al modus operandi de las mafias?
Aunque nos sentimos defraudados todos aquellos a quienes nos gusta el espectáculo
mediático, el presidente Calderón tomó una decisión de Estado. Veamos por qué:
México sigue siendo parte de Iberoamérica: Nuestro país se encuentra en América del
Norte. Lo anterior implica que forma parte, por default, de las estrategias de integración y
seguridad de este hemisferio. Sin embargo, también pertenece por lazos de lenguaje y
cultura a los países de habla hispana. Por ello nuestro país debe considerar ambos factores
para definir sus verdaderos intereses. De esta forma, el restablecimiento de las relaciones
con Venezuela fue un paso en esa dirección –por más claroscuros que pueda tener.
Los Estados Unidos no tienen amigos, sólo intereses: Esta frase, acuñada por Henry
Kissinger, podría resumir el fracaso de la gestión de Vicente Fox –un presidente
abiertamente afín a nuestros vecinos del norte– con la administración de George W. Bush.
¿De qué sirvió que el entonces presidente invitara a su homólogo norteamericano a su
rancho en San Cristóbal, y presumiera hasta amistad? No se ganó nada, y el distanciamiento
con Iberoamérica fue dramático. El que el hoy ex presidente trate en estos días de alardear
sus relaciones familiares y simpatías con nuestros vecinos del norte sólo genera un
sentimiento frente a quien esto escribe: ternura.
México sigue siendo una pieza central para las ambiciones de Hugo Chávez en la
integración de un bloque regional contra el “imperio”, con o sin relaciones diplomáticas
restauradas. Y esto no sólo se debe a nuestra situación geográfica.
En primer lugar, nuestro país es atractivo para grupos de poder extranjeros cuyo interés es
desestabilizar la región por lo siguiente: nuestra naciente democracia es todavía débil y, por
ello, atacable. Es decir, se le puede llevar al punto de quiebra más fácilmente que una
democracia consolidada. Lo anterior se entiende mejor al tener en cuenta que, en los años
setenta, los principales objetivos del terrorismo en Europa fueron Alemania e Italia por esta
misma razón.
Como ya se dijo, los gobiernos demagógicos de nuestro continente fueron el resultado del
fracaso y desgaste de los experimentos democráticos. Y esto sucedió cuando los partidos
tradicionales se cerraron a la ciudadanía. Eso facilitó a los líderes personalistas que, bajo el
pretexto de atacar a los partidos existentes, tomaron el poder por asalto.
Bajo el argumento anterior, el rediseño de nuestras instituciones debería ser visto como un
asunto de seguridad nacional; pues cuando el Estado no es moderno, resulta vulnerable a
ataques externos. Sin embargo, esta reflexión no parece formar parte de los objetivos de
quienes están llevando a cabo el presente ejercicio de Reforma del Estado en el Senado.
Más bien, el objetivo parecería ser simple y llanamente la distribución de cotos de poder
entre diversos grupos políticos.
En México los partidos están aislados de la ciudadanía, pues no hay rendición de cuentas.
Esto hace, además, que se vean dirigidos por elites cerradas. De esa forma, y más allá de
cualquier consideración discursiva, presión ciudadana o argumento académico, el problema
de fondo es que este tipo de sistemas son los más débiles en los momentos de crisis. Y es
precisamente una crisis lo que muchos grupos externos piensan generar en nuestro país para
que cierta facción de la izquierda pueda tomar el poder por asalto.