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LA DOCTRINA DEL PECADO Página 1 de 11

LADOCTRINA DEL PECADO


Parte 2: estudio de la naturaleza y el origen del pecado

Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay
ningunas tinieblas en él.
Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no
practicamos la verdad;
pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la
sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.
Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no
está en nosotros.
Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y
limpiarnos de toda maldad.
Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en
nosotros. 1Jn 1:5-10

El estudio de la doctrina del pecado debe ir de la mano del estudio de la doctrina de la


redención. Fue nuestro pecado el que hizo surgir el plan de la redención en el corazón
de Dios, y la redención es el único remedio contra el pecado estas dos doctrinas, la del
pecado y la redención, sirven de medida la una para la otra y viceversa. Cuando no se le
da la importancia que se debe al pecado, la redención sé empobrece automáticamente, al
considerar el pecado cosa liviana, la necesidad de la redención disminuye.

Un estudio cuidadoso sobre la doctrina del pecado, tiene el propósito de descubrir todo
lo que se nos ha revelado con respecto a la pecaminosidad, y tiene además un propósito
más importante que es el de reconocer que el salvador nuestro Señor Jesucristo es la
provisión de Dios única y suficiente para resolver todos los problemas que ha impuesto
el pecado.

Uno de los métodos que más utiliza el mundo y Satanás para atacar la obra salvadora de
Cristo, consiste en suavizar el carácter dañino y maligno del pecado.

El pecado es precisamente lo que Dios dice que es; y en este caso, las opiniones y las
filosofías humanas deben inclinarse ante el testimonio de la palabra de Dios, en la cual
Dios declara cuál es la verdadera naturaleza del pecado. Las opiniones de hombres que
se hacen sus propias ilusiones son de poco valor en este asunto que sólo puede
determinarse por revelación, escudriñando las escrituras.

De manera similar, el pecado hay que entenderlo como lo opuesto a la santidad. Los
hechos esenciales relacionados con todas las distinciones entre la santidad y el pecado
son de carácter mundano. No hay nada que en sí mismo sea tan restringido a la
naturaleza misma de Dios, o que se base tan profundamente en ella, como la santidad. Y
lo opuesto a la santidad, el mal, deriva todas sus propiedades del único hecho de que no
es santo.

Es legítima la investigación con respecto al pecado a la luz de sus efectos


experimentales, filosóficos y sociológicos; pero las características fundamentales del
mal, así como las de su opuesto, la santidad, se descubren solamente a medida de que su
relación con Dios les da forma y sustancia. Lo que Dios es y lo que Dios dice son los
materiales de los cuales se derivan los valores morales y espirituales. Puesto que Dios se

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revela en forma adecuada solamente en las escrituras, es muy poca la comprensión que
se puede tener sobre el carácter verdadero del bien o del mal, aparte de aquello que a
Dios le ha placido revelarnos en la Biblia. Todo enfoque o estudio sobre el pecado que
no tome en cuenta la Biblia tiene que ser de carácter especulativo y, por tanto, de poco
valor permanente.

El doctor Julius Muller, al comienzo de su tratado sobre la doctrina cristiana del pecado,
escribe lo siguiente en relación con el carácter del pecado en la esfera humana y con
respecto a la importancia de conocer la revelación de Dios cuando dice:

No se requiere una profundidad especial de reflexión, sino sólo un grado moderado de


honestidad moral, que nos impulse a meditar pausadamente ante un gran fenómeno de
la vida humana, y que una y otra vez nos haga volver a él con una mirada escrutadora.
Me refiero al fenómeno del mal; a la presencia de ese elemento de perturbación y de
discordia en una esfera en que la demanda de armonía y de unidad se siente
urgentemente. Nos encontramos con ese fenómeno en cada vuelta de la historia de la
raza humana, a medida que el curso de su desarrollo pasa ante nosotros; no se revela su
presencia en muchas formas cuando fijamos nuestros ojos en las relaciones estrechas de
la sociedad, y no podemos escondernos de esa realidad del pecado cuando miramos
hacia dentro, hacia nuestros propios corazones.

“Es una sombra oscura y lúgubre, que lanza su tenebrosidad sobre cada uno de los
aspectos de la vida y penetra continuamente en las formas más bellas y brillantes de la
vida. Algunos, en verdad, con sus concepciones filosóficas, creen que este asunto es
insignificante e imaginan que pueden desestimar el enigma más grande del mundo, la
existencia del mal, con sólo dejar de pensar seriamente en él”.

Para poder conquistar a un enemigo, primero tenemos que conocerlo; y las mismas
quejas contra lo desagradable de la reflexión con respecto al mal es un testimonio
enérgico sobre el peligro que hay de evadir un estudio serio sobre el mal.

En la investigación sobre el tema del pecado se han seguido dos procedimientos


generales: el exegético y el especulativo. El método exegético es el intento de formular,
mediante el testimonio bíblico, la doctrina completa tal como se establece en las
escrituras. El método especulativo se caracteriza por la atención que le presta a la
filosofía y a la experiencia humana.

Sin discusión el método exegético se justifica; y sin embargo, aún que intenta formular
la doctrina bíblica, es esencial reconocer la obra práctica de toda verdad bíblica a
medida que se manifiesta en las vidas humanas, es decir, un estudio juicioso del texto
bíblico y la comprobación de este texto bíblico a través del testimonio de vidas
cambiadas.

El apóstol Pablo describe una gran realidad con respecto al pecado cuando escribe a los
romanos en el capítulo cinco y los versos 12 al 15:

Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la
muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. Pues antes
de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado.
No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la

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manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir. Pero el don
no fue como la transgresión; porque si por la transgresión de aquel uno murieron los
muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia
de un hombre, Jesucristo

Estos versículos describen las terribles consecuencias del pecado original cometido por
Adán y Eva, sin embargo surge una pregunta obligada con respecto a la entrada de la
muerte en el mundo por causa del pecado, y es la siguiente: ¿Cómo pueden declararnos
culpables por algo que Adán hizo miles de años atrás? Muchos piensan que no es justo
que Dios nos juzgue por el pecado de Adán. Sin embargo confirmamos nuestra
solidaridad con Adán cada vez que pecamos. Estamos hechos del mismo material, con
tendencia a rebelarnos, y los pecados que cometemos nos condenan. Pero Debido a que
somos pecadores, no necesitamos imparcialidad sino misericordia.

Pero mirando el asunto desde otro punto de vista, vemos que el pecado fue el que causó
el más grande sacrificio divino, pues había la necesidad de pagar un rescate que no
podía ser menos que la sangre del hijo de Dios.

Este pasaje hace una exposición del evangelio de la gracia de Dios revelada a través de
Jesucristo. También magnifica la gracia de Dios, al presentar la dimensión universal de
la obra redentora de Cristo. El acto de un hombre (Adán) introdujo el pecado en el
mundo y la pena de muerte sobre la raza humana. Por otro lado, la obediencia de un
hombre (Jesucristo) contradijo este hecho y puso la justicia y la vida eterna a
disposición de la humanidad. Adán representó a toda la humanidad atrapada por el
pecado y la muerte. Jesucristo representa a una nueva humanidad caracterizada por la
justicia y la vida. Recibimos las consecuencias del acto de Adán al nacer, y las del
sacrificio de Cristo a través de la obediencia y la fe, así es como lo expresa

1 Co 15.22 “Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán
vivificados”
2 Co 5.14-15 “Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió
por todos, luego todos murieron; 15y por todos murió, para que los que viven, ya no
vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos”

Adán es una figura, la contrapartida de Cristo. Así como Adán representa a la


humanidad creada, Cristo representa a la nueva humanidad espiritual.

Todos nacemos como parte de la familia física de Adán, del linaje que conduce a muerte
segura. Todos cosechamos los resultados del pecado de Adán. Heredamos su culpa, una
naturaleza pecaminosa (la tendencia a pecar) y el castigo de Dios. Sin embargo, por la
obra de Cristo, podemos cambiar juicio por perdón. Podemos cambiar nuestro pecado
por la justicia de Jesús. Cristo nos ofrece la oportunidad de nacer en su familia
espiritual: del linaje que empieza con perdón y conduce a la vida eterna. Si no hacemos
algo, nos espera la muerte mediante Adán, pero si acudimos a Dios por la fe, tenemos
vida a través de Cristo. La pregunta obligada aquí es: ¿A qué linaje pertenece usted: al
linaje de Adán o al linaje de Cristo?

El problema que crea el pecado es más que un simple conflicto entre Dios y el mal en la
conducta humana; ese problema envuelve los aspectos inmensurables e interminables
del conflicto entre la santidad que es la sustancia del carácter de Dios y todo lo que se

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opone a ella; implica mucho más que la pérdida y el daño que sufre el que peca. El
pecado se entremete en la esfera de los derechos divino, que él, como creador, concede
a las criaturas de su mano.

Así lo expresa Is 59:1-2 1He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar,
ni se ha agravado su oído para oír; 2pero vuestras iniquidades han hecho división entre
vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para
no oír.

El pecado ofende a nuestro Dios santo y nos separa de Él. Debido a que Él es santo, no
puede pasar por alto, disculpar ni tolerar el pecado como si no importara. El pecado
separa a la gente de Dios, forma un muro que aísla a Dios de la gente que Él ama. Esto
es lo que expresa Is 59:1-2 cuando afirma: “He aquí que no se ha acortado la mano de
Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestras iniquidades han
hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de
vosotros su rostro para no oír”. Este texto clarifica que es nuestro pecado el que nos da
la sensación de que Dios se ha alejado de nosotros, pero esto es una imposibilidad ya
que Dios no puede alejarse puesto que uno de sus atributos, la omnipresencia, nos
indica que Él lo abarca todo y su amor siempre es eterno e inmutable, es decir, no
cambia. A esto se refiere cuando afirma “que no se ha acortado la mano de Jehová para
salvar, ni se ha agravado su oído para oír”. Pero la afirmación de que “vuestros
pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír”, nos indica que es nuestro
pecado el que no nos deja ver con claridad ni discernir las cosas que son del espíritu de
Dios.

A esto mismo se refiere el apóstol Pablo cuando describe el vivir de acuerdo a nuestra
naturaleza pecadora cuando afirma en 1 Co 2:14 “Pero el hombre natural no percibe las
cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender,
porque se han de discernir espiritualmente”

Desde otro punto de vista, sin embargo, el triunfo final de la justicia sobre la iniquidad
se afirma y se confirma en la misma naturaleza del ser de Dios, pues se hace una
grandiosa promesa de que ha de haber nuevos cielos y nueva tierra en los cuales more la
justicia, como lo afirman los siguientes textos:

Isa 65:17 Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero
no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento

Is 66:22,24 22Porque como los cielos nuevos y la nueva tierra que yo hago
permanecerán delante de mí, dice Jehová, así permanecerá vuestra descendencia y
vuestro nombre. 24Y saldrán, y verán los cadáveres de los hombres que se rebelaron
contra mí; porque su gusano nunca morirá, ni su fuego se apagará, y serán abominables
a todo hombre

Isaías concluye este libro con un gran drama. Para los infieles hay una seria descripción
de juicio. Para los fieles hay una descripción gloriosa de una abundante recompensa:
«Así permanecerá vuestra descendencia y vuestro nombre». El contraste es tan
estremecedor que pareciera que todos querrían ser seguidores de Dios. Sin embargo, a
menudo somos igual de rebeldes, necios y recelosos al cambio como lo eran los
israelitas. Somos tan negligentes como ellos en alimentar a los pobres, en trabajar por la

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justicia y en obedecer la Palabra de Dios. Asegúrese de que está entre los que serán
ricamente bendecidos

“Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los
cuales mora la justicia”. Dice 2Pe 3:13

El propósito de Dios para el ser humano no es destruirlo sino recrearlo. Él purificará los
cielos y la tierra con fuego, y luego hará una nueva creación de ambos. Podemos mirar
con gozo hacia adelante, hacia la restauración del mundo bueno de Dios

LA NATURALEZA ESENCIAL DEL PECADO

El carácter santo de Dios es la norma única y final mediante la cual pueden juzgarse
exactamente los valores morales. Para el que no toma en cuenta a Dios no hay normas
morales fuera de las costumbres sociales o de los dictados de una conciencia incierta y
pervertida. Así lo expresa el apóstol Pablo en su epístola a los Ef 4:17-21, cuando dice:
Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles,
que andan en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento entenebrecido,
ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su
corazón; los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la
lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza. Mas vosotros no habéis
aprendido así a Cristo, si en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados,
conforme a la verdad que está en Jesús.

Vivir en «la vanidad de su mente» se refiere a la tendencia natural y humana de pensar


sus caminos lejos de Dios. El orgullo intelectual, la racionalización y las excusas alejan
a la gente de Dios. No debe sorprender cuando las personas no aceptan el evangelio. El
evangelio parecerá locura a quienes abandonan la fe y se apoyan en su propio
entendimiento.

Con respecto a la naturaleza esencial del pecado, se dice que el pecado es malo porque
es diferente de Dios. El pecado es cualquier falta de conformidad o transgresión de
cualquier ley de Dios, que fue dada como norma para la criatura racional. Cualquier
cosa que se oponga al carácter de Dios es pecado. Es verdad que la desobediencia a la
ley de Dios es pecado, pero no se debe deducir de esa verdad que el pecado se restringe
solamente a la desobediencia de la ley de Dios. Es bueno distinguir, por ejemplo, que el
egoísmo es pecado pero el pecado no es siempre el egoísmo; el amor al dinero es la raíz
de todos los males, pero todos los males no están representados en el amor al dinero.
Así también, la incredulidad es pecado, pero el pecado es más que la incredulidad.

Ya sea que se considere el pecado como la participación del individuo en la


desobediencia de Adán, o como la naturaleza pecaminosa o como el estado según el
cual el hombre está “bajo pecado”, o como pecado personal con todos sus variados
aspectos, siempre tiene su carácter esencial de pecaminosidad que consiste en el
hecho de que es diferente de Dios.

Dios da testimonio de tres grandes demostraciones de la excesiva perversidad del


pecado:
1. La primera demostración es el primer pecado que sucedió en el cielo, el cual
hizo que el más elevado de todos los ángeles cayera de su jerarquía. Con él se

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levantaron en rebeldía contra Dios un gran número de ángeles menores. Este ángel
supremo que cayó llegó a ser Satanás el adversario, el dios de este mundo, el
príncipe de la potestad del aire.

Los siguientes textos Bíblicos describen estos hechos:


Eze 28:14-18 Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios,
allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas. Perfecto eras en todos
tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad. A causa
de la multitud de tus contrataciones fuiste lleno de iniquidad, y pecaste; por lo que
yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras del fuego, oh querubín
protector. Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu
sabiduría a causa de tu esplendor; yo te arrojaré por tierra; delante de los reyes te
pondré para que miren en ti. Con la multitud de tus maldades y con la iniquidad de
tus contrataciones profanaste tu santuario; yo, pues, saqué fuego de en medio de
ti, el cual te consumió, y te puse en ceniza sobre la tierra a los ojos de todos los que
te miran.

1Jn 5:19 Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno.
Ef 2:2 en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo,
conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos
de desobediencia,

Los cristianos cometen pecados, por supuesto, pero piden a Dios que los perdone y
luego continúan sirviéndole. Dios los libertó de la esclavitud de Satanás y los
mantiene protegidos de los ataques continuos de Satanás. Las personas que no
tienen a Jesucristo como su Señor y viven una vida ajena a la vida de Dios, no
tienen la libertad de los cristianos para obedecer a Dios. A menos que acudan a
Cristo con fe, no tienen otra opción que la de obedecer a Satanás, al mundo y a la
carne. No hay un lugar intermedio: se es de Dios y se le obedece, o se vive bajo el
dominio de Satanás

2. La segunda demostración de la excesiva perversidad del pecado es el primer


pecado del hombre. Este pecado hizo que la cabeza natural de la raza humana
cayera y que como consecuencia toda la posteridad cayera con él. Directa o
indirectamente, este pecado a causado el inmensurable sufrimiento, las tristezas y la
muerte de la raza, y llegará a su plenitud con el desastre eterno de todos los que
están perdidos, es decir, aquellos que no ponen su fe en la persona y la obra y el
testimonio de Jesucristo, esto es lo que afirmó nuestro Señor Jesucristo en su
conversación con Nicodemo como se relata en Jn 3:18 “El que en él cree, no es
condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el
nombre del unigénito Hijo de Dios”.

Muchas veces la gente trata de salvarse de lo que teme poniendo su fe en cosas que
tienen o hacen: buenas obras, capacidad o inteligencia, dinero o posesiones. Pero
solo Dios puede salvarnos de lo que en verdad debemos temer: la condenación
eterna. Confiamos en Dios reconociendo la insuficiencia de nuestros esfuerzos por
alcanzar la salvación y pidiéndole que haga su obra en nuestro favor. Cuando Jesús
habla acerca del «que no cree», se refiere a quien le rechaza por completo o hace
caso omiso de Él, no al que tiene dudas momentáneas.

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3. La tercera demostración de la excesiva perversidad del pecado es la muerte de


Cristo en la cruz, Él llevó el pecado del mundo. En la obra de la cruz del calvario,
se midió finalmente el pecado, y se les reveló a los hombres y a los ángeles su
perversidad. La epístola a los hebreos hace una descripción clara del sacrificio único
de Cristo y sus definitivas consecuencias sobre todos los que ponen su fe en su
persona y obra, leamos los versículos del 24 al 28:

Heb 9:24 Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del
verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante
Dios;
Heb 9:25 y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el
Lugar Santísimo cada año con sangre ajena.
Heb 9:26 De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el
principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó
una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el
pecado.
Heb 9:27 Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una
sola vez, y después de esto el juicio,
Heb 9:28 así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de
muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a
los que le esperan.

Todas las personas mueren físicamente, pero Cristo murió para que nosotros no
tuviéramos que morir espiritualmente. Podemos tener una maravillosa confianza en su
obra de salvación a nuestro favor, quitando nuestro pecado pasado, presente y futuro. Él
perdonó nuestros pecados del pasado; cuando murió en la cruz, Él se inmoló una vez
para siempre (9.26); Él nos envió el Espíritu Santo para ayudarnos a enfrentar el pecado
presente; Él se presentó por nosotros en el cielo como nuestro Sumo Sacerdote (9.24); y
ha prometido regresar (9.28) y resucitarnos a una vida eterna en un mundo en que no se
permitirá el pecado

La «consumación de los siglos» se refiere al tiempo de la venida de Cristo a la tierra en


cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento. Él entró en la nueva época de
gracia y de perdón. Todavía estamos viviendo en «la consumación de los siglos». El día
del Señor ha empezado y terminará cuando Cristo regrese.

Que Dios es santidad transparente y que en Él no hay ningunas tinieblas es un hecho


que nos garantiza que, aunque por sus propósitos inescrutables Él permita el pecado en
el universo, Él no esta envuelto de ninguna manera en esa culpabilidad. Dios es Justo en
el sentido absoluto de la palabra, Juez de todo lo malo y ejecutor de la sentencia que sus
justos juicios tienen que imponer. Así que se puede afirmar de manera enfática que Dios
mismo es la norma de la santidad y que su carácter es el que determina la perversidad
del pecado. El apóstol Pedro en su primera epístola, por este mismo carácter santo de
Dios, exhorta a un entendimiento basado en la gracia cuando afirma en 1 P 1:13-16

Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por
completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado; como
hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra
ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en
toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo

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El inminente retorno de Cristo debe motivarnos a vivir para Él. Eso significa estar
mentalmente vigilantes («ceñid los lomos de vuestro entendimiento»), disciplinados
(«sed sobrios»), y concentrados («esperad por completo»). ¿Está usted listo para
encontrarse con Cristo?

El Dios de Israel y de la iglesia cristiana es santo; Él determina las normas para la


moralidad. A diferencia de los dioses romanos, Él no es belicoso, adúltero ni rencoroso.
A diferencia de los dioses populares de los cultos paganos en el primer siglo, Él no es
sanguinario ni promiscuo. Él es un Dios de misericordia y justicia que cuida
personalmente de cada uno de sus discípulos. Nuestro Dios santo espera de nosotros que
lo imitemos al aplicar sus normas morales elevadas. Así como Él, debemos ser
misericordiosos y justos, y también sacrificarnos por los demás

Después que las personas confiesan a Jesucristo como su único y suficiente Señor y
Salvador personal, aun sienten cierta atracción por sus costumbres pasadas. Pedro nos
dice que debemos ser como nuestro Padre celestial, santos en cada cosa que hacemos.
Santidad significa mantenerse totalmente devotos o dedicados a Dios, separados para su
uso especial, y apartados del pecado y de su influencia. Debemos mantenernos
apartados y ser diferentes, no mezclándonos con lo que ofende a Dios. No debemos ser
diferentes solo por el hecho de serlo. Lo que nos hace diferentes son las virtudes de
Dios aplicadas a nuestra vida. Nuestras prioridades deben ser las de Él. Todo eso va en
contraste directo con nuestras costumbres anteriores (1 P 1.14). No podemos llegar a ser
santos por nuestros propios esfuerzos, por esto es que Dios nos da su Espíritu Santo
para ayudarnos a ser obedientes y nos da poder para vencer el pecado. No use la excusa
de que no puede evitar cometer pecado. Pídale a Dios que le ayude a ser librado de las
garras del pecado

¿DE DONDE SE DERIVO EL PECADO?

Los términos mal y pecado son algo diferentes. El mal puede referirse a aquello que,
aunque esta latente, no se expresa, y siempre se concibe como lo opuesto de lo bueno;
mientras que pecado es aquello que concreta y activamente se opone a Dios en su
carácter.

Es difícil para la mente humana comprender el tiempo cuando no había nada que se
opusiera a lo bueno, aunque por falta de seres que fueran capaces de pecar, tal vez no se
presentó la oportunidad para expresar lo malo. El pecado llega a la existencia en el
momento en que son creados los seres angelicales. Es después de este acto creador de
Dios, que el más alto de todos los ángeles pecó, y el hombre también lo hizo del mismo
modo

EL PERMISO DIVINO PARA EL PECADO

La presencia del pecado en el universo se debe a que Dios lo permite. El propósito que
Dios tiene al permitir el pecado no esta revelado en las escrituras y, sin duda, la mente
humana no podrá comprender todo lo que esto significa. Al respecto de todo esto, Dt
29:29 Es concluyente cuando dice: “Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro
Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que
cumplamos todas las palabras de esta ley”.

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Y de manera similar afirma el libro de Eclesiastés 3:10-11 “10Yo he visto el trabajo que
Dios ha dado a los hijos de los hombres para que se ocupen en él. 11Todo lo hizo
hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance
el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin”

Hay ciertas cosas que Dios decidió no revelarnos, posiblemente por las siguientes
razones: (1) nuestras mentes finitas no pueden entender los aspectos infinitos del
universo de Dios y su naturaleza; (2) algunas cosas no necesitamos conocerlas hasta que
seamos más maduros; y (3) como Dios es infinito y omnisciente, es simplemente
imposible para nosotros saber todo lo que Él hace. Este versículo muestra que a pesar de
que Dios no nos ha dicho todo lo que hay sobre la obediencia a Él, nos ha dicho
bastante. Así, la desobediencia proviene de un acto de la voluntad, no por una falta
de conocimiento. A través de la Palabra de Dios sabemos lo suficiente para ser salvos
por fe y servirle. No debemos usar las limitaciones de nuestro conocimiento como una
excusa para rechazar sus reclamos en nuestra vida

Dios «ha puesto eternidad en el corazón de ellos» significa que nunca podremos estar
completamente satisfechos con los placeres y logros terrenales. Debido a que Dios nos
ha creado a su imagen, (1) tenemos ansias espirituales (2) y valores eternos, y (3) nada
que no sea el Dios eterno puede satisfacernos verdaderamente. Él ha puesto en nosotros
añoranza por ese mundo perfecto que sólo se halla bajo su gobierno perfecto. Nos ha
permitido vislumbrar la perfección de su creación, pero sólo en un débil resplandor. No
podemos ver el futuro ni comprender todas las cosas. De modo que debemos confiar en
Él ahora y realizar aquí el trabajo que nos corresponde

El apostol pablo manifiesta esto de desde otra perspectiva cuando habla de nuestra
comprensión con relación a la persona de nuestro Señor Jesucristo

1Co 13:12 Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara.
Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.

2Co 3:18 Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la
gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como
por el Espíritu del Señor

Pablo nos ofrece un vistazo de lo que es el futuro para darnos esperanza, que en un día
no muy lejano será realidad cuando veamos a Dios cara a cara. Esta verdad debiera
fortalecer nuestra fe; no tenemos todas las respuestas ahora pero las tendremos. Al
poner nuestra fe en la persona y obra de nuestro Señor Jesucristo, es cierto que un día
veremos a Cristo en persona y será posible ver desde la perspectiva de Dios

La gloria que el Espíritu imparte al creyente es superior, en calidad y duración, a la que


Moisés experimentó. Al contemplar la naturaleza de Dios sin el velo en nuestras mentes,
nos asemejamos a Cristo. En el evangelio vemos la verdad de Cristo y ella transforma
nuestra moral en la medida que la entendemos y la usamos. Cuando aprendemos de la
vida de Cristo podemos entender lo maravilloso que es Dios y lo que a Él en realidad le
agrada. En la medida que nos acercamos a las escrituras nuestro conocimiento se
profundiza, y el Espíritu Santo nos ayuda a cambiar. Llegar a ser como Cristo es una
experiencia progresiva. Cuanto más cerca sigamos a Cristo, más nos asemejaremos a Él.

Finalmente miremos algunas de las razones por las cuales Dios permite el pecado:
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1. EL LIBRE ALBEDRIO. Dios tiene el propósito de conseguir una compañía de


seres para su eterna gloria, que posean una virtud que es el resultado de una victoria
de elección libre sobre el mal. A esto se refiere Gá 5:13 “Porque vosotros,
hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como
ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros”

Pablo hizo una distinción entre la libertad para pecar y libertad para servir. La
libertad para pecar no es libertad, porque nos esclaviza a Satanás, a otros o a nuestra
propia naturaleza pecaminosa. Los cristianos, por el contrario, no debieran ser
esclavos del pecado porque tienen la libertad para hacer lo correcto y glorificar a
Dios por medio del servicio amoroso a otros

2. LA ADQUISICIÓN DEL CONOCIMIENTO DIVINO. Si el hombre ha de lograr


el conocimiento del bien y el mal, tiene que existir el mal en el mundo con todas sus
consecuencias trágicas, y también la perspectiva del juicio divino contra el pecado.
La Biblia enseña que el proceso de aprendizaje del conocimiento divino, lleva
implícito el sufrimiento. Aún Cristo, como humano, fue hecho perfecto por medio
del sufrimiento y, aunque Él era Hijo, sin embargo, aprendió la obediencia por
medio de los sufrimientos que soportó, así lo expresan los siguientes versículos en la
epístola a los hebreos, capítulo 5 versos 7 al 9:

Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y
lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente. Y
aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido
perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen;

Jesús estaba en gran agonía cuando se preparaba para enfrentar la muerte. Aunque
Jesús clamó a Dios, pidiendo ser librado, Él estaba preparado para sufrir la
humillación, la separación de su Padre y la muerte a fin de hacer la voluntad de
Dios. Habrá momentos en que afrontaremos dificultades, no por querer sufrir sino
porque deseamos obedecer a Dios. Permita que la obediencia a Jesucristo lo sustente
y lo anime en los momentos de prueba. Usted podrá enfrentarse a cualquier cosa
cuando está consciente de que Jesucristo lo acompaña, Él ha prometido estar con
nosotros todos los días hasta el fin del mundo.

¿Ha sentido alguna vez que Dios no escucha sus oraciones? Asegúrese de orar con
un espíritu dócil, deseando hacer lo que Dios quiere. Dios responde a sus hijos
obedientes y se compadece de los pecadores, Él es grande en misericordia.

La vida de Jesús no fue algo que Él siguió pasivamente. Fue una vida que escogió
libremente. Fue un proceso continuo de hacer suya la voluntad del Padre. Jesucristo
optó por obedecer a pesar de que esa obediencia lo condujo al sufrimiento y a la
muerte. Por haber obedecido a la perfección, aun en medio de gran prueba, Él nos
puede ayudar a obedecer por muy difícil que parezca

3. LA MANIFESTACION Y EL EJERCICIO DE LA GRACIA DIVINA.


Finalmente algo que es de suprema importancia: En Dios hay algo que los seres
creados no habían visto jamás. Las huestes angelicales habían visto su sabiduría, su
poder y su gloria; pero nunca habían visto su gracia. No tenían ninguna concepción

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La Doctrina del Pecado. Parte 2. Estudio
de la naturaleza y el origen del pecado
LA DOCTRINA DEL PECADO Página 11 de 11

de la bondad de Dios para con los que no la merecen. Las huestes angelicales
pudieron haber visto algo de su amor, pero amor y gracia no son la misma cosa.
Dios podía amar a los pecadores, pero, por falta de un sacrificio redentor,
reconciliatorio y propiciatorio, Dios no se encontraba justamente libre para
impartirles sus beneficios. Mediante un acto maravilloso de misericordia, Dios dio a
su hijo en sacrificio por los pecadores; así abrió el camino para el ejercicio de su
gracia a favor de aquellos que, por causa del pecado, sólo merecían la ira de Dios.

Pero no hubiera podido haber ejercicio de gracia divina hacía el perverso e


inmerecedor hasta que hubiera perversidad y seres inmerecedores en el mundo. Así,
se declara que la revelación de la Gracía divina en las edades venideras, con toda su
maravillosa importancia demandará que haya objetos de gracia, y esto, a su vez,
demanda que se permita la presencia del pecado en el mundo. Esta misma verdad se
presenta otra vez, con una forma un poco diferente, y con respecto a la parte humana
de Cristo. Él, cuando le habló a Simón, con respecto a la mujer que le había lavado
los pies con lágrimas, en Lc 7:47, le dijo: "por lo cual te digo que sus muchos
pecados les son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona
poco, poco ama.

Así, aún que es imposible que la criatura entienda por qué el Dios santo permite el
pecado, sea en el cielo o en la tierra, es evidente que la realización de los grandes
propósitos divinos necesitan que se conceda permiso al pecado. Todo este problema
queda mejor ilustrado, hasta cierto punto, mediante la experiencia del cristiano que
ha pecado. Éste, en primer lugar, admite que Dios, permite el pecado. También
reconoce que ha mejorado su comprensión y experiencia con respecto al pecado.
Finalmente, admite que Dios, aunque permite el pecado, no está complicado ni en la
culpabilidad ni en la maldad.

El amor de Dios se desborda como reacción natural al perdón y al efecto apropiado


de la fe. Pero solo los que reconocen la profundidad de su pecado pueden apreciar
todo el perdón de Dios que se les ofrece. Jesús rescata de la muerte eterna, a todos
los que ponen su fe en la persona y obra de Jesucristo, sea que alguna vez fueran
malvados en extremo o que fueran convencionalmente buenos. Esto es lo que
expresa efesios como la gracia, en Ef 2:8-9

Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don
de Dios;
no por obras, para que nadie se gloríe

Llegamos a ser cristianos mediante el don inmerecido de Dios, no como el resultado


de algún esfuerzo, habilidad, elección sabia o acto de servicio a otros de nuestra
parte. Sin embargo, como gratitud por este regalo, buscamos servir y ayudar a otros
con cariño, amor y benevolencia y no simplemente para agradarnos a nosotros
mismos o a los demás. Si bien ninguna acción u «obra» nos puede ayudar para
obtener la salvación, la intención de Dios es que nuestra salvación resulte en obras
de servicio. No somos salvos solo para nuestro beneficio, sino para que la gloria, el
poder y la sabiduría de Dios se expresen en nuestras vidas, para glorificarle y ser
usados para ayudar a otros a recibir la salvación.

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de la naturaleza y el origen del pecado

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