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Ef 2:1-5
1
Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados,
2
en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo,
conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de
desobediencia,
3
entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de
nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por
naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.
4
Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó,
5
aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por
gracia sois salvos)
INTRODUCCION
Este comienzo y desarrollo de una nueva vida, no sólo implica que el pecado ya está
presente en toda vida humana, sino que ha echado profundas raíces en la naturaleza que
el hombre ha heredado por nacimiento.
Del mismo modo, el apóstol Pablo considera la renovación en Cristo Jesús como una
ley universal de la vida humana, y dice que consiste en despojarse "del viejo hombre," o
sea en la muerte del “viejo hombre", entendiendo este viejo hombre como “el poder del
vicio, confirmado por el hábito”
Ef 4:22 “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que
está viciado conforme a los deseos engañosos”
Co1 3:3 “3Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en
Dios”
Ro 6:3-6 3¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús,
hemos sido bautizados en su muerte? 4Porque somos sepultados juntamente con
él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos
por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. 5Porque si
fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo
seremos en la de su resurrección; 6sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue
crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin
de que no sirvamos más al pecado
El castigo del pecado y el poder que tenía sobre nuestras vidas murió con Cristo en la
cruz. Nuestro «viejo hombre», lleno de pecado, murió de una vez por todas y ahora
estamos libres de su poder. El «cuerpo del pecado» no es el humano, sino nuestra
naturaleza rebelde amante del pecado heredada de Adán. A pesar de que nuestro cuerpo
coopera voluntariamente con nuestra naturaleza pecaminosa, no debemos por ello
considerarlo malvado. Lo que es malo es el pecado en nosotros. Y lo que se derrota es
ese poder del pecado en acción en nuestros cuerpos. Pablo acaba de establecer que la fe
en Cristo nos declara absueltos, «inocentes» ante Dios. Aquí Pablo enfatiza que ya no
necesitamos una vida bajo el poder del pecado. Dios no nos saca del mundo ni nos
convierte en robots. A veces sentiremos deseos de pecar y algunas veces lo haremos. La
diferencia radica en que antes de ser salvos, éramos esclavos de nuestra naturaleza
pecaminosa, pero ahora podemos elegir vivir para Cristo y podemos exclamar como
lo escribió el apóstol Pablo en Gálatas 2.20 “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y
ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe
del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”
Los siguientes son otros textos que son el testimonio Bíblico con respecto al estado del
hombre caído ante los ojos de Dios.
Romanos 1:18-8:13. En este pasaje, que es tan extenso que no nos permite citarlo al
pie de la letra, notamos que así como es adecuado para la verdad de que esta
Epístola presenta la revelación central con respecto a la salvación de la naturaleza
de pecado y también del pecado personal, así también describe la corrupción de
toda la raza en forma más completa que en cualquiera otra parte de la Biblia. Hay
que tener en mente esta consideración al estudiar dicho pasaje.
1 Corintios 7:14. Debemos ponerle atención especial a este texto, en parte, porque
contribuye mucho a la prueba en general; y en parte porque rara vez se utiliza en este
sentido. He aquí su contenido:
"Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer -que cree-, y la mujer
incrédula en el marido -que cree-; pues de otra manera vuestros hijos serían
inmundos, mientras que ahora son santos."
El padre que es cristiano no le quita al hijo la naturaleza de pecado, sino que el padre
cristiano aparta, como diferente, a su hijo. Sin embargo, si el padre cristiano no puede
quitarle la naturaleza caída a su hijo, la cual es santificada, ¡eso nos indica cuán
ciertamente están bajo el poder de esa naturaleza los que son inmundos! Según este texto
de 1 Corintios 7:14
Por otra parte, 1 Corintios 7:14, establece que las bendiciones que fluyen en los
creyentes no se detienen allí, se extienden a otros. Dios considera el matrimonio como
«santificado» (apartado para su uso) por la presencia del cónyuge cristiano. La otra
parte no recibe salvación en forma automática, pero es ayudada por esta relación. Los
hijos de un matrimonio así son considerados como «santos» (porque las bendiciones de
Dios son para la unidad familiar) hasta que ellos tengan suficiente edad como para
decidir por sí mismos.
Efesios 2:3. "Entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los
deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos
por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás."
Hijos de ira se refiere a el fin inevitable de los «hijos de desobediencia» es estar bajo la
condenación de un Dios justamente airado; es enfrentar un juicio justificado por haber
violado fronteras conocidas de orden espiritual y moral
El apósto1 define aquí las obras de la carne. El significado ético de la palabra carne
(sarx), según el uso que le dio el Apóstol, nos conduce otra vez a la naturaleza humana y
a su corrupción. En este pasaje se nos presentan las obras de la carne en contraste con
"el fruto del Espíritu” (vs. 18-22). No hay nada que pueda alabarse en las obras de la
carne.
La conclusión de este asunto es que el hombre es, por naturaleza tal como lo declara
Jeremías:
Jer 17:9 Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién
lo conocerá?
El corazón es el ser interior, que piensa, siente y actúa. El corazón es la esencia del ser
humano pero es a la vez engañoso y perverso
Por esto la palabra exhorta a todo ser humano en el libro de Proverbios 4:23-27
23
Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón;
Porque de él mana la vida.
24
Aparta de ti la perversidad de la boca,
Y aleja de ti la iniquidad de los labios.
25
Tus ojos miren lo recto,
Y diríjanse tus párpados hacia lo que tienes delante.
26
Examina la senda de tus pies,
Y todos tus caminos sean rectos.
27
No te desvíes a la derecha ni a la izquierda;
Aparta tu pie del mal
El camino de los hombres malos parece agradable y el camino más cercano para
conseguir alguna finalidad; pero es un camino malo y terminará mal; si amas a tu Dios y
a tu alma, evítalo. No se dice: manténte a la distancia debida sino a una gran distancia;
nunca pienses que puedes llegar suficientemente lejos de esto.
El camino del justo es luz: Cristo es su Camino y Él es la Luz. Los santos no serán
perfectos hasta que lleguen al cielo, pero ahí brillarán como el sol en su fuerza.
El camino del pecado es tinieblas. El camino del impío es tenebroso, por tanto,
peligroso; ellos caen en pecado, pero no saben cómo evitarlo. Se meten en problemas,
pero nunca tratan de saber si Dios contiende con ellos, ni cuál será el fin de ello. Este el
camino que se nos insta a evitar. Oír atentamente la palabra de Dios es buena señal de la
obra de gracia empezada en el corazón y un buen medio de seguir realizándola. En la
palabra de Dios hay un remedio apropiado para todas las enfermedades del alma.
Guarda tu corazón con toda diligencia. Debemos poner estricta vigilancia a nuestras
almas; impedir que nuestros corazones infieran dolor y sean heridos. Se da una buena
razón: porque de ahí surgen los asuntos de la vida. Por sobre todo, debemos buscar del
Señor Jesús el agua viva, el Espíritu santificador, que brota para vida eterna. Así
seremos capacitados para eliminar una boca perversa y labios pervertidos; nuestros ojos
serán vueltos de contemplar la vanidad, mirando derecho adelante y andando por la
regla de la palabra de Dios, yendo en los pasos de nuestro Señor y Amo.
Señor, perdona el pasado y capacítanos para seguirte más de cerca durante el tiempo
venidero.
Los siguientes son otros pasajes de las Escrituras que tratan sobre a naturaleza caída del hombre, y
que deben también examinarse: Génesis 6:5; Job 11:12; 15:14,16; Salmos 58:2-5; 94:11; 130:3;
l43:2; Proverbios 21:8; Eclesiastés 7:20; 9:3; Isaías 64:6; Jeremías l3:23; 16:12; Oseas 6:7; Mateo
7:11; 15:19; 16:23; Lucas 1:79; Juan 3: 18; 8:23; 14: 17; Romanos 3:9; 6:20; 1 Corintios 2: 14;
3:3; Gá1atas 3:22; Colosenses 1:13,23; 2:13; 3:5-7; 2 Timoteo 3:2; 1 Pedro 1:18;4:2;2Pedro 1:4; 1
Juan 1:8;2:16;5:19.
A los que no son regenerados, es decir, a los que no han confesado a Jesucristo
como su Señor y Salvador, se les puede manifestar que, en el momento en que
pongan su fe en la persona de Jesucristo confesándole como su Señor y Salvador, la
Palabra enseña que se le concederá una doble provisión, a fin de que pueda Dios
comenzar la obra de regeneración.
Así que, los que no son regenerados pueden esperar una experiencia de esa clase, y
también pueden esperar el perdón y la justificación, aunque, puesto que todo lo
relacionado con el remedio está tan íntimamente ligado con los problemas de la
vida diaria del cristiano, la atención divina para esa naturaleza de pecado no se
incluye en ningún momento en las ofertas que la gracia sa1vadora de Dios extiende
a los que no son salvos.
Por otra parte, la naturaleza de pecado es algo que hay que tratar ampliamente
cuando se estudie la necesidad de la salvación que tienen todos los que no son
salvos, es decir, lo que no han puesto su fe en Jesucristo, confesándole como su
Señor y Salvador.
A esto, ellos pudieran replicar que, puesto que no han cometido ni siquiera el diez
por ciento de los pecados que hubieran podido cometer, ellos apenas se hallan
perdidos en un diez por ciento.
El hombre está perdido por naturaleza: nació con alma perdida, y no tiene
ninguna esperanza fuera de la sangre redentora de Cristo. A esto nos hemos
referido citando a Efesios 2:3 que dice: “y éramos por naturaleza hijos de ira”
Los teólogos difieren en ciertos aspectos de la doctrina del pecado; pero hay un
notable acuerdo entre ellos con respecto a la universalidad del pecado. Este acuerdo
puede explicarse por el hecho de que la Palabra de Dios es sumamente clara en su
testimonio con respecto a la pecaminosidad del hombre, y por el hecho de que la
experiencia humana corrobora completamente la enseñanza de las Escrituras.
Es significativo que las drásticas acusaciones contra toda la raza, que se hallan en el
Nuevo Testamento, no son sino citas del Antiguo Testamento, con lo cual se
demuestra la unidad de la Biblia en su testimonio con respecto a la doctrina de la
depravación.
Hay privilegios y pactos especiales que se les otorgan a los judíos; pero en lo que se
refiere al pecado y al remedio divinamente provisto "no hay diferencia."
El Dr. Timothy Dwight afirma, cuando escribe sobre la universalidad del pecado:
"En verdad, no hay doctrina de las Escrituras que se exprese en formas más
numerosas y variadas, ni en términos más directos, en los cuales es menos posible
la incomprensión" (Theology, Sermón 29).
Romanos 8:23 expresa que todos los que pongan su fe en Jesucristo resucitaremos
con cuerpos glorificados semejante al que Cristo posee ahora en el cielo, así también lo
expresa:
1 Corintios 15.20–23 “20Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los
que durmieron es hecho. 21Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también
por un hombre la resurrección de los muertos. 22Porque así como en Adán todos mueren,
también en Cristo todos serán vivificados. 23Pero cada uno en su debido orden: Cristo,
las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida”
Cuando Romanos 8:23 dice que tenemos las «primicias», se refiere al adelanto del
Espíritu Santo como garantía de nuestra vida resucitada, el Éspíritu Santo es nuestro
ayudador
2 Corintios 1.22; 5.5 “22el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del
Espíritu en nuestros corazones” y el verso 5 del capítulo 5 dice: 5Mas el que nos hizo
para esto mismo es Dios, quien nos ha dado las arras del Espíritu”
Pablo menciona dos dones que Dios nos da cuando llegamos a ser cristianos: (1) un
sello de propiedad para mostrar quién es nuestro maestro y (2) el Espíritu Santo como
garantía de que le pertenecemos y recibiremos todos sus beneficios como lo confirma:
Efesios 1.13, 14 “13En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad,
el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con
el Espíritu Santo de la promesa, 14que es las arras de nuestra herencia hasta la
redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria”
El Espíritu Santo garantiza que la salvación es nuestra ahora y que recibiremos mucho
más cuando Cristo regrese. El gran consuelo y poder del Espíritu Santo en esta vida es
un anticipo o adelanto (depósito) de los beneficios de nuestra vida eterna en la presencia
de Dios. Con el privilegio de pertenecer a Dios viene la responsabilidad de
identificarnos como representantes fieles
Con respecto a esto, el apóstol Pablo aclara en Efesios 1.4 “según nos escogió en él
antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él”
Cuando el apóstol Pablo dice: «nos escogió en Él», es para enfatizar que la salvación
depende por completo de Dios. No somos salvos porque lo merezcamos, sino por la
gracia de Dios que se nos da gratuitamente. No influimos en la decisión de Dios para
que nos salve, lo hizo de acuerdo a su plan. Por lo tanto, no hay lugar para creer que la
salvación dependa de nosotros ni lugar para el orgullo. El misterio de la salvación se
originó en la mente eterna de Dios mucho antes de que existiéramos. Es difícil entender
cómo Dios pudo aceptarnos, pero gracias a Él somos santos e inocentes ante sus ojos.
Dios nos escogió y cuando llegamos a pertenecerle por medio de Jesucristo, nos mira
como si nunca hubiéramos pecado. Todo lo que podemos hacer es agradecerle por su
maravilloso amor”
Una de esas ramas tiene que ver con la corrupción original, que es la muerte
espiritual; mientras que la otra tiene que ver con la culpa original, y con su castigo,
que es la muerte física.
Esta doctrina sostiene que Adán fue el primero y el único miembro de la raza que
llegó a ser pecador por el hecho de haber pecado; en tanto que todos los demás
miembros de la raza, desde el primero hasta el último, han nacido y nacen en
pecado; no llegan a ser pecadores porque pecan, sino que pecan por cuanto ya son
pecadores.
Con respecto al estado caído del hombre. Y con respecto al hecho de que la
naturaleza caída que el hombre recibe directamente de Adán, podemos resumir lo
siguiente:
(a) La naturaleza caída se establece en las Escrituras,
(b) La naturaleza caída se observa en la historia y
(c) La naturaleza caída lo corrobora la conciencia del hombre.
(a) La conciencia humana de que hay en el hombre una naturaleza o una disposición
mala es prácticamente universal, y se halla desde las primitivas crónicas de la
experiencia humana. "Aparece algo más, además de la razón natural, en nosotros,
que establece combate contra la razón." Eso lo dijo Kant; y agrega: "... que el mundo
entero está bajo el maligno es un lamento tan antiguo como la historia; no, tan antiguo
como la poesía, o aún más antiguo que ella." El apóstol Pablo decía de sí mismo:
"Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago" (Ro.7:19).
(b) La historia demuestra que la naturaleza mala del hombre es inagotable. "La
inhumanidad del hombre contra el hombre" las guerras, las inquisiciones, los
asesinatos, la prostitución, la esclavitud, la crueldad, el engaño, la avaricia, la
codicia, el orgullo, la incredulidad, el odio contra Dios; todo esto y mucho más ha
tenido su parte en la historia de la raza.
(c) Para los que nos sometemos a la Palabra de Dios, las Escrituras son la autoridad
final y explícita.
Concluimos este estudio de hoy con las palabras del apóstol Pablo ante los filósofos del
areópago en Atenas, en Hch 17:30-31
30
Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora
manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan;
Cristo es nuestro sacrificio expiatorio. En otras palabras, Él murió en nuestro lugar por
nuestros pecados. El enojo de Dios con los pecadores es legítimo. Se rebelaron contra
Él, se apartaron de su poder regenerador. Pero Dios declara que la muerte de Cristo es el
sacrificio designado y apropiado para nuestros pecados. Cristo, pues, ocupó nuestro
lugar, pagó la pena de muerte por nuestros pecados y satisfizo a plenitud las demandas
de Dios. Su sacrificio otorga perdón, remisión y libertad. Pablo muestra que Dios
perdonó todo pecado humano en la cruz de Jesús.
Usted ya sabe que Dios amó de tal manera al mundo que dio a su propio Hijo (Juan
3.16). ¿Ha puesto su confianza en Él?