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LA DOCTRINA DEL PECADO Página 1 de 10

LADOCTRINA DEL PECADO


Parte 13: EL REMEDIO DIVINO PARA EL PECADO QUE SE LE IMPUTA
AL PECADOR

Ro 8:34-39
34
¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también
resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por
nosotros. 35¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o
persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? 36Como está escrito:
Por causa de ti somos muertos todo el tiempo;
Somos contados como ovejas de matadero.
37
Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos
amó. 38Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni
principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, 39ni lo alto, ni lo profundo, ni
ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús
Señor nuestro

INTRODUCCION

El remedio divino para este aspecto del pecado de Adán, que se les inculpa a todos los
seres humanos, y que les trae como resultado la muerte física, aparece en el orden de
sucesión de las realizaciones divinas que se consuman finalmente en la disposición
completa con respecto a la misma muerte.

Como la muerte es un juicio divino que se le impuso a la cabeza humana después de la


creación, es extraña a la primera condición del plan divino para esta tierra.

Cuando fue creado, el hombre era tan perdurable como los ángeles. Aunque algunos
ángeles pecaron, a Dios no le plació imponer la sentencia de muerte sobre ellos. El
juicio para ellos es en otra forma. El primer ángel que pecó no era cabeza general de
todos los ángeles, ni tampoco hay entre ellos ninguna procreación, ni problemas de
herencia. Por tanto, no pudiera haber ninguna experiencia paralela, con respecto a los
juicios de Dios contra el pecado, entre la raza humana y los ángeles.

Debe observarse, sin embargo que, como el remedio divino para el pecado humano se
extiende a la creación terrena, la muerte es el destino de toda criatura así como lo es del
hombre.

Las Escrituras predican un día venidero cuando la muerte desaparecerá para siempre del
universo. El apóstol Pablo declara que, como resultado del reino de Cristo sobre la tierra
milenaria, la muerte, el último de los enemigos de Dios y de su creación, será desecha, y
desaparecerá para siempre como lo afirma (1 Co 15:26).
Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte

El apóstol Pablo destaca que el Cristo resucitado conquistará todo lo maligno,


incluyendo la muerte.

La expresión “el postrer enemigo que será destruido”, quiere decir y el postrer
enemigo será deshecho como lo afirma apocalipsis (Ap_20:14-15; Ap_1:18)
Ap_20:14-15

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14
Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte
segunda. 15Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago
de fuego
Ap_1:17-18
17
Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí,
diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último; 18y el que vivo, y estuve
muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las
llaves de la muerte y del Hades

La afirmación del apóstol Pablo en 1 Co 15:26, se aplica específicamente a los


creyentes, a los cuales, sin embargo, se les plantea la siguiente promesa de (1 Co 55-57
“55¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? 56ya que el
aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. 57Mas gracias sean dadas
a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo”).

Aun en el caso de los incrédulos la muerte queda deshecha por la resurrección general.
¡Satanás trajo el pecado, y el pecado trajo la muerte! Los dos pues serán destruidos (es
decir, hechos completamente impotentes) en el mismo orden como lo dejan claro los
siguientes versículos:
Heb 2:14 “14Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él
también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía
el imperio de la muerte, esto es, al diablo”

Jesucristo tenía que ser humano («carne y sangre») para que pudiera morir y resucitar a
fin de destruir el poder del diablo sobre la muerte (Romanos 6.5–11). Solo entonces
Cristo podría librar a quienes tenían un constante temor por la muerte a fin de que
vivieran para Él. Cuando somos de Dios, no tenemos por qué temer a la muerte, porque
sabemos que esa es la única puerta de entrada a la vida eterna (1 Corintios 15)

La muerte y resurrección de Cristo nos libra del temor a la muerte porque esta ha sido
derrotada. Toda persona morirá; pero la muerte no es el destino final, sino la puerta de
entrada a una nueva vida. Todos los que temen a la muerte deben tener la oportunidad
de conocer la esperanza que nos brinda la victoria de Cristo.

Ap 19:20 “Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho
delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la
marca de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos
dentro de un lago de fuego que arde con azufre”
Ap 20:10 “Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y
azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y
noche por los siglos de los siglos”

Nuestros pecados nos condenan, pero Jesucristo tiene las llaves de la muerte y del
Hades, como vimos en (Ap 1:18 “Y tengo las llaves de la muerte y del Hades”). Solo
nuestro Señor Jesucristo puede librarnos de la esclavitud de Satanás. Solo Él tiene poder
y autoridad para darnos libertad del dominio del pecado. Los creyentes no tienen por
qué temer al Hades ni a la muerte porque Cristo tiene las llaves de ambos.

HADES/SEOL: El nuevo diccionario ilustrado de la Biblia, establece que SEOL es la


palabra hebrea que designa el lugar adonde van los muertos (Dt 32.22; Is 14.9, 11, 15).
No es el destino solamente de los perdidos, sino el estado intermedio de todos los

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muertos. La muerte en el Antiguo Testamento lleva consigo el sentido de entrar en un


lugar de sombra en (Job 38.17 se pregunta “¿Te han sido descubiertas las puertas de la
muerte, Y has visto las puertas de la sombra de muerte?”), El SEOL es el lugar donde el
hombre ya no tiene fuerza (Sal 88.3-4 “Porque mi alma está hastiada de males, Y mi
vida cercana al Seol. Soy contado entre los que descienden al sepulcro; Soy como
hombre sin fuerza”), y el SEOL es el lugar donde se está olvidado (Sal 88.5
“Abandonado entre los muertos, Como los pasados a espada que yacen en el sepulcro,
De quienes no te acuerdas ya, Y que fueron arrebatados de tu mano”). El equivalente
griego de la palabra hebrea SEOL es Hades, palabra con que se traduce Seol en la
Septuaginta.

En algunos pasajes bíblicos parece que el Seol es el lugar adonde van los condenados,
en contraste con el cielo. Amós 9.2 dice: «Aunque cavasen hasta el Seol ... y aunque
subieren hasta el cielo». Job 11.8 y Sal 139.8 repiten la misma idea. Sin embargo, estos
pasajes no hacen una distinción escatológica de los distintos destinos de los muertos,
sino que indican los puntos geográficos opuestos en la dimensión vertical que
imaginaba la mentalidad humana de la época (en aquel entonces se conceptuaba la
ubicación del Seol como la parte baja de la tierra).

Ciertamente algunos textos indican que los malos van al Seol como castigo (Sal 9.17;
55.15; Pr 23.14), pero esto tal vez se explica por la doctrina bíblica de que la muerte es
resultado del pecado (Ro 6.23). Parece que el castigo en sí no es ir al Seol sino morir y
entrar en el Seol prematuramente.

Se debe distinguir el uso figurado del Seol en muchos pasajes como Sal 116.3 («Me
encontraron las angustias del Seol») y Jonás 2.2 (donde el Seol equivale al vientre del
pez).

Hay varios sinónimos de Seol en el Antiguo Testamento: «abismo» (Is 14.15),


«sepulcro» (Sal 88.4), «Abadón» (Job 26.6), «lugar de corrupción» (Sal 16.10).
Ninguno de estos pasajes requiere la interpretación de que sea lugar de castigo.

Es de notar que el Antiguo Testamento no da enseñanza clara sobre las condiciones en el


Seol, tampoco acerca de castigo ni de corona. Sin embargo, Dahoad (Psalms III, Anchor
Bible, pp. 304–305) sugiere que se encuentran los inicios de la doctrina del infierno en
textos como Sal 140.10; Job 15.30; 20.26.

En la literatura judaica posterior al Antiguo Testamento, vemos el desarrollo de la idea


de que el Seol está dividido en dos partes, una para los justos y otra para los injustos,
dentro del mismo estado preliminar al destino final (Enoc 22.1–14). Es posible que Dn
12.2 refleje este mismo concepto, puesto que los muertos que «duermen en el polvo de
la tierra» posteriormente «serán despertados, unos para vida eterna, y otros para
vergüenza y confusión perpetua».

Nunca se usa la palabra Seol en el Antiguo Testamento como la morada de Satanás y de


los ángeles caídos.

Por otra parte, como Cristo tiene las llaves de ambos, el hades y la muerte, lo único que
tenemos que hacer es volvernos a Él con fe para tener el poder del Espíritu Santo para
apartarnos del pecado. Si mantenemos nuestra vida y muerte en nuestras manos, nos

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condenamos a nosotros mismos al infierno. Si ponemos nuestra vida en las manos de


Cristo, nos restaura y resucita para una eternidad de comunión apacible con Él

De manera similar el apóstol Juan resalta la destrucción final de la muerte, en


Apocalipsis 20.14, cuando escribe
Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte
segunda

La muerte y el Hades son lanzados al lago de fuego. Significa que ha terminado el juicio
de Dios. El lago de fuego es el destino final de todo lo impío: Satanás, la bestia, el falso
profeta, los demonios, la muerte, el Hades y todos aquellos cuyos nombres no han sido
inscritos en el libro de la vida porque no pusieron su fe en Jesucristo. La visión de Juan
no permite ninguna transigencia en el juicio de Dios. Si por la fe no nos hemos
identificado con Cristo, confesándolo como Señor, no habrá esperanza alguna, ninguna
segunda oportunidad, ninguna otra apelación

En el mismo libro de apocalipsis, el apóstol Juan, cuando enumera las cosas que,
aunque son las que caracterizan el presente orden, estarán ausentes en el orden futuro y
final, escribe las siguientes palabras vigorosas: "y ya no habrá más muerte." En Ap
21:3-4, cuando escribe:
Apo 21:3 Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios
con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios
mismo estará con ellos como su Dios.
Apo 21:4 Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá
muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas
pasaron

La nueva Jerusalén es donde Dios mora entre su pueblo. En lugar de que subamos para
encontrarnos con Dios, Él bajará para estar con nosotros, al igual que cuando Dios se
hizo hombre en Jesucristo y vivió entre nosotros (Juan 1.14). Dondequiera que Dios
reina, hay paz, seguridad y amor

¿Se ha preguntado cómo será la eternidad? El apóstol Juan describe la ciudad santa, la
«nueva Jerusalén», como el lugar donde Dios «enjugará toda lágrima de los ojos de
ellos». Más aun, no habrá muerte, dolor, tristeza ni llanto. ¡Qué verdad más hermosa!
Sin que importe lo que esté pasando, esta no es la última palabra, Dios ha escrito el
capítulo final y tiene que ver con la satisfacción legítima y el gozo eterno de quienes lo
aman. No sabemos todo cuanto quisiéramos, pero es suficiente saber que la eternidad
con Dios será más hermosa de lo que jamás hayamos imaginado

Volviendo ahora a los aspectos varios y progresivos del trato de Dios con la muerte
física, podemos observar los siguientes 5 aspectos:
1. LA MUERTE DE CRISTO
2. LAS LLAVES DE LA MUERTE
3. LA MUERTE DE LOS QUE NO SON SALVOS
4. LA MUERTE DE LOS CRISTIANOS
5. LA MUERTE EN EL MILENIO

Veamos brevemente cada uno de estos aspectos:

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1. LA MUERTE DE CRISTO. El creyente cuidadoso de la doctrina, cuando examina


las Escrituras, pronto se entera de la imperante necesidad de distinguir entre la muerte
física y la espiritual; y en ningún aspecto de este gran tema es tan impotente la mente
humana como cuando considera la muerte de Cristo a la luz de estas distinciones.

No podría haber duda con respecto a la muerte física de Cristo, aunque El, que no fue
un Ser caído, no estaba de ningún modo sujeto a la muerte; ni debía El, en su muerte,
ver corrupción como lo estableció el (Sal 16:10 “Porque no dejarás mi alma en el Seol,
Ni permitirás que tu santo vea corrupción”); ni ninguno de los huesos de su cuerpo
debía ser quebrantado (Jn.19:36 “Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliese
la Escritura: No será quebrado hueso suyo”).

David declaró con confianza que Dios no abandonaría a sus amados en la tumba. Mucha
gente teme a la muerte porque no puede controlarla ni comprenderla. Como creyentes,
podemos tener la seguridad de que Dios no nos olvidará después de nuestra muerte. Nos
dará vida otra vez para vivir con Él para siempre. Esto nos da una seguridad real

Jesús murió cuando se disponían a matar a los corderos para la Pascua. Ni un hueso se
rompía en los corderos sacrificados (Éxodo 12.46; Números 9.12). Jesús, el Cordero de
Dios, fue el sacrificio perfecto por los pecados del mundo (1 Corintios 5.7)
Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura
como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros

Este texto enseña que Cristo es nuestro cordero pascual, el sacrificio perfecto por
nuestros pecados. Debido a que nos libró de la esclavitud del pecado, no tenemos que
hacer nada con el pecado del pasado («la vieja levadura»)

Por otra parte, la muerte de Cristo fue un juicio completo contra la naturaleza de pecado
a favor de todos los que son regenerados. El, como Sustituto, llevó sobre Sí la
condenación que ningún mortal puede comprender; y ese castigo entró profundamente
en los reinos de la muerte espiritual: la separación de Dios (Mt 27:46 “Cerca de la hora
novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”).

En su muerte El retrocedió, no del dolor físico, sino cuando contempló que tenía que
ocupar el lugar del que lleva sobre sí los pecados, y previó que El tenía que hacerse
pecado por nosotros. Fue entonces cuando pidió que, si era posible, pasara de El esa
copa. La muerte de Cristo fue completamente a favor de otros. Sin embargo, aunque
tanto el aspecto físico como el espiritual de la muerte tenía que estar, por demanda,
presente en el sacrificio que El proveyó, no se le concede al hombre, cuando considera
la muerte de Cristo, el desasociar estos dos aspectos.

En este texto de Mt 27:46, Jesús no estaba cuestionando a Dios; estaba recitando la


primera línea del Salmo 22, que expresaba la profunda angustia que sintió cuando tomó
sobre sí los pecados del mundo y el Padre lo tuvo que abandonar. Esto fue lo que temió
Jesús cuando oró a Dios en el jardín diciendo que se apartara de Él esa copa (Mt 26.39).
La agonía física fue horrible pero fue mucho más el período de separación espiritual de
Dios. Jesús sufrió esta muerte doble de modo que nosotros nunca tuviéramos que
experimentar la separación eterna de Dios.

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2. LAS LLAVES DE LA MUERTE. Cristo llegó a poseer "las llaves de la muerte" por
medio de su muerte y su resurrección. Que El no le había arrebatado a Satanás esta
autoridad específica, antes de su muerte, es lo que indican las siguientes palabras: "para
destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo"
en (He.2:14).

Sin embargo, después de su resurrección y de su ascensión, El habló desde los cielos,


diciendo: "Yo soy. .. el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos
de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades" esto lo vemos en (Ap
1:17,18).
Apo 1:17 Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre
mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último;
Apo 1:18 y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de
los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades

JFB comenta respecto a Ap 1:17-18: Tan caído está el hombre que la manifestación por
Dios de su gloriosa presencia lo abruma. Cuando dice “puso su diestra sobre mí” es lo
mismo que hizo el Señor Jesús en la transfiguración a los tres discípulos postrados, de
los que Juan era uno, diciendo, “No tengáis miedo.” El “toque” de su mano, como de
antiguo, impartió fuerza.

El primero y el último es un contraste con el antiguo testamento y se refieren a los


siguientes textos:
Isa_41:4; “¿Quién hizo y realizó esto? ¿Quién llama las generaciones desde el
principio? Yo Jehová, el primero, y yo mismo con los postreros”
Isa_44:6; “Así dice Jehová Rey de Israel, y su Redentor, Jehová de los ejércitos: Yo soy
el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios”
Isa_48:12. “Oyeme, Jacob, y tú, Israel, a quien llamé: Yo mismo, yo el primero, yo
también el postrero”

Desde la eternidad, y durando hasta la eternidad: “el Primero por la creación, el Ultimo
por la retribución; el Primero, porque antes de mí no hubo Dios formado: el Ultimo,
porque después de mí no habrá otro; el Primero, porque de mí son todas las cosas; el
Ultimo, porque a mí todas las cosas volverán.” [Ricardo de San Victor]

La expresión de Ap 1:18 en Griego es “he sido”, y la expresión “y (con todo) se me dio


la muerte (morir)”, cuando dice vivo en Griego, significa, “estoy viviendo hasta los
siglos de los siglos:” no meramente “yo vivo;” sino tengo vida, y soy la fuente de la
vida para mi pueblo.

“A él le pertenece el ser absoluto, en contraste con el ser relativo de la criatura; otros


pueden participar de ella; solo él tiene la inmortalidad: siendo inmortal en esencia, no
meramente por la participación. [Teodoreto en Trench]

Un manuscrito de los más antiguos dice con nuestra versión “Amén.” Otros dos y la
mayoría de las versiones antiguas la omiten. Habiendo pasado por la muerte como uno
de nosotros, y viviendo ahora en la infinita plenitud de la vida, asegura a su pueblo,
puesto que por él la muerte es la puerta de la resurrección a la vida eterna.

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La expresión “las llaves del infierno” en Griego, “Hades:” Hebreo, “Sheol.” “Infierno”
en el sentido del lugar de tormento, es vocablo diferente en el griego, a saber.
“gehenna.” Es decir, Cristo El Señor puede librar del mundo invisible de los espíritus y
de la MUERTE a los que quiere. Los manuscritos más antiguos dicen por transposición,
“muerte y hades.” o infierno.

Es la muerte (que entró por el pecado, despojando al hombre de su primogenitura de la


inmortalidad, Rom 5:12) quien puebla al Hades, y por tanto debe estar primero en
orden. Las llaves mencionadas en Ap 1:18, son emblemas de la autoridad del Señor, Él
es el que abre y cierra a voluntad “las puertas del Hades” como se puede ver en los
siguientes textos:
Sal 9:13 “13Ten misericordia de mí, Jehová; Mira mi aflicción que padezco a causa de
los que me aborrecen, Tú que me levantas de las puertas de la muerte,”
Mat 16:18 “Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi
iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”

El hecho de que el Hijo de Dios anule esta gran autoridad, asunto que ya había sido
resuelto con respecto a Satanás, está de acuerdo con la palabra de Cristo, cuando dijo:
"Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra"; y representa una trasferencia de
autoridad que tiene que significar mucho en realidad para todos los miembros de esta
raza condenada a muerte.

3. LA MUERTE DE LOS QUE NO SON SALVOS. Aunque hay muchas cosas que
están a disposición de los que no son salvos, como consuelo para el pecado y sus
juicios, a través de la gracia salvadora de Dios, ellos permanecen en la esclavitud del
pecado y bajo la sentencia de muerte en todas sus formas hasta que lleguen a ser salvos.

En lo concerniente a la muerte física, que es el castigo por la participación del hombre


en el pecado de Adán, ellos se encuentran bajo sentencia de muerte, como juicio; en lo
que tiene que ver con la muerte espiritual, ellos permanecen separados de Dios; en lo
tocante a la muerte segunda, ellos están condenados a eterna separación de Dios. ¡Lo
Grande, en realidad, es la necesidad que tienen ellos del Salvador!

4. LA MUERTE DE LOS CRISTIANOS. Este amplio tema corresponde a un


posterior estudio. Se puede decir, sin embargo, que, aunque la muerte, como único
medio para partir de este mundo, continúa en vigencia, aun para el cristiano, hasta la
venida de Cristo, sin embargo, para ellos, el aspecto de juicio que tiene la muerte se ha
quitado para siempre. Del cristiano se dice:
"Ahora, pues ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús" (Ro.8: 1).

Y la muerte del cristiano, en lo que tiene que ver con su cuerpo, se describe como un
sueño y en lo que tiene que ver con el alma y el espíritu, se describe como una partida
para estar con Cristo. .

5. LA MUERTE EN EL MILENIO. Parece que sólo hay un pasaje que debemos tratar
en esta división que trata sobre la doctrina del remedio divino para la muerte física, que
se refiere a la muerte durante el reino milenario de Cristo sobre la tierra.

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Está escrito en Isaías 65:20, y es de lo más evidente que se refiere a la edad del reino
venidero: "No habrá más allí niño que muera de pocos días, ni viejo que sus días no
cumpla; porque el niño morirá de cien años, y el pecador de cien años será maldito."

Obviamente, la muerte física estará muy restringida en la edad de gloria sobre la tierra.

Del mismo modo se nos dice que en esa misma era, el Mesías reinante suprimirá "todo
dominio, y toda autoridad y potencia ... y el postrer enemigo que será destruido es la
muerte" (l Co 15:24-26).

Así se desvanecerá para siempre el reino de tan terrible maldición y de tan horroroso
enemigo, al cual se le ha permitido que continúe imponiendo su infortunio aun en los
redimidos a través de las edades. Será destruido por la autoridad y el poder irresistibles
del Hijo de Dios.

Podemos dejar establecido como CONCLUSION que

Aunque la naturaleza de pecado y el pecado que se le imputa al pecador surgen del


mismo pecado inicial de Adán, y del mismo modo convergen en cada uno de los
miembros de la raza, tiene que haber una distinción decisiva entre los dos aspectos.

La naturaleza de pecado es trasmitida por medio de las generaciones; el pecado que se


le imputa al pecador, se le imputa en forma directa. Debe notarse también que tanto la
naturaleza de pecado como el pecado que se le imputa al pecador se distinguen del
pecado personal.

En el primer caso, la naturaleza de pecado no es el acto del pecado; en el segundo,


aunque se inculpa a los hombres individualmente, y se les mantiene bajo la pena de
muerte física por su participación por lo que fue, en la experiencia de Adán, un pecado
personal, las Escrituras sostienen que el pecado que se imputa no es igual al pecado
personal, y esta desemejanza se demuestra con amplios argumentos. Nos queda todavía
por estudiar, en el campo de las condiciones universales que se le deben reconocer a la
doctrina del pecado, un aspecto: el estado del hombre bajo pecado.

Con respecto a LA VICTORIA SOBRE LA MUERTE, el diccionario Bíblico Certeza


comenta lo siguiente:

Un aspecto interesante de la enseñanza neotestamentaria sobre el tema de la muerte es


que se pone el acento en la vida. Si consultamos una concordancia notaremos que en
casi todas partes se utiliza el vocablo nekros (‘muerto’) para describir la resurrección de
los muertos o cosas parecidas.

En las Escrituras se enfrenta a la muerte como se enfrenta toda la realidad, pero el


interés principal gira en torno a la vida, y la muerte se trata en forma más o menos
incidental, como aquello de lo cual se salva a los hombres.

Cristo adoptó nuestra naturaleza “para destruir por medio de la muerte al que tenía el
imperio de la muerte, esto es, al diablo” afirma (Heb 2.14).

El poder del diablo siempre se considera como sujeto al dominio de Dios

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Job 2.6 “Y Jehová dijo a Satanás: He aquí, él está en tu mano; mas guarda su vida”
Lc 12.4-5 “4Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después
nada más pueden hacer. 5Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que
después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a éste
temed”

El poder del diablo sobre de ningún modo tiene a la muerte sujeta a su arbitrio en forma
absoluta, aunque esta, que es la negación de la vida, es su esfera natural.

Cristo vino para poner fin a la muerte. Como indica el pasaje de Hebreos 2:14, fue por
medio de la muerte que derrotó a Satanás. Fue por medio de la muerte que quitó nuestro
pecado. “Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas” (Ro. 6.10).

Aparte de Cristo, la muerte es el enemigo supremo, el símbolo de nuestra separación de


Dios, el horror definitivo. Pero Cristo se ha valido de la muerte para librar a los
hombres de ella. Murió a fin de que los hombres pudieran vivir.

Llama la atención el hecho de que el Nuevo Testamento pueda decir que los creyentes
“duermen” en lugar de decir que “mueren”
1 Ts 4:13-14 “13Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que
duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza.
14
Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con
Jesús a los que durmieron en él”

Jesús cargó con todo el horror de la muerte, por cuyo motivo para los que están “en
Cristo” la muerte ha sido transformada de tal forma que no es más que un sueño.

Hasta dónde alcanza la victoria que Cristo ganó sobre la muerte lo indica su
resurrección.

“Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea


más de él” en (Ro. 6.9).

La resurrección es el gran acontecimiento triunfal, y la gran nota de victoria en todo el


Nuevo Testamento tiene su origen allí.

Cristo es el “Autor de la vida” como dice (Hch. 3.15),


“Señor así de los muertos como de los que viven” en (Ro. 14.9),
“el Verbo de vida” en (1 Jn. 1.1).

Su victoria sobre la muerte es completa, y esa victoria está a disposición de su pueblo.


La destrucción de la muerte es cosa segura según los siguientes textos:
1 Co. 15.26, 54 “26Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte. 54Y cuando
esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de
inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en
victoria”
Ap. 21.4 “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni
habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”

La segunda muerte no tiene ninguna potestad sobre el creyente

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Ap 2.11 “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere,
no sufrirá daño de la segunda muerte”
Ap 20.6 “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la
segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de
Cristo, y reinarán con él mil años”

De acuerdo con este concepto, el Nuevo Testamento entiende la vida eterna no como la
inmortalidad del alma, sino en función de la resurrección del cuerpo. No hay forma más
gráfica de ilustrar el carácter definitivo y completo de la derrota de la muerte.

No solamente existe un futuro glorioso, sino que hay un presente glorioso.

El creyente ya ha pasado de muerte a vida dice como lo afirman los siguientes textos:
Jn 5.24 “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió,
tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”
1 Jn. 3.14” 14Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a
los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte”

El creyente está “libre de la ley del pecado y de la muerte”


Ro. 8.2 “Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del
pecado y de la muerte”

Jesús dijo: “El que guarda mi palabra, nunca verá muerte” (Jn. 8.51).

Tales palabras no niegan la realidad de la muerte biológica; más bien nos encaminan
hacia la verdad de que la muerte de Jesús significa que el creyente ha salido
completamente de aquel estado que es la muerte. Ha sido introducido en un nuevo
estado, que ha sido muy aptamente caracterizado como la vida. En su momento
atravesará la puerta que llamamos la muerte, pero el aguijón ha sido extraído.

Al creyente la muerte no lo puede separar de Dios


Ro 8:37-39 “34¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que
también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por
nosotros. 35¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o
persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? 36Como está escrito:
Por causa de ti somos muertos todo el tiempo;
Somos contados como ovejas de matadero.
37
Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos
amó. 38Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados,
ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, 39ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra
cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”

La muerte de Jesús representa la victoria sobre la muerte para sus seguidores.

Escuela Bíblica de la Iglesia Evangélica Central


La Doctrina del Pecado. Parte 13: el remedio divino para el pecado que se le imputa al pecador

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