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L a gran puerta de bronce se cerró tras su paso. Raphael ya

había llegado y la reunión iba a comenzar. Normalmente esa puerta siempre estaba
abierta, pero cada vez que se juntaban para debatir sobre algún tema, se cerraba para
dejar privacidad a sus participantes.

Se dirigió directamente hacia su habitual asiento de terciopelo verde sin prestar atención
a las paredes de mármol y platino que rodeaban la instancia. Tampoco le prestó la
atención a los tapices y estatuas de ángeles que decoraban la sala. Las famosas estatuas
de Avarot tenían fama de ser la obra de arte mejor tallada que existía. La mayoría de los
ángeles quedaban maravillados cuando las veían por su increíble realismo, de verdad
parecían ángeles a punto de alzarse al vuelo. Pero él ya estaba demasiado acostumbrado
a ellas. Antes de seguir con su camino, contempló la figura de su Dios, le hizo una
reverencia y finalmente ocupó su sitio.

Las reuniones privadas siempre se realizaban en la sala del trono para que su señor
Metatrón estuviese presente. Metatrón seguía ocupando el magnífico trono a pesar de
que no parecía estar mucho más vivo que las esculturas. Parecían muy lejanos los días
en que los seraphines utilizaban sus seis alas para protegerse de la luz que irradiaba el
ángel más poderoso. Ahora los seraphines seguían rodeando a su señor, pero ya no
necesitaban ocultar su rostro. Habían salido a recibirle a la entrada porque no se les
permitía asistir a las reuniones. Raphael recordaba perfectamente cómo una de ellas se
había sonrojado cuando la descubrió observándole. Tenía que reconocer que era una
pena que siendo tan hermosa, tuviera que ocultar siempre su rostro.
—Ahora que ya ha llegado Raphael, podemos comenzar—declaró Serafiel.
El arcángel se preguntaba el porqué de esa reunión. Generalmente siempre tomaban
entre ellos las decisiones y después, se hacía una convocatoria pública para que los
habitantes pensaran que ellos podían intervenir, aunque en realidad la decisión estuviera
ya más que tomada. Pero aquel día habían dejado muy poco tiempo de separación entre
un evento y otro. Eso solo quería decir que Serafiel ya había tomado su propia decisión
y no le iban a hacer cambiar de opinión.
—Deberíamos haber invitado a Gabriel, por lo menos haría que esto fuese menos
aburrido —murmuró Jofiel, el arcángel del rayo dorado, el arcángel de la sabiduría.
—Él no es un arcángel—respondió el árcangel del rayo verde automáticamente.
—Según tú Raphael, es mejor que seamos cuatro gatos.
—No empecéis otra vez con lo mismo—les pidió Chamuel.
—Chamuel tiene razón, apenas disponemos de tiempo—les recordó el príncipe de los
seraphines.

Jofiel se levantó enérgicamente y golpeó la mesa de cristal.


—¡Tres! ¡Tres de siete! —exclamaba furioso mientras mostraba tres dedos—. Si los
demonios no nos han atacado es porque ya ni representamos una amenaza para ellos —
Jofiel era un ángel muy antiguo. Su rostro parecía el de una persona muy anciana por las
arrugas que cubrían su piel, pero aún así seguía siendo muy bello. La larga y fina barba
plateada fluía de su rostro hasta fusionarse con su larga cabellera. Lo que le hacía
hermoso eran sus ojos, dos profundos pozos de sabiduría. No parecía un viejo decrépito,
y seguía demostrando que para nada estaba débil.

—La furia es un defecto y no es propia de alguien tan inteligente como tú. Cálmate, te
prometo que llegará el día en que los siete arcángeles volváis a estar juntos de nuevo. Si
nuestro señor Metatrón no ha asignado a ningún sustituto, es porque Uriel renacerá, era
demasiado poderoso como para convertirse en polvo de estrellas. Y Mikael y Zadquiel
siguen vivos en algún lugar así que no necesitan ningún sustituto.
>>En cuanto a Gabriel, le estamos vigilando para asegurarnos si es el arcángel del
Rayo blanco, el príncipe de los ángeles. Si no lo es, ya se manifestará el verdadero. No
volváis a discutir sobre este tema, señores. Vayamos con lo importante.

Tras un breve momento de silencio, Jofiel volvió a sentarse. Todos prestaron atención al
seraphín. Cuando todos parecían dispuestos a escucharle prosiguió hablando.
—Los resultados del último análisis fueron desconcertantes. El universo está
constituido de un 23% de materia oscura mientras que apenas un 5% es de materia
bariónica.
La preocupación invadió sus rostros.
—Eso quiere decir que el porcentaje restante corresponde a la energía oscura ¿verdad?
—preguntó un afligido Chamuel temiéndose la respuesta.

Serafiel dejó caer sobre la mesa unos folios con varios diagramas.
—Nosotros somos un 0,5% frente a ellos que son un 23% —murmuró Jofiel mientras
los examinaba.
—Nuestra extinción es inevitable—sentenció finalmente el seraphín—. Cada vez son
más los infectados, haciendo que el nivel de materia oscura aumente.
—¿Por qué hay tanta energía oscura si los niveles de energía vital y fantasma se
mantienen estables? —Raphael no podía creerse que su situación fuese tan crítica.
Siempre había sabido que no era muy favorable, pero verlo indicado tan claro en esos
gráficos...
—Los demonios se han encargado muy bien de eso.
—Algo no me cuadra—exclamó Jofiel—. En apenas unos milenios los humanos no
pueden haber producido tanta energía negativa...
—Jofiel tiene razón—añadió Chamuel—. Los humanos no sólo irradian energía
oscura, también sienten amor.
—¿Y la Inquisición a qué se dedica?
—La Inquisición sólo genera miedo. Y el miedo también es energía oscura. En los
últimos autos de fe fueron ejecutadas personas muy queridas por el pueblo sin apenas
mostrar pruebas.
>> No sé de qué os sorprendéis, es bien sencillo. Los demonios están constituidos de
materia oscura, nosotros de akasha o quintaesencia. La materia bariónica está
compuesta por los cuatro elementos restantes: fuego, agua, tierra y aire. Los humanos
generan energía oscura y esa energía se transforma en materia oscura, por lo que los
demonios aumentan, mientras que el resto disminuimos.
—Si Metatrón no hubiese hecho estallar todo… ¡muchos ángeles murieron ese día!-
les recordó Jofiel.
—Eso forma parte del pasado. Lo que nos concierne ahora es el futuro.
—¡La culpa es de los demonios! ¡Son ellos los que se han descontrolado!
—No cabe duda de que los humanos han contribuido —proclamó Serafiel. Chamuel se
temió lo peor.
—¡Insisto en que es por culpa de los demonios! Si ellos no les tentasen…
—Pero los demonios se han interesado más por ellos, por algo será. Además, son los
únicos que en vez de ayudarse unos a los otros se pelean y destruyen entre ellos.
—Pues como nosotros—murmuró sarcásticamente Jofiel.
—No les podemos aniquilar porque la energía vital disminuiría frente a la fantasma,
pero debemos reconocer que son un caso perdido. No podemos seguir pendiente de
ellos. Que los demonios hagan con ellos lo que quieran.
—¿Pretendes que perdamos a los únicos seres de todo el universo que nos adoran sin
que hagamos nada por ellos?—Jofiel ya había tenido suficiente—. Señores, yo dimito.
—Amado Jofiel, me temo que nuestra divinidad Metatrón no está dispuesto a
concederle semejante propuesta en una situación tan delicada como en la que nos
encontramos.
—¿Y qué pretendes? ¿Anunciar ante todos los medios que nos extinguimos y que los
humanos son un fracaso de nuestro dios?
—No. Pretendo decirles que vamos a construir un muro para protegernos de los
demonios —sonrió al ver la cara de sorpresa que emitieron—. Un muro aún mayor que
La Muralla del Averno.
—¿Y para qué coño queremos un muro?
—Para concentrar akasha. ¿Sabéis por qué es tan importante que el porcentaje de
materia oscura sea equivalente al de materia bariónica?
>>La materia oscura produce una presión negativa, mientras la materia corriente ejerce
una presión positiva. Si hubiera más akasha, los cuerpos celestes se atraerían por acción
de la gravedad hasta colisionar en un Big Crunch. Sin embargo, el universo está
acelerando su expansión, es decir, sus componentes se están separando unos de otros. Si
no hacemos algo pronto, las galaxias dejarán de existir, los cuerpos celestes estarán tan
separados unos de otros que los sistemas planetarios dejarán de ser sistemas. Al final
cada átomo y molécula se separarán rompiendo todas las estructuras; todos los vínculos
y lazos serán cortados. Los planetas dejarán de rotar. El día y la noche se extinguirán. El
universo se disgregará y la muerte dejará de existir porque tampoco existirá la vida. Eso
es el Big Rip. ¡Construyamos un muro de akhasa! Un muro que separe Stellae Cognitae
de Stellae Diáboli.

—Tenemos que detenerlo como sea —susurró Chamuel apenas sin aliento.
—Lo único que contrarresta a la materia oscura es el akasha o quintaesencia. Si
construimos un muro tres veces mayor al de ellos bastará para frenar la expansión.
Después ya nos concentraremos en hacer disminuir el número de materia oscura, pero
cuando ya estemos protegidos.
—¿Sabes lo que significa “tres veces mayor”? La Muralla del Averno que separa
Stellae Diáboli del resto, es la superestructura más grande que existe. Sus dimensiones
sobrepasan los quinientos millones de años luz de largo, trescientos millones de años
luz de ancho y quince millones de años luz de espesor —Raphael estaba pensando lo
mismo que sus compañeros: su Dios y Serafiel se habían vuelto locos.
—¿De dónde piensas conseguir tanto akasha? —la pregunta que le hacía Jofiel era
amenazadora.
—Se acerca el examen.
—¿Y?
—¿Por qué creéis que he elegido a alguien como Gabriel de profesor?
Todos se quedaron en el más absoluto silencio. Finalmente, Raphael se decidió a hablar.
—Eso apenas cubre un uno por ciento del muro.
—Todo el akasha que podamos recibir es bienvenido. Todos los éteres que se
comercian se emplearán para el muro.
>>Por el momento todo seguirá igual. No le diremos nada a la Inquisición, que sigan
matando diablos. Pero se acabó el suministrarles akasha, ni siquiera para armamento. Se
enfadarán cuando descubran nuestras verdaderas intenciones, pero ¿y qué importa eso?
Muchos de ellos nos seguirán adorando igualmente porque necesitan hacerlo. Que los
demonios se diviertan con ellos. Ya les hemos dado muchas oportunidades y nos siguen
fallando.
—No todos son iguales—matizó Chamuel.
—¡Claro que no! Que sigan adorándonos pues. Ya obtendrán su recompensa tras la
muerte.
—¿Y el resto del akasha? Aunque empleemos todo el que tenemos, las minas están
prácticamente agotadas.
Serafiel tardó unos instantes en contestar.
—Nuestro Dios me ha dicho que ella está viva —clavó la mirada fijamente en
Raphael.
—¿Ella?
No entendían a lo que se refería, Pero Raphael comprendió el significado de ese brillo
en sus ojos.
—¡Ella fue asesinada por los demonios! Su cuerpo quedó destrozado…
—No es ningún misterio que fuiste el único que se alegró de su muerte—murmuró
Jofiel que también lo había comprendido todo. Ella era la única capaz de generar akasha
de la nada.
—Entonces Gabriel mintió—se apresuró a añadir Raphael.
—Gabriel no mintió, no sabe mentir. Es lo que me ha dicho nuestra divinidad
Metatrón, que ella se encuentra en algún lugar de La Tierra. No creo que tenga poder
suficiente como para generar toda la muralla, pero sí una buena parte. El resto…
Raphael, te necesitamos más que nunca. ¿Cómo va la investigación de akasha artificial?
—No va mal del todo…Estamos probando su empleo en la fabricación de armas, pero
todavía está en fase de pruebas.
—Bien, necesitamos todo el akasha posible. Voy a anunciar el proyecto al público. Ya
he elegido al arquitecto.

Se dispuso a abandonar la estancia, pero algo le impidió moverse. Dirigió la mirada al


suelo y se sorprendió al comprobar que sus pies se habían hundido en lo que parecía un
material extraño y viscoso.
—¿Pero qué…?
—No tan rápido, primer ministro —una voz de mujer invadió sus mentes. Pero no se
trataba de una voz cualquiera, sino diferente a todas las demás que conocían. Había algo
en aquella voz que la hacía inquietante, pero no sabían de qué se trataba. En la entrada
se encontraba un extraño ser de seis brazos y de piel escamosa con un brillo azul-
grisáceo—. Perdonad por entrar aquí de esta manera, pero sentía curiosidad por saber
vuestros planes. Ahora… lo que siento es decepción.

La misteriosa mujer se acercó hacia ellos. Con cada paso que daba parecía que se
deslizaba por el suelo de mármol. Vista de cerca, entre sus extremidades superiores se
podía percibir una especie de telaraña muy fina, casi invisible, que unía todos los brazos
como si formasen unas alas. Aún así, su rostro era bastante hermoso, a Raphael se le
antojó bastante seductora. No tenía párpados por lo que sus almendrados zafiros
siempre estaban brillando en su rostro. Su cabello parecía fluir como si estuviese en
continuo movimiento. Hizo un extraño gesto con una mano de seis dedos más finos y
largos de lo normal.
Los demás lo interpretaron como un saludo porque le hicieron una reverencia. Se volvió
hacia Serafiel. Éste parecía ya más tranquilo, aunque no comprendía que hacía un ser
como ella en aquel lugar.
—Esta atmósfera no es adecuada para alguien como vos.
—Lo sé, pero era necesario el viaje. Mis compañeros cayeron tras tener que cruzar
Stellae Diáboli. De verdad tuvimos serios problemas. Una terrible pérdida, pero la
gravedad del asunto lo requería. Y la reunión que acaba de tener lugar lo corrobora.

Era una valquiria1, un ángel de otro universo.


—Podéis llamarme YL3N4X. Vengo en son de paz con instrucciones de que me
escuchéis. Siento haber entrado de esta forma, pero no me ha quedado más remedio.
>>Sabéis que todos los ángeles y demonios tenemos órdenes expresas de que sólo
podemos intervenir en nuestro propio universo, pero la situación es tan preocupante que
no nos ha quedado más remedio que tomar cartas en el asunto. Los demonios de nuestro
universo piensan igual. Llegamos a la conclusión de que las cosas no podían seguir así.
Un compañero mío demonio ya estará contándole lo mismo a ellos. No podéis seguir sin
un líder.
—Tenemos un líder —Serafiel no estaba dispuesto a permitir que mancillasen el
nombre de su dios.
—¿Esa cosa? —la valquiria señaló medio divertida a la estatua de Metatrón, que
seguía sentado en el trono—. Un trozo de piedra que de vez en cuando emite algún
destello.
—Metatrón aún vive —no estaba dispuesto a dar su brazo a torcer—.Cada vez va
recuperando más su luz.
—Por eso podemos estar aquí reunidos sin tener que cubrirnos, si vierais a mi dios…
Metatrón es un irresponsable. Alguien como él no merece estar ahí sentado. Tenéis que
tener un ángel con un poder sagrado más especial que ese inútil.
>>A los demonios les pasa lo mismo. Desde que Lucifer cayó derrotado, sus ansias de
poder han incrementado descontrolando el equilibrio de materia. Por favor, pensad
detenidamente todo esto. Sabéis que estamos en lo cierto. Ahora si me disculpáis…
estoy herida y agotada…
Raphael percibió entonces un líquido transparente que salía de su cuerpo.
—Será un placer tenerla como huésped de honor. Raphael, encárgate de atenderla
personalmente.
Éste asintió. Era el Médico del Cielo, no hay nada que él no pudiese curar. Los dos
abandonaron la sala del trono.
—¿Qué va a pasar entonces con el muro? —se atrevió a preguntar Jofiel cuando ya se
habían marchado.
—Seguiremos con el plan. Ella no ha dicho nada de que no construyamos el muro.

1
Las valquirias, deidades del panteón nórdico, son conocidas como las amazonas de la tradición
escandinava. Así, comparten con las griegas dos de sus atributos principales: su dedicación al arte de la
guerra y su virginidad.
()

—No se te da mal.

Raphael sabía que eso era un cumplido por su parte.


—A Serafiel no le ha gustado nada la idea. Ya no podrá inventarse las palabras de
Dios.
—Qué duras palabras. Si él te escuchara…
Raphael terminó de vendarla. Se retiró el sudor de la frente con un pañuelo.
—Espera que envío a alguien a acompañarte a tus aposentos.
—¿Es que acaso no me vas a acompañar tú? Ya has oído las palabras de tu superior…
—Si insistes…
—Ejem… ¿puedo pasar?
Chamuel se asomaba por la puerta. Raphael suspiró.

<<¿Pero nunca les iban a dejar a solas?>>


—Claro, si ya estás prácticamente dentro. ¿Qué te inquieta?
—Serafiel odia a los humanos, ¿verdad?
—Es cierto que odia a Lilith. Fue él el que insistió en traerla por la fuerza.
—Los demonios fueron más inteligentes que vosotros.- añadió YL3N4X. La
ofrecieron lo que quería, a ella las palabras de dios le importaban un chopón.
—¿Perdón?
—¡Ah! Más bien poco, quería decir.
Chamuel se estaba aguantando la risa. Le fascinaba a la vez que le inquietaba aquella
criatura. Raphael también reconoció para sus adentros que era divertida, aunque
intentaba aparentar seria.
—Chamuel, Metatrón no cree en el amor. El Rayo Rosa resultaba incomprensible para
él. Tuvimos que convencerle los demás arcángeles para que eligiese un arcángel. No
comprendió su importancia hasta que se dio cuenta de que la vida inteligente, sin amor,
no avanzaba.
—Sé que soy joven comparado con Jofiel y contigo… pero si Gabriel al final es
nombrado arcángel superará mi récord —se detuvo al ver la cara que había puesto su
amigo al oír ese nombre—.No sé qué te ha hecho Gabriel para que le tengas manía. El
pueblo le quiere, además Metatrón lo eligió a él…
—Eso no está del todo claro. Lo único que Seraphiel dijo que Metatrón había
pronunciado su nombre. ¡Eso puede significar cualquier cosa!
—Tienes en cuenta sus palabras según te conviene, por lo que veo —la valquiria
estaba muy pendiente de la conversación. Lo miraba todo muy detenidamente, con esos
dos zafiros absorbiendo cada milímetro de realidad.
—Chamuel, Gabriel no es lo que parece. Primero desobedeció las órdenes yéndose con
su hermana a Enoc a matar diablos. Volvió diciendo que ella había muerto.
—Deja de sospechar de él. Quería mucho a su hermana, siempre estaban juntos…
—Demasiado diría yo.
—Raphael, siempre estás pensando mal.
—Eres demasiado ingenuo. De todas formas me da igual; ¡el resto de su familia murió
porque él se había hecho amigo de un demonio! No sé no como Raguel le perdonó…Y
encima se atreve a ir enseñando ese tatuaje maldito con todo su orgullo, como si fuera
digno de admirar por todos…
—Si por un tatuaje ya no es digno de ser arcángel…
—Da igual, déjalo. Sólo te digo que tengas cuidado. No es trigo limpio. Te aseguro
que no es el joven alegre que intenta aparentar. Si nos disculpas… ella está agotada.
—Claro —Chamuel le hizo una reverencia a la invitada y los tres salieron del
despacho del doctor pera que éste pudiera cerrarlo con llave. A la salida se toparon con
Amara.

—¿Qué estás haciendo aquí?


—Raphael….señor… ¡Se trata de Nathanael! Un demonio le ha atacado…aquí, en
Shejakim…
—¿En Shejakim? ¿Un demonio?

Los dos arcángeles miraron entre asustados y perspicaces. No sería la primera vez que
aquella muchacha les mentía…
—¡Lo digo en serio! Íbamos hacia mi casa y apareció él…me buscaba a mí, pero
Nathan me protegió…Amara se detuvo sorprendida al advertir la presencia de
YL3N4X. Ella simplemente le sonrió. Raphael suspiró de nuevo. Ya iban demasiadas
veces en un día. Estaba claro que no les iban a dejar a solas.
—Amara, voy a acompañar a nuestra invitada a su habitación. Enseguida voy a verle.
Chamuel, por favor, acompáñala y vete averiguando mientras qué pasa.
Amara salió corriendo mientras le mostraba a Chamuel por donde era.

—Esa chica…es muy interesante.


—Ya me había dado cuenta…pero todavía es joven…
YL3N4X le sonrió esta vez a él.

()
El extraño ser de seis brazos no paraba de mirarme. Analicé detenidamente a esa
extraña criatura. Su piel era escamosa y de color púrpura con un tono metalizado. Esos
ojos que tanto me inquietaban brillaban de un rojo muy intenso bajo una mata de
cabello oscuro. Todo alrededor de él parecía como si fluyera, como si estuviese bajo el
agua. El cabello se movía ondulante cuando no hacía nada de aire. Sus manos me
llamaron la atención, ya que en vez de cinco dedos, tenía seis garras. Estaba seguro de
que eran venenosas, aunque viniendo el veneno de algo así, seguro que no habría un
antídoto conocido… No tenía ni idea de dónde podría haber salido semejante ser, pero
estaba seguro de que venía de muy lejos. No podía permitirme perder más tiempo. Si
quería hablar con Zadquiel, ése era el momento. Ya iba a ser castigado igualmente, así
que tampoco me importaba mucho lo que pudiera pasar. De Samael no iba a poder
deshacerme así que lo mejor era atacar al otro.
—Qué casualidad que justo estábamos hablando de ti…
Yo apenas le escuchaba. Tenía ya mi sable desenvainado y me había lanzado a por mi
presa. Ésta ni se inmutó. No sé cómo, pero de alguna forma había conseguido esquivar
mi letal ataque. Tenía que calmarme, no podía alterarme por aquello. Lo intenté de
nuevo, y una vez más, y otra y otra. Hiciera lo que hiciese mis ataques se desviaban
siempre, era como si una fuerza invisible no me permitiera ni siquiera tocarlo.
—Tu acero no puede dañarme. Tú debes de ser Caín, ¿verdad?
—Deja de hacer el ridículo y escucha lo que tiene que decir nuestro invitado.
Desistí resignado.
—Me llamo SQ54LL, es un placer conocerte. He oído hablar mucho de ti.

No me había conocido, nadie me conocía de verdad. Si era Samael el que le había


hablado de mí, no podría haberle dicho nada bueno. Le miré en busca de explicaciones.

—Él es un valquirio, un demonio de otro universo. Se ha tomado la molestia de venir


hasta aquí porque piensa lo mismo que yo: necesitamos un nuevo Señor de los Siete
Infiernos.
—¿Y eso que tiene que ver conmigo?
—Eres un diablo—respondió SQ54LL—.Un ángel caído.
—Ya sé lo que soy.
—Lucifer también lo era.
—La Tierra está repleta de diablos…
—Pero tú eres su líder.

Tenía que ser una broma, no podían estar proponiéndome semejante cosa. Había algo
que se me escapaba, pero estaba convencido que era otro de los retorcidos planes de
Samael.
—¿A dónde queréis llegar?
—Se me olvidaba que no tienes muchas luces…
Me dirigí hacia el valquirio.
—No sé cómo serán las cosas en tu universo, pero los demonios de Infernalia
consideran inferiores a los diablos…
—En mi universo, reina el más fuerte, como en todos lados.
—Tenía la esperanza de que en algún sitio no fuera así…
El valquirio le enseñó unos colmillos azules.
—No sabía que los diablos pudierais tener esperanza.
No tenía ganas para juegos de palabras. Yo tenía a Ireth, ella siempre había sido mi
esperanza…
—Caín, hijo, Lucifer era un caído como tú y ha reinado en los Siete Infiernos hasta
entonces...
—Lucifer sería en su momento el más poderoso, pero Mikael le derrotó.
Sonrieron al unísono. Ya me estaba cansando de todo aquello, y encima tenía que
soportar que se riesen de mí. Si pudiese haría estallar este sitio…
—… ¿Y quién mejor para ocupar su puesto que el asesino de Mikael?
—¿Qué?
—Tú has acabado con Mikael…
—¡Yo no he hecho eso! Él lleva en paradero desconocido desde aquel día…
—Claro que lo has hecho, y la mancha de sangre que luces en la cara lo demuestra.
—¡Esta sangre no es de Mikael!
—Pero eso sólo lo sabemos nosotros tres…

Maldito Samael, cómo le odiaba. Todo en él me daba asco: su molesta voz, su estúpida
sonrisa, su ridícula forma de vestir, su absurda forma de moverse…Metatrón a su lado
incluso podría caerme bien.
—Si me disculpáis, mi compañera—no lo dijo con mucho cariño—ya debería haber
llegado a Avarot, o quizás no… Voy a ponerme en contacto con ella —y se marchó
deslizándose sobre las losas de mármol.

—¿Cuántas veces vas a acusarme de lo mismo?


Los recuerdos volvían a mi mente, recuerdos que por más que lo intento no logro
olvidar. Siempre están acechantes, esperando la más mínima posibilidad para
abordarme. Samael me miraba con una expresión indescifrable. ¿Dolor? ¿Compasión?
¿Tristeza? Él jamás sentiría eso por mí.
—Algún día cometeré el pecado por el que he sido acusado.
—Algún día…
Suspiró. Se agitó su largo cabello plateado mientras murmuraba algo que no pude
entender.
—Hoy estás muy tenso…Es por ese ángel, ¿verdad? Te tiene obsesionado…
Lo sabe. Lo sabía todo.
—Lo que haga con ella es asunto mío.
—Claro, pero sabes que tienes que matarla. Si no, más adelante, podría darnos
demasiados problemas.
—Ya sé lo que tengo que hacer…
—Si la matas quizás te perdone lo de hoy… aunque deberías ir a ver a Brella, hace
mucho que no te ve —Brella…la esposa de Samael… a ella la odiaba incluso más—.
De todas formas, me alegro de que te estés olvidando de la ladrona esa. No te convenía
nada.
Sabía que se refería a Ireth. Ella siempre estaba cotilleándolo todo y apropiándose de
cosas que no debería tocar. Nadie podía entender lo que ella significaba para mí.
—Planeas utilizarme.
La idea de ser rey era bastante apetitosa, la verdad. Pero viniendo todo de Samael,
seguro que no sería tan bueno.
—Ya que mi hijo va a ser Señor de los siete Infiernos, qué menos que acordarse de su
padre…
Cada vez que me llama hijo mato mentalmente a una puta. ¿Con qué derecho se creía
que puede llamarme así? Jamás había hecho nada por mí como para considerarse
padre…
—Aunque consiga suficiente apoyo, no creo que los demás príncipes…
—¿Nosferatus y éstos? No te preocupes, ya me encargo yo de convencerles. Tú
solamente haz lo que te diga y todo saldrá bien. Bueno, tengo mucho trabajo que hacer
así que vete a ver a tu madre.

Finalmente desapareció escaleras abajo. Maldije su nombre. No tenía ninguna intención


de ir a verla…aún. Al final no me quedaría más remedio. Ahora que estaba en Infernalia
tenía que aprovechar. Podía hacerle una visita a Viento, hacía mucho que no la veía…
Pero deseché la idea al recordar que ella no se encontraba aquí en estos momentos.
Todavía era pronto para que Nosferatus volviera, así que todavía podía lograr hablar
con Zadquiel. La mayoría de las veces que la había visto, siempre iba acompañada de su
marido, pero alguna vez había conseguido hablar con ella a solas. Tenía que reconocer
que estaba para echarla varios polvos sin parar. Había supuesto que odiaría a su marido
y por tanto podía conseguir una aliada, pero ella parecía defenderle. Aún así, había algo
en el brillo de sus ojos que delataban su tristeza. Pero claro, si le contaban que yo había
matado a Mikael… Tenía que hablar con ella como fuera.
Llegué de nuevo a las estancias del vampiro. Tenía buen gusto para los cuadros. Las
frías paredes de piedra estaban adornadas con pinturas de fríos colores. Todas ellas
representaban a varias mujeres de blanca piel y enormes senos. Y todas ellas
sometiéndose a un vampiro. La lujuria y el terror componían sus rostros.
Vacilé a la hora de entrar en el dormitorio. Todavía recordaba a las fieras vampiresas
que formaban su harén. Pero Zadquiel mandaba sobre ellas así que si ella no quería que
me pasara nada, se estarían quietecitas; y al ángel le convenía que no me pasara nada,
porque traía información muy valiosa.

Un fuerte olor a sangre me advirtió de que no estaba solo.


—Otra vez tú merodeando por aquí.
A mis espaldas, Nosferatus el Devorador de almas, se lamía la sangre que le goteaba por
su perfecta mano.
—Sólo venía a hacerte una visita…
—¿A quién pretendes engañar, insolente? Sé perfectamente que estás sorprendido
porque no esperabas que regresara tan pronto.
—Deberías de cuidar tus palabras, cuando sea nombrado Señor de los Siete Infiernos,
tendrás que postrarte ante mí.
—¿Señor de qué? —si no fuese porque sabía que él nunca se reía ante nada, juraría
que se estaba conteniendo la risa—¿Ésa es la nueva promesa absurda que has hecho?
—Veo que tu querido amigo no te ha contado nada…
—¿Samael? Eso explicaría por qué me ha hecho volver tan pronto…
Ambos nos quedamos en silencio unos instantes.
—Viento no está aquí.
—Lo sé…Sigue sin recordarlo todo ¿verdad?
—Es mejor para ella que sea así. Tú tienes la culpa de lo que pasó y Samael le dio otra
oportunidad, una oportunidad para llevar una vida mejor.
—¿Una vida mejor? ¿Cómo puedes decir eso? ¡¿A qué le llamas una vida mejor?!

Podía recordar aquel día como si fuese ayer. Desolación, culpabilidad, impotencia,
sangre, mucha sangre. Cada fragmento de mis recuerdos martilleaba mi cabeza sin
piedad. Podía ver la mirada acusadora de Samael clavada en mí. El rechazo, la
maldición… Podía oír claramente las carcajadas de los arcángeles, sus miradas de
desprecio, el olor a carne quemada, la cara de satisfacción de Metatrón al verme sufrir,
Ireth desangrada en el suelo… ¿Acaso hoy se habían puesto todos de acuerdo para
hacerme recordar todos esos momentos ? El odio volvió a apoderarse de mí.
—Todavía no te he hecho pagar por lo que le hiciste a Ireth.
—Lo mismo que tú con mis mujeres. Y hoy volvías a intentarlo…
Me dolía la cabeza y me sentía extremadamente débil, en cualquier momento podía
perder el conocimiento así que me apoyé sobre la pared. Intentaba aparentar que no me
pasaba nada, pero cada vez necesitaba exhalar una bocanada de aire mayor. El vampiro
me dio la espalda y se dispuso a entrar en sus aposentos. Con un gesto de su mano,
ahora sin restos de sangre, abrió la pesada puerta.
—Si para cuando alguna de mis siervas salga sigues ahí tirado, ella se encargará de ti
—y cerró de un portazo haciendo retumbar los cuadros de las paredes.

Oculté mi rostro entre mis manos. Noté que estaba empapado en sudor. Debía
calmarme. No podía permitir que me diese un ataque en ese momento. Entonces la vi.
Al fondo del pasillo un resplandeciente ángel de cabellos celestes me indicaba con un
gesto que le siguiera.
Me incorporé como pude y utilicé mi sable para apoyarme y poder caminar. Poco a
poco ya era capaz de mantener el equilibrio por mí mismo. Zadquiel hizo aparecer un
pasadizo secreto y se introdujo en él. Yo hice lo mismo. Seguía embelesado el
movimiento de sus caderas sin fijarme a donde me estaba conduciendo. Cuando quise
darme cuenta, ya era demasiado tarde. Me había traído hasta los aposentos de Brella.
Me maldije a mí mismo por la imposibilidad de oponerme al poder que aquella mujer
ejercía sobre mí. Enfrente de mí ya no se alzaba aquel ser divino de azulada melena,
sino una mujer de mortecina piel blanca y cabellos rubios y lacios, envuelta en un traje
de cuero negro.

Noté el calor y el olor a carne quemada me invadió una vez más. Sentía mi piel en carne
viva tras cada suave caricia de las abrasivas lenguas de fuego. El humo me ahogaba.
Quería gritar, pero sabía que eso sólo la henchiría de placer. En realidad sabía que no
había fuego alguno, pero el dolor era demasiado real. Todas mis heridas se habían
abierto de nuevo. Me esperaba una noche muy larga. La oscuridad, el miedo, el dolor,
volvían a cernirse sobre mí. Pero no podía ceder. En aquel océano infernal debía
encontrar aquel retazo de luz que me ayudaría a no naufragar. Sí, podía verla, mi luz,
siempre lo había sido. Cómo me reconfortaba… Pero aquella vez, la dueña de aquella
sonrisa lucía dorados cabellos.

()
Amara había guiado a Chamuel hasta la cueva. Nathan yacía sobre la cama de la chica
envuelto en un manto de plumas. Cuando Chamuel hubo examinado la herida le aseguró
que no se preocupara, que Raphael podría curarla sin problemas.

“Para mi…tú eres lo más importan… lo más importante. Tú eres… tú eres mi luz”

—Señor Chamuel…Después me gustaría hablar con usted…tengo que pediros un


favor…
El arcángel suspiró. Ya sabía lo que iba a pedirle. Muchos ángeles acudían a él con el
mismo fin.

Raphael finalmente llegó e hizo aparecer de la nada una vara de madera con dos
serpientes doradas enroscadas alrededor de ella, con unas pequeñas esmeraldas
simulando sus ojos. El extremo superior estaba adornado con dos alas, también doradas:
el Caduceo de Hermes, el símbolo de Raphael y el emblema de la medicina. Los ojos de
las serpientes comenzaron a brillar y una corriente de aire cálido rodeó al arcángel, el
cuál comenzó a traspasarle a través de sus manos una energía muy brillante al malherido
Nathanael.
—Amara, a mí no tienes por qué temerme. Dime la verdad. ¿Ayudaste a entrar a ese
demonio?
—¡No! Me enfrenté a él en una misión en la Tierra hace unos días… —no quería que
investigaran su casa porque aunque había intentado borrar todos los restos de lo que
ocurrió, sabía que podían averiguar que estuvieron practicando magia prohibida.—
Veníamos de la escuela y de pronto nos sorprendió. Me buscaba a mí, pero se enfureció
muchísimo cuando Nathan le atacó con fuego…
Los dos arcángeles cruzaron miradas.
—Sabía que sólo podía tratarse de él.
—¿Y para qué vino hasta aquí? Si quisiera vengarse iría a Avarot, no atacaría a un
aprendiz.
—Amara, en ninguno de tus informes constaba que te habías enfrentado a un diablo.
—Apenas nos enfrentamos, escuchó mis palabras y entró en razón así que huyó…
—¿Qué escuchó tus palabras? ¿Qué entró en razón? ¡Un demonio no entra en razón!
—Nunca lo habéis intentado…

Raphael la abofeteó. Se quedaron unos instantes en silencio hasta que finalmente la


joven se atrevió a formular la pregunta.
—¿Cómo está Nathan?
—Ya no corre peligro—el rostro de la muchacha se iluminó—pero la herida que tiene
ha sido hecha con un arma especial, necesito estudiarla para averiguar cómo curarla. Lo
mejor será que ingrese en el hospital. Yo mismo me encargaré de él.

Amara contempló arrepentida a su amigo. Todo había sido culpa suya, le había mentido
abusando de su confianza y le había utilizado para sus propios fines. Una lágrima
resbaló por su mejilla. Jamás se atrevería a volver a mirarle la cara.

()
—¿Estás segura de ello?
—Un ángel no puede amar, ¿verdad, Señor Chamuel?
—Amamos, pero a nuestro Dios y a toda su creación. Lo que tú consideras amor, no es
más que un conjunto de reacciones químicas que ocurren en tu cuerpo material. Algo
propio de humanos, no de seres divinos.
—Entonces la amistad y cualquier otro sentimiento también son humanos.
—Sí, pero el único que está castigado es el enamoramiento. A los culpables se les
amputaban las alas y eran desterrados a La Tierra…. Eso era antes de que escasease el
akasha. Ahora simplemente se les ejecuta.

Amara jamás hubiese imaginado que alguien fuese capaz de quererla. La amabilidad de
Nathan siempre le había sorprendido, aunque había llegado a la conclusión de que era
debido a que sentía lástima por ella. Siempre era tan bueno…Pero incluso había dado su
vida por defenderla, a pesar de que ella le había traicionado. Y aquellas últimas
palabras… Jugueteó con su rebelde cabello. Pasó las yemas de sus dedos por sus
párpados, por su boca… Se inclinó y le acarició sus suaves labios con los suyos. Le
hubiese gustado que él estuviese despierto, pero era mejor así.
—Hazlo.

Chamuel sacó un arco con adornos bucólicos y rubíes incrustados. En su otra mano hizo
aparecer una flecha negra con la punta en forma de pica. La flecha del desamor. Muchos
ángeles acudían a él desesperados para recibir el flechazo y así librarse de aquel maldito
sentimiento que les corrompía. Amara sabía que sería lo mejor para él. No quería
meterle en más problemas.
El arcángel tensó el arco y apuntó hacia el joven. No disponían de mucho tiempo ya que
se habían infiltrado en su habitación.

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