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P. Guillermo Devillers
Lo que quiero aquí es, sin pasión ni polémica, comparar la doctrina abiertamente
liberal de la Obra y de su fundador, con las enseñanzas eternas de la Iglesia.
Desde hace dos siglos la Iglesia multiplica sus advertencias contra una idea falsa y
demoledora de "libertad". No hay libertad fuera de la dependencia de Dios. Estamos en
una dependencia total de Dios tanto en nuestro ser como en nuestro obrar. (Basta leer
por ejemplo la encíclica de S.S. León XIII, "Libertas".) A nosotros criaturas nos toca
obedecer a cada momento y en cada acción a la voluntad amorosa de nuestro Creador,
expresada por su ley natural, por la ley evangélica y por las órdenes legítimas de
nuestros superiores. En esta obediencia y dependencia de Dios consiste nuestra
perfección: "Sed perfectos". Escuchemos la doctrina tradicional y eterna de la Iglesia
tan clara y hermosa referente a la libertad: "Si ha de tener nombre verdadero de
libertad en la sociedad misma, no ha de consistir en hacer lo que a cada uno se le
antoja, de donde resultarían grandísima confusión y turbulencias opresoras, al cabo,
de la sociedad, sino en que, por medio de las leyes civiles, pueda cada uno fácilmente
vivir según los mandamientos de la ley eterna". ("Libertas" núm. 11).
Si leemos ahora los escritos del fundador de "la Obra", ¡qué diferencia! ¡qué lenguaje
tan distinto y no exento de ambigüedad!
"Algunos de los que me escucháis me conocéis desde muchos años atrás. Podéis
atestiguar que llevo toda mi vida predicando la libertad personal, con personal
responsabilidad. La he buscado y la busco, por toda la tierra, como Diógenes buscando
un hombre, y cada día la amo más, la amo sobre todas las cosas terrenas: es un
tesoro que no agradeceremos nunca bastante". (José Mª Escrivá de Balaguer, Sermón
de Cristo Rey del 22-11-1970). ¿De qué libertad se trata? No lo sabemos.
Y estas expresiones tan peligrosas: "La libertad personal que defiendo y defenderé
siempre con todas mis fuerzas" ("Amigos de Dios, núm. 26). "Libremente, sin coacción
alguna, porque me da la gana, me decido por Dios". ("Amigos de Dios "núm. 35). "Soy
muy amigo de la libertad, y precisamente por eso quiero tanto esa virtud cristiana (la
obediencia). Debemos sentirnos hijos de Dios, y vivir con la ilusión de cumplir la
voluntad de nuestro Padre.
Realizar las cosas según el querer de Dios porque nos da la gana (1), que es la
razón más sobrenatural. El espíritu del Opus Dei, que he procurado practicar y enseñar
desde hace mas de 35 años, me ha hecho comprender y amar la libertad personal".
("Es Cristo que pasa" nº 17). Podríamos multiplicar los textos. Digamos solamente que
si bien "el padre suele añadir a esta palabra: "libertad" esta otra: "responsabilidad", si
bien la libertad que nos alaba suele acabar bien ("Libremente. Sin coacción alguna
porque me da la gana, me decido por Dios (2), sin embargo, todo este lenguaje nos
suena mal. nos suena a ambiguo, nos deja una impresión desagradable. La libertad no
consiste de ninguna manera en hacer "lo que me da la gana", sino en obrar según la
recta razón. Por eso, dice Santo Tomás, el poder pecar no es libertad, sino
servidumbre. Nos gustaría que los hombres actuales de la Iglesia y del Opus Dei nos
hablaran más claro en vez de repetir estas solemnes y enfáticas alabanzas de la
libertad sin más precisiones (3)
Sobre este tema de la libertad religiosa "e1 padre habló bien claro. Refiere Salvador
Bernal:
"En 1966 contó a un periodista, Jacques Guillemé-Brûlon, de "Le Figaro", lo que una
vez había comentado -el padre Escrivá de Balaguer- al Santo Padre Juan XXIII, movido
por el encanto afable y paternal de su trato "Santo Padre, en nuestra Obra siempre
han encontrado todos los hombres, católicos o no, un lugar amable: no he aprendido
el ecumenismo de Vuestra Santidad". El se rió emocionado porque sabía que, ya desde
1950, la Santa Sede había autorizado al Opus Dei a recibir como asociados
cooperadores a los no católicos y aún a los no cristianos.
En "Amigos de Dios" núm. 171, el fundador de1 Opus Dei decía también: "Estamos
obligados a defender la libertad personal de todos, sabiendo que Jesucristo es quien
nos ha adquirido esa libertad; si no actuamos así, ¿con qué derecho reclamaremos la
nuestra? (4) . Esta idea, la vuelve a repetir muchas veces a lo largo de sus sermones:
"Nuestra fe cristiana además, nos lleva a asegurar a todos un clima de libertad,
comenzando por alejar cualquier tipo de engañosas coacciones en la presentación de
la fe". (id. nº 36). Esta doctrina del fundador del Opus Dei es enorme en sus
consecuencias. Es, por supuesto, una condenación de la Inquisición católica, pero
también de las Cruzadas ("No comprendo la violencia"). Es la condenación de los siglos
de Reconquista. Es la condenación, incluso, de la Cruzada nacional de 1936. Nuestros
lectores saben cuánto esa doctrina de libertad religiosa, que triunfó en el Concilio
Vaticano II, se aleja de la doctrina católica infalible. Esa doctrina es herética (5).
Esa libertad que defienden es la libertad de la perdición que Gregorio XVI y Pío IX
llamaban delirio y que está hoy día llevando a toda una generación de jóvenes en el
mundo entero a su perdición y autodestrucción, por la inmoralidad, las sectas, la droga
y otros venenos de venta libre.
La Iglesia luchó con todas sus fuerzas contra esta rebelión del poder civil y de las
acciones contra Jesucristo (6).
En el librito de propaganda "¿Qué es el Opus Dei?" (Edición 1972, 28), nos dice:
"Como consecuencia del fin exclusivamente divino de la Obra, su espíritu es un espíritu
de libertad, de amor a la libertad personal de todos los hombres; y como ese amor a la
libertad es sincero y no un mero enunciado teórico, nosotros amamos la necesaria
consecuencia de la libertad, es decir: el pluralismo".
"¿Qué posición tienen los socios del Opus Dei en la vida pública de los pueblos?”
Mons. Escrivá inició su respuesta con un rápido y rotundo: "la que les de la gana". En
el abarrotado teatro resonó una ovación cerrada...
De modo que sí: que los buenos se preocupen de política, si les da la gana..."
(Monseñor Escrivá de Balaguer, por Salvador Bernal pág. 269).
Al leer esto me quedo estupefacto y pienso: pobre San Fernando, pobres Reyes
Católicos que se equivocaron haciendo política, y además, una política del peor
clerica1ismo, considerándose como los capitanes de Dios, representantes de la Iglesia.
Pobre San Pío X que en Venecia hizo toda una campaña electoral sobre el tema: ¡A
la puerta todos los enemigos de San Marcos, luchando con todas sus fuerzas contra el
abstencionismo político de los católicos y consiguiendo el rechazo total de los masones
y socialistas del gobierno. ¡Pero claro, esto era antes del Concilio Vaticano II! Si estos
Reyes, si San pío X hubieran conocido a Monseñor Escrivá de Balaguer, no se habrían
equivocado así y habrían dejado a los católicos hacer la política "que les diese la gana",
y habrían dejado en paz a los musulmanes, judíos o masones...
CONCLUSIÓN
Hoy día el liberalismo triunfa no sólo en España con el Opus Dei, sino también en
Roma. Este liberalismo no es católico y no lo será nunca; Queremos Que Dios reine en
todo el mundo. ¿No lo decimos en el Padre Nuestro? Que Jesucristo reine no sólo en
los corazones, no sólo en la vida privada sino también en la sociedad, en las empresas,
en las escuelas. Queremos que el crucifijo esté en las aulas. Queremos salvar nuestras
almas y las de nuestros niños y las de todos los hombres. Queremos pues, que el
gobierno luche contra el vicio y la corrupción en los jóvenes, prohíba el aborto y el
terrorismo. Y que remos luchar nosotros mismos, en la medida de nuestra influencia
social o política. Que remos que los Estados nos "coaccionen" suave mente para ser
buenos católicos siguiendo el consejo de Jesús (Lc. 14-23): "Obligadles a entrar para
que se llene mi casa". Si esto es hacer política, haremos, entonces, la política de los
santos, la política de san Fernando y de San Luis, y si Dios quiere haremos otra nueva
cruzada para salvar la civilización cristiana de manos del comunismo, del judaísmo, y
del islamismo y, salvar a España. Y confiamos en que la Virgen victoriosa de Lepanto
nos dé la victoria otra vez.
No dudo de que hay personas buenas y santas en el Opus Dei, pero quisiera que vie
ran cómo les pueden engañar. Y quiero terminar con estas palabras llenas de fe y de
piedad de un gran defensor de la fe (Monseñor Lefebvre, 13-13-1984): "Cuanto más se
medita nuestra dependencia de Dios, más se medita nuestra dependencia de Nuestro
Señor Jesucristo, tanto más se tiene el deseo de ponerse bajo el dulce reino de Cristo y
de la Santísima Virgen María; no se tiene más que un deseo: y es el de ver reinar a
Cristo y a la Santísima Virgen María. Cuanto más se piensa en eso más horror se tiene,
un horror visceral, un horror instintivo, al liberalismo...".
En resumen: Las "libertades" defendidas por Mons. Escrivá de Balaguer, desde San
Agustín han sido llamadas por la Iglesia: "libertades de perdición" o "delirios".
El liberalismo del cual hace alarde el fundado r del Op us Dei, ha sido condenado
infaliblemente como "el error más fatal a la Iglesia Católica y a la salvación de las al
mas". Y fatal lo ha sido para España, abriendo las puertas al socialismo-comunismo y a
una intensiva propaganda de descristianización.
NOTA:
Lecturas aconsejadas:
NOTAS:
(3) Sto. Tomás define la libertad: "Vis electiva me diorum servato ordine finis". Es el
poder escoger los medios convenientes, conservando el orden hacia el fin.
(4) ¿Con qué derecho? ¡Hombre! pero con el derecho de la verdad que sólo tiene
derechos. El error no tiene ninguno. Tal es la doctrina tradicional de la Iglesia
recordada por el Papa Pío XII: "Lo que no correspode a la verdad y a la norma moral,
no tiene objetivamente derecho alguno a la existencia, ni a la propaganda, ni a la
acción". (Pío XII Comunidad Internacional y Tolerancia. Doctrina Pontificia, Tomo I L
BAC). La doctrina católica sólo aprueba la tolerancia del error y el mal, en la medida en
que sea conveniente o necesario "para que no se impidan mayores bienes y en parte
para que no se sigan mayores males".
(5) Ver los artículos de Michel Martín, a quien no se ha contestado nunca. (Trad.Cató.
nº 28, 9, 10, 11).