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«Testamento político y otros escritos sobre política y filosofía - György Lukács», de

Antonino Infranca y Miguel Vedda (compiladores)


Autor: Admin

Buenos Aires, Ediciones Herramienta, 2003, 188 págs.

Maria Orlanda Pinassi*

En el mes de octubre de 2003, un significativo grupo de investigadores del campo marxista, incluidos
algunos brasileños, se reunió en la Universidad de Buenos Aires para participar del Coloquio
Internacional "Teoría crítica y marxismo occidental: Lukács - Bloch - Gramsci - Adorno", aceptando el
desafío de debatir algunas de las cuestiones más problemáticas de la actualidad y retomar la
necesaria discusión sobre la transición al socialismo. En la ocasión, fue lanzado un libro: Testamento
político y otros escritos sobre política y filosofía - György Lukács, una antología de textos inéditos en
lengua española, publicado por Ediciones Herramienta de Argentina.

El evento y la publicación dieron continuidad expresiva a una serie de otras actividades que los
antecedieron en América Latina y, particularmente, en Brasil. Esto comprueba el creciente interés por
los rumbos contemporáneos de la alternativa socialista y la revivificación más vivificada de Marx y de
importantes marxistas del siglo XX. Por otra parte, estos elementos nos brindaron la oportunidad de
examinar algunas de las fuertes y polémicas ideas -y tomas de posición- de Lukács en política, filosofía
y cultura.

La recopilación argentina está compuesta de material muy importante para la comprensión de la obra
lukácsiana, a saber: "La visión del mundo aristocrática y la democrática" (1946); "Las tareas de la
filosofía marxista en la nueva democracia" (1947); "La responsabilidad social del filósofo" (años 50);
"Libertad y perspectiva: una carta a Cesare Cases" (8/6/1957); "Entrevista: en casa, con György
Lukács" (publicada en 1968); "Más allá de Stalin" (1969); "Epistolario con János Kádar sobre el caso
Dalos-Haraszti" (1971) y "Testamento político" (enero de 1971). Además, el lector habituado o el no
habituado al lenguaje de Lukács, cuentan con el beneficio de una bella y elaborada introducción de las
temáticas abordadas.

Como se ve, estamos frente a una gran diversidad de temas y estilos literarios -artículos, entrevistas,
cartas-; en fin, frente a registros de una vida dedicada a la reflexión y a la lucha, a través de los cuales
se revela un universo de indagaciones filosóficas y políticas. Por eso mismo, la tarea de clasificarlas en
este o aquel rubro es muy difícil, porque todas ellas, sea cual sea la perspectiva privilegiada por
Lukács, son inmediatamente filosóficas y políticas. Además, la lectura de cada uno de los textos
escogidos para la colección, como su conjunto, revela toda una serie de cuestiones recurrentes en la
obra lukácsiana, desde la juventud hasta la madurez. Son escritos que evidencian la unidad
contradictoria del maestro húngaro y desmitifican los argumentos, injustificados por demás, de los que
defienden ora al joven, ora al viejo Lukács.

Es imposible permanecer insensible frente a la actualidad de estos análisis, atravesados por los
horrores de la Segunda Guerra y por una profunda ocupación, que Lukács comienza a mostrar en los
textos de la segunda mitad de los 50’, con las nuevas formas irracionalistas heredadas del fascismo:
estas formas no eran necesariamente totalitarias: algunas podían ser "democráticas". Lo mismo se
puede decir de su lucidez respecto de los nuevos sujetos del irracionalismo que, para él, provendrían
justamente de las potencias que lo combatieron. Estas cuestiones, presentes en los artículos de la
publicación comentada, son ampliamente discutidas en el magnífico epílogo a El asalto a la razón, de
1954, donde ya se preanuncia el papel de los Estados Unidos en la vanguardia del absurdo.

La antología cubre un largo período -de 1946 a 1971- y, avanzando por sus páginas, se advierte la
enorme coherencia interna de un pensamiento y una praxis política. Se verifica, por ejemplo, que
durante aquellos años decisivos, Lukács trata de cuestiones que lo preocupaban ya en su juventud
-como ética y responsabilidad, la función política de la vanguardia intelectual, las premisas históricas
de la política y de la democracia, la particularidad del arte y de la cultura, cuestiones que, con el correr
del tiempo, fueron recibiendo un tratamiento cada vez más exacto y maduro-. Es el caso del largo y
tortuoso camino que recorrió hasta llegar a la concepción ontológica del ser social y a la centralidad
ontológica del trabajo en el proceso del desarrollo humano. El término aparece con frecuencia en la
obra de Lukács, pero en su acepción positiva, solo será utilizado desde el inicio de los años ’60[1].
Véase, por ejemplo, el tratamiento crítico que todavía recibe el concepto de ontología en el artículo "La
responsabilidad social del filosofo" (de los años ’50), donde se lo considera el fruto de devaneos
metafísicos:

[...] la ética moderna, en especial la que se desarrolló bajo la influencia, primero de Schopenhauer,
luego de Kierkegaard, insiste en que el comportamiento ético del individuo "arrojado" a la vida está
orientado a distanciarse de todo lo socio-histórico para alcanzar el ser ontológico -en flagrante
oposición con todo lo existente- (págs. 89-90).

Desde el comienzo de sus análisis marxistas, y más evidentemente desde su inserción en el Partido
Comunista Húngaro (1918), Lukács se destaca por la peculiaridad con la que siempre considera la
transición socialista. Como Marx, Engels y Lenin, consideraba que solamente la totalidad podría
conducir a una correcta aprehensión de las leyes del desarrollo desigual y objetivo de lo real. Su
escritura está marcada por la precoz comprensión de la esencialidad -a pesar de su idealismo- de
Hegel, fruto de los años que dedicó al estudio de la filosofía y de la literatura alemanas. Este es uno de
los pilares de su divergencia con el stalinismo, que se intensifica aun más cuando incursiona en los
bellos pasajes de Marx sobre alienación, trabajo y subjetividad de los Manuscritos económico-
filosóficos del 44

La convicción en la importancia y la necesidad de profundicar en el sistema filosófico hegeliano


-registrada en su provocador libro El joven Hegel y los problemas de la sociedad capitalista, de 1940- y
los inspiradores análisis del joven Marx en relación con la necesidad de comprender y, obviamente, de
intervenir de modo realista en lo real, le valieron persecuciones, difamaciones, acusaciones de
reformismo. A ese respecto, la antología organizada por Infranca y Vedda contiene documentos
importantísimos que esclarecen, sobre todo, la conflictiva relación de Lukács con el Partido Comunista
Húngaro, así como los dramáticos momentos de silencio y reclusión a que fue sometido por sus
detractores.

Otro aspecto central, también presente en la colección, pero poco conocido de la obra lukácsiana, es
su interpretación de la historia por medio del concepto de decadencia ideológica, que tiene en la
Monarquía de Julio y en los sucesivos golpes que la burguesía aplica a partir de 1848 sus momentos de
definición más explícitos: el punto que divide de aguas entre el clasicismo y la apologética burguesas,
entre revolución y conservadurismo, entre razón e irracionalidad. Tal referencia, que ya era
fundamental en Marx, es retomada por Lukács, que la desarrolla como centralidad constitutiva en su
comprensión de la historia. Se puede tener una idea de la magnitud de este concepto al observar la
transformación absoluta ocurrida, en el plazo de pocos años, en la postura burguesa, provocada por la
"crisis social" e "intelectual de la democracia [que] provienen de la contradicción entre la libertad e
igualdad políticas y la libertad e igualdad reales de las personas" (págs. 29-30). A este respecto, es
particularmente interesante la discusión sobre el complejo de crisis abiertas por esta transformación y
sus consecuencias sobre las esferas de democracia, progreso, razón y humanismo. Sin esa referencia
fundamental se corre el riesgo de concordar con la idea de la perennidad de las formas sociales
concebidas por el capital; de hacer una lectura absolutamente lineal de la historia o de considerar
absolutamente irrelevantes sus pasajes decisivos, como por ejemplo la Revolución Francesa. Véase el
caso, entre otros, de François Furet y de Denis Richet.

En el prólogo a la edición española de El joven Hegel (1963), se expresa el dilema ideológico de la


época de la siguiente forma:

Hoy la lucha se presenta en dos frentes; tanto en el Oeste con en el Este impera, con gesticulación
científica, una renuncia orgullosa y miope al conocimiento de la realidad objetiva. Aquí esa renuncia se
presenta bajo la forma del dogmatismo staliniano, allí como neopositivismo restaurador (p. 11).

Pasados 40 años de esta formulación crítica, el dogmatismo staliniano fue superado, sí, pero, en
contradicción con lo que pensaba Lukács, este hecho no significó una evolución político-ideológica de
la transición a la democracia -el complemento que, según él, faltaba para la construcción de una
nueva sociedad socialista-. Por el contrario, sin aquella característica estructural, el sistema basado en
el "socialismo en un solo país" vio agotadas sus posibilidades de reproducción. Y una de las tantas
consecuencias nefastas de un mundo plenamente regido por el capitalismo es el hecho de que aquel
neopositivismo restaurador de que él nos habla, ensancha sus límites incorporando un contingente
significativo de ex-revolucionarios desilusionados, y convirtiéndose en un retumbante neocinismo.

Sin embargo, hasta el último de sus días (11/6/1971), Lukács creyó en el socialismo de tipo soviético
que, debidamente corregido en cuanto a sus deformaciones más flagrantes -como la burocracia o la
supresión de la libertad, por ejemplo-, originadas en necesidades coyunturales, daría el efectivo salto
ontológico en dirección del socialismo pleno.

De alguna forma, la percepción de Lukács de la experiencia socialista del siglo XX guarda alguna
similitud con la de Diderot y Rousseau en relación con la emergencia histórica de la sociedad burguesa
en el siglo XVIII. Los enciclopedistas comprendían ya que las causas de la alienación y de las
contradicciones sociales básicas podían ser localizadas en la "distinción" entre lo tuyo y lo mío, en la
oposición entre "tu utilidad particular y el bien general", en la "subordinación del bien general al
particular"; pero consideraban que los males venían de la producción de "necesidades superfluas", de
"bienes imaginarios" y de una desequilibrada distribución de la riqueza proveniente del egoísmo
excesivo heredado del ancien regime. Por razones históricas, no podían comprender que esas
características no eran desviaciones, sino los fundamentos esenciales de la reproducción del capital.
De ahí que, para los problemas más graves de aquella nueva forma social que ya comenzaba a ser
hegemónica, Diderot y, principalmente, Rousseau prescribieran lecciones de moralidad, una nueva
ética para educar y refrenar los apetitos del hombre burgués

Así, tanto como ellos, que se equivocaron en relación con la sociedad burguesa, Lukács tampoco
consiguió percibir que el problema del socialismo soviético no era de orden moral sino material. O,
como bien observó Mészáros en su reciente libro, publicado en Brasil, Para além do capital - rumo à
transição socialista [Más allá del capital]-, Lukács no comprendió que las formas de objetivación del
trabajo permanecían intactas y fetichizadas en las condiciones de producción de la Unión Soviética, y
que, por eso, más que una ruptura, este modelo afirmaba una nueva forma histórica de dominio del
capital, a la que Mészáros denomina postcapitalismo

Se advierte, por lo tanto, que Lukács cometió equívocos y que algunos de sus pronósticos fueron
refutados por el tiempo. Sin embargo, lo que se le debe reconocer es el hecho de no haber abdicado
nunca de su peculiar actitud crítica, al punto de no haber sido indulgente ni siquiera consigo mismo. Y
es preciso destacar, en este punto, que fue su concepción, radicalmente social e histórica, la que le
posibilitó romper con las más variadas vertientes del marxismo vulgar: en general, una caricatura que
rechazó la subjetividad entronizando la objetividad como la única dimensión digna de ser considerada
en el camino hacia el socialismo. Fue su postura, irremediablemente ontológica -aún cuando no
siempre haya tenido conciencia de eso- lo que caracterizó la crítica demoledora que erigió contra las
propuestas eternizadoras del capital y de la superioridad incuestionable de sus formas sociales. La
crítica y el entusiasmo fueron las armas movilizadoras que legó a la posteridad que, en el presente,
somos nosotros.

Para comprender parte de su controvertida trayectoria, la colección incluye una interesantísima


entrevista concedida por Lukács al PC Húngaro ya en los últimos meses de su vida (enero de 1971),
con el título de "Testamento político", texto que da título a la publicación.

Tanto las certezas como las dudas, los avances como los retrocesos, las críticas como las autocríticas
y, fundamentalmente, el coraje que demostró al registrar todos los buenos y malos episodios de su
vida tan atribulada, hacen de Lukács un ejemplo notable de vida y pensamiento. Tales aspectos
sobresalen en esta publicación de Ediciones Herramienta de Buenos Aires, lo que la convierte en un
instrumento valioso e imprescindible para pensar el destino de la alternativa socialista. Esperamos que
el público brasileño tenga acceso en breve a una edición en lengua portuguesa.

* Traducción del portugués de Flavio Wisniacki

[1] Ver al respecto "Testamento Político", donde Lukács retoma la cuestión, esta vez ya no críticamente
sino para afirmar la esencialidad del trabajo en la efectiva constitución ontológica del ser social. (págs.
141-188).

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