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F R I D A Y, J A N U A R Y 1 6 , 2 0 0 9

22 años sirviendo a un proyecto humano, creyendo que era


Divino

Granada, España.

HAY UN dicho español que dice: "Nunca segundas partes fueron buenas". Yo no
estoy muy de acuerdo con tal aforismo, pues tengo plena confianza, y esta es mi
experiencia por los pasados cinco años, que, segundas partes, pueden ser tan
buenas o mejores que las primeras, especialmente cuando una persona, después
de haber vivido una experiencia de dependencia e hipoteca con relación a un
colectivo religioso, toma conciencia de su individualidad y su derecho a
determinar qué valores en la vida merecen la pena, sin que sea un colectivo
religioso quien los determine y los imponga.

Hace diez años, me sentí muy feliz al contemplar reflejada mi vida en las páginas
de ¡Despertad! Pensé que había conseguido algo inimaginable, un privilegio
sensacional y único. Obviaba la razón principal por la que aparecía allí: mi estado
físico. Los discapacitados físicos y psíquicos sirven para muchas cosas. Pero
lamentablemente la sociedad en general, y muchos grupos religiosos y políticos,
generalmente utilizan las imágenes del discapacitado para vender sus productos,
para promulgar sus ideas, para concienciar, para poner hitos, y para incentivar a
una determinada acción; en suma, para decir: "Éste no vale para nada, pero hace
más cosas que tú, ¿por qué no lo imitas?" Es por eso, que en las revistas de los
testigos de Jehová, no hay año en el que no se relaten dos o tres experiencias de
discapacitados, enfermos, marginados, parias y otros, para incentivar a más
actividad, más productividad, más generosidad y más desinterés en la obra que
vienen realizando desde hace 125 años.

No me podía imaginar como una historia que yo redacté, pero que fue "retocada"
e intitulada principalmente por Jorge Weilland, iba a tener el efecto bumerang en
mi vida, es decir, se iba a volver contra mí, e iba a ser utilizada en diferentes
ocasiones, (especialmente después que fuí cesado como anciano), para
increparme cualquier pequeño detalle que no concordara con lo que pudiéramos
denominar "chico bueno y obediente". Por supuesto, después de dejar el grupo,
no sé si por envidia o por despecho, me han llegado duras críticas, basándose en
tal relato, diciendo: "Ya se veía venir". Mi reputación y honorabilidad han
quedado bastante deterioradas por haberme salidos de los Testigos, y por haber
confesado mi gran pecado de manera pública. Atrás han quedado 22 años de
servicio, de sacrificios, de aportaciones económicas, etc., que según ellos, no
tienen ningún valor a los ojos de Dios, y sólo han servido para confirmar mi
orgullo y prepotencia intelectual, en relación con los demás.

Han transcurrido trece años desde que fue publicado aquél relato, ¿y qué? ¿qué
ha ocurrido en este tiempo en mi vida? ¿qué pienso sobre todo lo que redacté y
fue publicado en esa revista en 1988?

Muchas veces, los seres humanos sienten la necesidad de hacer un


replanteamiento de sus objetivos, su escala de valores, sus esperanzas,
especialmente cuando han sido objetos de manipulación por colectivos, que sin
mala intención en su origen, se han apropiado de lo más básico y esencial en el
hombre: la libertad. Yo he sentido esa necesidad, cuando observé que una
organización religiosa, asumiendo el papel de Dios en este siglo XX, se había
hecho dueña de mi pensamiento, de mis creencias y de mi individualidad.

Como tuve la oportunidad de decir a los ancianos en mi carta de renuncia, las


organizaciones en si, no tienen nada de incorrecto o malo. Entiendo que son
medios para combinar esfuerzos y conseguir más, como grupo que como
individuos. Pero no son figuras o entidades con voluntades, intelectos o
capacidades independientes. Lamentablemente, esto es lo que llegan a ser en la
mente de quienes descansan su confianza, ilusiones y expectativas en la figura
incorpórea y omnipresente de una entidad con estas características.

Lo que ahora comprendo con facilidad, ha estado oculto a mi entendimiento,


mientras pertenecí al colectivo denominado ‘testigos de Jehová'. Yo llegué a creer
que la organización de los Testigos de Jehová, era el ‘canal' de comunicación que
Dios utilizaba en este tiempo para comunicar su voluntad a los hombres, porque
se me hizo creer que «Dios siempre ha tenido sobre la tierra una organización o
enlace de comunicación de los seres humanos, y que era necesario estar asociados
y respaldando a tal organización para recibir su favor». Hablaba y actuaba para
con ella como si fuera un ente diferente con personalidad propia, con vida propia.

Como han dicho otros con antelación, para mí, la organización de los testigos de
Jehová era como una madre amorosa que en ausencia del padre, se preocupa por
el bienestar espiritual, emocional y físico de sus hijos. No percibía que tal
creencia, controlada y administrada por hombres imperfectos, podría provocar
una metamorfosis en los símbolos, una transformación en los personajes, para
convertirse en auténticas figuras que asumen papeles que no les corresponden.
Que la ilustración asume el papel de realidad, y va ocupando parcelas de poder en
la vida de los afectados a tal grado, que lo que comienza con la determinación de
que la Biblia es y será su guía única y definitiva, su verdadera fuente de
información autorizada, se convierte en casos extremos, en una prescripción de lo
que se ha de leer, estudiar, de qué debe hablarse, por todos los que se adhieren a
esa estructura. Ese ha sido el patrón de desarrollo de muchas de las religiones
que existen en la actualidad.

Pablo lo explicó profetizando la llegada del "hombre del pecado" y diciendo: "el
cual se opone y se exalta sobre todo lo que se llama Dios o es objeto de culto;
tanto que se sienta en el santuario de Dios como Dios, haciéndose pasar por
Dios". (1ª Tes 2:4 Val)
Es por eso que mientras creí lo que creí yo era feliz, y canalizaba mis habilidades
en pos de colaborar y contribuir para que esta "madre" tuviera una familia muy
numerosa de hijos obedientes y sumisos. Curiosamente, los defectos que yo tenía:
(mi "orgullo" que no era otra cosa, que el utilizar una fórmula de equilibrio
psicológico de mis carencias físicas), era aceptado por el colectivo, siempre que
asumiera el "papel" de hijo desvalido que aparenta una humildad ficticia, y
siempre que me mantuviera en el redil. Cuando uno está allí, todos los defectos
son excusables, achacados a la imperfección humana. Nunca tuve experiencias en
las que se me increpara tan horrendo pecado, hasta que yo mismo tuve el valor de
confesarlo públicamente.
No me di cuenta que estos "hijos", en cuanto aceptaban la "maternidad"
protectora del grupo comenzaban a perder su individualidad y a asumir una
colectiva, impersonal, que a veces solía ser prepotente e intolerante contra todo
aquel que no se mantenía en el cobijo de su madre. Y esa personalidad colectiva,
en la mayoría de los casos es un arma peligrosa y hasta tiránica.

Me ha costado mucho trabajo llegar a estas conclusiones pues mi dependencia


física y mental de la organización de los testigos de Jehová ha sido siempre muy
fuerte. Ellos fueron los primeros que se interesaron en mí, no solo para que
estudiara la Biblia, sino recogiéndome de mi casa y llevándome a las reuniones,
asambleas, etc. También me invitaban a reuniones sociales, comidas,
excursiones, etc. donde me cuidaban y atendían. Yo creía que estos favores
personales me los hacía "la organización", mi "madre", cuando en realidad eran
Pepe, Jesús, Rosario, Manuel, Paco, etc. Esto me daba una medida grande de
seguridad. El problema es que ellos, los que me hacían dichos favores, también
creían que era gracias a la ‘organización' que ellos actuaban así, por lo tanto, no
era a ellos a quienes tenía que agradecer sus favores, sino a la organización.

Intelectualmente, también satisfacían mis inquietudes, pues sus conceptos sobre


la vida, la verdad, el amor, etc., eran asumidos y contemplados por mí como
conceptos propios.

Siempre había observado algunas deficiencias de carácter doctrinal,


especialmente mientras conduje un estudio bíblico a un Pastor de la Iglesia
Pentecostal, y profundicé en temas como la Trinidad, la prohibición de la sangre,
el fin del mundo, etc., aunque siempre me autoconvencía de que yo llevaba la
razón, que los argumentos que utilizaba eran más poderosos que los de este
señor, que mis razonamientos estaban basados en la Biblia y los de él no, (aunque
en algunas ocasiones éste conseguía dejarme callado sin argumentos con que
refutar sus ideas); en fin, pensaba que yo era el vencedor, aunque mi victoria
fuera una victoria pírrica, sin dar mayor importancia al asunto. También veía
muchas deficiencias en el aspecto personal de la gente que me rodeaba, pero
como yo también me consideraba muy imperfecto y cometía errores
continuamente, las evidentes faltas de amor que se observaban dentro de la
organización las veía como algo natural.

En más de una ocasión, tuve que mediar en problemas y disputas entre los
hermanos, ¡y hasta entre mis propios compañeros "ancianos"!

Curiosamente, no percibía que estos errores personales y de organización que yo


excusaba generosamente, eran los mismos que criticaba de otros grupos o
movimientos religiosos
A raíz de mi baja como anciano, comencé a observar ciertas actitudes en algunos
miembros de la congregación donde servía, que me entristecieron. La frialdad en
el trato a partir de éste hecho me dolía, pues durante los ocho años que estuve
con esa responsabilidad, había sacrificado muchas cosas por servir a los demás, y
no veía una respuesta positiva por parte de dichos miembros de la organización,
que antes habían valorado profusamente mi labor a pesar de mi estado. El tan
cacareado amor que se dice, existe entre los Testigos, mostraba su verdadero
rostro ante la dificultad o la desgracia de los demás.

Pero no fueron estos los factores que me llevaron a desasociarme de los testigos
de Jehová. De hecho, desde mi cese de anciano hasta mediados de 1995, me
mantuve fiel a la 'organización' y se continuó efectuando un "estudio de libro" en
mi hogar, y mi esposa y yo nos mantuvimos regulares en la asistencia a las
reuniones, y en la predicación de casa en casa, (termómetros utilizados por la
congregación para discernir quién es considerado "espiritual" y quién no, dentro
de sus filas).

Mis dudas comenzaron a tomar cuerpo, con las preguntas incisivas de un


familiar, testigo de Jehová desde su niñez, que siempre daba vueltas al mismo
asunto: la cuestión de la "verdad progresiva" y la "verdad actual", pues no las
llegaba a entender del todo. No entendía cómo los testigos de Jehová afirman con
dogmatismo que sus conclusiones bíblicas y doctrinales son "la verdad", (y de
hecho, todos sus miembros deben acatar tales conclusiones, para no ser
expulsados del colectivo), y unos meses después, modifican una doctrina o
norma, diciendo que esa también "es la verdad" sin discusión. Esto lo pueden
hacer tres o cuatro veces sobre un mismo asunto, ‘voltejeando' de un lugar a otro,
y siempre su interpretación última es la verdad.
Yo le explicaba lo mismo que reproducen las publicaciones de la Watchtower,
cuando tratan este asunto, empero conforme más examinaba el tema y meditaba
en él, palpaba las carencias de los argumentos utilizados.

Para empatar el asunto, los rumores se dispararon en la Asamblea de Distrito que


celebramos a principios de Agosto en el pabellón de Deportes, Zona Sur, de
Granada, pues hermanos de mucho tiempo, me comentaron que "la Sociedad"
había cambiado lo de 1914, y que tal explicación vendría en una próxima Atalaya.

Mantuve unos días de verdadera espectativa a la espera de que la noticia fuera


publicada en La Atalaya, pero no fue lo de 1914 lo que modificaron. Fue lo de las
‘ovejas y las cabras'. Después de haber estado afirmando por más de 70 años que
Cristo "vino en su gloria" en 1914, y que a partir de ese momento comenzó a
reunir a las naciones para juzgarlas y a separarla como "ovejas y cabras", después
de afirmar con rotundidad que esta labor la había estado efectuando por medio
de la predicación que han realizado los testigos de Jehová en las pasadas siete
décadas, los redactores de la Atalaya, habían descubierto otra "verdad". Hasta ese
momento, se alababa, de hecho, el gran discernimiento mostrado por Josep F.
Rutherford que descubrió dicha «verdad».
Si alguien se hubiera atrevido a discutir esa interpretación, habría sido expulsado
irremisiblemente. Si alguien se atreve a discutir su actual concepto, también será
expulsado.
¿Cuándo se discernió que la humanidad estaba siendo juzgada como ovejas y
cabras? La Atalaya del 15 de mayo de 1986, pág. 17, declaró: "De modo que para
1923, la gran profecía de Jesús sobre las ovejas y las cabras se entendió
apropiadamente y se discernió que el mundo entero estaba bajo juicio."

Efectivamente, La Atalaya del 15 de febrero de 1995, pág. 8, expuso: "... en los


años veinte, la Sociedad Watch Tower proclamó el mensaje "Millones que ahora
viven no morirán jamás". Quiénes serían esos millones de personas? Las 'ovejas'
de las que habló Jesús en su parábola de las ovejas y las cabras. Se profetizó que
estas personas de condición de oveja se presentarían durante el tiempo del fin, y
tendrían la esperanza de vivir para siempre en una tierra paradisíaca. [...] Se
entendió que habría que diferenciar a esas personas obedientes de las 'cabras'
obstinadas, y después de la destrucción de éstas últimas, las ovejas heredarían la
región terrestre del Reino que se había preparado para ellas. Desde 1935, el
'esclavo fiel' se ha concentrado en localizar a tales personas de condición de oveja
y traerlas a la organización de Jehová."
Así, que unos siete años después de la supuesta llegada de Cristo 'en su gloria',
unas pocas personas de entonces, disciernen que Cristo, ya está gobernando en
los cielos, que lleva ¡7 años gobernando!, y que el mundo entero está bajo juicio. Y
el mundo sin enterarse.

Aunque en estas publicaciones se afirma que tal creencia 'se entendió


apropiadamente' en 1923, esta creencia no fue establecida, hasta 12 años después.
Efectivamente, el promotor de ella fue el segundo Presidente de la Sociedad
Watch Tower, Joseph F. Rutherford, tal como reconocen diversas publicaciones,
entre ellas La Atalaya del 1 de septiembre de 1980, pág. 20, cuando dijo: "En la
primavera de 1935 se empezó el recogimiento de aquellos que le hacían bien a los
'escogidos.' Algo que dio tremendo ímpetu al recogimiento fue el discurso que se
presentó el viernes 31 de mayo de 1935 en la asamblea de los testigos de Jehová
que tras amplia publicidad se celebró en Washington, D.C... En aquél día el
presidente de la Sociedad Wath Tower habló sobre el tema "La grande
muchedumbre" y explicó que estas personas y las 'ovejas' de la parábola de Jesús
en Mat. 25:31-46 eran las mismas."

Y el verdadero problema no era cometer un error de interpretación sobre el


cuándo, el cómo y el dónde del cumplimiento de ésta parábola. El verdadero
problema era que relacionaban aquella explicación que ellos exponían, con la
operación y revelación del espíritu santo, y que obligaban a otros a profesar estas
mismas creencias, pues cualquier cuestionar o mostrar desacuerdo con tales
creencias era considerado punible.
Esto se deduce de los comentarios que realizó La Atalaya del 15 de mayo de 1995,
pág. 17-18, relacionando aquél descubrimiento con los destellos de luz que se
asignan al Espíritu santo.

Efectivamente, después de afirmar que 'las personas que Jehová utilizó para
proveer este aumento gradual de luz espiritual', eran C.T. Russell y sus
compañeros, y que "es notable observar lo mucho que Jehová, mediante el
espíritu santo, favoreció a aquellos primeros Estudiantes de la Biblia con
destellos de luz," señala que un año después de la Asamblea de 1922 en Cedar
Point, Ohio, "...una luz brillante aclaró la parábola de las ovejas y las cabras. Se
entendió que esta profecía se cumple en el presente día del Señor, no durante el
Milenio, como se había pensado anteriormente."

¿Quién favoreció a aquellos primeros Estudiantes de la Biblia para que se


equivocaran? ¿Quién la transmitió una luz brillante que les oscureció totalmente
la parábola de las ovejas y las cabras? Seguro que no fue el Espíritu santo de Dios.

Pero la cosa no quedó ahí. Una semana después me llegó otra Atalaya que
contenía el cambio que más influyó en mí para que comenzara una seria
investigación. Tenía que ver con la afirmación que se había efectuado por más de
50 años, de que la generación que vio lo acontecido en 1914 vería el final de este
sistema. Basados en este argumento, la Sociedad Wathtower ha ejercido gran
presión sobre todos los sobrevivientes al debacle doctrinal de 1975, para que
nuestras vidas giraran sobre tres premisas básicas: la predicación y distribución
de revistas y libros, las reuniones programadas, y la lectura y estudio exclusivo de
las mismas publicaciones que distribuyen.

Leí la revista con asombro, la releí creyendo que no había entendido bien su
significado, la subrayé y la comenté esa misma noche en el grupo de Estudio de
libro. La cara de sorpresa y desilusión de algunos lo decía todo. No podía ser de
otro modo.

Me pregunté: ¿Que garantías tenía yo en ese momento, de que la nueva


explicación era mejor que la anterior? ¿Qué garantías, que ésta nueva explicación
que todos tenemos que aceptar sin rechistar como 'la verdad', mañana no será
desmentida o modificada o incluso rechazada como falsa? ¿Qué crédito tenía una
Sociedad que durante 81 años había estado insistiendo con los argumentos más
sutiles y sofisticados sobre una idea, para que yo pusiera mi confianza sobre
nuevas explicaciones que tenía que profesar a la fuerza y que provenían de los
dirigentes de ella?
¿Qué había detrás de todo esto? Una mañana, sin que mi esposa ni mis
trabajadores Testigos se percataran, con ayuda de otro trabajador no-Testigo me
presenté en una Librería Evangélica, y le pregunté: "¿Tiene algún libro que hable
de los testigos de Jehová?" El que atendía me dijo presuroso: "Sí, me acaba de
llegar un libro escrito por uno que fue de la cúpula. Se llama Raymond Franz."
Estas últimas palabras las dijo, mientras me mostraba el libro ‘Crisis de
Conciencia' publicado por Editorial Clie. No lo pensé mucho. Pregunté el precio
(aunque éste me importaba muy poco), pagué, y ese mismo día comencé la
lectura más fascinante que durante muchos años haya tenido.

Era tal la emoción que me embargaba que traté de compartir algunas ideas con
mi esposa esa misma noche, pero ésta se enfadó bastante. Cuando vió quién era el
autor del libro, se negó rotundamente a saber nada sobre su contenido. Yo insistí
otro poquito en los siguiente días. No podía callar lo que sabía y lo que aquél libro
me mostraba. Una semana más tarde, mi esposa no podía salir de su asombro:
¿Quién era el ‘esclavo fiel y discreto'? ¿Era una figura real y tangible, encarnada
en un grupo de personas a través de la historia del cristianismo, que han tenido y
tienen el encargo de proveer 'alimento', (en forma de explicaciones,
entendimiento y revelación) del contenido de la Palabra de Dios, sus doctrinas y
enseñanzas, y que es el 'único conducto de revelación de la verdad de Dios' a los
hombres en este siglo XX? ¿Quiénes eran ‘los hijos de Dios'? ¿Es necesaria una
organización tipo Watch Tower para servir y agradar a Dios en este tiempo?
Fue como si un velo que nos cegaba, hubiera caído de repente de delante de
nuestros ojos (2ª Cor. 4:4). Comenzamos unidamente a investigar más
profundamente el contenido del libro buscando y contrastando citas, razonando
sus argumentos, y reviviendo nuestra propia experiencia con los detalles que
aportaba el hermano Franz. No había duda para nosotros. El engaño y la
manipulación a que habíamos sido sometidos por la Sociedad Watch Tower eran
evidentes. No prejuzgaba a ningún hermano porque todos éramos víctimas.
Nadie era el responsable directo de toda esta patraña mentirosa, pero todos
teníamos un grado de responsabilidad al haber sido enlaces de la mentira.
Nuestros dones y habilidades habían sido utilizados por esta Sociedad para
hipotecar las mentes de muchas personas en favor de un colectivo denominado
‘Cuerpo Gobernante', que había asumido el control de las mentes y corazones de
ellos.

Los siguientes pasos fueron inevitables. No podíamos guardar silencio. No


podíamos "callar lo que sabíamos y habíamos oído" (Hch 4:20 Biblia del
Peregrino). Nuestros amigos tenían que enterarse de las cosas que sabíamos. Es
por eso que, cuando nos encontrábamos con algún hermano, o salíamos con él a
predicar, dar un estudio, o en el propio Salón del Reino, la conversación llevaba a
matices en los que expresábamos nuestra discrepancia, la 'rareza' de ciertos
cambios.

Rápidamente fuimos detectados por los "ancianos" que nos amenazaron con
descaro, después de reunirse con nosotros durante más de tres horas. Nos dijeron
que teníamos que guardar silencio pues de otra manera "tomarían medidas". Lo
sentía por ellos, pues estaban asumiendo un papel que no les correspondía: el
papel de jueces, pero mi esposa y yo no podíamos seguir sometiéndonos a tal
control en nuestras vidas.

Esa misma tarde, acordamos no volver más a las reuniones, y unos meses
después, redactamos una carta de renuncia que reproduzco al final de éste
artículo, para general conocimiento.
En ese intervalo, tuve diversas experiencias verdaderamente tristes y que me
dieron mayores motivos a apartarme del colectivo.

Una de ellas tuvo que ver con el arreglo de ayuda que la congregación tenía
concertado para que yo asistiera a las reuniones y que consistía en que un joven
diferente cada semana, venía a mi trabajo u hogar y me llevaba al Salón. Después
me volvía a llevar a casa. Este arreglo se hizo, no por iniciativa de la congregación
o los ancianos, (siempre era mi esposa o mis cuñados los que me llevaban y traían
a la reunión), sino porque mi esposa quedó embarazada a finales de 1994, y tenía
grandes dificultades para llevarme, y después de nacido mi niño, peor. Ante esa
necesidad, yo personalmente hablé con los ancianos para que me pusieran el
arreglo.

Pues bien, después de aquella reunión en Mayo de 1996, uno de esos ancianos me
llamó por teléfono y me dijo que no volviera a llamar a los jóvenes para que me
llevaran o trajeran al Salón del Reino, que primero hablara con ellos, pues ellos se
encargarían del asunto. De esta manera, evitaban mi contacto con esos jóvenes,
que hablara con ellos, y ‘canalizaban' el amor de éstos, de forma que ninguno
pudiera expresar espontáneamente ese amor, llevándome y trayéndome de las
reuniones, si no era con permiso de los ancianos.

Otra, tuvo que ver con el proceder de algunos clientes de la Asesoría que dirijo,
que mucho antes de tomar mi decisión de abandonar el grupo comenzaron a
boicotear mi negocio, y a retirar sus documentos y libros contables, con la excusa
de que les pillaba lejos, o que iban a llevar ellos mismos estos documentos. Una
hermana me dijo que ‘venía a llevarse los papeles porque había escuchado en la
Asamblea de Distrito, que me había hecho un apóstata, y los ancianos me iban a
expulsar'.

Estas actitudes sumamente ignorantes y totalitarias propias de un régimen


político, pero no de un grupo religioso que dice seguir las pisadas de Cristo y
tener las señas de identidad del cristianismo verdadero, colmaron el vaso de
nuestra paciencia, por lo que decidimos presentar la renuncia.

Por supuesto, los que conocen a los Testigos se pueden imaginar el proceder
inmediato de los clientes que me quedaban. En cuanto se hizo pública nuestra
renuncia, todos y cada uno de ellos fueron peregrinando a retirar sus documentos
de mi oficina. A ellos no les importaba mi estado físico, el que estuviera casado y
con dos niños pequeños. Es más, estoy por decir, que si a raíz de mi marcha, me
hubiese ido a la ruina con mi negocio, se habrían alegrado, y habrían dicho: "Esto
le ha ocurrido por dar la espalda a Jehová".

Un incidente que tuve con un "anciano" de Chauchina (Granada) es sintomático


de la actitud de la mayoría. Él se dedica a pintar viviendas y domicilios
particulares, y de hecho, pintó mi casa en dos ocasiones y una vez la oficina. Vino
personalmente a retirar sus documentos (otros enviaban a sus esposas) y al
presentarse ante mí, le dije que no entendía porqué se llevaba los documentos,
que yo seguía siendo Pepe, y que mi trabajo nada tenía que ver con mi posición
religiosa. De inmediato, me dijo con aspereza que "él sí que no entendía lo que yo
había hecho". "¿Qué he hecho?", pregunté. "Haz abandonado a Jehová",
respondió. Y es que confundía a la organización con el propio Jehová.

Le pregunté: "¿Te imaginas si tus clientes, cuando te hiciste testigo de Jehová


hubieran hecho lo que tú estás haciendo ahora mismo, de qué habrías comido?
¿O si tus clientes te preguntaran tu religión antes de contratarte y al darse cuenta
que eres Testigo no quisieran saber nada contigo?" Él, molesto por mi pregunta
dijo volviendo la cabeza: "Es que no es lo mismo." Y salió de mi despacho. El caso
es, que después de salir de los Testigos comencé a respirar una atmósfera
diferente, mucho más sana de la que respiraba entre ellos: los chismes, la
hipocresía, el favoritismo eran el pan nuestro de cada día entre sus filas. El
‘ajustarse' a las normas de la Sociedad para recibir la palmadita de aprobación
puede ser animador al principio, pero con el tiempo se convierte en una pesada
carga. Aunque al principio, noté el ‘aislamiento' a que someten los testigos al ex-
miembro, al poco de nuestra renuncia, nuevos círculos de amistad comenzaron a
surgir, en especial, personas que con anterioridad han pertenecido a los Testigos,
y que han sufrido y sufren de la mano opresora y sofocante de la Watchtower.
Con ellos comparto mis pensamientos, mi amistad y mis ganas de seguir al
servicio de Dios. Y como están en lugares diferentes de la geografía española,
ahora viajamos más que antes, pues visitamos a nuestros amigos y le ayudamos a
entender detalles bíblicos que antes no alcanzaban a comprender.

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