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¡El Rey ha muerto!

Episodio Final: Del tablero a la quimera


Por: Patricia Díaz Terés
"El ajedrez, como el amor y la música, tiene fuerza para hacer feliz a un ser humano".
Siegbert Tarrasch
Cuando el ajedrez abandona los límites del tablero y los rebasa para trascender hasta
convertirse en un concepto, sirve como una abundante fuente de inspiración para muchos
artistas y en ocasiones para ingeniosos oportunistas.
De este modo en aquella práctica descrita por el gran dramaturgo inglés William
Shakespeare como “un juego muy honrado”, han existido algunos personajes quienes
utilizando su astucia, perspicacia e inteligencia lograron crear argucias de tal refinamiento que
consiguieron conquistar un curioso espacio dentro de la historia de tan respetable juego.
Corría así el año 1769 cuando un brillante ingeniero nacido en la ciudad de Bratislava –
antiguo Reino Húngaro y actual Eslovaquia- el ingeniero Wolfgang Von Kempelen, diseñó y
construyó un autómata cuyo propósito principal era jugar partidas de ajedrez con cualquier
persona que deseara enfrentarse con el artilugio.
Esta maravillosa máquina fue conocida como “El Turco”, la cual en principio fue
pensada por su inventor para divertir a la Emperatriz María Teresa de Austria (1717-1780),
solía derrotar a cualquier contrincante que osara competir con ella y de esta manera venció a
grandes personajes como Catalina II –la Grande- de Rusia, el conquistador francés Napoleón
Bonaparte o el inventor estadounidense Benjamín Franklin.
Según las descripciones que se encuentran en los registros sobre la creación de Von
Kempelen, el aparato consistía en una caja que al abrirse mostraba al admirado espectador
una gran cantidad de engranajes, cuerdas, alambres, ruedas y manivelas, cuyo movimiento
sincronizado permitía al autómata desplazar las piezas con su mano izquierda, realizando así
las jugadas.
Pero este asombroso mecanismo guardaba en su interior un obscuro secreto, mismo
que fue imposible de ocultar ante la escrutadora mirada del mismísimo creador de uno de los
más grandes detectives de la literatura de misterio –Auguste Dupin- es decir nada más y nada
menos que Edgar Allan Poe.
A este respecto el autor de La Carta Robada elaboró dos escritos, el primero de ellos
titulado El Jugador de Ajedrez de Maelzel en 1835 y el segundo Von Kempelen y su
Descubrimiento publicado el 14 de abril de 1849 en el diario The Flag of Our Union.
En estos ensayos Allan Poe describe el fraude que llevó a cabo el agudo húngaro, ya
que en realidad su “máquina” no era tal, sino que consistía en una elaborada estructura que
permitía a un jugador de carne y hueso idear y ejecutar las jugadas del famoso y estrafalario
“robot”.
Existen muchas y muy diferentes teorías o leyendas al respecto de “El Turco”, ya que
se habla de uno o varios hábiles e incluso famosos ajedrecistas que pudieron fungir como
verdadero motor del artificio, llegándose a considerar nombres como Johann Allgaier,
Boncourt, William Lewis, Peter Williams y Jacques F. Mouret. Incluso Julio Gómez de la
Serna, traductor de Narraciones Completas de Edgar Allan Poe (Ed. Aguilar, 1962) menciona, en
un pie de página de “El Jugador…”, que la obra de Von Kempelen fue utilizada por éste para
“hacer evadir de Rusia al proscrito polaco Wronsky”.
Lo cierto es que Edgar Allan Poe, habla en sus escritos sobre aquello de lo que fue
testigo presencial en Richmond (E.U.), ya que menciona al ajedrecista William Schlumberger
como el jugador verdadero en el montaje de “El Turco”, siendo este último vendido por Von
Kempelen a otro mecánico inventor llamado Johann Maelzel quien tenía más habilidad como
promotor de espectáculos que como verdadero científico.
Durante más de 80 años el autómata jugador de ajedrez causó sensación y polémica
en Europa y América, alabado por muchos y cuestionado por otros no tan ingenuos, “El Turco”
terminó su recorrido cuando fue destruido por un incendio en la ciudad de Filadelfia a mediados
del siglo XIX.
Pero a pesar de existir tan elaborados engaños, no sólo los estafadores han sido
inspirados por el juego de los escaques, siendo así que grandes escritores, poetas y cineastas
han basado en él sus obras o al menos le han reservado una honorable alusión.
De este modo el ajedrez ha sido tomado en cuenta por genios de la literatura como
Miguel de Cervantes en el Quijote, Dante Alighieri dentro de la Divina Comedia o William
Shakespeare en El Rey Lear.
En otros libros el ajedrez funge como franco protagonista, siendo explicitado en el título
de obras pertenecientes a géneros tan distintos como el drama en La Defensa de Luzhin de
Vladimir Nabokov o la ciencia ficción El Ajedrez Vivo de Marte de Edgar R. Burroughs, en
donde la fantasía nos narra cómo son seres humanos verdaderos los que se colocan en el
tablero y mueren cuando son vencidos por el ejército contrario.
En el séptimo arte las referencias no son escasas y sí por el contrario de naturaleza
variada, de forma que podemos encontrarlas en cintas como Casablanca (1942) del director
Michael Curtiz en la que el personaje de Rick Blaine (Humphrey Bogart) aparece al principio
de la película jugando una partida de ajedrez en el Rick’s Café; emerge también en el espacio
siendo los ajedrecistas en esta ocasión, los viajeros espaciales de la película 2001: Odisea del
Espacio (1968) del cineasta Stanley Kubrick.
Las grandes sagas cinematográficas no se quedan atrás y nos muestran algunas
variantes “extravagantes” del ajedrez, como en el Episodio IV de Star Wars, Una Nueva
Esperanza (1977), en donde George Lucas nos muestra cómo el pequeño y simpático robot
R2-D2 enfrenta al peludo Chewbacca en un juego en el cual hologramas de criaturas
espaciales se eliminan mutuamente; y no podemos dejar de mencionar al “ajedrez mágico”
creado por J.K Rowling en los libros de Harry Potter y que el director Chris Columbus nos
muestra en la primera película de esta serie Harry Potter y la Piedra Filosofal en la que es
Ron Weasley (Rupert Grint) y no el protagonista, el mejor jugador del colegio Hogwarts.
Así hemos llegado a la conclusión de esta pequeña serie de artículos dedicados al
apasionante y extenso tema del juego de los escaques, pudiendo decir de él que es tan versátil
como sus adeptos y así, hemos observado cómo hombres como Gary Kasparov o Bobby
Fischer han practicado y triunfado en el mismo tablero que se utilizaba en la Europa de la
Edad Media; a la vez que el ajedrez es una actividad que ha sido percibida, dependiendo del
manipulador de las piezas, como un simple entretenimiento, un deporte, un arte, una ciencia o
incluso la esencia misma de la vida.
FUENTES:
Artículo: “Letras y Piezas”. Aut. Javier Vargas Pereira. Diario Monitor. México, 25 de
diciembre de 2008.
Artículo: “¡Sí hubo fraude!”. Aut. Javier Vargas Pereira. Diario Monitor. México, 9 de octubre
de 2006.
“Narraciones Completas”. Aut. Edgar Allan Poe. Trad. Julio Gómez de la Serna. Ed. Aguilar.
Madrid 1962.

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