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Constantemente usted escucha o lee diversos tipos de textos que pueden ser considerados como públicos. Estos
textos, en términos generales, pueden ser escritos u orales, desarrollan un tema que es de interés general para un
gran número de personas (de ahí su carácter de público), su emisor está investido de autoridad y su finalidad más
importante es la de convencer al auditorio que lo recibe, llevándolo a tomar una determinada actitud o postura
frente a lo que se expone.
Algunos tipos de situaciones orales en las cuales se hace uso del discurso público, son: debates, foros, discursos
emitidos ante una audiencia, conferencias, etc.
Respecto de los textos escritos, estos adquieren la característica de públicos cuando son elaborados para un
receptor colectivo. A modo de ejemplos, se tienen: ensayos, artículos, textos opinión, etc.
Estructura
La estructura básica utilizada para este tipo de discurso es:
Introducción o exordio: Corresponde a la unidad discursiva que plantea el tema, explicita la situación en la cual
se produce (que puede considerar tanto el lugar en el cual se desarrolla el proceso comunicativo como los
antecedentes que llevan a hacer referencia al tema planteado) y motiva a la audiencia a través de recursos
persuasivos (lógico - racional o emotivo) que involucran al receptor en el discurso.
Exposición: Desarrollo del tema planteado, presentando argumentos, hechos, recursos discursivos, elementos no
verbales (como gráficos, cuadros), etc., que permitan mantener la atención del auditorio y posibiliten
comprender el tema. Aquí es importante considerar aspectos como la claridad en la exposición de las ideas, el
orden de desarrollo de los diferentes aspectos del tema para no confundir y el tipo de receptor al cual va dirigido
para determinar el nivel de profundidad de las ideas y el lenguaje que se ha de utilizar. En síntesis, como es un
discurso dirigido a un gran número de personas, se deben considerar una serie de factores y de recursos, que
permitan que el público entienda lo que se expone.
Conclusión o peroratio: Unidad discursiva que cierra el discurso. En general, se tiende a hacer una síntesis de lo
expuesto, rescatando aquellos aspectos más importantes, y se apela a que los receptores tomen una posición
favorable frente a lo manifestado.
Para poder realizar un buen discurso público, es importante que las ideas y argumentos queden claramente
expresados, sólo así es posible su comprensión total por parte de los receptores. Por esta razón, hay que
considerar algunos aspectos respecto a la forma en la cual se elabora:
La intención: El emisor de un discurso público puede tener diversidad de intenciones al emitir su mensaje. Entre
ellas, se encuentra: informar, convencer, exponer, lograr acuerdo o aprobación, etc. Esta intención puede estar
explícita o implícita en el texto, siendo importante que el emisor la considere cuando se elabora el discurso.
Propósito o finalidad: Se relaciona con la intención y corresponde al objetivo que se persigue a través del
discurso público. Debido a que considera temas de interés general, involucra a los receptores, comunicándoles
determinadas concepciones o interpretaciones de la realidad con el fin de que el auditorio se comprometa con lo
postulado o provocando una reflexión que los lleva a tomar decisiones o a adherirse a determinadas actitudes o
comportamientos.
Organización de las ideas: A partir del planteamiento del tema, las diversas ideas que configuran el discurso,
deben organizarse en orden de importancia, entregando justificaciones adecuadas, que permitan a los receptores
entender cuál es la posición que se plantea. Es importante evitar las divagaciones, incoherencias e ideas
inconclusas, pues todo esto solo atenta en contra del discurso, impidiendo una adecuada comprensión por parte
del auditorio.
Uso de los distintos tipos de discursos: En estos discursos, se integran las diversas formas discursivas:
expositiva, argumentativa, descriptiva, narrativa, informativa. La elección de cada una dependerá de lo que se
propone el emisor. Por ejemplo: para motivar al público, puede narrar una anécdota que los receptores pueden
sentir cercana; por otra parte, para defender su posición, puede presentar cuadros comparativos con información
que muestre que su posición es mejor.
Relación jerárquica emisor - receptor: La relación que se establece entre ambos es asimétrica. El emisor está
investido de autoridad (por su cargo o conocimientos), mientras que el receptor está recibiendo nueva
información.
Uso de la “enciclopedia” o conjunto de saberes: Como el discurso es emitido hacia un grupo del cual se conocen
sólo sus características generales, el emisor debe ser muy cuidadoso respecto de Omitir aquellas informaciones
que sean relevantes. No es posible determinar si todo el grupo maneja el mismo nivel de conocimientos, por lo
que, al elaborar un discurso público, se deben evitar los supuestos que puedan crear ambigüedad o confusión.
Perspectiva del emisor: Quien emite este tipo de discurso, puede tomar distintas posiciones frente al tema. Por
ejemplo:
• Objetiva: se remite solo a informar, evitando entregar opiniones que manifiesten su visión personal frente a lo
expuesto.
• Crítica: entrega argumentos que hacen referencia no solo a los aspectos positivos del tema, sino también a los
problemas o posibles deficiencias que tenga su planteamiento. Por otro lado, esta posición puede manifestarse al
intentar defender su postura, cuando señala los aspectos negativos del estado actual del tema tratado, postulando
su planteamiento como una opción más válida.
• Admirativa: se da sobre todo en los discursos conmemorativos, en los cuales se rescatan los aspectos positivos
del hecho o personaje que causa la celebración.
• Reflexiva: el desarrollo de su tema se enmarca en una reflexión o desarrollo de pensamiento, mediante la
argumentación, intentando llevar al receptor a la comprensión de sus ideas de una manera profunda y no solo
superficialmente.
• Problematizadora: el emisor, a través de su discurso, intenta crear conflicto entre sus receptores, enfrentándolos
al problema del cual surge su tema. Con esto, pretende crear una reacción más activa en su auditorio.
Factores de la comunicación
Emisor: Como ya se ha dicho, el emisor corresponde a una persona que posee autoridad para emitir el discurso,
ya que esto lo hace válido ante quienes reciben el mensaje. Además de una persona, el emisor puede ser una
institución, que también debe cumplir con la característica de autoridad (por ejemplo: comunicados del Gobierno
de Chile).
Receptor: Corresponde a un receptor colectivo o público. Es un grupo de personas que reciben, como conjunto,
el mensaje. Si bien el discurso, en la parte introductoria, se puede destacar a algunos (por ejemplo: Señor
Presidente, Señores Ministros, señoras y señores), el discurso va dirigido a la totalidad. La variedad de emisores
es un aspecto importante a considerar cuando se estructura el texto.
Mensaje: La estructura que toma es de discurso, considerando las partes ya señaladas: introducción, exposición
y conclusión.
Tema: Corresponde a temas de interés público o general. El tema debe guardar relación con aquello que es de
interés para el grupo al cual va dirigido.
Situación: Es emitido en situaciones formales, que cumplen con cierta ritualidad (por ejemplo: presentación de
exponentes, aplausos, silencio del auditorio mientras el exponente habla, etc.)
Código: Se utiliza un nivel formal y culto, haciendo uso de recursos verbales, no verbales y paraverbales, los
que permiten enfatizar, aclarar, informar, destacar diversos aspectos del tema, etc. La correcta utilización del
código, implica considerar el tipo de receptor. Por ejemplo: no se pueden utilizar términos técnicas y de poco uso
para hablar frente a personas que no manejen el tema. El lenguaje debe adecuarse a los oyentes, pues, de lo
contrario, no se entenderá.
Canal: Puede realizarse a través de los medios de comunicación de masa o directamente.
EL DISCURSO PRIVADO
Corresponde al tipo de discurso que se emite en situaciones de interacción comunicativa privada o personal, por
ejemplo: entre amigos, familiares, compañeros de curso, etc. Debido a la cercanía que mantienen los
participantes, son textos que pueden manejar muchos supuestos, pues el emisor conocer el nivel de
conocimientos del receptor.
Para diferenciarlo del discurso público, se pueden considerar los factores de la comunicación.
Emisor: Tiene algún tipo de relación personal con el destinatario y no necesita tener autoridad, lo que implica
que se establece una relación simétrica entre los participantes. En algunos casos, se pueden presentar
interacciones comunicativas que impliquen relaciones asimétricas, como, por ejemplo: empleado/jefe,
alumno/director del colegio, madre/hija, etc.
Receptor: Tal como se dijo anteriormente, mantiene algún vínculo con el emisor. A diferencia del discurso
público, es uno o un grupo muy pequeño, identificable.
Mensaje: Puede tener la estructura de diálogo (cuando es comunicación oral) o de cartas, diarios de vida,
mensajes o recados, etc. (cuando es comunicación escrita).
Tema: Corresponde a temas de interés particular entre los participantes.
Situación: Es emitido en situaciones informales, cuando se trata de participantes que mantienen relaciones
simétricas, y formales, si corresponde a asimétricas.
Código: En el caso de las situaciones informales, se puede emplear el registro culto o coloquial, dependiendo de
la elección del emisor; en caso de situaciones formales, se utiliza el registro culto.
Canal: Va a depender de si es comunicación oral o escrita.
A esta caracterización del discurso público, hay que añadir que la relación entre el emisor y los receptores
(auditorio) puede ser interlocutiva o monolocutiva. La práctica interlocutiva implica que el emisor maneja el
espacio en que se desarrolla el discurso y tiene la posibilidad de modificarlo según las reacciones de su auditorio.
En la práctica monolocutiva, el emisor maneja solo “relativamente” el espacio en que se desarrolla el discurso y
no tiene la posibilidad de retroalimentarse con las reacciones del auditorio. En ambos casos, el emisor construye
su discurso teniendo en cuenta la situación de enunciación en la que se inserta su discurso, es decir, considera: la
imagen de sí mismo que desea proyectar, el auditorio real o virtual al cual dirige su discurso, el tema que tratará
y los propósitos que persigue con su intervención.
Discursos Públicos
DECLARACIÓN EN EL JUICIO DE MARZO DE 1922
Debo tal vez explicar a la opinión pública de la India y también a la de Inglaterra, a la cual este proceso tiene por
fin dar satisfacción, por qué de súbdito leal y ferviente cooperador me he convertido en descontento e
intransigente no-cooperador. Debería explicar igualmente al Tribunal por qué me reconozco culpable de haber
estimulado la sedición de un Gobierno establecido en la India por la Ley.
Mi actividad pública empezó en África del Sur, en 1893, en un momento crítico. Las primeras relaciones que
tuve con las autoridades británicas de este país no tuvieron nada de agradables. Descubrí que no tenía ningún
derecho como hombre y como indio; o, más exactamente, descubrí que no tenía ningún derecho porque era
indio.
Esto me desanimó. Me dije que esta manera de tratar a los indios era una excrecencia de un sistema de gobierno
intrínsecamente bueno. Le brindé, pues, mi cooperación leal y voluntaria, criticándolo sin irritación cuando
consideraba que se equivocaba, pero sin desear jamás su destrucción.
Por eso, cuando en 1899 la existencia del Imperio fue amenazada por la guerra de los boers, ofrecí mis servicios,
formé un cuerpo de camilleros voluntarios y cooperé en varios reclutamientos que tuvieron lugar para salvar
Ladysmith. En 1906, en la época de la sublevación de los zulús, formé un cuerpo de enfermeros y serví hasta el
fin de la revuelta. Me condecoraron en ambas ocasiones y fui citado en el orden del día. Por mis servicios en
África del Sur, Lord Harding me remitió la medalla de oro Kaiser-Hind. Cuando en 1914 estalló la guerra entre
Inglaterra y Alemania, formé un cuerpo de camilleros de ambulancia voluntarios, compuesto por indios que se
encontraban en Londres, estudiantes la mayor parte. Su utilidad fue reconocida por las autoridades. En fin,
cuando en 1918, en la Conferencia de la guerra que tuvo lugar en Delhi, Lord Chelmsford hizo un apremiante
llamamiento a la juventud para lograr su alistamiento, me apresuré con tanto entusiasmo a organizar un cuerpo
sanitario en Khedda que comprometí seriamente mi salud.
En todos estos esfuerzos me movía la convicción de que dichos servicios me permitirían obtener para mis
compatriotas una plena igualdad legal en el Imperio.
El primer desengaño llegó bajo la forma del Acta Rowlatt, encaminada a robar al pueblo su verdadera libertad.
Comprendí que necesitaba luchar vigorosamente contra esta ley. Después vinieron los horrores del Punjab, que
empezaron por la matanza de Jallianwala Bahg y llegaron a su punto culminante cuando se dio la orden de hacer
arrastrar a las gentes por el suelo, azotarlos públicamente y otras humillaciones indescriptibles; sospeché que la
promesa hecha por el primer ministro a los musulmanes de la India, respecto a la integridad de Turquía y de los
santos lugares del Islam, no sería cumplida. Y a pesar de esos presagios, a pesar de los consejos de mis amigos
que me habían puesto en guardia en el Congreso de Amritsar de 1919, sostuve la cooperación y la aplicación de
las reformas Montague-Chelmsford, porque todavía esperaba que el primer ministro mantendría sus promesas a
los musulmanes, que se curarían las heridas del Punjab, y que las reformas, por poco adecuadas y satisfactorias
que fuesen, serían el comienzo de una era de esperanza para la India.
Pero toda la esperanza que había alimentado se desplomó; la promesa hecha al Califato no fue mantenida, el
crimen cometido en el Punjab fue disculpado y la mayor parte de los culpables no solamente no fueron
castigados, sino que continuaron cobrando de las arcas de la India; algunos incluso fueron ascendiendo. Me di
cuenta igualmente de que las reformas no indicaban el principio de una transformación de los sentimientos del
Gobierno hacia nosotros, sino un método para debilitar a la India, tomarle todas sus riquezas y prolongar su
servidumbre.
A pesar mío, llegué a la conclusión de que nuestra asociación con Gran Bretaña había convertido a la India en
más importante que nunca política y económicamente. Una India desarmada no puede defenderse contra un
agresor aunque quisiera batirse con él. Nos encontramos en una situación tal que algunos de nuestros hombres
más capaces consideran que harán falta varias generaciones hasta que la India pueda vertirse en un Dominio. El
país ha llegado a tal extremo que apenas puede resistir el hambre. Antes de la venida de los ingleses, la India
tejía e hilaba lo suficiente para que sus millones de parados pudieran añadir a los débiles recursos de la
agricultura un mínimo vital. Esta industria casera, tan importante para la existencia de la India, ha sido arruinada
por procedimientos inhumanos y crueles, descritos por ingleses que han sido sus testigos. Los habitantes de las
ciudades apenas saben cómo las masas de la India, medio muertas de hambre, van sucumbiendo lentamente de
inanición, apenas saben que su despreciable confort proviene de las comisiones que reciben del explotador
extranjero y que estas comisiones y estos beneficios han sido arrancados a las masas. No se dan cuenta de que el
Gobierno establecido por la Ley en la India sólo existe para explotar a la masa. Ningún sofisma, ningún
malabarismo con las cifras puede ocultar el evidente testimonio de los esqueletos que se ven en gran número de
aldeas. No dudo de que tanto Inglaterra como los habitantes de las ciudades de la India, si existe un Dios por
encima de nosotros, tendrán que responder ante Él por este crimen contra la humanidad que no tiene igual en la
historia. También la Ley de ese país es puesta al servicio del explotador extranjero. Mi estudio imparcial de los
procesos juzgados por la ley marcial del Punjab me ha convencido de que el noventa y cinco por ciento de las
condenas fueron injustas; la experiencia que tengo de los procesos políticos me ha conducido a esta conclusión:
nueve sobre diez de los hombres condenados eran absolutamente inocentes Su crimen consistía en amar a su
país. De cada cien casos que se presentan a los Tribunales de la India, en noventa y nueve de ellos no se hace
justicia a los indios sino a los ingleses. No exagero. Es la experiencia de cada indio que haya tenido alguna
relación con este tipo de causas. A mi juicio, la administración de la Ley, consciente o inconscientemente, se ha
prostituido al servicio del explotador. [...]
Gandhi
COMPRENSIÓN DE LECTURA
1. Especifica cuatro argumentos que emplea Gandhi para afirmar su posición de no cooperación.
2. ¿Cuál es el primer deber de un ciudadano según Gandhi?
3. Describe la estrategia persuasiva que emplea.
4. El encargado del procedimiento le contesta a Gandhi en forma no menos notable. ¿Qué opinas de esta
respuesta?
«La Ley no diferencia a las personas. Sin embargo, sería Imposible ignorar el hecho de que usted, a los ojos de
millones de sus compatriotas, es un gran líder. Incluso aquellos que no comparten su criterio en política le
tienen por hombre de altos ideales y de vida noble, incluso santa. Yo solamente puedo tratarle desde un punto
de vista. Mi deber consiste en juzgarle como a un individuo sometido a la Ley y que por sí mismo se ha
confesado culpable. No olvido que usted siempre predicó en contra de la violencia y que en muchísimas
ocasiones, como quiero creerlo, ha hecho cuanto ha podido por impedir la violencia. Pero considerando la
naturaleza de la enseñanza política preconizada por ustedes y el carácter de aquellos a quienes iba dirigida,
escapa a mi comprensión que no se figurase que la consecuencia inevitable iba a ser la violencia.”
COMPRENSIÓN DE LECTURA
1 ¿Qué importancia social tiene para un país que uno de sus escritores reciba el Nobel?
2. ¿Qué comparaciones establece Gabriela Mistral entre Suecia y Chile?
Tengo un sueño
Estoy orgulloso de reunirme con ustedes hoy día en esta que será, en la historia, la más grande demostración
para la libertad en la historia de nuestro país.
Hace cien años, un gran americano, en cuya simbólica sombra estamos hoy parados, firmó la Proclamación de la
Emancipación. Este trascendental decreto vino como un gran rayo de luz de esperanza para millones de esclavos
negros, chamuscados en las llamas de una marchita injusticia. Vino como un lindo amanecer al final de una larga
noche de cautiverio. Pero cien años después, el negro aún no es libre; cien años después, la vida del negro aún es
tristemente lisiada por las esposas de la segregación y las cadenas de la discriminación; cien años después, el
negro vive en una isla solitaria en medio de un inmenso océano de prosperidad material; cien años después, el
negro todavía languidece en las esquinas de la sociedad americana y se encuentra desterrado en su propia tierra.
Entonces hemos venido hoy día aquí a dramatizar una condición vergonzosa. En un sentido, hemos venido a la
capital de nuestro país a cobrar un cheque. Cuando los arquitectos de nuestra república escribieron las
magníficas palabras de la Constitución y la Declaración de Independencia, ellos firmaban un pagaré del cual
cada americano sería el heredero. Este pagaré era la promesa que todo hombre, sí, el hombre negro y el hombre
blanco, tendrían garantizados los derechos inalienables de vida, libertad, y búsqueda de la felicidad.
Es obvio hoy día que América ha incumplido este pagaré en lo que concierne a sus ciudadanos de color. En lugar
de honrar esta sagrada obligación, América ha dado a la gente negra un cheque malo; un cheque que ha
regresado con el sello fondos insuficientes”. Pero rehusamos creer que el Banco de Justicia está quebrado.
Rehusamos creer que no haya suficientes fondos en las grandes bóvedas de oportunidad de este país. Y entonces
hemos venido a cobrar este cheque, el cheque que nos dará sobre manera la riqueza de libertad y la seguridad de
justicia.
También hemos venido a este sagrado lugar para recordar a América la urgencia impetuosa de ahora. Este no es
el momento de tener el lujo de enfriarse o tomar tranquilizantes de gradualismo. Ahora es el momento de hacer
realidad las promesas de Democracia; ahora es el momento de salir del obscuro y desolado valle de la
segregación al camino alumbrado de la justicia racial; ahora es el momento de sacar nuestro país de las arenas
movedizas de la injusticia racial, a la piedra sólida de la hermandad; ahora es el momento de hacer de la justicia
una realidad para todos los hijos de Dios. Sería fatal para la nación pasar por alto la urgencia del momento. Este
verano ardiente por el legítimo descontento del negro, no pasará hasta que no haya un otoño vigoroso de libertad
e igualdad.
1963 no es el fin, sino el principio. Y los que pensaban que el negro necesitaba desahogarse para sentirse
contento, tendrán un rudo despertar si el país regresa al mismo oficio. No habrá ni descanso ni tranquilidad en
América hasta que al negro se le garantice sus derechos de ciudadanía. Los remolinos de la rebelión continuarán
sacudiendo las bases de nuestra nación hasta que surja el esplendoroso día de la justicia.
Pero hay algo que yo debo decir a mi gente, los cuales están parados en el umbral gastado que conduce al palacio
de la justicia. En el proceso de ganar el lugar que nos corresponde, no debemos ser culpables de hechos
censurables. No busquemos satisfacer nuestra sed de libertad con tomar de la taza de la amargura y del odio.
Siempre tendremos que conducir nuestra lucha en el plano alto de la dignidad y disciplina. No podemos permitir
que nuestras protestas creativas se degeneren en violencia física. Una y otra vez debemos elevarnos a las
majestuosas alturas del encuentro de la fuerza física con la fuerza del alma. La maravillosa nueva militancia, la
cual ha envuelto a la comunidad negra, no debería llevarnos a desconfiar de toda la gente blanca; porque varios
de nuestros hermanos blancos, como se ve hoy día por su presencia aquí, han venido a darse cuenta que su
destino está amarrado con nuestro destino. Y ellos han llegado a darse cuenta que su libertad está
inseparablemente unida a nuestra libertad. No podemos caminar solos. Y al caminar, debemos hacer la promesa
que siempre marcharemos adelante. No podemos volver atrás.
Hay aquellos que están preguntando a los devotos de los Derechos Civiles, “, ¿cuándo estarán satisfechos?’.
Nunca podremos estar satisfechos mientras el negro sea víctima de horrores indescriptibles de brutalidad
policial; nunca podremos estar satisfechos mientras nuestros cuerpos pesados por la fatiga de viajar, no puedan
alojarse en los moteles de las carreteras y en los hoteles de las ciudades; no podremos estar satisfechos mientras
la movilidad básica del negro sea de un barrio pequeño a uno más grande; nunca podremos estar satisfechos
mientras que nuestros hijos están despojados de su personalidad y robados de su dignidad por un letrero escrito
“Solo Para Blancos”; no podremos estar satisfechos mientras el negro de Missisipi no pueda votar y el negro de
New York crea que no tiene por quién votar. ¡No! No, no estamos satisfechos, y no estaremos satisfechos hasta
“que la justicia corra como el agua y las virtudes como una fuerte quebrada”.
Yo no desconozco que algunos de ustedes han venido hasta aquí con grandes esfuerzos y tribulaciones. Algunos
de ustedes han llegado recién de unas angostas celdas. Algunos de ustedes han venido de áreas donde su
búsqueda de libertad los ha dejado golpeados por la tormenta de persecución y derrumbados por los vientos de la
brutalidad policíaca. Ustedes han sido los veteranos de sufrimiento creativo. Continúen trabajando con la fe de
que el sufrimiento no merecido es redentorio. Regresen a Missisipi; regresen a Alabama; regresen a South
Carolina; regresen a Georgia; regresen a Louisiana; regresen a los barrios bajos y a los ghettos de nuestras
ciudades norteñas, sabiendo que de alguna manera esta situación podrá y será cambiada. No nos revolquemos en
el valle de la desesperación.
Entonces les digo a ustedes, mis amigos, que aunque nosotros enfrentemos las dificultades de hoy y de mañana,
aún yo tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el sueño americano, que un día esta nación
surgirá y vivirá verdaderamente de su credo, nosotros mantenemos estos derechos patentes, que todo hombre es
creado igual. Yo tengo un sueño de que ese día en las tierras rojas de Georgia, hijos de esclavos anteriores e hijos
de dueños de esclavos anteriores se podrán sentar juntos a la mesa de la hermandad. Yo tengo un sueño que un
día aun el estado de Missisipi, un estado ardiente por el calor de justicia, ardiente por el calor de la opresión, será
transformado en un oasis de libertad y justicia. Yo tengo un sueño que mis cuatro pequeños hijos algún día
vivirán en una nación donde no serán juzgados por el color de la piel, sino por el contenido de sus caracteres.
¡Hoy yo tengo un sueño!
Yo tengo un sueño de que un día en Alabama, con sus racistas viciosos, con su gobernador con sus labios
goteando palabras de interposición y anulación, un día allí en Alabama los pequeños negros, niños y niñas,
podrán unir las manos con pequeños blancos, niños y niñas, como hermanos y hermanas.
¡Hoy yo tengo un sueño!
Yo tengo un sueño que algún día cada valle será elevado, y cada colina y montaña serán hechas llanas. Los
lugares más ásperos serán aplanados y los lugares torcidos serán hechos rectos, y la gloria de Dios será revelada
y todo género humano se verá junto. Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la cual yo regreso al sur. Con
esta fe podremos labrar de la montaña de la desesperación, una piedra de esperanza. Con esta fe podremos
transformar el sonido discordante de nuestra nación en una hermosa sinfonía de hermandad. Con esta fe
podremos trabajar juntos, rezar juntos, luchar juntos, ir a la cárcel juntos, pararse juntos por la libertad, sabiendo
que algún día seremos libres, y este es el día. Este será el día cuando todos los hijos de Dios podrán cantar con
nuevos sentidos “Mi País es de ti, dulce tierra de libertad a ti yo canto. Tierra donde mi padre murió, tierra del
orgullo de los peregrinos, de cada lado de la montaña, dejemos resonar la libertad”. Y si América va a ser una
gran nación, esto tendrá que hacerse realidad.
Entonces dejen resonar la libertad desde la cima de los montes prodigiosos de New Hampshire; dejen resonar la
libertad desde las poderosas montañas de New York; dejen resonar la libertad desde las alturas de las Alleghenies
de Pennsylvania; dejen resonar la libertad desde las rocas cubiertas de nieve de Colorado; dejen resonar la
libertad desde las curvosas cuestas de California. Pero no solo esto. Dejen resonar la libertad de la Montaña de
Piedra de Georgia; dejen resonar la libertad desde la montaña Lookout de Tennessee; dejen resonar la libertad
desde cada colina y montaña de Missisipi. “De cada lado de montaña dejen resonar la libertad”. Y cuando esto
pase y cuando dejemos resonar la libertad, cuando la dejemos resonar de cada aldea y cada caserío, de cada
estado y cada ciudad, podemos apurar el día en que todos los hijos de Dios, hombre negro y hombre blanco,
judíos y cristianos, protestantes y católicos, podemos unir nuestras manos y cantar en las palabras del viejo
espiritual negro: “Libre al fin, Libre al fin; Gracias Dios Omnipotente, somos libres al fin.”
Martin Luther King:
Discurso pronunciado durante la Marcha a Washington por Trabajos y por la Libertad el 28 de agosto de 1963,
Washington, D.C.