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-El 6 de marzo del 2006 recuerdo haber llegado a la universidad y participar de

la plática en la que todo el salón estaba inmiscuido. Yo vi el documental hasta


después, pero desde que lo escuché lo creí, siempre lo creí. . .
Decía para sí mismo aquel joven sudado, mojado y con la ropa raída quien en
algún tiempo poseyera un papel que lo identificaba como León Tissot Yvetot.
Si no hubiera sido por la estúpida patrulla que lo persiguió desde temprano tal
vez nunca hubiera podido ver lo que en estos momentos no podía creer. . .
Persecución que empezó desde muy temprano, antes de que las negras nubes
se tornaran grises por el amanecer. León dormía y cuando despertó se vio
subiendo rápidamente las escaleras hasta el techo donde brincaba de uno a
otro como lo venía haciendo desde muy antes pues practicaba el parkour
desde la adolescencia, antes lo hacía por diversión ahora por supervivencia.
De seguro un vecino lo había delatado, un vecino que vio a un ser, que no
encajaba con la cada vez más reducida sociedad eslovena original, internarse
en un edificio abandonado.
-Ojalá le roben los malditos 500€ de recompensa a ese gordo blanco de
enfrente!
Decía León mientras saltaba de techo en techo oyendo la sirena de la patrulla
que lo seguía debajo.
-Y ahora cómo me los quito de encima?
Se preguntaba. Pensaba y recordaba y recapacitaba si tal vez le hubiera sido
mejor no haber sido el primero en meterse al túnel y cruzar la frontera.
Seguía corriendo y saltando, corriendo y saltando, corriendo. . .hasta que ya no
pudo saltar, no había hacia adonde. Sirena se oye más fuerte. Patrulla más
cerca. León en el filo de la azotea.
La patrulla enfrenó drásticamente. Los agentes bajaron apuntando a la media
silueta sobre la azotea que de repente desapareció.
-Se ha agachado
Pensaron los agentes que vestían un gris oscuro y muy opaco.
Y se proponían a subir a la azotea cuando vieron a un bulto antropomorfo
recorrer la trayectoria de la azotea del edificio hasta el suelo.
Los agentes corrieron a ver el cuerpo caído tirado de espaldas. Un hombre
joven, ropa raída y sucia, color de piel no tan clara como la de ellos. Voltearon
el cadáver. La nariz torcida hacia la izquierda, un ojo derramado y el cráneo
fragmentado fue lo único que distinguieron entre una informe masa de carne,
sangre y sesos.
-Métanlo en una bolsa y échenlo a ese basurero
Indicó el líder.

León se permitió rodar dos lágrimas ahí tirado sobre aquella azotea donde
yacían dos cadáveres: el de una niña de cabello rizado y oscuro junto al de una
mujer parecida a ella. Momentos antes había también un hombre con cuyo
cadáver intercambió vestidos y tuvo que arrojar boca abajo para salvarse.
Al parecer se habían suicidado la noche anterior, así lo advertían los frasquitos
que estaban en el chaleco del padre muerto. El frío de la noche impidió que
sus cuerpos se descompusieran. León quería enterrarlos y no dejarlos ahí
donde los carroñeros los empezaran a devorar para que después los
recogieran y cremaran en las afueras. Pero sabía que no podía hacerlo y eso lo
enfurecía, el no poder agradecer a toda esa familia. Recordó a sus padres e
intentó preguntarse dónde estarían ahora pero desistió.
Espero pacientemente tres horas, bajó por las escaleras interiores, se lavó un
poco en el edificio que días antes albergaba a una empresa francesa y salió
discretamente a la calle.
Sólo llevaba 50€ que era lo que le quedaba de lo que algunos protestantes le
habían obsequiado junto con una mochila que contenía algunos víveres y una
cobija.
Usó el metro subterráneo, recorrió tres estaciones y dejó de hacerlo. Llegó a un
centro comercial y se disponía a gastar lo último que tenía en comida. No se
preocupó por el futuro, ya estaba cansado de hacerlo.
Ordenó y se sentó suspirando profundamente. Tenía un momento de paz pero
la experiencia le decía que no sería prolongado.
Era un centro comercial pequeño, para gente de clase media, accesible para
cualquier inmigrante ilegal (¿existían acaso de otro tipo?).
León casi terminaba de comer cuando de repente escuchó la ridícula y repetida
salmodia que peroraban los altavoces con monotonía:
“Eslovenia en buenas manos. Debido a los crecientes incidentes delictivos,
criminales y terroristas atribuidos a los inmigrantes ilegales, el primer ministro
Bruschev con el respaldo del Parlamento ha decidido realizar inspecciones de
seguridad en diferentes puntos del país con el fin de salvaguardar la integridad,
soberanía y prosperidad de nuestra nación. Se les pide a los ciudadanos
eslovenos mostrar sus identificaciones y someter sus pupilas al escáner para
corroborar su nacionalidad. Aquellos hermanos inmigrantes que nos están
escuchando favor de agilizar el proceso y entregarse a los agentes de la policía
eslovena para que los dirijan a una zona de tolerancia donde recibirán la ayuda
que necesiten para posteriormente ser deportados a sus respectivos países
claro está, después de haberse realizado las investigaciones pertinentes.
Eslovenia, una nación de progreso.”
León apenas se dio cuenta cuando los de gris ya habían instalado escáneres
en todos los accesos del centro comercial.
León casi terminó de comer, se levantó discretamente de su asiento y caminó
hacia ningún lugar, no sabía qué hacer. Siempre se había enfrentado a la
patrulla gris en la libertad de las calles donde había hacia donde correr, sobre
qué saltar y donde esconderse. Pero esta vez sería diferente. Podía estar
varias horas dentro pero sabía que era inútil. Así que sin pensarlo se formó en
la incipiente fila que se formaba frente a la salida principal. ¿Así terminaría
todo? ¿Así de fácil?
No.
León se formó y vio que en la puerta estaba una familia; un padre, una madre y
una hija. Veía como el padre tomaba amorosamente la mano de su esposa, así
como su padre tomó la de su madre todo el camino hasta la frontera. Veía
como sus rostros y ropas estaban limpios, nada que ver con los rostros
sudados y ensangrentados de los suyos la última vez que los vio. Veía como
ponían a su hija frente a ellos, así como él iba frente a sus padres. Veía como
la pequeña inmigrante atravesaba el túnel gris formado por los agentes hasta
salir a la calle así como él atravesó el túnel clandestino hasta salir a Eslovenia.
Veía como los padres de la niña forcejeaban con los de gris así como sus
padres forcejearon con los mismos de gris que los atraparon antes de intentar
atravesar el túnel. Veía como la madre gritaba frenéticamente al ver que uno de
los grises empuñaba una pistola así como lo hizo su propia madre al ver a su
padre siendo golpeado. Veía como el padre logró zafarse del agente que lo
aprisionaba y vio como una pequeña bala atravesó el aire para incrustarse en
su estómago e inaugurar una fiesta de sangre.
Y León, con una mezcla de lágrimas e ira se abalanzó sobre el gris asesino, lo
derribó, le arrebató el arma y le disparó en la garganta, se levantó y disparó de
nuevo al pecho de otro gris. Embistió contra las puertas de cristal y en una
lluvia de vidrios, sangre y balas comenzó a correr frenéticamente por la calle.
De nuevo la persecución.
Y León corría, corría como alma que lleva el diablo; empujó a una señora al
salir, oyó como los agentes corrían tras él, esquivó autos al cruzar la calle, oía
que se pedían refuerzos, escuchó el primer disparo y aceleró, seguía corriendo,
más, más rápido. Oyó la sirena detrás de él, él corría sin sentir las piernas, dio
vuelta y se barrió para entrar en un callejón, la patrulla se enfrenó
violentamente y al patinar derribó un poste, León oía las balas cada vez más
cerca, corrió por el callejón hasta topar con pared, volteó a derecha e izquierda
cuatro veces y se encaramó en la escalera lateral. Cuando los grises llegaron
al callejón León ya iba a medio edificio, llegó a la azotea, oyó el primer disparo
sobre la azotea, brincó y llegó a una segunda azotea, la patrulla lo esperaba
abajo. León se detuvo, respiró y vio que todavía tenía la pistola pegada a la
mano y el chaleco lleno de sangre.
-En nombre de la nación eslovena. . .
Gritaba un gris desde abajo. León siguió corriendo y saltó hacia otro edificio,
León era un ave, era un león, era un animal que huía de ser cazado. Al fin los
grises y él compartían la misma azotea. León vio que el edificio contiguo estaba
muy próximo y saltó de muro en muro una y otra vez hasta llegar abajo. Los
grises no se esperaban tal movimiento. La patrulla llegó pero León tomó la
motocicleta de alguien y aceleró por la avenida, las llantas giraban para
alejarse de la sirena de atrás, el motor rugía desesperado por que la moto
volara, la patrulla aceleraba, la moto también pero la patrulla más; se pasaron,
uno, dos, tres semáforos y las llantas de ambos vehículos ardían.
Al fin la moto resbaló y cayó en el mercado de un barrio pobre. León tenía
raspado medio cuerpo, pero no había tiempo, la patrulla había escupido sus
grises y ahora lo perseguían por el barrio. La gente asustada le dejaba el
espacio libre a los grises, León se trataba de mezclar entre la gente que no lo
dejaba. Llegó a una intersección y se dio cuenta de que había grises por detrás
y por delante. Disparó tres veces, le dio a dos y alguno de los seis que
quedaban le dio en el brazo pero León corría con las piernas así que eso hizo.
Media patrulla de grises se quedaron para ayudar a los heridos, los demás eran
un enjambre gris que zumbaba ponzoñosamente detrás de él. León cruzó la
calle más rápido que ellos saltando sobre dos coches y cayendo sobre el cofre
de otro. Ellos detuvieron el tráfico con sus manos y siguieron tras él, León
seguía corriendo, él era rápido, ellos tenía mala puntería.
El sol se empezaba a ocultar, se guardaba en el horizonte y León se internaba
en una estación del metro subterráneo. Se deslizó sobre el barandal, los grises
bajaron las escaleras, León corrió empujando a dos hombres y un niño y brincó
las puertas de acceso; los de gris lo imitaron, León corrió hacia el tren, los
grises igual, el último vagón ya se iba, León metió medio cuerpo a través de de
las puertas que se cerraban y logró entrar. Los agentes no.
La gente lo miraba horrorizada.
Una mancha roja en el brazo cerca del hombro de la que manaba sangre, el
lado izquierdo de su cuerpo lacerado. Piel y sangre, polvo y tierra, sudor que
ardía sobre las heridas sangrantes y respiración agitada. Chaleco manchado
de rojo, pistola en mano. La gente gritó y se alejó.
El tren salió a la superficie y León vio como tres patrullas seguían el último
vagón desde la calle. El tren volvió a bajar a las entrañas de la tierra, León se
dejó caer sobre el suelo; el tren volvió a subir paralelo a la gran avenida y vio
cinco patrullas detrás del vagón y un helicóptero sobre el tren. El tren volvió a
bajar. La última estación era la de la Gran Catedral, frente al Tromostovje.
Sabía que ahí estarían esperándolo prensa y policía con esposas listas, un
vehículo celda y una acusación injusta. Pronto todo terminaría en la última
estación. La de la catedral, donde alguna vez el cansado y el perseguido
podían encontrar asilo en sus puertas frente al Tromostovje, emblema de
Ljubljana.
O eran los efectos de la sangre que había perdido junto con la energía que
había gastado lo que debilitaba su cuerpo o era el dulce sabor de saberse
vencido lo que le impedía volver a salir corriendo. Por fin descansaría de huir y
ser perseguido, al fin paz y tranquilidad por breve que fuera.
Fue muy rápido y muy simple. Lo esposaron apenas salió del tren. Los grises le
preguntaban muchas cosas, le gritaban aún más pero León se había decidido a
no escuchar así como a ser insensible a los brutales abusos físicos de los
grises. Se formó una barrera que lo aisló del mundo.
Moriría probablemente. Si fuera rápido, qué mejor! Vería a su familia de nuevo.
Pensaba para sí y ese solo pensamiento le permitía sonreír. Muerte: palabra de
seis letras para paz y tranquilidad absoluta.
Sin embargo aún estaba vivo y en la vida que él estaba viviendo no había paz
ni tranquilidad en absoluto. Ni la habría.

Una vez que lo subieron a la patrulla un temblor tenue se dejó sentir, seguido
por otro temblor no tan tenue, después otro y otro más, la intensidad de los
temblores se reflejaba en la ridícula cara de miedo de los grises que iban con él
en la patrulla. León sonrió más.
Sin embargo cuando se empezó a partir la carretera el pánico fue total y
absoluto. Los árboles temblaban y leves ondas se formaban en el Ljubljanica.
La gente corría y gritaba asustada. Los grises detuvieron la patrulla.
León pronto se dio cuenta que el epicentro estaba ubicado cerca del
Tromostovje, exactamente en la iglesia. Se estaba despedazando literalmente,
criujía y saltaba como si alguien la empujara una y otra vez por debajo. Los
padres y los curas se encontraban corriendo a tres cuadras de distancia. Nadie
tenía idea de qué estaba pasando.
Los grises se habían bajado de la patrulla dejando a León solo en la patrulla. El
suelo crujió y de repente pasó.
La iglesia se desquebrajó totalmente y del suelo nació la bestia.
Era increíble. Primero, con su poderosísimo lomo se abrió paso desde las
profundidades y estirando su largo cuello mostró su dignísima y terrible cabeza
a toda Ljubljana y rugió.
Rugió con un gemido tan impresionante que fue imposible escucharlo en su
totalidad pues era necesario taparse los oídos con las manos para no sucumbir
ante tal estertor.
Sacó una pata apoyándola firmemente sobre el piso, luego sacó la otra y con
las dos delanteras pudo sacar las traseras y fue entonces cuando León pudo
apreciarlo.
Primero, la cabeza era enorme y terrible. Simétrica con formaciones angulosas
y rectas. Sus narices, las fosas oscuras y firmes en las cuales parecía hervir
algo pues arrojaban vapor. Su quijada segura, capaz de derruir una pared, era
una guarida perfecta para esa fila de cortantes colmillos que se apiñaban en su
hocico como un manojo de dagas. Al mostrar sus dientes los grises temblaron
de miedo.
Sus ojos como soles nacientes, como carbones encendidos, con una mirada
altiva y soberbia, después de todo él era la más terrible de las bestias.
Cuando comenzó a caminar León pudo admirar más. Su cuerpo de un color
nuevo que mezclaba el negro oscuro con el verde brillante. Estaba totalmente
cubierto por pequeños pero fuertes escudos cerrados entre sí, estrechamente
pegados el uno con el otro. Cuando caminaba se dejaba oír un ruido semejante
al de una armadura.
La gente al mirarlo se desmayaba. Un gris estúpido comenzó a dispararle; al
ver que el plomo era paja contra él decidió correr como los demás. La bestia
por su parte, mientras caminaba por la calle golpeó un auto con su cerviz y lo
arrojó hasta el río. Sin duda su fuerza estaba en su cerviz.
Era una bestia fantasiosa, increíble, tal como se la imaginaba León después de
haber visto el documental ese 6 de marzo y ahora no lo podía creer.
Y se dio cuenta que sino hubiera sido por la estúpida patrulla de los grises no
hubiera estado ahí en primera fila viendo el espectáculo más grande de su vida
que aún no podía creer.
Tan anonadado estaba que no se dio cuenta en qué momento llegaron los
verdes con sus tanquetas y demás utilerías de artillería pesada. Un apretujado
y timorato grupo de soldados se arremolinó frente a la soberbia bestia y
comenzó a disparar.
El Dragón no se inmutó demasiado sino que se aproximó hacia ellos con
grandes pisadas de sus tremendas patas y de un solo bocado engulló al
soldado que accionaba la ametralladora. Al ver esto sus compañeros
abandonaron sus puestos de combate y comenzaron a huir despavoridos.
El Dragón los persiguió puerilmente; aplastó a uno con sus dos patas
delanteras y persiguió hasta masticar a otros dos verdes más. Mientras aún
masticaba su bocado militar un automóvil que estaba muy próximo a él explotó.
León no podía creer que estando tan cerca la tanqueta hubiera fallado su
disparo y hubiera estallado el coche sin herir en absoluto al gran reptil quien al
parecer entendió como una ofensa la acción de la tanqueta y con los feroces
dientes salpicados de sangre lanzó un terrible rugido hacia la tanqueta como
quien devuelve un insulto. Entonces León pudo escuchar como desde el vientre
del animal se producían ruidos viscerales. Se lo imaginó pero aún así no se
echó a correr, quería verlo de cerca.
Intempestivamente de la boca de la bestia surgió un aluvión pírico dirigido
exactamente hacia la insolente tanqueta. Era un chorro de fuego tal que arrojó
a la tanqueta varios metros hacia atrás junto con escombros y basura de la
calle. Él sí tenía buena puntería.
Al parecer el muy tunante se enorgullecía de la destrucción que provocaba,
sonreía altivamente sobre una calle ahumada, frente a vehículos en llamas y
con una iglesia destrozada detrás, de repente comenzó a caminar hacia el
occidente sin que nadie le estorbase más.
Fue en ese momento cuando León recobró su consciencia. Acababa de
presenciar el espectáculo del siglo y estaba aún vivo para contarlo, pero
también se dio cuenta que la bestia se dirigía hacia el centro comunitario el
cual llevaba el nombre de la actual princesa eslovena y donde había hospitales
y niños, León sabía que después de siglos de letargo el Dragón lo primero que
buscaría sería alimento así que algo tenía que hacer. Tenía que salvar a toda
esa gente que estaba en peligro de ser devorada o chamuscada por el rey de
las bestias.
Pero. . ¿Por qué habría de hacerlo? Los centros comunitarios eran exclusivos
para ciudadanos eslovenos, cuantas veces él no quiso tener acceso a la
caridad de primer nivel que se ofrecía en esos lugares. Ahora al parecer el
destino había mandado a un sicario para hacer pagar a esta sociedad tan
egoísta por su pecado. Pero no, algo no estaba bien. Algo le decía a León que
esa era su misión, para eso había venido al mundo, para eso debía estar ahí
en ese lugar y en ese momento, nació para pelear contra el Dragón. Salvara o
no a esa gente tenía que enfrentársele. No terminó de entender esto cuando se
dirigió hacia él.
La bestia se había detenido frente a un edificio mediano cubierto de cristales;
se miraba profundamente a sí mismo sobre el cristal, ladeaba su terrible
cabeza y asomaba los dientes. Nunca hubo un ser más engreído que éste.
De repente dejó de mirarse y volteó a sus espaldas. Era León que haciendo
uso de una bengala incendiaba un coche para llamar su atención. El Dragón al
ver en León una presa más comenzó a caminar hacia él. León rápidamente
corrió hacia una motocicleta que se encontraba derrumbada sobre la calle y la
montó de inmediato.
Al escuchar el rugir del motor y ver que su presa se escapaba el Dragón
aceleró su paso. Estaba a punto de alcanzar a León cuándo un helicóptero se
interceptó entre él y su presa.
El Dragón se frenó sorprendido y miró con curiosidad a la cosa ruidosa que
volaba sobre él. Se sorprendió más al descubrir que detrás de él se encontraba
otra más que volaba más alto.
Se sintió atacado e intentó morder un helicóptero pero estaba muy alto,
entonces se levantó sobre sus patas traseras y estirando el poderoso cuello
intentó una vez más engullir al helicóptero a la vez que arañaba el aire. Al ver
que sus esfuerzos eran inútiles lo tomó personal y puesto que el helicóptero se
elevaba y se alejaba más la bestia se apretujó contra el suelo y a la vez que
daba un salto impresionante desplegó sus inmensas alas.
León, quién ya había detenido su huida contempló boquiabierto como ese ser
impresionante multiplicaba su tamaño al mostrar sus alas, la envergadura de
las mismas era tal que proyectaban sobre el suelo una sombra inmensa.
El Dragón voló y rápidamente alcanzó al primer helicóptero que aplastó
agresivamente con sus garras y estrelló estrepitosamente contra el suelo.
El otro helicóptero cobardemente emprendió la huida buscando nubes cada vez
más altas pero el Dragón sólo tuvo que aletear un par de veces para alcanzarlo
y calcinarlo con el infierno refugiado en su hocico. La tormenta de lumbre fue
tal que León sólo veía como una furibunda nube rojiza se formaba en el cielo
seminocturno y desaparecía derribando al helicóptero que caía como carbón
encendido.
El Dragón siguió volando y desde el aire reconoció a su presa cuya caza había
dejado inconclusa. León se percató y volvió a montar su corcel metálico con
celeridad.
Ahora se encontraba huyendo, sí, como siempre pero no de grises estúpidos
sino de un abestia mirífica. Hasta daba gusto ser perseguido por algo así.
León volteó y vio que el pecho del gran monstruo se inflaba así que sólo atinó
a arrojarse con todo y vehículo hacia el río para no ser alcanzado por ese
ejército iracundo de llamas salvajes.
Cuando logró salir a flote sintió que la temperatura estaba elevada. Salió del río
y al encaramarse de nuevo en la calle vio como el Dragón caminaba altivo
suavemente sobre el asfalto rodeado de llamas a diestra y siniestra pues los
árboles que adornaban las vialidades estaban encendidos todos en llamas.
Fue entonces cuando León se dio cuenta de que no podía ganar. Cómo contra
ese ser terrible con un tamaño exagerado, alado y armado con el poder del
fuego? Era una guerra perdida. Sin embargo lo descubrió, apenas a cientos de
metros de ahí estaba la entrada al parque industrial de Ljubljana, si no lo podía
vencer por lo menos lo alejaría de la sociedad que tanto lo fastidió. Sí, eso era.
Entonces León, gastando sus últimas fuerzas se dirigió hacia el Dragón y le
incitó a seguirle. El Dragón parecía cansado pero terminaría el juego sólo por
orgullo así que lo siguió.
León llegó rápidamente hacia la entrada e irrumpió en la misma destruyendo
los accesos con la camioneta vieja que estaba usando para huir. Al parecer en
el parque ya no había nadie, probablemente habían evacuado ya toda
Ljubljana.
El Dragón lo seguía de cerca, a veces corriendo a veces volando, al parecer
encontraba muy divertida esta cacería.
Al fin llegaron al conjunto de industrias. León se apeó de la camioneta y se
ocultó tras unos tanques que pertenecían a una refinería francesa, el Dragón
comenzó a buscar a León usando instintivamente su olfato y rugiendo de vez
en cuando como si llamara a León a salir para terminar con esto de una vez.
De repente León tuvo una idea, una revelación; arrojó una piedra contra uno de
los muchos tanques contenedores de combustible que estaban en el área y se
volvió a ocultar tras uno de ellos.
El Dragón lo escuchó y caminó despacio hacia donde provino el sonido. León
de espaldas a un contenedor asomó su cabeza y vio de reojo que su plan
había dado resultado.
Frente a un enorme tanque de combustible, un tanque de acero inoxidable sin
recubrimiento exterior, estaba observándose su bestia perseguidora.
El Dragón se miraba elegantemente en el convexo espejo bruñido, sin
embargo, después de un tiempo, al parecer la bestia sintió envidia de ver a un
competidor frente a él. Emitió un desgarrador aullido para asustar a su
contrincante pero se sorprendió cuando su esférico reflejo le contestó con un
eco muy parecido. La bestia se enfureció cada vez más y empezó a embestir
contra su propio reflejo, lo embestía salvajemente, tanto que logró cuartear el
inmenso recipiente.
El Dragón se cansó tanto de atacar a su reflejo y al ver que éste no se iba
lanzó el peor de los chillidos, su estruendo fue tal que León quien observaba
desde lejos en silencio quedó medio sordo y pensó que después de tal alarido
la bestia habría quedado afónica. El contenedor se estaba vaciando lentamente
pues a los pies del Dragón se formaban charcos de combustible.
León nunca pensó en huir, quería ver a su familia ese mismo día.
Así que no pudo mas que esbozar media sonrisa cuando vio que el gran y
sublime Dragón, víctima de su orgullo se disponía a incinerar su reflejo que no
era nadie más que él mismo. Infló su pecho por última vez y liberó de sus
fauces un incendio tal que se transformó en un tormenta de fuego
impresionante.
León alcanzó a escuchar cómo se consumía rápidamente el oxígeno y hasta
pudo percibir el suave diálogo de las llamas entre sí, después sintió como todas
ellas lo abrazaban y en menos de un instante fue consumido por completo.

Jamás se había visto algo parecido, la palabra que la prensa usó fue por
demás inadecuada, “incendio” no alcanza a describir bien el fenómeno. El
parque industrial de Ljubljana fue una sucursal del infierno por varios días, las
llamas se veían a kilómetros de distancia, parecía una ciudad hecha de
rascacielos llameantes.
El poder de la explosión fue tal que no se encontraron restos de la mítica y
fascinante bestia. Argumento que el gobierno quiso usar para negar su
existencia y culpar a los inmigrantes por actos terroristas cometidos en el
parque industrial pero hubo tantos testigos que la idea era ridícula.
De hecho más personas de lo imaginado habían visto como un hombre joven
había enfrentado de manera más que temeraria al demonio reptiliano.
Incluso uno de los grises reconoció al mártir anónimo como el inmigrante que
hubiera perseguido ese día. El gobierno se enteró de este desmán y procedió
de manera inmediata pues este incidente podría devenir en insurrecciones por
parte del gran número de inmigrantes ilegales quienes esta vez tendrían el
apoyo de la sociedad eslovena que reconocería en un inmigrante a su héroe
martirizado por excelencia.
Esto era imposible por lo que se silenció al policía y la versión oficial fue que
efectivamente, sí hubo un héroe que ofrendó su vida para salvaguardar a la
sociedad eslovena; su nombre: Jorge Tornayarev, un ciudadano esloveno
ejemplar, miembro del partido hegemónico, de hecho rápidamente se le
canonizó y la nueva iglesia reconstruida se llamaba ahora iglesia de San Jorge
con su venerable imagen del falso mártir luchando contra el Dragón. Y se les
enseña a las familias eslovenas a venerar a San Jorge, desde entonces hay
retratos de “él” en cada casa eslovena e imágenes falsas en todas las
catedrales dedicadas a el santo y magno patrono de Ljubljana quien defendiera
a sus hermanos eslovenos del maligno Dragón que tipifica la maldad que hay
en el mundo.

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