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Distinguido señor:

Le envío esta carta, que escribí sin destinatario preciso, a modo de legado profesional,
después de cuarenta años de servicio como funcionario del Estado, con la esperanza de
que el conocimiento de los hechos que aquí le comento contribuya a una mejor
comprensión de la situación institucional y económica actual de nuestro país. De la
conjunción de estos hechos se desprende la siguiente proposición, que trataré de
demostrar a lo largo del escrito:

La orden del Sr. Solchaga Catalán, ex Ministro de Economía y Hacienda, de 29 de


junio de 1988 “sobre supresión del Observatorio Estadístico Regional de Galicia...”
(OERGA) proclama, día a día, desde el día de su publicación en el Boletín Oficial del
Estado, el triunfo de la locura sobre la Constitución y de la arbitrariedad del Sr. Alfonso
Guerra, ex Vicepresidente del Gobierno, sobre la dignidad del Fiscal General del Estado
y los jueces del Tribunal Constitucional a los que la Constitución asigna su defensa.
La Constitución garantiza el principio de legalidad, la jerarquía normativa.... la
seguridad jurídica, la responsabilidad y la interdicción de la arbitrariedad de los
poderes públicos (CE Art. 9.3).

La orden del Sr. Solchaga vulnera, de manera ostensible y permanente, el Principio de


Jerarquía Normativa (PJN), establecido en el artículo primero del Código Civil (CC),
por el que “Carecerán de validez las disposiciones que contradigan otra de rango
superior”, por cuanto la supresión del centro es lo contrario de su creación, realizada
por Decreto, una decisión del Consejo de Ministros de mayor rango que el de la orden
ministerial con la que el Sr. Solchaga pretende suprimirlo (art. 23 de la Ley de Régimen
Jurídico de la Administración del Estado, LRJAE), como quienquiera puede comprobar
por simple lectura de su texto en la página 21153 del BOE 163, del 8 de julio de 1988,
donde el propio ministro dice que el centro que suprime por Orden ministerial fue
“...creado... por Decreto 2829/71...”.
El PJN es mucho mas que una norma jurídica, es la transposición al Derecho positivo
del principio universal de contradicción de la Lógica formal, por el que no podemos
concebir dos conceptos referidos simultáneamente al mismo hecho cuando uno niega lo
que el otro implica. Esto es lo que sucede en la orden del Sr. Solchaga cuando, después
de reconocer que el OERGA fue creado por Decreto, afirma que su nivel orgánico es
inferior al de Subdirección General y con esta premisa invoca el artículo 2 de la Ley de
Procedimiento Administrativo (LPA) para suprimirlo. En virtud de este precepto, la
creación, modificación, refundición o supresión... de unidades de inferior nivel al de
Subdirección... se realizará por orden del titular del Departamento respectivo. Por
tanto, si el OERGA tuviera nivel orgánico inferior al de Subdirección, como afirma el
Sr. Solchaga, habría sido creado por orden del titular del Departamento respectivo,
como establece el artículo 2 de la LPA, pero, como bien dice el propio ministro en el
párrafo anterior, el OERGA fue “... creado por Decreto 2829/71...”. Luego, no es cierto
que “...el centro tiene nivel orgánico inferior al de Subdirección General” y,
consiguientemente, tampoco es cierto que el ministro tenga la facultad legal de
suprimirlo.
En el ámbito del Derecho positivo, el artículo primero del CC es el precepto jurídico
que establece la primacía de la ley, la lógica que integra en un sistema unitario,
coherente con los principios constitucionales, el conjunto de normas jurídicas por el
que se rige nuestra Sociedad como Estado de Derecho.
La eficacia del artículo primero del CC impide la división lógica del género de las
disposiciones jurídicas en dos especies mutuamente excluyentes, con características
específicas contradictorias, la especie de las disposiciones coherentes con los principios
constitucionales, en la cima de la jerarquía normativa, y la especie complementaria,
formada por el resto de las disposiciones jurídicas. En esta segunda especie, sin la
primacía efectiva de la ley, sin la eficacia del artículo primero del CC, no es posible el
Derecho, los preceptos legales, las disposiciones administrativas y las resoluciones
judiciales se amontonan sin cohesión, como los granos de arena en la playa, y solo son
pretexto formal para la prevaricación y el abuso de poder de los gobernantes.
Esta es la situación que denuncia la vulneración impune del PJN. No es un delito
puntual, como un robo o un homicidio, que tiene lugar el día de la publicación en el
BOE de la disposición inválida y luego prescribe con el paso del tiempo. La vulneración
impune del PJN es la negación empírica del Derecho, una situación institucional
antijurídica de sumisión de la ley e impunidad del delito, que comienza con la entrada
en vigor de la disposición inválida y no finaliza en tanto ésta no es derogada por otra
disposición de igual o mayor rango. Mientras esto no sucede, la disposición inválida
permanece en vigor, vulnerando el PJN, y su eficacia es estrictamente correlativa con la
falta de eficacia de la disposición de mayor rango que contradice, y, sobre todo, con la
falta de eficacia del artículo primero del CC, la lógica jurídica integradora del sistema
normativo del Estado de Derecho que diseña la Constitución.
Consecuente con la gravedad de esta situación, la misma LPA que invoca el ministro
para suprimir el centro establece (artículo 47 en relación con el art. 23 de la LRJAE):
serán nulas de pleno derecho las disposiciones administrativas que vulneren los
preceptos de otra de mayor rango, así como las dictadas por órgano manifiestamente
incompetente y las constitutivas de delito, pudiendo la Administración declarar en
cualquier momento, de oficio o a instancia del interesado, la nulidad de estos actos
(art. 109). Paralelamente, “Los jueces y Tribunales no aplicarán los reglamentos o
cualquier otra disposición contrarios a la Constitución, a la ley o al principio de
jerarquía normativa” (art. 6 de la Ley Orgánica del Poder Judicial).
De acuerdo con la definición anterior, la orden del Sr. Solchaga es nula de pleno
derecho desde el mismo día de su proclamación, como quienquiera puede comprobar
por simple lectura de su texto en el BOE. Sin embargo, veintiún años mas tarde, al
tiempo de redactar estas líneas, la Administración todavía no ha declarado la nulidad de
esta decisión que, por tanto, permanece en vigor, quebrantando desde entonces la
garantía constitucional del principio fundamental del Estado de Derecho.
El tiempo de vigencia de la disposición inválida no es tiempo de olvido o de
prescripción, es tiempo de ineficacia de la ley e impunidad del delito, es tiempo de
división lógica de la unidad jurídica del Estado de Derecho que diseña la Constitución,
es tiempo de imposición de la arbitraria forma de entendimiento que informa su
razonamiento jurídico.
Porque la orden del Sr. Solchaga, además de vulnerar el PJN, es, también, una
disposición injusta, dictada a sabiendas de su arbitrariedad, pues el ministro no ignora
que con su decisión, sin el preceptivo expediente disciplinario, sin acusación ni
oportunidad de defensa, impone al director del centro, el autor de este escrito, el cambio
de destino y el traslado de residencia, que es, precisamente, la sanción que cuatro años
antes propone a la Dirección General del Instituto Nacional de Estadística (INE), de la
que depende el OERGA, el instructor del expediente disciplinario que se instruye a otro
funcionario del centro, conocido militante en esta ciudad del partido en el Gobierno, con
motivo de la falsedad de sus acusaciones contra su superior jerárquico durante los
trabajos de recogida de datos del Censo de Población de 1981.
La Voz de Galicia del día 4 de abril de 1984 (documento adjunto) recoge la “demanda
de amparo” al Vicepresidente del Gobierno, el Sr. Alfonso Guerra, en la que dicho
funcionario, convicto de difamación, fundamenta la acusación de “prevaricación
técnica”, contra su superior jerárquico. Pocos días después, el Director General del INE
decide “sobreseer el expediente disciplinario por irresponsabilidad, a la vista de un
informe psiquiátrico emitido por el Centro de Salud Mental de La Coruña”, con el que
exime al citado funcionario de tres cambios de destino con traslado de residencia
propuestos por el instructor del expediente, al tiempo que el Subsecretario del
Departamento de Economía y Hacienda, el Sr. Enrique Martínez Robles, concede al
mismo funcionario un “permiso indefinido con todos sus derechos económicos,
renovable mes a mes hasta su total curación”, que solo se suspende nueve meses
después, cuando dicho funcionario es promocionado, en esta misma localidad, a un
cargo en la Xunta de Galicia de mayor responsabilidad que el que tenía antes de su
diagnóstico, donde permanece hasta su jubilación, diez años mas tarde.
En defensa de la propia estima profesional frente a las graves acusaciones del
funcionario enfermo mental en la prensa y en oposición a la implantación de la
“irresponsabilidad” en la Función Pública, el autor de este escrito interpuso sendos
recursos ante los Tribunales de lo Contencioso Administrativo: contra el sobreseimiento
del expediente por irresponsabilidad y contra el nombramiento del funcionario
irresponsable en un cargo de mayor responsabilidad que el que tenía antes de su
diagnóstico, por cuanto la irresponsabilidad sólo puede ser causa de inhabilitación para
la función pública, nunca de rehabilitación y mucho menos de promoción profesional.
El primero de estos recursos es desestimado y el segundo in admitido, después de casi
cuatro años de instrucción, por el juez Varón Cobos (rehabilitado, a su vez, de
excarcelar al mafioso Bardellino), quien, sin justificación alguna, sustituye al juez
natural después de iniciado el proceso de instrucción. Igual suerte corren las
resoluciones de estos dos tribunales en el Tribunal Constitucional, donde el mismo día,
los mismos jueces, no admiten los respectivos recursos de amparo interpuestos contra
ambas decisiones judiciales. Se consagra, así, por estos jueces, la promoción de la
irresponsabilidad en la función pública, dejándose desamparada a la Sociedad, en
general, y al demandante de amparo, en particular, frente a la patología que padece el
funcionario enfermo mental.
El informe psiquiátrico que describe esta patología, a la vista del cual el Director
General del INE sobresee el expediente disciplinario, es puesto a disposición del autor
de este escrito para deducir su demanda contra dicha decisión. Según este informe, el
funcionario expedientado padece un “SÍNDROME PARANOIDE” de difícil curación,
que le hace “inimputable de los desacatos, usurpación de funciones, injurias,
calumnias, insultos que se le puedan atribuir en el expediente que se le instruye, así
como de otras conductas delictivas que pudieran tener lugar en el futuro ya que su
libertad consciente está anulada por venir determinada su conducta por una actividad
psicopatológica”.
El principal interés de este informe, con relación a la situación institucional que
denuncia la inválida orden del Sr. Solchaga en el BOE, radica en que anticipa un marco
conceptual mas específico que el de la Lógica formal con el que interpretar las
decisiones institucionales ulteriores: los “...razonamientos, juicios....que se apartan de
manera manifiesta y patológica de la realidad”, la “usurpación de funciones”, el
“sentido de omnipotencia”, la “nula conciencia de enfermedad” son conductas
características de la patología descrita en este informe entre las que encuentra fácil
encaje el razonamiento jurídico por el que, cuatro años mas tarde, el ministro de
Economía y Hacienda se arroga la facultad de suprimir el centro. No obstante, donde la
correlación entre el hecho y su significado previamente definido en el informe resulta
mas evidente es en una nota a pie de la última página (documento adjunto) en la que el
médico informante expresa su temor a las “represalias contra el informante”, de ser
conocido el contenido de su informe por el paciente, “dada la naturaleza de su
padecimiento”.
La orden del Sr. Solchaga hace efectivo este peligro para el demandante del amparo
judicial, habida cuenta que, a raíz de dicha decisión, el director del centro, funcionario
de carrera del Estado, es destinado a un puesto de trabajo en el límite inferior de su
escala profesional en la Delegación del INE en La Coruña y el local, en Santiago de
Compostela, conteniendo mobiliario, mas de cuatro mil publicaciones, máquinas de
oficina, libros de registro, una pequeña cantidad de dinero en efectivo, etc., es expoliado
desde la Xunta de Galicia, gobernada entonces mayoritariamente por la misma
formación política en la que milita el funcionario enfermo mental.

Los Tribunales de Justicia controlan la potestad reglamentaria y la legalidad de la


actuación administrativa, así como el sometimiento de ésta a los fines que la
justifican (CE Art. 106).

En demanda de su rehabilitación profesional, alegando la ostensible nulidad de pleno


derecho de la orden que suprime su puesto de trabajo en Santiago de Compostela, el
autor de este escrito interpuso un recurso contra dicha decisión ante la Sala de lo
Contencioso Administrativo del Tribunal Supremo.
Como respuesta a su demanda, el demandante recibe, a través de los juzgados de esta
ciudad, un documento que pretende ser la sentencia del alto Tribunal en nombre de SM.
el Rey, sin la firma de los magistrados que lo forman y que, trascurrido el tiempo, no
aparece en la colección legislativa que publica la editorial Aranzadi.
En clara sintonía con la orden ministerial impugnada, se argumenta en este documento
que, como el director del centro tiene nivel funcionarial inferior al de Subdirector
General, aunque el centro haya sido creado por decreto, no sólo es válida su supresión
por orden ministerial, sino también la degradación de su director, tres años antes, hasta
el límite de su escala profesional.
Es fácil comprender que este razonamiento tiene el mismo origen intelectual que el de la
orden ministerial impugnada, aunque, formalmente, proceda de un poder del Estado
distinto e independiente.
La correspondiente represalia contra el demandante del amparo judicial queda
registrada en el BOE del 1 de julio de 1992 (documento adjunto), en el Edicto con el
que el Presidente del INE notifica a José Luis Blanco Fernández, el director del OERGA
y autor de este escrito, la decisión del Subsecretario del Departamento, el Sr. Enrique
Martínez Robles, de suspenderle de empleo y sueldo durante un periodo de tres
años, en resolución del expediente disciplinario que aquel le incoa por abandono del
servicio en el puesto de trabajo asignado en La Coruña.
La nulidad de pleno derecho de la orden ministerial que suprime su puesto de trabajo en
Santiago de Compostela y la imposibilidad material de trasladarse diariamente desde
Santiago a La Coruña, por el impago de su nómina durante los meses precedentes, son
los motivos (“ajenos a los hechos”, dice en el BOE, sin mencionarlos, el punto tercero
de la propuesta de resolución), que alega este funcionario para justificar sus faltas de
asistencia.
Solucionado el impago de la nómina por el instructor del expediente disciplinario, el
sencillo razonamiento expuesto mas arriba, por el que quienquiera que se tome la
molestia de leer el breve texto de la orden del Sr. Solchaga en el BOE puede reconocer
su nulidad de pleno derecho, es el comportamiento de este funcionario que motiva la
ampliación del expediente y los reiterados intentos del instructor, a los que se refiere el
punto quinto de su propuesta de resolución, para que aquel se preste a “la realización de
un examen clínico con el fin de obtener un informe médico explicativo de dicho
comportamiento”, con el que, sin duda, se pretende desvirtuar el presente testimonio y
contrarrestar el valor explicativo del informe psiquiátrico practicado al funcionario
enfermo mental amigo del Sr. Guerra.
Al igual que la falsa sentencia de la Sala Tercera del Tribunal Supremo, esta “orden
resolutoria” no está firmada por su autor, el Sr. Enrique Martínez Robles, cuyo nombre
no aparece en ningún lugar de las misma, estando firmado, en cambio, el edicto que la
contiene por el Presidente del INE, que siendo quien promueve el expediente, es a quien
correspondía resolverlo.
Tampoco aparece firma alguna en el auto de la Sala Segunda del Tribunal Supremo que
desvía a un indeterminado juzgado de instrucción la denuncia de los hechos comentados
hasta aquí. En clara sintonía con el instructor del expediente disciplinario, en la parte
expositiva de este auto, el denunciante sería el enfermo mental autor de los delitos que
denuncia, por lo que, pocos días después, el autor de este escrito recibía sendas
notificaciones de los colegios profesionales de Madrid designando abogado y
procurador del turno de oficio “...para su defensa, acusado de prevaricación”, la misma
acusación, con similar fundamento, que la formulada en la prensa, invocando el amparo
del Sr. Guerra, por el funcionario enfermo mental.
Al tiempo de redactar este escrito, cumplido íntegramente el arbitrario castigo impuesto,
este funcionario, Estadístico Facultativo del Estado por oposición, ha sido adscrito a un
puesto de trabajo ajeno a su profesión en la Xunta de Galicia. En su expediente
profesional no cuentan los tres años de suspensión de empleo y sueldo y no se hace
referencia alguna a los trece años al frente del OERGA, el cual, a su vez, ha sido
eliminado del organigrama del INE y sus trabajos no aparecen en el catálogo de
publicaciones de dicho organismo del Estado.

El Ministerio Fiscal... tiene la misión promover la acción de la justicia en defensa de


la legalidad, de los derechos de los ciudadanos y del interés público tutelado por la
ley, de oficio o a petición de los interesados, así como velar por la independencia de
los Tribunales ... (CE Art. 124.1).
El Ministerio Fiscal ejerce sus funciones por medio de órganos propios conforme a
los principios de unidad de actuación y dependencia jerárquica y con sujeción, en
todo caso, a los de legalidad e imparcialidad. (CE Art. 124.2).

Dada la estructura jerárquica y la unidad de actuación del Ministerio Fiscal, el Fiscal


General del Estado centraliza la información que le proporcionan los órganos propios
del Ministerio en todas las sedes judiciales del país y decide la actuación del Ministerio
en cada caso. Esta actuación no es discrecional, ha de sujetarse, en todo caso, a los
principios de legalidad e imparcialidad.

El Fiscal General del Estado conoce uno a uno y en su conjunto todos los hechos
demandados ante los Tribunales de Justicia y ante el propio Ministerio Fiscal por el
autor de este escrito, desde la promoción profesional del funcionario enfermo mental
convicto de difamación al director del centro donde presta servicio, hasta la sanción y
segregación de su profesión de este último. Si, a la vista de estos hechos, el Ministerio
Fiscal no promueve la acción de la justicia en defensa de la legalidad, de los derechos
de los ciudadanos y del interés público tutelado por la ley, lo que el Ministerio Público
está promoviendo, de hecho, por omisión de la acción de la justicia, es la acción de la
patología que padece el funcionario enfermo mental, en defensa de la arbitrariedad de
los dirigentes políticos que le rehabilitan y promocionan en la función pública.

En particular, el Ministerio Fiscal no puede ignorar la vulneración permanente del PJN


por orden del Sr. Solchaga en el BOE:
El Sr. Solchaga erige públicamente su voluntad por encima de la ley al no reconocer la
nulidad de su decisión y hacerla efectiva a sabiendas de su invalidez. Para restablecer la
primacía de la ley, la eficacia del artículo primero del CC, sería preciso que el propio
ministro, en uso de la facultad que le confiere el artículo 109 de la LPA, decida declarar
la nulidad de su decisión o que, de lo contrario, el Fiscal General del Estado,
cumpliendo su misión institucional en defensa de la legalidad, decida promover la
acción de la justicia, sabiendo que “Los jueces y Tribunales no aplicarán los
reglamentos o cualquier otra disposición contrarios a la Constitución, a la ley o al
principio de jerarquía normativa” (art. 6 de la Ley Orgánica del Poder Judicial), puesto
que los jueces y Tribunales no tienen la facultad legal de promover de oficio su propia
actuación, por muy evidente que sea la transgresión de la legalidad en el medio oficial
de difusión del Estado.
Pero el Fiscal General del Estado, no solo no promueve la acción de la justicia, sino que
impide al director del centro inválidamente suprimido obtener la tutela efectiva de los
jueces y Tribunales en el ejercicio del derecho fundamental reconocido a todas las
personas en el artículo veinticuatro de la Constitución:
Todas las personas tienen derecho a obtener la tutela efectiva de los jueces y
tribunales en el ejercicio de sus derechos e intereses legítimos sin que, en ningún
caso, pueda producirse indefensión. (Artículo 24 de la C.E).

La falsificación, impune, de las resoluciones de la Sala Tercera y Segunda del Tribunal


Supremo comentadas mas arriba, en íntima sintonía con las arbitrarias decisiones
administrativas del Sr. Solchaga y del Sr. Martínez Robles demandadas por el autor de
este escrito, tuvo que realizarse en las sedes de dichos tribunales, a las que este
demandante remitió las respectivas demandas, fuera del ámbito de actuación de los
jueces cuyas firmas no constan en los falsos documentos. Es decir, la falsificación de las
referidas resoluciones del Tribunal Supremo tuvo que realizarse en el ámbito
administrativo de los órganos propios del Ministerio Fiscal, contiguo al de los jueces en
la sede del alto Tribunal, que velan por su independencia.

No es la fatalidad lo que impide la primacía de la ley. Es la eficacia de la unidad de


actuación del Ministerio Fiscal en defensa del funcionario enfermo mental, dictada por
el Sr. Guerra, lo que impide la eficacia del artículo primero del CC y mantiene
permanentemente impune la vulneración del PJN por orden del Ministro de Economía y
Hacienda.

El Fiscal General del Estado invierte el sentido de su misión institucional: en vez de


promover la acción de la justicia, promueve la acción de la paranoia, patología que
padece el funcionario inimputable de sus actos amigo del Sr. Guerra; en vez de defender
la legalidad, los derechos de los ciudadanos y el interés público tutelado por ley,
defiende la arbitrariedad, la impunidad y el interés particular de los dirigentes políticos
que le proponen y mantienen en el cargo; en vez de velar por la independencia de los
Tribunales, usurpa su función jurisdiccional y falsifica sus resoluciones, vulnerando los
principios de legalidad e imparcialidad, a los que, en todo caso, ha de sujetar su
actuación. Esta es la actuación del Fiscal General del Estado que denuncia en el BOE la
vulneración permanentemente impune del PJN por orden del Sr. Solchaga.

La parcialidad de la actuación del Ministerio Fiscal realimenta un proceso acumulativo


de selección invertida, en el que el libre arbitrio de los elegidos sustituye los principios
constitucionales como referente universal en la formación del juicio personal de los
casos particulares, diluyendo la unidad referencial del ordenamiento jurídico, como
argumento fundamental del sistema de regulación de las relaciones interpersonales de
los españoles.

El arbitrario razonamiento jurídico por el que el Sr. Solchaga se arroga la facultad de


suprimir el centro revela la miseria moral e intelectual del Ministro de Economía y
Hacienda a la que el Fiscal General del Estado reduce el imperio de la ley y el ejercicio
de los derechos fundamentales de las personas.

Prueba del progresivo deterioro de la situación institucional que denuncia en el BOE la


vigencia permanentemente impune de la inválida orden del Sr. Solchaga es el hecho de
que, tras veinte años de efectividad, el Estatuto de Autonomía de Cataluña plantea,
esencialmente, el mismo problema jurídico, pero en mucha mayor escala. Ambas
disposiciones son de la misma especie: la especie complementaria a la de las
disposiciones coherentes con los principios constitucionales, en la que no rige el artículo
primero del CC. Las disposiciones de esta especie, o son incoherentes con los
principios constitucionales, o, no siendo incoherentes con dichos principios, son
coherentes con otros principios que no están en la Constitución.

La Constitución establece el procedimiento para incorporar nuevos principios, así como


para retirar los que puedan quedar obsoletos. Pero, habiéndose soslayado el
procedimiento constitucional y superado, con “un buen cepillado”, el trámite de la
Comisión que preside el Sr. Guerra, los jueces del alto Tribunal que han de apreciar la
constitucionalidad del Estatut son los mismos, u otros distintos, pero seleccionados por
el mismo sistema de selección invertida, que los que, en su día, con el informe
psiquiátrico en la mano, no supieron apreciar el peligro que para la eficacia de la propia
Constitución y la supervivencia del Estado de Derecho representa la implantación de la
locura en la función pública.

La Administración podrá en cualquier momento, de oficio o instancia del interesado,


y previo dictamen del Consejo de Estado, declarar la nulidad de los actos nulos de
pleno derecho (Art. 109 de la LPA)

La vigencia de la disposición inválida es correlativa a la voluntad de los dirigentes


políticos de mantenerla efectiva. En cualquier momento pudo ser el día siguiente al de
la publicación en el BOE, cuando el Ministerio Fiscal tuvo conocimiento de la
vulneración del PJN; puede ser mañana, veintiún años mas tarde, o puede ser... sabe
Dios cuando. Lo que sabemos con toda seguridad es que, mientras la Administración no
declare, en el BOE, la nulidad de la inválida orden del Sr. Solchaga, el Ministerio Fiscal
no cumple su función constitucional de promover de oficio la acción de la justicia en
defensa de la legalidad; también podemos estar seguros de que la ley suprema que rige
nuestra Sociedad no es la Constitución, es la ley del mas fuerte, la ley de la selva, y
también sabemos con toda seguridad que la Hacienda Pública no somos todos. Solo
cuando, finalmente, la Administración declare la nulidad de la inválida orden
ministerial, en el BOE, los españoles podremos albergar la esperanza de una próxima
recuperación institucional y económica.

Le saluda atentamente, en Santiago de Compostela, a 06 de mayo de 2009

Firmado: José Luis Blanco Fernández


Estadístico Facultativo del Estado, director del Observatorio Estadístico Regional de
Galicia

Documentos que se adjuntan (pegados a continuación):


-Recorte de la Voz de Galicia del día 1 de abril de 1984, en el que el funcionario
enfermo mental acusa al Director del OERGA de prevaricación y dice haber pedido
amparo al Sr. Alfonso Guerra, Vicepresidente del Gobierno.
-Última página del informe psiquiátrico practicado al funcionario enfermo mental
firmada, el día 4 de abril de 1984, por el director del centro de Salud Mental de La
Coruña.
-Pagina 226 del BOE 157, del miércoles, 1 de julio de 1992, que recoge el edicto con el
que el Presidente del INE notifica al Director del OERGA la sanción de suspensión de
empleo y sueldo durante tres años que le impone el Sr. Martínez Robles, Subsecretario
de Economía y Hacienda.

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