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Bitácora de astros

y pedernal

Cristóbal
López

FONDO ESTATAL PARA LA CULTURA


Y LAS ARTES DE NUEVO LEÓN
Primera edición: 2003

Diseño: Alfredo Herrera Patiño

D.R. © 2003 Cristóbal López


D.R. © 2003 Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León
José Benitez 604, Col. Obispado
C.P. 64060, Monterrey, N.L.
http://www.conarte.org.mx
D.R. © 2003 Verdehalago, Cristina Leticia Jiménez Vázquez
Alicante 157, Col. Postal
C.P. 03410, México, D.F.
Teléfono 56.96.77.78 Fax 56.96.78.14
gnomos@verdehalago.com
http://www.verdehalago.com

ISBN: 970-680-156-1
Bitácora de astros
y pedernal
LA SANTA MUERTE
6
ROSA DE LOS VIENTOS

Adiós arcos y lucero


luna sol y firmamento
Adiós arena y viento
que fueron mi consuelo
Adiós, adiós, adiós.
ALABANZA MORTUORIA DE
LA SIERRA MADRE ORIENTAL

Arena, canta un hombre ciego.


En el cenit, culebras de agua
presagian tempestad,
Selene y el Capitán Grande
pierden ancla, timón,
estrellan su velero de nubes
en lo alto de la cordillera.

No hay luz en el faro


de la Costa Madre Oriental,
un clamor de sirena y alabanza guía
desaparecidos y náufragos
¡Aaaay mis hijos!

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Aquí, en la fosa de Tetis,
bitácora de astros y pedernal,
vértigo por ascender
a un puerto del aire:
por imitar la saga de la ballena
y rendir
la marcha del cangrejo.

Polvo, encalla la sentencia.

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CRÓNICA

D os de noviembre
los muertos regresan a la tierra
y los vivos caminan sobre la tierra de los
muertos.
Dos de noviembre
viajo hasta el fin de la montaña;
allí, entre piedras, altura y luz limada por el
viento,
una mujer invoca el deseo, la piel puro sol, la
sangre.
Conjura manes, abismos del otoño.

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AMANECE

Se despiertan cantos de ave


y crece la marea como barahúnda:
Cuántos pájaros, cuántos pájaros –rezas–
con esa ternura inolvidable
que nunca entendí.

La noche está triste


las estrellas lloran
desde que te fuiste
nunca me abandonan.

Los árboles secos


la calle desierta
la plaza está muerta
ya no oigo tu voz.

Ya no escucho tu voz
y se hunden pueblos junto al mar
¡Altas montañas! ¡Altas montañas!
Muertos nos pudriremos con los muertos.

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ASKATAZUNA

Y las entrañas ¡Julia!


las entrañas hacen un estruendo terrible aquí
dentro
con la muerte
golpean entre sí los esqueletos.

¡Libertad!

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LOS ÚLTIMOS CANTOS ENTRISTECEN

E n el apogeo de su decadencia
la nación hiere montes, ríos;
hombres y mujeres olvidan
la primavera.

Es inútil regar el presente de lágrimas,


lamentarse por las flores
y extrañar la fugacidad de los pájaros.

Señales de fuego nos consumen;


los hombres cargan días, meses, años,
mientras llegan las mismas cartas
y se escuchan las mismas canciones.

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VIGILIA

S ueño al Brasil,
no hay selva ni carnaval, acaso favelas,
un niño muerto en la calle y miedo;
un temor oculto en la espesura, girando como
loco
en los sertaos y en las ciudades.

Sueño a Brasil,
consagra fuego a una diosa negra
y bendice playas nudistas;
sus jóvenes cantan y bailan Sepultura:
“Roots bloody roots”.

Sueño Brasil,
aguarda el fin de milenio,
espera la hora, no duerme, no muere:
aguarda para tocar la resurrección.

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TODOS TUS MUERTOS

Vienen a mitad del otoño...


Es increíble, regresan de muy lejos,
cruzan el espejo de agua y la ciudad,
vienen de un mundo raro;
son tantos que a veces dudo
¿serían ellos los que partieron?
Provocan miedo y compasión
al ofrendar lágrimas, plegarias;
hace mucho dejaron de traer cantos y música,
por eso recuerdo una vieja canción:
Sólo el pedernal vive siempre
el guijarro cuida nuestras almas;
cuando nosotros ya no estemos,
ellas seguirán aquí
con los pies en el suelo
y rodando por el tiempo,
como las buenas canciones.
PIEDRAS.

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SEMBLANZA DEL PAURAKE

Y para ellas, los hombres del tiempo,


escucharon el anuncio de los pájaros del norte,
el bello canto de sus muertos.

Nosotros, pájaros del norte, encadenamos


los lazos del cielo y de la tierra.
MARÍA BARANDA

Nací al amanecer, vivo al día;


moriré al pardear, en el crepúsculo de la
tarde.

La historia de mi vuelo es oscura,


un suspiro y fulgor de ojos que arden
al oriente, en la ceniza del horizonte.

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THE BORDER LINE

para Elsa Punk

Uno se disgrega con las lluvias, cambia de


forma, desaparece con las nubes; se disper-
sa con el viento, se extingue bajo el sol.
Uno se disipa con la niebla, o se convierte
en roca...
No importan esas luces y sueños de con-
creto, hierro y cristal, uno siempre vive y
muere al ritmo de la naturaleza.

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ESTÍO

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RESURRECCIÓN

La canción de cigarras y grillos


teje una cuerda
y ascienden los muertos del mar
al verano del mundo.

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RING OF FIRE
en memoria de Ira Hayes

Todo lo consume el sol


palabras, atributos, amor
la esperanza y la tristeza
sueños, dioses.
Todo lo devora el sol
guijarros, manantiales, odio
el vidrio y el acero
noches, utopías.
Todo lo devora el sol
llanto, baladas, fe
armisticios y batallas
el tiempo, las fronteras.

Aún nuestra sombra


olvida su cuerpo
consumida por el sol.

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VERANO

Los cuervos se dirigen al centro de la tierra


y más allá del sol.

Canciones de cigarra perforan


el cráneo de los muertos, la caparazón del
mundo,
el hierro del autobús.

Viajo,
ramas de árbol hieren el rostro de mi pueblo,
marcan la piel de su alma.
¡Alaridos!

II

Nos encadenan al cielo, parimos en la


carretera,
agonizan el venado y el caballo,
guitarras eléctricas reinventan el paisaje.

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Y en los espacios de silencio,
cuando nadie ve, danzan las piedras.

III

Tres cuervos se elevan


(...)
en el paisaje inmóvil, aleteos.

Conejo, en la cara de la luna, vuelve


a la Sierra Madre que nos parió.

Los astros hacen el amor toda la noche


y dejan revuelta la cama del cielo.

Una carretera del más allá


hace girar y fluir el horizonte.

22
FUNCIÓN

Hilos de sol mueven al hombre,


títere de sombra
en una carpa de luz.

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PÁJAROS DE SOL

a los huachichiles, “hombres


con la cabeza pintada de rojo”

El Fénix agita plumas al amanecer,


inicia el vuelo desde levante:
remonta el augurio de buitres y cuervos.

II

Cadernales agitan plumas al amanecer,


vuelan desde oriente:
remontan el agüero de lechuzas y tecolotes.

En cada uno de nosotros arde su nido.


Aleteos.

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MUJER LUMBRE

a Marlen, Centella

Domingo de Ramos
arde la hoja de palma
en el fuego de tus ojos.

II

La hoguera de tu vientre
incendia la carretera,
el páramo, las nubes.

III

A brasas la cordillera,
revoluciones de agua,
el camino del sol.

25
IV

Conjura la llama de tu pelo


el hambre de la noche,
el presagio del cometa

Tu sangre es rueda de fuego


y eco solar tu voz.

VI

El aire de tu aliento
seca el río, calcina el monte.

VII

Gozas durante la sequía,


tu cuerpo bebe la savia del mezquite.

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VIII

En el fogón de tu cueva
arde siempre un amuleto,
piedra lumbre.

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SOLARES

En una ocasión, parlando con otro indio


viejo llamado Pedro Amador, exponién-
dole que dejara sus errores, que se hiciera
cristiano, que si moría en aquel error se
lo llevaría el demonio, éste me respondió:
“¿y tú conoces a Dios?”.
CRÓNICA DEL NUEVO SANTANDER
(TAMAULIPAS), 1783

En los pueblos de mi tierra preguntan:


“Padre, si dios está en la tierra, en el cielo y en
todo lugar,
debe de estar, además, en el solar de la tía
Lencha”.

El padre, invariablemente, responde:


“Sí, dios está en la tierra, en el cielo, ¡en todo
lugar!
y, desde luego, está en el solar de la tía
Lencha”.

Pero, Allá Mismo, conocemos bien al dios


verdadero
de los hombres falsos, ¡la tía Lencha no tiene
solar!
28
ARIDOAMÉRIKA

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A los abuelos y las abuelas que tatuaron huesos de Mamut con
rombos, montañas y amaneceres, en las tierras bajas de los Montes
Altai.
A los ancestros que cruzaron el mar del principio del mundo
y trazaron huellas de rombo, en la piel de las rocas y cuevas
septentrionales.
A las manos prehistóricas que grabaron y pintaron la imagen
del rombo, en las colinas del norte de Nuevo León y Coahuila.
A la nación de indios Trueno que habitó la Sierra Madre
Oriental y, a sus descendientes, que llevan tatuado el rombo en su
interior.
A los aborígenes Alazapa que incrustaron la figura del rombo,
sobre una cruz, en la fachada de la misión de Lampazos, Nuevo
Reyno de León, 1699.
A los tribeños que esculpieron el número 26 con rombos y
Flores de Lis, en el arco de entrada, a la misión de San Cristóbal de
los Hualahuises.
A las tejedoras Coahuiltecas y Tamaulipecas de palmito, barreta
e ixtle, quienes trazan rombos y montañas, en sus sillas y mecedoras.
A los talabarteros de Nuevo León, Texas y Guanajuato, que
perpetúan rombos en cinturones, broches y botas de piel de serpiente
o mantarraya.
A los ancestros de General Terán y de Rayones que se guían por
el movimiento de los astros y afilan sus cuchillos con piedras de
trueno.
A los niños del ejido Cerro Prieto, en Linares, quienes conser-
van algunas piedras de rayo y aman, temen o desafían a las
tormentas.
A los parroquianos que con sus tragos y juegos invocan los
atributos de la tempestad, en los billares Tormenta, de Montemorelos.
A nuestra gente, que sella en madera y acero las revelaciones del
rombo, en los muros y puertas de su casa nueva, la ciudad.
A las tribus urbanas que tatúan rombos, amaneceres y monta-
ñas, en la piel de Monterrey, después de cientos de años bajo la cruz
y el hierro.
a
Martha

Lilia Alicia

y
Claudia

Que en esta región del universo tatuada por el


relámpago y el trueno nos dieron su amistad,
amor y apoyo; reflejaron en sus ojos las piedras y
hachas cruzadas de nuestros sueños y tormentas.
Sólo para que rías,
amor
sólo para que rías,
se empeña mi corazón,
en hacer venir a las tormentas.
JULIA OTXOA (APÓCRIFO)

En mis manos levanto una tormenta


de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta...
MIGUEL HERNÁNDEZ

¿Para qué queremos la paz de los


cafés, si tenemos la tormenta?
PACO IGNACIO TAIBO II
We´ve been through some things together
With trunks of memories still to come
We found things to do in stormy weather
Long may you run.
NEIL YOUNG

No miro con metales con medallas


no celebro
por su número y decisión no cuento
más que con el relámpago
por esto aguardo
no me impaciento
y mientras nieva escribo:
éste es el muro que guarda todavía
parte de la memoria arrebatada
parte de la balanza detenida
parte y nada más que una parte
la del amor temible
insobornable.
JORGE OTEIZA
36
ARIDOAMÉRIKA

Me dirijo hacia el norte,


donde circula infinita la soledad en las
carreteras,
y la aurora boreal ilumina la noche del desierto.

Al norte,
donde la palma y el mezquite sacralizan el
páramo
y un pueblo de gigantes acecha en vigías de
alta tensión.

Al norte,
donde el otoño figura y desfigura la cima de
la cordillera
y encienden lámparas de gas con las primeras
estrellas del crepúsculo.

Al norte,
cuyas mujeres signadas por sequías y amor

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son prófugas de una historia que gira y gira
al compás del viento frío: alaridos.

Al norte,
cuyos guerreros veneran el azar, las mujeres,
la música, el trafique y la cerveza.

Al norte,
cubil de la primera migración y refugio para
la gente de las colinas.

Al norte,
que maldice o mutila serpientes de agua
y después las conjura con plegarias y aviones
de combate.

Al norte,
círculo de fuego que cruza fronteras y hace
palpitar aún,
el corazón errante de las viejas tribus.

Al norte,
sueño con piedra de tempestad hallada en
nuestra mano,
al amanecer, bajo la canción del cuervo.

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Al norte,
horizonte de jets invisibles con aletas de
mantarraya,
helicópteros apache y misiles Tomahawk.

Al norte,
canto de peyote, mineral, esclavos y dólares,
Lobos, Alegres, Griots y punkeros.

Voy hacia el norte, donde gira el papalote


de aire, timón visible,
de naves piratas en un mar invisible.

39
II

A l Norte,
Al norte:
Haz de vestigios
Al norte
Girar de horizontes
Al norte
Confabulación de nubes
Al norte
Amanecer de tierras baldías
Al norte
Escenario de montañas azules
Al norte
Mensajero de cuervos y lechuzas
Al norte
Alquimia de voces, coplas y motores
Al norte
Empíreo de trayectorias elípticas y amor
Al norte
Casa de ignorantes católicos y sabios diableros
Al norte
Cielos límpidos abrazados a pastos siempre
verdes

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Al norte
Alaridos en el aire de indias cautivas y
obreros libres
Al norte
¡Pradera!, corral y matanza de bisontes, vacas
y camionetas
Al norte
Fósil de amonites, grabados en piedra, ranchos
y parabólicas
Al norte
Silueta con pueblos y cordilleras a la deriva de
todos los cielos
Al norte
Alforjas surtidas de carne seca, pelotas de
béisbol y computadoras
Al norte
Invocación de camaleones al viento, para
traer lluvias y amores
Al norte
Planicie de los mitotes eternos y origen de
las mujeres corazón de luz
Al norte
Escudo solar con hachas cruzadas, águila,
flor de lis y puertos periféricos

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Al norte
Vida de hombres y mujeres labrada, al
atardecer, en viejas puertas de mezquite
Al norte
Cruce de senderos nocturnos que guían al
más corto lado de la nada y las estrellas
Al norte
Árbol en el que veo la raíz y ramas de mi
madre y de mi padre: a mis hijos y abuelos
Al norte
Evocación de sacrificios humanos y canibalis-
mo en chozas iluminadas por energía solar
Al norte
Dispersión que borra la memoria de viejos y
viejas que ahora caminan con la frente tapiada
Al norte
Espiral de botas vaqueras alrededor de
alacranes, turquesa, el narco y las líneas
de ensamble
Al norte
Eterno levar anclas de la nave de los locos en
un mar situado más allá de cualquier otro
océano
Al norte
Tropel de jinetes que se alejan con el viento

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nocturno gritando que nunca más han de
volver
Al norte
Origen sagrado de nuestros ancestros y fi-
nal profano de substancias químicas y
nucleares
Al norte
Lamento de criaturas marinas del Mesozoico,
entre las sirenas de las factorías
Al norte
Estación de ferrocarril olvidada con palpitar
de mujeres en sus ventanas abiertas
Al norte
Niños y huesos de gigante ofrendados en los
cimientos de acero y concreto
Al norte
Espada y semilla clavadas en el corazón, en
las entrañas y piel de la tierra
Al norte
Autos a 180 kilómetros por hora con patas de
venado como eslabones
Al norte
Ofensiva de arcos y rifles automáticos: de
redes y lanzagranadas

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Al norte
Acústica digital de tambora y clarinete en la
fiesta de la llanura
Al norte
Lluvia ácida sobre canto en celo de ballenas y
el señor Malverde
Al norte
Construcción de puertos del aire, en los límites
del desierto
Al norte
Forjador del hierro más duro y las más frágiles
mentiras
Al norte
Eco de voces en cuernos de toro y teléfonos
celulares
Al norte
Vivencias paleolíticas a ritmo de discos
compactos
Al norte
Giro visceral de engranes industriales al
viento
Al norte
Sueño postmoderno con víboras de cascabel
Al norte
Vértigo de mitología y producción en serie
Al norte

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Último refugio de lobas y espejismos
Al norte
Sacrificio de cabritos y mantarrayas
Al norte
Cartografía de la estrella polar
Al norte
Espíritus de Pancho Villa
Al Norte
Pedernal magnético
Al norte
Catán de recodo
Al norte
Karukinka
Al norte
Águila
Al norte
Altai
Al norte.
Oso.

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III

A l norte,
donde la parvada, el hato y el cardumen
valen cordilleras y constelaciones.

Al norte,
donde cada mirada es una sonrisa y cada
sonrisa es una ilusión.

Al norte,
donde cimientan con ombligos enterrados
casas e iglesias marcadas con flores de lis.

Al norte,
donde el movimiento de selene escolta los
contrabandos y guía, golpe a golpe, el canto
aizkolari del hacha.

Al norte,
donde la canción a capela hiere las entrañas
de la gente y la roca de las colinas.

Al norte,
seno de mujeres nacidas en cunas de ixtle o

46
pieles de oso y muertas en las maquiladoras
del Bravo.

Al norte,
donde Santo Santiago surca el cielo y des-
ciende en verano por la Vía Láctea, a las
carreras de caballos y las iglesias.

Al norte,
que abre montes sólidos con llaves de venado:
herramientas y espirales de fuego.

Al norte,
en cuyas montañas el puma es amigo de
familias que no abandonan sus tierras
por ir a trabajar más al norte.

Al norte,
donde huesos de ballena surcan el aire y
Phoenix, Arizona, renace cada día, en el
valle del sol.

Voy hacia el norte,


donde Cíbola, Quívira y la Gran Chichimeca
resplandecen en la historia y las nubes
orientales.

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Sin escalas hacia el norte,
donde las piedras de rayo y la figura del
rombo, símbolo del trueno,
son último vestigio de una fe casi olvidada
en las tormentas.

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para Elsa, por el fin del exilio

Las viejas tribus cuidaron de Lilia,


escondidas entre las sombras.
La vieron nacer, jugar, crecer,
la vieron partir.
Los Naras le arrullaron siempre al viento,
Los Gavilanes danzaron a su alrededor,
al caer las hojas en el otoño;
los Pamoranos cabalgaron sus crepúsculos
y los llenaron de colores.
Niños Cauramas le cantaron junto
al grillo, la cigarra y la paloma.
Guerreros Canaynos la protegieron
en la sequía y la tormenta.
Pintos y lumbres flecharon el cielo,
cazándole estrellas fugaces y lluvia.
Todos los viejos habitantes
bailaron a su alrededor,
en el nuevo sol invernal.
Todas las naciones le encendieron

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el fuego verde, en marzo,
(aguardando el retorno del primer ver
y la mirada de sus hermanas, las flores).
La vieron nacer, jugar, crecer
y al ver que se iba, no lloraron.
Sabían que ella –al fin– despertaría
a un aborigen sencillo,
adormecido en alguna tarde sagrada
y que juntos volverían para dar fin al exilio.

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LA FAMILIA DEL HOMBRE

Un viejo de Huinalá afirma que las rayas de los


muchachos (los graffitis) son como tatuajes de
la gente de antes: tienen historias y canciones.

Cruzan el tiempo de los gigantes y el tiempo


del mar,
el tiempo de los rayos y el tiempo de la cruz.

Cruzan el tiempo del monte y el de la cosecha,


el tiempo de la gruta y el de la ciudad.

Los cruza un tiempo que no es de ellos y


sobreviven,
siguen la huella del viento norte, las pinturas
de sus hijos.

Vienen de Altai, son peregrinos del hielo


y buscan el camino a casa, la voz del tambor.

51
¿RECUERDAS, HERMANO?
Las ciudades irrumpían en el monte, y los agredidos
no tenían memoria de algo similar. La cultura oral no
alcanzaba a articular respuestas frente a catástrofes
sin precedentes. La experiencia de los antepasados era
el tejido de la cultura, su biblioteca, su universidad.
Pero cuando un capítulo tan grande como esta Con-
quista faltaba entre aquellos libros orales, entonces
quedaban inermes, sin explicaciones.
EDUARDO ROSENZVAIG

Seguíamos el vuelo de las abejas para


encontrar la miel,
más de una vez alimentaron a nuestros
pequeños;
más de una vez nos salvaron de la muerte en
el erial.
Sus figuras en el aire hablaban de la lluvia, el
sol
de la paz, de la guerra.

¿Recuerdas, hermano,
esos días en que las abejas volaron hacia las
montañas?
Oscurecían la cima, hicieron hablar a la roca
y el eco de su murmullo se extendió por la
cordillera.

52
¿Recuerdas? Ni los más viejos comprendieron
el mensaje,
los niños abandonaron sus juegos,
las mujeres arrancaron sus cabellos y lanzaron
al aire
canciones tristes ¡alaridos!,
los cazadores flecharon cometas
y preguntaron al peyote, al fuego.
Se detuvo la espiral del baile.

Entonces arribaron vigías del sur,


el Cazcán, el Zacateco, el Huachichil
y dijeron a quienes entienden la lengua de
las aves:
“Ganó el Mixtón un pueblo extraño:
destruye la casa de las abejas, profana el
monte y
encierra, mata a nuestra gente”.

Los intérpretes callaron


pero nosotros vimos en su rostro
el mensaje: sacrificio, destrucción,
un giro de astros, horizontes.
Sueño y exilio del rombo y la espiral
en su propia tierra.

53
RELACIÓN

Monterrey lindo quiero enviarte este suspiro


en mi delirio en tu suelo siempre estoy
le pido al cielo a mi tierra volver con vida
y me despidan con música hasta el panteón.
EL PRESO DE NUEVO LEÓN, CANCIÓN POPULAR

Capitán Gaspar Castaño de Sosa:


hombre de mucho corazón y ánimo,
portugués, fundador de Monterrey,
obediente y leal vasallo de su majestad,
nombrado teniente por Carvajal y de la Cueva;
ejemplar cristiano, explorador y conquistador
de Nuevo México,
condenado al destierro en Asia por cuestiones
de frontera.

Capitán Gaspar Castaño,


al tiempo de arribar los mensajeros
con el perdón del Consejo y una orden Real
para la devolución de tus tierras,
llega también la noticia de tu muerte, en el
Océano Índico.
En el exilio.

54
SAUDADE

a Gaspar Castaño de Sosa

Deseo navegar portugués


evocar en la mar del sur
un camino de Tierra Adentro.

55
THE DEAD HEART

Canto de los hombre de Ciudad Juárez-El Paso

Muere la raíz del fuego,


se apagan las llamas del venado,
el sol interrumpe su andar en la tierra
¿en qué parte del cielo te escondes, Abuelo
Peyote?

Mira en tu corazón,
hieren la pradera, agoniza el desierto,
ve rumbo al horizonte,
roban y mutilan piedras en la montaña;
Los tatuajes de la roca tienen
cerca y alambre de púas alrededor,
ya no giran los astros y mueren
los animales del monte, las aves.
Gente nueva come y viola
el cuerpo de nuestras mujeres,
queman y arrojan al aire de Irak
la osamenta de nuestros hijos.
Nada crece ya en el mundo,
nuestras huellas se pierden

56
en la sentencia del polvo;
esperanza, espejismos,
el corazón vive aquí, muerto.

Muere la raíz del fuego,


se apagan las llamas del venado,
el sol interrumpe su andar en la tierra,
¡en qué parte del cielo te escondes, Abuelo
Peyote!

57
GENTE DEL MEZQUITE

El párroco muestra el cáliz de su fe,


labrado en corazón de mezquite y cubierto
de oro:
“cuando le dije al obispo mi deseo,
una copa hecha de ese árbol,
pensé que se iba a negar,
pero incluso la bendijo:
es orgullo de la parroquia”,
afirma sonriente.

Río, suspiro y guardo silencio,


en la forma y rito del cáliz vive la sangre de
otro Dios,
corazón de un pueblo que palpita y reverdece
durante la sequía.
Gente del mezquite.

58
ALMAS FELICES

A cien kilómetros por hora


parto rumbo al sueño,
los árboles de mezquite acechan:
niños a punto de nacer cuelgan de sus ramas;
duelen caminos, labores, cercas,
tatuajes de mi gente-firmas del diablo,
ahora cicatrices en la piel de la tierra:
Ésta es hermanos, nuestra tierra ancha,
donde nada se detiene, donde todo pasa,
y el viento no duerme y el horizonte anda.

Caudillos de nación Tamaulipa


preparan vuelo, calientan motores,
rastreadores Venado
incendian el monte invernal,
guerreros Janambre cazan
en la ribera de manantiales secos,
niñas Juquialán bajan la montaña
rumbo al Valle del Pilón,
jóvenes Pamoranas dejan rastros
color lila, al pie de la cordillera,

59
Huachichiles entran a las casas
y liberan miles de pájaros,
resucitan del coraje y la ceniza
a sus abuelos Cadernales:
los de cabeza negra y colorada;
al arrullo de viejos Gavilán
carcajes de muerto recuperan su carne:
viven, danzan;
chamanes Canayno hacen fuego
con la puerta y cruz de una misión,
Cauramas retan nuestra mirada
en los ojos del hermano Coyote,
ancianas Cadima emboscan, en las grutas,
un olor a sangre fresca,
mujeres Icaura piden venganza
de sus cachorros, al viento frío:
Nosotros antes subiendo al monte,
bajando al llano,
comiendo harto y no teniendo miedo;
correr por todas partes como venado
y nunca morir con cuchillo ni con balazo.
Mi marido y mi hijo, morir;
otro mi marido también morir;
yo lo vi: tanta sangre, tanto susto, tanto llorar
y yo no poder sanar...

60
A setenta kilómetros por hora
llego a una encrucijada y vuelvo a la vigilia,
rumbo a la ciudad:
jóvenes Borrados tatuan su historia,
conjuros y batallas, en paredes y edificios,
adolescentes Lumbre flechan, al amanecer,
un sol con más de quinientos años,
cantores Paurake invocan mitotes a ritmo
de nuevas y viejas palabras:
Negu Gorria, Geurea dek garapiena
Negu Gorria la victoria es nuestra: es nuestra la
victoria
Ideia Zabaldu Ideia Zabaldu Ideia Zabaldu
Difundir la idea.

Iluminado por luz de la urbe


y a una velocidad de 30 kilómetros por hora,
sonrío:
por calles y avenidas los nietos del tambor y
el mezquite reverdecen,
a ritmo de caja santa y acordeón construyen
la ciudad,
conjuran la sequía:
vivirán cantando por los caminos
vagan en los vientos de su pasado,
viajan juntos sin tener destino

61
van eternamente parrandeando;
ay, los lleva el viento, los trae el viento,
los trae el viento acá, los lleva el viento allá,
los lleva el viento, los trae el viento.

62
MONTERREY

No encontrarás otro país ni otras playas


llevarás por doquier y a cuestas tu ciudad...
CAVAFIS

Recuerda los atardeceres


en que abrevaron fe mis ojos.
No olvides el paso a desnivel que asciende
rumbo a las estrellas
o lleva tu cuerpo al reino de los muertos.
Nunca olvides la multitud de sombras
naufragar en la calle, silenciosa, en agonía.
Evoca las nubes del crepúsculo
hacia el oeste, sobre el fin del mundo.
Recuerda esa voz anunciar, en la radio,
el más crudo invierno: una militancia
de piedras y rayos, de hachas.
Nunca olvides la Sierra Madre que nos parió
a imagen y semejanza de pueblos, dioses, el
mundo.
No olvides caminar lejos;
invoca en astros de la noche

63
el mirar de agua, los ojos de Lucía,
un viejo camino del cielo:
la huella en espiral.

64
EL CAMINO A CASA

65
66
ARIDOAMERIKANOS

Desaparecidos pero nunca olvidados.


Vivos se los llevaron vivos los queremos.

Lo recuerdo, teníamos frío.


A pesar del giro de las estaciones: de la tierra,
de los valles, de las montañas, del agua,
allí, en nuestro refugio, siempre tuvimos
frío.

De nada servían las palabras de nuestra madre


y hermanos,
el susurro del viento, el rumor del manantial,
el canto del ave.

Teníamos frío.

Se estremecían nuestros huesos con la


tormenta y bramaban,
cada rayo y cada trueno eran un suspiro, cada
lluvia era sangre del cielo y del mar.

67
Lo recuerdo, eran noches frías, estábamos
muertos.

¿Pero qué haces ahora hijo mío?

Sueño, madre, sueño que canto madre y tú


me preguntas en el sueño:
“¿Qué haces ahora hijo mío?”

¿Y qué dice la canción de tu sueño hijo mío?

Canto, madre, que tenía una casa y ahora no


tengo casa;
eso canto, madre, que tenía una voz, madre,
y una lengua
y ahora no tengo ni voz, ni lengua.

Con la voz que no tengo, en la lengua que


perdí, canto una canción,
madre, en una casa que ya no existe.

68
EDAD DEL HIELO

E l frío nos curte: limpia el cuerpo, los sentidos,


pule ese corazón de luz nativo de las regiones
vendaval.
El viento del norte quema:
prepara el envejecimiento prematuro de la
piel
y, a la vez, una larga vida.
El frío, el viento del norte, pasa a cuchillo,
cauteriza las heridas y nos hace olvidar el
dolor.
El viento boreal curte las entrañas de niños,
hombres y mujeres,
purifica las entrañas del cielo.

Nos curte, aunque tarde miles de años en


regresar, el frío.

69
PERMAFROST
a Yolanda, Inuit regia

Eres nieta de las mujeres que soñaron el


hielo,
ésas de Bering, las que cruzaron el espejo de
agua
en una barca de nieve...

Tu cuerpo cruza, en parpadeos, visiones,


la tierra de Altai: el vuelo del águila, el mugir
del caribú,
el temblor de tierra que precede al
mastodonte.

Tus madres bajaron del Norte, aquí te


engendraron
y siguieron rumbo al sur, a Karukinka, La
Tierra de Fuego.

Eres nieta de las mujeres que soñaron el mar,


éstas de Bering, las que cruzaron el espejo de
agua
en una balsa de hielo...

70
Llevas sol en las manos, tatuajes, dedos con
lumbre,
trazas espíritus de mamut y ciervo
en el viento norte, en el glaciar de la montaña.

Eres nieta de las mujeres que cruzaron el más


allá,
ésas de Bering, quienes derritieron el hielo
con sus huellas
y nunca encontraron el camino a casa.

71
COPOS DE NIEVE

Los inuit cuentan:


El hombre blanco es como el verano,
llega un par de meses,
luego se marcha
y el Ártico cubre sus huellas.

72
PANTERAS GLACIARES

para la Pantera, Kopito de nieve y Urulu

Q ue los cambios de clima acaben con espe-


cies enteras de plantas, espíritus, objetos y
animales, ocurre desde el principio de la tie-
rra; pero que una familia de seres altere el
relieve y paisaje de buena parte del mundo es
algo inconcebible, casi inexplicable.
Esto último sólo sucede con las panteras y
los hombres.

73
PANTERAS BALDUVIANAS

Las panteras, animales sin color en un tiem-


po de nieve, son de sangre caliente y suelen
cazar de noche, en los sueños de otras bes-
tias, incluidos los hombres. La penumbra y
la niebla son sus aliados, durante el día se
refugian en el sueño de la oscuridad: las
grutas.
En una región de montaña, las panteras
asolan la megafauna de los viejos tiempos:
mamuts y rinocerontes lanudos, venados
megaceros; crecen, se multiplican y la sangre
cálida de sus crías empieza a derretir las
nieves eternas. Pronto, las panteras Baldu-
vianas descienden a los valles y continua el
deshielo en las tierras bajas.
Al fin, sus huellas ardientes en las monta-
ñas heladas y en los valles derriten los
glaciares. Desafían al espectro blanco y el
mundo adquiere otra tonalidad: la huella de
las estaciones. Ven al sol de frente y se en-
cuentran con el día y la humanidad.

74
No pierden sus hábitos nocturnos, pero
ahora llevan un corazón de luz.

75
PANTERAS ALUVIALES

Las panteras aluviales bajan de la montaña


durante el último deshielo, lágrima de glaciar;
son como diosas pero no son diosas, porque
en estos tiempos de eras como suspiros las
siluetas de los dioses no se forman, todavía,
en las cavernas de la gente; sus pisadas levan-
tan fuego y el retumbar de su grito provoca
estremecimientos de nuestra madre, tem-
blores de tierra.
Una canción vieja dice que dos panteras
dormidas despertarán de su sueño, en los
últimos cubiles de las nieves eternas; su sim-
ple desperezarse creará lagunas antárticas e
inundaciones, y cuando se echen a andar, en
busca de los glaciares de tierra adentro, es-
pejismos, el agua de los polos opuestos inun-
dará las planicies, los valles.

76
PANTERAS ESTIVALES

Cuentan los niños, los viejos y los locos


que donde acaba la Sierra Madre hay un
cementerio de panteras glaciares.

Nada más poderoso sobre las fauces de la


tierra que las panteras del estío.
Jóvenes, merodean entre las islas que
habitaron los abuelos Taíno y se aparean en
el mar Caribe. Preñadas, el olor de la sangre,
en la nieve, les evoca el norte y a velocidad
asombrosa abandonan el mar rumbo a las
montañas del septentrión.
Se les escucha venir por los cañones de la
Sierra, a cientos de kilómetros de distancia,
en forma de un ronroneo que la gente sabe es
huella ineludible de tormenta. Tierra aden-
tro, las protegen nubes y rocas.
Su rastro es conocido: despiertan ser-
pientes venado y ojos de agua en los valles
o ciudades; también dejan estrellas de mar,
caracoles y peces multicolores en las ra-
mas altas de los árboles viejos. En ocasio-
nes, arcoiris gigantes las preceden.

77
A punto de parir, buscan las últimas cue-
vas de la cordillera madre o las pozas del
semidesierto. Sus camadas, apenas nacen y
abren los ojos, siguen las rutas de las corrien-
tes subterráneas que vuelven al mar; todavía
cachorras, desembocan en grutas submari-
nas e inmediatamente buscan las playas y
selvas de las tierras altas para jugar y crecer.
Jóvenes, merodean entre las islas que habita-
ron los abuelos Taíno.

78
CHAMANES, BRUJAS

B atalla cósmica
entre las hijas de la Madre África
y las hijas de Altai.
Viento y nieve contra tierra y fuego:
las nietas de la última migración
contra las nietas de la primera.
Las madres de la Tierra Nuestra
contra las madres de la humanidad.

79
SHELKNAM-ONAS

Apenas oscurece y arriba su crepitar,


los hermanos del sur no han muerto:
siglos de ganadería, hierro, cruz,
y retorna cada noche la gente
a Karukinká Tierra de Fuego.

80
CRUCE DE CAMINOS

81
82
MENSAJE

Paramartha

Si deseas estar a nuestro lado


y no estoy cerca, búscame:
en las noches de viento,
en la sombra nocturna de un árbol,
en el rayo de luna;
al crepúsculo, en las nubes,
en esos días que vuelve un mar
a nuestra tierra, en la militancia recreativa.

Nos encontrarás:
en el juego de un niño,
en el vuelo y canto de los pájaros,
en la sirena de las fábricas,
al ver la Sierra Madre Oriental,
en el volver de la floresta,
en una canción o un mendigo.

Búscame:
en la basura que gira por las calles,
en las tardes que aborta el sol,

83
en los cantos a capela y el slam,
en el cielo y las piedras.

Acompáñanos:
cuando la lluvia teje la humedad del mundo,
en la risa y paso de los duendes,
a la hora del dios Pan;
en los alaridos del viento norte.
Me hallarás.

Siempre estaremos cerca de ti,


en los alrededores, en el mundo ancho y
hermoso,
en el palpitar de tu montaña de luz.

84
HOGUERAS, VELADORAS

a M. L. G.

Al vernos tristes, cansados,


nuestros padres encienden fuego y
en la llanura del mundo, cenit de la noche:
surgen astros, centellas.

Nos guían viejos Lumbre, en la planicie,


en la tempestad.
Su luz es derrotero.

85
FLN (FUERZAS DE LIBERACIÓN
NACIONAL)

Son gente buena, quieren comerse a la


montaña,
pero la sierra los devora enteros;
luego escupe a unos cuantos y vuelven al
mundo,
a las ciudades de la llanura.

Son los mismos en otro cuero:


los muertos de siempre,
los desaparecidos y nunca olvidados,
los hijos de una historia de sombras.

Soldados y policías les cazan de noche


porque los delata su corazón de luz.

86
INICIO DEL OTOÑO

E ra otra vez el sol alegre y enfermo


las visiones tristes del mar
el retorno de barcas y lluvia.

Era otra vez el fin de la ceniza


junto al revivir del árbol,
el columpio del tiempo;
la risa tranquila de niños al caer la noche.

Volvió a brillar Selene, volvió a brillar Selene,


dice el viento, en las hojas de los árboles.

Me recuerdo feliz en esa temporada,


con la fe de quien ve su muerte
en sueños
y no reprocha cosas a la vida.

Otro paisaje, otros paisajes


tormenta, frutas, arco iris;
el último suspiro de agosto,
la inminencia de octubre

87
y el vuelo de pájaros
a las entrañas de la Tierra.
A nuestros cielos interiores.

88
NIÑA OJOS DE TORMENTA

Te recuerdo saltando los charcos


Sobre un arco iris viajando feliz
Dibujando mapas estelares en la arena
Y esperando
La tristeza en la estación.
ARTURO MEZA

Pasa el tiempo, como equilibrista


en la cuerda floja del horizonte,
un centinela cambia el viaje del tren
y lo descarrila hacia el infinito,
sin adiós ni bienvenida muere la estación
e invocamos el retorno de sus furgones
desde las ventanas abiertas.

II

Una caricia en el pelo húmedo y el cuello


enciende las máquinas de vapor,
las mueve a otras rutas, otros viajes;
tú subes a uno de esos trenes

89
y casi al partir recuerdas la espera.
Besas, abrazas al vigía.

III

El centinela no alcanza tus labios


y le desborda oler su temblor,
el nido de sus profundidades;
el guardavías marca un rumbo
de piedras, rayos y hachas estridentes
en que mude su piel de hierro el tren de la
vida
y abandones para siempre la estación.

90
MUJER
para Alicia

¿R ecuerdas?, suenan a rebato las campanas


en la iglesia de Hualahuises,
alabanzas inundan el aire de la villa
y el ritmo del tambor acaricia los linderos de
la Sierra,
donde una vez hasta las piedras danzaron:
con otros hombres, otros fuegos, otros dioses.

¿Recuerdas?
Niños y jóvenes a los que no dispersa el
tiempo
bailan a la virgen, al gigante,
igual que los abuelos de sus abuelos
le danzaron y gritaron a una cabeza de venado;
por lo mismo: placer, lluvia, devoción.

¿Recuerdas?
Los viejos miran aún hacia el reliz de la Peña
Colorada,
aguardan el retorno de Naporán y Juan José
Lumbre,
el despertar de los gigantes dormidos.

91
¿Recuerdas?
Esa lluvia de abril que humedece versos,
versos en los cuales evoco a otras como tú
que atizan el fuego de la historia:
hogueras de trabajos y días heredados a los
otros.

Es bueno lo recuerdes,
de alguna manera bella, primitiva, estás aquí.

92
VALKIRIA

a las mujeres pelirrojas del delta


del Río Bravo

A ún bajo lluvia fría


tu pelo incendia el páramo;
desafía el invierno, al Ragnarok.

Cruzar la carretera no engaña a nadie,


vas al palacio de Odín;
excitas a los guerreros vivos,
a los héroes muertos.

El trueno de un Mercedez
anuncia tu viaje rumbo al norte
y, a falta de runas, escribo...

93
CROSSROAD

Viajamos rumbo norte a gran velocidad...


la cordillera desfigura en sangre la cara del
sol.

A medio camino de la carretera y el horizonte


gira un papalote de aire y la rosa de los
vientos
enfila el autobús rumbo al Ponto.

Los últimos rayos intentan dibujar


a la Santísima Trinidad en la montaña,
pero es inútil, no hay Dios, acaso el giro
luminoso
de los astros.

Vira el autobús y a la cordillera se la lleva el


tiempo,
veo y no veo estos paisajes;
siento un viaje, quizás la muerte.

94
De nuevo el sol,
su faz tatuada en agonía gesta una cicatriz de
lumbre
en el rostro de mi pueblo,
alaridos ¡viento del norte! alaridos.
Es todo un invierno el que se va.

Marzo 17, 1995

95
FISH EYE LENT

Gotas de lluvia salpican


el ojo de la tarde,
fotografías, parpadeos.

96
SOL DE AGUA/ROAD MOVIE

L lueve,
el astro revela
una película del mundo
en el rodaje de la carretera.

97
MADRUGADA

Un niño llora en la noche...


El mundo para de girar,
los mares se desbordan
y las carreteras enfilan rumbo al espacio;
hay barcos náufragos en el desierto
y autobuses calcinados más allá
de la atmósfera terrestre.

Un niño llora en la noche...

98
ÚLTIMA ESTACIÓN

¿Quiénes incendiarán las naves


más allá de la atmósfera terrestre?
¿Quiénes serán los fenicios, los vikingos,
los portugueses del espacio?
¿Qué humanidad circunnavegará el cosmos?
¿Cuáles serán las especias y metales?
¿Quiénes serán los próximos esclavos?
¿Nacieron ya las madres que verán partir
a sus hijos más allá del calor de nuestro sol?
a los fríos estelares.

99
SAETA

L lueve,
la columna vertebral de una mujer
se clava en la puerta de la tarde
y la incendia.

100
ÍNDICE

LA SANTA MUERTE
ROSA DE LOS VIENTOS ..................................... 7
CRÓNICA ....................................................... 9
AMANECE .................................................... 10
ASKATAZUNA .............................................. 11
LOS ÚLTIMOS CANTOS ENTRISTECEN .............. 12
VIGILIA ........................................................ 13
TODOS TUS MUERTOS .................................... 14
SEMBLANZA DEL PAURAKE ........................... 15
THE BORDER LINE ......................................... 16

ESTÍO
RESURRECCIÓN ............................................. 19
RING OF FIRE ............................................... 20
VERANO ....................................................... 21
FUNCIÓN ...................................................... 23
PÁJAROS DE SOL ........................................... 24
MUJER LUMBRE ............................................ 25
SOLARES ...................................................... 28

101
ARIDOAMÉRIKA
ARIDOAMÉRIKA ............................................. 37
[LAS VIEJAS TRIBUS CUIDARON DE LILA] .......... 49
LA FAMILIA DEL HOMBRE ............................... 51
¿RECUERDAS, HERMANO? .............................. 52
RELACIÓN ..................................................... 54
SAUDADE ...................................................... 55
THE DEAD HEART .......................................... 56
GENTE DEL MEZQUITE .................................... 58
ALMAS FELICES .............................................. 59
MONTERREY .................................................. 63

EL CAMINO A CASA
ARIDOAMERIKANOS ....................................... 67
EDAD DEL HIELO ........................................... 69
PERMAFROST ................................................. 70
COPOS DE NIEVE ............................................ 72
PANTERAS GLACIARES .................................... 73
PANTERAS BALDUVIANAS .............................. 74
PANTERAS ALUVIALES ................................... 76
PANTERAS ESTIVALES .................................... 77
CHAMANES, BRUJAS ....................................... 79
SHELKNAM-ONAS ......................................... 80
CRUCE DE CAMINOS
MENSAJE ...................................................... 83
HOGUERAS, VELADORAS ............................... 85
FLN (FUERZAS DE LIBERACIÓN NACIONAL) . 86
INICIO DEL OTOÑO ........................................ 87
NIÑA OJOS DE TORMENTA ............................. 89
MUJER ......................................................... 91
VALKIRIA ..................................................... 93
CROSSROAD ................................................. 94
FISH EYE LENT .............................................. 96
SOL DE AGUA/ROAD MOVIE ........................ 97
MADRUGADA ............................................... 98
ÚLTIMA ESTACIÓN ........................................ 99
SAETA ........................................................ 100
Cristóbal López: Bitácora de astros y pedernal
Edición y diseño: Alfredo Herrera Patiño
Cuidado de edición: Claudia Pacheco
Composición tipográfica: Alma Delia Hernández Priego
Corrección: Homero Quezada Pacheco
Carolina Zazueta Galván
Tipografía: 11:14 Palatino
Negativos: Arte Digital
Madrid 79,
col. Cerro de la Estrella
Iztapalapa, C.P. 09860
Impresión: Impresora Gráfica Publicitaria
Enrique Rebsamen 22,
col. Piedad Narvarte, C.P. 03020
Encuadernación: Murguía Impresos
Doctor Vertiz 113, local B
col. Doctores
Tiraje: 600 ejemplares
Edición: 1a, septiembre de 2003
Colección: Los ojos del secreto, 22

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