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LA REVOLUCIÓN DE LOS IRMANDIÑOS

Normalmente, este periodo de la historia de Galicia se suele denominar la


revuelta de los irmandiños. Considero incorrecto llamar a este proceso revuelta, debido
a que demostró una extraordinaria madurez en su evolución, tal como veremos más
adelante, con un proyecto revolucionario claro que sustituía las relaciones feudales
ultra-violentas propias del más reciente pasado: bajo mi punto de vista, es una auténtica
revolución.

Bajo el nombre de irmandiños se conocen tres procesos revolucionarios que se


formaron alrededor de una institución conocida como la “Santa Irmandade Do Reino
de Galicia”, reflejo de otras hermandades castellanas, e incluso de las germanías
levantinas. Estos acaecieron en 1431, 1451 y 1467. Será a este último al que me refiero
en este capítulo debido a su mayor proximidad en el tiempo y a que fue el que cosechó
más éxitos: con razón es llamada la gran guerra irmandiña. En relación al término
guerra, habría que señalar que el profesor Barros considera que es incorrecta1; según su
punto de vista, esto implica que serían los irmandiños los causantes del conflicto,
incoherente con su mentalidad justiciera2.

Si se compara el episodio de los irmandiños con los comuneros o las germanías,


este de los irmandiños es el más cercano a la Edad Media, no sólo cronológicamente
sino debido a que su característica principal es ser una lucha antiseñorial. Si bien se
acerca a la Edad Moderna en algunos aspectos ideológicos, las ciudades no tendrán ese
papel determinante que si conocerán en las otras dos revoluciones.

El conflicto de los irmandiños conoce dos escenarios: por una parte, las tierras
de los propietarios, donde las revueltas señoriales ya eran una constante en Galicia; por
otra parte, el campo abierto, una vez ya formada la hermandad que se enfrentará
militarmente a los señores feudales. Sin embargo, en este momento hay un vacío de
poder, consecuencia de la primera guerra civil castellana, comenzada en 1465. Será
alrededor de estas fechas cuando los levantamientos anti-señoriales gallegos se
encuadren dentro de los irmandiños, si bien conocerán su auge a partir de su
reconocimiento en 1467.

Antecedentes: los campesinos no podían resistir los agravios

Las fuentes apuntan a que la nobleza gallega, ya desde el siglo anterior, era
totalmente incapaz de gobernar sin hacer uso desmesurado de la violencia. El profesor
Barros afirma que “la revolución irmandiña es la consecuencia del fracaso irreversible
de una clase dirigente”. Las tensiones habían ido aumentando durante un siglo, y será
el vacío de poder el que propiciará el alzamiento de los irmandiños, su oportunidad
política.

A pesar de que esta fue la raíz del problema, podemos señalar otras causas por
las que se desarrolló de este modo. La formación de la institución de los irmandiños era
una demanda común, debido a que ya desde 1464 funcionaban en el resto de la Corona.

1
BARROS, C. “Lo que sabemos de los Irmandiños”
2
Desde mi punto de vista, esto no resulta incorrecto: en la guerra de las Comunidades, estas pretendían
ser la salvaguarda de los derechos, nunca las responsables de un enfrentamiento con la autoridad real.
El rey Enrique, temeroso de que pudieran convertirse en milicias pro-alfonsinas, decidió
retrasar lo más posible su formación.

La vieja y laica nobleza gallega, representado por figuras como los Condes de
Benavente, Pimentel y Lemos, decidió apoyarse en el candidato Alfonso. El estallido de
nuevas revueltas antiseñoriales, y que las ciudades se pusieran del bloque de Enrique,
parece que ayudó a la decisión de Enrique de autorizar la formación de la hermandad
Gallega. Por otra parte, este apoyo a Enrique debe de ser entendido como un intento de
legitimación de la revuelta; en aquel estado de las cosas, el monarca no podía tener
autoridad práctica en el reino.

La violencia feudal fue tan extrema que también se dirigió contra la Iglesia,
principalmente los monasterios. Esto significó el apoyo casi unánime de la Iglesia
gallega a los irmandiños, salvo algunas excepciones, tales como el arzobispo de
Santiago, Fonseca. La posición fue aún más favorable cuando los irmandiños
devolvieron a la Iglesia bienes incautados por los señores feudales, circunstancia
excepcional.

La revolución irmandiña y los que la hicieron

En el segundo mes de 1467 se convoca la Xunta de Melide, en la que, aún


participando caballeros, se acuerda que las fortalezas han de cederse a la hermandad.
Ante la lógica negativa de algunos y tras unos meses de institucionalización, se derriba
el 25 de Abril el Castillo Ramiro, punto de empiece para los irmandiños. A partir de
aquí se sucedió una oleada de violencia en la que se tomaron muchas fortalezas por la
fuerza.

A partir de este momento, la Xunta pasó a tener plenos poderes, todo ello bajo el
liderazgo nominal del rey. Aunque nunca desapareció la presencia del regidor, este en la
práctica carecía de poderes. Se llegó a convocar cinco en el periodo 1467-1469,
mientras los Irmandiños tuvieron gobierno efectivo del país.

Los revolucionarios eran de baja extracción social, destacando campesinos y


pescadores. Incluso en la propia Santa Hermandad, compuesta por ciento cincuenta
individuos, destaca la presencia de miembros del Tercer Estado. La burguesía y la
hidalguía (todavía no enfrentadas) co-dirigieron la marcha política de los irmandiños.

Si bien todos los conflictos que señalo buscan su legitimación en la figura del
monarca (ya sea Enrique, Juana, o el Encubierto), destaca la idea de justicia de los
irmandiños3, la cual podemos encontrar en los archivos judiciales posteriores. En
general, los revolucionarios no pretenden un cambio sino (y quizá este es el único
argumento para negar su carácter revolucionario) devolver las cosas a su estado
original. Evidentemente, a nivel individual cada revolucionario buscaría sus propios
objetivos, igual que a nivel de grupo social; la radicalización de las capas sociales
inferiores ocasionaría que burgueses e hidalgos se separaran paulatinamente de los
irmandiños.

Ocaso, represión y testigos


3
Probablemente esto sea un error, y lo realmente destacable es la idealización de los mismos por un tenue
nacionalismo autonómico.
En 1469, los señores feudales penetran por los tres frentes terrestres (Sur,
Sureste y Este) en Galicia, acorralando a los irmandiños. En campo abierto vencen sin
ningún problema, pero las ciudades resisten: no sólo habían obtenido grandes
beneficios, sino que su capacidad de resistencia era mucho mayor frente a la alta
nobleza. La nobleza se valió de pactos para someter a estas ciudades, si bien se darían
largos episodios de violencia, tanto de insurrección como de represión, durante la
década de 1470.

En lo que se refiere a la represión, no es aceptada por Barros4 aunque sí por


Ruíz, si bien este último no prueba la misma, sino que se basa en la constante histórica
acción-represión. Parece más coherente la posición de Barros, que argumenta la
imposibilidad de una actitud punitiva debido a que, en cuanto volvieron a Galicia, los
señores reanudaron la guerra feudal entre sí.

Tras el conflicto, no se reanudó la excesiva violencia contra los campesinos,


incluso aquella en abstracto5. Es más, con la Audiencia de Galicia de 1480, se
comenzaron a restringir los mismos, acomodándose a la situación del resto de Castilla.

Seis décadas después daría comienzo un juicio que a menudo sirve como fuente
para la interpretación del fenómeno de los irmandiños. 204 testigos dan declaración, y
una gran mayoría se muestra a favor de la obra constituyente de los irmandiños. Sin
duda, este dato constata la tesis de que, antes que revuelta, los irmandiños hicieron una
verdadera revolución.

4
BARROS, C. “Lo que sabemos de los Irmandiños”
5
Me refiero, principalmente, a la opresión económica.

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