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DOMÍNGUEZ
• ****
•
ASI
ESCRIBÍA
UN
LINYERA
DE
ALMA
* * * * *
2008 - 2 0 0 9
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2
Desde que el “linyera de alma” adquirió identidad en el
mundo Gutenberg allá por 2004 y, por lo tanto, empezó a
compartir de manera consciente y voluntaria su interioridad
con quien quisiera aceptar su compañía y sus mates
virtuales, sus reflexiones dejaron de ser monólogos para
empezar a ser diálogos.
http://linyera.blog.terra.com.ar
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diario de un linyera de alma
28.08.08
Hace unos días cumplí 80 años. No es poco. Ni es demasiado. La decisión de lo que debe
durar eso que llamamos nuestra vida, que, después de todo, no es tan nuestra como parec; no la
determinamos nosortros. ¿Quién lo determina? Si lo supiera, trataría de entrar en alguna
negociación con ese tal para llegar a algún acuerdo.
En esa ignorancia e incapacidad he aprendido a dejarme llevar por la vida como uno de los
viejos linyeras de nuestras pampas que eran llevados por los trenes de carga. La mayoría de las
veces sin preguntar por el destino.
Hace unos pocos años, afectado por una discapacidad con relación a la movilidad, en ratos de
ocio, me puse a echar una larga mirada hacia atrás sobre las vías recorridas, y garabateé algo
que di en llamar "PALABRAS MARCADAS. Diario de un linyera de alma". Ya numerosos
amigos y conocidos y ocasionales congéneres encontrados al paso han leído esas páginas y
muchos me han devuelto su simpatía.
Hoy me decidí, no sé si insensatamente, a usar este nuevo tipo de papel que nos ofrecen los
nuevos tiempos con un alcance realmente insospechado.
¿Riesgo? ¿Posibilidad distinta? Lo que sea. Aquí van estas ondas del "linyera de alma"...
Antes e arrancar una página de memorias ya impresas, el linyera adelanta estas reflxiones que
se le tiraron encima hace unos días....
eighty´s a lot...
eighty´s something...
eighty´s nothing...
grey days...
red-hot days...
golden days...
painful hours...
pleasant hours...
orgiastic hours...
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never teaching...
seldom idling...
always learning...
sharing mind...
sharing mind and soul...
sharing mind and soul and heart...
forgotten rationality...
lost passions...
abiding innocence...
ochenta es un montón...
ochenta es algo...
ochenta es nada...
días grises...
días al rojo vivo...
días dorados
horas penosas...
horas placenteras...
horas de orgía...
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nunca enseñando...
raramente holgazaneando...
siempre aprendiendo...
compartiendo la mente...
compartiendo la mente y el alma,,,
compartiendo la mente, el alma y el corazón...
olvidada la racionalidad...
perdidas las pasiones...
duradera inocencia...
adelanto
30.08.08
El linyera tenía el propósito inicial de ir arrancando, al voleo, algunas páginas de las que ya
andan vagando por ahí, encuadernadas y numeradas, presas entre dos tapas, y concederles un
mayor grado de libertad. Hoy, sin embargo, como queriendo devorar un tiempo que se le escapa,
tomó un montón de palabras que todavía no cayeron en las manos de Gutenberg, y las tira, sin
pudor alguno, al ciberespacio.
Tiene guardados, apilados sin orden, otro montón de recuerdos, atados misteriosamente cada
uno a un sentimiento particular, a un lugar particular y a una canción particular. Son una serie de
evocaciones que, a falta de un nombre mejor, se llaman “extrañas tríadas”.
Aquí va el primer fruto de este nuevo alumbramiento múltiple.
¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad! Así cantaba de chico en las fiestas escolares. Tanto lo repetí
que el desgaste producido por el tiempo y el uso (o el abuso) ha ido borrando el sentido
profundo de esa palabra. Hoy está casi eliminado, o totalmente eliminado en mí el sentido más
racional de la palabra. Pero no, ese sentimiento inefable que está, por el contrario, arraigado
cada vez más hondamente. ¡Mi libertad! Esa libertad que soñé alguna vez a los diez años
cuando me sentía el “capitán pirata” de Espronceda, cantando alegre en la popa “¿Qué es mi
Dios? La libertad”
Pero en el mundo de las palabras es otra cosa. Cuando me dicen “durazno” o “cacerola” todo
es muy claro. Podré tener alguna duda en cuanto al color, al tamaño, al toque de sabor, al punto
de sazón, a la variedad de un durazno o a la forma y el material de una cacerola, .... Pero un
durazno es un durazno. Una cacerola es una cacerola. Lo mismo me pasa cuando me dicen
“silla” o “perro” o “nariz”. Cuando, en cambio, me hablan de “libertad” ya es algo distinto. Si
me quieren explicar lo que significa libertad, se me acumulan palabras sobre palabras y
seguimos estando en el mismo mundo de abstracciones sobre abstracciones y, por lo tanto,
convenciones sobre convenciones. Cada uno entiende lo que quiere. Aparte de que en lo que se
da en llamar sistemas filosóficos es casi imposible encontrar coincidencias realmente profundas
en la trama de sus laberintos verbales.
Si me dan ejemplos de libertad, como suelen hacer los diccionarios, me presentan
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generalmente los aspectos negativos: no ser esclavo, no tener ataduras ni cadenas, no estar en
una jaula. Pero el problema es que hay muchas clases de esclavitud, muchas clases de cadenas,
muchas clases de jaulas. Algunas se ven. Otras son invisibles o casi invisibles. Como no
experimenté la mayoría de esas situaciones no las puedo comprender del todo. Me dicen, por
ejemplo, que la liebre se siente libre. ¡Pero yo nunca fui liebre!
“El hombre ha nacido libre”, había leído años atrás en el Contrato Social. Yo no lo sentía tan
así. Tenía limitaciones artificiales por todos los costados. Para que una palabra tan abstracta
tenga sentido para mí necesito sentirla. No me basta con asociarla o contextualizarla. Eso queda
en ilusorios castillos verbales. Tengo que sentirla. Sí, sentirla. Experimentarla. Y eso no puede
proceder de un propósito o una intención. Eso, simplemente, alguna vez puede darse porque sí.
O nunca..
Libertad en estado puro.. Sin obligaciones a la vista. Lejos de los lugares habituales. Avenida
principal en San Bernardo. Media mañana. Verano. Discreta cantidad de gente. Aire diáfano.
Temperatura agradable. Sin recuerdos pesados. Sin proyectos inquietantes. Sin nube alguna en
el horizonte, ni climática ni cerebral. Tal vez no se dé esto demasiado a menudo. Pero alguna
vez se da. ¿Cuándo? Cuando uno menos lo espera. Si se planifica, no llega. Siempre hay
ataduras.
Andábamos ese día, Guillermo y yo, en nuestras bicicletas de carrera. Habíamos recorrido
largos y trabajosos kilómetros, en más de una jornada, durmiendo al aire libre, bajo las estrellas
y bajo las benévolas ramas de algún árbol generoso a la orilla del camino. A ser posible siempre
elegíamos caminos de tierra, para andar más tranquilos, sin más compañeros que el polvo y
algunos mosquitos. A Guillermo le encantaban los caminos con numerosas curvas porque, decía,
se imaginaba estar recorriendo muslos de mujer.
En la atmósfera diáfana resonaba sin cesar, desde el aturdidor parlante de una disquería,
“...con tu traje de malaquita...” . Esa palabra, entonces nueva para mí, se me fue metiendo una y
otra vez, mucho más adentro a través de la pared de los órganos auditivos. Anduvimos, ida y
vuelta, por las mismas escasas cuadras, y siempre la misma música: “Manuelita, Manuelita,
Manuelita ¿dónde vas?... y tu paso tan audaz...” Un largo rato...
Una sensación verdaderamente muy rara, nunca experimentada. Al menos, con tanta plenitud
de conciencia. Una sensación de ser yo. En posesión plena de eso que con tan variados sentidos
denominan identidad. Infancia, juventud, vejez, todo vivido en un instante, con un fulgor
irrepetible. ¿Habrá que haber transitado experiencias duras y amargas para poder disfrutar ese
momento? No lo sé. Pero si sirvieron para poder disfrutar ese elixir de vida, bien valió la pena
pasarlas.
Hoy me nombran San Bernardo y empieza a resonar en mi mente “...con tu traje de
malaquita” y respiro un aire nuevo, de libertad absoluta... Oigo “Manuelita” y me imagino estar
en San Bernardo en mi bici naranja, inspirando profundamente las brisas más limpias que he
conocido jamás. Me encuentro al aire libre en una mañana de tibio sol en cualquier parte del
planeta con las caricias del aire fresco y me siento montado en mi “trueno naranja” por la
avenida principal de San Bernardo, escuchando la canción de María Elena Walsh... Un nudo
imposible de desatar. Y ¿para qué desatarlo?
mi primer encuentro
31.08.08
Fue mi primer contacto con esos extraños personajes que un día elegí como representación de
mí mismo y con los que me siento profundamente identificado. Ellos fueron y son reales. Yo
solo lo soy de alma.
Fue allá en mi pueblo natal, El Triunfo, que entonces era muy joven y el año que viene será
centenario, en la línea del viejo Ferrocarril Oeste y sobre la vieja zanja de Alsina.
DURMIENTE
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- ¿Hasta dónde vamos?
- Hasta que nos cansemos
- ¿Hasta la señal, abuelo?
- Y más también. Si cruzamos el paso a nivel, seguimos otro poco
- ¿Dónde terminan las vías?
- Uh...lejísimos...Al final está Buenos Aires...
- ¿Vos viniste de allá? ¿Es grande?
- Inmensa...
- ¿Para qué ponen estas maderas debajo de las vías?
- Para que queden bien sujetas....Se llaman durmientes. Así el tren corre suave.
- ¡Qué nombre le pusieron!
- Están ahí quietitos, como dormidos...
- Durmientes, dijiste. No me voy a olvidar nunca. ¿De dónde los sacan?
- De un árbol de madera muy dura, el quebracho...
- ¿Te vas a quedar mucho tiempo con nosotros? Así volvemos otras veces a
caminar por las vías pisando los durmientes.
- Me voy a quedar unos días más....La semana que viene vuelvo a mi casa en
Buenos Aires.
Era 1933... marzo... Por suerte, todavía sin escuela... El linyerita era libre como los pájaros y
las mariposas...
Un ruido extraño de repente... La señal se puso hacia abajo...
01 09.08
En una caja muy vieja con postales de años idos el linyera encontró una vez la que describe a
continuación:
ETIQUETAS
Una postal rara. Llena de papelitos. Nada más que papelitos. De todas formas. Y de todos
colores. Desparramados. A pesar de la tonalidad sepia generalizada que han tomado, se advierte
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que originalmente eran de colores diversos. Tal vez muy vistosos. Mirando bien, los reconozco
como etiquetas. Otros las llaman marbetes o rótulos o cédulas. Según leo en algún diccionario
son marcas o señales que se colocan en un objeto o una mercancía para identificación,
valoración o clasificación. Son prácticas para realizar intercammbios
Sigo hojeando el diccionario y veo que también una etiqueta puede ser una “calificación
identificadora de una... significación, ideológica, etc.”... Sobre todo en mis años de estudio de
filosofía empecé a caer en la cuenta de que eso era nada más que como ir coleccionando
etiquetas. Las recibía entonces con cierta indiferencia y las iba almacenando. Un
entretenimiento, a veces, era arrojarlas sobre una mesa y volverlas a guardar en otro orden.
Armé así miles de rompecabezas. Poco a poco advertí que muchas de las cosas que tenía
atesoradas en la mente creyendo que eran conocimientos eran nada más que etiquetas . El
caudal de mi colección fue aumentando. No solo en las aulas. Hoy, con los medios masivos de
comunicación el bombardeo de etiquetas es prácticamente constante e incontenible. Pero ya
tengo armado un escudo eficiente y allí rebotan
De acuerdo con mi experiencia en aquellos años juveniles , según se las considerara, podían
ser útiles, podían ser inútiles y podían ser dañinas. Eran útiles casi exclusivamente para cuando
tenía que rendir exámenes. Era cuestión de sacar la etiqueta adecuada en el momento adecuado.
Me resultaron inútiles cuando quise entender un poco la realidad que me rodeaba. Nadie ni nada
cabía en una etiqueta ni en ninguna combinación de etiquetas. Y me resultaron dañinas cuando
me quise ver a mí mismo a través de ellas.
Cuando comenzó este linyera, en forma cada vez más consciente, su marcha errática por los
los senderos de la mente y los rieles de la vida, hasta reencontrarse, en la medida de lo posible,
con su instinto original, más simple y auténtico, fue agarrando cada una de esas etiquetas,
partiéndolas en pedacitos y arrojándolas al viento. Centenares, miles, todas las que tenía a su
alcance. Así pudo vivir, paulatinamente, cada vez con más libertad de espíritu y, por lo tanto,
con más felicidad. Misteriosamente esa montaña de papelitos rotos, negándose tercamente a
morir, se reconstituyeron y quedaron arrinconados en esta postal. Allí están, ahora
inofensivos, pero allí están.
neruda y el linyera
02.09..08
Los vaivenes de la vida lo fueron progresivamente encerrando al linyera más y más en sí
mismo. Como en una cápsula, o una burbuja. Las historias de sus semejantes, individuales o
colectivas, las veía desfilar solo con los ojos de un observador si no indiferente, al menos no
participativo. . Con todo, de vez en cuando, ha surgido en él algún chispazo y hasta una hoguera
de emotivo interés por las cosas de esta tierra y sobre todo, como es lógico, de su tierra chica y
de su tierra grande.
Quizás nunca encontró un canal lo suficientemente convincente y confiable como para
involucrarse. Pero algunas brasas de vez en cuando se avivan. ¿Solo deseos? Hace un año
participó, virtualmente, de una recordación del Canto General de Pablo Neruda, organizada por
Isla Negra. El linyera tomó unas líneas del monumental Canto y las comentó a su manera.
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palabra aún no nacida de mi boca.
............................
Y nacerá de nuevo esta palabra,
tal vez en otro tiempo sin dolores,
sin las impuras hebras que adhirieron
negras vegetaciones en mi canto
.........................
Dejo mis viejos libros, recogidos
en rincones del mundo, venerados
en su tipografía majestuosa,
a los nuevos poetas de América,
a los que un día
hilarán en el ronco telar interrumpido
las significaciones de mañana.”
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mateando a solas
03.09.08
Al linyera le encantaría estar en una gran rueda matera con todos los amigos, que por este y
otros medios, le hacen llegar su aliento para continuar en esta “empresa” de deshojar sus por
demás ordinarios recuerdos e impresiones. en este “extra time” de su existencia. Las ruedas de
mate “virtuales” no son lo mismo. ¡Es tan lindo compartr el mate con alguien! Pero a veces
también es muy lindo tener al mate como compañía cuando se está solo.
Matear... Sin escenario... Sin compañía... Solos la pava, el mate, la yerba, la bombilla y yo...
Un sorbo, un recuerdo...
Un sorbo, un deseo...
Un sorbo, un viaje por tierras lejanas...
Un sorbo, una búsqueda en el vacío...
Un sorbo, una decisión repentina...
Un sorbo, una sonrisa amiga...
Un sorbo, ruido de metralla...
Un sorbo, la mirada del perro amigo...
Un sorbo, una lágrima agridulce...
Un sorbo, una ronda invisible de amigos...
Un sorbo, una caricia de la brisa...
Un sorbo, unos aullidos feroces...
Un sorbo, una mano agradecida...
Un sorbo, un adiós...
Un sorbo, una visita fugaz a los seres queridos...
Un sorbo, en intimidad con la mujer querida...
Un sorbo, un beso prolongado...
Un sorbo, un mundo de canciones románticas...
Un sorbo, una luna plena de luz melancólica...
Un sorbo, un sol de fuego esperanzado...
Un sorbo, una risotada áspera de vino tinto...
Un sorbo, un vacío de ausencias...
Un sorbo, y otro, y otro, y otro más y....
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bicho importante
04.09.09
Una amiga accedió el otro día al blog y me hiszo esta pregunta: “¿El linyera no se cansa de
ser hombre?” Me confesó que estaba meditando los versos de Neruda que cito más abajo.
Los releí y los volví a releer... Y le contesto: “Tal vez por eso se hizo linyera de alma.” Mucho
antes, alguna vez, allá en otros tiempos, al linyera le había parecido poco ser un “ser humano”.
Quería ser un cuasi-ángel, casi divino. ¡Locura total! Siendo un pibe, se encaminó a la vida
religiosa en el sacerdocio. Lo pagó muy caro en angustias profundas y otras yerbas al ver que
esa meta era solo un frustrante espejismo. No explico aquí los motivos por los que no le fue ni
dácil ni rápido liberarse de esa “prisión” Nada más que soledad interior y, al menos para él, un
entorno, en el mejor de los casos, sin sentido alguno. Para su bien, se hizo linyera de alma.
Paradójicamente salió a buscar esas cosas banales de todos los días que lo cansaban a Pablo.
pero que él no conocía. Todo le resultaba novedoso y atractivo en la vida “real” al sentirse en
libertad. Muy especialmente esas “pequeñas cosas”, tan novedosas para él. Era como haber
salido de un campo de concentración.
Tardíamente encontró algo más que no había conocido. Una mujer que lo acompañara en el
resto del camino. Y, con ella, el tramo siguiente de la existencia se le hizo no solo llevadero sino
hasta muy feliz, aun sin saber con precisión adonde va. La ignorancia asumida es la fuente de su
felicidad. Marchar, solo marchar. siempre marchar... cantando...
Tras los versos de Pablo, añado estas reflexiones del linyera que encontré en EN TONOS
SEPIA, unas páginas aún inéditas, de las que extraje esa viñeta .
Walking Around
Sucede que me canso de ser hombre.
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
Navegando en un agua de origen y ceniza.
El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.
Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.
Sin embargo sería delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.
Sería bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de frío
No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sueño,
hacia abajo, en las tapias mojadas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.
No quiero para mí tantas desgracias.
No quiero continuar de raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos
ateridos, muriéndome de pena.
Por eso el día lunes arde como el petróleo
cuando me ve llegar con mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
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y da pasos de sangre caliente hacia la noche.
Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas,
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas zapaterías con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas.
Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos
colgando de las puertas de las casas que odio,
hay dentaduras olvidadas en una cafetera,
hay espejos
que debieran haber llorado de vergüenza y espanto,
hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.
Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran
lentas lágrimas sucias.
PABLO NERUDA
Bicho importante
Hay cosas muy simples que me llevó mucho tiempo llegar a entender. Cuanto más simples,
más tiempo debió transcurrir. Años y años. Ya viví lo bastante como para darme cuenta de
algunas de ellas. Cosas difíciles las aprendí bastante rápido y hasta las enseñé. Si me hubiera
contentado con eso veo que hoy no sabría nada importante.
Una pregunta que me hice muy tardíamente, al menos en forma explícita, es la siguiente: ¿Por
qué se habrá creído el ser humano el más importante de los bichos? Se cree nacido para dominar
a todos los otros bichos. Hasta algunos han inventado leyendas de que un creador de todas las
cosas estableció una jerarquía entre los objetos que hizo y al hombre le dio mandato sobre todos
ellos, al menos sobre los llamados “vivientes” que parecen estar por sobre los no vivientes,
aunque, en última instancia, están hechos con los mismos materiales. Parece que le sobra
materia gris en comparación con los demás vivientes que conocemos y por eso, por ejemplo, yo
estoy escribiendo estas líneas, para llenar con algo no imprescindible ese espacio temporal que
llamamos la vida.
El problema principal que veo es que algunos de estos bichos importantes realmente creen
serlo tanto que tratan de comerse a los demás, incluso a sus semejantes, o, al menos, a
esclavizarlos para su servicio. Para eso usan no solo la fuerza bruta sino innumerables artificios,
algunos bastante engañosos y seductores. Quiren ser verdaderos amos y señores. Muchas veces
se arrogan títulos pomposos, como el de “intelectuales”. ¡No tienen vergüenza! Como si todos
los demás fuesen no solo analfabetos sino una especie de gusanos.
Por mi parte, pienso que empecé a entender mucho más profundamente el universo cuando
intenté despojarme de toda la hojarasca lingüística que acumuló la humanidad en sus años de
existencia y traté de volver a razonar como lo hubiera hecho de haber sido la primera criatura
racional del mundo, un simio con unos gramos más de capacidad mental. La tecnología
acumulada ahí está. La utilizo. Algún día tal vez sea el instrumento de la completa
autodestrucción de la especie.
¿Pesimismo? Simple aceptación de la realidad. Redescubrir el mero instinto o algo que se le
acerca me abrió una senda auténticamente más feliz. Llamémoslo, si queremos, perimimo
realista. O realismo optimista. O...
Esta postal que encontré en mi box, con un par de dinosaurios en ella, me despertó estos
pensamientos.
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olvidar
05.09.08
Fue ayer, 4 de setiembre, hace sesenta y siete años, un día “nigro signanda lapillo”. Pero ese
color negro azabache solo lo advirtió el entoces incauto chiquilín bastante después. En 1941
todo le parecía de color rosado. Se fue tras las huellas de un algo divino inaccesible...
Ahora el linyera de alma lo recuerda así:
LETEO
El linyera quiere contar en este diario la historia de algunas otras palabras que se almacenaron
de manera especial en su mente además de las marcadas. Antes que nada, un paso previo. Antes
de recibir en su cerebro nuevas palabras: Olvidar. Olvidar. Olvidar. Borrar de la memoria.
Limpiar las neuronas con un buen detergente y dejarlas vacías. Hacer de cuenta que lo que
existió no existió. Que lo que fue no fue. Que lo que se quiso ya no es más algo querido.
El pasaje a través del Río del Olvido fue, indudablemente, mirado a la distancia, uno de los
hitos esenciales en el viaje del linyera. Esas aguas misteriosas no actuaron de una manera
inmediata y contundente. Fue algo progresivo, suave, imperceptible. Pero así, paulatinamente,
se fueron construyendo esos muros invisibles que fueron separando al linyera del mundo en que
había vivido hasta entonces, en sus cortos años con su familia, para hacerlo vivir inmerso en una
atmósfera muy artificial y ver el mundo real solo a través de esos muros invisibles pero muy
firmes y, aparentemente, impasables. Esos muros a cuyo través la realidad se percibía, me
atrevería a decir, deformada por la cualidad óptica misteriosa del material con el que estaban
construidos. Era una realidad sutilmente filtrada.
El portal que me condujo hasta el pasaje a través de las aguas acariciadoras del río parecía
realmente atractivo. Muy atractivo. Tal vez para algunos, tal vez para muchos de mis
compañeros de entonces, fue un paso hacia una felicidad buscada y conseguida. Creo que
verdaderamente debiera decir que lo fue para muy pocos, porque la inmensa mayoría de los que
conocí volvieron a cruzar ese portal en un rápido regreso, antes siquiera de haber vaciado sus
mentes con el olvido. El linyera, con paso cansino, tardó un poco más en advertir que ese no era
su camino. En ese momento el portal brillaba. Resplandecía. Era convocante. Envuelto en
seductores cantos de sirenas.
El pequeño linyera era algo incauto. Muy incauto. Un niño ingenuo y soñador. Se dejó
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deslumbrar. Apenas pisó el unbral bajo ese portal solemne recibió un mandato divino:
OLVIDAR.
ballet
06.09.08
El linyera sueña mucho de día. A veces, también de noche. Una noche cualquiera soñó estar
en un gran teatro contemplando un ballet. Pero no era en San Petersburgo ni en ninguna de las
grandes salas de ballet en el mundo. Simplemente, él estaba allí, cómodamente en su silla de
ruedas, y, al abrirse el telón, se puso a contemplar extasiado el
...solas...
...alegres... sin dueño...
...brincando saltarinas...
...haciendo gambetas...
...corriendo maratones...
...agitando patas de rana...
...cabalgando a Pegaso...
...pedaleando en el velódromo...
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...pisando el acelerador de una Ferrari...
...danzando en el Colón...
...zapateando un malambo...
...floreándose en una milonga...
gorrión enjaulado
07.09.08
El linyera agradece a tantos que le siguen ofreciendo su afectuosa compañía con sus
comenmtarios, sus mails o simplemente su callada lectura.
¡Libertad! Fue un impulso interior recurrente e incontenible en la trayectoria de su vida.
Siempre entendió que los demás seres humanos sienten lo mismo y que hay que llegar a
conjugar de la mejor manera posible las libertades de todos. Un ideal rayano en lo imposible. Es
lo cierto que el tema siempre le apasionó. El linyera, pensativo, escuchaba un día a su amigo
Juan:
GORRIÓN ENJAULADO
(¿quién es libre?)
Tal vez haya más de uno. Yo, por mi parte, decía Juan, conocí uno solo. Para mí el gorrión
había sido hasta entonces algo así como el símbolo de la libertad.
Fue en una vieja estancia. Las dueñas eran dos señoritas ya mayores que la habían heredado.
Seguían manteniendo todo como en los antiguos tiempos de esplendor, aunque las
circunstancias ahora eran otras.
En el centro geográfico más o menos exacto de la Provincia de Buenos Aires. Plena llanura
pampeana deprimida. Grandes potreros. Con cañadones, esteros y lagunas. La mayor parte del
campo dedicada a la cría de ganado lanar. Algunas cabezas de ganado vacuno. Agricultura casi
inexistente.
Las dueñas dejaban todo el manejo en manos de un capataz que ya había servido muchos años
a su padre. No eran ricas pero vivían con tranquilidad. Lejos de toda población. Muy pocas
visitas. Una casa muy antigua. Confortable. Mantenida con prolijidad y buen gusto. Un amigo,
que iba casualmente de visita me llevó hasta allí, cuenta Juan, una tarde de verano.
Estábamos los cuatro, continúa Juan, tomando mate en un fresco patio de ladrillos muy
gastados pero que lucían entre el verde de las enredaderas, bajo la sombra de un añoso paraíso.
Todo envuelto por el perfume de madreselvas y jazmines.
Una jaula bastante antigua, redonda, pendiente de una gruesa cadena, todo a tono con la
vivienda y la vegetación circundante.
- ¿Es realmente un gorrión?, preguntó Juan con curiosidad después de haberse acercado
al jaulón y observado atentamente al único ocupante, que lo miraba con ojos
interrogantes en respuesta a su saludo.
- Sí, hace años que vive con nosotros, le contestó la señorita mayor.
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- ¿Cómo hicieron para enjaularlo? ¿Alguna trampa?
- No, para nada. Casi diría que vino voluntariamente, le dijo una de las señoritas.
- Este patio y sus alrededores siempre fueron un lugar preferido por toda clase de pájaros.
Benteveos, calandrias, mixtos, cardenales, picaflores... Y, además, muchos gorriones. Venían a
todas horas pero especialmete al anochecer. Picando semillitas y miguitas. La mayoría pasaban
muy rápido por aquí. Pero poco a poco un gorrioncito parecía irse haciendo amigo. Tomaba
confianza. Se acercaba cada vez más. Empezó a venir todos los días. Aprendimos a reconocerlo
por una manchita especial, muy pequeña pero inconfundible, en la parte izquierda de su
cabecita. Era de un color muy particular que no me atrevo a definir. Pero era imposible
confundirlo. Aparte, ninguno era tan mansito. Tomaba agua en un platito. Hacía su merienda
con miguitas. Saludaba con un batir de alitas y se tomaba un paseo por los alrededores para
regresar infaltablemente a su “hogar”. Teníamos este jaulón viejo desocupado por la muerte de
un canario y se lo ofrecimos. Lo aceptó. No nos ofrecía en pago el canto como el canario pero sí
nos brindaba mucha, mucha simpatía. Diría, más bien, cariño.
- ¿Recibe visitas?
- Sí, casi todos los días. Supongo que son gorrionas amigas. Parece como que lo invitaran a dar
un paseo. Nosotras, para protegerlo de cualquier peligro, preferimos no dejarlo salir. Y él parece
muy conforme.
************
Cuando me retiraba del campo, reflexionaba Juan, me quedé pensando. ¿Un gorrión que
renunció a su libertad por un plato de miguitas?
de linyera a linyera
08.09.08
El linyera recibió ayer, desde un país muy lejano, el siguiente mensaje y lo comparte
literalmente con otros caminantes:
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Lightstorm. Es espiritual. Si conoce el programa Un mundo Mejor de Claudio Maria
Dominguez, es de esa onda. Yo he sido criada católica y hay algunas ideas que no puedo hacer
conciliar con esas enseñanzas. Todos esos conceptos espirituales que no pertencen a ninguna
religión hablan del amor incondicional y del deber de ser feliz. Pero no son muy específicas en
cuanto a lo cotidiano. Por ejemplo, ¿qué pasa con la virginindad, el matrimonio, el bautismo, el
divorcio, la religión de los niños, la culpa? ¿Cuán verdaderamente importantes son en este plano
de amor y felicidad incondicionales? “
¡Bueno sería que el linyera se pusiera a darle consejos a alguien y menos a otro linyera!
Apenas sabe decir, más o menos, lo que le pasó a él. Cree, eso sí, que es de la esencia del alma
del linyera basarse fundamentalmente en las propias experiencias. Está convencido de que cada
linyera tiene las suyas. Entre verdaderos linyeras siempre nos respetamos. Jamás tratamos de
imponer nada a los demás. Nunca órdenes. Ni siquiera consejos.
Si te tomás el trabajo de leer entre los posteos uno que dice UNA EXPERIENCIA EN UNA
POSTAL este linyera cuenta allí como fue acumulando en su niñez y su juventud cosas que él
llama “etiquetas” y que otros llaman enseñanzas, directivas, valores, normas, mandatos, o como
quiera que sea. Poco a poco se fue liberando de esa hojarasca y se guió más y más por su propia
experiencia de la vida. Así encontró un camino realmente feliz. ¿Algunas de esas etiquetas
habrán contribuido a modelar lo que él llama su instinto? Es casi seguro. Lo vivido está
vivido.No hay cómo borrarlo. Lo importante para él es sentirse libre y no presionado ni por
otros seres humanos ni por ideas nuevas o viejas.... Ni siquiera es necesario irse liberando de
esas hojas mustias o muertas.... Se van volando solas con la brisa fresca de un andar sin ataduras
por ese camino que, precisamente, se va haciendo al andar... ¿Quedan algunas? Mientras queden
porque vos las querés y no porque te las impongan me parece fantástico. ¡Andar como linyera
de alma! ¡Con los sueños a cuestas! ¡Sueños propios!
09.09.08
Dice el linyera:
Denominarlo “MI” pueblo es ciertamente un abuso. Las circunstancias de la vida hicieron que
morase allí un tiempo escaso. Comparto el uso del posesivo con muchos otros que compiten con
más derecho que yo no solo por haber vivido allí más tiempo y, más de uno, la existencia entera,
sino por haber seguido construyendo el pueblo con su esfuerzo. Yo, en forma muy egoísta, lo
llamo mío solo porque lo disfruto en mis recuerdos. Sin embargo, un anclaje sentimental me
liga indisolublemente a esa pequeña porción del planeta tierra y con mi mente allí estoy muy a
menudo.
En el día de hoy, apertura del año centenario, realizo una fugaz visita virtual. No puedo
participar en los actos protocolares. Tal vez no me interese estar allí personalmene aunque les
hago llegar desde aquí toda la cordialidad de mi adhesión.
Es posible que si estuviera allí físicamente el pueblo me resultase hoy algo desconocido. Por
empezar, no me imagino las calles asfaltadas y con nombres.... y las vías desoladas... y mil otros
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detalles...
Elijo para instalarme, a manera de observatorio de todas las personas y cosas queridas,
pasadas y presentes, conocidas o no, un pequeño rincón que me quedó muy marcado en mi alma
de linyera. No sé si hoy existe tal cual. Pero allí voy con mis sueños. En la inolvidable casa
donde nací. Allí me acomodo hoy con mi silla de ruedas con todos mis deseos de que el
centenario signifique una nueva primavera de fundado optimismo. Allí pasaré el día de hoy
embriagado con el aroma de madreselvas y glicinas y alguna que otra ráfaga de humo de un
viejo tren rezagado.
ODA PRIMAVERAL.
Flores
Árboles
Flores
Árboles
Naturaleza
Adentro
Afuera
En el aire
En el cuerpo
En el alma
madreselva y glicina
Ambas unidas, muy unidas, trenzadas, inseparables, con un único aroma embriagador en las
cálidas jornadas de primavera. En la divisoria entre el patio y el jardín...Siempre allí...En la
vieja casona pueblerina. La glicina como un toldo celeste sobre el pequeño patio. La madreselva
haciendo de pórtico al paso hacia el jardín.
1933. Setiembre. Una tarde cálida y húmeda. Después de una cena temprana en la gran cocina
de baldosas rojas.
Por la ventana se percibe una línea rojiza entre las verdes hojas y las flores amarillas y blancas
de la madreselva. Corriendo a ver esa cosa tan rara.
Unos pocos hilos del alambre tejido que le servía de sostén se habían puesto rojos a causa de
un contacto con un cable pelado de los que traían por las tardes los 110 voltios del motor del
negocio....¡Qué susto! No tardó mucho en solucionarse. No era nada importante.
Pero madreselva y glicina con las que ya llevaba largo tiempo de convivencia, esa tarde
marcaron en el alma del linyera sus nombres entrelazados de manera imborrable. Como si
hubiera habido un contacto eléctrico.
No hay otra madreselva en el mundo... Al oír “Madreselvas en flor...” mi imaginación vuela
hacia aquel rincón....Con nostalgia. Siento aquel perfume y contemplo pendientes los celestes
racimos de la glicina... ¡Qué aroma de primavera! Único.
Ese mismo aroma y nostalgia me acompañó más tarde en años de internado en un colegio del
Gran Buenos Aires (¡Aliviando la prisión!)...hasta que a alguien se le ocurrió querer modernizar
el patio del colegio y las eliminó. Dejándome sin aromas de primavera y con solo la nostalgia
marcada en el alma.
Hoy, aunque sea por un instante, vuelvo a gozar esos aromas y en ellos está, ciertamente, mi
pueblo entero.
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dos noches románticas
10.09.08
No se puede ser linyera si no se es un poco romántico. Hoy saca dos postales de la vieja caja
y se pone a recordar
LUNA LLENA
Postal nocturna. Pero relativamente clara por el brillante baño de luz de luna. Noche porteña,
pero no de las que recuerda el tango de “risas y llantos y farra corrida.” Una noche porteña
serena y plácida. En un modesto barrio “plateado por la luna.” Se ve con cierta nitidez en la
postal un pequeño cantero sobre un patio embaldosado y el extremo de un corredor cubierto
justo frente a él. Allí un viejo banco de plaza (de las de aquel entonces) y sobre él, dando de
pleno, un manchón de luz muy blanca que viene desde el cielo, desde el lado del Río de la Plata.
Pero el manchón no cae directamente sobre las varillas de madera, pintadas de verde, sino sobre
el rostro ensimismado de un niño.
Con un poco de esfuerzo, no mucho, me reconozco en la postal allí tendido, con los ojos
clavados en esa luna llena que venía a visitarme. ¿Para qué? ¡Qué sé yo! Era como una novia
que estampaba un luminoso beso sobre mi frente invitándome a unos momentos de intimidad.
Soñábamos los dos. La luna y yo. En soledad total. Nada más que soñar. Sin reflexiones lógicas
ni mercantiles. Sin proyectos futuros ni angustias pasadas. Solo soñar. ¿En qué? En nada. Es el
más arrobador de los sueños. Como antes de abrir los ojos por vez primera y después de
cerrarlos por vez postrera. Sueño en blanco. .Sin colores ni contrastes. Sin despertar.
¡Luna llena! Solo otra vez en la vida, muchas décadas más tarde, nos volvimos a encontrar así.
Solos la luna y yo. Ella, ya pisoteada por mezquinos pies de interesados humanos. Pero todavía,
para mí, aquella luna de luz inmaculada y virginal. Mis ojos, cansados ya de ver y ver y ver.
Purificados ahora con la caricia de sus reflejos.
La nueva postal, aunque en circunstancias de tiempo y lugar muy diferentes, se superpuso
completamente con la primera formando una sola. Como si no hubiera habido ni un soplo de
vida en el medio. Solos, la luna y yo.
***
SIN LUNA
Una postal muy semejante a la anterior. El mismo barrio. La misma casa. El mismo jardincito.
El mismo corredor. El mismo banco de plaza. Pero esta vez. sin casi nada de luz. No se ve la
luna. Solo un cielo cubierto con nubes tan negras como la noche. Apenas un ligero resplandor.
desde el viejo y ondulante farol colgado subre el cruce de las calles, allí nomás. Apenas se ve la
imagen de un niño sentado. Escrutando con diligencia alcanzo a descubrir que ese niño es el
mismo que estaba en la postal anterior en amoroso diálogo con la luna llena. Era yo mismo, tal
vez un año después. A punto de finalizar mi escuela primaria.
¿Era exactamente el mismo? Sí y no. Creo que nadie es lo que fue un segundo antes. Infinitos
detalles de todo lo que constituye nuestra personalidad están en un constante cambio de
equilibrio. Al menos, esa es mi experiencia. Y hay períodos de la vida en que esos cambios
parecen revolucionarse.
Allí estaba sentado, no recostado como el año anterior. Casi sin luz. Pero los pensamientos se
mantienen activos también en la oscuridad. La comunicación con mi mundo exterior parecía
estar detenida. Los sentidos estaban como congelados. Solo trabajaba la mente que, eso sí,
parecía transmitirle un ligero temblor a cada célula del cuerpo.
Mirando la postal a través del brumoso cristal de unas cuantas docenas de años me parece
estar en condiciones de arriesgar una tentativa interpretación de esos temblores del niño en la
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noche sin luna. Hoy los escruto no solo a través de la lente opacada por el tiempo sino, además,
porque las experiencias vividas en forma personal o percibidas, algunas en los alrededores y
otras desde cierta distancia, me han dado visiones muy distintas de las previstas.
En quellos temblores, hoy tan lejanos, alcanzo a identificar, sin embargo, una muy larga serie
de fantasmas nebulosos y amenazantes, todos en relación con el futuro, y que podrían agruparse
bajo el rótulo muy general de “miedos”. Evidentemente a cada temblor generalizado de mi
cuerpo frágil correspodía el pasaje por esa cabecita infantil, que se resistía tercamente a
convertirse en adulta, de una sucesión ininterrumpida de descargas muy parecidas a las de una
corriente eléctrica. Era un bombardeo abrumador. Imposible analizarlo con nitidez. Era un
amasijo indescifrable. y entreverado de nubarrones muy oscuros en un horizonte más o menos
cercano: Indefinición. Futuro ignoto. Resto inexorable de ese misterio llamado la vida.
¿Estudios? ¿Trabajo? ¿Familia? ¿Servicio militar? ¿Solo sobrevivir?
¿Huir? Desesperadamente. ¿Huir? ¿Hacia dónde? Hacia lo desconocido. Lejos. Muy lejos.
¿Misionero? ¿Ir a cuidar leprosos en las Filipinas? Huir, huir. huir... ¿La Legión extranjera en
África?... Huir, huir, huir... Como en pánico.
Y sucedió que fui tragado por un agujero negro, atraído por mieles falaces.... Pero eso no está
en la postal. En ella solo hay temblores.
11.09.09
Cuando el linyera se decidió a mandar al ciberespacio algunas experiencias muy personales
por el solo gusto de compartirlas al azar con algún otro caminante y vio que hay quienes no solo
las reciben sino que se sienten en sintonía con ellas, se ve lleno de una extraña nueva
experiencia que lo estimula a continuar la marcha.
Si hay una vida cambiante es la del linyera. Todo parece rutina, pero todo es cambio a cada
instante. Un sueño tras otro.. Aquí transcribe otra de las “tríadas”, es decir de esos nudos triples:
una canción + una escena + un estado emocional.
“Prendi questa mano, zingara…” comenzó a lucirse una fina voz de tenor de ópera.
Correspondía a un compañero en uno de los cursos de la carrera de magisterio. Allá lejos y hace
tiempo. Con el profesor de música estábamos viendo no recuerdo qué cosas más bien
tradicionales de las consideradas, no sin razón, grandes joyas musicales. Precisamente estaba en
esos días en BuenosAires un gran director de orquesta alemán que iba a dirigir en el Colón. Este
compañero al que me estoy refiriendo, respetuosamente, pide la palabra, y, con anuencia del
profesor, nos cuenta sobre el Festival de San Remo y ciertas innovaciones que marcaban la
tendencia del gusto en las canciones populares de ese momento, al menos en Italia. Después de
algunos comentarios, a manera de ejemplo, entonó a capella la canción premiada hacía poco en
ese festival. “Prendi questa mano, zingara…” y nos prometió traer el disco completo para la
próxima clase.
En ese momento no pasó nada importante. La clase continuó normalmente y no mereció el
hecho demasiados comentarios de parte del profesor. Tampoco en los días posteriores. Nunca
hablé sobre el caso con el entusiasta mensajero de la simpática “zingara.” Pero a mí la melodía
de la “zingara” se me había metido en la cabeza con su colorida figura y daba allí vueltas y
vueltas. La idea de algo nuevo, de un cambio, de un futuro distinto empezó también a girar. Esa
alegre “zingara” me pide la mano y yo, dócilmente, se la dejo tomar. “ Lee mi futuro en
ella,`zingara´ No tengas miedo en decírmelo todo. Tal cual lo veas.”
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Tal vez yo había estado aostumbrado hasta entonces a ciertas rutinas en más de uno de los
aspectos de la vida. Todo era más bien siempre lo mismo. . Sin horizontes nuevos. La melodía
de la “zingara” fue como una voz de alerta. Una clarinada estridente. Basta de los mismos
ocasos y las mismas alboradas. Las cosas cambian, la vida cambia, los gustos cambian, todo
cambia. También yo voy a cambiar. Tengo que cambiar. ¿Cuándo? ¿Qué me deparará la vida?
Sin duda algo impensado, algo distinto, algo nunca visto ni entrevisto…Lo conocía solamente la
“ zingara.”..
Hoy la palabra “cambio” está muy de moda. Digo la “palabra”. Sobre todo en política. Es un
eslogan atractivo. Pero, sin embargo, no hay dos personas para las que esa palabra signifique
exactamente lo mismo. Hay que estar muy atento para no tragarse las palabras con las que trata
cada uno de explicar el cambio.En la mayoría de los casos simplemente es seguir en lo mismo o
dar algunos pasos atrás. No sé lo que pasaba por mi mente en aquel momento Pero, eso si, en
aquel momento y con aquella melodía aprendí a auscultar no sé en qué profundidades el sentido
de hondas tendencias personales de cambio ocultas tras las palabras. La “zingara” me hizo
adquirir una especie de instinto especial para eso.
En un análisis retrospectivo muy superficial y, por cierto, nada científico, de mi propio andar
por esos instantes de conciencia que llamamos la vida, tomando como eje el concepto del
cambio, aunque sea de manera simple y burda, llego a la conclusión de que siempre estuve
envuelto en cambios importantes en mi entorno físico y social. Desde mi nacimiento hasta,
digamos, mis quince años, viví en alrededor de diez domicilios diferentes; perdí a mi madre de
pequeño y a mi padre de adolescente; pasé por seis o siete escuelas; tuve varias enfermedades…
¿A qué seguir enumerando? Sin embargo, era como si los cambios pasaran a mi lado o por
encima. Yo me sentía siempre igual. Estático. No iba yo a distintos lugares. Era como si los
lugares vinieran a mí. Eso me hizo lo que yo diría un poco “conservador”. No apreciaba el
cambio sino que esperaba con cierta indiferencia que el cambio viniera.
Lo que me trajo la “zingara” no fue el deseo del cambio sino simplemente la conciencia del
cambio. Desde entonces empecé a estar alerta y tratar de aferrarme, como un náufrago, al
primer salvavidas al alcance de mi mano o de treparme a la cresta de la próxima ola. Ningún
instante es igual al anterior.
Y vuelvo a la música. Es lo cierto, que de todas las clases de música que tuve en mi vida
aquella fue la única que me dejó un “nudo” perdurable. La melodía de “Prendi questa mano,” +
el salón con la voz de aquel compañero + la idea de movilidad constante en las cosas de la vida.
No llegué a asimilar la mayoría de los cambios de gusto generalizado en la música popular, pero
sí me quedó impresa a fuego la sensación de cambio en las mil cosas que constituyen mi marcha
de linyera, tratando de aferrar cada instante porque cuando quiero acordar ya se fue.
reina mora
12.09.08
El linyera todavía era joven e inexperto. Más inexperto que joven.. Desconocedor del mundo
real, sobre todo del mundo social y político. El mundo “irracional” le resultaba atractivo, con
todos sus integrantes. Entre ellos, los pájaros. Simplemente le gustaban, si bien conocía poco
sobre ellos.
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tiempo era solo campiña y bosque silvestre con muy pocas casas esparcidas aquí y allá. Me
pidió que lo acompañase para darle una mano con los chicos y allá fuimos en dos ómnibus
alquilados.
Un día hermoso. Caminatas. Juegos. Al mediodía, picnic a la canasta. Un grupo de chicos a mi
cargo sale a cazar pajaritos con sus gomeras en los bosquecillos a la orilla de un camino vecinal.
Pasó un rato.
- ¡Miren qué lindo pájaro! dijo un chico, alborozado, mostrando muerto el objeto de su
cacería.
Un pájaro relativamente grande. De color exuberante. De un azul intenso con tintes negros en
las extremidades de las alas y alrededor de los ojos. Con un pico triangular más claro, al igual
que las patas. Contó el chico que lo había encontrado cantando sonoramente junto a unas matas.
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el linyera y san martín
13.09.08
Otra vez una “tríada” musical del linyera (canción + lugar + ambiente emocional.) Estuvo
escuchando por ahí unos compases de la marcha “San Lorenzo” y surgió automáticamente.
El “nudo” se hizo en los primeros días de clase allá por el 38. Segundo grado.
Como no podía ser de otra manera, el linyera, aún en sus primeros pasos por el territorio
nacional, tenía que encontrarse con San Martín. Lo peculiar, del primer encuentro son las
asociaciones que lo acompañaron y que nunca se le borraron de la memoria.
Flaca, re-flaca. Parecía enclenque. Sin embargo tenía fuerza suficiente para apretar las teclas
del piano y hacerles sacar algún sonido a las cuerdas de su vieja arpa.. También cantaba con voz
sonora y no demasiado desagradable, aunque algo chillona.
En ese momento estábamos en el aula. Ella escribía en el pizarrón. Nosotros copiábamos.
“Febo asoma”
- Señorita, ¿qué es Febo?
- Febo es el dios del sol. Acá quiere decir, el sol.
– Gracias.
Me senté. Seguimos copìando. “Febo” no me impactó demasiado. Casi parecía un viejo
conocido. Llegamos a “aliados de la gloria.” Vuelvo a levantar la mano.
– Alumno.
– Señorita, ¿qué quiere decir “aliados”?
Lo explicó. De toda la marcha, que cantamos innumerabls veces, la expresión que me quedó
como emblemática es “aliados de la gloria” No sé si los granaderos realmente estaban
intentando escribir una página en la historia. Lo cierto es que a mí me quedó escrita en el alma
para siempre.
Aunque parezca mentira, cuando escucho la marcha (¡tantas veces!) el escenario que llena mi
imaginación no es el de los granaderos a caballo delante del presidente de la república ni
cargando con los sables desenvainados sobre el enemigo que tiene al viento desplegado su rojo
pabellón. Los sonidos marciales me llevan a mi vieja escuela de estilo colonial, corredor central,
tercera aula a la izquierda y una flaca escribiendo en el pizarrón.... “aliados de la gloria..”.
metido en la caterva I
14.09.08
Hace ya un par de años este linyera tuvo un encuentro con otros tales a partir de unas páginas.
Recuerda aquí lo que escribió entonces.
(leyendo unas viejas páginas de Filloy)
Siempre con un linyera en el alma.
Hace unos días cayó bajo mis ojos la noticia de la publicación de CATERVA, de Juan Filloy,
el cuenco de plata, Bs.As. 2006.
Doy aquí por supuesto que los lectores conocen a este cordobés (1894-2000) que siempre
insistía en que pronunciasen su apellido fiyoy, porque era de origen gallego.
CATERVA circuló, en ámbitos reducidos, desde 1937, en forma de edición privada. Desde
hace unos meses está al alcance del público en general. Yo estoy dentro de ese público. Y lo
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estoy de una manera muy particular. Como voy a explicar.
*****
“Estaban juntos bajo el puente. No se habían reunido como los cantos rodados: porque sí,
rodando... Sino en virtud de una corriente secreta”
Una corriente secreta parecida me atrajo también a mí hacia ese grupo, tal vez, en este caso ,
simplemente como un canto rodado más. No vine para integrarme en la gira de la Caterva
impulsado por esa misma corriente secreta que los reunió a ellos, sino, solamente guiado por un
interés particular, muy personal, para compartir aunque fuese por unos días sus experiencias
como linyeras. ¡Qué atrevimiento! ¡Intentar meterme así nomás en esa Caterva tan compacta!
¿Me aceptarían? Me aparezco sin anuncio previo bajo uno de esos sórdidos reparos de un
puente ferroviario y, sin más presentaciones, pretendo terciar en conversaciones cuyos códigos
no llego a dominar a pesar de que los siento muy acordes con mi propia cosmovisión. y mi
propia percepción de la sociedad.
Ni remotamente pretendo hacer con estas líneas una presentación del libro de Filloy, pues no
me corresponde. Mucho menos estoy en condiciones de someterlo a una crítica literaria, pues el
de crítico no es mi oficio..
Soy solo un lector, eso sí un lector especialmente interesado. ¿Por qué? Por al menos tres
razones. Una muy íntima y las otras dos, coyunturales. Si bien estas páginas de Filloy fueron
escritas hace ya muchos años, aparecen ahora en la estructura de un libro formal y así caen en
mis manos por primera vez. Precisamente a los pocos meses de acabar por mi parte de publicar
una especie de memoria que escribí arropándome en el disfraz (metafórico pero hondamente
sentido) de un “linyera de alma”. Esa es la razón profunda de mi interés por esta narración de
Filloy. La segunda es una razón coyuntural pero muy importante. Las escenas del libro
corresponden a 1937, cuando, a muy corta edad, tenía yo muy frescas en mis pupilas las
imágenes de linyeras reales, en las vías del ferrocarril frente a mi casa, en el oeste de la pampa
bonaerense, quienes fueron los inspiradores de imborrables recuerdos que marcaron mi marcha
por la vida. La tercera razón tal vez de menor peso, es que el escenario geográfico del
desplazamiento de la Caterva entre Río Cuarto y Córdoba, me resulta muy conocido y me
permite recrear vívidamente en mi cabeza los episodios narrados, sean o no de ficción.
Probablemente los linyeras de mi infancia no son los linyeras de Filloy. O tal vez sí. ¿Quién
puede saberlo? Cada linyera es un misterio. Los linyeras de la Caterva no puede decirse que son
“profesionales”. Tal vez lo fueron solo en ese trayecto, unidos cohesivamente por sus apodos, ni
siquiera por sus nombres. Movidos por una corriente secreta. Todos habían tenido sus caminos
anteriores por la vida en forma más o menos “normal”, en otras tierras, hablando otros idiomas.
Solo uno era sudamericano. Eran personas cultas, muy cultas, con una penetrante visión del
alma humana y de la sociedad. en el contexto de esa época. Quizás durante toda la trayectoria de
la Caterva sean para la mayoría de los lectores más importantes sus conversaciones, reflexiones,
sueños, poesías, lecturas y frases ocasionales que todos los demás episodios ocurridos durante la
marcha y en la culminación de la misma.
Ante simplemente el título de este libro, una chispa repentina encendió la imaginación y el
corazón de este “linyera de alma” para ponerlo en movimiento acelerado hacia ese grupo, esa
Caterva. Iba a ser, sin dudas, algo novedoso, fascinante, excitante. Un intercambio de ideas y
experiencias verdaderamente rico.
metido en la caterva II
15.09.08
El linyera de alma prosigue con su relato de cómo quería entrar en contacto con los linyeras
de la CATERVA de Filloy.
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Puede haber quizás mil claves para aproximarse a la Caterva. Yo me acerco inocentemente
con la mía.
Instantáneamente sucedió para mí, tras el encuentro, algo por demás notable. Encontré que
manejábamos un vocabulario y modos de expresión sumamente diferentes. En apariencia. Una
vez ajustados los códigos de interpretación, el complejo entramado de opiniones sobre el mundo
y la sociedad, sobre los secretos del alma humana, sobre las aspiraciones más íntimas del ser, el
amor, el sexo, la vida, la muerte, el destino, sobre el ansia irrefrenable de libertad por sobre
todas las cosas, resultaron absolutamente el reflejo de un idioma único. Exactamnente el mismo.
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metido en la caterva III
16.09.08
El linyera de alma concluye aquí su narración sobre el encuentro que tuvo con la “caterva” de
los linyeras de Filloy.
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Hay un leitmotiv común en el grupo, compartido ciertamente por este intruso. El ansia de
libertad. El rechazo a toda autoridad. Manifestado como “anarquismo” o en otras mil
formas..“Tenemos una sensibilidad que se crispa contra todas las férulas y repudia cualquier
autoridad”.
Su ideal libertario queda puesto de manifiesto hasta en los más pequeños detalles. Sobre todo,
en su repugnancia por toda forma de opresión llámese fascismo, nazismo o comunismo muy en
boga en esos años. Su actitud es muy clara en contra de todas las formas de límites establecidos
en la sociedad, por las autoridades, por ciertas formas culturales impuestas. Por momentos
pareciera que la gira es solo un escenario para un debate de crítica social. “Todas las leyes son
malas”. Hasta el dique del Río Tercero les resulta una imagen de límite social que aborrecen.
El odio a la opresión se percibe también en sus comentarios sobre las instituciones de la
Iglesia que son objeto de continuas alusiones burlescas... Bien recuerdan que el origen de la gira
fue en ocasión del congreso eucarístico de Bs. As. en el 34 cuando fueron desalojados de su
asentamiento en Palermo por las damas encargadas de la organización para que no afearan el
medio ambiente.
La gira tiene un contexto conspirativo que paulatinamente, a medida que tomamos confianza,
me van revelando. En realidad el propósito es de solo uno de ellos pero cuenta con el apoyo
incondicional del grupo. Estamos en la Argentina de los 30s. Imperaba el terror del comunismo
internacional, del terrorismo. Un grupo así era siempre sospechoso de alguna conspiración.
No faltan incidentes con la policía, prepotente, como es habitual, pero también torpe.
Comienzan los problemas con el comisario de Amboy. Tienen éxito en un atentado con bombas
a favor de huelguistas que luchan por la libertad sindical. Con una hábil treta Katanga pasa
como un “héroe” en una grotesca burla a los representantes del orden público. Surge un
entredicho con otro representante de la autoridad, el inspector de un tren. Y otros episodios más.
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Uno tomó el vuelo para cumplir su misión, la misión “patriótica” que inesperadamente le había
sido confiada por el destino. Dos habían muerto. Los otros cuatro y yo quedamos en silencio y
así nos despedimos. Sin lágrimas. Los linyeras son sentimentales solo por dentro
Los había encontrado poco tiempo atrás en plena sordidez bajo el puente cerca de Río Cuarto.
Estaban en Caterva. Una verdadera Caterva de sueños, cediendo cada uno su pedacito de
libertad en aras de la unión indispensable entre ellos para que el sudamericano pudiera hacer lo
que se había propuesto en su ideal libertario.
Se habían juntado no como lo hacen los cantos rodados sino por la fuerza de una corriente
secreta. Ahora, poco antes de separarse, uno de ellos exclamó: Ahora solo “somos una recua
dispersa”.
“Cantos rodados, pulidos de distancias, rodando porque sí, alzaban vuelo...”
Yo sigo mi camino Algo cambió tras mi encuentro entrometido con la Caterva. Quedé
enriquecido por la experiencia de convivir unos pocos días con ellos. Posiblemente, desde el
aeropuerto cordobés, cada uno de los miembros de la Caterva volvió también a su camino
solitario. ¿Hacia dónde? La vida de cada linyera es un misterio insondable.
idilio en azul
17.09.08
Los andares de este linyera son ahora casi exclusivamente urbanos. De los añorados campos,
que fueron su entorno en otros tiempos, conserva, muy guardadas en el rincón más romántico
del alma, unas cuantas postales. Aquí va una.
Es una postal con características algo especiales. A pesar de pertenecer a mi primera infancia,
se presenta bajo la forma de una composición solo posible gracias a la magia de una moderna
computadora.
Como fondo se presenta un campo inmenso, que cubre toda la postal, extendido hasta el
infinito, sin límite alguno, allá, allá, allá... Voy cortando el aire y el polvo en el International del
almacén, playero y sin cabina. Una alfombra de flores azules, muy azules, se hamacan con la
brisa en ondulaciones tan gentiles como si fuesen las más elegantes de las bailarinas de un ballet
danzando en punta. Un mar cautivante de paz y armonía. Todo azul. Un escenario que invita a
lanzarse al océano de la vida sin temores ni angustias...
En un rincón de la postal, como una ventanita, un pequeño sobre de papel madera con una
etiqueta que tiene cuatro letras L-I-N-O. El sobre se encuentra, en un estante sobre el escritorio
de mi padre, en la compañía de otros varios que dicen “trigo”, “maíz”, “cebada”, “centeno” y
varios más. Pero el sobre del “lino” parece destacarse. No sé, es más elegante, es el centro, es el
rey. Es como si mis ojos lo vieran azul. La “soja” no aparecía en aquellos años.
El tercer elemento de la composición no tiene que ver con lo visual. Sin duda se añadió a la
postal un poco después en el tiempo. Es un vals de Homero Expósito de 1947. La imágenes
corresponden a varios años antes. Pero, no sé exactamente la razón, esos compases musicales
allí se pegaron y resultan inseparables (Al menos, para mí). “Flor de Lino, qué raro destino
truncaba un camino de linos en flor...” ¡Qué música acariciante! “Yo la vi florecer como el lino
de un campo argentino maduro de sol...” ¡Ah, esos campos de lino! ¡Tan azuiles! ¿Es todo esto
un mundo del ayer? ¡No! “Hay una tranquera por donde el recuerdo vuelve a la querencia...”
Y falta un cuarto elemento pegado a esa misteriosa postal como una cataplasma. Precisamente
como una cataplasma. Con todo el aroma de la harina de lino de las cataplasmas que me
aplicaba la abuela cuantas veces lo creía necesario y beneficioso para mi salud. Eso pasaba
frecuentemente. Era un aroma que yo encontraba delicioso y que impregnó para siempre esta
vieja postal con la nota del cariño, si algo le faltaba. Hasta parecía un perfume de color azuil.
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¡Qué riqueza de sensaciones! Todas juntas en una ya borrosa postal. Borrosa pero aún capaz
de reavivar muy gratas e imperecederas memorias. Pasado que sigue siendo presente y será
futuro hasta... ¡Idilio en azul!
ocio nocturnal
27.09.08
Unos muchachos traviesos que pasaron de noche por el barrio se posesionaron, sin permiso,
de unos cuantos metros del cable por donde se encaminaban las señales de estos mensajes del
linyera. Aunque no los han devuelto, dado que probablemente les encontraron alguna utilidad,
parece que ahora las señales pueden marchar por unos cables nuevos. ¡Cosas de la vida urbana!
En esos días, falto de intercambio con sus amigos, el linyera se entretuvo mirando hacia el
cielo. Representa esas horas con un pequeño poema de un amigo que tiene estampado en la pág.
7 de MAS PALABRAS, 2006. A pesar de que un importante mediófobo, J.P.F., haya afirmado
que “cualquier boludo tiene un blog”, el linyera se decide a retomar el camino...
A manera de epígrafe
LINYERAS RIÉNDOSE
yapeyú
28.09.08
El linyera anda y anda y su camino estuvo y está lleno de “encuentros”. A esta altura de su
vida más que le encantaría mantener una charla, aunque fuese de unos minutos, con el “ San
Martín de Boulogne-sur-Mer. ¡Cuántas cosas para comentar! ¡Cuántos proyectos tal vez para un
país del que el viejo San Martín estaba tan alejado y también lo está, a su modo el linyera!
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Pero hoy solo se va a referir a lo que podría denominar su tercer encuentro con San Martín. El
primero lo narró con el tituló “aliados de la gloria”. El segundo fue su lectura de la biografía
escrita por Mitre, que encontró en la biblioteca de la casa de sus abuelos. El tercero es el que
pasa a narrar aquí.
YAPEYÚ.
¡Ah, San Martín! ¡No! ¡Nada que ver! Yo había cursado ya cuarto grado y me habían hablado
hasta el cansancio de San Martín y Yapeyú. No era una palabra rara. Pero ni la majestuosa
figura ecuestre del gran libertador ni ese pintoresco rincón mesopotámico ocupaban mi mente
en ese momento. Era un agobiante día de verano en Buenos Aires. Un verano en la línea
divisoria entre los años 30s y los 40s. Acababa de bajarme del tranvía y, como me había
adelantado un poco, tenía que esperar a otros compinches de una barrita que nos juntaríamos allí
para ir luego a jugar en los patios de un colegio a dos cuadras de distancia que se abrían por las
tardes para los chicos del barrio.
Como la espera podía prolongarse unos minutos tomé asiento confortablemente en el cordón
de la vereda de los números impares casi en la esquina de la avenida Rivadavia. Levanté la vista
y mis ojos se clavaron en la pared de la esquina de enfrente. Lisa y gris. Lo único llamativo era
una chapa impecable con letras blancas sobre fondo azul. YAPEYÚ. Sí, eso decía el cartel. Me
quedé mirando. Letra por letra. Y-A-P-E-Y-Ú.. Me gustó ese nombre. Sonoro. Puse las sílabas al
revés: YU-PE-YÁ. No, me gustaba más al derecho. Lo repetí moviendo lentamente los labios.
¿Cuántas veces? Hasta que me cansé. Décadas más tarde supe que esa palabra en guaraní
significa “fruto maduro”. En ese momento, ni significado ni referencia histórica. Nada más que
una chapa en una pared gris en una tarde estival es lo que se despierta en mi memoria cuando
suena en mis oídos esa palabra mágica YAPEYÚ.
Y llegó uno de mis amigos:
- Pedazo de pajarón, ¿qué estás mirando? Y me acomodó un ligero puntapé en el muslo
izquierdo para sacarme de mi ensimismamiento.
- Ah, nada. ¿Qué hacés? ¡Por fin llegaste!
- ¿Pensabas en un minita?
- No, miraba el cartel del nombre de la calle.
- Vamos, despertate. Ya vienen los demás y nos vamos a jugar al fútbol.
Llegó la barrita y echamos a andar lentamente. Cruzamos la otra bocacalle. En aquel tiempo
esa calle se llamaba Adolfo Berro. No sé ahora, porque la manía de cambiar nombres de calles
es insaciable. Para desconcierto de los románticos. Porque nosotros íbamos hasta Victoria y me
comentaron que hoy se llama de otra manera. ¡Paciencia! Pero en aquel momento yo no miraba
otros letreros. El único que seguía debajo de mis engominados cabellos era YAPEYÚ.
Entre bromas y empujones recíprocos seguimos caminando por la vereda de los números
pares. A lo largo de una pared perteneciente a un solo edificio.
- Este es un colegio de monjas, comentó Juan, que parecía bien informado.Vivía a dos
cuadras.
- ¿Y ese edificio grande enfrente? Pregunté. Era la primera vez que pasaba por ahí.
- Ese es un colegio de curas.
- ¡Qué casualidad!
- No seas boludo. Todo fue bien pensado.
-¿Cómo ?
- Es evidente. Aquí abajo de la calle hay un túnel que los comunica.
- ¿Cómo sabés?
- Todo el barrio lo sabe.
Cruzamos la calle Victoria y, dejando atrás todo tipo de reflexiones, comenzamos una tarde de
animado fútbol en el gran patio que nos ofrecía gratuitamente ese lugar conocido con el nombre
de Oratorio.
Me retiré un poco antes que mis amigos y volví solo por la calle Yapeyú hasta Rivadavia. Al
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llegar a la esquina no pude menos que levantar la vista. Allí estaba. Sí, ese cartel: YAPEYÚ.
Viví en la ciudad de Buenos Aires unos cinco años. Los de mi escuela primaria. Residí en
cuatro casas distintas. Asistí a cinco escuelas diferentes. Caminé. Anduve en auto, taxi, tranvía,
ómnibus, colectivo, mateo, bicicleta...¿Qué es lo que me ha quedado más fuertemente grabado y
asociado a la gran ciudad? Los nombres de un puñado de calles... Una de ellas: Yapeyú.
ráfaga romántica
29.09.08
¿Es solitaria la vida del linyera? ¿Quién lo duda? Muchas veces, inmerso en una multitud, se
está más solo que nunca. Naturalmente, para un linyera de alma (todos un poco lo somos) una
compañía no es un andar juntos sino un sentir juntos.
Cuando tempranamente el linyera dejó el hogar, por muchos años anduvo errante vagando
dentro de una tribu equivocada, con engañosos ritos y en medio de un concierto de melodiosas
voces de etéreas sirenas ... Sus pies pisaban el mullido césped del suelo por donde andaba la
tribu, mientras su alma “en una selva oscura se encontraba”
Varios intentos de fuga se habían demostrado ineficientes. Paliativos temporarios. Fugaces.
Los lazos con la tribu eran sutiles pero tenaces.
Hasta que un día encontró el límite de la jungla y alguien allí lo estaba aguardando y lo
acompaña hasta hoy en su camino junto con numerosos amigos a los que ahora se unen los
pacientes bloggers que por diversos medios se hacen sentir a su lado.
A ese ser tan especial hallado a la salida de la selva, el linyera le dedicó unas simples líneas
¡ vos !
Compañías hay muchas para caminar la vida. Pero solo una es muy especial.
¡Vos!
¡Única!
¡Solo para mí!
¡Soñada en el misterio del inconsciente!
¡Hallada en el azar de una rutina!
Entrevista en el romanticismo nostálgico de un tango.
Fabricada para mí por el insondable arcano de la vida.
¡Vos!
¡Solo vos!
un jardín de ensueño
30.09.08
Melancolías vespertinas. Experimentadas por el linyera al salir de la infancia. Era una salida
con fórceps. Deseada, querida, pero temida. Una sangrienta lucha entre buscar ser grande y
seguir siendo niño. Entre empezar a asumir responsabilidades y preferir ser cómodamente
llevado de la mano por otros.
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El escenario fue esa vieja casa de la calle Ensenada donde tantas cosas pasaron dentro del
alma del linyera... La casa ya no está. Hace muchos, muchos años la fue a buscar un día para
contemplarla unos minutos, al menos desde afuera.... No se hubiera atrevido a tocar el timbre.
Pero la casa ya no era la misma. Ni siquiera estaba allí el enorme algarrobo de la vereda. La
había sustituido un insípido edificio de varios pisos, sin voz ni gusto ni color ni aroma para el
linyera. ¿Y los recuerdos? ¿Y las noches de luna llena? Solo en el alma.
YA VIENE LA MAÑANA..
Una acariciante melodía que no me entró en el alma como un impacto repentino, como había
sido, por ejemplo, “Manuelita” en las playas de San Bernardo, según ya relaté. Fue por
insistencia. Fue por repetición. Repetición muy agradable. Y cadenciosa. Alguien la machacó y
la machacó sobre mis oídos. Fue una voz muy dulce, la del para mí inolvidable mejicano Juan
Arbizu.
Ese bolero (creo que era un bolero), impregnado de un no sé qué, despertaba en mí los más
embriagadores sueños. “ Ya viene la mañana...” ¡Qué me importaba la contradicción! Eran más
o menos las cinco de la tarde. Creo que lo mismo casi todos los días. Era la cortina para abrir el
programa musical de no me acuerdo qué radio de Buenos Aires. “Ya viene la mañana...”
Instantáneamente dejaba la lapicera con la que estaba escribiendo mis deberes sobre la mesa de
la antecocina (iba a la escuela por la mañana) y entraba en un raro embeleso, lejos, lejos, en un
jardín misterioso...
“Ya viene la mañana, perfumada de flores...” Todos los aromas más fragantes del mundo me
envolvían en esos atardeceres rutinarios y me sentía realmente en el jardín más maravilloso del
mundo. Un éxtasis de colores, de brisas acariciantes, de pura vida interior, de una paz misteriosa
y absorbente. Todo mi entorno desaparecía en una vaporosa nube de una fragancia total. Ya no
había lapicera, ni cuadernos, ni manual del alumno, ni libro de lectura, ni la mesa grande de
usos múltiples, ni las varias puertas de acceso a las otras reparticiones de la casa, ni la abuela en
la cocina, ni nada ni nadie, solo yo y esa atmósfera ultraterrena... “¡Reloj no marques las horas!”
“A escuchar la triunfante canción de nuestro amor...” “Levántate, ángel mío...” Palabras que
resonaban como en un cuento de Las mil y una noche. Todo misterio, fantasía, sueños, lugares
remotos y arcanos, seres tenues y delicados. ¿Quién sería ese ángel? ¿Lo imaginaba acaso? Allí
estaba perfumándome con su aliento y mojando mis labios con la miel de los suyos... Todo paz
y ternura...
¡Ah, aquel jardín de mis tardes, envuelto arcanamente en una canción matinal! ¡Qué hermoso
revivir esos momentos aunque solo sea por un segundo y a cualquier hora del día, escuchando
en mi imaginación la dulce voz de Arbizu en “Ya viene la mañana…”
encrucijadas
01.10.08
El camino del linyera a ratos parece marcado con una dirección inevitable. Casi no hay cómo
apartarse del rumbo tomado (elegido o impuesto). De golpe aparecen posibilidades diversas.
Dos, tres, más. En estos casos, en su largo pasado, el linyera casi nunca o, mejor, nunca tomó
una decisión estrictamente personal. Por eso es linyera. La vida lo fue llevando.Y no se lamenta.
Hoy saca de su cofre una vieja postal.
quinotos
Una postal con sabor frutal. Allí la encontré, perdida en el montón. Con un platillo de postre
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colmado de quinotos. ¡Ah, aquellos quinotos! Recuerdo bien cuándo los probé por primera vez.
¿Por qué? No puedo decir cuándo probé. las primeras manzanas, o peras, o duraznos, o ciruelas.
Pero sí, cuándo probé los quinotos.
Muchas veces he pensado cuál podría haber sido el curso de mi vida si en cualquiera de las
innumerables encrucijadas que se abrieron a mi paso hubiera tomado otra de las sendas. No
hablo ni de sendas equivocadas ni de sendas correctas. No sabía demasiado entonces cuáles eran
cuáles para la sociedad. . Eso sí, tengo en la imaginación más de mil autobiografías
contrafácticas. “¿Qué hubiera sido de mí si...”?
Es lo cierto que hubo algunos momentos en que la posibilidad de tales caminos diferentes
parecieron presentarse con más evidencia. A veces con mi conciencia. A veces, sin ella. La
visión de ese montoncito de quinotos se me asocia ahora con esta reflexión que parece aquí
traída de los pelos. Trato de explicarme.
Iba caminando por mi vieja y querida calle Ensenada. En Europa empezaba la segunda gran
guerra. Eso me sitúa más o menos en mi tercer grado.. Rutina diaria. Los mandados. Bajando
hasta Rivadavia. Allí, sin cruzar, a media cuadra había un negocio muy especializado. Solo
vendía aceite comestible. La particularidad es que lo vendía suelto, a pedido. Había una
cantidad de grandes recipientes de vidrio con el precioso líquido, de distintos tipos y variedades.
En algunos casos, por ejemplo, del aceite de oliva había dos o tres calidades, con distinto precio.
El cliente llevaba un envase vacío y se cargaba con un pequeño grifo desde el recipiente que
uno solicitaba y en la cantidad deseada. Hacia esa aceitería me iba dirigiendo por encargo de mi
abuela con una botella grande de dos litros.
¿Y los quinotos? A veinte metros de la esquina apareció un chico del barrio que hacía casi un
año que había dejado de ver. Se llamaba Henry. Nos saludamos. Le pregunto por qué hacía tanto
que no lo veía y me contó que había estado recluido en Marcos Paz.
Hoy ese nombre sabe a penal de máxima seguridad, pero en aquellos días era lo que llamaban
un reformatorio de menores. “Pequeños robos,” me dijo. Él no tenía a sus padres y vivía a la
vuelta con unos parientes lejanos. El juez lo había derivado a aquel lugar por un año. Había
pasado días tranquilos. Con unas monjas. Aseo, trabajos manuales, canto, clases, deporte,
oración.
Estaba comiendo. Me explicó que eran quinotos. Me mostró el paquetito ya casi vacío. Me dio
uno para probar. (En aquel tiempo no se conocía el paco). Me gustó. Me dio otro. Y otro. Le dije
que iba a la aceitería y seguimos caminando juntos. “¿Y si mañana vamos a la feria a comprar
otro paquetito?” me dijo. “¿Con qué plata?” le contesté. Me explicó entonces cómo conseguir
veinte centavos para un cuarto kilo de quinotos. Me preguntó qué aceite me habían encargado y
me indicó que comprase otro veinte centavos más barato. Nadie se iba a dar cuenta y hacía un
ahorro para ir a la feria al día siguiente. Así fue. Volví con el aceite a casa y, por lo visto, Henry
tenía razón cuando decía que las diferencias en la calidad eran mínimas y nadie las podía notar.
En efecto, en casa nadie las notó. Yo me fui a dormir sin remordimiento alguno. De ninguna
manera se me iba a ocurrir contarle algo al cura en la confesión del domingo. ¡Qué le podía
importar a Dios el asunto de la calidad del aceite! Él no cocinaba ni comía cosas fritas. Años
más tarde leí en el capítulo segundo de las Confesiones de San Agustín los problemas que se
hizo por haber robado unas peras de un árbol del vecino. Por suerte yo estaba más desinhibido.
y libre de escrúpulos, al menos en aquel entonces.
A la mañana siguiente, puntualmente a las diez, me encontré con Henry en Ensenada y
Alberdi. Caminamos presurosos las cuatro cuadras hasta Directorio, donde funcionaba la feria
municipal. Una panzada de quinotos.
No se volvió a repetir.. No lo vi más a Henry. Supe a los pocos días que lo habían internado
nuevamente. ¿Qué habrá sido de él? Para mí el episodio es solo el recuerdo de una travesura.
¿Podría haber sido el inicio de otro camino? Tal vez los quinotos marcaron una pequeña
encrucijada.
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simplemente “despertar”
02.10.08
Así fueron los días, ya lejanos, lejanos, en la media mañana de la vida del linyera::
atardeceres melancólicos
ocasos tornasolados
aromas indefinidos
brisas dudosas
.....
noches apacibles
estrellas fugaces
arrullos musicales
.....
albas nubosas
relámpagos zigzagueantes
truenos profundos
inacabables
.....
El linyera vivía como un zombi. Envuelto en palabras. Siempre envuelto en palabras. Muchas
“muy marcadas” y positivas Pero allí, en esa media meñana, quedó atrapado en una red de otras
palabras, ponzoñosas, recubiertas con miel de la alacena de Circe. . Hasta que en medio de esa
noche sin aurora fue aprendiendo a decodificar el sentido mortal de esa palabras que luego
llamó “malditas.”..Lo tuvo que hacer solo. ¿En quién confiar entonces? Hoy tampoco ve todas
las cosas demasiado claras, pero, al menos, sabe que no las ve claras. Y se conforma.
El linyera describió así ese arcano descubrimiento mental tan saludable, cuando meditaba,
subido erróneamente a un tren que estaba en la más muerta de las vías.:
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- Aburrido.
- ¿Estuviste mucho allí?
- Siempre, hasta que el otro día quise ser linyera y me subí al primer carguero que pasó.
- ¿Qué hacías en Paraíso?
- Aburrirme.
- Ahora sos linyera como yo.
- Sí, soy linyera, pero no como vos.
- ¿Cuál es la diferencia? Las pilchas son parecidas. El mono...
- La diferencia está en esta bolsita que llevo.
- ¿Qué guardás? Una galleta, un cuchillo...
- Mirá.
- ¿Qué es eso? ¿Un palito para pinchar peludos?
- No. ¿A qué no adivinás?
- Para defenderte no alcanza....
- Es para divertirme.
- Capaz...¿Cómo hacés?
- Mirá.
- ¡La punta se puso luminosa! ¡Parece una estrellita!
- Y no te imaginás lo que puedo hacer con esto...
- Mostrame.
- Mañana. Ahora necesito apoliyar un rato. ¿Me hacés un lugarcito?
descubriendo el país
03.10.08
En el país se nace. Pero no siempre se lo ve. El país está alrededor. Pero no siempre se lo
siente.
Así como recuerda el linyera su primer encuentro con numerosos personajes quiere
representarse en la memoria con esta postal lo que fue su primer encuentro con su país.
Escribió así al dorso de la cartuilina.
DESFILE
Como linyerita niño yo había dejado El Triunfo y Alta Gracia y estaba en Buenos Aires. Luces
de neón. Un obelisco gigantesco recién erigido. Calles con llamativos empedrados. Trenes que
corrían por debajo del suelo. Tranvías. Colectivos. Miles de autos. Mateos. Un puerto de novela.
Una Avenida de Mayo espectacular. El imponente.Congreso. Torres. Chimeneas altísimas. Todo
un mundo nuevo.
9 de julio de 1937. Inolvidable. Avenida Alvear. Pleno invierno. Día frío y radiante de sol a
esa hora. Un entorno de un verde pujante. Arriba un cielo azul con alguna que otra nube muy
blanca que se parecía a lo que me dijeron que era la bandera de mi patria que marchaba al frente
de cada uno de los regimientos, a cual más vistoso con todas sus armas y sus galas. Todo
flanqueado por una multitud jamás vista por mí agolpada en ese número que aplaudía y vivaba
frenéticamente. En un momento aparece una elegante carroza como en un cuento de hadas
tirada por los más fantásticos de los caballos. En ella, una figura imponente con un colorido
uniforme. Es el presidente de la república, me dijeron. Se llama Agustín P.Justo.
En fin, Un espectáculo que nunca más volví a contemplar. Fausto. Pompa. Esplendor. Alguien
me susurró que eso era mi país. ¡Qué grande!
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Se iba poniendo el sol. Los tonos del ocaso agregaban ahora una nota de nostalgia. Mientras
nos retirábamos caminando lentamente, las tías en cuya compañía estaba, me empezaron a
contar que esas fuerzas militares tan gallardas que se habían lucido en el desfile , pocos años
antes, en 1930, comandabas por un tal Uriburu, habían derribado al entonces presidente
constitucional, Hipólito Yrigoyen, al que ellas evidentemente, habían admirado, a pesar de
reconocerle algunos errores. Me enteré que ese país que me había parecido tan lindo y
grandioso, tenía en sí profundas divisiones y odios. ¡Qué triste!
Dos caras de un país que acababa de descubrir y que me dijeron que era el mío.
gardel
04.10.08
Al linyera siempre le hubiera gustado ser no solo un ambulante sin rumbo sino un cantautor,
un verdadero juglar, para exteriorizar su interior en compañía de una guitarra. Hubiese querido
poder decir como Ángel Greco: “Saldrá el sentimiento criollo enancao al pensamiento, en el
flete de un lamento...” No se dio ni ya se dará.
Pero es lo cierto que la música constantemente lo acompañó y lo acompaña, dentro de su
cabeza, más que en sus oídos. Y generalmente es para darle suaves empellones de optimismo.
Alguien que con su voz, real o soñada, vino al rescate del linyera cuando se encontraba
hundido en algún pozo, fue Carlos Gardel. Y lo sigue haciendo de vez en cuando.
Una de las “extrañas tríadas” (una canción + un lugar + un sentimiento) que tiene registradas
en su archivo dice así:
Uno de esos momentos en que se vive suspendido en medio de la niebla. Ni arriba, ni abajo, ni
derecha, ni izquierda. Ni voces amigas, ni manos amigas. Ni recuerdos, ni sueños. Ni ser, ni
estar. Solo niebla. Espesa, pesada, oprimente. Silencio de cementerio. Quietud de féretro.
Había intentado yo un salto al vacío. Desesperado. Sin objetivos. Huir. ¿Hacia dónde? El
vacío fue pura niebla. Nada más que niebla. Todo peor.
Sala de música de un colegio. Adonde el destino me había tirado. No mi voluntad. Me había
dejado llevar. Todo oscuro. Fuera de las paredes. Dentro de las paredes. Dentro del cuerpo.
Dentro del alma. En los ojos. En los oídos. En las neuronas...
De pronto “...guardo escondida una esperanza humilde...” Alguien había captado mi absoluta
soledad y había encendido el tocadiscos. Llegó un hilo de voz. Muy lejano. Apenas audible. Fue
como un rayo de luz. “Volver...” ¿De dónde? ¿Adónde? ¿Quién lo sabe? “.. una esperanza
humilde...” Aunque sea humilde, muy humilde, casi imperceptible. era ¡una esperanza al fin!
¿Dónde? ¿Cuál?
Me puse a reflexionar... “Caigo en la cuenta, de manera experimental, que el bien y el mal no
existen. Simplemente somos. ¿Qué? ¿A quién le interesa? Somos. Alguien inventó esas
palabrejas o, mejor dicho, sus equivalentes en lenguas más antiguas. Poco a poco todo empezó a
clasificarse de un lado y de otro. Algunos intentaron especulaciones imposibles y aumentaron la
grieta. Otros la aprovechan para controlar y explotar a los demás constituyéndose en intérpretes
y absolutos administradores de lo que ellos llaman “bien”.
“ ...Guardo escondida una esperanza humilde....” La voz de Gardel fue un repentino rayo de
luz. Una ventana se abrió en la cueva tenebrosa... ¿Hacia dónde? Hacia cualquier parte... ¡Una
ventana! ¡Increíble! ¡Todo parecía un encierro tan hermético! Y fue la voz de Gardel la que
consiguió abrirla.
discriminación
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05.10.08
La palabra la conoció el linyera hace pocos años. Me refiero a su acepción corriente en el día
de hoy en su sentido eminentemente social. ¿El concepto y el sentimiento? Hay que distinguir.
El concepto de diferencias sociales lo recibió indudablemente desde muy chico. Implícita y
explícitamente. “Nosotros somos de clase media”, oyó decir. Sin demasiadas explicaciones. No
las pidió. Pero su observación le hizo advertir un abanico de diferencias en la gente. Eso estaba
claro. ¿El sentimiento? Eso es otra cosa. Cree poder afirmar, rastreando en su memoria, que
nunca tuvo el menor sentimiento de desprecio hacia alguien por cualquiera de las características
que los biólogos, los psicólogos o los sociólogos enumeran. Su elección de la categoría de
“linyera” como atributo personal, parece ser una prueba.
Había escrito en sus apuntes personales:
DISCRIMINACIÓN
Tengo algo así como un radar instintivo para apartarme con cansancio y repugnancia de todo
lo que me parece un abuso de mi paciencia. No me gusta que un comerciante me cargosee
ofreciéndome veinte veces el mismo artículo o que un espectáculo sea todo más de lo mismo o
que un conferencista me repita cosas que ya sé o que un político me diga que todo es
maravilloso y otro al lado insista en que todo es una porquería.
Tal vez, entre todas las cosas que me cansan más está la repetición de palabras que encuentro
en todas las pantallas y parlantes dale que dale. Honestamente, creo que una palabra de la que se
abusa un poco, o demasiado, es la palabra “discriminación”. Estoy seguro de que toda palabra
que entra en el manoseo generalizado no solo se devalúa sino que llega a ser perjudicial. Como
si fuera un billete falso. Un alto porcentaje de la gente que pide la palabra en alguno de los
medios se queja porque se siente discriminada. Casi todos. Creo que muchos así por lo menos se
sienten felices de que alguien los distinga de la masa general. Algunos lo hacen con razón y los
respeto.
Hoy me voy a referir, con todos los reparos que acabo de hacer, a un caso de
“discriminación.” No voy a cargar a la oficina pública correspondiente con una queja más. Es
solo una reflexión que voy a compartir sencillamente con mis amigos lectores.
La postal que tengo entre manos me está mostrando algo así como la cumbrera de un rancho
en uno de cuyos extremos, con rara habilidad, el gaucho había colocado una veleta oxidada de
hierro que había, sin dudas, encontrado tirada en sus recorridas por el campo.
Allí está. Es lo único que se destaca en la postal. La miro una y otra vez. La primera letra que
aparece frente a mis ojos es la O. Hacia el fondo, en oposición hay una E. Y, haciendo cruz, la S
y la N. La punta de la flecha, que sospecho que estaba como clavada e imposibilitada del
mínimo giro, desafiando cualquier ventarrón, señalaba puntualmente la O.
¡Milagro! Esta visión me reconcilia con la realidad, con mi realidad. Al pobre OESTE siempre
me lo dejan para el último.¡Cómo lo discriminan! ¡Y el oeste es tan mío! Siempre,
invariablemente, escucho: ¿Cuáles son los puntos cardinales? Norte, sur, este y oeste Siempre el
último. ¡Discriminado!
Nací frente a las vías del Ferrocarril Oeste. Ferrocarril Oeste fue el primer cuadro de fútbol
cuyo nombre conocí. Siempre estuve convencido de haber pasado mis primeros años de vida en
el oeste bonaerense. Cuando pasé a completar mi infancia en la ciudad de Buenos Aires todos
mis desplazamientos en cuanto a viviendas fueron hacia el oeste: de San Cristóbal hasta Floresta
y hasta Ramos Mejía.
Nunca lo mezclé con el oeste de los westerns. Ese era el Far West. Nada que ver con mi oeste.
Tal vez, eso sí, lo tengo románticamente asociado con el “occidente” de Echeverría.
Paso por alto otras curiosidades acerca del oeste, occidente o poniente porque las descubrí en
los libros. No son mías. No es mi oeste.
El mío, eso sí, se confunde también y, tal vez, de una manera eminente, con las luces
multicolores impregnadas de melancolía de esos ocasos inolvidables que jamás dejarán de estar
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como clavados en mis ojos mientras se pierden más y más en la distancia
el linyera y su mundo
06.10.08
No se trata de especulaciones. Al menos, no voluntarias. Se trata solo de un borbollón que se
produce en la cabeza del linyera cuando la apoya algunas noches sobre una piedra del camino
para descansar ante la mirada indiferente de las estrellas. Su pasado se le tira encima, su futuro
se desvanece y solo le queda un delicado hilito del presente al que aferrarse....
Al despertarse de una de esas noches, había una vez escrito:
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Como adivinando alguna necesidad íntimadel linyera.
Lo siguiente quedó registrado en el álbum de sus “extrañas tríadas”. Con la imagen de su hija
Mariana en su visita a Toulouse.
Años, en lo profundo, bastante ingratos, por razones que no es necesario explicar acá, pero
con destellos superficiales de intensa felicidad, unas veces muy fugaces, y otras veces algo más
extendidos en el tiempo y, algunos pocos, con una intensa fuerza capaz de marcar a fuego
huellas que renacen una y otra vez ante ciertos toques mágicos.
En este caso, el lugar fue Bernal, una localidad al sur de la ciudad de Buenos Aires, no tan
densamente poblada entonces como ahora. Un lugar tranquilo. Un colegio enorme. Un patio de
baldosas gastadas por el tiempo, ya de un color indefinible, tirando a un gris inexpresivo. Un
dosel de vistosas y perfumadas glicinas ponía una nota alegre en el inmenso patio y en mi
pequeña alma, solitaria, aunque integrada en una fila como de treinta compañeros esperando la
señal para dirigirnos al aula de primer año del ciclo básico común. Había sonado el toque de
timbre para formar las filas pero, extrañamente, se estaba demorando el segundo toque para
hacer silencio y empezar el camino hacia la escalera del edificio que nos esperaba con un arco
florido de jazmín del país. Todo muy primaveral como entorno de mi mente melancólica y
soñadora. Melancólicamente triste y misteriosamente soñadora en ese día. No sé por qué. En esa
espera, excepcionalmente prolongada, un compañero de fila, rubicundo y entusiasta, comezó a
cantar: “Era para mí la vida entera como un sol de primavera..”. ¡Qué soplo de felicidad
repentina! ¡Gracias, Francisco! “Sabía que en el mundo no cabía toda la humilde alegría de mi
pobre corazón..” Timbre. Silencio. Empiezo a marchar con una gotita de luz dentro de mí. ...
“mi esperanza y pasión..” ¿Cuál? ¡Qué importaba! Algo había entrado en mi alma.
Gardel siempre supo despertar en mí las más intensas reminiscencias nostálgicas. Siempre ha
estado para mí fuera de todo juicio artístico. Oírlo es revivir en todos los rincones de mi cerebro
y de mi corazón experiencias que parecen haberme acompañado desde el vamos de mi ser. Pero,
inevitablemente, “Era para mí la vida entera…” despierta un eco inigualable.
Hoy, décadas y décadas más tarde de aquella mañana en Bernal, suena la voz de Gardel o
alguno de sus émulos con esa vieja letra y, al primer compás ya estoy en aquel patio, que nunca
más he vuelto a pisar, y un sacudón de fervor primaveral me moviliza desde lo más íntimo. Veo
glicinas o, smplemente, me las nombran, y allá voy. Siento un aura fresca de primavera en mi
piel o, simplemente, me entra por los ojos desde alguna pintura y se me llenan los oídos con la
voz de Francisco y el corazón con un toque repentino de una increíble dicha. Me nombran
Bernal y toda ese enorme conglomerado se reduce a un dosel de glicinas sobre un patio gris.
08.10.08
Recuerda el linyera aquí un tercer encuentro con aquel que, vaya a saber por qué indescifrable
ucase del destino, beneficioso en este caso, siempre acudió en su ayuda, con su voz cargada de
melancólica esperanza, en momentos aparentemente cruciales.
Había escrito esta “tríada” hace ya tiempo. La acompaña con la placa en el frente de la casa
natal de Gardel.
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AMARGURA...ARRABAL AMARGO...SOLEDAD + SOLO+INCERTIDUMBRE
¿Cuándo? Una noche. ¿Dónde? Una cama. ¿Quién? Yo. ¿Con quién? Con una radio apagada..
Estaba triste. Muy triste. Casi con lágrimas. ¿Por qué? Esa tristeza que no tiene explicación.
Que toma posesión de todo el ser, hasta la médula de los huesos, las tripas, las uñas de los dedos
de los pies... ¿Futuro incierto? Sí. ¿Pesar del camino recorrido? Hasta cierto punto. ¿Deseo de
llegar a la paz absoluta? Tal vez. ¿Cómo? Ninguna idea concreta. Solo deseo. ¿No es más feliz
el mosquito que no piensa tanto?
Prendo la radio. A ver si la música me levanta el ánimo. Cualquier cosa. Lo que salga. A suerte
y verdad. “. hoy hay en mi huella solo llanto y mi dolor... Arrabal amargo, metido en mi vida,
como una condena de una maldición... y ahora vencido arrastro mi alma... En mi larga noche el
minutero muele la pesadilla de su lento tic-tac...” etc., etc., etc...Al terminar la tercera canción,
pasadas en ese orden estricto, apagué la radio. ¿Cansado? ¿Sobrepasado? No. Nada de eso. Para
evitar que otras canciones me robaran la sensación que me dejaban esas tres. Apagué la radio y
encendí el reproductor musical de mi propia imaginación, que siguió y siguió repitiendo las tres
melodías, con su música y su letra, hasta que me desperté cuando un rayito de luz se coló por la
hendija de una persiana y me hizo abrir los ojos a un nuevo día, que daba comienzo, tal vez, a
una larga serie de días nuevos..
Esos momentos son hoy casi inexistentes. Cuando escucho ahora esas melodías o las imgino
en alguna noche sin sueño, me envuelve algo así como una nevizca melancólica, dulce y
acariciante, tibia, nunca lastimera... como cuando salí del quirófano sin las piernas, pero con una
sensación de bienestar....
“metido en m ivida, como una condena...” ¡No! ¡Condena no! ¡Un empellón muy fuerte hacia
nuevas y más felices realidades!
el linyera y el che
09.10.08
Hoy hace cuarenta y un años que murió el Che. El linyera y él habían nacido en junio de 1928
con solo cinco días de diferencia. Otra curiosa coincidencia es que ambos, en su niñez,
compartieron el mismo barrio y hasta ocuparon la misma casa, con dos o tres años de diferencia,
en Alta Gracia, en la Provincia de Córdoba. No se conocieron personalmente en forma explícita
pero ciertamente jugaron juntos algunos partiditos de fútbol y tuvieron un amigo común
llamado Dante, que falleció en noviembre pasado.
El linyera incluye dos fotos. El linyera, de dos años, frente a la casa (Villa Nydia) donde, dos
o tres años más tarde, el Che (entonces Teté) está tratando de montar un perro. Esa casa es hoy
un Museo.
RETRETA
Aires serranos. Tarde tibia. El agua limpia del tajamar. Algunos cocheros terminan de lavar allí
sus coches. Eran los taxistas de entonces. También le daban una refrescada a los caballos. 1933..
9 de Julio. Fiesta patria.
Fui caminando desde nuestro chalet a ese lugar, con Ángela y mi hermanita Susy. Una banda
del ejército iba a ejecutar la “retreta del desierto.”.
Una tarde espléndida, inolvidable. Se metió en la memoria del linyera para no irse más. Y en
esa misma escena se anuda todo el montón de recuerdos, vagos, confusos, remotos, extraños
que significaron para el liyera esos más o menos tres años, con intermitencias, pasados en esa
villa serrana, Alta Gracia, adonde su padre estaba reparando su salud.
El Triunfo – Alta Gracia – El Triunfo - Alta Gracia - El Triunfo.... Una secuencia intermitente
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durante los primeros ocho años de la vida del linyera. Desde junio de 1928 hasta setiembre de
1936....Las cosas se entremezclan.
Los recuerdos de Alta Gracia son muchos y variados. Profundos. Gratos. Placenteros.
Reparadores...El cañito...El parque del Sierras Hotel... Las sierras... La ruta a Córdoba... La
ciudad con su zoológico... Los vecinitos del barrio, con los que jugábamos a la pelota en la calle
sin siquiera conocernos los nombres...
Los vecinitos...El nombre de uno de ellos lo descubrí, increíblemente, casi setenta años
después...En aquel entonces lo llamaban Teté...Hoy todos lo conocen por el Che.
El Che y yo. Alta Gracia nos une. Ambos nacimos en el 28. Ambos nacimos en junio. Él me
llevaba cinco días Yo fui con toda mi familia a Alta Gracia por primera vez en 1931. Alquilamos
un chalet llamado “Villa Nydia” (Chalet 14). Volvemos a El Triunfo. .En 1932 los Guevara se
van a vivir a Alta Gracia en razón de la salud de Teté. Ocupan diversas viviendas..
Yo voy y vuelvo. En un nuevo período en Alta Gracia ocupamos otro chalet, cercano al
anterior. “Villa Nydia”, que estaba ocupado por los Guevara.
Pasaron años y años y sucedieron cosas y cosas... En julio de 2001 la Municipalidad de Alta
Gracia consagra a “Villa Nydia” como el Museo del Che Guevara. No pude resistir. Esa misma
semana allí estuve en “mi” vieja casa. Por un rato, pleno de sensaciones. Indescriptibles...
- Che, me hubiera gustado tratarte personalmente. Tal vez hubiéramos sido buenos amigos...
en una villa
10.10.08
En la marcha continua del linyera los escenarios suelen repetirse. Sin embargo, algunas
veces, ciertos lugares le resultaron especialmente extraños por lo novedosos para él. .
Había escrito, hace un tiempo considerable, cincuenta años, al dorso de una de sus postales. :
MI VILLA MISERIA
Una postal más, como casi todas las de esta colección, un poco imprecisa. Pero dado que
representa una escena que hoy es demasiado familiar para todo el mundo poco me cuesta
idenficar lo que hay en ella. Por estas tierras se las empezó a nombrar como “villas” y luego se
las adjetivó con el nada cariñoso rótulo de “villas miseria”. Tal vez nacieron mucho antes, pero
en la época de la postal comenzaban a proliferar en el hoy llamado conurbano bonaerense. Para
mí eran algo desconocido por esos días.
La postal en cuestión es una foto (por llamarla así) tomada en un rincón no tan alejado del
centro de Quilmes. Yo era un sacerdote recién recibido y que nunca había estado en contacto
con otra gente que no fueran mis superiores y compañeros y montones de libros. Mi tarea era
principalmente enseñar lnguas clásicas en el Instituto donde rsidía. Mi vago deseo al entrar en
esa vida, había sido solamente el de encontrarme con lo que soñadoramente imaginaba, en mi
mente infantil, como Dios. No tenía la menor inquietud por cualquier tipo de acción social.
Creía que ese Dios actuaría para el bien de todos si se lo pedía con fe y sacrificio. Era solo un
mundo muy, muy abstracto. De la gente “real” y del mundo “real” conocía poco y nada. Y de
golpe y porrazo me vi en pleno contacto con una parte de ese mundo “real” que algunos llaman
submundo. ¿Cómo fue? Simplemente por una invitación.
Me habían mandado a decir misa en una capillita humilde y apartada. Cumplí. Al domingo
siguiente, cuando terminé el oficio y me iba a retirar, un hombre de unos cuarenta años y
aspecto humilde me dice:
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- ¿Quiere venir a tomar unos mates?
- Vamos. ¿Es lejos? De paso les compro un kilo de yerba en la otra esquina.
- Unas pocas cuadras. Pero ¡No se vaya a asustar!
- ¿Por qué? No me asusto de nada.
- Vinimos hace un par de semanas. Con mi señora y mis cuatro chicos. Nos estamos instalando.
- ¿De dónde vinieron?
- De Tucumán. Nos trajo un camión. Con las cuatro cosas que tenemos. Un amigo me había
conseguido un laburo.
- ¿Bueno?
- Para empezar. En una textil. La Bernalesa.
- ¿Le pagan bien? Más o menos. Todavía no cobré nunca. Vamos a ver a fin de mes. Ahí
vivimos...
Y me señaló lo que ahora estoy mirando en la postal. No me detengo a describirlo en detalle
porque hoy es una postal demasiado generalizada en el país. Hoy no hay quien no la vea a cada
rato.
Es lo cierto que no solo compartí esa vista exterior sino que por numerosos domingos
compartí el estrecho interior de esa “vivienda”, realmente miserable, pero muy cálido y muy
afectuoso, entre mate y mate, con charlas profundamente “filosóficas”. Poco a poco, domingo
tras domingo, la mateada iba siendo entre cada vez más numerosos participantes. Me encantaba
charlar con ellos. Eran cordiales, sinceros, de muy buena onda... Eso sí, tenían una sola
esperanza. Que volviera el General.
Muchos tenían una posición puramente esperanzada. El General iba a volver porque así tenía
que ser. Otros, insinuaban una actitud más combativa. Hay que hacer algo para qiue vuelva.
¿Qué? Me lo preguntaban a mí. No sabía qué decir. Algunos me proponían aceptar un liderazgo
de un movimiento de protesta y hasta algo más. Yo sentía una profunda simpatía por ellos pero
no creía en la violencia ni en mi capacidad para liderar nada. .
Cuando dejaba ese lugar y volvía a mi instituto de residencia mi mente estaba muy dividida.
Un poco en la villa y poco bastante, durante toda la semana, en la Atenas de Pericles, la Roma
de Augusto y el Olimpo de los dioses. Creo que entonces no había lugar para la Palestina, al
menos la de Jesucristo.
Mi vida debió continuar luego lejos de ese rincón.Nunca volví. Pero tengo que confesar que
marcó en mi cabeza, tan ignorante del mundo real, el punto de partida de una incontenible
aunque algo lenta revolución interior., que me condujo, misteriosamente, a andar otros caminos.
el orangután
11.16.08
Por hoy el linyera transforma su caja cerebral en una pantalla de TV y hace desfilar por allí
una escena por cierto muy anterior a la era de Tinelli.
Saca una postal con una “tríada” (orangután + tv + año nuevo) grabada hace más de cincuenta
años.
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Y así por largo rato. Yo estaba por primera vez en la vida ante la pantalla de un aparato
que me dijeron que era un televisor. Por supuesto, en blanco en negro. Se veía
discretamente bien. Allí había una multitud en un salón danzando y danzando muy
alegre e incansablemente al ritmo de “el orangután y la orangutana...” Alguien más
conocedor que yo de esas cosas me comentó que los danzarines eran todos artistas
famosos de la farándula de Buenos Aires. Otro añadió que la canción era de un tal Chico
Novarro.
A decir verdad todo eso me resultó novedoso. Era la noche del 31 de diciembre. ¿1951?
Yo era estudiante de filosofía en una así llamada, impropiamente para mi gusto, “casa
de formación” de una institución religiosa. Nos mantenían herméticamente aislados de
eso que llamaban “mundo” para que la “formación” fuese higiénicamente aséptica.
Esa noche, jamás sabré por qué, la persona circunstancialmente a cargo del grupo de
los “filósofos”, tuvo una ocurrencia genial, que probablemente más tarde le haya
costado algún tirón de orejas. El director había comprado un televisor, gran novedad en
ese tiempo en el país , y lo usaba aparentemente él solo. El aparato estaba en el aposento
reservado para visitantes ilustres. Vaya a saber por qué (¡qué aburrida sería la vida si
todo estuviese previsto!) esa noche, después de la cena, a un grupo reunido en el patio,
el responsable nos dijo:
puertos
12.10.08
Las oportunidades que tuvo el linyera de navegar fueron limitadas aunque muy gratas.Eso sí,
siempre en agua dulce. De pequeño (y de no tan pequeño) soñaba con estar, como el capitán
pirata, “sentado alegre en la popa” y cantando “¿Qué es mi barco? Mi tesoro. ¿Qué es mi Dios?
La libertad. Mi ley, la fuerza y el viento. Mi única patria, la mar.”
Sueños, nada más. El linyerita se sentaba conm su abuelito contra la pared de alguno de los
depósitos en los muelles del viejo y auténtico Puerto Madero mirando la interminable fila de
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estibadores con bolsas de trigo sobre los hombros para las bodegas de algún barco extranjero y
las ratas, en competencia, haciendo equilibrio sobre los cables de amarre, hasta los topes que les
impedían llegar a bordo.
Con todo esto se mezcla otra “tríada musical” que el linyera había una vez descripto de esta
manera:
la máquina de pensar
13.10.08
Entre las varias características que pintan a un linyera y, más aún, a un linyera de alma, está
la de estar siempre en meditación. La película explícita de su “stream of consciousness” no se
para nunca. Ni en medio de las acciones rutinarias ni en los momentos de máxima tensión. Le es
algo intrínseco. Así se deslizan sus sueños y así vive, tratando de ser feliz y causar el menor
disturbio posible a quienes lo rodean. Si puede, dar también alguna gotita de felicidad a otros.
Este linyera de alma tiene algo de eso, aunque, alguna vez, allá lejos y hace tiempo, alguien
trató de hacer añicos su máquina filmadora.
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PENSAR
Otra palabra que casi se transforma compulsivamente en fugaz. Y ¡qué palabra! Nada menos
que p e n s a r-
Tarde de primavera. Aire. Luz. Sol. Ambiente templado y con suaves perfumes. Estábamos en
el fondo de las varias hectáreas con quintas de hortalizas, que pertenecían al Instituto adonde
acababa de ingresar para iniciar mi camino hacia un sacerdocio vagamente soñado pero poco
comprendido. Había llegado allí arrastrado por una fuerza misteriosa, al menos entonces para
mí. Los que me empujaron por esa senda (no, ciertamente, mi familia) la llamaban “vocación”.
Quizás fuera simplemente el impulso a iniciar una vida independiente, por mí mismo (así lo
creía), cuando aun no había terminado la escuela primaria.
El sol del atardecer era casi romántico. Estábamos en un bote tres chicos (a cual más ingenuo)
que habíamos sido llevados al Instituto, antes de que tuviéramos tiempo de pensarlo dos veces,
desde un colegio religioso de Buenos Aires, en el que los directivos nos habían visto ciertas
condiciones. Estábamos los tres con un sacerdote de aquel colegio de Buenos Aires que nos
había ido a visitar para reforzar nuestra permanencia allí y evitar que nos arrepintiéramos. Nos
había sacado esa tarde del salón de estudio donde estaban todos los demás y nos había llevado a
pasear a los tres “nuevos”. Estábamos, como dije, en un bote, en el lago artificial que acababan
de inaugurar más allá de las quintas. Parecían tiempos de prosperidad, en años de la gran guerra.
Allí estábamos...
- ¿Cómo estás, Carlos?
- Bien.
- ¿A gusto?
- Por ahora...
- Mirame fijo.
- ..............................
- Vos cavilás mucho. Se te ve en los ojos. Estás siempre serio. Te reís muy poco.
- Soy así.
- Cavilar es malo. Vivir concentrado en vos mismo...
- ¿Qué debo hacer?
- Para seguir aquí tenés que cambiar. No pensar tanto. Vivir como los demás. Hacer lo que tenés
que hacer en cada momento. No pensar.
- .....................................
Y se puso a cantar con una hermosa voz de tenor. Ya anochecía: “Guarda la luna, come là
cammina, traverso il monte, e la colina...”
Yo seguía pensando. Pensando. Pensando. ¡Y pensar que lo que se me prohibía era pensar!
Parecía ser una de las condiciones fundamentales, sine qua non, para seguir ese camino. ¡Menos
mal que algo de ese hábito no se pudo arrancar nunca de lo más profundo del ser del linyera!
¡Pudo un día seguir su verdadero camino! ¡Su verdadera “vocación”!
un encuentro de novela
14.10.08
Alguien que piense como él, al menos en algunos enfoques espontáneos de la realidad. Eso es
lo que al linyera le resulta no poco gratificante. A esta altura de su vida ya es casi imposible para
él encontrar algún punto de vista novedoso en cuanto a la muy limitada cosmovisión que un ser
humano pueda alcanzar. Eso sí, le alegra encontrarse con algún otro caminante del planeta que
tenga algunas elementales coincidencias con él.
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El otro día, inesperadamente, una voz amiga lo llamó desde París y le contó que un conocido
suyo, Jean-Marie Gustave Le Clézio, sería en diciembre galardonado con el premio Nobel de
literatura.
- “Ya sé que esta es una noticia irrelevante para vos,” le dijo, “pero este caso puede ser una
excepción. Creo que se trata de un verdadero linyera de alma. Te va a encantar leer algunas de
sus novelas. Te paso solo unas muestras de su actiitud central frente al mundo y la vida.”
- “Dale,” le contestó el linyera. “Contame algo.”
- “Una de sus obras está consagrada a Estrellita, una estrella errante. Yo diría que se trata nada
menos que de una mujer linyera.”
- “¡Es de las nuestras!”
- “Le Clézio es un caminante insaciable en busca de lugares y culturas distintos”
- “Sin meta fija. Es un verdadero linyera.”
- “Él mismo se definió alguna vez como un viajero, un ciudadano del mundo, un nómada”
- “Algo tenemos de parecido”.
- “De joven, dejó un año la escuela para explorar nuevos horizontes en otra parte”.
- “El otro día oí a un famoso cantante de rock aconsejar a los jóvenes que desean triunfar en la
vida que dejen la escuela antes de que se les pudra la cabeza”
- “Eso me parece demasiado.”
- “A mí también, hasta cierto punto. Pero hay que defenderse.”
- “Otra coincidencia con vos.”
- “¿Cuál?
- “Su primera novela fue El proceso verbal´. Vos escribiste `Palabras marcadas´”
- “¡El rol del lenguaje en nuestras vidas!”
- “Tal vez la novela que más te va a gustar es `Desierto´. Es la historia de una mujer sahariana
que recorre Europa como linyera de alma.”
- “¡Cuántas cosas que me acercan a él!”
- “Bueno, corto. Creo haberte dejado el retrato de un alma si no gemela, al menos muy
parecdida a la tuya”
- “Gracias. Es bueno saber que a veces hasta en Estocolmo valoran a un linyera.”
brumas gallegas
15.10.08
La vida no tiene razones. Todo es historia. Lo que sucedió, sucedió. Lo que sucede, sucede.
Lo que sucederá, sucederá. Todos somos linyeras. La felicidad está en serlo de alma.
El linyera había escrito:
MI PADRE
Papá. Palabra que nunca pronuncié dirigida a alguien en particular. La pocas veces que tuve
ocasión de hablar con mi padre lo llamaba “papi”, pero como con un eco lejano, casi sin voz. Lo
mismo en mis cartas. Muy pocas. Nunca por teléfono. Siempre como algo borroso. . Todo muy
cargado de respeto, de profundo respeto. ¿Algo parecido a “amor”? Creo que ese sentimiento
apareció muy tardíamente en mi vida, y eso cuando lo hisce renacer en mis recuerdos. Lo perdi
definitivamente (hasta reencontrarlo cada vez en mis recuerdos más vívidos) cuando
voluntariamente decidió marcharse para siempre del mundo de lo vivos. ¿Pude haber hecho algo
para evitar esa decisión? Nunca lo sabré. . Yo tenía dieciséis años. Pero en realidad ya desde mis
ocho años estuvo muy lejos, cuando me fui a vivir con mis abuelos. Y hasta los ocho, en razón
de las precaucions que tomaba por su enfermedad, aun en los períodos en que estuvimos bajo el
mismo techo, nuestros contactos habían sido muy escasos y muy distantes.
De mi padre tengo algunas escasas fotos. Son las que se funden hoy en una imagen no del
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todo nítida en esta postal con las brumas de una Galicia remota. Son muchos más recuerdos que
los que tengo de mi madre. Sin embargo, en esta postal lo estoy viendo como no lo había visto
nunca en mi vida. Allí lo estoy entreviendo, sí, algo borroso, tan borrooso que desaparece en la
bruma. Pero es él. Sí, es él, Pero no es él ni en Alta Gracia ni en El Triunfo, ni en Buenos Aites.
Lo entreveo en la remota Augasantas, allá en Cotobade, en su lejana Galicia. Sentado en el suelo
bajo un añoso roble. Con la vista en el horizonte, perdida en el océano, meditando, tal vez, con
Rosalía de Castro:
Sí, muchos otros en su tierra habían pensado las cosas que él estaba pensando...Mi abuelo
materno, entre otros varios.
Mi padre. Mi tierra. ¿Mi tierra? ¿Tengo una tierra que sea mía? Relación misteriosa. Él me
engendró a mí. Yo ahora lo estoy engendrando constantemente a él. Galicia nos engendró a los
dos. Directamente a él. Indirectamente a mí. Y yo estoy ahora engendrando continuamente a mi
padre y a Galicia. Extrañas génesis.
Con malenconía
miran para o mar
os que noutras terras
tén que buscar pan.
.........................................................
______________________________
(*) Sé bien que no hay nada / nuevo abajo del cielo; / que antes otros pensaron / las cosas que
yo pienso.
(**) Con melancolía / miran hacia el mar / los que en otras tierras / deben buscar el pan. // Mi lar,
mi hogar,/.cuántas onzas de oro vales!// ¡Oh, Galicia, Galicia El arpa sonora / descuélgala pronto /
de donde duerme /duernme por siglos!
el linyera y la plata
16.10.08
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De chico, el linyera de alma había aprendido una canción acerca de un linyera auténtico:
“...linyera soy... lo que gano lo gasto o lo doy...” Aunque la plata no fuera su mayor interés, en
una de sus postales de recuerdos, escribió algo sobre ella.
Mañana muy fría. Pleno invierno. Me encaminaba a la escuela sin excesivo entudiasmo pero
con total resignación. Bien abrigado.. Con la cartera de los útiles colgada en bandolera. Una,
dos cuadras. Las manos en los bolsillos para protegerlas de los incipientes sabañores y los ojos
clavados en el piso.
Un papelito me llama la atención. La gran ciudad no era tan sucia como ahora. Hace setenta
años, sin demasiados eslogans, Buenos Aires era mucho más limpia. Pero algún papel que otro
podía aparecer en las veredas de ese barrio del oeste. Pero ese no era un papel cualquiera. Por
más que estaba lejos de ser un financista enseguita advertí que ese papelito tenía algún valor
estimable en dinero. Lo recojo. Lo examino. Claro. Bien impreso. Fondo blanco con signos
rojos. “$ 5.000. Cinco mil pesos” y en el reverso “GODET.”
¿Tendría algún valor real? ¿Algún valor de canje? Por las dudas, abrí mi cartera de útiles y lo
deposité cuidadosamente, bien planchadito, entre las páginas del libro de lectura de segundo
grado. Tomé buena nota en la memoria. Entre las páginas 16 y 17.. Allí quedó hasta volver a
casa. Seguí el camino. Tres cuadras más. Con frío en las mejillas y la mente acalorada
revolviendo la extraña imagen del billetito.
Transcurrió la mañana con las clases de la señora Blanca, que sabía muy bien mantener un
orden casi perfecto en el aula. Lectura, cuentas, los viajes de Colón, el sistema planetario... y
algunos buenos consejos. Pero mi mente, además de acompañar las indicaciones, siempre
precisas y firmes, impartidas con voz segura y agradable por la indisputada dueña del tiempo de
la mañana escolar, seguía, en sus capas más íntimas, contemplando un desfile interminable de
billetes de todos los colores, desde los verdes dólares a los amarillísimos canarios.
La vuelta a casa fue más rápida que lo habitual. Casi a la carrera. Hasta afrontando algún
riesgo al cruzar la avenida. Una de mis tías tenía la clave de todos los secretos. También el de
esos pesos en rojo sobre blanco.
- ¿Te acordás que el año pasado te mandaron de regalo una caja con cien chocolatines?
- Por supuesto. Y con las figuritas llegué a completar una lámina del álbum y me dieron una
pelota como premio.
- Es claro. La fuimos a canjear juntos al centro.
- Eran de Nestlé.
- No te duraron mucho.
- Eran riquísimos.
- Ese papelito es un premio de otros chocolatines que nunca probaste.
- ¿Cuáles?
- Se llaman Godet. Traen en su envoltura unos billetes de distinto valor. Un peso, dos pesos,
cinco pesos, diez pesos, cien. Uno los va juntando y cuando llega a una cierta suma los puede ir
a camjear por un premio.
- ¿Y cuánto hay que juntar?
- Hay premios de distinto valor.
- ¡Estos son cinco mil!
- Es bastante. Veamos. Aquí tengo un folleto con la tabla de valores para los canjes.
- ¡A ver!
- Con calma.
- ¡Aquí está! Cinco mil.
- Un momento. Dejame ver bien.
- Cinco mil: Un transatlántico a cuerda.
- ¡Vamos a buscarlo!
- Mañana a la tarde. Tené paciencia. Hoy no puedo. Anoto bien la dirección.
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........................................................
El domingo por la tarde fui al laguito del Parque Chacabuco a estrenar la nueva embarcación.
Había una cantidad de chicos con pequeños veleros. Yo estaba con mi nave de metal y con
hélice a cuerda. Un barco imponente de unos cuarenta centímetros de eslora. Un casco gris, con
tres chimeneas azules con círculos blancos. Un sector de cabinas verdes y rojas y diversos
objetos muy coloridos que se destacaban sobre la cubierta marrón. Lo había adquirido por cinco
mil pesos, sin consumir un solo chocolatín.
Esperé a que cayera la tarde. Todavía quedaba un poco del sol radiante que había templado
bastante la temperatura de ese domingo invernal. Ya el espejo de agua estaba bastante despejado
y era el momento adecuado para la botadura de mi Titanic, como yo lo había bautizado. Le doy
toda la cuerda y lo deposito sobre el agua. Flotación perfecta. Lo ubico en la dirección correcta
hacia la otra orilla. Lo miro con ansiedad y suelto la llave. Se lanza velozmente hacia su meta
dejando tras de sí una nítida estela. Corro por la margen izquierda del lago para ir a esperarlo en
el punto de llegada...
...................................................................
“Su transatlántico ganó la carrera y usted se ha hecho acreedor al primer premio. Aquí tiene los
cinco mil pesos que le corresponden.” Así habló el presidente del jurado y me iba a hacer
entrega del flamante billete, cuando...
- ¡Qué sueño tan lindo!, dije, mientras me despertaba abrazado a mi transatlántico.
17 de octubre
17.10.08
En la Argentina no hay más que uno. El de 1945. Para linyeras y no linyeras. Para quienes lo
celebran con veneración, para quienes lo revuelven en su mente con odio, para quienes (muy
pocos) lo ven con la mirada pretendidamente objetiva del historiador.
El linyera de alma lo vivió en forma muy personal y lo narró en MÁS PALABRAS
*********************
Era un 17 de octubre de 1945. Bernal. Ninguna palabra quedó marcada en ese día en la mente
del linyera, aunque desde ese día algunos nombres se hicieron famosos, muy famosos... Se
marcaron en todos los diarios del país, de Latinoamérica y del mundo entero...
En general el linyera, después de su infancia, había gozado de bastante buena salud. Algún
resfrío, alguna gripe, alguna colitis... Pero en general pudo soportar bien todas las inclemencias
del tiempo.
Pero el 17 de octubre de ese año el pobre linyera, o mejor, todavía linyerita, tenía la frente
ardiendo por la fiebre. La cabeza parecía que le iba a estallar. El cuerpo era todo un amasijo de
retorcijones. Parece que en el internado le habían dado la noche anterior un asqueroso pescado
frito. ¡Había que comerlo todo! ¡No dejar ni una pizquita! Bajo pena de quedarse allí sentado
frente al plato hasta las doce de la noche. Lo terminó comiendo helado, bajo la mirada
imperturbable del así llamado “consejero”.
Tirado en una cama. En una pieza que llamaban la enfermería. Solo. Frente a una ventana por
la que entraba un poco de aire fresco, que el linyera no sentía.
¿Qué hora era? ¿Cómo saberlo? La cabeza parecía estar en un horno y la mente en un
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infierno....Gritos, gritos, gritos ensordecedores... Parecían entrar por la ventana abierta de par en
par. También el aire estaba caldeado....
Gritos, gritos, gritos y más gritos... Aturdían.... ¡Viva Perón! ¡Viva Perón! ¡Viva Perón! ¡Esta
es la iglesia! ¡Viva Perón! ¡Mueran los curas! ¡Mueran los curas! ¡Viva Perón! ¡Quemen el
convento! ¡Fuego al convento! ¡Mueran los curas! ¡No!., gritó una voz, ¡los curas están con
Perón! ¡ Viva Perón! ¡Vivan los curas!..........
Pasaron desde entonces muchos “17 de octubre”. Cada cual lo conmemora a su modo. Para el
linyera fue siempre una cama, mucha fiebre y gritos ensordecedores...
Por supuesto, poco a poco, por más filtros que hubiese, el linyera tuvo que enterarse de la
crecientemente gravitante personalidad de Perón en el país. En general, el linyera estaba
siempre en contra de lo que pensaban o aconsejaban los mandamás de la institución. Por si
acaso. Al menos entraba a desconfiar. Era algo muy en su interior, aunque no siempre lo
manifestaba. Ya el ángel lo había empezado a “avivar”.
En el caso de Perón los curas de esa comunidad, en general, luego de una pequeña
desconfianza por sus relaciones con Evita, lo comenzaron a apoyar, sobre todo después que les
otorgó los subsidios a las escuelas religiosas. Más lo apoyaban los directivos de la institución,
más lo entraba a odiar el linyera. Los años le hieron ver más tarde las cosas con más serenidad y
sin presiones.
Lo mismo le pasó con Sarmiento. Todo en el colegio era un bombardeo de insultos y
denuestos contra el sanjuanino. Sin demasiada información todavía el linyera se puso a
defenderlo constantemente. Casi sin saber por qué. “Si me dicen que es malo, ha de ser bueno.”
Y así con muchos otros nombres. Una larga lista. Los sentimientos del linyera seguían más
bien la dirección opuesta a lo que se recitara a su alrededor...
****************
Otra vez árboles, plantas, flores, aire fresco y puro, libertad, naturaleza, el tren en plena
marcha hacia mundos desconocidos, siempre nuevos aunque parezcan repetidos...
Árboles, parques, jardines...han sabido por sí mismos hacer la felicidad del linyera. Pero a veces
no han sido ellos por sí mismos sino por algún secreto que han sabido guardar muy bien
encerrado y que supieron transmitir al linyerita...
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Verano de 1939. Casa nueva. De la vieja Orán a la vieja Ensenada. Ninguno de esos nombres
existe ya. ¡Miserables intendentes de Buenos Aires matadores de recuerdos! Caminando al azar
por Rivadavia hacia el centro. Al llegar al límite con Flores, encuentro la placa “San Pedrito”.
Debajo de ella, otra placa, una flecha hacia la derecha con la inscripción “A Parque Avellaneda”.
Otro día me propuse investigar con mi tía Pilo, gran caminadora. Fuimos hasta Rivadavia y San
Pedrito y comenzamos a seguir la flecha. Hasta Directorio. Allí, a la derecha. Un montón de
cuadras. Volvimos a cruzar Ensenada. ¡Qué caminata inútil! El camino directo hubiera sido
mucho más corto. No importa. El descubrimiento valió la pena. “ ¡Pero este es el Parque
Olivera!”, me dijo mi tía. ¡Y dale con la manía de cambiar nombres! Echamos a andar y
disfrutar. Llegamos a un lugar cercado. Un espacio con juegos: toboganes, hamacas, volantes,
arenarios... Nada de eso me llamó demasiado la atención. Sí, una inscripción en los mosaicos
del piso bajo el arco de entrada. “MOTUS EST VITA”.
- ¿Qué quiere decir eso?
- No es castellano.
- ¿Qué es?
- Yo no entiendo mucho, pero me parece que es latín.
- ¿Latín?
- Sí, una lengua antigua. La misa se dice en latín.
- ¿Vos entendés lo que dice ahí?
- No estoy segura, pero asociando con los juegos, adivino que quiere decir algo así como
“moverse es vida”, “el movimiento es vida”...
- MOTUS EST VITA, MOTUS EST VITA, MOTUS EST VITA.....
Me enamoré de esas palabras...¿Y esa lengua misteriosa? ¿Antigua?¿Inalcanzable?
Pasaron dos años. Todo había quedado sumergido en el mundo de los sueños. Pero los sueños
tienen su vida propia. Caminan y caminan. O se dejan llevar por el tren de los linyeras.
*************************
El linyerita, no contra su voluntad, pero sin su voluntad, llevado por sueños engañosos (que
los hay) se dejó arrastar al aspirantado, o seminario menor, conjunto de chicos llenos de
ilusiones sin asidero alguno...Primeros desengaños...No, no eran esos los sueños del linyerita,
pero...Algo encontró que lo inundó de placer. Desde los primeros días lo pusieron en contacto
con el latín.¡Qué mundo fantástico! Atesoró libros y libros....En muy poco tiempo corrió muy
por delante de sus cursos y profesores. Navegó solo, muy solo. Por un mundo de poesía bíblica,
de Julio César, de legiones romanas, de foros, de discursos en el senado, de aventuras, de
leyendas, de amor, de filosofías, de historia ..Y después vino el mundo de Grecia....Todo un
mundo interior muy rico y delicioso...Poco importaban las groserías y chubascos del mundo
exterior. Ese mundo fue muy rico, muy intenso para el linyera. Pero al mismo tiempo fue una
trampa, que lo detuvo en la misma estación. Al vivir tan intensamente lo de adentro, dejaba
resbalar lo de afuera que era rutinario, pedestre, hipócrita, salvaje...¡Qué mundo ese de adentro!
¡El mundo clásico! ¡En la cabeza de un linyerita! Jaula dorada por años... Le enseñó a pensar, a
discurrir, a ver las cosas de un mundo fantástico, pero le ocultó la realidad de todos los días.
Hasta que una vez los hilos de oro de la jaula se quebraron casi sin saber cómo y, conquistada
una libertad siempre soñada pero nunca vivida, llegó a conocer que ese mundo clásico también
le servía para vivir en el mundo real. ¡Qué misterio!
el linyera y su madre
19.10.08
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El linyera, con la cabeza siempre llena de recuerdos, y el corazón desbordante de
sentimientos, cuando ve a tantos de sus congéneres abrazarse cariñosamente con quien los llevó
en su seno y los trajo a la luz del mundo, busca y busca más y más en el cofre de sus
remembranzas y encuentra solo un pequeño puñado de flashes en blanco y negro y sin audio y
solo una imagen más o menos nítida de un beso de despedida a una pálida mujer agonizante en
el lecho de un sanatorio. Él tenía apenas cinco años.
Revolviendo el otro cofre, el de su imaginación, como prefacio a sus viñetas dedicadas a su
mardre, escribió estas líneas en sus PALABRAS MARCADAS.
SALMO INICIAL
el linyera y rosalía
20.10.08
Ante todo, el linyera le agradece a Eugenia el haberlo tildado de “negro villero”. No sabe si
es un cumplido, una burla, un desprecio o una demostración de sincero afecto como tantas otras
que recibe constantemente. En cualquier forma le da las gracias por haberse acercado al blog y
saber que tiene visitas entre quienes admiran a los negros de la villa. Esto lo anima a seguir con
sus humildes relatos de simples experiencias. narrando una más de ellas.
En una lejana tierra llamada Galicia vivieron por siglos, es más que probable, quienes
portaron los genes que en ese continuo fluir de la vida fueron el origen del linyera de alma en un
rinconcito de esas otras tierras que tenían aún el riego casi fresco de la sangre de conquistados y
conquistadores.
Por largos años la mente del linyera vagó por Galicia como por un lugar de tantos. Por simple
curiosidad intelectual. Hoy, en una aparente rebelión germinal, todo su ser, con el corazón por
cabeza, siente una atracción irresistible de estrecharse espiritualmente con aquellos lugares.
Escribió ayer una página con la más auténtica tinta de sus venas:
ROSALÍA
Hoy en día no tengo la menor duda de que tanto mi abuelo materno como mi padre fueron dos
casos distintos de una misteriosa bilocación. Muchos estudiosos me dicen que eso era común
entre los nativos gallegos que habían emprendido un día una emigración “forzosa” desde
Galicia hasta estas tierras. Vivían acá y seguían viviendo allá. Tanto vivían allá como acá que no
hablaban nunca de haber dejado Galicia. ¡Es que no la habían dejado! ¡Seguían viviendo allá!
La “morriña” estaba muy honda en el corazón y el corazón lo tenían allá. Yo no generalizo. Solo
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tengo presentes dos casos que tuve muy cerca. A mi padre me he referido en otras viñetas......
Mi abuelo Don José. “Ito” para mí. Tenía evidentemente la “morriña” en el corazón pero no se
asomaba jamás a los labios. No se le fuera a escapar. Hablaba solo lo preciso. Con mesura y
contención. Nunca un arrebato. Casi siempre solo contestando preguntas. Paseábamos mucho
juntos. Caminábamos. Contestaba mis preguntas a medida que yo iba descubriendo los secretos
de la gran ciudad. Todo era nuevo para mí. A todo contestaba con presteza y seguridad. Pero su
mente estaba lejos. Tan lejos como su mirada de ojos claros y ya algo apagados por los años.
¡Esa mirada! Tanto vivía en España que yo era para él Don Carlos de Borbón. Asi me llamaba
siempre. Miraba y miraba a lo lejos, muy a lo lejos... Se acariciaba su bigote pulcro y blanco y
seguía mirando. ¿Porqué nunca le pregunté por su tierra natal? ¡Qué estúpido! La había dejado a
los quince años. Me contó que había llegado al puerto desembarcando en un carro tirado por
caballos. Solo. En tiempos del presidente Sarmiento. Fue a parar a una parroquia del centro
recomendado por el cura de su pueblo. Hizo acá su vida. Trabajo. Ahorro. Prosperó. Formó su
familia. Por ser fiel a una palabra dada como garantía lo perdió todo. Pero era feliz. Había hecho
lo que estaba convencido que debía hacerse. Todo eso lo supe. Pero de Galicia, nada.
Por suerte para mí, Rosalía de Castro vino a mi rescate y me pareció oír en sus labios la voz
de mi abuelo:
“Misterios da tarde
murmuxos da noite:
cartarte hei, Galicia,
na beira das fontes.”
El linyera pasó buena parte de su vida leyendo cosas que están inscriptas en el canon de las
“cosas serias.” Poco recurre ahora a sus lecturas, o, más bien, nada, en estas páginas dedicadas
solo a comentar experiencias personales.
Hace casi cuarenta años, estando de visita, en una de sus andanzas, en el MIT, en USA, en una
conversación con Noam Chomsky, este le mencionó que uno de sus mejores alumnos en ese
momento era una argentina llamada Ivonne Bordelois. Esta remotísima vinculación lo autoriza a
introducir en estas páginas tan personales un breve
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exto tomado de la contratapa del destacado libro de Bordelois “Etimología de las pasiones.”,
como arranque para una de sus reflexiones.
“A partir de raíces de palabras como ira, amor, envidia, codicia, avaricia y otras, la autora
asciende a través del latín, el griego, y las antiguas lenguas eslavas y germánicas, para
reconstruir un complejo mundo pasional y recuperar así significados muchas veces reprimidos
por la cultura imperante. El presente libro, que interesa a psicoanalistas, lingüistas y
escritores, pero también al lector no especializado, intenta demostrar que desafiar aquel tabú
puede ser una ocasión sorprendente de cambio y enriquecimiento en nuestra comprensión del
mundo y de nosotros mismos.”
Esto fue simplemente un clic para recordar algo que él mismo había escrito tiempo atrás:
PALABRAS CARGADAS
Descubrí un día, años ha, que muchas palabras que figuran simplemente en el diccionario
como unas de tantas, no eran unas de tantas para mí. Eran “palabras marcadas”. Las tenía
registradas en la mente marcadas con el sello de lugar y tiempo de acceso a mi mundo verbal.
Algunas de ellas las describí en un librito con ese título, en una viñeta asignada a cada una de
ellas con un resumen de las circunstancias de ese registro. Son muchas más de las que están allí.
Ya tendré ocasión de pasar revista a algunas otras.
Otras palabras, entre las no marcadas, que habían entrado casi furtivamente, las descubrí un
día como ponzoñosas. Me habían causado un gran daño, afortunadamente no irreversible,
alojadas en mi cerebro como escorpiones silenciosos. Poco a poco me fui liberando de su
veneno y las incluí en una lista negra de “palabras malditas.”
A otras palabras las clasifiqué como “rimadas,” “queridas” o “fugaces” sin pretender con esto
agotar la lista de categorías.
Ahora vuelvo a poner mi vista en las “malditas”. Entre las que enumeré y analicé en mi “Más
palabras” estaban, por ejemplo, “obediencia, caridad, fe, autoridad, comunidad, superiorees,
excelencia... y otras.”
Me propuse después indagar un poco más profundamente, por pura curiosidad, si había alguna
“carga” especial en esas palabras para que me hubieran resultado tan dañinas durante una no
breve etapa de la vida.
Estuve examinando con detención algunas de ellas y voy a comentar mis conclusiones en cada
caso en viñetas separadas. En otras ocasiones. Pero quiero aquí dejar en claro una conclusión
general que abarca a todo mi vocabulario por igual.
No tengo dudas, a esta altura de mi vida, que mi relación con el diccionario fue
eminentemente sentimental. Las palabras, al menos la gran mayoría, desde su arribo a mi
control mental no fueron nunca indiferentes para mí, es decir o fueron simpáticas o antipáticas.
Simpatía o antipatía que fue creciendo a veces con el tiempo. Por supuesto que hay infinitos
matices, pero en mi contacto con el mundo verbal, lo subjetivo tiene prioriad absoluta sobre lo
objetivo o, si queremos, lo intersubjetivo
Un avance en mis indagaciones me permitió comprender que ese contacto, nunca
desapasionado, que establecí con las palabras, quedó marcado algunas veces, como dije, con el
sello de lugar y tiempo. Pero siempre, sin excepción, con el sello de una actitud básicamente
sentimental. Estoy absolutamente seguro de que si las palabras en el diccionario tienen algunas
veces una muy pesada carga de lo que en ocasiones un milenario paso por bocas, mentes,
páginas y manos les fue poniendo encima, esa carga, o sea, su etimología, poco tiene que ver
conmigo en el orden sentimentral. Eso es para mí solo una curiosidad racional.
Me entretendré más adelante en narrar algunos de esos encuentros. Me basta ahora señalar
otra conclusión general. Puedo afirmar que en el noventa y nueve por ciento de los casos el sello
de antipatía/simpatía fue tanto más indeleble cuando la palabra la recibí por primera vez de
labios de otros seres humanos o cuando hubo labios involucrados en martillarlas en mis oídos.
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seda natural y rayón
22.10.08
¿Qué tiene que ver el linyera de alma con todo eso? Nada le es ajeno. Al menos una vez en su
vida algo cerca de eso anduvo.
En una de sus páginas lo narró así:
RAYÓN
1946. Una postal con fecha bastante exacta. Con seguridad ese es el año en que yo conocí esa
palabra y ese producto. O, por lo menos, cuando le presté atención. De movida, la palabra me
gustó. ¡Qué sé yo por qué! Me gustó. Sonora. Simpática. Antes de saber con precisión a qué se
aplicaba. Ni se me ocurrió en ese entonces vincularla con un trazo grueso sobre un papel.
Poco conocía de telas en aquel tiermpo. Menos, ahora. Averigué, indagando en los libros, que
en realidad el rayón existía ya desde más de veinte años antes y que fue la primera fibra
manufacturada; producida a partir de un polímero que se encuentra en la naturaleza y, por lo
tanto, no es una fibra sintética, sino una fibra celulósica manufacturada y regenerada. La fibra
era vendida como "seda artificial" hasta que en 1924 se adoptó ese nombre que tanto me gustó..
La originaliodad de la postal es que la palabra “rayón”, escrita en un rinconcito, parece estar
en contradicción con lo que se alcanza a ver en la escena. Aparecen claramente algo así como
bosquecillos de ramas montados en las estructuras de unas cuantas camas de hierro, distribuidas
en dos niveles, en un galponcito de más o menos cuatro metros por cuatro metros.
Esa vista me trae inmediatamente el recuerdo de una de esas singulares historias de cosas que
se dieron en mi vida por una sola y única vez. Ese galponcito, bien lo recuerdo, estaba situado
en un predio de un par de hectáreas sobre el llamado Camino de Cintura en el partido de La
Matanza. Un lindo lugar con una quinta, viejos nogales, frutales diversos, entre los que no
pùedo olvidad una hilera de caquis. y otros árboles. Allí funcionaba el noviciado de una
congregación religiosa. En el centro, adaptado al nuevo uso, había un antiguo chalet, bastante
amplio. Yo estuve allí, joven e incauto novicio, en aquel año..
Un día, el encargado de la administración recibió, no sé bien por qué, un ofrecimiento del
Ministerio de Agricultura, a manera de promoción, de una cierta cantidad de larvas de gusanos
de seda y un manual para su manejo. El hombre buscó un interesado y al punto me presenté.
Con tal de poder apartarme un poco de la aburrida rutina diaria, cualquier cosa me venía bien.
Acondicioné el galponcito preparando estructuras de soporte con camas de hierro. Numerosas
moreras en la calle del fondo me proporcionaron ramas y el alimento adecuado para los
bichitos. Cada vez comían con más voracidad y, por lo tanto, el acarreo de hojas frescas de
morera se hizo más y más frecuente, exigiéndome, para mi placer, cada vez más tiempo fuera de
la comunidad. Iba de noche a visitar el galponcito y era una verdadera música la de los
centenares de gusanos engullendo y engullendo. Hasta que un día el enramado en lugar de hojas
jugosas y verdes pareció haber florecido con centenares de copos de nieve. Eran unos hermosos
capullos, blancos y amarillos, en los que se habían ido envolviendo los gusanos.
En los días de la “cosecha”, mientras iba retirando los capullos terminados, escuchaba
diariamente unos cánticos muy alegres que provenían de una gran residencia vecina a nuestro
predio. Era también un predio grande y elegantemente parquizado. Las voces eran infantiles y
los cantos se repetían todas las tardes. Consulté y me informaron que el dueño de esa residencia
tenía una importante fábrica y les daba allí unos días de vacaciones a los hijos de los
trabajadores. ¿De qué era la fábrica? De “rayón”, se me dijo. Después supe que era ni más ni
menos que la competencia de mi “fábrica” de seda natural.
Extraña coincidencia. Los capullos de seda ocupando el centro de la postal y la palabra
“rayón” en un rinconcito. Percibí ambas cosas en una extraña conjunción. Algo aprendí en aquel
momento. En la vida parece que todas las novedades se nos suelen ofrecer como tensiones
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bipolares. Tenía que elegir entre una corbata de seda o una corbata de rayón. Tal vez, nunca en
la vida supe elegir la corbata más conveniente cuando quise tomar una decisión racional.
Cuando aprendí a dejarme guiar por el instinto, las cosas fueron mejor...
23.10.08
Sexta década del siglo pasado. El presidente no constitucional de ese momento era Aramburu.
El linyera era estudiante en Córdoba. En las vacaciones le ofrecieron ir a Río Grande, en Tierra
del Fuego a cumplir una suplencia como maestro de grado en una escuela rural. Excelente
oportunidad de pasar unos tres meses en un lugar desconocido, casi despoblado entonces.. Era
pleno verano. El curso escolar seguía regularmente, pues las vacaciones eran en el invierno.
Días muy largos. Noches muy cortas.
Este recuerdo lo trajo a la memoria del linyera el hecho de esa nenita desaparecida en estos
días en aquellas tierras que es noticia en todos los medios. Precisamente cuando él estuvo allá
había ocurrido un episodio muy parecido con la desaparición de una nenita de cinco años.
Pero ahora no va a centrar su relato en tantas cosas que le ocurrieron en su experiencia como
maestro en aquellos lugares sino en un curioso y grato episodio que le tocó vivir en el viaje. Iba
en un vuelo de un DC3 de dos motores de hélice y con unos veinte pasajeros a bordo.Entre
Trelew y Río Gallegos.
- Ahora estamos a unos 900 metros de altura.
- ¿Cómo sabe?
- Puede fijarse en el altímetro.
- Es cierto.
- Además, apenas se ven las ovejitas.
- Parecen de juguete.
- Vamos a subir hasta mil doscioentos metros. En forma suave. Tome esta palanca y muévala
despacito hacia atrás con los ojos fijos en el reloj. Se van a bajar los alerones y vamos a
elevarnos un poco. Hasta que yo le diga que está bien.
- OK.
- ¡Bien! Ya está. Ahora desaparecieron las ovejas. Mire hacia abajo. Solamente una plancha
marrón de pastos duros.
- ¡Ya puedo seguir solo!
- Ahora vamos a accionar el timón de cola y girar a la izquierda. Mire aquella nube. Diríjase
hacia ella suavemente con el volante. Como si fuera en auto. Nos pondremos sobre el océano a
unas tres millas de la costa.
- Abajo todo es agua ahora.
- Y allá, a la derecha, está la línea de la costa. Trate de irla dejando siempre a la misma
distancia.
- Es bastante irregular.
- Bueno ¿le gustó? Estamos cerca de Gallegos. Para el aterrizaje tiene que venir mi copiloto.
Vaya a su lugar y él viene a la cabina.
- ¡Muichas gracias! ¡Una experiencia inolvidable!
Esa fue una conversación mezclada con acciones de pilotaje, acompañando al
comandante de la aeronave, con doble comando, en la misma nariz del DC3, con una
vista panorámica estupenda. Separados de las miradas curiosas del pasaje por la puerta
cerrada de la cabina.
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Una rara experiencia para el linyera. ¡Qué lindo si siempre se pudiera ver la vida
desde una cierta altura!
tres botellas
24.10.08
No, no son de vino ni de whisky ni de vodca ni de tequila....Veamos lo que escribió cierta vez
el linyera:
He tenido ocasión de ocupar temporalmente, por períodos más largos o más breves, en ocho
décadas de vida, numerosos lugares de residencia. Casas, departamentos, hoteles, colegios,
lugares vacacionales, campamentos, descampados bajo los árboles...¿a qué seguir? Con una
muy variada oferta de comodidades de las que se consideran más o menos indispensables para
una vida medianamente civilizada. Hacer un repaso de todos esos sitios, aunque fuese muy
incompleto, a la manera de un moderno programa como los que ofrecen las empresas
inmobiliarias, ocuparía más de un volumen. Y ¿aquién le podría interesar? Ni a mí.
He seleccionado aquí solo tres postales, que se han conservado aceptablemente nítidas a pesar
del tiempo transcurrido y de haber estado arrinconadas en destartalados cajones, Otras largas
docenas de postales están tan borrosas que resultan prácticamente solo manchones grisáceos,
como un revoltijo de nubes..
Hay algo curioso. Las tres postales medianamente conservadas presentan una rara, muy rara
coincidencia. Se refieren a tres cuartos de baño en casas que ocupé en mi niñez. Y todavía más.
Un detalle notable es que no se refieren ni a los espacios ni a los artefactos ni cosa parecida. El
extraño detalle es que lo más visible en cada una de las envejecidas postales es, en todos los
casos, un frasco. Sí, tres frascos distintos. Uno en cada postal. De diferentes formas y tamaños.
Pero, frascos al fin.
La primera de estas tres postales es, por supuesto, la más viejita. Hay que mirarla muy bien y
tener buena luz. Los contornos son confusos, pero en el centro se ve claramente una gran
bañadera con un nene sentado a caballo en el borde y su pie izquierdo sumergido hasta poco
más arriba del tobillo en el agua contenida en una palangana que descansaba en el fondo. A su
lado, Petra, la fiel criada que se encargaba del cuidado del niño. La mano izquierda la tenía
apoyada sobre la espalda del chico ayudando a su equilibrio. Y en la otra sostenía un frasco de
farmacia, color azul y estaba volcando parte de su contenido en el agua de la palangana. ¿El
líquido del frasco? No recuerdo bien. Era un hipoclorito o algo así ... Un nombre muy difícil
para aquella edad. Los antecedentes de esa postal hay que bucearlos en la casa de un pueblo de
campo. Un relativamente largo corredor cerrado, frente a las habitaciones. El nene de la
palangana se iba a subir a su autito de pedales pero, al hacerlo, por falta de costumbre o por
exceso de ansiedad, su pierna izquierda chocó contra el escalón del vehículo, con tal fuerza que
la pierna, por arriba del tobillo, comenzó a sangrar profusamente. Allí se inició la secuencia:
¡Petra! ¡Petra! La cama. Agua. Unas vendas. El doctor. La farmacia. Los baños en la palangana.
Tal fue el origen de esa postal con la botella que en el original era azul y en la copia fotográfica,
de un color sepia un poco más oscuro e intenso.
La segunda postal, es algo posterior. Una casa en la capital de la república. En un barrio hacia
el oeste. Una casa grande. Por lo tanto un cuarto de baño tambien bastante amplio.
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¿El frasco en este caso? Era de tamaño mediano. Una pequeña botella algo achatada. Un líquido
blanco dentro. Una etiqueta con un dibujo de un pescador con un bacalao a su espalda. Ahí
mismo decía Emulsión de Scott. La historia tiene en este caso también algunos
encadenamientos reconocibles. Mi padre se había quedado trabajando en el campo y yo vivía en
Buenos Aires con mis abuelos maternos. Siempre preocupado por mi salud, todos los años me
hacía llegar a domicilio un paquete desde una gran farmacia céntrica que contenía dos
productos: una serie de cinco dosis inyectables de una vacuna antigripal y varios frascos del
mencionado tónico, a base de hígado de bacalao. Este último lo tomaba siempre con resignación
de manos de mi abuela en una cucharada sopera bien colmada. No era demasiado agradable.
Pero ya era rutina.
La postal solo representa la botella de apariencia blanca. Es lo cierto que una tarde yo estaba
en el baño de la casa, frente al espejo, peinándome para ir a la cena y se acerca una de mis tías
con la botella del bacalao en una mano y una cuchara en la otra para recordarme que debía
tomar el consabido tónico, que era un mandato imprescriptible de mi padre. Se puso a agitar la
botella, dado que se trataba de una emulsión. Nada raro hasta ahí. Lo que ocurrió es que se me
cayó el peine al suelo y en un movimiento instintivo me agaché para recogerlo. Con tan mala
suerte que la base de la botella que balanceaba mi tía fue a dar sobre mi sien derecha. La
consecuencia fue nada más que un rato de llanto, unos paños fríos y un moretón por unos días,
lo que hizo que el hígado de bacalao se fijara en mi mente como una postal indeleble de aquel
otro cuarto de baño .
La tercera y última postal de la serie de los cuartos de baño es más o menos de la antigüedad
de la que contiene la imagen de la botella de la Emulsión de Scott. El cuarto de baño
corresponde a una casa en el mismo barrio. La casa, un poco más modesta, pero el baño
igualmente amplio y cómodo. Otra vez frente al espejo y otra vez peinándome. Pero esta vez
para salir. Por eso tenía frente a mí un frasco de gomina. Habitualmente usaba una llamada
Brancato pero esta vez me habían comprado Rosaflor. Un frasco mediano. Transparente. El
color del contenido era un poco más rojizo. No decía “gomina” sino “fijador”. Desenrosco la
tapa. Un perfume algo penetrante. Hundo dos dedos para tomar un poco de fijador y aplicarlo
sobre mi cabeza. Pero mis dedos tropiezan con algo duro. Investigo. Extraigo un tubito con un
rollito de papel en su interior. Lo pongo debajo de la canilla. Lo seco bien. Lo abro. Despliego
el papelito. En la tienda de “Los 49 auténticos” puede retirar una corbata a su elección. Así fue.
Por eso, si se mira con atención y se imaginan los colores, podrá verse en la postal una llamativa
corbata roja junto al frasco del nuevo fijador.
Tres postales. Tres cuartos de baño. Tres frascos. Nada más que eso.
un mensaje
25.10.08
El linyera de alma está continuamente andando por los metafóricos caminos, a veces
rutinarios, a veces extraños, que el azar de la vida combinado con el radar de su instinto le van
marcando.
Pero también algunas veces esos caminos fueron físicamente reales, espinosos, polvorientos,
interminables, agotadores, llenos de alegrías y de sorpresas.
Cierta vez dejó escrito en su cuaderno de memorias:
¿QUÉ DIRÁ?
Fue allá muy lejos y hace mucho tiempo. Caminando y caminando con un compañero de
estudios un dia de vacaciones. Pleno verano. Cruzando campos inmensos o casi hundiéndonos
de vez en cuando por caminos de arena y polvo entre pequeñas poblaciones rurales. Habíamos
salido con las estrellas. Con pasos rápidos. Metas indefinidas. El objetivo era andar. El único
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objetivo Ya habíamos recorrido tres o cuatro leguas cuando empezó la primera claridad del día.
Eso nos indicó que teníamos el este a nuestra derecha. Cada uno de nosotros llevaba una
pequeña mochila con algo para comer. Caminábamos y caminábamos. De pronto
- Ya está por salir el sol. Tendríamos que desayunar.
- Tenemos algo en la mochila.
- Lejos a la izquierda se ve un lindo monte. Cortando campo , en menos de una hora
estamos.
- Vamos para allá.
Cruzamos el alambrado, cuidándonos de las púas, y enfilamos hacia el monte algo lejano
atravesando varios potreros con numerosas cabezas de Aberdeen Angus. El ganado nos miraba
con seriedad y mansedumbre y seguía pastando sin moverse. Al llegar cerca del monte que nos
habíamos fijado como meta vimos que al costado de los árboles había una pequeña edificación y
a su lado se elevaba una llamativa columna de humo. Cuando estuvimos algo así como a un tiro
de piedra un aroma muy característico impregnaba todo el aire de los alrededores.
Efectivamente, un grupo de una docena de peones estaban alrededor de un fuego convocante
saboreando su desayuno, un asadito para tomar fuerzas para el trabajo del día. Se los veía
alegres, con un vaso de vino en una mano y un mate en la otra.. Nos vieron y, sin preguntar
mucho, nos convidaron con un jugoso trozo de carne recién cortado. Por supuesto que
aceptamos más que gustosos y agradecidos.
- ¿Podemos descansar un rato bajo los árboles?
- Donde gusten. Nosotros ya nos vamos a trabajar. Hoy hay mucho que hacer. Mañana viene el
patrón.
- Un ratito nomás. Tenemos que seguir caminando.
- ¿Adónde van?
- A cualquier parte. Unas diez leguas, para el lado de Dudignac.
- ¡Ah!
- Tienen para un rato.
- Es un paseo. Nos gusta hacer esto. Andar, andar, andar...
- El día acompaña. Un poco de calor, pero un vientito fresco. ¡Que descansen!
Nos acomodamos debajo de una enorme casuarina. Nos descalzamos. Y comenzamos una de
nuestras habituales charlas filosóficas. Ni política ni deporte. Ni estudio ni diversiones. La vida.
El futuro. Sí, el futuro.
Mi amigo sacó la botella de sidra que llevaba y nos dispusimos a irla vaciando mientras
seguíamos la charla. No estaba recién sacada de la heladera, pero como complemento para
transitar por el futuro era excelente. Trago y trago la botella quedó vacía.
- Vacía no la vamos a llevar.
- Tampoco la podemos dejar acá tirada. Todo está muy prolijo.
- Ya está. La enterramos.
Con una rama seca hicimos un pocito suficiente para colocarla. Había llovido hacía dos días y
la tierra no estaba demasiado dura.
- Bueno, acá la dejamos.
- ¿Y si le ponemos adentro un mensaje para la posteridad? Ya que estamos mirando hacia el
futuro.
- Escribilo vos – le dije a mi amigo. - No me digas lo que escribís. Algún día lo vendré a buscar
y me entero.
- Dejame pensar. ¡Ya está! Son tres palabras. Como en el palacio de Baltasar.
- Ya las voy a interpretar cuando las encuentre.
- Tienen que ver con tu futuro...
Seguimos el viaje decididos a no parar hasta que apareciera la primera estrella. Y allá
descansará la botella de sidra bajo la vieja casuarina. Mi amigo murió hace varios años. El
mensaje todavía me está esperando...
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serenata nocturna
26.10.08
¡El linyera y sus noches! Casi con seguridad podría decirse que fueron, en definitiva, más
importanes que sus días. Siempre. Con distintos matices. Temores, sueños poéticos, pesadillas,
visiones proféticas, creaciones, planes, descanso, placer...
A propósito de esto, aquí reproduce una página acerca de una de esas extrañas tríadas (una
canción + un lugar + un sentimiento) cuyo nudo se produjo en una de esas noches de tantas.
"…whenever we kiss… " giraba un long-play… "I worry and wonder…" seguía el
tocadiscos… "but where is your heart?… " Una y otra vez, en repetición. Incansable, aunque
algo amortiguado, para no pertubar la noche de otros, continuaba el pequeño parlante. Por
supuesto, mi mano estaba detrás de esas repeticiones. Era algo automático.
No sé si la atención la tenía puesta en las palabras, de frustración romántica, o simplemente
me sentía cautivado por esa melodía suave y acariciante. Jamás, por supuesto, había estado en el
Moulin Rouge. Eso añadía misterio al misterio. Tenía en los huesos y en la mente toda la fatiga
de un día de labor escolar. Solo, en la secretaría del colegio, donde me había quedado para
terminar algunas planillas para darle una mano al responsable.¿ Generosidad? No. No quería ir a
dormir. Lo sentía como si fuera ir a mi tumba. Ya había oscurecido. Calor. Mucho calor.
Humedad. Todo unido a la fatiga del día. Encendí el Winco y dejé el disco que estaba puesto.
¿Quién lo habría colocado allí? ¿Importa? Lo que saliese. Un café instantáneo. Una vaga
melancolía a mi alrededor... Y dentro de mí. De esas que no tienen definición. Si la tuviera...
Una tristeza difusa, pero continua… ¿Un deseo ciego de algo indefinible? Una noche más. ¿Y
después? No quería ir a dormir….Quería seguir despierto… ¿Para qué? ¿Para continuar el
trabajo de secetaría? ¡No! Para seguir en un vivir pleno. ¿Tenía algún sentido mi vivir?
El disco volvía a empezar:. Por enésima vez... "Whenever we kiss... " ¿Tenía esa letra que ver
con algún íntimo y oculto deseo? Ningún desengaño, por cierto. ¿Pura fantasía? ¿Solo una
música arrobadora? "I worry and wonder…Your lips may be here…" ¿Los labios de quién? Un
ser muy indefinido entonces... Sin nombre... ¿Lo tendría algún día?
Dejemos que la noche siga, me decía a mí mismo. ¿Par qué cortarla? ¡Se está tan bien aá! Sin
nada más que hacer. Los registros están terminados. Sin nada nuevo que esperar mañana. Volví
a repetir la pasada del disco. ¿Y por qué no seguir así toda la nche? Una noche sin minutos, sin
horas, sin fin... ¡Ojalá no hubiera otro amanecer! ¿Qué busco? ¡Qué sé yo! ¡Si supiera! Algo
distinto... Algo...
Me puse de pie y me preparé otro café instantáneo. Me asomé a la ventana que daba al parque.
Primavera total. Noche sin luna. Las estrellas detrás de un colchón de nubes. ¿Tormenta? No tan
cercana. Serenidad pura. Atmósfera húmeda. Penetrante.
Volví a poner la púa en el surco de la misma canción.. Una vez más. Y el minutero siguió
corriendo y el disco girando hasta que el sueño me sumergió en el dulce arrullo de un no-sé-
qué..
Y el nudo se repite cada vez que asoma alguna de las tres puntas del ovillo,
horas complicadas
27.10.08
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¿Hubo horas complicadas en la vida del linyera? Que las hubo, las hubo. Así escribía años
hace a propósito de ese tema.
TÚNICAS DE CEBOLLA
22 de noviembre de 1946. Era el noviciado de una institución religiosa. Allí estaba con mis
dieciocho años, después de haber cursado, como interno en una casa de la misma institución a la
que llamaban “aspirantado”, lo que en aquel momento se llamaba ciclo básico de estudios
oficiales y una preparación muy importante en cuanto a estudios de lengua latina. El noviciado,
de un año de duración, estaba llegando a su término y esa fecha estaba orgánicamente dispuesta
para que cada uno de los novicios depositase en un cofre ad hoc, preparado en la capilla, (para
darle al tema un carácter arcanamente sagrado), una papeleta manuscrita y firmada, a la que
llamaban “petición” en la que cada uno solicitaba “libremente” ser admitido, previo acuerdo de
las autoridades, a la emisión de los votos religiosos.
Supe después que para la mayoría de mis compañeros, unos treinta, ese había sido
simplemente un trámite. Tenían claramente su decisión tomada, al menos en ese entonces. Yo
no. En absoluto. He contado ya en otros escritos cómo fui entrando semivoluntariamente en esa
misteriosa red y cómo había quedado atrapado en ella. Ninguna razón y ningún sentimiento
profundo me impulsaba a presentar la petición. Hasta allí todo había marchado por una especie
de inercia. Había vivido varios años concentrado en mí mismo. El estudio y cierto misticismo
me resultaban atractivos. Numerosos inconvenientes de ese tipo de vida supercontrolada no me
agradaban ni poco ni mucho pero habían sido superables. ¿Aceptar ahora un compromiso a
futuro? Era un cheque en blanco. Pasada la etapa de estudios no había nada en esa vida que me
resultara atractivo. Hasta allí era una cosa. En adelante, ¡basta! Todo parecía sencillo. ¡A otra
cosa! Sin embargo, dos razones me cerraban la puerta a una huida. La primera, un mandato que
me habían metido en la cabeza de que mi continuidad era la única manera de asegurar la
salvación eterna de mi padre, que se había suicidado. La segunda, una ignorancia prácticamente
total de todo mundo exterior a ese minimundo en el que había pasado esos últimos años.
Se terminaron las túnicas de la cebolla. Con los ojos irritados llegó la decisión. No presenté
ninguna papeleta. La suerte parecía echada. Todo tranquilo por un par de meses, aunque con una
neblinosa incertidumbre sobre el futuro. La respuesta de la cebolla había sido contundente.
¡Basta de esta vida! ¡Lejos de aquí! ¿Adónde? ¿Qué había fuera de allí? Lo que había conocido
como niño era un mundo para un niño. Todo parecía fácil. Pero ahora, con dieciocho años, las
cosas no serían ciertamente iguales. Era como una ruleta rusa. Mis padres ya no estaban. Mi
hermana mayor se había casado ¿Volver a la casa de mis abuelos y tías con mi hermana menor?
¡Jamás! Me había ido de casa para seguir este camino contra la opinión de todos ellos. Mi
orgullo, por mínimo que fuese, me prohibía absolutamente ese regreso. ¿Enrolarme en algún
movimiento guerrillero (solo por aventura, no por idealismo)? Lo pensé. Era una
salida...¿Buscar algún trabajo, cualquier cosa, y empezar otra vida tal vez rutinaria y sin metas?
La compañía de una mujer no figuraba entonces en mi horizonte consciente. ¿Buscar en el
vecino Camino de Cintura algún camión benévolo que me pasase por encima? Tal vez no me
daba el cuero en ese momento...
La solución fue absolutamente imprevista. Llegó el nuevo año. Fines de enero. Sorpresa total.
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Algo inesperado. No había entrado en mis cálculos. Yo casi ya estaba por lanzarme al vacío. A
suerte y verdad. A lo que fuera. ¡A otra cosa! Pero como en el viejo circo romano apareció un
reciario, un adversario blandiendo una inevitable red y me atrapó en mi huida. Como si hubiera
sido yo una mariposa incauta e indefensa. Y lo era. Mis defensas estaban bajas. Muy bajas. –
“¿Adónde huyes? ¡Dios te ordena seguir por este camino! ¡Es un mandato inexorable! Si huyes,
sellas la condenación de tu padre y la tuya propia. El no haber puesto la papeleta es irreversible.
Pero te ofrecemos una solución. Si estás en duda, te damos un año más para pensarlo. Podrás
pasar un año en uno de nuestros colegios, ayudando en algunas tareas y , entre tanto, podrás
reflexionar”.
Los horrores de ese año los narré en otras páginas. Se terminó una cebolla y debí tomar otra y
empezar de nuevo a arrancar túnica por túnica...
una vez en un rancho
28.10.08
De pequeño el linyera visitó numerosos ranchos. No parece necesario aclarar que no se trata
de lujosos “ranchos” americanos y tampoco de ranchos en otras de sus variadas acepciones, sino
de algunas de esas humildes viiviendas de adobe y paja que eran comunes entre los chacareros
de esa zona del oeste bonaerense hacía poco incorporada entonces a la “civilización.”
ENSALADA DE PEPINOS
A mis cinco o seis años conocía bastante bien varios rabnchos de chacareros de las cercanías
del pueblo. Solía ir con el camionero del almacén de ramos generales a repartir mercadería. Me
resultaba una imagen demasiado familiar como para que me quedara registrada en una postal
particular.
Sin embargo, revolviendo en la vieja caja de recuierdos infantiles me encuentro con uno
reproducido en tonos sepia en una postal ya bastante borrosa. Ahí está, en el centro de una
sencilla mesa cubierta con un mantel de varos colores, una fuente colmada con una ensalada de
rodajas bien redonditas de algo desconocido para mía hasta entonces. No eran tomates, no eran
cebollas. –“¿Qué es esto?” –“Son pepinos. Son riquísimos y fresquitos. De nuestra quinta, aquí
al lado.”
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ensalada de pepinos.
¿DÓNDE? ¿CUÁNDO?
Hoy...
Ayer...
Siempre...
Nunca...
Antes...
Después...
Mañana...
Nunca...
La semana que viene...
Nunca...
Siempre...
El mes que viene...
Nunca...
El año que viene...
Nunca...
En cualquier momento...
En mi pieza...
En el aire...
Sobre el pasto...
Sobre la arena...
En el agua...
Bajo un árbol...
Frente a la compu...
Sobre un tren...
Bajo la tierra...
Solo...
Con alguien...
¿Soy alguien?...
¿Fui alguien?...
¿Soy algo?...
¿Fui algo?...
¿Seré algo?...
Sociedad...
¿Qué es eso?...
¿Algo distinto del mundo total?...
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¿Del universo?...
Flotar...
Flotar...
Flotar...
Mansamentre...
Suavemente...
Junto a unos pocos seres...
Seres queridos...
Muy queridos...
Que son...
Que fueron...
Que serán...
Siempre...
Una sola cosa...
Conmigo...
Con el mundo...
Con el mundo mío...
repeticiones
30.10.08
¿Es monótona la vida del linyera? A veces es muy variada y a veces es muy repetida. Mejor,
parece repetida. Siempre hay algo novedoso, aun en medio de cada una de las mil rutinas. En
realidad, las rutinas son solo aparentes. Siempre hay algo distinto. Un toquecito. Un detalle. Un
matiz. Una pizca.
Es algo muy subjetivo. Esencialmente subjetivo. El linyera nació en un pueblito de campo.
Mucha gente que vivió siempre alli, todo lo ve igual, como si nada cambiara. . Pero el linyera
tiene cierta renuencia a volver de visita al pueblo donde nació. Cuando regresó a él hace
cincuenta años ¡qué cambiado estaba! Por empezar, sin el tren. ¿Volver hoy? Le contaron que
hay varias calles asfaltadas. ¡Es otro pueblo! Ya no va a ser aquel en donde él nació.
Le gusta escuchar música. Según los días, el clima, el entorno y el humor sus preferencias
varían. Tiene una amplia gama de gustos, exceptuando, eso sí, el rock pesado que no lo puede
digerir. Tal vez con los años... Cuando alguna vez se enamora de una melodía la escucha
repetidamente, dos, tres, quince, veintisiete veces... Lo notable del caso es que cada pasada es
distinta O es una nota que le cae más impactante o es una fibra distinta del corazon que se pone
a vibrar de otro modo. No son repeticiones. Siempre hay algo nuevo.
Con las personas le sucede algo parecido. Por más querida e íntimamente conocida que sea,
siempre hay algo de novedad en cada encuentro. Nunca nada es exactamente igual. Eso es lo
que hace que tengamos oportunidad de disfrutar de los placeres de la vida. La rutina los mataría
con su “sabor a nada”.
¿Y los lugares? Ya se refirió a su pueblo. En sus andanzas visitó muchos lugares llenos de
algún encanto particular. Cada uno lo suyo. El atractivo lo produce un cúmulo de detalles. En
cada nueva visita la combinación de esos detalles es distinta y así todo el lugar es también
distinto. Si el linyera vuelve a un sitio que lo sedujo y busca encontrarlo nuevamente sufre un
desencanto. Por eso siempre va preparado para que subjetivamente el arpa de su alma sea
pulsada de una manera particular, no conocida hasta entonces.
El linyera mira su reloj. Las agujitas y las agujas se van desplazando a distintas velocidades
pero cada tanto vuelven a encontrarse en la posición relativa en la que habían estado horas
antes. La misma posición relativa de las agujas. Pero un mundo original en la mente y el
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corazón del linyera de alma. cada vez que mira su reloj.
langostas
31.10.08
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cual un peñasco imbatible en medio del mar de langostas. Paraíso y langostas. ¿Un
símbolo más de la vida?
cosas simples
01.11.08
Largos años de estudio. Muy largos. Intensos. Entre los muros protectores del seminario, que
tornaban invisible el mundo exterior. Sin distracciones. Sin chicas. Con severas exigencias y
numerosos estímulos. Libros y libros. El linyera fue selectivo. Se concentraba en lo que le daba
placer. Había una bastante buena biblioteca. Su foco especial eran las lenguas clásicas y la
literatura española y argentina. Lo demás lo sobrevolaba solo para los exámenes.
Los cursos regulares le pueden haber servido tal vez para adquirir una cierta disciplina mental
y organizar una estantería con anaqueles preparados para ir acopiando ordenadamente todo
nuevo material entrante.
Engullía todo. En materia religiosa, lo indispensable. La crítica vino después. En forma lenta y
progresiva. Se alimentó con elementos que le fueron siendo dados inadvertidamente por
quienes, en realidad, no deseaban que la mente del linyera se hiciera demasiado crítica dado que
eso lo podría llevar a reorganizar totalmente esas estantería que estaban destinadas a ser
inconmovibles.
Uno de esos chispazos de poderosa iluminación crítica lo recibió inesperada y tempranamente
el linyera en una clase de geografía cuando tenía quince años. Lo narró así:
Fue una pregunta poderosamente iluminadora. Fue el profesor de geografía del antiguo “ciclo
básico”. Estaba tratando de que copiáramos en una carpeta unas líneas que él trazaba en el
pizarrón sobre un prolijo mapa de Europa que había dibujado con rara maestría y coloreados
contornos. Esas líneas nos explicó que se llamaban isotermas y empezó a hablar del calor. De
improviso se da vuelta, nos mira un largo rato, y, cuando esperábamos que nos retara por algo,
exclamó con voz grave y sonora:
- ¿Por qué se calienta el bife?
- ¿¡¡¡Qué!!!?
- ¿Por qué se calienta el bife?
- ............................................
- ¿Por qué se calienta el bife cuando se lo pone sobre la plancha?
- ............................................
- ¡Es tan fácil!
- ............................................
- ¿Se quedaron mudos?
- Bueno... Dígalo usted.
- ¿Por qué se calienta el bife?
- ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿???????????
- .........................................
- ........................................
- ¡Porque está frío!
De la orografía, de la hidrografía, del clima de Europa, Asia y África poco me acuerdo. Solo
lo indispensable para más o menos ubicarme hoy al escuchar o leer noticias internacionales de
cualquier remoto paraje. . Lo que ciertamente más recuerdo de todos mis cursos de geografía es
esa explicación tan sencilla. Hasta me parece estar viendo con detalles los gestos del profesor al
momento de pronunciar esas palabras.
Esa explicación tan simple y tan directa y certera me quedó muy grabada. Consciente o
inconscientemente fue una de mis llaves maestras en mi propia vida y en mis tareas docentes.
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Muchos años después, en alguna parte leí que un tal Einstein había dicho que las
explicaciones realmente fundamentales de la ciencia son aquellas que pueden expresarse con
palabras comunes que todo el mundo pueda comprender.
Es así como algo muy positivo me quedó de esa clase. Una de las cosas más positivas. Hay
cosas complejísimas que pueden ser útiles para los desarrollos tecnológicos. Hay quienes se
mueven en ellas con solvencia y con gusto y obteniendo resultados que a veces favorecen a
muchos y ayudan a la convivencia entre los humanos. No son para mí.
Yo solo sigo aprendiendo poco a poco a buscar lo cada vez más simple hasta...
ave de paso
02.11.08
La vida de un linyera (al menos del que lo es, sobre todo y esencialmente, en el alma)
se caracteriza por una continua tensión entre una monótona continuidad y los cambios más
sorpresivos. Sus varios lugares de residencia en el país jamás obedecieron a decisiones
voluntarias. Ese es un ejemplo de lo sorpresivo en su vida. Y el ejemplo más patente de
continuidad es su tarea como enseñante durante ya más de sesenta años. Siempre en un aula
como lugar de trabajo. Su taller.
Momentos de tránsito en esa continuidad fueron aquellos en que anualmente debió despedirse
de los distintos grupos de estudiantes. Mezcla de melancólico adiós y esperanzadas expectativas
para el grupo y para sí mismo.
A propósito de uno de esos momentos escribió cierta vez acerca de otra extraña tríada que se
había anudado en su alma (canción + lugar + sentimiento)
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emprender entonces el duro aprendizaje de tener que caminar por la vida con una enorme dosis
de ayuda ajena, indispensable y, a veces, difícil de aceptar. Una experiencia nueva. En lugar de
tirarse en un rincón y esperar el final aprendió que en vez de piernas se podían tener alas.
Supo que podía volar y, en su vuelo, tirar al aire jirones de su vida para compartir sus
pequeñas experiencias con tantos otros seres. Supo que había muchos otros que lo entendían y
sentían con él. Supo que podía dar a los demas algo que no fuesen solamente conocimientos
secos.
“Ave de paso”. Un nuevo tramo había terminado. Pero el linyera levantó vuelo con las alas
cargadas de ganas de seguir su viaje hacia donde la brújula de su instinto lo siga guiando...
nalgas
03.11.08
Entre las “palabras marcadas” que el linyera escogió para su primera publicación de carácter
creativo estaba la que aparece en el título. Así, en plural. Así fue como se marcó en su mente
infantil tal como lo narró él mismo.
NALGAS
Muchas veces había comido las sabrosas milanesas hechas por mi abuela. ¡Cocinaba tan bien!
Con qué las hacía nunca me interesó. Las comía y las disfrutaba. Sin saber que lo que había
dentro a veces era algo que se llamaba nalga. No es esa palabra hecha milanesa la que tuvo ficha
de registro. No. Fue algo muy distinto.Tampoco se registraron las mil otras cosas ricas que
preparaba la abuela: los ñoquis o ravioles con salsa, que ella misma había amasado toda una
mañana, la sopa de pesto, los...¡El trocito de queso de rallar por las tardes!...
Empezaba la segunda Gran Guerra. Setiembre de 1939. En otra casa, sobre un empedrado,
más sencilla. Los tiempos no eran fáciles y allí el alquiler era más barato. En “La Prensa” de
uno de eso primeros días de setiembre salió un mapa grande de Europa a todo color. Para seguir
la guerra. Con entusiasmo. ¡La gente que iba a morir estaba tan lejos! Lo desplegué sobre una
de las paredes de un cuarto donde guardábamos cosas, de todo. Con banderitas armadas con
alfileres iba siguiendo los movimientos de las líneas de combate día a día.
Una de esas tardes, mientras los europeos se mataban allá lejos, en el cuarto de las cosas
guardadas, el linyera tropezó con la “Vosotras”.
Hecha la actualización de las posiciones de las tropas sobre el mapa, tomó la revista el linyera
y se fue al comedor a hojearla.
Página va, página viene, en un momento dio con un código de interpretación de sueños y se
puso a curiosear De todo un poco. .La mayoría se borraron. O mejor, todos se borraron. Pero en
un momento había aparecido algo novedoso:
“Nalgas de mujer= lujuria”
¿Qué sería eso? Era una palabra nueva y linda. Le gustó el sonido.
En lugar de ir al diccionario el linyerita optó por preguntarle ( ¡torpe de él !) a la abuela en la
cocina:
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empezaba a dar vueltas y realizar su propio viaje.. Y el viaje en el tren seguía. Y el linyera
dormía su sueño.
De repente el silbato del tren sonó estridente. Largo. Como nunca. ¿Qué pasa? ¿Un animal en
las vías? No. ¿Una gran quemazón en el campo y el tren debía detenerse? Tampoco.
Un choque inesperado contra algo que había sobre las vías. Dicen que fue un tronco. El
maquinista lo había advertido a tiempo, aminoró la marcha y el golpe fue relativamente
moderado. Lo suficiente para que el linyera fuese despedido no tan violentamente de sobre el
techo de su vagón y cayese sobre unas matas de pasto alto que le hicieron de colchón.
El linyera, sobresaltado todavía por el silbato, se despertó completamente y cayó en la cuenta
de que había dormido más que de costumbre. Kilómetros y kilómetros de vías...Casi la mitad de
una vida...
Y el linyera despertó alli, de forma totalmente inesperada, a una realidad nunca entrevista en
sus sueños conscientes, pero dormida y viviente a la vez en esa capa desconocida de los sueños
profundos, allí muy en el fondo.
¿Cómo ocurrió? Como todo en su vida de linyera. De repente. Sin buscarlo.
¡ Se encontró con “la mujer”! Esa palabra había sido parte componente de aquel código
misterioso de sueños de la revista “Vosotras” . La parte más impactante en el registro había sido
la parte primera: “nalgas”. “Mujer” había quedado en la penumbra. De pronto quedó en plena
luz. Fue un descubrimiento maravilloso para el linyera. Nunca había tenido una compañera
sobre el techo del vagón. De allí en más todo fue distinto. Realidad y sueño se encontraron
misteriosamente por una vez y para toda su vida.
Una vez más quedó claro que las palabras marcadas son lo superficial y lo efímero de algo
mucho más intenso y verdadero.
¡Tantos años sin descubrir ese reducto archicerrado dentro del cofre de las palabras marcadas!
Y en lo más interior de esa palabra marcada estaba lo que quizás había sido la palabra y la
realidad más huidiza en la vida del linyera: algo que llaman “amor”.
ídolos
04.11.08
El linyera está hoy muy lejos de pretender encarar un ensayo mínimamente científico acerca
del tema del rótulo. Solo tiene en su mente unas raras asociaciones o, mejor, revoltijos, que se
arman y desarman en el desván de sus recuerdos. Los relativos al tema aludido no ocupan
indudablemente un lugar importante y por eso están arrinconados en el lugar de los objetos en
desuso.
Sin embargo, el linyera encontró hoy en ese desván , entre polvo y polillas, una vieja caja con
una etiqueta que decía “ídolos” y se puso a revolver el contenido. Había tres montones
separados metidos en distintas bolsas.
El primer montón eran todas estatuillas o amuletos. Se los habían ido regalando como
curiosidades los profesores de historia. Un horrible baal, un buda panzón de porcelana, un
júpites con aire de señor, un solemne buey apis, un crucifijo con la imagen hecha pedazos, un
santiago disfrazado de peregrino... y mil otras baratijas....
El segundo conjunto eran objetos que había ido coleccionando en sus primeros años de
seminario, cuando estaba en busca de lo que había imaginado como dios. Ese ser intangible y
divino se lo habían sustituido con una serie de fetiches banales. Encontró unas piedras con
inscripciones que le habían dicho que eran los diez mandamientos, una custodia de lata con un
espacio circular como para contener una hostia en miniatura, y una cantidad de relicarios con
pedacitos de huesos o trapitos que habrían pertenecido a una legión de supuestos hombres y
mujeres cargados de virtudes.
La tercera bolsita la abrió con cuidado y adentro vio que encerraba un estuche con unas
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cuantas tarjetas que mostraban algo así como idealizadas fotografías. Las fue reconocindo una
por una. Eran aquellos personajes que sus “educadores” le habían propuesto cual modelos.
Como si fuesen moldes dentro de los cuales debería irse metiendo. Dejando de ser lo que él
mismo era para transformarme en eso otro.
Algunos de sus compañeros, comprobó a lo largo de los años, aceptaron varios de esos
modelos y los hicieron sus “ídolos personales”. Trataron de copiarlos. De dejar de ser lo que
eran y fundirse en un solo ser con su idolatrado modelo
En realidad, por lo que el linyera puede recordar, toda la formación moral recibida en esos
años no consistía en absoluto en una presentación racional y metódica de contenidos de tipo
ético, sino más bien, un bombardeo, si se quiere informal, de una parénesis basada en modelos
juzgados dignos de imitación, empezando por el clásico del Kempis “La imitación de Cristo.”
Muchos de esos trazos fueron conformando cuadros destinados a colmar algunas ambiciones.
No se puede negar que hayan tenido eficacia en más de un caso de los que el linyera fue testigo.
Pero las ambiciones del linyera no encontraban una meta en la copia de ninguno de esos
ídolos. Él no sabía lo que quería ser pero estaba seguro de que no quería dejar de ser él.
*******
Metió todo de nuevo en la vieja y rota caja. Así nomás. En desorden.. Eran cosas que ni le
sirvieron ni le sirven.
Cuando bajaba del desván de su propia cabeza le vino a la memoria que en un cofrecito que
había dejado en algún sitio remoto y ya olvidado tenía otra colección de personajes de su
infancia que no puede decir que fueran sus ídolos pero sí, tal vez, sus héroes. Allí dejó tarzanes,
capitanes piratas, patoruzús, emperadores, caciques, noqueadores, detectives, aventureros....
Hoy, haciendo un repaso silencioso del pasado y, por supuesto, biológicamente despojado de
toda ambición futura, el linyera encuentra que quizás carga encima de su personalidad alguna
pincelada de más de uno de esos “ídolos” desechados. Pero ciertamente no cree ser ni siquiera
un mal calco de alguno en particular,
titulares
05.11.08
¿Cómo anda el mundo hoy? No suele ser una cosa de gran importancia para un linyera de
alma. Su capacidad de influir en algo en la marcha del mundo, si no es nula es ínfima.
Sin embargo, privado hace unos años de su motricidad andariega, tomó por costumbre, más
por curiosidad y distracción que por verdadero provecho, antes de inciar sus tareas diarias o,
mejor, para iniciarlas, pasar revista en su pantalla a un número considerable de publicaciones en
diversas lenguas a las que puede tener acceso.
¿Se cree bien informado con eso? Para nada. A lo mejor, piensa, está más desinformado.
Generalmente, los hechos posteriores le dan la razón. Además, a esta altura de su vida, según
sean las fuentes, ya sabe más o menos cuales son los filtros que hay que colocar.
Por empezar, le da muy poca importancia a los llamados titulares (o sea, “ los títulos de una
revista, de un periódico, etc., compuesto en tipos de mayor tamaño”) Prudentemente, la RAE
dice solamente “tipos de mayor tamaño” y no “noticias más importantes.”
A propósito de esto el linyera acaba de leer en un diario argentino unas palabras de Martín
Caparrós acerca de los titulares de hoy : “Si esto fuera una vieja serie americana empezaría con
un locutor muy engolado que diría: `Esta noche, mientras millones de hombres y mujeres siguen
atentos la elección presidencial, otra decisión, más oculta y quizá más influyente, sucederá en
esos mismos escenarios´…”.
Con el autor de esa palabras el linyera a veces coincide y a veces no tanto (¿con quién puede
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alguien coincidir ciento por ciento?), pero ese párrafo hizo que rebobinara su “biopic” hasta casi
setenta años atrás.
En una paginita había descripto así uno de sus recuerdos vívidos:
LEYENDO
Yo tendría no mucho más ni mucho menos de quince años. Hoy en la Argentina todos nos
tildamos constantemente, unos a otros, como “boludos”. Yo creo que en aquellos años lo era de
verdad. Estaba interno en un colegio y, fuera de ahí, mi único mundo era un mundo de papel.
Hecho con páginas y páginas de libros a los que, burlando cierta censura, podía llegar a tener
entre las manos.
Uno de los profesores, con real interés por nuestra formación intelectual aunque, tal vez, sin
sospechar las consecuencias más o menos remotas, nos recomendó un día leer un librito nuevo
recientemente incorporado al acervo de la biblioteca.
No recuerdo el autor. Era pequeño. Bolsillable. Era una traducción del inglés. Estaba
destinado a difundir algunas sencillas ideas para leer “críticamente”, es decir, sin tragarse las
cosas sin masticarlas.
Contenía un pequeño capítulo dedicado a la lectura de diarios. Daba un consejo muy sencilllo.
Decía más o menos así: Cuanto más grandes son los tipos en que está impresa una noticia, esa
noticia es tanto menos importante. Y, además, lo que aparece en las primeras páginas es mucho
menos importante que lo que está oculto en algún rinconcito.
Daba como ejemplo el de que ningún diario europeo le había asignado un lugar importarte (lo
hicieron muy tardíamente) en 1917 a los hechos de San Petersburgo que llevaron
paulatinamente nada menos que al nacimiento de la Unión Soviética
No sé si eso puede tomarse como una verdad absoluta (¿hay alguna?) pero a mí me resultó un
consejo muy útil. Lo he podido verificar en innumerables ocasiones. Los grandes titulares
suelen ser obviedades (al menos, para mí) y lo realmente novedoso hay que buscarlo con mucho
esfuerzo en algún rinconcito o perdido en algín renglón interior de un largo artículo.
Por supuesto, como me equivoqué innumerables veces con respecto a expectativas
relacionadas con acaecimientos que me afectaran ya sea más de cerca o más remotamente,
adopté cada vez más conscientemente una actitud de “linyera de alma”, estando siempre
preparado para todo, lo previsible y lo imprevisible. Menos todavía me atrevo a dar consejos a
nadie. Simplemente trato de compartir experiencias. Esta fue una bastante importante para mí.
¡CRAC! (I)
en un monasterio
¡Crac! Un solo golpe. El frío piso de baldosas grises recibió el impacto y opuso la resistencia
71
lógica a todo ataque inesperado. El espejo. Relativamente pequeño Algo ya deteriorado por el
paso del tiempo. Con espacios en los que la ausencia del azogue le daba una transparencia
completa Sin un marco protector. Había, aparentemente, terminado su vida de manera
imprevista, violenta y, a la verdad, no deseada. No deseada por él (si es que un espejo tiene
deseos que el ser humano, con sus sentidos tan limitados, no llega a percibir) y mucho menos
deseada por Teófilo, que lo había dejado caer mientras estaba contemplando su propio rostro
con extático narcicismo, cuando sonaron unos impactantes golpes que aplicaron repetidamente
los nerviosos nudillos de una mano derecha, algo ya marcada por venas y arrugas, sobre la
tranquila madera de la puerta.
¡Crac! Había hecho el espejo sobre el suelo. ¡Tac! ¡Tac! ¡Tac! Habían repercutido como un
eco en los oídos del joven monje los llamados en su puerta y sus dedos, como repentinamente
atravesados por una corriente eléctrica, dejaron caer su rostro, es decir el espejo que en ese
momento era su rostro, sobre las baldosas de la austera celda monacal.
Era en verdad una celda austera. Casi al estilo medieval, aunque con ciertos detalles robados a
la modernidad. Junto a un sencillo lecho de madera, una pequeña mesa, algo rústica y encima de
ella un velador con una bombilla eléctrica ordinaria de 60 W. cubierta por una pantalla cónica de
extrema sencillez. Era la única iluminación de una habitación de 2m x 3m, cuando la luz
exterior dejaba de entrar por la ventanita que daba al amplio jardín del monasterio. La ventana
estaba a una altura tal que no permitía indiscretas miradas ni hacia afuera ni, mucho menos,
hacia adentro. Techo y paredes blanqueadas a la cal.. Sobre un muro lateral, un par de estantes
con una escasa docena de libros. Se podía ver, por supuesto, una Biblia, la Imitación de Cristo
del Kempis, Noche oscura del alma de Juan de la Cruz, Las Moradas de Teresa de Jesús... Un
pequeño tapiz pendía de un clavo sobre la cabecera de la cama, bajo una rústica y diminuta cruz
tallada en algarrobo, con el conocido soneto de la mística española cuyo primer verso reza “No
me mueve mi Dios para quererte”.
¡Crac! Como un relámpago cruzaron por su cerebro, en una visión fugaz pero profunda y
abarcadora, todos los instantes de esa sufriente exploración de tres años con la que había
intentado afanosamente desentrañar el misterio que sentía clavado en su interior. Quería
encontrar ese espíritu puro, casi angélico, tal vez divino, que creía llevar en sí, y aferrarse a él
con la desesperada seguridad con que se aferra un náufrago a un solitario tablón en medio de
aguas turbulentas. Los libros lo habían defraudado, incluso la Biblia. No lo llevaban más allá de
las palabras. Metáforas y más metáforas. Una más bella y atrapante que la otra. Pero solo
palabras. Nada detrás. En un arranque casi de incontenible furia había tomado en sus manos el
pequeño espejo (¡pobre espejo!, ignorante de su inminente ruina), descolgándolo de sobre el
impasible lavabo adosado a la pared, sobre la que pendía de un hilo vulgar sostenido por un
clavo ordinario. Había clavado sus ojos en él. A través de esos ojos, sus propios ojos, allí
reflejados, negros y brillantes, enmarcados en su rostro bajo espesas cejas y como surgiendo de
una barba muy abundante para sus veinticuatro años, quiso, en un momento casi de éxtasis,
atrapar esa figura angélica que estaba seguro de llevar dentro de sí.y que los libros, por más
sagrados que fuesen no le permitían descubrir. Tal vez esa mirada penetrante y perforadora lo
consiguiese.
¡Crac! ¡El ángel interior hecho añicos!
- Hola ¿Molesto a esta hora?, le preguntó el prior al que Teófilo le había franqueado la puerta
tras la rotura del espejo como culminación de ese intenso terremoto mental. que, en realidad, no
había durando más que un par de segundos..
72
¡CRAC! (II)
El chico cerró las canillas y se enfundó en la toalla. Mientras se secaba, comenzó a pensar.
Pensar. Pensar. ¿Era él solamente ese cuerpo tan perfecto? Se miraba, se tocaba, se acariciaba....
¿Había algo más en él que lo hacía distinguirse de su Princesa? ¿O eran lo mismo? Lo tenía que
descubrir. Tenía toda una vida por delante para eso.
- ¡Teófilo! ¿Terminaste?
- Sí, mamá, ya voy.
- Sí, Padre. Usted dirá.. Estaba con el espejo en la mano. El llamado me sorprendió y lo dejé
caer. ¡Qué desastre!
- Déjalo así ahora, después recogerás los pedazos. Siéntate un momento que tengo que decirte
una cosa.
- ¿De qué se trata?
- ¿Siempre persistes en tu búsqueda mística?
- Sí, quiero encontrar a Dios dentro de mí.
- Dios te va a iluminar en algún momento.
- Tengo esa fe.
- Tal vez puedas tener ayuda.
- ¿De quién?
- De alguien muy espiritual y que creo ha recorrido ya gran parte de ese camino.
- ¿Quién?
- El Padre Luis.
- ¡Ah!
- Mañana temprano debo ir a verlo a su monasterio. Vine a invitarte para que me
acompañes.
- ¿Mañana?
- Sí, salgo muy temprano. Vengo a llamarte.
- Muchas gracias.
- Hasta mañana.
73
- Hasta mañana, Padre.
¡CRAC! (III)
pedazos sueltos
Tras la conmoción. Tras las palabras esperanzadoras. Vuelta repentina al mundo real. Teófilo
miró al piso. Sorpresa. Temor. Indecisión. Se arrodilló. Fue recogiendo los trozos del espejo.
Uno a uno. Temblorosamente los fue colocando en la mesa para luego tratar de recomponer su
propio rostro y escrutar en forma penetrante si había algo más detrás de él. Ese espejo se había
convertido en un instrumento mágico, después de su fracaso con los libros. Fue como armar un
rompecabezas. No estaba hecho añicos. Eran trozos más bien grandes y con bordes definidos.
No iba a ser difícil volverlo a armar. ¿Para qué? Por puro gusto, Para tratar de recobrar aquella
última mirada. Los fue contando. Uno. Dos. Tres. Cuatro Cinco. Seis. Siete. Eso era todo. Su
rostro en siete pedazos. ¿Encerraría ese número siete algún misterio? ¿Sería, por fin, la extraña
revelación que esperaba?
Tomó un primer trozo al azar para empezar el armado. Al ir a colocarlo sobre la mesa de luz
para comenzar
- ¡Oh! ¿Qué es esto?
Apenas puso sus ojos sobre el cristal este le devolvió una imagen sorprendente. No era ese ser
interior de su búsqueda anhelosa. No era la imagen natural de su rostro elegante con esa
vigorosa barba juvenil. Eran otros ojos como de fuego que lo miraban con un furor incontenible.
Despidiendo rayos.. Escrutadores. Penetrantes. Como tratando de apoderarse de sus entrañas.
¡Una hiena! Sí, ¡una hiena!
- ¿Pero esta es mi imagen? ¿Esa imagen profunda que tanto he buscado? Dentro de mí, en lo
más profundo. ¿Eso soy yo realmente? ¿Y no lo sabía? ¡Para eso he buscado tanto! ¿Eso había
dentro de mí? Odio. Furor. Venganza. Sed de sangre. ¡Noooooo!
Trató de calmarse. Dejó el trozo de espejo apoyado sobre la mesa y se retiró un paso. Los ojos
de la hiena lo seguían y lo seguían...
Se arrodilló y tomó cuidadosamente un segundo trozo.
más pedazos
Dos, tres, cuatro, cinco, seis,¡siete! El espejo terminado. Completo. Pero para llegar al armado
y recomposición total del espejo, Teófilo tuvo que atravesar más escenas de horror. Una tras
otra. Al tomar en sus manos cada trozo y mirarse en él el cristal azogado le devolvió
sucesivamente imágenes que lo fueron llenando de horror, de miedo, de angustia, en un
crscendo impresionante que lo dejó aturdido.
Fueron apareciendo, en una serie absurda, un tigre feroz, una serpiente astuta, un rinoceronte
dispuesto a pasar por encima de todo, un escorpión ponzoñoso, una babosa repugnante, un bicho
deconocido y horrible.
- ¡Oh! ¿Qué es esto?
- ¡¿Eso soy yo?!
Volvió a mirar una vez más el espejo, ahora recompuesto y
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- ¿Cómo? ¿Ahora soy yo de nuevo? ¿El mismo de antes y de siempre? ¿Soy esa suma horrible
de todo eso? ¿Y el ángel dónde está? ¿Y todos esos seres repelentes? ¿Soy la suma de todos
ellos?
Tomó de nuevo el espejo ( o sea el conjunto de los pedazos) en sus manos y lo arrojó con furia
contra el piso. ¡Crac!
¿ángel?
Un rayito de sol dio en los ojos de Teófilo. A través de una pequeña hendija en el postigo de la
ventanita. Era época veraniega y amanecía muy temprano. ¿Sería un buen augurio? ¿Sería la luz
inspiradora que esperaba encontrar en las palabras de Fray Luis, ese monje veterano con fama
de santidad y sabiduría?
- Tac, tac, tac...¡Alabado sea Jesucristo!
- ¡Alabado sea Jesucristo! Sí, Padre, ya voy…
- Nos encontramos dentro de una hora en el parque y salimos.
- Allí voy a estar. Muchas gracias.
Se incorporó de un salto. En diez minutos ya estaba listo para salir. Recorrió nerviosamente el
corredor y atravesó el portal de rejas de hierro que daba al parque. El aire fresco de la mañana
se le metió por todo el cuerpo como una sacudida de optimismo después de la tormenta
producida en su alma por la rotura del espejo y las consiguientes misteriosas revelaciones. ¿Soy
un ángel o nada más que algo muy parecido a mi Princesa de mis tiempos de niño?
Dio unos pasos y se quedó como clavado dejándose penetrar por el verdor total del pequeño
parque y el refrescante aire matinal. Caminó lentamente bajo las añosas casuarinas y se detuvo
junto al borde del sencillo estanque, junto al que tantas veces se había quedado en profundas
meditaciones. Calma completa. Como en un cementerio. Precisamente en un rincón del parque
había dos tumbas de monjes muertos en el monasterio. Allí estaban sus cuerpos. ¿Sus almas
angélicas? ¿Habrían volado hacia algún extraño jardín? El agua cristalina y serena. Sin el más
leve movimiento. Ninguna onda. Como un espejo perfecto.
- ¡Teófilo!
- Sí, Padre, ya voy.
- En dos minutos salimos.
- Voy hacia el portal.
Mientras lo aguardaba el superior, giró un momento aobre sí mismo y posó su mirada
en el espejo del agua del estanque. Un verdadero espejo. Terso, suave,
inmaculado...¡Ese sí que era un espejo! ¿Le devolvería la imagen que había estado
buscando ansiosamente?
Antes de encaminarse
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¡Crac! ¡Crac! ¡Crac!
divagaciones
11.11.08
En general, en estas notas acerca de un estilo de vida, el linyera tira sus palabras al viento
cibernético, tales como van saliendo, “como ovejas del corral”, sin intentar un encadenamiento
demasiado lógico. Trata simple de describir ciertas actitudes con las que mira el mundo. Con
todo, esta vez se le ocurrió ensayar una reflexión un poco más ordenada, motivada por una de
sus lecturas.
autodefinición
¿Quién puede decir lo que es un “linyera de alma”? Solo él. Y hasta cierto punto. A lo largo de
sus dos meses de posteos diarios cree haber dejado traslucir, al menos parcialmente, casi sin
quererlo, lo que puede ser una imagen real de sí mismo.
Sin embargo, un artículo que leyó en “El damero. Revista digital La Tecla”, muy completo,
conciso y atinado, de Conrado Yasenza, sobre el linyera argentino, en un enfoque
principalmente sociológico, le da pie para intentar alguna mayor precisión en ese trazado
El “linyera de alma” se permite insertar aquí dos párrafos que tomará como base para una
autodefinición, aunque sea muy grosera.
Uno dice así: “Desde el punto de vista lingüístico, y debido a las grandes transformaciones
sociales, el término " linyera", que identificaba al trabajador rural golondrina de principios de
siglo, ha mutado hacia el concepto de " mendigo", relacionado con el reordenamiento del ciclo
productivo de un ser humano y con la carencia de vínculos fuertes a nivel afectivo o familiar”
Evidentemente, la anterior es una definición, desde el punto de vista elegido, perfecta y
absolutamente realista, que muy poco tiene que ver con el genuino romanticismo .que es de la
esencia de este “linyera”.
El otro párrafo elegido nos da una aproximación mayor: “Lejos del mito romántico del
vagabundo, de ideas libertarias o anarquistas, del ser libre que viaja en los vagones de los trenes
de carga, levantado la cosecha, durmiendo a la intemperie y difundiendo su pensamiento; lejos
del caminante austero que va imitando el ciclo migratorio de las golondrinas, los linyeras o
crotos han trastocado su vuelo para convertirse en hombres y mujeres a los que, la feroz y
perversa maquinaria globalizadora, les ha ensombrecido el alma, quitándoles de la mirada el
brillo y arrojándolos al abismo de la precariedad y la desnudez, al delirio de las bellezas y
fealdades que derriban las máscaras uniformes conque la memoria de una sociedad hecha para
triunfadores, pretende desesperadamente, lavarse una vez más, las sucias manos de la
indiferencia.”
La primera parte del párrafo, que el autor de la revista encabeza con “lejos de” se acerca
mucho a la definición del “linyera de alma” si todas esas cualidades las buscamos bien adentro
de él. Lo del “vagabundo, de ideas libertarias o anarquistas...” no es un mito sino un ideal
conscientemente asumido. Realizado mentalmente en forma total y físicamente en la medida de
lo posible.
El “linyera de alma” es el resultado de una combinación de dos elementos interiores como
reacción ante un tercer elemento externo. El primer elemento interno es un impulso ciego e
irrefrenable, manifestado desde su primera infancia, hacia una libertad absoluta, hacia una no
dependencia de ninguno de los que lo rodeaban por más que estos solo se esforzasen para
hacerle posible y feliz la supervivencia. El segundo elemento interno es consciente. Una
aceptación progresiva de los embates de la vida tomados sin bronca ni falsos empeños ni
compromisos. Tratando solo de obtener la máxima cuota posible de libertad individual sin por
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eso coartar la de sus congéneres.
El componente externo jugó un papel decisivo. Las presiones para limitar o encarrilar sus
comporrtamientos y orientar sus deseos, actuaron eficazmente para provocar una cada vez
mayor afirmación de su independencia de espíritu y su libertad de pensamiento frente a todo y a
todos.
Lo que se ve a través de la lupa lingüístico-sociolóica es absolutamente correcto. El “linyera
de alma” acepta sus definiciones y clasificaciones. Pero no puede ocultar su admiración por ese
personaje “golondrina”, “vagabundo” y ahora “mendigo” cuando cree llegar a las profundidades
de su alma para copiar en sí los que son para él los valores más apreciados de la vida.
esa mirada
12.11.08
De su madre el linyera de alma solo guarda en la gaveta de las memorias íntimas solamente
unos pocos flashes muy fugaces y casi invisibles entre nubes vaporosas.
Quizás el recuerdo más vivo de su madre no es un recuerdo sino una realidad. Su tía más joven,
hermana menor de su madre, aún en vida, con casi cien años, es su imagen más nítida. Con ella
compartió en su infancia largas charlas y caminatas. Más tarde, en esporádicos encuentros,
muchos mates y alguna copita de fernet.
Físicamente lejos, la tiene siempre muy presente a través de unos ojos que todo se lo dicen.
FOTO
Un viejo almacén...
Un corralón...
Una casona...
Campos inmensos...
Calles polvorientas...
Tiendas en la gran ciudad...
Viejos barrios porteños...
Risueño entorno suburbano de ayer...
Brumoso entorno suburbano de hoy...
¿Ojos o faros..?
De luz... de amor...
Mucho amor... sin límites...
Amor que nunca penetró en su seno...
¿Por qué?
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Que nunca salió de su seno...
Padres, hermanos, sobrinos...
Sobrinos nietos, bisnietos...
Legión..
lo que no sucedió
13.11.08
El linyera de alma más de una vez toma una novela entre sus manos. Y la lee. Dando
comienzo el otro día a la lectura de “Marina”, de Carlos Ruiz Zafón, se encontró, en las
primeras líneas, con la siguiente expresión: “Marina me dijo una vez que solo recordamos lo
que nunca sucedió.” Todavía no llegó hasta la conclusión del libro para descubrir el sentido de
esa afirmación en el texto original.
Detención brusca en la lectura. Arranque de una de sus no pocas alocadas divagaciones
mentales. El linyera se puso a pensar en aquellos puntos de su trayectoria en que las
bifurcaciones de sendas podrían haberlo llevado a ser algo muy diferente de lo que es. Una
especie de autobiografías contrafácticas.
Trató de ir pasando revista a tales circunstancias. Tarea engorrosa. Imposible. Absurda. ¡Son
tantas! Casi cada segundo pudo ser el arranque de un camino distinto. No hubo más remedio
que elegir al azar. Nunca tenía a mano una moneda para tirar a cara o seca en cada caso.
Sin embargo, mientras hacía girar el bolillero de la suerte en su cabeza hasta que saliera una
ficha cualquiera, una fecha del almanaque empezó a golpear cada vez más fuertemente en el
duro yunque de su memoria: cuatro de setiembre... cuatro de stiembre... cuatro de setiembre...
sí, cuatro de setiembre de mil novecientos cuarenta y uno. Ese cuatro de setiembre y ningún
otro.
******
Tenía trece tiernos años recién cumplidos. Vagos sueños. Muchos miedos. Más miedos que
sueños. ¿De qué? De la vida, del futuro. Extrañas sugerencias, no de su entorno familiar, sino de
misteriosas voces provenientes del cielo, como las que escuchaba Juana de Arco. Confluyeron
dos fuerzas, a cual más poderosas. Un impulso interior que había encendido en él un deseo
irresistible de algo superior, infinito, absoluto... y las insinuantes y atractivas propuestas
(¿interesadas?) de los religiosos del colegio adonde acababa de entrar por circunstancias
completamente casuales.
Con el permiso renuente y la compañía afectuosa de su padre, ausente de su infancia pero
arcanamente presente en ese momento (tal vez con un trágico presentimiento en el alma), el
linyerita, ese cuatro de setiembre de mil novecientos cuarenta y uno , cruzó el fatídico umbral
de un espacio desconocido que iba a ser durante algunos años su solitario deambular en medio
de una cerrada comunidad.
******
Lo que en la vida sucede, sucede. Lo que sucedió, sucedió. No hay detergente para borrarlo.
¿Y lo que no sucedió? ¿Y pudo haber sucedido? ¿Y es probable que hubiera sucedido si en
ciertos momentos una decisión hubiese sido distinta?
Piensa que piensa, el linyera, en la noche de un cuatro de setiembre, sesenta y siete años
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después, extrajo algunas conclusiones. Extrajo solo cuatro, que se le vinieron a la memoria sin
pedir permiso, dejando atrás a muchísimas otras... Las describió de este modo:
Si en aquel cuatro de setiembre no hubiera cruzado ese umbral, fatídico en su vida:
• No hubiese penetrado, al menos tan temprana y profundamente, en ese mundo clásico
grecolatino que,. además de resultarle inmensamente placentero, le sirvió para aceitar su cerebro
entrenándolo para darle la suficiente agilidad como para moverse luego sin sucumbir en un
mundo real completamente desconocido.
• No hubiese sido ejercitado en una disciplina, superficialmente algodonada, pero esencialmente
militar y espinosa en el fondo, que templó su carácter para resistir los embates de la existencia.
• No hubiese tenido experiencia directa de la vacuidad de las explicaciones teológicas y
filosóficas de todo tipo que hoy podrían perturbar sus minutos de vida sencilla y feliz en su
confesa ignorancia de cualquier realidad ultraterrena.
• No hubiese sido, durante los ardorosos años adolescentes, un desconocedor liso y llano de las
“personas del otro sexo” (como le obligaban a nombrarlas), carencia que, a largo plazo,
significó para él, el descubrimiento radiante de “la mujer” con todo el profundo significado de
la totalidad de lo que es una vida humana.
Sin esas cuatro tremendamente intensas experiencias ¿Cuál o cuáles podrían haber sido las
sendas que hubiera recorrido en la vida? Mirando en retrospectiva llega a imaginar algunas...
¿Describirlas? ¿Para qué? En otro momento.
pizarra mágica
14.11.08
El linyera. la conoció en su infancia Como tantos chicos la conocen y usan hoy. Pero su
pizarra mágina no estaba entre sus juguetes. No la descubrió en una vidriera. No la usó nunca.
Sin embargo la conoció muy de cerca. Muy de cerca. Y la recuerda perfectamente bien. Mejor
que a muchos de sus juguetes ¿Por qué? Él nos lo cuenta.
MI PIZARRA MÁGICA
Una revelación comparable a la lámpara de Aladino. Ya me referí muchas veces a esa persona
físicamente lejana a veces. Extrañamente lejana otras, aunque presente. Ya expliqué que por la,
en aquellos días, temida enfermedad pulmunar, que padecía entonces, su trato conmigo en
nuestros escasos años de convivencia era no solo distante sino misteriosamente silencioso.
Conocía su voz cuando la oía en sus conversaciones con otras personas, clientes o amigos. Un
voz sonora, varonil, de hombre serio y seguro de sí mismo. Algo enronquecida por el cigarrilo
que ya, lógicamente, había dejado.
Un día, cuando mi edad rondaba los cinco años, la voz de mi padre pareció apagarse por
completo. Tal vez una recomendación del Dr. Patin que lo atendía como paciente externo en su
sanatorio. Estábamos sentados en el comedor del chalet, con una amplia ventana que daba a la
calle. Una mesa cuadrada y grande. Con un sencillo mantel. Mi madre ciertamente ya no estaba
(según la “versión oficial” se había quedado internada en Buenos Aires para terminar de
reponerse). Petra había ido a la cocina a buscar la comida. Mis hermanas estaban conmigo. Mi
padre, a mi lado, en silencio absoluto. De
pronto, toma entre sus manos un extraño objeto, como una pizarrita rectancular con un pequeño
marco. Con algo parecido a un lápiz escribió una palabra y me la acercó para que la viera. Era
como su nueva voz.
Yo sabía leer, al menos en letras de imprenta. No había pisado la escuela aún. Una de mis
hermanas, ocho años mayor que yo, estaba ya bastante adelantada en la primaria a la que asistía
en un colegio de religiosas en el centro de Alta Gracia, donde residíamos en un barrio
residencial. Ella me había enseñado a leer con un libro llamado René, de modo que descifrar
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una palabra en la pizarrita no era un gran desafío.
¿Cuál habrá sido esa misteriosa primera palabra que mis ojos descubrieron con claridad en esa
pequeña superficie gris? Recuerdo tantas cosas pero esa palabra no la tengo en mis registros.
Estoy seguro, eso sí, de que estaba en caracteres de imprenta por que eran los únicos que yo
sabía descifrar.
Con un rápido movimiento, la superficie de la pizarrita quedó borrada y lista para recibir otra
palabra, Se estableció así lo que podría tal vez llamarse una primera conversación continuada
con mi padre.
¡Gracias, mágica pizarra!
sensaciones térmicas
15.11.08
No todo en la vida del linyera de alma fue y es una sucesión de momentos gratos e
ingratos. Hay muchos momentos de un gris total. A la intemperie de las circunstancias.
la piel transmite lo que recibe del exterior y hay algo en lo más íntimo del ser que
parece abroquelado contra toda inclemencia emocional. Casi semejan minutos y hasta
horas de vida latente. Suelen ser muy fecundos.
MONTON DE SENSACIONES
Sensaciones... Térmicas...
Calor... Calor... Puro calor...
Huesos derretidos... hasta el tuétano...
Cabeza hirviendo...
Sudor total exprimido desde adentro...
Calor adentro... afuera.. .abajo...
En el cerebro...
En las plantas de los pies...
Entre las piernas...
Bajo los brazos..
Pero...
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Paz...
Concentración interior...
Ardor de sol brillante...
Pureza de nieve...
Yo...
Con mi yo...
Alegría serena...
Una vida en los más íntimo...
Un soñar sin tormentas...
Sin sensaciones térmicas...
el linyera y el lobo
17.11.08
Entre los innumerables encuentros inesperados que tuvo en su vida, uno de ellos, inesperado
como el que más, dejó en él una marca indeleble.
Escribía así en una de sus postales:
¡ LOBO !
Fue allá en los años tempranos de la década del cuarenta. Mis años de iluso sonetista. Pero
este no fue un soneto más de la colección romántica. Tuvo un sentido más profundo.
Movilizador. Casi (y tal vez sin casi) fue una profesión de un ideario, no demasiado claro y
verbalizable en términos académicos, pero muy hondamente arraigado y solo expresable en
extrañas metáforas.
Estaba yo por entonces en mi primera adolescencia, iniciando mi carrera hacia el sacerdocio,
entrevisto al final de un espinoso camino con una luz radiante allá en el último horizonte y una
neblina espesa, casi sólida, en los alrededores cercanos y, sobre todo, en algún oscuro rincón del
subconsciente. Tenía trato normal y hasta cordial con todos los compañeros. Vaya a saber por
qué, con solo uno me atreví a entablar un diálogo sincero y crítico con relación a la vida real,
aunque sin estridencias. Apenas insinuaciones, atisbos. Solo como para marcar una actitud
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interior firme e irrenunciable más que una conducta transgresora demasiado visible. Fundamos
nada menos que una sociedad “secreta”, la “Hermandad del Lobo”. No hicimos prosélitos. Ni lo
intentamos. Mantuvmos la hermandad en vigencia por largos años los dos solos. . Nos
saludábamos siempre, calladamente pero con firmeza, en latín, cada vez que nos cruzábamos
- Salve, lupe!
- Salve, lupe!
Nada más. Como una consigna. Para mantener el espíritu siempre alerta. ¡Y vaya si lo
mantuvimos!
Pasaron años, muchos años. Décadas. Nunca más nos vimos. Rutas distintas. Creo que
arcanamente nos seguía manteniendo unidos nuestra fe en el ideario del lobo. Mi “cofrade”
murió siendo un abnegado sacerdote, jugando su propio partido con la gente humilde, tratando
de vivir la vida de los primeros cristianos, excluido por las autoridades de la iglesia oficial y de
su congregación religiosa de todo lo que fuesen actividades demasiado visibles, sobre todo en la
docencia superior. Su relación con la gente modesta, como es habitual, no les preocupaba. Fiel a
sus ideales. Yo seguí otro camino, tal vez más drástico. Ambos, eso sí, sin renunciar jamás al
programa de la vieja hermandad..
Pasaron más años. Circunstancias de la vida, desbordantes de subterráneas nostalgias, me
transportaron cada vez más irresistiblemente, aunque solo con la mente y el corazón, a esa
Galicia de mis antepasados de siglos y siglos atrás. Sorpresivamente, para mí, descubro, a través
de la Rolda de Fillos de Galicia, que el lobo es nada menos que “un icono da nosa cultura”
Guardado en innumerables topónimos, como
Castiñeiro do Lobo, Fonte do Lobo, Forca do Lobo, Covas do Lobos, Pouta do Lobo, Rabo do
Lobo, Lobeiras, Lobomorto, Matalobos, Foxo do Lobo. O en nombres con formas germánicas:
Gondulfe, Trasulfe, Randulfe. A veces, para evitar llamarlo por su nombre se solían referir al
lobo como “o aquel”, “o outro”, “o bicho”, “ o da boca rachada”, “o fillo do demo”, “o
compadre” , “o tío Pedro” Tienen un refrán popular como “cousa de moitos, cousa de lobos”
El carácter sobrenatural del lobo para los gallegos, generalmente considerado casi demoníaco,
aparece rociado con agua bendita en una leyenda del santoral. Se cuenta que uno de los milagros
de un tal San Froilán fue precisamente amansar y domesticar uno de estos animales. El santo se
hizo amigo de un lobo que lo acompañaba a todas partes.
Creo que el lobo es considerado por los zoólogos como un animal gregario. Mi amigo y yo, en
aquellos años adolescentes, lo elegimos, intuitivamente, sin mucha investigación ni
disquisiciones, como marca indeleble de nuestra independencia de pensamiento en una
atmósfera cargada de presiones exógenas, muy sutiles algunas y no tan sutiles otras.
- Salve, lupe!
- Salve, lupe!
18.11.08
¿Qué es un profeta? No vale la pena aquí discutir etimologías o páginas de la historia. Hoy
por hoy muchos hay que se creen tales y otros que son tomados por tales por multitudes
incautas. Nada más contrario a la actitud del linyera de alma frente a la vida que creer en
profetas. Ellos pretenden conocer el futuro. El linyera ni siquiera tiene demasiado en claro el
presente.
Una vez escribió:
PROFETAS
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Cuando conocí los primeros linyeras y me enamoré de ellos o, más correctamente, de su estilo
de vida, no gozaba yo de lo que comúnmente definen como “uso de razón”. Mi cerebro era muy
tierno y por eso su imagen se imprimió allí tan indeleblemente. Y con una carga sentimental tan
elevada que, misteriosamente, entre laberintos y tormentas, definió el curso de mi trayectoria en
la vida en cuanto yo pude tener algo que ver en esa trayectoria
Si en aquellos momentos hubiese aparecido frente a mí una atractiva pitonisa para anunciarme
en nombre de Apolo un curso realmente próspero para el resto de mis días o la pérfida
Casandra, también en su nombre, me hubiese pronosticado una vida de dolores y frustraciones,
yo, lejos de atenderlos con insana curiosidad, hubiese tapado mis oídos con la mejor cera del
mundo para poder disfrutar siempre la inapreciable felicidad de la crasa ignorancia del futuro.
No he querido y no quiero profetas en mi vida. Prefiero los poetas y los músicos. Y si son
músicos y poetas al mismo tiempo, mucho mejor. Me basta con esa profecía cierta de una
muerte inexorable sin la menor pista en cuanto al momento y la hora.
¿Hubo vberdaderamente alguna vez un profeta? Una vez leí en Chesterton las siguientes
reflexiones a la vista de un valle cubierto solo por grandes piedras:
“El conjunto podría ser una creación experimental hecha añicos y tirada por allí. A menudo es
difícil creer que ese desecho cósmico pueda haber estado unido a no ser por medio de recursos
humanos. La más modesta y simple imaginación concibe ese lugar como el escenario de alguna
guerra entre gigantes. Yo siempre lo asocio con una idea, recurrente y, finalmente, instintiva.
Esa escena fue la escena de cuando fue apedreado un profeta prehistórico, un profeta tanto más
gigantesco que los profetas posteriores así como las rocas son más gigantescas que los guijarros.
El profeta pronunció algunas palabras, palabras tremendas que causaron vergüenza, y el mundo,
aterrorizado, lo sepultó bajo un desierto de piedras. El lugar es el monumento de un antiguo
miedo.”
Por miedo o no, el linyera de alma tiene desterrados de su mundo a todos los profetas.
Si son sembradores de esperanzas, porque es posible y probable que esas esperanzas se
conviertan en dolorosas frustraciones. Si son agoreros de desgracias, porque más vale que las
desgracias vengan sin tener la desgracia de pasar un largo tiempo aguadándolas.
Sin embargo, veo que los profetas abundan hoy más que nunca. En todos los órdenes. Por
ejemplo, los partidos de fútbol se juegan entre los comentaristas deportivos con varios días de
anticipación y con resultados cantados. Un método bastante moderno de profetizar son las
encuestas. De todo tipo. Piden tu opinión sin pagarte por ella y después cobran gracias a las
opiniones que les facilitaron tantos como vos. No hay diario que no solicite que opinemos sobre
cosas futuras. Como entretenimiento, valga. Lo malo es creerse los resultados.
En fin, tomar algún tipo de precauciones con respecto al futuro es probable que sea
conveniente. Por mi parte, yo elegí hace rato no precuparme ni siquiera por las profecías de los
pronosticadores meteorológicos.
19.11.08
El linyera constató (ya lo expresó muchas veces) que de una manera ocasional y extraña se
anudaron en su cabeza en ciertos momentos especiales, una canción, un lugar determinado y
una sensación o un sentimiento particular.. Por lo general no parece existir una relación lógica
para esas uniones triples. En este caaso, ¿qué tiene que ver una linda chica porteña con un
pueblito perdido en el medio de la pampa y con una insoportable sensación de calor? Allí
estuvos dos veces sumando un total de unos pocos días, pero solo una escena de uno solo de
esos días le quedó claramente grabada en una postal.
Él mismo escribió lo que le ocurrió un lejano día hace más o menos medio siglo:
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CHE PAPUSA + QUEMÚ QIUEMÚ + CALOR INSOPORTABLE
“che papusa, oí los acordes melodiosos que modula el bandoneón... che papusa, oí...” El
vozarrón de Julio Sosa resonaba con una fuerza tremenda que lo llenaba todo, como un trueno,
desde los parlantes de la propaladora del pueblo. Unos avisos comerciales y de nuevo la misma
canción: “si entre el lujo del ambiente..”.
¿Por qué estaba yo en Quemú Quemú? No interesa en este caso. Tal vez ni quiero acordarme.
Allí estaba. Por pocos días. Había salido esa mañana de enero a dar unos pasos. En ese
momento era el mediodía y me encaminaba a la fonda para almorzar algo. El sol más ardiente
que nunca. La arena de las calles sin árboles era de fuego. No había calles asfaltadas. Hacía
meses que se estaba extrañando la lluvia.
“Muñeca, muñequita, que hablás con zeta…” No había ninguna muñequita que hablara con
zeta o con jota… Tal vez estuviese por ahí escondida. Yo solo veía calles desiertas y quemantes.
“Muñeca, muñequita, papisa y breva...” ¡Por fin! Parecía imposible, pero me instalé en la
mesita de la fonda. Me serví un vaso de vino con un cubito y me parecía estar en el paraíso.
Julio seguía incansable tras un par de avisos. “Y por raro esnobismo tomás prissé…” Yo
disfrutaba mi vino refrescante con un chorrito de soda mientras empapaba mi pañuelo
secándome el sudor de la cara….
Julio Sosa está lejos de cansarme. Es uno de mis favoritos. Pero el caso caso es que siento su
poderosa voz casi en forma automática cuando me veo sumergido en la atmósfera de un día
sofocante, mientras mi imaginación vuela a Quemú-Quemú.
Una noche de ocio y de tormenta llenó unas cuartillas con el siguiente relato:
1999.. Temina el siglo. Suelo de tierra. Bien apisonado. De tierra el piso, de tierra el techo, de
tierra las paredes. Tierra negra y húmeda. Oscuridad casi total excepto por un tenue rayo de luz
que se cuela por un orificio pequeño entre los extremos de algunas raíces que asoman desde la
parte superior. Amoblamiento nulo. Solo una piedra grisácea, de un material de naturaleza
irreconocible, tapizada con manchas irregulares rojizas y verdes, ofrece una pequeña extensión
aceptablemente lisa como para servir de escritorio a la presidencia de la asamblea. De eso se
trata. Pero no, no es una asamblea. Más que una asamblea, es una verdadera y solemne junta
capitular de la Sagrada Orden de las Víboras de Buenos Aires.
Sobrepasando algo la altura de la mesa aparece una figura con hábito blanco, túnica,
escapulario, capucha y manto de color negro. Observando con atención en medio de la
oprimente penumbra puede distinguirse, entre los pliegues de la capucha monástica, un grueso y
lujoso monóculo, robado hacía unos años, según supe después, de la tumba de un noble hidalgo
de estas regiones, y detrás del cristal, un ojo chispeante. Se llega a descubrir, paulatinamente,
que ese ojo pertenece a una rara cabeza marcada con signos geométricos de diversos colores.
También asoman por debajo unos dientes filosos y una lengua con extrañas vibraciones. Si
aguzamos aún más la mirada podemos adivinar dentro del hábito y extendiéndose hasta el suelo
un largo cuerpo con enormes anillos y enroscado sobre sí mismo.
El ambiente es espeso, casi sólido.. El frío es intenso, apenas templado por unas pocas brasas,
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restos de ramas secas de eucalipto, que producen además un leve resplandor rojizo, como para
que se puedan distinguir otros personajes que ponen una nota de vida en esa tétrica escena..
Entre moscardones, escarabajos, hormigas y algunas plumas y huesos de ave esparcidos aquí y
allá, completan la escena los otros cuatro miembros de esa misteriosa junta
Cabe la anciana víbora que preside la sesión se ve, también enfundada en un hábito
dominicano, algo raído, evidentemente sustraído de algún sepulcro de la cripta del convento
vecino, una víbora más joven que parece actuar como secretaria de actas, dispuesta a tomar nota
de cada palabra de las tres declarantes que sentadas en semicírculo frente a la mesa de la
presidencia aguardan su turno para exponer.
La presidenta da un golpe seco con su monóculo sobre la piedra y el agudo sonido metálico
quiebra el silencio absoluto que reinaba hasta ese momento y, con voz muy pausada, comienza a
decir:
- Honorables miembros de esta junta capitular. Las he citado acá, al abrirse el siglo veintiuno,
porque aunque somos bastante longevas, es imprescindible que dejemos constancia escrita de
nuestras actividades durante estos dos últimos siglos. Hay exploradores, frailes, viajeros,
conquistadores, que dejaron legados registrados en diferentes tipos de prosa narrativa (crónicas,
memorias, relaciones, diarios, cartas…).
Hasta 1904 hay archivos de numerosas cosas extrañas que sucedieron en esta ciudad y, sin
embargo, no consta en ninguno que muchas de esas cosas sucedieron gracias a nuestra
intervención. Nuestras actividades son, por su misma índole, sumamente secretas. Se perciben
los efectos de nuestras inteligentes y audaces acciones, pero nadie sabe que muchas de las
catástrofes, grandes o pequeñas, ocurridas en la sociedad humana de esta Buenos Aires, han sido
causadas por nosotras. Cuando se tome nota por parte de la secretaria de las tres declaraciones
previstas para hoy, serán incorporadas, para su mejor preservación, a la antañona e hidalga
ejecutoria de Don Juan Josef, de la que hemos tenido noticia en una crónica de Mujica Láinez.
Todas sabemos que desapareció misteriosamente allá por 1780 en un aljibe pero he conjurado a
los más sagaces de entre los más perversos funcionarios del infierno, Satán., Leviatán, Elioni,
Astarot, Baalberit , y algunos otros, para traérmela aquí antes de que termine la noche. Y no
dudo que así será. Por parte de ustedes quiero exposiciones claras y sintéticas. Deben ser
escritas con letra gótica con los correspondientes detalles ornamentales y eso lleva algún
tiempo.
- Señora presidenta, - dijo la secretaria, - creo que es conveniente, ante todo, dejar constancia
por escrito de cuál es efectivamente nuestra misión, asignada por el Supremo Señor, con
relación a los llamados seres humanos, que se creen los dueños del planeta y nuestros amos.
- En pocas palabras, ya está consignado en las más sagradas de las escrituras que nuestra
primera actividad conocida en el mundo fue la de hacerle perder al primer hombre y su
compañera un eterno paraíso a cambio de un minúsculo placer. Lo más importante es que no
solo nuestra primera progenitora los engañó para que comiesen una sabrosa manzana y así
disgustasen a su amo sino que el trabajo de la madre original de todas nosotras, con una mirada
fulminante, atravesó sus incautos ojos y les metió dentro del cerebro unos prodigiosos signos
que los han hecho infelices a ellos y a todas las generaciones humanas posteriores.
- ¿Qué eran esos signos?
- Una fórmula mágica, que ellos, ignorantes, denominan “conciencia” y que les hace creer que
en su relación con sus semejantes y el resto del mundo existe una contradicción que ellos
denominan “el bien y el mal”. La fórmula es tan eficaz que logra una visión distinta del “bien” y
del “mal” para cada uno. De ese modo, jamás se ponen de acuerdo para convivir pacíficamente
y riñen y se matan continuamente unos a otros. Ese es el infierno que les fabricó nuestra gran
madre. Solo muy pocos privilegiados logran descubrir esa fórmula y neutralizarla, siguiendo
solamente su instinto, como el resto de los animales, y así pasar felices el corto trecho de vida
que se les concede.
- Evidentemente no somos todopoderosas, pero, ciertamente, podemos más que los seres
humanos.
- Mucho más. Por eso podemos manejarlos tan fácilmente haciendo que se destruyan entre ellos.
- Bueno, creo que con esta introducción es suficiente para dar inicio a las declaraciones
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previstas.
- Todas estamos de acuerdo.
****************************
- Adelante, sin más, la primera declarante. Dinos qué has hecho para lograr que en el siglo
diecinueve Buenos Aires sufriera alguna de las curiosas desgracias, que, sigilosamente y en
forma secreta, pero con tanto éxito, logramos que sucedieran aquí desde que aquel adelantado
sifilítico hizo nacer a esta misteriosa ciudad.
Se pone de pie una figura que parecía pequeña pero que se va desenroscando paulatinamente y
queda erguida dentro de un prolijo hábito marrón de fraile franciscano. Con voz silbante y un
poco temblorosa por la edad narra brevemente, mientras la secretaria toma nota, que quiere que
se consigne especialmente su acción en el año 1840, cuando, escondida en un rincón del cuartel
de Ciriaco Cuitiño, en Chacabuco y Chile, mordía suavemente su pierna izquierda de tanto en
tanto e iba inyectando en su sangre el fervor necesario para incrementar más y más las
sangrientas acciones de La Mazorca. Por supuesto, mis compañeras trataron también de inocular
su veneno en los opositores al gobierno, para lograr una profundización de los odios recíprocos.
No se trataba de matar seres humanos con nuestro veneno, sibno de conseguir que se mataran
más y más entre ellos. Como habíamos hecho con Caín y Abel. Sangre, mucha sangre humana
por el suelo.
- Suficiente. Gracias por tu aporte.
Estampa su sello en el pergamino con el dato consignado y señala a la siguiente expositora.
Esta se levanta, desenroscándose al igual que la anterior. Queda en pie una figura que ostenta el
escapulario de la Virgen del Monte Carmelo. Toma la palabra:
- Tome nota, secretaria.Yo me encargué, por vocación, de tratar de acentuar los problemas
económicos de la ciudad, como cabeza del país. Adopté las atractivas formas de elegantes
mujeres porteñas y logré así , con besos que en realidad eran mordeduras disimuladas, la
colaboración de diversos funcionarios para mantener sometido al país.
Valga consignar como ejemplo, en el año 1933, la firma del pacto Roca-Runciman. Fue obra
mía. Benefició a algunos y empobreció a la mayoría. Me encargué de manipular las urnas de las
votaciones con numerosos colaboradores voluntarios. Sembré el disenso entre la ciudadanía Los
que controlaban el poder y aquellos para quienes esa era “la década infame.” No hubo
demasiada violencia, pero se estuvo preparando el ambiente para el futuro.
- Así quede consignado en las actas. Muchas gracias.
22.11.08
Y el relato así concluía:
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observatorio contemplaba los pliegues de los suntuosos cortinados del templo. Todavía estaban
flotando en la atmósfera las últimas vibraciones de los tubos del órgano. Algún crujido de
madera al comenzar a enfriarse el ambiente. Variadas imágenes de santos iban desapareciendo
en la penumbra, lo mismo que el oro y los mármoles de los altares. El sacristán y los
monaguillos, tras apagar los cirios, se perdieron en la sacristía. El último murmullo de un grupo
de monjitas que habían rezado el rosario se mezclaba con los exquisitos perfumes de algunas
damas que acababan de retirarse. Ya no había otras miradas curiosas. En ese momento, para su
sorpresa, continúa diciendo, entra discretamente por una puerta lateral una figura eclesiástica
que, aunque cubierta por un sobretodo oscuro, reconoció sin dudar que era ni más ni menos que
la de un cardenal. Se acerca al confesionario, abre la puerta y se sienta cómodamente, sin
advertir la presencia de la intrusa. Deja la puerta abierta. Desde la sacristía se acerca otra figura
masculina. . Si bien vestía un sobrio traje civil su manera de caminar denunciaba a las claras a
un militar de alta graduación. Se acerca al confesionario y se arrodilla piadosamente a los pies
del eclesiástico. Se santigua. Dice algunas palabras, en voz muy baja, casi al oído, que la
declarante no pudo entender. Le pide consejo. La expositora dice que entonces pensó hincar sus
dientes en el tobillo del cardenal para inyectarle las más sanguinarias ideas., porque, por
investigaciones previas, sabía de qué se trababa. El general quería tranquilizar su conciencia con
respecto a un plan macabro que, con sus colegas, quería implementar en el país para limpiarlo
de una juventud para ellos indeseable. Pronto se dio cuenta, prosigue la víbora con sotana de
jesuita, de que no necesitaba inyectarle su veneno. Las palabras del prelado eran más
ponzoñosas que todo lo que ella podía imaginar. Lo dejó hablar y percibió cómo la conciencia
del militar quedaba totalmente compenetrada y serena para iniciar lo que el cardenal y él
acordaron que era una misión sagrada. Nada más.
Transcurren algunos minutos hasta que la hacendosa secretaria concluye su tarea. La
presidenta estampa los correspondientes sellos. Y exclama casi con furia:
- ¡Quiero aquí la ejecutoria! ¡Quiiero aquó aquella vieja y noble ejecutoria! .
- ¡Por el pozo se fue! - Atinó a precisar la que vestía el hábito carmelitano. - Junto con nuestra
hermana la víbora verde. Por el pozo del aljibe del jardín de los dominicos. Todas lo sabemos.
Está entre las más sagradas tradiciones de nuestras familias. Nunca más se supo.
Los ojos de la presidenta del tribunal se ponen como carbones encendidos cual los de Fray
Torquemada, el inquisidor, ante sus víctimas.. Las escamas saltan como chispas mientras se
yergue enroscada sobre la mesa.
- Las actas que acabamos de redactar tienen que ser incluidas allí. Sin eso los testimonios no
tienen valor histórico para la posteridad.
Solo un silencio de tumba llena la tenebrosa caverna. Un vaho misterioso de una humedad de
azufre llena el ambiente. Los miembros de la soberana junta capitular se miran con odio y con
temor.
- ¡Aquí la tienen!
Y emerge de ninguna parte una enorme víbora verde, vigorosa, retorciéndose con furia. Trae
en su boca, apretándolas con terrible energía, las tapas de la vieja ejecutoria de Don Juan Josef.
Solo las tapas orladas, con manchas de musgo lívido. Sin los blasones ni los testimonios. Pero
las tapas allí están.
- Estuve retorciéndome con desesperación en el fondo del aljibe, esperando la muerte. Pero no.
Encontré en las hojas de la ejecutoria un alimento milagroso. Como un maná infernal. Las fui
devorando una tras otra. Las sentí volverse mi propio cuerpo. Una extraña potencia se generaba
en mí. Como si fuese la misma hidalga energía de los personajes allí consignados. Así viví dos
siglos. Ayer ingerí el último pedacito y fue tan extraordinaria la fuerza que recibí que, como
impulsada por un resorte del infierno, me sentí transportada hasta aquí con las tapas en mi boca..
Deja caer las tapas sobre la piedra que hace de mesa capitular y, transformada repentinamnte
en un gran pájaro violeta, desaparece con grandes aletazos. Nadie sabrá jamás adonde fue.
¿vocación o destino?
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23.11.08
OBERTURA
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como si no estuvieran. Son irrecuperables, a no ser que algunos despierten espontáneamente en
el momento menos pensado y me den alguna gan sorpresa.
Aquí pongo mi atención en los silencios. Son aquellos recuerdos que no quiero exteriorizar.
Hay algunos a los que me parece que les cierro hasta mi propia puerta, como para no decírmelos
a mí mismo. ¿Miedo? ¿Vergüenza? ¿Desinterés?
“Silencio en la noche, ya todo está en calma...” Cuando más intenso es el silencio envolvente
del exterior, más pugnan por transformarse en palabras ciertos “silencios” que guardo como
“míos”... Temo que poco a poco algunos, subrepticiamente, se van a ir filtrando en el blog.
Pertenece a la categoría de los que han despertado con extraño brillo en la memoria de la
primera infancia del linyera y de la mayoría de los cuales dio cuenta en su libro “Palabras
marcadas”.
Es el primer “flash” lejano, muy lejano, de los pocos que he conservado de mi madre. Ha de
haber sido en 1931, en la casa del pueblo. Una galería más bien ancha, entre los dormitorios y el
patio. Separada de este último por un tabique de madera en la parte inferior y, en la superior, por
una cortina de lona.
Yo andaba en mi auto de juguete a pedales y la veía a ella allí, en un rincón, a la puerta de su
pieza y en el ángulo formado con el ala donde estaba la cocina.
Estaba cosiendo algo, tal vez algo para mí...No lo hacía con la mano y sobre sus rodillas como
otras veces, sino que utilizaba algo que parecía una mesita de madera, con un gran pedal que
accionaba debajo de ella, como hacía yo con mi autito.
Me bajé del auto y me paré a su lado. En silencio. Ni una palabra. Registré todo. Toda la
escena. La costura en esa máquina especial. Y su vestido. Todo me quedó impreso.
Después pregunté como se llamaba ese aparato con un pedal donde se deslizaba la ropa que
estaba cosiendo.
- Es una máquina de coser.
Registré ese nombre. Allí estaba mi madre vestida con un...
- Un batón
Alguien me lo dijo. Un batón de color grisáceo con unos florones negros. Asociado
permanentemente a la máquina de coser
el linyera reflexiona
89
28.11.08
Alguna vez le pasa. No siempre. Generalmente el hilo de lo que llaman pensamientos corre
por su cabeza como la corriente eléctrica lo hace por un cable de cobre. Sin hacer ruido y sin
dejar rastros. A menudo hace falta la intervención de algún congénere que oprima un botón o
accione una llave para que se encienda una luz o entre a funcionar algún otro artefacto.
Esto precisamente le ocurrió hace pocos días a raíz del relato escapado de su pluma (o mejor,
de sus teclas) y que tituló “el linyera y las víboras.” Fue por cierto una viñeta algo distinta de la
mayoría de las otras. Casi siempre los mini-escenarios en los que se desenvuelven sus
narraciones lo tienen a él por protagonista directo. Son simples descripciones de cómo vivió él
mismo, por afuera y sobre todo por adentro, ciertas circunstancias a menudo irrelevantes para la
mayoría de los otros habitantes del planeta.
En el relato de “las víboras” él no está presente, a no ser como observador muy, muy lejano.
Pero tampoco se trata de escenas que sean producto exclusivo de su pura imaginación, como
son las de tantos expertos narradores. En este caso se trató de un escenario metafórico pero
relativamente cercano, porque presenta lo que sucedió en sitios quie corresponden a lo que, en
términos un poco vagos, puede denominarse la “patria” del linyera. Digo término vago e
indefinido porque el linyera a esa patria nunca la sintió ni la siente demasiado como “suya”
aunque reconoce que es el lugarcito del planeta en el que se mueve y respira.
En este caso quien oprimió un botón y encendió una luz fue una amiga, Ketty, El linyera le
agradece aquí su intervención.
A KETTY
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sinceridad al igual que tus arraigadas y coherentes convicciones en cuanto al mundo social en el
que vivimos.
¿Si hay también “víboras machos”? Pareciera que sí, porque se reproducen en forma continua.
Una respuesta más amplia queda para otro posteo.
un pasatiempo
29.11.08
Una tarde cualquiera estaba el linyera sin ninguna actividad entre manos. Tomó una hoja A4
que tenía por ahí y una birome y las dejó que solas se pusieran a ensamblar un montón de letras.
Nada más que eso.... Un montón de letras....
Resultó lo siguiente.
(Publicado en “Mundo literario”, ed. Nuevo Ser, Bs.As., 2008. )
ANASTASIA
“ ... te dejo estas líneas... lo único que te podrás guardar de mí... guardalas donde quieras...
donde siempre me tuviste a mí... sin encabezamiento ni firma... siempre fuimos dos anónimos el
uno para el otro.. los ensambles físicos no significaron nada... tu mente siempre estuvo en otro
lado.. tu corazón todavía más lejos... nunca te sentí junto a mí... estabas con ella... solo querías
mi sueldo de maestra... sos un vago de mierda...”
.................................................
Ojos celestes sin brillo. Rostro cansado. Indiferencia total. Ni leyó el papel. Lo imaginaba. Al
menos, lo debía haber imaginado. Encendió la hornalla sobre la que estaba la jarra con el café .
Anastasia le había dejado todo preparado. Última delicadeza. De las mil con que a diario había
tratado de conquistarlo. Sin éxito. A sus delicadezas respondía con brusquedades. Tomó
tranquilamente el café que sirvió en el pocillo mostaza que había encontrado sobre el papel en la
pequeña mesa de la cocina. Le hubiera gustado ir a la cama. Claro que sí. Pero, ¿solo?...
.................................................
Ella estaba esperando en la estación de subte. Anunciaron por un parlante, con voz desabrida,
que habría una demora de diez minutos, por desperfectos técnicos en el sistema de señalización.
...............................................
“Por fin... ¿debía haberlo hecho antes?... y si va a la mesita de luz... allí, en el cajón de arriba,
debajo de unos pañuelos tiene su 32... cargado... ¿será capaz?... eso querría decir que algo le
importaba de mí... ¿una pizca de amor? ¿o solo sexo y algunas monedas?... algunos momentos
de placer yo también tuve... no muchos, pero hubo instantes en que todo desaparecía y yo
quedaba como envuelta en una nube de puro placer... eso no lo puedo perder... yo realmente
gozaba con él... esos instantes en la cama valían por todo lo demás... espero que este shock le
sirva para que sigamos todavía adelante con más intensidad... él es mi vida... el otro es un
pasatiempo irrelevante... oh...”
....................................................
Llega el subte. Apretujones. Solo cinco minutos. Media cuadra más caminando. Llovizna.
Abre la puerta de calle con su llave. Saluda al portero y sube al 5º piso. C. Mira el reloj. Ocho
menos cuarto. Falta media hora. Va a ser puntual, como siempre. Es solo un pasatiempo. Lo
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sabe bien. Entra. Enciende la luz. Todo en orden, como de costumbre los viernes a esa hora. Un
perfume distinto. Muy agradable. ¿Se habrá anticipado y la estará esperando? Difícil. Casi
imposible. No puede salir antes del trabajo. Luz del living. Pasa al baño. Se mira al espejo.
Algún retoque al maquillaje. Ensaya la sonrisa correspondiente. Hace pis. Se cambia y se queda
en ropa interior con las prendas nuevas que traía en el bolso. Se mira nuevamente al espejo.
Seductora. Va a la cocina. Se prepara un té. Lo va tomando lentamente. Medita.
.....................................................
“ya lo habrá leído... ¿hice bien?... me apuré... estoy segura de que en el fondo me quiere... son
solo sus maneras... pero ¡cómo espero su piel, sus manos, sus piernas, sus labios!... cuando los
dos nos hacemos una sola cosa..”.
.....................................................
Un retoque a los labios. Aunque sea un pasatiempo lo va a esperar al otro en la cama. Con sus
nuevas prendas íntimas. A media luz. Sorpresivamente encuentra un papel sobre la almohada.
.....................................................
“...ya sabía que ibas a venir a este lugar... no soy boludo... lo hiciste todos los lunes y viernes
durante los seis meses que pretendimos estar juntos... te dejo el beso frío de siempre... si es
posible, congelado, por ser absolutamente el último... espero no verte más... si pensabas que me
iba a suicidar, estás muy equivocada... tengo algo mucho mejor que un sueldo de maestra... ah,
te aviso que hice algunos pequeños gastos con tu tarjeta, en cómodas doce cuotas...”
acerca de ceferino
01.12.08
Con algo de atrevimiento el linyera se permitió opinar públicamente sobre un libro a punto de
aparecer con una biografía desmitificada de Ceferino Namuncurá.
Ceferino
falsa vida de santo varón.
Lector dominical de Perfil, especialmente su sección cultural, me sorprendió ayer el anuncio
de este libro. Y me sentí tentado de expresar una opinión. ¿Se puede opinar sobre un libro antes
de haberlo leído? Parece, por lo menos, algo riesgoso. Ceferino, de Raúl García Luna, estará en
la calle, según se anuncia, a partir del lunes 10. Hay algunos detalles, sin embargo, que me
impulsan a quebrar la regla de una elemental prudencia, y dar rienda suelta a mi primera
reacción ante el impacto que la noticia me produjo.. El subtítulo es provocativo. Al expresarse
en forma de paradoja me espolea para desentrañar una verdad oculta. Consulté algún blog al
respecto, que amplió mi visión previa. No soy ni creyente ni historiador. No estoy por lo tanto
en el grupo de aquellos a quienes la lectura no se les recomienda, como encontré allí en palabras
de Guillermo Piro. Se trata, por lo que veo, de una novela. Una ficción. de ficción, dice el autor.
¿Por qué no podría sumarse una ficción más, pensé, a la ficción canónica generalizada? El 11 de
noviembre pasado, la inscripción de Ceferino entre los “beatos” por parte de la Iglesia Católica
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volvió al primer plano en nuestro país a esta figura, que, al decir del escritor católico Manuel
Gálvez fue nada más que “un oscuro indiecito que pasó ignorado por este mundo y que nada
hizo de importante”. El P. Luis Pedemonte y otros salesianos y no salesianos, antes y después, lo
convirtieron en mito, el “lirio de la Patagonia”, con pinceladas fugaces y una imaginería que se
abrió camino en las masas piadosas. Su figura sufrió todas las manipulaciones necesarias para
que llegara a ser un mito. Fue despersonalizado y transformado en glorioso trofeo de la
conquista espiritual de la barbarie por parte de la civilización cristiana. Con la revisión histórica
de las últimas décadas de lo que en la Agentina se llamó la “conquista del desierto”, su figura se
hizo polémica, muy polémica, un signo de contradicción. Exaltado por la Iglesia como símbolo
de una pastoral exitosa, mientras que otros afirman, como Verbitsky, que simplemente “la
beatificación de Ceferino sacraliza el rol de la Iglesia Católica como sustento dogmático de la
represión contra los sectores subordinados de la sociedad”. Me formé, para bien o para mal,
años después, en los mismos moldes educativos que Ceferino. Creo que puedo así tener de él un
cierto conocimiento, casi directo. No me agradan los fabricantes de ídolos ni los aniquiladores
de ídolos. Prefiero, en todo caso, a los humanizadores de ídolos. El autor es periodista y
novelista. Esta es, según se anuncia, insisto, una novela más. Personalmente, repuesto ya de la
sorpresa que me causó el anuncio, espero leer el libro y divertirme con la vida de un indiecito
que es homónimo de Ceferino Namuncurá, pero que, aparentemente, no es Ceferino
Namuncurá. Tal vez el Ceferino real (¿cuál es el Ceferino real?) soltaría francas carcajadas al
mirarse en un espejo diferente de aquel en el que le enseñaron a mirarse. Para los ceferinianos
piadosos que sientan algún escrúpulo para acercarse a las páginas que se anuncian, me permito
recomendarles que dejen de lado todo temor recordando la afirmación de Karl Barth de que “la
risa es lo más próximo a la gracia de Dios”.
mi primera bicicleta
02.12.08
En una época ya algo tardía de su vida la bicicleta representó para el linyera un sin igual
instrumento de liberación total. Así, al menos, él lo sintió. . Aquí solo narra cómo empezó ese
romance que luego quedó trunco por largo tiempo.
*****************
Rodado 28. Modelo clásico, de paseo, de los años 30s. Estructura muy sólida. Pesada. En uno
de sus caños tenía estampada con letras de oro la palabra Rugby.
Yo estaba en la cocina tomando mi taza de Toddy de media mañana, con una torta negra, de
esas bien grandes. “¡Estás muy flaco!”, me decía la abuela. A la verdad, por lo que recuerdo, era
más bien delgado y debilucho. Aunque comía bien y con apetito. Bastante alto para mis diez
años. Era tiempo de vacaciones de verano. Yo nunca pedía nada, ni a los Reyes, pero a veces
mis tías adivinaban mis deseos. Así habían llegado sucesivamente a mis manos El Tesoro de la
Juventud, un rifle Diana de aire comprimido, un juego de ajedrez, una pelota de fútbol número
cinco, un pequeño “punching bag”, un... sería interminable nombrar todo...
- ¿Terminaste la leche?, llama en voz alta una de mis tías, desde un extremo de la galería, casi
junto a la puerta de calle.
- Estoy terminando.
- Cuando termines, vení. Quiero mostrarte algo.
- ¿Qué? Yo no pedí nada.
- Vení.
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Allí estaba. Solemne. Brillante. Sobre el encerado del comedor, el salón principal de la casa,
casi sin uso, pues comíamos en un lugar interior, junto a la cocina. El comedor, cerca de la calle,
era el lugar de las recepciones, ni frecuentes ni demasiado importantes: el novio de mi hermana
mayor, algunos parientes y amigos... Allí estaba la Rugby, sostenida por mi tía, como si fuera un
animal gran campeón en Palermo, ostentando su cucarda. . Quedé helado. Mudo. Ni atiné a
darle un beso a mi tía. ¿Indiferencia? Tal vez sí, para los que no conocían mi manera de
reaccionar ante grandes sorpresas, como aquella, poocos años antes, de la última despedida de
mi madre en el sanatorio, sin saber que era la última.
La tomé con respeto. Casi con temor. La acaricié con suavidad. Era demasiado adulta para mi
primera experiencia. Nunca había subido a ninguna La agarré con prudencia. La mano izquierda
sobre el manubrio y la derecha sobre el asiento. Comenzamos a movernos. Ella iba como un
animal manso. Unos pocos pasos y estuve en la vereda. La monté con alguna dificultad.
Sentado, apenas tocaba el suelo con las puntas de los pies. ¡Vamos! La sombra y el difuso aroma
de los añosos algarrobos de la cuadra eran una tentadora invitación a un primer paseo. Pedal
izquierdo. Un poco de presión. Un poco de coraje. ¡En movimiento! Por la ancha vereda, más o
menos nivelada, rumbo a la esquina. Paso la lechería. Se viene la avenida. ¿Cómo parar? Llego
al cordón. El animal, algo indócil ahora, pega como un brinco y allí estoy, tendidos, ella y yo,
sobre el empedrado de la avenida y justamente en medio de las vías del tranvía. Quedo un poco
aturdido. Levanto la vista. Allí, a centímetros estaba el monstruo amarillo de la Anglo que, por
fortuna, el motorman había logrado detener a tiempo. Por si acaso, ya había bajado el
salvavidas. Nada importante. Un susto, un pequeño alboroto callejero.El farmacéutico de la
esquina de enfrente, que me había puesto en el invierno las inyecciones antigripales, presuroso y
atento, me ayudó a ponerme de pie y a subir nuevamente a la vereda con la bicicleta. Agradecí.
Otra vez, caminando lentamente, llevé a mi Rugby a casa. Ella iba como un animal herido. No
conté nada. Todo bien...
- ¿Estás cansado?
- No, voy bien.
- Estás progresando.
- De a poco.
- ¡Adelante! “Amor, amor, asómate a la ventana....” Se puso a cantar alegremente.
Ibamos pedaleando, yo y mi amigo y vecino, Roberto, un gigantón de un metro y noventa y
tantos, de unos veinte años, jugador de básquet y corredor de bicicleta. Andábamos por una
avenida bastante tranquila rumbo a Nueva Chicago, a un club de barrio, donde él iba a jugar un
partido importante. Era temprano. Aire fresco. Sol que asomaba. Su bicicleta era de tubos y con
llantas de madera. Muy liviana. Para competir. Me tenía paciencia y me esperaba. Me había
enseñado un montón. Ya andaba ahora bastante bien. Pasamos un verano fantástico, mi bicicleta
y yo. Con Roberto recorrimos kilómetros de empedrado y asfalto. Todo un mundo. Roberto
siempre cantaba: “Tengo mil novias, tengo mil novias ¡qué voy a hacerle si soy picaflor!
Rubias, morenas...” Yo absorbía el aire, el sol, y mundos siempre nuevos. Con ella, ya mi amiga
íntima.
Empezó el año escolar. Otra vida. Otras rutinas. Leía y leía: Miguel Strogoff, Quo vadis?,
Recuerdos de provincia, Civilización y barbarie, Juvenilia, Mitre, El misterio del cuarto
amarillo, Salgari... Horas y horas. Tirado de bruces en mi cama. ¿La bicicleta? Descansaba
cómodamente de sus fatigas en el cuarto donde todo iba a parar. Pasaron unos meses... Cierto
día:
- ¿Te cansaste de la bicicleta?
- No, para nada...
- La estás usando poco..
- Es verdad, la escuela... las lecturas... Además, Roberto se fue por un tiempo...
- Mirá...
- Sí decime...
- ¿Te acordás que hace dos meses fuiste con el abuelo a llevar una radio al Banco Municipal?
- Sí, la dejamos en prenda y nos dieron unos pesos. Todavía no la rescatamos.
- No nos hace falta. Tenemos otra. Lo que pasa, es que estamos necesitando urgentemente un
poco de dinero.
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- ¿Llevamos la bicicleta?
- Adivinaste. Si ahora no la usás. Después, cuando la quieras, la rescatamos...
- Bueno... Me va a costar, pero la llevo con el abuelo...
Y allí salió ella, como un animal resignado hacia el matadero... Caminando los tres, mi abuelo,
la bici y yo, con paso triste y cansino... Unas pocas cuadros...
- ¡Adiós!
La vida siguió su curso. Tomé otros rumbos. Nunca la volví a ver ni supe de ella.
- ¿Mi primera bici y yo? Hace casi setenta años Yo estoy sin piernas. ¿Estará ella sin pedales y
sin ruedas? ¿Estará en algún lado fuera de mi cajita de recuerdos? Lo que alguna vez entró en el
alma no se va sin dejar heridas. Ella me había enseñado a andar. ¿Hacia dónde? A andar por mí
mismo, aunque con alguien a mi lado. Andar... andar... andar... ¿Alma de linyera? ¿Vaga
melancolía? ¿Sueños de futuros desconocidos? ¿Huida de rutinas no buscadas? ¡Cuántas cosas
se quedaron en el Banco Municipal de Préstamos con mi primera bicicleta! Hasta el día del
rescate.
Una tarde se estaba aproximando la máquina con sus dos rugientes motores. Alzábamos
nuestros brazos para contestar el saludo. De improviso un estallido nos hace temblar de pies a
cabeza, dejándonos paralizados. Algo tremendamente impresionante .Vemos poco después, con
tranquilidad, que la aeronave retoma altura y sigue hacia su destino.
En eso comienza a caer sobre nosotros un chaparrón de papel picado. Miles de pequeños
papelitos van cubriendo ese sector de la playa. ¿Misterio? ¿Una broma de los angeles?
Hubo una explicación científica de lo sucedido. Los pilotos solían, al pasar, arrojarnos
gentilmente un paquete con los diarios de Buenos Aires para que nos mantuviéramos
informados. Una fina atención. Esa vez, de manera casual, el paquete, antes de tomar su rumbo
a las arenas, se topó con una de las hélices y se convirtió en esa extraña lluvia que había
descendido sobre nosotros.
Una sola. Nunca otra para él. En el centenario parque de un barrio porteño. Un poco más allá
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de la playa de juegos. Cerca de la estación del trencito. Un rincón muy agradable y umbrío.
Entre añosos y corpulentos árboles.
Un caballo de pelaje irreconocible, que parecía también viejo y cansado. Sin fuerzas, pero con
mucha voluntad y, sobre todo, resignación. Era como si le encantara divertir a los chicos y eso
bastara para llenar de felicidad su vida entera. Muy rutinaria, por cierto, en este que se suponía
el último tramo antes de ingresar definitivamente en el prometido paraíso equino, bien merecido
como premio a su continuidad y empeño en la realización de esa buena obra.
************
El linyera era un chico, nada más que un chico, aunque ya un poquito grande para una
calesita. Demasiado grande.para los parámetros usuales. Nunca había subido a una calesita. Ese
día estaba solo. Miraba y miraba. La marcha vivaz que sonaba en el organito deleitaba sus oídos
en medio de las sonrisas de los varios niños y niñas que giraban y giraban sobre sus caballitos,
autitos, botes y otros vistosos objetos menos definidos. Madres y abuelas seguían con ojos
ansiosos y contaban cada nueva pasada del principito o la princesita.
************
jacarandá
05.12.08
El otro día, el linyera (cosa ahora muy infrecuente) se encontraba en Buenos Aires. En su silla
de ruedas, sobre la ancha vereda de Bernardo de Irigoyen entre Méjico y Venezuela, miraba y
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miraba y miraba... Los jacarandás cubiertos de flores celestes. Miraba y miraba y miraba. Esas
flores gatillaron su imaginación hacia atrás, exactamente hasta 1936.
Mientras miraba y miraba y miraba, le parecía estar oyendo a María Elena Walsh:
Su imaginación caminó unas pocas cuadras, hasta San Juan y Pichincha, el departamento de
sus abuelos. Allí se apilaron, uno sobre otro, los varios recuerdos más impactantes de sus
primeros meses en la ciudad porteña en aquel inolvidable 1936. Por su cabeza empezaron a
desfilar las luces de neón al bajar del tren en Once. Luego los empedrados de las calles
adyacentes. Poco despues, el subterráneo Chadopyf. que, si no me equivoco, hoy es la línea D.
El imponente obelisco inaugurado pocos meses antes. Los comienzos de la Avenida 9 de Julio.
El entubamiento del arroyo Maldonado con la simultánea construcción sobre él de la Avenida
Juan B.Justo, con sus veredas todas de baldosas rojas. Y así y así...
Pero una memoria muy, muy especial es la de la visita del presidente de los Estados Unidos,
Franklin Delano Roosevelt. Había llegado al puerto en un barco de guerra americano, en el mes
de diciembre. El linyera había escuchado por radio la transmisión del acto de recepción en el
puerto. Recuerda claramente que la banda del barco ejecutó ambos himnos nacionales y al
concluir el himno argentido repitió solo dos veces “O juremos con gloria morir”. Pero lo
realmente importante es que en esos días le aseguraron que el presidente Roosevelt se había
enamorado de las flores del jacarandá y
quiso que le llevaran esas encantadoras plantas a Estados Unidos. No sé si fue un buen
gobernante pero ciertamente tenía buen gusto
Al menos tres veces el azul caló hondo en las neuronas del linyera. Con distintos tonos.
Siempre con rayos luminosos provenientes del reino vegetal. Hay un ramo azul-celeste muy
apretado y muy clavado allí, compuesto triplemente con flores de lino, con flores de paraíso y
con flores de jacarandá.
entre bordonas
07.12.08
Si el linyera se quedó en su vida con una frustración en el alma, por llamar así a un
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deseo incumplido e incumplible, es la de no haber sido cantautor errante, o trovador o
payador o...o...
A su modo, tal vez, ha sido algo parecido a esas especies, pero solo muy a su modo.
Hace cuatro años, sin embargo, en un rapto de su imaginación, tomó una guitarra
desvencijada y se puso a espetarle unas rimas maltrechas a una supuesta audiencia de
linyeras semidormidos, que repetían a coro el estribillo.
Así las dejó escritas un día en MÁS PALABRAS.
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En su romance (¿coqueteo?, ¿flirteo?) con las plantas y flores, una de las relaciones más
íntimas y serias del linyera fue con paraísos. Específicamente, con dos de los ejemplares de esa
perfumada especie que siguen allí plantados en el parque de su alma trashumante.
Había escrito así en PALABRAS MARCADAS.
PARAÍSO
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contra el añoso paraíso que allí estaba, extendiendo sobre la terraza su rama amiga que parecía
decirme “¿Por dónde has andado?. Te sigo esperando.”
el linyera y chesterton
09.12.08
Entre las mil y una cosas que asumió el linyera en la vida simplemente porque se le cruzaron
en el camino, en estos últimos años, en que su confinamiento, sin piernas, a una silla de ruedas,
limitó otro tipo de actividades, está lo que el linyera realizó y realiza, para un amable editor que
se lo solicitó, a saber, variadas traducciones de Gilbert K.Chesterton. Un placentero
entretenimiento y unos pocos pesos.
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evolución de Darwin, o que la teoría de la relatividad de Einstein nunca iba a tener un uso
práctico. Esto último también le sirve para desautorizar el pronunciamiento del "Profesor
Einstein" en favor de la paz.”
Seikilos a esto lo llama ceguera. Rl linyera llama falta de tiempo para para incorporar estas
novedades a su sólida visión tradicionalista. Coincide, eso sí, en el aprecio de su estilo. “Sin
embargo, pese a tal ceguera, su pluma es aguda, y llena de felicidades. Lo extraordinario de un
hombre como él es que sus artículos, sus relatos policiales, están basados en una esencial
racionalidad. Chesterton busca constantemente las explicaciones lógicas, y descarta las místicas,
refuta siempre razonando. Usar la razón para defender el cristianismo de la ciencia (y las "falsas
religiones") es una postura harto peligrosa, y sin embargo, Chesterton llevaba esa bandera, no
sin dignidad... Acaso quien mejor pueda definir a Chesterton y sus contradicciones sea él
mismo: No creo ser un misántropo, y prefiero estar de acuerdo con la gente que encuentro. Por
lo tanto puedo decir sin vanidad que a menudo me encuentro en muy perfecto acuerdo con lo
opuesto de lo que ellos dicen.”
El gordo Gilbert es capaz de tomar su punto de partida de algún acontecimiento por demás
banal para llevar sus reflexiones a los campos más impensados. Junto a sus equivocaciones
encontramos ciertamente innumerables aciertos expresados por medio de verdaderos epigramas
que son citados frecuentemente para subrayar importantes verdades, Este es el Gilbert
K.Chesterton del linyera de alma: Brillante, paradójico, convencido, simpático, amante de la
risa y del buen comer y beber, profundamente religioso en su búsqueda incansable de
racionalidad para un mundo muy difícil de entender.
algún día
10.12.08
Una nueva tríada (musical – local - sentimental) da vueltas en estos momentos (¿por qué?)
alrededor del linyera. Viene esta vez de la mano de tres grandes del tango. Pelay, Canaro y
Mores.
Canto y reminiscencias. No es, al menos por ahora, un adiós de despedida definitiva, sino más
bien de un retorno a esas llanutas inmensas del oeste bonaerense que fueron su cuna y que las
está viendo como el lugar ideal para el reposo último y total de lo que haya sido su vivir
consciente. “Entiérrenme en campo verde, donde me pose el ganado”.
Tiempo atrás, al son de los mismos compases, había escrito una página: La había escrito hace
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tiempo, cuando pensar morir en una cama no era la utopía que es hoy. Escribía y soñaba con ese
postrer adiós.
“Adiós, pampa mía...”. Todo empezó por escuchar la canción. Me encantó de inmediato. ¿Por
qué? Cerré los ojos y volví a escuchar. Una y otra vez. “ ...me voy a tierras extrañas..”. Ojos
cerrados. Hacia la paz y el silencio total. Dulcemente. Bogando en un vago y tibio recuerdo de
las llanuras de mi infancia. Siempre pensé que me agradaría escuchar esas notas en mis últimos
momentos. Pienso alguna vez en la muerte, ¿quién no? y empiezo a escuchar “Adiós, caminos
que he recorrido..”. hasta que me sumerjo en esa ausencia total de música y de ruidos...
“Adiós...”
Oigo estos acordes y se despiertan en mí todas las más raras y escondidas nostalgias,
nostalgias de eternidad, de ser todo, de ser siempre, de amar hasta el delirio, de ser nada, de
entrar en la vorágine de una energía primitiva y simple, de fundirme en el sueño de los sueños.
¡Qué compleja se fue haciendo la vida! Un universo en mí de partículas inasibles, imposibles de
atar en un nudo central y abarcador... “Adiós, pampa mía...” Quiero retornar a lo simple, lo
simple que es el todo. Lo complejo es la nada.¡Qué me importa lo que han dicho los filósofos,
los profetas, los adivinos, los visionarios... solo palabras, esos endebles pequeños instrumentos
que ellos mismos fabricaron... “Adiós, pampa mía..”
Oigo tambiénb, a lo lejos, la voz de Neruda:
“Adiós, adiós, adiós, pampa mía..”. Ahora me voy al encuentro del silencio total, sin ninguna
canción que me arrulle. Silencio, a perderme en el silencio, a reposar en el silencio... con todos
y con todo, con mis seres más queridos, y con nadie y con nada. Llegué a querer al mundo.
Quiero irme de un mundo querido y no de un mundo odiado A otro mundo más universal
todavía, también querido.
asado tanático
11.12.08
El linyera sacó hoy de su bolso una extraña postal, con un relato de su adolescencia:
- ¡Qué rico asado!
- Esta carne parece la mejor del mundo.
- Es de un negro, un novillito Aberdeen Angus.
- Son las especialidad de aquí, de La Verde.
- Una atención del mayordomo.
Yo era chico. En los tempranos 40s. Estábamos pasando unos días de vacaciones en una
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escuela agrícola vecina y habíamos sido invitados a un paseo, con asado incluido, en esa
estancia. Nada más que una larga caminata hasta allí para abrir el apetito.
Recorrimos las instalaciones, jugamos un poco al fútbol. Al mediodía nos condujeron (todo
había que hacerlo siguiendo órdenes) hacia un montecito donde se veía asomar un humo
tentador entre los eucaliptos. No era un incendio, como pudimos constatar en pocos minutos. La
vista de varios asadores en círculo nos presentó la perspectiva de un delicioso almuerzo.
También siguiendo órdenes nos hicieron sentar en el pasto en pequeños grupos. sin que
pudiéramos reunirnos los más compinches. Se nos marcaban las compañías, previendo el
peligro de amistades un poco íntimas.
Todo bien y sin novedades. La carne era exquisita, preparada y servida por especialistas,
gauchos auténticos con el facón en la cintura.
De improviso, el escenario se transmutó para mí como por arte de magia. Irrumpió Saint-
Saëns y a la indicación de su batuta en alto inundaron el aire, penetrado por el perfume de la
sabrosa carne del novillo sacrificado, los acordes de la “Danza macabra” en una ejecución como
jamás la había escuchado. De entre los árboles surgió una troupe de esqueletos que, haciendo
rechinar sus huesos, y abriendo aún más sus ojos huecos, ejecutaban un ballet maravilloso. Era
pleno mediodía Para mis ojos era noche cerrada.. Centenares de esqueletos bailaban con frenesí
arrojando, al rozarse entre sí, chispas que llenaban de puntos lumnosos esa oscuridad total al
compás de una música cada vez más estridente.
.................................
¿Qué había sucedido? Algo muy simple. Mientras comíamos y charlábamos de cualquier cosa.
Se acercó un muchacho joven. Lo saludé y vino a nuestro grupo. Era el segundo mayordomo de
La Verde. Sus palabras me atraparon y me hicieron montar en la imaginación el escenario que
acabo de describir.
Nos contó que él había nacido en esas tierras y que desde chico conocía la historia de ese
montecito. Nos mostró una cruz, a pocos metros, y unos montículos de tierra. Cubiertos de un
pasto bastante cuidado. Eran las tumbas, nos dijo, de un oficial y un grupo de soldados del
ejército nacional, que habían caído defendiendo al gobierno de Avellaneda, recién elegido,
contra la rebelión de Mitre que se negó a aceptar el resultado. Había sido en 1874. Unos
novecientos hombres de infantería, bien pertrechados y disciplinados, del ejército nacional,
comandados por el coronel Arias, contra unos cuatro mil jinetes de Mitre. El mayor poder de
fuego de las tropas de Arias produjo más de mil muertos entre los rebeldes y tuvo solo una
pocas bajas. Son los enterrados en este cementerio de La Verde. Estamos cerca de la ciudad de 9
de Julio. Los otros cadáveres han de haber sido enterrados precariamente y no se conservan
tumbas..... Y siguió contando...
En ese instante mis oídos se cerraron a todas las palabras, por más que siguieran siendo
interesantes y mis ojos se fueron nublando y nublando hasta que solo quedó en ellos una noche
oscura y mil cadáveres fosforescentes ejecutando la más macabra de las danzas.
..............................
Desperté de ese ensueño rodeado de un centenar de chicos saboreando el más gustoso de los
asados entre risas y gritos. Nadie había visto nada especial. Solo yo. Para mí fue un asado
verdaderamente tanático.
el linyera y la virgen
12.12.08
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El linyerita, apenas de doce años, fue un aciago día “atrapado” por las redes invisibles de un
vago misticismo asolescente y por otras redes algo más visibles que lo contuvieron dentro de la
“prisión” de la vida religiosa. Una vida religiosa que no le cuadraba pero que, por diversos
motivos, había asumido como un mandato divino irrenunciable.
Fue sometido de entrada a un proceso de “lavado de cerebro” muy intenso, aunque muy sutil...
Uno de los objetivos prioritarios de ese lavado fue borrar de la mente la idea de “mujer”. Fue un
proceso conducido muy hábilmente, un ingenioso procedimiento de sustitución. El linyera
alguna vez lo contaba así:
birrete cardenalicio
13.12.08
En sus años de escuela primaria, llenos de vaivenes, casi se le arma al linyera una carrera
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eclesiástica glamorosa y fulminante. Recuerda, al respecto, dos instancias graciosas.
Inolvidables para él. Así las cuenta:
La primera ocurrió en 1939. Tercer grado. El único año de toda la primaria que cursó del
principio al fin. En la Escuela Saturnino Segurola, en Buenos Aires. Su maestra se llamaba
María Eugenia. De grato recuerdo. Seria, ordenada, con disciplina normal. Unos treinta
compañeros. Todos varones. Entre ellos, varios amigos. El linyerita era un buen alumno. Lo que
más recuerda de aquel año en cuanto a aprendizaje es la descripción geográfica de la Argentina,
dividida en regiones. Pero ahora se trata de otra cosa.
Principios de mayo. Aparece en el aula el director. Don Ángel, el de la voz poderosa. Lejos de
venir a retarnos, como temíamos, entró en un amable diálogo con nosotros. Muy hábil, nos
estaba tanteando.
- Chicos, necesito uno de tercer grado para una cosa importante.
Lo miramos con asombro.
- Sí, a ver, a ver...- Empezó a semblantearnos
Pasea su mirada severa sobre nosotros una vez y otra. De improviso, detiene su vista sobre mí.
Nuestros ojos se cruzan.
- Tú, sí, tú ¿cómo te llamas?
- Carlos.
- Tú tienes cara de obispo. Ven a la dirección, que te necesito.
Allá fui, casi aterrorizado. Me dio unos papeles para leer. La lectura era mi especialidad.
Evidentemente quedé aprobado.
- Vas a estudiar bien de memoria estos párrafos y mañana vienes a verme.
Lo cierto es que el 22 de mayo fui con un grupo de otros chicos de distintos grados a los
estudios de la Radio Municipal que, en ese tiempo, funcionaban en el subsuelo del Teatro
Colón. Representamos ante los micrófonos la escena del cabildo abierto de aquel día. Yo, con
toda energía, asumí el rol del Obispo Lue: “Mientras haya un solo pedazo de tierra española ese
solo pedazo gobernará a toda la América...” Más o menos así. Cito de memoria, de hace sesenta
y nueve años. “Y mientras haya un solo español en América, ese solo español gobernará a todos
los americanos.”
Esa fue mi primera (y única) actuación radiofónica y un debut directamente como obispo en la
carrera eclesiástica.
.......................
Dos años después. 1941. Los avatares de la vida me habían transportado a otra escuela. Era
una escuela religiosa en Almagro. Mes de agosto. Se inauguraba una importante ampliación
sobre la calle que entonces se llamaba Victoria. Todo el alumnado, de la primaria y la
secundaria, en el amplio patio. Estaban presentes el Dr. Ramón S. Castillo, presidente de la
República y padrino de la obra y Mons.Santiago Luis Copello, cardenal de Buenos Aires y
primado de la Argentina.
Se iba a proceder a la bendición de las nuevas obras. Yo oficiaba como monaguillo y sostenía
el acetre del agua bendita para el acto de la bendición. En el momento oportuno le acerqué el
calderillo al cardenal para que tomara el hisopo y efectuase la aspersión correspondiente. Como
ordena el ritual, el cardenal se quitó el birrete rojo. No sabía a quien entregárselo. Yo tenía las
manos ocupadas. El presidente, a su lado, muy gentilmente, lo tomó y, a falta de un lugar mejor,
me lo colocó en la cabeza, convirtiéndome en un pequeño cardenal.
Se efectuó la bendición. Con la solemnidad corespondiente. El Dr. Castillo tomó
delicadamente el birrete rojo de sobre mi cabeza y se lo entregó al auténtico cardenal. Al tomar
el birrete, el Dr. Castillo me dijo:
- A ver si eres algún día el cardenal de Buenos Aires..
Afortunadamente, la maldición presidencial no tuvo cumplimiento..
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sonriendo con amigos
14.12.08
The Skeleton
El esqueleto
El linyera de alma
experiencia providencial
15.12.08
Otra vez Tierra del Fuego. Tres escasos meses pero muy intensos para el linyera. Muchas
pequeñas aventuras. Creo que era enero de 1957 porque en esos días estuvo de visita en la
escuela el general Arambuuru, que detentaba el poder supremo en el país. Pero voy a ceñirme
aquí al tema de la “providencia.”
- Chicos – dijo el superior del colegio, al despedirnos para ir a los dormitorios.esa noche –
Mañana, sábado, después del mediodía, salimos para la “cena de la providncia”. Muchos de
ustedes, especialmente los mayores, ya saben de qué se trata. Los más chicos son nuevos,
incluido el maestro suplente que está hace un tiempito con nosotros.
Y allí explicó. Se sale después del mediodía, cada curso con su encargado. Todos provistos de
un buen palo cada uno. Nada más. Iremos hacia la gran laguna que está en el límite con la María
Behety. Allí nos esperarán con el camión Dodge que habrá llevado platos y cubiertos y una gran
olla donde estarán hirviendo arroz para todos. Pero la esencia de la cena es lo que se le va a
agregar al arroz. La carne de avutardas. Pero las avutardas están vivas. Hay que cazarlas. Para
eso los palos. Es el momento. Antes que empiecen a migrar para el norte. Estamos en pleno
verano. Han formado sus nidos, tras el apareamiento, a orillas de la laguna. Nos acercamos con
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sigilo. Una vez allí las espantamos y cuando levantan vuelo es el momento de utilizar los palos.
Cada curso comerá solo la carne de los animales que cace. Si no cazan nada solo habrá un poco
de arroz. Cada grupo se encarga del desplume y la preparación de los trozos de las aves para ir a
la olla. Aunque son palmípedas, pues sus dedos están unidos por membranas, muy pocas veces
se introducen en el agua; merodean por la orilla, donde siempre encuentran pastos verdes y
brotes tiernos, alimento que los pichones engullen con avidez.
........................
Día espléndido. Inolvidable. Cena a las diez de la noche pero con luz de día. Bajo la mirada
apacible de centenares de ovejas que sabían que los palos no eran para castigarlas a ellas.
Después de haber atravesado turberas, prados, chorrillos y pastizales.
Yo no bajé ninguna avutarda. ¡Pobres! Ni siquiera usé el palo. Pero igual me dieron de comer.
.......................
La llamaban “cena de la providencia”. No me pareció tan así. De estilo providencial fue la que
narra el libro del Éxodo en el capítulo dieciséis, donde enormes bandadas de codornices
vinieron a entregarse mansamente en el desierto a los israelitas famélicos que acababan de salir
de Egipto y ya estaban murmurando contra Yavé que los dejaba morir de hambre. Nada de eso
ocurrió aquí. A las avutardas hubo que ir a buscarlas en sus escondites. Salimos al mejor estilo
de aguerridos cazadores del paleolítico superior. Armados con palos, como los más expertos
piqueteros duros de la Argentina de hoy, aunque con los rostros descubiertos, .
Tal fue mi única participación en la vida de una “cena de la providencia.”
tacuarí (I)
16.12.08
El linyera continúa hurgando en su caja de postales. Una más de su lejana infancia pero que,
como va a contar mañana, extrañamente se ha mezclado con otra que representa algo que le
ocurrió en fecha muy reciente.
Extrañamente ambas vinculan una contradicción que se hizo carne en su vida. Por un lado, su
rechazo instintivo a lo que fuese “escolaridad” y por otro lado , su destino ligado
permanentemente a las aulas, hasta el punto de que con más de ochenta años sobre su espalda
sigue en ellas.
Aquí va la postal vieja:
....................
107
el Tambor de Tacuarí.”
Esto nos hacía escribir, copiando del pizarrón, la flaca de música que ya nos había dictado
semanas antes la Marcha San Lorenzo. Mi segundo grado. 1938. En la escuela Segurola. De
hecho era el primer año que estaba asistiendo regularmente a una escuela..
Había escrito satisfactoriamente una composición sobre “la vaca” y eso me permitió poder ser
admiitido en segundo grado en esa escuela , dado que no había terminado el primero, por
razones de traslado o de salud ni en la escuela Remedios de Escalada, ni en la Cornelio
Saavedra ni en la Joaquín V.González. Esta fue la vencida y entré en segundo.
Era quizás un poco mayor en edad que mis compañeros (ya iba a cumplir diez años). Escribía
y leía correctamente y tal vez pensase un poco más que la mayoría de ellos.
Copiaba los versos. Y pensaba. Me gustaba cantar esas marchas. Era divertido. Pero ¿por qué
todo tenía que ver con peleas y guerras? ¿No había cosas más lindas? ¡Un chico como yo que
moría tocando el tambor en un combate! “Con la bala y con la idea”.
¿No había una manera mejor de llevar una idea.? Solo con balas. Puras reflexiones infantiles.
Después lo constaté en muchas ocasiones. En todo el mundo. En toda la historia.
Entre tanto iba acumulando, en mi tesoro de palabras impactantes, dos que serían inolvidables
y sugerentes: Yapeyú, que asocié con San Martín y la marcha San Lorenzo y Tacuarí, con
Belgrano y Paraguay. .Yapeyú y Tacuarí. Tacuarí. ¡Qué linda! Linda palabra, pero con escenas
de horribles combates. . ¡Para chicos de segundo grado! ¿Eso era lo que había que aprender en
la escuela?
“La señira Blanca después les va a expliacar algo más sobre esta campaña libertadora de
Belgrano en el Paraguay”. Eso nos dijo la maestra de música antes de dejar el salón. “El martes
que viene ensayamos con el piano.”
La señora Blanca, nos explicó lo mejor que pudo lo relativo a la campaña del Paraguay.
Resultó ser, personalmente, una gran admiradora y defensora de la figura de Belgrano, a pesar
de su fracaso militar en esa campaña, porque, nos decía, se trataba de un civil sin preparación
militar que vistió el uniforme cuando la patria se lo pidió. Lo consideraba superior a San Martín.
Yo pensaba que era tratarlos casi como a los jugadores de fútbol que yo estaba acostumbrado a
comparar. En fin... Pero esos nombres de lugares exóticos para mí eran sonoros y danzaban y
danzaban a mi alrededor...
Tacuarí, Tacuarí, Tacuarí... Caminé las cinco cuadras desde la escuela a casa mientras
repiqueteaban en mis oídos los redobles del tamborcito... Tacuarí, Tacuarí, Tacuarí...
108
tacuarí (II)
17.12.08
...................
Tacuarí, Tacuarí, Tacuarí.... Seguía resonando en mis oídos el tamborcito del niño héroe...
Tanto resonó que me trajo a la mente los ecos de otro “Tacuarí, Tacuarí” que había oído
repetidamente no con redobles de tambor sino simplemente con el martilleo normal de palabras
articuladas repetidamente una y otra vez.
Estuve rebobinando... Rebobinando... Allá lejos... Cuando me instalé en casa de mis abuelos,
en un departamento de la calle San Juan entre Pichincha y Matheu, en setiembre de 1936, mi
vida necesariamente cambió. Personalmente, sentí que estaba abierto a todo lo nuevo. Mi madre
ya faltaba desde hacía tres años y mi padre, por razones de salud y de trabajo, acentuó su
distancia.
Creo que en ese departamento no pasé más de tres o cuatro meses. Para el inicio del año
escolar de 1937 ya estábamos alquilando una casa más grande a dos o tres cuadras de allí, sobre
Humberto I. Sin embargo, los recuerdos que guardo de aquel departamento son muy numerosos.
De toda índole. Hoy me detengo a rescatar solo uno, que tiene que ver con un tema de
conversación predominante entre mis abuelos y, sobre todo, entre mis tías.
Oía constantemente:
....................
“Escuela María Sánchez de Thompson”. Así rezaba una inscripcióm sobre la pared de un
edificio, evidentemente remodelado, en el número 567 de la calle Tacuarí de Buenos Aires. En
contraste con una cuadra bastante deteriorada donde para mí fue muy problemático desplazarme
con mi silla de ruedas.
Fue hace solo unos días. ¿Qué me llevó hasta allí? Una extraña atracción, tanto más intensa
porque dilatada por décadas y décadas. Sabía que en esa escuela había vivido por varios años mi
madre, sí, mi madre, junto con sus padres y hermanas. Estuvo la familia en carácter de
cuidadora, cuando un revés económico la obligó, después de 1916, a dejar Moreno, donde mi
abuelo había desarrollado un próspero comercio. Lo había puesto en garantía para un
emprendimiento de un amigo y , por su confianza, perdió todo. Soportaron el golpe con entereza
y estoicismo y se trasladaron a Buenos Aires. Precisamente a esa escuela. Algunas hijas de la
familia eran maestras.
En en certificado de casamiento, que tengo a la vista, de mi madre y mi padre, en 1919, figura
para ella esa dirección precisa. .
¿Por qué mi buelo, que me había acompañado caminando por tantos lugares de Buenos Aires,
no me había llevado nunca a esa escuela de la calle Tacuarí? ¿Guardaría para él un amargo
recuerdo por haber tenido que abandonar su almacén “Del Reloj” de Moreno? No lo sabré
nunca. ¿Por qué no le pedí yo ir a conocer esa escuela tam nombrada por mis tías? Tampoco
puedo adivinarlo.
Una circunstancia fortuita, como casi todo lo que acontece en la vida del linyera de alma, me
llevó a estar alojado un par de días muy cerca de allí. Era el paso que faltaba.
Es lo cierto que, sentado al frente de la Escuela María Sánchez de Thompson me sentí de
repente como en la Sarturnino Segurola escuchando una vez más al incansable tamborcito:
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Tacuarí, Tacuarí, Tacuarí...
una más
18.12.08
La vida del linyera de alma está tan abierta a todo lo que le ocurre que casi podría
decir que la sorpresa para él no existe.
Más de una vez se ha sucedido que, al encontrarse a veces después de largos años con
alguien, pudo comprobar que el detalle más saliente que lo ataba a la memoria de esa
persona era algo en lo que jamás hubiera puesto su atención...
Aquí narra uno de esos casos. Para el linyera es una instancia más de esas tan frecuentes
para él triples asociaciones de canción + lugar + estado anímico.
....................
“Fume compadre, fume y charlemos...”. Creo que nunca había probado un cigarrillo
hasta entonces. O en alguna rara ocasión. Y muy pocas veces después de entonces. Era
un hecho esporádico y casi perdido en el cesto de las cosas intrascendentes. Y ese
hubiera sido el destino definitivo e irrecuperable de esa postal a no ser porque
inesperadamente una vez....
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Chiquita, en un grupo, sentados a la orilla de la laguina, charlando amigablemente de las
expectativas de cada uno en la vida, porque casi todos estaban en 4º o 5º años, y
fumando para pasar la noche con poca comida. En ese escenario dice que vos les
enseñaste a cantar los tangos “Fume, compadre” y “Fumando espero”. Y todavía lo
recordaba...
Tiempos lejanos. Pero siempre presentes. El pasado nunca se deja atrás. Eso es una
ilusión. Siempre está con nosotros. Mejor, en nosotros. Lo vivido se incorpora a nuestro
ser. Hoy somos simplemente lo vivido. Al menos en mi propia vida eso es muy claro.
Muchas veces quise arrancar violentamente de mí algunas cosas que detestataba de mi
pasado. Jamás pude lograrlo. Tuve que aceptarlas. Cuando las sentí parte de mí, mi
tranquilidad fue total. Es como con el cuerpo. Un día, por razones de fuerza mayor me
tuvieron que amputar ambas piernas. Pero ellas siguen conmigo. Más de una vez siento,
por ejemplo, picazón en los dedos de los pies. El doctor llama a esto “la pierna
fantasma.” Pero es “mi” pierna.
Poco o nada interesan estas consideraciónes de pura especulación. Es lo cierto que al
pensar en Mar Chiquita o, simplemente, oír ese nombre, lo primero que se me
representa no es la albufera, ni los montes ni las lanchas. Al oír “Mar Chiquita”
inmediatamente me veo envuelto en una gruesa nube de humo. Un humo espeso, de
tabaco ordinario, el más barato. Charlando, charlando, charlando. Cada uno con sus
cosas, sus ideas, sus proyectos, sus problemas... “Fume compadre... Fume y charlemos.”
Junto a la laguna Unos cuantos chicos discutiendo sus proyectos de vida. Cada uno los
suyos. Casi todos sabían lo que querían. Todos tenían sus planes. Una profesión. Un
negocio. Quien más quien menos, una noviecita. Entre una nube espesa espesa de humo.
Solo el linyera tenía su casillero de expectativas completamente vacío. Solo se iba
llenando con ese humo negro, muy negro...
Y cantábamos ya con las voces roncas, los chicos, con la nostalgia de una vida escolar
terminada y una vida nueva que los esperaba. El linyera, con un pasado que ansiaba
dejar y la esperanza de algo no muy claramente entrevisto
Un día lejano el linyera conoció casi simultáneamente tres cosas nuevas para él : la misa de
gallo, la sidra y el pan dulce. Y a todo eso lo puso para siempre desde allí bajo el paraguas de
una sola palabra: NAVIDAD,
Así lo relata:
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GLORIA A DIOS EN LAS ALTURAS + LA CANDELARIA + ALEGRÍA NAVIDEÑA
Me habían bautizado algunos años antes. Indudablemente en una iglesia. Era muy pequeño.
Después supe que había sido en la de Bartolomé Mitre y Suipacha en Buenos Aires. Más tarde,
tenía ya cuatro años y tengo algún recuerdo. A manera de flash veo en mi memoria el bautismo
de mi hermana menor en la parroquia de la ciudad de Lincoln. Es una imagen muy nítida. En mi
pueblo no había iglesia. Tras el fallecimiento de mi madre pasé a vivir con mis abuelos. Ya de
ocho años me llevaron una vez a una misa en San Cristóbal de Buenos Aires. Me quedó grabado
todo ese marco de ceremonias jamás vistas hasta entonces. Impresión profunda. Ni pizca de
interés en lo que eso podía significar. Solo un mundo sensorial envolvente y que, como una
nube rosada, me llevaba a un país de hadas. Nos mudamos, poco después, a un barrio más
alejado. Para Navidad, fuimos, a la tardecita, con mi abuela y una tía, a la iglesia de la
Candelaria. La cuarta iglesia de la serie. Ni recuerdo si entramos. Pero ha de haber sido, porque
teníamos que asistir a la misa de gallo.
Yo tendría 9 años y era la primera vez que oía esa palabra: NA-VI-DAD. NA-VI-DAD.
...............
Toda la plaza de enfrente, Vélez Sarsfield, estaba bullendo con festejos sonoros y luminosos.
En la torre parroquial había una gran bocina que repetía una y otra vez el mismo cántico:
“ Gloria a Dios en las alturas... Gloria a Dios en las alturas...” ¿Cómo olvidarlo? repetido mil
veces. “Yo miraba hacia arriba, pero los festejos parecían estar en la plaza con chicos jugando y
familias paseando. Arriba las estrellas parecían mudas y quietas, tranquilas observadoras del
bullicio terrenal. “ Gloria a Dios en las alturas, donde se ostenta su faz...” Hechas las
averiguaciones sobre lo que significaba “ostenta” y “faz” , comprobé que yo solo veía algunas
estrellas que parecían responder alegremente con algún guiño a mis inquietas miradas. “Gloria a
Dios en las alturas”. El nudo se hizo.Y vuelve así una y otra vez a rondar en mis oídos, en mi
mente y en mi corazón. Un canto alegre en lo alto, una iglesia frente a una plaza en plenos
festejos y mi espíritu repleto de esa felicidad novedosa que llamaban alegría navideña.
Una vez en casa, conocí lo que era una copa de sidra y un trozo de pan dulce. Imágenes
imborrables.
Pero la impresión fuerte fue la que recibí frente a la iglesia y en la misa de gallo. Fue un
contacto muy sensorial con lo que se puede llamar “religión”, es decir, con ese mundo arcano
que a menudo parece convocarnos seductoramente desde no se sabe donde. En mi caso creo que
poco a poco esa atmósfera empezó a envolverme y envolverme.... Hasta que de los sentidos
pasó a algún rincón muy íntimo de lo que solemos llamar alma y allí se encendió una brasa
inextinguible que me impulsaba desgarradoramente a encontrar ese algo que me dijeron que se
llamaba Dios. Fueron años de búsqueda intelectual y mística. Muy interior. Y también exterior.
Lo fui a buscar a lo que me dijeron que era su casa.
Poco a poco, muy lenta y sufridamente, y tras repetidos fracasos, desandé y desandé el camino...
...............
Creo que, físicamente, nunca he vuelto a ver, en los últimos setenta años esa iglesia de la
Candelaria, frente a la plaza. Pero, en la imaginación la vuelvo a ver todas las navidades. Con
festejos o sin festejos, más a menudo casi sin festejos Todo 25 de diciembre, de a ratos rondan a
mi alrededor, con una vaga alegría, los sones de ese cántico misterioso, la visión de una plaza
alegremente bulliciosa y la palabra “candelaria” envuelta en todo eso.
¿Es un recuerdo grato y alegre? Es un recuerdo. Algo mezclado y nostálgico. Cada uno tiene
su .Navidad. El sincero creyente festeja el nacimiento de Jesucristo y se imagina que ese festejo
puede simbolizar un profundio deseo de paz y armonía para la sociedad humana. El comerciante
ve solo una manera de engrosar sus ingresos. El político . ve un momento de pausa en las
críticas y agresiones que recibe a diario. El ateo brama de rabia contra esa tradición cultural.
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Millones de personas ven allí el momento de reunirse en familia con todo lo que esto implica de
reencuentros, desaveniencias y llantos por los ausentes. Y así cada uno tiene su Navidad.
El linyera, con serenidad y sin el menor resentimiento, tiene fundamentalmente en su alma el
recuerdo de esa “palabra marcada” que se le grabó a fuego aquella noche en aquel barrio
porteño, cuando tenía nueve años, entre el tañido de campanas, cánticos , sidra y pan dulce. Sin
estridencias, levanta una copa con sus más íntimos.
21.12.08
113
Pero aquello que he visto con más fuerza,
Lo mejor que hube visto,
Estaba allí plantado como roca,
No fuera a perturbar las mariposas.
. El linyera de alma
pausa musical
22.12.08
THE STRANGE MUSIC
OTHER loves may sink and settle, other loves may loose and slack,
But I wander like a minstrel with a harp upon his back,
Though the harp be on my bosom, though I finger and I fret,
Still, my hope is all before me : for I cannot play it yet.
In your strings is hid a music that no hand hath e'er let fall,
In your soul is sealed a pleasure that you have not known at all;
Pleasure subtle as your spirit, strange and slender as your frame,
Fiercer than the pain that folds you, softer than your sorrow's name.
Not as mine, my soul's annointed, not as mine the rude and light
Easy mirth of many faces, swaggering pride of song and fight;
Something stranger, something sweeter, something waiting you afar,
Secret as your stricken senses, magic as your sorrows are.
114
But I will not fear to match them—no, by God, I will not fear,
I will learn you, I will play you and the stars stand still to hear.
EXTRAÑA MÚSICA
Pero en esta, de Dios arpa superna, habrán las cuerdas de sonar muy fuerte,
En ella el Tiempo es aprendiz, la Vida es torpe, y es necia hasta la Muerte.
Lejos de mí el temor de usar tus cuerdas – por Dios, lejos de mí,-
Yo he de saber hacerlo y las estrellas, su marcha detendrán, sí, para oír.
El linyera de alma
meditando
23.12.08
115
Sunder me from my soul, that I may see
The sins like streaming wounds, the life's brave beat
Till I shall save myself as I would save
A stranger in the street.
La espada de la sorpresa
Córtame de mis huesos, espada de mi Dios,
Hasta quedar cual árbol, tieso, duro y extraño;
Mi corazón quiere elevarse cual sus ramas,
Y llenarse de asombro allá en lo alto.
El linyera de alma
un toque de nacionalismo
26.12.08
Una manera jocosa de Gilbert de mostrar el amor a su tierra . El linyera lo escucha y se pone a
pensar... ¿Qué elegiría yo para representar a mi tierra? Hay una larga lista....
A CIDER SONG
116
That they that drink the blood of God
Shall never thirst again
UN CANTO A LA SIDRA
Beben en el Paraíso
El vino de Alta Lorena.
Dios lo arranca de esa tierra
Como señal valedera:
Quien prueba sangre de Dios
A la sed le dice adiós.
Honran en el Paraíso
El vino de Ponterrey.
Es purpúreo su color.
Nosotros algo mejor
Tenemos por ese precio
Nuestra sidra es superior.
Quieren en el Paraíso
Lo que producen en Plodder,
De manzanas el buen vino
Que saben tomar en Herford,
En las colinas de Hafod,
Donde yo tenía un amigo.
117
El camino de los santos,
Por los valles hasta Herford
Cuyos dulces manzanares
Siguen el camino a Gales.
El linyera de alma
adentro // afuera
28.12.08
1971 y adelante.... Para el linyera todo era un mundo nuevo. De libertad. ¡Libre! ¡Por
fin! Tras largos años de una dura esclavitud interior. Vivía intensamente esa liberación
interior hasta el punto de prestar poca o ninguna atención a lo que sucedía en su país.
Solo una atención superficial. Las horas del linyera eran horas de sentirse por fin, en la
medida de lo humanamente posible, dueño de su destino. Algo tardíamente conoció toda
la dimensión del horror que lo había rodeado.
TRAMO OSCURO
¡oh luz!
brillas tanto sobre un foco...
concentración total de tus haces...
felicidad interior...
sin entorno alguno...
a solas...
uno mismo es el entorno...
lo demás no existe...
pero existía...
muy, muy oscuro...
carola y el linyera
118
29.12.08
Algunos la han de recordar. Otros, tal vez no. Carola Lorenzini en la década del 30 era una
aviadora superfamosa. Siendo mujer, había obtenido su carnet de piloto civil. . Había dado
numerosas pruebas de su audacia y habilidad marcando varios records y era muy conocida por
sus riesgosas acrobacias.
El linyeriya sentía por ella una verdadera admiración. La imaginaba un ser extraordinario y
misterioso. Algo así como un ángel femenino de los cielos.
-------------
Corría el año 40, año fecundo en recuerdos en la mente del linyerita, quizás intrascendentes,
pero ciertamente imborrables en este último tramo de su vida. Una vida hasta entonces con un
altísisimo grado de libertad espiritual, que iba irremediablemente a perder al año siguiente.
Cuarto grado. Una “señora” maestra, Blanca. Unos compañeros de primera. Entre ellos un
gran amigo era Jorge. Con él solían visitarse y compartían largas charlas, caminatas y juegos.
Hasta se sentaban juntos en el mismo banco doble y Blanca les había tenido que llamar la
atención más de una vez por sus conversaciones en clase mientras ella explicaba.
Llegó el día del cumpleaños de Jorge. Entre otros, invitó al linyerita a su casa para comer la
torta y pasar la tarde. Él vivía en Castelar, por entonces una zona casi rural.
El linyerita tomó el tren en la estación Vélez Sasfield y en veinte minutos estuvo en Castelar.
Los viajes en tren eran cómodos y seguros.
Comimos una exquisita torta preparada por la mamá de Jorge y la saboreamos con un sabroso
chocolate. El linyerita encontró en su porción de torta la sorpresa allí escondida. ¿Qué premio
pedir? Dudaba. Jorge toma la palabra y les dice a los cinco o seis allí reunidos: - Si les parece,
como premio, los invito a caminar unas cuadras y vamos hasta el aeroclub. a ver los aviones. Es
una tarde preciosa de primavera y la vamos a pasar bien.
Dicho y hecho. Llegaron. Jorge, viejo conocido por allí los hizo acercar hasta los hangares
para ver despegar algún vuelo. Todo estaba bastante tranquilo esa tarde de un día de semana.
Era un jueves. Acababa de bajar un pequeño avión y de él descendió el piloto que se dirigía
precisamente. hacia donde estaban los chicos. Mientras caminaba se fue quitando el casco y las
anteojeras.
- ¡Carola! –exclama Jorge entusiasmado.
- Hola, chicos, ¿cómo están”? – dice Carola, con rostro algo cansado.
- ¡Cómo nos gustaría haberla visto haciendo pruebas!
- Acabo de bajar. Por hoy ya hice bastante. Me estoy entrenando para una exhibición. Buenas
tardes. Y comenzó a retirarse .
- Carola, - dice Jorge, - aquí está mi amigo Carlitos que es un gran admirador tuyo y le
encantaría verte volar.
- Estoy un poco cansada. Otro día.
- ¡Una vueltita más!
- Bueno, bueno. ¿Quién es Carlitos?
- Este, - y Jorge señaló al linyerita.
- Bueno, esperen unos minutos. Me cargan combustible en mi Focke Wulf y salgo de nuevo.
Pero solo un par de pruebitas..
Así fue. Volvió. Se puso el casco y las anteojeras, porque era un avión de cabina abierta y
empèzó el carreteo. En el aire. Dos o tres pasadas sobre nosotros. Toma altura. Uno, dos, tres
loopings. Aterriza. Se quita el casco. Les da un beso a cada uno.
- ¡Gracias, Carola! ¡Es un ámgel!
Al año siguiente supo el linyerita que se había matado trágicamente en una de esas sesiones de
acrobacia muy cerca de donde había saludado a los chicos. Ahora sí ese ángel femenino estaba
en su mundo.
................
119
tiempos viejos
30.12-08
Dicen que los arqueólogos urbanos acaban de descubrir restos inequívocos del mítico café de
Hansen. ¿Podrá el linyera contemplar esos restos y poner sus pies sobre ese viejo patio antes de
que se termine su viaje?
¡Hasta la medida del verso exige decir ANSEN! El café se cerró definitivamente en 1912,
cuando el linyera era simplemente una posibilidad en los genes de los que en 1928 fueron sus
progenitores. Pero en las décadas de los años 30s, 40s y 50s, el linyera lo visitaba
frecuentemente. Allí compartió misteriosas e imborrables noches con Mireya, rodeado por todos
los guapos de entonces.
Solo ensueños vaporosos, dulces, musicales, arcanos, lejanos, imposibles. pero ensueños que
configuraban un mundo allí “under, under”. Un mundo que le ayudaba asoportar ese otro mundo
de su realidad.
Es como si hoy, con ese hallazgo, la realidad viniese al encuentro de lo que solo fueron
sueños. Nada más que sueños. Indefinidos. Erráticos. Nada más que respirando una atmósfera
de fantasías, sin “coca ni morfina”, pero llena de un extraño “vaya a saber qué”, absolutamente
contrapuesrto a la realidad cotidiana del linyera en ese entonces, que lo hacía viajar por
imaginarios carriles entre nubes de poesía.
Quizás los ensueños no hayan sido nada más que evanescentes deseos de algo tan placentero
como desconocido. Posiblemente la misma realidad del Hansen en sus años de vida fuese algo
muy diferente de lo que el linyera veía y sentía en sus sueños.
Pero, aunque el Hansen de los ensueños del linyera nada tuviese tal vez que ver con el Hansen
de Palermo, siempre lo onsideró y lo considera todavía, un refugio salvador en sus hoiras de
oscuridad. Y u emoción es muy honda al saber que, con fortuna, podría aunque sea pisarlo
120
¿tarde? ¡nunca!
02.01.09
Casi siempre algún tango estuvo colado, para bien, en circunstancias en que, improvisamente,
el linyera se encontró frente a bifurcaciones del camino sin precisos carteles indicadores
Así escribía al dorso de una postal al recordar que un día ya lejano, tras dejar la vida religiosa,
y encontrándose sin recurso alguno, un antiguo amigo, cruzado al azar en su camino, le ofreció
oportuno trabajo en un colegio, algo retirado de la ciudad:.
Aula en un colegio secundario del pueblo. Un curso chico. Pocos alumnos. Cuatro varones y
tres mujeres. Una experiencia nueva. En un pueblo pequeño. Tiene sus peculiaridades. Siempre
se aprende. Pero no es la experiencia propiamente docente de lo que aquí se trata. Eso es rutina
laboral y nunca me resultó importante.
El curso se desarrollaba en forma normal. Con un grupo tan poco numeroso el ambiente era
realmente cordial y sereno. Llegamos hacia mitad de año. Los alumnos pensaban en una fiesta
de fin de año para todo el colegio. Eran de 4º Año, pero como aún no había 5º, eran los mayores
y, por lo tanto, responsables de la organización. Entre otras cosas se hizo una rifa. Colaboré, por
supuesto, y resulté premiado con un long- play. Una de las pocas veces en la vida que gané algo
en una rifa.
- Puede elegir. Buscamos el que usted quiera. - me dijo la organizadora.
- Bueno... - Pensé unos minutos. - Quiero uno donde esté incluido el tango “Tarde”.
- Lo conseguimos fácil. Pero...¿nos puede decir por qué?
- Tengo una razón, pero no sé si a ustedes les puede interesar.
- Claro que sí. A esta altura del año lo consideramos un amigo.
- Bueno. Les cuento. Pero no sé si me van a entender.
- Sí, sí, por favor.
- Porque “tarde me di cuenta”...
- ¿De qué?
- ¿Qué sé yo? De algo. De que estoy en busca de algo.. .porque...
- ¿Por qué?
- Porque “de cada amor que tuve tengo heridas”...
- Cuente, cuente...
- ¿Para qué? Ya dije bastante. Traigan el disco y la semana que viene lo pasamos
juntos... “heridas que no cierran...”
- ¿Cuáles? ¿Cuáles?
- “...y sangran todavía.” Buenas tardes. Hasta la semana que viene. A lo mejor allí
les cuento más.
- Bueno, paciencia, lo esperamos.
Llegó la semana siguiente. Jueves. Fue una clase especial. El tocadiscos. “Tarde” pasado
varias veces entre charla y charla y entre mate y mate. Era una tarde muy linda y habíamos ido
121
para la clase al parque de la escuela, bajo unos añosos sauces. “Siempre puse el alma entera, de
cualquier manera...” “Y al final de cuentas, me quedé sin fe...”
Con el correr de los años comprendí que la palabra “tarde” no existe para designar algo que
nos sucede en el curso de la vida. Lo que subjetivamente consideramos como llegado tarde,
llegó cuando llegó. Ni tarde ni temprano. Poco después, de ese pueblo salió, sin saber cómo,
quien sería mi compañera en la vida... No fue demasiado tarde....
Y allí se hizo el nudo de esa nueva “extraña tríada”, en medio de horizontes borrosos que solo
la vida iría transparentando...
Gold Leaves
122
¡Ay! He llegado al otoño.
Los árboles son de oro.
Gris ceniza es mi cabeza.
Largos años atesoro.
El linyera de alma
04.01.09
Al linyera le atraen los ríos. Mucho. Cree que le hubiera gustado vivir junto a la orilla de un
gran río. O seguir el curso de sus días costeando algún arroyito.
Hoy, vaya a saber por qué, fluye por su mente un río, relativamente pequeño, pero que para él
fue muy particular. Todo río es como un símbolo de la vida humana. Este fue particularmente
una bisagra decisiva en la suya.
Lo contó una vez así en sus “Más palabras”. ¡Si el río pudiera hablar!
El linyera. Siempre linyera. Cierta vez, muy lejos de los lugares habituales de sus viajes.
Cierta vez, muy lejos de su país. En el romántico Massachusetts. ¿Romántico? Lo fue para el
linyera durante un breve lapso de su vida. ¿Solo? Nunca alguien está solo. Todo su pasado lo
acompaña dentro de la cabeza y el corazón. Todo su futuro se le tira encima con furia como
buscando un lugarcito allí. Y el presente...¿Hay un presente? ¡Es tan fugaz!
Le sucedió entonces, caminando a orillas del río Charles, su tocayo. ¿Casualidad? Todo es
casual y nada es casual en la vida del linyera. Es parte del viaje. Él ciertamente no lo planificó
nunca. Nunca fue un verdadero peregrino con un norte y una meta. ¿Lo planificó alguien por él?
¿Quién lo sabe? Además, al linyera no le importa. Él sigue adelante impulsado por su propio
instinto, si así puede denominarse ese raro impulso que lo empuja y lo empuja.. Siempre
sonriendo aunque lo golpeen la lluvia o el granizo. Después de haber andado mucho tiempo
envuelto en la mayor tiniebla de lo que había creído alguna vez un plan providencial, la vida,
por su propia cuenta, le hizo construir esa “filosofía” de un alegre y sereno sobrevivir en un
mundo que él no buscó para sí y que no siente ni como amigo ni enemigo, ni bueno ni malo.
Simplemente es. Simplemente es. Está ahí. Un camino con una sola certeza: tiene un final
123
inexorable. Tal vez muy pocos de sus semejantes comparten esta “filosofía”. Tal vez, muchos.
Tal vez, casi todos. Él no pretende imponérsela a nadie y ni siquiera predicarla. La vive. Y
procura que aquellos con quienes trata no se sientan molestos con su compañía y, si es posible,
compartan algo de lo que ocasionalmente esté en condiciones de dar.
A oorillas del Charles. Caminando y caminando... Yendo y volviendo. Mirando la capa de
hielo sobre el agua, primero.... Luego los trozos de hielo deslizándose suavemente... Más tarde,
ya en primavera, la corriente limpia...que corre, corre y corre...
Caminaba... caminaba... y, sin saberlo, se dirigía hacia la toma de una definición trascendental
en su vida. ¿Hay algo trascendental en la vida? Tal vez algunas cosas parecen más
transcendentales que otras. Tal vez todas son trascendentales o ninguna lo es. Esta vez lo que
sucedió fue la eclosión de algo latente desde hacía ya muchos muchos años, quizás en germen
ya desde el comienzo del viaje: la ruptura con su pertenencia al clero y, más aún, su ruptura
formal con una cosmovisión cristiana cerrada (con un punto de partida y un punto de llegada
absolutamente definidos). En realidad solo quedaban débiles lazos exteriores... Los más
profundos, los verdaderos, ya estaban rotos hacía mucho. Muchísimo. Solo quedaban ciertas
apariencias. Pero esas apariencias eran las que veía el mundo que rodeaba al linyera. Necesitaba
borrar también esas apariencias.
Eran las últimas rejas de su prisión. Su mente ya estaba libre, libre, libre... A esas apariencias
las dejó fluir con el río....
El Charles se las llevó. ¿Hacia dónde? ¡Qué más da!
Años después, en una clase con alumnos de Letras en la Universidad Nacional de Mar del
Plata, el linyera les comentó , (¿en ocasión de qué?), que junto a ese Río Charles el linyera
recordaba haber tomado tal vez la decisión más importante de su vida... Algunos alumnos
entonces le hicieron poner su atención sobre las reflexiones de Dámaso Alonso junto a ese
mismo río. Fue a leer “A un río le llamaban Carlos”. Se sintió identificado. Muy identificado.
La vida que corre. Salvo que lo suyo no fue de nostalgiosa tristeza sino de alegría huracanada.
El río Charles fue para él como la visión de un torrente feliz que lo arrastraba hacia adelante,
hacia algo distinto, hacia una región de libertad y paz... El viaje siguió... El viaje sigue... como
el río...
una española...
05.02.09
Casi infaliblemente todo recuerdo vívido del linyera, lo ha repetido sin cansarse una y otra
vez, se presenta con una envoltura de imagen y sonido. En las memorias cuya atmósfera es
típicamente de una nostálgica melancolía el envoltorio está marcado invariablemente con una
cortina musical formada entre “el llorar del violín” y los ecos de “remotos bandoneones”.
Hoy, la reminiscencia viene montada en escenario de un ómnibus de paseo deslizándose a
través de un delicado aire primaveral entre coloridas sierras cordobesas y la música estridente
de la radio del vehículo entremezclándose con las extrañas sensaciones corporales arrancadas
por los pinchazos de una situación jamás vivida antes por el linyera.
“Yo conocí una española, natural de Cataluña...” O algo así era la letra que se escapaba de la
124
radio. En un ómnibus alquilado. Con otros estudiantes compañeros. Rumbo a un pequeño
lugarcito escondido en un enclave de las sierras. No era un viaje de placer. Nos estaban
“evacuando” porque había rumores de un probable bombardeo a la ciudad de Córdoba por parte
de los “leales”. Era en setiembre de 1955. Clima de nerviosismo y dudas creado más por los
rumores que por las realidades. Pero alguna realidad había entrado por los oídos cuando por un
par de noches silbaron los obuses cruzando por encima de nuestro techo para estallar y repartir
esquirlas con gran estruendo y generosidad. Desde los cuarteles de Artillería bombardeaban a
las fuerzas leales que habían tomado posiciones entre el edificio del instituto y el Río Primero,
que hoy denominan Suquía. Muchos olivos próximos al edificio mostraron por la mañana sus
ramas partidas y hasta un viejo quebracho quedó severamente herido. Varios proyectiles
quedaron clavados sin explotar en los surcos de la tierra arada entre las hileras de árboles. Esos
fueron algo más que rumores.
¿Qué pasaba? Nuestro instituto estaba rodeado por las Escuelas de Artillería, de Infantería y
de las Fuerzas Aerotransportadas. La Esuela de Aviación militar estaba a pasos. ¿Qué ocurría?
Nosotros, estudiantes entonces de teología, no teníamos acceso a demasiada información. Más
bien, a ninguna. Salvo la que provenía filtrada por los labios de quienes nos dirigían o
pretendían dirigirnos y mantenían un hermético control sobre todo lo que fuese información de
carácter político. Allí íbamos ahora, como caballos con anteojeras. Por suerte mis oídos estaban
destapados, a pesar de los infernales estruendos de las noches pasadas, pero, por contraste, se
me llenaban con las alegres melodías de la radio del vehículo que hábilmente manejaba el
demasiado arriesgado “Miniuta”, un cordobés muy entretenido, por tortuosos caminos en las
sierras.
Nunca me había interesado la política en sí misma. Estaba casi exclusivamente dentro del
habitáculo de mi propia alma. Pero ahí empecé a caer en la cuenta de que, aunque no quisiera
prestarle atención, la política de la sociedad que me rodeaba estaba allí, al lado mío, dispuesta
esta vez a hacerme pasar un mal rato. Hasta ese momento mi vida había transcurrido más dentro
de mi mente que fuera de ella. Era casi como un monje budista. Ese viaje con la escucha forzada
de “Yo conocí una española....” fue algo así como una bisagra con respecto a mi interés en ese
campo.
“...conocí una española, natural de Cataluña....quería que tocara castañuelas y bailara con la
uña...¡Caramba! ¡Carambita! ¡Caracoles!...” Y también conocí por experiencia hasta qué punto
de violencia podía llegar el antagonismo entre peronistas y antiperonistas.
Pocos años después mi vida tomó otros rumbos y, aunque seguí estando lejos de sentir alguna
inclinación por lo que podría llamar una militancia social, empecé a experimentar un creciente
interés por lo que pasaba en la sociedad circundante. Ese viaje fue como un sacudón violento
que me hizo sentir en lo más íntimo que ciertamente estaba viviendo no solo en algún lugar
físico del planeta sino también en un hueco de una sociedad de congéneres hasta el que llegaban
incesantemente cimbronazos débiles o fuertes desde las más remotos confines.
Eso me exigió un largo proceso mental. Diría que solo en las últimas décadas del siglo veinte
tuve una visión más o menos clara de todo lo que había pasado en el país después de 1941, año
en que comencé ese misterioso aislamiento físico y, sobre todo, espiritual, del que tardé quizás
demasiado en liberarme. No fue una “liberación”. Pero insisto en que ese viaje fue un quiebre
importante. La española de Cataluña, con sus alegres castañuelas, fue un factor de gran peso.
Ninguna otra palabra. Solo música. Con su letra inspiradora. En eso estaba yo concentrado.
Creo que escuché más de una canción. Pero solo una se me clavó en los oídos, en la mente, en el
corazón y en los tuétanos.... Solo esa seguía resonando sin interrupción para mí, que no prestaba
atención ni a los comentarios agoreros de mis compñeros de viaje ni a los ininterrumpidos
chistes de “Miniuta” “Yo conocí una española... Quería que tocara castañuelas....y bailara... “
Nada más, la española de Cataluña y yo. Ni compañeros, ni chofer, ni sierras, ni barrancos, ni
ruidos lejanos de metralla y obuses... Solos, “la española, natural de Cataluña,” y yo.
Siempre alguna música vino hacia mí al rescate en momentos de nerviosismo. Y en esos
momentos vuelve, con el paisaje cordobés y aquella atmósfera, esa “española natural de
Cataluña,” a recordarme que soy solo una partecita de ese mundo de millones de seres con los
que comparto algo más que la atmósfera terrestre.
125
faros antiniebla
06.01.09
En sus últimas excursiones a través de su “mundo de palabras”, es decir, ese mundo suyo que
atesora recuerdos y le permite, a veces, encontrar una vía de comunicación más o menos
racional con sus congéneres, el linyera apeló en su saga verbal primeramente a las que llamó
“palabras marcadas”. Siguieron las “queridas,” “rimadas,” “malditas,” “fugaces”..... Una
pentalogía de palabras muy metidas en su vida pero siempre con algún sello., aunque no todas
las veces fuese exactamente el de “lugar y tiempo”.
Esos casilleros no están agotados ni mucho menos. A cada momento aparecen nuevas palabras
para engrosar cada una de las categorías. Si se hiciese hoy una nueva edición de “palabras
marcadas”, (lo que no está previsto), el libro tendría por lo menos el doble de páginas. Palabras
con sus marcas se atropellan impacientes como para una largada en el hipódromo.
Aquellas gavetas contenían lo más evidente del océano verbal del linyera, lo que flotaba en la
supericie desde casi siempre y lo que había ido apareciendo en ella con el correr del tiempo. Sin
embargo, el linyera sabe que hay una inmensa cantidad de material bajo esa superficie que
podría ser interesante explorar e ir dando a luz, ante todo, para un propio paseo personal por las
selvas y jardines de sus recuerdos.
Se decidió, primeramente, a seguir alguna pista, como para no andar a tientas. Es consciente
de que su autodefinición de “linyera de alma” puede parecer (y tal vez ser) ambigua. El
concepto de “linyera” involucra necesariamente el de “trashumancia”. ¿Esa trashumancia debe
ser necesariamente física para que el término le cuadre a alguien? ¿O el término “linyera” puede
ser solo también una adecuada metáfora para describir una actitud mental, una sensibilidad, un
temperamento?
¿Podría ser su adopción de “linyera de alma” como marca identitaria un juego a dos puntas?
¿Ser linyera y no serlo al mismo tiempo? ¿Escapar de la sociedad y, sin embargo, vivir en ella y
de ella?
Un libro reciente de Osvaldo Baigorria, “Anarquismo trashumante. Crónicas de crotos y
linyeras.” le dio una idea. Investigar el sentido profundo de “anarquismo” y de “trashumancia”
y ver qué proporción y matices de esas notas le pueden corresponder a un “linyera de alma.”
¿Quiénes son linyeras? .“Quienes vieron en la trashumancia una vía para encontrar,
precisamente, su propia huella.” Y si es la búsqueda de una huella “propia” ya eso parece
contener una dosis de “anarquismo.”
Con su característica prudencia, antes de rastrear la huella propiamente dicha el linyera ha
tomado la decisión de encender poderosos faros antiniebla para tratar de ver con un mínimo de
claridad en la espesa maraña sinonímica y cuasi-sinonímica emparentada con el término
“linyera.”
Él adoptó para sí, con plena convicción, ese “disfraz” y sabe perfectamente por qué lo hizo y
lo que significa para él. Sabe lo que él quiere decir con llamarse “linyera de alma.” Sabe que eso
significa intrínsecamente una incontenible inclinación a la errancia. ¿Cómo?
Tiene coleccionados más más de un centenar de sinónimos que se pueden aplicar al “linyera”
con propiedad. Pero se presentan envueltos en una espesa niebla si se los toma en conjunto. El
“linyera de alma” se ha decidido a encender poderoosos “faros antiniebla” y explorar poco a
poco esa caterva de etiquetas para ver lo que realmente él acepta como propio de cada una de
ellas.
Será una caminata más por las vías de su andar errante. Tal vez sea fructífera.
carnaval...
126
07.01.09
“Y siempre es carnaval,
van cayendo serpentinas,
unas gruesas, otras finas
que nos hacen tambalear.”
Antonio cantaba alegremente mientras el linera trataba de irle haciendo eco... l trabajo
marchaba mejor a ese alegre ritmo. Poco a poco, hasta el techo.
“Y viva el carnaval,
vos ves siempre lucecitas,
sos la eterna mascarita
que gozás con engañar.”
Cuando el linyera era chico los días de carnaval eran solo tres en el año. Ni uno más. Antes
del Día de las Cenizas. Poco a poco se fue extendiendo con bailes y corsos por muchas semanas.
y meses. Sin embargo, ya mucho antes los Fresedo habían expresado en ese tango que el
carnaval era continuo.
Pero ¿qué hacía allí el linyera? Diciembre del 54. El linyera había terminado en Córdoba su
primer año de teología. Un año ya le pareció más que suficiente para haber borrado de su cabeza
de manera “científica” las místicas creencias que ya hacía tiempo había puesto entre paréntesis
por pura intuición. Como quiera que fuese, necesitaba un período de desahogo mental y aceptó
la invitación del director de una escuela agrícola para distenderse en las vacaciones. ¿Cómo? A
su manera. Fatigando el cuerpo y guardando la mente en algún rinconcito apartado por dos o
tres meses. El director lo entendió y le asignó para ese verano la tarea de peón de albañil como
ayudante de Antonio que era el albañil ejecutor de los planos para la construcción de un salón
anexo a la quesería.
Y allí estaba el linyera. Lo que no había calculado era que iba a estar más que metido en un
jubiloso carnaval. Por las mañanas y tardes enteras de casi tres meses trabajó entusiastamente
con Antonio entonando repetidamente los mismos versos, cada vez con más convicción. Si el
carnaval nació entre otras cosas como un período de relajación y descanso en la dura rutina
anual aquel fue un verdadero carnaval para el linyera. Esas serpentinas se arrollaron en torno de
su alma empujadas por la voz de ese providencial albañil y no se soltaron nunca.
¿Se lo agradeció alguna vez a Antonio? Nunca volvió a encontrarse con él para hacerlo. Pero
su voz lo sigue acompañando y viene al rescate más de una vez.
“Y siempre es carnaval,
127
van cayendo serpentinas
unas gruesas, otras finas,
que nos hacen tambalear.”
¿maldición perpetua?
09.01.09
El linyera le puso a un apartado de sus “Más palabras” el oprobioso título de “ráfaga maldita”.
Elencó en esas páginas algunas de las palabras que él consideró terriblemente ponzoñosas en el
desarrollo de su personalidad. Las fue descubriendo paulatinamente sin saber cómo ni por qué.
Solo recuerda cuándo sucedió eso y describió esos progresivos descubrimientos mentales como
si le hubieron sido revelados por la improvisa aparición de un misterioso ángel dentro de su
cabeza.
¡Palabras malditas! Con toda una pesada carga de negatividad que ocasionaron por largo
tiempo la represión de los más positivos impulsos instintivos del linyera. Fueron una larga serie.
El linyera la describió como “ráfaga maldita.”
Tal vez la idea de “ráfaga” sea la clave para resolver una rara paradoja con la que se encontró
el linyera tras su “liberación.” Lo paradójico fue para él encontrar que esas mismas palabras que
designaban realidades que habían sido extremadamente funestas para él eran las mismas que
cubrían realidades que para gran parte de la sociedad actual representaron y representan algo
muy positivo y deseable.
¿Ráfaga? Una especie de “katrina”. Por años solo el sonido o la vista de esos vocablos le
siguieron resultando revulsivos y siempre trató de esquivarlos en su discurso. Pero hoy, en un
sereno período otoñal, está comenzando a aceptarlos sin asco en su entorno social y hasta está
llegando a entrever que, quzás, algo pueden haber contribuido para conformar su personalidad
de “linyera de alma.”
A manera de ejemplo, copia aquí una página donde describió, en forma casi infantil, una de las
palabras que más llegó a odiar.
COMUNIDAD
¿Cuántas veces me machacaron esta palabra en mi pobre cabeza? ¿Cien mil? ¿Un millón?
¿Mil millones?
Todos iguales... La ropa... El pelo... Los estornudos... Los... Todos juntos al comedor, al patio,
a la iglesia, a los lugares de estudio, al dormitorio...
En las duchas... Un golpe de palmas y ¡desvestirse! Otro golpe de palmas y¡abrir la canilla!
Otro golpe de palmas y ¡a enjabonarse! Otro golpe de palmas y ¡enjuagarse! Otro más
...¡vestirse! Otro más y...¡salir!
¿Alguien puede imaginar algo más horrible? ¡Espantoso! Y este es solo un ejemplo bastante
inofensivo, entre otros mil.
Casi todas las semanas tenía que someterme a oír:
128
- Lo de siempre.
- ¿Qué?
- Usted es un poco raro.
- Tal vez.
- A menudo le gusta comportarse en forma distinta de los demás.
- Hago lo que me parece.
- Eso es lo malo. Estamos en una comunidad. Cuando todos caminan rápido, usted se empeña en
ir despacio...
- ¿Qué mal hay en eso?
- El otro día, en el paseo, comenzó a llover y dí la orden de correr. Todos corrieron. Usted
prefirió mojarse y seguir caminando.
- Era mi gusto.
- Es lo que debe corregir. Usted vive en una comunidad y todos deben obrar de manera
uniforme.
- Voy a tenerlo en cuenta. Gracias.
A la semana siguiente más o menos lo mismo... Cincuenta y dos veces al año... Todos los
viernes.
gente importante
10.01.09
No todos los humanos piensan igual. No hace falta demostrarlo. Precisamente el linyera de
alma eligió un camino de la máxima posible libertad y soledad mental. Puede no pensar como
los otros pero jamás tratará de imponer a los otros lo que él piensa. Tampoco, por supuesto,
acepta fácilmente lo que otros piensan, salvo que coincidan con lo que piensa él. Eso, en un
orden intelectual. En un orden práctico trata de seguir su camino sin atropellar ni dejarse
atropellar.
Al hablar de coincidencias en el pensamiento el linyera se refiere a una coincidencia total.
Coincidencias parciales, en puntos precisos, encuentra siempre más de una. Cada uno de sus
descubrimientos en ese aspecto le proporciona una gran dosis de felicidad. Sobre todo, cuando
esos puntos de coincidencia aparecen encapsulados en expresiones breves y muy profundas. Por
lo general no encuentra esas pequeñas cápsulas ni en las grandes conferencias ni en los grandes
libros. Menos aún en los que dicen hablar con autoridad. ¿Lo creen ellos mismos?
Solo una anécdota ilustrativa muy breve.
Buenos Aires. Hace un par de meses. El linyera se había quedado solo en el hotel por un rato y
decidió salir a respirar el aire primaveral porteño, algo caluroso esa mañana. Demasiado
caluroso para la mayoría, pero muy agradable para él. Salió a hacer rodar su silla de ruedas (que
se ha convertido hoy en su modo de caminar) por la ancha vereda a la que daba la puerta de su
hotel.
¡Volver a respirar Buenos Aires! No es el Buenos Aires que había descubierto allá en el 36.
Pero es su Buenos Aires. El que tiene en el corazón y que le estaba pidiendo paso
impetuosamente para salir afuera. Respiró hondo. Una. dos, diez veces....
Las manos se posaron en los aros para dar impulso a su silla y se movió unos metros. Se
detuvo. No tenía ninguna prisa. Sus ojos iban de aquí para allá. De un edificio que no
presentaba ninguna identificación comercial estaba saliendo un grupo discretamente numeroso
de hombres con trajes oscuros y portafolios bajo el brazo. Serios. Sin conversar entrre ellos.
Con paso seguro y decidido.
Cuando cesó ese movimiento, el linyera acercó su “vehículo” hasta un custodio que se
129
encontraba de guardia fuera de la puerta del ediificio.
- Buenos días.
- Buenos días.
- Bastante calor.
- Bastante.
- ¿Qué hay en este edificio de donde sale tanta gente importante?
- ¿Gente importante? ¡Gente con corbata querrá decir!
Con una mirada intensa y una sonrisa inteligente el custodio y el linyera se saludaron como
verdaderos amigos. Habían tenido en un instante un intercambio equivalente a la discusión de
todo un tratado de sociología. No hacían falta más palabras. Poco hubieran añadido a esa
intuición básica.
Las manos del linyera, potenciadas con una especial energía jubilosa, hicieron rodar la silla
por la ancha vereda de Bernardo de Irigoyen con la idílica visión del azul de los jacarandás.
Eran los años de frecuentes excursiones del linyera en bicicleta. En busca de un sentimiento
de libertad por más temporario que fuese. Kilómetros de aire puro, viento, sudor, polvo, paisajes
cambiantes, piernas cansadas. Sobre todo sudor, mucho sudor, como para expulsar de sí todo lo
no deseado...Y, por supuesto, el sudor requería reponer líquido en el organismo.
Mañana calurosa. Muy calurosa. Salida temprana. Solos el linyera y uno de sus compañero en
largas etapas. A veces se formaban grupos discretamente numerosos. Esa vez era un grupo de
solo dos. Al tomar la calle exploraron la dirección del viento. No tenían una meta. Solo andar y
andar. El viento iba a decidir la orientación de salida. Resultó que había que marchar hacia el
oeste. ^referían enfrentar el viento en la ida. . Un gran esfuerzo desde el arranque. La 226.
Balcarce y más allá.
Al llegar a la altura de la Sierra de los Padres decideron dar una vuelta por allí. Subir. Bajar a
rueda libre. Volver a subir. Volver a bajar. ¿Cuántas veces?
130
- ¿Pensás que te puede dar una cerveza?
- ¿Por qué no? Es muy milagrosa.
- Andá a verla. Yo me tiro acá en el pasto y te espero.
- Vuelvo enseguida. Sé bien donde está la gruta.
No tardó demasiado. Le dijo al linyera que le había pedido a la Virgen el regalo de dos litros
de cerveza para dos pobres sedientos y que la imagen había bajado afirmativamente su cabeza.
Siguieron la marcha siempre hacia el oeste. Al llegar a un viejo almacén en un cruce de
caminos, el amigo le dijo dijo que podían pedir una cerveza de litro cada uno. Que la Virgen
invitaba.
Al retirarse para seguir el viaje el amigo dejó en el mostrador un montón de monedas. Con
propina incluida.
quirófano
14.01.09
Esta palabra, como la mayoría (¡qué obviedad!) no tiene marca de fecha y lugar de ingreso al
acervo verbal del linyera de alma. No figura, por esta simple razón, en la lista de sus “palabras
marcadas.” Alguna vez había visitado, por necesidad, un lugar llamado así, pero su nombre no
había quedado en el registro.
Qurófano. Allí estaba, perdida, en el montón de las palabras neutras, incolora, insípida,
silenciosa, sin carga emocional de ningún tipo. Ninguna vibración al escucharla pronunciar o
verla escrita. Como otros miles. Sin embargo, desde hace alrededor de cinco años tomó una
extraña relevancia para el linyera con una intensa carga de color y sonido. Especialmente luz,
mucha luz . Unos focos radiantes sobre él. Como soles. Sobre sus ojos. Focos que muy
lentamente van desapareciendo, como perdiéndose en una niebla cada vez más densa, en una
atmósfera como de un ensueño con matices crepusculares de arrebol cada vez más y más
débiles, hasta el sueño total...
Era una palabra neutra. Una más. Extraña, Sin atractivo ni revulsión. Pero un día, pocos años
atrás el linyera experimentó esas profundas sensaciones con las que manos misteriosas esculpen
alguna sucesión de letras o fonemas de una manera indeleble en su alma.
Se le grabó en la mente particularmente como el escenario de una espera. ¿De qué? De algo
desconocido. Una experiencia nueva. ¿Nerviosa? En lo más mínimo. Lo que más recuerda el
linyera son sus charlas alegres con el anestesista, jovial y ocurrente, cuya voz al rato comenzaba
a apagarse poco a poco a medida que la anestesia iba produciendo su acariciante efecto.
El linyera iba abandonando suavemente el escenario de luces inrtensas, rodeado de figuras
vestidas de blanco impecable, con rostros que apenas dejaban ver los ojos, cambiándolo por otro
escenario de absoluta paz y silencio.
Las agujas del reloj, en la pared, seguían su marcha inexorable, aunque el linyera no las viese.
...............
Así transcurrieron siete sueños y siete despertares. Abrir los ojos y clavarlos en el reloj de la
131
pared. Las agujas se habían movido. Una, dos, tres horas... Algo había cambiado en el cuerpo
del liyera. La última vez abrió los ojos y su estatura se había acortado notablemente.... No tenía
ninguna pierna. ¿Era otro?
El comienzo de una nueva vida, al menos en algún sentido. Empezar de nuevo.
Quirófano, quirófano, quirófano... ¿Dónde ubicar esa palabra desde entonces tan íntimamente
ligada a él? Tras algunas dudas decidió contar a “quirófano” en el lote de las “palabras
queridas.”
tac...tac...tac...
15.01.09
Tac... tac... tac... Un piletón casi lleno. Una canilla goteando. ¿Desde cuándo? Tac...tac... tac...
Pronto se va a desbordar. Un hilito de agua limpia ( aunque tal vez ya contaminada) va a
deslizarse. Una ínfima pincelada de pureza en el sórdido piso de tierra del espacio entre la
casilla de Elisa y la casilla vecina Un par de metros. Ella había llegado desde el norte. ¿De
dónde? De allá lejos. ¿Para qué? ¿Cuándo? No tenía noción. O prefería no tenerla. Todo era
igual. Tac...tac...tac...
Una voz ronca desde adentro del asqueroso tugurio. Elisa ni sabía el nombre. Habia caído un
tiempito atrás, sucio y maloliente. Barba desprolija y pelo desgreñado. Como tantos que caían a
menudo buscando refugio. El lugar era conocido en el ambiente. Se presentó un día de repente,
abrió la puerta sin llamar y se desprendió la bragueta... Estaba ansioso. Miró de manera
fulminante el segundero de su reloj de lujo. Como había hecho en todos los asaltos de su largo
historial delictivo, meticulososamente cronometrados.
Un desencuentro por tres segundos con sus socios lo había hecho errar el último gran golpe al
banco que lo hubiese puesto al cubierto de necesidades económicas por todo el año. No mucho
más. Su necesidad de gastar iba pareja con la de adquirir dinero. Una carrera desesperada Había
buscado reparo en esa casilla, por primera vez. Guiado por referencias. Por el error en el último
asalto odiaba ese reloj. ¿Para qué tanto control? ¡Total! Se lo arrancó furioso y lo tiró debajo de
la cucheta. Esperó desnudo a Elisa. Apenas entró le quitó la ropa a tirones con desesperación y
se sumergió con ella en un sueño extático que deseaba no tuviese término. Lejos del
cronómetro. Sin tiempo.
Tac… tac... tac... Afuera la gota seguía cayendo incansable en la pileta... en el barro... ¿Hasta
cuándo? Tac...tac...tac...
132
************
Chalet de clase media. Un barrio del sur del Gran Buenos Aires. Uno de tantos Beba lleva
horas ante la pantalla de su TV. Se olvidó de preparar la comida para su marido que acaba de
llegar.
- Estoy muerto de hambre. ¿Por qué no apagás ese televisor? ¡Me pudren esos gritos!
- Esperá un momento. Escuchá lo que dice hoy el pastor.
- Bah, será lo de siempre...
“... ¡Aleluya! ¡Aleluya! El fin del mundo está cerca... El Señor ya llega... quiere encontrarte
preparado... Ya se acaba el tiempo... El Señor te espera... No tardes más...”
¡ULTIMO MOMENTO! (irrumpió en la pantalla un cartel en rojo vivo) ACABA DE SER
DETENIDO EL FAMOSO ASALTANTE DEL CRONÓMETRO...
************
Marcos Paz. Una celda individual. Como cualquier otra. Alguien duerme. Pesada y
prolongadamente. Silencio total. Oscuridad total. Solo unas cuantas neuronas bailando en el
vacío cerebro de alguien en su primera noche de encierro.
“No. No. No. Tiren ese reloj. No quiero medir mis horas. Para siempre. ¡Faltan tres segundos!
Nunca más. Elisa, ¿estás a mi lado? Flaco, ¡qué hiciste? No te separes nunca, Elisa. Ni un
minuto. ¡Boludo! Así, siempre a mi lado. En este orgasmo interminable. Para siempre. ¿Por qué
no sale el gordo? Para siempre. Sin ansiedades. ¿Qué te pasó? Sin tiempo. Toda la vida. Más
allá de la vida. ¿Traés la plata? Sin tiempo. Sin tiempo que pasa. Sin segundos. Ni minutos.
¡Subí, rajemos! Ni horas. Ni días. Ni meses. Ni años. Ni siglos. ¿Cuánto? Ni eternidad. La nada
absoluta. Nada se mueve. Nada cambia. Nada empieza. Nada termina....”
- Elisa, Elisa, Elisa, no siento tus gambas... Apretame más. No quiero que esto
se acabe. Apretame. Apretame. No nos despertemos nunca. ¡Elisa! ¡Elisa!
************
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- Ah, ahora sos vos el que no afloja la vista de la pantalla.
- Me apasiona. Es algo científico. El origen del universo. ¿Qué había antes? ¿Había algo?
¿Había alguien? ¿Cómo contaban el tiempo antes de que empezase el universo? ¿Había tiempo?
¿Qué es el tiempo? ¿Es el mismo para todos? ¿Por qué algunos se apuran y otros no?.... ¡Beba!
¿Me estás escuchando?
- Te volviste filósofo. De golpe. ¿Desde cuándo te interesan esas cosas?
************
Tac... tac... tac... La gota sigue incansable… Una tras otra. El hilo de agua en el piso ya es un
charco inmundo que se hace más y más grande.... Tac... tac... tac... Más y más... ya invade la
calle de tierra... Y sigue y sigue...
Elisa está adentro. ¿Con quién? ¿Con quién está su cuerpo? Porque su mente viaja, junto con
su vista, del reloj de lujo en su muñeca a la oscura celda de una lejana prisión.... prolongando
indefinidamente aquel éxtasis sin tiempo que había empezado días atrás con el misterioso
hombre del cronómetro....
¿tríadas?
16.01.09
El linyera ya mencionó unas cuantas en su blog, generalmente identificándolas por medio del
nombre o parte de la letra de una canción. Por ejemplo: ave de paso, moulin rouge, brumas de
los mares, orangután, amargura, cuesta abajo,volver, ya viene la mañana, flor de lino, san
lorenzo, papusa, zingara, manuelita.... Son prácticamente incontables las circunstancias, grandes
y pequeñas, vividas por el linyera, presentes en sus recuerdos, siempre ligadas a un tema
musical. Con la consiguiente carga sentimental.
Por lo que sé, una tríada es simplemente un conjunto de tres cosas. No importa cuáles.
Agrupar cosas es algo absolutamente frecuente. Casi instintivo. Agrupar cosas de a dos o de a
tres no parece tampoco algo demasiado novedoso. Es por demás común. Algunos hasta han
dicho que los males vienen de a tres. Los ritmos musicales se clasifican esencialmente así.
También se suelen unir tres instrumentos de música para un trío. Se juntan tres cantores para
una ejecución coral. En la historia de la politica ha habido numerosos triunviratos gobernantes.
Hay también no pocas sociedades comerciales compuestas por tres personas. Y esto por no
mencionar la Santíima Trinidad, las tres Parcas, Tres Arroyos, los tres Mosqueteros… He leído
también que la palabra “tríada” es ampliamente utilizada en criminalística, en biología, en
computación, y mil cosas más.
En el caso al que me refiero aquí no se trata de ninguna de esas habituales tríadas. Aquí me
voy a permitir mencionar una clase muy definida de asociaciones que podrían denominarse
simplemente, para evitar equívocos, “asociaciones triples”. Digo que me voy a permitir porque
siempre es conveniente solicitar permiso cuando uno va a tomarse el atrevimiento de sacar a la
luz pública recuerdos, algo íntimos, que tal vez no le interesen a nadie más. Pero muchas veces
134
uno tiene una cierta necesidad de exteriorizarlos de alguna manera. ¿Para qué publicarlos?
Repito: necesidad casi imperiosa de exteriorizarlos de alguna manera.
¿De qué se trata? Se trata de algunos elementos guardados en mi memoria. Eso no es novedad.
La particularidad consiste en que están allí guardados de una manera especial. En casilleros muy
particulares. De a tres. Solo de a tres. Y nada más que de a tres. Formando tríadas. Ciertos
recuerdos se han trenzado en un nudo de características muy marcadas al que han concurrido
tres cuerdas diferentes. El caso es que a cada una de las cuerdas concurrentes en uno de esos
nudos triples no las puedo evocar hoy en forma separada. Tiro de la punta de una y sale afuera
el nudo. Tiro de una punta de otra y se arrastra el mismo nudo. Pruebo tirar de la tercera, y sale
también el nudo entero, siempre el mismo. Por cualquiera de las tres puntas que elija. O aunque
no lo elija, porque muchas veces no se trata de un acto voluntario, sino de alguna cirunstancia
no buscada que abre inesperadamente uno de esos casilleros. Cuando alguna circunstancia
fortuita me pone en contacto con el extremo de una de las cuerdas, invariablemnte se arrastra
todo el nudo.
Trataré de explicar algunos de esos extraños nudos, traduciendo el genérico “cuerda” a
términos más entendibles. Empezaré por decir que esos que he llamado nudos están formados
por la siguiente trilogía: una canción – un lugar – una atmósfera emocional. Cada nudo, al
aflorar, despierta una resonancia diferente, particular, específica, inconfundible, que me hace
revivir de una manera total el momento preciso en que las tres cuerdas se unieron en un nudo en
un lugar preciso del planeta.
Nunca sabré cuál de los tres hilos juega el papel de aglutinar a los otros dos. Si es que hay
uno. Tengo la intuición de que se trata de las canciones. Ciertas notas musicales, cuando me
atrapan en un estado emocional particular, parecen meterse adentro de manera imborrable
arrastrando esa atmósfera y marcando ese lugar preciso en que ocurrió el encuentro.
Casualmente me crucé hoy con un libro muy reciente “Musicophilia”, del neurólogo y
psiquiatra inglés Oliver Sacks. quien afirma que la música ocupa más áreas de nuestro cerebro
que el lenguaje y que, así, los humanos son realmente una especie musical. Mis relatos solo son
relatos. Cosas que me pasaron. Ni por asomo pretendo elaborar una teoría.
Un detalle no menor que me parece imprescindible destacar es que las circunstancias de esos
nudos que he dado en llamar “extrañas tríadas” han perdido todo carácter de temporalidad con
respecto a su ubicación en un determinado escalón del desarrollo de mi existencia. Cuando hoy
reviven lo hacen “sin tiempo”. Solo es un nudo de lugar-música-sentimiento. Sin corresponder
en lo más mínimo a una franja etaria de mi vida. Cada una, eso sí, señaló en el camino de mi
vida un punto importante en cuanto a cierto rumbo. Pero no fueron señales en un orden
cronológico estricto. Son más bien señales en una especie de desarrollo circular recurrente.
Pero vamos a lo concreto. Lo más práctico es siempre ir a los ejemplos. Podría mencionar
muchos de estos nudos. Muchísimos. En el blog voy citando solo algunos, sin un criterio de
selección demasiado riguroso. Tal vez asomen primero, no los que entraron últimos, sino,
probablemente, los que más se han clavado en lo hondo de mi ser, aunque no parezcan
demasiado importantes. Los menciono en el orden azaroso en que van aflorando. Puede ser que
si se los colocara en orden cronológico marcarían algún rumbo en la vida. No sé. Siempre hay
idas y vueltas y cosas que se reciclan. Todos presentan, eso sí, una característica común. Todos
esos nudos surgieron en un momento de un fuerte impacto emocional y por la influencia
preponderante de algún motivo musical, acompañado, generalmente, de una letra que actúa
como disparador. No necesariamente fueron esos impactos lo que en una biografía ordinaria uno
llamaría circunstancias determinantes en el rumbo de una vida. Pero por algo se anudaron las
tres cuerdas. Y por algo se guardaron así. Y así, sencillamente, las voy presentando de vez en
cuando.
pantalones largos
17.01.09
135
Cuando el linyera de alma entró al aspirantado o seminario a sus trece infantiles años, era
considerado socialmente un chico y por eso hubiera parecido ridículo que se hubiera atrevido a
ponerse los pantalones largos. En aquellos años, al menos donde se desarrolló la infancia del
linyera el cambio en el largo del pantalón, desde la rodilla al tobillo era todo un reflejo de haber
madurado suficientemente. No había una edad fija para el cambio. En la escuela primaria creo
que a nadie se le ocurría ir con pantalones largos. Algunos se lo ponían en el primero, segundo,
o tercer año del secundario.Ir a cuarto o quinto año con pantalones cortos hubiera sido una
ridiculez.
Después de la Segunda Guerra Mundial la cosa cambió. El uso de pantalones más largos o
más cortos dejó de ser un tema de edad y reflejo de madurez para ser un tema de modas y
decisiones de otro tipo. El cambio también incluyó la moda femenina.
En cuanto a los varones, actualmente, los niños pequeños pueden usar pantalones largos desde
el momento que sea, y seguir usando pantalones cortos en edades posteriores sin pensarlo
demasiado.
Sin embargo, la frase “ponerse los pantalones largos” se sigue usando diariamente entre
nosotros en el sentido de pensar las cosas de una manera razonable, como se supone que deben
pensarlas las personas mayores.
Por ejemplo, el otro día. el titular de la Agencia de Racaudación de Buenos Aires (ARBA),
Santiago Montoya, denunció que "hay muchos sectores vinculados con la actividad de turismo
que nunca se ponen los pantalones largos y actúan como chicos, a los que hay que vigilarlos
todo el tiempo" para que paguen sus impuestos.
El linyera, en relación con esto, recuerda una experiencia que tuvo allá lejos y hace tiempo, en
la década del treinta.
...............
A ojo de buen cubero adivino que fue en 1934. Yo tenía seis años. En El Triunfo. Se cumplían
las bodas de plata de la fecha asumida como de la fundación del pueblo, el día del paso del
primer tren. Creo que había cierta efervescencia festiva. Por ejemplo, se entronizó en la plaza un
cañón del viejo fortín, que se había encontrado en el campo.
Entre otras cosas, recuerdo que fui al salón del bar de Paretta a ver una obra cómica de teatro
representada por una compañía viajera que supongo había llegado en gira desde Buenos Aires.
“EL OTARIO FARÍAS”. Ese era el título. Mucho no recuerdo el argumento. Pero lo que no me
olvido munca es que se trataba de un muchacho un poco ya grandote que tardíamente había
empezado a usar los pantalones largos. Al pisar la calle todos empezaron a gritarle
burlonamente¨
“Ahí va el otario Farías.
¡Se le alargaron los días!”
Hasta aquí, un simple recuerdo más en mi bolso de memorias. Pero faltaba lo peor. Una de las
grandes humillaciones de mi vida.
Mi madre había fallecido hacía casi un año. Mi padre estaba en Alta Gracia. Mi hermana
mayor, con los abuelos en Buenos Aires. Mi hermanita menor y yo vivíamos en el pueblo al
cuidado de Petra.
No sé de quién fue la idea. A los pocos días de la representación de aquella comedia, Petra me
hizo vestir unos pantaloncitos largos de un blanco inmaculado y una camperita también nueva,
de lana y con varios dibujos geométricos de colores.
¡Tonto de mí! Me miro al espejo y me gustó. Salí corriendo a la calle. Me diirigí por la vereda,
136
con paso orgulloso, hacia la esquina de la herrería de Lorenzo. No había caminado cinco metros
cuando uno de mis amiguitos me descubre. Se muere de risa y comienza a vociferar:
¿Morirme? Trompearlos a todos. Creo que me sentí como se puede sentir hoy un flogger
rodeado por una barra de anti-floggers. . Huí a todo lo que daban mis piernas, perseguido por
ese coro infernal:
Llego a la puerta de casa y, en puntas de pie, agarro el pesado llamador y empiezo a dar
golpes.
Petra llega al rescate. Me abre la puerta. Me lanzo al zaguán y me voy a tirar llorando a la
cama.
................
Pasaron algunos años hasta que me puse los pantalones largos. Como prenda de vestir normal.
Los metafóricos “pantalones largos”, índice de madurez, realmente no sé cuándo puedo decir
que me los puse, si es que me los puse alguna vez. Es lo cierto, que aún hoy, pasados los
ochenta, muchas veces me encanta sentirme como un chico.
j. v.
18.01.’9
Revisando papeles viejos el linyera de alma encontró esta página, ya algo borrosa.
...............
Siempre tuve y tengo una cierta resistencia a la escuela. Me resulta desagradable todo lo que
tienda a hacer que todos seamos iguales en todo. Pero ahora no discuto sobre eso.
Rescato solamente una anécdota escolar que guardo como muy positiva en mis memorias.
1940. 4º grado. Escuela Segurola, en Floresta. . Año escolar muy fecundo en recuerdos gratos.
Un buen director. Una gran maestra. Unos compañeros de oro. Todos varones, por supuesto.
Alguna chica no hubiera venido mal.
Estábamos en el aula con la señora Blanca. Nos estaba dando una clase sobre las fases de la
luna. Muy práctica. Había armado una especie de escenario en el frente. Un chico hacía de sol.
137
Otro de tierra. Otro de luna.
En esos momentos llega J.V. a la puerta del aula con un bolso bajo el brazo.
- Señora Blanca, J.V. es un alumno excelente. Yo no necesito trabajar, pero J.V., cuando sale de
la escuela, va a ayudar a su padre en el trabajo de la verdulería. Y, sin embargo, cumple con
todos los deberes y lecciones.
La señora Blanca sabía que éramos amigos. Hizo que nos diéramos un abrazo y nos dio un
beso a cada uno. Para cerrar el episodio nos pidió que recitáramos entre los dos la poesía “El
ombú” que estábamos leyendo en esos días.
138
20.01.09
Una casona de principios del siglo veinte. Frente a las vías. Lejos de grandes ciudades. Allí
nací. Como el caracol la seguí llevando a cuestas. No pesa. La que me llevo es de pura ilusión.
Su planta la tengo hoy tan clara, después de más de ochenta años, como si la estuviera viendo
reflejada en la pantalla de un estudio de arquitectura. Ninguna otra casa me dejó impresa tan
claramente la imagen de cada uno de sus rincones. Con sus detalles más pequeños.
La suelo visitar de vez en cuando. Diría que a menudo. Con la imaginación. Un día es la gran
conejera en el gallinero. Otro día es la bomba de agua fresca. Otro día es el cuarto donde se
afeitaba mi padre en la cama. Otro día es la mesa del comedor con la servilleta arrollada
contenida por el anillo de un servilletero plateado con caperucita y el lobo. En fin...
Hoy no me convoca el pesado llamador sobre la sólida puerta de entrada. ni el amplio zaguán.
ni la pieza de huéspedes a uno de sus lados. Tampoco la pieza de la esquina con ochava y
amplio ventanal. Ni el comedor cpn su salamandra, ni nuestro dormitorio, ni el cómodo cuarto
de baño, ni la otra pieza a su lado. Tampoco la galeria con su toldo. Ni el tanque del alto molino.
Ni el patio techado con glicinas, ni el jardín, ni el tinglado en el gallinero. La cocina con suis
baldosas rojas y su ventana está un poco más cerca de mi visita de hoy. Finalmente llego a lo
que realmente es mi meta. Algo qure tengo vivamente presente. ¿Por qué? Caprichos de la
memoria.
Se trata de una habitación de discreto tamaño, entre la cocina y el lavadero, donde se apilaban,
junto a mil cosas en desuso, un montón de mis juguetes. Los había de todas clases. Bastante
numerosos. El que más usaba era el autito a pedales y una pequeña batería musical. O el
proyector de cine de 8 mm. Pero hay dos objetos, o mejor, dos series de objetos por las que tenía
un especial cariño.No eran juguetes propiamente dichos.
El primero era una colección de vainas vacías de balas de revólver. De las que se vendían en
el almacén. Mario me había traído algunas de regalo y me había enseñado a vaciarlas sin que
estallaran. Allí, frente a la ventana de la cocina, las iba golpeando despacito con un martillo, sin
tocar el fulminane, hasta que se soltaba el plomo. Juntaba luego la pólvora y encendía un
pequeño fuego con un fósforo.
Era un juego infantil. Cuando el linyera supo para que se usaban realmente nunca más quiso
saber nada con ellas, ni en serio ni por diversión..
La segunda colección era de cucardas. Sí, cu-car-das. Se las había ido trayendo un cabañero
amigo de la familia, criador de Hereford, que todos los años llevaba animales a la exposición
rural de Palermo. El linyera había reunido un montón y jugaba con ellas, acomodándolas de una
manera u otra o poniéndoselas a toros imaginarios,
Extraña asociación. Jamás fui sheriff ni ranchero, ni siquiera en sueños, pero por alguna
extraña razón, balas y cucardas aparecen invariablemente juntas en esta postal de las memorias
del linyera.
bajo un ficus
21.01.09
139
- Hola
- Hola. Buenos días.
- ¿Necesita ayuda?
- No. Muchas gracias. Es usted muy amable.
- Pensé que estaba aguardando para cruzar. Siempre es peligroso.
- Mil gracias. Me manejo bastante bien con mi silla. Simplemente estaba mirando.
- Es una linda mañana.
- Miraba todo esto y recordaba mi viejo Buenos Aires. ¡Cuántos cambios! ¡1936.!
- ¿Nació acá?
- No. A trescientos kilómetros, hacia el oeste. Me trajeron a establecerme con mis abielos
maternos en el 36. Cuando nació el obelisco y la 9 de Julio, entre otras cosas... Poco después la
General Paz....
- ¡Me imagino! Pero, buieno, vamos a presentarnos. Yo soy Federico.
- Y yo soy Carlos. Estoy de paso. Me quedé un rato solo en el hotel y salí a dar una vuelta. A
encontrarme con una rara mezcla de ciudad nueva y recuerdos viejos.
- ¿Vino por negocios?
- ¡Qué esperanza! Simplemente andando. Me autodenomino “linyera de alma”.
- Y yo soy un poco explorador y algo linyera. Ahora creo que soy más explorador que linyera.
Acabo de encontrar un rumbo nuevo....Aunque no renuncio a ser linyera...
Y, bajo uno de los ficus de la vereda, nos trabamos en una larga conversación como si
huibiéramos sido dos viejos amigos. ¡Tantas coincidencias! Nos entretuvimos una hora y pico...
Los linyeras siempre tienen cosas para contarse y entenderse...
Hablamos un poco de todo. Caminos recorridos. Experiencias. Sueños. Frustraciones.
Búsquedas. Soledad o participación. ¿Cómo? Cosa rara. Ambos caminamos el ciberespacio pero
nos encontramos sobre una vereda en el suelo porteño.
Aldespedirnos, reflexionamois: Parece que los linyeras de alma somos muchos,,, Si
formáramos un partido políitico, las cosas ¿irían bien?
Verdaderamente fue una extraña aventura enoontrarse de esa manera dos almas de linyera o
dos linyera de alma, como se prefiera.
corazonadas
22.01.09
cosas dichas
a oyentes sin oídos,
a oyentes muy lejanos,
al desierto,
en el ciberespacio...
cosas dichas
antes de ser pensadas,
como salen,
como flechas,
como rayos,
como lágrimas,
como carcajadas...
140
¿brotaron solas?
¿de semillas?
¿quién las sembró?
cosas dichas
a oyentes muy atentos,
a oyentes muy cercanos,
al centro del corazón,
en el océano de la vida.
tríada patriótica
23.01.09
Tal vez sea cierto eso de que surge un raro sentimiento de patria cuando uno, por cualquier
circunstancia, se encuentra lejos de ella.
El linyera, mirando un día una vieja postal, vio que al dorso hace muchos años había escrito
lo que sigue:
.................
Nueva York. Crudo invierno. En el mirador más alto del Empire State. Hace unos diez lustros.
Por detrás de los vidrios. La nieve caía. No tan mansamente. Bajaba. Y subía. Y se retorcía en
remolinos. Para todos lados. De mil colores, con los reflejos luminosos de la gran ciudad. Mil
puntitos danzantes. Un brillo espectacular. Un escenario de fantasía.
¿Y dentro de la mente? Algo raro. Muy infrecuente. Ya en ese punto de mi vida la idea de
“patria” y más todavía el correspondiente sentimiento tenían muy poca cabida en las vísceras
más íntimas. Era algo muy lejano en el espacio y mucho más en el afecto. Sin embargo, sin
saber por qué, salí repentinamente al balcón exterior y envuelto en la nevizca y semiahogado
por el frío surgió en mi garganta un grito espontáneo: “buenos aires, la reina del plata, buenos
aires mi tierra querida...” ¿Era la patria lejana? Creo que no. Era solo el Buenos Aires de mi
infancia. Mejor dicho, de un corto período de mi infancia. Ni era tampoco todo Buenos Aires.
Eran esos cuatro o cinco rincones indelebles para mí. Sin embargo creo que un vago, muy, muy
vago y borroso sentimiento de patria andaba dando vueltas por ahí. Algunas cenizas quedaban.
Pero solo de ciertos rinconcitos...” escuchá mi canción... que con ella va mi vida..”.
Creo haber seguido cantando allí arriba por un buen rato. Nadie me prestaba atención. Cada
uno allí hace la suya y deja hacer a los demás. Seguí solo con la nieve y con mi Buenos Aires.
Creo que usar la palabra “patria” es un craso error en este caso. Eran solo unos pocos pedazos
de una ciudad querida que daban vueltas a mi alrededor con las gotitas brillantes..
Entre la nieve y las luces multicolores desfilaron también algunas escenas del pasado, como
flashes de una película de lo que había sido para mí la “patria”. La primera escena que pasó por
mi mente asociada con la palabra “patria” me llevó allá, a los años treinta y tantos. Llevaba
poco tiempo en Buenos Aires. Una tía me llevó a la Avenida Alvear un 9 de Julio. Un día
radiante en pleno invierno. Un impresionante desfile militar como nunca volví a ver. ¿Para qué?
A decir verdad, nunca más intenté ir a ver ninguno. El presidente Justo, con un colorido
uniforme, en una carroza señorial. Los distintos cuerpos de las fuerzas armadas marchando
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gallardamente entre aplausos y aplausos. ¿Eso era la patria? Hay me río, pero ese día mi mente
infantil se lo creyó.
En adelante, todos los días 9 de Julio y 25 de Mayo solo significaron asuetos escolares, días
sin tener que ir a la escuela. Nada más. ¿La patria? Tampoco asocié nunca a la patria con los
días de elecciones, o los sucesivos golpes militares o juras presidenciales… Mientras
innumerables jóvenes se debatían en ardorosas controversias en una puja incontenible por lograr
una sociedad más justa a su alrededor, yo gasté mi juventud tras un ideal religioso individualista
que mantuvo mi cabeza muy lejos de todo mi entorno. Sin embargo, como entre sueños, la
palabra “patria” despertaba una extraña resonancia emocional con ribetes de un cuerpo social,
una tierra, una historia común, cierto ideales…
Cuando regresé al mundo real tardé bastante, tardé mucho, en empezar a conocerlo y mucho
más en lograr comprender algo. Algo había entrevisto a través de pequeñas hendijas y como
entre espesas nieblas. Pero todo era distinto. Entre otras cosas busqué a la “patria”. No encontré
nada parecido.a lo soñado alguna vez…
Sin embargo, en aquella noche en medio de la nieve en lo alto de aquella torre en una lejana
ciudad, yo cantaba y cantaba “Buenos Aires, mi tierra querida”, mientras en mi interior más
profundo un extrraño sentimiento de “patria”, vaporoso, sutil y poético, parecía estarse
revolviendo.
pentagramas
24.01.09
La vida del linyera de alma marchó invariablemente por las vías quie circunstancias no
buscadas ni deseadas le fueron tendiendo ante sus pies, a veces vacilantes, bajo el impulso de su
instinto de una supervivencia lo más feliz posible.
Invariablemente sus pasos fueron siguiendo acompasadamente los sones de las más variadas
melodías procedentes de cualquier parte. No se conocían ni ahora él utiliza los modernos
instrumentos para descargar música continua en el oído. Las melodías golpearon y golpean con
una acariciante intensidad casi exclusivamente dentro de su cabeza, sin pasar, al menos en
forma aparente, por los canales habituales de los sentidos.
Algunas se anudaron fuertemente a recuerdos imborrables de lugares o cosas. En general
fueron de valor positivo.Muy positivo. Sostuvieron su andar. A veces fueron como salvavidas en
momentos de bajones anímicos. Otras, reiteraron y reiteran momentos muy felices. Pero
también las hay que resultaron sutilmente engañosas.
A más de una de esas melodías de las primeras clases ya se refirió el linyera en este mismo
blog. A la última clase piensa tratarla próximamente.
Aquí simplemente las evoca a todas como sus cariñosas compañeras de viaje.
.................
pentagramas
movedizos
danzantes
ballet de
negras,
142
blancas,
redondas,
notas
vibrantes
jubilosas
sollozantes
bombardeando
oídos
neuronas
corazones
voces del cielo
rompiendo nieblas
portadoras
de luz
de paz
de sueños
de un allá
lejos
indefinido
algua vez
mensaje
25.01.09
De admiración y gratitud. Lo dirige públicamente el linyera de alma al doctor Carlos Trotta..
...............
143
me permitieron reencontrame y reconciliarme con largos tramos de un pasado en gran parte no
querido.Todo un cambio de actitud mental.
¡Cómo voy a olvidar las varias veces quie trataba de adivinar su rostro tras el barbijo en el
quirófano mientras usted soportaba estoicamente mis bromas de mal gusto antes de que cayera
en brazos de la anestesia para que usted hiciera su trabajo! ¡Y sus gentiles visitas a casa en el
postoperatorio! ¡Y su emotivo comentario telefónico después de haber leído mis “Palabras
martcadas”.!
Con mi señora lo estuvimos recordando esa noche con todo el cariño y la admiración del
mundo. Alguien realmente coherente con lo que tantas veces había expresado con palabras..
La música, bajo las presentaciones más diversas, siempre ejerció una profunda influencia
sobre el linyera a lo largo de toda su vida. Especialmente, las que podrían llamarse piezas
melódicas. Muchísimas se asociaron férreamente a la memoria de un lugar preciso y un
sentimiento inconfunsible. A más de una de esas tríadas ya se refirió el linyera en este blog.
En general las melodías que alguna vez le causaron placer podría decirse que fueron
absolutamente positivas para el linyera y lo ayudaron acompañándolo en su caminar o
ayudándolo a tomar impulso en momentos de parálisis.
Pero debe empezar a mencionar también toda una clase de melodías cautivadoras para él,
atrapantes. Tan atrapantes que tejieron a su alrededor una red de seda muy fina y suave, que lo
mantuvo preso con sus arrullos, adormecido con sus néctares....
Guarda escondida una caja espaciosa, colmada con postales pertenecientes a ese tipo.
Verdaderas trampas musicales.
El linyera de alma extrajo hoy una de ellas. Al azar. Y relee lo escrito en su dorso.
...............
El linyera de alma, linyerita entonces incauto y soñador, había cumplido trece años (¿Tendrá
algo que ver ese número fatídico?). Al día siguiente de su ingreso al “aspirantado” pusieron en
sus manos, en carácter de préstamo, un grueso volumen con título latino: LIBER USUALIS. Por
decir mejor, todo el volumen estaba escrito en latín. No solo. Sobre las líneas latinas se
encontraban unas raras figuras llamadas tetragramas salpicadas con gruesos puntos negros que
subían y bajaban y se unían en raras combinaciones. Todo un misterioso descubrimiento. Un
laberinto novedoso que se le presentaba como un desafío. Un rompecabezas. Pensó el linyerita
que descifrando esos jeroglíficos encontraría algo del espíritu divino. Valía la pena emprender la
exploración..
Empezó a preguntar. Y preguntar. Supo que allí estaba atesorado, desde el siglo XI, el
repertorio que cubría cada fiesta del día y cada evento de la liturgia de la Iglesia. Los textos
sagrados usados en ese libro tenían su propia característica. Existía una variedad de formas:
introitos, antífonas, graduales, aleluyas, ofertorios, comuniones, secuencias, etc. a lo cual hay
que agregar aquellas partes de la liturgia denominadas "ordinario": Kyries, Glorias, Credos, etc.
Poco a poco ese mundo del canto gregoriano se convirtió en un mundo muy extraño y
envolvente. Fue un verdadero refugio para su espíritu donde una inmensa parte de lo demás que
lo rodeaba, excepto las horas de estudio, le resuiltaba repugnante y cruel. ¡Cómo ansiaba esas
144
horas de paz y ensueño con esas melodías gregorianas resonando en sus oídos! El linyerita se
sentía como supone que se sienten hoy los jóvenes en una disco. Embriagado sin alcohol.
Viajando por mundos irreales y fantásticos sin necesidad de drogas. En un fumadero de opio
espiritual. En el mismísimo Olimpo.
Una rara combinación de letra y música. Textos esotéricos, pretendidamente revelados, con
una envoltura musical acorde. Para volar con la imaginación y los sentidos.Ayudado por la
“reclusión” en una comunidad que, anacrónicamente, abundaba en rasgos de un medievalismo
monacal, que el linyera se sentía inclinado a aceptar en plenitud.
Pasó el tiempo. Medido en años. La vida se encargó, afortunadamente para él, de sacar,
violentamente, al linyera de esa adicción. Huracanes en lo más interior de su alma y terremotos
en las rutinas cotidianas.
Hoy puede escuchar esas melodías medievales con el más puro placer estético, sin la
contaminación de sentimientos espurios.
Pero esas melodías gregorianas fueron ciertamente una verdadera trampa musical.
Lo comenzó a escribir e imprimir en papel hace cinco años. Cuando perdió sus piernas
y tuvo que encarar una nueva etapa de su marcha, caminando de otra manera. Lo hizo
en forma de una saga en tres entregas.Tres pequeños libros. PALABRAS MARCADAS.
MÁS PALABRAS. VIEJA ALCANCÍA. Una manera distinta de andar. Muy distinta.
Un poco hacia adelante y mucho hacia atrás. Revisitar caminos recorridos Y,
extrañamente, aceptar cargas sobre sus hombros que nunca había querido aceptar.
Aceptarlas, confesándolas abiertamente, comentándolas con quienquiera tenga la
amabilidad de escucharlo...
La intención del linyera fue realmente simple. Presionar las teclas y dejar que salgan sus ideas
“como ovejas del corral.” Sin demasiados filtros. A ser posible, sin ninguno.En un desorden lo
más ordenado posible.
En sus libritos la saga del linyera de alma había adoptado una mínima estructura. En el blog
no hay estructura alguna prefijada. . Solo presionar teclas y dejarlas fabricar mensajes.... Lo que
le dio continuidad es el formato de viñetas.
A lo largo de cinco meses, con bastante más de un centenar de posteos, resulta claro que todos
ellos están invariablemente anclados en experiencias, más remotas o más próximas, más
amargas o más dulces... Siempre experiencias personales. Obviamente ven la luz muchas veces
con ropajes de ficción que, sin embargo, así él lo espera, no borran la espontaneidad del
mensaje.
Al iniciar el blog había escrito el linyera: “ En esa ignorancia e incapacidad he aprendido a
dejarme llevar por la vida como uno de los viejos linyeras de nuestras pampas que eran llevados
por los trenes de carga. La mayoría de las veces sin preguntar por el destino... Hoy me decidí,
no sé si insensatamente, a usar este nuevo tipo de papel que nos ofrecen los nuevos tiempos con
un alcance realmente insospechado. ¿Riesgo? ¿Posibilidad distinta? Lo que sea. Aquí van estas
ondas del linyera de alma...”
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Alguien, anónimo, escribió en internet acerca del blog del linyera de alma: “Es marcada la
crítica al mundo profesional y académico establecido.”
Para los oídos del linyera eso suena como un verdadero halago. Aunque se permite, con
humildad, proponer una distinción en la interpretación de la palabra “crítico”.
Si por “crítico” se entiende aquel que no está de acuerdo con algo, al menos en forma ingenua
y pasiva, el linyera se siente “crítico.”. En general, todo lo que puede llamarse “establecido” en
el mundo en que se mueve le suele resultar urticante, asfixiante, repelente, feo, molesto... Eso lo
“siente” así. No lo razona demasiado. Es una cuestión de pìel. Indudablemente ese sentir ha de
verse reflejado en las líneas que salen de su teclado. Sin querer. Sin proponérselo.
Pero si por “crítico” se entiende una observación racional de las instituciones vigentes, de
cualquier tipo que sean, detectando sus puntos débiles y sus trasfondos y esto unido a alguna
propuesta de corrección o sustitución por otras mejores, entonces nada más inadecuado que
aplicar al linyera el término “crítico.”
Nunca se ha creído ni se cree con capacidad para organiuzar la vida de los demás. Apenas trata
de que la suya se mantenga a flote. Tal vez no le disgustaría encontrar alguna propuesta práctica
de una organización a la que pudiera adherir con gusto... A la mayoría de las que conoce,
especialmente las llamadas oficiales, solamente las soporta si no tiene más remedio...
Y el diario, crítico o no crítico, sigue su marcha, con la esperanza, sincera aunque débil, de
encontrar en el camino cada vez ondas de más comprensión y aceptación mutua.
¿frustraciones?
29.01.09
Una de las primeras palabras en la lista de las “marcadas” , por simple cronología en el
desarrollo biológico del linyera , fue la que reescribe a continuación: repproduciendo aquel
primer relato:
...............
GALLO PIGMEO
En ese mismo año (1932), fecundo en recuerdos animales. El escuerzo, de este lado del
alambre romboidal, en el jardín. Ahora el recuerdo salta al otro lado, al gallinero. La jaula de los
conejos, el techado para que duerman las gallinas, la casilla de la perra, donde más de una vez
me acostaba con ella...Una gran pila de marlos, que nos acababan de traer del campo para la
cocina económica....Unas cuantas gallinas, de todos los colores, blancas, batarazas, coloradas...
Había un nuevo huésped, un recién llegado, regalo de un chacarero amigo...
- ¡Qué chiquito!
- ¿Viste?
- Es chiquito pero tiene cara de grande.
- Sí, se llama gallo pigmeo.
- Es lo más lindo de todo el gallinero. Me quedo un rato a jugar con él.
Así lo hice. Jugamos. Corrimos. Por momentos era como que me atacaba. Cuando desplegaba
las alas y alzaba la cabeza parecía un rey. Seguimos así un largo rato. Hasta la tardecita. Cuando
empezó a oscurecer, nos subimos a la “montaña” de marlos y ailí me senté con el gallito al lado.
Bueno, pensé, para que no tenga frío de noche lo voy a dejar al cubierto. Tome una lata vacía de
querosene de 20 litros, abierta por arriba. La invertí y lo deje a mi pigmeo cubierto por ella para
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pasar la noche. Le dije adiós y me fui del gallinero
Una sopa, unos minutos de guitarra, con Mario, en la cocina y ¡a dormir! Sueño
intranquilo...¿Estaría bien el gallito? ¿Tendría frío?¿Iba a despertarse al salir el sol para
saludarlo con su canto?
Vino la luz. Tomé mi tazón de Toddy y volé al gallinero a visitar a mi nuevo amigo. Allí
estaba la pila de marlos y arriba de ellos, en el medio, la lata de querosene. Corro. La doy
vuelta. ¡Ay! El gallito pigmeo no se movía. Estaba allí, quietito, acostado, con los ojitos
cerrados....¡Lo había dejado sin aire!
Fue una experiencia muy dura... Una ilusión frustrada. ¿Habría muchas más en la vida del
linyera? Frustraciones causadas por imprevisión, por falta de consejo, por entusiasmos
incontrolados en la vida del linyera.....Algunas frustraciones más tarde no tuvieron retorno,
como la del gallito...Otras dejaron cicatrices pero no fueron mortales...No es una vida fácil la
del linyera. Muchas cicatrices se ven. Otras, son tan profundas que nadie las imagina...
...............
Tal vez esa haya sido una de las primeras “frustraciones” de las que el linyera tenga memoria.
Ral vez haya sido la primera, pero, ciertamente, no fue la última. Su vida estuvo más que llena
de pequeñas, medianas y grandes frustraciones.... esos deseos de algo, seguidos por algún
intento de alcanzarlo y fracasar en el logro.
El linyera de ninguna manera caliifica estas frustraciones como males, dado que no maneja, al
menos por lo que a él se refiere, una escala de valores “bien / mal”. Lo que le sucede,
simplemente le sucede. No es ni un bien ni un mal. No utiliza jamás esas palabras en ese
sentido. Una frustración ,o sea un fracaso, en un intento por lograr algo es solamente una
experiencia más en su vida.
El linyera ha tenido miles. Todas fueron un verdadero aprendizaje. En cada una sacó
experiencia de lo que no es capaz de lograr. Eso le sirvió para tratar de no desear aquello que no
va a poder conseguir.
Las frustraciones como aprendizaje fueron y son parte e su filosofía de linyera de alma. Ya
sabe, pòr lo menos, que nunca va a dejar durante toda una noche un gallito pigmeo debajo de
una lata de querosene.
lo feo
30.01.09
Si la lenta y gradual desaparición de la escala “bueno – malo” en la mente del linyera de alma
tuvo su punto de partida en un gallito pigmeo, el enturbiamiento de la escala “lindo – feo”
empezó con una araña. Todos misteriosos desarrollos en su mundo inconsciente hasta que
fueron aceptados por él racionalmente y le resultaron una verdadera fuente de paz interior.
El descubrimiento de la línea que podríamos llamar estética lo narró así en sus “palabras
marcadas” con una fecha aproximada a la del gallito pigmeo.
...............
ARAÑA POLLITO
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- Es una araña pollito.
- Una ¿qué?
- Araña pollito. Porque es muy grande, casi como un pollito.
- Nunca había visto.
- En la estancia había muchas. Acá en el pueblo es la primera que veo.
- ¿Son malas?
- Creo que no, pero asustan...
Ese bicho grande, negro y peludo,con ese nombre extraño, araña pollito, se metió en el cofre
de las palabras marcadas. Como no lo hizo ningún otro animal más cariñoso y más lindo. El
perro, el gato, la mariposa, el colibrí, todos ellos entraron sin registro. Sólo quedó marcada la
araña pollito. ¿Sería un presagio de algunas noches oscuras y amargas que sobrevendrían?
...............
En el momento de escribir esas líneas el linyera interpretaba la súbita aparición de ese bicho
peludo como una especie de signo ominoso. Hoy prefiere considerar esa “fotografía” como
origen y fin de su tabla de apreciaciones estéticas.
La belleza siempre ocupó y ocupa un lugar de preferencia en el alma del linyera. Todo lo que
se le presenta produce inmediatamente un toque estético con una irresistible resonancia
emocional. O le gusta o no le gusta. Cualquier cosa sea. Un paisaje, una persona, un objeto, un
sonido, una palabra, una comida...
En realidad, hablar de su “tabla” de apreciaciones estéticas es un error. No existe tal tabla. No
hay una catalogación permanente. Puede modificarse de un instante a otro.
¿Fue la araña pollito un primer símbolo de “lo feo”? Quizás. Tal vez hoy la vea con indiferencia
y hasta con placer.
El mundo del linyera es indudablmente un mundo estético. ¿Podria describirse? Una cosa es
cierta. El gusto del linyera de alma suele estar muy, muy lejos del de todos los círculos que
pretendidamente monopolizan las opiniones estéticas en las áreas de las distintas así llamadas
grandes artes. Tiene un criterio muy personal y cambiante. Muy apartado de todos los cánones
de belleza “establecidos”. Y no está dispuesto a cambiar.
Es un nombre muy ligado al linyera pero que nunca tocó en sus escritos hasta hoy. ¿Por
alguna razón? Fue y es como un tabú para él. Fue una figura muy cercana y muy lejana.
¿Paradójico? Quizás. Tratará aquí de explicarlo.
Lo conoció cuando tenía doce años. Solo un nombre. Sin figura y sin voz. Un lugar de
recreación. Luego un colegio. En Buenos Aires. Perteneciente a una congregación por él
fundada, llamada de los “salesianos”. No le hablaron de él. Pero el nombre “don bosco”
resonaba aquí y allá una y otra vez. Muy repetido. Tal vez hasta cansar.
El linyerita tenía en la mente vagos ensueños de aventuras religiosas misioneras en Asia o
África. Sin definición ninguna. Todo en las penumbras. Habia caído en ese colegio por pura
casualidad. Con rara habilidad algunos miembros de esa comunidad pusieron el ojo sobre él y lo
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enredaron. Sin buscar ni su mal ni su bien. Solo tratando de engrosar el número de miembros de
esa institución. Había una especie de competencia numérica entre ese tipo de instituciones en la
Iglesia. Dentro de cada una se hacían méritos consiguiendo candidatos.
El linyerita entró en la red. Con libertad. ¿Con dudas? Él buscaba un camino espiritual. Pero
¿era ese? Le explicaron que la casa de foprmación de los salesianos era como un abanico que
después se abría a una cantidad de vías distintas. Él iba a encontrar, algún día, la suya.
Ese día no llegaba. Y no llegó. Había cosas que le gustaban y lo entretenían. El canto, la
liturgia, el estudio serio, especialmente el latín. Pero el día de encontrar allí “su” camino, el que
respondiera a sus más íntimos deseos, no aparecía nunca. Rutina tras rutina. 30% agradables.
70% pesadas y mortificantes.
¿Don Bosco? Omnipresente. Padre, fundador, guía, inspiración. Las reglas escritas por él
organizaban toda la vida. Hechas cumplir por quienes las entendían cada uno a su modo. Don
Boosco. El gran educador, creador del sistema preventivo, salvador de la juventud pobre y
abandonada, obsesionado por la idea del pecado, predicador de la castidad salvaje.
El linyera se forjó de él la imagen de un gran luchador social. Admirable. Digno de ser
aplaudido e imitado. Pero nunca lo sintió como un modelo para sí mismo. Siempre pensó que,
de haberlo conocido personalmente, jamás hubiera podido cambiar dos palabras con él.
Recibió muchísimo de Don Bosco. Toda una “formación”, intelectual y moral, con sus más y
sus menos. Trabajó varios años para la institución como docente y como “asistente”, es decir,
una especie de preceptor en sus colegios. Siempre al margen de su línea en lo que puede
referirse a educación moral y religiosa. Un simple trabajo de convivencia productiva en las
áreas que se le asignaron. Lo tomó como una especie de devolución por medio de trabajo de los
beneficios recibidos. Pero sin identificarse nunca con una línea educativa propiamente dicha.
Había entrado en el lugar equivocado. Una institución muy ponderable. Pero el linyera nunca
se sintió consustanciado con ella. Hasta experimentaba vergüenza de pertenecer. Se veía fuera
de lugar. En mil detalles. Era algo asfixiante.
Tenía que seguir allí porque eso le había sido inculcado férreamente como un mandato divino,
un decreto irrevocable de Júpoter. Lamentablemente eso nunca lo pudo conversar con nadie.
Podía haber recibido ayuda. En algún momento la liberación llegó. No es tema de este posteo.
Hoy se cumple un aniversario más de la muerte de Don Bosco. Un hombre realmente valioso
y admirable desde el piunto de vista de la sociedad humana. Pero de ninguna manera un modelo
por el que el linyera haya sentido la menor atracción. Un gran respeto. Solo eso. Y una dosis
importante de gratitud.
incertidumbres
02.02.09
PANADEROS
Media mañana. Sol radiante por todos lados. Poco me importaba el sol en otras partes del
planeta o del universo. Mi sol en ese momento era el que dejaban pasar a cuentagotas las
persianas de mi habitación. 1932. Carnaval (¡qué tiempos en los que había carnaval!). La casa
del pueblo. Golpean a la ventana. Gritos de alegría. Me acerco. Abro. Una comparsa de
mascaritas venía a saludarme. ¡Qué lindo! Un rato alegre sin que yo hiciera ni dijera nada. Solo
pasar un lindo rato mirando al grupo.
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Se van con sus cánticos a otra casa. Me quedo en la ventana. Mirando. La vereda. La calle
polvorienta. El alambrado. Las vías del ferrocarril. Los galpones. Más allá el campo. Y más
campo. Miro y miro. De pronto cruzan frente a mí, a la altura del hilo del telégrafo unas cositas
muy livianas. Blanquecinas. Con un puntito más oscuro en el centro. Y una especie de rayitos
muy tenues que parten de allí. Pasan volando. Pasa una y viene otra. Arrastradas por el viento.
Un viento suave. Iban despacio.
- Petra, mirá...
- ¿Qué?
- Aquí en la ventana. Vení. Ya se fueron las mascaritas.
- Ahí voy.
- ¿Qué son esas cositas que pasan?
- ¿Cuáles?
- Parecen mariposas, pero no son mariposas...
- Son como florcitas secas. Creo que son de unos cardos...Los llaman panaderos.
Me quedé mirando. ¿Adónde van? ¿De dónde vienen? ¿Saben lo que hacen? Se dejan llevar
por el viento. ¿Yo voy a estar siempre aquí? ¿O empezaré a volar como los panaderos?
Los volví a mirar otros veranos. Siempre igual. Indiferenciados. ¿Cuál será el mío? ¿Adónde irá
mi vida? ¿Está en mis manos? ¿Está en la manos de alguien? Volar, volar...Mi panadero un día
se iba a meter por una puerta ancha que parecía dorada y atractiva. Tenía una cartel que decía
“Camino al sacerdocio”... Tras la entrada había un cuadro maravilloso: el paraíso, paz, dulzura,
meditación continua, música celestial, trato cotidiano con un “dios” muy espiritual,
infinitamente sabio, todo un amigo...Era solo un cuadro, un tapiz mágico...Una vez pasado el
umbral, el panadero entraría en una serie de remolinos, como si Eolo hubiera soltado todos los
vientos de su caverna...Para aquí, para allá, para arriba, para abajo, sin encontrar la calma del
paraíso y ni siquiera la posibilidad de un retorno a la vida común, al aire de siempre....
Habría algunos remansos. Me pondrían a enseñar. El linyera se dejaría llevar sin protestar.
Enseñar le iba a gustar.. Transmitir algo de sí. Dar algo. Con ganas. Con cariño. Dar clases,
especialmente de lenguas clásicas. Son tan ricos los clásicos. Cualquier cosa, mientras no fuese
enseñar “religión”. Era un tema de preocupación personal para el linyera, pero nunca tuvo
convicción como para enseñar a otros esas cosas arcanas. Nunca podría enseñar aquello que no
tenía totalmente asimilado. Entregar algo suyo, eso sí. No leer en un pizarrón a la distancia y
vocearlo. como un locutor de TV
...............
Un día los vientos soplarían muy muy fuerte, tanto que sentiría como si iba a querer ayudarlos
a salir...¿Hacia dónde? A cualquier parte. Desprenderse de esos torbellinos, siempre allí.
Serían como un huracán. Un túnel muy oscuro. Una lucecita allá a lo lejos..
Otro día se vería de golpe en un mundo verdaderamente real. Sin garfios de conciencia. El
panadero volaría sereno, feliz, tan feliz que parecería estar suspendido en una nube de éxtasis.
¿Se movería?
Una suave brisa lo seguiría impulsando... Aparecería en su camino una cosa que se llama plata
y sin plata no se puede vivir en nuestro mundo. Trabajaría en lo que sabía hacer: enseñar. No es
que supiera hacerlo, pero otros así lo creerían y le darían plata por eso. Mil veces querría romper
con ese último lazo. Imposible. Fracasaría en todo lo que no fuera docencia. Dejaría que el
panadero siguiera por ahí, sin intentar forzarlo. ¿Para qué? Incluso llegaría a realizar con
entudiasmo y confiando solo en su intuición y capacidad personal algunas incursiones
“científicas” dentro de las humanidades, tanto como para probar de que bajo un cierto disfraz de
especificidad, todo es para cualquiera. No se metería en el mundo tecnológico de las llamadas
ciencias duras. Las dejaría pasar con una mirada amigable e interesada, pero para que las
trabajen otros, aunque gracias a los que descubrirían la insulina el linyera podría estar
escribiendo estas cosas..
El linyera cosecharía eso sí, en estos viajes del tren por desvíos y circuitos turísticos, como sin
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darse cuenta, la amistad, el respeto, cierta admiración, en fin, la compañía de muchos otros
panaderos del aire que, aunque anclados cada uno en su pedacito de universo, le brindarían
inestimable, generosa y, tal vez, indispensable, compañía por los diversos tramos del viaje.
Un día en ese andar y andar, ahora libre y feliz, quedaría incrustado en una flor de extraña
belleza, no conocida por él hasta entonces... Se llamaría “mujer”. Una palabra conocida
ciertamente para el linyera, una palabra de las comunes, sin registro de palabra marcada. Lo que
el linyera descubriría no sería ahora una palabra sino una realidad, un giro nuevo, una vía hasta
entonces ignorada, un tren distinto, muy distinto, para un linyera que había conocido tantos. El
viaje ya no sería el mismo .Sería un viaje compartido.
Luego surgieron de allí otros panaderitos y el linyera aprendió lo que era querer de verdad a
otros y compartir de veras cosas y cosas...hasta...
...............
Tal vez el “panadero” fue la mejor imagen de la vida del linyera de alma. Dejarse transportar
flotando en el aire. Brisas o huracanes. Flotra. Flotar apasiblemente. Siempre en la
incertidumbre acerca de lo que le depara el minuto siguiente. Sin temores que perturban ni
deseos irrealizables.
georromanticismo (1)
04.02.09
El linyera se siente tentado a utilizar esta palabra “georromanticismo.” Al menos, con respecto
a sí mismo. Es la primera vez que la usa. Es lo cierto que conceptos parecidos han tomado
forma en términos tales como, entre otros, “geobiología” o “feng shui.” Analizan los efectos de
factores ambientales sobre los seres vivos y las correspondientes acciones que estos pueden
tomar para adaptarse mejor al medio ambiente o modificarlo para adaptarlo mejor a sus
requerimientos.
A veces se trata simplemente de elegir la combinación de colores de un ambiente,
concernientes a la función, personalidad de los ocupantes y armonía en el conjunto y con el
entorno.
Se han intentado numerosas explicaciones para esta interacción entre el ser humano y su
entorno físico. Por ejemplo, el concepto del yin - yang es fundamental para el feng shui, que es
la idea de opuestos sin oposición. Son complementarios y se necesitan mutuamente para existir.
Los cambios constantes de interacción de yin y yang dan lugar a la infinita variedad de patrones
de la vida..
El linyera, con su característica actitud de contemplación más bien pasiva de la naturaleza, no
está interesado en explicaciones. Tampoco se preocupa por modificar su entorno. Lo vive y lo
siente con las vibraciones que en cada momento dado este le arranca.
................
EL AUTITO FANTASMA
Un lugar de recuerdos muy vivos atados a unos cuantos flashes dispersos, ligados
imperecederamente a una imagen es Alta Gracia. Evoco en esta postal la memoria que, en
estricto orden cronológico, es la segunda de ese lugar serrano tan ligado a mi nebulosa infancia.
Es, sin duda alguna, la segunda postal. La primera, como ya escribí hace tiempo, es la de estar
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cargando nafta en una YPF, con Mario al volante, donde escuché por primera vez la misteriosa
palabra “fallecer” en relación a mi madre que yo creía haber dejado reponiéndose en el
Sanatorio “Córdoba” de Buenbos Aires.
Ya en el chalet que alquilábamos me veo en el comedor, con Mario y mi padre, haciendo
pruebas sobre la mesa, libre de todp obstáculo, con un autito azul brillante. Se le daba cuerda y
se desplazaba solo sobre la mesa. Nada de control remoto Cuando llegaba a uno de los bordes,
doblaba magistralmente y seguía su marcha en. otra dirección, hasta que se terminaba la cuerda.
Más cuerda y otras marchas. Sin caerse jamás de la mesa.
Después de un buen rato de demostraciones y en vista de mi intriga Mario me hizo ver el
secreto. No ra un milagro. Había una gomita colocada estratégicamente que impedía que el auto
se desbarrancase y le hacía tomar otra dirección al llegar al borde de la mesa.
Me contaron luego que al salir de la estación de servicio habíamos ido a una juguetería a
buscar ese chiche. Ahora imagino que a Mario se le ocurrió eso pra distraerme después de notar
mi estupor ante la expresión dirigida por él al playero cuando le había dicho “su madre
falleció”.
Lo realmente extraño del caso es que, a pesar de toda la admiración que me produjo el autito
azul fantasma, no tengo otro recuerdo de él en ningún otro día. Es como si todo hubiese sido un
sueño de una noche de verano. Mi padre, Mario, yo, la mesa y el autito. Allí. Una sola vez. Sin
repeticiones.
Uno de mis flashes clásicos de “Alta Gracia y yo”. El segundo en orden de tiempo. ¿Y el cariz
romántico? Un niño de cinco años embelesado con un autito que efectuaba raras maniobras. Un
pedacito de su cabeza en el sanatorio de Buenos Aires donde se “restablecía” su madre. Otro
pedacito analizando una y otra vez esa palabra nueva, “fallecer”, cuyo significado no se atrevía
a preguntar. Y un pedazo bastante grande de su cabeza ocupado por un fantasma, un conductor
invisible de un autito azul que no se caía de la mesa ni se cae jamás de su cerebro y lo transporta
en un instante a un viejo chalet en Alta Gracia.
georromanticismo (2)
05.02.09
A veces la influencia romántica de un lugar sobre el corazón del linyera de alma es una
corriente que puede venir de muy lejos. No es una evocación sentimental sino un puro concierto
emocional elaborado en el taller de la imaginación.
Cuando hace ya algunos años su hija se fue a radicar a España y fue a recalar en un lugar
llamado Esparreguera, la sucesión melódica de las sílabas de ese nombre, despertó en su mente
una rara resonancia poética.
....................
FUE EN ESPARREGUERA
Ni lejos ni cerca...
No tiene distancias
Un alma que encierra
A su mundo dentro.
Fue en Esparreguera,
Ni lejos, ni cerca.
No tiene distancias
152
Un alma que encierra
A su mundo dentro.
Fue en Esparreguera,
Ni cerca ni lejos,
En la vieja España,
Lar de los abuelos.
Nido de cariño,
Con todos sus sueños,
Allí bien guardados,
Ni lejos ni cerca,
En Esparreguera.
noches
06.02.09
Releyendo una paginita de hace algún tiempo:
....................
....................
Buscando una imagen para representar gráficamente una síntesis de lo que las noches han
significado para el linyera en su trayectoria, el linyera buscó y buscó y buscó.
Una primera conclusión fue que no le quedó la menor duda de que las noches jugaron en su
vida un papel mucho más importante que los días. Como si aquellas hubieran sido siempre la
153
esperanza de una aurora luminosa después de las marguras de algún día o simplemente un sueño
reparador en el que se destilaba la esencia de momentos gratificantes.
Sin pensarlo más, el símbolo elegido para sus noches fue este:
raíces
07.02.09
El linyera, en su infancia, sufrió continuos trasplantes de un suelo a otro. Es por esa razón, tal
vez, que la tríada musical que lo liga sentimentalmente a su pueblo natal quedó extrañamente
aferrada a una canción de un lugar muy lejano a su terruño.
Lo narró así:
....................
“este que canta es barboza, pastorcito tafileño..”. Cualquiera creería que la imaginación vuela
hacia Tucumán. Nada más equivocado. Se trata de un vuelo más cercano, nada más que al oeste
de la Provincia de Buenos Aires. A un pueblo pequeño, tal vez un poco más pequeño con el
correr del tiempo, a medida que hay más carreteras y menos ferrocarriles.
En ese pueblo había pasado yo, en forma algo intermitente, buena parte de los ocho primeros
años de mi vida, empezando por haber allí visto la luz de este mundo. Fueron solo pedacitos de
existencia, pero muy fuertes, imborrables, cargados de sentimientos profundos, de ecos
envolventes, de sueños, de sorpresas, de misterio…
Muy pocas veces volví físicamente allí. Fueron algunos retornos muy breves y esporádicos.
Hace décadas. Por alguna razón que jamás llegaré a entender el recuerdo, algo sutilmente
vaporoso de mi pueblo, se anudó con una melodía que, aparentemente, poco tiene que ver con
él. Fue en una una de esas ya lejanas y cortas vueltas al pago. Asistía a un cierto festejo en el
club. En el escenario, una chica de la escuela, acompañándose diestramente con su guitarra y
con una voz encantadora entonó “pastor de nubes”. Era la primera vez que lo oía. Se me
clavaron hondo las nubes y la escena toda.
Oigo esa canción y en lugar de volar al NOA me quedo enraizado en el oeste bonaerense, en
El Triunfo.
allá en la primaria
08.02.09
La escuela primaria que más quedó grabada en su memoria. Allí paso el linyera tres años
incompletos, de 2º a 4º grados. Una lluvia de recuerdos. en un viejo y alegre edificio colonial.
154
Una vez narró lo que sigue, con pinceladas de realidad y ficción.
....................
COMO ENTONCES
(a pesar del tiempo)
Raúl estaba sentado fuera de la oficina del fiscal.. Aguardaba que lo hicieran pasar para leerle
los cargos. Lo habían citado. No sabía bien por qué. Con sus setenta años era la primera vez que
estaba en un juzgado. Tal vez se tratase solo de una confusión. No quiso sentarse. Hacía ya dos
horas que esperaba. Temblaba como una hoja. No podía concentrarse . Una sola cosa se revolvía
en sus neuronas: ¡Aquel 9 de Julio sesenta años atrás!
***************
- ¿Les gustaron estos versos de Olegario Víctor Andrade? preguntó la maestra de 4º grado.
- ¡Síiii, señoritaaaaa!!! respondió un coro de unos treinta mocosos, tratando de quedar bien.
En realidad, ya era el mes de julio y los chicos estaban acostumbrados a leer prosa y poesía de
nombres que, al menos en esa época, eran importantes: Miguel Cané, Juan María Gutiérrez,
Domingo Faustino Sarmiento, Joaquín V. González...
- Falta una semana para el 9 de Julio. Si alguno aprende todos los versos de memoria para la
semana que viene, los va a recitar en público en el acto patriótico, en representación de nuestro
grado.
Noche tras noche, verso tras verso, estrofa tras estrofa, las ochenta y cuatro líneas parecían
irse quedando pegadas en la memoria de Raúl. Lo repetía y repetía. No pensaba en las palabras.
Solo era música. Hasta que lo acunaba el sueño.
- Bueno, ¿alguien se anima? – preguntó la señorita en clase la víspera del gran día.
Raúl levantó la mano. Solo él. Nadie más. No hubo extrañeza en el curso. Todos los
compañeros lo conocían como de buena memoria. Pasó al frente y lo recitó de pe a pa sin
siquiera pestañear. De un tirón
***************
155
Llegó el gran día. 9 de Julio. Muchísimo frío. Guardapolvo blanco impecable. Escarapela
reluciente. Los pómulos enrojecidos por el aire helado y los dedos de las manos morados e
hinchados con los sabañones. Día de sol. Formación perfecta de los alumnos de 2º a 6º en el
patio colonial embaldosado a nuevo. La profesora de música, flaca y pálida como de costumbre,
sentada al piano para el himno y otras canciones patrias. El personal directivo y docente en sus
respectivos lugares. La enseña celeste y blanca a lo alto del mástil. Todo lo que corresponde
para un acto escolar comme il faux
Todo empezó bien. Himno. Una marcha. 6º grado: una escenificación. Una canción por un
pequeño coro. 5º grado: una canción folclórica con dos guitarras.. 4º grado:
Raúl temblaba. Caminó hasta el lugar indicado, afrontando cuatrocientos ojos. Apenas podía
tenerse en pie. Le temblaban los tobillos. Le temblaban las piernas. Todo el cuerpo. La cabeza...
Sentía un frío intenso...
Raúl arrancó. Sin dejar de temblar. Sin el menor ademán. Los brazos pegados a ambos lados
del cuerpo. Como una estatua de mármol, pero sacudida como por un terremoto. Los versos
salían uno tras otro sin pausas ni modulación alguna.
Hasta el final.
Un aplauso largo y cerrado. ¿De compasión? El director se acercó y, con una fuerte palmada
en la espalda, como para hacer cesar el temblor, exclamó con su vozarrón de siempre: “ ¡Qué
memoria!” Pero Raúl seguía temblando. Como setenta años después en un juzgado.
georromanticismo (3)
09.02.09
Echando un vistazo a cualquier folleto de turismo se podrán encontrar variadas propuestas que
inviten a visitar esa localidad limítrofe entre Brasil Uruguay., llamada Chuy. El linyera estuvo
allí una vez sola y lo que esa visita le dejó prendido en el rincón romántico del alma no es
ninguna de ellas , ni menos aún, una visión global del lugar.
Lo más ligado a su memoria y que para el linyera es la primera postal que se asoma cuando le
nombran Chuy es lo que así describió como la postal que guardó de esa visita.
156
....................
Poco después del mediodía. Día caluroso. Fines de enero. Una vuelta en el auto. De
reconocimiento general. Distintas y variadas imágenes. Estacionamos finalmente en un espacio
autorizado de la avenida central y divisoria, Brasil-Uruguay.
Las mujeres se fueron a recorrer el sectror iiriguayo de los free-shops. Mi hijo tomó el rumbo
de los negocios del lado brasileño, interesado en el posible hallazgo de repuestos o accesorios
para automóviles.
Yo, todavía con piernas pero con escasa posibilidad de utilizarlas, preferí caminar lo menos
posible. A esperar, tomando algo fresco. Tras una mirada de inspección veo cerca un único local
abierto. Del lado brasileño. Un gran cartel que decía “espeto corrido.” No recuerdo el nombre
del lugar. Si es que tenía un nombre.
Entro. Todo muy sencillo. Más bien pobrón. Unas pocas mesas. Casi todas desccupadas. Elijo
un lugar lo más fresco posible, porque, por supuestro, no había aire acondicionado.
Como, según aclaré, casi no había comensales, dado que era ya un poco pasada la hora del
almuerzo, los dos mozos, dos brasileños de tez negra y amplia sonrisa, se me acercaron.
Comenzamos a charlar. Tomaron asiento a mi lado. De todo un poco. Política, economía,
deportes, la vida en ese lugar de frontera, el presente, el pasado, el futuro...
También nos acordamos de comer. No tuve necesidad de molestarme en ejercer el
autoservicio. Me acercaron, ante todo, unas cervezas bien frescas, que, naturalmente,,
compartimos, ensaladas y una espada para ir eligiendo... Y otras espadas y otras cervezas... Sin
exagerar. Salvo la bebida, el precio de la comida era fijo. Muy accesible.
Estuvimos unas tres horas. Hasta que me reuní con la familia y emprendimos el retorno hacia
Punta.
Si tengo que sintetizar la postal, lo primero que viene a mi mente al pronunciar la palabra
Chuy es una especie de audio de una charla muy entretenida , en medio del espeto corrido y la
cerveza brasileña.
georromanticismo (4)
10.02.09
El nudo romántico que ata un lugar a una determinada postal en la memoria del linyera
puiede, a veces, referirse, a un objeto inexistente en la escena representada.
Así, al menos, ocurrió cierta vez, por lo que el linyera recuerda, allá por 1930, poco después del
golpe de Uriburu.
CAMELLOS
En la postal no aparece ningún animal de esos con doble joroba. El lugar se llama Bayauca
nombre indígena que significaría “yegua blanca”, aunque tampoco aparece ninguna. Pleno
campo, a poco más de ciuatro leguas de Lincoln.
157
Habíamos estacionado el Ford A 28 junto a unos eucaliptos muy altos que eran los primeros
de una larga serie que bordeaban el camino hacia el interior de la estancia. Nos quedamos allí,
junto a la tranquera. Una tranquera elegante, como correspondía a un establecimiento
importante.
Mi padre conversaba allí de negocios con el mayordomo mientras que yo, de poco más de dos
años juntaba unas ramitas cerca del auto.
Una tarde primaveral espléndida. Perfume del campo. Silencio absoluto. El sol ya sse había
ocultado detrás de un monte lejano y todo estaba invadido por ese misterioso romaniticismo
crepuscular.
Yo seguía con mis ramitas sin prestar atención a si unas cabezas de ganado se vendían en unos
centavos más o menos.
No había ningún otro ser viviente a la vista. De pronto me sobresalto ante unos poderosos
sonidos que comenzaron a llenar la atmósfera. Evidentemente se trataba de poderosos mugidos
de unos espléndidos ejemplares Shorthorn que estaban fuera de mi vista. y despedían
cariñosamente al sol. Yo, del otro lado del Ford, no los ví y me puse a temblar de terror. Me
acerqué corriendo a mi padre.
Me acarició:
¿Camellos? Se quedaron en mi postal de Bayauca. Creo que solo en mi postal. Pienso que
nunca visitaron ese paraje.
romanticismo toponímico
11.02.09
158
moral sobre alguien.
Un detalle. El pueblo donde nació se llama El Triunfo. En ocasión del centenario, que se
cumple este año, se llegó a discutir si el nombre es apropiado o no. ¿Triunfo? ¿De quiénes?
¿Contra quiénes? Ese es un tema para historiadores. No es para los que nacieron allí y ahora
pretenden que hubieran nacido en un lugar distinto. ¡Jamás!
releyendo
12.02.09
Su propio blog. La página del 05.09.08. El título era “olvidar”. El encabezamiento decía: “Fue
ayer, 4 de setiembre, hace sesenta y siete años, un día “nigro signanda lapillo”. Pero ese color
negro azabache solo lo advirtió el entonces incauto chiquilín bastante después. En 1941 todo le
parecía de color rosado. Se fue tras las huellas de un algo divino inaccesible.”..
Años después invocaba al Leteo con estas palabras:
Y continuaba reflexionando: “El linyera quiere contar en este diario la historia de algunas
otras palabras que se almacenaron de manera especial en su mente además de las marcadas.
Antes que nada, un paso previo. Antes de recibir en su cerebro nuevas palabras: Olvidar.
Olvidar. Olvidar. Borrar de la memoria. Limpiar las neuronas con un buen detergente y dejarlas
vacías. Hacer de cuenta que lo que existió no existió. Que lo que fue no fue. Que lo que se quiso
ya no es más algo querido.”
Y concluía con tristeza: “ El pasaje a través del Río del Olvido fue, indudablemente, mirado a
la distancia, uno de los hitos esenciales en el viaje del linyera.”
Ayer releyó esa página y creyó conveniente cambiar el título “olvidar” por el de
LIJAR
En aquellos momentos creí que las aguas del Leteo habían demostrado un poder detergente
absoluto. Pensé que toda mi infancia había quedado diluida en sus agias. Habría actuado como
un bautismo en el Jordán y mi vida empezaba allí. Todo comenzaba de nuevo. Mi mente era una
“tabula rasa”. En esa pizarra se fueron escribiendo los nuevos mandatos, uno tras otro.... Como
esculpidos en las tablas de Moisés.
Hasta que, felizmente, aparecieron las dudas y un misterioso ángel interior me fue marcando,
gradualmente, las “palabras malditas” , verdaderas cápsulas portadoras de dulces venenos,
drogas sutiles y seductoras.
Esas palabras, con sus contemidos ocultos, las fui descartando paso a paso. Hasta verme libre
de ellas. ¿Libre? Tal vez eso consideré en determinado momento. Pero ya no era entonces un
niño que cree en la magia. Nada se borra por completo.
Hoy veo con claridad que intentar sumergirme en nuevo Leteo era no solo imposible sino
innecesario y contraproducente. Lo coveniente era simplemente pasar un papel de lija con
cuidadosa atención y esmero.
Al pintar una casa no se tiran abajpo las paredes y se hace toodo de nuevo. Se las lija con
159
cuidado y se quitan las impurezas. Lo anterior también sirve. No puede borrarse completamente.
Hay que usarlo de soporte. Se lleva adentro. Tan adentro que arrancarlo sería directamente
morir.
Década tras década fui aprendiendo que mejor que zambullirse en el Leteo o el Jordán es
pasar un poco de papel de lija y pintar encima con los colores más felices que se pueda.
cultivando hongos
13.02.09
Más que clasificarlo como emprendimiento debería figurar entre los variados recursos de
“fuga” de la férrea prisión llamada “comunidad” en sus años como estudiante en la vida
religiosa. Un primer episodio lo había protagonizado dos años antes al frente de una tarea de
cría de gusanos de seda, que ya narró en un posteo en octubre del año pasado. El presente
episodio corresponde a la etapa del segundo año de sus estudios de filosofía.
CHAMPIÑONES
El encargado de los “filósofos” creo que intuía mis ansias de relativa libertad dentro de esos
muros infranqueables. Era un tipo piola. Un cura pampeano algo rústico, con aficiones
artesanales. Me llamó y me propuso que me asociara a una actividad que deseaba emprender. Se
trataba del cultivo de champiñones. Estudiamos los manuales correspondientes y él consiguió
todo el material necesario para iniciar las tareas incluido un galponcito en el fondo de la quinta
del instituto distante unos doscientos metros del edificio principal. Una excelente ocasión para
pasar unas horas alejado de la “comunidad.”
Dialogamos dos o tres días. Elegimos la especie “Agaricus bisporus”. Aprendí a distinguir el
sombrero, el pie y el himenio. Acondicionamos el galponcito para que correspondiera a las
condiciones ambientales requeridas. Un lugar oscuro y fresco. Fuimos preparando el sustrato, a
base de estiércol, proporcionado por el noble caballo que tiraba del arado en la quinta.
Como sistema de cultivo nos decidimos, para experimentar, por el de un cordón de compost
cuya fermentación controlamos. Hicimos la siembra y aguardamos la aparición de los botones
blancos.
Una mañana fui a hacer la inspección de rutina y volví presuroso a contarle a mi superior que
el cordón de compost estaba todo cubierto con puntitos blancos. Nos dimos un abrazo. ¡Triunfo!
Tomamos unos mates como festejo y empezamos a elaborar planes para ampliar la
explotación.
Al día siguiente, a la tarde, a la hora de la merienda colectiva, inicio la caminata solitaria a
través de la quinta hacia el galponcito del fondo. Abro la puerta con emoción apenas contenida.
¡Horror! ¡Horror de los horrores! En lugar de un par de centenares de botoncitos blancos
resaltando sobre el fondo oscuro del cordón de compost solo vi las marcas blancuzcas y
repugnantes que habían dejado las babosas tras devorarse los tiernos honguitos recién nacidos.
160
Un enemigo no previsto. Supe después que siempre los hay.
Mi superior estaba empecinado en hacer un nuevo intento, tomando las debidas precauciones.
Pero mi descorazonamiento fue total. Quedé abatido por largo tiempo y seguí huyendo de la
comunidad solo buscando refugio en los libros.
Tal vez con una vaga reminiscencia del fracasado cultivo de hongos de más de cinco décadas
atrás, del que dio cuenta en el posteo de ayer, un día el linyera se puso a escribir un relato y, sin
quererlo, brotó lo siguiente:
....................
Abrió el ventanal que da hacia la ruta. Poco tránsito. Un día espléndido de primavera. Un poco
de aire fresco. Un guante. El otro guante. Un vistazo general. Todo en orden. El galponcito de
Daniel, hasta ese momento iluminado por esa rara luz ultravioleta, llena de misterio, que tendía
a darle un leve tono rojizo a los blanquísimos hongos. Más parecía una boutique de prendas
deportivas de lujo que el sitio instalado para el cultivo de su especialidad. Aunque esos hongos,
realmente, eran de boutique .Eran sin duda muy especiales. Por su calidad. Por su presencia.
Por su sabor exquisito. Se había iniciado hacía pocos meses, después que dejó de trabajar en la
granja de su padre. Ahora estaba aquí librado a su propia iniciatativa. Casi una pasión. Quería
llegar a tener los mejores champiñones de la zona, para empezar, y luego, del país, y luego...
Estudiaba Ciencias Naturales en Buenos Aires. Con gran dedicación.En los ratos libres sus
lecturas habían sido sobre el cultivo de diversas variedades de hongos. Consultó en la Web los
mejores centros de investigación y producción del mundo. Con ese bagaje de conocimientos en
su cabeza y un imprescindible empujoncito de su padre había adquirido esa pqueña propiedad.
Un terenito arbolado y prolijo, con un jardincito delante, para deleite de quienes pasaban.
Cercano a un country en desarrollo. El proyecto “champiñones” era toda su ilusión.
Hacía unas semanas había comprado el mejor micelio que había visto hasta entonces, para
tomarlo como base para reproducción. Era excelente desde todo punto de vista. Perfecto. Altura.
Tamaño. Carnosidad. Aroma. Ningún defecto. Toodo blancura y armonía. hasta en los mínimos
detalles. La “muchacha” ideal.
La ventana. Una suave ráfaga primaveral que arrastraba el perfume de su jardín en flor. Se
asomó. ¡Qué claveles! ¡Qué rosales! Miró hacia la derecha... Allí estaba la entrada del nuevo
country, apenas aún en su etapa de gestación. Iba a ser espléndido. Varios bosquecillos de
árboles de distintas especies iban a ser espetados para darle desde el comienzo ese aspecto
señorial del que están ávidos los nuevos ricos.
161
- Hola.
- Hola, contestó el único viigilador que por el momento custodiaba el portón del vecino
country.
- ¿Poco movimiento hoy?
- Ninguno. Hoy es sábado y los dos chalets en construcción hoy están parados.
- Bueno, después tomamos unos mates.
- Hasta luego...
Daniel se iba a concentrar en su trabajo, cuando pasa al trote frente a él algo que le pareció una
visión. ¡Qué diosa! ¡Y yo que sigo esperando a mi princesa que nunca llega! ¿Adónde irá?
Seguro que va hasta la rotonda y después vuelve...
************
- ........................................................................................................
- ........................................................................................................
- ........................................................................................................
- ........................................................................................................
- Pará un momento...
- ¿Qué te pasa ahora?
- Una ramita se me está metiendo justo ahí...
- ¿En el culito?
- Precisamente.
- Date vuelta, yo te la saco. A ver.. ¿Está bien así?
- No fue nada...
- Bueno...un besito...otro besito...otro besito...sana, sana...
- Ya pasó...
- Yo te dije. Quería poner mi camisa debajo...
- No...el pastito fresco en la espalda es maravilloso.
- ¿Seguro? Es como si la naturaleza se estuviese metiendo en mi cuerpo.
- ¡Ah!
- El fresco por mi espalda y tu cuerpo tibio por delante..... Es maravilloso... Nunca me
había sentido así...
- ¡Ah! Quedémonos así para siempre... No te muevas...No respires...
- No hables... No pienses...
- Los dos un solo ser...
- Así para siempre.... sin separarnos jamás...
- ¡Ah!...
- ¡Ah...
- Sos lo que siempre quise...¿Cómo te llamás?
- ¿Te importa?
- La verdad que no. Me importás vos. Tenerte así, asi, así...
162
Pasó un largo rato, que pareció un minuto. Horas... Dos cuerpos...Desnudos... Muy juntos...
Dormidos... Profundamente dormidos...
Él sueña. Ella también. Los dos, un solo sueño. Una tarde maravillosa. A la sombra de esos
árboles protectores. Sin ser vistos por nadie. El vigilador, discreto, les había franqueado el paso
al interior del country, todavía deshabitado, sin preguntar nada tras el saludo cómplice a Daniel.
************
A unos trescientos metros, sobre la misma ruta, un chalet confortable. La madre conversa con
su hija menor, como se puede conversar con una adolescente que está clavada frente a la
pantalla con sus juegos favoritos...
************
- .............................................................................
- .............................................................................
- ¿Dónde estoy? ¿Fue un sueño? No... La más bella de las realidades... ¡Cómo disfruté! Él
conmigo y yo con él... ¿Cómo se llamará? ¡Qué importa! ¿Nos volveremos a encontrar? ¿Cómo
apareció? ¿De dónde es? Duerme profundamente. ¿En qué estará soñando? ¿En mí? Quiero leer
en su frente... Duerme... Reposa... Sueña...Pero yo tengo que irme. Mi padre está en Europa,
pero mi madre estará pensando en mí. “Esta chica fue a hacer footing por el costado de la ruta y
todavía no regresó. ¿Le habrá pasado algo?” ¿Cuánto estoy demorada? ¡Qué sé yo! No traje el
reloj. ¡El tiempo pasó tan rápido! ¡Sus manos sobre mi piel! ¡Su aliento! ¡Sus labios! ¡Todo!
Nunca había gozado tanto...
- Un beso de despedida...
- ......................................
- Otro...otro...otro...
- .....................................
- Mañana volvemos a vernos...
- ....................................
- Seguí durmiendo.... Soñando en mí... Me quedo en tus sueños....
163
************
oídos indiscretos
16.02.09
El linyera viajaba en ómnibus. De Mar del Plata a Tandil. Rutina docente. Iba leyendo
tranquilamente el diario del día, que había comprado en la estación terminal.
Diez o veinte minutos de silencio total. Estaba en la página de policiales. En ese momento
provienen del asiento de atrás dos voces femeninas que entablan un diálogo animado. Voces
seguras. Bien templadas. Articulación perfecta. Era imposible no percibir todos los detalles de la
conversación, salvo taponándose los oídos.
164
divertimos un montón. Y algo aprenden.
- Yo doy en dos colegios oficiales y en uno privado. A nadie le interesa nada. Son un desastre.
- ¿No tratás de motivarlos?
- ¿A esa gente? Son incorregibles. Van a la escuela como si fueran a un piquete para romper
vidrieras.
- ¿Todos?
- Mirá, en uno de los cursos tengo un chico que me pone loca. Es inteligente. Estudia. Pero no
me lo banco. Me hablás de él y me pongo fuera de mí. Su solo nombre me saca de quicio.
- ¿Tan terrible es? ¿Como se llama ese monstruo?
- Jorge...
- ¿Jorge? Jorgeeee...
- Sí, eso, Jorge .....
Dijo el apellido como con asco y en voz un poco más baja, de modo que el linyera no pudo
entenderlo . Pero volvió a escuchar lo que siguió a la revelación de ese apellido...
- ¡Mi hijo! ¡Pobre! ¿Qué te hace? ¡Es un ángel! ¡Serás vos que lo tratás mal!.....
Y allí comenzó un nuevo diálogo, violento y desagradable sobre las cualidades de los alumnos
de hoy día y su relación con los docentes. El linyera se acordó que lo tenía en el bolsillo y se
acomodó el MP3. Empezó a sonar música folclórica. Arrancó una vieja canción paraguaya:
El linyera siguió el resto del viaje acariciándose los oídos con la música y pensando en un
grupo de estudiantes que lo estaban esperando para confraternizar en una reunión semanal de
fructuoso intercambio...
el linyera y la tiza
17.02.09
No puede caber ninguna duda de que la tiza podría emblemáticamente ser aceptada como la
más clara representación de un signo de continuidad en la cambiante vida del linyera.
Quizás mejor que tiza el símbolo debiera ser “tizas”, en plural. En sus largos años en distintas
aulas no puede hallarse una tiza continuada y uniforme salvo en su aspecto más íntimo, o sea,
con más y con menos, el sentirse cómodo en las aulas, ciertamente más cómodo que en otras
áreas de trabajo.
En uno de los libros que garabateó, “Vieja alcancía”, le dedicó una sección a cuatro de sus
experiencias en la escuela y le puso el título de “Tizas partidas”. Quiso significar con eso una
falta real de continuidad en cuanto a la clase de tareas, de resultados, de sentimientos profundos
subyacentes...
Tal vez las tizas estuvieron verdaderamente partidas... Siempre fueron pedazos o pedacitos.
Nunca una tiza entera. Una gran variedad en cuanto a lugares, índole del aprendizaje y de la
enseñanza, edades y tipos de alumnos, unido a cambiantes actitudes internas del alma del
linyera alumno o docente en relación con su mirada total ante la vida.
Pero si la tiza siempre estuvo partida en trozos diferentes, más pequeños o más grandes, hay ,
sin embargo, una decidida continuidad. Su herramienta de trabajo, al menos la única con la que
puede decir que consiguió sobrevivir, fue exclusivamente la tiza, aunque fuera algún pedacito de
descarte..
165
¿Vocación? ¡No! ¡Jamás! Nunca pensó el linyera que eso es lo que íntimamente deseaba hacer.
Nunca le agradó tener que imponer su voluntad sobre otros. Ni con. órdenes y ni siquiera con
consejos. Pero la vida lo puso allí y allí se quedó tratando de hacer las cosas lo mejor posible.
Alguna vez había escrito, con referencia a su largo tiempo en las aulas:
días grises...
días al rojo vivo...
días dorados
horas penosas...
horas placenteras...
horas de orgía...
Todo eso puede verse condensado y expresado en un recipiente con innumerables pedacitos de
tiza de los más variados tamaños y colores que, en conjunto, y mirados a esta altura de su vida
aparecen así:
Tal vez no tanto como Francisco de Asís pero es lo cierto que el linyera de alma siempre
experimentó un profundo sentimiento de simpatía por los pájaros y las aves en general entre
todos los habitantes del planeta.
No tiene un amor especial por ninguna de ellas. Ya les dedicó sendas postales en el blog a un
“gallito pigmeo” en el gallinero de su casa, a un “gorrión enjaulado” en medio de la llanura
pampeana y a la desgraciada “muerte ocasional de una reina mora” en las serranías cordobesas.
La postal de hoy la consagra a un ser alado que probablemente fue el más familiar para él en
su infancia. En los cielos y los campos del oeste bonaerense. Oía frecuentemente sus
penetrantes “chiiii...chiiii...” en sus vuelos de reconocimiento en busca de carroña, en franca
colaboración gratuita con el mantenimiento higiénico del medio ambiente.
Con solo comenzar a dar unos pasos por el campo ya algún chimango estaba planeando allá en
el aire como si fuera a brindarle protección aérea.
No podía hablarse de un animal doméstico propiamente dicho. No tenía necesidad de ser
alimentado. Pensaba por sí solo en completar su dieta que, al mismo tiempo, era una tarea que
servía como complemento ideal de máxima higiene y limpieza. Siendo realmente voraz su
acción resultaba verdaderamente eficaz.
¿Quién no oyó decir alguna vez “No hay que gastar pólvora en chimangos.” Evidentemente. si
usted sale a cazar, no va a desperdiciar su tiempo y su pólvora en los chimangos que planean por
ahí y los va a reservar para las perdices y las liebres, de carne mucho más apreciada. Sin
embargo, aunque el linyera nunca lo vio, le contaron que su padre, al recorrer el campo, solía
afinar su punteria tirándole con su revólver 38 a chimangos en vuelo, con bastante buena suerte.
Ninguna colección de postales del linyera estaría completa si faltase la del chimango. Admira
al cóndor y al águila, pero quiere más al chimango. Lo siente más suyo.
Si lo llegaran a parar en la calle y, en lugar de pedirle la plata y el reloj le exigiesen que dé el
166
nombre de la primera ave que se le ocurra, casi sin pensarlo saldían claramente de su boca estas
trres sílabas CHI – MAN – GO.
¿wanderer?
19.02.09
Buscando en rodeo ajeno algunas características de las esperadas más o menos universalmente
en alguien que se titula linyera, apelo hoy a unos párrafos de Osvaldo Baigorria en
“Anarquismo trashumante”. Tomo de la pág. 22:
“En Alemania ya existía la tradición del `wanderer´, del errante o vagabundo, que Hermann
Hess retrató en su novela Knulp. Este fue el nombre del personaje que se las ingeniaba para no
trabajar, que comía y dormía en la casa de numerosos amigos que envidiaban sus aventuras...
Pero un día Knulp envejece, enferma y se quiebra. ...cansado, en medio de una tormenta de
nieve y entre añoranzas de una infancia feliz, se pregunta cómo fue la vida que lo llevó a ese
lugar. Así llega a sostener un diálogo final con Dios, quien le muestra, si bien tardíamente, su
vocación o llamado: Knulp tuvo que ser un vagabundo para llevarle a los sedentarios un poco de
música, de alegría y de nostalgia por la libertad.”
Este “linyera de alma” hace propias las últimas palabras, que se permitió subrayar. Encuentra
en ellas lo que tal vez pudo ser un objetivo inconsciente en su vida entera. Un poco más
consciente a medida que se acerca al fin de su camino.
Esto lo reconcilia un tanto con lo que él estima, a esta altura del camino, una deuda pendiente
con la parte de la sociedad que fijó el marco que, sin buscarlo él, le permitió desarrollar sus
pasos por la vida.
Esta característica del `wanderer´ le permite a este linyera caer en la cuenta de que quizás ha
desempeñado, sin buscarlo y sin advertirlo, una función social positiva.
Es probable que si se le concediese la oportunidad de una segunda vida elegiría sin dudarlo la
profesión de cantautor ambulante recorriendo caminos y caminos con el solo placer para sí
mismo de despertar sonrisas en sus semejantes.
El linyera escribe hoy al son de una cueca cuyana. No está en una bodega mendocina ni
físicamente saboreando un buen vino, ni con el más exquisito y aromático de sus recuerdos.
Vuela con su memoria, acostumbrada a esta clase de andanzas, a un pequeño sector de un
paraje cordobés. Un área plantada con olivos. ¿Tamaño? Una medida entre lo que llamamos una
hectárea y lo que los ingleses llaman un acre. Algo intermedio.
El linyera cursaba lo que denominan teología (aunque de “ciencia de dios” tiene poco). Un
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importante edificio para ciento cincuenta estudiantes en medio de una vasta extensión de montes
de churquis y arbustos silvestres. El olivar se encontraba entre el edificio y uno de los canales
que corren paralelos al Río Primero.
Cualquier ocasión era buena para lograr una “salida transitoria” o un tiempito de “libertad
condicional” fuera de la prisión de la comunidad. Por eso el linyera dio un rápido “sí” cuando
solicitaron una cuadrilla de una media docena de voluntarios para efectuar la poda de los olivos
durante una semanita.
Allí estuvo.el linyera un lunes por la mañana, en pleno monte de olivos. La cuadrilla rodeaba
al instructor, un “teólogo” que tenía el título de enólogo y conocía de olivos. Nos entregó las
herramientas: tijera, serrucho y una escalera triangular de troncos. Les dio las instrucciones
fundamentales. Les asignó una hilera a cada uno. Después, a manera de aliento místico comenzó
a cantar:
Lo repitieron, cantando a coro, varias veces hasta aprenderlo a perfección. Luego el enólogo
hizo el recitado:
Volvieron a todos a cantar a coro el estribillo. Y dio la orden de ataque. Cantando se lanzaron
escaleras arriba a cortar ramas y ramitas aquí y allá siguiendo las precisas y didácticas
instrucciones del jefe de la cuadrilla.
Una semana inolvidable. Cantando a las viñas y podando los olivos. Sin siquiera pensar en la
“prisión” que les aguardaba al término de la poda.
en un castillo medieval
20.02.09
En una existencia más bien larga han sido muy numerosos los lugares que el linyera de alma
ocupó como vivienda. En algún sitio hay que estar. Por más linyera que se haya sido. Casas
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pueblerinas, chalets serranos, departamentos porteños, internados, colegios... Ciertamente,
nunca un hotel de cinco estrellas y mucho menos palacios, castillos, ni nada parecido...
Por eso esta postal, encontrada hoy al azar, le llamó mucho la atención. No es demasiado
clara. Bastante borrosa. Miró y miró. Sí, no cabe duda. Era un imponente castillo medieval, con
su torre, sus murallas, su foso, su puente... ¿Cómo puede ser? No recordaba haber estado allí
alguna vez.
Tomó una de las lupas que tiene a mano para observar estas viejas y gastadas postales. La más
poderosa. Algo se fue aclarando... Sí, era un verdadero castillo. Como los que había visto mil
veces en sus libros de historia. Para excitar la fantasía. Pero el de la postal no parecía construido
con esas pesadas piedras que los hacían casi inexpugnables en la Edad Media. Hasta que
llegaron los cañones.
los escombros
22.02.09
169
Del castillo medieval mencionado ayer algo quedó. Los materiales eran de buena calidad.
Reflejaban formas de ver la realidad. Tal vez distintos puntos de vista. Tal vez algunos
repitiendo mansa e ingenuamente lo que otros habían dicho. Tal vez dando por ciertas cosas que
no lo eran tanto. Pero en el terreno del pensamiento todo es válido, a juicio del linyera. Lo malo
es querer imponer su propia visión a los demás sin aceptar debates o atribuyéndose poderes
sobrehumanos. Peor aún si se utilizan métodos engañosos o violentos.
Lo realmente malo de todo ese período era la pretensión de construir un único castillo
inexpugnable. Tal construcción sistemática parece estar fuera del alcance del ser humano.
Todavía no sabe cómo es que apareció dando vueltas por el planeta tierra ni qué va a pasar con
el planeta dentro de unos años y pretende saber todo lo demás. Sobre sí mismo y sobre lo que lo
rodea.
En los escombros, dice el linyera, hay materíales útiles. Al menos útiles para determinadas
cuestiones prácticas. Incluso sirven para debatir y ponerse de acuerdo en aceptar algunas pautas
de convivencia, con el mayor consenso posible. Nada más.
El linyera, al bandonar el castillo, se fue dejando penetrar poco a poco también por el sentir de
la calle. El sentir expresado cotidianamente sin demasiadas exquisiteces verbales. A través de
los medios y al margen del los medios. Siguió removiendo los escombros y armando su propio
sentir, sin pretender expresarlo y mucho menos imponerlo a los demás pero sin aceptar que
nadie le imponga el suyo.Encontró destellos de sabiduría en áreas con formas de expresión más
libres. En novelas, dramas, pesías, cine...
Con esos restos y esos otros materiales frescos, escritos o no, fue armando su propio castillo.
Él prefiere llamarlo su cabañita. Es suya. Él la construyó. La siente. Vive cómodo en ella.
Cuando es necesario realiza algún retoque. Si alguien gusta visitarla lo hace pasar amablemente
y acrepta complacido si acuerdan en reformar algún detalle.
El linyera cree modestamente que cada uno está dotado de suficiente capacidad para tener su
propia cosmovisión personal. aunque no la sepa expresar en una jerga demasiado especializada.
Nadie es maestro en ese fuero íntimo y profundo. Evidentemente la convivencia social puede
exigir algunas renuncias y compromisos en el orden práctico. Renuncias y compromisos ¿hasta
dónde? El problema de ese límite es también demasiado personal para pretender establecer
reglas generales. El linyera sigue la guía de su instinto. en cada circunstancia.
Cuando el autor de esta ya larga saga, iniciada con PALABRAS MARCADAS, hace casi
cinco años, eligió concientemente para sí el seudónimo de “linyera de alma”, considerándolo
perfectamente emblemático de sus mejores ideales, sabía también los riesgos que asumía.
La palabra y, sobre todo, lo que está detrás de ella, tuvo y tiene usuarios para los que es un
término altamente peyorativo. Un verdadero insulto.Asimilable, así al menos lo fueen cierta
época, al término “anarquista” o “revolucionario”. Casi como hoy, cuando se dice “terrorista”.
“De El Perseguido, 1890-91: Nosotros somos los vagabundos, los malhechores, la canalla, la
escoria de la sociedad. Trabajadores: ¿queréis emanciparos? Pues venid a ser criminales con
nosotros.”
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Algo así no lo acepta del todo el linyera de alma como definición ni cree que se le pueda
aplicar lisa y llanamente, pero tampoco lo rechaza de plano. Con matices, esas palabras tienen
para él cierto aroma paradisíaco. Con matices. De circunstancias y de métodos. Pero algo hay
allí que hace vibrar algunas de sus cuerdas más íntimas. No le repugnan esos calificativos.
Solamente los toma con pinzas.
El linyera de alma eligió la libertad como atmósfera fundamental para desarrollar su vida y, en
su primera infancia, encontró como imagen superlativa de esa libertad, sin razonarlo ni poco ni
mucho, la de esos hombres que veía a menudo pasar por las vías del tren exactamente enfrente
de su hogar. ¿Buscando qué? Precisamente eso no saber qué era la esencia de su encanto.
extraña nostalgia
24.02.09
Con seguridad el linyera siente nostalgia, a veces intensa, de lugares donde alguna vez estuvo,
por corto o largo tiempo, disfrutando de momentos placenteros. Sin embargo, no desea volver
físicamente a esos sitios porque ya sabe que los va a encontrar distintos. Cada sitio quedó
archivado en su alma de una vez para siempre en un determinado momento. Otra vez ya sería
otro sitio diferente para él.
Como quiera que sea tales nostalgias son de pasados que realmente existieron. Lo que tal vez
resulte, eso sí, algo extraño es una cierta nostalgia que el linyera cree sentir. Nostalgia de un
lugar donde nunca estuvo. Un lugar donde simplemente soñó estar. “Soñó” en ambos sentidos,
el de “representarse en la fantasía imágenes o sucesos mientras se duerme” y el de “anhelar
persistentemente algo”. Se vio sobre un ring en sueños y, en forma algo indefiniada, .más de una
vez deseó que eso se convirtiese en una realidad para él.
Todo lo que hizo al respecto fue leer esporádicamente noticias de boxeo en los periódicos y,
desde que existe la TV mirar de a ratos alguna pelea. Tuvo algunos ídolos, pero preferiere no
mencionarlos. En una sola ocasión en la vida fue invitado por un amigo a asistir a una pelea.
Importante. En el ring-side. Emocionante. Llegó a ser salpicado por el sudor de los púgiles.
Nada más.
Por supuesto, jamás pisó un ring. Sin embargo, en raptos de ensoñación, experimenta una
verdadera nostalgia de estar sobre un ring misterioso y lejano, que jamás pisó, sintiéndose
quizás no un campeón pero al menos un luchador incansable.
No recuerda nunca haber pegado una trompada en su vida. Tampoco se la pegaron a él. Con
todo, en esos momentos de trance nostálgico piensa que podría aplicarse los versos de una
canción de Damas Gratis : “ kiero vivir la vida de un boxeador oooorrrr ke mi banda tenga
awante se pintan los guantes kiero vivir de gira en gira pegandole a la bolsa todo el dia ...”
Pura fantasía.
ventanas
25.02.09
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....................
Una, dos, tres, cuatro, cien, mil, un millón....¡incontables! Una especie de escafandra
completamente cerrada, protegiendo mi cabeza, pero que al accionar un pequeño dispositivo
permite la apertura de diferentes ventanitas que muestran, cada una, una visión diferente al
exterior.
Creo haber nacido, como cualquiera, según supongo, con los sentidos abiertos al exterior y
ávidos por devorárselo todo. Poco a poco debí convencerme de que esa escafandra por
momentos parecía completamente cerrada e invulnerable y por momentos iba abriendo algo así
como ventanitas que eran como rayos de luz que penetraban muy profundamente y despertaban
semillitas domidas que comenzaban a echar brotes que me revelaban cosas alrededor de mí. Era
un abrirse y cerrarse continuo de ventanitas y un crecer de una jungla exuberante de troncos,
ramas, follaje, lianas, flores, frutos Raros, extravagantes. Un desarrollo incontenible a mi
alrededor y sin el más mínimo control...
Las ventanas a veces parecían estar provistas de un teleobjetico y veía cosas lejos, muy lejos.
Otras veces parecían poseer algo así como un macroobjetivo que me hacía abarcar conjuntos de
cosas que nunca hubiera pensado que podían estar relacionadas. Finalmente, en ocasiones las
ventanas eran verdaderos microscopios que me hacían ver detalles ínfimos dentro de cosas que
parecían simples e impenetrables.
Todo ese mundo fue entrando por esas ventanas o despertándose a la luz que por allí entraba.
Pero lo extraño para mí es que puedo distinguir en ese conjunto casi infinito dos clases bien
diferenciadas de ventanas. Hoy las veo a todas iguales y como en penumbras. Pero, haciendo
trabajar un poco la memoria encuentro las dos clases muy diferentes.
Algunas ventanas fueron abiertas desde afuera por otras personas con muy diversos grados de
relación conmigo, muy directa o muy remota. Fueron aberturas grandes por donde entraron a
raudales enormes cantidades de lo que llaman educación formal o bombardeos publicitarios. A
veces las abrí yo mismo. De esos ríos de información poco o nada quedó. Al menos, nada
importante para mi vida. O, tal vez, no sea así. Mucho ha quedado. No con el formato con el
que entró. Mis maestros nunca sabrán qué es lo realmente importante que dejaron pasar por
misventanas. Con seguridad no es lo que ellos creían dejar pasar. Ciertamente todos me dejaron
algo. Algo que, repito, no es lo que quisieron dejarme.
Otras ventanas se abrieron solas. En forma sorpresiva e instantánea. Solo por unos segundos.
Pero dejaron entrar un rayo tan poderoso que hizo germinar semillas que perduraron en el
tiempo y marcaron rumbos en mi vida. Esos rayos provinieron desde los orígenes más
inesperados. Generalmente, no de personas o cosas vinculadas a la llamada “enseñanza” sino de
personas o cosas completamente alejadas de la intención de hacer brotar en mi una semillita. Si
a veces se trató de maestros “formales”, lo que me dejaron a través de más de un de esos rayos,
innumerables diría, fue cuando dejaron caer algo, alguna palabra, o gesto, sin intención de
enseñar.
romanticismo abstracto
26.02.09
Una más de las extrañas tríadas atesoradas en la caja de recuerdos profundos del linyera de
alma, o sea, un tema musical + un escenario + un determinado sentimiento.
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....................
Noche de luna. ¡Siempre esa luna! Un camino muy polvoriento en plena zona rural. Sin
viviendas a la vista. Luna llena. En el centro de un cielo sin nubes. Con otros dos amigos.
Caminábamos detrás de la “volanta” que habíamos dejado alivianado a cargo del viejo zaino
que marchaba delante a paso lento y regular. Conocía el camino e iba hacia la querencia.
Ah no cantes, hermano, no cantes… empezó a entonar sonoramente y de manera sorpresiva
uno de los dos amigos que me compañaban en esa caminata. Era pleno verano y la noche era
muy calurosa y húmeda. Pero él cantaba: que Moscú está cubierta de nieve… Fuera de esa voz,
el silencio era total, pero, según el cantor …y los lobos aúllan de hambre Nieve, lobos, Moscí y
una noche sofocante en el corazón de la pampa húmeda.
Seguimos paso tras paso. Cansados, pero disfrutando. Unos tragos de sidra helada y el cantor
siguió: ¡y Josefa no viene no viene!
Y el corazón del linyera lleno de un romanticismo muy vago, muy indefinio. Romanticismo
abstracto.
andando,andando,andando,andando...
tan solo andar
al hombro su linyera
de sueños llena
tan solo andar
andando,andando,andando,andando...
tan solo andar
173
los suspiros dolientes
de alguina moza
allí encontró
andando,andando,andando,andando...
tan solo andar
monumentos (1)
27.02.09
Verano 1936 – 37. Primer verano del linyera en la Capital Federal. Su mejor amigo, el abuelo.
El padre de su madre, vagamente recordada. Fallecida hacía tres años. Salían juntos a caminar
Buenos Aires. Punto de partida: San Juan y Pichincha. .
Las metas fueron varias. Muchas. Aquí el linyera solo va a extraer cuatro postales de su cofre
de recuerdos. Cuatro postales que fueron grabadas en su mente con una especie de filmación
muy muy lenta. Por eso quedaron impresas indeleblemente.
La primera es la postal de lo que hoy constituye el ícono de Buenos Aires. El obelisco. Recién
inaugurado. Allí pasaron largos ratos con el abuelo mirando y mirando desde el observatorio de
la esquina de Corrientes y Carlos Pellegrini. Todavía se trabajaba en la apertura de la 9 de Julio.
Pero él estaba allí. Inmóvil. Solemne. Símbolo de la ciudad contra la chatura del campo donde
se había desarrollado la vida del linyera hasta entonces. ¡El obelisco! Hoy lo ve diariamente en
la pantalla del televisor.. Pero no es lo mismo. Para el linyera el obelisco es aquel de 1936 en su
mente. No hay otro.
La segunda postal era un lugar no lejos del punto de partida. Unas cuadras. Plaza Once. Él la
conoció por ese nombre. Así la llamaba el abuelo. Nada de Miserere ni 11 de Septiembre.
Sentados cómodamente en uno de los bancos de piedra, contemplaba con el abuelo ese enorme
monumento allí erigido. No era alto como el obelisco pero sí, voluminoso e imponente. Lo
contemplaban por largo rato. Supo en esos ratos que eso era un mausoleo. Allí estaban los restos
de un hombre famoso, Rivadavia, “el más grande hombre civil de los argentinos”, decía una
inscripción por allí. Palabras de Bartolomé Mitre, a quien el abuelo recordaba repartiendo
semillitas a las palomas en la Plaza de Mayo. También recordaba a Sarmiento, que era
presidente cuando él había llegado a estas tierras, desembarcando en un carro. Le dijeron al
linyera que hoy el monumento está protegido con vallas. ¡Qué triste que haya que separarlo de
la gente! Hoy todos debaten sobre esos personajes. Cuando el linyera abre su caja de postales,
solo son personajes agrupados en uina postal junto con el abuelo y él en una mañana deliciosa
bajo el sol porteño. Los debates son para otros momentos....
Tercera postal. Plaza Congreso. Así, sin el “del”, es como figura en la postal. Otra larga
contemplación, cómodamente sentados esta vez a la sombra de un árbol. Frente a ese grandioso
monumento. El abuelo se lo explicaba. Rememora simultáneamente a dos importantes
congresos que marcaron el desarrollo institucional de la Argentina. El abuelo le explicaba con
claridad todas las palabras difíciles. Se trata de la Asamblea del Año XIII y el Congreso de
Tucumán, Mientras tanto un hombre de bronce, en lo alto de un edificio sobre la calle Rivadavia
golpeaba con un gran martillo una campana también de bronce y así daba las horas. ¿Pasaron
horas allí sentados? Si sumamos las de los numerosos días que allí estuvieron realmente fueron
muchas horas....
Cuarta y última postal por hoy. Caminando desde San Juan hacia el sur. Más de una vez.
Pasaban el viejo Arsenal de Guerra, hoy inexistente, y seguían unas cuadras. Hasta una placita.
No recuerda el nombre ni la ubicación exacta. Cómodamente sentados, aquí también, tenían a la
vista sobre una de las calles laterales un gran cartel que decía Amaro Monte Cudine, un famoso
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aperitivo. Pero lo importante, lo realmente metido en el alma del linyera es un monumento de
regular tamaño. Un indio montado a caballo y sosteniendo en alto en su mano derecha una larga
lanza. Un monumento que lo transportaba, también con la ayuda del abuelo, a las tierras donde
el linyerita había nacido y que pocos años antes habían sido el escenario de los famosos
malones. Solo añoranzas. También aquí el abuelo aparecía como un testigo de la historia
comentándole al nieto sus charlas en aquellas tierras con uno de los famosos Coliqueo.
Son solo cuatro postales muy ligadas a cuatro monumentos que surgen entre las brumas de la
infancia del linyera.
En más de una ocasión el linyera se refirió en este blog a la íntima relación que mantuvo con
Alta Gracia en su infancia en alternancia con su pueblo natal, El Triunfo.
Con Gardel el linyerita mantenía una extraña relación romántica, a través de algunos tangos
en bien guardados discos de pasta y de una vieja radio activada con unas grandes pilas
cilíndricas. Pero más todavía que con sus canciones Gardel ocupaba un enorme espacio en su
almita infantil como un personaje realmente misterioso y dotado de una poderosa magia. Gardel
era eso, Gardel. Único. Infaltable. Omnipresente.
Junio de 1935. El linyerita vivía con su padre, sus hermanas y Petra, la criada de toda la vida.
En esta etapa de la estadía en la ciudad serrana ya no habitaban Villa Nydia donde entonces
residía la familia Guevara, vecinos del barrio. El linyera estaba en un viejo chalet cuyos fondos
daban a un extenso terreno baldío y al lado de un lujoso chalet del que eran cuidadores los
padres de Dante Vidosa, íntimo amigo de quien más tarde fue llamado el Che y también del
linyerita.
Era un chaler viejo. La fecha, 24 de junio de 1935. El linyera estaba ya en la cama, después de
la cena mirando los tirantes del techo por donde solían desplazarse de vez en cuando algunas
enormes ratas. Entra en la pieza su hermana mayor. Ella había terminado la primaria y le había
enseñado a leer con un libro llamado René. El leía perfectamente. Cuando al año siguiente fue a
la escuela en cuanto a lectoescritura no tuvo nada que aprender. Eso sí, le hicieron llenar
cuadernos con palotes.
Su hermana traía en la mano la edición de Crítica y la desplegó ante los ojos del linyera. Sin
palabras. SE MATÓ CARLITOS GARDEL.
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Hace unos días el linyera de alma expuso en el blog la postal de un viejo castillo medieval
construido enteramente con libros y documentos. Pero aquel no fue el único castillo libresco que
le tocó habitar en su vida. Habla de que “le tocó habitar” porque realmente no fue su elección
explícita el ocupar ese lugar.
....................
En esta niueva postal solo se ven en el suelo restos de los cimientos de otro castillo de
parecidas dimensiones al anterior en su planta. Solo restos de cimientos. Eso sí, grandes y
profundas excavaciones como para explorar, a la manera de los arqueólogos, hasta los últimos
detalles que habían dado soporte a lo que indudablemente había sido una enorme y poderosa
construcción.
La planta, tras una minuciosa inspección, también me resultó familiar. En las últimas faldas de
las serranías cordobesas. Era el instituto donde había hecho mis años de teología. A pesar de la
experiencia anterior con el derrumbado castillo de la filosofía, conservaba en el alma una
inquietud. No sé por qué el catecismo cristiano infantil, que supe repetir de memoria
recorriendo sus cuatrocientas ocho preguntas y respuestas se me había metido bastante adentro.
El todo era un monumento bastante coherente, pero con pies de barro. Sin fundamentos sólidos.
Fui dejando ese tema de los fundamentos, que nadie jamás me quiso explicar o, mejor, me supo
explicar, para cuando tuviese que etudiar la teología. Allí encontraría si no razones, al menos
fundamentos razonables para una fe que, por el momento, para mí, carecía de ellos. La había
puesto entre paréntesis. En mis años de teología cavé y cavé en busca de esos fundamentos. El
castillo era de papelitos dorados y de plata. Brillante. Parecía macizo. A un débil soplo se
desplomó más fácilmente que el de la filosofía, que había necesitado el huracán de la historia.
Nada, nada, nada sólido. Solo leyendas apenas hilvanadas y transformadas astutamente por
parte de algunos y crédula y supersticiosamente por parte de muchos otros en una maquinaria
ingeniosa de poder y dominio. No me alegré con mi descubrimiento. En el fondo, hubiera
deseado enconrar algo. Por cierto que si existe algún “dios” aparte de este universo que
conocemos no se parece en nada a ese señor feudal que me habían contado que era el dueño de
ese castillo llamado “teología” y que ante mis ojos se esfumó como un fantasma.
georromanticismo (5)
04.03.09
Otra instancia más de una canción ligada indisolublemente a un lugar preciso. En esta ocasión
atada también a una serena sensación de paz y frescor nocturno bajo las estrellas. Con la mente
en un dulce blanco.
Una noche como pocas. Lejos de todas las luces ciudadanas, las estrellas habían recobrado su
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ancestral dominio sobre la oscuridad nocturna. Eran reinas y señoras. Sin competencia. Creo
que nunca había visto tantas. Su número parecía haber crecido repentinamente. Tampoco tenían
que disputar el terreno con la luna, que se había tomado vacaciones.
El lago era como otro cielo al haberle robado con sus tranquilas aguas todo el brillo a la
bóveda superior. Un espejo perfecto, Todo era tranquilidad. Absoluta calma. Allá, a lo lejos, la
única edificación del lugar, la confitería, con sus escasas comodidades de alojamiento. Ninguna
casa.. Eso sí, innumerables pehuenes. Una casa rodante a un centenar de metros. Silencio
absoluto por doquiera. Aire diáfano y fresco. Nuestra carpa y nosotros sentados junto a ella.
Estaba recostado junto a la carpa simplemente disfrutando la noche, mientras mi familia
descansaba dentro y otra familia amiga ocupaba una carpa al lado de la nuestra. Todo era nada
más que religioso silencio y solemne quietud. De repente, y con cierta intensidad, llegan los
aires de una cueca… “Cuando pa Chile me voy…” La atmósfera se llenó de voces de alegría y
entusiasmo. Provenientes de un grupo de turistas que se estaban instalando a un centenar de
metros. Por unos minutos. Luego bajaron los decibeles y retornó la serena paz de aquella noche
cordillerana matizada apenas por las notas, ya suavizadas, de aquellos compases que me
llevaban al otro lado del Llaima. En un ensueño nocturno que se tornó inolvidable.
el gran desafío
05.03.09
....................
(un recuerdo más entre tantos)
Escribía el linyera:
Era 1940. El primer año terminado en cero del que tengo memoria. Estaba en el 4º grado de la
escuela primaria. Extrañamente parecía que iba a completar el año sin interrupciones por
problemas de salud como me había ocurrido en casi todos los grados anteriores. Eso, hasta
octubre en que debí suspender mi asistencia ya ni recuerdo por qué tipo de afección.
Julio y Mario . eran dos de mis compañeros. No estaban entre los tres o cuatro mejores amigos,
como Jorge . o Haroldo ., pero los recuerdo muy bien. Eran una especie de cabecillas. Cada uno
tenía su grupo de admiradores y seguidores. Mario era más alto y espigado. Ojos negros y
cabello lacio engominado. Julio más retacón y fornido. Ojos azules. Cabello rubio sempre
despeinado. Julio hacía todas las mañanas un corto viaje desde Villa Luro para venir a la
escuela. Mario, desde un poco más lejos, desde Castelar. Ambos llegaban en el tren que paraba
en la estación Vélez Sarsfield del Ferrocarril Oeste exactamente a las 7.50 de la mañana. Diez
minutos antes de la campana para iniciar las actividades en la escuela. Esta era la Nº 1 del
Concejo Escolar 18, “Saturnino Segurola”. Solo de varones. Exactamente enfrente de la
estación con solo cruzar la calle Venancio Flores. A esa hora bajaban decenas de guardapolvos
blancos de ese tren Un número muy grande de chicos viajaba desde la provincia porque sus
padres querían que hicieran la primaria en la Capital Federal. Pensaban que tenía un mejor
nivel. Yo iba a la escuela caminando. Vivía a cinco cuadras, del otro lado de Rivadavia. Cruzaba
las vías por un paso peatonal subterráneo, en el que una vez me habían asaltado unos
muchachotes y me habían robado la escarapela. Nada grave. Pero la costumbre de asaltar en
177
esos lugares, como se ve, ya existía.
***********
Mario y Julio eran una especia de cabecillas. No porque ellos lo hubiesen buscado. Su
intención no era la de liderar nada. La guerra europea no era un tema en la escuela. No eran, por
cierto, alumnos especialmente destacados por su desempeño escolar. Pero, eso sí, eran dos
magos del balero. ¡Qué destreza para embocar sin errores el palo en el agujero de la bola! Sus
baleros eran muy especiales. De la mejor madera. Con la bola cubierta de chinches redondeadas
que producían una especie de música muy deportiva al ser rozadas por la punta del palo,
también terminado con una chinche de brillo especial. ¡Qué maravilla! ¡Un espectáculo!
En el recreo largo, después de las primeras dos horas de clase, habiendo tomado cada alumno
apresuradamente de la canasta sobre el escritorio de la maestra el pancito de leche que les daba
la cooperadora, sin acordarse de ir al baño, (después se pedía permiso durante la hora de clase
siguiente), se agolpaban en círculo en el patio y empezaba el desafío de los dos maestros del
balero. Ni la más mínima falla por parte de ninguno de los dos en los variados lances del juego.
Siempre terminaban con la puñalada y las 14 provincias (¡Qué tiempos cuando las provincias
efectivamente eran 14!).
Campana y ¡a clase! Nunca había una definición terminante. Creo que ya estaban en agosto.
Ni una falla. Eran perfectos. Se decidiría al día siguiente. Y así de un día para otro. Cada vez
con más fervor. Y cada vez con más encarnizamiento en las barras de cada uno. El curso se iba
dividiendo más y más. Unos pocos eran simples espectadores, aunque muy interesados.
Un día la cosa se puso pesada. Mario iba a embocar su último lance cuando uno de los
partidarios de Julio le dio un leve empujón y lo hizo fallar. Se originó una tremenda gresca. Iba
a terminar mal, cuando, llamado por alguien apareció el director, Don Ángel ., que con voz de
trueno puso orden y calma. ¡A clase! ¡Se pierden el próximo recreo! El asunto no iba a quedar
así. Comenzaron los preparativos para el desafío final. No iba a ser con los baleros sino con los
puños. Entre Mario y Julio. Se vería definitivamente quién era el mejor. Al día siguiente, a la
salida de la escuela.
A uno de los lados de la estación de ferrocarril había un pasaje subterráneo peatonal, como ya
mencioné, para cruzar las vías. La calle Venancio Flores se interrumpía allí y había que caminar
una cuadra más para encontrar un paso a nivel. Allí, justamente donde se interrumpía la calle
había un terreno baldío, una manzana entera salvo una esquina donde había otra escuela, la Nº
3, Joaquín V. González. Las dos escuelas eran vecinas, las dos de solo varones, peno no había
rivalidad. Las horas de salida eran distintas. En ese baldío, pegado al andén norte había un
montículo de tierra. Lo llamaban la “montañita”. Ese fue el lugar designado para el “gran
desafío”.
************
Eran las 12.30 del día señalado. Día de pleno sol, para templar el frío del invierno. En la
esquina de la “montañita” estaba como todos los días Don Vicente ofreciendo “pizza, fugazza y
fainá”. Nadie le prestó atención ese mediodía. Los de 4º comenzaron a agruparse en la esquina
de la lomita. El baldío estaba completamente vacío, excepto por un ombú que allá a la distancia
reinaba solitario. Hoy ese terreno está ocupado por edificios de propiedad horizontal.
Al ver que numerosos chicos comenzaban a agruparse entre gritos y ademanes ampulosos, el
agente de policía que vigilaba la salida creyó advertir algo raro pero se mantuvo a prudente
distancia. “Que resuelvan los problemas entre ellos”, habrá pensado para sus adentros, y miró
hacia el otro lado. Los dos desafiantes, en el centro de la “montañita”. Antonio y Fernando.
hacían de jueces. Dieron la orden ¡Ya! Un amasijo de golpes. Una avalancha por ambos lados.
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Mario pronto tuvo un ojo negro y Julio sangraba profusamente por la nariz. Ambos
guardapolvos blancos teñidos de rojo. Un griterío infernal alrededor. Mi simpatía no estaba por
ninguno de los dos en especial. Los apreciaba a ambos. En ese momento los miraba casi con
horror. Julio se agachó y metió la cabeza como un ariete sobre el vientre de Mario. Como la
pelea no estaba regida por la A.M.B. no había golpes prohibidos.
Los gritos atrajeron la atención del agente que echó una mirada y caminó alejándose hacia la
otra esquina. De pronto un grupo de los partidarios de cada uno de los contendientes los tomó
fuertemente y lograron separarlos. Estaban irreconocibles. Un fuerte abrazo. Exclamaciones de
admiración por parte de todo el grado. Los jueces declararon empate. La contienda se definiría
con los baleros el lunes siguiente en el recreo largo, como siempre. Mario y Julio se fueron
juntos a esperar el tren. Se podrían sentar en el mismo asiento. . Siempre había lugar en el tren,
aunque hoy parece difícil creerlo.
Fue el último acto que guardo en la mente de aquel 4º grado de 1940. Era como si el curso
hubiese terminado allí. Última escena. Telón. Esos dos compañeros cubiernos de sangre. El
honor lavado. El curso en paz. Todos amigos. Después el cambié de escuela. Misteriosamente,
con ese telón también se cerró una etapa de mi vida. Aquellos compañeros, tantos amigos, se
terminaron allí, en ese “gran desafío”. Tal vez empezaba allí para mí, sin pensarlo, otra etapa del
gran desafío de la vida.
Los temas que trata le van cayendo al linyera no sabe de dónde. A veces se sienta frente al
teclado y pareciera que las letras del título se van ordenando por sí solas.
Sin saber por qué hoy va a referirse el linyera nada menos que a un divorcio. No, no se trata
de algo de sus cosas personales, pues ya va camino a los cuarenta años de convivencia con la
única mujer de su vida en todo el sentido de la palabra. Tampoco va a meterse con algún caso de
la farándula, porque esos casos ya los tratan ampliamente los numerosos programas televisivos
de chimentos.
Aquí va a tocar un caso no demasiado frecuente en ese mundo verbal tan particular del linyera
de alma. Se trata de un misterioso divorcio entre uno de los sentimientos más profundos que
alberga en su corazón y la palabra que lo designa. No es el único caso de ese tipo de divorcios
que el linyera tiene registrado, pero este es algo así como paradigmático.
“Barrio” es para él una palabra muy, muy cargada. Una carga más de sentimientos muy
intensos y de imaginaciones frondosas que de realidades cotidianas. Escucha la palabra “barrio”
y todos sus sentidos se ven transportados instantáneamente a un riquísimo escenario donde se
entremezclan sensaciones tan variadas que resulta imposible describirlas.
Si empieza a querer hablar del mundo de los sonidos, se le abalanzan tangos y tangos y
tangos, todos mexclados en un pupurrí simultáneo que desafía al mejor de los músicos a
transcribirlo en una notación con sentido y menos aún a interpretarlo con alguno de los
instrumentos conocidos,
El mundo de las luces y los colores se convierte en una nube caleidoscópica que no se toma un
instante de reposo en sus cambios de tonalidades. Todo lo envuelve y lo perfuma además con
ese inconfundible e indefinible aroma de los lugares tangueros.
Afuera, ese “barrio” se puebla con los más extraños personajes con los que nunca el linyera
convivió excepto en sus extravagantes delirios imaginativos. Aparecen malevos, taitas, cantores,
179
paicas, grelas, papusas y otros muchos héroes barriales.
Las calles y las casas solo aparecen en medio de una espesa bruma que las hace
irreconocibles. No es de día ni de noche. Hay faroles semiencendidos. Hay sol sobre un patio
techado con madreselvas y glicinas y cae la luz de la luna sobre un empedrado mojado por la
lluvia.
¡A qué continuar! Hay mil memorias más que cual un granizo incontenible se abaten sobre el
corazón del linyera despertando las emociones más vívidas que haya experimentado en su
existencia. Como si allí se aunaran todos los momentos más intensamente inolvidables que
jamás gozó.
Ese es el barrio en el corazón y la mente del linyera. Aparece sin dilación, automáticamente,
cuando la palabra mágica “barrio” acaricia su oído o deleita sus ojos. “Barrio”, así solamente en
esa presentación, en español. En ninguna traducción tiene ese efecto ni aproximadamente. Está
ligado a esos sonidos y a esas letras. No hay imagen que los sustituya. Es, sin duda alguna, una
barrio porteño. ¿De cuándo? ¿Cuál? Cualquiera. Todos.
Y, sin embargo, el divorcio es total con los barrios reales en los que históricamente vivió. Son
muchos. Son tantos que, tal vez por eso, ninguno se le metió adentro con su realidad concreta.
“¡Barrio, barrio,
que tenés el alma inquieta
de un gorrión sentimental!”
Evidentemente el ser un linyera “de alma” es una elección. Analizar los factores detallados de
la misma sería un trabajo bastante teórico y, como tal, de ningún interés para el linyera, al
menos en esta etapa de su andar. Esa decisión implica, indudablemente, un alto grado de
concentración en uno mismo. Pero esa concentración de sus miradas, no impide que todo lo que
advierte a su alrededor en su camino deje de interesarle. Todo lo que forma parte del mundo,
pero muy especialmente sus semejantes. Lo que más especialmente capta y direcciona su
mirada es ( dado que todo lo verbal lo concierne muy particularmente) cualquiera de los
distintos términos con que se hace alusión a los variados géneros de trashumantes.
La mayoría son trashumantes reales, con un andar físico. Los hay por elección, casi
profesionales, los hay por necesidad, los hay por efecto de la marginación, los hay por mil
razones sociales e individuales. Con todos ellos el linyera de alma siente que tiene algo en
común. ¿Qué? Con ninguno encuentra jamás una coincidencia perfecta y total. Pero le agrada
compararse y extraer conclusiones.
En este caso, el anuncio en The New York Times de un libro llamado “The Vagrants”, de la
joven autora china Yiyun Li, atrapó de inmediato la atención del linyera de alma. Obviamente,
por el título. Está escrito originalmente en inglés, para tener llegada a una audiencia
internacional, especialmente de Occidente. Entre esa audiencia también lo alcanzó al autor de
este blog. Es una novela que “causa una tristeza sin tregua” , según comentó un crítico. Eso ya
marca la atmósfera que rodea al tipo de trashumancia allí descripto.Son vagabundos mendigos.
Sin un techo. ¿Por qué? ¿Les gusta eso? ¿Les gustaría otra cosa? ¿Podrían ser distintos? ¿Son
también delincuentes? La vida los empuja. Comienzan robando a la propia familia.
En un mundo económica y culturalmente globalizado, lo que es un “vagrant” en una parte
cualquiera del mundo, con pequeñas variantes de detalle, puede serlo igualmente en otra. Lo que
pinta Li se supone que sucede en una remota región de China. Pero podría suceder en cualquier
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lado. Y probablemente, con matices, eso es lo que pasa.
La novela de Li podría definirse como una colección de historias de horror. Sus “vagrants”
son seres eminentemente sufrientes. Parecen nacidos para el dolor. Y son educados, si así puede
decirse, para enfrentar con posibilidad de éxito una vida de padecimientos. Todo refleja un
ambiente de pobreza extrema en un marco político sumamente corrupto. Por ejemplo, un chico
de siete años escucha de boca de su padre: “Si tu corazón se hace tan duro como para comerte a
tu madre y a tu esposa, nada te podrá derrotar en la vida.”
Para un mayor contraste la apertura de la novela ocurre en un día festivo. ¿Qué se festeja?
Trabajadores y estudiantes cantan marchas y agitan banderines. Celebran la ejecución de una
chica de veintiocho años. Era militante contra un sistema dictatorial. Fue traicionada por el
novio que buscaba un puesto en el ejército. Se suspenden las clases y se declara feriado para que
todos puedan asistir.
¿Era verdaeramente criminal? Según la autora es una más de las jóvenes víctimas de una
sociedad traumada que se ha desprendido efectivamente de toda humanidad y convierte la
juventud en un crimen.
Hay detalles estremecedores en esa ejecución. . Antes de ejecutarla le cortan las cuerdas
vocales para que no pueda elevar un último grito de protesta. Le extraen, aún en vida, los
riñones para un trasplante. Alguien conserva en formol trozos de sus partes íntimas.
Hay, sin embargo, una luz en el horizonte. La novela comienza el primer día de la primavera,
como augurando que un camino cubierto de flores se inicie después de un terriblemente crudo
invierno.
¿Tiene el linyera de alma algo que ver con estos “vagrants” de Yiyun Li? Hay siempre en lo
más profundo una aspiración irresistible por sentirse libres. ¿Cómo? El linyera más de una vez
piensa, cuando mira un entorno no tan lejano, qué sería él hoy si hubiera nacido en ese ambiente
o si más probablemente ya hubiera dejado de ser hace rato...
monumentos (2)
l0.03.09
El linyera vuelve a tocar el tema. Lo lleva muy adentro. En un posteo anterior se refirió a
cuatro monumentos de la ciudad de Buenos Aires que, por razones particulares, están muy
vinculados a la respetada y querida figura de su abuelo materno y se le metieron tan adentro que
los sigue acarreando hasta hoy en su cofre más íntimo de recuerdos imborrables.
A través de las charlas con el abuelo frente a esos monumentos el linyerita fue plantando en su
mente algunos mojones acerca del devenir histórico de estas tierras elegidas por este y luego por
su propio padre para pasar el resto de sus vidas y formar sus familias. Tuvo muy en claro que
eran inmigrantes y el linyera se sentía como un fruto de ellos. Habian venido de muy lejos.
Allende los mares. El linyera tenía que ir conociendo esa tierra de adopción que él ahora debía
vivir como su tierra.
A esos pocos mojones les fue añadiendo paulatinamente otros y otros. Con sincero interés
pero siempre sin demasiada ingenuidad, pues su abuelo le había transmitido como por ósmosis
una cierta dosis de sano escepticismo. En el curso de su andar ha oído y oye el linyera a diario
innumerables discusiones sobre esos que podríamos llamar hechos históricos. Y, de manera
particular, en esos debates se ven involucrados los monumentos que los conmemoran. Que sí,
que no. Que no debieron haberse construido. Que hay que sacarlos de la faz de la tierra. Que
hay que levantar uno nuevo a este o aquel.
El linyera piensa, ¿con simpleza?, que todo lo que pasó, pasó. La posteridad juzga los hechos
pasados, pero no los cambia. Y para juzgar, ante todo, hay que conocer los hechos y permitir
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que todos los conozcan. . Al menos para el linyera los monumentos han sido y son un medio
muy idóneo para ese fin. No el único. Pero sí muy importante y movilizador.
En una época, allá por los siglos octavo y noveno, estuvo de moda la palabra iconoclastas,
Hoy no le consta al linyera si la palabra está tan de moda pero que abundan los destructores de
monumentos no le cabe duda alguna. Tal vez sea más fácil ensañarse con las representaciones
que tratar serena y sabiamente de mejorar las realidades.
Para el linyera esas representaciones en forma de monumentos son solo señales de cosas que
pasaron. Los mira con interés. El aspecto que encierra un acto de homenaje no le interesa en lo
más mínimo ¿Por qué están allí? Las respuestas lo conducen a una iluminación de hechos
pasados. ¿Positivos o negativos? No es posible responder solamente con un sí o con un no. Al
menos el linyera no tiene la sabiduría suficiente para hacerlo. A él le interesa saber lo más
aproximadamente posible lo que el monumento le dice. Y hará su propia cautelosa valoración.
tambores
12.03.09
A lo largo de su infancia el linyera casi constantemente estuvo oyendo ecos y ecos, más
lejanos o más próximos, de tambores de guerra. Algunos anuncios eran de luchas reales y
sangrientas (España, Europa, el mundo). Otros eran conflictos imaginarios. Los trambores no
dejaron nunca de resonar.
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Ya le estaba tomando el gusto a los redobles cuando se le acercó el director de la banda y le
dijo que debía dejar el tambor, puesto que tenían mayor necesidad de otro clarín para completar
la banda lisa. Y el linyerita tuvo que pasar otra semana ensayando con el nuevo instrumento.
Fracaso total. Ni por asomo consiguió dar con la embocadura. Lo echaron con duras palabras y
se quedó sin clarín y, sobre todo, sin ese tambor al que había empezado a querer. Otro más de
sus cortes con cualquier ligadora sentimental.
Aquel tambor real no fue. Pero, eso sí, los viejos tambores de guerra siguen sonando muy
cerca todos los días en sus oídos.
Actitud “linyeril”, es, para el autor de este blog, la de encarar la vida como un camino
totalmente abierto, con numerosas intersecciones sin señales indicadoras, tomando en cada caso
el rumbo solo a impulsos de un instinto no demasiado analizado.
Esa actitud, completamente inconsciente durante largos años de su vida,terminó por ser
adoptada con intensa fruición en estos postreros días en los que no titubea en autopdenominarse
un “linyera de alma”.
Hasta aquí encontró en su camino miles de cosas a las que dijo “sí”, rotundamente, cuando se
le aparecieron. Pero, en su larga experiencia, aprendió a decirles “no”, rotundamente, a muchas
otras. Aquí recoge alguinas de estas ultimas.
No son negaciones que nacieron con él. Llega a descubrirlas en sí mismo con cierta claridad
en los últimos tramos de su andar. Surgen de experiencias muy personales y no se atrevería a
decir que lo que él no acepta tal vez pueda ser de utilidad para otros en este rato que pasamos un
poco a tientas y que llamamos vida.
No las cataloga como un código infalible. No se lo propone a nadie. Solamente lo confiesa
ante sus amigos como alguien puede exponer lo que le gusta o no le gusta en materia de cine o
espectáculos.
Aquí señala algunos de esos “no” a los que llegó, a veces con un poco de retardo:
flores
16.03.09
Cierta vez, durante un recreo, un maestro comentó: “Cuando una flor artificial es perfecta
decimos ¡Parece natural! y cuando una flor natural es perfecta. decimos ¡Parece artificial!”
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....................
DOS ROSAS
soy hermosa
mis pétalos acarician
mi aroma seduce
mi color cautiva
amo
soy amada
mi madre
se llama vida
......
soy estupenda
mis pétalos son perfectos
mi aroma es parisino
mi color es impactante
estoy en pose
soy admirada
mi madre
se llama arte.
recuerdo trilingüe
18.03.09
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un poco de la vida fueron desplazando al general romano del centro de la escena.
En ese escenario mental adolescente, en el seminario, poca relevancia tenían Jesucristo o los
santos o los ángeles. Las mujeres estaban “oficialmente” desterradas, excepto una indefinida y
misteriosa Virgen María que aparecía como en una nube lejana. Tal vez la figura femenina para
él más recurrente en ese escenario predominantemente bélico era la de Popea en su baño con
leche de burra en el palacio imperial, dejando de lado a Cleopatra o a Venus.
Escenario del mundo de la fantasía del linyera adolescente. ¿Una vía de escape de un mundo
de realidad aceptado pero no querido? Él entonces no lo sabía. Y convivió años con esa
dualidad.
Hoy la evoca “sine ira et studio”, como diría Tácito, otro de sus amigos de entonces.
en un café
20.03.09
El linyera estaba leyendo un vespertino en im café cerca del Congreso. Una pareja joven
ocupó la mesa al lado. El linyera siguió con los ojos clavados en el diario y los oídos abiertos .
No tuvo necesidad de abrirlos demasiado porque las voces de los jóvenes se cruzaban en un
tono elevado.
- ¡Palabra!
- No te creo, ya me lo dijiste el otro día y te esperé inútilmente.
- Tuve un imprevisto. Fue la única vez. Ya te expliqué. Pero ahora es distinto, palabra de honor.
- ¿Y si no te creo?
- Mi palabra es mi palabra
Al parecer, no se trataba de nada demasiado importante, pero como Mario había fallado varias
veces cuando le había prometido a Luisa encontrarse en el Café de la Luna a las 17.30, ella se
creía con derecho a dudar una vez mas.
Pero esta vez la palabra se cumplió. Mario y Luisa están en una mesa, cafés por medio.
También algún cenicero, porque todavía no regían normas anti-humo.
185
- Y casi me quedo con las monjas, contra el parecer de mis padres y de todo el mundo...
- ¡No me digas!
- Estuve unos meses. Todos eran mandatos divinos. La superiora no hablaba ella sino Dios por
su boca. Todo era “palabra divina” Y la que jamás cumplía lo que decía era ella.
- ¡Qué experiencia! No me habías contado.
- ¿Para qué?
- “Palabra diviona”
- Ya sabés lo que quiero decir con eso...
simpatías verbales
22.03.09
El linyera presentó ya hace tiempo sus listas de palabras marcadas, palabras malditas, palabras
queridas, palabras rimadas, palabras fugaces. Su mundo es un mundo prevalentemente verbal.
Vive entre palabras, con las palabras, de las palabras, para las palabras... ¡Cosa de locos!
Las categorías las fue descubriendo casi sin querer. Su interés no está centrado en clasificar
ese mundo, sino en vivirlo. Con el tiempo fue descubriendo una categoría que se aproxima a la
de las palabras queridas pero que no se corresponde exactamente con ella. El cariño es una cosa
y otra cosa es la simpatía. Las palabras queridas lo son porque, por alguna secreta razón, el
linyera se encariñó con ellas .Las ama. Realmente las quiere.
Palabras simpáticas son las que simplemente le caen bien. Le gusta oírlas, verlas escritas,
escribirlas, pronunciarlas. ¿Tiene algo que ver el significado? No demasiado. El vínculo de
simpatía parece establecerse de manera independiente de los referentes conceptuales o físicos.
Es como un flechazo con la palabra misma como tal. Con su estructura física.
Un ejemplo muy claro es la palabra GENTIL. Aplicada para adjetivar cualquier pesona o cosa.
Es uno de los máximos detalles de distinción que puede usar como elogio de algo o de alguien.
La usa con mesura. Y con plena conciencia. No la baratea jamás. Para que no pierda su encanto.
Nunca sabrá por qué le cayó simpática. La primera vez. Porque de eso se trata. La primera vez
que encuentra una palabra decide ese extraño y, al parecer, irrompible vínculo.
Hay otras palabras simpáticas en la lista. Por ejemplo, ARREBOL, PIBA, RUBOR, CÉSPED,
PANTERA.... Le son simpáticas porque le son simpáticas. No le pregunten por qué.
¿Y lo opuesto? ¿Hay palabras que le caen mal.? ¿Hay para el linyera palabras antipáticas? Por
supuesto. Pero ese es tema para otra ocasión.
También algún otro día le va a dedicar una espacio mayor a este lote de PALABRAS
SIMPÁTICAS. Lo merecen. Le alegran la vida. Son un solaz para el espíritu. Brillan como
gotas perfumadas de rocío en un juego de frescor y armonía.
El linyera siente por Buda una especial simpatía. ¿Por qué? No es el caso de explicarlo aquí.
En este posteo su intención es referirse solo a tres momentos muy bien determinados de su vida
en los que tuvo con Buda lo que podrían denominarse “encuentros”. Los describe en forma muy
sintética.
1) El linyera tenía ocho años. Leía con avidez El Tesoro de la Juventud de la editorial Jackson.
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Casi podría decirse que lo devoraba página tras página y tomo tras tomo. Un día lo impactó la
imagen de Buda a través de una anécdota muy simple. Iba el pensador marchando solitario por
un camino apartado y ve al borde de la senda un perro muerto o casi muerto que estaba siendo
devorado por los gusanos. Su corazón se compadece. Se arrodilla junto al animal y retira
delicadamente uno por uno los gusanos hasta dejarlo libre de ellos. Se levanta y entonces siente
compasión por los gusanos hambrientos. ¿Qué hacer? No duda. Se corta un brazo y se lo deja en
alimento a los pequeños seres.
Desde ese momento, sin ningún fanatismo, el linyera experimentó una cierta afinidad con ese
personaje misterioso en su comunión con todos los seres de la naturaleza....
3) A los veintitrés años. El linyera iba dos veces por semana a tomar en Buenos Aires clases
de sánscrito con un profesor llegado de Alemania. Eran solo tres alumnos. Uno de ellos era un
médico, ferviente seguidor de Buda. Se reunían ellos dos solos por una media hora antes de las
clases y charlaban y charlaban. O mejor, el médico hablaba y el linyera lo escuchaba extasiado
recibiendo sus profundas reflexiones sobre Buda y su doctrina.
¿Hubo más encuentros? Tal vez sí. Pero aquí el compromiso del linyera era contar solo tres.
que le quedaron muy, muy grabados y por eso puede relatarlos.
Hay mañanas en las que el linyera se despierta con la mente en blanco absoluto. Pero
hay algunas mañanas en las que el linyera se despierta con una melodía determinada en sus
oídos. A veces es como si se hubiera quedado durmiendo allí alojada la que había estado oyendo
o tarareando la noche anterior. Pero otras veces sucede algo bastante raro. Empieza a dar vueltas
y vueltas en su cabeza alguna canción que había estado lejos de su sentido auditivo por un
tiempo muy largo.
Son como un chaparrón repentino .Refrescante. Nostálgico. Despertador de semillas de luz. A
menudo son insistentes. Se clavan. Vuelven a cada momento. Cambian volumen. Hacen
“ritornellos” inacabables.
Esa es la canción que dulce y repetidamente acosó los oídos del linyera el otro día. Hacía
meses que físicamente no la escuchaba.
Ese “ella” es un pronombre que no se refiere (en el vocabulario privado del linyera), al menos
en este caso, a una mujer determinada. Es, eso sí, una palabra parecida a un vientre de mujer
preñado con innumerables criaturas. Es verdaderamente un misterioso y fecundo tetragrámaton.
“Ella” representa por todos los instantes de felicidad que el linyera disfrutó en su vida.
Incontables. Instantes de placer. De todo tipo. Pero siempre fugaces. Irrecuperables. Sustituibles
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por otros nuevos. Parecidos. Iguales. Pero nunca los mismos. Llegan... y pasan...
Pasan. Se despiden. Y otro viene. Y se va. Y otro aparece. Y el linyera vuelve a cantar.
Cuando se van lo hacen como arrastrados por el pampero. Se van. Se van. Se van. Para no
volver.
Pero vuelven otros momentos. En sucesión inagotable. Son momentos nunca repetidos. Cada
uno tiene lo suyo. Sin ellos no se podría vivir. El linyera no los busca. Los espera. Los recibe.
Los despide. Y espera. Un clavel del aire tras otro.
Tiempo atrás, mucho tiempo atrás, el linyera tuvo un desagradable encuentro con medusas en
aguas de Puerto Pirámides. Ya las había conocido también, cuando joven , en páginas de la
literatura clásica. ¡Qué diferencia!
Nunca fue el linyera un enamorado de las artes plásticas ni un visitante asiduo de museos y
galerías. Puesto ante una obra, considerada importante o no, jamás puede adoptar la postura de
un crítico. En el mejor de los casos solo se anima a describir su emoción, describir su impresión.
No tanto lo que ve sino lo que siente.
En este momento, por una delicada gentileza de la autora, la artista plástica Laura Stringhini,
los ojos del linyera se abren como dos curiosas ventanas ante una de sus producciones.
El título tal vez no sería imprescindible. Sin ser figurativa la pintura habla por sí misma. Se
aclara que fue elaborada con técnica mixta y ese dato carece de interés para el linyera, ignorante
de esas cosas. .
Él queda atrapado por la visión de un conjunto armónico de seres que se contorsionan
elegantemente como aguavivas pero que no parecen producir irritación al rozarlas. Al contrario.
Su contacto lo siente el linyera como suave,. acariciante. La combinación de colores, nada
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chillones, le sugiere al linyera el misterio de un ballet acuático, estático y dinámico a la vez.
Absolutamente espontáneo. No se percibe la intervención de un coreógrafo y es como si se
oyesen a lo lejos los acordes de una danza que no sugiere ni una invitación a la guerra ni un
llamado a la paz. Solo el placer de estar allí, inmerso en ese mundo fantástico de esos seres
arcanos.
Son seres esencialmente femeninos, con toda la carga de femineidad que puede afectar a un
linyera y una dosis extra de misteriosas y variadas ondas de un indefiinible poder seductor.
La tradición mitológica, que juega un rol preponderante en la mente del linyera, le habla de
seres de una extraña ambigüedad, una rara mezcla de traicionera malevolencia y eficaz
protección.
El linyera mira y mira y experimenta un ansia incontenible de lanzarse en medio de ese ballet
y afrontar allí serenamente todas las incertidumbres de la vida. Flotar, flotar, flotar, entre un
ballet de extrañas medusas. En un perpetuo presente. Ni pasado ni futuro. Solo flotar... flortar...
flotar...
el linyera y la moda
31.03.09
El mundo del linyera siempre ha sido predominantemente verbal. Las palabras no suelen ser
transparentes para él como para que sean solo un tránsito hacia las cosas sin dejarse ver ellas
mismas, como sucede para innumerables humanos. Para el linyera las palabras suelen estar allí
y presionan fuertemente sobre su percepción y efecto emocional.
Sobre esta relación alguien escribió, hace más de cuarenta años, un libro famoso, “Las
palabras y las cosas”, con el subtítulo de “arqueología de las ciencias humanas”, destacando el
papel de ese mundo verbal para ir recreando en el tiempo un conjunto epistemológico que
define en todos los dominios los límites y las condiciones de su desarrollo
El linyera comparte absolutamente esa visión, al menos por lo que a él personalmnte se
refiere. Pero el caso particular de la moda plantea una excepción en la visión del linyera. La
palabra no está allí presente. Le resulta invisible e inaudible. . Ni le gusta ni le disgusta. No la
ve. No la oye. Lo conduce directamente a la “cosa”.
Por supuesto que una vocación de “linyera de alma” aparece de inmediato como algo
totalmente opuesto a la idea de un “metrosexual”. Pero ni siquiera los aspectos menos
estridentes de la moda tienen algún sentido importante o alguna influencia positiva sobre él.
Para él la moda siempre tuvo escasa importancia. Por mejor decir, ninguna importancia. Nunca
se interesó en lo más mínimo por la ropa, por el calzado, por el tipo de comida, por un
restaurant u otro, por un color u otro, por el uso de cierto vocabulario...
En realidad siempre fue indiferente con respecto a las modas políticas, académicas, musicales,
lingüísticas o de cualquier clase...
Tal vez pueda afirmar que, por el contrario, siempre trató de hacer algo distinto de lo que hace
la mayoría. Muy pocas veces ha coincidido, con las mayorías. Lo puede constatar diariamente al
echar un vistazo a las encuestas de opinión.
Tal vez alguien podrá decir que no ocuparse de la moda puede también ser una moda... Es lo
cierto que la palabra “moda” no cabe en ninguna de las carpetas usuales del linyera de alma. No
es ni marcada, ni maldita, ni querida, ni rimada ni fugaz... Simplemente no integra su
vocabulario activo...
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el linyera y los inmigrantes
02.04.09
tinta roja
03.04.09
Otra postal que conserva una de las “extrañas tríadas” del linyera de alma. La describió asó él
mismo hace ya algún tiempo.
“Paredón,
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tinta roja en el gris
del ayer...
Tu emoción
de ladrillo feliz
sobre mi callejón
con un borrón
pintó la esquina...”
En un viejo Fiat 600. ¿Cuándo? Alguna vez. Por la Perito Moreno, que muchos años antes
había yo recorrido más de una vez, caminando entre los rieles, buscando aventuras, cuando esa
que hoy es una importante avenida era solo un ramal de trenes de carga casi abandonado. Un
Fiat viejo, pero tenía una radio que sonaba bien. ¡Y cómo! “Veredas que yo pisé..”. ¡Esas
veredas de mi Buenos Aires! Mi tierra adoptiva de la niñez. Si algo se me había quedado dentro
del alma de aquel “Mi Buenos Aires querido” eran casi casi exclusivamete sus empedrados y
sus veredas.¡Esas “veredas que yo pisé”! Las miraba y las re-miraba a los costados de la
avenida. No eran las mismas, ciertamente, pero eran esas veredas de mi Buenos Aires de
entonces.
Ahora me iba desplazando por una avenida de asfalto muy reciente, flanqueado por villas no
muy elegantes que no había conocido en aquellos años lejanos. ¡Qué Buenos Aires raro! Nunca
había visto antes algo así. ¡Qué distinto! Cuando andaba con algún amiguito por la antiguas vías
se veían algunas viviendas realmente pobres. Pero ¡Este amontonamiento! Sin calles
intermedias. Ya había sufrido otra enorme desilución al ver los viejos galpones de Puerto
Madero convertidos en restaurantes. ¡Cuántas veces me había sentado contra esas paredes de
ladrillo para mirar por largos ratos las hileras de trabajadores que cargaban al hombro bolsas de
trigo en las bodegas de los barcos! ¿Qué le había pasado a mi Buenos Aires? ¡Era otra! “¡Los
hombres te han hecho mal!” El progreso, los avances sociales… ¡Quizás! ¡Pero era otro Buenos
Aires! No era el de mi infancia, feliz o no, pero mi infancia al fin. Se me cruzaban y cruzaban
las imágenes más insólitas de aquel Buenos Aires. Por ejemplo, cerré los ojos y me vi de repente
en la vieja calle Lacarra contemplando sin entender demasiado esa larga fila de carros tirados
por caballos cargando no sé hacia donde, hacia el sur, la basura que producían los porteños….
¡Tantas cosas de entonces que ya no son!
tranqueando en la tarde
04.04.09
Tango flaco tranqueando en la tarde.
Sin aliento al chirlazo cansao.
Fracasado en su último alarde
bajo el sol de la calle Callao.”
191
Así, tranqueando en la tarde vienen esta vez las memorias de la infancia del linyera. Sentado
en un viejo coche, en la conmovedora compañía de Piana y de Manzi y con Alberto Castillo en
el pescante.
El linyera de alma no lleva nunca a cuestas el alma toda entera. Fue dejando pedacitos de alma
en cada rinconcito por donde anduvo alguna vez en sus andanzas. De vez en cuando intenta ir a
recoger algunos de esos trozos... Pero solo puede hacerlo con la imaginación. La realidad ya
cambió. Ya no la va a reencontrar nunca.
”¡Vamos!...
cargao con sombra y recuerdo.
¡Vamos!...
atravesando el pasado.
¡Vamos!...
al son de su tranco lerdo.”
Todo es un poco brumoso. Muy brumoso. Indefinido. Las calles. Los edificios. Los faroles.
Los mateos. La gente. Los perros. Las chimeneas. Los tranvías. La enorme estación . El humo.
El olor de comidas fritas. Las nubes que cubren el cielo. El olor a tren. Alguna gota de lluvia. El
aire de nostalgia. Un lejano rezongo tanguero. El vigilante en la garita diirigiendo el tránsito.
Todo.. todo es algo oscuro e inaferrable, como en un largo sueño en blanco y negro.
”¡Vamos!...
camino al tiempo olvidado.
Vamos por viejas rutinas,
tal vez de una esquina
nos llame René...”
Quizás, doblando esa esquina, allí esté ese pedacito de alma que algún día dejó el linyera.
aspiración
06.04.09
cuando la luz sea sombra....
cuando el calor sea frío...
cuando el reír sea llanto...
cuando el soñar sea olvido...
192
cuando el volver sea ida...
cuando el mirar sea niebla...
cuando el construir sea ruina...
pasional
08.04.09
Nuevamente está el linyera encerrado en una galería muy privada. Frente a otro cuadro cuya
contemplación es una vez más gentileza de la artista plástica Laura Stringhini.
Hace poco, en esa misma galería, se había visto arrastrado a flotar, flotar y flotar, casi con el
alma en blanco, rodeado por un misterioso cortejo de intrigantes medusas.
Hoy el linyera se sienta atento ante la tela y se dispone a entrar, según su estilo, en onda
sentimental. Empieza por oír a la distancia unos acordes de bandoneón:
Entrevé un brazo apretando con pasión una cintura de mujer y esto lo transporta al instante a
un Buenos Aires que el linyera solo vivió en mil afiebrados sueños juveniles, muy alejados de
su opaca realidad circundante. Mientras los rezongos del fuelle se van acercando.
Es ocioso repetir que el linyera es cualquier cosa menos un crítico de las artes plásticas. Frente
a una pintura, él simplemente se mete dentro del cuadro o bien deja que el cuadro se meta en él.
193
La visión es estática pero el linyera se siente arrastrado a girar y girar s bailarines.
Poco a poco todo el ambiente en el que está inmerso el linyera tiende a un cambio repentino.
Se apagan los murmullos de la voz del cantor. Se hunden en la lejanía los ecos de los
bandoneones y los violines. Desaparecen los frenéticos movimientos de la danza. Todo es
quietud. Silencio. El cuadro se transforma en un solo haz de luz multicolor. Morado, azul,
negro,rojizo, tonos claros, tonos oscuros, más oscuros, más oscuros... diluyéndose en una
mezcla violácea de un arcano crepúsculo....
El linyera queda absorto en la paz de su silla de ruedas...
semana santa
10.04.09
El linyera, lo dijo una y mil veces, suele reaccionar emocionalmente ante la mayoría de los
signos verbales registrados en su diccionario. Pocos lo dejan indiferente cuando desfilan ante él.
Sobre todo cuando vienen con mayúsculas iniciales.
En estos días “Semana Santa” es una expresión muy repetida en todos los medios, con una
intención u otra. Es un buen momento para echar un vistazo en el blog a lo que el linyera
“siente” ante esas palabras. Se refiere el linyera solo a la expresión verbal en sí y su efecto sobre
su área emocional al leerla o escucharla. .
En este caso particular la cosa no es tan simple. Sería menester distinguir varios capítulos, que
corresponden a distintos períodos temporales.
En su infancia, tanto en su pueblo natal en el oeste bonaerense, como en las sierras
cordobesas, esas palabras no figuran en forma alguna. El linyera no conserva el menor registro
en esos ocho primeros años de su andar.
En los cuatro años siguientes el linyera vivió en Buenos Aires con sus hermanas, sus abuelos y
las tres hijas de estos, sus tías. ¿Semana Santa? La expresión llegó por primera vez en alas del
año 1937. Algo nuevo. Algo curioso. Pintoresco. Recorrer a pie el jueves siete iglesias con una
de sus tías. Comer el viernes un exquisito bacalao noruego preparado por su abuela. La noche
del sábado la Misa del Gallo. Todo eso repetido año tras año, 1938, 39, 40, 41, cada vez con con
un poco menos de atracción. Siempre lo mismo. Lo más interesante seguía siendo el ir a
comprar con el abuelo el mejor bacalao unos días antes. Aunque con la guerra europea el tema
se puso más difícil. En síntesis, durante esos años, la reacción del linyera era de una cierta
expectativa. Una variante.
En sus años de seminario la Semana Santa cambió un poco. Las celebraciones litúrgicas
pasaron a ser dominantes. Al reflexionar a posteriori sobre esos años surge claramente una
dualidad en la forma en que el linyera vivió esas Semanas Santas. En su actitud aparecen
claramente dos componentes, el religioso y el artístico. Paulatinamente el sentimiento artístico
fue predominando sobre el religioso hasta prácticamente desplazarlo y relegarlo por completo.
No se le planteó al linyeraese conflicto como un dilema que debía resolver necesariamente. Fue
un proceso casi natural. acorde con el proceso de cambio progresivo en su apartamiento de toda
religión históricamente establecida..
194
Y en las últimos cuarenta años casi podría decirse que la Semana Santa pasó a ser un recuerdo
de otros tiempos. No la “siente” de ninguna manera aunque sea bombardeado en mil formas
especialmente por las insistentes propagandas turísticas.
Solo existe en el almanaque, cada año en un lugarcito diferente.
indignation
12.04.09
No es el título de la última novela de Roth lo que aquí convoca la atención del linyera de alma
sino el comentario del propio autor de que “indignation” es para él la más bella de las palabras.
De entrada le resulta grato al linyera encontrar alguien que, como él, experimente alguna
sensación que tenga que ver con la estética en relación a las palabras.
Investigando un poco más a fondo cree, sin embargo, el linyera que la actitud de Roth con
respecto a esa palabra no es la misma que la suya. A Roth, evidentemente, le encanta
“indignation” no por su forma sino por su contenido. Un sentimiento de indignación, de enfado
vehemente contra algo, contra alguien, contra sí mismo, ha sido el leitmotiv de la mayoría sino
de todas sus obras.
Para el linyera, desde el punto de vista del contenido, esa palabra es estéticamente neutra. No
le provoca la menor reacción emocional. Él no conoce, al menos de manera demasiado notoria
ese sentimiento. Lo ve, ciertamente, a diario en las pantallas de la TV en un gran número de sus
conciudadanos. Como no suele analizar y juzgar los sentimientos ajenos, a menos que pueda
hacer algo para tratar de comprenderlos y estar a su lado, la indignación es algo bastante lejano
de su propio mundo.
En cuanto a la palabra “indignación” y la reacción que pueda provocar en él su forma física,
oral o escrita, debe hacer una distinción. La palabra castellana “indignación” lo deja indiferente,
absolutamente indiferenrte. En cambio la palabra inglesa “indignation” le resulta encantadora,
sobre todo si es pronunciada con cierto pausado énfasis.
Extraño vínculo que acaba de unir al linyera con Philip Roth. Una misma palabra. A uno le
encanta por adentro y al otro por afuera.
corín tellado
14.04.09
El liyera probablemente nunca leyó nada escrito por ella. No se incluye, por lo tanto, en los
centenares de millones de sus lectores. Pero por cierto que con solo pasar la vista por sus títulos
ya es como si la hubiera leído toda.
A principios de la década del setenta el linyera inició en la universidad la carrera de
antropología cultural. El primer día le presentaron un test del tipo de selección múltiple
y uno de los ítems planteaba una elección sobre el máximo representante de la cultura popular
entre cinco escritores. Cuatro pertenecían al canon de los consagrados y el quinto era Corín
Tellado. Por cierto la intención del profesor era, en este caso, ver si el alumno tenía una
inclinación con respecto a una cultura más elitista o más popular, segun la onda de la carrera en
ese entonces.
Corín Tellado se le pegó desde ese momento al linyera como etiqueta excluyente en ese
aspecto y concibió hacia ella una inocultable simpatía.
El año pasado, traduciendo a Chesterton para una editorial, encontró unas líneas escritas hace
poco más de cien años con el subtítulo de “En defensa de los folletines.”:
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“Uno de los ejemplos de hasta qué punto la vida ordinaria está devaluada es la literatura
popular, esa gran masa a la que con todo gusto se la describe como vulgar. Las novelas rosa para
jóvenes pueden ser ignorantes en sentido literario, lo que equivale a decir que la novela
moderna es ignorante en sentido químico, o en sentido económico, o en sentido astronómico,
pero no es intrínsecamente vulgar. Es el auténtico centro de un millón de llameantes
imaginaciones.”
Corín solo describía y narraba lo que a sulrededor veía cotidianamente, especialmente en lo
atinente a lo femenino. Una enorme cantidad de lectores se encontraban allí representados muy
sagazmente. Mejor de lo que alcanzaban a ver por sí mismos en sí mismos.
María T.González, en su libro, «Corín Tellado. Medio siglo de novela de amor», sintetizaba
así la obra de la escritora recientemente fallecida: “Corín ofrecía una visión del mundo desde el
mismo ángulo y la misma perspectiva que tenían los lectores, un panorama de la sociedad
española con sus mismos sufrimientos, problemas y características y entonces los lectores se
identificaban inmediatamente con los conflictos, los personajes y con la manera de resolverlos.”
El linyera de alma no puede ocultar que esta parte suya tan esencial mantiene un profundo
romance con la vida “ordinaria”. Por eso hoy no puede menos de recordar a Corín con una pizca
de emoción.
king – kong
15.04-09
A veces el linyera se pone a reflexionar con cabeza ajena. En este caso, hace ya algún tiempo,
lo hizo a través de Eduardo Espósito y su libro “Una novia para King-Kong”. Tras la lectura
escribió la siguiente reseña para una revista literaria:
....................
No conozco al autor No hace falta. No pretendo dialogar. Solo escucharlo un rato. Por eso
creo que lo mejor que pude hacer es sentarme cómodamente con él en un imaginario café y
comenzar a escuchar. Un monólogo. Yo puse mis oídos. Sus palabras van cayendo cadenciosas
y pausadas. Son palabras muy plenas, cargadas de connotaciones, luces, aromas, latidos,
gruñidos, caricias... Yo simplemente reacciono desde lo más íntimo de mi ser, mi ser todo...
Bebido de un trago el primer poema “Honduras”, ya gran parte del camino está recorrido. El
resto del libro es solo una expansión del título y de esa primera página que, leída en
profundidad, ya lo dice todo. Lo dice todo, pero solo hasta un cierto punto, porque deja casi un
centenar de pequeñas ventanas abiertas a la curiosidad, cada una destinada a visualizar una
página nueva, es decir, otro pequeño poema.
Todos guardan un monstruo debajo de sus camas” Parece ser la primera clave. Ese monstruo
es ubicuo, proteico. Está, más o menos visible en cada línea. Es ese otro que somos cada uno de
nosotros. Donde estamos nosotros está él.
La segunda clave creo que es: “King Kong buscó inútilmente una novia toda su vida” Una
novia, esa mujer, omnipresente también en cada rincón del libro.
Hay una tercera clave de lectura. Es simplemente el título del último poema: “SIN”. Como
cierre, pero una clave también disimulada o explícitamente, viva por doquiera. El monstruo
busca un dominio total sobre esa muñequita, esa mujer, ese ser “tan frági, lampiño o rosadito,
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que pueda sostenerse en una mano” . Hasta parece que King Kong pudo lograr su objetivo en la
realidad, según la dedicatoria: “A Rosana, cómodamente instalada en la palma de mi mano”.
Pero ¡atención! Esa muñequita inofensiva puede transformarse en una “mantis religiosa” que
puede invertir las líneas del dominio: “he visto a mujeres comerles la cabeza a sus amantes”.
La imagen del gorila gigante parece simbolizar todos los precedentes del hombre en la escala
zoológica. “Dios creó a Darwin a su imagen y semejanza”
Una vez dentro del marco de ubicación mental, es muy cómodo moverse en ese enmarañado
laberinto que a cada paso nos depara una sorpresa. Imágenes, sensaciones, dudas, siempre algo
nuevo. Monstruos, mujeres, sexo, orgasmos, temores, frustraciones, esperanzas, deseos... El
disparador puede ser, a veces, simplemente el título. Más que poemas, se trata de verdaderos
graffitti, cargados de implicaciones, alusiones, referencias
Es una verdadera miscelánea. Los breves poemas, aunque compactados en un libro, pueden
leerse aisladamnte, una vez que nos hemos situado en la atmósfera del tironeo febril entre el
monstruo y la muñeca. . Incluso, los poemas podrían leerse en calquier orden. Cada uno es un
mensaje simple pero multifacético. Son una mezcla anacrónica, histórica y geográficamente.
Atraviesan el mundo clásico, el mundo literario, el mundo de las diversas artes, las matemáticas,
la gramática, la sociedad, el universo entero.
Pero siempre hay un eje central, como el caño de los espectáculos de los bailes eróticos. Está
siempre el propio cuerpo, cada una de sus partes, su entorno. El sexo, más como deseo que
como satisfacción. Todo lleva una marca: la fugacidad: “ solo por esta noche”. Pero volverá a
repetirse....
El medio de transmisión de todo ese mundo al lector es el lenguaje casi ya convencional en
nuestros días en esa clase de obras, lleno de transgresiones, artificios, escisiones, misterio, pero
siempre con la imprescindible transparencia para el lector que entró decididamente en ese
mundo del autor.
¿Quiénes son sus interlocutores? Como todo poeta, el autor habla consigo mismo. Le habla a
su propio cuerpo. Y también a un hombre cualquiera. A veces, específicamente, a una mujer. No
parece querer direccionar al lector hacia una interpretación determinada. Lanza el globo de
ensayo y cada uno lo recibe a su modo.. Es un monstruo oculto pero presente, que le habla más
a los sentidos que a la razón.
Eduardo Espósito nos introduce sin reparos en un espacio infinito y, a la vez, acotado. Infinito,
porque es probable que todos debamos sentirnos identificados con el autor en tener la sensación,
más de una vez, de ser perseguidos por ese monstruo oculto. Y acotado, porque la oportunidad
del descubrimento se nos brinda solo a través de casi un centenar de ventanas, tragaluces o,
simplemente, ojos de buey. Una irresistible atracción del amor y una relativa pero constante
frustración.
En síntesis, si una síntesis es posible. ¿Casual o intencionalmente? El último de los títulos es
SIN. . ¿Frustración o esperanza? ¿O frustración con esperanza? ¿Una fusión amorosa imposible,
en la medida de King Kong y su novia siempre deseada y nunca poseída del todo? ¿Una fusión
lograda pero nunca plenamente satisfecha? Cada lector tendrá su respuesta. “ El poema es un
rezo hacia adentro”
....................
El linyera escribió esa reseña a manera de síntesis y se quedó pensando. Hoy les tira la página
que garabateó a sus amigos del blog, sin distinción de géneros...
linyera místico
17.04.09
197
No es ninguna novedad que algunos significantes son más elásticos que otros. Algunos son
tan elásticos que pueden oscilar entre un vacío casi total y una plenitud de significado rayana en
lo sublime.
Tal vez uno de esos términos sea “místico”, algo más concreto y observable, si se quiere, que
“misticismo.” Aunque siempre difícil y casi imposible de aferrar de una manera práctica. Es uno
de esos términos que nacen y hasta hacen fortuna porque son lo único captable al representar
realiodades o no realidades siempre huidizas.
Precisamente en pos de esas hudizas realidades anduvo el linyera por largos y pedregoisos
caminos siempre buscando algo más allá del silencio. Y solo encontró eso, más silencio.
En algún momento, durante su prolongada adolescencia, buscó y buscó en el misticismo que
el diccionario denomina como “ estado extraordinario de perfección religiosa, que consiste
esencialmente en cierta unión inefable del alma con Dios por el amor, y va acompañado
accidentalmente de éxtasis y revelaciones.” Buscando su “nirvana.” Por supuesto que esa
búsqueda fue un fracaso, sobre todo cuando anduvo rondando por los artificiosos vericuetos de
la llamada teología mística con sus vanos intentos por racionalizar lo irracionalizable.
Cuando los golpes de la vida, más interiores que externos, lo depositaron en un vulgar camino
terrenal, dejó librada su orientación a la brújula de sus instintos más simples, que, allá en el
fondo, no había dejado nunca de funcionar si bien en una atmósfera de somnolencia.
Y así anda ahora tranqueando por la vida con su ropaje íntimo de linyera de alma, que no
puede menos que que tener entre sus componentes una dosis variable de misticismo en la más
indefinida y pura de sus más arcanas acepciones.
Uno de esos momentos intermedios, si existen. Ni triste ni alegre. Siempre hay una
inclinación, aunque sea pequeña, hacia alguno de los lados. Pero convengamos en que era un
momento más bien neutro en cuano a ese parámetro del ánimo que oscila entre esas dos puntas.
No es el único parámetro. Pero esa oscilación, a lo largo de esa líneas, era frecuente, por no
decir constante, por esos años...
Estábamos recogiendo diarios viejos de diversos domicilios. ¿Cartoneros? No, sería
demasiado honor. Era con dos o tres voluntarios, para una obra de bien. Estábamos acomodando
las pilas de papel en la caja de la camioneta. El dueño, que la conducía, cantaba solo:”Viento,
dile a la lluvia....llevo toda una semana..”. Y lo repetía una y otra vez, con buena voz y buena
entonación
Lo escuché con mucha atención. Me encantó la melodía y me impactó la letra. Seguí mecánica
y automáticamente acomodando los diarios, pero la mente no estaba ya en esa tarea. Le pedí al
muchacho que conducía que repitiese la canción. “Viento, dile a la lluvia…” ¡Qué conversación
hermosa! ¡Poder oír ese diálogo! ¡Libre como el viento y la lluvia!
En un rapto de ensueño me fui de la camioneta y volé con el viento y la lluvia y me mezclé en
su diálogo. Huí con ellos. ¿Hacia dónde? Adonde me quisieran llevar. Yo quiero “volar y
volar….”
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linyera goliardo
21.04.09
Un deseo visceral del linyera de alma. Tal vez, de todo linyera. No solo andar y andar. Andar y
expresarse. Andar expresándose. Volcando su soledad hacia afuera. Andar, volar, flotar...
siempre cantando.
un pedazo de pan
23.04.09
Tal vez en su infancia el linyera haya recibido más de una reprimenda de aquellos de quienes
había estado ocasionalmente bajo guarda. No conserva registro. Solo tiene al respecto en la
memoria un episodio fugaz de aquellos años. Es el siguiente.
Estaba en su último período de estadía en Alta Gracia. Alrededor de sus siete años de edad. Su
único amigo conocido por nombre era Dante. Más o menos de su edad. Fallecido en noviembre
último.
199
Dante vivía en la casa de al lado. Era hijo de los cuidadores de un lujoso chalet y uno de los
grandes compinches de quien más tarde sería el “Che”, también del barrio y de la misma edad,
aunque entonces el linyera no lo conoció por nombre. Dante lo llevaba a menudo a jugar al
fútbol con el grupo de chicos del barrio. No había muichos.
La mamá de Dante hacía unos ricos panes caseros en un horno de barro y más de una vez les
regalaba uno a los vecinos. Una mañana el linyera acababa de tomar en la cocina su desayuno.
Un Toddy bien caliente. Casi ni había terminado su tazón cuando aparece Dante y lo invita a ir
con él a jugar con los otros chicos. Sale apresurado con una rebanada de pan en la mano y
ambos se van corriendo. Ya satisfecho con lo que había comido el linyera deja caer al suelo lo
que quedaba de la rebanada de pan. Dante se pone serio.
- ¡Qué hiciste!
- ¿Qué?
- El pan no se tira. Es sagrado.
Levanta el trozo del suelo, lo besa con devoción y lo guarda en el bolsillo del pantalón.
Una verdadera lección de un chico de siete años a otro de la misma edad. Desde entonces el
linyera, que todavía no había pisado una escuela, consideró que Dante podría ciertamente ser
llamado su primer maestro.
tamgo y rumba
25.04.09
En general, la vida del linyera ha estado estrechamente entrelazada con el tango. Con su carga
de fracasos, de nostalgias y misteriosas sorpresas. Siempre, eso sí, en una pesada atmósfera de
incertidumbre.
Cuando la vida decidió que perdiera las piernas del caminante físico, tenia necesidad de una
aunque más no fuese pequeña dosis de optimismo. A falta de piernas echó a andar en una
marcha virtual con su computadora. Y, mientras allí estaba ante la pantalla, vino extrañamiente
en su ayuda la voz de Marcela Morelo para aplicarle esa imprescindible inyección de energía
espiritual.
Como de entre las teclas surgió una mañana:
El impacto fue muy profundo. El linyera se sintió de golpe lleno de un raro entusiasmo.
“¡Tengo una rumba en mí!” Vibraciones. Ganas de hacer. De comunicarse. De compartir. La
rumba pasó del corazón al cerebro y del cerebro a las manos, a los dedos, a las teclas. Brotaron
así una viñeta tras otra. Apiladas en pequeños libros, en posteos de blog...
Nunca la rumba desplazó al tango en sus preferencia musicales. Pero en este caso la adoptó
como clarinada para iniciar las actividades del día.
200
Es una actitud especial, nacida al impulso de seguir viviendo con alegría al tener que enfrentar
una nueva etapa en la vida confinado a una silla de ruedas. Algo nuevo. Algo distinto. Pero,
afortunadamente, sumada a los incomparables, indispensables y más cariñosos cuidados de
aquella con quien comparte la vida hace más de treinta y cinco años, nació cada mañana ese
sentimiento de que “tengo una rumba en mí, que amarra los versos de mi esperanza…”
Con su teclado y su pantalla, y al ritmo tempranero de un misteriosa rumba, a veces con la
penetrante voz de Marcela perforando físicamente sus oídos cansados, desde el disco en el
driver. Palabras, palabras, más palabras… Pero palabras con alas. Con alas muy sutiles que
echan a volar con destino marcado o sin destino alguno. A volar adonde el viento las guíe.
Así volaron las palabras, miles y miles… desde un teclado, desde unos dedos a veces torpes,
desde un cerebro y un corazón estrechamente enlazados, alguna vez apretadas en bandada,
como si fueran las tapas de un libro… Muchas de esas avecillas regresaron con sorpresivos
mensajes que acusaban recibo de algún apretón de manos y alguna evocación emocionalmente
compartida… Un mundo distinto… un mundo nuevo para el linyera... al son de una rumba.
Es una palabra y un tema bastante familiar para él. El linyera puede resumir su relación con la
palabra “tragedia” en varios pasos. En algunas instancias la palabra y la realidad están bastante
lejanas y, en otras, la distancia entre ellas es más corta.
1) En forma algo borrosa y en sentido vagamente peyorativo entró una y otra vez en su
cabecita infantil, tal vez principalmente a causa de la guerra civil española.
2) En su adolescencia la escuela secundaria se la dibujó más bien en el ámbito de la escena
teatral clásica, sin mayor hondura significativa.
3) Un acercamiento muy fuerte y penetrante lo experimentó pocos años después. En sus años
de estudiante de filosofía, en la vida religiosa, se realizaban en el instituto frecuentes prácticas
teatrales. Participó activamente en muchas ocasiones. Cierta vez le tocó representar a Paulo,
protagonista de “El condenado por desconfiado”, esa conocida “comedia trágica” de la literatura
española. Allí, para poder actuar adecuadamente, necesitó compenetrarse vivamente con el
personaje y el terrible tema central de la “predestinación.” En varias representaciones terminó
unas cuantas veces en el infierno. Un final realmente trágico.
4) Como profesor de griego clásico en un curso avanzado que dictó más tarde, en ese mismo
instituto, leyó con los estudiantes en el original y se discutió en clase la tragedia Medea de
Eurípides. Un tratamiento serio pero casi exclusivamente académico del tema, como “ forma
dramática cuyos personajes protagonistas se ven enfrentados de manera misteriosa,
inexpugnable e inevitable contra el universo o los dioses, moviéndose siempre hacia un
desenlace fatal por una fuerza ciega, la fatalidad, el sino, el hado.”
5) La segunda guerra mundial y sus atrocidades , así como tantos otros episodios, menos
globales pero no menos atroces por su número de seres humanos implicados, hicieron que el
término cobrase una extensión que excede ampliamente la de un escenario.
6) Hoy la palabra está totalmente devaluada, como tantas otras, debido a su uso abusivo por
201
parte de los medios. Todo se anuncia como tragedia, caos, apocalipsis, infierno... Sin embargo,
es cierto que la realidad es vista y sentida como tragedia por muchos seres humanos. La
ignorancia acerca del sentido de la existencia humana esté tal vez en la raíz de esto. El día en
que el linyera de alma asumió plenamente y con serena calma su ignorancia sobre la vida, pese
a todas las contingencia posibles, esta dejó de ser tragedia para él,. .
¿Un género literario más? ¿El género de los géneros? ¿El derrumbe de un héroe? ¿El
sacrificio ritual de los sueños de la especie humana?
Máscaras y coturnos. Mímesis. Catarsis. Dionisos y Apolo.
¿Un escenario? ¿O una realidad muy actual?
El linyera contempla absorto. Hace zapping.
Prólogo:
Pantallas gigantes de TV. Tsunami en... Terremoto en... Incendio de bosques en... Cien muertos
en accidente... Acuchilló a sus tres eposas y sus catorce hijos... La peste es incontrolable... El
desastre atómico es inminente.. Nuevo virus mortal... Otro genocidio en... Terrible explosión en
un arsenal... El universo se acerca a su fin... Apocalipsis, ya...
Párodos:
Se acerca un coro fantasmal entonando un cántico lastimoso:
¡Oh hombre!
¡No! ¡Eso no!
Ayer lloraste al nacer.
Mañana llorarás al morir.
Nunca reirás.
¿Por qué, hombre, quieres ser feliz?
¿Para qué?
¿No te basta con vivir?
Vienes de la noche.
Vas a la noche.
El día no es para ti.
La luz está muy lejos.
Tuya es la sombra.
La sombra.
La sombra.
La sombra.
Episodio:
Algunos ángeles se rebelan contra el omnipotente y caen al infierno...
Estásimo:
El linyera agudiza su vista hacia atrás y escarba en las cenizas legendarias de sus misteriosos
orígenes.
Episodio:
Los dinosaurios se creen dueños del planeta y el destino inexorable los borra de la faz de la
tierra.
Estásimo:
El linyera analiza los hallazgos de la ciencia.
Episodio:
Los hombres luchan por apoderarse del universo y ¿qué les aguarda?
Estásimo:
202
El linyera mira y mira más y más allá y sus ojos chocan con un muro infranqueable.
Éxodo:
¡Oh hombre!
Microbio agrandado.
Constructor de cosas
Que dejarán de ser
Fabricante de dioses
Incapaces de ayudarte
Sé feliz por fin
Acepta tu destino fugaz
Asume tu ignorancia.
¡Ah!
¡Ah!
¡Ah!
el linyera y la guerra
02.05.09
El linyera quiere extractar hoy de su álbum una fotografía personal de la década de los años
30s por lo que respecta a su visión del mundo por aquellos días.
El clic que lo hizo retroceder a esos años se originó en la Casa Rosada hace unos pocos días.
Fue a raíz de la reunión entre los presidentes de Argentina, Paraguay y Bolivia para dar la
puntada final al tratado de límites entre estos dos últimos países sellando por fin una paz cuyo
broche definitivo estuvo esperando por más de setenta años.
Aquella década correspondió al período de la infancia del linyera, que había visto la luz en el
último año de Alvear, en el 28.
Sus recuerdos de esos diez años están almacenados en varias capas. Una de ellas corresponde
claramente a su visión del mundo exterior internacional. Es borrosa y clara a la vez. Clara en su
memoria pero muy oscura en sí misma. Muy oscura. El horizonte del que oía hablar y sobre el
que él mismo, al menos en la última etapa, leía en los diarios, podría describirse con una sola
palabra: guerra. El mundo no era nada más que un escenario para guerras.
Y el clic que lo llevó a la década del 30 y que repercutió en la Casa Rosada poco hace, se
había curiosamente iniciado hace exactamente setenta y un años, en los primeros días de marzo
en una modesta escuela primaria de la ciudad de Buenos Aires, en la calle Saavedra al 700. El
linyera, acompañado por una tía, quería ser inscripto en primero superior. Había cursado primer
grado por unos pocos meses el año anterior en una escuela en el campo y no tenía papeles de
ninguna clase. Como test decisivo la directora tomó La Razón de sobre el escritorio y el linyera,
con desenvoltura, leyó los titulares. Eran acerca del premio Nobel de la Paz concedido al
ministro argentino Carlos Saavedra Lamas por su intervención en la paz lograda entre Paraguay
203
y Bolivia, poniendo fin a aquella contienda por el Chaco Paraguayo. Demás está decir que la
directora lo inscribió como se pedía...
¿pesadillas o síntomas?
04.05.09
cerebros en marcha
manos seguras
piernas firmes
corazones fríos
almas turbadas
¿producto?
¡noche oscura!
II
cerebros titubeantes
manos que tiemblan
piernas que se aflojan
corazones ardientes
almas en paz
alumbtamiento feliz
¡un día más!
el linyera y la realidad
07.05.09
¿Es el linyera realista o idealista? Ya manifestó en más de una ocasión que usar este tipo de
etiquetas solo sirve para parcelar una realidad única en lotes que lo que logran es
exclusivamemte deformarla. El linyera prefiere se más concreto y no pegar etiquetas
generalizadoras y ambiguas.
El linyera llama realidad a todo lo que lo rodea. Cerca. Lejos.Muy lejos. Adentro de sí mismo.
Lo que ve. Lo que no ve. Los seres vivientes. Los no vivientes. Los conocidos por él. Los no
conocidos. El mundo todo. Tal como fue. Tal como es. Tal como será. Todo. Todo. Todo.
Una larga infancia. Una imersión simple y pura en la realidad. Con algunos vuelos
imaginativos que no sacaban efectivamente al linyerita de su mundo circundante ni encendían
204
deseos reales de fuga.
Una muy larga adolescencia. Tragado dulce e incautamente por el poderoso imán de la vida
religiosa , se vio el linyera envuelto por una espesa nube de irrealidad. El mundo concreto
permanecía en un subsuelo que a ratos pugnaba por ascender a la superficie con la energía de
verdaderos terremotos.
Vuelta a la realidad. Arrojado al mundo real como por un repentino tsunami, se produjo un
sinceramiento con este. Algo siempre subconscientemente buscado pero que necesitó un
sacudón muy violento para realizarse. Fue una adaptación fácil, casi natural, pero difícil a la
vez.
Pos-vida. Tras unas tres décadas de una continua y feliz adaptación, una diabetes en progreso le
hizo perder las dos piernas. Lejos de sumirlo en el pozo de una nueva triste realidad , esta
situación lo empujó a dar nacimiento a una vocación dormida pero no muerta nunca en él. La de
tomar la pluma y dejarla danzar al ritmo de sus vivencias en el escenario de una realidad cada
vez más real. Uno de sus frutos es este blog.
09.05.09
En una de sus andanzas errantes, no recuerda exactamente donde ocurrió, el linyera de alma
pasó frente a un jardín muy raro. Preguntó qué era eso y alguien del vecindario le contestó que
era el jardín del pesimista del lugar.
205
cieno que se escurre en grumos
entre los dedos del suelo
milonga de ausencia
12.05.09
El linyera se sentó a la orilla del polvoriento camino, tomó su vieja vihuela y se puso a entonar
una sentida endecha.
no acudís a tu madrina
pa en su regazo dormir
pa que los pelos te arregle
te gustaba presumir
206
reposando nos contemplas
con miaus de fieles recuerdos.
¿Funcionan todas las memorias humanas de la misma manera? Parecería que no. Al menos en
algunos aspectos. Cuando el linyera recorre ciertas autobiografías encuentra muchas veces una
narración perfecta, casi día por día, del transcurrir de una vida.
Es lo cierto que cuando el linyera se decidió, en lo que considera sus últimos años, a dejar
traslucir entre sus numerosos amigos algunos de los aspectos más íntimos de su alma que
suponía habían permanecido ocultos para la gran mayoría, se encontró frente a la imposibilidad
de encarar una narración cronológica continuada. Cualquier cosa menos una crónica.
Los recuerdos acudían como flashes dispersos. Sin el menor ordenamiento temporal. Como si
el linyera hubiese marchado por la vida a los saltos, hacia adelante, hacia atrás, hacia un lado u
otro. Esas postales las fue reproduciendo en forma de viñetas, agrupadas en algunos libritos y
continuadas, en perfecto desorden en este blog...
Los mojones en la memoria del linyera son pocos en cada etapa. ¿Se han borrado otros? ¿O
simplemente no se grabaron? ¿Por qué? Los grabados en postales no parecen, en sí mismos,
importantes. A veces son recuerdos banales, triviales, intrascendentes... Pero allí están,
esculpidos como con cincel en la roca de la mente del linyera.
Tal vez hayan existido en su vida rutinas que otros han notado en él y por las cuales lo
recuerdan, mientras que en él no dejaron “marcas” conscientes.
Si el linyera se pusiera a comprimir en minutos de tiempo los recuerdos que tiene bien
grabados tal vez sobraría un par de días....¿Es eso todo lo que vivió? ¿Ochenta años
comprimidos en unos pocos días? Tal vez ese lapso de tiempo se amplíe si el linyera continúa
con su blog. En ocasiones un detalle llama a otro y se produce algún extraño salto. Por el
momento esa sucesión de “experiencias triviales” pero muy “marcadas” pareceróa
sheila
15.05.09
De las dolidas cuerdas de la vihuela del liyera brotó la “milonga de ausencia” en el posteo del
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martes pasado. Y la partida de Sheila arrancó algunas lágrimas también en España... La hija del
linyera le hizo llegar una foto auténtica de los tiempos en que Sheila derrochaba energía,
además del siguiente comentario:
Sheila
seguís con nosotros
nos legaste
muchas dosis
muchas
de cariño
para días
y días
y días...
16.05.09
*** los ojos del linyera de alma están siempre abiertos a todo
los ojos del criminal solo ven sangre
los ojos del ladrón solo ven cosas ajenas
los ojos del adicto solo ven lo que les presenta su pasión
los ojos del enamorado solo ven al ser amado
los ojos del optimista solo se abren en las mañanas rosadas
los ojos del pesimistra solo se abren en las noches oscuras
los ojos del indiferente estás siempre cerrados
los ojos del político están el uno abierto y el otro cerrado
*** los ojos del linyera están siempre abiertos a todo
mario benedetti
19.05.09
Entre las cuerdas del alma del linyera y las cuerdas de la lira del vate oriental no pudo no haber
más de una consonancia. Especialmente en décadas pasadas. Largos momentos vividos en una
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penosa sequedad interior durante su travesía por la vida religiosa, los encuentra, por ejemplo,
reflejados en este soneto de Benedetti. Como si se estuiviera dirigiendo a él en forma personal.
Ayer
Al despedirlo, el linyera de alma pulsa su propia lira, como contestándole agradecido, mientras
empezó a marchar por un nuevo camino.mientras aguarda que le llegue el momento de
acompañar a Mario en el qie acaba de emprender.
y la deshilachada incertidumbre
no se cambió en certeza
solo en paz
las sombras del ayer
son nubes mansas
las voces del después
mudas están
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