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gt Nacional
De 1984 para acá, tres huelgas permanentes, han superado más de un año frente a edifi-
cios públicos, y han culminado favorablemente para los trabajadores.
Huelga indefinida ¿acto
estratégico o desgaste sindical?
Agustín Ortiz I DCA I
l Unas oxidadas láminas sirven
de pared y refuerzo a los sostenes
de la carpa de lona. Varias mantas
que exhiben consignas evitan que
los rayos del sol se filtren con fuer-
za. En el interior, una pequeña
estufa, algunos tratos sin lavar y
un par de sofás que apuntan hacia
un televisor hacen juego con las
tablas tendidas sobre blocks que
sirven de cama.
Conectado a la “habitación”
un espacio cercado con láminas
y mantas se ha convertido en el
patio y garaje. En una esquina de
ésta, dos toneles llenos con agua, y
a unos pasos, un cuarto hecho de
nylon en cuya puerta se lee “sólo
para luchadores”, sirve de baño;
todo, incluyendo el hedor en las
cercanías confirman que “ellos
viven ahí”.
Aunque para la mayoría pasan
desapercibidos, más de uno de los
cientos de personas que transitan
a diario frente al Palacio Nacional
de la Cultura, y de las decenas de
turistas o de las personalidades
que casi todos los días visitan ese
recinto, notan su presencia y pre-
guntan sobre ellos; sus motivos y
su situación.
Es precisamente eso, inquie-
tar a los transeúntes o visitantes
sobre su estadía en el lugar, el
objetivo de la permanencia desde
hace siete meses en ese sitio 28
trabajadores sindicalizados de la
desaparecida comercializadora
de agua purificada Distribuidora
de Petén, que turnados en grupos
ocupan una improvisada carpa
en la Plaza Central.
Así, en mayo de 2008 se
plantaron frente a la Cervecería
Centroamericana empresa líder
de esa corporación, con la consig-
na de no aceptar indemnización,
sino su reinstalación y la libertad
de sindicalizarse; al principio eran
41, pero la presión económica y
“los sobornos” según Álvarez, ha
vencido a 12, incluso uno de sus
dirigentes fue asesinado.
Para sobrevivir Álvarez cuen-
ta que se alternan en grupos de
tres o cuatro para ocupar la carpa,
ya que en el tiempo que no están
en el lugar realizan trabajos infor-
males que les permita agenciarse
de algunos fondos para sostener a
Ex trabajadores de la Distribuidora de Agua Salvavidas llevan 11 meses plantados en la Plaza Central, y no piensan
moverse hasta ser reinstalados.
“
No me parece casualidad que
el camión que manejé duran-
te 13 años cuando laboré ahí,
siga en la misma ruta”.
Edwin Álvarez, desempleado.
quienes están de turno, y así suce-
sivamente.
¿Medidas de presión?
Aunque en Guatemala los pri-
meros sindicatos se organizaron
en la década de 1920 y se avanzó
en la institucionalidad sindical,
fue hasta 1947 que se establece
el primer código laboral, que
entre los avances, además de la
organización y el pacto colecti-
vo establecía el derecho a hacer
huelgas.
Pero no fue sino hacia 1970 que
toman auge y entre 1984 y 1985
que se realiza la primera de las
ocupaciones más importantes.
A partir de entonces, muchos
grupos de trabajadores han adop-
tado la misma acción en busca
de que se atiendan sus reivindi-
caciones; por ejemplo, en 2001,
Guatemala, Jueves 16, abril 2009
¿Huelga de
hambre?
El problema de ese grupo de
laborantes comenzó desde prin-
cipios de 2007, cuando iniciaron
los trámites para formar un sindi-
cato, pero que tras cinco intentos
ese año no prosperó y no fue sino
hasta principios de 2008 que el
Ministerio de Trabajo lo autorizó,
pero para su sorpresa, días antes
la empresa se había declarado en
quiebra.
Edwin Álvarez, secretario gene-
ral del Sindicato de Trabajadores de PermaneceRAN el tiempo que se
DistribuidoradePetén(Sitrapetén), a necesario.
cree que la Corporación Castillo
Hermanos, dueña de esa compañía prefirió cerrarla y crear otras dos,
para absorber sus inversiones y reprimir la organización.
71 empleados de una cogene-
radora de electricidad San José,
“La Carbonera”, sostuvieron un
paro frente a Casa Presidencial
que duró cerca de tres años, y en
2002, 21 laborantes de una mul-
tinacional de bebidas gaseosas
Pepsi Cola, permanecieron casi
dos años frente al Palacio.
Ningún gobierno quiere tener
en el Parque Central un plantón,
como tampoco habrá empresa
El sendero del
sindicalismo
Los primeros sindicatos fue-
ron formados por artesanos
y trabajadores del ferrocarril,
de fincas de bananos y de los
puertos durante los años 20, y
el Departamento Nacional de
Labor fue creado en el año 1925
pero con limitaciones para los
trabajadores en huelga.
Durante el gobierno del
general Jorge Ubico, de 1930 a
1944, las palabras “unión”, “tra-
bajador”, “huelga” y “derechos
laborales” fueron prohibidas
en el vocabulario cotidiano.
Entre 1944 y 1954, se logra
la jornada laboral de ocho
horas, salarios mínimos, regu-
lación del trabajo infantil y de
las mujeres, vacaciones paga-
das, el derecho a organizarse,
pacto colectivo, la libertad a
hacer huelgas, tribunales
laborales, y un sistema de
seguridad social. El primer
código de labor fue estable-
cido en el año 1947.
Entre los años 1960 y 1996
muchos sindicatos se disolvie-
ron, líderes fueron detenidos
y asesinados, y organizaciones
entre los campesinos se prohi-
bieron. En 1984 y 1985 cente-
nares de sindicalistas ocupa-
ron una fábrica de bebidas de
Coca-Cola que iba a cerrarse
ilegalmente.
Después de un año los tra-
bajadores ganaron su lucha y la
fábrica se quedó abierta.
que quiera una manifestación
permanentemente en su contra,
de manera que en el fondo hay
un asunto político que obliga
a que se aborde el problema”,
señala Adolfo Lacs, miembro
del Consejo Político de la Unión
Guatemalteca de Trabajadores
(UGT). Sin embargo, no todos
opinan lo mismo.
“Ellos no están en huelga, están
viviendo ahí”, dice el viceministro
de Trabajo, Mario Illescas, al ser
consultado si acaso no supone un
desgaste a la imagen del gobierno
el que estas personas se mani-
fiesten en ese lugar. “Ni para el
Estado, ni para el gobierno supo-
ne un desgaste o presión”, insiste.
Lacs y Álvarez sostienen que su
permanencia frente al Palacio
implica que más de alguien de
los visitantes los vea, les toma una
foto, los entrevista y habla de ellos
a nivel internacional, con lo cual
el Estado queda mal al ser tildado
como represor de la libertad sin-
dical; pero “de ser así, el desgas-
te ya se hubiera dado”, responde
Illescas.