w anafrica / diciembre de 2006

Por Rosalba Castillo Viveros /

opinión

La abolición de la esclavitud
en América

T
rascurridos más de quinientos años de la abolición de la
esclavitud de los descendientes de africanos en América
debemos recordar con orgullo la resistencia y la perma-
nente rebeldía frente a la opresión que han ennoblecido a
todos los pueblos africanos que lucharon y siguen luchan-
do en contra de los oprobios y cuyo reconocimiento, per-
dón y reparaciones han sido olvidados por las naciones
que les infringieron los daños.

Fue una infamia para la humanidad la perpetrada en contra de los pueblos afri-
canos con la participación de los europeos en el comercio triangular, fue un
reparto de ganancias infinito para Europa y una pérdida inconmensurable para
las víctimas de la trata transatlántica, que fueron tratadas como seres infrahu-
manos en cuanto a su dignidad: el apareamiento como animales, el ultraje a sus
mujeres, la calidad de la vivienda, la nutrición y el desarraigo familiar.

Puede afirmarse que en el mundo entero no ha existido, ni existe otro proceso

de resistencia física como en el caso de los pueblos africanos, no hay otra etnia
que tenga una historia de lucha y resistencia como la de los pueblos africanos
dentro y fuera de su continente.

Donde quiera que hayan sido esclavizados han luchado hasta la muerte sin que
sus hazañas se hayan registrado en la historia. Es bueno recordar cómo el his-
toriador más reconocido de la antigüedad por los occidentales, especialmente
por los europeos, Herodoto, considerado como el padre de la historia, cuatrocien-
tos años antes de Cristo manifestó y dejó escrita en los anales históricos la resis-
tencia suicida de los pueblos africanos libios enfrentados a los invasores de las
legiones romanas con armas rudimentarias. En el primer siglo de la era cristia-
na Ptolomeo en sus memorias relata la fuerza e indeclinable rebeldía de los pue-
blos etíopes contra las capturas ordenadas por los faraones que trataron de
esclavizarlos para lograr la construcción de las pirámides, la fuerza de las muje-
res Dahomeyanas y el empuje del pueblo Ashanty que prefirieron morir luchan-
do a dejarse esclavizar.
En América, de norte a sur, de oriente a occidente, desde la Patagonia en el Sur
hasta los Estados Unidos en el Norte pasando por los estados caribeños e insu-
lares, todos los descendientes de africanos en América se levantaron contra los
estados europeos y contra los gobiernos americanos para luchar a favor de la
obtención de su libertad, durante más de cuatro siglos. Estas hazañas deberían
figurar como los hechos más notables en la historia universal y servir como
ejemplo para levantar la autoestima y la dignidad de los pueblos ultrajados,
esclavizados y humillados.
Siempre los pueblos descendientes de africanos nacidos en América nos pregun-
tamos por qué en los currículos de historia se les enseña a los niños y adoles-
centes la revolución francesa, la revolución norteamericana y no se les habla de
la revolución de Haití, primera gesta libertaria contra los europeos que oprimí-
an al pueblo en América, primer estado libre en América.
No se cuentan las vejaciones sino sólo el proceso de la esclavitud que quieren
seguir grabando en el inconsciente individual y colectivo de los pueblos, soste-
niendo en el presente los imaginarios en donde nuestro pueblo es, por el hecho
de haber sido esclavizado, de segunda categoría. No se cuenta en la historia el
heroísmo de quienes se sacrificaron hasta lograr la abolición de la esclavitud,
olvidaron las luchas de millones de héroes, asesinados, ultrajados, quienes
murieron de forma anónima en una lucha permanente, no sólo por la subsisten-
cia, sino por la libertad contra los secuestradores de hombres libres en defensa
de sus ciudades, aldeas, selvas en todas las costas de esclavos que realmente
fueron frentes de batalla. Héroes anónimos, algunos con estrategia militar,
como Bernkos Biojó en Colombia, que al igual que muchos otros, puso en aprie-
tos al ejército militar compuesto por criollos y europeos, con clamores incendia-
rios en donde manifestaba que era necesaria la libertad o la muerte y que su
pueblo no lloraría más ni tendría más sufrimiento.
Además, nunca se ha mencionado la activa participación de las mujeres en la
abolición de la esclavitud. Ellas lucharon como fieras en la búsqueda de la liber-
tad de sus hijos.
La abolición no fue un rasgo de bondad, un fin humanitario en su esencia sino
la manifestación de la lucha denodada de los descendientes de africanos y afri-
canas en América.
El último decenio estuvo cargado de agitación, terror, encuentros violentos. La
guerra entre descendientes africanos y blancos se recrudeció, la lucha contra el
negro se intensificó, abundaron los palenques y kilombos en América, la liber-
tad dejó de ser una visión y se convirtió en el final de la pesadilla, pero en el
momento actual los afro descendientes en América siguen siendo discriminados,
excluidos, siguen viviendo en los cinturones de miseria, desarraigados de sus
territorios, desplazados, y sus mujeres siguen mancilladas, satanizadas. Por eso
es importante ahora contar con gobiernos y partidos como el partido verde espa-
ñol con Francisco de Asís Garrido y Bruno Estrada, que lograron con la partici-
pación de Pedro Zerolo del PSOE articular acciones después de veinte años de
existencia de la Agencia Española de Cooperación Internacional AECI.
En cuanto a Colombia, el 14 de julio de 1991 se promulgó la Constitución
Política que rige los destinos de nuestra nación. En nuestra historia republica-
na nunca habíamos desarrollado un pacto democrático de legitimación de las
instituciones ni más amplio ni más incluyente. Al mismo tiempo se puso fin a
una violencia aguda cuyo clímax fue el asesinato de tres candidatos presiden-
ciales.
La constitución Política representó y sigue representando una conquista demo-
crática:
Reconoció un amplio catálogo de derechos sociales, políticos y culturales; consa-
gró la autonomía de las entidades territoriales y profundizó la democracia par-
ticipativa al tiempo que amplió los recursos fiscales de departamentos y muni-
cipios; así mismo reconoció los derechos de las mujeres, de las comunidades indí-
genas y de las comunidades afro colombianas; consagró el carácter plural, mul-
ticultural y multiétnico de nuestra sociedad, en pocas palabras, estableció el
Estado Social y Democrático de Derecho como la forma de organización política
de nuestra sociedad.
Agradecemos todo el trabajo, dedicación, participación y ayuda prestada por el
Partido de Gobierno PSOE y en especial de Pedro Zerolo quien con su voluntad
característica por los colectivos discriminados ha logrado poner en la agenda de
gobierno el tema de los afro colombianos y la discriminación después de 500
años de abolición de la esclavitud elevando la bandera del reconocimiento y el
respeto por la diferencia.
Rosalba Castillo Viveros
Red Continental Afroamérica XXI
Coordinadora Nacional del proceso AFROAMÉRICA XXI
Colombia

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