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Descubra cuál es su mayor recurso

Pedro no entendía lo que estaba a punto de suceder, aunque debió haber tenido el
discernimiento necesario para saberlo. Ni Jacobo, ni Juan, ni ninguno de los otros
discípulos lo tuvieron. Aunque habían estado con Jesús durante tres años, todavía no
tenían una idea clara del plan eterno de Dios, y esta falla se convertiría en su vergüenza.

Entre los discípulos surgió una disputa sobre quién sería el mayor entre ellos. Jesús
intervino, diciendo: "El mayor entre vosotros [sea] como el más joven, y el que dirige,
como el que sirve" (Lc 22.26). Más tarde, les reveló una sorprendente verdad: todos
ellos le abandonarían esa misma noche.

Pero Pedro negó categóricamente esa posibilidad, diciendo: "Aunque todos se


escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré" (Mt 26.33). Nadie parecía estar
consciente del vertiginoso desarrollo de lo que estaba teniendo lugar. A medida que
avanzaba la tarde, los discípulos escuchaban al Señor mientras éste les decía que sería
traicionado, pero su mensaje no les llegó al corazón.

No podían concebir que sucediera tal cosa, no a un hombre que había cambiado la vida
de tantos, y que literalmente había hecho milagros ante sus ojos. Con la muerte y el
dolor acercándose rápidamente, los discípulos se durmieron, sin haber aprendido la
lección más importante para ganar cualquier batalla. ¿Cuál lección? Que hay que velar y
orar.

¿Somos negligentes en cuanto a nuestra fe?

La mayoría de nosotros nos hemos encontrado, alguna vez, en situaciones en las que
sabíamos que algo estaba a punto de cambiar. Podíamos sentirlo. Puede que hayamos
sido prevenidos con anticipación; es posible incluso que alguien nos haya dicho con
antelación qué iba a suceder, pero no estuvimos dispuestos a aceptar ninguna otra
posibilidad.

Nos negamos a escuchar, porque estábamos enfrascados en nuestras necesidades, y en


nuestros deseos, sueños y pasiones. En vez de hacer caso a la advertencia y prepararnos
para lo que iba a venir, decidimos ignorar el mensaje. Fuimos negligentes. Entonces,
sólo después de que nos golpeó la adversidad, nos dimos cuenta de que habíamos
perdido una oportunidad de confiar en Dios.

Tras el arresto y la crucifixión del Salvador, los discípulos hicieron probablemente lo


que la mayoría habríamos hecho: pensaron en los detalles que condujeron a esa noche, y
en el hecho que cambió para siempre sus vidas. ¿Fue que no vieron algo, una señal de
por qué las cosas habían salido tan diferentes a lo que ellos esperaban? ¿Pudieron haber
hecho algo para evitar el arresto de Jesús? ¿No habían sido leales con Él? ¿Les esperaba
a ellos el mismo destino?

Ciertamente, la principal victoria del cristiano fue ganada en la cruz. Fue allí donde
Dios sacrificó a su Hijo por los pecados de la humanidad. Jesús tenía que morir, para
que pudiéramos tener vida eterna. No ha existido ninguna victoria más grande que ésta;
pero en las horas previas que llevaron a este momento se logró una victoria muy
importante.

Tuvo lugar esa misma noche en el huerto de Getsemaní. Fue aquí donde Jesús se rindió
completamente a la voluntad de su Padre. Si Él no hubiera hecho esto, la cruz jamás
habría podido ser levantada. Usted y yo nos habríamos perdido eternamente.

Hay también otra verdad muy reveladora acerca de lo que sucedió en el huerto horas
antes del arresto de Jesús. Los discípulos tuvieron la gran oportunidad de demostrar su
fidelidad, sin embargo, no pasaron la prueba, no una sino tres veces. ¿Podemos aprender
algo de su fracaso? Pues así es.

Al término de la cena pascual, Jesús llevó a sus discípulos del aposento alto a un lugar
de aislamiento y oración. Les pidió que se mantuvieran alertas y vigilantes, pero no
hicieron ni una cosa ni la otra. Jesús escogió a tres hombres —Pedro, Jacobo y Juan—
con los cuales tenía una relación particularmente estrecha, para que fueran a un lugar de
íntima oración, que estaba aun más cerca del corazón de Dios. Estaba literalmente a
pocos pasos de distancia de donde Él había hecho su oración de entrega personal.

Jesús no era solamente Dios; era también humano. En Getsemaní, su condición humana
se hizo más evidente. Estaba angustiado, sufriendo y sintiéndose muy solo, aunque sus
amigos estaban con Él. Jesús tenía que rendirse al plan de Dios, o no hacer la voluntad
del Padre. No había forma de evitar la importancia de ese momento.

Dijo a sus discípulos: "Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad
conmigo. Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre
mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. Vino
luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido
velar conmigo una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la
verdad está dispuesto, pero la carne es débil.

Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta
copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. Vino otra vez y los halló durmiendo,
porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño" (Mt 26.38-43).

Lo que sucedió después, es más de lo que quisiéramos imaginar. Jesús regresó por
tercera vez, sólo para encontrarlos dormidos nuevamente. Mateo escribió: "Y
dejándolos, se fue de nuevo, y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras.
Entonces vino a sus discípulos y les dijo: Dormid ya, y descansad.

He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado" (vv. 44, 45). Estaba a
punto de hacerse realidad todo lo que Jesús les había dicho que sucedería. Una vez que
la iniquidad de Satanás se pusiera en acción, no habría más tiempo para "velar y orar".

Permita que la oración sea su primera respuesta

Llegará un momento en el que Dios nos llamará a orar, y entonces deberemos obrar de
acuerdo con lo que hemos aprendido de Él. Pero si no hemos pasado tiempo con el
Señor, no sabremos cómo permanecer firmes en nuestra fe. También nos faltarán el
discernimiento y la sabiduría clave para tomar buenas decisiones. Cuando vengamos al
lugar de la oración, el lugar donde Jesús llevó a esos hombres aquella noche, debemos
estar completamente concentrados en su santidad, tanto así que el estar en su presencia
infinita nos haga ponernos de rodillas. Jesús se humilló a sí mismo delante del Padre, y
aquellos hombres tuvieron la oportunidad de ser testigos de cómo oró Él, aunque no lo
hicieron.

Cuando enfrentemos desafíos demasiado grandes para nosotros, nuestra primera


respuesta debe ser acudir a Dios en oración. La victoria en todas las batallas, se obtienen
sólo en un lugar: en el lugar de la oración.

En vez de quedarse sentado, haga el esfuerzo de postrarse delante del Señor; extiéndase
sobre el piso y permanezca tranquilo en su presencia. Puede que algunas personas no
puedan hacer esto físicamente, pero sí pueden postrarse delante de Él en su corazón.
Piense en la fortaleza interior que habría logrado Pedro esa noche, de haber hecho lo
que Jesús le pidió: velar y orar. O considere el discernimiento y el poder que hubiera
tenido por seguir el ejemplo de Cristo. Juan y Jacobo se habrían, sin duda, unido a
Pedro, y los demás habrían hecho también lo mismo. Habrían logrado el coraje que
tanto necesitaban. Pero, cuando el enemigo atacó, salieron corriendo por el temor de
perder sus vidas.

En la oración hay un poder ilimitado. Ésta es una de las razones por las que Jesús pidió
a sus seguidores que oraran con Él esa noche. Las personas, muchas veces, quieren
conocer la voluntad de Dios para sus vidas. Gastan dinero comprando libros y probando
métodos diferentes para aprender algo nuevo que dé significado a sus vidas. Pero la
verdad es que, lo que están buscando, está justamente frente a sus ojos. Todo lo
importante se consigue mediante la oración.

Gracias a la oración, Jesús se sintió seguro del plan de Dios para Él. ¿No le gustaría
saber qué plan tiene Dios para su vida? Cristo ganó la batalla en un lugar de oración.
Ése es, también, el lugar en el que usted puede ganar sus batallas. Él nunca se dio prisa
por saber qué opinaban los demás. Él quería saber únicamente lo que Dios Padre
pensaba. Cuando se levantó del suelo esa noche en el huerto, tenía la dirección, la
esperanza y las fuerzas que necesitaba para soportar el Calvario por amor a nosotros.
Jesús sabía que podía confiar en el Padre, porque había pasado tiempo con Él.

¿Qué problema tan grande hay en su vida, que usted no es capaz de manejar? Para Dios,
nada es demasiado grande. ¿Quisiera usted "velar y orar" con Él, para conocer su
voluntad y su plan perfectos?
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Texto: Juan 5: 1-9

Para Jesús, adorar con su pueblo no era una obligación sino un placer. El
placer de adorar con los suyos.

Puede ser que mientras Jesús caminaba alrededor del estanque, alguien le
señalara al hombre de esta historia como un caso crónico y digno de
compasión, puesto que su enfermedad hacía muy poco probable, y aun
imposible, que alguna vez llegara a ser el primero en entrar al estanque
después que se hubieran agitado las aguas. No tenía nadie que lo ayudara a
entrar, y Jesús siempre fue el amigo de los que no tenían amigos, y aquel que
ayuda a quien carece de ayuda terrena.

El nombre del estanque era Betesda, que significa:” Casa de misericordia”

La palabra que significa estanque es Kolumbehron, que viene del verbo


kolumban, que significa “zambullirse”

La verdadera casa de “misericordia” es el señor Jesús. Y es para el primero y


el ultimo que “zambulla” en el conocimiento y disfrute de su misericordia”

En esta historia podemos ver con toda claridad bajo qué condiciones operaba
el poder de Jesús. Debemos notar que Jesús habla con imperativos. Daba sus
órdenes, sus mandamientos a los hombres, y en la medida que éstos trataran
de obedecerlos recibían ese poder.

(1) Jesús comenzó por preguntar al hombre si quería curarse. No es una


pregunta tan tonta como puede parecer. El hombre había esperado durante
treinta y ocho años y bien podría haber perdido las esperanzas, dejando en su
lugar una pasiva y triste desesperación.

Podría haber sucedido que en lo más íntimo de su corazón se sintiera


satisfecho de seguir siendo un inválido porque, si se curaba, tendría que
enfrentarse con todo el peso de ganarse la vida y asumir una vez más todas
sus responsabilidades. Hay inválidos para quienes su enfermedad no es del
todo desagradable, puesto que algún otro hace todo el trabajo y asume todas
las responsabilidades.

Pero la respuesta de este hombre fue inmediata. Quería curarse, auque no


veía cómo podría curarse alguna vez, puesto que no había nadie que lo
ayudara.

Lo primero que se necesita para recibir el poder de Jesús es un deseo intenso


de ese poder.
Jesús viene a nosotros y nos dice: “¿Realmente quieres cambiar?” si en lo más
recóndito de nuestro corazón estamos contentos con ser como somos, no
puede haber ningún cambio.
El seseo de las cosas superiores debe inflamar nuestros corazones.

(2) Jesús, pues, le dijo al hombre que se levantara. Es como si le hubiera


dicho: “¡Hombre doblega tu voluntad! ¡Haz un esfuerzo supremo y tú y yo lo
lograremos juntos!”

El poder de Dios nunca prescinde del esfuerzo del hombre. Ningún hombre
puede apoltronar, relajarse, y esperar que suceda un milagro. No hay nada más
cierto que el hacho de que debemos tomar conciencia de nuestro desamparo;
pero en un sentido muy real, también es cierto que el milagro sucede cuando
nuestra voluntad y el poder de Dios cooperan para hacerlo posible.

(3) De hecho, Jesús estaba ordenado al hombre que intentara lo imposible.


“¡Levántate!” le dijo. El hombre podría haber dicho, con resentimiento y dolor,
que eso era exactamente lo que podía hacer. Su cama debe haber sido una
simple estructura semejante a una camilla.

Y Jesús le dijo que lo levantara y se lo llevara. El hombre podría haber dicho


que durante treinta y ocho años la cama lo había estado llevando a él y que no
tenía mucho sentido decirle a él que llevara la cama. Pero una vez más, el
hombre hizo el esfuerzo a la par de Cristo ---y sucedió el milagro

(4) Aquí tenemos el camino para lograr lo que nos proponemos. Hay tantas
cosas en este mundo que nos vencen, nos derrotan y se apoderan de
nosotros…

Cuando la intensidad del deseo está en nosotros, cuando nos proponemos


hacer el esfuerzo, aunque pueda parecer sin esperanzas, entonces el poder de
Cristo tiene su oportunidad, y con Cristo conquistamos aquello que durante
tanto Hace algunos años, un amigo mío iba en un aeroplano a 35,000 pies de
altura camino a una cita para predicar. Permíteme compartir contigo parte de la
experiencia de mi amigo, que ahora está viajando alrededor del mundo
cumpliendo el ministerio que Dios le ha dado.

Este hombre era un renombrado pianista. El era un artista tan maravilloso que
las oportunidades que le ofrecieron en el mundo del espectáculo le hubiesen
asegurado un gran futuro en esa área de su vida. También tenia una magnifica
voz de solista. Sus talentos musicales eran estupendos. Dios le había llamado
a predicar y él había escogido seguir esa vocación que era la perfecta voluntad
de Dios para su vida. Por años se había esforzado en ser fiel a Dios.

Ahora, mientras volaba en el aeroplano camino a predicar el Evangelio, se


encontraba a sí mismo en una situación muy particular e insólita. Algunos años
antes de este viaje, él había sufrido de lo que médicamente se llama artritis
reumatoidea. Esta condición se agravó progresivamente en todo su cuerpo.
Sus manos se volvieron nudosas, torcidas, y ya no podía moverlas con libertad.
Así que sus días como pianista se habían acabado.

Todas las articulaciones de su cuerpo fueron afectadas por esta enfermedad.


Sus tobillos se hincharon hasta ser del tamaño de una toronja. Sus rodillas
también aumentaron de tamaño. Todas sus coyunturas estaban adoloridas. Era
incapaz de moverse normalmente.

Me dijo que no compraba la aspirina por frascos, sino por cajas. Las tomaba
constantemente para tratar de aliviar el dolor tan intenso que atormentaba todo
su cuerpo. También me contó que en más de una oportunidad tuvieron que
rodarlo fuera de la cama y colocarlo en una bañera con agua caliente. Tenia
que quedarse allí por un tiempo para siquiera poder moverse durante el día.

Aparentemente esto aflojaba sus articulaciones y parcialmente le aliviaba un


poco el dolor. Su cuerpo se encorvó. No podía caminar en forma normal, sino
que simplemente hacía lo mejor que podía con sus rodillas, tobillos y el resto
de sus articulaciones las cuales le dolían y estaban totalmente deformes.
Esta era su condición mientras que estaba sentado en el aeroplano yendo a
predicar el Evangelio. Los médicos ya le habían dado el veredicto de que no
había esperanza. No había nada que la ciencia médica pudiera ofrecerle en
cuanto a una sanidad permanente. Sólo podía obtener alivio del dolor por
medio de los medicamentos. Le dijeron que sencillamente tendría que vivir de
esta manera y gradualmente iría empeorando. Su habilidad para bendecir a las
personas por medio de la música se había terminado para siempre.

Ya no tenia capacidad para caminar o vivir una vida normal. Pero allí estaba en
ese aeroplano determinado a ir y predicar el Evangelio lo mejor que pudiera en
esas condiciones. El me relató lo que le sucedió en ese viaje.

En realidad se llevó a cabo un milagro. Ah, el mundo no podía ver el milagro.


Los que estaban alrededor, no se percataron de él. Pero a pesar de ello, el
milagro se llevó a cabo. Al estar leyendo su Biblia en el avión, empezó a
meditar en las escrituras. Vio que Jesús llevó nuestras enfermedades y sufrió
nuestros dolores y por Su llaga fuimos nosotros curados. (Isaías 53:4-5) Leyó
en Mateo 8:17 que Jesús sanó a todos los enfermos: "Para que se cumpliese lo
dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades
y llevó nuestras dolencias. " Leyó en I Pedro 2:24 donde dice: "Quien llevó él
mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros,
estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis
sanados."

Súbitamente una luz se encendió en lo más profundo de su ser. Escuchó en su


hombre interior las palabras: "Por Su Herida TU FUISTE SANADO." Mientras
iba a 35,000 pies de altura se hizo en él una clara comprensión de esta verdad.
¡Repentinamente él supo que estaba sano!

Se dio cuenta que era libre de esa enfermedad y empezó a regocijarse porque
sabía que estaba sano. Durante el trayecto y luego de haber recibido por
revelación de Dios, el conocimiento de su sanidad, aún no se notaba el cambio.
Su cuerpo no sentía diferencia alguna, su cuerpo no funcionaba de manera
diferente, pero él sabía que estaba sano. Sabía en su interior que un milagro se
había llevado a cabo.

Cuando aterrizó el avión, él casi no pudo ponerse de pie. Atravesó


penosamente el pasillo y salió al encuentro del pastor de la iglesia, quien al
verle le ayudó con su equipaje y le dijo: "Hermano, ¿cómo estás?" Mi amigo,
exteriormente lleno de artritis reumatoidea, aún encorvado y tambaleándose,
con dolor en las coyunturas, todavía incapaz de levantar la vista en una forma
normal, volvió un poco su cabeza (hasta donde le era posible) para ver al
pastor y dijo: "¡Ah, estoy muy feliz de anunciarle que soy sano por la herida de
Jesús!" ¡Claro que el pastor pensó que no sólo su cuerpo había sido afectado
por la enfermedad sino también su mente!

Llegó el momento para que mi amigo ministrara en la iglesia de este pastor.


Tambaleándose llegó hasta la plataforma y se puso detrás del pulpito. Con la
artritis aparentemente dominando su cuerpo vio a la congregación y dijo: 'Antes
de abrir la Biblia y predicar quisiera hacer una confesión. Quisiera regocijarme
delante de todos ustedes y decirles que estoy feliz porque el Señor Jesucristo
ha sanado mi cuerpo. También estoy feliz de que por la herida de Jesús yo he
sido sanado. Quiero que se alegren conmigo porque estoy sano. La artritis no
puede vivir en mi cuerpo. Mis articulaciones están bien. Regocíjense conmigo
porque soy una persona normal y porque puedo tocar el piano otra vez.

De nuevo puedo caminar normalmente. Quiero que se alegren conmigo porque


soy sano." Cada una de las personas en esa congregación reaccionó de
manera diferente. Estoy seguro que muchos de ellos cuestionaron la
credibilidad del hombre tras el pulpito. Para finalizar la historia, el hombre
comenzó a mejorar y mejorar y mejorar. En cuestión de semanas, toda la
artritis había abandonado su cuerpo, y cada articulación estaba normal. Ya
podía tocar el piano. El estaba perfectamente normal. Esto fue hace más de
veinte años. He estado personalmente en sus reuniones y he llorado mientras
tocaba el piano y cantaba las canciones de Sion y alababa al Señor Jesucristo.

¡Verdaderamente él está viviendo una vida normal hasta el día de hoy! Ahora,
¿qué sucedió durante ese vuelo? ¿Hay alguna ley que puede sobrepasar las
leyes que conocemos en el reino natural? ¿Habrá algo que no alcanzamos a
entender con nuestras mentes naturales? ¿Qué sucedió en realidad en aquel
aeroplano? La Biblia habla acerca de la ley de la fe. La Biblia habla acerca de
la ley del Espíritu de vida, haciéndonos libres de la ley del pecado y de la
muerte. Sentado en esa nave, este amigo recibió en su hombre espiritual el
conocimiento que el mundo no es capaz de recibir con la mente carnal, natural.
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La Biblia dice que la fe es del corazón. Romanos 10:10 dice "Porque con el
corazón se cree..." Es con el corazón que tú crees. Al hablar del corazón, se
refiere al hombre espiritual. Hay un hombre espiritual dentro de tu cuerpo físico.
El Señor Jesús nos dice por inspiración del Espíritu Santo a través del Apóstol
Pablo que la fe es una fuerza espiritual. Fe es la fuerza que surge del hombre
espiritual. Es el hombre espiritual el que es capaz de responder a la Palabra de
Dios y ejercitar la fe. La fe es del corazón. La fe es una fuerza espiritual.
"Porque con el corazón se cree..." ¿Ves? Mientras que ese hombre iba en el
avión, invadido por una enfermedad que lo inutilizaba y que lo hubiera tenido
cautivo toda la vida, él meditó en la Palabra de Dios. Él leyó sobre las
promesas de Dios y las grandes declaraciones de Dios con respecto a la eterna
redención que tenemos en el Señor Jesucristo. Las leyó y meditó en ellas hasta
que ya no estaban solamente en su mente. Ya no era solamente su mente
carnal la que meditaba sobre estas cosas, sino que su hombre espiritual
comenzó a captar estas verdades. Su hombre interior empezó a alimentarse de
las cosas de Dios, quien es Espíritu.

Era una comunicación de Espíritu a espíritu. Cuando su espíritu comenzó a


hacer suyas las verdades eternas acerca de como Dios nos había redimido de
las enfermedades físicas, algo comenzó a suceder en él.

Cuando su espíritu oyó; "Por su llaga fuimos nosotros curados ", la fe se hizo
real porque la fe ^ es del corazón. Es con el corazón que el hombre cree. Este
hombre de pronto supo, no con su mente sino con su corazón; con su hombre
espiritual, que estaba sano. Al saber esto, su confianza fue inamovible. El había
oído en su espíritu (el verdadero hombre) a Dios, quien es Espíritu, hablándole.

Su cuerpo se veía igual. Respondía en la misma forma que antes. No mostraba


evidencia alguna de que hubiera cambios. Sin embargo, en lo profundo de su
ser, él sabía que estaba sano, ¿Ves? Hay un sexto sentido. El cuerpo tiene
cinco sentidos: La vista, el oído, el gusto, el olfato y el tacto. Cinco sentidos. Y
con estos sentidos naturales nos ponemos en contacto con el mundo físico.

Pero hay otro sentido. Si Dios le ha dado al cuerpo físico cinco sentidos para
estar en contacto y funcionar en el mundo natural y material, entonces
ciertamente El le ha dado al hombre espiritual, vivificado con la vida de Dios
Todopoderoso, algún tipo de sentido para actuar en el reino espiritual. ¡Sí! El
hombre espiritual hecho vivo por la gracia y el poder que resucitó a Jesucristo,
tiene un sentido, y nosotros llamamos a ese sentido, LA FE. La fe es totalmente
independiente de los cinco sentidos que usamos para actuar en el mundo físico
y material.

Esto es lo que le sucedió al hombre en el avión: dejó lo natural y entró a lo


sobrenatural. Dejó lo físico y entró a lo espiritual. Salió de su naturaleza física y
entró a su naturaleza espiritual. Ese único sentido de la fe, alimentándose de la
Palabra de Dios, recibió conocimiento por revelación y recibió una certeza
inconmovible de que mi amigo estaba totalmente sano. ¡Aunque todos sus
sentidos físicos lo negaban, y no había evidencia en ninguno de ellos que
corroborara que estaba sano, este único sentido de la fe — al cual no
abandonaría — dominó y venció a los otros! ¡Y su cuerpo respondió! La
enfermedad y las dolencias le dejaron. Ahora, después de más de veinte años,
todavía está viviendo normalmente porque actuó en la ley de la fe.

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Jesús dijo: "Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es
posible" (Mateo 19:26). Jesús dijo esto para fortalecer nuestros corazones. Al
ver tu situación hoy, ¿se ve imposible para los hombres? ¿Es imposible para ti
el ser sanado? ¿Es imposible que tu familia vuelva a unirse? ¿Es imposible que
se resuelva esa situación? ¿Todas las voces de tus parientes y de los médicos
y de los profesionales y de los amigos, te dicen la palabra "imposible"? Si es
así, entonces oye la dulce voz del Hijo de Dios, que no miente. "Las cosas que
son imposibles para los hombres son posibles para Dios. "

De esto es de lo que se trata este libro. Te dirá cómo puedes moverte en el


sexto sentido llamado la fe. Puedes deshacerte de esos grilletes que te
mantienen en el reino de lo natural y tocar a Dios quien está en el reino de lo
sobrenatural. Este libro te enseñará a estar consciente de dos mundos, el
mundo visible y el mundo invisible. Aprenderás cómo puedes ponerte en
contacto y actuar en la ley de lo invisible, donde no hay imposibilidades.

Amigos míos, mi corazón se regocija al saber que ustedes van a encontrar la


ayuda y el milagro
que necesitan. En nuestra familia hemos experimentado muchos milagros
como resultado de la verdad, que voy a compartir con ustedes en este libro. Mi
esposa es enfermera titulada y puede vividamente describir a nuestra hija Lisa,
quien nació anormal hace más de veinte años. El pediatra dijo que ella sufría
de perlesía cerebral. No tenía reflejos de succión, no tenía tono muscular. No
tenía habilidad para gatear.

Su cuerpo estaba débil. Y la palabra "imposible" estaba escrita sobre su vida.


Nuestros corazones estaban entristecidos. Parecía que no había forma de que
ella tuviera oportunidad de vivir una vida normal. Enfrentamos esta situación y
pusimos en acción las leyes y los principios de Dios presentados en este libro.

Cuando comenzamos a actuar en Dios hallamos, como lo hizo ese amigo


mientras viajaba en el aeroplano, las verdades eternas de Dios. En nuestro
interior, ellas trajeron luz para iluminar nuestro entendimiento. Empezamos a
regocijarnos porque nuestra hija era sana.

Oramos la oración de fe, la ungimos con aceite. Aunque no hubo cambios en


su cuerpo y parecía que ella sería anormal para siempre, nuestro hombre
espiritual, nuestra naturaleza espiritual declaró que teníamos la certeza de que
Lisa había sido sanada por la herida del Señor Jesucristo.

Todo en ella gritaba: "No, no, no, ella no es normal". Sin embargo, nosotros
sabíamos lo contrario en nuestro interior. Cada uno de nuestros cinco sentidos
gritaba: "No, no, no, ella no está sana". Sin embargo, ese sentido llamado FE
que predomina en nuestra naturaleza espiritual, ese sentido que tiene
conocimiento por revelación de Dios, venció a todos los sentidos naturales. Me
alegra anunciarles que después de veintidós años (al escribir esto), nuestra hija
continúa sana y normal.

Esto se hizo una realidad desde que ella era una niña muy pequeña. Vivió
normalmente todos sus años escolares y doy gracias a Dios que ella es normal
y está bien hasta el día de hoy porque descubrimos cómo movernos en este
sexto sentido llamado la fe. La fe se alimenta de la Palabra de Dios. La fe es
del corazón.

Yo podría narrarles muchísimos milagros en la vida de nuestros otros hijos, en


la mía y en la de mi esposa, que son como resultado de funcionar utilizando el
sexto sentido. Déjame animarte a que medites en la Palabra de Dios.

Estudia las verdades presentadas en este libro hasta que puedas levantarte por
encima de la palabra "imposible". Comienza a actuar en el reino de la fe.

La fe es del corazón.
Medita sobre estas verdades hasta que penetren y lleguen más allá de tu
mente carnal. Medita sobre estas verdades hasta que se internalicen en tu
espíritu. Recíbelas en tu hombre espiritual como conocimiento por revelación
de Dios, quien es Espíritu.

Al meditar en el Señor empéñate en entablar una comunicación de Espíritu a


espíritu (o sea tu espíritu comunicándose, escuchando y respondiéndole a Dios
quien es Espíritu).
Veamos la Palabra de Dios mientras continuamos exponiendo estas verdades.
Regocíjate desde ahora porque Dios te dará los deseos de tu corazón.

En Génesis 1:1-3 dice: "En el principio Dios (preparó, formó, diseñó), y creó los
cielos y la tierra. La tierra estaba sin forma y era un vacío yermo, y las tinieblas
estaban sobre la faz de las grandes profundidades. El Espíritu de Dios se
movía, (cerniéndose, empollando) sobre la faz de las aguas. Y Dios dijo: Sea la
luz; y se hizo la luz" (Amplified Bible).

Leemos en Hebreos capitulo 11, versículo 3: "Por fe entendemos que los


mundos (durante las edades sucesivas) fueron enmarcados — diseñados,
puestos en orden y equipados para el propósito para el cual fueron destinados
— o la palabra de Dios, de manera que lo que vemos no fue hecho de cosas
que son visibles" (Amplified Bible).

Estas escrituras nos enseñan a unir nuestras manos con las del Creador. Dios
nuestro Padre es creador. Jeremías dijo: "¡Oh, Señor Jehová! He aquí que tú
hiciste el cielo y la tierra con tu gran poder, y con tu brazo extendido, ni hay
nada que sea difícil para ti" (Jeremías 32:17).

Sabemos que Jesús es creador. Colosenses 1:16 dice: "Porque fue en él que
todas las cosas fueron creadas en el cielo y en la tierra, cosas que se veían y
cosas que no se veían, sean tronos, dominios, gobernadores o autoridades;
todas las cosas fueron creadas y existen a través de él (por su servicio,
intervención) y en y para él" (Amplified Bible).

Juan 1:1-3 dice que Jesús fue también creador del universo. Sabemos que el
Espíritu Santo es creador. Somos de la clase de Dios y pertenecemos a su
familia. Dios espera que tengamos habilidad creativa. Tenemos que unir
nuestras manos con las de El. En estos días hemos sido hechos colaboradores
con Dios para crear cosas.

En Hebreos 11:3 dice: "Por fe entendemos que los mundos (durante las edades
sucesivas) fueron enmarcados — diseñados, puestos en orden y equipados
para el propósito para el cual fueron destinados — por la palabra de Dios, de
manera que lo que vemos no fue hecho de cosas que son visibles" (Amplified
Bible).

Tú eres un pequeño mundo. Todos tenemos el nuestro. Mientras algunas


personas están alegres, tu mundo puede estar haciéndose añicos. Puede estar
como el mundo al principio; sin forma, vacío y las tinieblas moviéndose sobre la
faz del abismo (Génesis 1:2). Es posible que ésta sea la forma en que estás
hoy, con tu mundo vacío, en caos y tinieblas.

¡Gracias a Dios tu mundo puede ser reconstituido!


¡Tu mundo puede ser remodelado!
¡Tu mundo puede ser equipado para el propósito para el cual fue destinado!

Esto se logra por medio de la Palabra de Dios y de las fuerzas invisibles de


Dios. Veamos otra vez Hebreos 11:3: "De manera que lo que vemos..." ¿Qué
vemos? La estrellas, la luna, el sol, la tierra, los árboles, el polvo, las flores, la
hierba, las nubes. La Biblia dice que lo que vemos no fue hecho de las cosas
que son visibles. Lo que vemos fue hecho de cosas invisibles.

Lo que vemos en este mundo natural fue realmente hecho de fuerzas


invisibles. Hebreos 11:3 está hablando acerca de dos mundos — hay un mundo
que vemos y hay un mundo que no vemos. Existe el mundo visible y el mundo
invisible. Hay un mundo material y un mundo espiritual. La Biblia dice que lo
que ves en lo físico, en el reino material, no fue hecho de cosas que se veían
sino que fue hecho de lo invisible. Es significativo que Dios comenzara este
capitulo de fe de esta manera.

El Creador del universo empezó con fuerzas invisibles. Comenzó en el área de


lo que no vemos. Empezó en la dimensión espiritual. Todos los ladrillos
creativos de
Dios están en otra dimensión — el mundo
invisible.

LOS LADRILLOS QUE NECESITAMOS PARA CREAR NO SON DE ESTA


DIMENSIÓN MATERIAL.
Están en otra dimensión. Dios tiene ladrillos, sustancia creativa que todos
podemos usar, pero no están en el universo material Sus ladrillos están allá en
lo invisible, en lo que no vemos, en el mundo espiritual

LAS COSAS QUE SE VEN NO SON HECHAS DE COSAS VISIBLES, SINO


DE COSAS INVISIBLES

Hebreos 11:1 dice: "Ahora fe es la certeza (la confirmación, el titulo de


propiedad) de las cosas que [nosotros] esperamos, es laprueba de cosas que
[nosotros] no vemos (está hablando de fuerzas invisibles) y la convicción de su
realidad — la fe percibe como un hecho real lo que no ha sido revelado a los
sentidos" (Amplified Bible).

¡La fe creada por la Palabra de Dios percibe como un hecho real aquello que
no es revelado a nuestros sentidos naturales! Hay cinco sentidos en el cuerpo
humano. Estos son, la vista, el gusto, el olfato, el oído y el tacto. Tocamos,
olemos, vemos, oímos y gustamos. Todos éstos están en el mundo natural.
Usamos estos sentidos para ponernos en contacto con el mundo natural. Dios
te dio estos cinco sentidos para usarlos en el mundo físico. Pero hay otro
sentido más, el sentido del hombre espiritual en tu interior, y este sentido se
llama la fe.

Este sentido de la fe es usado para tocar lo que no se ve, el mundo invisible.


Los sentidos naturales no pueden tocar esa dimensión espiritual, no tienen
contacto con ella. Pero la fe, creada por la Palabra de Dios, te capacita para
alcanzar la dimensión de lo invisible y activar el poder creativo de Dios.
La Biblia es como un gran bosque. Creciendo en ese bosque están los
Sequoias gigantes (árboles
inmensos de California de madera rojiza) de las eternas verdades de Dios.
Necesitamos caminar diariamente entre este gran bosque y ver a los gigantes,
a los Sequoias inconmovibles de las verdades eternas de Dios y refrescarnos
ante su presencia. Entonces podemos regresar a este mundo material con el
conocimiento por revelación de que los principios bíblicos son verdades
eternas.

Te daré una ilustración sobre nuestros cinco sentidos. Voy a usar a mi esposa
Dodie en esta ilustración. Ella usa un perfume especial. Yo puedo pasar cerca
de Dodie y uno de mis sentidos, el olfato, me va a advertir y a decir si ella tiene
ese perfume. Yo percibo el olor de ese perfume.

Uno de mis sentidos registra el hecho: aquí hay perfume. Sin embargo, en el
reino natural mis otros
sentidos no tienen ninguna prueba de que el perfume está realmente allí.

Mis ojos podrían decir: "¿Perfume? Yo no lo veo. Nunca podrás convencerme


de que algo que no puedo ver sea real". Mis oídos podrían decir: "Yo no oigo
ese perfume.

Nunca me convencerás de que algo que no puedo oír sea real". "¿Perfume?"
Mis manos podrían decir: "Yo no siento ningún perfume. No podrás
convencerme nunca de que algo es real si no puedo sentirlo". Mi lengua podría
decir: "Yo no puedo gustar ningún perfume. Aquí no hay perfume".

Podría comenzar a pensar: "Aquí no hay ningún perfume: no lo palpo, no lo


siento, no lo oigo, no lo veo, no lo puedo gustar". Pero mi nariz podría decir:
"Ustedes otros sentidos, ¡cállense! Como nariz ya he experimentado el
perfume. He confirmado con mi sentido del olfato su realidad. No importa que
ustedes no puedan oír, o ver, o gustar, o tocar. Mi habilidad para oler dice que
es real. ¡Es real! Yo he usado mi sentido del olfato para confirmarlo. Les
anuncio que es real".

De esta misma forma, yo entro por mi sentido de la fe dentro de la Palabra de


Dios — entro al gran bosque de Dios y medito en lo que El dice que es mío en
ese reino invisible. Veo las grandes verdades de Dios Todopoderoso y, con ese
sexto sentido que está en mi hombre espiritual, creo y estoy consciente de que
son mías.

Veo y sé que la salvación es mía. Lo creo. La sanidad es mía. La prosperidad


es mía. Todas las bendiciones de Dios son mías. En base a la información del
sexto sentido, la fe, puedo confiadamente decir: "¡Soy sano! ¡Soy
bienaventurado! ¡Estoy redimido! ¡Soy próspero!" Ahora, cuando comienzas a
actuar como si la Palabra es verdad, tus cinco sentidos naturales dirán: "Yo no
puedo tocarlo, no puedo oírlo, no puedo verlo, no puedo sentirlo, no puedo
gustarlo, así que no estoy sano. No puedo ser próspero. He visto mi chequera y
mis ojos no han visto nada. He tocado mi cuerpo y las protuberancias están
todavía allí."

Mi sentido del tacto y mis sentimientos me dicen que no estoy sano. Mis ojos
me dicen que no soy próspero. Mis oídos me dicen que no lo tengo. Pero,
¿sabes? Hay un principio espiritual trabajando. Es exactamente como cuando
puedo oler el perfume de Dodie. Mi sentido de la FE les dice a estos cinco
sentidos naturales: "¡Ustedes cinco sentidos, cállense! Yo he estado viendo las
verdades eternas de Dios y he recibido conocimiento por revelación de lo que
está más allá de ustedes. ¡Puedo asegurarles que aunque no tengan otra
prueba, esto es una realidad! ¡Dios no miente!"

Cuando tu nariz te asegura la presencia del perfume, todos tus otros sentidos
no tienen forma de probar que el perfume está en el aire. ¿Por qué vas a
permitir que tus sentidos naturales tengan más integridad que Dios
Todopoderoso?

Quiero decirte que el sentido del olfato en tu nariz no tiene más integridad que
Dios. Tu nariz puede estar equivocada. Puede estar defectuosa. Pero Dios no
es defectuoso. Aventuremos y entremos al gran bosque de las verdades
eternas de Dios y hallemos sus abundantes bendiciones para nosotros.
Descubriremos que Dios nos ha dado ciertos beneficios. Nuestra fe detecta y
confirma que son nuestros. Nuestra fe meditará sobre esas verdades.

Meditar en la Palabra de Dios es la mejor forma de poner a trabajar tu fe. Dios


(Romanos 10:17).
Vive en la Palabra de Dios. Camina cada día bajo la sombra de los gigantescos
árboles de las verdades eternas de El. Solázate al calor de la luz del sol del
mundo espiritual de Dios y conoce que en esa dimensión invisible, esto es tuyo.
Tu fe te dice que es tuyo.

La fe hace que la Palabra de Dios escrita venga a ser como la voz audible de
Dios hablando personalmente a ti. Medita en ella hasta que puedas decir: "Soy
salvo, soy sano, soy próspero, soy victorioso, soy fuerte". No importa lo que los
cinco sentidos digan en este reino natural, tu fe lo percibirá como un hecho
real.

La Biblia dice que Dios creó cosas materiales de cosas que son invisibles.
Todas nuestras bendiciones vienen de un mundo invisible. Tu redención es
espiritual. El perdón se encontraba en lo invisible. ¿Cómo descubrí ese gran
hecho invisible del perdón? Lo encontré en la Palabra de Dios. Era invisible y
se hizo visible cuando yo lo acepté. La sanidad y prosperidad habitan en la
dimensión espiritual, el mundo invisible. Cuando lo vemos allí en la Palabra de
Dios y nuestro sexto sentido de la fe se apropia de el, entonces la fe lo trae al
mundo natural.

Tus sentidos frecuentemente tratarán de contradecir la Palabra de Dios, tal


como mis otros cuatro sentidos me decían que no había ningún perfume
presente. Pero recuerda que mi nariz con su pequeño sentido del olfato, les
convenció a todos ellos que allí había perfume. Cuando regresamos del gran
bosque de las eternas verdades de Dios, entonces la fe grita: "¡Lo tengo! ¡Lo
tengo!" Y los cinco sentidos pueden decir: "¡No lo tienes! ¡No lo tienes! ¡Sabes
que no lo tienes! ¡Mira el historial médico, mira los exámenes de laboratorio!
¡Tómate unas radiografías! ¡No hay ningún cambio!"

Este es el campo de batalla. Pero recuerda que la batalla se gana cuando


escuchas a tu hombre espiritual regocijándose en lo que él sabe que es la
verdad. Lo sabe a través del conocimiento por revelación que obtuvo de la
Palabra de Dios por el sexto sentido de la FE.

En II Reyes capítulo 6, se cuenta esta historia: Los sirios peleaban contra los
israelitas y cada vez que los sirios se movían, los israelitas sabían con
precisión donde se encontraban. Ellos tomaban un camino según sus planes
de ataque y los israelitas ya los estaban esperando. Así que el jefe sirio reunió
a toda su gente y les dijo: "En este consejo de guerra quiero saber ¿quién está
por Israel y quién por nosotros? Debe haber algún espía en este campamento".

Un siervo le dijo: "No, no es que haya un espía entre nosotros, sino que hay un
profeta en Israel. Y lo que susurras en tu cámara más secreta, él se lo dice al
rey de Israel" (v.12). Este hombre dijo: "¡Lo que susurras en tu cámara más
secreta ellos lo saben!" Así será con nosotros. Dios va a actuar por medio de lo
sobrenatural. El dijo: "¿Quieres decir que hay un profeta allí que puede saber
estas cosas?" Sí.

¿Sabes qué hicieron los sirios? Enviaron a un gran ejército a traer a un solo
hombre. Así de asustado está el diablo de los cristianos llenos del Espíritu
Santo. Elíseo estaba en Dotan y ellos enviaron un ejército allá durante la noche
para apresar a un solo hombre.

¿Puedes imaginártelo? Tal vez no lo sepas, pero el diablo te tiene miedo. La


Biblia dice: "Resistid al diablo y huirá (aterrorizado) de vosotros". El diablo
tiembla al sólo pensar en ti. Ellos enviaron
un ejército tras un solo hombre. Elíseo estaba durmiendo y tenía a su lado a un
joven que me recuerda a algunas personas de hoy. La Biblia dice en el
versículo 14: "Entonces envió el rey allá gente de a caballo, y carros, y un gran
ejército". ¿Puedes imaginarte un gran ejército? Llegaron de noche y sitiaron la
ciudad. El ejército sitió la ciudad con caballos y carros y entonces su criado le
dijo "¡Ah, señor mió! ¿Qué haremos?"

Todo lo que este joven podía ver era este mundo. Se puso nervioso, afligido y
dijo: "Oh, ¿qué vamos a hacer?" He oido a mucha gente en estos días hablar
acerca del hambre, de las pestes y de la destrucción que vendrá sobre el
mundo. Bien, es posible que esto les ocurra a algunos, pero. . . ¡No vendrá
sobre mi! ¡Gloria a Dios! Dios me bendice. Dios no me ha llamado a ira. Me ha
llamado para obtener salvación a través del Señor Jesucristo.

Puedo oírles hablar sobre todo esto con angustia, retorciendo sus manos:
"¿Qué vamos a hacer? ¿Qué vamos a hacer?" Este es un cuadro del mundo
de hoy:"¡Ah, Señor mío! ¿Qué haremos?" Elíseo se levanta, sale afuera y dice:
"Déjame examinar la situación".
Mira a su alrededor y ve los cientos y posiblemente miles de caballos y carros
allá afuera y dice: "Oh, no te preocupes, porque más son los que están con
nosotros que los que están con ellos". Puedo imaginarme a ese joven viviendo
en el día de hoy. El hubiera dicho: "Elíseo, aún en las matemáticas modernas,
uno más uno son dos, y ellos son más numerosos que nosotros".

Elíseo dijo: "Señor, te ruego que abras sus ojos para que vea. Y el Señor abrió
los ojos del joven y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a
caballo, y de carros de fuego alrededor de Elíseo. " (II Reyes 6:17)

Las huestes celestiales rodeaban al enemigo. Elíseo no dijo: "Mira, Dios acaba
de crear algunos ángeles". No. Aquellos ángeles estuvieron allí todo el tiempo.
Ellos existían en el mundo invisible desde antes. Sólo porque fueron
manifestados en el mundo visible, en lo físico, no hay razón para creer que
esos ángeles acababan de ser creados. ¡NO! Sabemos que ellos ya existían
allí en el mundo invisible. Dios únicamente manifestó su presencia haciéndolos
visibles en la dimensión física.

Algunas veces, cuando comenzamos a experimentar la sanidad decimos: "Oh,


gracias Dios, ya estoy sano. Fui sanado ayer a las 10:30 de la mañana". NO.
La sanidad existe para ti desde que Jesús murió y la compró con su Sangre.
Ha sido tuya por años. La salvación ha sido tuya por años. La vida eterna es
tuya. La sanidad es tuya. La prosperidad existe continuamente en otra
dimensión. Dios, a través de tu fe, manifestará todas estas cosas en el reino
material.

Algunas veces no ves tu sanidad. Algunas veces no ves tu prosperidad.


Algunas veces no sientes que hayas obtenido la victoria, pero eso no quiere
decir que no sea tuya. Así como tienes un ángel que está a tu lado y estás
convencido por la Palabra de Dios que él vive en ese mundo invisible cuidando
de ti, así también tu sanidad está allí. Tu prosperidad está allí. En lo que
respecta a Dios esto es tuyo. Puedes regocijarte por medio de tu sentido de la
fe de que es tuyo, aunque todavía no se haya manifestado.

Supongamos que le digo a mi esposa Dodie: "Querida, puse $1,000.00 en el


bolsillo de tu abrigo que se encuentra en el guardarropa de la entrada, para que
los gastes en lo que quieras". ¿Sabes lo que haría Dodie? Primero que todo, su
corazón comenzaría a alegrarse porque ella cree en lo que yo le digo.
Segundo, comenzaría a hacer planes sobre lo que compraría. Tercero,
comenzaría a hablar acerca de esta bendición de $1,000.00. Diría: "¡Tengo mil
dólares! Voy a comprar esto y aquello. ¡Estoy tan emocionada por esta
maravillosa bendición!"

Aunque ella hace estas tres cosas, todavía no • ha visto los mil dólares, aún no
ha sentido el olor de los mil dólares, no ha gustado los mil dólares, no ha
tocado los mil dólares, ni ha oído el crujido de los mil dólares. Sus sentidos
naturales no han tenido ningún contacto con los mil dólares. Ella solamente
tiene la palabra de una persona a quien ella ama y en quien confía. ¿Qué hace
ella?
Ella cree, habla, se alegra, hace planes, aún cuando no ha tenido ninguna
evidencia, excepto la fe en mi palabra. ¿No es extraño cómo las personas
actúan basadas en la palabra de un esposo, un abogado, un médico o una
esposa, y sin embargo no actúan en esta forma respecto a la Palabra de Dios?
El hombre puede mentir pero Dios no miente.

Conforme te internas en la Palabra de Dios. En ese gran bosque de eternas


verdades de Dios, encontrarás que El ha puesto mucho en tus bolsillos. Te dio
la salvación y la sanidad para tu cuerpo. Te dio prosperidad y fortaleza para los
quehaceres físicos. Te dio la victoria y la habilidad para derrotar a el diablo.
Todo está allí, en el mundo espiritual. Está en tu bolsillo espiritual. Todavía no lo
has tocado, aún no lo has visto, ni lo has sentido. ¡Lo único que tienes es la
Palabra de Dios Todopoderoso quien no puede mentir!

Cuando regresas al reino de los sentidos, aquí en el mundo visible, y


comienzas a confesar: "Soy salvo, todas mis deudas han sido pagadas. Tengo
fuerzas, he sido sanado. Soy libre, estoy colmado de bendiciones". Quizá tú no
tengas evidencia física para comprobarlo, pero esto no debe molestarte en lo
absoluto. Has estado meditando en la Palabra de Dios y tu hombre espiritual lo
ha visto y lo ha alcanzado con la mano de la fe para poseerlo. Puedes
confiadamente decir: "Lo tengo por fe y sé que es mío".

¿Sabes? La fe se extiende hacia el área invisible, y crea el reino físico con


verdades invisibles. Todo lo que vemos no fue hecho de lo visible sino de lo
invisible. Todas las personas de fe rápidamente dirán que la prosperidad, salud,
sanidad y salvación no fueron hechas de cosas visibles sino de lo invisible.
Quiero mostrarte este principio de fe entrando al mundo invisible.

Miremos de nuevo Hebreos 11:1 "Ahora fe es la certeza (la confirmación, el


titulo de propiedad) de las cosas que [nosotros] esperamos, la prueba de cosas
que [nosotros] no vemos y la convicción de su realidad — la fe percibe como un
hecho real lo que no ha sido revelado a los sentidos".

Este es el principio clave: la fe va a la Palabra de Dios, le cree a Dios y ve


como un hecho real lo que aún no ha sido revelado a los cinco sentidos físicos.

Hebreos 11:3 dice: "Por fe entendemos que los mundos [durante las edades
sucesivas] fueron enmarcados — diseñados, puestos en orden y equipados
para el propósito para el cual fueron destinados — por la palabra de Dios, de
manera que lo que vemos no fue hecho de cosas que son visibles".

Sería tonto que alguien dijera: "Bien, yo no creo en eso de leer la Biblia. No
creo en todo eso". Algunos no se internan en el bosque de las eternas
verdades de Dios y luego se preguntan por qué no tienen fe. Se extrañan
porque no tienen habilidad alguna para creer en Dios. ¡ Ah, como esta verdad
debería hacernos vivir en la Palabra de Dios!

La Biblia dice que entendemos que las cosas que se ven fueron hechas por la
Palabra de Dios. La clave es la Palabra de Dios. Debes comenzar con la
Palabra de Dios. Lo que ahora vemos no fue hecho de lo visible. Las cosas que
vemos fueron hechas de lo invisible y se hicieron visibles por el poder de la
Palabra de Dios.
Hebreos 11:6 "Pero sin fe es imposible agradar a Dios. Porque es necesario
que el que se acerca a Dios crea que le hay". ¿Quieres decirme que debo creer
que hay un Dios invisible?

El principio básico de la fe es creer que Dios es; creer que le hay. Dios es una
persona invisible.

¿Quieres decir que Dios espera que yo crea en lo que no veo? El llega hasta el
punto de pedirte que creas que El existe aún cuando no lo puedes ver. ¿Para
qué preocuparte sobre la prosperidad financiera que aún no ves, o la sanidad
que todavía no ves? ¿Para qué preocuparte sobre ese problema que aún no se
ha resuelto?

Los que creemos en Dios debemos creer que lo invisible ES. ¡LO INVISIBLE ES!

El primero de los principios básicos para obtener cualquier cosa del mundo invisible es
creer que ES, que existe; que verdaderamente existe para ti. Dios se encuentra allá y
también toda bendición que podamos necesitar, pero la base de todo para alcanzar
cualquier cosa es creer que ES. ¿Está la sanidad allí? ¿Murió Jesús para que tú fueras
sanado? ¡Sí! ¿Murió Jesús para que fueras prosperado? Sí. ¿Hay salvación? Sí. ¿Hay
bendiciones? Sí. ¿Podemos vencer a el diablo? Sí.

Cuando te acercas a Dios debes creer que ese Dios invisible es; que El verdaderamente
existe. Debes creer que este Dios invisible es prendador de aquellos que diligentemente
le buscan (Hebreos 11:6). Dios es un galardonador, un premiador. Dios, quien es
invisible, es recompensador de aquellos que diligentemente le buscan. Si, El mismo, el
Dios invisible es un premiador de aquellos que le buscan diligentemente. ¿No es la
sanidad una recompensa si con diligencia la busco? No es la prosperidad para mi si
diligentemente busco esa bendición invisible? ¿No seré victorioso sobre todos estos
asuntos, si con diligencia los busco?

Muchas veces buscamos diligentemente a Dios, pero no buscamos las bendiciones con
diligencia. Tú puedes decir: "Han orado por mí, y he leído las escrituras que me dijeron
que confesara por dos días. Las he confesado por dos días pero todo el tiempo yo
pensaba: Esto no va a servir, esto no va a funcionar porque no me siento mejor". ¿Ves?
Esto no es buscar diligentemente a Dios. La Biblia dice que debemos leer la Palabra de
Dios y buscarle a El como a un tesoro escondido, como al oro y la plata (Proverbios
2:4).

Si buscas diligentemente cualquier bendición que se encuentra en la Palabra de Dios, El


te recompensará con su manifestación. Cuando esta bendición se manifiesta a los
hombres y mujeres de fe, ellos no se emocionan diciendo: "¡Hoy me bendijo Dios!"
Sino que dicen: "¿Sabes qué sucedió? Se manifestó aquello que todo el tiempo supe que
era mío". Cuando tu sanidad se manifiesta y ese nódulo desaparece de tu cuerpo, dirás:
"Me alegro que esto se haya ido físicamente, pero le doy gracias a Dios porque con los
ojos de la fe lo he visto irse desde que leí en la Biblia que por su herida he sido sanado.
La sanidad ha sido mía desde que leí acerca de ella". (En realidad ha sido mía desde que
Jesús murió y resucitó). ¡Gloria a Dios!

Cuando llegue ese día en que termines de pagar tu casa, dirás: "He estado alabando a
Dios continuamente porque vi que estaba pagada en ese mundo invisible y ahora es
visible. Está pagada desde que supe que Dios suplió todas mis necesidades de acuerdo a
sus riquezas en gloria". El que viene a Dios debe creer que le hay, que EL ES. Debemos
creer que el Dios invisible existe. ¿Quiere Dios que yo crea en algo que no puedo ver?
Tú no puedes ver la sanidad o las bendiciones financieras con tus cinco sentidos
naturales. Debes ver, al meditar en la Palabra de Dios, que El te ha dado estas cosas.
Tienes derecho a ellas. Primero, debes creer que están en esa forma invisible, y a su
tiempo, serán manifestadas en el mundo material.

Hebreos 11:7 dice: "[Movido] por fe Noé, advertido por Dios acerca de eventos de los
cuales todavía no había señal visible, atendió y diligente y reverentemente construyó y
preparó un arca..." Noé fue informado por Dios sobre hechos de los cuales aún no había
señales visibles . . . Dios le informó a Noé acerca de eventos de los cuales todavía no
había señal visible. ¿Sabes? Esto es lo que nos sucede a nosotros.

Yo entro en el bosque de las verdades eternas de Dios y El me dice: "John Osteen,


sabías que eres salvo? ¿Sabías que estás sano? ¿Sabías que estás bendecido
financieramente? ¿Sabías que puedes imponer tus manos sobre los enfermos y ellos
sanarán? ¿Sabías que en el nombre de Jesús puedes echar fuera demonios?" Dios me
informa de cosas y hechos de los cuales aún no hay señales visibles. Solamente porque
aún no las haya, no quiere decir que no te puedas sentir alegre.

Después de que Dios te muestra estas verdades, debes decir: "Ah, he estado en el centro
de información de Dios, ¡aleluya! Tengo información de la cual no hay señal visible.
Dios me hizo saber que soy salvo y me iré al cielo; que soy limpio de todos mis
pecados; que por su herida fui sanado; que soy próspero; que soy más que vencedor.
Tengo información interna. La encontré en la Biblia. ¡No importa que no haya señales
visibles, lo veré! ¡Está en camino!"

Hebreos 11:27 dice: "[Motivado] por fe, él (Moisés) dejó Egipto tras si, estando sin
temor y sin desánimo por la ira del rey; porque nunca se acobardó sino que se aferró
firmemente a su propósito y soportó resueltamente como uno que puso sus ojos
fijamente en El, quien es invisible".

Moisés mantuvo su vista fija en el Dios invisible. Sigue poniendo tu vista sobre lo que
es tuyo, sea lo que sea. Si es prosperidad lo que quieres, continúa con tus ojos puestos
sobre ella en el mundo invisible como una bendición que proviene de Dios. Continúa
poniendo tu vista sobre la sanidad si es allí donde tienes necesidad. Continúa con tus
ojos puestos con determinación sobre la victoria, si eso es lo que quieres. Continúa con
tus ojos puestos con determinación sobre ti mismo estando bien y sano y toda tu familia
viviendo para Dios. Mantente viendo firmemente a la bendición invisible y soportarás
toda oposición y esta bendición será tuya.

Hebreos 11:32 "¿ Y qué más dijo? Porque el tiempo me faltaría contando de Gedeón, de
Barac, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas".
Veamos la vida de Gedeón. El estaba sentado detrás del lagar sacudiendo trigo por
miedo a los enemigos de Israel. Estaba frustrado, temeroso, desalentado, y sintiéndose
fracasado. Dios le envió un ángel. Este ángel no dijo: "¡Salud a ti, gallina! ¡Salud a ti,
miedoso!" No, él vino con noticias del otro mundo y dijo: "¡Jehová está contigo, varón
esforzado y valiente!" Gedeón dijo: "¿A quién te refieres? ¿Quieres decirme que yo soy
un varón esforzado y valiente?"

Ahora el ángel pudo haberle dicho, y quizá lo hizo: "Si, así es exactamente como Dios
te ve. Es todo tuyo, lo tomes o no. Tú eres un hombre fuerte y valiente. Te traigo
noticias del mundo espiritual". ¡Gedeón se levantó y comenzó a actuar como si fuera un
hombre poderoso, valiente y se encontró que lo era! Bien, Dios vino a mí y dijo: "Salud,
John Osteen, hombre poderoso curado por la llaga de Jesús". Pude haberle respondido:
"¿Estás seguro que me hablas a mi? Ciertamente no me siento así".

Si. En el mundo espiritual Dios Todopoderoso te ve sano. Te ve próspero. Te ve fuerte.


Te ve victorioso. ¡Levántate y comienza a actuar como si esto fuera tuyo y pronto lo
será!

Es el principio exacto que Jesucristo estaba enseñando en Marcos 11:24: "Por tanto, os
digo que todo lo que pidiereis orando (cuando oras.. .esto es cuando estás enfermo,
cuando estás derrotado, cuando sientes que las tinieblas están sobre ti) creed que lo
recibiereis (en la forma invisible) y os vendrá (en forma visible)". Jesús no te pide que
vayas por allí mintiendo y diciendo: "Yo creo que este tumor se ha ido físicamente de
mi cuerpo". No. El no te pide que digas una mentira. Cualquiera que tiene ojos puede
ver que el tumor todavía está allí. El no te pide que creas que la sanidad ya se ha
manifestado en el reino físico. El te pide que creas que es tuya en el reino invisible,
basado en la Palabra de Dios. Entonces El dice que verá que la tengas en la forma física,
visible.

CREE QUE LO HAS RECIBIDO EN EL' REINO DE LA FE Y LO TENDRAS EN EL


REINO NATURAL.
Muchas veces cuando dices que crees que has recibido tu sanidad, no quiere decir que
estés diciendo que crees que ya no te duele o que crees que ya no hay ningún síntoma en
tu cuerpo. Pero tu fe, el sentido del olfato por el cual percibes el perfume, se extiende
hasta el mundo invisible y simplemente dices: "Creo, después de caminar en el bosque
de las eternas verdades de Dios y estoy convencido de que la voluntad de Dios es que
obtenga mi sanidad. He sido curado por la llaga de Jesucristo. La sanidad es mía en el
mundo invisible. ¡Es mía ahora!"

Lo que me corresponde hacer es creer que es mío y confesarlo, regocijarme en ello y


actuar como que si fuera un hecho consumado. Lo que le corresponde a Jesús, es ver
que se manifieste. Estos son los ladrillos de la fe.

Efesios 1:3 nos dice: "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos
bendijo con TODA bendición espiritual..." ¿Cuántas? ¡TODAS! Por muchos años yo no
disfruté TODAS las bendiciones de Dios. Podía decir: "Señor, ¿por qué no me das
algunas bendiciones económicas y físicas? No entiendo por qué las bendiciones tienen
que ser tan espirituales".

Ahora he descubierto y comprendo la sabiduría de Dios, El me ha bendecido con todos


los ladrillos creativos del universo. El nos ha bendecido con toda bendición espiritual en
los lugares celestiales. ¡Son todas nuestras! Sencillamente caminemos con Dios,
encontremos lo que es nuestro y lo tendremos.

En II Corintios 4:18, Pablo, el apóstol, está hablando de cómo él vivía. Este es un


versículo maravilloso, en el cual debemos meditar: "Puesto que nosotros no
consideramos y vemos a las cosas que se ven sino a las cosas que no se ven; porque las
cosas que son visibles son temporales (breves y efímeras — sujetas a cambio —), pero
las cosas que son invisibles son inmortales y eternas "(Amplified Bible).

Tenemos que unir nuestras manos a las del Creador del universo. Todo lo que ves, no
fue hecho de cosas visibles, sino de cosas invisibles. Debes comenzar en el reino
invisible de las verdades de Dios y dejar que éstas impresionen tu hombre espiritual.
Esto traerá a la realidad aquello que deseas.

Dios es creador. El quiere que sus hijos e hijas unan sus manos a las suyas y vean su
poder milagroso crear cosas para suplir cada una de sus necesidades. El quiere ayudarles
a alcanzar al mundo con las buenas nuevas acerca de Jesús. Los ladrillos para el poder
creativo de Dios no están en el reino natural; están en otra dimensión. Todo lo que
necesitas de Dios lo puedes obtener usando tu sexto sentido, la fe. ¡Puedes traer las
bendiciones de Dios de lo invisible, del mundo espiritual, al reino material donde tú
vives HOY!

En cambio, los hijos de Israel fueron por en medio del mar, en seco, y las aguas eran
como un muro a su derecha y a su izquierda. Al soplo de tu aliento se amontonaron las
aguas, se juntaron las corrientes como en un montón, los abismos se cuajaron en medio
del mar.” (Éxodo 14:29; 15:8).

¡Qué terrible testimonio tuvo Israel! Dios libertó a su pueblo escogido al levantar como
muros las aguas del Mar Rojo por ambos lados. Los Israelitas atravesaron sin peligro,
pero, el poderoso ejército egipcio fue destruido cuando las olas regresaron abajo
estrepitosamente.

Se produjo en Israel el más grande regocijo por lo que el Señor había hecho. El pueblo
danzó y cantó, exclamando: “…El Señor es (nuestra) fortaleza…El Señor es un
guerrero…Con la grandeza de tu poder has derribado a los que se levantaron contra ti…
¿Quién como tú, Señor, entre los dioses? ¿Quién como tú, magnífico en santidad,
terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios?… Tú los introducirás y los
plantarás en el monte de tu heredad…. El Señor reinará eternamente y para siempre.”
(Vea Éxodo 15).

Sin embargo, vemos a estos israelitas tres días más tarde, refunfuñando contra el Señor
que los había libertado. Cuando en el desierto “no encontraron agua” murmuraron:
“Qué vamos a beber.” Un mero setenta y dos horas después del gran milagro, estuvieron
cuestionando la misma presencia de Dios entre ellos.

El salmista escribe: “Nuestros padres, en Egipto, no entendieron tus maravillas; no se


acordaron de la muchedumbre de tus misericordias, sino que se rebelaron junto al mar,
el Mar Rojo” (Salmo 106:7). En esencia, él está diciendo: ¿Puede usted imaginar
tamaña incredulidad? Cuestionaron a Dios en el mismo sitio de su liberación, el Mar
Rojo. Habían sido testigos de uno de los más asombrosos milagros en toda la historia.
Habían cantado alabanzas a Dios. No obstante, tres días más tarde, cuando fue probada
su fe, clamaron: “¿Dónde está nuestro Dios? ¿Está él con nosotros o no?”

Cubrieron las aguas a tus enemigos; ¡no quedó ni uno de ellos! Entonces creyeron a sus
palabras y cantaron su alabanza. Bien pronto olvidaron sus obras; no esperaron su
consejo, se entregaron a un deseo desordenado en el desierto y tentaron a Dios en la
soledad. El les dio lo que pidieron, pero envió mortandad sobre ellos” (Salmo 106:11-
15).

A pesar de todas sus murmuraciones, el Señor, milagrosamente, les envió maná para
comer. Les hizo llover codornices desde el cielo para proveerles de carne. Ahora los
israelitas tenían tan abundante alimento qué no sabían qué hacer con él. A Escritura dice
que comieron hasta que les salió por las narices.

Sin embargo, cuando llegaron a Rifidim, una vez más no había agua. Otra vez fueron a
demandarle a Moisés: “Danos agua” y le amenazaron de apedrearlo. Entonces, Moisés
golpeó una roca y Dios produjo un río de agua: “Abrió la peña y fluyeron aguas;
corrieron por los sequedales como un río” (Salmo 105:41).

Note el siguiente versículo: “Porque (Dios) se acordó de su santa palabra dada a


Abraham su siervo” (106:42). El Señor fue fiel a su Palabra. Él, una vez más, proveyó
milagrosamente para su pueblo. Y esto fue allí, en Rifidim, donde Israel expresó su
infame acusación: “¿Está Dios entre nosotros, o no?”

La Biblia deja en claro que todas estas pruebas fueron arregladas por Dios. Él fue quien
permitió a los israelitas tener hambre y sed. Y él los introdujo en una horrenda prueba
para un propósito específico: para prepararlos para que confiaran en su Palabra. ¿Por
qué? Él estaba a punto de conducirlos a una tierra donde necesitarían absoluta confianza
en sus promesas.

Cuando leo este pasaje, me pregunto cuantos cristianos han experimentado la liberación
de Dios, solo para ser llevados rápidamente a un lugar de pruebas severas. El hecho es
que toda fe verdadera, es nacida en aflicción. De ninguna otra manera surgirá de
nosotros. Cuando estamos en medio de una prueba y nos volvemos a la Palabra de
Dios–eligiendo vivir o morir por sus promesas a nosotros—el resultado es fe.

Ciertamente, así es como crece la fe: de prueba a prueba, hasta que el Señor tiene un
pueblo cuyo testimonio es, “Nuestro Dios es fiel.” Pero, si perdemos nuestra fe en
prueba tras prueba – si seguimos murmurando y quejándonos acerca de nuestras
circunstancias – perdemos nuestro testimonio. Dejamos escapar el mismo propósito que
Dios ha llamado y escogido para cambiarnos.

Mas tarde, cuando Israel vino a Cades, al Río del Jordán, estaba a las miras de la Tierra
Prometida. Dios les dijo que era el momento de ir y poseer la tierra. Ellos escogieron
enviar doce espías a Canaán, para verificar de antemano.

El pueblo no lo sabia, pero, la paciencia de Dios con ellos se estaba agotando. El ya les
había prometido que iría delante de ellos. Les había declarado que ningún enemigo
podría pararse frente a ellos y que el pelearía sus batallas. Les había asegurado que
destruiría todas sus fortalezas, a objeto de introducirlos en la tierra y hacerlos
victoriosos sobre todos sus enemigos.

En diez ocasiones el Señor había traído a Israel a un lugar de prueba. En las diez
ocasiones les había sacado milagrosamente. No obstante, todas las veces, Israel falló en
su fe. Ahora, estaban enfrentando a una prueba final.

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Dios sabia que el pueblo estaba atado en


incredulidad, despojados de fe.

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Diez de los doce espías regresaron con un mensaje descorazonador, que infectó a toda la
congregación. Esos hombres informaron: “Sí, Canaán es un maravilloso lugar. Es todo
lo que Dios dijo que seria. Pero la tierra está llena de gigantes capaces de destruirnos.
Parecíamos langostas ante sus ojos; y las ciudades son impenetrables, como fortalezas.
Sus murallas alcanzan al cielo. No somos suficientemente fuertes para enfrentar estos
enemigos. Simplemente no podemos entrar.” (Vea Números 13).

Recuerde, ya Dios había dado la orden de ir adelante y poseer la tierra. Sin embargo,
¿cuál fue el efecto del informe de los espías? “Entonces toda la congregación gritó y dio
voces; y el pueblo lloró aquella noche” (Números 14:1). El pueblo hizo caso a los espías
malos, en vez de confiar en la palabra que Dios había hablado. Y pasaron toda la noche
retregandose las manos y deseando la muerte. Una vez más exclamaron: “¿Por qué
debemos seguir? Dios nos ha engañado.”

Josué y Caleb habían estado entre esa tropa de espías y objetaron el informe. Ellos
hablaron en fe: “El Señor dijo que nos había dado la tierra. No debemos caer en miedo
ni rebelión contra su Palabra. ¡Podemos vencer! La protección de nuestros enemigos se
ha ido. El Señor los ha desmantelado y su presencia está con nosotros. ¡Vamos
adelante!”

¿Cuál fue la reacción del pueblo? “¡Vamos a apedrearlos!” A este límite Dios había
tenido suficiente. “El Señor dijo a Moisés: ¿Hasta cuándo me ha de irritar este pueblo?
¿Hasta cuándo no me creerán, con todas las señales que he hecho en medio de ellos?
(Números 14:11). Dios estaba preguntando: “¿Cuántos milagros más deberán efectuarse
ante ellos para que crean en mí? ¿Qué tomará para que ellos acepten mi Palabra?”

Trágicamente, la misma cosa es verdad hoy de mucho pueblo de Dios. Vivimos en un


tiempo en que la Palabra está al alcance de más personas, como nunca antes, cuando el
evangelio puede ser oído a través de medios masivos a cualquiera hora. Sin embargo,
¿cuánta memoria de los cristianos queda en blanco, respecto de la Palabra de Dios,
cuando están en medio de una crisis? ¿Cuán a menudo se vuelven a las armas de la
carne, buscando libertarse a sí mismos de una crisis que Dios mismo les ha conducido?
La incredulidad de Israel abortó el propósito eterno de Dios para su futuro. Moisés dijo:
“Ellos son…hijos infieles” (Deuteronomio 32:20). Ahora el Señor estaba dispuesto a
desheredarlos y destruirlos. Cuando Moisés intercedió, Dios declaró: “Yo lo he
perdonado, conforme a tu dicho… ninguno de los que vieron mi gloria y las señales que
he hecho en Egipto y en el desierto,… y no han oído mi voz, verá la tierra que juré dar a
sus padres; no, ninguno de los que me han irritado la verá.” (Números 14: 20, 22-23).

¿Puede ver lo que Dios está diciendo aquí? Cada israelita de veinte años de edad o más,
debería morir en el desierto. “En este desierto caerán vuestros cuerpos,… Vuestros hijos
andarán pastoreando en el desierto cuarenta años,… hasta que vuestros cuerpos sean
consumidos en el desierto.” (14:29, 33).

Dios suspendió su propósito eterno para Israel, por otros treinta y ocho años. Y en esas
cuatro décadas, la iglesia en el desierto consistió de dos generaciones distintas: aquellos
sobre veinte años que no tuvieron visión y los más jóvenes que esperaron en el Señor.

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¡Que poderoso cuadro nos es dado sobre


el eminente peligro de la incredulidad!

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Piense en el terrible espanto y finalidad en las palabras de Dios, para esa generación
incrédula. En efecto, él está diciendo: “No entrarán. No puedo usarlos más. Los he
probado una y otra vez, y se han mostrado totalmente infieles en cada situación. Podría
probarlos otras cien veces, aún así, en cada oportunidad todavía no creerían en mí.

“Me han traído al término de mi trato con ustedes. Son perdonados, pero ya no tienen
futuro en mi obra y propósitos. Ahora vivirán solamente para morir. Todos los años que
les quedan se consumirán.

Personalmente he sido testigo de esta clase de decaimiento en las vidas de creyentes que
una vez fueron fieles. La preciosa esposa de un misionero en África, falleció mientras
servía al Señor, dejando un afligido esposo y su hija siendo una bebe. El esposo no pudo
manejar esta situación. Él dijo: “Dios, si esta es la manera como tratas a tus hijos,
entonces yo no puedo servirte.” Ese hombre dejó su criatura en África con sus amigos, y
volvió a su país de origen. Murió alcohólico.

Sin fe, es simplemente imposible agradar a Dios. Usted puede objetar: “Pero, de cada
cosa que está hablando hasta ahora es del Antiguo Testamento. Vivimos en un día de
gracia.”

Recuerde la Palabra de Dios en el libro de Hebreos: “¿Y a quienes juró que no entrarían
en su reposo, sino a aquellos que desobedecieron? Y vemos que no pudieron entrar a
causa de su incredulidad. Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros
corazón tan malo e incrédulo que se aparte del Dios vivo.” (3:18-19, 12).
Hebreos advierte a la iglesia del Nuevo Testamento: “Presten atención al ejemplo de
Israel. Si no lo consideran, pueden caer de la misma manera como ellos cayeron.
Descenderán hasta llegar a tan maligna incredulidad. Y volverán sus vidas en un largo y
continuo desierto.”

Considere lo que sucedió a la generación incrédula, quienes fueron devueltos al


desierto. Dios les habló claramente, desde los líderes a los jueces a los Levitas para
abajo, que su mano estaría contra ellos. Desde entonces, todo lo que ellos conocerían
seria la depresión y amargura de alma. Ellos no verían su gloria. En cambio, empezarían
a concentrarse en sus propios problemas y consumidos por sus propios deseos.

Eso es exactamente lo que sucede con toda la gente incrédula: terminan consumidos con
su propio bienestar. No tienen visión, ni sentido de la presencia de Dios ni vida de
oración. Ya no les importan sus vecinos o el mundo perdido, incluso aún,
eventualmente, sus amigos. En cambio, el centro total de sus vidas está en sus
problemas, sus situaciones, sus enfermedades. Van de una crisis a otra, encerrados en
sus propios dolores y sufrimientos. Y sus días están llenos de confusión, contienda,
rivalidad y división.

Por treinta y ocho años, Moisés observó como uno por uno de esa generación incrédula
de israelita moría. Mientras el miraba atrás sobre aquellas vidas que decayeron en el
desierto, el observó que cada cosa que Dios advirtió, sucedió. “La mano del Señor vino
sobre ellos para exterminarlos, hasta hacerlos desaparecer del campamento” (Vea
Deuteronomio 2).

Asimismo hoy, algunos cristianos están contentos con meramente existir hasta que
mueren. No desean arriesgar nada, para creer a Dios, para crecer o madurar. Rechazan
creer en su Palabra y se han obstinado en su incredulidad. Ahora sólo viven para morir.

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La incredulidad de Israel comenzó con


una pequeña vacilación, la cual aventó
una llama que envolvió una
congregación completa.

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Déjenme demostrarles donde la incredulidad de Israel entra con impetuosidad en un


fuego furioso. Esto sucede precisamente después que aquellos diez espías infieles
trajeron el informe maligno. El pueblo tuvo temor de culpar a Dios, por lo tanto, se
culparon así mismos: “Somos débiles, desvalidos. No tenemos lo que esto demanda.
Aquellos enemigos gigantes son demasiado poderosos para nosotros. Nos harán
pedazos.”

Lloraron toda la noche. Al día siguiente, cuando salieron de sus tiendas, su actitud fue:
“Nos damos por vencidos. Hasta aquí llegamos, no vamos más lejos de aquí. Dios no ha
contestado nuestras oraciones. Debe haber algo malo en nosotros. El camino es
demasiado duro.”

A veces todos somos culpables de esta misma incredulidad. A menudo, cuando


enfrentamos alguna otra lucha, permitimos que el enemigo nos desanime. Somos
dominados por una inexplicable soledad y experimentamos un sentido de insuficiencia.
Empezamos a convencernos que el Señor no nos oye. E irrumpe un clamor en nuestros
corazones: “¿Dios, dónde estás tú? Oro, ayuno y estudio tu Palabra. Todo lo que deseo
es caminar en comunión contigo. ¿Por qué no me liberas de esto?”

Vamos a la cámara secreta de oración, pero no sentimos deseos de orar. Nuestras almas
están secas, vacías, exhaustas por nuestras luchas. Pero, no nos atrevemos de acusar al
Señor de abandonarnos en nuestra condición. Así que nos acercamos a él, cabizbajos,
descorazonados y débiles. Oramos: “Señor, yo no te culpo. Tú eres bueno y bondadoso
para conmigo. Yo sé que yo soy el problema. Te he fallado tanto.”

Todo lo que Dios oye de nosotros en tales ocasiones, es cuan lo improductivos e inútiles
que somos ante sus ojos. Sin embargo, eso no es humildad. Muy por el contrario, esto es
un inmerecido insulto al Padre quien nos adoptó con un pacto en el que promete
amarnos y cuidarnos por toda nuestra vida. Cuando le decimos cuán malos somos –
cuán débiles, vacíos e inútiles que somos para él – despreciamos todo lo que él ha
logrado en nosotros.

En esencia, le estamos diciendo a Dios: “Padre, todos tus tratos pasados conmigo –
todas las revelaciones que me has dado, toda la dulce comunión que hemos tenido, todo
lo que me has dirigido para hablar y testificar a otros – ha sido en vano. Todas tus
bendiciones y milagros en mi vida, no han tenido impacto en mí.” ¡Cuán doloroso para
Dios! Y todo esto es porque no nos sentimos bien. Permitimos que nuestro desanimo
nos convenza que todo el trabajo de amor de Dios, todas sus increíbles obras en nuestras
vidas, han sido como nada para nosotros.

Recuerdo un tiempo de descorazonamiento como este en mi propia vida. Me sentí


abatido acerca de mi predicación, debido a que pensé que había aplicado muy poco en
mi propia vida. Oré: “Señor, he predicado miles de sermones, no obstante, no he
retenido mucho de todos ellos. Me siento tan inadecuado. No te estoy acusando de nada,
Señor. Sé que el problema soy yo.”

Pero, el Espíritu Santo me contestó en muy claros términos: “Basta de tenerse piedad a
sí mismo. ¡Levántate¡ Tú eres amado, llamado y elegido. Y te he bendecido con mi
Palabra. Ahora, anda y predícala. No has olvidado nada de lo que has predicado.
Cuando necesites alguna cosa, te la voy a recordar.”

El Señor, literalmente, pero, con amor, me echo de mi cámara de oración. Y él lo hizo


porque la incredulidad debe ser tratada rápidamente. Cada vez que nos desanimemos en
nuestra fe, tenemos que disciplinarnos a recordar de donde Dios nos ha sacado.
Tenemos que recordar los milagros que nos ha provisto en nuestros momentos duros. Y
regocijarnos, sabiendo que él está agradado con lo que ha hecho en nosotros.

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Dos cosas estuvieron sucediendo
simultáneamente durante
los treinta y ocho años de Israel,
en el desierto.

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Mientras una generación de israelitas, estaba muriendo día a día, sin gozo y miserable,
Dios estaba levantando una nueva “generación de fe.” Esta generación más joven, vio lo
que le pasó con sus padres y madres, y decidieron: “No deseamos vivir de esa manera –
gruñones, vacíos, centralizados en ellos mismos. Ellos no tienen fe ni visión. Han
Perdido su mismo propósito para vivir.”

Considere lo que dijo Moisés de esta nueva generación: “Porque el Señor, tu Dios, te ha
bendecido en todas las obras de tus manos; él sabe que andas por este gran desierto, y
durante estos cuarenta años el Señor, tu Dios, ha estado contigo sin que nada te haya
faltado.” (Deuteronomio 2:7).

Hay una razón por la cual le he dado a conocer todo este trasfondo. Es para traerle al
corazón de mi mensaje. Esto es; creo que hoy la iglesia de Jesucristo está enfrentando
su propio Jordán. De hecho, las aguas están desbordando las riberas aún, con más
intensidad.

Vea usted, viene un tiempo en la vida de cada creyente – como también en la iglesia –
cuando Dios nos pone en la última prueba de fe. Es la misma prueba que Israel enfrentó
en el lado del Jordán hacia el desierto. ¿Cuál es esta prueba?

Esta es fijar nuestra atención en todos los peligros al frente – los asuntos gigantes que
nos enfrentan, los altos muros de aflicción, los principados y potestades que buscan
destruirnos – y lanzarnos totalmente sobre las promesas de Dios. La prueba es
comprometernos a una vida de confianza en su Palabra. Es un compromiso a creer que
Dios es más grande que todos nuestros problemas y enemigos.

Nuestro Padre celestial no está buscando una fe que trate con un problema a la vez. Él
está buscando una vida de fe, un compromiso de toda la vida para creer en él por lo
imposible. Esta clase de fe trae calma y descanso a nuestras almas, cualquiera que sea
nuestra situación. Y tenemos esta calma debido a que hemos establecido una vez por
todas: “Mi Dios es más grande. Él es capaz de sacarme de cualquiera y de todas las
aflicciones.”

Dios ha trazado una línea y cada cristiano se para ante ella. Nuestro Dios es amoroso y
muy paciente, pero no permitirá que su pueblo more en incredulidad. El no se quedará
mirando como su iglesia pierde su testimonio, retorciéndose las manos y clamando:
“¿Está Dios con nosotros o no? ¿Por qué no nos liberta de esta prueba?”

Usted puede haber sido probado una y otra vez. Ahora ha llegado el tiempo para que
haga una decisión. Dios quiere fe que resista la última prueba. Esta es una fe que no
permitirá que nada lo mueva de creer y confiar en su fidelidad.
Cuando el tiempo de Moisés con Israel termino, llegamos al libro de Josué. Ahora toda
la generación vieja e incrédula se ha ido. Y la nueva generación de fe está parada en el
mismo lugar de decisión en que estuvieron sus padres, el Jordán. ¿Qué sucedió? El río
se abrió ante ellos, de la misma manera como había ocurrido con el Mar Rojo. Y ellos
caminaron a través del río hasta el otro lado.

Aún así, inmediatamente que llegaron, esta nueva generación enfrentó un poderoso
enemigo. Se encontraron contemplando una poderosa Jericó, una ciudad con muros
macizos e impenetrables. Usted sabe el resto de la historia; ¡esos muros se desplomaron
por la fe!

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¿Qué es fe, realmente?

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Hay tanta teología alrededor de este tópico de la fe. Simplemente, sabemos que no
podemos invocarla. No podemos crear fe repitiendo: “Yo creo. Yo realmente creo….”
No, fe es un compromiso que hacemos para obedecer a Dios. La obediencia refleja fe.

Como Israel enfrentó a Jericó, el pueblo fue advertido a no decir una palabra, sino
simplemente marchar. Estos fieles creyentes no murmuraron ni susurraron: “Señor,
ayúdame a creer. Yo deseo creer.” No, ellos se concentraron en la única cosa que Dios
les pidió: obedecer su Palabra e ir adelante. “Así que le fe es por el oír, y el oír, por la
palabra de Dios” (Romanos 10:17). Oír la Palabra implica hacerla, obedecerla.

Les fue dicho que marcharan en cierto orden, y hacer sonar sus instrumentos un cierto
número de veces. ¿Qué nos dice todo esto a nosotros? Ante los ojos de Dios, fe era
simplemente un asunto de obedecer su Palabra.

Piénselo. Cuando se le dijo a Josué, “No has pasado por este lugar antes,” Dios le estaba
diciendo, “Este es un tiempo para que te comprometas a una confianza total. Hasta este
punto, has vivido de pan solamente. Ahora, va a tomar fe. No puedes depender en tus
sentimientos y habilidades. Tendrás que confiar en cada palabra que yo te diga.”

Cuando la Palabra vino, este fue el mensaje: “Mira que te mando que te esfuerces y seas
muy valiente; no temas ni desmayes, porque el Señor, tu Dios, estará contigo
dondequiera que vayas” (Josué 1:9).

Amados, eso es fe. Esto significa disponer el corazón para obedecer todo lo que está
escrito en la Palabra de Dios, sin cuestionarla ni tomarla livianamente. Y sabemos que si
nuestros corazones están determinados para obedecer, Dios se asegurara que su Palabra
a nosotros sea clara, sin confusión. Más aún, si nos manda hacer algo, él nos suplirá con
el poder y la fuerza para obedecer. “..Diga el débil. ¡Fuerte soy!” (Joel 3:10).
Finalmente: “hermanos míos, fortaleceos en el Señor y en su fuerza poderosa” (Efesios
6:10).
Llega un tiempo cuando todos tenemos que decir: “Jesús, quiero caminar contigo en fe.
Estoy cansado de subir y bajar, de cuestionarte cada vez que las luchas vienen. Has
trazado una línea. Y yo estoy dando un paso sobre la línea, en fe. Has prometido pelear
la batalla por mí. Y yo confío en ti.”

Las minas terrestres no son sólo letales; son siniestros artefactos colocados estratégicamente justo
debajo de la superficie de la tierra, donde permanecen sin detectar hasta que se aplica una presión.
Luego explotan, causando heridas tan graves que cualquier idea de recuperación parece imposible.

¿Por qué me refiero a este tema tan sensible, especialmente cuando la guerra sigue causando estragos
en el Oriente Medio? Porque, en verdad, creo que se está librando una guerra espiritual en el campo de
batalla de nuestras vidas, que no tiene parangón en la historia del cristianismo. Con la amenaza de un
guerra física que se profundiza, y que vemos todas las noches en las noticias, me temo que en vez de
estar más alertas a las engañosas armas de guerra de Satanás, nos estamos desensibilizando y cayendo
en un letargo emocional, mental y, sobre todo, espiritual.

Muchas personas piensan erróneamente que Satanás utiliza medios claros para desviarnos del camino y
conducirnos al campo de batalla donde él ha puesto su siniestro arsenal, pero no es así como él trabaja.

Satanás no se muestra tan claramente. Sus armas de guerra más destructivas son mucho más sutiles.
Cuando nos movemos en su dirección y pisamos el terreno que ha sido cultivado con el pecado y la
corrupción, las minas terrestres del Enemigo explotan debajo de nosotros, y eso nos deja retorciéndonos
por el dolor emocional. Los sentimientos de culpa, vergüenza y remordimiento levantan muy pronto una
barrera entre Dios y nosotros.

Los muchos rostros de las minas terrestres espirituales

Entre las minas terrestres espirituales más comunes están el orgullo, los celos, la envidia, la falta de
seguridad, el compromiso, la falta de perdón, la frustración, el temor, la inmoralidad, el pecado sexual y la
negligencia. Estos son los artefactos que el Enemigo pone en nuestro camino en su empeño por evitar
que experimentemos el amor de Dios.

Satanás no quiere que tengamos una relación personal íntima con el Salvador. Dios nos creó para tener
compañerismo. Su mayor deseo es que sepamos quién es Él y que conozcamos Sus designios. También
quiere que tengamos compañerismo con los demás, pero el pecado impide esto, y Satanás lo sabe. No es
posible disfrutar del compañerismo con Dios si, en lo más recóndito de su mente, usted está luchando con
pensamientos de celos, temores, inseguridad y envidia.

El orgullo hace que nos coloquemos por encima de Dios. La persona que ha pisado la mina terrestre del
orgullo, no piensa en cómo le ha dotado Dios para realizar la tarea que Él le ha llamado a hacer. En vez
de eso, mira sus logros, y piensa: ¡Miren lo que he hecho! El profeta Isaías dejó constancia de la caída de
Satanás del cielo, de esta manera: “Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las
estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré… seré semejante al
Altísimo. Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los lados del abismo” (Isaías 14:13-15). El orgullo tiene un
solo final: la destrucción.

En segundo lugar, el Enemigo nunca quiere que mantengamos centrada la atención en Dios. Usará
pensamientos de inseguridad, temor, desánimo, celos y envidia para lograrlo. Para mí no es raro oír a
alguien decir que está luchando con pensamientos de inseguridad o de envidia. Vivimos en un mundo de
comparaciones, en el que los medios nos han enseñado a observar a quienes están por debajo y por
encima de nosotros. ¿Estamos equiparados? ¿Hay la posibilidad de que podamos aventajarlos? El
principal interés de Dios es que nos concentremos en Él y en Su voluntad para nuestras vidas.

Cuando nuestros pensamientos giran en torno a Él, el Señor nos da el discernimiento que necesitamos
para ubicar las minas terrestres del Enemigo y desactivar cada una de ellos al apartarnos de la tentación
y el pecado. Si tenemos un pensamiento fugaz que nos dice que alguien está siendo reconocido por
encima de nosotros, podemos pedirle al Señor que nos diga Su verdad a nuestros corazones. Muchas
veces nos vemos envueltos en la vana palabrería del mundo, pero la aprobación de Dios no se basa en
nuestros logros, sino en el amor incondicional que Él nos tiene. Nada agrada más a Dios que la rendición
de nuestras vidas a Él, y el permitirle que nos enseñe cómo vivir cada día a la luz de Su bendición.
En tercer lugar, el principal objetivo del diablo para la vida de un cristiano es desanimarlo. Quiere que nos
demos por vencidos. Nos tienta para que cedamos al pecado, y cuando lo hacemos, nos susurra
acusaciones a la mente, diciéndonos lo malo que somos. El diablo cree que si puede manipular las
circunstancias, creeremos sus engaños y experimentaremos la explosión de la mina terrestre del
desánimo y el temor.

Muchas veces, Satanás nos tentará para que caigamos en el pecado sexual, porque esta trampa
específica no sólo produce mucha vergüenza y tristeza, sino también porque nos hará sentirnos indignos
y aislados de los demás cristianos. El resultado es catastrófico, no sólo para nosotros, sino también para
todos los que son parte de nuestro círculo de amigos y familiares.

Las consecuencias del pecado sexual se mantienen durante generaciones. Hace poco, un hombre de
edad madura se deshizo en lágrimas después de darse cuenta de que había seguido las pisadas de su
padre. Le había sido infiel a su primera esposa, y estaba siendo tentado a traicionar a la segunda. Su vida
era una sucesión de minas terrestres que habían explotado. No había hecho caso a ninguna de esas,
hasta que al final se vio confrontado con el hecho de que su hijo podía seguir fácilmente su ejemplo y
terminar desperdiciando los mejores años de su joven vida.

Finalmente, Satanás quiere que sucumbamos a la duda y el temor. Una persona temerosa es un blanco
fácil para nuestro Enemigo. Hubo un tiempo en que enfrenté mucho pesar. La tentación de dudar de la
bondad de Dios era fuerte, y la idea de volverme temeroso debido a mis circunstancias era todavía más
fuerte. Pero Dios, en su fidelidad, me recordó: “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no
temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas” (Josué 1:9).

Nunca tenemos una razón válida para sentirnos temerosos, porque el Dios soberano del universo nos
ama con amor eterno, tiene un plan para nosotros y está comprometido a velar por nosotros. Si surgen
problemas, Él no se turba. El mismo Dios que ha prometido amarle por la eternidad, no se adormece ni se
duerme.

Cómo descubrir las minas terrestres que hay en su vida

¿Cómo puede usted discernir y descubrir las minas terrestres que el Enemigo ha puesto en su camino?

Rinda su vida al Señor. Su relación con Dios es la defensa más importante que usted tiene. Si usted no
tiene interés en conocer al Señor y Su voluntad, entonces ya está en medio de un campo minado, y el
próximo paso que dé puede ser fatal. Sin pensar en las consecuencias, la gente se vuelve celosa,
amargada o implacable.

Comprometen sus convicciones, le abren la puerta a la inmoralidad o ceden a la pereza de mente y


corazón, y luego se preguntan por qué su vida es a hora triste y agitada. Rendirse en el campo de batalla
del Señor no es agitar la bandera blanca de la derrota. Es, por el contrario, un paso valiente dado hacia la
victoria, la paz y la bendición.

Pida que le muestre Su verdad. En Efesios 6, Pablo habla de la armadura de Dios. Yo creo que ponerse la
armadura cada mañana, es una parte esencial para estar en las fuerzas armadas de Dios. Hay sólo un
arma ofensiva que Él nos ha dado, que es todo lo que necesitamos para permanecer firmes en nuestra fe
contra los ataques de Satanás.

Es la misma arma que Jesús utilizaba cuando enfrentaba la tentación del Enemigo: la Palabra de Dios,
que es la verdad eterna del Señor comunicada al hombre. Si usted está enfrentando tentación en algún
área, la Palabra de Dios puede enseñarle cómo manejarla sin poder en peligro su comunión con Él.

Comprométase a seguir a Dios, aun en tiempos de dificultades. Las pruebas y las aflicciones son una
parte de la vida. No se puede estar a salvo de las dificultades y las tristezas. Sin embargo, las
adversidades que enfrentamos son para Dios oportunidades perfectas para demostrar Su fidelidad.

La adversidad es una herramienta poderosa en Su mano. Por tanto, no desperdicie su vida y su tiempo
acumulando sentimientos de envidia y de celos. Por el contrario, dé gracias a Dios cuando Él le permita
esperar Sus bendiciones. Podrá sentir que ha sido ignorado y puesto de lado, pero Dios todavía sigue
trabajando con usted. Si confía en Él, experimentará Su bondad en el momento preciso y de la mejor
manera posible.

Pida a Dios que le dé discernimiento y sabiduría de lo alto. La oración es fundamental para evitar las
minas terrestres. Orar correctamente es sumamente importante. Por “correctamente”, quiero decir pedir a
Dios que le dé un mayor conocimiento de Él para que pueda conocer Su voluntad y evitar las minas
terrestres de Satanás.
Dios sabe cuáles son las minas que Satanás ha escondido en su camino, y Él quiere que usted vea con
seriedad la manera como está viviendo cada día.
Pida al Señor que le muestre claramente Su voluntad, y que le enseñe a seguir solamente Su voz. Esté
dispuesto a obedecer Su llamado. La obediencia a Dios no sólo le mostrará cualquier mina terrestre que
haya sido escondida delante de usted; también le preparará un camino seguro para que lo transite en
medio de cualquier dificultad.

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