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Pedro no entendía lo que estaba a punto de suceder, aunque debió haber tenido el
discernimiento necesario para saberlo. Ni Jacobo, ni Juan, ni ninguno de los otros
discípulos lo tuvieron. Aunque habían estado con Jesús durante tres años, todavía no
tenían una idea clara del plan eterno de Dios, y esta falla se convertiría en su vergüenza.
Entre los discípulos surgió una disputa sobre quién sería el mayor entre ellos. Jesús
intervino, diciendo: "El mayor entre vosotros [sea] como el más joven, y el que dirige,
como el que sirve" (Lc 22.26). Más tarde, les reveló una sorprendente verdad: todos
ellos le abandonarían esa misma noche.
No podían concebir que sucediera tal cosa, no a un hombre que había cambiado la vida
de tantos, y que literalmente había hecho milagros ante sus ojos. Con la muerte y el
dolor acercándose rápidamente, los discípulos se durmieron, sin haber aprendido la
lección más importante para ganar cualquier batalla. ¿Cuál lección? Que hay que velar y
orar.
La mayoría de nosotros nos hemos encontrado, alguna vez, en situaciones en las que
sabíamos que algo estaba a punto de cambiar. Podíamos sentirlo. Puede que hayamos
sido prevenidos con anticipación; es posible incluso que alguien nos haya dicho con
antelación qué iba a suceder, pero no estuvimos dispuestos a aceptar ninguna otra
posibilidad.
Ciertamente, la principal victoria del cristiano fue ganada en la cruz. Fue allí donde
Dios sacrificó a su Hijo por los pecados de la humanidad. Jesús tenía que morir, para
que pudiéramos tener vida eterna. No ha existido ninguna victoria más grande que ésta;
pero en las horas previas que llevaron a este momento se logró una victoria muy
importante.
Tuvo lugar esa misma noche en el huerto de Getsemaní. Fue aquí donde Jesús se rindió
completamente a la voluntad de su Padre. Si Él no hubiera hecho esto, la cruz jamás
habría podido ser levantada. Usted y yo nos habríamos perdido eternamente.
Hay también otra verdad muy reveladora acerca de lo que sucedió en el huerto horas
antes del arresto de Jesús. Los discípulos tuvieron la gran oportunidad de demostrar su
fidelidad, sin embargo, no pasaron la prueba, no una sino tres veces. ¿Podemos aprender
algo de su fracaso? Pues así es.
Al término de la cena pascual, Jesús llevó a sus discípulos del aposento alto a un lugar
de aislamiento y oración. Les pidió que se mantuvieran alertas y vigilantes, pero no
hicieron ni una cosa ni la otra. Jesús escogió a tres hombres —Pedro, Jacobo y Juan—
con los cuales tenía una relación particularmente estrecha, para que fueran a un lugar de
íntima oración, que estaba aun más cerca del corazón de Dios. Estaba literalmente a
pocos pasos de distancia de donde Él había hecho su oración de entrega personal.
Jesús no era solamente Dios; era también humano. En Getsemaní, su condición humana
se hizo más evidente. Estaba angustiado, sufriendo y sintiéndose muy solo, aunque sus
amigos estaban con Él. Jesús tenía que rendirse al plan de Dios, o no hacer la voluntad
del Padre. No había forma de evitar la importancia de ese momento.
Dijo a sus discípulos: "Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad
conmigo. Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre
mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. Vino
luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido
velar conmigo una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la
verdad está dispuesto, pero la carne es débil.
Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta
copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. Vino otra vez y los halló durmiendo,
porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño" (Mt 26.38-43).
Lo que sucedió después, es más de lo que quisiéramos imaginar. Jesús regresó por
tercera vez, sólo para encontrarlos dormidos nuevamente. Mateo escribió: "Y
dejándolos, se fue de nuevo, y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras.
Entonces vino a sus discípulos y les dijo: Dormid ya, y descansad.
He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado" (vv. 44, 45). Estaba a
punto de hacerse realidad todo lo que Jesús les había dicho que sucedería. Una vez que
la iniquidad de Satanás se pusiera en acción, no habría más tiempo para "velar y orar".
Llegará un momento en el que Dios nos llamará a orar, y entonces deberemos obrar de
acuerdo con lo que hemos aprendido de Él. Pero si no hemos pasado tiempo con el
Señor, no sabremos cómo permanecer firmes en nuestra fe. También nos faltarán el
discernimiento y la sabiduría clave para tomar buenas decisiones. Cuando vengamos al
lugar de la oración, el lugar donde Jesús llevó a esos hombres aquella noche, debemos
estar completamente concentrados en su santidad, tanto así que el estar en su presencia
infinita nos haga ponernos de rodillas. Jesús se humilló a sí mismo delante del Padre, y
aquellos hombres tuvieron la oportunidad de ser testigos de cómo oró Él, aunque no lo
hicieron.
En vez de quedarse sentado, haga el esfuerzo de postrarse delante del Señor; extiéndase
sobre el piso y permanezca tranquilo en su presencia. Puede que algunas personas no
puedan hacer esto físicamente, pero sí pueden postrarse delante de Él en su corazón.
Piense en la fortaleza interior que habría logrado Pedro esa noche, de haber hecho lo
que Jesús le pidió: velar y orar. O considere el discernimiento y el poder que hubiera
tenido por seguir el ejemplo de Cristo. Juan y Jacobo se habrían, sin duda, unido a
Pedro, y los demás habrían hecho también lo mismo. Habrían logrado el coraje que
tanto necesitaban. Pero, cuando el enemigo atacó, salieron corriendo por el temor de
perder sus vidas.
En la oración hay un poder ilimitado. Ésta es una de las razones por las que Jesús pidió
a sus seguidores que oraran con Él esa noche. Las personas, muchas veces, quieren
conocer la voluntad de Dios para sus vidas. Gastan dinero comprando libros y probando
métodos diferentes para aprender algo nuevo que dé significado a sus vidas. Pero la
verdad es que, lo que están buscando, está justamente frente a sus ojos. Todo lo
importante se consigue mediante la oración.
Gracias a la oración, Jesús se sintió seguro del plan de Dios para Él. ¿No le gustaría
saber qué plan tiene Dios para su vida? Cristo ganó la batalla en un lugar de oración.
Ése es, también, el lugar en el que usted puede ganar sus batallas. Él nunca se dio prisa
por saber qué opinaban los demás. Él quería saber únicamente lo que Dios Padre
pensaba. Cuando se levantó del suelo esa noche en el huerto, tenía la dirección, la
esperanza y las fuerzas que necesitaba para soportar el Calvario por amor a nosotros.
Jesús sabía que podía confiar en el Padre, porque había pasado tiempo con Él.
¿Qué problema tan grande hay en su vida, que usted no es capaz de manejar? Para Dios,
nada es demasiado grande. ¿Quisiera usted "velar y orar" con Él, para conocer su
voluntad y su plan perfectos?
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Para Jesús, adorar con su pueblo no era una obligación sino un placer. El
placer de adorar con los suyos.
Puede ser que mientras Jesús caminaba alrededor del estanque, alguien le
señalara al hombre de esta historia como un caso crónico y digno de
compasión, puesto que su enfermedad hacía muy poco probable, y aun
imposible, que alguna vez llegara a ser el primero en entrar al estanque
después que se hubieran agitado las aguas. No tenía nadie que lo ayudara a
entrar, y Jesús siempre fue el amigo de los que no tenían amigos, y aquel que
ayuda a quien carece de ayuda terrena.
En esta historia podemos ver con toda claridad bajo qué condiciones operaba
el poder de Jesús. Debemos notar que Jesús habla con imperativos. Daba sus
órdenes, sus mandamientos a los hombres, y en la medida que éstos trataran
de obedecerlos recibían ese poder.
El poder de Dios nunca prescinde del esfuerzo del hombre. Ningún hombre
puede apoltronar, relajarse, y esperar que suceda un milagro. No hay nada más
cierto que el hacho de que debemos tomar conciencia de nuestro desamparo;
pero en un sentido muy real, también es cierto que el milagro sucede cuando
nuestra voluntad y el poder de Dios cooperan para hacerlo posible.
(4) Aquí tenemos el camino para lograr lo que nos proponemos. Hay tantas
cosas en este mundo que nos vencen, nos derrotan y se apoderan de
nosotros…
Este hombre era un renombrado pianista. El era un artista tan maravilloso que
las oportunidades que le ofrecieron en el mundo del espectáculo le hubiesen
asegurado un gran futuro en esa área de su vida. También tenia una magnifica
voz de solista. Sus talentos musicales eran estupendos. Dios le había llamado
a predicar y él había escogido seguir esa vocación que era la perfecta voluntad
de Dios para su vida. Por años se había esforzado en ser fiel a Dios.
Me dijo que no compraba la aspirina por frascos, sino por cajas. Las tomaba
constantemente para tratar de aliviar el dolor tan intenso que atormentaba todo
su cuerpo. También me contó que en más de una oportunidad tuvieron que
rodarlo fuera de la cama y colocarlo en una bañera con agua caliente. Tenia
que quedarse allí por un tiempo para siquiera poder moverse durante el día.
Ya no tenia capacidad para caminar o vivir una vida normal. Pero allí estaba en
ese aeroplano determinado a ir y predicar el Evangelio lo mejor que pudiera en
esas condiciones. El me relató lo que le sucedió en ese viaje.
Se dio cuenta que era libre de esa enfermedad y empezó a regocijarse porque
sabía que estaba sano. Durante el trayecto y luego de haber recibido por
revelación de Dios, el conocimiento de su sanidad, aún no se notaba el cambio.
Su cuerpo no sentía diferencia alguna, su cuerpo no funcionaba de manera
diferente, pero él sabía que estaba sano. Sabía en su interior que un milagro se
había llevado a cabo.
¡Verdaderamente él está viviendo una vida normal hasta el día de hoy! Ahora,
¿qué sucedió durante ese vuelo? ¿Hay alguna ley que puede sobrepasar las
leyes que conocemos en el reino natural? ¿Habrá algo que no alcanzamos a
entender con nuestras mentes naturales? ¿Qué sucedió en realidad en aquel
aeroplano? La Biblia habla acerca de la ley de la fe. La Biblia habla acerca de
la ley del Espíritu de vida, haciéndonos libres de la ley del pecado y de la
muerte. Sentado en esa nave, este amigo recibió en su hombre espiritual el
conocimiento que el mundo no es capaz de recibir con la mente carnal, natural.
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La Biblia dice que la fe es del corazón. Romanos 10:10 dice "Porque con el
corazón se cree..." Es con el corazón que tú crees. Al hablar del corazón, se
refiere al hombre espiritual. Hay un hombre espiritual dentro de tu cuerpo físico.
El Señor Jesús nos dice por inspiración del Espíritu Santo a través del Apóstol
Pablo que la fe es una fuerza espiritual. Fe es la fuerza que surge del hombre
espiritual. Es el hombre espiritual el que es capaz de responder a la Palabra de
Dios y ejercitar la fe. La fe es del corazón. La fe es una fuerza espiritual.
"Porque con el corazón se cree..." ¿Ves? Mientras que ese hombre iba en el
avión, invadido por una enfermedad que lo inutilizaba y que lo hubiera tenido
cautivo toda la vida, él meditó en la Palabra de Dios. Él leyó sobre las
promesas de Dios y las grandes declaraciones de Dios con respecto a la eterna
redención que tenemos en el Señor Jesucristo. Las leyó y meditó en ellas hasta
que ya no estaban solamente en su mente. Ya no era solamente su mente
carnal la que meditaba sobre estas cosas, sino que su hombre espiritual
comenzó a captar estas verdades. Su hombre interior empezó a alimentarse de
las cosas de Dios, quien es Espíritu.
Cuando su espíritu oyó; "Por su llaga fuimos nosotros curados ", la fe se hizo
real porque la fe ^ es del corazón. Es con el corazón que el hombre cree. Este
hombre de pronto supo, no con su mente sino con su corazón; con su hombre
espiritual, que estaba sano. Al saber esto, su confianza fue inamovible. El había
oído en su espíritu (el verdadero hombre) a Dios, quien es Espíritu, hablándole.
Pero hay otro sentido. Si Dios le ha dado al cuerpo físico cinco sentidos para
estar en contacto y funcionar en el mundo natural y material, entonces
ciertamente El le ha dado al hombre espiritual, vivificado con la vida de Dios
Todopoderoso, algún tipo de sentido para actuar en el reino espiritual. ¡Sí! El
hombre espiritual hecho vivo por la gracia y el poder que resucitó a Jesucristo,
tiene un sentido, y nosotros llamamos a ese sentido, LA FE. La fe es totalmente
independiente de los cinco sentidos que usamos para actuar en el mundo físico
y material.
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Jesús dijo: "Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es
posible" (Mateo 19:26). Jesús dijo esto para fortalecer nuestros corazones. Al
ver tu situación hoy, ¿se ve imposible para los hombres? ¿Es imposible para ti
el ser sanado? ¿Es imposible que tu familia vuelva a unirse? ¿Es imposible que
se resuelva esa situación? ¿Todas las voces de tus parientes y de los médicos
y de los profesionales y de los amigos, te dicen la palabra "imposible"? Si es
así, entonces oye la dulce voz del Hijo de Dios, que no miente. "Las cosas que
son imposibles para los hombres son posibles para Dios. "
Todo en ella gritaba: "No, no, no, ella no es normal". Sin embargo, nosotros
sabíamos lo contrario en nuestro interior. Cada uno de nuestros cinco sentidos
gritaba: "No, no, no, ella no está sana". Sin embargo, ese sentido llamado FE
que predomina en nuestra naturaleza espiritual, ese sentido que tiene
conocimiento por revelación de Dios, venció a todos los sentidos naturales. Me
alegra anunciarles que después de veintidós años (al escribir esto), nuestra hija
continúa sana y normal.
Esto se hizo una realidad desde que ella era una niña muy pequeña. Vivió
normalmente todos sus años escolares y doy gracias a Dios que ella es normal
y está bien hasta el día de hoy porque descubrimos cómo movernos en este
sexto sentido llamado la fe. La fe se alimenta de la Palabra de Dios. La fe es
del corazón.
Estudia las verdades presentadas en este libro hasta que puedas levantarte por
encima de la palabra "imposible". Comienza a actuar en el reino de la fe.
La fe es del corazón.
Medita sobre estas verdades hasta que penetren y lleguen más allá de tu
mente carnal. Medita sobre estas verdades hasta que se internalicen en tu
espíritu. Recíbelas en tu hombre espiritual como conocimiento por revelación
de Dios, quien es Espíritu.
En Génesis 1:1-3 dice: "En el principio Dios (preparó, formó, diseñó), y creó los
cielos y la tierra. La tierra estaba sin forma y era un vacío yermo, y las tinieblas
estaban sobre la faz de las grandes profundidades. El Espíritu de Dios se
movía, (cerniéndose, empollando) sobre la faz de las aguas. Y Dios dijo: Sea la
luz; y se hizo la luz" (Amplified Bible).
Estas escrituras nos enseñan a unir nuestras manos con las del Creador. Dios
nuestro Padre es creador. Jeremías dijo: "¡Oh, Señor Jehová! He aquí que tú
hiciste el cielo y la tierra con tu gran poder, y con tu brazo extendido, ni hay
nada que sea difícil para ti" (Jeremías 32:17).
Sabemos que Jesús es creador. Colosenses 1:16 dice: "Porque fue en él que
todas las cosas fueron creadas en el cielo y en la tierra, cosas que se veían y
cosas que no se veían, sean tronos, dominios, gobernadores o autoridades;
todas las cosas fueron creadas y existen a través de él (por su servicio,
intervención) y en y para él" (Amplified Bible).
Juan 1:1-3 dice que Jesús fue también creador del universo. Sabemos que el
Espíritu Santo es creador. Somos de la clase de Dios y pertenecemos a su
familia. Dios espera que tengamos habilidad creativa. Tenemos que unir
nuestras manos con las de El. En estos días hemos sido hechos colaboradores
con Dios para crear cosas.
En Hebreos 11:3 dice: "Por fe entendemos que los mundos (durante las edades
sucesivas) fueron enmarcados — diseñados, puestos en orden y equipados
para el propósito para el cual fueron destinados — por la palabra de Dios, de
manera que lo que vemos no fue hecho de cosas que son visibles" (Amplified
Bible).
¡La fe creada por la Palabra de Dios percibe como un hecho real aquello que
no es revelado a nuestros sentidos naturales! Hay cinco sentidos en el cuerpo
humano. Estos son, la vista, el gusto, el olfato, el oído y el tacto. Tocamos,
olemos, vemos, oímos y gustamos. Todos éstos están en el mundo natural.
Usamos estos sentidos para ponernos en contacto con el mundo natural. Dios
te dio estos cinco sentidos para usarlos en el mundo físico. Pero hay otro
sentido más, el sentido del hombre espiritual en tu interior, y este sentido se
llama la fe.
Te daré una ilustración sobre nuestros cinco sentidos. Voy a usar a mi esposa
Dodie en esta ilustración. Ella usa un perfume especial. Yo puedo pasar cerca
de Dodie y uno de mis sentidos, el olfato, me va a advertir y a decir si ella tiene
ese perfume. Yo percibo el olor de ese perfume.
Uno de mis sentidos registra el hecho: aquí hay perfume. Sin embargo, en el
reino natural mis otros
sentidos no tienen ninguna prueba de que el perfume está realmente allí.
Nunca me convencerás de que algo que no puedo oír sea real". "¿Perfume?"
Mis manos podrían decir: "Yo no siento ningún perfume. No podrás
convencerme nunca de que algo es real si no puedo sentirlo". Mi lengua podría
decir: "Yo no puedo gustar ningún perfume. Aquí no hay perfume".
Mi sentido del tacto y mis sentimientos me dicen que no estoy sano. Mis ojos
me dicen que no soy próspero. Mis oídos me dicen que no lo tengo. Pero,
¿sabes? Hay un principio espiritual trabajando. Es exactamente como cuando
puedo oler el perfume de Dodie. Mi sentido de la FE les dice a estos cinco
sentidos naturales: "¡Ustedes cinco sentidos, cállense! Yo he estado viendo las
verdades eternas de Dios y he recibido conocimiento por revelación de lo que
está más allá de ustedes. ¡Puedo asegurarles que aunque no tengan otra
prueba, esto es una realidad! ¡Dios no miente!"
Cuando tu nariz te asegura la presencia del perfume, todos tus otros sentidos
no tienen forma de probar que el perfume está en el aire. ¿Por qué vas a
permitir que tus sentidos naturales tengan más integridad que Dios
Todopoderoso?
Quiero decirte que el sentido del olfato en tu nariz no tiene más integridad que
Dios. Tu nariz puede estar equivocada. Puede estar defectuosa. Pero Dios no
es defectuoso. Aventuremos y entremos al gran bosque de las verdades
eternas de Dios y hallemos sus abundantes bendiciones para nosotros.
Descubriremos que Dios nos ha dado ciertos beneficios. Nuestra fe detecta y
confirma que son nuestros. Nuestra fe meditará sobre esas verdades.
La fe hace que la Palabra de Dios escrita venga a ser como la voz audible de
Dios hablando personalmente a ti. Medita en ella hasta que puedas decir: "Soy
salvo, soy sano, soy próspero, soy victorioso, soy fuerte". No importa lo que los
cinco sentidos digan en este reino natural, tu fe lo percibirá como un hecho
real.
La Biblia dice que Dios creó cosas materiales de cosas que son invisibles.
Todas nuestras bendiciones vienen de un mundo invisible. Tu redención es
espiritual. El perdón se encontraba en lo invisible. ¿Cómo descubrí ese gran
hecho invisible del perdón? Lo encontré en la Palabra de Dios. Era invisible y
se hizo visible cuando yo lo acepté. La sanidad y prosperidad habitan en la
dimensión espiritual, el mundo invisible. Cuando lo vemos allí en la Palabra de
Dios y nuestro sexto sentido de la fe se apropia de el, entonces la fe lo trae al
mundo natural.
En II Reyes capítulo 6, se cuenta esta historia: Los sirios peleaban contra los
israelitas y cada vez que los sirios se movían, los israelitas sabían con
precisión donde se encontraban. Ellos tomaban un camino según sus planes
de ataque y los israelitas ya los estaban esperando. Así que el jefe sirio reunió
a toda su gente y les dijo: "En este consejo de guerra quiero saber ¿quién está
por Israel y quién por nosotros? Debe haber algún espía en este campamento".
Un siervo le dijo: "No, no es que haya un espía entre nosotros, sino que hay un
profeta en Israel. Y lo que susurras en tu cámara más secreta, él se lo dice al
rey de Israel" (v.12). Este hombre dijo: "¡Lo que susurras en tu cámara más
secreta ellos lo saben!" Así será con nosotros. Dios va a actuar por medio de lo
sobrenatural. El dijo: "¿Quieres decir que hay un profeta allí que puede saber
estas cosas?" Sí.
¿Sabes qué hicieron los sirios? Enviaron a un gran ejército a traer a un solo
hombre. Así de asustado está el diablo de los cristianos llenos del Espíritu
Santo. Elíseo estaba en Dotan y ellos enviaron un ejército allá durante la noche
para apresar a un solo hombre.
Todo lo que este joven podía ver era este mundo. Se puso nervioso, afligido y
dijo: "Oh, ¿qué vamos a hacer?" He oido a mucha gente en estos días hablar
acerca del hambre, de las pestes y de la destrucción que vendrá sobre el
mundo. Bien, es posible que esto les ocurra a algunos, pero. . . ¡No vendrá
sobre mi! ¡Gloria a Dios! Dios me bendice. Dios no me ha llamado a ira. Me ha
llamado para obtener salvación a través del Señor Jesucristo.
Puedo oírles hablar sobre todo esto con angustia, retorciendo sus manos:
"¿Qué vamos a hacer? ¿Qué vamos a hacer?" Este es un cuadro del mundo
de hoy:"¡Ah, Señor mío! ¿Qué haremos?" Elíseo se levanta, sale afuera y dice:
"Déjame examinar la situación".
Mira a su alrededor y ve los cientos y posiblemente miles de caballos y carros
allá afuera y dice: "Oh, no te preocupes, porque más son los que están con
nosotros que los que están con ellos". Puedo imaginarme a ese joven viviendo
en el día de hoy. El hubiera dicho: "Elíseo, aún en las matemáticas modernas,
uno más uno son dos, y ellos son más numerosos que nosotros".
Elíseo dijo: "Señor, te ruego que abras sus ojos para que vea. Y el Señor abrió
los ojos del joven y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a
caballo, y de carros de fuego alrededor de Elíseo. " (II Reyes 6:17)
Las huestes celestiales rodeaban al enemigo. Elíseo no dijo: "Mira, Dios acaba
de crear algunos ángeles". No. Aquellos ángeles estuvieron allí todo el tiempo.
Ellos existían en el mundo invisible desde antes. Sólo porque fueron
manifestados en el mundo visible, en lo físico, no hay razón para creer que
esos ángeles acababan de ser creados. ¡NO! Sabemos que ellos ya existían
allí en el mundo invisible. Dios únicamente manifestó su presencia haciéndolos
visibles en la dimensión física.
Aunque ella hace estas tres cosas, todavía no • ha visto los mil dólares, aún no
ha sentido el olor de los mil dólares, no ha gustado los mil dólares, no ha
tocado los mil dólares, ni ha oído el crujido de los mil dólares. Sus sentidos
naturales no han tenido ningún contacto con los mil dólares. Ella solamente
tiene la palabra de una persona a quien ella ama y en quien confía. ¿Qué hace
ella?
Ella cree, habla, se alegra, hace planes, aún cuando no ha tenido ninguna
evidencia, excepto la fe en mi palabra. ¿No es extraño cómo las personas
actúan basadas en la palabra de un esposo, un abogado, un médico o una
esposa, y sin embargo no actúan en esta forma respecto a la Palabra de Dios?
El hombre puede mentir pero Dios no miente.
Hebreos 11:3 dice: "Por fe entendemos que los mundos [durante las edades
sucesivas] fueron enmarcados — diseñados, puestos en orden y equipados
para el propósito para el cual fueron destinados — por la palabra de Dios, de
manera que lo que vemos no fue hecho de cosas que son visibles".
Sería tonto que alguien dijera: "Bien, yo no creo en eso de leer la Biblia. No
creo en todo eso". Algunos no se internan en el bosque de las eternas
verdades de Dios y luego se preguntan por qué no tienen fe. Se extrañan
porque no tienen habilidad alguna para creer en Dios. ¡ Ah, como esta verdad
debería hacernos vivir en la Palabra de Dios!
La Biblia dice que entendemos que las cosas que se ven fueron hechas por la
Palabra de Dios. La clave es la Palabra de Dios. Debes comenzar con la
Palabra de Dios. Lo que ahora vemos no fue hecho de lo visible. Las cosas que
vemos fueron hechas de lo invisible y se hicieron visibles por el poder de la
Palabra de Dios.
Hebreos 11:6 "Pero sin fe es imposible agradar a Dios. Porque es necesario
que el que se acerca a Dios crea que le hay". ¿Quieres decirme que debo creer
que hay un Dios invisible?
El principio básico de la fe es creer que Dios es; creer que le hay. Dios es una
persona invisible.
¿Quieres decir que Dios espera que yo crea en lo que no veo? El llega hasta el
punto de pedirte que creas que El existe aún cuando no lo puedes ver. ¿Para
qué preocuparte sobre la prosperidad financiera que aún no ves, o la sanidad
que todavía no ves? ¿Para qué preocuparte sobre ese problema que aún no se
ha resuelto?
Los que creemos en Dios debemos creer que lo invisible ES. ¡LO INVISIBLE ES!
El primero de los principios básicos para obtener cualquier cosa del mundo invisible es
creer que ES, que existe; que verdaderamente existe para ti. Dios se encuentra allá y
también toda bendición que podamos necesitar, pero la base de todo para alcanzar
cualquier cosa es creer que ES. ¿Está la sanidad allí? ¿Murió Jesús para que tú fueras
sanado? ¡Sí! ¿Murió Jesús para que fueras prosperado? Sí. ¿Hay salvación? Sí. ¿Hay
bendiciones? Sí. ¿Podemos vencer a el diablo? Sí.
Cuando te acercas a Dios debes creer que ese Dios invisible es; que El verdaderamente
existe. Debes creer que este Dios invisible es prendador de aquellos que diligentemente
le buscan (Hebreos 11:6). Dios es un galardonador, un premiador. Dios, quien es
invisible, es recompensador de aquellos que diligentemente le buscan. Si, El mismo, el
Dios invisible es un premiador de aquellos que le buscan diligentemente. ¿No es la
sanidad una recompensa si con diligencia la busco? No es la prosperidad para mi si
diligentemente busco esa bendición invisible? ¿No seré victorioso sobre todos estos
asuntos, si con diligencia los busco?
Muchas veces buscamos diligentemente a Dios, pero no buscamos las bendiciones con
diligencia. Tú puedes decir: "Han orado por mí, y he leído las escrituras que me dijeron
que confesara por dos días. Las he confesado por dos días pero todo el tiempo yo
pensaba: Esto no va a servir, esto no va a funcionar porque no me siento mejor". ¿Ves?
Esto no es buscar diligentemente a Dios. La Biblia dice que debemos leer la Palabra de
Dios y buscarle a El como a un tesoro escondido, como al oro y la plata (Proverbios
2:4).
Cuando llegue ese día en que termines de pagar tu casa, dirás: "He estado alabando a
Dios continuamente porque vi que estaba pagada en ese mundo invisible y ahora es
visible. Está pagada desde que supe que Dios suplió todas mis necesidades de acuerdo a
sus riquezas en gloria". El que viene a Dios debe creer que le hay, que EL ES. Debemos
creer que el Dios invisible existe. ¿Quiere Dios que yo crea en algo que no puedo ver?
Tú no puedes ver la sanidad o las bendiciones financieras con tus cinco sentidos
naturales. Debes ver, al meditar en la Palabra de Dios, que El te ha dado estas cosas.
Tienes derecho a ellas. Primero, debes creer que están en esa forma invisible, y a su
tiempo, serán manifestadas en el mundo material.
Hebreos 11:7 dice: "[Movido] por fe Noé, advertido por Dios acerca de eventos de los
cuales todavía no había señal visible, atendió y diligente y reverentemente construyó y
preparó un arca..." Noé fue informado por Dios sobre hechos de los cuales aún no había
señales visibles . . . Dios le informó a Noé acerca de eventos de los cuales todavía no
había señal visible. ¿Sabes? Esto es lo que nos sucede a nosotros.
Después de que Dios te muestra estas verdades, debes decir: "Ah, he estado en el centro
de información de Dios, ¡aleluya! Tengo información de la cual no hay señal visible.
Dios me hizo saber que soy salvo y me iré al cielo; que soy limpio de todos mis
pecados; que por su herida fui sanado; que soy próspero; que soy más que vencedor.
Tengo información interna. La encontré en la Biblia. ¡No importa que no haya señales
visibles, lo veré! ¡Está en camino!"
Hebreos 11:27 dice: "[Motivado] por fe, él (Moisés) dejó Egipto tras si, estando sin
temor y sin desánimo por la ira del rey; porque nunca se acobardó sino que se aferró
firmemente a su propósito y soportó resueltamente como uno que puso sus ojos
fijamente en El, quien es invisible".
Moisés mantuvo su vista fija en el Dios invisible. Sigue poniendo tu vista sobre lo que
es tuyo, sea lo que sea. Si es prosperidad lo que quieres, continúa con tus ojos puestos
sobre ella en el mundo invisible como una bendición que proviene de Dios. Continúa
poniendo tu vista sobre la sanidad si es allí donde tienes necesidad. Continúa con tus
ojos puestos con determinación sobre la victoria, si eso es lo que quieres. Continúa con
tus ojos puestos con determinación sobre ti mismo estando bien y sano y toda tu familia
viviendo para Dios. Mantente viendo firmemente a la bendición invisible y soportarás
toda oposición y esta bendición será tuya.
Hebreos 11:32 "¿ Y qué más dijo? Porque el tiempo me faltaría contando de Gedeón, de
Barac, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas".
Veamos la vida de Gedeón. El estaba sentado detrás del lagar sacudiendo trigo por
miedo a los enemigos de Israel. Estaba frustrado, temeroso, desalentado, y sintiéndose
fracasado. Dios le envió un ángel. Este ángel no dijo: "¡Salud a ti, gallina! ¡Salud a ti,
miedoso!" No, él vino con noticias del otro mundo y dijo: "¡Jehová está contigo, varón
esforzado y valiente!" Gedeón dijo: "¿A quién te refieres? ¿Quieres decirme que yo soy
un varón esforzado y valiente?"
Ahora el ángel pudo haberle dicho, y quizá lo hizo: "Si, así es exactamente como Dios
te ve. Es todo tuyo, lo tomes o no. Tú eres un hombre fuerte y valiente. Te traigo
noticias del mundo espiritual". ¡Gedeón se levantó y comenzó a actuar como si fuera un
hombre poderoso, valiente y se encontró que lo era! Bien, Dios vino a mí y dijo: "Salud,
John Osteen, hombre poderoso curado por la llaga de Jesús". Pude haberle respondido:
"¿Estás seguro que me hablas a mi? Ciertamente no me siento así".
Es el principio exacto que Jesucristo estaba enseñando en Marcos 11:24: "Por tanto, os
digo que todo lo que pidiereis orando (cuando oras.. .esto es cuando estás enfermo,
cuando estás derrotado, cuando sientes que las tinieblas están sobre ti) creed que lo
recibiereis (en la forma invisible) y os vendrá (en forma visible)". Jesús no te pide que
vayas por allí mintiendo y diciendo: "Yo creo que este tumor se ha ido físicamente de
mi cuerpo". No. El no te pide que digas una mentira. Cualquiera que tiene ojos puede
ver que el tumor todavía está allí. El no te pide que creas que la sanidad ya se ha
manifestado en el reino físico. El te pide que creas que es tuya en el reino invisible,
basado en la Palabra de Dios. Entonces El dice que verá que la tengas en la forma física,
visible.
Efesios 1:3 nos dice: "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos
bendijo con TODA bendición espiritual..." ¿Cuántas? ¡TODAS! Por muchos años yo no
disfruté TODAS las bendiciones de Dios. Podía decir: "Señor, ¿por qué no me das
algunas bendiciones económicas y físicas? No entiendo por qué las bendiciones tienen
que ser tan espirituales".
Tenemos que unir nuestras manos a las del Creador del universo. Todo lo que ves, no
fue hecho de cosas visibles, sino de cosas invisibles. Debes comenzar en el reino
invisible de las verdades de Dios y dejar que éstas impresionen tu hombre espiritual.
Esto traerá a la realidad aquello que deseas.
Dios es creador. El quiere que sus hijos e hijas unan sus manos a las suyas y vean su
poder milagroso crear cosas para suplir cada una de sus necesidades. El quiere ayudarles
a alcanzar al mundo con las buenas nuevas acerca de Jesús. Los ladrillos para el poder
creativo de Dios no están en el reino natural; están en otra dimensión. Todo lo que
necesitas de Dios lo puedes obtener usando tu sexto sentido, la fe. ¡Puedes traer las
bendiciones de Dios de lo invisible, del mundo espiritual, al reino material donde tú
vives HOY!
En cambio, los hijos de Israel fueron por en medio del mar, en seco, y las aguas eran
como un muro a su derecha y a su izquierda. Al soplo de tu aliento se amontonaron las
aguas, se juntaron las corrientes como en un montón, los abismos se cuajaron en medio
del mar.” (Éxodo 14:29; 15:8).
¡Qué terrible testimonio tuvo Israel! Dios libertó a su pueblo escogido al levantar como
muros las aguas del Mar Rojo por ambos lados. Los Israelitas atravesaron sin peligro,
pero, el poderoso ejército egipcio fue destruido cuando las olas regresaron abajo
estrepitosamente.
Se produjo en Israel el más grande regocijo por lo que el Señor había hecho. El pueblo
danzó y cantó, exclamando: “…El Señor es (nuestra) fortaleza…El Señor es un
guerrero…Con la grandeza de tu poder has derribado a los que se levantaron contra ti…
¿Quién como tú, Señor, entre los dioses? ¿Quién como tú, magnífico en santidad,
terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios?… Tú los introducirás y los
plantarás en el monte de tu heredad…. El Señor reinará eternamente y para siempre.”
(Vea Éxodo 15).
Sin embargo, vemos a estos israelitas tres días más tarde, refunfuñando contra el Señor
que los había libertado. Cuando en el desierto “no encontraron agua” murmuraron:
“Qué vamos a beber.” Un mero setenta y dos horas después del gran milagro, estuvieron
cuestionando la misma presencia de Dios entre ellos.
Cubrieron las aguas a tus enemigos; ¡no quedó ni uno de ellos! Entonces creyeron a sus
palabras y cantaron su alabanza. Bien pronto olvidaron sus obras; no esperaron su
consejo, se entregaron a un deseo desordenado en el desierto y tentaron a Dios en la
soledad. El les dio lo que pidieron, pero envió mortandad sobre ellos” (Salmo 106:11-
15).
A pesar de todas sus murmuraciones, el Señor, milagrosamente, les envió maná para
comer. Les hizo llover codornices desde el cielo para proveerles de carne. Ahora los
israelitas tenían tan abundante alimento qué no sabían qué hacer con él. A Escritura dice
que comieron hasta que les salió por las narices.
Sin embargo, cuando llegaron a Rifidim, una vez más no había agua. Otra vez fueron a
demandarle a Moisés: “Danos agua” y le amenazaron de apedrearlo. Entonces, Moisés
golpeó una roca y Dios produjo un río de agua: “Abrió la peña y fluyeron aguas;
corrieron por los sequedales como un río” (Salmo 105:41).
La Biblia deja en claro que todas estas pruebas fueron arregladas por Dios. Él fue quien
permitió a los israelitas tener hambre y sed. Y él los introdujo en una horrenda prueba
para un propósito específico: para prepararlos para que confiaran en su Palabra. ¿Por
qué? Él estaba a punto de conducirlos a una tierra donde necesitarían absoluta confianza
en sus promesas.
Cuando leo este pasaje, me pregunto cuantos cristianos han experimentado la liberación
de Dios, solo para ser llevados rápidamente a un lugar de pruebas severas. El hecho es
que toda fe verdadera, es nacida en aflicción. De ninguna otra manera surgirá de
nosotros. Cuando estamos en medio de una prueba y nos volvemos a la Palabra de
Dios–eligiendo vivir o morir por sus promesas a nosotros—el resultado es fe.
Ciertamente, así es como crece la fe: de prueba a prueba, hasta que el Señor tiene un
pueblo cuyo testimonio es, “Nuestro Dios es fiel.” Pero, si perdemos nuestra fe en
prueba tras prueba – si seguimos murmurando y quejándonos acerca de nuestras
circunstancias – perdemos nuestro testimonio. Dejamos escapar el mismo propósito que
Dios ha llamado y escogido para cambiarnos.
Mas tarde, cuando Israel vino a Cades, al Río del Jordán, estaba a las miras de la Tierra
Prometida. Dios les dijo que era el momento de ir y poseer la tierra. Ellos escogieron
enviar doce espías a Canaán, para verificar de antemano.
El pueblo no lo sabia, pero, la paciencia de Dios con ellos se estaba agotando. El ya les
había prometido que iría delante de ellos. Les había declarado que ningún enemigo
podría pararse frente a ellos y que el pelearía sus batallas. Les había asegurado que
destruiría todas sus fortalezas, a objeto de introducirlos en la tierra y hacerlos
victoriosos sobre todos sus enemigos.
En diez ocasiones el Señor había traído a Israel a un lugar de prueba. En las diez
ocasiones les había sacado milagrosamente. No obstante, todas las veces, Israel falló en
su fe. Ahora, estaban enfrentando a una prueba final.
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Diez de los doce espías regresaron con un mensaje descorazonador, que infectó a toda la
congregación. Esos hombres informaron: “Sí, Canaán es un maravilloso lugar. Es todo
lo que Dios dijo que seria. Pero la tierra está llena de gigantes capaces de destruirnos.
Parecíamos langostas ante sus ojos; y las ciudades son impenetrables, como fortalezas.
Sus murallas alcanzan al cielo. No somos suficientemente fuertes para enfrentar estos
enemigos. Simplemente no podemos entrar.” (Vea Números 13).
Recuerde, ya Dios había dado la orden de ir adelante y poseer la tierra. Sin embargo,
¿cuál fue el efecto del informe de los espías? “Entonces toda la congregación gritó y dio
voces; y el pueblo lloró aquella noche” (Números 14:1). El pueblo hizo caso a los espías
malos, en vez de confiar en la palabra que Dios había hablado. Y pasaron toda la noche
retregandose las manos y deseando la muerte. Una vez más exclamaron: “¿Por qué
debemos seguir? Dios nos ha engañado.”
Josué y Caleb habían estado entre esa tropa de espías y objetaron el informe. Ellos
hablaron en fe: “El Señor dijo que nos había dado la tierra. No debemos caer en miedo
ni rebelión contra su Palabra. ¡Podemos vencer! La protección de nuestros enemigos se
ha ido. El Señor los ha desmantelado y su presencia está con nosotros. ¡Vamos
adelante!”
¿Cuál fue la reacción del pueblo? “¡Vamos a apedrearlos!” A este límite Dios había
tenido suficiente. “El Señor dijo a Moisés: ¿Hasta cuándo me ha de irritar este pueblo?
¿Hasta cuándo no me creerán, con todas las señales que he hecho en medio de ellos?
(Números 14:11). Dios estaba preguntando: “¿Cuántos milagros más deberán efectuarse
ante ellos para que crean en mí? ¿Qué tomará para que ellos acepten mi Palabra?”
¿Puede ver lo que Dios está diciendo aquí? Cada israelita de veinte años de edad o más,
debería morir en el desierto. “En este desierto caerán vuestros cuerpos,… Vuestros hijos
andarán pastoreando en el desierto cuarenta años,… hasta que vuestros cuerpos sean
consumidos en el desierto.” (14:29, 33).
Dios suspendió su propósito eterno para Israel, por otros treinta y ocho años. Y en esas
cuatro décadas, la iglesia en el desierto consistió de dos generaciones distintas: aquellos
sobre veinte años que no tuvieron visión y los más jóvenes que esperaron en el Señor.
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Piense en el terrible espanto y finalidad en las palabras de Dios, para esa generación
incrédula. En efecto, él está diciendo: “No entrarán. No puedo usarlos más. Los he
probado una y otra vez, y se han mostrado totalmente infieles en cada situación. Podría
probarlos otras cien veces, aún así, en cada oportunidad todavía no creerían en mí.
“Me han traído al término de mi trato con ustedes. Son perdonados, pero ya no tienen
futuro en mi obra y propósitos. Ahora vivirán solamente para morir. Todos los años que
les quedan se consumirán.
Personalmente he sido testigo de esta clase de decaimiento en las vidas de creyentes que
una vez fueron fieles. La preciosa esposa de un misionero en África, falleció mientras
servía al Señor, dejando un afligido esposo y su hija siendo una bebe. El esposo no pudo
manejar esta situación. Él dijo: “Dios, si esta es la manera como tratas a tus hijos,
entonces yo no puedo servirte.” Ese hombre dejó su criatura en África con sus amigos, y
volvió a su país de origen. Murió alcohólico.
Sin fe, es simplemente imposible agradar a Dios. Usted puede objetar: “Pero, de cada
cosa que está hablando hasta ahora es del Antiguo Testamento. Vivimos en un día de
gracia.”
Recuerde la Palabra de Dios en el libro de Hebreos: “¿Y a quienes juró que no entrarían
en su reposo, sino a aquellos que desobedecieron? Y vemos que no pudieron entrar a
causa de su incredulidad. Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros
corazón tan malo e incrédulo que se aparte del Dios vivo.” (3:18-19, 12).
Hebreos advierte a la iglesia del Nuevo Testamento: “Presten atención al ejemplo de
Israel. Si no lo consideran, pueden caer de la misma manera como ellos cayeron.
Descenderán hasta llegar a tan maligna incredulidad. Y volverán sus vidas en un largo y
continuo desierto.”
Eso es exactamente lo que sucede con toda la gente incrédula: terminan consumidos con
su propio bienestar. No tienen visión, ni sentido de la presencia de Dios ni vida de
oración. Ya no les importan sus vecinos o el mundo perdido, incluso aún,
eventualmente, sus amigos. En cambio, el centro total de sus vidas está en sus
problemas, sus situaciones, sus enfermedades. Van de una crisis a otra, encerrados en
sus propios dolores y sufrimientos. Y sus días están llenos de confusión, contienda,
rivalidad y división.
Por treinta y ocho años, Moisés observó como uno por uno de esa generación incrédula
de israelita moría. Mientras el miraba atrás sobre aquellas vidas que decayeron en el
desierto, el observó que cada cosa que Dios advirtió, sucedió. “La mano del Señor vino
sobre ellos para exterminarlos, hasta hacerlos desaparecer del campamento” (Vea
Deuteronomio 2).
Asimismo hoy, algunos cristianos están contentos con meramente existir hasta que
mueren. No desean arriesgar nada, para creer a Dios, para crecer o madurar. Rechazan
creer en su Palabra y se han obstinado en su incredulidad. Ahora sólo viven para morir.
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Lloraron toda la noche. Al día siguiente, cuando salieron de sus tiendas, su actitud fue:
“Nos damos por vencidos. Hasta aquí llegamos, no vamos más lejos de aquí. Dios no ha
contestado nuestras oraciones. Debe haber algo malo en nosotros. El camino es
demasiado duro.”
Vamos a la cámara secreta de oración, pero no sentimos deseos de orar. Nuestras almas
están secas, vacías, exhaustas por nuestras luchas. Pero, no nos atrevemos de acusar al
Señor de abandonarnos en nuestra condición. Así que nos acercamos a él, cabizbajos,
descorazonados y débiles. Oramos: “Señor, yo no te culpo. Tú eres bueno y bondadoso
para conmigo. Yo sé que yo soy el problema. Te he fallado tanto.”
Todo lo que Dios oye de nosotros en tales ocasiones, es cuan lo improductivos e inútiles
que somos ante sus ojos. Sin embargo, eso no es humildad. Muy por el contrario, esto es
un inmerecido insulto al Padre quien nos adoptó con un pacto en el que promete
amarnos y cuidarnos por toda nuestra vida. Cuando le decimos cuán malos somos –
cuán débiles, vacíos e inútiles que somos para él – despreciamos todo lo que él ha
logrado en nosotros.
En esencia, le estamos diciendo a Dios: “Padre, todos tus tratos pasados conmigo –
todas las revelaciones que me has dado, toda la dulce comunión que hemos tenido, todo
lo que me has dirigido para hablar y testificar a otros – ha sido en vano. Todas tus
bendiciones y milagros en mi vida, no han tenido impacto en mí.” ¡Cuán doloroso para
Dios! Y todo esto es porque no nos sentimos bien. Permitimos que nuestro desanimo
nos convenza que todo el trabajo de amor de Dios, todas sus increíbles obras en nuestras
vidas, han sido como nada para nosotros.
Pero, el Espíritu Santo me contestó en muy claros términos: “Basta de tenerse piedad a
sí mismo. ¡Levántate¡ Tú eres amado, llamado y elegido. Y te he bendecido con mi
Palabra. Ahora, anda y predícala. No has olvidado nada de lo que has predicado.
Cuando necesites alguna cosa, te la voy a recordar.”
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Dos cosas estuvieron sucediendo
simultáneamente durante
los treinta y ocho años de Israel,
en el desierto.
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Mientras una generación de israelitas, estaba muriendo día a día, sin gozo y miserable,
Dios estaba levantando una nueva “generación de fe.” Esta generación más joven, vio lo
que le pasó con sus padres y madres, y decidieron: “No deseamos vivir de esa manera –
gruñones, vacíos, centralizados en ellos mismos. Ellos no tienen fe ni visión. Han
Perdido su mismo propósito para vivir.”
Considere lo que dijo Moisés de esta nueva generación: “Porque el Señor, tu Dios, te ha
bendecido en todas las obras de tus manos; él sabe que andas por este gran desierto, y
durante estos cuarenta años el Señor, tu Dios, ha estado contigo sin que nada te haya
faltado.” (Deuteronomio 2:7).
Hay una razón por la cual le he dado a conocer todo este trasfondo. Es para traerle al
corazón de mi mensaje. Esto es; creo que hoy la iglesia de Jesucristo está enfrentando
su propio Jordán. De hecho, las aguas están desbordando las riberas aún, con más
intensidad.
Vea usted, viene un tiempo en la vida de cada creyente – como también en la iglesia –
cuando Dios nos pone en la última prueba de fe. Es la misma prueba que Israel enfrentó
en el lado del Jordán hacia el desierto. ¿Cuál es esta prueba?
Esta es fijar nuestra atención en todos los peligros al frente – los asuntos gigantes que
nos enfrentan, los altos muros de aflicción, los principados y potestades que buscan
destruirnos – y lanzarnos totalmente sobre las promesas de Dios. La prueba es
comprometernos a una vida de confianza en su Palabra. Es un compromiso a creer que
Dios es más grande que todos nuestros problemas y enemigos.
Nuestro Padre celestial no está buscando una fe que trate con un problema a la vez. Él
está buscando una vida de fe, un compromiso de toda la vida para creer en él por lo
imposible. Esta clase de fe trae calma y descanso a nuestras almas, cualquiera que sea
nuestra situación. Y tenemos esta calma debido a que hemos establecido una vez por
todas: “Mi Dios es más grande. Él es capaz de sacarme de cualquiera y de todas las
aflicciones.”
Dios ha trazado una línea y cada cristiano se para ante ella. Nuestro Dios es amoroso y
muy paciente, pero no permitirá que su pueblo more en incredulidad. El no se quedará
mirando como su iglesia pierde su testimonio, retorciéndose las manos y clamando:
“¿Está Dios con nosotros o no? ¿Por qué no nos liberta de esta prueba?”
Usted puede haber sido probado una y otra vez. Ahora ha llegado el tiempo para que
haga una decisión. Dios quiere fe que resista la última prueba. Esta es una fe que no
permitirá que nada lo mueva de creer y confiar en su fidelidad.
Cuando el tiempo de Moisés con Israel termino, llegamos al libro de Josué. Ahora toda
la generación vieja e incrédula se ha ido. Y la nueva generación de fe está parada en el
mismo lugar de decisión en que estuvieron sus padres, el Jordán. ¿Qué sucedió? El río
se abrió ante ellos, de la misma manera como había ocurrido con el Mar Rojo. Y ellos
caminaron a través del río hasta el otro lado.
Aún así, inmediatamente que llegaron, esta nueva generación enfrentó un poderoso
enemigo. Se encontraron contemplando una poderosa Jericó, una ciudad con muros
macizos e impenetrables. Usted sabe el resto de la historia; ¡esos muros se desplomaron
por la fe!
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Hay tanta teología alrededor de este tópico de la fe. Simplemente, sabemos que no
podemos invocarla. No podemos crear fe repitiendo: “Yo creo. Yo realmente creo….”
No, fe es un compromiso que hacemos para obedecer a Dios. La obediencia refleja fe.
Como Israel enfrentó a Jericó, el pueblo fue advertido a no decir una palabra, sino
simplemente marchar. Estos fieles creyentes no murmuraron ni susurraron: “Señor,
ayúdame a creer. Yo deseo creer.” No, ellos se concentraron en la única cosa que Dios
les pidió: obedecer su Palabra e ir adelante. “Así que le fe es por el oír, y el oír, por la
palabra de Dios” (Romanos 10:17). Oír la Palabra implica hacerla, obedecerla.
Les fue dicho que marcharan en cierto orden, y hacer sonar sus instrumentos un cierto
número de veces. ¿Qué nos dice todo esto a nosotros? Ante los ojos de Dios, fe era
simplemente un asunto de obedecer su Palabra.
Piénselo. Cuando se le dijo a Josué, “No has pasado por este lugar antes,” Dios le estaba
diciendo, “Este es un tiempo para que te comprometas a una confianza total. Hasta este
punto, has vivido de pan solamente. Ahora, va a tomar fe. No puedes depender en tus
sentimientos y habilidades. Tendrás que confiar en cada palabra que yo te diga.”
Cuando la Palabra vino, este fue el mensaje: “Mira que te mando que te esfuerces y seas
muy valiente; no temas ni desmayes, porque el Señor, tu Dios, estará contigo
dondequiera que vayas” (Josué 1:9).
Amados, eso es fe. Esto significa disponer el corazón para obedecer todo lo que está
escrito en la Palabra de Dios, sin cuestionarla ni tomarla livianamente. Y sabemos que si
nuestros corazones están determinados para obedecer, Dios se asegurara que su Palabra
a nosotros sea clara, sin confusión. Más aún, si nos manda hacer algo, él nos suplirá con
el poder y la fuerza para obedecer. “..Diga el débil. ¡Fuerte soy!” (Joel 3:10).
Finalmente: “hermanos míos, fortaleceos en el Señor y en su fuerza poderosa” (Efesios
6:10).
Llega un tiempo cuando todos tenemos que decir: “Jesús, quiero caminar contigo en fe.
Estoy cansado de subir y bajar, de cuestionarte cada vez que las luchas vienen. Has
trazado una línea. Y yo estoy dando un paso sobre la línea, en fe. Has prometido pelear
la batalla por mí. Y yo confío en ti.”
Las minas terrestres no son sólo letales; son siniestros artefactos colocados estratégicamente justo
debajo de la superficie de la tierra, donde permanecen sin detectar hasta que se aplica una presión.
Luego explotan, causando heridas tan graves que cualquier idea de recuperación parece imposible.
¿Por qué me refiero a este tema tan sensible, especialmente cuando la guerra sigue causando estragos
en el Oriente Medio? Porque, en verdad, creo que se está librando una guerra espiritual en el campo de
batalla de nuestras vidas, que no tiene parangón en la historia del cristianismo. Con la amenaza de un
guerra física que se profundiza, y que vemos todas las noches en las noticias, me temo que en vez de
estar más alertas a las engañosas armas de guerra de Satanás, nos estamos desensibilizando y cayendo
en un letargo emocional, mental y, sobre todo, espiritual.
Muchas personas piensan erróneamente que Satanás utiliza medios claros para desviarnos del camino y
conducirnos al campo de batalla donde él ha puesto su siniestro arsenal, pero no es así como él trabaja.
Satanás no se muestra tan claramente. Sus armas de guerra más destructivas son mucho más sutiles.
Cuando nos movemos en su dirección y pisamos el terreno que ha sido cultivado con el pecado y la
corrupción, las minas terrestres del Enemigo explotan debajo de nosotros, y eso nos deja retorciéndonos
por el dolor emocional. Los sentimientos de culpa, vergüenza y remordimiento levantan muy pronto una
barrera entre Dios y nosotros.
Entre las minas terrestres espirituales más comunes están el orgullo, los celos, la envidia, la falta de
seguridad, el compromiso, la falta de perdón, la frustración, el temor, la inmoralidad, el pecado sexual y la
negligencia. Estos son los artefactos que el Enemigo pone en nuestro camino en su empeño por evitar
que experimentemos el amor de Dios.
Satanás no quiere que tengamos una relación personal íntima con el Salvador. Dios nos creó para tener
compañerismo. Su mayor deseo es que sepamos quién es Él y que conozcamos Sus designios. También
quiere que tengamos compañerismo con los demás, pero el pecado impide esto, y Satanás lo sabe. No es
posible disfrutar del compañerismo con Dios si, en lo más recóndito de su mente, usted está luchando con
pensamientos de celos, temores, inseguridad y envidia.
El orgullo hace que nos coloquemos por encima de Dios. La persona que ha pisado la mina terrestre del
orgullo, no piensa en cómo le ha dotado Dios para realizar la tarea que Él le ha llamado a hacer. En vez
de eso, mira sus logros, y piensa: ¡Miren lo que he hecho! El profeta Isaías dejó constancia de la caída de
Satanás del cielo, de esta manera: “Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las
estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré… seré semejante al
Altísimo. Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los lados del abismo” (Isaías 14:13-15). El orgullo tiene un
solo final: la destrucción.
En segundo lugar, el Enemigo nunca quiere que mantengamos centrada la atención en Dios. Usará
pensamientos de inseguridad, temor, desánimo, celos y envidia para lograrlo. Para mí no es raro oír a
alguien decir que está luchando con pensamientos de inseguridad o de envidia. Vivimos en un mundo de
comparaciones, en el que los medios nos han enseñado a observar a quienes están por debajo y por
encima de nosotros. ¿Estamos equiparados? ¿Hay la posibilidad de que podamos aventajarlos? El
principal interés de Dios es que nos concentremos en Él y en Su voluntad para nuestras vidas.
Cuando nuestros pensamientos giran en torno a Él, el Señor nos da el discernimiento que necesitamos
para ubicar las minas terrestres del Enemigo y desactivar cada una de ellos al apartarnos de la tentación
y el pecado. Si tenemos un pensamiento fugaz que nos dice que alguien está siendo reconocido por
encima de nosotros, podemos pedirle al Señor que nos diga Su verdad a nuestros corazones. Muchas
veces nos vemos envueltos en la vana palabrería del mundo, pero la aprobación de Dios no se basa en
nuestros logros, sino en el amor incondicional que Él nos tiene. Nada agrada más a Dios que la rendición
de nuestras vidas a Él, y el permitirle que nos enseñe cómo vivir cada día a la luz de Su bendición.
En tercer lugar, el principal objetivo del diablo para la vida de un cristiano es desanimarlo. Quiere que nos
demos por vencidos. Nos tienta para que cedamos al pecado, y cuando lo hacemos, nos susurra
acusaciones a la mente, diciéndonos lo malo que somos. El diablo cree que si puede manipular las
circunstancias, creeremos sus engaños y experimentaremos la explosión de la mina terrestre del
desánimo y el temor.
Muchas veces, Satanás nos tentará para que caigamos en el pecado sexual, porque esta trampa
específica no sólo produce mucha vergüenza y tristeza, sino también porque nos hará sentirnos indignos
y aislados de los demás cristianos. El resultado es catastrófico, no sólo para nosotros, sino también para
todos los que son parte de nuestro círculo de amigos y familiares.
Las consecuencias del pecado sexual se mantienen durante generaciones. Hace poco, un hombre de
edad madura se deshizo en lágrimas después de darse cuenta de que había seguido las pisadas de su
padre. Le había sido infiel a su primera esposa, y estaba siendo tentado a traicionar a la segunda. Su vida
era una sucesión de minas terrestres que habían explotado. No había hecho caso a ninguna de esas,
hasta que al final se vio confrontado con el hecho de que su hijo podía seguir fácilmente su ejemplo y
terminar desperdiciando los mejores años de su joven vida.
Finalmente, Satanás quiere que sucumbamos a la duda y el temor. Una persona temerosa es un blanco
fácil para nuestro Enemigo. Hubo un tiempo en que enfrenté mucho pesar. La tentación de dudar de la
bondad de Dios era fuerte, y la idea de volverme temeroso debido a mis circunstancias era todavía más
fuerte. Pero Dios, en su fidelidad, me recordó: “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no
temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas” (Josué 1:9).
Nunca tenemos una razón válida para sentirnos temerosos, porque el Dios soberano del universo nos
ama con amor eterno, tiene un plan para nosotros y está comprometido a velar por nosotros. Si surgen
problemas, Él no se turba. El mismo Dios que ha prometido amarle por la eternidad, no se adormece ni se
duerme.
¿Cómo puede usted discernir y descubrir las minas terrestres que el Enemigo ha puesto en su camino?
Rinda su vida al Señor. Su relación con Dios es la defensa más importante que usted tiene. Si usted no
tiene interés en conocer al Señor y Su voluntad, entonces ya está en medio de un campo minado, y el
próximo paso que dé puede ser fatal. Sin pensar en las consecuencias, la gente se vuelve celosa,
amargada o implacable.
Pida que le muestre Su verdad. En Efesios 6, Pablo habla de la armadura de Dios. Yo creo que ponerse la
armadura cada mañana, es una parte esencial para estar en las fuerzas armadas de Dios. Hay sólo un
arma ofensiva que Él nos ha dado, que es todo lo que necesitamos para permanecer firmes en nuestra fe
contra los ataques de Satanás.
Es la misma arma que Jesús utilizaba cuando enfrentaba la tentación del Enemigo: la Palabra de Dios,
que es la verdad eterna del Señor comunicada al hombre. Si usted está enfrentando tentación en algún
área, la Palabra de Dios puede enseñarle cómo manejarla sin poder en peligro su comunión con Él.
Comprométase a seguir a Dios, aun en tiempos de dificultades. Las pruebas y las aflicciones son una
parte de la vida. No se puede estar a salvo de las dificultades y las tristezas. Sin embargo, las
adversidades que enfrentamos son para Dios oportunidades perfectas para demostrar Su fidelidad.
La adversidad es una herramienta poderosa en Su mano. Por tanto, no desperdicie su vida y su tiempo
acumulando sentimientos de envidia y de celos. Por el contrario, dé gracias a Dios cuando Él le permita
esperar Sus bendiciones. Podrá sentir que ha sido ignorado y puesto de lado, pero Dios todavía sigue
trabajando con usted. Si confía en Él, experimentará Su bondad en el momento preciso y de la mejor
manera posible.
Pida a Dios que le dé discernimiento y sabiduría de lo alto. La oración es fundamental para evitar las
minas terrestres. Orar correctamente es sumamente importante. Por “correctamente”, quiero decir pedir a
Dios que le dé un mayor conocimiento de Él para que pueda conocer Su voluntad y evitar las minas
terrestres de Satanás.
Dios sabe cuáles son las minas que Satanás ha escondido en su camino, y Él quiere que usted vea con
seriedad la manera como está viviendo cada día.
Pida al Señor que le muestre claramente Su voluntad, y que le enseñe a seguir solamente Su voz. Esté
dispuesto a obedecer Su llamado. La obediencia a Dios no sólo le mostrará cualquier mina terrestre que
haya sido escondida delante de usted; también le preparará un camino seguro para que lo transite en
medio de cualquier dificultad.