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VIOLENCIA

DESENFOCADA
Puede visitarnos, contactar y seguir nuestro trabajo en:
www.corchea69.com
II JORNADAS DE ESTUDIO
REFLEXIÓN Y OPINIÓN
SOBRE VIOLENCIA
VIOLENCIA DESENFOCADA
SEGUNDA EDICIÓN DE LAS
JORNADAS DE ESTUDIO,
REFLEXIÓN Y OPINIÓN
SOBRE VIOLENCIA
Producidas en su totalidad por
A.C. CORCHEA 69 PRODUCCIONES
y realizado bajo convenio con la
UNIVERSIDAD DE SEVILLA (U.S.).

Días 21, 22, 23 y 24 de noviembre de 2006


Edificio Expo
(Isla de la Cartuja, Sevilla)

Padilla Libros Editores & Libreros


Sevilla
© De los autores
© De la presente edición: A.C. CORCHEA 69 PRODUCCIONES
D.LEGAL SE-

ISBN 10: 84-8434-408-8


ISBN 13: 978-84-8434-408-7

PADILLA LIBROS EDITORES & LIBREROS


C/ Feria no 4 –local uno–
41003 SEVILLA (ESPAÑA)

Impreso por:
SALUDO A LOS CONGRESISTAS

D ESDE CORCHEA 69 PRODUCCIONES y en nombre de todas


aquellas personas que componen el equipo de trabajo
y la secretaría técnica de las Jornadas Violencia Des-
enfocada, te damos la bienvenida y te agradecemos habernos
confiado un pequeño porcentaje de tu formación académica. Es-
peramos sinceramente que esta aportación te resulte gratificante
y productiva, y que contribuya, aunque sólo sea también en una
pequeña porcentualidad, a tu crecimiento y evolución como ciu-
dadano crítico e independiente.

—5—
A MODO DE INCITACIÓN

D URANTE cuatro días vamos a desarrollar una idea na-


cida de un papel en blanco hace ya varios meses. Un tér-
mino: “violencia desenfocada” de nuevo cuño, pero que
estamos convencidos se hará hueco en nuestra sociedad en no
demasiado tiempo. La importancia que tiene a nuestro entender
su comprensión e identificación por parte del ciudadano, situará
este neologismo en el lugar que debe estar.
En la llamada “sociedad de la información”, difundir infor-
mación con contenidos violentos de forma adulterada para saciar
intereses particulares, es un severo ejercicio de violencia sobre
el que la consume, si bien no solemos identificar ésto como tal.
En la mayoría de las ocasiones el receptor o consumidor de in-
formación no dispone de los elementos necesarios para contras-
tarla o comprenderla, por lo que a diario estar informados se
convierte en un ejercicio de fe en los emisores.
La “violencia” no deja de ser una especie de azucarcillo in-
formativo que se nos hace apetecible consumir. La desgracia y
el sufrimiento con todo el morbo, y cuales quiera reacciones quí-
micas y psíquicas que producen en nosotros, siempre ha causado
más interés que la “felicidad”, al menos en cuanto a “venta” de
información. Por otra parte, la violencia no deja de ser una he-
rramienta eficaz para el poder (político, económico...), mientras
la masa esté preocupada por los peligros y la violencia que le
rodea, confiará ciegamente en el “pastor” de turno que les guíe.
No deja de resultar sorprendente, y triste a la vez, comprobar
cómo este mismo verano los informativos locales de una ciudad
como Nueva York agotaban su tiempo día tras día en “contar”

—7—
qué les pasaba a sus chicos en Irak. Uno tiene la sensación que
en una ciudad de diez millones de habitantes no ocurre nada
malo –ni bueno– en una ciudad como Nueva York, sencillamen-
te no ocurre nada, aparte de la siempre recurrente “ola de calor”
que también sirve para rellenar minutos de forma económica. Es
curioso si no te informan, no importa. Pero lo peor es el efecto
contrario, ¿y si te informan mal a sabiendas?

Destruir el Amazonas es destruir el pulmón de la Tierra


Todos hemos escuchado esta frase, y nos hemos preocupa-
do, concienciado, y muchos organizado, para no perder “nuestro
pulmón”. Recuerdo haber encabezado a edad escolar iniciativas
para luchar contra la tala de árboles del Amazonas, o incluso una
“campaña” puerta a puerta para informar de los peligros de los
aerosoles con CFC (bendita inocencia). No es difícil imaginar
qué me pasó por la cabeza cuando descubrí que lo del Amazo-
nas1 y los CFC eran sencillamente mentira.2
He de confesar que me siento más cómodo “desenmascaran-
do” este tema, un claro ejemplo de violencia desenfocada (al fin
y al cabo los verdes son gente pacífica), que otros temas más
espinosos donde la información se adultera con violencia para
conseguir objetivos generalmente relacionados con el dinero y
el poder (género, inmigración, menores, sequía cuando no llue-
ve, inundaciones cuando lo hace, cambio climático, etc.). Aun-
que me gustaría hacer, si se me permite, un par de reflexiones
corriendo el sempiterno riesgo de ser malinterpretado y prejuz-
gado, y todo por manchar un papel con ideas que se salen de lo
establecido, de lo que habita en la idea colectiva de lo bueno, lo
malo, lo justo y lo que “debe de ser”.
1 Un árbol sólo consume cierta cantidad de CO2 cuando crece y lo transfor-
ma en materia leñosa, en edad adulta el consumo de oxigeno de noche y
de CO2 de día es prácticamente el mismo, por lo que el amazonas junto al
resto de la biomasa terrestre no aporta mas de 7% del oxígeno de la tierra.
El responsable del equilibrio terrestre en este sentido es el fitoplacton que
vive en los océanos.
2 Resumiendo bastante los CFC pesan más que el aire por lo que permanecen
en la superficie de la tierra, y difícilmente alcanzan los niveles atmosféri-
cos donde se encuentra el ozono.

—8—
Critíquenme. Desgraciadamente, y ésto es vox populi, todos
los años mueren en España más de 60 mujeres por “violencia
de género”, y cada año el Estado invierte más recursos técnicos,
económicos y humanos para luchar contra esta “lacra”, aunque
lamentablemente las cifras lejos de disminuir se mantienen o
aumentan (¿ineficacia?, ¿problemas de enfoque?). La dimensión
del problema va mucho más allá que el mero recuento de vícti-
mas, obviamente, pero vemos cómo estas cifras son usadas casi
de manera impúdica por medios, políticos, asociaciones e intere-
sados en general, para conseguir cada uno sus propios objetivos
particulares, de muy distinta índole. Y vemos también cómo las
cifras que abanderan y justifican inversiones, subvenciones, le-
yes y puestos de trabajo, se muestran descontextualizadas, sin
escala. Si nos dijeran que mueren la misma cantidad de niños
ahogados en piscinas en verano, o accidentados en ascensores
al año, que mujeres maltratadas, es posible que la “lacra social”
perdiese algo de fuerza. Si en el total de muertas al año nos des-
glosaran las ocurridas en el seno de parejas inmigrantes y for-
madas en una cultura distinta, generalmente más violenta, y por
tanto no reflejando un “fallo” de nuestro sistema educativo y/o
de valores; si nos desglosaran los casos donde el homicida tiene
algún tipo de demencia o disminución psíquica, y si nos indica-
ran los homicidas que se suicidaron después; me niego a creer
que un maltratador “tipo”, ese que está en el imaginario colec-
tivo, tantas veces retratados en cine, documentales, etc., sea el
mismo que se quita la vida si no tiene algún tipo de patología
diagnosticable y que “explique” el homicidio, evidentemente no
que lo justifique; si estos datos se ofrecieran a la opinión públi-
ca tendríamos unos mínimos elementos para emitir juicios más
certeros, y no limitarnos a repetir consignas más o menos inte-
resadas. En mi modesta opinión, por efectista o demagogo que
pueda parecer, el refranero popular tiene una definición de lo
que supone el asunto del mal afrontado tema de la “Violencia
de Género” y es que parecieran que están matando moscas a
cañonazos.
Queda con este pequeño texto inaugurada la polémica, te
invitamos a discrepar de todo lo que te cuenten en estos días,
te invitamos a participar activamente en los debates, ruegos y

—9—
preguntas, y te invitamos, si no te resulta suficiente, a preparar
una comunicación para unas próximas jornadas. Cualquier cosa
menos agotar las pilas del móvil con el solitario, dormir en la
sala (o soñar que es más bonito) o limitarte a calentar el asiento
durante treinta horas. No tenemos que recordarte que el tiempo
es tuyo, y puedes perderlo o rentabilizarlo a tu antojo, pero eso
ya depende de ti.
Audax sed cogita.
Saludos cordiales.

FRANCISCO ANAYA BENÍTEZ


A.C. CORCHEA69 PRODUCCIONES

—10—
NORMAS GENERALES

L A Organización de este evento se sitúa dentro de la lí-


nea de trabajo que, A.C. CORCHEA 69 PRODUCCIONES como
productora de actividades culturales, tiene programada
para esta temporada.
Las características de este evento, como todo acto que sume
más de 500 personas, nos hacen exponer, para su obligado y
riguroso cumplimiento, una serie de normas que habrán de ser
observadas y respetadas por todos los asistentes:
• La Organización se reserva el derecho de alterar o cambiar
el programa. No se admiten devoluciones o cambios en la
inscripción.
• La Organización podrá denegar el acceso o expulsar del re-
cinto a aquellas personas de las que pueda racionalmen-
te presumirse, que van a crear una situación de riesgo o
peligro para él mismo u otros congresistas, de alboroto,
o aparenten estados de intoxicación o conmoción, o que
incumpla esta relación de normas.
• Cualquier daño o desperfecto ocasionado por un asistente
en el Edifico Expo conllevará la denuncia del mismo por
La Organización a la Dirección del Edificio Expo para que
esta inicie los trámites pertinentes, no haciéndose La Or-
ganización responsable del mismo ni del daño cometido.
• El uso de la placa acreditativa es obligatorio. Por motivos de
seguridad no se permitirá el acceso al auditorio a quien no
la presente o le sea requerida y no estuviese en posesión de
ella. Si se olvidara, o perdiera, acudan a La Organización
para solventar el problema lo antes posible.
• Está terminantemente prohibido fumar, beber o comer den-

—11—
tro de las instalaciones del Edificio Expo salvo en los si-
tios debidamente especificados para ello. Les recordamos
que el Edificio Expo es una edificación en régimen de
propiedad privada estatal, esto incluye escaleras y jardines
exteriores como zonas propias del inmueble de carácter
privado.
• Queda prohibida cualquier filmación, grabación o reproduc-
ción en el interior del recinto salvo autorización expresa
de La Organización (esto incluye cualquier soporte de re-
producción de música, radio, videojuego o similar).
• Rogamos desconecten sus teléfonos móviles durante las
conferencias, comunicaciones, mesas redondas u otras ac-
tividades.
• Se ruega silencio durante las exposiciones.
• Se ruega máxima puntualidad a los asistentes para no inte-
rrumpir el desarrollo de la actividad congresual.
• Toda conferencia, debate, charla o mesa redonda no termina
hasta que concluya el turno de preguntas y respuestas.
• Todo asistente tiene la obligación de respetar estas normas
para el buen funcionamiento del evento.

Control de asistencia
La asistencia a las jornadas no es obligatoria salvo, lógica-
mente, para aquellas personas que deseen recibir un certificado
de asistencia.
Aquellos que deseen recibir el certificado de asistencia y así
beneficiarse de la convalidación del mismo por tres créditos de
libre configuración reconocidos por la Universidad de Sevilla,
tendrán que demostrar su asistencia a un mínimo, del 80% de las
jornadas tal y como exigen dicha entidad (7 medias jornadas de
las 8 medias jornadas totales).
El sistema de control de asistencia redunda en el propio inte-
rés del asistente por demostrarla. Cada asistente se responsabili-
za de demostrar su asistencia a las jornadas.
A cada asistente se le ha entregado una placa acreditativa con
un código de barras personalizado que tendrá que llevar siempre
consigo y en lugar visible, durante los cuatro días de actividad.
En la entrada de la sala se dispondrán lectores de códigos de

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barras. El registro de su código de barras por un ordenador hará
las veces de firma. Siga las indicaciones de la Organización para
agilizar esta operación. Al termino del congreso, previo a la en-
trega de certificados un programa informático hará el recuento
de la asistencia de cada cual y dispondrá quienes de ellos son
aptos para recibir el certificado de asistencia y cuales no. La or-
ganización tendrá preparado además el clásico sistema de firmas
que será usado si aparece algún problema técnico.
Todo asistente que habiendo sido declarado no apto desee
inspeccionar su computo de asistencia deberá dirigirse a La Or-
ganización durante la entrega de certificados.
Para retirar el certificado de asistencia debe entregarse a la
Organización la placa acreditativa y la respuesta a una pregunta
que se hará pública mediante carteles en la tarde del Jueves y en
la página web www.corchea69.com. Esta pregunta forma parte
de un sistema de evaluación que nos solicita la Universidad de
Sevilla y que acredita el aprovechamiento de la asistencia. Esta
entrega se hará el día y hora fijado en el programa, no pudiéndo-
se solicitar con anterioridad o posterioridad a esta fecha (salvo
por causa “muy justificada”). Ante cualquier duda consulte al
personal autorizado.

—13—
PRESENTACIÓN

II JORNADAS DE ESTUDIO, REFLEXIÓN Y OPINIÓN


SOBRE VIOLENCIA

Q UÉ es violento? ¿Podemos considerar violento lo que va


a suceder? (Cartel de las jornadas). ¿Podemos conside-
rara violento el juzgarlo? ¿Es violento emitir un juicio
de valor con los datos que nos proporciona una simple foto? ¿Se
puede manipular la información para hacer de un hecho objeti-
vamente inocuo algo subjetivamente violento? ¿Es la violencia,
una herramienta de poder?
Quedó claro en la anterior edición de las Jornadas Violencia,
que el hecho en sí de la violencia es indiscutible, pero sí lo es el
resto de connotaciones y epítetos que gustamos colocarle antes
y después de la palabra.
La violencia es, y esto es irrefutable, una acción puramente
humana en cuanto apreciamos en ella animosidad y dirección.
Pero no todos los modos de violencia son claros y distintos. La
violencia puede ser tan sutil como la caricia de una madre, o
una mirada mal intencionada, o tan obvia como una bofetada en
la cara o el acoso de los poderes fácticos a un chivo expiatorio
para desviar la atención de algo realmente grave, pero, como en
todas las cosas, sólo aquellas personas debidamente preparadas
estarán en plenitud de facultades para poder diferenciar lo uno
de lo otro.
Muchas cosas se amontonan en el subconsciente colectivo al
tratar el tema de la violencia, pero de eso no nos ocuparemos en
esta ocasión como ya hiciéramos en la anterior edición. Esta vez
pretendemos adentrarnos en un campo mucho más inseguro e

—15—
indefinido, en un terreno muchísimo más pantanoso si cabe, en
los dominios de la Violencia Desenfocada.

Violencia desenfocada
El ensombrecimiento se define en la psicología convencional
como aquella capacidad de, no ocultando información, si hacer-
la parecer irrelevante ante la importancia de un hecho, acción u
objeto que se antepone entre esta y el receptor de la misma. Esto
es, uno ensombrece al otro sin necesidad de hacerlo desaparecer.
Es como obligarnos a contestar a un test de inteligencia mientras
nos colocan sobre los oídos unos auriculares con el desconsola-
dor llanto de un bebe de pocos meses.
Muchos son los temas que reclaman de nuestra atención y
que diariamente nos asaltan: la violencia en las aulas, el maltra-
to a los inmigrantes, la violencia de género, la destrucción del
concepto de familia clásica y la perdida, por ende, de los valo-
res tradicionales, la problemática de los “jóvenes”; alcoholismo,
bandas callejeras, etc... Pero son todos estos temas abordados
desde la objetividad y el rigor, son ciertamente analizados de
forma positiva o en algunos casos adolecen de amarillismo y
oportunismo. ¿Son ensombrecidos o útiles para el ensombreci-
miento de otras cuestiones y problemáticas?
¿Qué pasaría si desde los medios o desde una plataforma mu-
cho más poderosa se intentara ensombrecer la realidad? ¿Qué
tácticas usarían? ¿Qué noticias esgrimirían, y qué argumentos,
para desviar la atención de la población hacia asuntos aparente-
mente mucho más importantes y relevantes pero en el fondo co-
nocidos, tratados y estudiados? ¿Podríamos definir a esta acción
como violencia? Creemos que sí, y a esto lo vamos a dar a llamar
en estas Jornadas Violencia Desenfocada.

Objetivos del proyecto


Intentemos aportar ejemplos y argumentaciones bajo los que
estudiar, reflexionar y opinar sobre las diferentes manifestacio-
nes de la VIOLENCIA y, sobre todo, las formas en las que estas
manifestaciones nos son presentadas o simplemente llegan a no-
sotros o nosotros llegamos a ellas.
Ser meros espectadores pasivos no deja de ser un divertimento

—16—
fútil para mentes poco propicias a pensar, al igual que las vacas
ven pasar el tren junto a su pastizal sin capacidad ninguna de
especular o decir nada más sofisticado que un mugido, se nos
invita a ser meros espectadores de la locomotora de los hechos.
Invitemos a pensar, invitemos a criticar y a ser capaces de juz-
gar, ante nosotros mismos primero qué papel queremos adoptar
para luego, con plenitud de capacidades, decidir en conciencia.
Los objetivos, pues, de las jornadas VIOLENCIA no son otros
que los de ayudar de alguna forma a proporcionar parte de esas
herramientas y útiles necesarios a un auditorio que, presumible-
mente, ha se ser hábil en el manejo de estas para considerarse
ciudadanos integrados, pero críticos, del siglo XXI.
A.C. CORCHEA 69 PRODUCCIONES

—17—
PARTICIPANTES EN EL PROYECTO

Organización
La preproducción, producción y postproducción de las jorna-
das corre a cargo de A.C. CORCHEA 69 PRODUCCIONES. Así como
la elección del tema, la disposición de los bloques temáticos y la
elección de los conferenciantes.
Las Jornadas VIOLENCIA DESENFOCADA es una activi-
dad que se acoge a convenio con la UNIVERSIDAD DE SEVILLA, re-
conociendo esta a los asistentes que así lo demanden y acrediten
su asistencia a las Jornadas con tres créditos de libre configura-
ción curricular.

Patrocinio
El principal patrocinador de las Jornadas VIOLENCIA DES-
ENFOCADA es la empresa estatal AGESA. Debemos destacar
también las enormes facilidades que desde la Universidad de
Sevilla se nos brindan y la generosa ayuda que siempre nos dan
a la hora de publicitar nuestros eventos. Siendo los alumnos de
la misma los que en su casi total mayoría copan el aforo del
congreso nos sentimos en la obligación de reconocer a la UNI-
VERSIDAD DE SEVILLA, si no bien patrocinador directo del evento,
sí copatrocinador y agente propiciador del mismo.

Colaboración
A.C. CORCHEA 69 PRODUCCIONES en su esfuerzo por mante-
ner los máximos de calidad que en otras actividades pasadas se
marcaron, ha puesto todo su interés, y mejor hacer, en la produc-
ción de las Jornadas VIOLENCIA DESENFOCADA consiguien-
do nuevamente dar a los asistentes una herramienta única de

—19—
estudio y trabajo y de memoria de todo lo que pase. El libro que
tienes entre tus manos es el trabajo de meses de antelación a la
inauguración de las jornadas para poder ofrecer un testimonio de
primerísima mano sobre lo que durante estos días sucederá, so-
bré qué se dirá y cómo. Pero esta labor habría sido nuevamente
imposible sin la inestimable colaboración de la editorial PADILLA
LIBROS EDITORES Y LIBREROS y su principal responsable el maes-
tro editor MANUEL PADILLA BERDEJO. Esperamos que siempre po-
damos seguir contando con sus inestimables artes en el mundo
del libro y la cultura y con su desinteresada amistad, y que Sevi-
lla siempre pueda beneficiarse de la existencia de personas como
él y su familia.

—20—
COMITÉ CIENTÍFICO

Presidente
DAVID PASTOR VICO
Secretario
FRANCISCO ANAYA BENÍTEZ

Vocales
FRANCISCO LIRA
DIEGO SALOMÉ GÓMEZ
EVA GONZÁLEZ LEZCANO
SUSANA MARTÍNEZ RESÉNDIZ
PROGRAMA

Martes 21/XI/2006
9.30-11.00 h. Acreditaciones.

11.30-13.30 h. Acto inaugural


Inauguración a cargo del presidente de las Jornadas,
Representantes de los patrocinadores,
Representantes de las instituciones.
Conferencia inaugural: JOSÉ LUIS DÍEZ RIPOLLÉS: “La nueva
política criminal española”.

16.30-18.15 h. Proyección académica de la película:


Conejo en la Luna (México, 2004).

18.30-20.15 h. Reflexión y debate: ISABEL RAMÍREZ LUQUE


Tema: “Falso culpable: reflexiones sobre la película Conejo
en la Luna”.

Miércoles 22/XI/2006
10.00-11.45 h. Conferencia: JORGE CORTELL ALBERT
Tema: “Lo que no quieren que sepas de Internet y de tu or-
denador”.

12:00-13.45 h. Conferencia: EVA ALANDRO VICO


Tema: “Violencia y medios: distorsiones y adicción”.

16.30-18.15 h. Ponencias.
MANUEL JOSÉ SIERRA HERNÁNDEZ
Tema: “Un discurso subversivo”.

—23—
ISAAC OLIVA BALLESTER
Tema: “Cuestiones: Sobre la estructura metafísica de la vio-
lencia”.
FERNANDO CREVILLÉN LOMAS
Tema: “Ideología fácil”.
18.30-20.15 h. Conferencia: ELEUTERIO SÁNCHEZ RODRÍGUEZ
Tema: “Toda ley demasiado trasgredida no es buena”.
Jueves 23/XI/2006
10.00-11.45 h. Proyección académica de la película-docu-
mental:
La vendedora de rosas (Colombia, 1998).
12.00-13.45 h. Conferencia: LUIS MARTÍN VALVERDE (Asoc.
Entre Amigos).
Tema: “La automarginalidad de la violencia”.

16.30-18.15 h. Conferencia: JOSÉ CHAMIZO DE LA RUBIA


Tema: “Violencia en el menor”.

18.30-20.15 h. Conferencia: DAVID PASTOR VICO


Tema: “La realidad de una mentira: Ciudad Juárez”.
Viernes 24/XI/2006
10.00-11.45 h. Proyección académica de la película:
Asesinos Natos (EE.UU., 1994).

12.00-13.45 h. Conferencia: JORGE RODRÍGUEZ LÓPEZ


Tema: “Violencia enfocada, la estética de la violencia de
Oliver Stone”.
16.00-17.45 h. Conferencia: JESÚS GARCÍA CALDERÓN
Tema: “Sociedad Occidental y Violencia Diferida”.
18.00-19.30 h. Entrega de certificados de asistencia.

—24—
CONFERENCIAS
VIOLENCIA Y MEDIOS:
DISTORSIONES Y ADICCIÓN
por
EVA ALANDRO VICO
EVA ALANDRO VICO, nacida en Madrid en 1963. Doctora en Periodismo en 1991.
Profesora titular de Teoría de la Información en la Universidad Complutense de Ma-
drid desde 1996. Ha ejercido la docencia en Madrid, en la Facultad de Ciencias de
la Información, y esporádicamente en Salamanca (Universidad Pontificia) y la Uni-
versidad de Las Palmas de Gran Canaria. Ha publicado diversos artículos y libros
sobre temáticas de las materias Información, Comunicación, Periodismo Profesional,
Medios de Masas, Ética Informativa, epistemología y crítica de la materia en revistas
profesionales del sector, como Cuadernos de Comunicación e Información (Universi-
dad Complutense de Madrid).
Por su conocimiento de lenguas ha elaborado traducciones de textos originales de
autores prestigiosos en el campo de las Teorías de la Comunicación e Información,
que han sido publicadas por la revista CIC de la Universidad Complutense, de la que
es actualmente la coordinadora. También ha ejercido la traducción literaria.
Ha publicado los dos libros Teoría de la Información y la comunicación efectiva
(Madrid, Fragua, 1998) y Comunicación y retroalimentación (Madrid, Fragua, 2004).
Así como diversos artículos y colaboraciones en el ámbito de la universidad, con
alguna colaboración en publicación internacional.

—28—
L A relación entre medios de comunicación y violencia es
una relación muy larga en el tiempo. Los medios de co-
municación de masas, herederos de la prensa popular y
de los buhoneros y voceros medievales, usaron siempre, para
atraer la atención, de las representaciones de hechos violentos,
truculentos o morbosos, como recurso barato y de efectividad
inmediata.
La violencia en las historias relatadas o retratadas por los
medios está directamente relacionada con el realismo y con la
capacidad de reflejar la realidad tal cual es, por parte de los me-
dios de comunicación. Desgraciadamente el ser humano asocia
la violencia y el crimen con lo innegable, con lo insoslayable,
con la muerte, y de ahí, con la realidad última, la materialidad de
nuestra existencia. La representación de la muerte y la violencia
se convierte en el sello de los informadores, como mensaje de lo
real, de lo que no se puede negar ni evitar.
Las primeras formas de sensacionalismo recurrieron en se-
guida, además de a la intromisión en la intimidad o el cotilleo
inmoral, a la violencia en la representación informativa. Los
medios descubren, a comienzos del siglo XX, que para atraer la
atención de los lectores de periódicos es necesario recurrir a la
foto del crimen o a la entrevista con el criminal. Hay ejemplos
en todos los países de cómo los casos más tenebrosos de violen-
cia son usados para atraer interés, pero sobre todo también, para
distraer ese interés de otros temas importantes y polémicos, y
así, desde el sensacionalismo de Randolph Hearst, para azuzar la
venta de su diario, hasta el seguimiento exhaustivo de la crónica
de sucesos en la dictadura franquista, son ejemplos de cómo la
presentación de la violencia es rentable periodística y política-
mente en esas situaciones.

—29—
Si nos acercamos en el tiempo, veremos que con la llegada de
los medios audiovisuales la competencia por captar la atención
es cada vez mayor, y cuanto más crudas y violentas las infor-
maciones, más realistas y cercanas parecen ser. Así los nuevos
medios empiezan a mostrar sus posibilidades en la captación y
representación de la violencia en una carrera que continúa en
la actualidad. Si los medios más arcaicos, como la prensa, los
semanarios y la radio, son los más acostumbrados a estos conte-
nidos, los nuevos medios como la televisión, el cine y el vídeo,
y los últimos sistemas como los móviles o las cámaras digitales,
descubren su capacidad, no solamente de representar la violen-
cia, sino de provocarla o producirla con su acción. Esta carrera,
desgraciadamente, hacia la violencia, tiene unos efectos sociales
enormes que vamos a describir.

Dos tipos de violencia en medios: activa y pasiva


Podríamos distinguir dos tipos de violencia mediática: la vio-
lencia pasiva, por decir así, en la que los medios se limitan a
presentar la violencia existente y beneficiarse de sus efectos, y
la violencia activa, en la que son los medios los que provocan
la violencia, la ejercen o la fabrican en sus estudios y eventos
mediáticos, de modo que redoblan su peso y sus efectos.
En los dos casos, los medios que muestran o ejercen violencia
utilizan con ella su poder, su legitimación por ese poder ejercido.
Se trata de un modo de imponer su presencia que es también un
arma de doble filo, pues los profesionales violentos o que juegan
con la violencia adquieren gran atención, pero también pierden
credibilidad y prestigio social en su función.
Este segundo tipo de violencia activa incluye no solamente la
violencia física, sino también la violencia psicológica. El asalto
o la intimidación de los informadores a los particulares, es una
forma de esta violencia. Incluye la violación de la intimidad y la
ruptura de los códigos de cortesía y respeto a la persona. Inclu-
ye la provocación y confabulación para producir violencia, por
ejemplo a través de la elección del tema de un debate o de los
contertulios de un programa. La violencia representada se acom-
paña de la violencia en el modo mismo de representar.

—30—
Así nos encontramos con fenómenos como la realización de
programas en los que se reúnen a una serie de caracteres conflic-
tivos para ver cómo chocan entre sí, bajo la idea de que lo que
se ofrece es la realidad de las relaciones humanas, o esos otros
programas en los que se ofrece como habitual y natural conduc-
tas violentas como el insulto, la difamación o el linchamiento de
víctimas.
La fabricación activa de violencia en los medios ha llegado
al máximo en el género de ficción cinematográfica en el que
las snuff movies presentan muertes reales producidas para ser
filmadas, o en las grabaciones de muertes o palizas a mendigos
hechas por particulares a través de móviles con cámaras para ser
colgadas en Internet.
En el caso de la violencia producida por agentes externos a
los medios, al comprobar este fenómeno de la escalada de vio-
lencia en los medios, la propia mente criminal se ha especiali-
zado en representaciones violentas e impactantes, y así tenemos
el tremendo hecho de que los terroristas se inspiren en el cine
o que realicen sus atentados y ejecuciones expresamente para
ser emitidos en los medios, vistos los ejemplos que los propios
medios ofrecen.
Éste ya puede considerarse un efecto terrible de la violencia
creada por los medios. Si éstos no hubieran inventado el reality
show o las filmaciones en directo de ejecuciones autorizadas, las
ejecuciones filmadas ante los medios no se hubieran producido.
Si no hubiera existido el cine de catástrofes, muchas catástrofes
reales no se hubieran dado. (El mismo 11-S se inspiró en un fil-
me de ficción basado en un relato de Stephen King). El contagio
y la imitación de la violencia, y sobre todo, la imitación de una
comunicación violenta, se extienden por todas partes, recorde-
mos el reciente caso de los escolares del Colegio Suizo de Ma-
drid, filmando su propio acoso a un compañero.

Efectos clave de la violencia en medios: escalada, distorsión y


adicción
La imitación y el contagio son tremendamente graves. Pero
aún lo es más la dinámica exponencial que la violencia en la
comunicación impone, y que ahora vamos a explicar.

—31—
El uso de la violencia en los medios de comunicación siempre
fue un recurso de atracción de interés. Su efectividad se basa
en el impacto sobre la sensibilidad, que produce una atención
alarmada sobre algo. El problema es que los medios, al recurrir
a este sistema, necesitan impactar la sensibilidad cada vez más
para producir el mismo interés o atención. Así, hoy nos parecen
inocentes las fotografías de crímenes mafiosos de principios de
siglo, o los relatos truculentos de El Caso en los años 50. Para
impactar la sensibilidad, hoy los medios tienen que ofrecer algo
realmente violento y perverso.
Se trata de una huida hacia delante, que como hemos visto,
debe ofrecer siempre más violencia en imágenes o relatos para
producir el mismo efecto, igual que en una adicción a una sustan-
cia como una droga o un calmante, se necesita subir la dosis para
producir efecto constante. Los medios comenzaron a producir y
fabricar violencia para poder impactar más la sensibilidad, y así
llegaron a las aberraciones de las que hemos hablado antes.
Hay una perversión en el derecho que los medios tienen a
representar y a exponer la violencia o la muerte. Se llega a di-
seccionar esos fenómenos en todos sus componentes, a hacerlos
interactuar en directo, a repercutirlos de mil maneras, fragmen-
tándolos, poniéndolos a cámara lenta, mostrando sus lados me-
nos vistos y más secretos, en una especie de obscenidad de la
mirada. Así, un rasgo común une los programas médicos que nos
muestran operaciones de cirugía en directo o cadáveres desnu-
dos de las guerras en los periódicos, y es la violencia en el trato
de enfermedad o muerte, es decir un grado de violencia que une
la indefensión y la debilidad con el poder de intromisión de los
medios.
Ciertamente no hemos visto lo peor en esa carrera. Podemos
esperar cualquier cosa por parte de los medios, y últimamente,
en la interacción entre medios, particulares, terroristas o crimi-
nales de todo tipo.
Un efecto temible de este proceso es lo que se llama la norma-
lización de la violencia en nuestra sociedad. Dado que vivimos
un bombardeo constante de violencia activa y pasiva, psicológi-
ca y física, para los espectadores la violencia es algo natural y
cotidiano. Las mismas series de ficción han convertido los guio-

—32—
nes en guiones violentos sistemáticamente, y las relaciones de
pareja, de familia, o primarias de cualquier tipo, siempre vienen
teñidas de violencia.
Este efecto se conoce desde hace décadas. Incluso se sabe
que un visionado constante de violencia, sea real o ficticia, con-
duce a una percepción muy negativa del entorno que vivimos,
exagerando el aspecto violento y desaprensivo de la sociedad, y
creando miedo, lo cual redunda también en reacciones agresi-
vas, aunque sólo sean ideológicas, contra ese mundo distorsio-
nado por la violencia mediática.
La misma información acerca de la violencia de pareja, nor-
maliza las cifras de muertes como si se tratara de las muertes por
accidentes de tráfico, también normalizadas. Se consideran los
sucesos violentos como algo característico de la vida actual.
No se resalta en los medios suficientemente el hecho de que
la violencia no solamente no es algo consustancial a la vida o na-
tural, sino que se puede evitar y se puede vivir sin violencia. He-
mos llegado a un punto, tal y como se representan las relaciones
en las series de ficción, y tal y como se informa de la violencia
real en las familias, en que se considera o se trata la violencia
como algo normal. Es completamente anómalo el pensamiento
de que la no-violencia es posible.
Así las terapias y tratamientos contra la violencia y el conflic-
to se encuentran con que las personas no tienen preparación al-
guna para luchar contra esa idea normalizada de la violencia. Es
necesario concienciar a las personas de que una relación no se
beneficia del conflicto y de que la violencia no es un ingrediente
emocional necesario en las relaciones humanas. Conseguir que
las personas definan sus relaciones en términos de paz, armonía
o amor, es la gran tarea pendiente de las terapias de relación, a
las que se recurre todavía muy poco.
Hay sin duda una perversión en la moral de los medios a la
hora de representar violencia o comunicar hechos violentos. La
denuncia o la repulsa de la violencia se hacen, desde los medios,
repitiendo esa misma violencia, por ejemplo, cuando unas imá-
genes violentísimas se emiten para ser criticadas o denunciadas
por un medio. No existe aquí tampoco una clara conciencia de la
inmoralidad de la violencia pasiva, de la complicidad o indife-

—33—
rencia con la que se tratan y difunden imágenes o informaciones
que en sí mismas perjudican gravemente nuestra sensibilidad.
No digamos cuando así ocurre en horarios infantiles. Todos los
intentos de remediar esos graves daños están siendo bastante in-
útiles hasta el momento en nuestro país.
Vamos a ver dos efectos más, de importancia mayúscula. La
violencia es, como hemos dicho antes, un mecanismo censor.
La violencia oculta más que revelar. Distrae nuestra atención y
enceguece, como saben los psicólogos bien. Cuando los medios,
en su carrera comercial por atraer el interés, empiezan a ejercer
violencia y a convertirla en su mensaje fundamental, se produ-
ce una reducción de los temas e intereses tratados. La sociedad
se banaliza, se hace primitiva, escabrosa, sensacionalista. Las
cosas más inefables, más cargadas de valor, como la muerte, la
enfermedad, son ventiladas en los medios con total inanidad y
superficialidad. Se comercia con la muerte y con la enfermedad,
pero también con la violación de la intimidad, con la perspectiva
de las relaciones humanas siempre dudosas e inmorales.
No hay períodos más oscuros en cuanto a lo que realmente
sucede y lo realmente público en su interés, que aquellos de ex-
tremo sensacionalismo y violencia en los medios de comunica-
ción. Las épocas de auge del cotilleo y del sensacionalismo, del
terror y de los espectáculos violentos, son épocas en las que pa-
san desapercibidos los verdaderos asuntos de interés de la vida
social: la política, la educación, las infraestructuras, la cultura.
Todo esto es dejado de lado. En su lugar, el país vive hipnotiza-
do por la violencia en los medios, o por asuntos completamente
insustanciales relacionados con esa violencia. Las dos cosas van
unidas en ese proceso.

El mecanismo de la adicción y la falta de resistencia a la vio-


lencia
Pero ¿cuál es sin duda uno de los efectos más mortíferos para
la reducción de la violencia en la vida social? La adicción y la
incapacidad de resistencia de los ciudadanos a estos contenidos,
y por tanto, la escalada de la violencia en la vida social colectiva
y privada. Vamos a explicar este mecanismo por su importancia
capital.

—34—
La recepción de violencia por parte de los espectadores, lec-
tores u oyentes de medios de masas es en sí misma un perjuicio
por todos los efectos que estamos viendo. Impide discernir bien
la realidad, normaliza la agresividad como algo necesario en las
relaciones y en la vida social, embota la sensibilidad humana
y la capacidad de sentir y ser responsable de esos sentimientos
y desarrolla una escalada en la que se necesita más violencia
para llamar la atención cada vez, y sobre todo, hace descender
la autoestima de los telespectadores o lectores de modo que el
consumo de medios se convierte en algo infame, vergonzoso y
degradante.
La llamada comunicación basura que televisión, cine o re-
vistas propagan produce sobre todo una mala conciencia en el
receptor de la misma. Dicha culpa y mala conciencia, en un ci-
clo bien estudiado por los psicólogos cognitivistas, conlleva un
descenso de la estima personal del espectador, que se entrega a
estos espectáculos, del cotilleo al morbo o a la desvergüenza,
con sentimiento de muy bajo amor propio. Ese remordimiento
por el consumo de violencia mediática le conduce, en muchos
casos, a un nuevo consumo de estos programas y productos, en
una huida hacia delante propiciada por la incapacidad de resistir
a los mismos.
El ciclo de culpa y de debilidad que conduce a un mayor con-
sumo y a mayor culpa y debilidad hace que los espectadores se
enganchen, como en las adicciones a sustancias determinadas, a
estos contenidos virulentos, y que no sean capaces de suspender
ese consumo. Solamente cuando se consigue la abstinencia se
desarrolla resistencia y fuerte autoestima para luchar contra la
atracción de la violencia en los medios.
Este efecto se ha probado en situaciones en las que, al eliminar
los programas de las parrillas de los medios, cuando desaparece
esta oferta la demanda también disminuye y decrece. Es visible
el cambio de gustos y tendencias tras las pausas vacacionales
en las que los espectadores desarrollan capacidad de elección y
decisión sobre lo que quieren o no quieren ver.
La sensibilidad de los públicos crece con la ausencia de vio-
lencia mediática, una vez que puede refinarse y desarrollarse di-
rigida por la conciencia del espectador o receptor. Así, cuando

—35—
no se emiten contenidos nefastos, los públicos demandan más
calidad en los productos de los medios, y al revés, cuanto peor
cualitativamente es la oferta, más incapacidad de exigencia y
más pasividad se da en los espectadores y audiencias.
El consumo de violencia en medios, considerando como tal
no solamente la violencia pasiva, ajena a los propios profesio-
nales, o la física y material, sino también la activa y provocada
por los medios, y la psicológica, en la que son maestros, produce
una auténtica adicción y escalada en su consumo y en sus dosis.
Si se perpetúa y continúa su oferta, los espectadores demandan
más y de mayor intensidad. Si no hay la posibilidad de desarro-
llar resistencia a través de la abstención de consumo, los gustos
y elecciones son cada vez de peor calidad y tipo. Así se puede
llegar a cualquier aberración a través de medios o en interacción
con ellos.
Los consejos que pueden darse son claros. En primer lugar,
explicar y difundir todos estos efectos psicológicos y sociales
producidos por la violencia en los medios: la censura, la dis-
torsión, la merma de la capacidad de juicio y de sensibilidad, la
destrucción cultural de la sociedad.
En segundo lugar, es necesario concienciar a los ciudadanos
de que el daño psicológico es tan grave como el daño físico, y
que la comunicación dañina es tan perniciosa como cualquier
otra acción humana dañina. Que la comunicación violenta no
sea palpable o material no significa que no sea importante, sino
al contrario. Es necesario mostrar, a través de los propios me-
dios, lo negativo que es el chantaje, el acoso, el ataque, el im-
pacto sobre la sensibilidad, y sus terribles consecuencias para la
vida social: la escalada de violencia, el contagio de la violencia,
la pérdida de sensibilidad.
Por último, es necesario concienciar a ciudadanos y medios
de que la abstención en el consumo de comunicación violenta
no es algo extraño sino que es necesario para generar resistencia
en los públicos a esos contenidos, particularmente en el caso de
la juventud y la infancia. Como en el caso de las adicciones a
sustancias alucinógenas, los ciclos de dependencia pueden hacer
que la persona sea incapaz de elegir libremente y destruyan su
capacidad de juicio. Simplemente difundiendo los resultados de

—36—
esas investigaciones que muestran el cambio de actitud con la
abstinencia en el consumo de violencia en los medios podríamos
avanzar en el control de la comunicación humana y su uso bene-
ficioso para la vida.

BIBLIOGRAFÍA
ABRIL, GONZALO: “La TV hiperrealista”, en Teoría general de la Información.
Madrid. Cátedra, 1998.
ALADRO VICO, EVA: “TV y realidad: formas de adicción a programas de inti-
midad vulnerada”, en M. RENERO, y G. GÓMEZ, TV Global y espectáculos
locales. México, Universidad de Guiadalajara, 2003.
BURNS, DAVID: Feeling Good. New York, Harper Collins, 1980.
DIEZHANDINO NIETO, PILAR, et al.: La élite de los periodistas. Bilbao, Univer-
sidad del País Vasco, 1990.
GANDHI, M.: El alimento del alma. Madrid, Indica Books, 2002.
GERBNER, GEORGE: “The violence profile”, trad. sel. en R. RODA FERNÁNDEZ
Medios de comunicación de masas. Madrid, Centro de Investigaciones
Sociológicas, 1987.
IMBERT, GÉRARD: “Publicidad-privacidad en la prensa española contem-
poránea: la intimidad a debate”, Cursos de Verano de la Universidad
Complutense en El Escorial, julio de 1991.
— Los escenarios de la violencia. Barcelona, Icaria, 1999.
—La tentación de suicidio. Representaciones de la violencia e imagi-
narios de muerte en la cultura de la postmodernidad (Un acercamiento
comunicativo). Paidós. Barcelona, 2000.

—37—
VIOLENCIA EN EL MENOR
por
JOSÉ CHAMIZO DE LA RUBIA
JOSÉ CHAMIZO DE LA RUBIA, licenciado en Historia de la Iglesia por la Pontifi-
cia Universidad Gregoriana de Roma. Diplomado en Biblioteconomía por la Ciudad
del Vaticano. Licenciado en Historia Contemporánea por la Universidad de Granada.
Tesina de Licenciatura y cursos de doctorado en la Universidad de Cádiz.
Nacido en Los Barrios, Cádiz, el 16 de agosto de 1949, realizó estudios primarios
en Los Barrios y durante el curso 1959-60, comenzó el Bachillerato en el Colegio
Salesiano de Ronda (Málaga). Continuó el Bachillerato en Algeciras y posteriormente
ingresó en el Seminario de Cádiz en 1967. Al curso siguiente, comenzó los estudios de
filosofía y teología en Sevilla. Al concluir los citados estudios, marchó a Roma donde
se especializó en Historia de la Iglesia, carrera que cursó en la Pontificia Universidad
Gregoriana (1976). El año anterior había concluido en la Ciudad del Vaticano sus
estudios de Biblioteconomía y archivística (1975).
Durante los años 1975-1977 publica en diversas revistas de carácter científico:
“Liberales españoles en los Estados Pontificios”, publicado en la revista Anthologica
Annua. En la misma revista publicó: “Dificultades que frustraron la entrada del duque
de Rivas en los Estados Pontificios”. En la revista Hispania Sacra publicó: “Católicos
sociales españoles”. Para el I Congreso de Historia de Andalucía presentó la siguiente
comunicación: “Los Consulados Pontificios en la Andalucía del siglo XIX”.
El ocho de octubre de 1978 fue ordenado sacerdote en Los Barrios por el obispo
Dorado Soto. Fue destinado a la parroquia de Nuestra Señora de la Palma de Alge-
ciras. Durante estos años fundó junto a Juan José Téllez el Colectivo del Sur, cuyo
órgano de expresión fue la revista Cucarrete. Colaboró como escritor en la revista
Flor de Tintero (Los Barrios) y en diversos periódicos.
En 1982, fue trasladado como párroco a la Estación de San Roque-Taraguilla-
Miraflores.

—40—
En 1983 publica junto con Lola Medina el libro de poemas Aunque es de noche.
En 1984 obtiene el título de Licenciado en Historia por la Universidad de Granada.
En el mismo año presenta en la Universidad de Cádiz la Tesina de Licenciatura sobre
Fray Féliz Obispo de Cádiz.
En 1985 publica el libro de poemas Plaza Alta.
Su actividad teatral se inicia a finales de los años setenta en el Teatro Estable de
Algeciras. Con posterioridad, en el año 1983, funda el grupo de Teatro Mejorana, con
el que representa distintas obras de teatro firmadas por él. Publica el guión de una de
sus obras de teatro Arquetipos en 1987.
Desde 1986, de forma organizada comenzó a trabajar en el tema de las drogode-
pendencias, si bien el inicio de estos trabajos se produjeron en Algeciras en 1977.
Ha sido presidente de la Federación Comarcal de Asociaciones y Coordinadoras
de Lucha contra las Drogodependencias del Campo de Gibraltar; presidente de la
Federación Provincial de Cádiz y vicepresidente por Cádiz de la Federación Andaluza
“Enlace”.
En 1993 compareció en el Parlamento Europeo y asesoró a los parlamentarios de
esta institución en materia de lucha contra la droga en el marco de la iniciativa “Mu-
jeres de Europa contra la Droga”.
En 1994 la Junta de Andalucía le concedió la Medalla de Plata. El mismo año el
Ayuntamiento de los Barrios lo nombra Hijo Predilecto de la ciudad, en ambos casos,
en atención a su labor social con sectores de población más desfavorecidos.
Ese mismo año participó como coordinador de área en el proyecto Andalucía So-
lidaria que culminó en las 1ª Jornadas Andaluzas de Voluntariado.
En 1996 publicó en la Revista Hispania Sacra un estudio sobre el obispo gaditano
Félix Mª de Arriete y Llano.
Hasta 1996 desempeñó en el movimiento asociativo los siguientes cargos:
Como fundador y presidente:
Federación Provincial de Asociaciones y Coordinadoras de Lucha contra la Dro-
godependencia “Redein” (Cádiz)
Federación Comarcal de Coordinadoras “Alternativas” (Campo de Gibraltar).
Coordinadora de lucha contra las Drogodependencias “Abril” (Estación de San
Roque).
Asociación Andaluza para la Acogida de Menores “Vínculos”.
Asociación Gaditana para la Atención a Reclusos y Exreclusos “Indigentes”.
Como presidente:
Asociación de Vecinos “San Bernardo de Guadarranque”, Estación de San Roque
(Cádiz).
Como cofundador y vicepresidente:
Federación Andaluza contra las Drogodependencias “Enlace”.
Asociación para la Ayuda a enfermos de Sida “Gerasa” (Cádiz).
Como cofundador:
Asociación para la Ayuda de enfermos de Sida “Siloé” (Jerez).
Proyecto Madrugador para toda Andalucía (proyecto de varias Asociaciones).
Federación de Mujeres “El despertar”.
Coordinadora “Barriovivo”
Coordinadora “Camina”
Coordinadora “Hozgarganta”
Asociación lucha cotra las drogas de Los Barrios
En la actualidad ocupa el cargo de Defensor del Pueblo Andaluz, por elección del

—41—
Pleno del Parlamento Andaluz, en sesión celebrada el 17 de julio de 1996 y ha sido
reelegido para un segundo mandato el día 28 de noviembre de 2001.
En los años que lleva al frente de la Institución del Defensor del Pueblo Andaluz
ha desarrollado una intensa labor de protección, defensa y fomento de los derechos
constitucionales de los ciudadanos, priorizando la salvaguarda y disfrute de estos de-
rechos por las personas y colectivos sociales más vulnerables y desprotegidos. En el
desarrollo de estas actuaciones cabe destacar:
Elaboración y presentación al Parlamento de Andalucía de 16 informes especiales
que afectan a la protección de derechos sociales de estos sectores de población más
desfavorecidos (menores, discapacitados, enfermos mentales, presos, drogodepen-
dientes, prostitutas, inmigrantes, trabajadores temporeros, personas con problemas de
inmovilidad...).
Elaboración de resoluciones dirigidas a las Administraciones Públicas para co-
rregir actuaciones, proponer la adopción de medidas y sugerir cambios normativos
que permitan garantizar el efectivo ejercicio de los derechos que constitucionalmente
tienen reconocidos los ciudadanos y ciudadanas, especialmente en el ámbito de los
colectivos sociales más excluidos (entre otros, podemos citar a: enfermos de sida, para
garantizar su derecho a la percepción de prestaciones económicas básicas; enfermos
mentales, para la creación y adecuación de los medios y recursos necesarios para su
atención; presos, en orden a garantizar su rehabilitación y reinserción social; menores,
proponiendo medidas para evitar el absentismo escolar en los sectores más marginales
y la adecuada protección de los mismos por las Administraciones Públicas; mujeres
maltratadas, sugiriendo la adopción de medidas y la implicación de recursos públicos
para prevenir y evitar estas situaciones; en el ámbito de la vivienda y alojamiento,
recordando y urgiendo a los poderes públicos sobre la necesidad de arbitrar medi-
das que den respuesta a los graves problemas que en esta materia se plantean en las
zonas urbanas y en relación con determinados colectivos (jóvenes, madres solteras,
inmigrantes...; en el ámbito sanitario, proponiendo la adecuación de los recursos y
aplicación de las últimas técnicas para solventar problemas sociales no atendidos por
el sistema sanitario público; cambio de sexos, fecundación asistida...; en materia de
drogas, advirtiendo de la problemática expansiva de las patologías duales en esta ma-
teria y reclamando la adopción de medidas paliativas y preventivas para evitarlas...).
Presencia en múltiples foros para disertar y debatir sobre diferentes aspectos que
afectan a los derechos sociales, entre los que podemos destacar:
En 1997:
Mesa redonda sobre “inmigración”, en los cursos de verano de la Universidad de
San Sebastián; conferencia inaugural “La ciudad de al lado” de los cursos de verano
de la Universidad de Cádiz; clausura cursos de otoño de la Facultad de Jerez sobre “el
papel de la Administración ante la inmigración”; conferencia sobre “Las dificultades
en la reinserción”, en las Jornadas organizadas por la Facultad de Pedagogía de la
Universidad de Sevilla; conferencia sobre exclusión social organizadas por la E.U. de
Trabajo Social de Córdoba.
En 1998:
“La salud como demanda social de los andaluces” en la Universidad de Jaén; con-
ferencia sobre “drogadicción” en el Centro Universitario San Pablo de Valencia; “La
realidad del chabolismo en Andalucía” en la E.U. Arquitectura Técnica de Granada.
En 1999:
Inauguración curso experto en discapacidad en Cádiz; conferencia sobre “Exclu-
sión Social” en la Facultad de Ciencias Políticas de Granada; conferencia sobre “Los
problemas de la inmigración” en la Facultad de Derecho de Santiago de Compostela.

—42—
En 2000:
Conferencia sobre “inmigración” organizada por la Facultad de Derecho de Jerez
de la Frontera (Cádiz); conferencia sobre “Los derechos humanos en Andalucía”, or-
ganizada por la Facultad de Derecho de la Universidad de Jaén; curso de verano en El
Escorial; conferencia “La situación de los menores en Andalucía”; conferencia inau-
guración curso en la Facultad de Derecho de Algeciras; conferencia sobre “la Institu-
ción del Defensor del Pueblo ante el siglo XXI”, en el Foro Encuentros 2000 de Sevilla;
conferencia sobre “menores” organizada por la E.U. de Trabajo Social de Granada.
En 2001:
Conferencia sobre “los derechos humanos y la infancia” en la E. de magisterio
“La Inmaculada” de Granada; conferencia sobre “vivienda e inmigración” en la Fa-
cultad de Derecho de Granada; conferencia cursos de verano en San Roque. “El ado-
lescente ante el consumo de alcohol, droga y tabaco”; conferencia sobre “Menores, la
defensa de su bienestar”, congreso de Enfermería de la Infancia, organizado para la
Escuela de Enfermería de la Universidad de Sevilla; conferencia inauguración curso
“Inmigración e interculturalidad”, en el Rectorado de la Universidad de Granada; con-
ferencia sobre las viviendas de los inmigrantes en las provincias de Huelva y Almería,
en la Facultad de Ciencias de la Información de Huelva.
En 2002:
Conferencia sobre “La ley de responsabilidad del menor” en la E.U. Trabajo
Social de Murcia; conferencia Inaugural curso sobre “violencia familiar y social”,
organizada por el Ayuntamiento de Vigo; mesa redonda sobre “marginación e in-
migración” en el Congreso Internacional de Derecho Penal organizado por la Uni-
versidad de Salamanca; conferencia inauguración curso sobre inmigración en el
Campus del Carmen de Huelva; conferencia sobre “Educación social e inmigración”,
Congreso Internacional de Pedagogía de la Inmigración organizada por la Facultad de
Pedagogía de la Universidad de Sevilla; conferencia sobre “inmigración” organizada
por la Universidad Nacional a Distancia en Ceuta; conferencia sobre “La emigración
en Andalucía”, cursos de verano de la UNED, celebrados en Sanlucar de Barrameda
(Cádiz); mesa redonda “El fenómeno de las migraciones”. Cursos de verano de San
Roque de la Universidad de Cádiz; conferencia inaugural sobre “inmigración” de los
cursos de verano de la Universidad Internacional de Andalucía en Baeza.
Publicaciones en libros y revistas especializadas sobre estas problemáticas socia-
les, entre las que cabe citar: “Drogas: un problema social”; “La atención de las perso-
nas mayores en Andalucía”; “La defensa de los derechos humanos por el Defensor del
Pueblo Andaluz”; “Medidas de los Defensores del Pueblo ante la falta de colaboración
de las Administraciones Públicas”; “Los problemas concretos en la inserción de los
inmigrantes en el Derecho a la no discriminación por motivos de raza”; “Aproxima-
ción al fenómeno de la inmigración”; “Los derechos humanos en Andalucía”; “Bio-
etica, Política y Salud”; “El alojamiento de inmigrantes en la provincia de Almería”;
“Voluntariado y Sociedad”.
En estos años, como reconocimiento a la labor desempeñada en defensa de los
derechos de los diferentes colectivos sociales se le han concedido los siguientes pre-
mios y distinciones:
En junio de 1997, recibió el Premio Séneca, otorgado por la Casa de Andalucía del
Prat de Llobregat, y la Fiambrera de plata otorgada por el Ateneo de Córdoba.
En diciembre de 1999 recibió el premio “La Buena Uva” otorgado por la Cadena
SER.
En este mismo año, la CAMF le designó como persona destacada del año en la
defensa de los derechos de los discapacitados físicos.

—43—
Asimismo, en agosto de 2000 el Pleno del Ayuntamiento de Almería, le concedió
el Escudo de Oro de la ciudad; en ese mismo mes el Ayuntamiento de Trebujena le
otorgó el Racimo de Oro.
En diciembre del mismo año la asociación La Voz del Inmigrante le otorgó el
premio a la tolerancia.
En este mismo año, la FOAM le concedió la Insignia de Oro de la entidad por su
labor en la defensa de los derechos de las personas mayores.
En febrero de 2002 la Federación de Asociaciones Andaluzas en Cataluña le de-
signó “Andaluz del Año”.
En el año 2002 la Asociación Coral, le concedió el premio Coral de Plata en aten-
ción a su labor en defensa de los Derechos de la Mujer.

—44—
LO QUE NO QUIEREN QUE SEPAS DE INTERNET
Y DE TU ORDENADOR
por
JORGE CORTELL ALBERT
JORGE CORTELL, estudió informática en la Universidad de Oxford, empresariales
(Magna Cum Laude) en Kellogg Community College, y cursos de postgrado en dis-
tintas universidades (Harvard, UPV, UB, UPC, y UCM). Ha recibido el premio Wall
Street Journal al logro académico, y figura en el National Dean’s List (los 500 mejores
estudiantes de EE.UU). Ha sido durante cinco años profesor de Propiedad Intelec-
tual, de Gestión de Proyectos, y de Diseño Multimedia en el Master de Aplicaciones
Multimedia para Internet de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería del Diseño
de la Universidad Politécnica de Valencia, hasta que se vio forzado a dimitir por dar
una conferencia sobre redes P2P. También ha sido miembro del proyecto de docencia
colaborativa H2O de la Universidad de Harvard. También ha sido durante varios años
Director de Presval (empresa de comunicación del Grupo Porcelanosa).
Ha impartido conferencias en universidades de varios países (como Stanford,
Harvard, Oxford, Oslo) así como a lo largo de toda la geografía nacional.
Es el impulsor de varios movimientos activistas (como La Resistencia Digital, el
HackLab de Valencia, o la difunta Democracia Directa), y es miembro de Hispalinux,
de la Free Software Foundation, de la Asociación de Internautas, y de la Electronic
Frontier Foundation. Además ha colaborado activamente con Creative Commons, y
con la FFII haciendo lobbying contra la patentabilidad del software ante la Comisión
Europea en Bruselas.
Entre su experiencia profesional figura el asesoramiento a la Bolsa de Nueva
York, el Gobierno de los EE.UU, o el diario Financial Times. Actualmente es socio
fundador de Kanteron Systems (empresa de software libre) y miembro del Consejo
de Administración de MusicQuariuM. Colabora habitualmente con varios medios de
comunicación, y es Presidente de la Oxford University Society de Valencia.

—46—
RESUMEN DE CONFERENCIA

G OBIERNOS y grandes corporaciones forman una extra-


ña (y en ocasiones involuntaria) alianza para tergiversar
la realidad y ocultar de la atención del ciudadano tanto
el verdadero poder como el verdadero peligro de Internet y la
Sociedad en Red.
Por un lado se nos bombardea el mensaje de los peligros “ofi-
ciales” que acechan tras la red Internet, como virus, spoofing/phi-
sing, correo basura, spyware/malware, ataques de denegación de
servicio, fraude financiero, robo de identidad, sniffing, accesos
no autorizados, pornografía infantil, o incluso ciber-terrorismo.
Si bien es cierto que los mencionados representan un verda-
dero peligro para los usuarios de la red, ¿por qué no nos hablan
de los demás peligros (mucho más fundamentales)?: desde el
seguimiento y grabación del ciudadano en lugares públicos, has-
ta flagrante invasiones a la privacidad e intimidad, pasando por
el uso de las tecnologías públicas para beneficio particular, las
restricciones al cifrado, los códigos y creaciones privativas que
limitan nuestros derechos, productos defectuoso que cuestan bi-
llones a los gobiernos y ciudadanos, el código opaco que pone
en peligro el funcionamiento de las instituciones, la restricción
a las libertades básicas (de información, de expresión, de libre
asociación, etc)...
Existe un interés perverso fundamentalmente imbricado en
el sistema (capitalismo-consumismo-de “libre mercado” y de-
mocracia-representativa-por sufragio universal), ya que la ley

—47—
del mínimo esfuerzo le ofrece incentivos para convertir a todos
sus miembros en consumidores, votantes, contribuyentes... PA-
SIVOS. Y es a través de la abstracción cómo se consigue una
alienación que parece perfecta para el sistema y muy perjudicial
para el individuo.
No obstante, la endogamia simbiótica que produce tal estruc-
tura tiende al estancamiento y el inmovilismo, los cuales han de-
mostrado ser un evidente síntoma de cambio evolutivo latiente:
o evolucionamos o desaparecemos.
Pero, ironías de la vida, es en el mismo sistema descrito don-
de podemos encontrar una alternativa viable y revolucionaria
que nos permitiría romper el círculo vicioso, y de un modo nada
(o poco) traumático: a través de la libertad de la información, la
participación individual-comunitaria, y el uso responsable de las
tecnologías.

—48—
LA NUEVA POLÍTICA
CRIMINAL ESPAÑOLA
por
JOSÉ LUIS DÍEZ RIPOLLÉS
JOSÉ LUIS DÍEZ RIPOLLÉS, doctor en Derecho. Licenciado en Psicología. Catedrá-
tico de Derecho Penal de la Universidad de Málaga. Director del Instituto andaluz
interuniversitario de Criminología (sección de Málaga).
Profesor invitado en Rechtswissenschaftliche Fakultät. Universität Freiburg. Sui-
za, 1997, Boalt Hall School of Law. University of California at Berkeley. Estados
Unidos 2001 y Johannes Gutenberg Universität. Maguncia. Alemania, 2002.
Publicaciones destacadas:
I. El Derecho penal ante el sexo. Contenidos, límites y criterios de concreción del
Derecho penal sexual. Bosch Casa editorial, 1981.
II. Exhibicionismo, pornografía y otras conductas sexuales provocadoras. La
frontera del Derecho penal sexual. Bosch Casa editorial, 1982.
III. Die erfolgsqualifizierte Delikte und das Schuldprinzip”. Zeitschrift für die
gesamte Strafrechtswissenschaft, 1984.
IV. “La huelga de hambre en el ámbito penitenciario”. Cuadernos de política cri-
minal, 1986.
V. “Principles of a new drug policy in Western Europe from a spanish point of
view”. En Drug policies in Western Europe. Albrecht and van Kalmthout editors. Max
Planck Institute for Foreign and International Penal Law. Freiburg i.B, 1989.
VI. Los delitos relativos a drogas tóxicas, estupefacientes y sustancias psicotró-
picas. Estudio de las modificaciones introducidas por la L.O. 1/1988 de 24 de marzo.
Tecnos. 1989.
VII. Los elementos subjetivos del delito. Bases metodológicas. Tirant, 1990.
VIII. “La categoría de la antijuricidad en Derecho penal”. Anuario de Derecho
penal y ciencias penales, 1991.

—50—
IX. “El blanqueo de capitales procedentes del tráfico de drogas”. Actualidad pe-
nal, 1994.
X. “Eutanasia y Derecho”. En Díez Ripollés-Muñoz Sánchez El tratamiento jurí-
dico de la eutanasia. Una perspectiva comparada. Tirant, 1995.
XI. Delincuencia y víctimas. Encuestas de victimización en Málaga. Tirant lo
blanch, 1996. Coautor.
XII. “Comentarios al Código penal. Parte especial. I y II”. En Díez Ripollés-Gra-
cia Martin- Romeo Casabona coords. Tirant lo blanch, 1997, 2004.
XIII. “Una interpretación provisional del concepto de autor en el nuevo código
penal”. Revista de Derecho penal y Criminología. 1998.
XIV. Los delitos contra la seguridad de menores e incapaces. Tirant, 1999.
XV. La atención a los enfermos terminales. Una investigación multidisciplinar.
Tirant, 2000. Coautor.
XVI. “El derecho penal simbólico y los efectos de la pena”. Actualidad penal,
2001.
XVII. La racionalidad de las leyes penales. Trotta, 2003.
XVIII. Las drogas en la delincuencia. Tirant, 2003. Coautor.
XIX. Prácticas ilícitas en la actividad urbanística. Un estudio de la Costa del Sol.
Tirant, 2004. Coautor.
XX. El nuevo modelo penal de la seguridad ciudadana. Jueces para la democra-
cia, 2004.
XXI. “De la sociedad del riesgo a la seguridad ciudadana: un debate desenfoca-
do”. Revista electrónica de ciencia penal y criminología. 2005.
XXII. “El control de constitucionalidad de las leyes penales”. Revista española de
Derecho constitucional. 2005.
XXIII. “La evolución del sistema de penas en España: 1975-2003”. Revista elec-
trónica de ciencia penal y criminología. 2006.
Dirección de proyectos de investigación:
I. “Los delitos contra la libertad y seguridad”.
II. “Tasas de victimización en la provincia de Málaga”.
III. “La expansión del concepto de peligro en Derecho penal”.
IV. “Riesgos de victimización, delincuencia urbana y medidas de prevención”.
V. “Conductas irregulares en la Administración pública. Algunos aspectos penales
y criminológicos de la corrupción administrativa”.
VI. “Teoría y práctica de la legislación penal”.
Financiación: Ministerio de Educación y Ciencia. Convocatorias 1989, 1991,
1993, 1995, 1998.
VII. “Las drogas en la delincuencia: su tratamiento en la Administración de Jus-
ticia”.
VIII. “La aplicación de la LO 5/2000, reguladora de la responsabilidad penal de
los menores”.
Financiación: Consejo general del poder judicial. Convocatorias 2000, 2001.
IX. “Prácticas ilícitas en la industria de la construcción: Vulnerabilidad a la de-
lincuencia organizada y agentes corruptores en la construcción y planeamiento urba-
no”.
Financiación: Comisión europea. Programa Falcone. Convocatoria 2001.
Otras actividades.
Consejero electivo del Consejo consultivo de Andalucía. 1993-2005.
Codirector del Grupo de estudios de Política criminal. 1989-2003.

—51—
I. LA CRISIS CONTEMPORÁNEA DE LOS MODELOS
DE INTERVENCIÓN PENAL

E N la interpretación de la reciente evolución de la política


criminal española, tan pródiga en reformas penales, pro-
cesales y penitenciarias, los penalistas, en la universidad
y en la jurisdicción, muestran un cierto desconcierto a la hora
de abordar su análisis crítico. Pareciera como si los aconteci-
mientos que se están produciendo no formaran parte del acervo
de actuaciones sociales cuya posible aparición, al margen de su
plausibilidad, habían sido anticipadas por los juristas. Esto ge-
nera una extendida actitud de despectivo rechazo hacia lo que se
califica sumariamente como una política criminal oportunista.
Sin echar en saco roto este último calificativo, conviene, sin
embargo, que nos preguntemos por las razones de esa incapaci-
dad que los expertos de la política criminal tienen para analizar
con la necesaria ecuanimidad unas decisiones y actuaciones que,
por muy imprevistas que sean, no se puede negar que gozan de
un generalizado respaldo popular y de un impulso político de
amplio espectro ideológico. Creo que la explicación de semejan-
te perplejidad se debe en buena medida a que los penalistas están
analizando las transformaciones jurídicopenales en curso desde
un modelo analítico equivocado o, por mejor decir, en trance de
superación. Me refiero al modelo penal garantista.
En efecto, conocido con diferentes denominaciones a lo largo
del pasado siglo XX, este modelo se caracteriza en todo momento
por desarrollar una estructura de intervención penal autolimitada,
hasta el punto de que se ha llamado a sí mismo “derecho penal

—53—
mínimo”, girando en torno a unos pocos principios que, a riesgo
de simplificar demasiado, podríamos enumerar como sigue:

1
La atribución de una eficacia limitada a sus genuinos instru-
mentos de intervención, la norma y la sanción penales. Éstos
sólo desarrollarían efectos sociales perceptibles en la medida en
que se encuadraran en un contexto más amplio, el del control
social en general. Sólo en tanto en cuanto el subsistema de con-
trol penal coincidiera en sus objetivos con los pretendidos por
el resto de los subsistemas de control social –familia, escuela,
vinculaciones comunitarias, medio laboral, relaciones sociales,
opinión pública...– y en la medida en que interaccionara recípro-
camente con ellos, habría garantías de que la intervención penal
pudiera condicionar los comportamientos sociales. De ahí que se
desconsiderara su posible uso como ariete promotor de transfor-
maciones en los valores sociales vigentes.

2
Deliberada reducción de su ámbito de actuación a la tutela de
los presupuestos más esenciales para la convivencia. Frente a las
tendencias expansivas de otros sectores del ordenamiento jurídi-
co, singularmente del derecho administrativo, el derecho penal
garantista considera una virtud, además de un signo inequívoco
de una sociedad bien integrada, que su área de intervención sea
la mínima imprescindible. En esa actitud ha jugado usualmente
un papel importante la constatación de la naturaleza especial-
mente aflictiva de las sanciones que le son propias, que estima
superior a la de cualquier otro medio de intervención social, lo
que justificaría un empleo muy comedido de ellas. Se convierte
en lugar común que el derecho penal sólo debe actuar frente a
las infracciones más graves a los bienes más importantes, y ello
sólo cuando no existan otros medios sociales más eficaces. Ello
conlleva el olvido de todo tipo de pretensiones encaminadas a
salvaguardar a través del derecho penal determinadas opciones
morales o ideológicas en detrimento de otras.

—54—
3
Profunda desconfianza hacia un equilibrado ejercicio del po-
der sancionatorio por parte de los poderes públicos. El derecho
penal de este modelo se sigue declarando orgullosamente here-
dero del liberalismo político, y en consecuencia estima una de
sus principales tareas la de defender al ciudadano, delincuente
o no, de los posibles abusos y arbitrariedad del estado punitivo.
De ahí que coloque la protección del delincuente, o del ciuda-
dano potencial o presuntamente delincuente, en el mismo plano
que la tutela de esos presupuestos esenciales para la convivencia
acabados de aludir. Ello explicará las estrictas exigencias a satis-
facer por los poderes públicos al establecer los comportamientos
delictivos y las penas para ellos previstas, a la hora de verificar
la concurrencia de unos y la procedencia de las otras en el caso
concreto, y en el momento de la ejecución de las sanciones. El
temor a un uso indebido del poder punitivo conferido al estado,
que pudiera terminar afectando al conjunto de los ciudadanos,
permea todo el armazón conceptual del derecho penal garantis-
ta, desde los criterios con los que se identifican los contenidos
a proteger a aquellos que seleccionan las sanciones a imponer,
pasando por los que se ocupan de estructurar un sistema de exi-
gencia de responsabilidad socialmente convincente.

4
Existencia de límites trascendentes en el empleo de sanciones
penales. Así, los efectos sociopersonales pretendidos con la con-
minación, imposición y ejecución de las penas, por muy necesa-
rios que parezcan, en ninguna circunstancia deben superar ciertos
confines. Uno de ellos es el de la humanidad de las sanciones,
que viene a expresar que determinadas sanciones, o determina-
das formas de ejecución de sanciones, son incompatibles con la
dignidad de la persona humana, por lo que no pueden imponer-
se, cualquiera que sea la entidad lesiva del comportamiento o la
intensidad de la responsabilidad personal. Otro de los confines a
no superar es el de la proporcionalidad, en virtud del cual la pena
debe ajustarse en su gravedad a la del comportamiento delictivo
al que se conecta, debiendo mantener una correspondencia sus-
tancial con él. Finalmente, la pena debe fomentar o, al menos, no

—55—
cerrar el paso a la reintegración en la sociedad del delincuente,
idea ésta que se configura como un derecho de todo ciudadano y
se nutre tanto de una visión incluyente del orden social como del
reconocimiento de la cuota de responsabilidad de la sociedad en
la aparición del comportamiento delictivo.
Pues bien, la tesis que quisiera exponer a continuación es la
de que este modelo ya no nos da las claves para interpretar los
recientes cambios político-criminales, por la sencilla razón de
que éstos obedecen a una nueva forma de configurar y modelar
el control social penal. De ahí que las críticas que se hacen desde
el garantismo a recientes decisiones legislativas penales se pier-
den en el vacío de la incomprensión social. No son, sin embargo,
objeto de una cumplida réplica por sus promotores porque el
nuevo modelo está carente todavía de una suficiente estructura-
ción conceptual y principial, la cual terminará llegando tarde o
temprano y, con ella, el modelo antagonista al del derecho penal
garantista.3
Un autor británico, Garland, ha intentado identificar un con-
junto de rasgos que responderían a esos cambios en las actitudes
sociales y que constituirían al mismo tiempo un buen compendio
del nuevo modelo de intervención penal en curso.4 Sus reflexio-
nes nos van a ser de utilidad en el análisis que sigue.

II. A LA BÚSQUEDA DE UN DIAGNÓSTICO

1. Protagonismo de la delincuencia clásica


La delincuencia clásica, esto es, la que gira en torno a los de-
litos contra intereses individuales, especialmente los de la vida e
integridad, propiedad, y libertad en sus diversas facetas, que du-
rante dos siglos ha constituido el grueso de los asuntos aborda-
dos en la jurisdicción penal, ha superado el riesgo de pérdida de
protagonismo que en algún momento se pensó que iba a sufrir.
En efecto, durante las últimas décadas de la segunda mitad del
3 Apunta igualmente a la emergencia de otro modelo, CANCIO MELIÁ, en
JAKOBS/CANCIO: Derecho penal del enemigo, Thomson/Cívitas, 2003.
págs. 59-60.
4 Véase GARLAND. The culture of control, The University of Chicago Press.
2001. passim, y sintéticamente págs. 6-20.

—56—
siglo XX parecía asentarse la idea de que el derecho penal debía
extender su ámbito de aplicación a la criminalidad propia de los
poderosos, y ciertamente se produjeron en el ámbito legislativo
avances muy significativos en ese sentido, de entre los que es
singular ejemplo el renovado catálogo de delitos introducido por
el código penal de 1995. También se han registrado esfuerzos
por parte de determinados sectores judiciales para tomarse en se-
rio las antiguas y nuevas previsiones legales que penan compor-
tamientos delictivos habitualmente llevados a cabo por sectores
socialmente privilegiados.5
Sin embargo, sólo unos pocos años más tarde predomina en
la opinión pública una actitud resignada frente a los obstáculos
con que ha tropezado el intento de asegurar la operatividad sin
excepciones del catálogo de delitos del código penal. Las causas
de tal pesimismo son diversas: Por un lado, se tiene la impresión
de que los poderosos, mediante asesoramientos técnicos sólo ac-
cesibles a personas con su nivel económico o respaldo político,
han sido capaces de explotar hasta límites abusivos las garantías
del derecho penal y procesal penal, logrando así eludir en gran
medida la persecución penal, la condena o el cumplimiento de
las sanciones. En segundo lugar, se ha generado la percepción
social de que en todas esas intervenciones penales resulta difícil
eludir el aprovechamiento sectario del asunto por parte de los
agentes políticos; el fenómeno de la judicialización de la política
termina dejando en segundo plano la verificación de la realidad
y la valoración de la gravedad de las conductas enjuiciadas, se-
pultadas bajo acusaciones recíprocas de conductas semejantes.
Un factor adicional, en absoluto desdeñable, ha sido la ac-
titud contemporizadora de la doctrina penal con los obstáculos
surgidos en la persecución de este tipo de delincuencia: Lo que
comenzó siendo una preocupación por las dificultades concep-
tuales encontradas a la hora de encajar las nuevas formas de
delincuencia propias de los poderosos en los modelos de des-
cripción legal y de persecución del derecho penal tradicional,
5 No creo que la extendida persecución de los delitos relacionados con dro-
gas deba incluirse entre la criminalidad de los poderosos, dado el am-
biente socialmente marginal en el que se mueve y sin perjuicio de los
importantes beneficios que ciertos sectores de tal delincuencia obtienen.

—57—
ha acabado dando lugar a propuestas que conducen a una rebaja
significativa en la intensidad de persecución de esa criminalidad.
Resulta sintomático que la discusión teórica sobre la indebida
“expansión del derecho penal” no verse, como pudiera imaginar-
se un profano, sobre las continuas reformas legales encaminadas
a endurecer el arsenal punitivo disponible contra la delincuencia
clásica sino que, muy al contrario, tenga como primordial objeto
de reflexión la conveniencia de asegurar a la nueva criminalidad
una reacción penal notablemente suavizada en sus componentes
aflictivos. Ello se pretende legitimar mediante la contrapartida
de un incremento de la efectividad del derecho penal en ese ám-
bito, a lograr mediante una disminución de las garantías penales,
nunca suficientemente concretada, tampoco justificada y mucho
menos creíble.6
Frente al desdibujamiento que los problemas antedichos pare-
cen crear sobre la criminalidad de los poderosos,7 la delincuencia
clásica está más presente que nunca en el imaginario colectivo.

2. Prevalencia del sentimiento colectivo de inseguridad ciu-


dadana
La consolidación de la delincuencia clásica encuentra un apo-
yo inestimable en la generalización del sentimiento colectivo de
inseguridad ciudadana: Como consecuencia de una diversidad
de factores, algunos de los cuales serán aludidos más adelante,8
6 En la discusión española, y probablemente en la europea en general, ha
formulado la propuesta más perfilada SILVA SÁNCHEZ. La expansión del
derecho penal. Aspectos de la política criminal en las sociedades postin-
dustriales. Civitas. 2ª edición. 2001.
7 Que tal difuminación de los perfiles de este tipo de delincuencia empieza a
tener consecuencias prácticas es algo evidente si se analizan ciertas me-
didas pretendidamente encaminadas a mejorar la efectividad de su per-
secución, como es el caso de la recientemente introducida obligación del
ministerio fiscal de poner en conocimiento de los sospechosos el conteni-
do de las diligencias de investigación a ellos afectantes o la limitación de
la duración de tales diligencias a seis meses salvo prórroga acordada por
el fiscal general del estado –reforma del Estatuto orgánico del ministerio
fiscal por LO. 14/2003.
8 Entre los cuales no puede ser el más importante el efectivo incremento de
la tasa de criminalidad en España, que pese al aumento, ya frenado, de los
últimos años, sigue estando por debajo de los países de nuestro entorno.

—58—
se han incrementado desde hace unos años en la población tanto
la preocupación en general sobre la delincuencia como el miedo
a ser víctima de un delito.9 Tales actitudes se producen además
en un contexto peculiar, con dos rasgos especialmente significa-
tivos:
Por una parte, la extendida sensación en la sociedad de que
las cosas van cada vez peor en temas de prevención de la delin-
cuencia, sensación que se proyecta en una escasa confianza en la
capacidad de los poderes públicos para afrontar el problema. Por
otra parte, ha desaparecido la actitud de comprensión hacia la
criminalidad tradicional, en especial hacia la pequeña delincuen-
cia, actitud muy difundida en los años 70 y 80, y que se fundaba
en una comprensión del delincuente como un ser socialmente
desfavorecido y marginado al que la sociedad estaba obligada a
prestar ayuda; ahora los delincuentes son vistos, sin que proce-
dan distinciones según la gravedad o frecuencia de su compor-
tamiento delictivo, como seres que persiguen sin escrúpulos y
en pleno uso de su libre arbitrio intereses egoístas e inmorales, a
costa de los legítimos intereses de los demás. Se han puesto de
moda calificaciones como las de “predador sexual”, “criminal
incorregible”, “asesino en serie”, “jóvenes desalmados”... que
reflejan acertadamente el nuevo estatus social, deshumanizado,
del delincuente.
Por lo demás, esa preocupación o miedo por el delito ya no se
concentran en los ámbitos sociales más conscientes o temerosos
de la delincuencia, sino que se han extendido a sectores socia-
les antes relativamente distanciados de tales sentimientos. La
9 Si la delincuencia y la inseguridad ciudadana eran mencionadas a mediados
de 2001 como uno de los tres problemas principales de España por el 9%
de los españoles, lo que les colocaba en quinto o sexto lugar de la lista de
preocupaciones de la comunidad, durante la mayor parte del año 2003 se
referían a ellas porcentajes iguales o superiores al 20%, habiéndose con-
solidado como la tercera preocupación más importante. De modo equiva-
lente, a mediados de 2001 el miedo a sufrir un delito era uno de los tres
problemas personales más importantes mencionado por alrededor del 9%
de los encuestados, ocupando el cuarto o quinto lugar en el catálogo de
problemas personales de los españoles, mientras que bien entrado 2003 lo
consideraban uno de los tres primeros problemas personales entre el 15 y
el 20% de los encuestados, ocupando entre el segundo y tercer puesto en
el listado de problemas personales. Véase CIS. ”Barómetros mensuales”.

—59—
preeminencia de los espacios dedicados a la crónica criminal
en los más diversos medios de comunicación, donde ya no es
extraño que ocupe los primeros titulares, tiene que ver sin duda,
aunque no exclusivamente, con el eco que tales informaciones
suscitan en capas amplias de la población.
Ello ha permitido que el miedo o la preocupación por el de-
lito se hayan afincado en la agenda social entre los asuntos más
relevantes y, lo que es aún más significativo, que la persistencia
y arraigo de tales actitudes se haya convertido en un problema
social en sí mismo. En efecto, resulta fácil apreciar que un buen
número de programas de intervención penal son diseñados, no
tanto para reducir efectivamente el delito cuanto para disminuir
las generalizadas inquietudes sociales sobre la delincuencia.

3. Sustantividad de los intereses de las víctimas


Durante mucho tiempo los intereses de las víctimas han que-
dado subsumidos en los intereses públicos. Su tutela se obtenía
en la medida en que la incidencia del delito sobre determinados
ciudadanos suponía un perjuicio a los intereses de la sociedad
en su conjunto. De hecho, este requisito sigue fundamentando
la caracterización del derecho penal como un sector del derecho
público, diferenciado del derecho privado. Parecía, pues, evi-
dente que un correcto entendimiento de la utilidad pública impe-
día contraponer toscamente los intereses de las víctimas con los
intereses de los delincuentes por un juicio justo y por una ejecu-
ción penal atenta a sus necesidades de reintegración social.
Sin embargo, la plausible atención a los intereses de las víc-
timas ha adquirido en los últimos tiempos algunos sesgos no-
vedosos: Ante todo, son las demandas de las víctimas reales o
potenciales, cuando no de unas víctimas arquetípicas sin exis-
tencia real ni posible, las que guían el debate políticocriminal,
arrumbándose reflexiones más complejas, atentas al conjunto de
necesidades colectivas. En segundo lugar, el protagonismo de
los intereses y sentimientos de las víctimas no admite interfe-
rencias, de manera que la relación entre delincuente y víctima ha
entrado en un juego de suma-cero: Cualquier ganancia por parte
el delincuente, por ejemplo, en garantías procesales o en benefi-
cios penitenciarios supone una pérdida para la víctimas, que lo

—60—
ven como un agravio o una forma de eludir las consecuencias
de la condena; y, en menor medida, lo mismo vale a la inversa,
todo avance en la mejora de la atención a las víctimas del delito
es bueno que repercuta en un empeoramiento de las condiciones
existenciales del delincuente. Y es que, finalmente, lo que se ha
producido es una inversión de papeles: Es ahora la víctima la
que subsume dentro de sus propios intereses a los intereses de
la sociedad, son sus sentimientos, sus experiencias traumáticas,
sus exigencias particulares los que asumen la representación de
los intereses públicos; éstos deben personalizarse, individuali-
zarse, en demandas concretas de víctimas, grupos de víctimas,
afectados o simpatizantes.10
4. Populismo y politización
Los agentes sociales que resultan determinantes en la adop-
ción y contenido de las decisiones legislativas penales han sufri-
do modificaciones de gran calado.
Ante todo, los conocimientos y opiniones de los expertos se
han desacreditado. Ello reza, desde luego, para las aportacio-
nes procedentes de una reflexión teórica que, paradójicamente,
ha logrado en el ámbito de la interpretación y sistematización
de la ley penal niveles de precisión y rigurosidad conceptuales
inalcanzados por otros sectores del ordenamiento jurídico; sus
disquisiciones han dejado de ser, no ya sólo comprensibles, sino
dignas de comprensión para influyentes sectores sociales. Pero
la reputación de los especialistas insertos en la práctica judicial
10 Un ejemplo bien ilustrativo de hasta dónde se puede llegar por este ca-
mino lo constituye una práctica que se ha asentado en EE.UU en relación
con la aplicación de la pena de muerte: A efectos de decidir si en un caso
de asesinato se debe imponer la pena de muerte o basta con una pena
privativa de libertad, la fiscalía puede fundamentar su petición de pena
capital, al margen de en la gravedad del hecho cometido, en los graves
sufrimientos que la pérdida del ser querido ha causado entre sus parientes
y allegados y en las dificultades que están encontrando para la superación
de tal trauma. Eso lo materializa mediante la presentación de una “de-
claración de impacto sobre las víctimas”, donde recoge los testimonios y
dictámenes pertinentes, y que suele tener una influencia muy significativa
en la decisión finalmente adoptada. Véase ZIMRING. The Contradictions
of American Capital Punishment. Oxford University Press. 2003. pp. 51-
64.

—61—
o de la ejecución de penas también se encuentra malparada; los
jueces son vistos como un colectivo poco fiable, que adopta con
frecuencia decisiones alejadas del sentido común, y a los funcio-
narios de ejecución penal parece sólo preocuparles el bienestar
de los delincuentes. Sólo la pericia policial, en su doble faceta
preventiva de delitos y perseguidora de los ya cometidos, sigue
siendo considerada imprescindible; en este caso, sus eventuales
insuficiencias no llevan a cuestionar la utilidad de sus conoci-
mientos, sino a proponer su perfeccionamiento y mejora11.
En contrapartida, la experiencia cotidiana del pueblo, su
percepción inmediata de la realidad y los conflictos sociales
han pasado a ser un factor de primera importancia a la hora de
configurar las leyes penales, y pugna por serlo también en la
aplicación legal. Lo novedoso, sin embargo, no es que tales ex-
periencias y percepciones condicionen la creación y aplicación
del derecho, algo legítimo en toda sociedad democrática, sino el
que demanden ser atendidas sin intermediarios, sin la interposi-
ción de núcleos expertos de reflexión que valoren las complejas
consecuencias que toda decisión penal conlleva. Los portado-
res de esos nuevos conocimientos son la opinión pública creada
por los medios populares de comunicación social, las víctimas o
grupos de víctimas y, en último término, el pueblo llano.
Para que estos últimos agentes sociales puedan asentar su re-
levancia es preciso que los agentes institucionales directamente
vinculados con la creación del derecho otorguen a las demandas
populares un acceso privilegiado, mediante el que puedan eludir
los habituales controles burocráticos que en toda democracia ve-
lan por el fundamento de las iniciativas legislativas. A esta labor
se aplican en los últimos tiempos con extremado celo fuerzas
políticas de todo el espectro ideológico. Las vías para su éxito
transitan, de forma singular aunque no exclusiva, por la acelera-
ción del tempo legiferante y la irrelevancia, cuando no elimina-
ción, del debate parlamentario e incluso del gubernamental; se
11 Según una encuesta del Instituto Opina para el diario El País, realizada
a fines de 2003, las cinco instituciones mejor valoradas por los españoles
son, por este orden, la guardia civil, la monarquía, la policía nacional,
las comunidades autónomas, y la policía municipal. El sistema judicial
aparece en el último lugar de las instituciones listadas en la pregunta, en
el puesto número 14. Véase diario El País, 6-12-03.

—62—
trata de que los políticos puedan justificar la omisión de aquellas
fases procedimentales en las que el protagonismo corresponde
a profesionales expertos en virtud de la urgencia o del carácter
indiscutible de las decisiones a tomar, se revistan tal urgencia e
inapelabilidad del concepto de alarma social, de perentoriedad
del problema, de consenso social, o de cualquier otro recurso
retórico. Ello permite a las fuerzas políticas establecer una rela-
ción inmediata entre las demandas populares y la configuración
del derecho penal, y recolectar, ello mediante, los importantes
réditos políticos que esta pretendida democracia directa12 sumi-
nistra.
Esta dinámica populista y politizada tiene una serie de rasgos
entre los que quizás convenga destacar ahora dos de ellos.
El primero pondría de relieve que el descrédito de los expertos
ha pasado de las palabras a los hechos: Al inicial distanciamien-
to o incomprensión hacia sus propuestas o modo de proceder ha
sucedido una activa política encaminada a privarles del margen
de discrecionalidad que, debido a su pericia, gozaban en su co-
rrespondiente ámbito decisional. Ejemplos al respecto sobran en
estos momentos, especialmente en el campo de la determinación
de la pena y de su ejecución: Es el caso de la reducción del arbi-
trio judicial a la hora de sustituir la pena o medida de seguridad,
o el resto de pena por cumplir, impuestas a un extranjero resi-
dente ilegal por su expulsión del territorio nacional, o las restric-
ciones en la aplicación del tercer grado, la libertad condicional,
12 “Democracia directa” que abusa de las tramitaciones urgentes, que bus-
ca premeditadamente introducir importantes reformas del código penal
en los últimos trámites parlamentarios –léase Senado–, o que aprovecha
leyes, penales o no, con objetivos muy precisos para colar de rondón re-
formas penales cuya discusión parlamentaria se quiere evitar. Véanse las
importantes reformas de la ley de responsabilidad penal de los meno-
res que se incluyeron en las leyes orgánicas 9/2002, de reformas de los
códigos penal y civil en materia de sustracción de menores, y 15/2003,
de modificación del código penal; o las irregularidades procedimentales
legislativas que han acompañado la incorporación al código penal de los
arts. 506bis, 521bis y 576bis, relativos a la convocatoria de referenda ile-
gales y de allegamiento de fondos para asociaciones y partidos políticos
ilegales, entre otros supuestos. Véase también GONZÁLEZ CUSSAC, “La
contrarreforma penal de 2003. Nueva y vieja política criminal”. Revista
xuridica galega. nº 38. 2003. pp. 19-21, 32.

—63—
los permisos de salida o los beneficios penitenciarios, introduci-
das, respectivamente, en las LLOO. 11/2003 y 7/2003.
El segundo rasgo se enuncia con facilidad: el manejo exclu-
yente por la plebe y los políticos del debate políticocriminal ha
conducido a un marcado empobrecimiento de sus contenidos.
Frente a la mayor pluralidad de puntos de vista que hubiera
cabido esperar de la directa implicación de esos nuevos agen-
tes sociales en la discusión sobre las causas y remedios de la
delincuencia, lo que ha sobrevenido es un debate uniforme y
sin matices, en el que se descalifican cualesquiera posturas que
conlleven una cierta complejidad argumental o distanciamiento
hacia la actualidad más inmediata.

5. Revalorización del componente aflictivo de la pena


La preeminencia obtenida por los intereses de las víctimas y
el populismo han dado respetabilidad social a ciertos sentimien-
tos cuya demanda de satisfacción en otros tiempos se compren-
día pero no se atendía; me refiero a los sentimientos de venganza
tanto de las víctimas y sus allegados como de la población en
general.
A este factor se han añadido otros dos que han terminado de
reforzar una transformación significativa del conjunto de objeti-
vos a satisfacer por la pena:
Así, la resocialización del delincuente, pese a su soporte
constitucional, ha dejado de tener los apoyos sociales suficientes
para constituirse en un objetivo destacado de la ejecución penal.
Ciertamente su cuestionamiento se inició entre los expertos, y
tuvo una notable influencia en la reestructuración del modelo
jurídicopenal en ordenamientos que habían apostado casi en ex-
clusiva por el efecto resocializador de la pena. Pero la formula-
ción de tales objeciones se inició hace ya más de dos décadas,
y desde entonces se ha matizado notablemente la percepción
experta sobre el tratamiento de los delincuentes. Ahora predo-
mina una aproximación más realista y menos ideologizada a los
frutos que pueden ofrecer las diversas técnicas disponibles, con
ámbitos de intervención, como el relativo a desintoxicación e
inserción de delincuentes drogadictos, que han mostrado sobra-

—64—
damente su efectividad.13 En el actual estado de cosas resulta,
pues, injustificado colocar a la resocialización en un segundo
plano frente a otros efectos sociopersonales de la pena como la
inocuización, la prevención general o la reafirmación de valores
sociales. Sin embargo, la opinión pública tiende a valorar las
medidas que, con las miras puestas en la reinserción social del
delincuente, flexibilizan la ejecución penal como un conjunto de
favores inmerecidos que se hace a los delincuentes.14
A esta idea va estrechamente asociada otra, en virtud de la
cual ha quedado arrumbada dentro del acervo de explicaciones
sociales de la delincuencia aquella que la consideraba en gran
medida una consecuencia de las desigualdades sociales, sea a la
hora de interiorizar las normas sociales sea a la hora de disponer
de los medios para desarrollar el plan de vida personal. Desde
una visión marcadamente consensual de la sociedad, que minus-
valora las diferencias de oportunidades entre sus miembros, la
delincuencia se percibe como un premeditado y personalmente
innecesario enfrentamiento del delincuente con la sociedad, que
exige una respuesta que preste la debida atención a la futilidad
de las motivaciones que han conducido a ella.15
El conjunto de los tres factores ha fomentado una serie de mo-
dificaciones sustanciales en el sistema de penas y su ejecución
que en buena parte se inspira simplemente en el deseo de hacer
más gravosas para el delincuente las consecuencias derivadas de
la comisión de un delito. Baste con mencionar la introducción de
penas de privación de libertad cuya duración práctica se acerca,
en contra de una tradición bisecular en España, a la reclusión de
13 Véase una revisión empírica de la eficacia de los tratamientos, modera-
damente optimista, en REDONDO. “Criminología aplicada: Intervenciones
con delincuentes, reinserción y reincidencia”. Revista de derecho penal y
criminología. 2ª época. 1998. nº 1. pp. 189 y ss.
14 Sólo el tratamiento en general de los drogadictos delincuentes, así como
los tratamientos que no conllevan una flexibilización significativa del ré-
gimen de cumplimiento de la pena, se aceptan sin reticencias por la pobla-
ción.
15 A ello no es obstáculo el estatus deshumanizado que el delincuente ad-
quiere en el imaginario social, precisamente y de forma paradójica debido
a su previa consideración como un ciudadano que, como cualquier otro,
ha disfrutado de igualdad de oportunidades. Véase al respecto lo que ya
mencionamos en el apartado II.2.

—65—
por vida,16 el notable endurecimiento del régimen penitenciario
mediante el establecimiento de condiciones más estrictas de ac-
ceso al régimen de cumplimiento en tercer grado o a la libertad
condicional,17 el renacimiento de las penas infamantes, como es
el caso de la publicación de listas de maltratadores o delincuen-
tes sexuales,18 o el aseguramiento de una efectiva persecución de
determinados delincuentes mediante el compromiso de ejercicio
de la acción popular por órganos del poder ejecutivo de las co-
munidades autónomas.

6. Redescubrimiento de la prisión
El que la prisión es una pena problemática se ha convertido en
un tópico, en el moderno doble sentido de la palabra, que ha es-
tado presente en la reflexión políticocriminal desde hace bastan-
tes décadas. En especial durante la segunda mitad del siglo XX se
convirtieron en lugar común una serie de consideraciones bien
fundadas sobre los efectos negativos del encarcelamiento sobre
los directamente afectados y sobre la sociedad en general. Ello
fomentó, en especial en los países que más habían avanzado en
el modelo resocializador, un fuerte movimiento favorable a bus-
car penas que pudieran sustituir total o parcialmente con ventaja
a la pena de prisión. Es el momento de desarrollo de sistemas
efectivos de penas pecuniarias, de la aparición de las penas de
trabajo en beneficio de la comunidad, de arrestos discontinuos,
de libertades vigiladas o a prueba en sus diversas modalidades,
16 Véanse los nuevos arts. 76 y 78 del código penal, tras la redacción de-
rivada de la LO. 7/2003. Es cierto que en otras épocas, sin ir más lejos
durante el franquismo, existían penas de prisión hasta de 40 años, pero la
institución de la redención de penas por el trabajo las reducía de forma
prácticamente automática en una tercera parte, lo que ahora ya no es posi-
ble. Los cambios que se han producido en el modelo penal han llevado en
otros países a la reintroducción o expansión de la pena de muerte, o a la
readmisión de penas corporales. Véanse referencias en GARLAND. op.cit.
pp. 9, 142, 213, 257.
17 Véanse referencias supra. En otros países se han restablecido las cuerdas
de presos. Véase GARLAND. Ibídem.
18 Véanse referencias en SILVA SÁNCHEZ. op. cit. p. 147. En ciertos ordena-
mientos se ha recuperado la obligación de los reclusos de portar unifor-
mes infamantes –a rayas...–. Véase GARLAND. Ibídem.

—66—
de la revalorización de la reparación del daño como sustituto de la
pena, y de los regímenes flexibles de ejecución penitenciaria.
Es cierto que en España el escepticismo hacia la pena de prisión
sólo fue capaz de superar el ámbito teórico o académico cuando
se iniciaron los trabajos de elaboración de un nuevo código penal,
pero, aunque tarde, el nuevo código penal de 1995 constituyó una
aportación significativa en ese sentido. Junto a la trascendente de-
cisión de eliminar las penas de prisión inferiores a los seis meses,
y la búsqueda de la efectividad en la penas pecuniarias mediante
la adopción del sistema de días-multa, se integraron en el sistema
de penas nuevas sanciones como la de trabajo en beneficio de la
comunidad o los arrestos de fin de semana, directamente encami-
nados a eludir desde un principio, o mediante su papel como sus-
titutivos, a una pena de prisión cuestionada. No se olvidó tampoco
de potenciar la institución de la suspensión de la ejecución de la
pena de prisión, ni de flexibilizar el régimen penitenciario, en es-
pecial en lo relativo a la obtención del tercer grado o la libertad
condicional.
Sin embargo, la mayor parte de esas medidas destinadas a ser
una alternativa a la pena de prisión nacieron huérfanas de los me-
dios materiales y personales necesarios para su efectivo desarro-
llo. Hoy por hoy, el sistema días-multa no ha impedido que las
cuantías de las multas se sigan calculando de modo semiautomáti-
co, sin atender apreciablemente a la diversa capacidad económica
de los culpables, las penas de arresto de fin de semana y trabajo
en beneficio de la comunidad continúan vírgenes, a falta de una
red de centros de arresto o de los correspondientes convenios con
las instituciones que pudieran acoger a los trabajadores comunita-
rios. Las posibilidades de un tratamiento en libertad propias de la
suspensión de la ejecución de la pena, el tercer grado o la libertad
condicional no se han aprovechado más allá del ámbito de la dro-
godependencia, y la indudable mejora de la infraestructura peni-
tenciaria, ahora de nuevo superada por el incremento de ingresos,
se ha centrado en las condiciones de habitabilidad, descuidando la
dotación de medios personales y materiales para las metas reso-
cializadoras inherentes al régimen penitenciario.19
19 Sobre la limitada aplicación de las penas alternativas a la prisión en los
juzgados de lo penal, véase el ilustrativo estudio empírico coordinado

—67—
Mientras todo este frustrante proceso sucedía en nuestro país,
en naciones de nuestro entorno cultural en las que estaba bien
asentado el sistema de penas alternativas a la prisión se estaba
produciendo un acelerado proceso de recuperación del prestigio
de las penas privativas de libertad, lo que estaba dando lugar
a las correspondientes reformas legales. Su reacreditación no
tiene que ver con una mejora de sus potencialidades reeduca-
doras, que siguen considerándose escasas o negativas, sino con
su capacidad para garantizar otros efectos sociopersonales de la
pena: En primer lugar, los intimidatorios y los meramente retri-
butivos, que con la adquisición por el delincuente del estatus de
persona normal y el ascenso de los intereses de las víctimas han
pasado al primer plano; en segundo lugar, los efectos inocui-
zadores, en virtud de los cuales se responde con el aislamiento
social y reclusión del delincuente al fracaso de la sociedad en la
resocialización de sus desviados y, sobre todo, a su negativa a
asumir los costes económicos y sociales vinculados al control
de la desviación en sus orígenes mediante las correspondientes
transformaciones sociales.20
Dada la inestable evolución española, no es de extrañar que
ese movimiento pendular haya encontrado campo abonado en
nuestro país en cuanto se han producido unas mínimas condi-
ciones favorables, como un transitorio incremento de la crimi-
nalidad y un gobierno y oposición mayoritaria que pugnan por
destacar en su lucha contra el crimen. Los frutos ya están en
nuestras manos: Sin haberse llegado nunca a ensayar seriamen-
te las penas alternativas a la prisión, las reformas de 2003 han
recuperado las penas cortas de prisión de tres meses en adelante
en paralelo a la supresión del arresto de fin de semana, se ha
incrementado la duración de las penas largas de prisión, se han
introducido importantes rigideces en el régimen penitenciario.

por CID/LARRAURI. Jueces penales y penas en España (Aplicación de las


penas alternativas a la privación de libertad en los juzgados de lo penal).
Tirant, 2002. passim.
20 Véanse las referencias en GARLAND. op. cit. pp. 8-9, 175-179, 148-150,
154-165; SILVA SÁNCHEZ. op. cit. pp. 141-147.

—68—
7. Ausencia de recelo ante el poder sancionatorio estatal
El derecho penal moderno se ha ido construyendo desde hace
algo más de dos siglos dentro de un cuidadoso equilibrio entre la
debida consideración del interés social en la protección de cier-
tos bienes fundamentales para la convivencia, y la persistente
preocupación por evitar que ese logro conlleve una intromisión
excesiva de los poderes públicos en los derechos y libertades in-
dividuales de los ciudadanos. Esa doble orientación ha originado
que los modelos de intervención penal contemporáneos, cuales-
quiera que estos fueran, estuvieran siempre refrenados en su tu-
tela de los intereses sociales por una nunca ausente desconfianza
de la ciudadanía hacia la capacidad de los poderes públicos para
hacer un uso moderado de las amplias posibilidades de actua-
ción que les otorgaban los instrumentos de persecución delictiva
y ejecución de penas.
Pero las actitudes sociales están experimentando en estos mo-
mentos un cambio que, a mi entender, no tiene antecedentes en
las sociedades democráticas modernas: Se está generalizando la
idea de que hay que renunciar a las cautelas existentes encar-
gadas de prevenir los abusos de los poderes públicos contra los
derechos individuales, a cambio de una mayor efectividad en la
persecución del delito. Y esa disponibilidad no se confina a ám-
bitos criminales bien delimitados, sino que se extiende al control
de la delincuencia en su totalidad, sin que la mayor visibilidad
que, a no dudar, tiene la que hemos llamado delincuencia clásica
deje fuera de este modo de proceder la delincuencia de cualquier
signo. Dicho de otra manera, los ciudadanos no delincuentes ya
no temen a los poderes públicos en el ejercicio de sus funciones
represivas, no se sienten directamente concernidos por los exce-
sos que con este fin puedan llevar a cabo. Y esto sí que es una
alarmante novedad en las sociedades democráticas.
Esa progresiva falta de recelo hacia el uso del instrumental
punitivo está permitiendo, en primer lugar, reformas impen-
sables hace poco tiempo. Basten como ejemplo la paulatina
generalización de la vigilancia de espacios y vías públicas me-
diante cámaras y otros artefactos de control visual y auditivo, la
simplificación de los procedimientos de adopción de medidas

—69—
cautelares penales y aun civiles,21 la facilitación de la prisión
preventiva22 y la disminución del control judicial de los procedi-
mientos penales mediante los juicios rápidos.23
8. Implicación de la sociedad en la lucha contra la delin-
cuencia
Durante mucho tiempo el epígrafe precedente significaba que
la comunidad asumía su responsabilidad en la génesis de la de-
lincuencia, y que se aprestaba a estimular y desarrollar iniciativas
dirigidas a eliminar la exclusión social de ciertos ciudadanos. Se
trataba de brindar apoyo familiar, laboral, asistencial, a los de-
lincuentes o a las personas en trance de convertirse en tales. La
meta era anticiparse a la intervención de los órganos formales de
control social –policía, administración de justicia...– mediante el
reforzamiento de los vínculos sociales de esas personas. Ahora
los mismos términos significan otra cosa, cómo mejorar la cola-
boración con la policía en la prevención del delito e identifica-
ción y detención de los delincuentes.
En nuestro país apenas se ha desarrollado lo que en otros
países se ha llamado prevención comunitaria, correlato de la
prevención policial: En último término todo se reduce a que la
comunidad, mediante una estrecha colaboración con la policía,
aprenda y acepte poner en práctica por sí misma técnicas y ha-
bilidades que permitan sustituir o incrementar la eficacia de las
intervenciones policiales para prevenir o perseguir el delito. De
esos afanes han surgido valiosos programas de diseño urbanísti-
co o viario anticrimen, útiles programas de difusión de técnicas
de autoprotección de las víctimas o de demanda de intervención

21 Como en el caso de la reciente regulación de la orden de protección de las


víctimas de la violencia doméstica, contenida en la L. 27/2003 de 31 de
julio.
22 A partir de las LLOO 13/2003 y 15/2003.
23 Dada el protagonismo adquirido por el impulso policial del procedimien-
to, así como el incremento de las conformidades. Véase LO 8/2002. Se-
gún datos facilitados a la prensa a comienzos de 2004 por el Consejo
general del poder judicial, en alrededor de un 50% de los casos tramitados
por el procedimiento de enjuiciamiento rápido se dicta sentencia de con-
formidad.

—70—
inmediata,24 pero también programas de control vecinal que ca-
pacitan a los residentes de un barrio para informar de cualquier
ciudadano desconocido y de aspecto inusual que transite por sus
calles lo cual, en aras a su mayor eficacia intimidatoria, se re-
cuerda mediante los correspondientes indicadores callejeros,25 o
policías de proximidad una de cuyas funciones específicas es
recoger la mayor cantidad posible de información vecinal en
principio delictivamente intrascendente.
Pero la directa implicación de la comunidad en la persecu-
ción del delito no queda limitada a tareas de colaboración con la
policía, sino que cada vez más los poderes públicos fomentan el
desempeño por la propia comunidad de las funciones propias de
los órganos formales del control social.
La expansión de la seguridad privada en nuestro país y en los
países de nuestro entorno supone una dejación generalizada de
responsabilidades por parte de los poderes públicos en relación
con uno de sus cometidos fundamentales, la salvaguarda del or-
den público. La asunción del control social penal por parte de
la sociedad civil se extiende asimismo a fases ulteriores a la de
prevención o persecución policiales:
Es conocido que países cercanos a nosotros han desarrollado
un sistema privado de establecimientos penitenciarios, lo que
no ha dejado de sorprender en amplios sectores sociales. Pero
deberíamos de ser conscientes de que España ya ha entrado de-
cididamente en esa dinámica: El sistema de ejecución de las me-
didas imponibles a menores responsables de delitos descansa ya
en gran medida en una red de centros e instituciones privadas,
concertadas con la administración pública competente, en la que
agentes privados ejecutan, entre otras, medidas de internamiento
prolongadas y aplican el régimen disciplinario legalmente pre-
visto. En el ámbito de la ejecución de penas de adultos, tampoco
pueden pasarse por alto los ingresos de drogedependientes con
pena suspendida o en libertad condicional en centros cerrados de
desintoxicación regidos por agentes privados.
24 Es el caso de las diversas actuaciones españolas de mejora de la preven-
ción y persecución de la violencia doméstica.
25 Conocidos en los países anglosajones como “Neighbourhood Crime Wat-
ch” o términos equivalentes.

—71—
Sin necesidad de entrar ahora en consideraciones sobre la le-
gitimidad o la eficiencia de todas estas actuaciones comunitarias,
lo decisivo a nuestros efectos argumentales es la constatación
de que todo este fenómeno de implicación de la sociedad en el
control de la delincuencia ha desplazado las energías de la co-
munidad del afán por lograr la inclusión social de los desviados,
al interés por garantizar la exclusión social de los delincuentes.
Lo que constituye un cambio en las actitudes sociales ante la
delincuencia de primera magnitud.

9. Transformación del pensamiento criminológico


A los embates que está recibiendo el control experto de la
criminalidad, y que ya señalamos más arriba,26 hay que añadir
una profunda transformación del abordaje de la delincuencia
por uno de los sectores expertos más relevantes, la criminolo-
gía. Durante las décadas de los 50, 60 y parte de los 70 del siglo
pasado, el estudio empíricosocial del delito y del delincuente se
centró en un enfoque etiológico que percibía la mayor parte de
la delincuencia como un producto de la marginación y privación
sociales. Los 70 y los 80 presenciaron una acentuación de esta
aproximación metodológica, cuando desde la teoría del etiqueta-
miento y los más amplios enfoques de la criminología crítica las
instituciones sociales que tenían encomendadas tareas de inte-
gración y de control sociales pasaron a ser consideradas factores
directamente configuradores y generadores de la delincuencia.
Desde los 90 del pasado siglo la criminología ha experimenta-
do un profundo cambio de perspectiva: Ya no son la marginación
o exclusión sociales ni siquiera las instituciones de integración
y control sociales las que crean delincuencia, sino que la delin-
cuencia surge por defecto, es la consecuencia de la ausencia de
un suficiente control social, y lo que procede es incrementar este
último.
Acomodadas o no dentro de lo que se ha venido en llamar la
criminología administrativa o la criminología actuarial,27 predo-
26 Véase apartado II.4.
27 Véanse referencias en LARRAURI PIJOAN. La herencia de la criminología
crítica. Siglo XXI , 1991. pp. 143 y ss; GARRIDO/STANGELAND/REDONDO.
Principios de criminología. 2ª edic, 2001. Tirant. pp. 384-390.

—72—
minan orientaciones que niegan o se abstienen de resaltar el pre-
tendido trato desigual de la sociedad o de sus instituciones hacia
los que terminan convirtiéndose en delincuentes. En contraste,
los delincuentes serían personas normales, bien integradas o in-
tegradas aceptablemente en la comunidad, que actúan de modo
racional y que se limitarían a aprovechar las oportunidades de
delinquir que se les ofrecen. Las soluciones a tales tentaciones
han de transitar por dos vías fundamentales: Por una parte, re-
forzando los efectos reafirmadores de la vigencia de las normas
e intimidatorios, propios de penas suficientemente graves; dado
que estamos ante ciudadanos que se comportan racionalmente,
incorporarán fácilmente a su proceso motivacional tales costes,
y terminarán desistiendo de realizar comportamientos delicti-
vos. Por otra parte, hay que desarrollar políticas de prevención
situacional, que desplazan la atención desde el delincuente al
delito, y se centran en reducir las oportunidades para delinquir;
ello exige hacer menos atractivos los posibles blancos delictivos
mediante la introducción de medidas de seguridad de todo tipo,
algunas de mero sentido común, las más incorporando medios
técnicos, unas a ejecutar directamente por la comunidad, otras a
desenvolver en el nivel de control social institucional, todas ellas
expresivas de una opción de lucha contra la delincuencia que
ha decidido detenerse en el plano más superficial del comporta-
miento delictivo, sin interesarle las causas profundas de él.
Tampoco han faltado orientaciones, como la criminología
feminista, que, sin desconocer las causas profundas de deter-
minados comportamientos delictivos, ha dado la primacía a las
intervenciones penales frente a otro tipo de intervenciones socia-
les y, en consecuencia, ha sido una de las principales impulsoras
de lo que podríamos denominar el bienestarismo autoritario. En
efecto, esta corriente de pensamiento ha puesto acertadamente
de manifiesto la necesidad de desmontar la sociedad patriarcal,
la cual ha sido capaz de superar, apenas alterada, las profun-
das transformaciones sociales que han tenido lugar en el siglo
XX y de mantener, consiguientemente, insostenibles desigualda-
des sociales entre los géneros. Pero, además, la mayoría de las
perspectivas feministas, a la búsqueda de una enérgica reacción
social ante tal estado de cosas, han tenido éxito en extrapolar

—73—
la significativa presencia en esa actitud patriarcal de conductas
violentas hacia las mujeres, al conjunto de comportamientos so-
ciales lesivos de los derechos individuales de éstas, de forma
que se ha generalizado la imagen social de que la violencia es
el vector explicativo de la desigualdad entre los géneros. Así ha
conseguido que esta desigualdad se perciba indiferenciadamente
como un problema de orden público, para cuya solución los me-
canismos preferentes han de ser los penales.
Ello origina que el discurso se centre, en primer lugar, en ase-
gurar una punición suficientemente grave de un número signifi-
cativo de comportamientos patriarcales, ya no necesariamente
violentos,28 mediante una entusiasta reivindicación de la pena
de prisión y un paralelo desprecio de las pretensiones resocia-
lizadoras hacia los delincuentes, consideradas inútiles e indebi-
damente detractoras de recursos hacia las víctimas. En segundo
lugar, asegurado el castigo, la ineludible transformación de las
pautas y actitudes patriarcales difundidas por todo el tejido so-
cial encuentra de nuevo en el derecho penal un instrumento téc-
nico privilegiado, dada su pretendida capacidad para promover
cambios sociales a través de sus efectos simbólicos: ello le otor-
ga una función pedagógica superior a la de cualquier otro tipo de
intervenciones sociales, las cuales, sin desaparecer, quedan en
un segundo plano ante la potencia socialmente transformadora
del derecho penal.

III. POSICIONAMIENTO Y ESTRATEGIAS


Una vez identificado ese conjunto de actitudes sociales, debe-
ríamos evitar la tentación de limitarnos a reiterar el desdén hacia
28 Véase, por ejemplo, el nuevo estatus penal otorgado a las amenazas en el
marco de la denominada violencia doméstica mediante su incorporación
al delito de lesiones, sea de forma directa a través de la transformación
de las faltas en delito, sea mediante la incorporación a él de la violencia
psíquica. Un fenómeno semejante se ha producido con la autonomía ad-
quirida por el concepto amplio de amenazas que ha dado lugar al delito de
acoso sexual y con el que se anuncia respecto al acoso laboral. Cfr. arts.
153 y 184 del código penal, tras las reformas de 2003 y 1999, respectiva-
mente.

—74—
la mayor parte de estas evoluciones sociales. Propongo que no
olvidemos intentar comprender la postura del otro y su solidez,
antes de plantearnos qué procede hacer y qué estrategias hay que
desarrollar para conseguirlo.

1. Los errores del garantismo


Ese intento de comprensión debiera comenzar por reconocer
los errores cometidos por un pensamiento penal férreamente an-
clado en el modelo garantista.
Pecado original del garantismo ha sido su inmovilismo. La
defensa de ciertos principios considerados intocables le ha lleva-
do a convertirse en un peso muerto, en una fuerza negativa, a la
hora de abordar cualesquiera iniciativas de control social dirigi-
das a resolver nuevas e ineludibles necesidades sociales. Eso se
puede ejemplificar, por el momento, en tres aspectos:
El primero podría ser su olímpico desprecio hacia todo lo que
suponga abandonar el cómodo hogar de los principios. Su des-
cuido de las aproximaciones empíricas a la realidad del delito y
del delincuente ha permitido que su discurso políticocriminal se
haya mantenido inmune a los cambios sociales que se han ido
sucediendo. No se trata tanto de recordar una vez más la incom-
prensible desconsideración por su parte del estatus científico que
se merece la criminología, sino de llamar la atención sobre la
capacidad del modelo garantista para ignorar ciertas realidades
que contradicen sus orientaciones políticocriminales: La insen-
sibilidad hacia la degradación de la convivencia en determina-
dos barrios en los que se concentraba el tráfico y consumo de
heroína durante la pandemia de los años 80 y 90, y hacia las
iniciativas vecinales al respecto, es un buen ejemplo.
A estos últimos efectos, el garantismo se ha servido macha-
conamente de un principio tan poliédrico y confuso como el de
intervención mínima29 para descalificar un buen número de ini-
ciativas de activación del derecho penal que luego, sin embargo,
han mostrado una eficacia o efectividad aceptables sin que, por
lo demás, hayan puesto en peligro principios básicos. Pense-
mos en las reticencias a las reformas penales encaminadas a una
29 Véase una crítica a su misma formulación en DÍEZ RIPOLLÉS. La raciona-
lidad.... op. cit. pp. 143-144.

—75—
mejor persecución del terrorismo callejero o de baja intensidad,
y en las objeciones de principio a una utilización del derecho
penal para afrontar la violencia doméstica. El que ahora tales
actuaciones no sean objeto de crítica por el garantismo no nos
exime de recordar lo que se dijo en el momento de su implemen-
tación.
Por último podríamos citar la incomprensible, cuando no
irresponsable, actitud según la cual la reflexión jurídicopenal se
debe concentrar en una correcta interpretación de las leyes, ya
que es mediante el aseguramiento de una aplicación judicial del
derecho acorde con los principios garantistas, salvaguardada en
último término por el tribunal constitucional, como se satisfarán
las aspiraciones del derecho penal mínimo. Encerrados, conse-
cuentemente, en la torre de marfil de la dogmática, desdeñosos
de los vaivenes políticos, se ha dejado que los encargados de
elaborar las leyes operen sin el apoyo de elaboraciones teóricas
y sin estar sometidos a constricciones normativas dignas de con-
sideración.

2. El discurso de la resistencia
Quizás, de todos modos, no haya que perder los nervios. Po-
demos estar ante un fenómeno pasajero. Para nadie es un secreto
que todo el mundo occidental desarrollado está registrando en
las dos últimas décadas un generalizado reflujo del estado del
bienestar que, además de hacer difícil en ocasiones la distinción
entre políticas conservadoras y progresistas, ha hecho que en
nuestra sociedad haya arraigado un individualismo exacerba-
do, en el que cualesquiera explicaciones de la delincuencia que
aludan a factores estructurales tengan dificultades para abrirse
paso frente a las más simplistas referencias al libre arbitrio del
delincuente. Pero las negativas consecuencias sociales de tales
programas de actuación ya son manifiestas en muchos países y
es previsible que sigan incrementando su visibilidad en éstos y
en otros países.
España no es una excepción, y el ya prolongado ciclo conser-
vador en el que nos encontramos está haciendo sentir claramente
sus efectos sobre el modesto estado de bienestar laboriosamente
construido en los años 80 y comienzos de los 90; y es de es-

—76—
perar que también entre nosotros se acumulen los datos sobre
las nefastas consecuencias sociales a que tal política está dando
lugar.30
De todas formas, a la espera de la reversión del fenómeno,
no debiéramos olvidar el pavor electoralista de una parte de la
izquierda. La adhesión de los socialistas a la política de ley y
orden permite augurar que no saldremos tan fácilmente de ese
ciclo en lo que se refiere a materias afectantes a la seguridad
ciudadana. Con cierto retraso respecto a sus homólogos britá-
nicos o franceses, la izquierda moderada española parece haber
abrazado los postulados de la llamada criminología de la clase
obrera o de los nuevos realistas de izquierda,31 y ha convertido
la seguridad ciudadana en objetivo prioritario de la lucha contra
la delincuencia, abandonando su tradicional aproximación a la
criminalidad desde las causas y no desde los síntomas.
Ante esta situación, el discurso de la resistencia tiene dos ta-
reas delante de sí. Por un lado, reaccionar enérgicamente ante
las propuestas entreguistas que, dentro de la propia reflexión
jurídicopenal, propugnan legitimar la reciente evolución polí-
ticocriminal, vista como un fenómeno inevitable. Por otro lado,
contraatacar plantando cara a los agentes sociales responsables
de este estado de cosas políticocriminal.
En cuanto a lo primero, hay que rechazar aquellas posturas
que pretenden dar carta blanca a los poderes públicos en su lucha
contra la delincuencia. Así, la tesis conocida como el “derecho
penal del enemigo”,32 que propugna la creación de un derecho
represivo excepcional, aligerado de garantías y usuario de pe-
nas extremadamente duras, para determinadas formas de delin-
cuencia que van desde la terrorista, pasando por muy diversos
tipos de delincuencia organizada, hasta la delincuencia clásica
30 Una sugerente –¿y consoladora?– interpretación de las recientes reformas
penales como desarrollo de la política criminal de la derecha en el poder,
sin dejar de reconocer, con todo, la deriva socialista, se encuentra en GON-
ZÁLEZ CUSSAC. op.cit. pp. 13-19, 22, 24, 28.
31 Véase lo dicho supra en apartado II.9.
32 Actualmente su defensor más decidido es JAKOBS, cuya última formula-
ción al respecto parece estar en JAKOBS/CANCIO. Derecho penal del enemi-
go. Thomson-Cívitas, 2003. pp. 21-56. Véase su aceptación, aunque más
matizada, en SILVA SÁNCHEZ, La expansión.... op. cit. pp. 163-167.

—77—
o callejera habitual o profesional, constituye una defección en
toda regla, con armas y bagajes, al campo de la ideología de la
seguridad ciudadana. Su pretensión de fundamentar los excesos
de intervención penal propuestos en el dato de que estamos ante
individuos que han decidido autoexcluirse de los valores y nor-
mas de la sociedad en la que viven, lo que justificaría su consi-
deración como extraños a la comunidad, muestra un sinnúmero
de incongruencias, que no es éste el lugar para destacar.33
En cuanto a lo segundo, procede ahora desenmascarar a un
conjunto de agentes sociales que se han convertido en los por-
taestandartes de la nueva ideología de la seguridad ciudadana.
Ante todo, los medios de comunicación social: Su avidez lucra-
tiva en unos casos, su sesgo ideológico en otros, la lucha por los
lectores o la audiencia en casi todos, les ha hecho apurar al máxi-
mo las innegables potencialidades mediáticas de la criminalidad,
a la que mantienen una y otra vez en sus portadas. No importa, a
tales efectos, que la imagen social que se transmita de la delin-
cuencia y de su persecución se asiente sobre anécdotas y sucesos
aislados descontextualizados, que se incremente sin fundamento
real la preocupación y miedo por el delito y las consecuentes de-
mandas sociales de intervención, o que se haya de ocultar la ig-
norancia y falta de preparación de sus profesionales a la hora de
entender los complejos conflictos sociales que están narrando.
En segundo lugar, la propia comunidad, asustada de lo que le
cuentan y, a veces, de lo que directamente experimenta, y hala-
gada hasta el hastío por todo tipo de agentes sociales ocupados
primordialmente en exculparle de toda responsabilidad. Ella ha
acabado creyéndose que una aproximación vulgar –en términos
positivos, “de sentido común”– a la criminalidad, compuesta
sustancialmente de mano dura y de amplias dosis de incompren-
sión e incomunicación intersubjetivas, es la única receta capaz
de frenar el inminente caos social, siempre anunciado. Su des-
interés por las aportaciones expertas en este campo no deriva
33 “Críticamente sobre el derecho penal del enemigo”, CANCIO MELIÁ. op. cit.
pp. 78-102; LAURENZO COPELLO. Recensión a SILVA SÁNCHEZ. “La expan-
sión del derecho penal”. 2ª edic. En Revista de derecho penal y crimino-
logía. nº 12. pp. 455-456; Maqueda Abreu. op. cit. pág. 11; Muñoz Conde.
“¿Hacia un derecho penal del enemigo?”. Diario El País, 15-1-2003.

—78—
sólo de la frecuente incompetencia de esos expertos, sino que en
buena medida arraiga en el progresivo engreimiento de la plebe
en las sociedades de masas,34 que le ha llevado a pensar que es
ella la que debe tomar directamente minuciosas decisiones para
el abordaje de muy diferentes y complejos problemas sociales,
en lugar de dejarlas en manos de los expertos y exigir luego, eso
sí, responsabilidad por los errores cometidos.
Pero esta situación sería poco menos que inimaginable si la
política profesional no hubiera abandonado desde hace ya algún
tiempo una de sus máximas de actuación irrenunciable: aquella
que establece que los políticos son creadores de opinión, y no
meros transmisores de las opiniones originadas en la comuni-
dad. Sus desvelos por no permanecer en la oposición les llevan
con demasiada frecuencia a olvidar, o al menos a arrumbar tem-
poralmente, sus creencias antes que soportar las consecuencias
electorales de mantener opiniones en algún momento minorita-
rias. Poco más merece decirse de un fenómeno tan conocido.

3. El reconocimiento del terreno


Ahora bien, si no nos conformamos con resistir, y queremos
avanzar en la acreditación de un modelo de intervención penal
distinto al de la seguridad ciudadana, debemos reconocer bien el
terreno. Y para ello conviene que evitemos descalificaciones ideo-
lógicas apresuradas, que nos crean la ilusión de vivir en un mundo
simple, dividido entre buenos y malos. Citemos algunas.
La idea de que garantizar la seguridad ciudadana es un obje-
tivo cuya consecución beneficia de modo singular a las clases
media/baja y baja de la sociedad, fue un acertado descubrimien-
to de las corrientes criminológicas que, desde aproximaciones
progresistas a la delincuencia, huían de los excesos de la cri-
minología crítica.35 La incorporación de este pensamiento a los
34 Un sugestivo ensayo sociológico sobre el papel de la masa como actor
social en las modernas sociedades lo constituye la obra de SLOTERDIJK,
El desprecio de las masas. Pretextos, 2002, en especial pp. 9-29, 71-99,
donde, entre otras cosas, sostiene que la sociedad de masas democrática
persigue ante todo obtener la autoestima de la propia masa, lo que exige
despreciar las diferencias individuales, sólo admisibles en cuanto artifi-
cialmente creadas y revocables.
35 Véase supra apartado II.9.

—79—
programas políticos de la izquierda satisface justificadas de-
mandas de su electorado: En ellas se aúnan la realidad de los
colectivos víctimas de la delincuencia y desorganización social
callejeras, con el imposible mantenimiento por más tiempo de
una concepción ingenua del delincuente como mera marione-
ta de los condicionamientos sociales. Que ello haya dado lugar
a propuestas de intervención centradas en los síntomas, y que
la lucha contra las causas sociales de la delincuencia se haya
quedado en una mera referencia retórica, sin autonomía progra-
mática ni contenido presupuestario dignos de mención,36 es una
contingencia que no tendría por qué haberse producido.
El descubrimiento por algunos movimientos sociales de la
fuerza expresiva e integradora del derecho penal, y su uso inmo-
derado, hasta el punto de que en sus programas las propuestas de
intervención punitiva arrinconan a aquellas de naturaleza pura-
mente social no puede hacernos olvidar que tales organizaciones
sociales son alimentadas por corrientes ideológicas que luchan
por consolidar y profundizar un estado del bienestar para el que
corren malos tiempos. Que sus meritorios esfuerzos concluyan
en demasiadas ocasiones en lo que hemos venido en llamar un
36 Un buen ejemplo de lo que digo se encuentra en el programa electoral
del partido socialista para las elecciones generales de 2004: El apartado
dedicado a la delincuencia y la seguridad ciudadana ocupa 10 páginas, en
las que, tras criticar la política del partido popular, describe la estrategia
socialista en torno a dos pilares: El primero son las políticas de solida-
ridad y cohesión social, y el segundo un sistema público de seguridad
eficaz. Sin embargo, al primer pilar dedica escasamente una página, con
seis propuestas de las cuales sólo las dos primeras atienden propiamente
al fomento de la inclusión social, y sin que ninguna de las dos contenga
una sólo propuesta concreta más allá de la puesta en marcha de un Plan
nacional de prevención de la delincuencia. El segundo pilar ocupa al me-
nos cuatro páginas y media, y está trufado de todo tipo de medidas y com-
promisos concretos para el desarrollo del modelo policial preconizado.
En los pasajes adicionales dedicados a la política penitenciaria, pese a una
decidida apuesta por la resocialización, sólo cuatro de las diez medidas
propuestas tienen que ver directamente con programas de tratamiento, sin
que haya una sola mención al fomento de penas alternativas a la prisión.
La misma orientación se aprecia en el apartado específico referido a la lu-
cha contra el tráfico de drogas. Véase Partido Socialista Obrero Español.
“La democracia de los ciudadanos y ciudadanas. La España plural. La
España constitucional”. 2004.

—80—
bienestarismo autoritario, de cortas miras, dudosa eficacia y es-
casa legitimación, es algo ciertamente a lamentar.
En cualquier caso, ni un análisis realista de la delincuencia,
ni las pretensiones de progresar en la construcción del estado
del bienestar, son actitudes ajenas al desarrollo de un modelo
alternativo al de la seguridad ciudadana. Por mucho que en estos
momentos, y en demasiadas ocasiones, estén contribuyendo jus-
tamente a su consolidación.

4. Las explicaciones estructurales


A la búsqueda de explicaciones que ahonden en las trans-
formaciones sociales que han llevado a este repentino cambio
en el paradigma sancionador penal, pienso que la ideología de
la inseguridad ciudadana es en gran medida una liviana cortina
que vela un conjunto de malestares sociales que se han asentado
firmemente entre la población en los últimos años. La relevan-
cia otorgada a la delincuencia y a su control oculta, mediante
una sencilla explicación, fenómenos sociales de mayor fuste y
complejidad. Permítaseme aludir a dos de ellos especialmente
significativos:
Estamos pagando las consecuencias derivadas del desman-
telamiento del estado del bienestar o, si se quiere, de su inci-
piente consolidación en España. Acontecimientos sociales de
primera fila, como las reformas laborales que han conducido a
la precariedad en el empleo, el deterioro de servicios sociales
básicos como la sanidad y la educación, las dificultades para el
acceso a la vivienda, la progresiva pérdida de generalidad de las
obligaciones fiscales y de su carácter distributivo, entre otros
fenómenos,37 han hecho que las legítimas aspiraciones de am-
37 Se pueden mencionar algunos datos significativos: Según Eurostat, Es-
paña era en 2000 el penúltimo país de la Unión europea en porcentaje
de PIB dedicado a gasto social. El empleo precario supone ya, tras unos
pocos años de vigencia de las nuevas normas de contratación laboral, más
del 30% de todo el empleo y, para hacerse una idea de su evolución, baste
decir que en la provincia de Málaga el 92% de todos los contratos fir-
mados en 2003 fue temporal, con una duración media de 80 días. Por lo
que se refiere a la sanidad, España ocupa, según la OCDE, el penúltimo
lugar de la UE en gasto de salud por habitante. El gasto público estatal
destinado a la vivienda ha pasado del 1% de 1993 al 0’5% en 2004, y si la

—81—
plios sectores sociales a desarrollar un proyecto vital coherente
y con proyección en el tiempo se estén viendo frustradas. Ello
da lugar entre las capas sociales perjudicadas por esta evolu-
ción a una sensación de inestabilidad personal que no favorece
la comprensión hacia los comportamientos delictivos, los cuales
se perciben en buena medida como actuaciones ventajistas, que
pretenden beneficiarse del respeto a las normas por los demás
a la hora de lograr los mismos objetivos sociales; por su parte,
los sectores sociales que están sacando provecho de toda esta
desregulación no ven motivos para aportar comprensión hacia
un tipo de comportamientos, los de la delincuencia clásica, que
sólo reflejan un insuficiente esfuerzo de ciertos sectores sociales
para ajustarse a las nuevas realidades sociales.38
Tampoco hay que olvidar el extendido desconcierto personal
que está originando un mundo cada vez más complejo y en rápi-
da transformación: La sensación de que la sociedad evoluciona
espontáneamente, sin ninguna dirección previsible y menos con-
trolable, la consciencia de que las exigencias de la mundializa-
vivienda protegida constituía el 30% de las viviendas iniciadas en 1996,
ahora, en 2003, apenas llega al 7%; el porcentaje de ingresos destinado
por las familias a pagar la hipoteca se aproxima al 50% en 2003, cuando
en 1996 apenas superaba el 30%. La APIFE, asociación que aglutina a
más del 90% del colectivo de inspectores que trabaja en la Agencia tribu-
taria lleva meses denunciando el sesgado control del fraude tributario que
se lleva a cabo, centrado casi de modo exclusivo en los que ya declaran,
y que está dando lugar a graves lagunas de inspección en el ámbito de la
actividad financiera e inmobiliaria, llegando a afirmar que pareciera que
las últimas reformas han ido encaminadas a facilitar la evasión fiscal de
tales colectivos. Véanse informaciones, y referencias adicionales de la
fuente, en diario El País, 25-1-2004, 26-1-2004, 27-1-2004, 30-1-2004,
31-1-2004, 12-2-2004 (País Andalucía).
38 En un sentido cercano, a la hora de interpretar las causas de las últimas
reformas penales, SÁEZ VALCARCEL. “La inseguridad, lema de campaña
electoral”. Jueces para la democracia. nº 45. 2002. passim.; MAQUEDA
ABREU. op. cit. passim; ZUGALDÍA ESPINAR, Seguridad ciudadana y estado
social de derecho (en prensa). Ejemplar mecanografiado. pp. 1-2, 4, 9.
Una contundente explicación del modelo de seguridad ciudadana en
EE.UU desde la perspectiva de un estado económicamente desregulado y
socialmente desmantelador o condicionador de las políticas de asistencia
social, se encuentra en WACQUANT Las cárceles de la miseria. Alianza
editorial, 2001. passim.

—82—
ción superan con creces las capacidades individuales, el recelo
ante una inmigración desbordada,39 extraña y recipiendaria de
todo tipo de actitudes prejuiciosas, por no citar más que algunos
hechos, originan ciertamente un replegamiento hacia identida-
des colectivas que parecen ofrecer un suelo firme sobre el que
caminar. Pero también fomentan visiones de exclusión social,
que buscan a través de la estigmatización de ciertos colectivos
sociales la confianza perdida en uno mismo y en los más cerca-
nos.
El modelo de seguridad ciudadana satisface muchas de las
necesidades antedichas: Se asienta sobre un conjunto de valo-
res que se estiman incuestionables, distingue nítidamente entre
ciudadanos y delincuentes, preconiza la dureza frente a intrusos
y extraños, ignora las desigualdades sociales... Suministra, en
suma, certezas en extremo convenientes para desenvolverse en
un mundo desregulado e imprevisible.

5. El modelo a promover
Tras todo lo que llevamos dicho, algo creo que ha quedado
claro: El debate social y jurídico sobre la política criminal con-
temporánea no oscila entre los polos de más o menos garantis-
mo, sino sobre los modelos más eficaces de prevención de la
delincuencia. En ese sentido, la alternativa al modelo de la segu-
ridad ciudadana no es el modelo garantista, sino un modelo pe-
nal bienestarista, que anteponga una aproximación social a una
aproximación represiva hacia la delincuencia. Y los términos del
debate se desenvuelven, en consecuencia, en el campo de la ra-
cionalidad pragmática, esto es, en el de la efectividad y eficacia
de las medidas de intervención social a tomar.40 La contraposi-
ción entre estas dos perspectivas, sin perjuicio de que ninguna
renuncie plenamente a contenidos de la otra, refleja el contraste
39 Se ha pasado de una tasa de inmigrantes ajenos a la UE de un 1’5% en
1999 a otra cercana al 6% en 2003, o lo que es lo mismo, a un ascenso de
600.000 a dos millones y medio en cuatro años, lo que es sorprendente
aun contando con el significativo afloramiento de la inmigración irregular
a través de las cifras de empadronamiento. Se calcula que en 2010 podrán
ya suponer el 14% del total de la población.
40 En mucha menor medida, también tiene lugar en el ámbito de la raciona-
lidad teleológica, a saber, el de los objetivos sociales a conseguir.

—83—
entre un afrontamiento ingenuo, tosco, de la delincuencia, cen-
trado en los síntomas e incapaz de ver más allá del corto plazo,
y un abordaje de la criminalidad experto, consciente de la com-
plejidad del fenómeno, centrado en las causas y dispuesto a dar
su tiempo a las modificaciones sociales.
Pero la efectividad y eficacia del modelo penal bienestarista
hay que demostrarlas, o al menos hacerlas plausibles, y eso no
se logra reclamando adhesiones ideológicas ciegas en una so-
ciedad cada vez más desideologizada. Hay que documentar las
consecuencias negativas del modelo de la seguridad ciudadana
y su previsible, si no ya presente, fracaso. Para ello es preciso
abandonar la argumentación en el mero terreno de los princi-
pios, y descender a discursos en los que las alternativas defen-
didas estén bien apoyadas en datos empírico-sociales. Sólo así,
por otra parte, recuperará la pericia políticocriminal su fuerza de
convicción y el lugar del que ha sido desalojada.
Que el debate no pueda eludir, o incluso deba centrarse, en la
racionalidad pragmática no quiere decir que hayan de arrumbarse
imprescindibles referencias valorativas. En este sentido, hay que
retomar con decisión los esfuerzos a favor de la “modernización”
del derecho penal, esto es, de una ampliación de la intervención
penal a ámbitos socioeconómicos y de interés comunitario hasta
hace poco considerados ajenos a la política criminal. El carácter
esencial de los intereses protegidos y la exigencia constitucional
de igualdad de trato de todos los ciudadanos obliga a incorporar
la criminalidad de los poderosos al acervo de conductas objeto
de consideración del derecho penal. Esta es la genuina tarea ex-
pansiva de la criminalización que corresponde al modelo penal
bienestarista: Ha de liberar al derecho penal del estigma de ser
el derecho de los pobres, y ha de asegurar que cumpla realmente
su función, la de ser un derecho orientado a la salvaguarda de los
presupuestos esenciales para la convivencia. Se impone, por tan-
to, una contundente reacción ante aquellas propuestas que, con
mejor o peor intención, proponen una reducción significativa de
la aún incipiente punición de conductas socialmente muy pertur-
badoras pero realizadas en nichos sociales acomodados.
En cualquier caso, debe reiterarse que tanto las nuevas deci-
siones de criminalización como las clásicas, por muy relevantes

—84—
que sean los intereses que tutelen, deben someterse en el modelo
penal bienestarista al contraste de su efectividad y eficacia. Ello
obliga a un análisis cuidadoso de todos los recursos sociales dis-
ponibles, de forma que cualquier intervención penal habrá de
acreditar su utilidad o el plus de utilidad que le hace preferible
a otro tipo de intervenciones. Se ha de estar, en consecuencia,
dispuesto a que un uso consecuente de esta pauta decisional con-
tradiga asentados lugares comunes en el ámbito del principio de
subsidiariedad penal.
¿Y qué hacemos con el sistema de garantías tan trabajosa-
mente construido? Mantenerlo o, mejor dicho, convencer a la
sociedad de que no puede prescindir de él. Para ello hay que
procurar, en primer lugar, que el garantismo deje de ser enten-
dido como un modelo global de intervención penal. Esta carac-
terización, que en buena parte le hemos venido atribuyendo por
defecto, condicionados por la ausencia de auténticos proyectos
políticocriminales, no responde a su naturaleza. Pues su función
no es elaborar programas de actuación políticocriminales, sino
constituirse en un baluarte, una trinchera, frente al posible abuso
de los poderes públicos al desarrollar tales programas.
Aclarado esto, y en segundo lugar, hay que hacer creíble a la
sociedad que estos abusos existen, y que se pueden incrementar.
Sólo cuando suficientes sectores sociales comprendan los ries-
gos que implica el desmantelamiento del sistema de garantías
se estará en condiciones de revertir el fenómeno social antes
aludido, por el que se está dispuesto a sustituir garantías por
efectividad en la persecución del delito. De nuevo convendría
que descendiéramos de los principios y las abstracciones a casos
concretos, a la descripción de abusos efectivos sobre potenciales
y reales delincuentes.
Por lo demás, el sistema de responsabilidad penal será tanto
más sólido cuanto mejor exprese, de forma depurada pero com-
prensible, las ideas sociales vigentes sobre cuándo alguien debe
responder por sus actos y en qué grado. Allí está su fuerza, y no
en refinadas e inaccesibles construcciones conceptuales. Y algo
parecido sucede con el sistema de verificación de la responsabi-
lidad, en el que, por ejemplo, la actividad probatoria no debería

—85—
ver obstaculizada su aproximación empírica a la realidad, ni su
uso de reglas lógicas o argumentativas ampliamente comparti-
das, por frenos garantistas negadores de la evidencia.41

41 Sin perjuicio de las reacciones, enérgicas, que debieran incidir sobre


quienes lleven a cabo prácticas de investigación y prueba prohibidas.

—86—
SOCIEDAD OCCIDENTAL Y VIOLENCIA DIFERIDA
por
JESÚS GARCÍA CALDERÓN
JESÚS GARCÍA CALDERÓN, nacido en Badajoz, en 1959, curso estudios de Dere-
cho en la Universidad Hispalense de Sevilla, especializándose en Derecho Público en
1981. Ingresó en la Carrera Fiscal en 1985, cubriendo su primer destino en la Audien-
cia Provincial de Huelva y, en 1986, fue nombrado Fiscal de la Audiencia Territorial
de Sevilla.
En 1995 fue nombrado Fiscal Jefe de la Audiencia Provincial de Lugo y en
2001, Fiscal Superior de Andalucía, siendo renovado para el cargo el pasado mes de
septiembre, por unanimidad de todos los miembros del Consejo Fiscal.
Consejero Consultivo de Andalucía, ha promovido desde el año 2003 la creación
de las primeras redes especializadas de fiscales en materia medioambiental, de lucha
contra los siniestros laborales y para combatir la violencia de género.
Ha publicado más de una veintena de trabajos jurídicos y ha desarrollado activida-
des docentes en varias universidades españolas y extranjeras. Desde 2001 ha desarro-
llado trabajos como Consultor Internacional para la protección legal del Patrimonio
Histórico en Colombia, Bolivia, Ecuador, Argentina, Méjico y Uruguay. También ha
desarrollado funciones de apoyo institucional al Ministerio Fiscal en las repúblicas de
Honduras y Panamá, donde recientemente ha elaborado un informe sobre la situación
de la justicia juvenil.
Es autor, además, de nueve libros de poesía y prosa, diversos textos sobre litera-
tura española contemporánea y de otras publicaciones.

—88—
RESUMEN DE CONFERENCIA

L AS reflexiones que desarrollan anualmente las institucio-


nes policiales y judiciales en España no suelen incidir
en el análisis y examen acerca de cuales sean las causas
generadoras de la violencia. Se alude –en todo caso– al incre-
mento o descenso puramente numérico de los actos delictivos
y, con una cierta timidez y reserva, a las causas genéricas que
pueda presentar la evolución de la criminalidad, así como a las
dificultades que comporta su adecuado tratamiento jurisdiccio-
nal, proponiendo algunas reformas legislativas o algunas nuevas
formas de organización y coordinación institucional. Lo cierto,
como acabamos de señalar, es que no hay alusión alguna para
el examen científico de sus fuentes por parte de quienes tienen
en sus manos, precisamente, el grueso del material empírico al-
macenado oficialmente sobre los actos relevantes de violencia
social.
La materia que pretendo abordar en mi ponencia es la que
se refiere a la que podríamos llamar algunas formas recientes de
violencia social que se encuentra relacionada con algunos fenó-
menos criminales abordados por la doctrina penal.
Por violencia social, aunque todas las violencias cuentan
con esa condición, podemos entender, entre otras, aquella que,
de una forma injustificada, se dirige al entorno próximo y ur-
bano del agresor, no a las personas, con la finalidad de expo-
ner una protesta difusa y relacionada con las dificultades que

—89—
sufre el agente para el ejercicio cotidiano de sus derechos fun-
damentales. La falta de vivienda, el trabajo precario, la falta de
adaptación de colectivos relativamente marginados, la elevación
abusiva de precios, la asistencia social como remedio ingrato
a la continuidad de una vida familiar, son algunas de las razo-
nes que se esgrimen por estos grupos para justificar sus excesos.
Esta forma de violencia social no suele encontrar arraigo en las
zonas rurales y cuenta con un habitual ingrediente juvenil, aun-
que el límite de juventud en todas las sociedades occidentales y,
muy especialmente, en la sociedad española, se encuentra con
magnitudes cada vez más preocupantes, porque preocupante es
tener jóvenes de cuarenta años que no quieren serlo o, mejor di-
cho, que quieren serlo desde una perspectiva biológica pero no
desde una perspectiva social y profesional.
En principio, la tradición judicial española ha sido la de con-
siderar que este examen ha pertenecido de forma exclusiva al
ámbito académico, olvidando que la atenta observación de la
realidad y su análisis nos permitiría entablar un diálogo enrique-
cedor con la comunidad científica y encontrar un cúmulo de ra-
zones para avanzar en la persecución legal de los actos violentos
y en su erradicación.
Es preciso llevar a cabo un análisis actualizado de la relación
que pueda existir entre la sociedad occidental y estos nuevos
brotes de violencia social. Uno de los fenómenos recientes que
contempla el jurista comprometido, el que analiza con una ma-
yor preocupación el respeto necesario para nuestros derechos,
es la explosión frecuente de lo que podríamos llamar formas de
violencia social injustificada y sorprendente. Han tenido lugar
en zonas de relativa marginalidad pero no son, en modo alguno,
problemas que aparezcan en lugares de no derecho, se podrían
considerar, incluso, que son lugares, aunque con severas limita-
ciones plenamente integrados.
Ya he tenido oportunidad de señalar que el origen de estas for-
mas de violencia puede encontrarse en lo que he venido llamando
violencia diferida, una formula de violencia social mediante la que
responden a destiempo algunos colectivos sociales que han visto
vulnerados sus derechos más esenciales pero que no han podido
responder por una permanente situación de inferioridad.

—90—
No incurrimos en ninguna exageración si comentamos que
la respuesta ordinaria de las autoridades ante estos estallidos de
violencia diferida es una respuesta insuficiente por elemental.
Al margen de la intervención policial para reponer el orden y la
detención de los responsables, poco se desarrolla para el análisis
de las raíces profundas de estas formas de violencia. Con ello no
formulamos una crítica indiscriminada a las instancias oficiales:
El problema afecta a la propia estructura de nuestra sociedad.
No cabe señalar que asistimos a la contemplación de ninguna
especie de rencor social. Muchas veces, el ciudadano agredido
acepta la gravedad de la situación y reclama un reacción mo-
derada desde el poder. No quiere vengarse, quiere obtener una
completa satisfacción moral y una incompleta satisfacción eco-
nómica. Le basta con saber que la razón asiste a sus intereses y
que la norma y el derecho siguen imperando con cierta comodi-
dad en la sociedad en la que vive. Lo que realmente teme no es el
estallido puntual de la violencia sobre las cosas, sino la certeza
de un caos, la convicción de estar definitivamente indefenso, lo
que realmente teme es un salto cualitativo de la violencia hacia
el daño personal.
El ciudadano, por tanto, cuando es respetuoso con la ley com-
prende que el problema –quizá– no pueda resolverse de una for-
ma definitiva pero sí mitigarse con un razonable ejercicio de la
autoridad que no se limite a sancionar y que busque una solución
estructural al problema.
La inmigración puede promover un ejemplo paradigmático
de la llamada violencia desenfocada. Lo hace en numerosos sen-
tidos, mostrando de una forma engañosa toda la intensidad y
complejidad del problema. Los ciudadanos europeos sienten te-
mor de algunas imágenes que debieran promover un sentimiento
de piedad, aunque ya no sea la piedad el motor que deba guiar el
impulso institucional para el respeto de los derechos fundamen-
tales sino el sentimiento de igualdad. Un grupo de inmigrantes
irregulares sobre un cayuco puede asustar pero no asustan a la
ciudadanía, con las naturales excepciones, iniciativas legislati-
vas foráneas, francamente preocupantes y que pueden suponer
un serio recorte para nuestras libertades.

—91—
El análisis de la violencia diferida, algunos recientes ejem-
plos de violencia desenfocada y su relación con nuestra sociedad
actual es la materia de esta ponencia que será publicada en breve
en el copioso acervo documental que La Carbonería viene sir-
viendo a la sociedad de Andalucía.

—92—
LA AUTORMARGINALIDAD DE LA VIOLENCIA
por
LUIS MARTÍN VALVERDE
LUIS MARTÍN VALVERDE, abogado, teólogo y profesor. Secretario de la Asociación
“Entre amigos”.

—94—
FICHA TÉCNICA DE LA PELÍCULA

Título: La vendedora de rosas (Colombia, 1998)

Dirigida por: Víctor Gaviria.

Guión: V. Gaviria, Carlos Eduardo Henao, Diana Ospina

Fotografía: Rodrigo Lalinde.

Música: Luis Fernando Franco.

Intérpretes: Lady Tabares, Marta Correa, Mileider Gil, Diana


Murillo, Liliana Giraldo, Álex Bedoya, Yuli García, Elkin
Vargas, John Fredy Ríos, Robinson García.

Sinopsis argumental
Mónica tiene trece años y se ha rebelado contra todo. Ha crea-
do su propio mundo en la calle. En la noche de Navidad, vende
rosas para ganarse la vida, pero el destino le depara una nueva
cita con la sociedad, la pobreza, la droga y la muerte.

—95—
PRESENTACIÓN DE LA ASOCIACIÓN “ENTRE AMIGOS”

L A asociación “Entre amigos” fue fundada en octubre de


1985 por escritura pública ante el notario D. Rafael Leña
Fernández (Número de protocolo 2.035). Está registrada
en el Registro General de Asociaciones con el número 2.331 y
declarada de Utilidad Pública por el Ministerio del Interior con
el número 68.649 y con CIF G-41.155.797. Tiene su domicilio
social en la C/ Escultor Sebastián santos, conjunto 4, bloque 4,
bajo. Su representante legal es Dña. Victoria E. Domínguez Ce-
rrato con DNI 31.202.182-Z.
Desde sus comienzos, la asociación ha llevado a cabo diver-
sos trabajos encaminados a la mejora de las condiciones de vida
de la población de los barrios que componen el Polígono Sur de
Sevilla, concretamente la barriada Murillo y la barriada Martí-
nez Montañés.
Entre estos proyectos destacamos los siguientes:
• La atención a familias desestructuradas y en riesgo de ex-
clusión que se lleva a cabo desde el año 1992 a través del
Servicio Atención al Menor (SAM).
• Proyectos encaminados al control y reducción del absentis-
mo escolar en centros de primaria y en institutos de secun-
daria de la zona: Proyecto Abanico.
• Proyecto el Puente que, a través de educadores de calle trata
de recuperar adolescentes y jóvenes procedentes del fra-
caso escolar construyendo con ellos unos itinerarios per-
sonales para acceder a talleres ocupacionales, a escuelas
taller o talleres de empleo.
• Proyecto Sevilla Solidaria para la gestión de recursos socia-
les y formación del voluntariado.

—97—
Proyectos de inserción laboral: Operación Claveles todo el
año y Operación Mejor con Verduras. La asociación Entre Ami-
gos adquirió en 1987 una finca aledaña en el término municipal
de Alcalá de Guadaira, con una extensión de tres hectáreas. En
ella se cultivan, en régimen intensivo de invernadero, flores or-
namentales y plantas en maceta. Este trabajo ha dado lugar a la
conocida operación “Claveles todo el año” que en la actualidad
cuenta con unos 1.500 socios que reciben semanalmente en su
domicilio un ramo de flores, abonando mensualmente una cuota
de 12 euros. Gracias a ello se consiguen mantener un total de
once puestos de trabajo.
Siguiendo la misma filosofía que el proyecto “Claveles todo
el año”, la Asociación ha puesto en marcha en mayo de 2005 el
proyecto “Mejor con verduras”, el cual en la actualidad cuenta
con unos 200 socios. Estos abonan mensualmente una cuota de
15 euros a cambio de recibir semanalmente en su domicilio una
bandeja de hortalizas de temporada.

Análisis de la realidad
El Polígono Sur es una amplia zona inmersa en el Distrito Sur
de la ciudad de Sevilla, compuesta por diferentes barrios:

• Barriada Nuestra señora de la Oliva (2.744 viviendas).


• Las Letanías (1.500 viviendas).
• Avenida de la Paz ( 820 viviendas).
• Barriada Murillo (3.000 viviendas).
• Barriada Antonio Machado (760 viviendas).
• Barriada Martínez Montañés (1.424 viviendas).

Durante la década de los 60 existía en la ciudad de Sevilla


una deficiente planificación urbanística y la ciudad se enfrentaba
a dos grandes problemas: el éxodo del campo a la ciudad y la
desaparición de la infravivienda y el chabolismo. El Plan Ge-
neral de Ordenación urbana del año 1962 intenta remediar estos
dos problemas y diseña un modelo urbano consolidado a través
de un mosaico de polígonos de bloques abiertos en los que un
número variable de pastillas residenciales de cuatro plantas o
algunas en altura de doce plantas definen su propio y exclusivo

—98—
ámbito. Este es el modelo que existe en todas las zonas periféri-
cas de las grandes ciudades.
Es en la década de los sesenta cuando se inicia la ocupación
de la zona con la construcción de la llamada “Barriada de la
Paz” que era una Unidad Vecinal de Absorción (UVA) integrada
por mil albergues provisionales de mala calidad, casas prefabri-
cadas o “casitas bajas” (como se las conocía popularmente que
se construyeron para absorber a numerosas familias afectadas
por las frecuentes inundaciones del arroyo El Tamarguillo, o fa-
milias desahuciadas de viviendas muy antiguas del centro de la
ciudad o del barrio de Triana.
En la década de los setenta se construye la barriada de Las
Letanías (viviendas construidas por el instituto Nacional de la
Vivienda en régimen de alquiler) y, posteriormente la barriada
Nuestra Señora de la Oliva, construida por el Patronato Muni-
cipal de la Vivienda en régimen de propiedad y otros grupos
vecinales adyacentes construidos por distintas cooperativas:
Giralda Sur, Nueva Europa, Getsemaní, Edificio Siderominero,
San Cristóbal, San Antonio, Cielo Azul o Rocío Sur. Entre los
años 1978-1977 se inicia la entrega de los pisos de la barriada
Murillo; estos pisos son ocupados por personas que vivían en
las antiguas “casitas bajas” o procedían de otros barrios como
Triana, Candelaria, Madre de Dios, Los Pajaritos... o refugios
como “La Corchuela”.
Entre los años 1978-1979 se entrega las viviendas que con-
forman la barriada de Antonio Machado y en el mismo año 1979
se inicia la entrega de las viviendas que conforman la actual ba-
rriada Martínez Montañés: dos núcleos vecinales de 624 y 800
viviendas acogidas a dos fases de la Ley de la Vivienda de Pro-
tección Oficial y que fueron entregadas en régimen de alquiler,
razón por la que estos pisos han sido frecuentemente vendidos
por los inquilinos y ello unido a la escasa atención de la Ad-
ministración Pública ha facilitado un elevado deterioro en las
condiciones de vida de la población: es posiblemente el barrio
de mayor nivel de conflictividad y marginalidad de la ciudad de
Sevilla.
A comienzos de los ochenta se inicia la entrega de las vivien-
das de las 820 viviendas que conforman la barriada de Paz y

—99—
Amistad que se caracteriza por ser una población más normali-
zada y con menor conflictividad.

Características de la población
Resulta muy difícil definir de manera unitaria las caracte-
rísticas de una población próxima a los 60.000 habitantes que
viven en esas diez mil viviendas que componen el Polígono Sur:
muchas de estas personas no están censadas o registradas ofi-
cialmente o es población flotante. Hecha esta salvedad, las ca-
racterísticas principales de esta población podría resumirse en
los siguientes apartados:
1. Alta densidad de la población, referida a metros cuadrados
por persona en la vivienda, dándose hacinamiento y difi-
cultad en la convivencia familiar.
2. Una gran mayoría de la población pertenece a la cultura
gitana.
3. La población procede, fundamentalmente de suburbios,
desahucios, lo que provoca problemas de desarraigo, ines-
tabilidad e inadaptación al medio social.
4. Las relaciones intepersonales, son en muchos casos conflic-
tivas en el seno del ámbito familiar (agresividad en forma
jerarquizada, mínimas actuaciones en común, desorgani-
zación, resentimiento, frustración) y en el ámbito vecinal
(agresividad hacia el entorno próximo).
5. Alto índice de paro en la población joven y adulta; pro-
fesiones sin cualificar y ocupaciones marginales, lo que
conlleva un bajo poder adquisitivo y situaciones de pobre-
za, llegando hasta la falta de medios materiales necesarios
para la supervivencia.
6. Deficiente escolarización con un alto índice de fracaso es-
colar, absentismo y deserciones de la escuela.
7. Elevado número de menores cuyas familias se encuentra
en dificultad social: menores jóvenes no escolarizados o
con asistencia muy irregular cuyas edades están compren-
didas entre los 4-14 años. Se constata un elevado número
de menores con dificultad de aprendizaje y con problemas
de adaptación en el aula y fuera de ella.
8. Analfabetismo y mínimo acceso a niveles básicos de ense-

—100—
ñanza, bajo nivel de instrucción y bajo nivel de informa-
ción en la población más adulta.
9. Inseguridad ciudadana: delincuencia, consumo y tráfico de
drogas significativo.
10. Insuficiente conciencia higiénico-sanitaria que conlleva
graves problemas de salud.

Para completar este análisis y no pecar de reduccionismo ne-


gativista en la descripción de la zona, también debemos señalar
algunos elementos compensadores de la situación antes descrita.
Estos elementos son los siguientes:
1. La propia infraestructura del barrio: las viviendas, en su
gran mayoría están alineadas en torno a una gran zona co-
mún: plazoleta o patio que permite la convivencia entre
los propios vecinos.
2. Existen en el barrio diversas asociaciones y entidades, des-
de donde se intenta canalizar inquietudes y esfuerzos por
transformar las condiciones de vida de los propios habi-
tantes.
3. Cuenta la barriada con instalaciones deportivas, sociales
y sanitaras; fruto de las primeras reivindicaciones de lo
distintos barrios en la década de los setenta son los diver-
sos centros públicos que atienden la Enseñanza Primaria
y Secundaria Obligatoria y Postobligatoria. También son
muy importantes los dos centros de Salud que existen en
la zona y que satisfacen la demanda de la población en
materia de salud.
4. El Centro Cívico “Esqueleto”, instalación municipal, cana-
liza algunas de las aspiraciones de la población. Incluye,
entre sus instalaciones, una unidad de Trabajo Social y la
escuela e adultos, así como una Biblioteca y diversos pro-
gramas de formación y Empleo.

Del análisis de estos datos, negativos y positivos, presenta-


mos estas conclusiones:
1. La relación con el barrio y, en concreto con las familias,
está muy mediatizada por las circunstancias socioeconó-
micas y culturales. El hecho de ser en su mayoría de etnia

—101—
gitana, da lugar a que exista una cierta desconfianza hacia
la cultura “paya” y hacia los payos, en general.
2. El hecho de la existencia de un gran comercio y consumo
de droga provoca la escasa o nula disponibilidad de mu-
chas familias para una participación real y cercan en la
educación de sus hijos.
3. Nos encontramos ante una situación que podemos calificar
de “desorganización social”. En este contexto muchos de
los valores culturales se desmoronan, los controles colec-
tivos se desintegran y la cultura pierde su función regula-
dora de la sociedad.
4. En este contexto los menores y los jóvenes con los que tra-
bajamos presentan unos rasgos característicos que podrían
resumirse así:
- Desorden y desorganización general.
- Vulnerabilidad en todos los aspectos.
- Destructividad y autodestrucción.
- Necesidad de reconocerse y de autoestimarse.
- Problemas graves de agresividad y disciplina.
- Inseguridad: necesidad constante de atención y apoyo.
- Falta de límites, desconocimiento de hábitos y normas.
- Problemas frecuentes de salud e Higiene.
- Léxico limitado y, en muchas ocasiones, distorsionado.

—102—
LA REALIDAD DE UNA MENTIRA:
CIUDAD JUÁREZ
por
DAVID PASTOR VICO
DAVID PASTOR VICO, Filósofo. Presidente de A.C. Corchea69 Producciones y pre-
sidente de las JORNADAS VIOLENCIA DESENFOCADA.

—104—
P ENSAR en encontrar una explicación fácil a los proble-
mas de Ciudad Juárez es como pensar que el mundo del
Hampa de Estados Unidos de principios del s. XX fue una
leve escaramuza fortuita donde algunos ítaloamericanos se de-
dicaron a cometer delitos menores en los barrios bajos de forma
localizada y sin mayor trascendencia cultural, social o política.
Las repercusiones de lo que supuestamente está ocurriendo ha
traspasado con creces las fronteras del estado de Chihuahua para
llegar a convertirse en un híbrido entre leyenda urbana, fenóme-
no de la telebasura-pseudocientífica y ejemplo panfletario de los
horrores de la violencia de género. Sea como fuere, en el ima-
ginario colectivo se ha colocado el tan nombrado binomio “las
muertas de Juárez” como única referencia común de todos aque-
llos que a duras penas son capaces de colocar a esta ciudad en el
mapa mundi, y no nos engañemos, de esos somos muchos.
Pero cualquier explicación que pretenda ser mínimamente
coherente requiere de un desarrollo histórico, político y cultu-
ral que nos brinde una mejor perspectiva y nos facilite ver con
mayor objetividad la situación de una ciudad enclavada en el
extremo de uno de los desiertos más míticos que existen tanto
desde el punto de vista cinematográfico como geo-social, y de
mayor impacto para el viajero desprevenido.
Quizá mi aproximación a la temática juarense peque de ex-
cesos literarios y parezca adolecer de rigor científico, pero nada
más alejado de la realidad, simplemente, a lo largo de las pági-
nas se descubrirá el por qué de la no concreción en algunos da-
tos, nombres, fechas o cifras, ya que no debe de ser este artículo
una mala carta de presentación para su autor si pretendo volver a
Ciudad Juárez, y sí, un elemento de reflexión para el lector.

—105—
Viajando a Juárez
Las formas de ir a Juárez pueden ser tan diversas como la
imaginación lo permita, pero al viajero convencional sólo se le
ofrecen un par de posibilidades; por tierra o aire. Sea como fuere
el viajar a Juárez desde el punto que sea de la geografía nunca
dejará de ser una pequeña aventura, o una gran y peligrosa con-
tienda si el viajero no está versado en el arte del callar, entender
y después hablar o, sabiamente, preferir seguir en silencio.
Dos horas y media separan a México Distrito Federal de Ciu-
dad Juárez, casi dos horas y media sobrevolando desierto. Un
desierto que pareciera casi infinito, inhóspito, árido, sin apenas
una o dos carreteras que lo cortan cuando se vuela a varios miles
de metros sobre él. Un desierto mezcla de rojos y ocres don-
de casi no se intuye vida más que la de algunos tipos arbustos
bajos, serpientes de cascabel y escorpiones, pero donde dicen
los expertos que abunda una fauna sorprendente y donde, según
las autoridades gubernamentales, no paran de robar cactus para
adornar las casa o los negocios de los ricos de toda la república.
Al ser Ciudad Juárez una ciudad situada sobre la misma fronte-
ra de México con Estado Unidos, o lo que es lo mismo; el estado
de Chihuahua y el estado de Texas, el régimen de control policial-
militar se presenta al poco de llegar en avión o aproximarse por
carretera. Si se llega por carretera desde Chihuahua pocos kilóme-
tros antes de divisar la periferia de la ciudad un piquete del ejercito
detiene a los viajeros, los inspecciona, o si cree que pueden ser ve-
cinos de otros países del sur de México que quieren emigrar a los
EE.UU, les piden que se identifiquen. Si por el contrario deseas
salir de Juárez hacia el resto de la república el piquete es el mismo
e intentarán controlar que no trafiques con mercancía comprada
en el Paso (ciudad vecina de Juárez en territorio norteamericano).
Si el viajero llega en avión el recibimiento es similar aunque algo
más sofisticado. Tras revisar que la documentación del viajero
esté en orden le obligan a pasar todo su equipaje por los scaners
de rayos X, pero es nuevamente el ejercito quien lo controla, y de
ver algo que no sea de su agrado no dudaran en obligar al viajero
a abrir las maletas a punta de metralleta.
Lo primero que uno ve al bajar del avión y entrar en las instala-
ciones del modesto y moderno aeropuerto internacional Abraham

—106—
González es un gran letrero en una de las paredes que reza:
BIENVENIDO A CIUDAD JUÁREZ, LA CIUDAD DE LOS
NEGOCIOS.

Ciudad Juárez, la ciudad más prospera de México.


Pocos saben, cuando nos presentan la problemática de las mu-
jeres asesinadas de Juárez en los medios de comunicación euro-
peos, que Ciudad Juárez es una de las ciudades más prosperas de
la república mexicana. Más de quinientas fábricas maquiladoras
(maquiladoras son aquellas fábricas que se dedican al ensam-
blaje tanto de piezas para motores de coches como camisetas de
algodón) componen el tejido industrial de una ciudad de poco
más de dos millones de habitantes donde, milagro de los mila-
gros del tercer mundo, no hay paro, o si lo hay, es eso que llaman
paro técnico. Casi 250.000 personas trabajan en estas fábricas
en turnos de ocho horas que no dejan de producir ni de día ni de
noche. Y donde, riámonos de las leyes del primer mundo sobre
tasas de participación femenina, el 49% de los trabajadores son
mujeres. Mujeres que trabajan en las fábricas, que cotizan en el
seguro social y que aseguran sus pensiones. Estos 250.000 mal
contados puestos de trabajo fijo generan un enorme movimien-
to del sector servicios, y derivados de la actividad industrial un
inabarcable reguero de empresas más pequeñas de puro capital
autóctono desarrollan una prospera actividad. Sólo en Juárez, en
proporción con el número de sus habitantes, hay más variedad
de supermercados y centros comerciales (llamados allí con el
termino anglosajón de Mall) que en el propio distrito federal... o
Sevilla, aquí en la todo creída madre patria.
Ciudad Juárez descuella fácilmente en las estadísticas de ren-
tas per capita de la república. El parque automovilístico de esta
ciudad se está convirtiendo en un problema para la misma urbe
ya que es tan numeroso que las ciclópeas avenidas juarenses,
de cinco y seis carriles para cada sentido, llegan a colapsarse en
los horas de entrada y salida de las maquiladoras. Pero creemos
que Juárez es un polvoriento villorrio en el desierto donde los
mexicanos descalzos se quitan los mocos de la cara a bofetones
y las mujeres no pueden aspirar a ser más que peleles en brazos
de sus maridos o meretrices de los gringos.

—107—
Paso del Norte, como se la llamó hasta 1888, fue fundada
por los españoles que en 1569 plantaron la que sería la primera
piedra del primer edificio de la ciudad; la misión de Nuestra Se-
ñora de Guadalupe del Paso del Río del Norte, este es; el famoso
Río Bravo o Río Grande según desde la orilla que se nombre.
En 1882 ya el ferrocarril unía a esta ciudad con la capital de la
república y con el “amigo” gringo. Siendo este ferrocarril, que
aún transita por la ciudad, y el gusto de los vecinos del norte por
entrar en guerras multimillonarias con potencias de todo el orbe
mundial, lo que impulsó a Juárez a convertirse en la prospera e
industriosa ciudad que hoy podemos conocer si no nos fiamos de
lo que los medios de comunicación se empeñan en enseñarnos
como única realidad, pero eso lo dejaremos para otro momento.
Es cierto que el grueso de la industria maquiladora es de capi-
tal extranjero, norteamericanas o japonesas fundamentalmente.
Empresas que cierran sus fábricas en sus estados y países de ori-
gen para reabrirlas en México donde en comparación el salario
de los trabajadores, las prestaciones sociales y los impuestos a
pagar al gobierno local es sensiblemente inferior. Siempre habrá
patriotas de todas partes que se rasguen las vestiduras por en-
tender que invaden el país de capital extranjero y que los bene-
ficios de estas empresas no redunda en el propio país, pero eso,
lo sabemos todos, no es del todo cierto. España hasta los años
80 fue el lugar donde las empresas de toda Europa invertían en
fábricas como las automovilísticas francesas o alemanas, y to-
dos recordaremos que este irrumpir de la industria extranjera en
España trajo una subida en los salarios y un aumento exponen-
cial de las empresas derivadas de estas industrias así como un
mayor crecimiento del sector servicios y vías de comunicación.
Así pues, si aún no nos atrevemos a darle a Juárez el dudoso ho-
nor de llamarlo “primer mundo” si al menos debemos reconocer
que está en buen camino, por lo menos en lo que toca al tejido
industrial.

El cáncer de la frontera norte de México.


Pero todo no va a ser mostrar una realidad positiva y optimis-
ta, que la hay, y este es en parte el propósito de esta reflexión,
México también adolece de un mal gravísimo. Un mal que en los

—108—
últimos 30 años a minado el ánimo de la población fronteriza y
a castrado las esperanzas de muchísimas familias.
El narcotráfico es, obviamente, ese mal al que nos referimos
y que siempre se toma como algo colateral a una problemática
mayor, pero creo que se trata del único y más real y concreto
problema de la frontera norte de México, problema sobre el que
se vertebran otros muchos.
Ciudad Juárez y Tijuana son, sin dudarlo, los bastiones del
narcotráfico en el continente americano. Por estas dos ciudades
circulan el total de la heroína y la cocaína que se consume en
los Estados Unidos de Norteamérica, sin nombrar por ser algo
ya extremadamente mundano y obvio la siempre cantada mari-
huana. Siendo además el vecino gringo, el mayor consumidor
de droga del mundo. ¿Qué no pasará entonces en la frontera de
estos dos países tan dispares?
Este colosal mercado ha sido copado por los cárteles más
famosos del mundo, el Cártel de Juárez y el Cártel de Tijuana
pero ¿quiénes lo componen? ¿Cómo consiguieron tanto poder?
¿Cómo es que sólo en las películas norteamericanas sean ca-
paces de acabar con los malos y en la vida real parece que los
malos son todos? ¿Cómo no hace nada el gobierno mexicano
para frenarlo, y el gobierno norteamericano? ¿Cómo es que ha-
cen milicias los conciudadanos del tío Sam (veáse la vergonzosa
asociación Minute Man) para denunciar a los indefensos espal-
das mojadas que intentan entrar por el desierto pero no hacen
milicias para acabar con la venta de drogas en sus calles? ¿Será
que gobiernos y narcotráfico van de la mano? ¿Pero quiénes son
los cabecillas de los cárteles? ¿Se generaron de la nada o ya
eran miembros de las familias importantes y relevantes de am-
bas ciudades? ¿No será que los prohombres de las ciudades de la
frontera son los mismos que componen los gobiernos endogámi-
cos que se repiten una y otra vez y los que también controlan el
narcotráfico? ¿Quién sabe? Yo, porque pretendo volver a Ciudad
Juárez y pasear tranquilo sin tener miedo a una bala perdida de-
jaré estas preguntas en el aire y el que tenga conocimiento que
entienda... además, ¿quién podría probarlo... quizá dos millones
de personas con miedo que lo ven todos los días?

—109—
El pueblo mexicano es orgulloso, gente de raza y de patria.
Un pueblo que siempre ha luchado por su libertad y que triste-
mente ha sido, una y otra vez, traicionado por los dirigentes que
les prometieron el pan y la sal. Y aún así los mexicanos levantan
orgullosos su bandera allí donde van y si alguien tiene derecho
a criticar a su país es sólo un mexicano, por que nadie extraño
debe ensuciar el nombre de su país. Pero un servidor de estas
letras ha estado más de tres veces en tierras de Pancho Villa, y
me he tomado una cerveza allí donde se la tomó él, en la Avenida
Juárez, la calle más antigua de la ciudad que lleva su nombre.
Allí los secretos se dicen a gritos. Todos, y digo todos, saben los
nombres de los asesinos que están acechantes en los cruces de
las calles de colonias como la Altavista o la Bellavista. Todos,
y digo todos, saben qué familia se dedica al narcotráfico, qué
político está corrupto hasta las orejas, o más bien cuales son los
pocos de los que no se sospecha esa corrupción. Y todos dicen
sus apellidos en voz baja, pero gritan su indignación. Un día,
paseando con un buen amigo de más de cuarenta años, alguien
que había vivido desde niño en Juárez y recordaba los días en los
que se dejaban las puertas de las casas abiertas y se dormía en las
azoteas en las noches de verano, me dijo que si alguien con voz
firme y mano en el cinto se decidía a acabar con la corrupción
al modo de Emiliano Zapata él sería el primero en empuñar las
armas y seguirlo, y seguro, afirmaba, que yo no soy el único que
piensa así. ¿Será esa la solución? ¿Quién sabe?

Las muertas de Juárez


Ahora ya sabemos algo más de Ciudad Juárez. ¿Pero, y hace
quince minutos? Hace quince minutos, salvo los pocos afortuna-
dos que tenían algo más de información que la bombardeada por
los medios, todos teníais en la cabeza una imagen de una ciudad
compuesta de casas pobres de una o dos habitaciones a lo sumo,
calles de tierra sin más comodidades que las conseguidas con el
esfuerzo y el sudor de una vida de miseria. Una ciudad donde las
mujeres desaparecen y aparecen asesinadas a cientos en el desier-
to y donde el hombre es el gran ogro del imaginario machista. El
que vive de la mujer y además tiene el derecho sobre su existen-
cia, y donde la incultura y el analfabetismo es lo común.

—110—
Evidentemente hay núcleos de pobreza en Ciudad Juárez,
colonias donde llegar a fin de mes es muy difícil y donde las
vacaciones brillan por su ausencia, ¿pero no os suena conocido?
Es cierto que existen núcleos de viviendas precarias, más que en
Sevilla, o en Málaga seguro, pero aquí tampoco estamos libres
de no toparnos nunca con el Vacie o con las Vegas o con otros
núcleos de miseria dentro de nuestras propias ciudades. En Juá-
rez hay cuatro grandes universidades y la enseñanza primaria
y secundaria es obligatoria y laica desde tiempos del general
Lázaro Cárdenas allá por 1934, mientras en España se cocía lo
que después sería nuestra guerra fraticida; nuestra vergüenza de
cuarenta años. Pero eso no lo dicen los noticiarios ni los perió-
dicos por que aquí aún estamos cuestionándonos si es lícito o no
eliminar la asignatura de religión de las escuelas.
Pero entonces ustedes me preguntarán, y las mujeres que
desaparecen ¿Acaso nos vas a decir que son una ilusión, una
falsedad, un engaño, quién puede tener tan pocos escrúpulos de
utilizar semejante desgracia y para qué? Y harán bien en pregun-
tarme por que así me darán pie a adentrarme en el asunto en sí
de todo este artículo.
Las diferentes asociaciones que trabajan en el tema de los fe-
minicidios de Juárez (“Casa Amiga”, “Juárez contra el Crimen”,
“Justicia para Nuestras Hijas” o “Nuestras Hijas de Regreso a
Casa” asociaciones de más renombre de la ciudad) no son capa-
ces de ponerse de acuerdo con el número de mujeres desapare-
cidas-asesinadas en los últimos diez o quince años. Unas dicen
que 400 otras 500, las cifras más alarmantes las sitúan en 600
y la Fiscalía Especial para la atención de delitos relacionados
con los homicidios de mujeres en el municipio de Juárez, Chi-
huahua, creada para el estudio de los casos de feminicidios de
Ciudad Juárez no denuncia más de 340 casos desde 1994 hasta
2004 (año de publicación de sendos informes especiales sobre el
caso). En contra de la creencia común de esos 340 casos más del
70% son casos de muertes por causas comunes, crímenes pasio-
nales o de “violencia de género”, asesinatos producidos a conse-
cuencia de agresiones por robo, violaciones, o asesinatos puros
y duros sin más causa que la del dolor y en casi todos los casos
los cadáveres han aparecido en el entorno natural de la víctima...

—111—
pero, ¿y las mujeres en el desierto? La Fiscalía Especial para la
atención de delitos relacionados con los homicidios de mujeres
en el municipio de Juárez, Chihuahua, cifra en no más de 40
las mujeres desaparecidas según las denuncias efectuadas por
su familiares, ¿habrán sido todas asesinadas y enterradas en el
desierto?
Es totalmente cierto que aparezcan cadáveres de personas
en el desierto, mujeres y hombres, aunque de los hombres ha-
blaremos luego. El desierto, más concretamente las lindes de
colonias como Lote Valdío o Rancho Anapra, o las zonas de du-
nas llamadas los Arenales a escasos kilómetros de la ciudad en
dirección a Chihuahua, es el vertedero habitual de las vergüen-
zas de la frontera. Me contaban algunos vecinos de Juárez que
en ocasiones han aparecido cadáveres con más de 50 años de
antigüedad, vestidos y ataviados aún con las ropas de la época.
Pero no nos engañemos, no son cadáveres reconocibles y ju-
gosos precisamente lo que aparecen si no osamentas limpias y
mondas, huesos pelados. El desierto es como un gran organismo
vivo, los cadáveres se descomponen y las temperaturas extremas
(tanto de calor como de frío) reducen la carne de los cadáveres a
mínimas hebras deshilachadas. Es pues el desierto un magnífico
cómplice para cualquier felonía y no es de extrañar que a través
de los años se utilizara con los más diversos e impíos usos. Y
es en esos lugares donde han ido apareciendo los cadáveres de
mujeres. Cadáveres a los que se querido relacionar de una y otra
forma en busca de un modus operandi de él, o de los asesinos.
Pero no se han encontrado estos nexos de unión nos digan lo que
nos digan, y decir nos dicen muchísimo.
Tantas son las cosas que se dicen y mal-dicen sobre los casos
de Juárez que la leyenda urbana no hace más que acrecentarse
día a día. Las teorías se amontonan en las portadas de la prensa
de todos los países del “primer mundo” que ávidos de sensacio-
nalismos esputan las más rocambolescas teorías. Teorías, en to-
dos los casos, fruto de mentes excesivamente aburridas. He aquí
cuatro de los más destacados y extendidos ejemplos:

• Película Snuff es el término con el que se definen aquellas


grabaciones de actos violentos donde se infringe dolor (tortu-

—112—
ra, amputación, violación) a una persona sin su consentimiento
pudiendo llegar, incluso, a la filmación de la muerte del sujeto.
Algunos medios de comunicación han señalado hacia la posibi-
lidad de que el motivo de la desaparición de las mujeres es el de
la grabación de este tipo de películas macabras. Pero el sentido
común se impone y, si esto fuera así, sería casi imposible no
toparse con esas grabaciones en cuanto pusiéramos en un busca-
dor de internet o en algún programa de descargas P2P, palabras
como Juárez, Snuff, mujeres, etc... Por todas partes se filtrarían
esas películas y de un modo u otro sería público y notorio. Nadie
puede decir a ciencia cierta “de esta agua no beberé” y quién
sabe si en algún caso se llegara a grabar una de estas cintas en
Juárez, pero lo que si es seguro es que ese no puede ser el móvil
exclusivo de las desapariciones.

• Otra teoría absurda que lo único que consigue es aumentar


el maldito mito de las muertas de Ciudad Juárez es el móvil del
satanismo y los ritos de adoración al maligno. Dos de los cuer-
pos encontrados en el desierto tuvieron como nexo la amputa-
ción de un pezón y unas marcas en forma de triángulo sobre el
pecho de ambas víctimas. La prensa más amarilla reinterpretó
los símbolos como arcanos satánicos y marcas de rituales de sa-
crificio en misas negras. Indudablemente eso vende muchísimo
más que decir que el asesino fue el mismo en ambos casos o que
el segundo imitó al primero, y que uno u ambos eran personas
desequilibradas con algún trastorno mental. Pero claro, tratar la
noticia así es mucho menos atractivo por que a quién le interesan
dos asesinatos cuando pueden vender dos sacrificios a Satanás.

• Un lugar destacado en las múltiples interpretaciones y asun-


ciones de estos asesinatos ocupa el tráfico de órganos. Para el
que no lo sepa, o lo ignore, hay que recordar que para que un
órgano, una víscera, sea transplantada de un sujeto a otro hay
que comprobar su compatibilidad (tamaño, edad, grupo sanguí-
neo, calidad del órgano del donante, etc...), hay que efectuar su
extracción en un lugar que asegure la supervivencia del órgano
extraído (altas condiciones de asepsia en la extracción, tempera-
tura, traslado, etc...). Y ahora imaginémonos a una organización

—113—
que secuestra a sus victimas con tan buen ojo clínico que sabe
perfectamente su peso, los órganos que tiene en buen estado, su
grupo sanguíneo, y que acto seguido la eviscera con maestría de
cirujano la arroja en el desierto pero no deja ni una sola marca
de intervención quirúrgica ni en los tejidos blandos ni en los
huesos... ¿absurdo verdad?

• La trata de blancas es el cuarto pilar sobre el que se sustenta


este extraño monstruo. Las voces más desinformadas de fuera
de México se rasgan las vestiduras pensando que las mafias de
esclavas sexuales de México se está nutriendo de estas desdicha-
das chicas para sus maldades. Lo que quizá desconozca mucha
gente es que las prostitutas en México reciben el nombre de sexo
servidoras, y estas, se acogen a las leyes fiscales y laborales,
esto es, tiene lo que allí se llama la hoja rosa (la formula que el
seguro social sella reconociendo que estás dado de alta y gozas
de los beneficios del mismo). Siempre existirán las mujeres que
ejerzan esta profesión fuera de la ley, no nos cabe duda, pero el
supuesto de la trata de blancas en este caso también se tamba-
learía penosamente. Quizá las chicas son raptadas para ejercer la
prostitución en Estados Unidos, quién sabe, es posible, pero las
hipótesis siempre van relacionadas con la miseria de la pobla-
ción mexicana y la impunidad con la que obran los malos, sean
quienes estos sean. Quizá en esto último no falte la razón...

¿Qué es lo que está pasando entonces en Ciudad Juárez? Si


nos acogemos a lo aparente, según aquí estamos narrando, nos
encontramos con una situación quizá de excepcional violencia
hacia la mujer si hablásemos de ciudades en países de Europa,
pero si comparamos las estadísticas con las de ciudades como
Nueva York quizá no estén muy separadas las unas de las otras...
¿o sí?
Hacernos una idea real del número de mujeres desaparecidas
ya hemos visto que es posible siempre y cuando nos creamos los
números oficiales. Pero todo nos apunta a creer que las cifras da-
das por las organizaciones no gubernamentales han sido infladas
y trastocadas una y otra vez. No hay claridad, no hay facilidad de
acceso a datos, personas, testimonios elocuentes que nos mues-

—114—
tren otro camino que el que ya antes insinuamos, pero lo que si
hay es miedo. Un miedo que se palpa cuando se tocan ciertos
temas, cuando se mira a cierta gente a la cara.
¿Qué es realmente lo que está pasando en Ciudad Juárez?
Nuevamente la pregunta que todos se estarán haciendo y que de
seguro no tiene fácil respuesta.

Violencia desenfocada: Juárez, ejemplo de libro.


Todos, absolutamente todos, hemos llegado a asumir con-
ciente, o inconscientemente, que la desaparición y asesinato de
más de 600 mujeres en la ciudad fronteriza de Ciudad Juárez es
el mayor ejemplo mundial de Violencia de Género que conoz-
camos. Los documentales, noticias en los telediarios, especiales
informativos, periódicos y números especiales dedicados a este
asunto así nos lo han hecho pensar. Además tenemos la clara
convicción de que Juárez es un reducto de la miseria y la po-
breza de México, donde todo lo malo habita junto y nada bueno
puede salir de allí, y esto en el mejor de los casos, en el peor,
sólo nos suenan las palabras “las muertas de Juárez”. Pues todo
esto es producto de la manipulación, todo lo que hemos llegado
a saber de esta ciudad, sus gentes, su forma de vida, todo, abso-
lutamente todo lo referente a este caso es falso.
Cuando hablamos de violencia desenfocada, pues ese es el
problema real, hablamos de varios conceptos en sí mismo traba-
jando. Violencia desenfocada en un primer nivel, como literal-
mente nos da a entender, es una violencia que a perdido su foco
de acción y que aparentemente actúa sobre un lugar diferente
al predeterminado. Pero también puede entenderse el término
desde el punto de vista de la acción total, esto es, donde cada
uno de los elementos de la acción se vean involucrados. Al es-
pectador se le muestra la acción desenfocada, y aquí quiero decir
falseada, y no sólo se está actuando de forma violenta sobre el
objeto de la misma (las mujeres muertas en este caso) si no sobre
el espectador, sobre ti y sobre mi que consumimos la noticia,
por que de forma contraria a nuestra voluntad, que sería la de
recibir una información fidedigna y que se acoja a la realidad, se
nos está deformando deliberadamente nuestra posición ante el
hecho utilizando una falacia informativa que nos posiciona allí

—115—
donde el emisor de la noticia quiere. En este tripartito que forma
el término violencia desenfocada (agente violento, el objeto de
la violencia, y el espectador pasivo) es precisamente el agente el
que no sufre cambio, el que es sigue siendo, aunque el resto de
la ecuación no lo sepa.

¿Quién será, pues, en este caso el agente violento?


Un poco más arriba esbozamos una posible solución a esta
pregunta. El verdadero y real problema de Ciudad Juárez es el
narcotráfico. Pero no debemos ser tan simplistas, por que de este
pastel mediático que es “las muertas de Juárez” muchos tienen
los hocicos llenos.
¿Pero quién puede sacar partido de los muertos? En un bri-
llantísimo artículo titulado “Juárez, el mito mundial del crimen”
publicado el pasado 15 de junio de 2006 en el periódico El dia-
rio de Juárez las periodistas Gabriela Minjáres y Sandra Rodrí-
guez nos regalan estas perlas en relación al abuso mediático de
los casos de las muertas de Juárez:
Algunas organizaciones no gubernamentales y derechohuma-
nistas hicieron eco de esta campaña desproporcionada, más para
lucrar con el dolor de los familiares de las víctimas que para bus-
car la reparación del daño, según han denunciado repetidamente
los deudos de mujeres asesinadas.
Hubo periodistas buenos y malos, algunos no tenían ningu-
na fuente de información y su única finalidad era magnificar el
tema para crear morbo y que su trabajo tuviera más impacto en
sus lugares de origen, lo que hicieron fue atizar lumbre a la pól-
vora hasta hacer el problema más grande e identificar a Juárez
como la ciudad del crimen, de la perdición, de la inseguridad de
la mujer y así se han ido añadiendo conforme a sus intereses.

Por una situación similar pasaron algunos fotógrafos de


medios escritos locales, quienes con los crímenes de mujeres
también encontraron una forma de obtener ganancias al ofrecer
guías o tours a periodistas extranjeros a cambio de una cuota que
iba de los 100 a los 150 dólares.
De acuerdo con testimonios de fotógrafos, su trabajo con-

—116—
sistía en llevar a los reporteros de fuera a los lugares en donde
fueron localizados los cuerpos de las víctimas y a los domicilios
de las familiares para que los pudieran entrevistar.
Así pues, como nos plantean estos fragmentos, es como en-
tendemos que las imágenes de Juárez siempre sean las mismas,
las familias que lloran la perdida de sus hijas siempre son las
mismas, y el mensaje que finalmente nos hacen llegar siempre es
será el mismo. De una forma u otra, toda esta maraña nos hace
pensar que, sea como sea, las muertas existen, pero ya vemos
que las cosas no están tan claras en cuanto al número, el por
qué de tales muertes y el tratamiento del fenómeno. Si hacemos
caso a las cifras paralelas a las oficiales, hasta este verano ya se
sumaban más de 50 mujeres muertas, pero la policía de Juárez
sólo contabilizaba 9. ¿Y a quién debemos creer? Si creemos a
las ONG’s lo mejor que puede hacer una mujer en Juárez es salir
corriendo como alma que lleva el diablo, pero, y si ponemos en
entredicho a estas asociaciones, ¿qué ocurrirá? El caso se ra-
dicaliza aún más cuando nos adentramos en los aspectos más
crematísticos de estas asociaciones sin ánimos de lucro:
«¿Dónde empieza el lucro? Pues por ejemplo un caso: en la
obra de Los Monólogos de la Vagina, durante muchos años se
ha estado pidiendo dinero para las familias de las víctimas», re-
fiere.
Sobre este caso, una investigación de este medio documentó
que, por el “boteo” entre los asistentes a esta obra en todo Méxi-
co se recaudaron 74.296 dólares, de acuerdo con lo que informó
la oficina de prensa de Eve Ensler, autora de la obra y partici-
pante en una marcha de artistas de Hollywood realizada aquí el
14 de febrero de 2004.
El dinero de la obra, informó la misma oficina, fue canalizado
a una organización local llamada Casa Amiga, en la cual, según
la directora, Esther Chávez Cano, se atiende a mujeres víctimas
de violencia, pero hasta entonces a ningún familiar de alguna
mujer asesinada, como se sugería durante el boteo por todo el
país.
Siempre existirá en México la sensación de impunidad ante el
delito, la fácil corrupción policial es aún una realidad, y es más
que presumible que algunos casos sobre “las muertas de Juá-

—117—
rez” se cerraran de forma turbia o no se aclarasen lo suficiente.
Pero la animosidad de las asociaciones que trabajan para aclarar
dichos casos y luchan por tan nobles principios y su interés pe-
cuniario ha quedado más que de manifiesto y no pocas veces ha
sido denunciado.

La realidad de una mentira.


Y en este punto es en el que empieza todo a hacer aguas.
Sinceramente, y esto no es más que una opinión personal, creo
mucho más fidedignas las cifras oficiales que las esputadas a los
medios por la oficiosidad no gubernamental y por la propia ima-
ginación ansiosa de share de los medios o, mejor dicho, “miedos
de comunicación”.
Que existe un problema de violencia en Juárez es evidente,
pero violencia hacia el ser humano. No creo, sinceramente, que
exista una persecución de la mujer por el simple hecho de ser
mujer y no creo, después de pasar bastantes meses viviendo allí,
que ninguna mujer de Juárez acepte la distorsionada versión de
la realidad que se está dando al mundo de su ciudad desde hace
años.
Es raro que en un día normal los noticiarios locales de televi-
sión no informen de un asesinato, de una balacera entre narcos,
de un levantón (un secuestro) o la aparición de algún encajuela-
do (cadáver aparecido en el maletero de un coche). Los índices
de criminalidad son enormes, y no los disparan precisamente
los asesinatos de mujeres. Según me contaban, sólo en la ciudad
vecina del Paso están consiguiendo arrancar un proyecto aso-
ciativo de estudio sobre los asesinatos en Ciudad Juárez, pero
¡ojo!, asesinatos de ambos sexos porque, y esto son cifras tan
poco fiables como todas las anteriores, dicen que son más de
3.000 los hombres asesinados en los últimos 15 años. Y este es
el problema real de Ciudad Juárez.
Los “Feminicidios” (neologismo hondeado por los colectivos
pro-derecho-humanistas como último y más aberrante paso del
machismo) de Juárez están siendo usados como ejemplo de re-
ferencia en los núcleos de defensa de los derechos de la mujer y
protección de la mujer ante la violencia de género. El fin es más
que justo, es noble y razonable, pero el ejemplo es maniqueo y

—118—
pervertido y sólo consigue cegar a la población con cifras dispa-
ratadas. Es un insulto a la inteligencia y a la verdad lo que están
haciendo con la imagen de Juárez como ciudad prospera que
intenta descollar y desmarcarse de la lacra del narcotráfico. Y
todos somos víctimas de esta violencia informativa del desenfo-
que, por que muchos habrá aún que nieguen con la cabeza todo lo
que he ido presentando. Son muchos años usando a Juárez como
ejemplo del machismo más macabro y primitivo. ¿Por qué Juá-
rez? Porque desgraciadamente está muy lejos, nadie sabe dónde
está, nadie sabe cómo son realmente sus gentes, sus costumbres,
sus vidas. Es un sitio que se está fabricando desde el imagina-
rio más morboso, películas, libros, y documentales a montones
hechos por persona que en el mejor caso han pasado allí un día
o dos y ha sido manipulados, previo pago y aceptación, para
mostrar una realidad concreta y distorsionada, marginal y sucia
que no corresponde a la generalidad ni a la cotidianidad de la
vida en Ciudad Juárez. Han elegido a Ciudad Juárez porque bien
puede pasar por un lugar tercermundista donde, como dicta el
estultecido sentido común de los que se creen primermundistas,
allí es donde pasan esas cosas que son tan malas, porque aquí
en el primer mundo estamos libres de eso. Han elegido Ciudad
Juárez pero podrían haber elegido cualquier otra que reuniera los
mismos requisitos: un problema real que conviene no airear mu-
cho, que maquillado convenientemente se torne en la lucha y la
denuncia social de moda que llene de titulares espectaculares los
periódicos y las avanzadillas de los telediarios de aquel “primer
mundo” que necesita ser embrutecido y narcotizado a golpe de
basura informativa. Víctimas somos todos entonces de violencia
desenfocada.
¿Cómo se enmienda esto? ¿Cómo decir la verdad? ¿Y todo
lo que ya se lleva dicho, escrito y filmado, lo vamos a tachar de
falso? ¿Cómo reconocer que no era “exactamente” así? La ma-
quinaria es muy pesada de frenar ya que no es una sola máqui-
na, sino un compendio de ellas que tiran cada cual en su propia
dirección con un fin concreto aunque el resultado sea el que es,
y además, reconozcámoslo, a nadie conviene que se frene. Los
medios siempre preferirán la sordidez de una noticia macabra
donde se unan sexo, asesinato y marginalidad a un estudio se-

—119—
rio y quizá carente de tirón mediático. Los lobbys feministas
tienen su zanahoria y su palo con el que amenazar a la socie-
dad; ¡cuidado con la violencia de género o acabaremos como
Juárez!, las asociaciones y medios de comunicación locales tie-
nen su sustento más que asegurado con el continuo flujo de cu-
riosos y estudiosos del tema. Al gobierno, el gran ausente del
discurso, estará del lado de aquel que jale más de la opinión
pública para asegurarse la permanencia en el puesto, y si tiene
que negar las evidencias de la fiscalía así lo hará, y si tiene que
ir a sembrar de cruces el desierto para asegurarse la foto también
allí estará el primero. Y, finalmente, los grandes narcos tienen
su cortina de humo para campar a sus anchas, por que mientras
existan mujeres asesinadas y muertas en el desierto, a quién le
interesan las trifulcas y las reyertas de los narcotraficantes. Qué
medio los va a tratar si además peligra la vida del periodista cada
vez que nombra la palabra droga en Juárez.

¿Y nosotros? Bien, gracias.


El ser humano tiene infinidad de recursos para salvarse de
la hoguera de la realidad. Antes de pensar en todo lo expuesto
seguro que nos lamentaremos de lo mal que va el mundo, de lo
mala que es esta sociedad capitalista que nos oprime, y después
nos daremos palmaditas en los hombros felicitándonos por que
Sevilla está a más de diez mil kilómetros de Ciudad Juárez y aquí
esas cosas no pasan... Y vuelta a empezar, y esa es precisamente
la grandeza de la jugada, esa es la cadencia perniciosa en la que
estamos metidos. Nuestra ceguera, que a veces nos permite ver
a lo lejos y descubrir injusticias donde parece ser que no las hay,
y si las hay no son las que denunciamos, se trueca muro opaco
y denso ante nuestros propios ojos. La violencia desenfocada no
es patrimonio exclusivo del norte del desierto de Chihuahua, ni
se ha inventado allí, ni tiene denominación de origen mexicana.
Pero para descubrirla hay que situarse allí donde precisamente
ni te dejan estar, ni está bien visto que estés y donde precisamen-
te si estás hasta dudas de que estés haciendo bien en estar allí.
El límite, el limes romano, esa franja de tierra de nadie entre un
mundo y otro es donde deberíamos intentar situarnos aquellos

—120—
que deseamos saber qué nos cabe esperar. Pero habrá quien elija
seguir durmiendo, ¡y menos mal! Por que tal y cómo están las
cosas, si todos desearan emigrar a los limes de lo establecido la
agencia de viajes de El Corte Ingles ofertaría viajes con tarifa
especial para familias numerosas.
Quizá nunca seamos realmente concientes del grado de mani-
pulación al que estamos expuestos de forma constante, es posi-
ble. Pero investigarlo ya dependerá de la opción personal de cada
uno. Habrá quien prefiera torturarse diariamente con la eterna
diatriba de qué pantalones llevo hoy al trabajo o qué perfume
usaré, y habrá aquellos que prefieran golpearse cada mañana con
la realidad, enseñarle los dientes y sufrir de úlcera de estómago
con cuarenta años. Ya la pelota está en el tejado de cada cual.
Pero, por favor, que nadie nos despierte del todo, y así podremos
seguir creyendo, algún tiempo más, que vivimos en el mejor de
los mundos posibles, ¿no es cierto, mi querido Cándido?

—121—
FALSO CULPABLE
por
ISABEL RAMÍREZ LUQUE
ISABEL RAMÍREZ LUQUE, es profesora Titular de Estética y Teoría de las Artes de
la Universidad de Sevilla. Sus intereses se han centrado en la comprensión de la ex-
periencia estética y la creación artística en el contexto de la cultura de la sociedad
industrial, desde sus orígenes a su actual transformación.
Sus publicaciones están dedicadas a la Estética hegeliana y adorniana, pero muy
especialmente a las vanguardias y al arte contemporáneo, es decir, a la transformación
de la Estética y las Artes en el siglo XX, atendiendo sobre todo al ámbito de las artes
plásticas, el cine y la arquitectura.
Desde hace varios años su investigación aborda la transformación de las formas
artísticas en relación con las del espacio sociocultural, fundamentalmente en lo rela-
cionado con la configuración de la cultura y el arte a partir de las nuevas tecnologías,
que han constituido el tema principal de su participación en congresos nacionales
e internacionales, así como de sus publicaciones en obras colectivas y en diversas
revistas especializadas.
Ha realizado estancias de investigación en las Universidades de Glasgow y Roma,
así como en L’École des Hautes Études en Sciences Sociales de París, ha participado
en varios proyectos de investigación financiados por el Ministerio de Educación y
Ciencia, y ha formado parte del equipo que ha desarrollado dos proyectos del Plan
Nacional de I+D+I, “Teoría de la racionalidad tecnológica” y “Ciencia, tecnología y
sociedad: valores,y antivalores de la red de Internet”, financiados por el Ministerio de
Ciencia y Tecnología, en los que se ha ocupado de los aspectos relacionados con la
realidad estético-artística.

—124—
FICHA TÉCNICA DE LA PELÍCULA

Título: Conejo en la Luna (Mexico-UK, 2004)


Dirigida por: Jorge Ramírez-Suárez
Guión: Jorge Ramírez-Suárez
Fotografía: Luis Sansans Arnanz
Música: Eduardo Gamboa
Intérpretes: Bruno Bichir, Lorraine Pilkington, Jesús Ochoa,
Adam Kotz, Álvaro Guerrero, Rodrigo Murray, Emma Cun-
niffe, Reece Dinsdale, Carlos Cobos, Ricardo Blume, Adal-
berto Parra
Sinopsis argumental
La joven inglesa Julie vive en México D.F. con su esposo
mexicano Antonio y su hija de cuatro meses. Son una pareja co-
mún y corriente que desea comprar un departamento. Terminan
comprando un terreno que hará sus vidas miserables. Al dar un
cheque de enganche al hombre que coordina el asesinato del Dr.
Parra, un poderoso político, ella y su bebé son detenidas ilegal-
mente en una cárcel clandestina. La orden la ha dado el mismísi-
mo ministro del interior. A Antonio lo acusan, a sabiendas de que
es inocente, de haber asesinado al Dr. Parra usando el cheque
como prueba. Creyendo a su esposa y bebé a salvo en la emba-
jada británica, Antonio logra huir a Londres usando el pasaporte
de su amigo Alfredo. Se refugia en casa de Ian Bower, amigo
de Julie y agente especial de la agencia de inteligencia británica
MI5. Las autoridades inglesas buscan a Antonio. Él huye de la
casa de Bower y busca a su vez a uno de los causantes de sus
males: el nuevo embajador mexicano en el Reino Unido, un cri-
minal-político experto en lavar dinero y delincuente organizado
con el ministro del interior. Bower hace su propia investigación
creyendo que Antonio es realmente un criminal y preocupado
por el paradero de Julie en México.
Aprovechándose de su cargo, el embajador hace negocios
con un oficial corrupto del gobierno británico. A pesar de que

—125—
Julie es aislada y seducida por un procurador de justicia maniá-
tico sexual, logra contactar a la cónsul británica y un escándalo
internacional se desata, dando vueltas a todo.

—126—
APUNTES SOBRE: FALSO CULPABLE;
REFLEXIONES SOBRE LA PELÍCULA CONEJO EN LA LUNA
NOTA DEL EDITOR: El texto que a continuación se presenta es
el resultado del compendio, más o menos acertado, de las no-
tas y apuntes que sobre la conferencia de la profesora ISABEL
RAMÍREZ LUQUE hemos podido recoger. Por razones de salud
la profesora no pudo presentar un texto de su puño y letra y,
razón de esto, y de una larga conversación telefónica se deri-
va el siguiente texto. Queda así excusada de cualquier error
que, por nuestra torpeza, cometiéramos en la redacción del
mismo.

L A primera referencia que tenemos sobre la película Co-


nejo en la Luna es, obviamente, su título. Título que pa-
reciera jugar al despiste con el espectador que esperara,
conociendo ligeramente el tema de la película, algún epígrafe
del tipo El fuego de la venganza, Sed de mal, o algo más rim-
bombante que el ya nombrado Conejo en la Luna. Pero quién
conozca un poco sobre la mitología y las leyendas precolombi-
nas mexicanas la relacionará perfectamente.
Narra un cuento azteca que el dios Quetzalcóatl (representado
a veces como un hombre barbado y blanco) decidió convertirse
en mortal y recorrer el mundo. El primer día de su marcha, al
atardecer, tuvo hambre y cansancio. Sin embargo, continuó
caminando hasta la llegada de la noche, de sus estrellas y de la
gran luna llena. Fue entonces cuando descansó sentándose en la
orilla del camino por el que había caminado todo el día. De pronto
saltó un conejo de su agujero en busca de alimento y comenzó a
roer las raíces y hierbas que crecían en el lindero. Quetzalcóatl,
maravillado por lo que comía el animal le preguntó que qué

—127—
era eso que tragaba con tantas ganas. El conejo, mostrándole
las raíces, se las ofreció, pero el dios, agradeciéndole el gesto,
rehusó explicándole que él sólo comía carne. El conejo le
preguntó entonces que de qué se alimentaría y el díos reconoció
que se moriría de hambre sin remedio.
Al oírlo el conejo le dijo: “yo sólo soy conejo, pero me pue-
des comer. Aunque no tengo mucha carne al menos calmarás tu
hambre y así continuarás tu ruta.”
Complacido por su nobleza, Quetzalcóatl lo acarició con ter-
nura y le dijo: “No serás más que un conejo, pero demostraste
gran valentía. Por ello te prometo que desde ahora, serás como
una estrella y todo el mundo te admirará”. Alzó al animal enton-
ces hasta el mismísimo cielo, tanto que dejó su silueta marcada
en la Luna. Y así todos, cada vez que miran al cielo las noches
de Luna llena recordarán el noble gesto de tan insignificante ani-
mal.
Esta leyenda del Conejo en la Luna es el reverso de una reali-
dad mucho más dura, menos noble y menos poética. La realidad
de la película es la realidad de México. Y mientras que la Luna
aparece furtiva durante toda la película dándonos a veces espe-
ranzas, la realidad nos golpea una y otra vez.
Corrupción. Ese sería un título menos romántico pero más
acorde con la verdad que nos narra. Pareciera que la corrupción
en México fuera algo endogámico, como una mala enfermedad.
Pero la realidad puede analizarse fríamente, aunque quizá este
no sea ni el momento ni el lugar más apropiado.
Pensar que la situación política y social del México preco-
lombino estaba exenta de corrupción es presuponer demasiado.
Pero deberíamos, haciendo un ejercicio de reconocimiento críti-
co, asumir que el problema real de la corrupción en la mayoría
de los países latinoamericanos es herencia directa de los con-
quistadores. Imaginémonos por un momento lo que supuso la
irrupción de los españoles en el modo de vida de los pueblos
aztecas o toltecas. Pero no pensemos en unos españoles educa-
dos, cultos, respetuosos y bien intencionados, pensemos mejor
en hombres iracundos y pendencieros que pretendían medrar a
costa de los que fuese; saqueos, esclavitud, traición, cualquier
método era lícito con tal de retornar a la madre patria cargados

—128—
de nobleza y títulos de nuevo cuño. El legado de los primeros
conquistadores ha sido casi imposible de limpiar, conquistado-
res, no lo olvidemos nunca, alejados del todo de las ideas que la
modernidad promulgó. Ya Kant apuntaba que habría que cum-
plir obediencia a las leyes y no a los hombres. Y son amplia-
mente conocidos por todos los escritos de los reyes españoles
mandando a los virreyes de las indias que dispensaran un trato
justo, noble y generoso a los indígenas, recomendando el uso de
la religión como modelo de moral y virtud... ¿hicieron caso los
virreyes de aquellos apercibimientos reales?
El gran conflicto que se nos presenta constantemente en la pe-
lícula es la existencia de dos mundos completamente diferentes.
Un México premoderno (que no quiere decir atrasado ni subde-
sarrollado) y una mentalidad que no piensa con el mismo códi-
go: la nuestra. Pensar desde la corrupción es darse cuenta que lo
mejor es sobornar al policía para que te quite la multa por que la
burocracia oficial está tan mal articulada que acabarás antes dan-
do unos billetes al policía. Policía que sabe perfectamente que
eso es lo mejor, “lo que siempre se hace”. México no pasó por
una revolución francesa, no sufrió los cambios de las revolucio-
nes industriales, las revoluciones allí las promovió la oligarquía
criolla con el único fin de afianzarse aún más en el poder y no
permitir a nadie que mordiera su pastel. A eso nos referimos con
el término premoderno, o sea, un México que no compartió de
los valores de la modernidad, que no derrocó a sus reyes para
instaurar democracias y donde el valor de un hombre siempre
estará por encima del de todos los demás por una estúpida cues-
tión de nacimiento en un determinado entorno.
Así pues en Conejo en la Luna se nos plantean dos respuestas
completamente diferentes ante un mismo problema. Pero mien-
tras en un mundo se castiga al culpable en otro la maquinaria
está perfectamente articulada para oscurecer la verdad, para cul-
par al otro. A aquel pobre desgraciado que se cruzó en el peor de
los momentos posibles, por que el poder nunca pierde ni cambia
de manos.
Y nuevamente la reflexión sobre el pobre conejo que ofreció
su carne al dios y recibió el agradecimiento divino de inmorta-

—129—
lizar su silueta en la Luna. En la vida real nunca un gesto seme-
jante estará suficientemente reconocido, por que no interesa, por
que es mejor no recordarlo, por que esto no es ningún cuento.

—130—
VIOLENCIA DESENFOCADA.
LA ESTÉTICA DE LA VIOLENCIA
DE OLIVER STONE
por
JORGE RODRÍGUEZ LÓPEZ
JORGE RODRÍGUEZ LÓPEZ llegó a esta, en ocasiones triste, realidad ontológica, una
tarde de abril de 1970, en la más que dudosa, volteriana y maniquea ciudad mariana
de Sevilla, hecho el cual le sirvió de condición de revulsiva posibilidad existencial
para moldear un carácter contestatario que lo impulsó al estudio de la filosofía y la
antropología.
Admite que se destetó intelectualmente con el taoísmo de Lao Tsé y el metarrelato
de Milán Kundera durante una adolescencia más que reprobable. Se licenció licen-
ciosamente en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Sevilla, evitando, como
peatón atónito, la lluvia constante de prejuicios germanófilos, metafísicos y camineros
que pudiera haberlos habido, aprovechando aquello que menstrualmente le daba alas
para volar con el maltrecho pensamiento. Amplió sus estudios con la licenciatura de
Antropología Social e inició un sisífico estudio de doctorado sobre la estimulante
figura de Carl Gustav Jüng. Participó con la comunicación La emergencia de los nue-
vos mitos en la sociedad eléctrica en el XL Congreso de jóvenes filósofos celebrado
en Sevilla y en las Jornadas de reflexión sobre la violencia, también en esta ciudad y
repitió estrado con la comunicación La filosofía como profesión poco recomendable
en las Jornadas sobre Morfología del humor.
Trabajó durante una exhausta década en diversos medios de comunicación ra-
diados e irradiantes a nivel local y nacional, ganándose casi el ostracismo con los
espacios de reflexión crítica El hombre silencioso y El bombero del atardecer en la
utópicas y desaparecidas Radio América, Radio España, y como asesor musical del
programa El lobo estepario de Jesús Quintero para Onda Cero Radio.
Ha publicado asiduamente en las revistas Engranajes y Bóreas, evocando estudios
sobre M. Foucault, W. Reich y E. Swedenborg. Es miembro fundador y forma parte
del consejo editorial de la revista para la quimérica difusión de la cultura Al-marchar
donde publica habitualmente crónicas sobre el pasado clásico del pueblo y el Aljarafe
en general, en un arrebato histórico-museístico-monumental (¡Si Nietzsche levanta-
ra la cabeza!). Colabora con la emergente publicación Lepe urbana, con un espacio
sobre filosofía aplicada a la vida cotidiana, de ímprobo e ingrato nombre, “Filosofía
para todos”. En la actualidad, y mientras se cuestiona su condición de ser-arrojado-
en-el-mundo ejerce como profesor de filosofía, ética e historia para las bases, en el
agitado y alienante mundo de la educación secundaria, además dirige como puede, en
su inexistente tiempo libre, un taller de creación literaria y de técnicas de estudio en
Umbrete, la ciudad del mosto.

—132—
FICHA TÉCNICA DE LA PELÍCULA

Título: Asesinos Natos (E.E.U.U., 1.994)


Dirigida por: Oliver Stone
Guión: Oliver Stone, Quentin Tarantino (historia), David Veloz,
Richard Rutowski
Fotografía: Robert Richardson
Música: Trent Reznor, Brent Lewi, Tomandandy (adicional),
Peter Gabriel.
Intérpretes: Pruitt Taylor Vince, Juliette Lewis, Richard Line-
back, Robert Downey Jr., Tom Sizemore, Steven Wright,
Tommy Lee Jones, Rodney Dangerfield, Woody Harrelson,
Ed White
Sinopsis argumental
Una bella pareja, brillante, sexy y completamente psicópata
esta provocando la histeria colectiva con sus asesinatos en masa.
Un reguero de sangre salpica a todos aquellos que se cruzan en
su camino. La sociedad les ha convertido en carniceros sangui-
narios que matan despiadadamente por placer. A medida que van
esparciendo su violencia se convierten en auténticas celebrida-
des y en la noticia más morbosa del momento. Oliver Stone ha
conseguido crear un estilo visual que rompe con todo lo visto
hasta el momento. Un despliegue de técnica inimaginables y un
montaje espectacular, convierten a esta sátira de la prensa sen-
sacionalista en un film completamente revolucionario e innova-
dor.

—133—
«Condenaron mi mente
a una interminable tumba
cuando apartaron de mí
a mi único hijo.
Sé que es cierto,
muy cierto,
por que lo vi en la TV...».
“I Saw On Tv”, (Lp. Centerfield)
JOHN FOGERTY.
«Como un monumental templo, el gran
supermercado induce al recogimiento.
El primero incita, hasta lo más hondo
del alma, a orar. El segundo, hasta lo
más hondo del bolsillo, a consumir...».
Cien consejos prácticos
para el ama de casa, de ANNETTE WINTER.

«El asesino se despertó antes del amanecer,


se puso las botas, utilizó un rostro de la
antigua galería, y bajó al vestíbulo.
Fue a la habitación donde vivía su hermana,
y luego hizo una visita a su hermano,
y luego bajó al vestíbulo.
Llegó a una puerta
y miró en su interior.
–¿Padre?
–¿Sí, hijo?
–Quiero matarte.
–¡Madre! quiero...
[...] Este es el fin, mi bello amigo,
El fin de las risas y las dulces mentiras,
el fin de las noches en las que hemos intentado morir.
Este es el fin».
“The End”, THE DOORS.

INTRODUCCIÓN

Y A hace algunos años que asistí con cierta ansiedad al


estreno del film de Oliver Stone Asesinos natos. Me
resultó chocante que, transcurridos los primeros veinte
minutos del metraje, muchos de los espectadores que estaban en
la sala de proyección se levantasen entre sonoras protestas y se

—135—
marchasen con la opinión negativa de asistir a un espectáculo de
inaguantable violencia fílmica. Siempre pensé que el espectador
de cine, el buen espectador, era un individuo tolerante que, antes
de opinar a favor o en contra del film, terminaba de ver la pelícu-
la, como el que tiene que contemplar un cuadro en profundidad
o acabar de escuchar una sinfonía, pero no es así. Uno puede
hacerse una idea y desertar. Sobre esto no puedo estar más en
desacuerdo ya que sostengo que para conocer el mal hay que
enfrentarse a él en su totalidad. El caso es que yo me quedé y
la película me gustó. Pero el episodio de contestación por parte
de los otros espectadores me llevó a pensar detenidamente en lo
violento del film de Stone. Nuestro director retrata la violencia
en varios niveles: el hecho violento, la reproducción del hecho
violento y el lenguaje empleado para describir lo violento, que
es igualmente violentador. Es necesario enfocar los factores es-
téticos que contribuirán a realizar un análisis de esta violencia
que puede parecer desenfocada y gratuita, casi caótica, cuando
no lo es en absoluto.
Para un estética de la violencia fílmica se deben tener en
cuenta los siguientes factores: el fenómeno violento del que no
es posible abstraerse y que terminará por ser objeto de la acción
artística. El retrato de la violencia en sí, es decir, la reproducti-
bilidad técnica del fenómeno violento siguiendo una motivación
dramática. El desarrollo del drama y su propia articulación li-
güística también puede ser igual mente violentos. Nada mejor
que un lenguaje violentador para describir lo que es la violencia
y como la narración de la reproducción de lo violento puede ser
igualmente violencia. Aunque tendremos tiempo de analizar en
profundidad el film de Stone, tomen por ejemplo la secuencia de
Asesinos natos donde se narra el primer encuentro entre Micky
y Mallory Knox. El desarrollo de la historia con cargados tintes
trágicos y llenos de violencia (véase, un padre pederasta que vio-
la a su hija, una madre sometida al maltrato físico y psicológico
de su marido, y el totalitarismo familiar de este último conforme
al resto de los miembros) se resuelve en la pantalla de un modo
aparentemente falto de violencia como es la estructura narrati-
va de la “sitcom”, la comedia de situación televisiva con risas
pregrabadas en los momentos adecuados de los diálogos. ¿Cabe

—136—
mayor violencia? En este tipo de comedias, lo más dramático y
espeluznante pierde su matiz con sólo el estruendo de las caraja-
das pregrabadas. El mayor merito del diablo fue hacernos creer
que no existía. El mayor merito de la violencia es hacernos creer
que no se ejerce, cuando en realidad nos está golpeando en la
cara.
En los films de Stone nada es gratuito y en el aparente caos
de Asesinos natos, el orden fílmico que describe la violencia,
ontológica y narrativa, se nos aparece casi en un orden fractal,
que se hace chocante al espectador acostumbrado a ser víctima
y no individuo creativo.
En estas líneas vamos a hablar de violencia, de sus estructu-
ras y matices narrativas, igualmente violentas, e incluso de la
interpretación violenta del espectador, que como factor creativo
de la ecuación en el proceso de lo audiovisual, tiene el deber de
responder y contestar a lo que ve. Para ello seguiremos la carrera
fílmica del realizador y director Oliver Stone, cuyas obras sirven
como ejemplo de cómo la violencia deja de ser protagonista de
lo que se cuenta para ser aquello que cuenta. Parafraseando a
Marshall McLuhan, “el medio es el mensaje”.
Tal vez sería mucho suponer, y muy pretencioso por nues-
tra parte admitir que con el cine se alcanza el punto máximo
de la expresión artística teniendo en cuenta la doble naturaleza
del hombre: la visual y la verbal. Una naturaleza “audiovisual”.
Este “audiovisualidad” del hombre, que usa como piedra de to-
que la sensación, se torna despliegue metafísico, no solo de las
posibles concepciones de la imagen del mundo, sino también de
las tensiones y las definiciones del alma humana. El cine es una
obra de arte. Y no una obra de arte cualquiera, en el sentido que
podemos colgarla de una pared o hacer que invada una espacia-
lidad vacía que hasta entonces solo era soporte de la nada. Más
allá de la materialidad de la pantalla blanca que sirve de lienzo
a un golpe de luces que en movimiento que se suceden unos tras
otros, más allá de la persistencia retiniana que con la magia de
la biología ocular crea la ilusión de lo que pasa ante nuestros
ojos, más allá de la descomposición de las gamas de colores en
un vértigo de frecuencias luminosas que son repelidas por la na-
turaleza desconocida de los objetos, más allá de todo eso está el

—137—
hecho retratado, imaginario o real, la narración, el pensamiento
y la voluntad del artista. Más allá está el milagro de la comunica-
ción de una mente a otra, el milagro descifrado, e indescifrable
a la vez, del lenguaje. Más allá sigue estando el “territorio de la
idea” al que tenemos acceso gracias a una “ventana indiscreta”.
Visto así, cámara en mano, reconocemos con el espanto de un
impedido Jim Steward y desde la soledad de nuestra posición de
“voyeures” que el juego al que somos sometidos desde la pan-
talla, fuera de ella y dentro de ella, no es más que un ejercicio
sensu estricto de pensamiento filosófico (no es descartable una
interpretación cinematográfica basada en la “ventana indiscre-
ta”, donde la contemplación del Mundo de la Ideas platónico
resulte igualmente problemática para el personaje) . Tanto para
el peatón común como para el espectador, nunca estuvimos más
cerca de la filosofía gracias a la expresión artística del cine. Y en
el cine está Oliver Stone.
No es necesario justificar qué elementos posee Oliver Stone
como cineasta (o pensador) para que se haya convertido en el
objeto de un trabajo como este. A nuestro modo de ver posee tres
elementos fundamentales en todo discurso filosófico: narración
de una idea o ideas, evolución en su forma de narrar y capacidad
de crear polémica.
En lo que a la narración de una idea, Stone cumple, como casi
todos los directores de cine, en lo que se refiere a comunicar una
idea que se trata de expresar en una película. Nadie llega a la in-
dustria desde la narración heterodoxa sino más bien al contrario.
Tanto el cineasta como cineasta-filósofo o simplemente filósofo
(el hombre en tanto que hombre después de todo) argumentan
una idea para comunicarla a otros y tras el acto de comunicación,
y más allá de él, está la voluntad de crear y de saber. Natural-
mente se puede ser más o menos explícitos: mientras el montaje
clásico de un John Ford puede identificarse con el racionalismo
geométrico de Descartes, el oscuro discurso heideggeriano so-
bre el Ser puede muy bien parecer la narración que se sostiene
en la Nada de un David Linch. Stone, al igual que los pensadores
más radicales, supo imprimir a su carrera, y a su modo de narrar
cine, un giro casi “copernicano” que parte de una primera etapa
de formalismo correcto y clásico (reconocido y premiado con el

—138—
premio Oscar) que evoluciona hacia una innovación que repro-
duce no solo el carácter instrumental de nuestros días sino que,
a la vez, lo vuelve como una “teoría crítica” que mina los pilares
del sistema de producción que lo ha formado (y del que forma
parte) para trasmitir al espectador, no solo una idea, sino la capa-
cidad de crítica y de radicalidad necesarias para vivir.
Muy bien podríamos definir a Stone como la “oveja descarria-
da” de lo que se ha dado en llamar la “generación de la televisión”,
de la que forman parte directores de cine como Steven Spielberg,
Joe Dante o Robert Zemekis; ha partido de una ortodoxia fílmica
formal, narrativa y de guión, para afrontar proyectos realmente
incómodos para la industria, por ejemplo Comandante. Sin em-
bargo resulta curioso y contradictorio a la vez que, habiéndose
formado este grupo bajo la sombra del televisor de válvulas en un
tiempo donde se estaba creando un nuevo concepto del lenguaje
audiovisual con Sergei Eisenstein y David Wark Griffith como pi-
lares, haya sido Stone el único que en su evolución narrativa haya
bebido de los conceptos de ese nuevo lenguaje condenado por los
puristas del celuloide. Para Stone, la TV se convierte en su objeto
para narrar, en su nueva gramática de narración, en la ventana por
la que se asoma la sociedad de su país y que constituye el cadáver
descompuesto y retorcido a diseccionar en la mesa de operacio-
nes del forense en forma de cineasta, en el leitmotiv que se repite
constantemente en su obra. Sería más justo admitir que, más que
“oveja descarriada” (una etiqueta colgada por un sistema que ya lo
ve como un narrador excesivamente crítico, ácido y peligroso no
solo en la temática sino también en la estética rauda y sangrante
de sus montajes), es el único de su generación (de esa “generación
de la TV”)que ha sido consecuente con la evolución del medio
cinematográfico y de los medios de comunicación de masas en su
utilización. La TV es protagonista en JFK, The Doors, Asesinos
natos, Nixon, Un domingo cualquiera y World Trade Center, en
todos los formatos y diseños, dándose un curioso efecto de ojo
que mira al ojo, cuando el cuadro cinematográfico centra su aten-
ción sobre el cuadro televisivo. Por primera vez no interesa las
evoluciones del actor en la pantalla sino las evoluciones de una
imagen y un medio.

—139—
Más que objeto fotografiado por su filmografía, la historia
contemporánea de los Estados Unidos es el vehículo perfecto
para la comunicación de un ideario que muy bien podríamos
reducir a la capacidad de crítica despiadada o a un ejercicio me-
tódico de duda en la sociedad donde nos movemos y de la que
formamos parte. La economía liberal y los iconos de la actuali-
dad como nueva pseudo-mitología creados por el hombre de la
instrumentalidad del siglo XX son los items que se muestran en
la pantalla: el horror de las guerras que seguimos reproduciendo
de un modo industrial e irracional (Platoon), la apariencia como
moneda de cambio de la realidad alienante (JFK), la cultura y la
contracultura de las drogas y su efecto liberador y destructor en
la mayoría humana desengañada del capitalismo (The Doors), el
político profesional y burócrata destruido y cuestionado como
engranaje de la “megamáquina”de la que no es elemento contro-
lador ni es responsable (Nixon), el individualismo y el nihilismo
extremo del hombre manipulado por los medios de comunica-
ción de masas (Asesinos natos), el macabro juego económico y
la deshumanización en el deporte (Un domingo cualquiera), la
brutalidad humana y la complejidad psicológica de los indivi-
duos enquistados en su propio egoísmo (Giro al infierno) o la
tribalidad del homo homini lupus como filosofía oculta desde el
individuo como monada del grupo social hasta la corporación
saturnal que devora a sus propios hijos (World Trade Center).
Da la impresión que exprime al hombre que surge tras la Segun-
da Guerra Mundial y cataliza un elixir malsano que se despliega
ante el espectador como un mapa de obscenidades que sólo crea
inquietud (como la primera etapa de la fotografía de Anne K).
Stone nos provoca la inquietud que hay tras la Nada de la era del
vacío.
Stone evoluciona en su forma de hacer cine desde la objeti-
vidad clásica del cine industrial de Hollywood hacia la subjeti-
vidad de la narración innovadora donde todos los medios a su
alcance participan, aunque nos consta que su último proyecto,
World Trade Center, vuelve “respetuosamente” sobre la ortodo-
xia para mostrar una herida abierta en el costado de la moral es-
tadounidense, evitando así herir sensibilidades. Tendremos que
esperar unos lustros para otro JFK del 11-S.

—140—
Stone en un principio parte de la fotografía correctamente ilu-
minada, de los movimiento de cámara sobrios y canónicamente
correctos y de una linealidad y continuidad de la iluminación,
las secuencias en el montaje y los personajes. Pero en su evo-
lución los ángulos de cámara empiezan a cambiar y moverse, la
fotografía sufre mutaciones inesperadas en la pantalla, la ilumi-
nación gira mientras el espectador accede a decenas de puntos
de vista que provocan un malestar y una inquietud sin preceden-
tes, los elementos cotidianos se tornan vertiginosos. Este vértigo
es la crítica de la hipervelocidad de nuestro tiempo, son ventanas
que se abren y cierra, son cambios de color y texturas, son flas-
hes de luz y sonido. Es la crítica de la instrumentalidad desde la
instrumentalidad misma y, usando términos del psicoanálisis, el
“desvelamiento” no es un ejercicio agradable para el enfermo.
Stone hace las veces de psiquiatra y el espectador es el individuo
alienado, preso de la neurosis de los técnicos.
Tal vez aquí reside la falta de popularidad del director nor-
teamericano, en la brutalidad de expresión de esa antropología
fílmica que ha creado y del modo de crearla. Se trata de una
narración del hombre, o lo que queda de él, a golpe de imagen.
Stone trabaja en la fragua de Hefestos donde se moldea una ima-
gen del hombre a martillazo de “videoclip”, el nuevo lenguaje
de la imagen de nuestro tiempo, incomprensible para el pasado.
Esta velocidad “ametrallante” crea una nueva subjetividad por
encima de las posibilidades del plano subjetivo, que muestra im-
potente lo que el personaje ve pero no va más allá. Oliver Stone
nos mete en el “otro” con la catarsis de la imagen, mediante el
bombardeo masivo y casi subliminal en la impresión sensible
del ojo para formar en nosotros una sensación o un sentimiento,
recrea el caos con una unidad que sugiere el caos y al abstraer-
nos de la unidad nos la define. Tal vez en la frontera de lo su-
bliminal se encuentre el encuentro definitivo con el espectador,
la comunión total donde se reconoce la creencia de las actitudes
violentas del ser humano a través de una apoteosis fílmica de
la violencia, reconociendo la materialidad del mal y el afán de
lucro como alma del espíritu del capitalismo.
Este trabajo trata sobre el cine de Oliver Stone. No sobre su
cine, sino sobre el modo en que se expresa artísticamente con

—141—
su cine y el ideario que puede canalizar con su manera de hacer.
Pensamos que la idea es adecuada por la forma novedosa de
su factura fílmica y de la actualidad de su obra, actualidad que
nos ha obligado a extender este trabajo tras el estreno de World
Trade Center, film que nos servirá de excusa para desarrollar
las conclusiones de un seguimiento global de la obra de Stone,
desde el ámbito del guión , la dirección e incluso la producción
televisiva. Para ello desarrollaremos una breve teoría explicativa
de su obra basada en la tesis en la que el director trata de mostrar
una unidad narrativa desde elementos caóticos y violentadores
con la intención de narrar la violencia misma. Partiremos de la
idea en la que vemos que la narración es la crónica de una uni-
dad, ya sea relato mitológico, cuento popular o narración fílmi-
ca. En todo relato de la narración se plantea una idea de orden o
cosmos que es asaltado por un elemento de entropía; entonces la
narración se convierte en la crónica del devenir provocado por
el caos hacia una solución de unidad que busca el espectador en
un desenlace adecuado, desenlace que en ocasiones no lleva o
termina de llegar. Precisamente es en la unidad o en la esperan-
za de una unidad donde se esconden las resoluciones fácticas
y morales. La narración fílmica es articulación gramatical del
devenir hacia la unidad ideal en la cabeza del creador y del es-
pectador. Como vemos, se trata de la clásica delimitación del
relato en la tríada de “planteamiento-nudo-desenlace” pero con
el despliegue de la idea de unidad frente al caos, conceptos ne-
cesarios en el cine de Stone ya que son los elementos disgresores
de la narración (enfrentados al clasicismo cinematográfico) que
describen ese estado de entropía para provocar la catarsis del es-
pectador. Stone altera con una entropía o un devenir propios de
un nuevo lenguaje de la imagen la narración del devenir interno
de la historia que se cuenta, incluyendo en su estética narrativa
la disgresión como elemento independiente, (podría decirse que
los saltos en la narración del film Pulp Fiction de Quentin Ta-
rantino son elementos de disgresión narrativos. Oliver Stone va
más allá por que la entropía la lleva al formato, la fotografía, las
texturas, la iluminación, etc., además de la formalidad narrativa
que también se ve afectada).

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Naturalmente esta voluntad de incluir la entropía como ele-
mento de la narración dentro de la narración de la entropía no se
produce en la obra de Stone de modo espontáneo, sino que avan-
za de modo gradual y en un comienzo apenas si es perceptible.
En films como Platoon o Wall Street lo entrópico está materia-
lizado en la narración del guión en forma de drama, aunque sus
facturas resultan correctas con relación a lo que vendrá después.
La entropía narrativa y estética comienza a hacerse patente ya en
JFK (con saltos cronológicos y un caos de “flashbacks”, además
del juego continuo de cambios plásticos y de formatos de foto-
grafía) y Asesinos natos (donde el mismo caos de los personajes
se narra y se plasma en una serie casi infinita de juegos de en-
tropía donde la imagen televisiva de la comedia narra el horror
de la violación o la subjetividad se forma a base de impresiones
cuasi subliminales, sugiriéndose una tímida unidad solo en la
mente del espectador) constituye toda una apoteosis de la vio-
lencia como símbolo claramente representado por una violencia
audiovisual si cabe. Stone consigue así narrar la unidad desde el
caos con los elementos clásicos totalmente alterados: cronología
cambiada, flashbacks desordenados, alteración del formato, uso
de la textura y el grano de la película fotográfica, uso de técnicas
ajenas al cine, uso de animación, movimientos de cámara inusua-
les y raudos, planos alegóricos y simbólicos, deformidades de la
imagen, planos “irónicos” (que definiremos más adelante) y una
nueva enunciación de la subjetividad cinematográfica, basada en
la catarsis visual, que supera la inoperancia del plano subjetivo.
Es a este pandemonium donde dirigimos nuestra investigación.

1. La aceptación formal de la narración: Platoon


Probablemente la película que encabeza el hit parade del
ridículo en la historia del cine bélico sería sin duda Las boinas
verdes, donde un más que maduro John Wayne cerraba todo un
ciclo de épica bélica entregada a la propaganda en el cine que se
iniciara con Objetivo Birmania. A pesar de lo reaccionario que
pudiera parecer el género bélico, este se inició con cierto aire
crítico como lo muestran obras clásicas del cine mudo de la talla
de ¡Armas al hombro!, El gran desfile, Sin novedad en el fren-

—143—
te o Alas. Sin embargo estos aires cambiaron para empujar las
velas de la propaganda de la maquinaria de la Segunda Guerra
Mundial. No fue hasta los años 70 cuando se recogió el testigo
crítico de un cine que movido por la inquietud social frente a las
guerras de Corea y Viet-Nam hacía de nuevo frente al proble-
ma moral del hombre y la guerra. John Wayne cavó su propia
trinchera para dar paso a los antihéroes del celuloide que cues-
tionaron el ámbito humano de lo bélico en film como Senderos
de gloria, La cruz de hierro, M.A.S.H., El regreso o El cazador.
Este último film, de Michael Cimino, constituía la entonación
de un mea culpa sobre una guerra, la del sudeste asiático, que se
eternizaba en la década de los 70. Apocalypse Now de Francis
Ford Coppola mostraba de un modo entre lo documental y el
cine subjetivo y demente ciertos aspectos del confrontamiento
que resultaban llamativos y tremendistas conforme a la narra-
ción bélica al uso. Ambos films resultaron comprometedores, el
primero por la tragedia de los desaparecidos en combate y la rei-
vindicación política de los veteranos de guerra y el segundo por
la descripción de la locura teleológica de la guerra, marcando de
modo definitivo al cine bélico que vendría después. Platoon es
heredera directa de estas últimas y la sociedad americana asumió
la tragedia histórica, tragedia en la que participó como soldado
el mismo Oliver Stone, con el reconocimiento de la academia
de ciencias cinematográficas con cuatro oscars: mejor película,
mejor director, mejor montaje y mejor sonido. A pesar de ello,
Stone, que había entrado en la élite de Hollywood tras dedicarse
a escribir guiones y dirigir un primer film titulado Hablando con
el miedo, de escasa repercusión (aunque en él abordaba el mun-
do de la comunicación radiofónica y del peligro de la manipula-
ción de los mass-medias, temas recurrentes en su obra), admitió
que la dramatización de la masacre de Mai-Lai (sin duda uno
de los momentos más violentos de la película) tenía que haber
conmocionado la opinión pública y no haber sido asumida como
un episodio del pasado remoto. Por esta razón, Stone, volvería
al tema de la guerra del Viet-Nam en dos ocasiones más, cierto
es que desde otras perspectivas. De cualquier manera quedaría
decepcionado por no haber alcanzado el halo de antibelicismo
de sus predecesoras tal vez por lo explícito.

—144—
Desde la propia experiencia personal del director, Platoon
podía haber sido la más subjetiva de las películas, ya que el mis-
mo Stone participó en la contienda, y sin embargo es quizás la
más narrativa, quizás también resulte que Stone sea casi docu-
mental y más objetivo fílmicamente que otros compatriotas su-
yos precisamente por eso.
Platoon (pelotón) contiene un tratamiento fotográfico claros-
curo, de luminosidad cerrada y ambiente claustrofóbico, lejos
del tratamiento fotográfico convencional del cine documental
pero que le da el matiz de teatralidad dramática que posee la
selva y esta es el entorno cerrado contrapuesto radicalmente al
hombre. Hombre y selva están enfrentados en la luminosidad,
una luminosidad que se abre paso en los rostros, en los perfiles,
buscándose las formas en la intuición y no en la claridad perfec-
ta de lo iluminado, consumando el “desgarro” romántico entre
naturaleza infinita y hombre posmoderno que, entregado a la lo-
cura de la guerra, es incapaz de volver sus ojos hacia el seno de
la madre tierra. El hombre ya se asemeja como el protagonista
de una instrumentalidad científica que resuelve sus conflictos
en lo aséptico de lo ajeno, litigando en un ambiente controlado
que no es el suyo y que resulta descontrolado después de todo. A
pesar de que no son explícitas, las lecturas ecologistas sobre el
impacto de la guerra en el medio ambiente quedan de fondo.
Entroncando con lo anterior vemos que la película está
compuesta por tres partes y cada una de estas partes posee su
propio tratamiento visual. Estas tres partes obedecen a la plani-
ficación clásica de “planteamiento-nudo-desenlace” que posee
toda unidad narrativa lineal, sin saltos temporales y con un clí-
max dramático. Stone parece aceptar sin tapujos y de una forma
virtuosa una formalidad narrativa impuesta por la industria sin
añadir matices novedosos. El planteamiento es casi documental,
lo que supone aceptar en diversas secuencias el uso de la cá-
mara al hombro. Paradójicamente esta situación tan objetiva de
lo narrado, al encontrarse en una narración de ficción, consigue
acercas más subjetivamente al espectador, ya que se transmite
la inseguridad, la inestabilidad y, por lo tanto, la subjetividad,
apoyada en todo momento por la narración en “off” del protago-
nista, Charlie Sheen. Esta inestabilidad de los planos de cáma-

—145—
ra al hombro, sobre todo en secuencias de batalla en la jungla,
“suspende” sobre sus propios píes al espectador que termina por
integrarse como un miembro más del pelotón protagonista. Este
tratamiento ha sido utilizado por la mayoría de directores que
han abordado el género bélico, recordemos el impresionante tra-
tamiento de la escena del desembarco en la playa de Dog Green
Uno en Normandía en el film Salvar al soldado Ryan de Steven
Spielberg.
El tema de la inestabilidad acerca más los contenidos subje-
tivos que el tratamiento de un eje inamovible en un plano y es
que esta inestabilidad es más cercana a la reproducción de las
posibilidades somáticas del hombre, última referencia de los que
se trata de reproducir. Efectivamente, desde el punto de vista
fisiológico, nuestro campo de visión queda entregado a la ines-
tabilidad de los hombros y la inestabilidad de nuestro caminar
y nuestro movimiento corporal. Claro está que este tratamiento,
aunque original, puede llegar a marear al espectador, un ejemplo
de este tratamiento “in extremis” lo tenemos en el reciente film
El proyecto de la bruja de Blair, donde se pretende que el trata-
miento estético del movimiento de la imagen acentúe la angustia
subjetiva del espectador sobre el horror experimentado por los
personajes.
En la narración aparecen tres escenarios que sirven de vehí-
culo al tratamiento de la imagen, son: la llegada, la jungla y el
campamento. Cada uno de ellos tiene un tratamiento fotográfico
específico con un significado concreto. Así tenemos que en el es-
cenario 1, que denominaremos “llegada/campamento”, posee un
tratamiento de luz directa, claridad y sombras difuminadas hasta
casi extinguirlas; se trata de un tratamiento que en la pintura po-
dría compararse con la claridad de Velázquez a la hora de “pintar
el aire”, lo que lleva a plasmar perfectamente el ambiente de
nubes de polvo levantadas por los helicópteros o gotas de sudor
en el rostro y el cuerpo de los protagonistas. Este escenario está
retratado en planos generales, enteros o medios, proporcionando
a la narración una estabilidad precisa para situaciones en las que
se describe a los personajes o estos expresan su opinión, este
tipo de narración inspira seguridad y estabilidad, la cámara no

—146—
suele estar al hombro del realizador sino sujeta a la firmeza del
eje que es a la vez firmeza en la narración.
La escena de la llegada del protagonista ya nos introduce de
lleno en una narración de planos viajeros que hacen flotar al es-
pectador como un ojo privilegiado en la narración. Así la mirada
entre Charlie Sheen y un veterano soldado queda plasmada en
un juego de contraplanos de travelling que muestra la subjeti-
vidad de las miradas, todo en una armonía de movimiento de
cámara, personajes y el “leifmotiv” del adagio para cuerda de
George de la Rue. El tema de retratar la mirada de los solda-
dos que había entrado en combate preocupó a Stone desde un
principio ya que esta poseía una profundidad sin igual que en-
carnaban la desesperación del luchador que no sabe muy bien
por que lucha y ha tenido que mirar a la cara a la muerte; estas
cualidades le hicieron valer la denominación de “la mirada de
los cien metros” (según el alcance máximo de los fusiles M16).
El personaje protagonizado por Sheen sufre una transformación
interior y exterior cuando finalmente adquiere esa mirada. Se
cierra un círculo.
La escena del campamento está deliberadamente quema-
da en tonos amarillos que se adecua con la iluminación solar,
antítesis de la iluminación de la selva. Es una iluminación que
otorga seguridad, cotidianidad y convencionalidad al escenario
y a los personajes en contrate con la tensión y la oscuridad de la
jungla. Esto refleja la dualidad a la que están sometidos los per-
sonajes: las cualidades apolíneas de la racionalidad expresadas
en el orden del campamento militar enfrentadas a las cualidades
dionisiacas de la lucha pulsional por la supervivencia del campo
de batalla que es la jungla. El campamento es el territorio de la
reflexión por parte de los personajes, quizás por que lo apolíneo
es el marco adecuado para la crítica aunque no el dogmatismo.
En estas dos corrientes se alinean los personajes: un grupo que
sigue al sargento Elías, encarnado por Willen Dafoe, donde se
critican abiertamente las dotes de mando instrumentales y teleo-
lógicas. Este grupo posee unas características más dionisiacas
en lo que se refiere a su necesidad por sobrevivir, haciendo de la
integración (ya no solo de soldados de color en el grupo sino de
latinos, además del uso de drogas, algo tan corriente en esa época,

—147—
como forma de esparcimiento) una herramienta de su humanis-
mo. Este grupo representa las actitudes dionisiacas del hombre
como salida a la situación desesperada en la que viven, donde la
reflexión y el cuestionamiento de lo que ocurre son la respuesta.
El otro grupo está encabezado por el sargento Barnes, encarnado
por Tom Berenger, un militar profesional con el rostro desfigu-
rado, cruel en sus métodos y en el trato, su grupo está integrado
por soldados blancos y de ciertas actitudes racistas y violentas.
Barnes es el rostro teleológico e instrumental de la guerra que ha
perdido su humanidad. El grupo de Barnes es el que protagoni-
za la dramatización de la masacre de Mai-Lai, donde parte del
pelotón ejecuta a las mujeres y niños de un poblado. El rostro
desfigura do de Barnes es el rostro desfigurado de Glauco, inca-
paz de reconocerse como hombre en plena barbarie de la razón,
sirviendo a los intereses imperialistas de ultramar; se trata de
un personaje consumido por el odio interior que ha hecho de la
guerra el único horizonte vital.
Ambos grupos gozan de un espacio dentro del campamento
y es retratado en la fotografía de un modo diferente. El grupo de
Barnes se encuentra en un barracón bien iluminado con colores
claros, donde se bebe cerveza y se escucha música “country”
(nada menos que a Merle Haggard, un pilar del puritanismo del
country musical del sur de los Estados Unidos), es más social,
más convencional y políticamente correcto, es el lugar de los
patriotas y los instrumentales que creen saber por que hacen la
guerra. Es el lugar de los dogmáticos. El grupo de Elías está en
un barracón subterráneo iluminado por una luz roja, donde se
consume marihuana y se escucha música “hippie”(en contrapar-
tida al grupo Jefferson Airplane), es el lugar dionisiaco e iniciá-
tico, donde el protagonista se inicia en las drogas a través del
cañón disparado de un fusil M-14 (ya que, según se comentaba,
los restos de pólvora quemada potenciaban el carácter psicotró-
pico de la droga), en un magnífico plano subjetivo. Si Barnes
daba forma al rostro de Apolo, Elías posee una actitudes “crísti-
cas” que lo hacen merecedor de una muerte retratada de forma
bastante épica: no solo comprende las inquietudes del protago-
nista, en la piel de Charlie Sheen, ayudándolo a sobrevivir y
comprender de forma vital el entorno donde se encuentra, una

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actitud mucho más universal y humanista, sino que también es
objeto de la traición y el asesinato a manos de Barnes (que cree
dejarlo muerto en la jungla); Stone retrata la muerte de Elías a
cámara lenta (de las pocas relentizaciones que tiene el largome-
traje) justo en el momento en que es abatido a disparos por el
viet-cong, en una posición que recuerda la iconografía cristiana
de la expiración de Cristo (algo casi profético en la carrera de
Dafoe ya que interpretaría a Jesús de Nazaret en el soberbio film
de Martin Scorcese La última tentación de Cristo. La muerte
de Elías es la muerte de las esperanzas de todos los personajes,
desamparados y condenados a un caos total en la batalla final del
escenario 3, impotencia manifiesta por uno de los personajes en
una frase referida a acabar con la vida de Barnes como vengan-
za: «Lo único que mata a Barnes, es Barnes».
El escenario 2 constituye un cambio de planteamiento radical
conforme a la escena anterior, lo denominaremos “jungla/patru-
llas”, y en ellos se narra toda la parte de la historia que ocurre en
el exterior del campamento, describen la acción militar y posee
un tratamiento de la imagen fotográfica de claroscuros en la ilu-
minación y gran profusión de sombras, son el retrato de un am-
biente claustrofóbico y asfixiante que envuelve a los personajes
sin que estos puedan evitarlo huyendo a terrenos del fotograma
más iluminados; en la gramática narrativa, Stone, opta por el uso
de una óptica de ojo de pez, en ocasiones, y gran angular para
retratar de forma bastante artística la imagen deformada. Este
efectismo le da a la imagen cierto halo de incredulidad, incre-
dulidad por la situación de “hombre-arrojado-en-el-mundo” que
poseen los personajes que luchan en la jungla. De esta forma la
continua pregunta del cine anti-bélico, “¿qué hacemos aquí?”, se
remarca no solo en la voz de los personajes sino también en las
propiedades sensibles de la imagen captada por la cámara. Stone
abusará en esta escenografía del plano en picado y contrapica-
do (siempre respetando el eje narrativo, hecho que no produce
ningún sobresalto), escorzos o planos zenitales, destacando el
plano contrapicado de la luz intentando penetrar el tupido techo
de hojas de la selva vietnamita, incapaz de llegar a iluminar las
acciones de los personajes. Esta discontinuidad del tratamiento
del espacio narrativo es algo recurrente en las películas de Sto-

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ne, incluso en las que los esquemas tradicionalmente narrativos
son asaltados descaradamente; si el tratamiento en la escena 1
era de color amarillo, en esta escena 2 el tratamiento es verde y
azul, en una gama de tonos difícil de degradar. Stone huye de las
tonalidades cálidas del lenguaje del color clásico para expresar
el peligro y la pasión de los personajes, por el contrario disfraza
el peligro de color azul lo que hace de este más repentino e ines-
perado. El color verde de la jungla se cala en el fotograma como
la humedad en el uniforme de los personajes, un verde pesado y
azul que causa repulsión, un sentimiento de horror siniestro.
En este espacio del escenario 2, el grano fotográfico también
se “hincha” ya que al trabajar en espacio de escasa iluminación
sin recurrir a artificios debe optarse por películas de más alta
sensibilidad de impresión, lo que le da a la imagen una calidad
de “collage” o dibujo en movimiento que acentúa la impresión
documental y realista del film. Stone por un lado nos da un trata-
miento que empuja a la subjetividad con intención de acercarnos
a las sensaciones de los protagonistas y por otro lado nos da
realismo en la fotografía para acercarnos aun más a la situación.
Ambas intenciones hacen del producto final una sensación de
angustia y claustrofobia que potencian el contenido dramático
de la historia.
La jungla, fotografiada de esta forma, no posee arriba y abajo,
es un todo homogéneo. Si la luz del Sol normalmente en una
referencia por las sombras que arroja, en un terreno donde no
existe esa referencia no cabe un eje de coordenadas y esto es
aprovechado por Stone para realizar panorámicas de seguimien-
to de abajo a arriba buscado la poca luz que entra por el techo
de la jungla Willen Dafoe penetra en un túnel del enemigo con
una linterna y una pistola automática como única arma (se tra-
ta de un “rata de túnel”, especialistas que “cazaban al enemigo
oculto en una intrincada red de túneles muy habituales en Viet-
Nam); el espectador sólo ve lo que ve la linterna y en ocasiones
no se sabe muy bien si nuestro protagonista repta por el suelo o
por el techo; así las coordenadas espaciales quedas subvertidas
pero dentro de una narración clásica, cosa sugerente sobretodo
en este director.

—150—
Otro modo de acentuar estas líneas de subjetividad hacer “oír
el sonido”. Esto que puede parecer una perogrullada no está tan
claro en cine. Normalmente un sonido en una película acompaña
a la imagen que lo ha provocado. Esto es una redundancia. Sto-
ne tiene durante toda la película a incluir, no solo la narración
en off del personaje, sino también del sonido que está fuera de
plano para volver a hacernos sentir el ambiente. Esta falta de
redundancia forma parte de un tipo de narración social en la que
se hacen exteriores la narración interior, una narración que se
comparte con el espectador.
El escenario 3 lo constituye la “batalla final”, donde se alcanza
el clímax narrativo de la historia y se resuelve el desenlace. Este
posee un tratamiento próximo al 2 pero quizás más sumido en el
caos narrativo en el que va a derivar el trabajo de Stone. A pesar
de narrar una acción nocturna, las pocas imágenes iluminadas lo
son de forma directa y con colores descriptivamente vivos, ya
que Stone, muy certeramente, utiliza el efecto estroboscópico de
las descargas de las armas como recurso en la iluminación. Esto
sumado a un constante movimiento de cámara en todas direc-
ciones (como cabría esperar del espectador si se encontrase en el
lugar de la acción) y la fragmentación racional de las secuencias
según los personajes, hacen de esta secuencia una de las mejores
donde se palpan las aptitudes animales del hombre conforma a
la guerra. Sin duda esta era la pretensión de Stone, mostrar la
guerra como una acción de plena desorganización donde se pa-
tentiza la violencia, violencia que en el caso de este director se
plastifica en cierta desorganización narrativa.
En los momentos previos a la batalla se celebra una narración
lineal que plasma, a través de los diálogos, el espíritu de la ins-
trumentalidad como un acto de asumir lo inevitable, lo causal.
De ahí se pasa en una continuidad fotográfica, que muy bien
podría ser la caída de la noche sobre los hombres, de la luz a la
oscuridad, de la iluminación fija al movimiento de luces y som-
bras, del estatismo a la celeridad del plano, la luz de las balas
trazadoras como única referencia de la profundidad del entorno
y su perspectiva. Aquí es donde comienza Stone a narrar el caos
desde la formalidad, a través de juegos de sombras en la selva
iluminada a fogonazos y sobresaltos sonoros. Es este tratamiento

—151—
formal del caos lo que Oliver Stone irá cambiando a lo largo de
su obra.
2. Inicio del “giro stoniano”: Nacido el 4 de julio; JFK, caso
abierto; El cielo y la tierra y The Doors.
Tras el éxito de Platoon, gracias a sus cuatro premios oscars
de la Academia de Hollywood, todo el mundo esperaba la si-
guiente puesta en escena de Oliver Stone. Wall Street, a pesar de
ser nominada a los oscars y contar con estrellas en alza (Michael
Douglas), constituyó una seria decepción desde el punto de vista
creativo y parecía más un paso atrás. Un film como este, que no
parecía aportar nada, nos ha impulsado a dejarlo en suspenso en
el presente trabajo. Con un amplio horizonte de posibilidad críti-
ca, el guión de Wall Street terminó por adolecer terriblemente.
Sus siguientes trabajos si gozaron de una frescura creativa
considerable y los analizaremos cronológicamente ya que ellos
forman una serie en si mismos en lo que se refiere en el progreso
de técnicas de narración del caos desde el caos narrativo en si,
una idea que forma lo que hemos denominado “giro stoniano”.
Tras Wall Street, Stone pasa a narrar su cine en el formato pa-
norámico máximo que antes no había utilizado, haciendo de sus
obras auténtica epopeyas panorámicas (ocurre que en el merca-
do del vídeo las películas de formato panorámico son recortadas
por los bordes extremos del formato, particular de la industria
que no podían controlar los directores y que llevó a algunos a
centrar los encuadres a pesar del formato panorámico exigido
por la industria del cine). Stone ignoró esto desde un principio y
protestó enérgicamente al respecto. Sólo en Giro al infierno, un
film hasta cierto modo más intimista, no volvió a recuperar un
cuadro más mesurado. Nacido el 4 de julio es una de esas epope-
yas americanas. En ella se narra la historia de Ron Kovic, en la
figura del actor Tom Cruise, un joven convencido de los valores
patrióticos que marcha a la guerra del Viet-Nam y vuelve en una
silla de ruedas totalmente transformado. Se reproduce una trans-
formación parecida a la que sufre el personaje de Charlie Sheen.
La historia de Kovic, un personaje de la vida real, constituye
todo un viaje en la metamorfosis de los valores, del dogmatismo
al cuestionamiento y a una actitud crítica, más cercana al ideario
pionero de los demócratas.

—152—
Nacido el 4 de julio, debido a sus matices biográficos, posee
una formalidad fílmica apoyada en la cronología que describe;
así, Stone, escenifica la infancia del personaje, casi de modo
consecutivo la juventud, la guerra, el periodo donde el personaje
está en el hospital de veteranos del Bronx, el regreso a casa y su
cambio de mentalidad y finalmente el desenlace donde el perso-
naje encabeza la reivindicación sobre los veteranos de guerra.
Seguiremos esta cronología en el análisis del film.
El primer espacio escénico y cronológico es la infancia y en
consecuencia narrativa la juventud. Ambas secuencias poseen
una sobria narración en la gramática de los planos, una correc-
ción en el plano para retratar de un modo políticamente correcto
a la típica familia americana entregada al “American Way of
Life” promovida por el gobierno de J.F. Kennedy. Stone no deja
de retratar al televisor como centro de atención del nuevo núcleo
familiar. El espacio familiar ha cambiado desde que el televisor
se ha introducido en nuestras vidas y se ha convertido en eje
indiscutible. El retrato de Stone sobre la televisión, sus efectos
y continuos juegos en torno a ella es un ejercicio recurrente en
toda la obra de Stone desde esta película. La corrección narrativa
en esta escena y el “leitmotiv” musical de John Williams contri-
buyen poderosamente a un efecto idealista de la descripción que
flota sobre ella. Se describe un mundo donde la instrumentalidad
merece la pena, el argumento político tiene sentido para el ciu-
dadano motivado, la competitividad del individuo en su entorno
(Ron Kovic practicaba la lucha libre en su instituto), y los sím-
bolos sociales (el presidente, el béisbol, la bandera...) gozan de
una salud envidiable. Stone comienza en este espacio una serie
de retratos que repite a lo largo de la película: se trata del retrato
del desfile del cuatro de julio al que asiste el protagonista y en
el que desfilan los veteranos de las guerras. Este desfile aparece
de modo casi poético en su continuo repetir narrativo y muestra
no sólo la evolución del personaje, sino también de su entorno
social. Como recurso dramático Stone abusa de la cámara lenta
relentizando el tiempo para hacer “masticar” al espectador el
contenido dramático e ideológico de los personajes En lo refe-
rente al colorido y la textura de los planos, Stone opta por una
iluminación clara y directa para una imagen descriptiva.

—153—
El papel de la música en esta película es decisivo. Además
de la partitura de Williams, Stone abusa de la música pop de los
años en los que transcurre la historia. Aunque esto constituye
una simple ilustración musical que apela a la nostalgia comer-
cial del espectador, como ya hiciese en Platoon, ilustración que
han usado la mayor parte de los directores de la generación de
la televisión (sobretodo Coppola en Apocalypsis Now, Scorcese
en Uno de los nuestros o George Lucas en American Graffitti), la
industria ha enfocado en ocasiones esto en un ejercicio de violen-
cia musical con vista a vender bandas sonoras originales. Stone
muestra con esto una narración historiográfica; ignoramos si es-
condía alguna intención comercial.
Con la secuencia de la guerra, donde se describe la entrada
en combate de Ron Kovic, la cosa cambia de modo total. Aquí
Stone coge la cámara al hombro de un modo casi más radical que
la narración bélica a la que nos tenía acostumbrados en Platoon.
Se trata de una entropía narrativa mucho más próxima a la antes
citada secuencia de Salvar al soldado Ryan. Se trata de una ilumi-
nación amarilla que usa las aberraciones ópticas de la cámara para
crear un efecto de “deslumbramiento” en la imagen y el especta-
dor, deslumbramiento que será la causa de que posteriormente el
protagonista acabe con la vida de un compañero de armas. Stone
desconcierta al espectador con continuos seguimientos y barridos
de cámara, llegando a ser molesto no mostrar directamente las
imágenes. Produce un efecto eufemístico en las imágenes al no
mostrar lo que ven los personajes (Kovic entra en un poblado que
ha sido objetivo del fuego de la infantería y todas las mujeres y
niños han sido asesinados, esto no se muestra salvo en plano bre-
vísimos, casi subliminales). Es aquí donde se expresa el Stone que
está por venir. Hay un caos narrativo o una pluralidad de planos
que corresponde al espectador montar una unidad en su cabeza.
La entropía está en la gramática, en la iluminación (a veces di-
fusa, a veces siluetas a contraluz, a veces claroscuros, incluso de
la rapidez de los barridos de cámara o el desenfoque se pasa a la
filmación en cámara lenta del momento en que Kovic es herido).
Desde este momento el eje de la cámara se pondrá a la altura de
la silla de ruedas del protagonista, cortando sin ningún tipo de
acritud el torso de los personajes que siguen de pie.

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Aunque Stone no abusa de los efectismos de sus montajes
raudos, en Nacido el 4 de julio, la cámara solo parece ponerse
nerviosa en los momentos en los que el personaje está preso de
una tensión exterior que no puede manejar. Así en la secuencia
de la discusión en la silla de ruedas con otro veterano, interpre-
tado por Willem Dafoe una vez más, o en la secuencia de las
manifestaciones de Washington, la cámara vuelve a navegar en-
tre la coralidad de los personajes de fondo, tan importantes para
Stone en lo que se refiere al retrato de la América de primero de
los setenta. Como retrato, esta película es también una película
coral como lo era Platoon. Todo un universo de personajes gira
alrededor de Kovic para la foto de familia de la sociedad ameri-
cana: los padres desengañados de la política por el hijo mutilado
de guerra, el hermano objetor de conciencia, los amigos de la
infancia que han sido engullidos por el sistema, el sargento que
consigue que Kovic de aliste (una vez más Tom Berenger, co-
nectando su personaje con el desfigurado Barnes de Platoon),
los enfermeros de color, la droga, la psicodelia... todo cabe en
este viaje de Stone a las sensaciones del pasado.
A pesar de lo patriótico del título hay que entender que el
sentido del patriota norteamericano no está enraizado en sen-
timientos rancios como puede parecer la de una España prede-
mocrática, la comparación aquí no es aceptable. Stone defiende
un patriotismo liberal que explota la idea de libertad y oportu-
nidad frente a las decisiones instrumentales del sistema. Stone
reflexiona sobre el individuo y sus calidades de individualismo,
su posibilidad de libertad. En Stone el uso de la cámara lenta, no
muy frecuente en su filmografía demuestra esa invitación a la
reflexión tras exponer la fuerza dramática de las imágenes que
poseen más movimiento.
Con JFK: caso abierto Stone comienza a transmitir sensacio-
nes con las imágenes. Se trata de hacer saltar al espectador a gol-
pe de montaje, creando un collage en su percepción que a veces
sale malparada. Stone ya hace explícito su sistema de montaje
con planos breves y rápidos, con movimiento de cámara rau-
dos, con imágenes desenfocadas, cambios de formato, de color,
de textura, incluyendo imágenes reales en su formato original
(la famosa película Suprader que en su momento se ocultó a la

—155—
opinión pública americana) reproducciones de imágenes reales
y sus correspondiente cambios de formato, saltos de eje... la pan-
talla va saltando de un sitio a otro con la idea de transmitir una
idea, no de narrar linealmente una historia. Ya no importa tanto
la continuidad fotográfica, de iluminación, narrativa o sonora
como la continuidad hacia una sensación en el espectador.
¿Por qué esta entropía cinematográfica hace de JFK un pro-
ducto interesante que el espectador asimila casi sin pestañear?
El film de Stone era ante todo una denuncia (aunque este tema
no era el primero en la historia del cine, recordemos el film Ac-
ción ejecutiva) y tal denuncia necesitaba de un sistema complejo
de montaje que hasta la fecha nadie hubiese practicado para tal
evento. Se trataba de narrar un hecho supuestamente histórico,
el asesinato de un presidente y un golpe de estado oculto, ape-
lando a la subjetividad de la recepción del espectador que en
última instancia decide si la denuncia de Stone es válida o no. La
trama es extremadamente compleja y la cantidad de imágenes
por analizar tremenda.
La película tiene una trama acogida en una cronología precisa
que narra la investigación del fiscal general de Nueva Orleans,
en la piel de Kevin Costner, y como en la mejor tradición del
cine negro (no olvidemos que la película además de ser crónica
histórica contiene una fuerte dosis de intriga y misterio) recurre
continuamente al flashback, recurso que por supuesto es altera-
do en las calidades de la película fotográfica y la rapidez de los
planos. Como medida general el flashback es impresionado en
blanco y negro, con película de grano hinchado. Este particular
revela cierto carácter documental y realista a algunos planos que
dan legitimidad a todo el film. Sin embargo ya Stone está en-
tregado a las contramedidas visuales e introduce flashbacks en
color y formato panorámico, lo que hace que el espectador dude
también de la validez de los testimonios desde una duda onto-
lógica con ellos mismos, se trata de flashbacks que no parecen
flashbacks al uso.
La narración está apoyada en una cronología, eso es cierto,
pero esta cronología es continuamente asaltada no sólo desde
el flashback y el flashforward sino desde el mismo metacine ya
que en la escena del juicio al principal sospechoso al complot

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del asesinato de Kennedy se reconstruye el crimen “fotograma a
fotograma” con respecto de la película Suprader. Esta narración
dentro de la narración sirve de vehículo para mostrar lo que no es.
Todo está sometido a cambio y todo transcurre ante los ojos
del espectador, desde los pensamientos de los personajes, sus
recuerdos y las expectativas (flashforward). Es aquí donde Stone
presenta lo que hemos denominado “planos irónicos”. Son unos
planos, normalmente flashbacks sobre recuerdos de personajes
que están siendo interrogados por otros que muestran exacta-
mente lo contrario a lo que estos describen desde el diálogo, así,
por ejemplo, cuando el personaje interpretado por Tommy Lee
Jones, el magnate Clyde Bertrand, es interrogado sobre que hizo
la noche en que se asesinó a un soplón de la mafia, responde
que estuvo cenando en casa solo, sin embargo Stone presenta
la imagen de una orgía gay. El plano irónico posee unas con-
notaciones hasta ahora no explotadas en exceso en el cine y es
un nuevo recurso para mantener el tipo de suspense en la pan-
talla que informa absolutamente de todo al espectador mientras
el protagonista ignora lo que ocurre en su ámbito ontológico.
En este tipo de montaje el espectador en un ojo omnipresente en
la ontología del desarrollo narrativo ya que nada ocurre sin que
salga , aunque sea un instante, en el marco de la pantalla. Como
contrapartida al plano irónico tenemos la presencia del “plano
reiterativo” que reproduce exactamente lo que expresa a la voz
del hablante, normalmente en off, ya que se trata de la narración
de una narración, casi una metanarración por que se refiere a la
narración misma (aunque no metacine en el sentido de que la
película entabla un diálogo supuesto con el espectador donde se
reconoce la misma técnica del cine, por ejemplo en El club de la
lucha de David Fincher).
Una vez más Stone retrata de nuevo la televisión, quizás JFK
sea el film que más veces recurre a un plano de las imágenes te-
levisiva. Sin lugar a dudas la imagen de la televisión para Stone
es la del nuevo notario que levanta acta de la realidad. Nada es
real si no aparece en televisión, esa es la nueva directriz públi-
ca, naturalmente las imágenes de la televisión caen en la ironía
narrativa antes descrita y Stone vuelve a la denuncia acusando
a los mass-medias de su carácter manipulador. La realidad ya

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no es lo que solía ser. La revolución no será televisada... o tal
vez si, como demostrará Oliver Stone desde la producción tele-
visiva Wild Palms. La ironía del plano creada por Stone parece
apoyar la idea de la manipulación, mientras todo un país veía
el asesinato de presidente, nadie parecía darse cuenta de que se
retransmitía en directo un golpe de estado. Pero el escenario es
demasiado grande para ser consciente de ello y la coralidad del
reparto los asume dentro de una alienación histórica y social que
solo es superada por un montaje total desde la virtud ontológi-
ca que posee el director. La narración de Stone es un auténtico
desvelamiento psicoanalítico, explora todas las posibilidades del
lenguaje audiovisual para traernos a la conciencia la alienación
de la que somos presos, un proceso que muy pocos espectadores
consideran agradable y que no soportan.
Otro elemento novedoso es lo que hemos denominado la “ilu-
minación Stone” que se debe a la dirección en la fotografía de
Robert Richardson, fotógrafo que lo acompañará hasta Giro al
infierno (en Un domingo cualquiera es sustituido por Salvatore
Totino). La “iluminación Stone” supone una iluminación cenital
sobre el personaje iluminado sobre un fondo en penumbra o total
oscuridad. Esta iluminación “quema” la imagen iluminada ha-
ciendo que las zonas iluminadas blancas de la fotografía brillen
en exceso de un modo especial. Stone usa esta iluminación de un
modo puramente subjetivo para expresar momentos en los que
el personaje está sometido a una tremenda presión psicológica.
No es una iluminación realista, en cualquier caso.
A pesar de trabajar también en un formato panorámico máxi-
mo, muchos de los planos tienden a un encuadre central para
parecer más televisivo, aunque esto contradiga las normas del
encuadre clásico. Esto corre sobretodo en los primerísimos pri-
meros planos, de este modo la cámara se vuelca sobre la psi-
cología del personaje, no basta con mostrar la pluralidad de
alrededor, hay que ver la porosidad de su piel y sus gotas de
sudor. Stone reproduce de forma casi clónica, en un ejercicio de
reconstrucción de la imagen que haría palidecer al Stanley Ku-
brick o Ridley Scott, las imágenes más representativas del siglo
XX como el momento del asesinato en Dallas o el asesinato de
Lee Harvey Oswal a manos del mafioso Jack Ruby. Tal recons-

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trucción da cierto aire teatral a las reproducciones que muestra
a los protagonistas (como admite el mismo fiscal Garrison, en la
piel de Costner, que por cierto, realiza un papel en la película,
se trata del juez Warren) como Hamlets, hijos de un padre ase-
sinado por el lado oscuro del sueño americano. Una vez más el
valor patriótico del liberalismo y la oportunidad del individuo
desbancado por la microfísica del poder.
Con El cielo y la tierra Oliver Stone vuelve por última vez
al Viet-Nam y cierra una trilogía donde muestra el combate bé-
lico (Platoon), la vuelta a casa de los veteranos (Nacido el 4 de
Julio) y en esta ocasión la perspectiva de los vietnamitas. Sin
ser una película tan problemática como lo fueron El cazador o
Apocalypsis Now conforme a la problematicidad de la interven-
ción americana en el Viet-Nam, esta historia no sentó muy bien
a la opinión pública y comenzó una seria escalada de opinio-
nes encontradas hacia Stone, que espaciaba más sus proyectos y
además se tornaba crítico en sus narraciones y críptico a la hora
de articularlas en imágenes. El malestar se debía tal vez a que la
épica de la historia, con tintes de metarrelato romántico, recaía
sobre el bando del “enemigo” y mostraba el sistema norteameri-
cano atado sin remedio a las fluctuaciones irracionales del mer-
cado continuo de valores. Stone pretendía mostrar lo absurdo
del encuentro forzado de dos culturas tan dispares, donde por un
lado se reivindica la “cultura del arroz” asiática frente a la “cul-
tura del supermercado” estadounidense (es memorable la escena
en que la protagonista del film entra acompañada de su marido
en un supermercado norteamericano y, presa de la excitación y
el asombro, comienza a tocar los productos que está a la venta).
Stone aprovecha la presencia real o de una cultura distinta, que
solo conoce por encima, para sacar los colores de modo freudia-
no al “malestar” de la propia.
Esta película está montada en su narración sobre un conti-
nuo discurso en off de su personaje femenino principal, inspi-
rado en el más puro estilo oral de la tradición taoísta y oriental.
Resulta un contraste curioso la serenidad del tono del discurso
de la protagonista. La simbología taoísta del Cielo y la tierra
queda explicada en el hexagrama nº 12 “Pi” o “El estancamien-
to”, donde lo creativo queda sobre lo receptivo. El “Cielo” es la

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imagen de lo que se aleja (en referencia al mundo de la cultura
nativa de la protagonista), mientras que la imagen de la “Tierra”
es la imagen de la profundización de lo inmediato (en referencia
a las vicisitudes materiales en la que nos vemos mezclados).
Otro elemento cultural de Oriente es la banda sonora del ja-
ponés Kitaro, un músico de la música New Age que ha recupe-
rado sonidos tradicionales asiáticos sintetizados con la música
electrónica y que resulta adecuado para el efecto de transgresión
que pretende Stone en este encuentro cultural. Lejos de las par-
tituras de orquesta que posee el cine convencionalmente y que
reviste de romanticismo al celuloide, la música electrónica con
armonías étnicas da un giro a la calidad de la banda sonora que
nos hace alejarnos de las posibles implicaciones de espectador e
imagen. Al contrario de lo que Stone pretendía con la música en
The Doors (una comunión total), la música separa al espectador
para una mejor reflexión desde “afuera”, para una conciencia-
ción del mensaje que se da en el film.
Tal vez sea debido al aire oriental que intenta mostrar el senti-
miento de la tierra vietnamita, la narración de Stone en este film
parece sufrir una regresión en lo que a la entropía narrativa se
refiere. Al igual que el alejamiento de la música es posible una
“masticación de lo que ocurre”, la mesura narrativa de los planos
tiene el mismo impacto. Aun así Stone usa la cámara lenta como
recurso dramático, además de la recreación de la fotografía fija
sobre un paisaje detenido y colorista, que en ocasiones recuerda
a un cuadro en movimiento o alguno de los planos mejor con-
seguidos de Akira Kurosawa, con un tratamiento de la imagen
propio de Asia: personajes bien iluminados, inmersión en una
perspectiva donde se detecta profundidad, colores llamativos y
definidos y una composición armónica conforme al formato em-
pleado que resulta ser la composición cinematográfica por anto-
nomasia (pintura japonesa o la cartelería de Toulouse-Lautrec).
En ocasiones la imagen fija sobre el paisaje, lleno de colores
y de contrastes naturales, tan de la iconografía asiática, recuerda
a los cuadros de Gaspar David Friedrich, ya que los personajes
se integran en el y nos hacen sentir que forman parte de él. Esta
estética de la imagen apoya las cualidades de metarrelato ro-
mántico de la historia. La llegada del viet-cong y de las tropas

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americanas al espacio de los personajes principales introducen
cierta disgresión estética en la filmación (como el aumento de la
temperatura del color, normalmente a temperaturas cálidas, en
detrimento del tratamiento del color contrastado y vivo) pero no
en la narración. En muchos aspectos es una historia romántica
en el sentido de un “desgarro” o separación del personaje con
el entorno al que pertenece y la crónica de ese regreso y acep-
tación; un viaje de contrastes provocados por la entropía de la
guerra en la experiencia vital del hombre.
Si El cielo y la tierra constituía un paso atrás en las tenden-
cias a la disgresión narrativa de Stone, con The Doors da un paso
adelante que va incluso más allá de las disgresiones narrativas
de JFK. Sin lugar a dudas que este film es el que más lecturas
estéticas puede arrancar, ya que en él convergen música, poesía,
imagen hipnótica, crónica histórica, psicodelia, cultura chamá-
nica y del peyote, etc... Todo tiene cabida en él, desde la crítica
contracultural de los setenta y el retrato de la factoría Warhol
hasta la filosofía antropológica de Carlos Castaneda.
The Doors es un ejercicio de metacine de principio a fin. El
comienzo del film es casi hipnótico cuando la voz de Jim Mo-
rrison (casi clónico en el cuerpo de Val Kimer, en uno de los
papeles más logrados de su carrera) se dirige al público de la
sala en la oscuridad de la ausencia de luz del fotograma negro.
En la sala, uno tiene la mágica sensación de estar en diálogo con
el personaje de la película. En realidad no es así, ya que se trata
de la grabación del último trabajo de Morrison, An american
prayer, un disco sin los Doors grabado en París en los días antes
de la muerte del artista, se trata de una grabación de un recital
poético, donde Morrison hace explícita su faceta de poeta fraca-
sado mientras se arropa con la música pregrabada del grupo. Es
durante la grabación objetiva de este recital sobre el que se desa-
rrolla un enorme flashback (flashforward de su muerte, incluido)
que cogerá toda la película. Este film ante todo está construido
para los fans del grupo, no sólo es una crónica de un período de
la historia americana como las otras películas. Stone requiere
constantemente la participación del espectador a llenar su retina
del festival dionisiaco que expone.

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Aunque podría pensarse que la música ocupa un papel pre-
dominante en esta película, eso es falso. Sin duda, en su momen-
to, Stone, recordó la película como una de las más ruidosas que
había hecho, pero es la suma de la imagen con la música (que
muchas veces describe las sensaciones de los personajes) lo que
hace de este film un “viaje de ácido sin LSD”. La “iluminación
Stone” es el vehículo perfecto para expresar el efecto del ácido;
es una amplificación de los sentidos a través de una saturación,
las calidades de la película fotográfica se aprovechan al máximo
y se fuerzan en su resultado hasta entonces no creado. Normal-
mente la fotografía no aprovecha todo el potencial químico de la
película donde se recibe la impresión y una vez más el trabajo de
Richardson es definitivo en ello.
La línea argumental vuelve a ser un collage de recuerdos en
la misma línea argumental que JFK, quizá aquí una línea más di-
fusa aun, ya que la falta de continuidad podría evocar las mismas
lagunas de las experiencias cercanas a lo dionisiaco de la des-
mesura del alcohol y las drogas. Si se escenifican los momentos
míticos dentro de la historia del grupo: como la creación de la
canción “Light my fire”, la recreación del televisivo Show de Ed
Sullivan (una breve incursión del leitmotiv preferido de Stone)
o la detención de Morrison por exhibición. La narración resulta
en estas ocasiones épica y, desde muchos aspectos, deformantes
conforme a la realidad, de este modo, los miembros vivos de los
Doors protestaron contra el film de Stone.
La fotografía en The Doors es una fotografía de tonos cálidos
que no decrece en ningún momento, ni siquiera en la escena de la
muerte de Morrison. Continua la iluminación Stone apoyando el
brillo de la saturación de las drogas. El colorido rojizo continuo
en el film lo hace un ente vivo que crece en los momentos que el
argumento crece o el clímax musical crece, dando respiros ex-
táticos al espectador que cree que el film termina y recomienza
varias veces. Incluso la escena final de los créditos, donde apare-
ce Morrison cantando la canción “L. A. Woman”, transcurre tras
el final con la muerte del cantante y se asume como un elemento
continuo, tal vez por que sabemos que Morrison “sigue vivo” a
través de la música.

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La cultura chamánica flota como un espíritu continuamente
en el film de Stone, representada por un actor calvo que acom-
paña continuamente en incesantes “cameos” a los personajes de
la historia. Las enseñanzas de don Juan es el escenario de fon-
do para la cultura chamánica del peyote que exhibe la película.
Morrison pensaba que estaba poseído por el espíritu de un brujo
indio que había visto morir en un accidente de automóvil cuando
era niño, de modo que los poderes de chamán habían pasado a él.
Stone nos repite este concreto a lo largo del film continuamente,
no solo con la presencia del espíritu del chamán (el actor calvo
antes mencionado) que lo entrega a una continua pretensión de
lo dionisiaco (citas de Nietzsche incluidas) sino con los fundi-
dos de bailarines indios en diversos momentos de la historia. El
desierto o la ciudad terminan en la amarillez de la luz y los tonos
rojizos del fotograma.
Las disgresiones del montaje no son tan patentes ya que Sto-
ne se recrea en un fluir de los planos de movimientos de cámara
que en los momentos de éxtasis “navega” con los personajes y
hace navegar al espectador. Es necesario que el espectador se
deje llevar para integrarse en la avalancha de sensaciones que
pretende Stone, la cámara pierde la referencia imaginaria del trí-
pode donde se sostiene (al igual que el espectador pierde la refe-
rencia de sus hombros) para presenciar en primer termino todo
lo que ocurre, abandonando la posición tradicional de relación
director-espectador.
Vuelve a ser una película coral (algo muy berlangiano). Un
collage de imágenes debe estar correspondido, para una visión
total y una comunicación de la sensación, de una pluralidad. Si
en el sistema de Stone de explicar el orden a través de una dis-
gresión del orden de la imagen no hubiese una pluralidad de
personajes, podría parecer contradictorio. La coralidad tiene un
sentido historiográfico, ya que nadie recuerda una historia sin
una multitud de rostros ante sí, y eso hace Stone, el protagonista
es protagonista dentro de un universo, que da parte de su cir-
cunstancia y que refleja al “otro” con elemento disgresivo ante
lo “mismo”, representado por el protagonista y objeto de iden-
tificación del espectador. Una pluralidad de personajes refleja
un sentido social de la historia , que un ser social termina por

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identificar. la identificación conlleva un concepto de unidad abs-
tracto.
Si El cielo y la tierra es más próxima al metarrelato románti-
co en la descripción del desgarro, The Doors es un film “heide-
ggeriano”, por continuar con el juego de símiles filosóficos, en
lo que se refiere a la angustia (a ritmo de blues) de Morrison por
reivindicar el papel de su poesía como vehículo expresivo del
sentido de la vida Esta es la razón por la que tanto Stone emplea
cierta “poética” de la imagen en este film.

3. La apoteosis de la violencia: Asesinos natos, Nixon y Giro


al infierno.
Asesinos natos era una película que nadie esperaba. Era una
película que problematizaba sobre los mass-medias y eso no era
ni siquiera un asunto original en el cine de Stone (tema ya abor-
dado en Hablando con el miedo). Los actores no habían sobre-
salido excesivamente en sus campos de acción, Stone contaba
con su habitual equipo de trabajo y tal vez solo destacaba el
guión del nuevo “enfant terrible” de Hollywood, Quentin Taran-
tino (que por cierto renegaría del producto final de la pantalla,
desquitándose con el guión de Amor a quemarropa, filmada por
Tony Scott).
En ocasiones se estrena una película y la gente no es cons-
ciente de lo que puede aparecer en la pantalla. Asesinos natos
consiguió el gran premio especial del jurado en el festival de
Venecia en 1994 y en la exhibición de las salas comerciales la
gente se marchaba por que no podía soportarla. ¿Qué tenía este
film? ¿Qué había conseguido Stone con esta película? La res-
puesta es sencilla y no gusta por que es lo contrario que siempre
ha buscado el hombre: la transgresión.
1) Transgresión en el guión que no tiene la estructura común
de planteamiento-nudo desenlace, el film no tiene desenlace, in-
cluso no parece tener comienzo ni final lógico, es difícil identi-
ficar la estructura del recuerdo de un flashback. Incluso hay una
historia en los títulos finales de crédito que continua la historia
de los personajes.

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2) Transgresión en el registro de la imagen que no está desa-
rrollada en un sólo formato de película, saltando incongruente-
mente del color al blanco y negro, de una sensibilidad a otra y
desde un formato a otro. Stone lleva y recrea el efectismo digi-
tal televisivo que estaba por venir al ámbito vanguardista de la
pantalla de cine, mostrando matices, fundios y barridos que hoy
asombran a pocos.
3) Los personajes son dos elementos entrópicos puros, dos
seres asociales que asesinan en el mismo sentido que respiran,
es decir, como un proceso natural. La circunstancia posee la mis-
ma transgresividad que los medios que los entronizan ya que su
dinámica interna es pura instrumentalidad deshumanizada que
nada tiene que ver con el sujeto y nada tienen que ver con los
mensajes falsos de humanidad que promulgan. Este es el men-
saje de Stone: los mass-medias mienten, por lo tanto su lenguaje
es violentador.
4) Transgresión en el montaje, muchas veces la continuidad
entre imágenes es un auténtico desafío a la capacidad de visio-
nado. Para retratar la violencia es necesario un montaje violento,
molesto, provocador.
Sinceramente esperamos realizar en este apartado del escrito
una exposición lo suficientemente transgresiva para comunicar
la transgresión que contiene este film. Sin embargo, y si eso fue-
ra así, para comunicar algo tendríamos que estar sujetos a unas
reglas gramaticales dentro de un orden y esto es precisamente
lo que hace Stone con la imagen. Mantiene un orden tradicional
solo hasta cierto punto... lo demás es caos.
5) El mensaje captado por el espectador es terrible: si la filo-
sofía ha tratado de convencernos durante tres mil años de que la
apariencia del devenir obedece a un orden, Stone nos dice que
ese convencimiento es una patraña y la historia de Mickey y
Mallory Knox lo demuestra. En el fondo se nos está avisando del
engaño ontológico, de la angustia de la nada y de las mentiras
que la historia de la filosofía nos ha transmitido. Son los Ídolos
de Bacon pero en el plano cinematográfico.
La violencia tenía que ser un vehículo a conducir en esta locu-
ra de celuloide, ya que inevitablemente, eufemismos e hipocre-
sías a parte, pertenece a nuestro mundo real en el que vivimos.

—165—
Como es habitual en este film, la violencia no usa un solo canal
sino varios al mismo tiempo: es patente desde el inicio del film
en el asesinato en masa en una cafetería de carretera (un espa-
cio típico y tópico del universo norteamericano) o de cualquier
otra escena violenta que aparece en el film (Stone no distingue
claramente entre la violencia física de los personajes y la violen-
cia domestica de las continuas violaciones “domesticas” a las
que ha sido sometida la protagonista del film, Juliette Lewis).
Un botón de muestra: La narración en los primeros quince mi-
nutos del film puede parecer más o menos “extraña”, pero en
un flashback que narra como se conocieron los protagonistas,
Stone se “sale” del cine y comienza la narración de una Sit-com
(comedia de situación) donde se plantea la tragedia doméstica
en la clave manipuladora de las comedias de la televisión (cada
medio interpreta en una clave de mensaje y Stone declara esto a
los cuatro vientos) haciendo de la reproductibilidad el sujeto de
las ideologías que se muestran al espectador. Esta escena es un
guiño sobre el espectador (que conoce perfectamente ese medio
expresivo de la televisión, por cierto que un medio bastante sá-
dico y retorcido, como la telenovela o culebrón típico sudameri-
cano) y sobre los mismos actores que TODOS los que participan
en la escena, participaron en comedias televisivas de televisión
(Juliette Lewis en Los problemas crecen, Woody Harrelson en
Cheers y Roger Dangerfield en Roger Dangerfield Showtime), lo
que constituye toda una ironía visual que se construye en la falta
de credibilidad del actor. Si el actor está construido sobre un
registro y este registro resulta irónico sobre el registro expuesto,
es inevitable por el espectador una continuidad “kantiana” de lo
que se expone en la pantalla.
La televisión es el protagonista de este film. Lo demás son
meras comparsas en el teatro del mundo. La televisión sale por
activa y por pasiva en el montaje, su presencia está en el guión,
situaciones se presentan al espectador a través de imágenes de
televisión. Stone vuelve una y otra vez hasta el cansancio visual
para, a través del cansancio recordarnos que los medios son la
“sangre” del hombre posmoderno, el opio del pueblo que se in-
yecta a través del tubo catódico y que está plenamente aceptado
desde lo social. La reflexión sobre los medios es una “inflexión”:

—166—
no somos los medios, son algo ajeno a nosotros y por lo tanto no
podemos “volver” sobre ellos; de esta manera nos volcamos so-
bre ellos con una mirada inocente y virgen por que no sabemos
cómo vamos a reaccionar en nuestra convivencia con ellos (na-
die podía imaginar que la gente creería la emisión radiofónica
de Orson Welles sobre la “invasión” marciana de la Guerra de
los mundos de H. G. Wells, nadie podría imaginar que un ado-
lescente, influenciado por los videojuegos, “pasase a cuchillo” a
sus padres); la convivencia con los mediass es algo radicalmente
novedosa, aunque pensemos que nosotros estamos tras ellos, en
ocasiones parece que tienen vida propia. El estado liberal donde
vivimos es el escenario de un estado de la reproductibilidad del
arte tan acelerado que haría palidecer a Walter Benjamin.
Stone mezcla imágenes en cinemascope, cinemascope en
blanco y negro, dieciséis milímetros blanco y negro y color hin-
chado en pantalla, ocho milímetros, imagen de video y televi-
sión, dibujo animado, aberraciones de la óptica de la cámara,
deformaciones digitales... la paleta gráfica se magnifica para el
director con un solo propósito: explorar la narración de un orden
a través de la exposición del caos, lo que antes constituían pe-
queñas pinceladas de transgresión, ahora es discurso disgresivo
en descripción de lo dionisiaco. No sabemos si tras la sucesión
de imágenes hay una pretensión siquiera de narración, pero si
hay sucesión de cultura de videoclip y planteamientos narrativos
de televisión mezclados con todo tipo de vanguardias. Un ojo
curtido y formado en la época de la imagen termina cansado de
un ataque así... por que el ataque mismo es el mensaje.
A modo de conclusión diremos que Asesinos natos no sólo es
el film con más fuerza, más crítico y más descriptivo de Stone
sobre esa escenografía que es su obra sobre la sociedad americana
(que es, por mucho que nos duela mucho) el modelo social que se
ha impuesto en Occidente; es el film con una estética más fuerte
y agresiva, todo un retrato del hombre deshumanizado que en su
animalidad, fabricada a base de instrumentalidad, se reencuentra
con la naturaleza que había perdido con el ejercicio de la razón.
Podría parecer que tras Asesinos natos Stone no tendría nada
que decir y de hecho tardó varios años en rodar. En ese “im-
pás” produjo la serie de televisión Wild Palms, una historia de

—167—
cuatro capítulos (emitidos en España por la recién estrenada ca-
dena de televisión Antena3) donde se contaba la historia (ficticia,
por supuesto) del impacto social que producía el lanzamiento de
la televisión tridimensional. Estaba claro que la televisión era un
medio que había impactado seriamente en este autor. La historia
estaba basada en un comic de éxito de la editorial, vinculada a
las empresas de Playboy, Darkhorse Comics (en España, Nor-
ma Editorial) y su eslogan echaba por tierra el eslogan tan de
moda en mayo del sesenta y ocho: “Decían que la revolución
no sería televisada... estaban equivocados”. El tema entroncaba
directamente con los fantasmas stonianos en su estado puro: los
“mediass”, la manipulación (esta vez a través de una secta muy
parecida a la Cienciología), la coralidad de personajes y la ironía
entre la realidad y la ficción que superaba la realidad virtual de
los ordenadores. La partitura musical volvía a estar en manos de
un japonés (Richie Sakamoto), esta vez más moderno y menos
tradicional para el tratamiento de una historia que supuraba ins-
trumentalidad.
No hemos hablado del “Stone productor y guionista” y este
es el momento. Stone casi siempre ha guionizado y producido
sus películas, lo que explica su espacialidad y su carácter de
“autor”. Un productor ejerce una influencia “platónica” sobre
la obra en tanto que crea y maneja todo un mundo de ideas que
van implícitas en el film (una película de Spielberg está cargada
de un profundo sentido del patriotismo y contendrá profundas
connotaciones religiosas), lo mismo ocurre con Stone.
Nixon y Giro al infierno podrían aparecer como obras meno-
res ya que es difícil llegar a la apoteosis de la violencia fílmi-
co-descriptiva de Asesinos natos, pero como ocurre en el cine
de Stone, las apariencias engañan. Nixon, muy en la línea de
la crónica política de JFK presenta un collage de la persona-
lidad controvertida y retorcida del primer presidente que tuvo
que dimitir. Stone gira transgresivamente en torno a la crónica
de un engaño, de una transgresión y su modo de narrarlo es la
transgresión misma, una vez más. Aquí pervive el estilo de mul-
tiplicidad de formato, la coralidad de personajes, los continuos
movimientos de planos, la iluminación “tipo Stone” y un salto
en la cronología como elemento descriptor de la cronología mis-

—168—
ma. Este modo de narrar las cosas resulta muy heideggeriano en
el sentido de la descripción del ser escondida en el “silencio de
la palabra del poeta”, no se trata de un narrar negativo, sino de
sostenimiento sobre el caos, es este sostenerse lo que muestra lo
que quiere mostrarse.
Giro al infierno resulta solo un “giro” en las cualidades in-
timas de la historia y en cierto sentido es un film que, aunque
cuenta con todos los elementos técnicos y descriptivos que ya
hemos descritos de la “paleta stoniana”, se presenta como aliena-
do en su filmografía. Si algo define toas las películas de Stone es
un cierto aire épico preso o deudor de la historicidad de sus na-
rraciones. Esta película se presenta como una anécdota localista
donde la manipulación sobrevive a nivel puramente humano y
la televisión es solo un recuerdo. La moral, que se trataba de un
argumento ambiguo en otras de sus películas, llega a sugerirse
como alternativa y solo permanece fiel la transgresión gráfica de
la imagen que goza de una salud perfecta.

4. Un domingo cualquiera
Otro film y otro giro sobre lo último. Si nos quejábamos del
giro intimista del Stone de Giro al infierno y de su falta de épica
(que más de un crítico le achaca al abuso de la cocaína), nuestro
autor recoge uno de los temas, uno de los grandes temas, de la
cultura americana: el deporte. El deporte simboliza todo lo tri-
bal y lo primitivo adaptado a los tiempos modernos, se trata de
una mirada a lo dionisiaco del héroe desde la instrumentalidad
del liberalismo capitalista, una mirada llena de crítica y “mala
leche”, con perdón.
La conclusión sobre esta estética de Stone en el cine tiene
un punto adecuado en este film, un punto medio casi aristoté-
lico. Continua la coralidad artística como retrato de lo social o
de la circunstancia, (circunstancia cada vez más próxima en las
inquietudes de la historicidad registrada por Stone) y continua
la pasión obsesiva por lo televisivo que está presente en la na-
rración por partida doble: lo formal narrativo y lo argumental
(Stone sabe que el último “pase” de la película cinematográfica
está condenada al “pase” televisivo y esa plasticidad acabará por
imponerse). Stone está anunciando con su transgresión el fin del

—169—
cine, del cine como proceso donde está inscrito el registro de la
imagen con el proceso de muestreo ante el espectador. En una
sociedad donde el individualismo se ha impuesto como alter-
nativa a la disolución del sujeto (en la filmografía de Stone el
sujeto es pura letanía de sus cualidades subjetivas ante la llegada
irrefrenable de lo social como disuasión en pro de valores instru-
mentalizados que terminarán por aniquilarle), el cine ya no va a
ser ese producto de masas compartido como un evento social de
la masa. La reproductibilidad, en un proceso de mejora técnica
sobre la misma técnica, terminará por convertir la expresividad
del invento de los Lumiere en el nikelodeon de Edison, o sea,
una experiencia personal e intrasferible del individuo con su car-
ga subjetiva extirpada. Stone nos ha avisado.

Post escriptum. Comandante, Alejandro Magno y World Tra-


de Center

Los tres últimos trabajos de Stone son tan plurales como él


mismo, sin embargo se adivina, bajo la fachada azarosa de los
temas, que subyace cierta atracción por el caos, ya sea para asis-
tir documentalmente al caos contenido del castrismo, para des-
plegarlo en el metarrelato histórico, subjetivo y desenfocado de
Alejandro o para lamentarse coralmente por las victimas de una
barbarie que tal vez el director imaginara en una de esas noches
entregadas a la transgresión y los excesos, particular este que
tantos quebraderos de cabeza le ha dado y que ha deteriorado su
imagen pública. De cualquiera de las formas y con tres estéticas
diferentes, una clásica, otra propia y otra romántica, Stone juega
a violentar al espectador con el retrato de la violencia histórica
real, documental y recreada, usando tres criterios de montaje que
contribuyen a este despliegue de violencia desenfocada.
Stone ha reconocido siempre cierto fetichismo conforme a
los personajes históricos, fetichismo que, si es propio del pe-
riodista no constituye para este ningún problema, para Stone
ha sido una constante fuente de reprimendas y de explicaciones
exigidas. Partidario abierto de las biopics o filmes biográficos,
Stone a puesto su foco sobre un catálogo de personajes (y sus

—170—
obligados secundarios) irremplazable e inevitables. Por la panta-
lla han sido retratados JFK, Morrison, Nixon y, claro está, Fidel
Castro y Alejandro Magno, pero no se olviden de Allan Dulles,
J. Edgard Hoovert, Robert Kennedy, Lee Harvey Oswall, Jack
Ruby, hasta Filipo de Macedonia o el alcalde de New York City
Rudoph Juliany.
Mientras que Michael Moore se mueve en un falso purita-
nismo demócrata que, a fin de cuentas, sólo se traduce en una
crítica despiadada al partido republicano y a la saga Bush, Stone
es el paradigma, poco común, de americano crítico que trata de
interpretar la historia. Dejando a un lado los prejuicios propios
del pueblo americano medio, Stone afrontó la tal vez entrevista
más exhaustiva realizada a Fidel Castro, no sólo con la intención
de explicar en qué consiste un bloqueo naval estadounidense,
sino también tratar de arañar la realidad social cubana.
Este trabajo, rodado y montado dentro de los esquemas clá-
sicos del documental de entrevistas con un protagonista como
eje fundamental, fue recibido de manera desigual tanto por los
norteamericanos como los cubanos en el exilio, siendo Europa
el único lugar donde el film tuvo cierto reconocimiento. Como
era de esperar el tiempo bruto de rodaje excede en varias oral al
montaje final, algo lógico, siendo Fidel Castro el entrevistado.
Ya no es cómo se narra o cómo está planificado el rodaje y el
montaje sino lo que se dice. La importancia de las palabras se
convierte en el arcón donde reposa el significado que es tradu-
cible en violencia. Muchos seguidores del “Stone patriota” se
vieron violentados a ver el film, tratando de comprender dónde
residía la curiosidad del director.
Tras el éxito europeo de Comandante, la entrevista en profun-
didad con Fidel Castro, Stone vio como la industria hollywoo-
dense le daba la espalda a su proyecto de rodar Alejandro Magno,
según un guión escrito por él mismo hacía más de una década.
Stone pagó el precio de apoyar al sector político demócrata y
la candidatura de John Kerry, el candidato a presidente de los
EE.UU también veterano de guerra como él. Muchos producto-
res temían que la imagen de Alejandro aportada por Stone termi-
narse por ser interpretada como una crítica feroz al imperialismo
desquiciado. Aunque esta interpretación es plausible, Stone,

—171—
amante de las figuras históricas, antepuso un exquisito trato a los
personajes y dejó la exégesis sobre el imperialismo totalitario a
juicio del espectador que, deslumbrado por el montaje, podía
renunciar a él. El problema le llegó a Stone desde la crítica repu-
blicana conservadora cuando inflaron las diatribas de que el film
plasmase un Alejandro homosexual. Afortunadamente cuando el
sabio señala la Luna, el tonto mira el dedo. Pocas películas de
Stone rebosan tanta ironía y mensaje crítico. Las campañas de
Alejandro, batalla de Gaugamela incluida, sólo comprensibles
en la globalización se revelan como violentas metáforas de ac-
ciones bélicas contemporáneas como la Tormenta del Desierto
o la campaña militar de Afganistán. ¿Llegará un día en que los
maltrechos soldados de Bush dejen de luchar como las tropas de
Alejandro? A Noah Chomsky le encantaría esta posibilidad.
Una vez más Stone carga las tintas creativas en las escenas de
violencia para recrear necesariamente el caos como alternativa
viciosa al orden. La guerra, cualquiera, ya sea eco de la más re-
mota antigüedad o mensaje hertziano televisivo, no es más que
la victoria del caos obre el orden, no es la imposición de un or-
den ya que se revela como orden que se destruye así mismo, es
la victoria del no-ser frente a la unión del ser y por lo tanto un
error del que tenemos que aprender. Para desplegar esta explica-
ción filosófica en imágenes sólo queda la violentación focal más
transgresora. Esto lo sabe Stone y, antes que él lo sabían Stanley
Kubrick y Arthur Penn.
World Trade Center retoma el tono de metarrelato con el que
Stone bañara Nacido el 4 de julio. Dejando a un lado compromi-
so político personal y teorías de la conspiración, Stone aborda
la historia con un respeto histórico, con el preciosismo de la re-
construcción a cámara lenta y cumpliendo con esa voluntad tan
americana de hacer de la Historia una movie. Después de ataque
japonés a Pearl Harbour, la industria cinematográfica tardó casi
veinte años en retratar para los espectadores de cine aquel día.
La película fue De aquí a la eternidad y en la pupila histórica
todos recuerdan el revolcón en la playa de Burt Lancaster con
Lana Turner, el blues de trompeta de Frank Sinatra y la muerte
trágica del soldado Pruit, materializado en la pantalla por Mont-
gomery Clifft. Dejemos que los espectadores conserven en este
caso lo que quieran. ¿Cabrá mayor violencia desenfocada?

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TODA LEY DEMASIADO TRANSGREDIDA
NO ES BUENA
por
ELEUTERIO SÁNCHEZ RODRÍGUEZ
ELEUTERIO SÁNCHEZ RODRÍGUEZ, nació en 1942 en una chabola de Salamanca, don-
de su madre sordomuda lo parió mientras su padre estaba en la cárcel. Se crió en un
ambiente de extrema pobreza, y a los siete años cometió su primer delito «le robe el
bocadillo a un niño que iba a mi lado, de muy buen aspecto, para intentar aplacar mi
hambre insaciable».
Después de eso, pasó por un reformatorio, le echaron dos años de carcel por robar
dos gallinas, estuvo en un campo de trabajos forzados, y tras el sonado atraco a una
joyería de Madrid en el que murió el vigilante, fue condenado a muerte –sin haber de-
rramado una gota de sangre– por un consejo de guerra en el que no contó con defensa,
pena que se le conmutó por cadena perpetua a treinta años.
Según Eleuterio «el sistema venía a por mí, como a por los miles de Lutes que ha-
bía entonces... Pero era una justicia clasista que buscaba eliminar a una clase social».
Asegura El Lute que a él no le interesa la parte de aventura que tiene su vida, sino la
de antropología social. En su mensaje a la sociedad señala «quiero que vean cómo, por
mucho daño que se haga al ser humano, con conciencia crítica y motivación se puede
alcanzar cualquier meta».
Cuando entró con 22 años a la cárcel, firmaba con el dedo, y allí no sólo aprendió
a leer, sino que se convirtió en licenciado en derecho, ejerció como abogado penalista
en el bufete de Tierno Galván, y escribió cinco libros. Pero no aguanta oír hablar de
reinserción, de la que opina que «es la hipocresía del sistema», prefiere citar el tesón.
Dieciocho años en la cárcel no le han hecho un hombre mejor, pero sí le abrieron
la puerta de la cultura. «La vida es cuestión de motivaciones. Cuando el pueblo está
preparado, no hay dictadura. Sin libertad no servimos para nada», sentencia. Pregun-
tado por el actual sistema carcelario, asegura verlo muy mal, marcado por la masifica-
ción y lleno de gente que está enferma y no debería estar en la cárcel. Y añade que «el
sistema judicial, por desgracia, se sigue cebando en las clases menos favorecidas. Los
jueces no están muy concienciados desde el punto sociológico».
Eleuterio escribió Camina o revienta en 1977, cuando era ya un mito y su libro se
convirtió en un best-seller. Este hombre que entró en la cárcel analfabeto, protagonizó
sonoras fugas, desafió al aparato del Estado y finalmente se convirtió en abogado, vive
en Sevilla, ejerce de padre de familia y dice haber dejado muy atrás el personaje de El
Lute: «se sobredimensionaron los hechos que yo protagonicé. Para unos, fui un héroe;
para otros, una bestia. Yo no deseaba la fama. No la acepto, no me gusta. Pero con mi
historia salieron a la luz muchas cosas ocultas. Creo que sigue vigente por los valores
humanos de los que habla».
Eleuterio Sánchez habla de El Lute en tercera persona, como si de otro hombre
se tratara, porque considera que esa denominación corresponde a la leyenda que parte
de hechos ciertos, la historia de un rebelde con causa y en la actualidad un personaje
absolutamente kafkiano, impensable hoy, afortunadamente.
(Fuente: conferenciantes.net)

—174—
D ESDE el último percance que me ha tocado vivir sobre
la mal llamada “Violencia de Género”, de la cual, cier-
tos medios de comunicación quisieron nutrirse como
cuervos al despojo, no paro de recibir llamadas, cartas y correos
electrónicos de tantas y tantas personas de uno y de otro sexo (sí,
también mujeres cuyos hijos o hermanos han sido victimas de
esta fallida ley que aún mantenemos). Son legiones. Y he llega-
do a la siguiente conclusión: la violencia y los malos tratos son
comunes; hay tantos maltratadores como maltratadoras. Ocurre,
sin embargo, que la aplicación de esta malhadada ley es neta-
mente favorable a la mujer. Y no cabe argumentar que ello es
debido a que son las mujeres las que mueren a manos de sus pa-
rejas, porque siendo cierto, no deja de ser una verdad a medias,
dado que no es menos cierto que también mueren muchos hom-
bres. Pocos ciertamente a manos de sus parejas, pero sí una can-
tidad sobrecogedora debido a la presión y el desequilibrio que
les ocasiona la aplicación de esta desventurada ley. Más adelante
llegaremos a ese espantoso apartado. Unos me escriben desde la
cárcel; otros, son libertos encausados. Pero la mayoría la cons-
tituyen aquellos que viven el “via crucis” de ser expulsados de
sus casa, tan sólo con lo puesto; de tener que pasar pensiones es-
candalosas (compensatorias para la mujer, de alimentos para los
hijos, hipoteca de la vivienda, de la que ya han sido expulsados
por orden judicial, etc.), mientras ellos malviven en una yacija
en el hueco que les ha cedido en su casa un amigo.
Es el caso de Juan, en libertad pero con proceso penal y ci-
vil pendiente. O el de Antonio, que me escribe desde la cárcel,
animándome a seguir: «a no huir de los medios tan olvidados
de nosotros...». Nunca me gustó erigirme en bandera de nadie.

—175—
No tengo madera de líder. Pero en este caso lo haría, si este
sórdido y sangrante asunto se abordara con la seriedad y el rigor
que merecen tanta desgracia y dolor. Lo triste de todo ello es que
ciertos medios lo suelen frivolizar, especialmente en aquellos
casos que aparecen personajes famosos.
Ni jueces, ni abogados, ni intelectuales, nadie parece querer
entrar en esta lacra social que a todos, sin excepción, nos vin-
cula y compromete. Considero sin embargo que todos somos
responsables –y en cierta forma culpables– de estos desafueros
al menos por lo que toca a nuestra inanidad y culpable silencio.
Los medios de comunicación nos informan, de manera casi
matemática, de al menos la muerte de una mujer por semana a
manos de su pareja. Esto es un hecho terrible que salpica semanal-
mente a cualquier sensibilidad social. En consecuencia, hacemos
los primero que se nos ocurre: aprobar una ley excepcional. Y ya
está, que la ley lo resuelva todo. Y la sociedad descanse en paz.
Personalmente he de señalar que bien poco sabía de esta ley
de nuevo cuño. O conocía de ella lo mismo que el ciudadano
medio; o sea, nada: que se aprobó en 2004 por mayoría absoluta,
con votos del PP y del PSOE, de manera urgente y un tanto ex-
peditiva, porque mientras nuestros legisladores discutían la re-
ferida ley, tenían en la puerta del Congreso de los Diputados, un
nutrido grupo de mujeres radicales (“lobby” de poder lo llaman
ahora) que clamaban pidiendo reparaciones inmediatas.
Es decir, nuestros legisladores salieron precipitadamente del
paso aprobando una ley para aplacar las iras de las alborotado-
ras que tenían en la puerta. El resultado no podía ser otro que
el que fue. La Ley Sobre la Violencia de la Mujer o Violencia
de Género que se aprobó es una ley destinada, por unilateral, a
ser anticonstitucional en cualquier país democrático. Se la cree
a la mujer bajo palabra, sin más que su versión personal de los
hechos. Una vez más hemos caído en el mismo error que tantas
veces reprochó y denunció con acritud Ortega y Gasset a los po-
líticos, juristas y demagogos de su época: «Aprobar leyes, sin la
calma y el sosiego debidos y sin el consenso real del pueblo, es
tanto como poner la carretera delante de los bueyes...».
No hemos de olvidar que la principal generadora de violencia
es, en muchos casos, la propia ley cuando no se ajusta al Derecho.

—176—
Esto es, cuando se aplica de manera injusta y torticera. Por for-
tuna el espíritu de la Ley no es así en la mayoría de los casos.
De los contrario, el ciudadano no recurriría a los casos. De lo
contrario, el ciudadano no recurriría a los Tribunales de Justicia
a dirimir sus cuestiones, sino que optaría por la Ley del Oeste
o por la Ley del Talión (es lo que viene ocurriendo, créanme, y
no en pocos casos, en la práctica real de la aplicación de esta
desacertada ley).
La aplicación de las leyes ha de sustentarse sobre la base de
justicia y equidad. Y en todos los casos ha de practicarse de ma-
nera bilateral. Es decir, escuchar a las partes litigantes con la mis-
ma imparcialidad. Los hechos constatables (“hechos probados”)
son los que deben inclinar la balanza de uno u otro sentido.
Cuando el hombre denuncia a su pareja, constituye una falta.
Pero al contrario, cuando es la mujer la denunciante, eso mismo
constituye un delito penal, por el cual –ya sean verdaderos los
malos tratos o no– puede entrar en la cárcel y cumplir una con-
dena de hasta varios años de prisión... y, repito, no hacen falta
pruebas. (Es acaso lo más irritante). Tan sólo es preciso el testi-
monio personal de la “víctima”. Esto es posible porque las avala
únicamente la estadística cierta de que, al menos una mujer por
semana muere a manos de su pareja. Con ser éste un hecho terri-
ble, socialmente inaceptable, no por ello, la ley debe olvidar el
principio de equidad, que es su fundamento. Y no caer, a priori,
en el maniqueísmo.
Más que aprobar leyes destinadas a salir del paso habríamos
de tratarlo desde la perspectiva sociológica, cultural y educacio-
nal en profundidad. Creo que es ahí donde el problema hunde sus
raíces más profundas. Las leyes, en general, constituyen materia
inerte, papel mojado, si el pueblo no está educado y preparado
para entender y respetar esa norma. El comportamiento machista
(que también lo tienen las mujeres) no se erradica por Decreto-
Ley ni metiendo a todos los hombres en la cárcel. ¿Por qué los
legisladores y magistrados no estudian mas sociología...? Pues
primero es la sociología y segundo la criminología, no lo olvi-
demos.
La sublevación del hombre es –a veces– tan brutal como in-
útil. Es también, aunque parezca contradictorio, la fuerza del

—177—
débil. El varón cuando incurre en violencia, ya sea física o psí-
quica, está mostrando su debilidad. Ciertamente, ello no disculpa
sus actos ni le exime de responsablilidad penal. No obstante, es
improcedente, desde cualquier punto de vista legal, la promul-
gación y aplicación de esa desatinada ley sobre la Violencia de
Género, porque no se atiende a los principios jurídicos legales
y colisiona con los más elemental que tiene el Derecho. ¿Y qué
decir de la presunción de inocencia? La referida ley no la recoge
en ninguno de sus apartados. Razón de más para insistir en su
carácter de inconstitucional.
Que no haya más denuncias de hombres, víctimas de malos
tratos, nos significa, que no haya mujeres maltratadotas. Bien al
contrario, las hay. Y muchas. Más de las que el ciudadano me-
dio pueda imaginar. Ocurre que el hombre se siente “incómodo”
y no suele denunciar estos hechos ante la policía, porque cree
hacer el ridículo. Pero la mujer no tiene habitualmente esas li-
mitaciones. Ellas son mas sutiles y sibilinas. Más persistentes y
constantes en su encono.
Por lo demás, las mujeres que forman al menos la mitad de la
humanidad, son fuertes y valerosas. No necesitan la tutela (¿ma-
chista?) hasta extremos jurídicos sonrojantes. Pues, la situación
de las mujeres se ve determinada por extrañas y contradictorias
condiciones: sometidas y protegidas a la vez, débiles y podero-
sas, despreciadas y respetadas... En este caos de hábitos y con-
tradicciones lo esencial se superpone a lo natural, y no es fácil
distinguirlo. En general, las mujeres son lo que quieren ser: o re-
sisten a los cambios, o los aplican a sus mismos y únicos fines.
El respeto y la equidad de las leyes corresponde a lo que la
Humanidad tiene de más hondo. No hemos de olvidar, que las
leyes, tanto civiles como penales no serán nunca lo suficiente-
mente flexibles para adaptarse a la inmensa y fluida variedad de
los hechos y las personas. Éstas cambian menos rápidamente
que las costumbres. Por ello, el legislador puede quedar, en oca-
siones, descolgado y fuera del sentir social.
Toda ley demasiado transgredida es mala. Y la que nos ocupa
es, acaso, la peor. ¿Discriminación positiva...? Sería un desatino.
Pues las mujeres actuales no la necesitan. Las leyes deberían

—178—
diferir lo menos posible de los usos. La violencia legal es tal vez
más repugnante que cualquier otra.
La fuerza de la mujer se pone de manifiesto –sobre todo– en
su formación académica y en el sentido de la responsabilidad
que ejerce en el mundo laboral, así como en mil cosas de índole
privado, donde el poder que ejerce es casi ilimitado. Raras veces
he visto familias en cuyas casas no reinara la mujer. En general,
el matrimonio es muy importante en su vida. Justo es que ellas
lo defiendan según su voluntad. Por ello, cuando les falla “se
emplean a fondo”...
La mujer está mejor dotada para la adversidad que el hombre.
Sobrevive, por ejemplo, a la viudedad mejor que su compañero.
Este hecho cierto es una prueba más de su fortaleza psíquica. Los
datos que arrojan las estadísticas abundan en la misma dirección.
A saber, el hombre puede llegar a ser ten suicida como homicida.
Cuando acaba, como en tantos casos terribles, con la vida de su
pareja, acto seguido pone –en no pocas ocasiones– fin a la suya.
Y es que, por su fragilidad, el hombre propende a hundirse sin
remedio, en aplicación de esta norma legal, cuando se le tira a la
calle, despojándosele de su casa y de sus seres queridos.
Observen, si no, la naturaleza de los homicidios y suicidios,
cuándo y cómo se producen en la mayoría de los casos: 1) cuan-
do la pareja ya está rota; 2) cuando ha habido denuncia por me-
dio y se ha decretado alejamiento judicial.
Las leyes, ciertamente, no pueden resolver todos los proble-
mas que aquejan a la sociedad. Habría que desviar más recursos
económicos, invertir e insistir más en educación cívica desde
edad temprana, como señalé antes.
He aquí un extracto de la carta que me envía Juan, imputado
en causa penal por “malos tratos reiterados”:
...Había desavenencias entre mi mujer y yo... Un día supe la
verdadera razón: La pillé con su amante... Se entendía con él des-
de hacía algún tiempo... Creo que yo era un estorbo... Me puso la
denuncia porque quería deshacerse de mi... Me han echado de la
casa. No puedo ver a mis hijos. Entre pensión para ella, alimentos
para mis hijos, pago de la hipoteca de una casa que no puedo pi-
sar, no me queda ni un euro con que vivir... me han despojado de

—179—
todo... Estaría tirado en la calle si no fuera por la solidaridad de un
amigo... Creo que es peligroso vivir en un país que aprueba una
ley de esta naturaleza... A veces la veo desde lejos que entra y
sale en mi casa con su amante... Tengo pensamientos homici-
das...

Es probable que no pocos de los homicidios que se producen


actualmente guarden relación con la aplicación de esta desatina-
da ley. Internet informa de las mujeres que mueren a manos de
sus parejas y de los hombres que se suicidan a diario, así como
de una sobrecogedora cantidad de niños que quedan huérfanos
al año. Y nadie apunta solución a esta gangrena social.
¿Hay –por desventura– un mundo de hombres y otro de mu-
jeres? No por cierto. Basta ya. Hemos de poner fin a esta dramá-
tica situación social. Es preciso abolir o derogar la referida ley,
porque no se atiene a lo más elemental y reverente del Derecho,
si queremos evitar que los procedimientos judiciales puedan
convertirse en un espantoso matorral.

—180—
PONENCIAS
UN DISCURSO SUBVERSIVO
por
MANUEL JOSÉ SIERRA HERNÁNDEZ
MANUEL JOSÉ SIERRA HERNÁNDEZ, arquitecto por la ETSA de Sevilla y alumno del
curso de doctorado “Ciudad y arquitectura sostenibles para un futuro europeo”.

—184—
SINOPSIS

C ÓMO expresarlo? ¿Cómo decir que tanta lágrima amar-


ga, tanto duro esfuerzo, tanta sangre derramada, fue en
vano? ¿Cómo señalarles a aquellos que dejaron la vida,
que sufrieron cárcel y penurias, incomprensión y escarnio, que
lo que hicieron no fue de ellos el provecho? ¿Cómo rubricarles
a aquellos que heredaron su discurso que toda lucha resulta in-
útil cuando el enemigo es capaz de incluirlos entre sus propias
armas? ¿Cómo expresar, cómo convencer, cómo adoctrinar,...
cómo promulgar que la “idea de la victoria social” es el nuevo
opio del pueblo?
Y sobre todo, ¿cómo hacerlo sin caer en el error de culpar a
alguien o algo por la situación en la que nos movemos? Ante un
sistema cuyo cometido es absorber todas las reacciones que se
le enfrentan para acogerlas como algo propio, el individuo en la
nueva era de la información se ve irracionalmente consciente de
una especie de claustrofobia o nueva clase de violencia que se
ejerce sobre él, invisible, imposible de identificar su origen hasta
caer en la cuenta que procede de sus propios actos, de la noción
de que posee un nombre, un origen y unos deseos que son la
medida de una nueva realidad cuyo paradigma es la anulación
de la historia.
Por ello quizás ser subversivo no signifique ya ser rebelde o
contrario al sistema, sino seguirle la corriente no obstante con
una condición: la de no poseer nombre, mantenerse inédito hasta
conformar un discurso de su propia historia exclusivo a su per-
sona, un discurso subversivo.

—185—
Un discurso subversivo
¿Cómo expresarlo? ¿Cómo decir que tanta lágrima amar-
ga, tanto duro esfuerzo, tanta sangre derramada, fue en vano?
¿Cómo señalarles a aquellos que dejaron la vida, que sufrieron
cárcel y penurias, incomprensión y escarnio, que lo que hicieron
no fue de ellos el provecho? ¿Cómo rubricarles a aquellos que
heredaron su discurso que toda lucha resulta inútil cuando el
enemigo es capaz de incluirlos entre sus propias armas? ¿Cómo
expresar, cómo convencer, cómo adoctrinar,... cómo promulgar
que la “idea de la victoria social” es el nuevo opio del pueblo?
¿Cómo expresar esto? ¡Cuán atrevimiento es éste ante tan-
ta cabezonería! Contemplo movimientos sociales, gente con
banderas republicanas, con el puño en alto o entonando “A las
barricadas”, manifestaciones humanitarias y conciencias ecoló-
gicas y solidarias, seguidores de Che Guevara o de Karl Marx,
existencialistas lectores de Sartre o fanáticos de John Lennon,
inspiradores de las culturas alternativas o adalides de la soste-
nibilidad... sin saber que sus ideologías llenan las arcas de los
entresijos del capital, que hoy en día “Che Guevara” es un valor
en alza en la bolsa, o que la nostalgia por los Beatles vende dis-
cos a millones ¿Cómo enfrentarse ante eso cuyo objeto son las
reacciones contra sí mismo? ¿Cómo luchar ante el único sistema
de la historia cuyo alimento es la traición puesto que es capaz
de transformar ideal alternativo en sujeto propio? ¿Cómo frenar
aquello que es ante todo ambigüedad y disolución? Si el Hip-
Hop o el arte graffiti pasa a ser cultura de masas, o si la ecología
es excusa para urbanizar el monte con el sello de “sostenible”
¿qué nos queda? O mejor dicho ¿cómo discernir el límite de
lo que ha tomado el capital como propio? ¿Cómo no traicio-
nar? ¿Cómo luchar contra el capitalismo cuando el sistema hace
tiempo que lo absorbió, regurgitó y superó? ¿Cómo saber quién
es el enemigo cuando ni siquiera sabemos qué de nosotros mis-
mos se ha consentido como instrumento del sistema?
Los parámetros han cambiado, las condiciones ya no son las
mismas, la rebeldía y la reacción ya no resultan suficientes. Es
tan tonto como que hasta ahora hemos pretendido ser rebeldes e
independientes a algo que sin embargo siempre nos ha contenido,
puesto que conoce y se aprovecha de la condición de que tene-

—186—
mos un nombre, una posición, unos sueños y un origen. De este
modo ni siquiera cuando reaccionamos le podemos ser ajenos,
el gran hermano se hallará siempre ahí, agobiándonos en la im-
posibilidad de sentirnos alguna vez completamente solos. Avan-
zamos hacia una nueva realidad cuyo fundamento es absorber a
cualquier posible contendiente, un nuevo paradigma totalmente
distinto del anterior. Antiguamente, en realidad no hace mucho,
la humanidad se veía inmersa en una lucha de civilizaciones. No
existía una única historia, cada contendiente escribía la suya. No
existía imparcialidad, el sujeto tenía a la fuerza que entrar dentro
de una de las civilizaciones entre las cuales se disgregaba el con-
flicto. Desde que nacía, dentro de una determinada sociedad y
casta, su vida quedaba prefijada a unos parámetros concretos. La
sociedad le daba la vida, le proporcionaba alimento y sustento,
le otorgaba una posición, una credibilidad y como tal, la persona
estaba obligada a devolver lo mucho que de ella había recibido
siguiendo un sendero cultural preestablecido: “estudiar, trabajar,
luchar contra los enemigos del clan, casarse, tener hijos, cuidar
de esos hijos, disponer una herencia”. Senderos rígidos, restricti-
vos, excluyentes, que definían la vida de las personas miembros
tal que hay actos admitidos y otros no admitidos de acuerdo con
lo exigido por dicho camino y por dicho entorno cultural. La
violencia estaba a la orden del día, eso sí, se castigaban los crí-
menes y los delitos pero existía una violencia aceptada en cuanto
permitía vincularse con ese sendero sin perjuiciar, aún más, a
veces alentando, el sentido o conciencia de pertenencia al sen-
dero por parte de otra persona. Sin embargo, ¿qué pasaba con el
individuo que se percibía contrario a tal actitud? ¿Qué sucedía
con aquella persona cuya naturaleza le hacía proclive a rechazar
los condicionantes del sendero? Si el sendero cultural tenía que
englobar la vida de los individuos, el mayor pecado debía ser a
la fuerza sin duda el mostrarse contrario a tales disposiciones
de tal modo que enseguida era excluido y condenado al ostra-
cismo y a la soledad. En estas condiciones se podía argumentar
que “la soledad del individuo comenzaba cuando éste se perci-
bía contrario a la inercia de la historia”, la historia de lo que le
rodeaba, de la sociedad de la cual formaba parte. Sin embargo,
los exiliados, lejos de mostrarse miserables, se reconocían en

—187—
esta postura: la búsqueda de un nuevo tipo de libertad supra-
cultural, no tener porqué seguir los requisitos necesarios para
ser un conciudadano correcto. De este modo, tradicionalmente,
frente a una sociedad entera que comprendía la existencia de
dicho personaje como la de un bicho raro, éste se refugió en
la constatación y en la afirmación orgullosa de la soledad y de
su exclusión: los incomprendidos, los ermitaños, los monjes de
clausura, los intocables, los marginados, los rebeldes, los traido-
res, los herejes,... Sin embargo no es oveja negra aquella que es
indeseable sino aquella que resulta diferente. Esto se empezó a
ver a finales del siglo XVIII y evolucionó hasta tal punto que estas
personas, que hasta entonces se las había obligado a exiliarse, de
repente resultaron mitificadas: la casta de los librepensadores, de
los espíritus libres, de los espíritus indómitos, aquellos a los cua-
les la historia había tratado de ocultar hasta aquel momento. De
haber nacido en el medioevo, de haber sido mujer se la habría
tachado de bruja y quemado en la hoguera al negarse a someter-
se a los designios del varón; de haber sido hombre se le habría
asesinado en un callejón oscuro ante el miedo que sus ideales
pudieran socavar los cimientos del poder de otros hombres. Sin
embargo a partir de finales del XVIII y con la revolución francesa
fueron necesarios y se les mitificó ante la encrucijada que la nue-
va historia disponía ante los ojos del pueblo. Libertad, igualdad,
fraternidad. Democracia, sufragio universal, emancipación de la
mujer, socialismo, comunismo, anarquía,... en un empuje de tal
fuerza y envergadura que ha llegado hasta nuestros días: el libre-
pensador sigue siendo un ser mítico que clama en las entrañas
de esta civilización con una virulencia que a menudo nos hace
temer.
No obstante ¿a quién hacen temer? Desde luego no al sistema
el cual precisamente se ha servido de ellos. La historia, que an-
tes parecía pertenecer en exclusiva a cada contendiente del gran
juego, ante el nuevo paradigma tiende a disolverse; si bien como
único aliento antes del estertor se mantienen ciertos aspectos de
la lucha de civilizaciones, no obstante llegará un momento en el
que esta lucha, esta discrepancia entre culturas, no será más que
otro aspecto dentro de la complejidad interna del sistema. La
casta de los librepensadores ha ejercido un papel fundamental en

—188—
este proceso al acelerar el “fin de la historia”. Para Fukuyama,
en su famoso artículo publicado nada más entreverse la noticia
del fin de la Guerra fría, auguraba una nueva era de esplendor y
felicidad basada en el triunfo de la democracia, una situación en
la que el ser humano sería satisfecho en todas sus necesidades
básicas, haciendo innecesaria la lucha, por lo tanto la historia.
Un siglo antes, el francés Cournot definía el fin de la historia
como el final de una tendencia que hace a los seres humanos
discurrir por senderos cada vez más encauzados por lo que sus
actos acabarían siendo perfectamente previsibles. Aproximada-
mente por la misma época Karl Marx señalaba que el final de
la historia no podía ser otro que el triunfo final del proletariado
sobre el estado del capital. Quizás sea éste último quien más
se acerca al concepto de final de la historia que aquí vamos a
presentar. Sea dicha, la historia se define por un objetivo, anti-
guamente por el objetivo de la supremacía sobre el resto de las
civilizaciones, el relato de los héroes y de los reyes que permitían
a los pueblos considerarse grandes ante el resto de la creación.
Cuando los librepensadores salieron del anonimato para ejercer
su influencia en el mundo, siendo los habituales excluidos de la
historia, apostaron por el otro gran excluido de ésta, el pueblo,
abogaron por la idea de la victoria social, siendo el objetivo de la
nueva era la satisfacción de todas las reivindicaciones sociales.
El primer paso lógico para la consecución de esto consistía en
la disolución de los senderos culturales, la ruptura con los con-
dicionantes sociales que hacían del pueblo un esclavo primero
de su nacimiento, y segundo más adentrados en el siglo XIX, de
su clase. Prácticamente fue un movimiento a escala mundial,
aunque su evolución vivió contrastes, en algunos lugares la idea
de la victoria social se convirtió en el nuevo hito del poder, en
otros llegó a enfrentamientos ideológicos que desembocaron en
guerras civiles, y en los terceros se aliaron con las estructuras
del poder monetario básico, el capitalismo, conformando posi-
ciones socialdemócratas. De estos posibles paradigmas, el único
que a la larga ha sobrevivido ha sido el tercero, la alianza con
el capitalismo que sin embargo ya no podía ser llamado de esa
manera, desde el momento mismo en el que las estructuras del
poder acogieron la idea de la victoria social. En el concepto de

—189—
que el conjunto es mucho más que la suma de las partes no po-
día denominarse ya capitalismo, tampoco socialismo. Se trataba
del comienzo incipiente de una nueva realidad, el sistema, o lo
que de momento hemos llamado de modo reduccionista como
sistema, puesto que no puede recibir nombre. Desde su inicio
el sistema se conformó en la integración en sí mismo de múl-
tiples realidades diversas, y a menudo contradictorias: disolver
los senderos culturales, aunar la historia de los pueblos en una
sola,... sin embargo sin obviar los enfrentamientos naturales que
entre personalidades puede haber. A menudo se ha identificado
el sistema con el proceso de globalización, lo cual es un error,
puesto que dicho proceso no es más que un aspecto como otro
cualquiera, quizás más relevante, de su lógica interna. El sistema
acoge tanto las tentativas globalizadoras como los movimientos
a favor de la identidad particular, tanto las opciones capitalis-
tas como las reacciones subversivas, ya sean comunistas, eco-
logistas, socialistas o anarquistas. De esta manera el final de la
historia consistirá en la integración de todos los valores de la hu-
manidad en una única realidad de tal modo que la complejidad
que acogerá llegará a un punto que ya ni siquiera podrá recibir
nombre, ni podrán distinguirse sus reglas puesto que su flexibi-
lidad será tal que una vez se logra reconocerlas cambiarán para
no dejar frente por el que acometer. Es el nuevo Innombrado,
el nuevo Omnipotente, el monstruo de infinitas cabezas, y del
que sin embargo podemos discernir sus características y efec-
tos, su extraordinaria adaptabilidad ante cualquier situación, su
capacidad para transformar la victoria de otros en suya propia,
de aprovecharse de cualquier coyuntura, hasta conseguir cam-
biar intenciones profundas en mera superficie. De este modo su
único enemigo es el fanatismo, el único arredro que le queda a
la historia para sobrevivir, puesto que cuando incluso éste sea
absorbido no habrá un discurso lineal, sino un conjunto de con-
tradicciones ilegibles, sin objetivo definido a no ser otro que la
ampliación del propio sistema.
Ahora bien, es la historia global de la humanidad, la historia
de lo colectivo, la que disuelve, en su lugar queda la perspectiva
de lo individual. Frente al sendero cultural rígido, encauzado y
restrictivo que las tradiciones imponían, incluso ofreciendo una

—190—
explicación y una salida para el gravoso asunto de la muerte,
el nuevo sistema se contrapone violenta y radicalmente en la
ausencia del sendero, en la crucial relevancia del presente frente
a cualquier otro momento, ya sea pasado o futuro, en la afir-
mación de la idea de la libertad absoluta. Esto es, lo colectivo
deja de ser importante en la medida que el mercado parte de la
voluntad y de pequeños actos del individuo particular, a fin de
cuentas la cultura de masas no es más que una cultura basada en
el consumo masivo de intereses afines de individuos concretos.
De algún modo remarcar la importancia que frente a la visión
de lo holístico, del sistema al completo, toma un pequeño actor,
de tal manera que es el individuo y no la sociedad la medida del
nuevo sistema. Esto se ve en la disyuntiva que se nos ofrece a
continuación, ya no hablamos de senderos culturales comunes
a todo un pueblo, sino de perspectivas individuales. Una pers-
pectiva es un paisaje que se observa, no sólo un paisaje que se
observa, también una previsión de lo que algo puede llegar a ser.
Una perspectiva, dentro de los infinitos límites entre los que se
desarrolla el sistema puede ser algo que creemos lo correcto, que
deseamos, o que pensamos que es lo más sensato para realizar,
una opción personal. En cualquier caso por esto mismo pensar
con perspectiva es crear enfrentamiento, puesto que se trata del
producto de un deseo, individual, surgido de una premisa inte-
rior de la persona, que puede ser perfectamente independiente
de cualquier rasgo cultural o colectivo heredado, por lo cual nos
define en contraposición al resto de los miembros de la sociedad.
Llegados a este punto podríamos pensar que una perspectiva es
un sendero cultural que nosotros mismos nos imponemos. En
realidad existe una sutil diferencia, los senderos culturales son
excluyentes y remiten a todo un pueblo; como hemos señalado,
admiten determinadas acciones y otras las rechazan tajantemen-
te, son el medio por el cual una civilización se asegura el com-
promiso de sus miembros a la hora de oponerse al resto de las
civilizaciones. La perspectiva en cambio se conforma en base a
los datos que están presentes en el interior del sistema y que son
elegidos por un único individuo. Por explicarlo de algún modo
es como un dibujo no terminado de un paisaje en el que se va
seleccionando la información que a continuación se representa.

—191—
Esto es, una perspectiva no se cierra, es tan sólo una previsión
realizada a partir de los datos que hemos ido acogiendo y se-
leccionando. De otra manera también se la puede comparar con
un diccionario, una palabra acoge significado en oposición al
significado del resto de las palabras, sin embargo sólo puede ser
definida mediante el uso de éstas, de tal modo que según evolu-
ciona el lenguaje también cabe la posibilidad de acoger nuevas
palabras para la definición. De este modo el capitalismo es una
perspectiva que se podría, llegados a cierto punto, definirse con
las palabras socialismo y anarquía, así viceversa podría ocurrir
con las perspectivas de la sostenibilidad o de la ecología. Es de-
cir, el sistema se inclina por la completa mezcolanza de las reali-
dades que ha absorbido, esto es otro dato que nos avisa del final
de la historia, la imposibilidad de hablar de una manera pura de
los objetos a nuestro alrededor. En contra de esto se opone la
perspectiva individual, no obstante su manera de ser, abierta,
así como el haber sido constituida dentro del sistema le supone
un problema, el no negar tajantemente admite la posibilidad de
acoger nuevos nombres para la definición, el ser seducido por
fragmentos de información a menudo polifacéticos hace que lle-
gue un momento en el que la perspectiva acabe contradiciéndose
a sí misma, cayendo el sujeto en el desánimo y en el sinsentido.
Sentirse contrario a la inercia de su propia historia.
Quizás el paso definitivo para la instauración del sistema fue
la crisis energética de 1973. Este hecho significó un antes y un
después, el mundo necesitaba otros mesías diferentes de los de
la industrialización y el bienestar; la economía de mercado, tal
como era concebida tenía que cambiar, no sólo debía basarse en
la relación producto-consumidor, se hacía necesario reflexionar
acerca del asunto de la materia prima, por primera vez en la his-
toria, agotable, así como en la concienciación del consumidor
con respecto al problema. Aparecen nuevos conceptos acerca
del capital: capital natural, capital tecnológico, capital humano,
capital institucional, capital cultural,... el mercado debía expan-
dirse no sólo con valores cuantitativos, también con ideales. La
constatación del problema, al igual que sucedió con los utopistas
del siglo XIX, permite a los del siglo XX soñar con nuevas pers-
pectivas de solidaridad, ecología y progreso: la emancipación

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de la mujer, la resolución del problema del hambre en el mun-
do, la aceptación de las minorías, “salvad a las ballenas”,... El
capitalismo, el ancestral enemigo de la victoria social, en este
momento de crisis es señalado de nuevo como el culpable de la
situación, se le cree débil, necesita transformarse ante una reduc-
ción de sus emolumentos que destruiría sus estructuras basadas
en un volumen de negocio que necesariamente ha de tender a
ampliarse; o reconvertirse o morir, desde la idea de la victoria
social se aplaude cualquier atisbo de éxito, cualquier resquicio
que deje ver que el capitalismo ha acogido tintes de solidaridad,
o un compromiso serio con la ecología o con la sostenibilidad;
esto podría haber significado un cambio de rumbo de la humani-
dad, hacia una conciencia menos depredadora y más ecológica,
o quien sabe hacia una tercera guerra mundial. Pero lo que suce-
dió en cambio fue que el mercado en ese proceso supo absorber
estos ideales como valores de consumo. El sistema comenzó de
este modo a consolidarse, acababa de acoger en su seno todos
los ideales de las revoluciones de los años sesenta y setenta.
Acababa de absorber como valor propio la idea de la victoria
social. Esto indujo una complejidad sin precedentes. El poder
monetario ya no era suficiente para explicar la realidad puesto
que no se trataba únicamente de productos, también de ideales,
había que buscar una nueva moneda de cambio y ésta no era otra
que la información.
El individuo, dentro del mercado, se halla sumergido en el
interior de un mar de información del cual forma parte. Los me-
dios analizan hasta el más ínfimo detalle de su vida con el fin
de averiguar su nombre, sus aficiones, sus gustos,... su perspec-
tiva, y bombardea constantemente con información de diverso
tipo para intentar formar parte de ella; el nuevo objetivo que ha
permitido al capital sobrevivir es la seducción, el consolidarse
dentro de las perspectivas individuales. Por consiguiente, llega
un momento en el que el sujeto no sabe lo que en realidad desea,
ha acogido tanta información que le es imposible distinguir qué
verdaderamente conforma su persona. Se siente violentado, si
en el anterior paradigma la violencia era evidente (o estar dentro
del sendero cultural o estar fuera), en el nuevo pudiera parecer
loco si pensase que la violencia parte de sí mismo. Frente a un

—193—
sendero cultural en el que el individuo rebelde es excomulgado
sin más del colectivo, nos movemos hacia una nueva realidad en
la que la persona individual es la medida del sistema, por lo que
éste considera en el hecho que un solo hombre o una sola mu-
jer se le enfrente una crisis en potencia, un contendiente que si
resulta carismático/a y convincente puede llegar a crear un mo-
vimiento que se oponga con fiereza a sus pretensiones. De aquí
que la respuesta sea inmediata: dirigir el caudal de información,
la atención de las masas, del público en general, hacia él/ella de
tal modo que lo termina convirtiendo en héroe o maldito, según
la ideología del individuo dentro del sistema, creando en cual-
quier caso toda una lógica de mercado a su alrededor. Es cierto,
la rebelión se convierte en movimiento pero este movimiento
desde el principio está abocado al fracaso ya que rápidamen-
te es absorbido como fragmento de información, por tanto sus-
ceptible de ser manipulado o tergiversado. En este caso no hay
excomunión pero la violencia se ejerce en la imposibilidad de
poseer la exclusividad de la identidad personal: serán otros los
que nos definan, los que digan qué debemos hacer basándose en
la información que disponen sobre nosotros. Estamos pues ante
un nuevo tipo de violencia que se expresa ante todo en la con-
tradicción que sufre el sujeto entre lo que es real –lo que hace o
acomete– y lo que es importante- lo que opina que debería ser–,
el ideal. Finalmente la nueva violencia se define como una vio-
lencia psicológica: “la soledad del individuo comienza cuando
se percibe contrario a la inercia de su propia historia”, cuando la
perspectiva por la que ha optado se vuelve confusa y más que ser
una fuente de perfeccionamiento personal se transforma en una
manera de encadenarse.
Hemos dicho que la idea de la victoria social es el nuevo opio
del pueblo. Esto es así porque la idea de haber sido vencedores
en el pasado nos engaña respecto a lo que significa el sistema,
principalmente por dos razones: 1º puesto que nos hace pensar
que siguen siendo los gobiernos, el capital, los causantes de todos
los males, incitándonos a reaccionar en la seguridad de la nueva
victoria de tal modo que lo que en verdad hacemos es expandir
el sistema; y 2º porque si bien algunos pensadores y activistas
comienzan a reconocer la realidad del asunto, el hecho de que

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fuera una victoria, es decir, el resultado de una lucha contra algo,
nos induce a pensar que el sistema es el resultado de una cons-
piración, de un engaño por parte de las autoridades. Kim Stan-
ley Robinson habla de la teoría de la conspiración diciendo que
desde el asesinato de Kennedy lo importante no es el hecho en sí
sino el número de explicaciones paralelas que se pueden ofrecer
sobre ese hecho: el gobierno, los rusos, las mafias, etc.; esto es,
más que la verdad lo que prevalece es la narrativa. Esto llevado a
nuestra línea sería decir que los males del mundo se deben a una
conspiración de los poderes fácticos, de tal modo que impide
hacernos entender la verdadera realidad: que nadie propuso esta
situación en la que nos encontramos inmersos, sencillamente su-
cedió como resultado de una evolución por selección natural. En
realidad fue una simbiosis, nunca hubo una conspiración, no se
puede achacar a un nombre o serie de nombres que la historia
haya evolucionado de la manera como lo ha hecho. Sencillamen-
te la lógica interna del sistema ha sido más fuerte que todos estos
nombres, una situación de complejidad imposible en cualquier
caso de determinar o de manipular. Como si de un acto de evo-
lución natural se tratase asistimos al parto de una nueva criatura
surgida de la autoorganización de cientos de miles de células o
criaturas menores que no tienen conciencia de lo que en verdad
están conformando; una criatura que no tendría que esclavizar-
les, sin embargo lo hace. El sistema se deslocaliza a sí mismo,
no posee nombre, no posee perspectiva, no presenta un fin claro,
no tiene porqué responder de nadie ni excusarse ante nadie, pero
necesita al individuo al que categoriza y que como ente que se
hace preguntas se convierte en movilizador de la información.
Finalmente se trata del individuo y de información. La sociedad
actual permite encaminarnos hacia lo que deseamos, intentamos
llevar una vida tal como la hemos elegido, y aunque no deja de
resultar difícil, el estudiar, el trabajar, el poder divertirse, el lle-
gar a ser alguien,... lo cual nos obliga a luchar y a esforzarnos,
siempre queda un momento en el que preguntarse ¿por qué? De
alguna manera éste es un momento en el que la idea de la victo-
ria social, la perspectiva, no aguanta más, se exigen respuestas,
se percibe que la narrativa no es una opción y se busca la verdad.
Sin embargo el sistema, en contra de los senderos culturales,

—195—
no puede ofrecer la verdad, una verdad, ya que su objeto es la
narrativa, el final de la historia; más que el flujo monetario o de
poder, lo que alimenta al sistema es el movimiento perpetuo de
la información, la mezcolanza absoluta entre perspectivas, una
contaminación entre todos los nombres de tal modo que los hace
totalmente dependientes entre sí. Y de este modo, al no haber fin,
el individuo al preguntarse por el por qué de la finalidad de sus
acciones lo único que obtiene es vacío. Mientras que los sende-
ros culturales proponen soluciones para todo tipo de problemas,
incluso para el de la muerte (cielo, infierno, reencarnación, etc.),
el sistema falla, sin embargo el individuo que ha descubierto el
vacío no puede olvidarlo, y por ello busca fervientemente alter-
nativas. Quizás la gran coyuntura que ha permitido la instaura-
ción del sistema pudiera tener su clave en haberse ofrecido una
perspectiva tan terrible al final del camino, la muerte, el vacío,
que todo dispositivo que se dispone alrededor hasta que llega-
mos es aceptado y acogido sin remisas. Quizás el éxito de su
implantación es el haber conseguido la incapacidad del indivi-
duo de responder a las grandes preguntas hasta llegar a concluir
en la inexistencia relativa del final de la propia existencia. Sin
lugar a dudas su mayor valor es llenar de contenido hasta el más
insignificante de los instantes de nuestras vidas puesto que eso
significa movilización de la información y por tanto expansión.
La moneda de cambio del sistema es el trasiego del individuo, su
estado de permanente mudanza entre perspectivas. De aquí que
la idea de la victoria social, el hecho que hoy en día vivamos en
una situación de bienestar, de aparente libertad sin imposiciones
culturales, sea el nuevo opio del pueblo.
No obstante no tendría porqué haber sido así, en realidad fue
una simbiosis, la idea de la victoria social no tenía porque ser
el opio del pueblo, pero lo acabó siendo, debido a que esta sim-
biosis no era paralela. Sobre todo por la manera de realizarlo,
el sistema no es capaz de responder a las grandes preguntas,
no existe una ética para el individuo, es mucho más fácil caer
en la tentación que soportarla, es más sencillo corromperse que
mantener el compromiso. De esta manera que parezca que es el
capitalismo y la globalización lo que en realidad prevalece en
la sociedad actual. De esta modo se comprende que los grandes

—196—
ideales se disuelven espontáneamente en negocios secundarios,
tal que los propósitos iniciales acaban siendo la perdición de lo
que trataban de salvar. De la solidaridad consigue un negocio de
fármacos contra el SIDA en África que acentúa aún más la po-
breza y la miseria de este continente; de la ecología tecnologías
cuya aplicación supone un aumento significativo del precio de
los productos de tal modo que la impopulariza al convertirla en
sólo accesible para unos pocos; de las manifestaciones contra la
guerra un nuevo mercado que se nutre de símbolos no obstante
arbitrarios cuya renuencia dicen ensalza el carácter de la protesta
pero que a larga alimentan al sistema que produce las guerras;
del amor por la naturaleza urbanizaciones en contacto con ella
que sin embargo no hacen otra cosa que degradarla;... ¿Cómo
luchar contra aquello que no tiene nombre pero que sin embargo
se sirve de todos los nombres? ¿Cómo vencer eso que se ali-
menta de la traición, de la tentación que supone el buen vivir?
Parece imposible puesto que toda reacción resulta encaminada
a la absorción por parte del sistema. Pero... ¿y si la cuestión no
descansara en la reacción?
De aquellos que reaccionan se dicen que son subversivos,
pero si subvertir significa trastornar, las reacciones entonces no
son subversivas puesto que son enseguida absorbidas. Como se
suele decir, con gritarle al mar sólo gastamos saliva. No obstante
siendo como el mar construimos barcos de tal modo que éste ad-
quiere tintes de habitabilidad hasta llegar a diluir su significado:
no sólo es un enemigo, sino también un medio.
Entonces quizás sea tan simple como reconocer que forma-
mos parte del sistema y que vivimos conforme a sus reglas. Qui-
zás sea tan sencillo como asimilar en nosotros mismos esa lógica
que nos lo hace tan inescrutable ¿Y si la verdadera subversión,
más que ser diferente, más que demostrar rebeldía contra las im-
posiciones, consistiera en mostrarse permanentemente desloca-
lizado? No poseer nombre, no vivir en un lugar, no pertenecer a
una comunidad, ni país, ni credo, ni jerarquía social; acentuar-
nos en la ambigüedad y la disolución propias del sistema puesto
que al igual que la bruja de El viaje de Chihiro su forma de
englobarnos es poseer nuestro nombre, o mejor dicho, de conse-
guir clasificarnos, de categorizarnos con el fin de transformar un

—197—
ideal que poseamos en producto, en una debilidad como nece-
sidad acuciante para el consumo ¿Y si la verdadera subversión
en vez de ser diferente fuera no tener nombre? Nombre en la
connotación de identidad propia e identificatoria. No estar ubi-
cado en ninguna tendencia, no admirar a ningún héroe, ni seguir
ninguna doctrina; no crear una referencia ¿y si la verdadera sub-
versión fuera estar desubicado? Aquellos a los que decidamos
seguir no poseerán nombre, de aquellos movimientos que deci-
damos pertenecer ningún símbolo ni consigna reconocerán a sus
miembros, jamás saldremos del anonimato y todo aquello que
se produzca no tendrá autoría, hasta revelar un cuerpo amorfo
cuya esencia no podrá ser reconocida puesto que cuando los ins-
trumentos clasificatorios del sistema le otorguen categoría mu-
tará ¿y si la verdadera subversión no surgiera con una voz que
mueve a las masas sino con cientos de miles de voces sin nada
en común a priori? Y no obstante formarán un cuerpo, como un
atractor extraño, o como un fractal, abarcable en su área pero
inabarcable en su contenido, se reconocerán en un discurso, un
discurso subversivo, subversivo porque nadie dispondrá de él,
ya que a cada cual le resultará diferente, y por ello trastornará
las estructuras de un sistema cuyo poder es la categoría, y cuyo
paradigma el aprovechamiento de la reacción.
Esto es, hacia un cambio de paradigma, un nuevo paradigma
para un nuevo mundo, un nuevo mundo que necesitará nuevos
modos de concebirse la rebeldía.
Las nuevas revoluciones no se realizarán de manera preme-
ditada sino que surgirán de manera espontánea, ni responderán
ante una determinada situación externa de injusticia o sencilla-
mente inaceptable, sino como floración de un deseo interno de
un individuo, ni tampoco su morfología será un estallido que
cambiará las reglas de la sociedad anterior, sino que por sinergia
entre varios individuos responderán con lógicas que más que
continuar conformarán nuevas realidades interiores al sistema y
que no obstante éste no podrá abarcar; ni su acción momentánea,
sino que dependerá su éxito de la persistencia sobreponiéndose
a la rápida caducidad que imponen las modas. El objetivo, fi-
nalmente, no es la destrucción del sistema, sino su sustitución
progresiva por una realidad que funcionará del mismo modo que

—198—
él pero que no obstante le supondrá contraria puesto que si su
origen se halla en el impulso del solventar una insatisfacción
externa, el nuevo paradigma responderá con la voluntad de ser;
si su concepto del poder reside en la información, éste se verá
obsoleto ante la exaltación de la espontaneidad; si su garantía
de pervivencia se halla en la categorización de sus individuos
componentes, el de la nueva realidad consistirá en la disolución
de ésta en la garantía de que cada cual poseerá en exclusiva el
nombre, la referencia que le define.

—199—
CUESTIONES: SOBRE LA ESTRUCTURA
METAFÍSICA DE LA VIOLENCIA
por
ISAAC OLIVA BALLESTER
ISAAC OLIVA BALLESTER, Filósofo.

—202—
L A violencia no existe. Su carencia de “”, de sus-
tancia, o de “”, figura, está emparentada con la de
la muerte. Nadie las ha visto nunca, las ha oído, las ha
palpado, las ha olido, las ha gustado. No hay empiria posible
que las sancione o las acredite. No hay un sistema teórico formal
del que sean axiomas o de cuyos axiomas se puedan deducir. Lo
que sí existe son los golpes entre los cuerpos, los movimientos
humanos o inhumanos súbitos, bruscos, de partículas cuantifi-
cables por la ciencia. Aunque la brusquedad tampoco existe, e
incluso los corpúsculos que componen la materia son tan sólo
un constructo de la Física. Aquí se acaba la andadura de la cien-
cia en torno a este tema: no se trata de lo que no hay. Cualquier
disciplina (y permítasenos usar esta terminología germánica que
consolidó Dilthey) que pretenda ser científica no puede com-
prender (verstehen), ni tan siquiera explicar (erkleren), la vio-
lencia.
Afortunadamente, las ciencias no son tan científicas como
se ha querido que sean, y sí mucho más filosóficas en cambio.
Porque la frase con la que hemos abierto este introito tiene una
cierta pretensión de violencia detrás, esperando que lo haya sido
al menos para alguien, al menos de algún modo; y esto ya sería
bastante (de muestra un botón) para hacernos caer en la cuenta
de lo que ya sabíamos: que la violencia existe, tan cierto como
la muerte.
Esta dialéctica no nos sirve únicamente para justificar la irrup-
ción de la filosofía en la temática que se trata (y más que eso,
decir que el pensamiento filosófico es el más autorizado para
tratar de cualquier cuestión, por ser el pensamiento verdadero,

—203—
el profundo, o, dicho de otro modo, el pensamiento-pensamien-
to); también y, sobre todo, tiene como misión hacer notar que
estamos hablando de una construcción o una intuición (aquí la
disyunción es, en principio, excluyente) de carácter metafísico.
Además nos vamos acostumbrando a hablar contradictoriamen-
te para acercarnos al pensamiento paradójico, el más adecuado
para la comprensión de lo incomprensible.
Lo que ahora está sobre el tapete es la consideración del he-
cho metafísico mismo. ¿Esto qué es? ¿De qué se habla? Estas
preguntas son normales cuando la filosofía quiere ser clara,
exotérica, y se pasa de la meditación ontológica, abstracta, del
ensimismamiento en la problematicidad fáctica o existencial
(que no teórica) al discurso prosaico. La experiencia filosófica
interna, acaecida en el alma (y vamos a ver hasta qué punto no
consustancial al alma misma), es virtual, subjetiva, inmediata,
un conglomerado casi inefable, y por tanto duramente raciona-
lizable (aunque esto quizás sea la propia razón). Conglomerado
de intuiciones, concepciones, discursos, imágenes, sueños, espe-
ranzas, memorias... que siempre remiten a otras cosas, que remi-
ten consiguientemente a un perpetuo más allá de la experiencia.
Conglomerado simbólico que se precipita hacia un más allá eter-
namente, dando lugar a la experiencia misma, el tiempo del que
está hecho el hombre. No es de extrañar por esto que la eternidad
(duración absoluta) sea identificable con el ser puro o la nada
pura, lógicamente lo mismo, paradójicamente lo mismo, dialé-
cticamente lo mismo. No es de extrañar que el yo metafísico se
confunda con lo que está detrás del mundo, y se pueda hablar de
la experiencia íntima de la divinidad. No es de extrañar que la
eternidad inefable (sin el casi) sea condición de posibilidad del
tiempo, de lo que somos y no somos, de las distinciones entre los
seres, del logos (como principium individuationis), la razón.
Así el origen del mundo no es racional pero tampoco irracio-
nal. Podríamos llamarlo “metarracional”, pero el corpus histó-
rico-filosófico nos ha legado términos más brillantes. Nicolás
de Cusa, por poner un ejemplo y sin ir más lejos, distingue las
facultades cognoscitivas como sensus (sentido), ratio (razón)
e intellectus (intelecto). La primera sería la propia del hombre

—204—
exterior, la segunda del hombre interior, inmensamente mayor que
el otro, la tercera abraza al absoluto, al ser, la nada o a Dios.
Cuando la razón quiere dar cuenta de su background, lla-
mémosle así, intelectual (en sentido fuerte), lo tiene dificilísimo
para salirse de un lenguaje esotérico de difícil acceso, pues el
continente no cabe en el contenido aunque esté (o precisamente
porque está) dentro de él, en su más profundo interior, en la raíz
misma del mundo. El intelecto (el “” aristotélico) es el sitio
donde está el mundo, y ese sito no tiene aquí ni allá, ni antes ni
después, porque no es mundo justamente. Bien se podría decir
desde este ángulo que el mundo es el pensamiento de Dios, su
explicación (volvemos al cusano). La refutación que el sofista
pretende hacer de Aristóteles cuando pregunta a dónde llegaría
el cayado del pastor, si éste perforara la última de las esferas
cósmicas, está bien, pero la pregunta por la finitud del universo
requiere un pensamiento sobre la infinitud. Y no se perfora a la
infinitud con un cayado.
“¿Esto qué es? ¿De qué se habla?” nos hemos preguntado al
principio. Vayamos al ejemplo aparentemente sencillo: cuando
uno se enamora ¿qué es lo que enamora? ¿Cuál es la causa del
enamoramiento? ¿Qué es el enamoramiento mismo? ¿Enamora
un cuerpo lindo que se adecua a los cánones de belleza vigentes?
¿O el discurso pronunciado por el objeto de la pasión, que indica
inteligencia o finura? O mejor ¿Una mirada, un gesto, la forma
de caminar, dejar caer la mano, emitir un ruidito nasal, la apos-
tura o arrogancia al expresarse? ¿Y qué son todas estas cosas?
El problema de las entidades físicas es que no aportan sentido
ninguno. Todo esto nos puede hacer fijarnos en lo que está de-
trás, en lo que se cree vislumbrar tras la maleza de las percep-
ciones. Así en el amor, en la identidad o en la violencia. Siempre
cabe entender al cuerpo como señal del alma (no como tumba:
el “” pitagórico contiene un “” que significa
“señal”, como en “semántica” o “semáforo”, y que es por ex-
tensión el indicador del sitio del entierro): el cuerpo, el “físico”,
del hombre empírico, el hombre exterior o del mundo mismo;
el alma concreta, el hombre interior, o el hálito que mueve la
tierra. Demos entrada al neoplatonismo de Ibn Hzn de Córdoba
cuando habla, en El Collar de la Paloma, de la comunión entre

—205—
almas símiles como estructura del amor: el enamoramiento es
una tensión simbólica hacia el “más allá” de otra persona. El
enamoramiento y todo amor. De ahí que el amor sea “alma pura”
como decíamos antes: experiencia filosófica interna, virtual, in-
mediata, casi inefable, difícilmente racionalizable y, más aún,
proceso simbólico-místico de apertura a la eternidad, originante
de vida, entendida ésta como tiempo. Dentro de este paráme-
tro intelectual (en sentido débil) quizás no se sentiría muy incó-
modo Erich Fromm: amor, “”, así entendido, y sabiduría,
“”, como el “más allá” al que tiende simbólicamente el
alma, como puro ser o pura nada (que es lo mismo, decíamos),
como condición de posibilidad de cualquier fenómeno. Se sitúa
así la filosofía de la que hablamos del lado del Meister Eckhart,
que entiende al alma como templo semejante a Dios, templo
que espera ser vaciado en virtud del amor divino, cuando el le-
bemeister comenta un pasaje de las Escrituras. Cuanto menos
queda la filosofía entendida como estructura antropológica, no
como constructo histórico y por tanto coyuntural.

***
Llegados a este punto parece oportuno explicar por qué no
se ha dado respuesta a las preguntas expuestas más arriba. Ante
todo, parece que una pregunta no tiene más sentido que su res-
puesta. Así es como, aparentemente, surge la pregunta en la
mente del niño, y así se sitúa en la perspectiva de nuestra socie-
dad. Sin embargo, sostiene gente como Fernando Savater que
hay dos tipos de preguntas: las que sí pueden ser validadas por
su respuesta inmediata y se cancelan sin más, y las que no, que
son constitutivas del hombre, y que caso imposible de ser anu-
ladas por su hipotética respuesta cancelarían consigo al hombre.
En principio parecen tener razón: no es igual un “¿qué hora es?”
a un “¿quién, qué o cómo soy?”. Aceptamos por tanto que de la
pregunta no se infiere una respuesta. No hay que ir muy lejos
en este razonamiento. Basta preguntarse cuál es la solución de
la raíz cuadrada de dos para que se desborde la razón. En ver-
dad que ésta se desborda a cada paso si la fuerza un poco, muy
poco. Pero olvidando tipologías preciosistas, podemos enten-
der la pregunta, cualquier pregunta, desde el ángulo del déficit

—206—
ontológico que arrastramos. Se ven entonces como mundo, como
tiempo, o como historia. Como su origen, pues son, al igual que
decíamos antes, alma pura, búsqueda continua, proceso ininte-
rrumpible que lleva a otra cosa, y a otra, y a otra. ¿Hay algo aquí
del perpetuo deseo insatisfecho en Schopenhauer o de la noción
del Atman que tienen los budistas? Con Nietzsche, este deseo,
esta voluntad será siempre positiva, afirmativa, ascendente: es
amor fati, un querer vivirlo todo de nuevo eternamente, sin has-
tío y sin condena, lo bueno y lo malo. Pero volvamos atrás: la
pregunta constitutiva ontológica (y cualquier pregunta que se
haya formulado tiene cabida en el ser), yergue al hombre en la
existencia, lo sostiene en el mundo, hace hombre, hace mundo:
dónde ir y para qué, cómo sobrevivir, sacar provecho de las si-
tuaciones, y un más que largo etcétera. Ésta es la ruta del hombre
entre las cosas, los asuntos, las cuestiones. Las cuestiones. Por
esta suerte de sinonimia se titula así este texto: no preguntas sino
cuestiones. Antes del mundo no había cuestiones, preguntas, allá
en la pura nada o el puro ser de antes del tiempo. Y como son
alma pura tienden simbólicamente a dicha nada, a dicho ser de
después del tiempo. Antes y después del tiempo, es decir, no
tiempo, quietud, quietud absoluta, condición de posibilidad del
movimiento.
La pregunta, la cuestión, nos dejó del otro lado de Dios. Adán
fue expulsado del paraíso por comer del Árbol de la Ciencia del
Bien y del Mal. Podemos llamar a esta ciencia Ética, por darle
un nombre. El hermoso retorno al Uno plotiniano sólo vale para
el que está fuera de éste, disperso, o sea, para todos. Tristemente
fuera. ¿Cuál es la diferencia entonces entre retorno y expulsión?
Más acertada que la línea recta con la que representamos el tiem-
po en occidente (y de izquierda a derecha por supuesto), pudiera
ser la línea curva, metáfora de Rilke, por ejemplo (Ich kreise
um Gott), o de los pitagóricos. O el movimiento circular de los
astros de Aristóteles que son el propio tiempo en su Física.
Retomando: la pregunta nos resquebraja del ser (o la nada)
de modo violento. Y comienza el tiempo y los asuntos que son.
Porque es violencia. La pregunta es la violencia.
Ya comienzan a aparecer expresiones del tipo “resquebraja-
miento del ser”, “desbordarse la razón”, “déficit ontológico”.

—207—
Quisiéramos dar cuenta ahora de esto: Del carácter dramático
de la vida no nos cabe duda. Pero ojo, que decimos dramático y
no trágico. “” es simplemente acción, nego-
cio, asunto. No se presupone así un final triste para la vida, o la
conclusión de la carencia de sentido. Ni tampoco lo contrario.
Tan sólo hacemos hincapié en que la vida es temporalidad, dis-
tensión o desgarro. O que es la tensión del hombre enfrentándo-
se a la naturaleza (incluida la naturaleza social) con el fin de ir
consiguiendo supervivencia primero, felicidad después, unidas
estas dos implacablemente. Como en cada drama, la persona,
la máscara, el “” pretende algo y lucha por ello. Sea
lo que sea. Y mantenerlo, naturalmente, en el caso de que sea
bueno. Entonces es protagonista, se ha erigido en protagonista.
O muy al contrario pretende impedir algo a alguien o al curso de
los acontecimientos. Entonces es antagonista. Pero, desde lue-
go, en ambos casos es agonista, y “” es en griego
encuentro con el otro y sus pretensiones, por eso es lucha, asam-
blea, certamen, contienda. Así queda la vida entera regida por
el concepto de la agonía, del combate, del encaramiento con el
mundo. Por eso en todo este discurso entero no hay nada de ori-
ginal, ni se pretende. ¿No decía ya antiguamente Heráclito que
el padre de todas las cosas era el “”? No hemos salido
de la misma escena semántica, y aunque siempre varía el guión,
nunca varía el argumento.
En la enseñanza secundaria nos enseñan por pedagogía lin-
güística la diferencia entre “actitud” y “aptitud”. Más tarde el
universitario medio reinterpreta la diferencia en clave psicológi-
ca ¿nos será posible establecerla metafísicamente?
Parece que la actitud depende de la voluntad, es cuestión éti-
ca, de la psicología de la conciencia. La aptitud en cambio es un
hecho natural, físico o genético, es cuestión antropológica, rela-
cionada más bien con la psicología del inconsciente. Pero antes
hemos confundido a propósito lo natural con lo humano al hablar
del “interior” del hombre y del “exterior” del mundo. Aquí está
el quid de la cuestión. Dejaremos fuera el concepto de violencia
de la noción de actitud. Y al estar en relación con esta noción
todavía, no le llamaremos “violencia” sino “agresividad”. Nos
centraremos en la violencia entendida desde la óptica de la ap-

—208—
titud. Esto será a partir de ahora estrictamente la violencia: una
aptitud del ser. Ya la cuestión no es si matar a Claudio o no, si ca-
sarse con Ofelia o no (variantes concretas de la vida práctica que
deben ser resueltas más o menos agresivamente): hemos dado el
salto metafísico y ahora la suma de todas la cuestiones arroja un
resultado ontológicamente común a todos los hombres (por eso
podemos comprender perfectamente a Hamlet, que ni siquiera es
alguien sino persona ficticia de un drama literario), pero resul-
tado epistemológica y éticamente negativo: “To be or not to be.
That is the question”, nótese que algunos traductores de Shakes-
peare prefieren, para ayudar al actor en la interpretación de este
dificilísimo monólogo, no la fórmula más literal “ésta es la cues-
tión”, sino un más prosaico “¿qué hago?”. Esto es: “¿qué diantre
digo ahora? ¿Qué rayos pienso ahora? ¿Qué voy a atreverme a
vivir ahora, cuando el alma está perpleja, sumida en una tensión
existencial abismática?”. Y es que si Hamlet interpreta tan bien
la locura se debe a que, como mínimo, se desliza a su lado, está
afectado por ella, arquetipo del hombre ante el suicidio:
Porque ¿quién soportaría el denigrante azote de los tiempos,
el mal del opresor, la ofensa del soberbio la angustia del amor
menospreciado, la tardanza en la ley, el poder arrogante, pu-
diendo con un simple puñal liquidar cuentas? ¿Quién llevaría el
fardo de una cansada vida de sudores sin el temor a lo que pue-
de haber tras la muerte –el salvaje país de cuyos límites ningún
viajero vuelve–, que hace que soportemos los males conocidos
antes que perseguir los que desconocemos? El raciocinio nos
hace a todos cobardes, y así el color natural de la audacia queda
ensombrecido por los tintes oscuros del pensamiento, y proyec-
tos de altura y magnitud por estos miramientos pierden el curso
y dejan de llamarse acciones...

Pero esa tensión existencial se presenta como la originaria de


la vida del alma. Y no sólo la muerte es condición de posibilidad
de la vida, sino que el pensamiento filosófico tanatológico con-
lleva una tensión vital atroz, una tensión insufriblemente vio-
lenta. Tensión que, curiosamente, es lo que realza o vitaliza al
personaje. Por eso Sartre dice que los franceses nunca fueron tan
libres como durante la ocupación alemana en la Segunda Guerra

—209—
Mundial. Así con Agustín de Hipona de fondo, recordamos que
“tempus ist distentio animi”, la distensión del alma. Distensión
esta que puede ser un aflojarse, abandonarse o relajarse de las
filosofías más optimistas que podamos sacar de aquí, o peor y
muy al contrario, un desgarrarse del alma, para filósofos terro-
ristas o lógicos de lo peor (siguiendo la terminología de Clement
Rosset). Ésta es la violencia, la violencia verdadera, la profunda,
la que podríamos llamar violencia-violencia. A la otra nos he-
mos atrevido líneas más arriba incluso a despojarla del nombre.
Pero claro, las dos están tan unidas como el hombre interior al
hombre exterior, como el “” del que hablábamos.
Porque vista así la metafísica, como scientia generalis, carece
de un objeto de estudio propio, puesto que abarca la totalidad.
Se diría que lo único que hace es ahondar donde los otros razo-
namientos categoriales (las ciencias), o ser el terreno de donde
brotan y al que, finalmente, se dirigen. Así sólo tenemos diver-
sos lenguajes que tratan de lo mismo, y la metafísica es la condi-
ción nuclear de estos lenguajes. Con esto, un hombre golpeando
a su esposa, la barbarie de una guerra civil, la desazón de Dante
Gabriel Rossetti ante la muerte de Elisabeth Siddal, o lo que
llevó a ésta a ingerir una sobredosis de láudano acuciada por el
fantasma de su bebé nacido muerto, la Gran Depresión después
del Jueves Negro de octubre del 29, la destrucción de Persépo-
lis, el bombardeo de Guernika, los campos de internamiento de
Guantánamo, Buchenwald o Auschwitz, el asesinato de Ifigenia,
el de Agamenón, el de Clitemnestra, las Furias persiguiendo a
Orestes, la Peste Negra del siglo XIV, el terremoto de Lisboa,
el genocidio de los Araucanos, el de los Mohicanos, la toma de
Jerusalén por los cruzados contada por los árabes, los medios
de información masiva que son a la democracia lo que la porra
a la dictadura, las guerras del Golfo, un animal de mal agüero
cruzando hacia la izquierda, la Santa Inquisición, una jovencita
metiéndose el dedo en la orofaringe cuando sus padres no la ven,
un joven escolar bajo la rueda del sistema académico... todo esto
con su interminable etcétera, es la carne agresiva de la que se
viste el alma violencia. Pero esta enumeración ya es insuficiente
desde el punto de vista alcanzado antes, porque tiene un deno-
minador común: la visión moral de la aptitud del ser, que hemos

—210—
denominado violencia, que ha escogido elementos de la reali-
dad histórico-cultural mal considerados. Podríamos atrevernos a
considerar violentas las mitosis siguientes a la fusión de los pro-
núcleos en el óvulo fecundado, o los procesos de diferenciación
celular hasta el parto doloroso. O también material agresivo el
deambular a la madurez, la búsqueda de amor, su encuentro, la
producción de obras del espíritu, la toma de decisiones, el rencor
del cuerpo que ha recorrido veinticinco kilómetros a pie, la nece-
sidad de hacerlo, la fiebre, el deporte, el aprendizaje... ¿Agresión
o violencia? En cualquier caso hablar de cualquiera de las dos
es tarea sin término, pero de lo que se trata es intentar (repito:
intentar) deshacer el nudo gordiano de lo que está escondido tras
todo lo que la ética, la política, la psicología, el periodismo no
logran explicar ni comprender. Tarea hercúlea por supuesto, de
la que nos limitamos en este artículo establecer un breve esbozo,
o débiles pinceladas.
Lo que estamos haciendo en este discurso es suspenderles
cautelar y temporalmente el crédito, primero a las ciencias natu-
rales y después a las sociales (que no se ocupan de la violencia
sino de la agresividad), con el fin de que quede el fenómeno de
que se trata lo más desnudo posible. Así, si tratamos de enfocar-
lo desnudo, la violencia terriblemente desnuda, con toda nuestra
intensidad para ver qué es o de dónde viene, pasará lo que pasa
siempre: que al cabo no podremos distinguir concretamente sus
contornos, como cada vez que se clavan las pupilas en un objeto
singular y terminan llorando los ojos. Volvemos al principio: si
nos retrotraemos del “”, de la figura, si saltamos por de-
trás o por delante de toda ciencia consolidada, por parecernos
insuficiente, estaremos mucho más cerca de reconocer nuestra
ignorancia, de la sabiduría socrática, de la comprensión pura, de
lo inefable. Porque ciencia es “Scientia”, es categorizar, emitir
juicios (urteilen, muy expresivo el alemán), cortar la realidad
(y la raíz latina de la palabra ciencia es la misma de scissors en
inglés).
Con esto volvemos la expulsión de Adán del paraíso por causa
diabólica, por causa de la dispersión de lo real. Y al tiempo y al
espacio que son el alejamiento del Adán arquetípico, el hombre,
cualquier hombre, del instante que es diminuto e insignificante.

—211—
Presentando a la metafísica como quehacer originario del hom-
bre, hemos entendido el cuestionar mismo como violencia, y la
filosofía como el continuo retorno al templo del alma y su conti-
nuo desalojo, o el acallarse de las preguntas. Bajo estos patrones
intelectuales se puede entender, a su vez, como una búsqueda
constante del “”, el momento oportuno, la oportunidad,
el instante que se revela sobre los demás, la epifanía del instante
que ya no es ni diminuto ni insignificante. Búsqueda soterio-
lógica contra la dispersión violenta de lo real. El “” del
que hablamos es el símbolo sufí del grano de sésamo que, ante
la palabra privilegiada (el “incantamentum”), se abre para dar
sus tesoros. Es también el “granun sinapis” de los poemas del
Meister Eckhart. Es el momento de la no acción (o de la máxima
acción concentrada), del no pensamiento (o justo quizás el más
intenso), de las místicas del budismo Zen o neoplatónicas. Es,
por usar libremente las palabras de más arriba, la cancelación
del hombre (o la contemplación total del “), la
anulación del deseo de respuesta. Es la “”. Es el final
de la violencia.
Dejarse llevar la mirada por la pura simplicidad, plotiniana-
mente, es llegar a no entender nada. Pero si la mirada se arrastra
tras la multiplicidad, llega al azar y al caos y con esto tampoco
entiende nada. La razón entiende simbólica y diabólicamente en
continua dialéctica. Más allá de la razón el intelecto no entiende
nada pero lo comprende todo cuando la simplicidad de la mirada
tiene la primacía. El escollo que nos plantea el terrorismo filo-
sófico, volviendo a Rosset, aparece cuando se pierde la mirada
en lo múltiple y el mundo es terrible en esa nada. Es como si
dijéramos que antes del mundo, antes de los patrones y los cá-
nones, todo era monstruoso, puesto que los vemos del otro lado
del tiempo, en el mundo de las cuestiones, del cómo ser, y por
tanto de las formas. Tenemos así una mirada que tranquiliza, que
reconcilia al hombre, y otra que lo destroza. Pero ¿de qué de-
pende la optimicidad o la pesimidad de lo real? ¿Acaso sólo del
optimismo o del pesimismo de la mirada? Estamos preguntando
si es meramente un acto volitivo el que relaja al hombre, el que
lo ancla a la armonía, el que hace cosmos en vez de caos. ¿No
es bastante inquietante esta pregunta por si sola? Claro. Nunca

—212—
ha resultado agradable que las cosas dependan de uno (aquí se
cruza no casualmente el tema de la muerte de Dios y la orfandad
del hombre), sino que es más agradable que estén bien remacha-
das en el ser del mundo. El problema es cuando fluctuamos las
fronteras entre el ser del mundo y el alma pura.
En la República, 509 B, Platón pone la Idea de Bien como
“”, más allá de las esencias, esto es, del
ser: «Y sin embargo, el bien no es esencia, sino que está todavía
por encima de aquella en cuanto a dignidad y poder.» (de la tra-
ducción de José Manuel Pabón y de Manuel Fernández Galia-
no). Por encima del ser ya sólo la nada, pero la nada amable, la
nada-bien. Justificar esto de una manera positiva se puede hacer
diciendo que antes del mundo (en contra de lo dicho arriba),
precisamente por no haber patrones o cánones, nada era mons-
truoso, puesto que lo vemos desde el mismo lado del tiempo, y
hablamos de cuando no había paradigmas que censuraran para
bien o para mal la realidad. La manera negativa, curiosamente,
y como dándole una respuesta afirmativa a la cuestión de si la
mirada depende de un acto volitivo, es que debe ser así para evi-
tar la locura. Locura no entendida de un modo psicológico por
supuesto, como falta de raciocinio, sino como falta de razón, de
“ratio” en el sentido latino de solar, de suelo (grund en alemán),
de tierra, de fundamento. Locura como abismo (abgrund), como
rotura del ser, como un no ir muriendo hasta la muerte sino peor,
un ir muriendo perpetuo, una desintegración del yo en el más
terrorífico caos, en el más duro infierno. Para ir más allá en esta
cuestión cabe considerar las alegorías apocalípticas, el momento
de eclosión brutal, apabullante, desmedida del ser en toda regla,
con su juicio naturalmente. Jean Paul Sartre, en A Puerta Ce-
rrada, señala que el infierno son los demás, que la condena son
los demás. Y nosotros podemos concretar a poco que sepamos
de Sartre, que más bien la mirada de los demás. O yendo más
allá (o más acá), acaso la propia mirada. En ese caso también
la salvación es la capacidad de cambiar la mirada libremente.
Dios está en la mirada... Es decir, la función soteriológica, su
fin o meta, está en lo más invisible de uno mismo, en la mirada
que ve y no puede ser vista (un límite del mundo, como dice
Wittgenstein). Salvarse o condenarse del juicio sólo depende,

—213—
bajo este supuesto, del acto de voluntad de la propia mirada que
abraza, desde dentro, a Dios (ahora agustinianamente hablando),
sin engañarse a sí misma, como decisión que se toma y basta. La
mirada, que es alma pura, se nos aparece ahora de nuevo como
síntesis dialéctica y superación entre el conflicto antagónico del
desgarro entre el yo y el mundo.
Por otro lado, aceptar la paradoja de un fundamento abismá-
tico parece un tremendo acto de integración de la muerte o la
finitud en la vida misma. Pero esto, repetimos, es una posible
justificación negativa de la preeminencia del bien sobre la esen-
cia. La justificación positiva y lógica del asunto pasa por una
comprensión de la quietud de la nada, y su conexión estructural
con la “” del espíritu.

***
Ya está más que dicho a estas alturas del artículo que no con-
sideramos las categorías morales al uso. Estas valen para el con-
cepto de agresividad: en la ética, en la moral, en la política, en
la comunicología, sean académicas o no. Pero no valen para la
violencia, no para una estructura metafísica o una aptitud del
ser. Porque ahora no estamos contemplando al ser desde este
lado del orden, sino que estamos en el momento en el que todo
anda por detrás de las esferas eidéticas. ¿Pero no está esta idea
en contra de un neoplatonismo en el cual los “” tienen pre-
eminencia ontológica sobre la materia? Recordemos que según
este sistema filosófico la materia es un cierto no ser, es un mundo
de sombras. Parece que al hablar de un ser en estado puro, que
estuviera por encima del ser de las esencias, estamos hablando
de la materia informe. Así tenemos de nuevo que distinguir a
la nada ataráxica, el sumum de la pura paz, que es condición
de posibilidad del ser, del sustrato material de la realidad, que
se presenta como el mundo máximamente desenfocado, como
violencia constitutiva del ser. Ahora bien, para no caer en una
visión radicalmente anticosmista, siguiendo este esquema de ra-
zonamientos, habría que justificar el cuerpo, o la corporeidad.
Desde el punto de vista expuesto más arriba, el “”
integrador de lo exterior en lo interior, la materia en el sentido,
no parece tan difícil. Pero cabría preguntarse, para evitar rein-

—214—
cidir siempre en dicotomías irresolubles, si no sería más pru-
dente dejar de considerar al “” platónico,
del que hablábamos antes, como una última escala a la que se
puede llegar, ese fin absoluto de la violencia. Todo este escollo
metafísico hunde tal vez sus raíces en el terreno de la moral:
existe el mal porque existe el bien, en correcta dialéctica de con-
trarios. Por eso absolutizar el bien puede llegar a parecer incluso
peligroso. En la simbología mística del I Ching, el Libro de las
Mutaciones, podemos encontrar una posible solución al proble-
ma. Este libro sapiencial no opone la paz a la violencia como su
contrario, sino al estancamiento. Esto indicaría que la paz de lo
que es uno, es una cierta quietud en el movimiento, o un equili-
brio mejor, que se da en el proceso. Al pensamiento occidental
contemporáneo le cuesta salirse de un esquema metafísico muy
rígido e inflexible: es el de la sustancia eidética. Así todo tiene
un valor predeterminado que no depende de la subjetividad. Po-
demos poner ejemplos concretos: hay un programa televisivo
con algunos años ya que se llama “el precio justo”, en donde el
concursante tiene que averiguar el valor subyacente del objeto,
como si eso no fuera algo fluctuante que depende de las leyes
del mercado. Y hablamos de estas “leyes del mercado” con total
naturalidad, como si de las de la física habláramos, que tampoco
se entienden como constructos, sino como valores subyacentes.
Toda la arquitectónica de la sociedad industrial, tecnológica y de
consumo se puede comprender heideggerianamente desde este
ángulo, como un olvido del ser en pos de la metafísica del ente.
Así también la consecución de la felicidad (o “” o bu-
deidad o santidad) es vista a menudo como el final de un proceso
rectilíneo, sea posible o imposible. Ejemplos de esto pudieran
ser algunas de las “novelas de formación” de Hermann Hesse.
Con esto diríamos que el final de la violencia no es un estado al
que se llegue, en contra de esta visión que hemos considerado
como prioritaria en occidente (pero no privativa de la filosofía
europea, ni tampoco, ni mucho menos, única en los parámetros
occidentales) sino el principio de alegría que requiere la vida a
cada instante para renovarse. Usando la metáfora de Rilke que
más arriba citábamos, podríamos decir que no se trata de dejar el

—215—
movimiento giróvago en torno a Dios, pues es imposible negar
el tiempo, sino aceptarlo siempre buscando lo inencontrable: el
mismo centro inmóvil del movimiento.

—216—
IDEOLOGÍA FÁCIL
por
FERNANDO CREVILLÉN LOMAS
FERNANDO CREVILLÉN LOMAS, Filósofo.

—218—
INTRODUCCIÓN

L O que en un principio pretendía ser un sesudo estudio de


filosofía política en sentido kantiano, es decir, racional,
se ha transformado, como por arte de magia, en un relato
fantástico de héroes y monstruos. Y no es porque la razón cree
monstruos, como aquellos de los grabados del genial pintor; los
engendros con los que tiene que combatir la razón son los del
más irracional egoísmo disfrazado con los ropajes de la racio-
nalidad, no ya sólo crítica sino hipermegacrítica. En este senti-
do estoy más que convencido de que se está haciendo un gran
esfuerzo por parte de la academia burguesa para imposibilitar
la articulación de un verdadero discurso moral, sabiendo que lo
que se está minando es la posibilidad de maduración de un suje-
to revolucionario.
La pregunta en torno al agente revolucionario capaz de tener
éxito en el escenario del orden capitalista cada vez más tota-
lizado y global y todo eso, ha tenido en vilo a gran parte de
la reflexión marxista contemporánea. Famoso es el lamento de
Marcuse en El hombre unidimensional sobre la imposibilidad
profética de la crítica negativa de alumbrar el aspecto de un su-
jeto revolucionario en el porvenir. El proletariado, consumista y
despolitizado y desconcienciado, no tenía buena pinta; los inte-
lectuales son pocos y cobardes; y para colmo de males, la suma
de ambos no era menos estéril. En conclusión, que lo que nos
queda, como opción más digna, es la histeria colectiva: quejarse
y demandar como locos.
Tal y como comentaba, la idea primera de acudir a esta con-
vocatoria de reflexión sobre la violencia, no era para insistir
en el tópico tema del agente de la revolución. Iba a tratar de

—219—
estudiar lo que Luis Martínez de Velasco (La Melancolía de la
Razón, Ed. Fundamentos, Madrid, 1995) llamaba la “crítica de
la razón política” kantiana (obra nunca escrita y sólo legible a
un nivel “subtextual”). Esta reflexión contendría una idea prag-
máticamente regulativa, sin valor epistemológico, como la de
posibilidad histórica. Este concepto vendría a cuestionarse el
cuándo de la revolución. La revolución, en la teoría kantiana,
se comprende a través de la tensión histórica entre legalidad y
legitimidad. Sobra decir que la legalidad se refiere al Estado de
Derecho efectivo y la legitimidad a las leyes morales de la ra-
zón cosmopolita. Esta razón cosmopolita, como sabe cualquier
bachiller, tiene como fin no tomar al hombre más que como fin
y nunca como medio. Como es de esperar, la idea de posibilidad
histórica sólo pretende evitar, mediante el consejo, un predeci-
ble e inútil derramamiento de sangre; es decir, la condición de
posibilidad de la revolución es que vaya a tener éxito. Así es
como desde la idea de posibilidad histórica se comprenden dos
tipos de discurso: un discurso heroico basado en la deseabilidad
política, y otro prudente que tiene en cuenta la posibilidad polí-
tica. Y si bien lo deseable no ha de anularse en lo posible, Kant
estaría totalmente de acuerdo con el doctor House en que «no se
muere con dignidad: se vive».
Vamos a tomarnos muy en serio el llamado desafío de Hume,
como también hizo el que aquí es nuestro maestro: Kant, y nos
convenceremos de la imposibilidad de formular un discurso le-
gítimo que infiera las normas éticas de unas premisas cognos-
citivas. Lo cual nos lleva a comprender que no hay un bien (fin
deseable) al que se pueda subordinar la buena acción. El objeto
de nuestro estudio sobre la buena práctica será la bondad misma
de la voluntad.
Apelando de nuevo a lo que cualquier bachiller sabe de Kant,
recordaremos que el problema de la ilustración no era cognos-
citivo (la gente no sabe pensar por sí misma), sino práctico (no
le da la gana):
La ilustración es la liberación del hombre de su culpable in-
capacidad. La incapacidad significa la imposibilidad de servirse
de su inteligencia sin la guía de otro. Esta incapacidad es culpa-

—220—
ble porque su causa no reside en la falta de inteligencia sino de
decisión y valor para servirse por sí mismo de ella sin la tutela
de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten valor de servirte de tu propia razón!:
he aquí el lema de la ilustración. ¿Qué es la ilustración?

Con esto no se entienda que estamos oprimidos, por decir


algo, porque nos da la gana; o que tenemos los gobernantes que
nos merecemos. No en vano, con una organización social más
justa no tendríamos que ser necesariamente menos inmaduros.
Cabe imaginar que:
Mediante una revolución acaso se logre derrocar el despotis-
mo personal y acabar con la opresión económica y política, pero
nunca se consigue la verdadera reforma de la manera de pensar;
sino que, nuevos prejuicios, en lugar de los antiguos, servirán
de riendas para guiar al gran tropel (Obra citada).

Vamos; que la revolución no garantiza el progreso (idea


moral), ni soluciona la necesidad de ilustración. Hace poco un
camarada y este de aquí, llegamos a una conclusión: en una so-
ciedad comunista, planificada racionalmente, no puede haber
prostitución; en cambio, el grado de puterío era algo que no en-
traba en los cálculos.
Pero no estamos aquí para hablar de economía política ni para
hacer cálculo alguno. En verdad os digo que nuestra ideología
fácil se puede asimilar mejor con el discurso heroico, del que
hablábamos arriba, que con el discurso político prudente (sen-
satamente calculado). Todos conocemos el tópico de la defensa
kantiana de un despotismo ilustrado que gobernara en republica-
no pero sin democracia. A esta defensa se la ha querido dignifi-
car con la exigencia de una moralización de la política. Nosotros
cortaremos con estas sabidurías kantianas y nos atendremos al
sujeto moral de su sabiduría práctica. De este modo tendremos
una politización de la ética y no una moralización de la política,
en una especie de “al César que le den lo suyo”.
Para estos efectos políticos de la ética nos interesa sobre-
manera lo que Kant llamaba un uso público de la razón. Re-
cordemos que estaba el uso privado y el uso público, que se

—221—
expresaban en el lema: razonad libremente (todo lo que queráis),
pero obedeced. El mejor modo de malinterpretar estos términos
es relacionando lo privado con lo más individual y lo público
con lo más social, por decirlo de algún modo. En realidad, el
ámbito privado es el de nuestros lazos sociales-institucionales
que nos identifican particularmente; mientras que el uso público
de la razón apela al desarrollo de nuestra razón cosmopolita e
internacional.
Nada de “objeción de conciencia”. Un farmacéutico que no
venda condones porque sepa que es lo mejor para todos, no esta
haciendo uso de la razón pública, sino desobedeciendo en tanto
que súbdito (ámbito privado). Lo que más me sorprende de la
petición de obediencia privada es cuánto facilita el uso de la
verdadera razón práctica. Una de sus funciones es no llevarnos
a engaños; es decir, sabernos en tanto que seres racionales: in-
ternacionales; y como miembros de nuestra sociedad: súbditos.
Aunque el mayor valor regulativo de esta obediencia lo veo en
no permitir que se hagan extrañas violencias a la voluntad libre y
racional. Por muy extraño que parezca no puedo dejar de leer el
¡obedeced! como: bebe coca-cola, come hamburguesas del Mc
Donals, compra deportivas de esas que cosen los niños de por
ahí. No se me ocurre mejor ejemplo contrario al uso de la razón
cosmopolita que la ética-política del consumo responsable. En
lugar de desarrollar un ámbito de verdadero uso de la razón uni-
versal, el consumo responsable le pide al ciudadano (universal
cliente) que se oponga a la injusticia a partir de conocimientos
estratégicos que le permitirían poder hacer algo bueno dentro de
sus posibilidades. Frente a este utilitarismo, Kant sí que exige
que se actúe en consecuencia. El uso público de la razón exige
la participación en un verdadero ámbito que se relacione con el
todo, de todos los pueblos. No se trata de pensar en tanto que hu-
manos en general, lo cual sería absurdo. La razón no se relaciona
con el todo de la especie en cuanto tal.
Quizá el mayor problema de la pregunta por el sujeto revo-
lucionario no sea otro que el del miedo a tener éxito, más que el
miedo al fracaso. La lección de Lenin es no tener miedo a tener
éxito.

—222—
ÉTICA Y JUSTICIA

La distinción entre ciencia del ser (ontología) y ciencia del


deber ser (deontología) es un buen punto de partida para mu-
chas reflexiones. Disciplinas cognoscitivas como la biología o
la antropología se comprenderán como ciencias de lo que es;
mientras que la ética o la ciencia jurídica habrán de investigar lo
que debe ser. La deontología partiría de la distinción del bien y
del mal, lo que implica la introducción de un sujeto del discerni-
miento. En las pelis sobre juicios no se dice que el acusado es li-
bre y racional, sino que sabe discernir el bien del mal. Pues bien,
nosotros aquí vamos a defender una idea de ética como ciencia
material que estudia las leyes de la libertad desde su parte pura
(no empírica). Como sabrán, el famoso formalismo moral kan-
tiano no hace una psicología de las cosas del querer en general,
sino que parte de la idea de una voluntad pura posible. ¿Pero la
moral no es la ciencia de lo que está bien y lo que no, de lo que
tiene valor moral y de lo que es, por el contrario, inmoral? Para
irnos aclarando es mejor que escuchemos al profesor:
«En realidad, es absolutamente imposible señalar por expe-
riencia con completa certeza un solo caso en el que la máxima
de una acción, conforme por lo demás al deber, haya descansado
exclusivamente en fundamentos morales y en la representación
del propio deber. Pues, ciertamente, es a veces el caso que en la
más aguda introspección no encontramos absolutamente nada,
aparte del fundamento moral del deber, que hubiese podido ser
lo bastante poderoso para movernos a esta o a aquella buena
acción y a sacrificio tan grande, pero de ahí no podemos inferir
con seguridad (...), porque, cuando se trata del valor moral, no
importan las acciones, que se ven, sino aquellos principios in-
teriores de las mismas, que no se ven.» (Fundamentación de la
metafísica de las costumbres, 407)
No es de extrañar que ante esta quimera inútil, por muy racio-
nal que sea, se prefiera vender, y se venda mejor, una sabiduría
cualquiera sobre el bien y el mal. Incluso es comprensible que se
comprenda el aspecto penal de las ciencias jurídicas como más
motivado por la conciencia del daño que por la de la responsa-
bilidad, aun cuando explícitamente ellas legitiman la pena por

—223—
la culpa. Ante los ojos de nuestro deseo los asesinos son antes
unos indeseables, por usar un eufemismo, que culpables. Tam-
poco debe extrañar que se haya calificado el análisis kantiano
como hipócrita filosofía burguesa legitimadora y conformista de
la libertad subjetiva. Y los que mejor la han comprendido la han
censurado como terrorismo de las buenas intenciones.
Kant responde en su teoría moral a la objeción de no poner el
concepto del bien antes que el principio moral. Esto se demues-
tra desde una geometría del deber que sea previa a su topología,
único modo de distinguir el mandato moral de cualquier tipo de
norma práctica.
Este apartado podría haberse titulado: No hay física en me-
tafísica, pero quizá no se pueda partir de una idea de justicia en
ética. La idea de todo esto viene de un estudio que hice hace
muchos años sobre el deseo primordial que nos abre al mundo,
lo que yo llamaba (desafortunadamente) nuestro anclaje erótico
en la tierra, que resultó a partir de una crítica de la vieja teodicea.
De fondo estaba, además, la crítica de Lévinas a la crítica de
Heidegger de la voluntad de poder nietzscheana.
Teodicea significa justificación de Dios, y trata de eso mis-
mo. Nace con la crítica agustiniana al pensamiento maniqueo.
El dualismo maniqueo establecía un principio bueno y otro malo
de la naturaleza e inferían de eso que Dios no podía ser la causa
de toda la naturaleza. El problema de fondo en estas disputas es-
peculativas era cómo explicarse la omnipotencia y omnibondad
divina y encajarla con la experiencia del mal. La teodicea es así
una defensa de las blasfemias maniqueas. La teodicea aparece
como nombre con el tratado de Leibniz Teodicea, ensayos sobre
la bondad de Dios, la libertad del hombre y el origen del mal,
pero, como hemos visto, es un tema muy antiguo.
Una tradicional definición del mal es la de ausencia de un bien
debido; es decir, la naturaleza del mal no es positiva sino negativa
y sólo el bien (del cual debemos dar gracias a Dios) es positivo.
Me acuerdo que leí un ejemplo de esto en un ensayo de teodicea
en el que se comentaba como los bacilos de Koch (una incontes-
table realidad positiva –se decía–) no eran ningún mal. Si se los
observa en un preparado adecuado son un admirable bien; ahora,
si se los instala en un pulmón, el mal empieza, privando un orden

—224—
debido. El misterio del mal es, según esta especulación, el de la
destrucción de las postulaciones del ser. Como decía Santo To-
más, la vida del león no se conservaría si no se matara al asno.
Mi reflexión llegaba a la conclusión de que estas especulacio-
nes no explicaban la esencia del mal; además, tampoco suponían
ningún consuelo. Cito aquí lo que escribió aquel alumno de se-
gundo de filosofía: “Y ahora digo yo: las cosas son perfectamente
tal y como son, y cualquiera puede pensar que no cupiese que
fuesen de otro modo. Así, si no es positivamente feo que un bi-
cho se coma el pulmón de alguien, tampoco será admirable que el
científico pueda dominarlo para conseguir una vacuna, por ejem-
plo”. Estas críticas me parecen simplemente lógicas. Por lo que
recuerdo este escrito es por el patético relato con el que termina:
«Imagino uno que va por la calle y es golpeado mortalmente por
un pedruzco caído del cielo. Otro que paseaba por el lugar, al ver
la roca en lo alto, presintió, gracias a sus conocimientos, que aque-
lla cosa golpearía en la cabeza del otro. Sintiéndose este último
impulsado al auxilio del otro corrió a empujarle para desviarle de
la trayectoria del objeto agresor. No llegó a tiempo y el prójimo
murió a sus pies. Sintió que debía haber fumado menos y ninguna
explicación podía consolarle. Lloraba». Por aquella época había
escrito un poema inspirado en una noticia de la tele en la que se
mostraba a unos japoneses intentando empujar a una ballena para
salvarle la vida. Daba la impresión de que la ballena sentía una
pena enorme por ser una carga imposible para los desquiciados
que la empujaban. Era una especie de patética piedad invertida.
Aquel escrito sobre el mal llevaba anexado un artículo de José
Antonio Mendez Sanz, sobre “un bien inmune a la lógica del
mal”, titulado No hay física en metafísica. La orden que leemos en
el rostro del otro: no matarás, es previa a cualquier por qué. Una
ética heterónoma (frente a la autonomía de la buena voluntad) que
parta de una bondad que pueda preceder a mi conciencia libre.
Es fácil comprobar que hemos de suponer, en este sentido, una
especie de pasión por la justicia previa a la voluntad del verdadero
agente moral. No en vano, como bien decía Kant, el filántropo no
tiene por qué tener un temperamento bondadoso. Ser bueno no es
bueno sin restricciones, sólo la buena voluntad es en sí buena.

—225—
Podemos imaginarnos en esta contraposición entre Kant y Lé-
vinas la tristemente tópica disputa entre cristianismo y judaísmo;
o mejor dicho, la censura de los cristianos a los judíos. La Ley
judía sólo pide su cumplimiento en cuanto a la letra (conforme a
la ley), mientras que el cristiano se exige el actuar en consecuen-
cia con el espíritu (por mor de la ley). El verdadero pecado es el
de la intención: pensamiento, palabra, obra y omisión; los judíos
son unos hipócritas que con su rigor legal lo único que pretenden
es burlarse de la Ley; los judíos, al poder mantener lo que desean
al margen se burlan de Dios.
No nos damos cuenta de que la grandeza de la prohibición
judía es que es una prohibición sin más. No hay posibilidad de
que genere lo que los freudianos llaman el suplemento obsceno
del super-yo. Tal y como el propio Lévinas dice, el judaísmo es
terrenal en tanto exige ser, sin ser un asesino. Nada de separar la
justicia de la salvación (al Cesar lo suyo), no hay más reino que
la Ley. En este autoritarismo no cabe la posibilidad del totalita-
rismo del super-yo y su mandato: ¡goza! El super-yo invierte el
kantiano “puedes, porque debes” en “Hazlo (tienes que hacerlo),
porque puedes”. Napoleón decía que lo difícil se hace y lo im-
posible se intenta.
Existe una visión pagana del cristianismo en la que este es
visto como el introductor del desequilibrio en la fuerza cósmica.
Frente a la armonía del mundo feliz antiguo greco-romano, el
cristianismo intoduciría el mal radical que era necesario para el
desarrollo del curso del mundo. Frente a la exuberante e inocente
vitalidad antigua, el cristianismo habría sumergido al mundo en
un oscuro valle de lágrimas, paso necesario para la superación
de occidente. No es de extrañar que el joven Anakin Skywalker
sea una especie de parodia de Cristo.
Para terminar con lo del judaísmo voy a citar al comprometi-
do ideólogo Slavoj Zizek:
Marx decía que en el pequeño-burgués ve en cada objeto dos
aspectos, el malo y el bueno, y trata de mantener el bueno y
combatir el malo. Habría que evitar el mismo error al abordar el
judaísmo: el judaísmo bueno, levinasiano, de la justicia, el res-
peto por el otro y la responsabilidad hacía él, etcétera, contra la
tradición mala de Jehová, sus arrebatos de venganza y violencia

—226—
genocida contra los pueblos vecinos. Esta es la ilusión que debe
evitarse: habría que afirmar una hegeliana identidad especulati-
va entre estos aspectos y ver en Jehová el soporte de la justicia
y la responsabilidad. El judaísmo es, como tal, el momento de
la contradicción absoluta, insoportable, lo peor (violencia mo-
noteísta) y lo mejor (responsabilidad hacia el otro) en tensión
absoluta; los dos son lo mismo, coinciden y, simultáneamente,
son incompatibles. El cristianismo resuelve la tensión introdu-
ciendo un corte: lo “Malo” (finitud, ruptura, gesto de diferencia,
diferenciación, como solían decir los comunistas, “la necesidad
de diferenciación ideológica”) es la fuente directa de Dios. (Vio-
lencia en acto, Paidos, Buenos Aires, 2004., p. 102).

Lo que más me sorprende de mi antigua piedad, en la analíti-


ca que hacía del deseo, es el fondo de fascinación por el mal des-
de el que se levantaba. Mi primera disposición a la investigación
metafísica era kantiana en todo su sentido de racionalidad moral
comprometida con una idea de filosofía cosmopolita. Pero he
tenido que volver tras el paso por una pseudoprofunda sabiduría
compasiva.
La paradoja del método de “las más altas indagaciones mo-
rales” (Crítica de la razón práctica. A 110), consiste en que el
concepto de lo bueno y lo malo no ha de quedar determinado
antes de la ley moral que autodetermina a la razón práctica; la
ley no puede estar mediada por un objeto. La determinación de
una voluntad pura (lo cual es una pura tautología) no puede pre-
suponer una ida de justicia. Por eso decía Kant que la ética se
encontraba sin un apoyo en el cielo ni en la tierra; ni se pueden
derivar las leyes de la libertad de una supuesta naturaleza hu-
mana, ni la razón puede suponer unas normas de origen divino
previas. Nuestro objeto es el sujeto moral, no una determinación
específica de los deberes.

ES FÁCIL SER UN HÉROE

Hans Blumenberg (en Trabajo sobre el mito) distingue la po-


tencialidad explicativa de lo humano por parte del mito, en con-
traposición a la oscuridad del dogma, poniendo como ejemplo el
inexplicable dogma del Espíritu Santo. Teniendo esto en cuenta
se me ocurre proponer la defensa de un heroísmo dogmático.

—227—
Por supuesto, nuestro héroe no es el ciudadano que tiene que
hacer milagros para llegar a fin de mes. Nuestro héroe es ese
extraño monstruo que hemos venido llamando agente moral, y
que nos recuerda que no debemos desterrar al héroe que todos
llevamos dentro de nuestro corazón. Lo más fascinante de esta
criatura es que no tiene por qué hacer nada especial, nada que
se salga de lo normal, pero necesariamente ha de ser un héroe
que salga victorioso del conflicto íntimo con sus disposiciones
patológicas. Sólo tiene que hacer lo que verdaderamente quiera
(voluntad), aunque no hay que presuponer que tenga que hacerlo
de buena gana. Sus armas no son el coraje, la fuerza, el auto-
dominio y la tenacidad. Como lanza tiene el respeto por la ley
moral y como escudo la verdadera autoestima.
Desde el punto de vista de la razón humana, teniendo en cuen-
ta que todo ser racional que supongamos será en este sentido, el
de humano, racional (otra razón distinta a la nuestra, alienígena,
nos sería, en cuanto tal, absolutamente desconocida), nuestra
humanidad: cualquier disposición, sentimiento, talento, sensibi-
lidad, deseo, es patológica. ¿Significa eso que nuestra libertad
es inhumana? ¿Actuar libremente significa necesariamente una
voluntad determinada por la pura razón? La idea de una buena
intención, implicada en el concepto de una acción realizada por
deber, así lo requiere. Precisamente la idea del deber conlleva un
conflicto de un ser finito con sus inclinaciones o disposiciones
patológicas en general. De este modo podemos calificar de divi-
na nuestra disposición moral en contraposición a la meramente
patológica.
Es un tópico de la interpretación sobre la moral kantiana, el
aceptar la validez de la autofundamentación racional del impe-
rativo categórico, subrayando la problematicidad de su anclaje
motivacional. Se acepta que el mandato ético deba ser racional,
pero se cuestiona que exista un motivo para actuar éticamente.
Siempre se dice algo así como que es una teoría admirable, pero
que no es capaz de motivarnos a la hora de actuar. Cabe suponer
que las lúcidas mentes capaces de adentrarse en estas complica-
das teorías, digan eso porque les convenga que así sea. Yo, en
cambio, siempre he visto el lado subjetivo de la investigación (el
de la motivación y sus vicisitudes) como el más sólido e incues-

—228—
tionable; mientras que el aspecto objetivo (la ley) me parecía
más problemático. Ni siquiera veía el problema en el de una
aplicación política de lo ético, sino que no era capaz de suponer
unas normas enteramente racionales y autoimpuestas. Quizá el
kantiano sea, además de verdadero, el sistema de reflexión sobre
la ética que sea más moralizante. Existen muchos mensajes mo-
ralizadores ejemplares, pero pocos tan moralizantes. Con esto
me refiero a que eleva la moral, el ánimo, el soplo de exceso de
vida que supone nuestra libertad. Cuando era un niño, jugaba a
un videojuego basado en la película Platoon (sobre la guerra de
Vietnam); tú eras, por supuesto, un soldado americano que tenia
que cargarse a un montón de “charlies”; pero también podías
matar a civiles desarmados (que aparecían por cualquier lado sin
avisar, aunque eran perfectamente identificables), que te quita-
ban moral; como es lógico, si se te acababa la barra de vida o la
de moral: game over. Pues creo que la desmoralización a la que
estamos expuestos hoy día es mucho mayor que la de los mata-
chinos esos, que tan poco podían hacer.
La mejor filosofía kantiana de hoy en día ha preferido optar
por la fundamentación “racional” de la madurez y el consenso.
Dejando de lado gran parte de la metodología kantiana de la
introspección y la delimitación de lo racional y lo patológico.
Todavía no veo muy bien por qué, pero creo que mejor habrían
hecho en resaltar el verdadero respeto por las personas que im-
plica la ley de la razón, en vez de acudir a cualquier enredo libe-
ral. Como decía el actual presidente de la República Bolivariana
de Venezuela: si nos adversan, pues que nos adversen.
Volvamos a lo nuestro que es hacer ideología fácil. Si fuera
barata, sería porque tenía un precio. Pero es fácil, porque en ella
nos va lo que no tiene comparación utilitaria: nuestra dignidad.
Si hay algo que nos hace dignos, y no meramente admirables o
meritorios, es nuestra incomparable disposición moral.
Fácil en inglés es easy, difícil es hard. Pero hard también
significa duro, que ofrece una gran resistencia. Lo difícil es duro
de llevar. Tragarse una misa en latín de tres horas (sobre todo
si no se entiende nada) puede resultar mecánicamente fácil, al
no tener que combatir con ninguna inclinación que nos tiente a
no poder soportarlo (si a la vez de escuchar al cura hablando en

—229—
latín, nos dieran de palos unas criaturas voladoras terroríficas,
seguramente nos entregaríamos a la inclinación patológica de
salir corriendo). Pero lo mecánicamente fácil, puede ser moral-
mente harto gravoso para un ser racional. La razón sólo exige de
nosotros cuanto esté en nuestras manos, y por eso su ley es la
más fácil. A decir verdad, actuar por deber no tiene merito. Más
difícil es procurarse la felicidad:
«Satisfacer el mandato categórico de la moralidad se halla
siempre a nuestro alcance, mientras que hacer lo propio con la
prescripción empíricamente condicionada de la felicidad sólo
resulta posible muy de vez en cuando y con respecto a un único
propósito.» (Crítica de la razón práctica, A 64-65)
Para que no confundamos esta facilidad moral con una facili-
dad mecánica, desmentiremos dos refranes populares: la pacien-
cia da sus frutos; y el hábito hace al monje.
La paciencia, si supone un sacrificio que espera recibir un
beneficio, no es más que una inclinación egoísta; si se trata de un
acostumbramiento a una situación, de por sí indeseable, que de
otro modo sería más dolorosa, no puede ser nunca ordenada mo-
ralmente, sólo será aconsejada como una regla pragmática. El
joven Anakin, en el episodio segundo de Star Wars, se presentó
ante el canciller antes de irse con la niña, y este le dijo: «por fin
tu paciencia a dado sus frutos, te han asignado tu primera mi-
sión». Resulta ridículo pensar al elegidísimo y responsabilísimo
currándoselo para ganárselo.
El hábito del que vamos a hablar es el del habituarse, no el
del vestir. La obra más famosa de la filosofía práctica kantiana
se llama Fundamentación de la metafísica de las costumbres; es
metafísica porque sólo se basa en conceptos de la razón, que no
se pueden derivar de la experiencia. ¿Pero una costumbre no es
precisamente una regularidad empírica? No en vano, la cultura
es nuestra segunda naturaleza; las leyes de la cultura no son las
de la pura libertad. Kant en su obra más variopinta dijo:
Pero la habituación (assuetudo) es una necesidad física interna
de seguir procediendo de la misma manera que se ha procedido
hasta el momento. La habituación quita incluso a las buenas ac-
ciones su valor moral, precisamente por suprimir la libertad del

—230—
espíritu y conducir encima a la repetición inconsciente del mis-
mo acto exactamente (monotonía), con lo que se hace ridícula.
[...] Por lo regular debe rechazarse toda habituación. (Antropo-
logía en sentido pragmático, Alianza, Madrid, 2004).

Los humanos no somos dioses ni titanes, y la santidad no


puede suponernos más que un ideal que nada tiene que ver con
nuestra constitución moral:
El escalón moral en que se halla el ser humano (y alo que sa-
bemos también cualquier criatura racional) supone respeto ha-
cia la ley moral. La intención que le obliga a seguir dicha ley es
cumplirla por mor del deber, no en base a una espontáneasim-
patía, ni tampoco por un afán autoasumido con gusto al margen
de cualquier mandato, y el estado moral que le cabe hallarse es
la virtud, o sea, la intención moral en combate, no la santidad
basada en una presunta posesión de una pureza concerniente
a las intenciones de la voluntad (Crítica de la razón práctica,
A151).

Este conflicto entre las facultades humanas es el que no se


debe perder de vista si se quiere comprender correctamente la
analítica kantiana. El enemigo moral está en casa. Si ser un héroe
no tiene mérito, es porque no puede haber una valoración com-
parativa de ningún tipo. Cosa que no legitima a los que procuran
minusvalorar los temperamentos nobles y los actos meritorios,
movidos por el resentimiento (la zorra que no puede alcanzar las
uvas, dice que están verdes). Aunque el acto hecho por deber se
puede ejemplificar y matizar eficazmente.
La sublimidad del heroísmo moral implica una necesaria hu-
millación. En realidad no es una humillación de nuestro héroe,
sino de nuestro amor propio y vanidad. No es difícil ver aquí el
juego perverso que denunciaba Nietzsche cuando decía que el
que a sí mismo se desprecia, continua apreciándose como des-
preciador. Volviendo a lo que decíamos, el enemigo está en casa.
En más de una ocasión repetía Kant cosas como que a las incli-
naciones no se las puede someter por la fuerza. Es sorprendente,
en este sentido, la prescripción que hace en La Fundamentación
de procurar ser feliz para no verse tentado a incumplir con el

—231—
deber moral. Recordemos el ejemplo que pone de un gotoso que
quizá lo mejor que pueda hacer es hartarse de chuletones, si es
que haciendo lo contrario está convencido de que no podrá hacer
lo que debe. El ejemplo es patético, y en la Crítica evita este tipo
de ejemplos; pero nos da una idea de la complejidad conflictiva
de nuestra subjetividad y nos enseña el valor de conducirnos
racionalmente. La ética no debe ser un romántico “más difícil
todavía”, aun cuando este tipo de disposiciones puedan ser de
gran ayuda en un momento dado. El enemigo está en casa. Pero
cuando rezamos el Padre Nuestro decimos líbranos del maligno,
amen.
El problema del anclaje motivacional del deber (apremio
moral que supone un sujeto finito con obstáculos) es la búsque-
da del interés desinteresado. De un móvil trascendental, no pa-
tológico. Este es el especial sentimiento a priori del respeto por
la ley y por las personas que son sus fines. Kant dice cosas tan
raras como que se trata de un sentimiento que es producido por
la razón. No se trata más que de un intento de conceptualización
del motivo de una acción verdaderamente libre. Siempre estuve
convencido de que la concepción del respeto, como motivación
trascendental, y la de la libertad en sí efectiva, no servían para
juzgar lo consumado, sólo explican la posibilidad de la acción;
el respeto hace patente a uno que actúa. Tampoco puede dar
cuenta de la ley. El respeto implica una extraña receptividad de
la razón. La ley no es ley porque la respetemos.
Kant sólo habla de “personas ejemplares” que inspiran un
respeto por la ley y que anulan el propio orgullo (Crítica de la
razón práctica, A136). Aunque reconoce una autoaprobación
moral y un respeto por sí mismo necesario y no patológico. El
mejor ejemplo que he escuchado de esto que llama Kant una
persona ejemplar, es de los “unos” dignos de los que hablaban
los supervivientes de los campos de concentración nazi. Los
Musulmannen eran una especie de muertos-vivos que sobrevi-
vían en los campos de concentración. Por lo visto no eran ni lo
menos que se despacha de un ser humano; se describen como
figuras terroríficas que han perdido cualquier rasgo que pudie-
ramos asimilar a lo que sea una persona. Lo más alejado de un
ser “respetable”. No suscitaban la más mínima simpatía, y ellos

—232—
mismos se consideraban indignos de llamarse humanos. A no ser
por la figura de ese “uno” que les infundía un mínimo de digni-
dad ejemplificada en un ser como ellos. Al suponer a este “uno”
como un significante amo, tal como hace Zizek, que impone
un orden donde no quedaba nada, se está patologizando (pues
se trata de una especial transferencia psicológica) este ejemplo
moralizante; pero no deja de ser significativo que en la teoría
kantiana tengan que caber estos monstruos. La noticia de estos
seres la conozco por las obras La suspensión política de la ética
(F.C.E., Buenos Aires, 2005) y Violencia en acto (Paidos, Bue-
nos Aires, 2004) de Slavoj Zizek.

BAJO LA IDEA DE LA LIBERTAD


El concepto de una libertad efectiva no meramente psicoló-
gica es la clave de bóveda de la ética. Por supuesto, no se puede
relacionar una efectiva libre elección con la indeterminación en
el conocimiento del orden causal de la naturaleza. Porque no
sepamos para dónde va a soplar, no tenemos derecho a suponer
que el viento es libre. ¿Que si podemos? Vamos; por poder...
La explicación negativa de la libertad es el de una eficiencia
independiente de lo sensible. En este sentido, la voluntad (auto-
determinación) no hace más que suponer la libertad. Pero Kant
postula también una noción positiva, la de una causalidad según
leyes inmutables. El problema de todo esto es que si la libertad
no implica una verdadera moralidad (idea de una buena inten-
ción que actua por un mandato de su propia razón cosmopolita),
se queda en una mera indeterminación psicológica.
Si la libertad es la ratio essendi de la ley, y la ley la ratio cog-
noscendi de la libertad, defender la libertad implica defender un
reino de fines racionales. Tenemos que sabernos pertenecientes
a otro reino que el sensible. Ser libre en sentido práctico es no
poder actuar de otro modo que bajo la idea de la libertad. Frente
a la libertad prometeíca (el titán que robó el fuego de los dioses)
de las titánicas posibilidades humanas, la libertad efectiva de
una voluntad en cuanto tal conlleva una defensa de la razón.
La responsabilidad: debes, supone la libertad: puedes. Este
poder no puede ser un poder al servicio de las inclinaciones, para

—233—
lo cual no hay que suponer la libertad. Las inclinaciones son ya
de por sí motoras y sólo habría que suponer como un equilibrio
resultante de las distintas tendencias. Este poder supone un con-
flicto entre la voluntad y las inclinaciones, en otro caso, no tiene
sentido.
Solemos pensarnos muchas veces como si no fuésemos en
absoluto libres, del mismo modo que la expresión especulativa
necesita hablar “como sí” la naturaleza actuara con voluntad.
Cualquiera puede encontrar ejemplos teleológicos de este tipo
en la literatura científica. Así es como nos solemos explicar la
naturaleza como guiada por una razón. La evolución se suele
pensar como una especie de acción racional.
Defender que somos responsables (si no de todo, si de cual-
quier cosa), y que poseemos una verdadera voluntad, es lo más
razonable y legítimo. Querer seguir manteniendo la idea de una
responsabilidad, sin necesidad de suponer una verdadera liber-
tad, es también un razonable interés egoísta, pero no hace nin-
gún favor a la ciencia.
En un ensayo divulgativo sobre la inteligencia artificial, tema
que conozco de buena mano, se proponía una especie de expe-
rimento mental que demostrase que nuestra supuesta máquina
puede ser tan libre como un ser racional. La extraña e innece-
saria astucia del argumento que me conmocionó, consistía en
negar la libertad efectiva del sujeto-máquina, pero defendiendo
que era imputable. Por supuesto, tal y como definía al cacha-
rro, necesariamente era incapaz de una verdadera decisión, pero
era relativamente impredecible. Lo más sorprendente de todo es
que: o el tipo es negado para cualquier análisis matemático (lo
cual es muy probable); o quiere negar la libertad “kantiana” a
toda costa. ¡No necesitaba hacerlo para defender la libertad de
su cacharro!
Si algún día estuviéramos convencidos de que los peluches
con ojos y los perros son personas, pues benditos sean; pero lo
que no podemos permitir es que se nos trate como a cosas. Los
marxistas decían que se debe pasar de una administración de las
personas, a una administración de las cosas.
Un último apunte sobre la libertad. La amenaza de nuestros
tiempos no es la pasividad, sino la falsa actividad de un sujeto

—234—
desquiciado. Los amish americanos, después de educar a sus hi-
jos aislados del mundo inglés que les rodea, los obligan a “libe-
rarse” para que decidan libremente si quieren volver. Después de
una vida de desenfreno, vuelven irremediablemente. Esta falsa
opción es la que debemos evitar a nuestros hijos.
EL DOGMA DEL ESPÍRITU SANTO
Para terminar sólo pretendo proponer un pequeño ejercicio de
exégesis. Ni siquiera voy a hacer una interpretación, sólo voy a
comparar varios textos. Se trata de un pasaje de los evangelios
que me parece muy importante para comprender el, como decía
Kant, destino universal del cristianismo. El pasaje está en los
cuatro evangelios canónigos, oficiales o como se diga. Con Ma-
teo nos basta. En la primera versión que leí, que era una traduc-
ción mexicana (Puebla) para las comunidades latinoamericanas,
se titulaba “El pecado más grave”:42
Le trajeron en ese momento un endemoniado ciego y mudo.
Jesús lo sanó, de modo que pudo ver y hablar. Con esto, todo el
pueblo quedo asombrado y preguntaban: “¿No será este el hijo
de David?”. A lo que respondían los fariseos: “Éste echa los
demonios por obra de Beelzebú, rey de los demonios.

Jesús sabía lo que estaban pensando, y les dijo: “Todo reino


dividido en dos bandos está perdido, y toda ciudad o familia
dividida se viene abajo”. Si realmente Satanás echara fuera a
Satanás, se haría la guerra a sí mismo; por lo tanto, ¿cómo podría
durar su poder? Y si yo echo los demonios con ayuda de Beelze-
bú, los amigos de ustedes, ¿con qué poder los echan? Ellos dirán
si estas acusaciones valen.
Pero si yo echo los demonios con el soplo del Espíritu de
Dios, comprendan que el Reino de Dios ha llegado ha ustedes.
¿Cómo podrá alguien entrar en la casa de un hombre valiente
y robarle sus cosas, si primero no lo amarra? Sólo entonces le
podrán saquear la casa.
El que no está conmigo, está contra mí, y el que no recoge
conmigo, desparrama.
42 Ediciones Paulinas, Editorial Verbo Divino. Madrid, 1982

—235—
Por eso yo les digo: todo pecado y todo discurso que ofenda a
Dios puede ser perdonado. Pero la palabra que ofende al Espíritu
Santo no se perdonará.
El que insulte al Hijo del Hombre podrá ser perdonado; en
cambio, el que insulte al Espíritu Santo no será perdonado ni en
esta vida ni en la otra.
Si se planta un árbol bueno, su fruto será bueno; si se planta
un árbol malo, su fruto será malo, pues el árbol se conoce por
sus frutos.
Raza de víboras, ¿cómo pueden hablar cosas buenas siendo
malos? Puesto que la boca habla de lo que está lleno el cora-
zón.
El hombre bueno saca cosas buenas del tesoro que tiene den-
tro, y el que es malo saca cosas malas.
Yo les digo que en el día del juicio los hombres tendrían que
dar cuenta hasta de las palabras ociosas que hayan dicho. «Por
tus palabras serás declarado justo, y por lo que digas vendrá tu
condenación» (Mateo 12, 22-37).
Tengo aquí en mi mano varias versiones del mismo pasaje.
Una lo titula: “Calumnia refutada”, otra: “Lo acusan de magia”
y la última: “Jesús y Beelzebul”. He leído muchas más, y en
ninguna aparece lo de la ofensa a Dios. En algunas ni siquiera se
mienta la del Hijo del Hombre. Debe ser una extraña errata.
Una vez le comenté esto a un teólogo y me dijo que la blasfe-
mia ya suponía una ofensa a Dios y que era muy grave y se cas-
tigaba con la lapidación. Yo le dije que no me había contestado
y que ya había visto La vida de Brian.

—236—
ÍNDICE
ÍNDICE

SALUDO A LOS CONGRESISTAS 5


A MODO DE INCITACIÓN 7
NORMAS GENERALES 11
PRESENTACIÓN 15
PARTICIPANTES EN EL PROYECTO 19
COMITÉ CIENTÍFICO 21
PROGRAMA 23
CONFERENCIAS
VIOLENCIA Y MEDIOS: DISTORSIONES Y ADICCIÓN
EVA ALANDRO VICO 27
VIOLENCIA EN EL MENOR
JOSÉ CHAMIZO DE LA RUBIA 39
LO QUE NO QUIEREN QUE SEPAS DE INTERNETY DE TU
ORDENADOR
JORGE CORTELL ALBERT 45
LA NUEVA POLÍTICA CRIMINAL ESPAÑOLA
JOSÉ LUIS DÍEZ RIPOLLÉS 49
SOCIEDAD OCCIDENTAL Y VIOLENCIA DIFERIDA
JESÚS GARCÍA CALDERÓN 87
LA AUTORMARGINALIDAD DE LA VIOLENCIA
LUIS MARTÍN VALVERDE 93
LA REALIDAD DE UNA MENTIRA: CIUDAD JUÁREZ
DAVID PASTOR VICO 103
FALSO CULPABLE
ISABEL RAMÍREZ LUQUE 123
VIOLENCIA DESENFOCADA.LA ESTÉTICA DE LA VIOLENCIA
DE OLIVER STONE
JORGE RODRÍGUEZ LÓPEZ 131
TODA LEY DEMASIADO TRANSGREDIDA NO ES BUENA
ELEUTERIO SÁNCHEZ RODRÍGUEZ 173
PONENCIAS
UN DISCURSO SUBVERSIVO
MANUEL JOSÉ SIERRA HERNÁNDEZ 183
CUESTIONES: SOBRE LA ESTRUCTURA METAFÍSICA DE LA
VIOLENCIA
ISAAC OLIVA BALLESTER 201
IDEOLOGÍA FÁCIL
FERNANDO CREVILLÉN LOMAS 217

—239—
N O T A S
N O T A S
N O T A S
N O T A S
N O T A S
N O T A S
N O T A S
N O T A S
N O T A S
N O T A S
N O T A S
N O T A S
N O T A S
N O T A S
N O T A S
¿Qué es violento?, ¿Podemos considerar violento lo que va a suceder? (cartel
de las jornadas), ¿podemos considerara violento el juzgarlo? ¿Es violento
emitir un juicio de valor con los datos que nos proporciona una simple foto?
¿Se puede manipular la información para hacer de un hecho objetivamente
inocuo algo subjetivamente violento? ¿Es la violencia, una herramienta de
poder?
La violencia es, y esto es irrefutable, una acción puramente humana en cuanto
apreciamos en ella animosidad y dirección. Pero no todos los modos de
violencia son claros y distintos. La violencia puede ser tan sutil como la caricia
de una madre, o una mirada mal intencionada, o tan obvia como una bofetada
en la cara o el acoso de los poderes fácticos a un chivo expiatorio para desviar
la atención de algo realmente grave, pero, como en todas las cosas, sólo
aquellas personas debidamente preparadas estarán en plenitud de facultades
para poder diferenciar lo uno de lo otro.

VIOLENCIA DESENFOCADA
El ensombrecimiento se define en la psicología convencional como aquella
capacidad de, no ocultando información, si hacerla parecer irrelevante ante la
importancia de un hecho, acción u objeto que se antepone entre esta y el
receptor de la misma. Esto es, uno ensombrece al otro sin necesidad de hacerlo
desaparecer. Es como obligarnos a contestar a un test de inteligencia mientras
nos colocan sobre los oídos unos auriculares con el desconsolador llanto de un
bebe de pocos meses.
Muchos son los temas que reclaman de nuestra atención y que diariamente
nos asaltan: la violencia en las aulas, el maltrato a los inmigrantes, la violencia
de género, la destrucción del concepto de familia clásica y la perdida, por
ende, de los valores tradicionales, la problemática de los “jóvenes”;
alcoholismo, bandas callejeras, etc... Pero son todos estos temas abordados
desde la objetividad y el rigor, son ciertamente analizados de forma positiva o
en algunos casos adolecen de amarillismo y oportunismo. ¿Son
ensombrecidos o útiles para el ensombrecimiento de otras cuestiones y
problemáticas?
¿Qué pasaría si desde los medios o desde una plataforma mucho más
poderosa se intentara ensombrecer la realidad? ¿Qué tácticas usarían? ¿Qué
noticias esgrimirían, y qué argumentos, para desviar la atención de la
población hacia asuntos aparentemente mucho más importantes y relevantes
pero en el fondo conocidos, tratados y estudiados? ¿Podríamos definir a esta
acción como violencia? Creemos que sí, y a esto lo vamos a dar a llamar en
estas jornadas Violencia Desenfocada.

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