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TapiaMail 18: Un verano de versos

5,544 palabras versión 10-08-05 revisada 11-12-06


P. Pasmanick (rumbero menor)

Introducción

Este verano participé en los dos festivales más significantes del verso improvisado cantado en
español: la 38a versión de la “Jornada y Encuentro/Festival Cucalambeana” en Victoria de las
Tunas, Cuba, y el 5º Festival internacional de cante de poetas en Villanueva de Tapia, Málaga
(España). En esta cuarta entrega de mis narrativas de los festivales, (y la primera que los
compara directamente) daré unas impresiones generales, subjetivas, y necesariamente parciales
de estos sublimes eventos. Mis objetivos son:

1) Dar a conocer estos eventos entre estudiosos y practicantes de este arte milenario.
2) Plasmar mis observaciones y sugerencias para los organizadores y participantes
3) Reportar brevemente mis propias actividades en estos eventos.

Para realizar esta agenda, propongo describir primero la Cucalambeana como festival, luego
repasar el coloquio, y entonces describir el festival de Villanueva de Tapia. Terminaré con unas
comparaciones y reflexiones.

La Jornada Cucalambeana

Este evento, llevado al cabo del 28 de junio hasta el 3 de julio, combina dos actividades distintas:
es un festival anual de cultura campesina con casi 40 años de vigencia, donde la décima
improvisada tiene un papel predominante, y una conferencia académica cada dos años. Tiene
trascendencia y prestigio a nivel nacional. La casa de la décima en Las Tunas tiene un sitio güeb
muy completo con detalles del evento (programa, personajes, antecedentes); ver
www.tunet.cult.cu/pagsec/out/cuca/.

Hablemos primero del festival. El festival incluye juegos campesinos (carrera de cintas, por
ejemplo) ventas de comida y artesanías, bailables, actividades infantiles, peñas de humor, un
concurso nacional de belleza (Las Flores de Birama), muestras de artes plásticas y otras
actividades pintorescas y sin duda divertidas que no presencié este año y que poco tienen que
ver con la décima. Incluye una serie de actividades (“Catuaro de la décima”) relacionadas con la
décima escrita y un “encuentro de cuerdas” donde tresistas y laudistas comparten sus tonadas y
sus improvisaciones musicales. Abarca también tres noches de “galas”, espectáculos
cuidadosamente organizados y presentados profesionalmente, que seguían el tema campesino
en una versión estilizada, usando compañías de baile y grupos musicales aparentemente

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profesionales. Los estilos incluían los favoritos locales: (son y punto) y otros menos conocidos
como nengón y kiribá, pero había también música y ballet clásico y flamenco. La primera noche
estaba dedicada a la juventud y todos los bailarines y muchos de los músicos eran niños
preadolescentes que actuaron a altísimo nivel.

La décima está integrada en las actuaciones pero no es la idea central de las galas. Según pude
averiguar, las actuaciones de niños decimistas y tal vez unos adultos también eran de memoria y
no improvisadas como daban a entender. Esta práctica (de amañar la improvisación) es común
cuando la décima se practica en los medios masivos (o cuando novatos como yo se atreven a
salir en público). Otras décimas eran simplemente leídas (declamadas, teatralmente por
supuesto) por los maestros de ceremonias. Las expresiones en décimas incluían pequeñas
controversias, anuncios, y homenajes al invitado de honor, el poeta Adolfo Alfonso, quien
respondió emocionado con su propia estrofa. Estos poemas mostraron la manera que en Cuba
la décima oral es una practica absolutamente normal en el contexto de un espectáculo de
variedades. Otra evidencia de esta normalidad es el popular y longevo programa televisivo de
décimas “Palmas y Cañas” , que el mismo Adolfo Alfonso ayudó iniciar.

La actuación en décima mas electrizante por su velocidad, ingenio verbal, y calidad musical fue la
intervención de un grupo de changüí de Guantánamo, provincia de honor este año. Yo había
observado changüí en un guateque popular en una cooperativa agrícola en Las Tunas en 2001, y
lo encontré bonito y curioso, pero francamente no me llamaba la atención como música excitante.
Pero el conjunto guantanamero, con dos repentistas al frente ( sólo tres instrumentistas: tres,
bongó, y marímbula), hicieron una actuación magnífica. Aparte de la calidad y extrema rapidez de
los textos improvisados, lo que llamó la atención era poder oír espinelas impecables en el ritmo
poderoso sincopado que caracteriza la rumba y otros géneros afrocubanos.

Otro escenario para la décima, y exclusivamente para la décima, era el evento Colorín, donde
actuaron los niños y niñas de los talleres de repentismo. Observé a niños “tonadistas” (se dice de
buenos cantantes que cantan décimas conocidas con melodías o tonadas menos frecuentes
dentro del género del punto cubano) y a jóvenes repentistas lidiar con controversias (apacibles) y
pies forzados. Logré filmar estos eventos y un estudio preliminar indica que trabajaron
impecablemente a nivel técnico, y se mostraron perfectamente capaces de enfrentarse a adultos
expertos, cosa que vi cumplirse en otras ocasiones.

Entre estos niños repentistas se destaca Melquíades Hernández Garrido, un pequeño que
cumplirá cinco años en octubre 2005. En su vocecita chillona, y marcando el ritmo de la clave en su
muslo izquierdo, supo cantar pies forzados, homenajes, y hasta controversias, siempre siguiendo
las pausas y entradas naturales de la melodía, algo que muchos decimistas no se preocupan en
hacer. Ganó el corazón de todos cuando, durante el coloquio, él insistió subir al escenario y tomar
un pie forzado como dos niños mayores habían hecho.

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El evento más insigne del festival es el Concurso Justo Vega (este año en su novena edición),
que representa el campeonato nacional de la décima improvisada. Vienen poetas populares de
todo el país para competir en un evento con valiosos premios monetarios y un prestigio
importante. Las parejas, escogidos al azar, tratan un tema, escogido también al azar, alternando
seis décimas cada uno, y terminan con una décima compartida. Luego cada uno tiene que cumplir
con un pie forzado. Un jurado sigue cada estrofa cuidadosamente, quitando puntos por errores
técnicos (rimas asonantes o repetidas, versos cortos o largos) y temáticos (divagar del tema
impuesto es el peor error). A la vez agregan puntos para aciertos poéticos, belleza, y
originalidad. Un juez especializado controla la musicalidad de cada concursante, aunque este factor
pesa poco en la puntuación total. Las parejas exhiben, lógicamente, mucho cuidado en sus
improvisaciones, que suelen ser correctas y frecuentemente bellas, pero sin la soltura hilarante que
caracterizan las actuaciones lúdicas (canturías) que se celebran en la noche, después de las galas.

Estos encuentros nocturnos, mas informales, eran los más divertidas y tal vez “auténticos” porque
no respondían a ningún otro fin que esta batalla campal pero fraternal entre trovadores. Hacen
gala de todas sus técnicas de ataque, riposta, y contraataque, temas agresivos sobre apariencia
personal, capacidad poética, y circunstancias reales de la vida de cada quien. Los temas vienen
siempre dentro de ciertos criterios de decencia, aunque en un guateque fuera del recinto los
improvisadores abordaron atrevidos chistes sexuales que tenían al público riéndose a carcajadas
y las dos Flores de Birama que estaban adornando el escenario sonrojadas y no sabiendo a
dónde mirar.

Un encuentro intenso se llevó a cabo entre Alexis Díaz Pimienta y Emiliano Sardiña, dos de los
pocos repentistas afrocubanos en el evento. Alexis es una figura de estatura internacional, casado
con una española, que se mueve con frecuencia entre Cuba y Europa y a pesar de haber crecido
en la extrema pobreza vive mucho más cómodamente que la gran mayoría de sus
conciudadanos, y tuve la impresión que esta situación (sin mencionar sus muchos libros
publicados) concita bastante envidia y hasta rencor. Emiliano, un repentista tan hábil como Alexis,
suele mortificar a Alexis por su éxito desmesurado, mientras Alexis contestó defensivamente
aludiendo a toda la ayuda que había prestado a Emiliano. Todo el mundo se reía felizmente, pero
tuve que preguntarme hasta qué punto una tira-tira que toca puntos tan sensibles puede tener
consecuencias en la relación entre dos poetas, o si el público la oye con la misma tranquilidad que
oyen los cariñosos insultos inofensivos, casi obligatorios, a los gordos, los viejos, y los calvos.

Había otro escenario dedicado a los visitantes extranjeros. España era el país de honor este año
y traía contingentes fuertes de improvisadores de Las Alpujarras, Murcia, Almería, y el valle del
Genil. Estos señores cantaban quintillas mayormente, y luego décimas, con el “llorao” característico
del flamenco. Estos estilos tradicionales son muy sabrosos en su propia manera, y los poetas
hábiles y sinceros, y escucharlos fuera de sus tierras representa una oportunidad que no se

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presenta frecuentemente. Sin embargo el público se mostraba un poco dudoso; yo oía voces
burlándose de las tonadas, y muchas personas se iban.

Vino también un contingente de “bertsolaris”, repentistas vascos que cantaban estrofas varias en
su lenguaje euskera, a capella, sin gestos ni dramatismo, sobre un tema impuesto. El tema
sugerido era “la alegría del pueblo cubano”, y el presentador explicó al público que en su arte
tenían que montar una controversia. Por lo tanto el varón habló de la alegría, mientras la joven
refirió a las carencias y la dificultad de ser feliz en la penuria que viven tantos cubanos. Para salvar
la barrera del idioma, el presentador hizo una traducción simultánea escrita en octosílabos rimados,
que leyó inmediatamente después de cada estrofa, una hazaña que admiré mucho como
traductor.

Finalmente, los participantes en el encuentro reciben una invitación especial para visitar un
guateque (fiesta campesina con décima) en una cooperativa agrícola. Es un viaje fatigoso pero
bien merece la pena para el visitante a Cuba, siendo una oportunidad para ver la décima
campesina en su contexto más genuino, en casa, por decirlo así. Mi visita en 2001 fue fascinante,
no tanto por la décima (al fin y al cabo era lo mismo que veía todos los días) sino por la
convivencia, la comida (plato principal: un cerdo entero asado en una enorme asta), los pequeños
grupos musicales, y el cuadro general de una fiesta campesina sin las notas falsas que entren en
espectáculos organizados para mostrar el folklore a gente de afuera. Este año hubo problemas
de transporte y horario que nos obligaron abandonar el lugar cuando estaba realmente
empezando.

En resumen, la Cucalambeana ofrece la mejor oportunidad posible para ver y estudiar la décima
cubana, escrita y cantada, en su máxima calidad y cantidad. Sirve para presenciar la décima de
otros países (el invitado de honor en 2006 será la República Dominicana) y tiene otras
actividades interesantes. Además brinda un espacio para artistas de fuera que tienen algo que
aportar (un mexicano cantaba boleros, una peruana presentaba artesanías y bailaba, un alemán
presentó sus fotografías, un grupo canario tocaba son).

Hay también, para los que lo quieren, mucha convivencia con los poetas, estudiosos, y
promotores de la décima. Tuve la oportunidad de comer y hablar de temas de interés profesional
con María Teresa Linares, Waldo Leiva, Alexis Diáz Pimienta, el poeta Orlando Laguardia, y
otros personajes importantes en este mundillo. Sostuve reuniones importantes para mis propias
investigaciones sobre el papel de la décima en la educación primaria con figuras como Argel
Fernández Granado, responsable de siete talleres de repentismo en la provincia, y Guillermo
Castillo, un maestro de primaria que escribe y utiliza décimas didácticas en su salón para tratar
temas ortográficos, la mismo práctica que promuevo y que formó la base de mi propia
presentación. El personal de apoyo siempre era amable y dispuestos a ayudarnos. En fin, para
personas extranjeras que buscan una experiencia cultural en Cuba fuera de la capital, la

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Cuacalambeana es una gran oportunidad.

El coloquio

El coloquio se inició con una visita a una exhibición de fotos y una rueda de prensa. En la noche
fuimos a un concierto que incluía participantes foráneos y grupos traídos especialmente para el
evento, entre ellos el puertorriqueño Danny Rivera y su grupo. Más tarde nos llevaron a un club
nocturno, El Rincón Taíno, donde vimos un espectáculo de lo más variado: repentismo, grupos de
flamenco y son, una fusión sui generis no del todo exitoso (guitarras con tambores batá), y una
representación de Palo (una tradición afrocubana de origen bantú, con canciones en “lengua” y
bailes miméticos) bien realizados por el conjunto Onilé. Este evento duró hasta la una de la
mañana; mejor dicho, YO duré hasta la 1:00 y regresé al hotel, el evento siguió hasta quién sabe
cuando.

Yo tuve el honor, si honor era, de abrir el coloquio propiamente dicho con mi actuación el día 30 de
junio. Onilé empezó con un yambú (sorprendiéndome a mi, eso no estaba programado, pero
canté con el coro) y luego leí un pequeño texto explicando mis metas en la décima didáctica. Pedí
al grupo empezar un guaguancó, canté un saludo en décima, y luego mi metadécima. Cuando
llegó el primer estribillo, los niños cantaron (habíamos ensayado al fin) e improvisaron
“inspiraciones”, y luego intercambié improvisaciones en pareados con el cantante solista del
grupo. Salió un par de bailarines con el baile erótico del “vacunao” y terminamos pronto,
cumpliendo así mi promesa de no exceder los 15 minutos. La pieza fue bien recibida, pero
desgraciadamente había poca gente a esta hora temprana de la mañana (9:00), y eso que
empezamos tarde. Sin embargo los viejos poetas estaban allí, varias figuras de la casa de la
décima, y educadores, y todos se pronunciaron favorablemente. Después de un receso se dio
en sesión plenaria una mesa redonda sobre el trabajo con niños. Yo presenté mi DVD; luego
Argel Fernández presentó su propia película sobre los talleres de repentismo que el supervisa
en la zona. Posteriormente oímos de Alfonso Sanabria de Puerto Rico, autor de un excelente
manual para estudiantes del repentismo, que habló brevemente de su trabajo y nos enseñó una
manera manual de recordar el sistema de rimas de la décima. Xavi (¿apellido?), el traductor de los
bertsolaris vascos, ofreció un reporte sobre los talleres en su país, que buscan familiarizar los
jóvenes con el arte, en vez de formar repentistas. Modestamente, Alexis Díaz Pimienta, el
originador de los actuales talleres en Cuba, esperó hasta el final y ofreció unas breves
observaciones sobre el tema.

Luego los conferencistas nos dividimos en dos grupos. Un grupo se preocupaba con asuntos
relacionados con la décima escrita, mientras el otro estudiaba la décima improvisada. Me quedé
con este grupo. Desafortunadamente perdí varias conferencias por acudir a citas con la prensa,
cosa que acepté por cumplir con sus pedidos y porque me parecía una oportunidad de difundir

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mis mensajes, a saber: 1) que la décima es y siempre ha sido parte de la rumba, y 2) que la
décima tiene valor didáctico en el salón de primaria.

Una conferencia que observé en su totalidad era la de Virgilio López Lemus, uno de los nombres
más respetados en el estudio de la décima en Cuba. López Lemus ofreció un resumen de los
variantes en la décima, un género que no se limita solamente a la espinela propiamente dicha, y
nos llevó metódicamente por variaciones antiguas (décima francesa, décima italiana, décimas
endecasílabas) y modernas (décima aguda, décima remodelada). Hasta ahora, todo bien,
aunque mucho de este material era de todos conocido y pienso que había presentado lo mismo
en 2001. Pero siguió con unas aserciones polémicas. Por ejemplo, afirmó que cuando se repite
los primeros dos versos de una décima, cosa común en muchos estilos, ya no es una espinela
sino una “décima estrambótica” o larga de 12 versos. Y si el poeta decide dividir un verso en dos
líneas sólo para variar cómo se ve en la página, ya tampoco es espinela porque no se aprecian
diez versos octosilábicos como debe ser.

Estos pronunciamientos tajantes provocaron una respuesta inmediata, y varias personas


preeminentes solicitaron vigorosamente el micrófono para contestar. María Teresa Linares,
investigadora preeminente y ex-directora del museo nacional de la música cubana, instó a López
no olvidar la innata oralidad y musicalidad de la décima, en el sentido de que si se puede cantar
como décima, ES décima, no importa cómo se escribe en la página, y una poetisa (Nieves) le
apoyó. Waldo Leiva, distinguido poeta y director de la Casa Iberoamericana de la Décima en La
Habana, citó las variantes cantadas en otros países, como la decimilla de Puerto Rico, con sus
versos de seis sílabas. Maximiano Trapero se levantó para hablar, pero el presidente de la
comisión señaló la hora (más de una hora tarde) y terminó la discusión abruptamente. Los poetas
y académicos abandonaron el salón.

Era un momento incómodo porque el próximo tema era la marginalización de las mujeres en la
décima cubana, y los hombres en su mayoría habían salido en masa. Hubo una pequeña
discusión sobre cómo proceder, dado la hora. Las tres ponentes modestamente ofrecieron
resumir sus ponencias pero esta solución no era aceptable políticamente (“¿Por qué las mujeres
tenemos que sacrificarnos una vez más por los hombres?”) y resolvimos darles una hora
completa y sugerir que para el año que viene los temas de mujeres tuvieron precedencia en el
horario.

Luego cada ponente se puso a leer sus ponencias a máxima velocidad, brincando secciones
enteras para no exceder sus 15 minutos. Desgraciadamente esta estrategia no era la más
adecuada. Lo que oímos (o lo que oí) era una lista de buenas poetisas de determinada región,
con una breve biografía, una muestra de sus estrofas en ciertos casos, y un recuento de sus
ambiciones frustradas. Así caso tras caso tras caso, con mucha denuncia de las injusticias pero
muy poco análisis del por qué de la situación ni cómo solucionarla. Tampoco se trató el tema

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potencialmente jugoso de si las mujeres tienen una voz poética propia, diferente que la de los
hombres, y de ser así el caso, cómo se podría definir.

Atrevo decir aquí que la mayoría de las ponencias que escuché, ahora en 2005 e igualmente en
2001, eran de alta calidad en términos de su contenido pero difíciles de asimilar oralmente. Esto
se debe, en mi opinión, a tres factores (aparte de mis propias limitaciones lingüísticas y
académcias):

1) El espacio físico no es ideal y los medios audiovisuales inadecuados. Estas circunstancias


cansan al público oyente (cansado ya por las trasnochadas) y frustran al ponente, sobre todo si
viene, como yo, con vídeos. Sé perfectamente bien que Cuba opera bajo circunstancias
dificilísimas pero un pizarrón por lo menos podrían colocar en el salón. Además no se respetaba
el horario. Un poco más de rigor en la organización podría resultar en más eficiencia y por lo tanto
mejor rendimiento con los mismos recursos.

2) Las ponencias suelen ser muy largas para los 15 minutos reglamentarios, lo cual obliga a
algunos conferencistas leer a un paso vertiginoso en vez de resumir sus ideas en una versión más
escueta concebida para ser oída, no leída. No todos los investigadores tienen dominio sobre el
arte de la presentación oral. Tal vez los organizadores podrían ofrecer un taller o pautas sobre el
tema de las presentaciones orales, fijándose tanto en el texto a leer como las técnicas de
presentación (clara dicción, pausas, contacto ocular con el público, etc.).

3) Para apoyar los ponentes, hay que garantizar de alguna manera la reproducción de los textos
enteros. De esta manera el ponente tiene más motivo para abreviar, resumir y aclarar sus
argumentos en su ponencia, y el público puede repasar y ahondarse en materiales que nunca
fueron concebidos para asimilarse oralmente. En algunos años se han publicado memorias en
forma de libro (la mejor solución), en un CD , una opción más barata y rápida (como el caso de las
memorias del coloquio de 1999, publicados este año en CD, que considero valiosísimo). En
caso de no poder hacer eso, se podría publicar en internet sin costo alguno. Un portal excelente
ya existe, listo para facilitar este trabajo. Al exponer esta idea muchos me dijeron que no todos
tiene acceso a computadoras y menos al internet, lo cual es cierto, pero si no se publican los
textos en absoluto, nadie tiene acceso, y entonces, ¿de qué sirven?

4) Aunque la capacidad para hacer copias es muy limitada, unas hojas con abstractos de las
ponencias sería muy útil para los participantes para escoger las conferencias más adecuadas para
sus intereses particulares. Un horario realista y actualizado sería útil también; nos dieron uno el
primer día, pero luego nada.

Dos presentadores que sí dominan el arte de la presentación oral eran María Teresa Linares y
Maximiano Trapero. La doctora Linares compartió sus ultimas investigaciones sobre la

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transculturación de la décima en Cuba, con una énfasis en el flamenco y su influencia en la música
cubana. El doctor Trapero, catedrático de filología española y conocido promotor internacional de
la décima, habló en grandes términos sobre la universalidad e importancia de la lengua castellana
como factor decisivo de la identidad “hispana” que abarca España e iberoamérica. Alabó la
décima como símbolo de la unidad de la “hispanidad”, el término que prefiere y promueve para
referirse a los hispanohablantes del mundo.

De nuevo reitero mi deseo para los textos escritos para estudiar. Perdí parte de la conferencia de
la doctora Linares por llamadas “urgentes” que resultaron ser de la prensa. Al doctor Trapero, le oí
íntegramente, pero a pesar de su inmensa autoridad y clarísima dicción, no sé si entendí bien ni si
estoy de acuerdo con todas sus aseveraciones. Subjetivamente le doy toda la razón: en los
encuentros internacionales son palpables y emocionantes la hermandad y la unidad de propósitos
que crea la décima (y el octosílabo español en general) entre personas dispares de un inmenso
territorio que abarca dos continentes. Alexis Díaz Pimienta se refirió al fenómeno en una décima
improvisada en 2003 como “la madre patria de la lengua.” Sin embargo un término--la hispanidad-
-que define una vasta población con una sola característica y que además es del antiguo poder
colonial siempre será polémico.

Para resumir, el coloquio como tal es un evento importante que reúne estudiosos de varios países
(había unos cien extranjeros este año) para compartir sus investigaciones y sus proyectos. (Que
yo sepa sólo los encuentros esporádicos en Canarias ofrecen algo similar). Es un factor positivo
que hay siempre un micrófono a la disposición del publico, para promover no sólo preguntas y
respuestas sino un verdadero diálogo e intercambio de opiniones. Otro punto (que no mencioné
anteriormente) es que lo teórico y lo práctico van mano en mano; no solo tenemos el festival
aparte, vienen bardos a cantar dentro de los salones de conferencias. La falta de documentación,
sin embargo, limita su efecto a los que están físicamente presentes. Es de esperar que los
dignos organizadores del coloquio se esmeren en:

1) recolectar y publicar de alguna manera las ponencias ( o por lo menos abstractos)


2) mejorar las condiciones y organización de las presentaciones
3) distribuir por correo convencional o electrónico una lista de los participantes y sus direcciones,
para ayudarnos a mantenernos el contacto, siendo estos contactos informales parte del valor de
estos encuentros, y
4) solicitar las críticas constructivas de los participantes para saber qué funciona y qué no funciona
según nuestros puntos de vista. Había una comisión encargada de la evaluación pero que yo
sepa nunca hablaron con los participantes. Hay foros dentro del sitio güeb para tratar ideas
teóricas sobre la décima, pero no he visto ninguna discusión sobre la organización del evento.

Villanueva de Tapia

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El festival internacional de cante de poetas, ya en su quinto año, se celebra en este pequeño y
placentero pueblo, que cuenta con una población de sólo 1,600 personas. Por los últimos dos
años no ha organizado un coloquio, por el horario agotador que lleva. Empieza con una actuación
informal en el patio de un restaurante, y luego siguen tres noches de actuaciones en escenario, en
la plaza del pueblo, con su hermosa iglesia como fondo.

Las actuaciones incluyen saludos en verso de todos los participantes, actuaciones por país, y
“cruces”, donde se pone un colombiano con un cantábrico o un argentino con un cubano. En
algunos casos hay un solo representante de un país, pero en otros casos son varios. Por
ejemplo, este año vinieron de Puerto Rico siete miembros del grupo Mapeyé, y de Cuba por fin
el grupo pimienta.cu, con seis, además de buenos repentistas (los hermanos Papillo) y el músico
extraordinario Fernado Murgas. Los países representados este año eran, aparte de España,
Puerto Rico y Cuba, Argentina (dos personas) Panamá (dos) Colombia (una), Chile (una) y
Estados Unidos (una). De España había alpujarreños, almerienses, murcianos, cuatro poetas del
valle del Genil, gallegos, un canario y un cantábrico de Santander que improvisaba cuartetas y
tocaba el ravel. También aparecieron cuatro niñas locales de un taller de repentismo a cargo del
infatigable Alexis Díaz.

El elenco se destaca siempre por su internacionalismo. En otros años hemos tenido


representantes de México, Venezuela, Uruguay, Brasil, Italia, y hasta Marruecos. Como
resultado hay una tremenda variedad de estilos musicales, estrofas, y hasta reglas métricas (por
ejemplo, los poetas del Genil emplean libremente rimas asonantes, algo que otros países jamás
permitieron, mientras los gallegos usan cuartetas y no se preocupan demasiado por la
silabificación exacta.

Como no hay premios, la competición es informal, amistosa, y puramente para la diversión de los
poetas y el público. Hay un aire despreocupado y un tono jocoso, aunque hay sus momentos
serios también. Los temas son variadísimos; cantaron de novedades políticas de mayor y menor
índole, de temas “verdes” (sexuales), de terrorismo en el mundo, y del festival mismo. Las
controversias eran mayormente convencionales, pero había momentos verdaderamente
conmovedores y líricos, sobre todo un intercambio muy sincero y profundo entre Alexis y el
joven canario Yapci Bienes sobre el tema de sus respectivos padres.

Esta controversia me afectó profundamente en el sentido que me hizo reflexionar en lo superficial


de mis criterios críticos hasta ahora. Como yo sé lo dificil que es sostener una controversia
técnicamente correcta, cuando se realiza con rapidez y causa risa o admiración, bueno, lo respeto y
lo gozo. Cuando integra elementos realmente poéticos, pasa de malabares verbales a Arte, me
maravillo. Pero estoy viendo, (“por fin” dirán Uds.), que hay momentos sublimes donde se juntan
técnica impecable y calidad poética con originalidad temática, sinceridad emocional, y un extraño
equilibrio dinámico, un proceso dialéctico si quieren, o hasta una reacción química, entre la

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competición y la cooperación que da como resultado una improvisación que ninguno de los dos
sería capaz de hacer solo. Y pienso que eso es lo que presencié aquella madrugada.

En materia de pie forzado vimos dos prodigios. Primero hay que citar los improvisadores del
grupo Mapeyé, que dominan el pie forzado puertorriqueño, en el cual terminan estrofa tras estrofa
con el mismo pie sin repetir rimas--una verdadera hazaña de rima y memoria. Vi esto varias
veces y me impresionó mucho, y me sentí muy contento poder improvisar una estrofa en este
estilo...una vez. El otro milagro fue la actuación de un cubano que yo conocí solo como el menor
de los hermanos Papillo. Papillo joven pidió cuatro pies forzados del público, versos
octosilábicos que no tenía nada que ver el uno con el otro. Con estos cuatro versos tejió una
décima bien montada que tenía bastante sentido...y luego la cantó al revés, o sea, empezó con el
décimo verso y terminó con el primero. Yo he visto este prodigio antes (a cargo de Tomasita
Quiala), pero esta vez había otra dificultad imprevista. El sistema de sonido, que estaba dando
problemas espeluznantes todo el festival, dejó a Papillo sin amplificación y luz dos veces en
medio del reto, forzándolo a esperar, y por lo tanto, recordar, más tiempo. Era magistral como
cumplió con esta tarea autoimpuesta.

Los pies eran los siguientes:

• la alegría de cantar
• un alarido callado
• en mi jaca reluciente
• Papillo no hay más que dos

Cantó así:
Siempre va a decir la gente
Papillo no hay más que dos (repite estos dos versos)
cuando cabalga la voz
en mi jaca reluciente. (se va la luz y sonido por 25 segundos; gritos de frustración y de apoyo)
No importa que la corriente
quiere mi verso apagar
porque cuando suelo aplacar
un alarido callado
me revienta en el costado
la alegría de cantar.

Mi grabación muestra que al cantarlo al revés lo hizo perfectamente con la excepción del séptimo
verso, que cantó así: “ siempre que suelo aplacar”.

Hay que señalar que las actuaciones en escenario eran sólo una parte, y tal vez no la mejor parte,

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del festival. La improvisación y la música era constante desde el almuerzo hasta la cena, desde la
cena hasta el espectáculo, y después del espectáculo hasta las 10:00 de la mañana. Cantamos
en los comedores, en las calle, en las habitaciones del hotel, con buenos músicos (cuerdas y
percusión), sobre todos los puertorriqueños, los cubanos, y el versátil guitarrista panameño. Era
una empresa agotadora pero a una escala humana, y cada quien podía moderar su participación
según su deseo y su capacidad.

Para el estudioso de la décima musicalizada, este festival ofrece excelente calidad y extraordinaria
variedad, además de las impredecibles mezclas y combinaciones de estilos de las cruces y
descargas durante el tiempo libre. Como ya señalamos, no hubo coloquio propiamente dicho,
pero había una actividad de corte académica: la presentación de un nuevo libro sobre los poetas
del genil, con una polémica conferencia del autor, el Dr. Manuel Galeote, que desprestigiaba el
trabajo de otros investigadores (”…aquel libro es absolutamente sin valor”).

Comparaciones:

La cucalambeana es un evento libre. El festival es gratis (se llena de gente local por los millares), y
participar en el coloquio y el evento completo cuesta al extranjero 50 pesos convertibles, o
aproximadamente $60.00 US. La estadía en el hotel Las Tunas me costó un poco más de
$20.00 por día, desayuno incluído, y gasté menos de $15.00 diarios en comida. Es posible
conseguir cuartos particulares en Las Tunas, pero no recomendable, ya que los transportes parten
del hotel, el coloquio está muy cerca, y hay música informal en el hotel, aunque sin la frecuencia e
intensidad que se vive en Villanueva. Las políticas de selección de artistas y ponentes parece
ser bastante abiertas, y en fin me parece que cualquier persona es bienvenida.

El festival de Villanueva es de invitación (para los artistas). El festival paga los gastos del hotel y
comida (los dos de excelente calidad), y algunas veces ofrece una suma para sufragar
parcialmente los gastos de viaje. Los espectadores tienen entrada gratis a todas las noches del
festival, y hay algunos fanáticos locales que logran comer con los artistas y presenciar las
descargas informales. Pero cualquiera que viniera de afuera para presenciar el evento (o sea, sin
ser artista invitado) tendría de asegurarse su alojamiento de antemano en coordinación con los
organizadores y el ayuntamiento de Villanueva de Tapia. Sin saber los detalles, sé que hay
algunos casos de distinguidos investigadores, como Maximiano Trapero y Ginés Bonillo, que
participan de esta manera.

En fin, los dos festivales ofrecen un menú diferente pero muy lleno al aficionado o estudioso. El
de Las Tunas es grande, variado, tumultuoso, complejo, no del todo cómodo en el alojamiento,
comida, transporte, etc. Es el escenario ideal para estudiar o simplemente maravillarse de la
décima cubana en toda su variedad. Es una experiencia algo agobiante porque hay tantas

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actividades simultáneas que siempre tiene la sensación que está perdiendo algo bueno en otra
parte. Además las variaciones en el horario y la programación, las demoras inesperadas y el
hecho de estar desparramado entre la plaza de la revolución y la inmensa finca “El Cornito”, a
varios kilómetros de Las Tunas, se suman para crear cierta inestabilidad en la planeación de cada
quien.

Tapia es compacto (hay un sólo escenario) cómodo, seguramente más caro para los que tienen
que pagar sus gastos, aunque sólo son tres días en vez de seis. Ofrece mucha más variedad y la
calidad está asegurada, aunque hay altibajos también, con cierta tendencia al chiste fácil. A pesar
de su importancia en el mundo de la poesía improvisada, pasa desapercibido en los medios de
comunicación españoles y entre los poetas y académicos del país. No hacen publicidad; las sillas
de la plaza se llenan de la gente de la región, que esperan pacientemente el comienzo (siempre
tarde) y aguantan hasta altas horas de la madrugada.

Para mi gusto en Tapia la música es más interesante y mejor, gracias sobre todo a los de
Mapeyé, que dominan, aparte del seis y el aguinaldo en sus múltiples variantes, son, plena,
bolero, y no sé qué más. En Las Tunas se oye casi exclusivamente punto cubano, y 95% del
tiempo es la misma melodía en 3/4, una y otra vez. De vez en cuando ensayan otra melodía,
sobre todo la dulce y melancólica “tonada española”. Los laudistas improvisan bellamente, pero
no siempre con mucha precisión, y aunque hay clave, güiro, bongó, y tumbadoras en el grupo
acompañante, no se arma la fuerza rítmica acostumbrada de otros estilos cubanos. Hay que tomar
en cuenta que en la canturía la música no es la prioridad; la prioridad es la palabra.

En todo caso, cualquier de los dos abre la puerta a este fenómeno tan duradero y popular, la
décima improvisada. Hay otras posibilidades también, por ejemplo en Puerto Rico, México,
Miami y hasta Nueva York, que no puedo describir porque nunca he ido, carencia que espero
rectificar en los próximos años Sugiero a los aficionados, estudiosos, y artistas aprovechar
cualquier oportunidad de presenciar una de estas celebraciones del matrimonio extasiado entre la
palabra libre y las músicas populares del continente. Quizás terminen, como yo, un decimaniático.

FIN

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