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Un mundo sin dinero

UN MUNDO SIN DINERO


Les Amis de 4 Millions de Jeunes Travailleur

Este texto reúne algunos fragmentos del libro Un Monde Sans Argent, publicado
en tres entregas por el grupo Les Amis de 4 Millions de Jeunes Travailleur,
durante 1975 y 1976, y más tarde traducido parcialmente, y de forma un tanto
inexplicable, por el Socialist Party of Great Britain.

Los autores de Un mundo sin dinero provenían de la Organisation des Jeunes


Travailleurs révolutionnaires, formada a principios de los setenta. Tras su
desaparición en 1974, dicho grupo produjo algunos materiales como el que
presentamos aquí, dando origen más tarde a la revista La Guerre Sociale, que
vio la luz hasta mediados de los años ochenta. Los militantes de este entorno
combinaron la herencia de la izquierda comunista germano-hoandesa y de la
italiana, tradición que por esa época era rescatada y actualizada por el círculo
editorial El Viejo Topo y por el grupo Le Mouvement Communiste.

De los materiales producidos por ese entorno, existen versiones en castellano


del artículo Abundancia y escasez en las sociedades primitivas, publicado por La
Guerre Sociale en 1977 (Revista Comunismo # 45, junio 2000), del texto
Ideología y lucha de clases de Pierre Guillaume, animador de El Viejo Topo, así
como de varios artículos firmados por La Guerre Sociale y por La Insecurité
Sociale aparecidos en la revista Etcétera durante los años 80. El texto original
completo de Un Monde Sans Argent, así como una versión en inglés de La
Question de l’Etat, se encuentran en el sitio web de John Gray, For Communism
(http://www.geocities.com/~johngray/index.html#toc).

El comunismo niega al capitalismo, y lo niega en un movimiento que es producido por el propio


desarrollo del modo de producción capitalista, desarrollo que terminará echando abajo este
sistema, dando paso a un nuevo tipo de sociedad. En lugar de un mundo basado en el sistema
salarial y las mercancías, surgirá un mundo en que la actividad humana nunca volverá a
adoptar la forma de trabajo asalariado y donde los productos de esa actividad ya no serán
objeto de comercio.

El comunismo no suprime al capital para devolver las mercancías a su estado original. El


intercambio mercantil es un vínculo y un logro, pero es un vínculo entre partes antagonistas. Su
desaparición no supondrá un retorno al trueque, esa forma primitiva de intercambio. La
humanidad ya no estará dividida en grupos opuestos o en empresas. Se organizará a sí misma
para planificar y su usar su herencia común y para compartir obligaciones y disfrutes. La lógica
del compartir reemplazará a la lógica del intercambio.

El dinero no es un instrumento neutral de medida, sino la mercancía en la que se reflejan todas


las demás mercancías. El dinero va a desaparecer.

El oro, la plata y los diamantes ya no tendrán más valor que el que provenga de su propia
utilidad. El oro podrá destinarse, tal como deseaba Lenin, a la construcción de urinarios
públicos.
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MARX Y ENGELS

Marx y Engels se impusieron la tarea de comprender el desarrollo de la sociedad capitalista. No


les preocupaba mucho describir el mundo del futuro, esfuerzo que ya habían pretendido
monopolizar los socialistas utópicos. Sin embargo, la crítica del capitalismo es inseparable de
la búsqueda del comunismo. El papel histórico del dinero y del estado sólo se puede entender
desde el punto de vista de su abolición.

Que Marx y Engels no se hayan referido más a menudo a la sociedad comunista se debe,
paradójicamente, a que en su tiempo dicha sociedad estaba menos al alcance que ahora y por
lo tanto era más difícil de avisorar; aunque al mismo tiempo estaba más presente en las
mentes de los revolucionarios. Cuando en el Manifiesto Comunista hablaban de abolir el
sistema salarial, sus palabras eran comprendidas por aquellos a quienes iban dirigidas. Hoy es
mucho más difícil prever un mundo liberado del estado y de las mercancías porque éstos se
han vuelto omnipresentes. Pero asimismo, al hacerse omnipresentes, han perdido su
justificación histórica.

Marx y Engels quizás no llegaron a comprender tan bien como un Fourier la naturaleza del
comunismo como liberación y armonización de las pasiones. Fourier, sin embargo, nunca fue
más allá del sistema salarial, ya que entre otras cosas seguía deseando que los doctores sean
bien pagados, aún cuando esa paga corresponda más a la salud de la comunidad que a las
enfermedades de sus pacientes.

Marx y Engels, no obstante, fueron lo bastante precisos para que los liberemos de
responsabilidad por el sistema burocrático y financiero de los países llamados “comunistas”,
que suele atribuírseles. Según Marx, en el comunismo el dinero simplemente desaparece y los
productores dejan de intercambiar sus productos, mientras que Engels por su parte hace
coincidir la instauración del socialismo con el fin de la producción de mercancías. Que nadie
nos venga a hablar de “errores de juventud”, como suelen hacer los marxólogos: estamos
hablando de la Crítica del Programa de Gotha y del Anti-Duhring.

EL FIN DE LA PROPIEDAD

¿Qué es la propiedad? No es una pregunta tan fácil de responder. Fijémonos en la controversia


entre Marx y Proudhon. Éste último había propuesto que “la propiedad es un robo”, asumiendo
con buena razón que la propiedad no tiene su origen en la naturaleza, sino que es producida
por una sociedad regida por relaciones de poder, de violencia y de apropiación privada del
trabajo de otros. Decir que la propiedad es un robo, mientras que el robo sólo se puede definir
en relación a la propiedad, no es más que dar vueltas en círculos.

Las cosas se complican más cuando pasamos del problema de la propiedad al de la abolición
de la propiedad. ¿Hay que abolir toda propiedad, tanto la de medios de producción como la de
posesiones personales? ¿Hay que hacerlo selectivamente? ¿Debiera ocurrir una ruptura
radical con toda forma de propiedad y cualquier cosa que se le parezca?

El comunismo apuesta por la última alternativa. No se trata de transferir títulos de propiedad


sino de hacer desaparecer la propiedad. En la sociedad revolucionaria nadie podrá “usar y
abusar” de un bien por ser su dueño. No habrá excepciones a la regla. Edificios, alfileres, lotes
de tierra… ya no pertenecerán a nadie, o si se prefiere, pertenecerán a todos. En poco tiempo
la idea misma de propiedad será considerada absurda.

¿Entonces todo pertenecerá a todos por igual? ¿Significa esto que el primero que llegue podrá
sacarme de mi casa, arrebatarme mis ropas o quitarme el pan de la boca sólo porque ya no
seré dueño de mi casa, mis ropas y mi comida? Por supuesto que no; al contrario, la seguridad
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material y emocional de todas las personas se verá fortalecida. Es simplemente que al


reclamar protección, las personas no invocarán ningún derecho de propiedad, sino
directamente su interés en el asunto. Todos podrán saciar su hambre, disponer de una vivienda
y de abrigo de acuerdo a su conveniencia. Todos podrán vivir en paz.

DE LA ESCASEZ A LA ABUNDANCIA

En la sociedad comunista el derecho y el sentimiento de la propiedad se extinguirán porque se


habrá puesto fin a la escasez. La gente ya no tendrá que aferrarse a un objeto por miedo a no
perderlo si se descuidan por un instante.

¿Mediante qué artilugio mágico pretendemos instaurar una tal era de abundancia?, preguntan
con ironía los burgueses. No hay nada mágico en ello. Haremos aparecer la abundanciua
porque ya está aquí bajo nuestros pies. El problema no es crearla sino simplemente liberarla.
Es justamente el capital el que ha abierto la posibilidad de la abundancia, mediante la
subyugación de la gente y de la naturaleza a lo largo de siglos. No es que el comunismo
súbitamente vaya a producir abundancia: es que el capitalismo mantiene artificialmente la
escasez.

En las sociedades comunistas los bienes estarán disponibles libremente y sin cobro alguno.
Toda la organización de la sociedad, hasta sus cimientos, tendrá lugar sin mediación del
dinero.

¿Cómo evitar que la riqueza sea apropiada por unos pocos a costa de los demás? ¿No
sucederá que nuestra sociedad, tras un momento de euforia en que la gente se contente con
los recursos disponibles, caerá en el caos y la desigualdad para finalmente hundirse en el
desorden y el terror?

En la sociedad comunista desarrollada las fuerzas productivas serán suficientes para satisfacer
las necesidades existentes. El ansia desenfrenada y neurótica por consumir y acumular
desaparecerá. Resultará absurdo querer acumular cosas: ya no habrá dinero que ahorrar ni
asalariados que emplear. ¿Para qué va uno a acumular latas de conservas o artefactos
eléctricos que no usará?

En este mundo nuevo la gente no tendrá que estar siempre pagando y ajustando cuentas para
alimentarse, viajar o divertirse. Rápidamente perderán el hábito de hacerlo. De ello nacerá un
sentimiento de ser realmente libres. La gente se sentirá en casa en todas partes. Al no estar
constantemente bajo vigilancia, no sentirán la tentación de engañar. ¿Para qué mentir o
acumular en secreto si uno tiene la seguridad de obtener lo que necesita?

Poco a poco el sentimiento de la propiedad irá desapareciendo, y nos parecerá en


retrospectiva algo mezquino y vergonzoso. ¿Por qué aferrarte a un objeto o a una persona
cuando el mundo entero es tuyo?

Esta nueva gente se parecerá a sus ancestros cazadores y recolectores que confiaban en una
naturaleza que les daba gratuitamente y a menudo en abundancia todo lo que necesitaban
para vivir, y que no conocían la preocupación por el mañana, sobre el que de todos modos no
tenían ningún control. Para la gente del futuro la naturaleza será el mundo que ellos mismos
habrán forjado, y la abundancia la crearán con sus propias manos. Se sentirán seguros de sí
mismos porque confiarán en su propia fuerza y conocerán sus limitaciones. No estarán
preocupados porque sabrán que el mañana les pertenece. ¿La muerte? Existe. Pero no tiene
sentido llorar por lo que es inevitable. La cuestión es estar en posición de poder disfrutar del
momento presente.

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