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El osario

Erika Mergruen
poesía
El osario
Erika Mergruen
© Erika Mergruen

1a edición. 2001. Impresa.


Ediciones del Lirio
Tintanueva Ediciones
ISBN: 968-5243-11-5

2a edición. 2009. Internet.

Ilustración de la portada: Carmina Hernández


Dale así vida, pero ten presente
que el foso en el que yace
puede no estar vacío;
Tú mismo, en su mortaja desvaída,
tal vez yaces envuelto.

Robert Graves,
Revivir a los muertos
(fragmento)
Osario

Guarida del gris despojo


de ventanas que se abren
buscando la voz del niño.
Arriba, en la buhardilla
las sombras de los abuelos;
abajo, en el fogón
las especias y los días.

4
Arriba, la sombra
de los abuelos
San Juan

Busca el humo la repisa,


busca el cristo su sangre sin astillas.
La virgen del cerro baja la mirada,
bajan las palabras
plomizas.

(Bajo el sol
todo es viejo)

Un fuerte viento anuncia la llegada.

6
La doncella de hierro de
Nuremberg

Después del sacrificio


el animal es colgado del tendón izquierdo
y desangrado al cortarle la yugular...

Doncella de hierro
espacio interno, un vientre hueco
muerte gestada en su disfraz de puntas.

Sueño de un engendro
(garrote, garrucha)
rostro mudo
(cepo y empalamiento)
desmemoriado de antiguas voces
(rompecráneos)
doncella, madre de la tortura
(y la ablación de los pies con fuego).

Espejo de oscura gloria


qué turbia la carne viva,
qué verde la carne muerta.
Y perpetua la que te alimenta.

7
Ira

Ira aprisionada
transita por las venas
torciendo la vesícula,
rasgando el corazón.

Semilla rencorosa de gusanos


revienta en carcajadas,
rabiosamente escapa, ira,
exhala tu dulzor.

Y no has de perdonar
el sueño rojo de los justos.

Exhala tu loca ira,


henchida de calor.

8
Malsoñar de la momia

Todos se han ido.

Amoratada en tu prisión de vendas


murmuras el verso de tu falso Atón.

Nadie ha partido en la barca.

Se ha perpetuado la maldición:
regresarás
con tus polvos y tu moho,
corrompida,
regresarás,
asombro de otras pupilas,
hermosa mortalidad del faraón.

Todos se han ido.

¿Resignación?
Imploras al dios perro
el aullido de que esto no sea cierto,
sólo un mal sueño del otro lado del río.

9
Del dolor

Mueca voraz de universos,


dormita en la almohada vacía
de quien recuerda.
Sierpe
esculpe las encías,
florece en los muñones,
colorea la víscera que aguarda
la urdimbre de sutura.
Erguido
asoma en la pupila
de la madre del hueso niño,
camina por los corredores,
sonido imaginario de los muertos.

10
Berenice

…toutes ses dents


étaient des idées…

Berenice, E. A. Poe

Berenice,
en cada diente una idea.

Asoma por la comisura


de tu boca. Pero es tímida, recatada
como el gato que mata al cuervo azul.

Berenice, en cada diente


una idea, que no palabra,
languidece torpe entre el esmalte y la saliva.
Siente la sierpe adolorida
subir por el cráneo, bajar a la clavícula.

La muerte incrustada en tu encía


lenta y sólida da vueltas
y en el hueso rechina.
Pero escucha,
los ogros de los cuentos
reverberan en tu garganta.

11
Berenice,
en cada diente, en cada idea
se nos va húmeda la vida.

12
Necrosis

Más allá de tu pisada


del dedo y de la uña,
más allá de la vena transitada
algo gasifica, se hincha y explota.

Saborea del cuerpo su contorno,


negro rumor tan vacío
que se ha llevado tus días
para no volver a estar solo.

Por tu pierna
se ha metido la noche
con su estruendo de estrellas
y su mortaja luna calavera.

Triste traviesa gangrena,


el muñón piensa,
y en lo eterno
sueña sueños de pierna.

13
De los niños nocturnos

De las sombras entrañables


hemos emergido al viento nocturno
ofreciendo nuestra piel tersa
pálida y cerosa
como aquellos cirios antiguos.

Con el sabor oxidado en la boca


perpetuo, irremediable,
buscamos del último estertor
el beso curativo.

Somos los no perdonados,


los tristes niños de los cuentos negros.

Dueños de sensuales alientos


nos limpiamos los ojos
llenos de tierra,
y apenas despunta el día
nos guardamos,
sin el consuelo
del crucifijo.

14
Le lougarou

Somos incógnitos,
el destello del instinto primero
dulcemente sugerido en los ojos
que miran a un lado y al otro de las avenidas.

Y sólo por una noche,


cumplido el ciclo de la luna
(que se come y se escupe)
desbocados por los baldíos,
a través de húmedas alcantarillas
rasgamos, mordisqueamos,
engolosinados con la lujuria
del pelaje animal.

Quién pudiera en un círculo imperfecto


del argentum obtener la respuesta del enigma
y dejarnos entrar en el sueño lobo-eterno.

Somos la fantasía
de pentagramas inéditos
aullando nuestro último vestigio de hombres.

15
La Llorona

A Gabriela Turner Saad

Flotas por las calles de otros días


nocturna, tu rostro se guarda
tras el manto inconsútil, etérea
tras las ventanas.

En la plaza, imploras.
Tus cuencas deshabitadas
buscan hacia el oriente:
el fuego hospitalario,
el beso húmedo,
el arrullo de tu estirpe.

Emerge tu lamento
y por las calles de otros días
escapas, mujer,
espectro solitario
al consuelo de la ribera.

16
Los ahogados

Porque el aire no basta


buscamos el agua amante
y llenamos los pulmones
engañados
por el espectro de la rivera.

Los ahogados se hinchan


de húmeda felicidad.
Los cangrejos
les devoran los ojos
para robarles la nostalgia de la tierra.

Agua, sirena que nos llama


la muerte es branquia.

Los ahogados
tocan con los puños
las quillas de los barcos,
comen ranas, guijarros
y cuentan historias
de seres con piernas
a los peces que son sordos.

Y porque a veces el agua no basta


emergen, flotan

17
y exhiben sus vientres
preñados por las olas.

18
A cierto rey chileno

Todos dicen que eres un mal bicho…

Los Fabulosos Cadillacs

En la banca del parque


el muñón del asombro niño
se sienta hasta empolvarse.
En la fuente
los dioses juegan a ser nuestros.

—El rey de Santiago no quiere morir—

Las medallas tintinean


pulidas de silencio.
Sometidos al revuelo de las calles
lamentamos la suela gastada del zapato,
hijos pequeños de lo nimio.

Somos la tácita pupila


de la historia
madre que todo consuela
y justifica.

—El rey ha muerto—

19
Los niños y sus palos
mataron al perro:
Perdónalos, no saben lo que hacen,
pues aún no hay voz
que detenga
la caída
de las cosas.

Al final
bajarás la mirada
(todos los muertos lo hacen).

—El rey ha muerto, viva el rey—.

20
Romance del Dulce Jack

Caminas bajo la noche,


en tus pisadas el eco
de las piedras y en tus manos
la memoria del acero.
Tu hambre infinita regresa
en busca de amor perpetuo.

La luna magnolia acecha


tu andar de amante perverso.

La encuentras en un portal,
sus labios hablan deseo,
tus pupilas dilatadas
escurriendo por su cuello.
Buscas los senos que asomen
prontos al sudor del miedo.

Caminan bajo la noche


—adivina del estruendo—
y grabas tu dulce nombre
en su vientre sin secretos.
Ya florecen las entrañas
en su rojo nacimiento.

Caminas bajo la noche,


amante dulce y perverso.
21
Hambre infinita, regresa,
a saborëar el beso
de la muerte azul que observa
tras el filo del acero.

La luna duerme en su eclipse


tus pisadas en el eco.

22
A la Balada de los ahorcados

Silencio.
En la encrucijada
los secretos escurren
a la tierra.

Aún

mueca de lengua ennegrecida,


la gente ya no se vuelve
ni se persigna.
El niño conversa con los cuervos
ahítos de pupilas.

Afán de guardar
el canon de los justos
que dormitan en cuartos
sin ventanas.

Aún

veleta azul del viento,


danza de jirones,
la gente transita.
El infierno sólo es un momento.

23
En la garganta la vileza se petrifica.
Otras veces el espíritu
trepa por la cuerda
obstinado en su verdad.

Posdata:
Villon se ha ido
¡Rogad a Dios que nos absuelva a todos!
rogad por una página
donde poder mecernos.

24
Otelos de cartulina

Observo tras la ventana


la acequia imaginaria de los días.

En la amante-campana
alguien espera,
el teléfono calla grita,
calla y se aleja.

La ventana vigía
de un montón de hojas
secas en la acequia.
La ciudad juega a la ventisca.

Alguien espera,
recortamos Otelos de cartulina,
los colgamos en el marco
de la puerta para que el viento
los degüelle.
Alguien espera.

Tras la ventana
las luces sonríen la avenida.
Es tarde,
el niño pide una galleta.

25
Fuego y hielo

Dicen algunos que el mundo se acabará en fuego;


otros que en hielo.
Por lo que he saboreado el deseo
estoy con los que dicen fuego.
Mas si tuviese que morir dos veces
creo que harto sé del odio
para saber que en destruir
también es potente el hielo
y bastaría.

Robert Frost, Fuego y hielo


I. Fuego

Arrullo del círculo


que guardan los hombres,
se encrespa
en el vientre leñoso,
arde
sangre amante de la montaña,
seca ablusión de la peste
rata negra.

Amarillo deseo,
incinera el rostro de los muertos,
olor a rocas calcinadas
cruje, brilla
en las piras inquisidoras,
en el hierro-marca del juicio.

Ladrón del aire íntimo


cae del cielo,
ave incandescente no creada,
estrépito,
fuego invisible
de otro San Antón.

Arde
vómito del lanzallamas

28
y en el último rescoldo
ilumina la tierra devastada.

29
II. Hielo

Sello del arcángel sin alas,


roca yerma
de dioses antiguos,
de dioses oscuros y nuevos.

Esculpe
el rostro azul de la locura
cómplice del silencio.

Enfría los sepulcros


de guerras y batallas sin nombre,
odio blanco,
escarcha del fraticida.

30
III. Fuego y Hielo

Desde el corazón inmolado


lloremos el deshielo,

purifiquemos los pasos


en el centro de la hoguera,
en los cristales
de la helada blanca.

Deseo amarillo,
blanco odio azul.

31
Abajo, las especias
y los días
Tras la noche de bengalas

Despertar un día
para mirar tras la ventana
el horizonte vencido,
los techos abiertos
y las fachadas lamiendo varilla.

Observa,
los perros son humo
y las voces aladas
reptan los muros rotos.

Despertar sin el pregón


del viejo en su esquina,
sin el acuático susurro de la coladera.

Escucha,
nadie enciende la radio,
no hierve la sopa amiga.

Despertar
tras la noche de bengalas
sin café cotidiano que disipe el ayuno.

34
La fachada

Los santos ya no están en los nichos,


despeñados en los frisos de encajes pétreos
deslavados por las lluvias y el guano arcilloso.

Suele ocurrir que en las cornisas


duerme de ellos su recuerdo hecho piedritas,
una uña, el rosario,
el pliegue de la sotana,
la punta de la nariz.

Y nosotros aquí abajo


recogidos ante el vacío
de nuestro andar cotidiano.

Suele ocurrir que algo o alguien


recuerda su mortalidad.

El último consuelo es imaginarlos en lo alto


con sus manos mirando al cielo
o recogidas en abrazo cincelado
orando, elevando una plegaria
al que en su omnipresencia
no pudo, tristes piedras, salvarlos.

35
Y nosotros aquí abajo
sin cielo ni plegaria
sin nicho en el corazón del hombre.

Suele ocurrir
que mañana olvidemos
y aquí no ha pasado nada.

36
Elementos

Somos roca,
mineral gastado
sin tregua.
Fuego
que calla cuando el tejado
cruje su insolación.
Somos
agua rutinaria,
golpeteo que deslíe
las paredes y los huesos.
Aire,
ululante sierpe,
suspiro frugal.
En la caída incierta de las cosas
hablamos,
miramos
sin entendernos.

37
Los sobrevivientes

En la foto
tu rostro azulado,
en tu rostro tus ojos
fueron en otra luz.

Me miran
como el niño imagina
el fabuloso secreto
en la espiral del caracol.

Frío acerado de las tumbas,


olvido del mudo testigo de la historia
fantasma de aquel Fin de los Tiempos.

En las calles tus pasos ya no escriben su huella


ni las tiendas sus garabatos de la Torah.
Tampoco pisa el viejo su vejez de barbas blancas,
sólo sueña cabras de pan.

Tus ojos aún me miran


como la luna nos seguía
en las noches de infancia.

Por si algo quiere


comerse nuestro destino,
la foto de los abuelos,
38
de los padres y los hijos del mundo
duerme en el desván.

Seremos sobrevivientes
en los ojos de alguien
que no ha nacido.

39
Neblina

Sobre los tejados las nubes navegan,


humedecen las fosas,
el horizonte
complacido
se diluye.

Humedad en la retina.
Lejos
los mugidos cadenciosos con su leche tibia.

Húmeda la acera y la calle empedrada.


Tras las ventanas las luces bostezan,
las gotas escurren
su reumático beso.

Las nubes naufragan.


Sobre los tejados
el maullido se vuelve pardo.

40
Bocamina

Mágica plata de naranja arena


ni pestes ni el hambriento de mineros
pudo hacer al color su prisionero
como tú en la vitrina de la tienda.

Te has llevado el color de la cantera,


del túnel, del lagarto. Esqueleto,
fantasma con rebozo es el recuerdo
de su gente entintada en verde sierra.

Solloza el cristo en su ataúd de vidrio.


Un ángel con carrillos de manzana
lleva las lágrimas, llovizna fría,

al arco desgastado de la entrada;


gota a gota cae el recuerdo que brilla,
plata sin vientre muriendo en escarcha.

41
“Ancho y ajeno”

Hemos caminado
por los senderos de caliza
el rostro blanco de sol y polvo.
Para honrar el tiro profundo
hemos penetrado a la madre tierra.

Bajo el mezquite
nadie reposa,
no tañe la campana de la iglesia,
mitad piedra, mitad cierzo.

Hemos errado por lindes lejanas


en busca del oro silencio.
Al norte del aljibe
se quedan nuestros muertos.

Nos aguardan los marcos


profanados de las puertas,
último bastión,
muro cardinal al viento.

Los espectros se doblan


y desdoblan
en las sombras sentenciosas
del escalón deportillado.

42
Hemos partido,
hijos de la mina,
sin mirar atrás
la tierra amante abandonada.

Lejos
los framboyanes observan
su rojo espasmo.

43
Cristoalirado

Iglesia que en las tardes


calcinas a los ángeles de piedra;
el sol en los vitrales
agonizante reza.
Quiere secar la sangre de madera.

Cansado del silencio


el verde cristo de su cruz desciende;
quiere sentir el viento
mezclarse entre la gente
ser esencia y no espejo de la muerte.

En el cielo aparece
un arcángel que se vistió de sombra
y lluvia. Tiernamente
refresca con sus gotas
aquella frente que entre espinas llora.

El rostro de agua escurre,


juega al amor las manos desclavando.
Mirad al cristo herrumbre,
es creador de un milagro:
fue testigo, madera que ha llorado.

44
pulvis est

Agazapado en los rincones


polvo arácnida geometría
levántate
y colorea el viento.

Húmedo polvo
sobre la piel de los amantes
ruborízame los ojos, arena.
Polvo eres y en polvo
muerte que no cesa.

Ángeles, también polvo,


juegen niños muertos,
polvo de estrellas.

Polvo de los hombres que no vendrán.


Se mece en las urdimbres,
empaña las ventanas donde nadie asoma.

O tal vez polvo polen amarillo


cantando en la colmena su unión secreta.

Eres muerte,
polvo miel de abeja,
tan ambarina
que todos prueban.
45
De caramelos

Tras la vitrina
una libélula desalada
en su envoltorio de celofán.

Libélula frambuesa
u oscuridad del regaliz
eres arrullo
almíbar en la lengua.

Confitería,
transparente libélula
del niño que liba.

46
Perros y gatos

Unos aman a los gatos

silueta estampada en los tejados,


gato sabio que calla
con gracia de misterio.

Gato sonrisa del país imaginado.


Todos los caminos
son gato negro
corazón delator.

En la ciudad
los gatos nocturnos observan
las ventanas que no se abren,
dueños de su felicidad
maúllan y se alejan.

Reptan,
ronroneo ensimismado
en su pelaje untuoso
en los versos de todos.

Sólo se acercan
para pedir un poco de leche.
Los gatos se sueñan a sí mismos.

47
Otros aman a los perros

perros flacos temblando el ocaso,


perro arrollado de asfalto,
perro amigo imaginario.

En la puerta
siempre esperan nuestro regreso
gruñendo para ahuyentar la soledad.
Por la noche
cuentan historias sin final.

El cansancio los vuelve ovillos.

Los perros dormidos


sueñan viento libre
y aúllan la nostalgia de caricias.

Unos aman a los perros


porque conocen el consuelo
de su nariz húmeda en la mejilla.

Unos odian a los perros


y al gélido gato.
Allá los veo,
lejos.

48
Asombro niño

Los ojos ya no se asombran


ante la caída de las aves.

A la paloma la muerte
le ha blanqueado el pico,

—no estés triste, sólo está un poco muerta—

Nuestras manos han crecido,


ya no temen al animal
que cruje bajo la cama.

El funeral de camelinas
roba el adiós
de las manos pequeñas.

Nuestra paloma
dejó de ser azucarada.

—no estés triste, los niños sueñan vuelos


desde las azoteas.

49
Bosquejo

Bajo la higuera las sombras tejen


su adivinanza del sol,
reptil que escurre entre las ramas
y las hojas titubean su aspereza.

Astro
ennegrecido en el fruto
que guarda la inflorescencia.

50
Marítimo

A Gustavo Peñalosa

Busca el faro su aliento de orzas


y el salitre de sus puertas
aguarda la voz del óxido.
Arena evocadora
de húmedos arrullos
en el ciclo lunar.

Nosotros en la orilla
el azul en los pulmones
en la espera del albatroz
ya nombrado
que desvíe nuestra vista
del litoral.

Y nosotros en la orilla
anémonas hablando
espuma,
viento
y cedal.

51
Fe pequeña

Veo
estáticos templos
fachada tras fachada,
garigol de las plegarias.
En el marco de la puerta
el escudo,
mezuza del errante
que vela el ocaso.

Perderse en el brillo
pincelado de la imagen,
perderse en los torsos
quietos por las llamas.

Trueno tierra
agua viento
los dioses
abren sus fauces
y devoran el verdor de las selvas.

(Grano florecido de los hijos de la guerra).

Las manos infinitas


sobre el mármol, sobre el muro,
sobre la roca de oro milenaria.
Manos caricia del vientre abultado
52
orientadas a la piedra negra
infinitas buscadoras de la luz.

Veo
mares de cirios,
versos en la arena,
invocaciones ocultas en los glifos.
Cantos de oriente
y occidente,
danzas a los dioses oscuros.

(Los dragones duermen en su cueva).

Rojo
el esternón que cruje
su alabanza al sol,
rojas las cinco llagas,
rojo fuego del arcángel sin dios.

Veo, fe pequeña,
los mismos peldaños,
el frío en las espaldas,
la memoria en los espectros.

(Beben leche los elefantes de piedra).

53
Contenido

Osario 4

Arriba, la sombra de los abuelos


San Juan 6
La doncella de hierro de Nuremberg 7
Ira 8
Malsoñar de la momia 9
Del dolor 10
Berenice 11
Necrosis 13
De los niños nocturnos 14
Le lougarou 15
La Llorona 16
Los ahogados 17
A cierto rey chileno 19
Romance del Dulce Jack 21
A la Balada de los ahorcados 23
Otelos de cartulina 25

Fuego y hielo
I. Fuego 28
II. Hielo 30
III. Fuego y Hielo 31
Abajo, las especias y los días
Tras la noche de bengalas 34
La fachada 35
Elementos 37
Los sobrevivientes 38
Neblina 40
Bocamina 41
“Ancho y ajeno” 42
Cristoalirado 44
pulvis est 45
De caramelos 46
Perros y gatos 47
Asombro niño 49
Bosquejo 50
Marítimo 51
Fe pequeña 52
La edición para internet de
El osario de Erika Mergruen
se terminó en la Ciudad de México
en julio de 2009.

En su composición se usaron
tipos de la familia Candida BT.

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