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INSTITUTO DE ESTUDIOS ESTRATÉGICOS DE BUENOS AIRES

Registrado en la Cámara Argentina del Libro:


ISBN 987-43-8841-2

COMENTARIO DE LIBRO

¿QUIÉNES SOMOS?
(Los desafíos a la identidad estadounidense)
Samuel P. Huntington

Comentario del Coronel (R) Hugo Gastón Sarno

PAIDOS SAICF - 2000 ejemplares.


Título original: ¿Who are we? The challenges to America's National Identitity.
Simon and Shuster, Nueva York.
Edición española, 2004. Edición en Argentina, 2004.

Este libro ha sido escrito y concluido después de la guerra contra


Afganistán y contra Irak, y antes de la reelección de Bush (h) a fines de 2004.
Los temas que trata Huntington fueron analizados en elecciones presidenciales
anteriores, en particular sobre los resultados de la del año 2000 (Bush (h) -
Gore). Ahora bien: por qué el autor no aguardó hasta que terminara el año
2004, con lo cual su libro habría comprendido un acontecimiento trascendente
que era inminente, y sobre el cual ya se especulaba y mucho cuando
Huntington revisaba las pruebas de imprenta y les daba retoques de último
momento. Es toda una pregunta. Es un extraño final literario y cronológico
concluido "en las vísperas". ¿Apresuramiento? ¿Razones académicas? Vaya
uno a saber.
Y llama la atención porque Huntington analiza las creencias y las
opiniones de las élites y de la población estadounidenses, de manera que una
elección presidencial es el resultado que surge de un cruzamiento entre las
motivaciones populares y las promesas y antecedentes de los candidatos. Los
lectores lo van a comprobar en buena parte de este libro y les quedará, tal vez,
el mismo interrogante.
Se han escrito tantos volúmenes sobre Estados Unidos en la escena
mundial, sobre su ubicación unipolar, bipolar o multipolar: páginas de
Schlesinger, de Rostow, de Kissinger, de Brzezinski, pasan delante de mi
mirada y me inducen a una comparación: ¿Desarrolla Huntington un "Juego
Estratégico"? ¿O se preocupa por "la guerra por los recursos”?
Puede comprobarse que el petróleo y el agua potable no aparecen en
el Indice analítico y de materias. Tampoco la palabra "geopolítica", ni
Mackinder, ni Mahan, ni Cohen, ni Kissinger, ni Brzezinski. Pero se salva
George Kennan con una sola cita y su transcripción sobre un concepto que le
interesa a Huntington (Pág. 407).

1
El autor no ha preparado un libro estratégico como tantos que se
conocieron durante la guerra fría. Este volumen está dirigido a la cohesión
interior de los Estados, a sus orígenes, actualidad y evoluciones probables, a
su relación con la ubicación del país ante este 'mundo nuevo', sin la vieja Unión
Soviética, pero con la Federación Rusa, China, India, Europa, Bin Laden y el 11
de septiembre. Tiene un análisis realizado durante una bisagra histórica para
estos tiempos: una puerta se cierra y otra se abre. Los plazos de la
retrospectiva son suficientemente extensos hasta donde al autor le interesa la
Historia. Naturalmente, los plazos hacia delante son breves, inciertos y
optativos.
He escrito alguna vez que es muy difícil escribir durante una transición
histórica, cuando algunos temas quedan atrás y otros tambalean en sus
vigencias; cuando el presente se empequeñece, gana a veces instantaneidad,
sorprende y preocupa, y cuando el futuro se obstina en no aceptar adivinos ni
pronósticos, y en crear incertidumbres y sorpresas. Es ésta la época de las
empresas de seguros y de seguridad, de las preguntas de algunos políticos
que no entienden y, también, la época que desafía a los grandes talentos.
El título de este libro es un interrogante: "¿Quiénes somos?", título al
que puede agregarse para el futuro: ¿qué y como serán los estadounidenses?
No es un 'ser cómo y con quiénes' solamente, sino además 'serlo' ante el "otro"
o ante "otros", ese 'otro' que permite las comparaciones, que amenaza y deja
de amenazar, que señala y cómo lo hace ese 'otro' hacia el cual Estados
Unidos se dirige.
La editorial PAIDOS incluye en la portada del libro una aclaración para
la mejor identificación de Huntington: "Autor de "El Choque de las
Civilizaciones", como para que el lector sepa de quién se trata en el área
intelectual y académica. Cuando apareció traducido al castellano esa obra del
‘choque de civilizaciones’, no fueron pocos los que pensaron que las
"civilizaciones" son en realidad hechos culturales que tuvieron o tienen
vigencias. Carecieron y carecen de energías propias para 'chocar'. Los que
'chocan' son los pueblos que a veces defienden o imponen su voluntad, su
cultura y civilización, pero a veces 'chocan por sus intereses'. Alguien podrá
preguntar con razón si el "¿Quiénes somos?" en Estados Unidos, no guarda
relación con un 'choque cultural'. Será una buena pregunta.
Huntington quiere indagar sobre la identidad nacional de Estados
Unidos: cómo era, cómo es, ¿está cambiando? ¿Por qué? ¿Qué causas
interiores y exteriores influyen sobre ella? ¿Cómo se quiere ser? ¿Cómo se
puede ser?
La identidad de una nación comienza desde tiempo atrás de su
emancipación. Cuando ésta última ocurre, nuevas y remozadas instituciones,
firmes motivaciones y enseguida, proyectos comunes, le darán a la nación "un
lugar bajo el sol" que le creará con frecuencia apoyos y conflictos buscados o a
enfrentar. Se irá conformando progresivamente un conjunto de peculiaridades
distintivas que con el tiempo se van sedimentando y ganando claridad: el
idioma, los usos y costumbres, la religión, los valores, las normas de
convivencia, las instituciones, el cuerpo legal, la enseñanza. He aquí el famoso
"Credo Americano".

2
Huntington distingue dos grandes temas en la identidad nacional. El
primero es la conciencia que el gobierno y los gobernados tienen de su propia
identidad y la importancia que le asignan entonces, para preservarla en su
pureza inicial. El autor dirá: su prominencia. Naturalmente, la historia
continúa, las generaciones se suceden, llegan y se van pobladores, los
ambientes evolucionan adentro y afuera, de manera que esa identidad es un
elemento cultural vivo, permanentemente puesto a prueba y susceptible de
cambiar en su sustancia, otro gran tema de Huntington, que es su contenido.
El autor define el origen de la identidad nacional de Estados Unidos
sobre la base de la cultura angloprotestante, a la que se agregarán las
características que se le dieron desde la emancipación. Esa identidad se
mantuvo con firmeza. Fue muy atractiva y provocó numerosas migraciones
que cruzaron los océanos para entrar a Estados Unidos.
Sin embargo, la inquietud que se despierta en el autor se origina en la
prueba que atraviesa esa identidad desde fines del siglo XX, prueba que él
denomina 'desafíos' y que sintetiza en:

- Las migraciones que entraron a Estados Unidos desde la década de 1960,


que son asimiladas mucho, poco o nada, según los casos particulares.
- El alto porcentaje de inmigrantes hispanos (mejicanos y cubanos) que
resisten cada vez más la aceptación de la identidad nacional estadounidense y
que, de hecho, han convertido en la práctica al idioma español en una segunda
lengua.
- La actitud de los descendientes de inmigrantes (segunda y tercera
generación, hijos y nietos), que han comenzado a conformar grupos con
identificación dual (norteamericana y también propia, como por ejemplo el
llamado 'italian power', el 'ireland power'), que se apoyan entre sí, van ganando
posiciones institucionales y logran influencias políticas, económicas y
culturales, entre otras. Esta realidad ha ido reemplazando en este país la vieja
norma según la cual la tercera generación (nietos) abandonaba la diáspora y se
incorporaba a la sociedad angloprotestante aceptando su Credo y el "God save
America"1 .
- La tendencia de algunos centros políticos y académicos a aceptar y promover
la diversidad: multiculturalismo, multirracismo, multietnicismo, y hasta el
cosmopolitismo y el transnacionalismo, intrusos propios estos dos últimos de la
globalización. Huntington hace conocer al lector cómo se conmueve y debilita
aquella férrea e histórica identidad nacional de Estados Unidos, ante los
1
En la cinematografía norteamericana aparecen desde hace poco intérpretes que descienden
de inmigrantes en segunda y tercera generación, que han abandonado la costumbre de
esconder sus apellidos con sustitutos anglosajones y regresan a hacerse conocer por el de sus
antepasados: Travolta, Stallone, de Niro, di Caprio, de Vito, Aiello, Gazzara, Mastrantonio,
López, Pacino, Pesci, etc. Claro que, sin embargo, no es casual que todos los astronautas
norteamericanos son anglosajones, por lo menos hasta el siglo XX, porque en órbita o en la
Luna, no hay 'travoltas' ni 'di caprios'. ¿Seguirá asì? Cuando nuestro Ricardo Rojas dejó
Santiago del Estero y llegó a Buenos Aires, advirtió cómo la ciudad se hacía cada vez más
distinta al interior por la recepción de oleadas migratorias. En su "La restauración nacionalista"
la escuela primaria debía argentinizar a los hijos de esos "recién llegados".

3
actuales 'desafíos'. Pero aclara muy bien que no se trata de un proceso de
continuidad declinante puesto que cada vez que el país se siente en peligro por
una amenaza exterior, esa identidad se recupera porque la población y sus
élites regresan a ella. Cuando el peligro cesa, ese regreso se torna 'tibio' y la
declinación puede continuar.

El autor explica muy bien que Estados Unidos "necesita un enemigo".


Gorbachov se lo quitó y Bin Laden se lo repuso. Uno de sus subcapítulos tiene
por título "En busca de un enemigo" (pág. 300). Cuando la amenaza termina,
Estados Unidos puede ceder u dejarse penetrar por las corrientes cosmopolitas
y transnacionales globalizadoras. Puede dudar de su interés nacional ante el
mundo, disminuir su cuota de sacrificio patriótico, los compromisos individuales
y de grupo pueden ganar preferencia ante el de carácter nacional, y hasta
puede perder importancia la preocupación por su identidad anglo protestante.
Antes de llegar a estas décadas de la 'transición', los estadounidenses
poseían un gran orgullo nacional: su Credo, su democracia, sus logros
científicos, su poder, los hacía sentir a la cabeza del mundo y creían ser el
"pueblo elegido por Dios" para imponer el 'bien' contra el 'mal'. Debido a esa
‘elección’ había que reconocer dónde estaba el 'mal' y así surgieron los
'enemigos', los 'Estados canallas', el 'eje del mal', y cuando el enemigo no
parecía ser suficiente, a veces se lo 'demonizaba'. Pero Huntington no
reconoce que varias veces Estados Unidos necesitó como aliados a algunos
dictadores de 'Estados canallas' y a regímenes donde no existe la democracia
(como Arabia Saudita). Para no ir muy lejos, recuerdo que Estados Unidos
asoció a Trujillo y Noriega por un tiempo, hasta que se dio cuenta que esos
personajes ‘no eran dirigentes elegidos por Dios'.
Es que una cosa son los valores declarados y otra cosa es la
práctica. Así, el autor 'pasa por el costado' de algunas realidades y nos
aconseja leer su libro con prudencia. Acaso, ¿qué ejemplos dan los Estados
Unidos actualmente? Huntington reconoce por lo menos los síntomas de
"decadencia" que su país propaga a toda la humanidad. Una sola vez cita el
consumo imparable de drogas, la prostitución, la degradación de ciertas
costumbres, el alcoholismo, la pornografía (pág. 391), que ciertamente no son
de su exclusividad, pero que merecerían en un libro como éste, un análisis y no
una cita, en tanto demuestran con eso que ya no son el pueblo de la moral, ni
tienen el mérito suficiente para descalificar a otros pueblos, propio de la
soberbia de Teodoro Roosevelt.
Lo que sí, tienen, es mucho poder y esto todos se lo reconocen.
Poder para burlarse de los tribunales internacionales y tener inmunidad, para
hacer a un lado a las Naciones Unidas y a algunos aliados, para iniciar 'guerras
preventivas' contra enemigos 'probables o necesarios'2 , como un desprecio al
derecho internacional, sin temor a represalias ni a sentencias, porque se han
convertido en un país que inspira temor más que respeto. Y esto, es una

2
. Huntington afirma, sobre el tema de las 'guerras preventivas', que Estados Unidos es el
único país que publica la lista de sus enemigos (pág. 305).

4
realidad demostrada con los hechos: no lo estoy imaginando. Lo han
bautizado "República Imperial".

Ciertos temas son centrales en la preocupación de Huntington.


Comentaré algunos de ellos. Una palabra frecuente en el texto, según el
traductor al castellano, es "deconstrucción", relacionada con la identidad
nacional de los Estados Unidos. Puede entenderse no como una demolición,
sino como el interés comprobado en dejarla debilitar o directamente, hacerla a
un lado según su concepción original anglo protestante. El autor establece la
culpabilidad y acusa por ello a ciertas élites políticas o intelectuales
"desnacionalizadas" (pág. 37), que han propiciado la diversidad interior y
calificado a la asimilación (americanización) de los inmigrantes y sus
descendientes, como una política que merece ser abandonada.
Según Huntington, la 'deconstrucción' comenzó en la década de 1960
a través de 'poderosos movimientos' que cuestionaron la concepción
angloparlante y exclusivista de Estados Unidos, y que merecía aceptar el
conglomerado de razas, etnias y subculturas que poseía, como una diversidad
interior propia de la realidad, ante la cual la "americanización" debía dejar de
ser americana.
El autor señala a los responsables y los llama "deconstruccionistas",
que han propiciado programas para apoyar a grupos subnacionales, han
animado a los 'recién llegados' a mantener sus culturas e idiomas, aceptaron
que Estados Unidos fuera bilingüe y bicultural o multinacional, librando una
lucha contra la identidad nacional originaria. Esos "deconstructores" son
grupos en las élites dirigentes que atentaron y atentan contra la identidad que
da cohesión al país, tal vez caso sin precedente en la historia de la humanidad,
palabras de Huntington que pueden ser interpretadas como una denuncia y una
acusación. Y si el autor los denomina "poderosos movimientos"
deconstruccionistas, puede interpretarse que ese poder se apoya en una
política ya preparada, con eficientes recursos para la difusión y la influencia,
naturalmente con propagadores bien ubicados y con suficiente dinero.
A pesar de ello, Huntington distingue el nacionalismo generalizado en
la población, por oposición a esa "deconstrucción" y plantea así un semi
divorcio entre los habitantes y varias de sus élites. Ese fenómeno se ve
favorecido por varios factores que se han robustecido en las últimas décadas.
El globalismo ha desnacionalizado los intereses originales de muchas
empresas que tienen presencia planetaria, cuyos dirigentes piensan que
Estados Unidos está inmerso en la economía mundial como tantos otros países
y no debe ser considerado con un nacionalismo económico. Esa concepción
penetra en los círculos de gobierno y gana adeptos que aceptan una
adaptación interior de Estados Unidos a estos 'nuevos tiempos' mundiales. Y
estos 'nuevos tiempos' exigen 'aggiornar' aquel nacionalismo arcaico de un solo
pueblo para aceptar la realidad de 'varios pueblos' en el país. Huntington se
siente herido por esta tendencia en muchas élites estadounidenses y llega a
escribir: "Almas muertas: la desnacionalización de las élites" (pág. 306).
Pienso que este fenómeno no es una exclusividad de Estados Unidos.
Son muchos los lugares del mundo donde importantes personajes han

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cambiado su lealtad o bien han reemplazado o deformado sus iniciales
adhesiones patrióticas.
Huntington reproduce palabras de Adam Smith escritas en 1776 (pág.
3093) . Y debo recordar el hecho público ocurrido hace muy poco, por el cual el
Presidente de la Bolsa de Valores de Nueva York, Richard Grasso, se abrazó
con un comandante guerrillero colombiano y en Colombia, días después de que
Washington declarara 'enemigo' a esa misma guerrilla. Tan grande debe ser el
poder y la inmunidad del señor Grasso, que ese abrazo fue fotografiado y
difundido para que se entere todo el mundo, y también para que se enteren en
Washington.
Estas "almas muertas" se han propagado no sólo en la política;
también en la tarea académica. En algunos de sus claustros la palabra
"nosotros" es arcaica (pág. 313) y "quienes se quedan en casa, se quedan
atrás" (pág. 311). Para tantos observadores, los atentados del 11 de
septiembre de 2001 sirvieron para ocultar esa desnacionalización. Muchos de
sus miembros debieron suspender sus declaraciones y respetar la explosión
popular de patriotismo, la misma izquierda antipatriótica que diez años antes
llegó a afirmar que el nacionalismo era reprobable, la identidad nacional un
concepto desconfiable, y el patriotismo algo histórico (pág. 315).
Sin embargo, desde ese 11 de septiembre ha comenzado una
campaña de presión contra las disidencias, es decir, contra los disidentes que
se oponían a lanzar la guerra contra Afganistán y contra Irak. Esta campaña
reforzó el estallido patriótico, aumentó la propagación de la religiosidad tan
característica del pueblo norteamericano, y creó un escenario muy favorable a
los discursos del presidente Bush (h) que nombraba a Dios todos los días.
¡Antipatriotas, abstenerse! Y la bandera de Estados Unidos, el símbolo más
respetado y querido de este pueblo, engalanó todas las manifestaciones
públicas y privadas que demostraban las virtudes marciales de los habitantes
que clamaban por llevar la guerra contra el terrorismo.
De manera que, cuando Huntington menciona que tantas élites no
acompañan el nacionalismo popular, posiblemente usa un tratamiento
académico prudente que no desea introducirse en polémicas enconadas que
ocurrirían si se desciende excesivamente hasta los hechos. La política de
seguridad con el respaldo del "Acta Patriótica", puesta en marcha
aproximadamente cuando este libro no había salido de la imprenta, ha creado
un poder nunca pensado en Estados Unidos, no sólo para evitar el salvajismo
de otros atentados terroristas, sino para custodiar la cohesión de pensamiento
que necesita un país empeñado en una guerra. Quedó al margen el 'santuario
canadiense' para el escape de los que no querían ser movilizados por el
esfuerzo bélico.

Otro de los grandes temas de este libro es el que corresponde a la


terminación de la "etnicidad". Los colonos que abordaron América del Norte
3
. "El propietario de capital es un ciudadano del mundo y no está necesariamente atado a
ningún país" (Adam Smith, 1776).

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tenían una exclusividad: eran 'blancos' (raza), anglosajones y protestantes
(etnia), diferenciándose de otros 'blancos' no aceptados en la 'blanquitud'
(alemanes, polacos, eslavos, irlandeses, entre otros). Con el tiempo, la
'blanquitud' se fue extendiendo y los comprendió por oposición a la 'negritud'.
Esta sencilla dicotomía social se hizo compleja con el ingreso de numerosos
inmigrantes: chinos, otros asiáticos e isleños desde el Oeste; italianos,
franceses y otros, desde el Este; e hispanos (mejicanos, cubanos,
dominicanos, y otros) desde el Sur.
Dice Huntington (pág. 69) que en los 180 años desde 1820 hasta el
año 2000, entraron a Estados Unidos 66 millones de inmigrantes, creando una
heterogeneidad étnica que se agregó a la blanquitud/negritud, a tal punto que
al finalizar el siglo XX la mitad de la población estadounidense desciende de los
WASP colonos y de las personas 'de color', mientras que la otra mitad
desciende de inmigrantes, a los cuales se agregó la población de Estados
incorporados (Filipinas hasta 1946, Hawai, Puerto Rico, Islas Vírgenes, entre
otros) y los indios sobrevivientes y sus descendientes.
Esta situación étnica creó el proceso de asimilación a la sociedad y
cultura anglo protestante. Asimilar era 'americanizar'. Pero esa evolución llegó
a sufrir dos grandes obstáculos. El primero, la gran cantidad de inmigrantes
que no residían dispersos sino agrupados, viviendo rodeados por un ambiente
socio-cultural no anglosajón. Y segundo, las verdaderas 'oleadas' de
inmigrantes que ingresaron a Estados Unidos desde 1965.
El fin del siglo XX anuncia que la separación racial (blancos y 'de
color'), a pesar de que continúa, va perdiendo la dureza de la discriminación
inicial. Y que las diferentes etnias han dejado de ser las históricas minorías, de
manera que Estados Unidos "avanza a pasos agigantados convirtiéndose en
una nación dominada por personas 'no blancas'" (pág. 357). En una conocida
revista se presentaba la siguiente pregunta: ¿Tendrá alguna vez Estados
Unidos un presidente no anglosajón? Huntington introduce aquí el tema de la
hispanización en los Estados Unidos.
Las cifras son elocuentes. En el año 2000 la población
estadounidense se componía de 69% de anglosajones, 12% de hispanos, 4%
de asiáticos e isleños, y 12% 'de color'. Según son tan distintas las tasas de
fertilidad (más las inmigraciones subsiguientes), en el año 2050 los
anglosajones quedarán reducidos a un 52% y los hispanos crecerán hasta un
24%. La tasa de fertilidad es de 1,8 en mujeres blancas no hispanas, 2,1 en
mujeres de color (la indispensable para mantener estable la población), y 3,0
en mujeres hispanas.
Son muy distintos los casos de Miami y del sudoeste de Estados
Unidos. La mejicanización de esta última región es algo que ha dejado de ser
sorprendente. Huntington reconoce que en los hechos, México está
reconquistando demográfica y culturalmente los territorios que Estados Unidos
le arrebató en 1846-48 (pág. 259), considerados territorios irredentos. Se trata
de una inmigración que no tiene precedentes en la historia de Estados Unidos,
ni puede ser comparada con otras.
Los mejicanos tienen vecindad con Estados Unidos a lo largo de un
límite internacional de 3000 km, que se cruza legal (e ilegalmente), a pesar de

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las alambradas y las patrullas fronterizas. En la década de 1970 entraron más
de 600.000 mejicanos; en la década de 1980, más de 1.600.000; y en la
década de 1990, más de 2.200.000. En el año 2000 residían en estados
Unidos más de 7 millones de mejicanos (nacidos en Méjico), más sus
descendientes alcanzan los 30 millones.
El patrullaje fronterizo estadounidense detuvo 12 millones de
inmigrantes ilegales en la década de 1980. Y casi 13 millones en la década
siguiente. Se estima que en Estados Unidos pueden estar residiendo más de 8
millones de mejicanos ilegales. Hay un Méjico dentro de Estados Unidos.
Hasta 100 km al norte de su límite internacional en California y Texas, se habla
español. Dice Huntington que el español se habla hasta en las calles de Nueva
York. El avance de este idioma suplantando al inglés, es un proceso
silencioso.
La hispanización de Miami comenzó con los 260.000 cubanos que a lo
largo de la década de 1960, huyeron de la Cuba castrista y le dieron a Miami
una explosión de desarrollo económico. En esa ciudad, los cubanos y sus
descendientes dominan la política, la justicia, la policía, simplemente por su
presencia institucional. En 10 Años (1983-93) abandonaron la ciudad de Miami
140.000 estadounidenses, al sentirse minoría (pág. 291). Es la única ciudad
estadounidense transformada en un enclave hispano-cubano.
La población de origen hispano en Estados Unidos tiene un poder de
compra anual que superaba los 400.000 millones de dólares en el año 2000.
Son una masiva clientela (más de 38 millones de habitantes) buscada por las
grandes empresas que les ofrecen productos especialmente pensados para
ella, de manera que lo hispano, además de la publicidad, está presente en los
espectáculos y en la política. Carter se dirigía en español a los votantes
hispanos. Clinton quería ser el último presidente de la historia de Estados
Unidos, que no hablaba español.
Dentro de 50 años, ¿dejará Estados Unidos de ser un país
predominantemente anglosajón? El lector puede enlazar este interrogante al
"¿Cómo Somos?" de Huntington. Si eso ocurre, ¿será bueno o será malo?
Bueno o malo para cuáles áreas: ¿la política interior, la política exterior, para la
convivencia social? ¿Cuál será "el pueblo elegido por Dios"? ¿El anglosajón o
el hispano? El Presidente Bush (h) tiene un gabinete multirracial y multiétnico,
cosa inaceptable en Estados Unidos hace 50 años. Son los nuevos tiempos.
Pero ese gabinete, al margen de que responde a intereses petroleros, no ha
debilitado a Estados Unidos en peligrosas fracturas interiores y proyecta hacia
el exterior la dureza de un poder agresivo, soberbio e implacable, en la mejor
tradición política de Teodoro Roosevelt. La política exterior de Estados Unidos
es simplemente una política de poder, en la cual no le interesa el ¿quiénes
somos? en su interior.
Allá, en Afganistán y en Irak, mueren soldados llamados Michel y
George, pero también mueren soldados José y Antonio, o Giovanni, al mando
del "General Sánchez".
Nombre va, apellido viene, anglosajones, italianos o mejicanos, el
tema profundo queda al costado. Los orígenes étnicos parecen la superficie
que encubre por debajo al "Proyecto para el Nuevo Siglo Americano" desde

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1997 (Dick Cheney, Donald Rumsfeld, y Paul Wolfowitz), organización para
promover el liderazgo americano sobre el mundo, y la penetración de Estados
Unidos sobre las fuentes de hidrocarburos en Asia Central (llamada la Cuenca
del Caspio), que significa el control político sobre esos recursos estratégicos,
una menor dependencia de Arabia Saudita, una menor dependencia del Golfo,
y además una guerra contra el 'euro'. Demógrafos y sociólogos, versus
estrategos: ganan los estrategos.
Ha quedado debilitado - al parecer - el rechazo de los anglosajones en
Estados Unidos a todo lo que no era anglosajón. Cuando el Presidente
Richard Nixon debió rendir cuentas por 'Watergate" ante un juez (descendiente
de italianos), con indignación y desprecio exclamó: ¿these italians!..., al
menos con palabras 'publicables'. Todavía y en un comedor escolar, los
adolescentes se separan: en una mesa comen 'los blancos', en otra los 'de
color' y en otra, 'los hispanos'. Hace 50 años nadie hubiera imaginado que
Colin Powell ('de color') hubiera sido Secretario de Estado.
Son los 'nuevos tiempos'. El mundo cambia. Estados Unidos también
tiene cambios. Pero Estados Unidos no sólo tiene dirigentes. También tiene
estadistas, aquellos que visualizan los grandes problemas nacionales y sus
proyecciones futuras. Hoy, cuando las migraciones masivas ocurren en todos
los continentes, muchas 'identidades nacionales' están a prueba, están
'desafiadas' y también el 'desafío' será intelectual influyendo sobre las distintas
interpretaciones.

REFLEXIONES

Muchos fenómenos están ocurriendo durante las últimas décadas,


como si lo que está sucediendo se apresurara; como si la Historia se tornara
más densa y más compleja, abarrotando cada lustro con sucesos que antes se
separaban entre sí varios años. Los hechos se están precipitando acortando
sus vigencias. Las interpretaciones duran cada vez menos: necesitan una
constante actualización para no atrasarse. Los artículos intelectuales compiten
cada vez más con los libros, porque los libros están comprometidos por
cascadas de acontecimientos cambiantes entre sí, cuando no, sorprendentes.
De manera que los libros de interpretación están amenazados en su vigencia
por tantos cambios. Lo último con frecuencia pasa a ser penúltimo y así, el
tiempo presente tiende a hacerse tan instantáneo como si el futuro se
desplomara directamente sobre el pasado sin intermediarios.
La guerra fría terminó por sorpresa. El 'muro' de Berlín cayó con
estrépito. Varias repúblicas islámicas dejaron de ser soviéticas, incluso
apoyadas desde la misma Federación Rusa (Parece increíble que el Presidente
de esta Federación – Boris Yeltsin – hubiese apoyado este
desmembramiento). La muerte de Tito balcanizó lo que ya estaba
balcanizado. La OTAN quedó en suspenso al haber perdido 'el enemigo' de
cuarenta años y salió y sigue saliendo a la búsqueda de otro. Hong Kong
regresó con suavidad diplomática a su dueño original después de 150 años. Y
los Estados nacionales, incluso los más fuertes, deben enfrentar a las

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acumulaciones de poder financiero, cuya magnitud no tiene precedentes
aproximados.
¿Por qué se conmueve con tanta brusquedad la Historia? ¿Dirige
alguien esta dinámica? ¿Cuáles serán los desenlaces?
El mundo se ha 'occidentalizado' ¿Qué es 'Occidente'? ¿Una
civilización? O bien, ¿una antigua civilización invadida por la barbarie de los
actos más crueles y salvajes; lesionada por la decadencia del prototipo humano
bastardeado por alcoholes y narcóticos, y rebajado y absorbido por los placeres
momentáneos; desplazada por multitudes que no piensan o no saben pensar,
aturdidas por ritmos frenéticos y ensordecedores, y absorta en espectáculos
deportivos y anatomías femeninas; ensombrecida por un conjunto de
instrumentos letales capaces de acabar con la Historia?
¿Cuál es, entonces, la dignidad y hasta el orgullo de ser así,
'descivilizado' occidental?
¿Cuál es la satisfacción de haber 'progresado' o la pesadumbre de
haber retrocedido? Hoy, está de moda 'el buen salvaje', a juzgar por tantos
aretes, colgantes y tatuajes. ¿No será un avance hacia atrás, hasta en las
modas?
No faltan quienes han comenzado a sospechar que, en cualquier
momento, puede llegar por sorpresa un 'tsunami' histórico, un fin de ciclo
bíblico, un 'basta' y a comenzar de nuevo.
Mientras Huntington medita sobre la identidad cambiante de su nación
y sus consecuencias, existe una energía movida por intereses más profundos,
sosteniendo una competencia implacable y varias veces centenaria: el
predominio mundial. Es una aspiración que se sostiene por sobre tantos
fenómenos como los que acabo de citar, como una roca que soporta vaivenes y
consume recursos y concentra apetitos irrenunciables.
Creo que en los círculos gobernantes y en las élites estadounidenses,
el multietnicismo, la diversidad o la hispanización, preocupan poco, dándole la
razón a Huntington. Porque la gran preocupación está en el liderazgo
mundial amenazado por la 'sociedad' China-Japón, que puede 'pasar al frente'
en una década o algo más, dejando atrás a otros poderosos y también a
Estados Unidos.
Así, la identidad nacional parece quedar sumergida en una segunda
importancia, subalternizada históricamente, como esos fenómenos
lateralizados por otros que los han suplantado, que le han disminuido su
trascendencia y que lo desplazan y abandonan en una 'vía secundaria'.

San Luis, enero de 2005.

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