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Introducción
Los partidos políticos y la clase política, ciertamente hoy acusan y atraviesan una fase
de agotamiento, desgaste y dentro de las aristas de la crisis de los partidos, destaca la
crisis de representatividad; dichas organizaciones han dejado de ser los principales
actores de producción de representatividad, y al margen de éstos, estamos observando
el surgimiento de nuevos actores, tanto colectivos (nuevos partidos, movimientos
emergentes. ONGs, etc.) como individuales, que intentan competir y presentarse como
instrumentos de representación frente a las organizaciones tradicionales. El mejor
ejemplo lo constituye el actual escenario político no solamente nacional sino también en
los ámbitos locales.
1
Doctora en Derecho. Profesora en El Colegio de Veracruz. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores.
1
El problema no radica simplemente en que al margen de los partidos surjan otras
formas de representación, sino hasta qué punto estas últimas logren verdaderamente
canalizar las demandas y expectativas de la sociedad.
Las demandas y retos que imponen e implican la crisis de la forma partido, la crisis de
representación junto a la crisis de gobernabilidad (legitimidad más eficacia) y los
modelos de gestión tradicionales en la esfera actual nos colocan en una incertidumbre y
nos preguntamos más aún hasta que punto podrá ser resuelto sin una reforma más
global de pensar y hacer la política.
2
para desembocar en las formas de estructuración en el proceso histórico, su
caracterización y principales tramas representativas, estableciéndose escenarios
enunciativos que nos permitan entender la dinámica conflictiva que identifica a la
democracia no solo en México sino también en otros países con idiosincrasias similares
en los actuales momentos.
1. Democracia y partidos
2
Mouffe Chantal, “Derechos, teoría política y democracia” En demócratas, liberales y republicanos. El Colegio de
México. (comp) Jean-Francois Prud´Homme; p. 38. De Cabo de la vega, Antonio, El derecho electoral en el marco
teórico y jurídico de la representación, IIJ/UNAM, México, 1994, p. 15.
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que adquiere como sistema de representación de "lo político" y "la política" en el
contexto espacial nuestro. En tal sentido, las formas que adquirieron las democracias en
el siglo XX, pero sobre todo las modificaciones suscitadas por los procesos de
democratización experimentados por diversos países del Cono Sur en los años finales de
la década de los 80 y principios de los 90, permiten expresar que la discusión en
relación con el problema de las democracias 3 gira en torno a ciertos aspectos muy
puntuales, en los actuales momentos:
3
Córdova Vianello, Lorenzo, “Repensar las gobernabilidad de las democracias” en Gobernabilidad y
constitucionalismo en América Latina. Diego Valadés (Editor) UNAM/IIJ, México, 2005.
4
encontrar soluciones a problemas básicos con los que se enfrenta todo sistema político
que es percibido más como satisfactorias que como insatisfactorias por los ciudadanos
conscientes", y en ese sentido, las construcciones simbólicas elaboradas por el
ciudadano común guardan relación directamente proporcional con la consecución de los
gobiernos -y del sistema político- de un accionar eficaz en la generación de respuestas
sociales.
Por ello, la clave, está en entender que las dinámicas de cambio en el funcionamiento
de las democracias están relacionadas con las formas que adquiere el hecho político a
partir de las transformaciones de las actitudes, comportamientos y desarrollo de los
sistemas democráticos, es decir progresivamente se van generando modificaciones
sustanciales en "el pensar democrático", que conducen a un replanteamiento de los
supuestos teóricos que han caracterizado el pensamiento moderno, a través del cual la
democracia es objeto de una perenne discusión signada por el conflicto -y las formas
que adquiere- entre los ciudadanos que coexisten en el espacio público.
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En vista de los datos anteriormente desglosados y los planteamientos expresados
podemos concluir preliminarmente cómo Norberto Bobbio 4 afirma que "uno de los
modos más frecuentes de definir los partidos políticos es el de mostrar la función de
articulación, de agregación y transmisión de las demandas que provienen de la sociedad
civil y están destinadas a resultar objeto de decisión política". Este sendero de definir
una institución u organización por las funciones cumple es eficiente, y deja al
descubierto una similitud con los esfuerzos de la llamada sociedad civil.
El propósito en estas líneas fue en dar a conocer las debilidades más acuciantes del
sistema, que pueden contribuir a explicar la grave crisis de representatividad y
credibilidad que está atravesando la institucionalidad partidista. Para ello mi interés en
la valoración de ampliar y reformar en el ámbito constitucional el sistema
representativo, que permita innovar el sistema de partidos. Como una primera
aproximación conclusiva es reconocer que la representación política tiene una
naturaleza muy compleja, que trasciende la arena electoral y requiere de un tratamiento
más integral que la pura ingeniería electoral.
Desde la existencia del ser humano, éste ha tenido que socializar, siendo la interacción
con el resto de los hombres uno de los más importantes elementos para su
supervivencia. La política no es solo el gobierno de los Estados, es, precisamente, el
juego de dominación y poder que ha signado al hombre desde el comienzo de su
existencia como ser sociable 5 .
"La dominación de unos por otros y la legitimación de ese dominio es inherente a toda
forma de política humana. "El hombre tiene política gracias a él mismo, la política es
4
Bobbio, Norberto, El futuro de la democracia, Plaza y Janes, Barcelona, 1985, p.48.
5
Sánchez, Azcona, Jorge, Ética y poder, Porrúa, México, 1998, p.26.
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una condición innata que le permite una organización y una jerarquización de la
sociedad, sin importar el grado de desarrollo de la misma.
A comienzos del siglo XXI la política 6 , como dimensión humana del poder, se rechaza la
forma de hacer política, y muchos ciudadanos consideran que no mejora la vida y está
anegada de falsía y corrupción. En las personas prima la ilusión de mejorar su vida
cotidiana, pero fuera de la esfera pública de la política. Uno de los grandes desafíos de
la era actual consiste en superar este encierro en lo privado y revalorar la política como
acción creadora y liberadora para forjar sociedades con solidaridad, justicia y libertad.
El propósito fundamental de nuestras acciones será poner en práctica una nueva forma
de hacer política y con ello, generar una dinámica de gobernabilidad democrática y de
respeto en el Estado de Derecho. En la percepción colectiva, la política se ha alejado de
las demandas de la gente y no le ha retribuido beneficios concretos.
6
Cariacedo, José Rubio et al, Retos pendientes en ética y política, Trotta, Madrid, 2002, p.82.
7
Zigmunt, Bauman, En busca de la política, FCE, México, 1997, p.41.
7
particulares y por lo tanto, es una tarea que se debe asumir con responsabilidad.
Reivindicar la política implica diálogo, debate, discernimiento, pluralismo, en la
búsqueda del camino del consenso y la legitimidad de las definiciones que reflejan el
verdadero mandato popular.
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Un estado sin instituciones fuertes o sin credibilidad es un estado a la deriva.
Recordemos que la existencia de instituciones sólida es la prueba cotidiana por la que
atraviesa y juega el desempeño de cualquier gobierno, sin importar las siglas partidistas
de la cual provenga.
Así la democracia ha de ser un orden social que cree las condiciones que hacen
efectivas la libertad, la igualdad y la solidaridad, para posibilitar que las personas
puedan desarrollar su autonomía individual y realizarse como seres comunitarios. La
ética exige del propio Estado democrático, de sus instituciones y procedimientos, la
promoción eficaz del "bien común" y la liberación de las diferentes formas de
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servidumbre económica y social, es decir, la mejora de las condiciones de la vida
humana. En este sentido la democracia es el régimen más exigente que existe y, por
tanto, la pobreza y la marginación -tan corrientes en las sociedades desarrolladas- son
la negación radical del orden democrático.
Pero la democracia exige también un comportamiento y una actitud ética por parte de
los ciudadanos. Si los valores éticos no son cultivados por la ciudadanía, la democracia
está en peligro.
Pero a la vez la democracia pide convicciones para sostenerla y orientar las prioridades
entre valores concurrentes. Por tanto, a los procedimientos hay que añadir el
contrapeso de los valores que dan contenido a las propias acciones. Esto hace que no
sea suficiente la existencia de procedimientos correctos, sino que, al calificar un régimen
de democrático, tengamos que valorar también los resultados conseguidos, que han de
posibilitar el desarrollo personal y grupal.
Los partidos políticos, cada vez más centralizados y burocratizados, se han convertido
en instrumentos destinados a crear consenso alrededor del programa de una élite, y se
ha perdido buena parte de su función de socialización política. Su pérdida de radicalidad
y coherencia ideológica con el fin de ajustarse al mercado político hace que no tengan
proyectos movilizadores y lleva a una excesiva uniformidad de la "clase" política, en
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contraste con el pluralismo social existente. Como consecuencia, la vida política no es
un reflejo de los conflictos sociales, sino de los conflictos entre las élites dirigentes de
los propios partidos, que van distanciándose progresivamente de las bases y de las
necesidades reales de la población.
Por todas estas razones, es preciso tomar medidas para vitalizar la democracia 8 , para
que ésta entre también en las estructuras de poder y se puedan fomentar políticas
verdaderamente integradoras. En este sentido, es preciso abrir el Estado a la sociedad,
haciendo entrar la soberanía popular en todas las instituciones como principio supremo
de legitimidad, y proceder a la reforma de las estructuras jurídicas que dificultan la
participación ciudadana y favorecen el distanciamiento de los órganos de poder y su
utilización en beneficio de una minoría.
8
Vargas Machuca-Ortega, Ramón, “Ideas de democracia y prácticas de partido: El futuro incierto de la
representación política” en Revista Internacional de Filosofía Política, Universidad Nacional de Educación a
Distancia y Universidad Autónoma Metropolitana, Junio, 1997. 25.
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El sistema de partidos 9 , característico de la política moderna, muestra cada vez más sus
contradicciones, y esa crisis se proyecta sobre el propio sistema de democracia
representativa. Pero no por ello se ha de caer en la descalificación fácil o en su
infravaloración, porque tal modo de proceder no contribuye a fortalecer la democracia
sino a preparar el terreno al autoritarismo. Por tanto, nuestra crítica ha de orientarse
hacia una transformación de la estructura de los partidos y de su política.
9
García Cotarelo, Ramón, Los partidos políticos, Madrid, Sistema, 1985.
10
R. Dahl, La democracia y sus críticos, Paidós, Barcelona, 1992, p.83.
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control de su financiación -para hacer frente a la corrupción política-, y a la promoción
de una política más "vocacional" con el fin de devolver la credibilidad a las instituciones
y a sus representantes.
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Bibliografía
Cariacedo, José Rubio et al, Retos pendientes en ética y política, Trotta, Madrid, 2002.
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