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PRESENTACION
En este documento, se han incluido algunos temas que tienen que ver con los avances
conceptuales que el sistema de regulación ha logrado asimilar como parte del proceso de
desarrollo normativo e institucional. De este modo, hacemos énfasis en la profundización
del Estado de Derecho, marco indispensable para que la regulación pueda funcionar
adecuadamente, lo que implica cambios de mentalidad de los reguladores y regulados, sin
los cuales los nuevos paradigmas de un modelo de libre mercado no se podrían dar
retrasando su proceso o, lo que es peor distorsionando su desarrollo y produciendo
ineficiencias y asimetrías socialmente peligrosas.
Hemos titulado este libro "Sistema de Regulación Financiera: Marco Conceptual y Guía del
Procedimiento Administrativo", donde se incluyen algunos aspectos doctrinales que
involucran nuestros procedimientos administrativos, cuya mecánica si bien es simple,
conceptualmente tiene la solidez necesaria para permitir el ejercicio de los derechos del
regulado y, sobre todo, para que exista la seguridad jurídica requerida en una economía
donde es importante el riesgo, la creatividad y la confianza.
A. Gobernabilidad
En Bolivia después de una hegemonía político-militar, que duró casi dos décadas, dentro
del marco de una economía predominantemente estatal y luego de haberse restablecido la
democracia a fines de 1982, se produce a partir del año 1985 un cambio radical en el
modelo económico, orientado hacia una amplia apertura del mercado y del comercio
exterior, con modificaciones paulatinas de tipo institucional y jurídico, compatibles con ese
radical viraje.
En efecto, junto al control del proceso hiperinflacionario de los años 80, cuyas raíces datan
de los problemas estructurales surgidos a mediados de la década del 70 y que culminan con
toda su fuerza en 1985, se inicia un riguroso proceso de ajuste fiscal y de privatización de
las empresas públicas, con distintos matices y modalidades.
Era un claro proceso de reversión y de transferencia del patrimonio privado al Estado, que
se expande a otros sectores de la economía con la creación de empresas públicas, sean de
servicios o de producción, dejando al sector privado algunas áreas limitadas, básicamente
de tipo comercial, como la importación de alimentos, materias primas y equipos,
especialmente para el sector público empresarial. La inversión pública, representó durante
todo este proceso que duro más de 40 años (1952-1995) un 70% del total.
En ese contexto, las empresas públicas que fueron objeto de la capitalización, pasaron a ser
administradas por empresas extranjeras transnacionales que, a su vez, de acuerdo a lo
pactado con el gobierno, debían realizar inversiones adicionales para expandirías y
modernizarlas.
Sin duda estamos frente a un momento histórico difícil de asimilar, debido a que el cambio
del papel del Estado supone un escenario político y social distinto al que se había vivido
por más de una generación, en el que, esta vez, la sociedad debe asumir responsabilidades
que en el pasado estaban restringidas o eran inexistentes. En este nuevo esquema, es
necesario reconocer que el Estado ha sido transformado en función de objetivos limitados y
específicos, mientras que la sociedad ahora responde a una ordenación abierta y sin límites
prefijados, dentro de un determinado marco jurídico.
En consecuencia, con estas actitudes que crean falsas expectativas y, lo que es peor,
frustraciones colectivas, al manifestarse en tensiones o presiones sociales de hecho, generan
un clima general adverso que aleja aún más las posibilidades para que la sociedad asuma
sus compromisos y responsabilidades.
No hay duda que en una sociedad mínimamente civilizada y, mucho más aún, en un mundo
globalizado donde existen tantas asimetrías o desigualdades, se requiere de la presencia del
Estado, cuya creación o transformación, al no ser una casualidad histórica ni un capricho
organizativo, asume potestades y tareas que la propia sociedad le asignó a través de los
mecanismos democráticos.
Por ello, en el actual contexto, es fundamental tomar conciencia que el Estado, al margen
de sus responsabilidades básicas en materia de salud, educación, infraestructura y apoyo
social, debe limitarse a garantizar la seguridad, sostener los derechos, permitir los
intercambios e imponer el cumplimiento de los contratos y, si se quiere ir más lejos, velar
por una mejor distribución de la riqueza.
En ese contexto, no hay duda que el cumplimiento de las leyes representa una necesidad
indispensable para la gobernabilidad, que no es fácil de lograr debido a que la sociedad,
frente a la desconfianza en los mecanismos públicos y en quienes los ejercen, ante la
inexistencia de pesos y contrapesos institucionales, prefiere optar por la práctica del juego
de presiones, especialmente las de hecho que, al constituirse en un factor de perturbación
social permanente, pueden llegar al extremo de hacer tambalear la estabilidad de un
gobierno y de las propias instituciones democráticas.
Peor aún, si las competencias de los distintos Poderes del Estado e instituciones no están
claras, motivo por el cual, los grupos sociales al no contar con los procedimientos
administrativos pertinentes para demandar sus derechos y evitar excesos de poder o de
discrecionalidad pública, optan por actuar directamente, enfrentando al gobierno a través de
la presión o el desprestigio institucional, restándole credibilidad, con lo que se impide o
limita las posibilidades de construir un ordenamiento jurídico eficaz, donde el Estado solo
dosifique, mida y cuantifique su intervención, tanto para cada una de sus instituciones
como para su actuación conjunta.
Los países con estructuras económicas y sociales débiles aún no se han dado cuenta que la
liberalización y globalización de la economía está desatando fuerzas económicas poderosas,
que causan temor y desconfianza, razón por la cual los gobiernos y los Estados buscan una
respuesta que sólo puede estar en el plano institucional, creando equilibrios que impidan un
excesivo poder, válvulas de escape que eviten el recalentamiento (inflación) o enfriamiento
(deflación) de la economía, y mecanismos reguladores que permitan el libre accionar de los
operadores, dentro de los limites de la legalidad y la seguridad jurídica.
Es en este entorno de transformaciones que surgen los sistemas de regulación, que marcan
claramente el tránsito de un "Estado Productor o Gestor" a un "Estado Regulador y
Normativo", creando, como toda reforma estructural, espacios de debate y de conflictos
político-sociales que resultan sensibles a la gobernabilidad y estabilidad democrática, por lo
que es necesario analizar y aclarar adecuadamente este proceso, a fin de viabilizar su
marcha y, sobre todo, de hacerlo socialmente beneficioso.
B. Fundamentos de la Regulación
En el siglo que acaba de concluir hubo tres grandes eclosiones históricamente distintas, en
las que se racionalizaron respuestas de tipo económico y social para hacer frente a
situaciones nuevas o inéditas, siendo importante, en todos los casos, el modo en que
interaccionaron el Estado y la economía.
La primera, surge en los años 29 con la "Gran Depresión", con efectos generalizadores a
nivel del planeta. La segunda, en los años 60, en los que se agotan los esfuerzos por
mantener un ritmo de crecimiento sostenido, basados en un excesivo protagonismo del
Estado y de las tecnocracias y la tercera, en los 90, cuando la globalización e
internacionalización de la economía se expande rápidamente, liberalizando fuerzas
económicas que estaban reprimidas o que se habían conformado con el fácil papel de
rentistas del Estado.
Ciertamente la represión financiera, en el pasado, fue utilizada por el Estado con el fin de
crear las condiciones favorables para el financiamiento de sus programas y proyectos,
pretendiendo, al mismo tiempo, la orientación en el uso del crédito de parte del sector
privado. Sin embargo, por razones estructurales, esta política derivó en la mala asignación
de los recursos, privilegiando tan solo a los grupos de poder político y empresarial,
creando, asimismo, mercados especulativos que al final requirieron nuevamente la
intervención del propio Estado, especialmente para que los depositantes no pierdan su
dinero y que no cunda el pánico generalizado, bajo la premisa del resguardo del bien
común.
Según el FMI, en términos de crisis financieras, entre 1975 y 1997 ocurrieron 158 de tipo
cambiario, 54 bancarias y 32 casos combinados de crisis bancaria y cambiaría, con un costo
social y económico de más de un 10 % del PIB, fenómeno del cual Bolivia no escapó, con
una factura equivalente al 8% del PIB.
Sin embargo, esta actuación no solo obedecía a la política demagógica de precios bajos, en
el caso de los servicios básicos, sino que también favorecía básicamente a grupos de interés
relacionados en torno a cada empresa pública. De esta manera, los empresarios ligados
política y empresarialmente a los gobiernos de turno y los propios funcionarios, sean
ejecutivos, líderes sindicales o trabajadores, conformados en torno a lo que se denominó las
"burguesías burocráticas", se organizaron para apropiarse del excedente económico estatal,
dejando reducidos remanentes al Tesoro Nacional.
Tampoco hubieran surgido entidades financieras creadas para la especulación, que al estar
al margen de la regulación, provocaron severas perdidas y desconfianza en los ahorristas
del sistema financiero, debido a que con este fenómeno y los que desencadenaron las crisis,
la confianza del ahorrista solo se recuperó encareciendo el costo del dinero por encima del
promedio internacional, con el consiguiente perjuicio para las economías internas y la
competitividad en el mercado externo. Además del efecto que tiene el alto índice de
"Riesgo País", sobre los depositantes y tomadores de créditos.
Efectivamente, la potestad del Estado para establecer normas y regulaciones que protejan a
los operadores y usuarios, sea en el campo de los servicios públicos o financieros ha sido
hasta ahora débil, aunque bastante menos con respecto al pasado, dando lugar a que persista
la incertidumbre en el mercado, provocando ampliación de los márgenes de riesgo, que
explican la inexistencia de una mayor presencia de inversiones privadas nacionales y
extranjeras, orientadas hacia otros sectores que no sean los tradicionales o donde existe un
mercado definido como sería, por ejemplo, la exportación del gas al Brasil, luego de arduas
negociaciones y convenios binacionales.
En Bolivia todavía no existe una adecuada comprensión y aceptación por parte de los
agentes económicos y de la sociedad respecto al papel que juega el sistema de regulación,
persistiendo actitudes que contribuyen al ahondamiento de la desconfianza, donde son muy
frecuentes los artificios judiciales, la impunidad frente a la ley, o las protecciones políticas
y sociales, que solo provocan una resistencia de la sociedad hacia las instituciones públicas
y evita la solución de los conflictos por la vía judicial o administrativa, donde existen todos
los mecanismos para una efectiva aplicación de la justicia y la seguridad jurídica.
Estas razones nos llevan a pensar que la regulación no solamente es un objetivo económico,
sino también debe ser, parte fundamental de una "filosofía política y social", en la que los
administradores públicos, en su calidad de servidores y los actores sociales, en su calidad
de productores de bienes y servicios, estén plenamente conscientes de los límites de la
legalidad, la misma que estaría en función del bien común.
Sin duda se trata de un proceso que aún está en una etapa inicial de desarrollo, que debe ser
visto como una especie de "Nuevo Contrato Social", en el cual el Estado, cumple con su
tarea de normar y de hacer cumplir las normas, dentro los estrictos limites de su
competencia y, los agentes económicos realizan sus actividades libremente, observando
rigurosamente las reglas del juego, sin asumir comportamientos de hecho o de una presión
indiscriminada, al margen del ordenamiento jurídico e institucional. En otras palabras,
utilizando los recursos, procedimientos e instituciones previstas para que la sociedad ejerza
plenamente sus derechos en el marco de un Estado de Derecho.
C. Estado de Derecho
Por ello se habla de un nuevo contrato social, para que se comprenda definitivamente que la
relación entre el Estado y la sociedad, antes que nada, es una "relación jurídica". Es decir,
que en la relación entre el regulador y regulado, al ser jurídica, debe eliminarse el temor
que tienen los operadores de la supuesta concentración del poder de los reguladores, que les
inhibe apelar o de ejercer sus derechos a través de un recurso de apelación o jerárquico o, si
se quiere llegar a un extremo, de un contencioso administrativo.
En América latina y en particular en Bolivia, los principios que dan sentido al concepto de
Estado de Derecho, no están suficientemente enraizados, todavía son frágiles y precarios en
nuestra tradición histórica. La pálida presencia de una sociedad que todavía no puede
sentirse orgullosa de su obrar independiente respecto al Estado, y que aún no es capaz de
ponerse de acuerdo sobre las condiciones y mecanismos adecuados para el desarrollo auto-
sostenido de su economía de mercado, recurriendo al tutelaje Estatal o al favor público,
confirma lo anteriormente dicho.
El adecuado ejercicio de las potestades del Estado, que le son inmanentes y que son
ejercidas a través de sus órganos, sólo será posible en la medida en que haya una mayor
fortaleza en sus instituciones, que deben ser administradas con capacidad, idoneidad y
autoridad, debido a que, en última instancia, son los garantes del Estado de Derecho,
comprendido como la vigencia plena de las leyes.
Además, la existencia de una clara relación jurídica entre la administración del Estado
(Poder Ejecutivo) y la sociedad, asegura la conducta predecible de los agentes económicos
y la confianza del público, debido a que la seguridad jurídica es la única garante para la
continuidad de los mercados y el desarrollo pleno de las actividades económicas.
Nuevos Paradigmas
Estamos, en consecuencia, ante la necesidad superar antiguos paradigmas, en los cuales era
muy importante lograr un paralelismo entre la RACIONALIDAD ECONOMICA y la
RACIONALIDAD SOCIAL, donde la lógica económica debía coincidir con los valores y
actitudes de la sociedad.
Sin embargo, por el peso que adquirió el Estado en la vida económica y las actitudes,
especialmente de las burguesías burocráticas, éste se desenvolvió en una especie de
relación de dominación-subordinación, que era ejercida a través de sus diferentes órganos y
funcionarios, con un carácter más bien autoritario y fiscalizador, como un medio para
garantizar el cumplimiento de los objetivos trazados a nombre de la sociedad.
En este caso la relación de los actores de la regulación, tiende a trasladarse, del concepto de
poder absoluto hacia una relación de derechos y obligaciones, tanto del Estado como de la
sociedad, sobre la base de principios, reglas y técnicas, como esencia del Estado de
Derecho.
Al respecto, el jurista español, Gaspar Ariño Ortíz, ilustra esta situación, con el siguiente
comentario "En la moderna regulación de los servicios públicos, hay que distinguir dos
cosas, ambas importantísimas: el régimen legal, teórico, y la práctica regulatoria. El
régimen jurídico o esquema regulatorio, definidor de los derechos y deberes de los
operadores - autoridades, concesionarios y gestores, usuarios - es fundamental".
"Debe ser claro, estable, equilibrado, debe contener reglas y principios creíbles que inspiren
confianza a los operadores, pero, por su propia naturaleza, no definen con precisión
soluciones cerradas a los múltiples conflictos que la realidad ofrece, sino que han de
formular criterios flexibles de actuación en función de los objetivos - éstos sí firmemente
asentados - y de las circunstancias del momento",
Situación que debe preocuparnos, ya que hay que recordar que la Administración del
Estado es la institución que tiene la capacidad de intervención en el mercado, estableciendo
reglas del juego y políticas públicas, limitando su funcionamiento, corrigiendo sus
imperfecciones, protegiéndolo u orientándolo en lo que corresponde.
Tampoco los agentes privados han superado su tradicional visión de concebir al Estado
como una institución ajena a sus fines y principios, pero muy útil para resolver sus
quebrantos, como si se tratara de una mera construcción institucional realizada por otros
actores sociales, particularmente políticos y no como un producto histórico de la sociedad
de la cual forman parte. Por ello, practican el seudo-paradigma de "hecha la ley, hecha la
trampa", olvidando que no solo deben cumplir con su función productiva, sino que también,
junto con el Estado, deben contribuir al bien común.
En nuestro continente, así como en Bolivia, como primero se han dado los hechos, sean
éstos políticos o sociales y luego ha venido la norma, con rezago y vacíos propios de
nuestro incipiente desarrollo jurídico, especialmente en el campo administrativo, es
necesario un adecuado desarrollo normativo interno que permita ajustes y supere vacíos
que, generalmente, se han resuelto dando amplios márgenes de discrecionalidad al
administrador, con el consiguiente peligro que ello implica.
Por esta razón, a fin de dotar al mercado de todas las características de transparencia y
competitividad requeridos, la sociedad debe hacer uso de las instituciones y de los
mecanismos legales disponibles, a fin de que la práctica jurídica, sea el camino mas
adecuado para perfeccionar las normas y eliminar los vacíos existentes. Sin perder de vista
que en el mundo del presente, los resultados ya no pueden ser vistos con una óptica
puramente económica o jurídica, ya que ambos conceptos, junto con el avance de la ciencia
y la tecnología, están plenamente confundidos.
II. Nuestros referentes doctrinales
A. Acto Administrativo
El Derecho Administrativo solo puede existir allí donde hay un Estado organizado, puesto
que como dice el tratadista Hans Kelsen, "el Estado no es otra cosa que la personificación
del orden jurídico". El Estado es una creación organizada, jurídica y políticamente por la
sociedad, con el fin de garantizar a sus miembros una pacífica convivencia, seguridad, y la
satisfacción de aquellas necesidades y servicios que individualmente no podrían alcanzar.
Para ello, se dota al Estado de una "potestad pública" que, además de garantizar su propia
existencia, le permita cumplir los fines para los que ha sido creado. Con este propósito está
dotado de poderes sometidos a un ordenamiento legal, el mismo que constituye el elemento
fundamental de un Estado de Derecho.
En consecuencia, para que exista el acto administrativo es necesario que sea efectuado por
un funcionario debidamente competente, para cuyo efecto debe ser elegido o nombrado de
acuerdo al ordenamiento jurídico existente para este efecto. Este funcionario, solo debe
operar según el mandato otorgado, en un determinado lugar o territorio, durante el tiempo
que dure el ejercicio de sus funciones y atendiendo la materia de la que es responsable.
Por otra parte, el acto administrativo debe ser producto de una decisión libre y
voluntariamente asumida por el administrador, tener un motivo lícito, no ser contrario a la
norma jurídica, ser materialmente posible y encuadrarse a los fines que persigue el Estado.
El acto administrativo puede realizarse mediante una declaración jurídica especial o una
decisión concreta, ajustada a la ley, o a las limitaciones de la potestad discrecional
administrativa que tenga el órgano que lo realiza.
B. Procedimiento Administrativo
En el Estado de Derecho, las funciones de los órganos constitutivos del Estado exigen la
existencia de diversos procedimientos que, desde un punto de vista jurídico, se manifiestan
a través de principios, reglas y conductas específicas. De este modo, se tiene el
Procedimiento Legislativo, que regula la función para la elaboración de las leyes, el
Procedimiento Judicial, que norma la función mediante la cual se vigila su aplicación, y el
Procedimiento Administrativo, que establece las normas jurídicas conforme a las cuales
deben funcionar los órganos del Poder Ejecutivo (Administración Pública), en su
relacionamiento con los administrados.
a) Legalidad.
b) Informalismo.
No son de cumplimiento obligatorio las formas no esenciales del procedimiento, las que
pueden ser subsanadas sin afectar el derecho de terceros.
d) Publicidad.
El procedimiento administrativo debe ser público, salvo que existan razones que justifiquen
que sea realizado con reserva.
e) Debido Proceso.
Entendido como el respeto integral al derecho de los administrados a ser oídos, a ofrecer y
producir pruebas, a obtener una decisión fundada y a impugnar las decisiones de la
administración.
g) Silencio Administrativo.
C. Recursos Administrativos
En nuestro país hasta hace pocos años, no existían disposiciones precisas sobre los recursos
administrativos, tanto es así que no había legislación sobre los recursos jerárquicos. Es mas,
en determinadas áreas de la administración se establecieron muy rudimentariamente los
recursos de reconsideración y de apelación, sin una adecuada reglamentación. Incluso en
algunos casos, a falta de normas expresas se establecía la aplicación de las normas del
derecho común por el principio de la analogía jurídica, que lastimosamente sembraron
mayor confusión y desorden, con el resultado, de que la ciudadanía simplemente no
utilizaba los recursos administrativos. Por esta razón, se siguen haciendo esfuerzos por
avanzar en el desarrollo normativo en estas materias, para lo cual se requiere del concurso
de la sociedad.
Los primeros, tienen la función principal de atender las apelaciones de los operadores o
usuarios, a través de un Recurso Jerárquico, luego del cual, si el recurrente considera que
no se obró adecuadamente en su caso, puede recurrir a la Corte Suprema de Justicia, como
se dijo anteriormente, en un nuevo proceso, que es el Contencioso Administrativo. Los
segundos, están encargados de la regulación o supervisión directa a nivel sectorial, en el
marco de la ley que dio lugar a su creación. En consecuencia, en el sistema de regulación se
han establecido los pesos y contrapesos necesarios, siendo en el sector financiero, la
Superintendencia de Recursos Jerárquicos, la que está puesta para garantizar el adecuado
cumplimiento de las normas en el sistema.
D. Contencioso Administrativo
Existen, por lo tanto, dos vías para garantizar la seguridad jurídica. Es decir, una vez
agotada la vía administrativa, donde preferentemente deberían resolverse los conflictos, se
abre la posibilidad de pasar a la vía judicial, donde se da lugar a un proceso Contencioso
Administrativo, que sale del marco administrativo, bajo el supuesto de que el Poder Judicial
actuará con independencia de los intereses contrapuestos entre administrado y el
administrador (Poder Ejecutivo), quién actuará en este proceso, en igualdad de condiciones
que el particular demandante. El requisito básico para que este control judicial pueda ser
interpuesto es que se hubieran agotado todos los recursos e instancias administrativas.
En ese diseño original el Superintendentes General del SIREFI, además de atender las
apelaciones, fiscalizaba a las Superintendencias Sectoriales y mantenía control
administrativo sobre las mismas, lo que no ocurre al presente, donde cada institución goza
de plena autonomía de gestión. Al crearse la Superintendencia de Recursos Jerárquicos, se
suprimió la función fiscalizadora que tenía el anterior Superintendente General, con el
objeto de evitar cualquier opinión o juicio que pudiera empañar la seguridad jurídica, en un
sector tan sensible como es el financiero, donde existe plena libertad de mercado.
B. Sistemas de Regulación
En Bolivia, existen tres sistemas regulatorios, que abarcan diversos sectores y enfrentan
distintos tipos de problemas, por lo que sus características son particulares, aunque con
similares principios y doctrina administrativa. De este modo, el primer sistema surgido en
1995, cuando se traspasan las principales empresas del Estado, está orientado básicamente
hacia la regulación de las empresas de servicios públicos y de las empresas de producción
de hidrocarburos. Se trata del Sistema de Regulación Sectorial (SIRESE), compuesto por
un Superintendente General y las Superintendencias, de Hidrocarburos, Electricidad,
Comunicaciones, Transporte y Servicios Básicos.
A. Naturaleza institucional
MISION
B. Objetivos institucionales
· Resolver, dentro del marco legal y en los plazos previstos, los Recursos Jerárquicos
interpuestos, por parte de operadores y/o usuarios contra las resoluciones de las
Superintendencias Sectoriales.
C. Estructura organizativa
La SRJ, organizada mediante Decreto Supremo 25207 del 23 de octubre de 1998, tiene tres
niveles funcionales para desarrollar los diferentes objetivos que se ha trazado y que forman
parte de su misión institucional. De este modo en el Nivel Técnico, cuenta con dos
Intendentes, uno Legal y otro Técnico, que son apoyados, en el primer caso, por dos
especialistas jurídicos y un analista jurídico - administrativo y, en el segundo, por cuatro
especialistas en las áreas de la banca, seguros, pensiones y valores.
V. Nuestro procedimiento
A. Marco legal
a) Normas Generales
- Código de Comercio.
b) Normas Sectoriales:
- Ley de Pensiones.
- Ley de Seguros.
c) Norma Reglamentaria:
B. Normas procesales
Los plazos de todas las actuaciones de los recursos ante las Superintendencias del SIREFI
se computan en días hábiles administrativos, entendiéndose como tales, los días
comprendidos entre lunes y viernes, con excepción de los feriados nacionales y
departamentales, los feriados bancarios o los equivalentes dispuestos por las
Superintendencias Sectoriales.
Los plazos para el recurrente, se computarán a partir del día hábil administrativo siguiente
al de la puesta en su conocimiento, mediante notificación directa o publicación. Los plazos
se contarán en días hábiles administrativos ampliándose en cinco (5) días para actuaciones
que deban realizar personas domiciliadas en distritos diferentes al del domicilio de la
Superintendencia correspondiente. Los plazos se cumplen el día hábil administrativo
siguiente a su vencimiento.
Los plazos no podrán suspenderse salvo que el recurrente no hubiera podido consultar el
expediente o los antecedentes, en cuyo caso, los plazos para interponer recursos se
computarán desde la presentación escrita de la solicitud para ver el expediente, hasta que el
mismo sea puesto a su disposición, lo que deberá constar mediante notificación escrita
practicada para el efecto.
2. Notificaciones
Los actos que deben ser notificadas al operador y/o usuario, son aquellas que concluyen un
procedimiento (Resoluciones Administrativas definitivas), las que disponen citaciones o
emplazamientos y las que ordenan que los afectados presenten pruebas.
Las notificaciones que deban ser efectuadas personalmente o aquellas referidas a cargos y
sanciones, deben efectuarse mediante comunicación escrita, citando al presunto infractor,
con el objeto de que se presente en la Superintendencia Sectorial para tomar conocimiento
y quedar notificado. En caso de falta de comparecencia a la segunda citación, el presunto
infractor se considerará notificado.
C. Resoluciones Administrativas
Las resoluciones de alcance general producen sus efectos a partir del día hábil
administrativo siguiente al de su notificación o publicación y aquellas de carácter
particular, a partir del día hábil administrativo siguiente al de la notificación del interesado.
Todas las resoluciones emitidas por los Superintendentes Sectoriales del SIREFI gozan de
presunción de legitimidad y fuerza ejecutoria y pueden ejecutarlas por sus propios medios,
inclusive con el auxilio de la fuerza pública. Las resoluciones dictadas como producto de
procedimientos de infracciones y sanciones deberán contener las modalidades de su
ejecución y, en su caso, el plazo para cumplirlas.
Los Superintendentes podrán rectificar de oficio los errores formales sin alterar
sustancialmente la resolución. Asimismo, los afectados podrán solicitar dentro de los tres
(3) días hábiles administrativos siguientes a su notificación, la aclaración de
contradicciones, ambigüedades y suplir omisiones sin alterar la sustancia de la resolución,
debiendo el Superintendente resolver la aclaración a los cinco (5) días hábiles'
administrativos siguientes a su presentación, suspendiéndose los plazos para interponer los
Recursos de Revocatoria y Jerárquico.
D. Recursos Administrativos
Cuando se considere que alguna Resolución Administrativa causa perjuicio a los derechos
subjetivos o intereses legítimos de los operadores o usuarios del sistema financiero, se abre
el ámbito de los procedimientos recursivos o de impugnación. De esta manera surgen los
Recursos Administrativos de Revocatoria y Jerárquico.
2. Domicilio
3. Irrecurribilidad
4. Recurrentes
En los Recursos Administrativos del SIREFI pueden ser recurrentes las personas
individuales o colectivas, publicas o privadas, que invoquen un derecho subjetivo o interés
legítimo relacionado con la materia del recurso.
5. Unificación de Representación
6. Tipos de Resoluciones
E. Recurso de Revocatoria
1. Procedencia
El Superintendente Sectorial deberá resolver el recurso dentro de los veinte (20) días
administrativos siguientes de la interposición del recurso. En ese término podrá solicitar la
producción de prueba para contar con mayores y mejores elementos de juicio.
3. Efecto Devolutivo
Todos los recursos contra resoluciones emitidas por las Superintendencias del SIREFI
tienen efecto devolutivo, que en los hechos implica que no se suspenden los efectos de la
resolución impugnada, debiendo la autoridad recurrida lograr su cumplimiento, sin
perjuicio de dar curso a la interposición del recurso jerárquico. Es decir, el Recurso
Jerárquico no tiene carácter suspensivo de la resolución impugnada.
F. Recurso Jerárquico
Radicado el proceso en la SRJ, el recurrente podrá revisar el expediente dentro de los cinco
(5) días hábiles administrativos, a fin de advertir cualquier posible omisión de
documentación, caso en el cual podrá solicitar al Superintendente de Recursos Jerárquicos
requiera al Superintendente Sectorial, la documentación extrañada, quien deberá hacerlo en
el plazo de 2 días hábiles administrativos. La SRJ también puede requerir de oficio a las
Superintendencias Sectoriales, al recurrente y a otras instituciones, información
complementaria necesaria para la resolución del recurso jerárquico, durante el plazo
establecido para el efecto.
3. Resolución
G. Criterios Operativos
Para que los Recursos Administrativos sean tratados de manera ágil y eficiente, es
necesario que las Superintendencias Sectoriales y, en su caso los recurrentes, tomen en
cuenta las siguientes formalidades para su presentación:
1. Foliación o numeración
Los documentos que formen el expediente deben ser correcta, clara y visiblemente foliados,
donde el actuado mas antiguo corresponda a la primera hoja y el actuado mas reciente a la
última hoja, es decir, la foliación debe ser secuencial.
En caso de existir errores en la foliación, deben ser debidamente señalados mediante la
incorporación de una nota aclaratoria en la misma hoja.
Los documentos que contengan carátulas u hojas en blanco serán foliados de la misma
forma, al igual que aquellos que contengan anexos como fotografías, facturas,
comprobantes u otros, sin importar su tamaño.
Los documentos que formen parte del expediente deben ser legibles, en su caso originales
y, cuando corresponda, copias debidamente legalizadas por los funcionarios competentes,
conforme a disposiciones legales vigentes. Las copias ilegibles serán devueltas a la
Superintendencia Sectorial para que realice la correspondiente sustitución.
4. Duplicados
5. Recepción de expedientes
Todos los documentos, solicitudes, memoriales o cartas presentados por los recurrentes
ante cualquier Superintendencia Sectorial del SIREFI, deben llevar el sello de recepción
(cargo) que acredite hora, lugar, fecha y receptor del documento.
6. Audiencia Pública
Los recurrentes podrán solicitar a la Superintendencia de Recursos Jerárquicos, día y hora
para audiencia pública, con el objeto de ampliar o precisar argumentos sobre el recurso
interpuesto.