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Como sabemos, la Biblia Católica consta de 73 Libros y por ello mismo la Iglesia les da el
nombre de CANÓNICOS, por ser sagrados e inspirados por Dios. Y estas son regla o norma
bíblica (kánon, en griego) porque fueron reconocidos por la Iglesia Católica como criterio en la
formación y vivencia de nuestra fe. Dentro de los libros de la Biblia se destaca a un grupo de
libros a los cuales la Iglesia les da el nombre de Protocanonicos (proto: primero). Es decir, que
desde el principio de la Iglesia, fueron aceptados como Sagrados; y son los siguientes:
Génesis 1 Reyes Eclesiastés Habacuc
Éxodo 2 Reyes Cantar de los Daniel
Cantares
Levítico 1 Crónicas Isaías Oseas
Números 2 Crónicas Jeremías Joel
Deuteronomio Esdras Lamentaciones Amós
Josué Nehemías Ezequiel Sofonías
Jueces Ester Abdías Ageo
Rut Job Jonás Zacarías
1 Samuel Salmos Miqueas Malaquías
2 Samuel Proverbios Nahum
Se llama deuterocanónicos (deutero: segundo) o segunda regla o norma bíblica, a aquellos libros
sobre los cuales se tuvieron algunas dudas si eran sagrados o no sagrados como los demás. La
Iglesia siempre los consideró y los ha ido leyendo como Sagrados; y son los siguientes:
Tobías Sabiduría Eclesiástico II Macabeos
Judit Baruc I Macabeos
También se les reconocieron como deuterocanónicos las adiciones a los libros de Daniel y Ester.
De esta misión nace el derecho que la Iglesia tiene de proclamar la Palabra de Dios por cuanto
es depositaria del tesoro Sagrado de la Revelación, única y autentica interprete de la Biblia. Este
ejercicio de enseñanza autorizada e infalible de la iglesia se define como MAGISTERIO
ECLESIÁSTICO.
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Este mal se acentuó con la Reforma Protestante (contrarios a la Iglesia) insistían el “derecho” de
una interpretación personal de las Sagradas Escrituras.
Sin embargo, la Biblia sólo se interpreta correctamente dentro de la Iglesia, pues Dios no
entrego (conviene repetirlo) al individuo, sino a la comunidad, a la IGLESIA fundada por
Jesucristo sobre Pedro y asistida por el Espíritu Santo. He aquí pues, una gran diferencia con los
Protestantes.
Los protestantes carecen de un Magisterio autorizado para interpretar las Sagradas Escrituras, de
manera que sus enseñanzas son libres y con riesgo de caer en el error y conducir a los demás al
error de interpretación.
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En las Biblias protestantes faltan siete libros completos del Antiguo Testamento (Tob, Jud, Bar,
Sap, 1-2 Mac) y parte del de Ester (est 10,4 – 16-24) y de Daniel (Dan 3,24-90; 13-14), A estos
libros y partes, los católicos los llamamos libros deuterocanónicos, y los protestantes les dan el
nombre de apócrifos. Estos ya lo sabemos. Pero, ¿Por qué esta diferencia en cuanto al número
de los libros sagrados? Es a esto precisamente a lo que suele llamar “el problema de los libros
deuterocanónicos” o, en forma más amplia, la cuestión del Canon de la Biblia. Aquí, canon
significa catálogo de libros. Este es un problema histórico-teológico y por tanto, muy complejo
resumiendo mucho, podríamos decir lo siguiente:
El cristianismo nace en Jerusalén con Jesucristo, dentro del pueblo judío. La religión del pueblo
judío tiene su base en los acontecimientos y doctrina contenidos en los libros del Antiguo
Testamento (AT). Y el cristianismo recibe el AT de los judíos.
Pero resulta que, al tiempo del nacimiento del cristianismo, había dos grandes centros religiosos
del Judaísmo: el de JERUSALÉN, (en palestina-Israel), y el de ALEJANDRIA (en Egipto). En
ambos lugares tenían autorizada y legítimamente, los libros del AT. En Jerusalén, en Hebreo-
arameo. En cambio, en Alejandría, en griego. La inmensa mayoría de los libros en griego, los
habían traducido de los originales en Hebreo. Esta traducción se hizo entre los años 250 y 150
antes de Cristo, y, según una leyenda, la realizaron setenta ancianos peritos en ambas lenguas, y
por eso a esta traducción griega de Alejandría se le llama también la versión de los Setenta
(LXX). Así pues, tenemos el canon de AT en dos formas: el canon de Jerusalén (Hebreo), y el
Canon de Alejandría (Griego). Lo que no se sabe bien es cómo se formaron esto dos cánones o
catálogos de libros sagrados, ni cuál era exactamente el número de los libros que contenían; es
decir, éste es el punto que se discute.
Hay que saber que el cristianismo, aunque nace en Jerusalén, es perseguido allí, y de hecho se
extiende mayormente por el mundo griego y romano, y por eso, todo el Nuevo Testamento (NT)
se escribe en griego, al menos en su redacción sagrada definitiva, cuando en los libros del NT se
citan los del AT (más de 300 veces), naturalmente, se cita en griego, según el Canon de
Alejandría. La Iglesia recibe, así, el AT a través de los judíos de lengua griega, a través de los
LXX y del Canon de Alejandría, y es aquí donde, junto con los protocanónicos, se reciben los
libros deuterocanónicos , juzgándolos igualmente inspirados y sagrados. Esta es la Tradición o
Historia viva de la Iglesia. Y así lo definieron varios concilios, particularmente el Concilio
Ecuménico de Trento (1545-1563). Y ésta es la razón principal, histórico-teológica, por la que la
Iglesia Católica incluye los libros deuterocanónicos en sus biblias.
Ahora bien, el protestantismo nace en 1517 cuando el sacerdote católico Martín Lutero se
separa de la Iglesia Católica, de la Iglesia de Roma. Nace rompiendo con la Iglesia Católica que
viene desde los Apóstoles, y, al romper, acentúa ciertas divergencias doctrinales, y entre éstas,
apartándose de la Tradición multisecular de la Iglesia respecto a los libros de la Biblia, rechaza
el Canon de Alejandría, aceptando sólo el Canon de Jerusalén, en el que, se dice, faltaban los
libros deuterocanónicos. Pero, a la luz de la historia, se discute mucho si en verdad faltaban
desde un principio esos libros, o fueron excluidos más tarde, por diversos motivos, pues se han
encontrado partes en hebreo o arameo de casi todos ellos (Tob, Jdt, Eclo, 1 Mac) de los que,
durante mucho tiempo, sólo se habían conocido en griego. De otros sí se sabe que fueron
escritos originalmente en griego (Sab, 2 Mac).
Se trata, pues, de una cuestión histórico-teológia muy compleja, y como en todo problema de
esa naturaleza, siempre caben diversas apreciaciones e interpretaciones. Con todo, es indudable
que la doctrina católica respecto a este punto, goza de una base histórica y teológica que, muy
razonablemente, la presenta como la más segura.
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4. BIBLIAS CATÓLICAS
Llamamos Biblias Católicas a las ediciones de los textos originales de la Biblia (Hebreo,
arameo, griego) sea en las mismas lenguas originales o en sus traducciones, preparadas y
editadas con la aprobación de la Iglesia Católica.
Durante muchos años, en el mundo católico de habla española, se había venido leyendo las
famosas traducciones de la Biblia de Felipe Scio de San Miguel (1791) y de Félix Torres Amat –
o de Petisco- (1823). Pero, desde 1944 tenemos nuevas ediciones de la Biblia.
Algunas han sido excelentes. Entre las biblias católicas más conocidas y más usadas, hoy, en
nuestro medio, están las siguientes:
1. LA BIBLIA DE JERUSALÉN
Se llama así sencillamente por haber sido preparada por un numeroso equipo internacional de
biblistas, bajo la dirección de la famosa Escuela Bíblica de Jerusalén. Apareció primeramente en
francés (1956), de la que sacó la primera edición española en 1967, y en 1975 la segunda,
revisada, mejorada y aumentada (Desclée de Brouwer, Bilbao). Es la mejor desde el punto de
vista crítico, filológico, teológico, académico y de cultura bíblica en general, por la traducción,
las magníficas introducciones a cada libro, notas críticas y explicativas, divisiones de los libros,
la abundancia de referencias marginales, apéndices, índice, mapas. Su criterio ha influido
decididamente en todas las posteriores traducciones y ediciones de la Biblia. Es imprescindible
para un estudio serio de la Biblia.
2. LA BIBLIA LATINOAMERICANA
Se la conoce con este nombre, ya muy popularizado, a la edición de la Biblia preparada por un
equipo latinoamericano de pastoral, bajo la dirección de Ramón Ricciardi y Bernardo Hurault, y
que ha venido apareciendo con el título general de LA BIBLIA - Latinoamericana. Y han salido,
al menos, 76 ediciones (1988).
Tiene el mérito de estar muy bien adaptada (no obstante sus limitaciones) al lenguaje
latinoamericano (texto), pero es excelente en contenido para los estudios pastorales, en las
introducciones y los comentarios, a la realidad y problemática sociopolítica y religiosa de
América Latina. Refleja profundamente la espiritualidad y la teología de la liberación. Toda ella
está orientada a una lectura y exégesis militantes dentro del compromiso cristiano de liberación
y de la opción preferencial por los pobres. Todo esto se ve particularmente en el llamado
NUEVO TESTAMENTO de PUEBLA (3a. Ed.1982) que es básicamente, el Nuevo testamento
de la Biblia Latinoamericana, pero muy enriquecido en citas selectas del Documento de Puebla
(1979). Está enriquecida con temas bíblicos especiales. Es de notar, sobre todo, el tema
introductorio, excelente, sobre la evolución, titulado ¿Qué hubo en mundo de la Biblia?,
mejorado notablemente en la última edición. Hay que saber que ha habido una enorme
evolución, o enormes cambios, para bien, en los comentarios a través de las diversas ediciones.
Las primeras ediciones llevaban, además, fotografías impresionantes y desafiantes. Ha recibido
fuertes críticas y hasta cierto rechazo por algunos sectores eclesiásticos y políticos ultra
conservadores. En nuestro medio ambiente y para fines pastorales (liturgia, retiros, cursillos,
clases de religión, etc), es, con mucho, LA MEJOR.
3. OTRAS BIBLIAS
Hay también muchas otras ediciones católicas de la Biblia , todas muy buenas, aunque no hayan
tenido, en nuestro medio, el éxito de las ya mencionadas. Entre éstas no podemos dejar de
nombrar las Biblias: Nácar-Colunga, la editada bajo la dirección de Evaristo Martín Nieto, la de
Pedro Franquesa y José M. Solé (Editorial Regina), la Biblia del Peregrino de Luis Alonso
Schokel, la Biblia de América de la Casa de la Biblia, la de Francisco Cantera y Manuel
Iglesias, la Familiar de Mons. Juan Straubinger, y otras.
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5. BIBLIAS PROTESTANTES
Llamamos Biblias Protestantes a las ediciones de los libros de la Biblia, en sus lenguas
originales o en sus traducciones, preparadas por autores protestantes, y publicadas por ellos
mismos o por alguna de las muchas Sociedades Bíblicas.
Las Biblias Protestantes más conocida y usadas en nuestro medio son las siguientes:
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En primer lugar debemos saber que en el Antiguo Testamento se menciona varios nombres, para
designar a Dios; entre ellos mencionados:
Pero el más repetido a través de todo el Antiguo Testamento y sobre el que más teología se hace
es el nombre de YAHVEH, o YAHVE, o en la forma castellanizada, YAVE.
Este es el nombre, mencionado unas 6,823 veces sólo en el Antiguo Testamento, y que en las
Biblias Protestantes en trascrito y pronunciado equivocadamente por el nombre de JEHOVA.
La razón equivocada de los Protestantes es bastante curiosa. El idioma hebreo se escribía sólo
con consonantes. Los hebreos escribieron el nombre de Dios con sólo cuatro consonantes,
correspondientes a nuestras letras:
Y-H-V-H
Es decir, YHVH. Entre el siglo VI y X de nuestra era, los sabios judíos llamados MASORETAS
inventaron un sistema de puntitos y rayitas que vinieron a hacer el papel de vocales, y pusieron
esas vocales a las consonantes solo para mantener y orientar su recta pronunciación.
Pero el nombre de YHVH llegó a ser tan sagrado que por respeto no lo pronunciaban, a no ser
en ocasiones muy especiales y sólo por los sacerdotes para bendecir al pueblo.
Estos, en lugar de YAHVEH, pronunciaban normalmente durante la lectura de la Palabra,
Adonay. Algunos transportaron en forma mecánica las vocales de Adonay a las consonantes
YHVH.
Es decir las vocales que correspondían a Adonay “e” “o” y “a”. Algo así:
Ae Do Na Y
Ye Ho VaH
En consecuencia, cuando a parece la palabra YEHOVAH en la escritura era para recordar que se
debería pronunciar Aedonay. Ahora bien, el nombre YHVH debe pronunciarse correctamente
YAHVEH debido al testimonio de los especialistas hebreos que esta pronunciación es correcta,
debido a la misma naturaleza de la palabra, y porque así consta en la literatura judía y cristiana
extrabíblica de los primeros siglos de nuestra era.
La tradición Elohísta dice que el nombre de YAHVEH se reveló por primera vez a Moisés (Ex.
3,13-15 y 6,2-3), pero la tradición yahvista lo presenta como revelado ya a los primeros
patriarcas de Israel (Gén 4,26; 12,8; 13,14); y aparece ya en Gén 2,4).
YAHVEH significa “YO SOY”, dando a entender que DIOS es el ser, el SER ABSOLUTO, el
SER que da existencia a todas las cosas.
Las antiguas versiones griegas y latinas tradujeron YAHVEH, casi siempre, sencillamente por
EL SEÑOR. Y cuando se juntaba con otros términos como Elohín y Adonai, lo tradujeron por
EL SEÑOR DIOS.
Jesús cuando anduvo con sus discípulos en esta tierra, les enseño como deberían dirigirse a Dios
y les enseño así de esta manera:
Es por eso que a los fieles les resulta demasiado raro y extraño el término “Jehová”, utilizado en
nuestro medio por los Protestantes y demás sectas religiosas.
Y-H-V-H
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Es necesario aprender a citar correctamente los libros de la Biblia. Los libros se citan en forma
abreviada, por ejemplo:
Ex = Exodo;
1R = 1° de los Reyes;
Mt = Evangelio según san Mateo
Todas las Biblias tienen al principio o al final la lista de los libros y la forma de abreviarlos. Los
capítulos y los versículos se citan siempre con números arábigos. Hay que fijarse bien en el uso
de la coma, del guión, del punto, del punto y coma. He aquí algunos ejemplos, teniendo por
modelo el Evangelio de San Mateo.
Este es el sistema de citar usado en todas las Biblias Católicas modernas y en los libros católicos
de religión. Es un sistema muy fácil y muy cómodo. Dentro de él caben otras modalidades
fáciles de comprender. Las Biblias Protestantes suelen diferenciarse un poco, pero también se
comprende fácilmente, v. Gr.: Mt 5:6 = Cap. 5, vers.6. A las citas también se les llama
referencias.