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POR
MARTIN SORIA
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contactoacademia.ms@gmail.com
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PARADIGMA DEL VALOR, DE LA VIDA Y DE
LA TRADICIÓN
El estudio del valor se conoce como axiología. Axiología es la filosofía del valor.
Decimos que la cualidad que nos satisface, de aquello que percibimos, comprendemos o
utilizamos es valor; el valor, se establece mediante la recíproca relación, entre un sujeto
y un objeto, entre un ser humano y otro ser.
Existe un valor de contenido y un valor de forma, además, el valor depende del punto de
vista, ya sea este temporal, inmediato, personal (posicional)o momentáneo, o atemporal
global o universal. El valor también depende de la correlatividad entre un sujeto y un
objeto. El valor no existe por sí solo, para brotar necesita de tres posiciones: (1)La
intencionalidad o propósito de apreciarlo, (2) un apreciador y (3) un objeto apreciado.
Luego de tantas variantes en la apreciación del valor, podríamos deducir que el valor
es relativo.
¿Qué determina lo absoluto o relativo del valor? Lo absoluto o relativo del valor lo
determina la apreciación. Por ejemplo, bajo el punto de vista parcial, y posicional de un
individuo que observa una nube, este puede deducir, por lo que ve en la distancia, que la
nube es blanca, o, que la nube tiene una forma y longitud determinadas. Pero cuando
nos aproximamos a la nube, no sólo no encontramos forma ni dimensiones, sino, que
incluso no hallamos la nube. En este caso, la apreciación parcial, o posicional del
individuo frente a la nube, es relativa a su propia percepción. Mientras que quien
observa la nube bajo un punto de vista global, comprenderá que la nube es solo una
respuesta a la necesidad de cumplir una razón. Que la nube es el resultado de un
propósito específico, el propósito de completar un cíclo natural, coparticipativo con el
orden natural de la creación, (ciclo fluvial). Bajo este punto de vista, la percepción de la
nube se transforma en la recognición de una realidad constante universal, y eterna, por
lo tanto absoluta.
Se nos explica que los seres nacen, crecen se multiplican y mueren. Por lo tanto,
tomamos este mensaje como el propósito de nuestra existencia. Pero este mensaje no es
suficiente para convencer a la necesidad intelectual del ser humano. Esta visión parcial,
ha de completarse. Por sobre el hecho de que se nazca, se crezca o se muera, existe la
realidad nostrina de satisfacer a un propósito, de responder a la necesidad de una
intención creativo-constructiva, de responder a la razón de ser especie humana. Tanto el
Yo como el Otro, pertenecen a la satisfacción de un Nosotros Compartido.
Cada ser contiene un propósito de conjunto y un propósito individual. El propósito
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individual germina de los nutrientes adquiridos al satisfacer el propósito de conjunto.
Del conjunto adquirimos sentimientos, conocimientos y experiencias. Cuando
empatizamos con un sentimiento agradable, lo adquirimos como valor de afecto, o de
complacencia, a lo que podemos definir como belleza. Este sentimiento produce la
sensación de estar en posesión de un bien, o alegría, por eso lo designamos como valor.
Cuando reconocemos un contenido como verídico, lo adquirimos también como valor
de verdad o de autenticidad. Este sentimiento produce la sensación de estar en posesión
de un bien, o sabiduría, por eso lo designamos como valor. Cuando el objeto observado
corresponde con lo que deseamos apreciar, lo adquirimos como valor de bondad (bien
hecho, eficiente, útil ). Este sentimiento produce la sensación de estar en posesión de un
bien, o servicio, por eso lo designamos como valor. El valor contiene las cualidades de
ser grato, verdadero y útil. Es agradable, es cierto y sirve, de no contener estos atributos,
el sujeto rechaza al objeto y por lo tanto, para ese sujeto, ese objeto no contiene valor.
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debe comparar su apreciación actual con el estándar del valor determinado por el
cumplimiento del propósito de la creación. Para eso debe conocer clara y
profundamente los principios de la creación, para obrar en su apreciación de acuerdo al
cumplimiento universal del propósito del objeto. El cumplimiento del propósito de la
creación de ese objeto sería su estándar, y por lo tanto su valor absoluto.
Todo hombre fue creado para satisfacer su propósito de conjunto y su propósito
individual mediante el intercambio de valor. Cuando la persona aprecia las facultades
del “otro”, el “otro” valora su aprecio. Esta relación centrada en el encuentro con el
valor, produce sentimientos de afecto, despierta el interés mutuo y motiva a continuar
unidos en la relación. Por el contrario, el desprecio por el “otro” produce tensión,
alteración, introversión y egocentrismo en quien desprecia, al mismo tiempo que
provoca rechazo a quien es despreciado. De esta manera se impide la experiencia del
valor y con ello se pierde la motivación a continuar en esa relación.
El valor depende exclusivamente del aprecio, sin aprecio no hay valor. El valor de las
cosas es proporcional al propósito que satisfacen, y el valor del individuo acrecienta el
valor de lo que le pertenece.
Si alzamos la mirada al mundo nos damos cuenta de la cantidad de incongruencias que
existen a nuestro alrededor. Vivimos en un ambiente donde lo ingrato nos resulta cada
vez más agradable, un ejemplo de esto, es patente en la morbosa curiosidad por las
noticias trágicas. Hacemos de lo que menos interesa el objeto más interesante, un
ejemplo, también se ve en el desarrollo y multiplicación de lo lúdico, los fanáticos de
los partidos de fútbol, de las telenovelas o la observación impávida de los anuncios de
publicidad. Lo inútil pasa a ser lo más útil como las conversaciones sobre vanidades o
“copuchas”, la lectura del diario, las estadísticas de las revistas de sociedad.
Sin darnos cuenta, abrimos las puertas de nuestras casas, al asesino, al ladrón, a la
violencia, a la prostitución, al conflicto, a la desconcentración, a la tensión destructora
del espacio familiar, que se nos enfrenta cara a cara en nuestros dormitorios, salas de
estar o living comedor, bajo el sobrenombre de: televisión, telediario o semanario
informativo, y cuyas imágenes hipnotizan e idiotizan nuestras capacidades intelectuales.
Por lo tanto es lógico observar a artistas, científicos y políticos, que realizan labores sin
intención propositiva valórica. El arte por el arte, sin rumbo ni dirección, la ciencia por
la ciencia, la política por la política. Es lógico, pensar que en una realidad ignorante de
su propósito, el observador de la misma, ignore también a dicha realidad.
El arte de las diferencias desplaza a la armonía. La ciencia del entretenimiento desplaza
la mirada al absoluto. La política del polémico desplaza a la política del estado. En esta
sociedad, el artista no es artista por su belleza, sino por su choreza, el científico no es
científico por sus verdades, sino por su choreza y el político no es político por su
concepción idealista del estado, sino por su choreza. La Choreza, se transforma en el
paradigma del común denominador social.
Propósito y valor
Un objeto sin propósito es un objeto sin valor. Lo que no satisface, se abandona. La
creación, arte, conocimiento o producto, hoy más que nunca, debe satisfacer al
propósito del apreciador que lo construye, así como al propósito del apreciador que lo
evalúa. El objeto que no se admira, no es digno de ser evaluado.
Decimos que el objeto que contiene mayor cantidad de elementos de apreciación que
producen admiración es más valioso que el que contiene menos elementos de
apreciación. Si esto nos parece sensato, debe ser también sensato pensar que el objeto
creado por el hombre, que contiene mayor número de elementos admirables, sea de
más valor que el objeto que contiene menos. Por lo mismo el propósito de la creación,
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debe dirigirse hacia el logro de la máxima satisfacción y no hacia el logro de la
mínima impresión, o novedad.
El hombre necesita colaborar en la construcción de una sociedad sincera, donde se
realice el valor de la autenticidad, una sociedad ética que muestre las bondades a niveles
de excelencia y una sociedad artística donde el equilibrio de las diferencias nos ofrezca
una realidad admirablemente armónica. El creador debe ser gozoso, sufrido y constante
en la consecución de un trabajo que produzca gozo, justicia y paz, para concordar de
esta manera con los atributos de plenitud, Ley y Orden contenidos en la creación de la
cual él forma parte.
La belleza, nos hace sentir en posesión de un bien emocional que nos complace; la
verdad, nos hace sentir en posesión de un bien cognitivo que nos complace; la bondad,
nos hace sentir en posesión de un bien hecho, que nos complace. El bien es siempre y
para todos complaciente, por lo tanto la belleza, verdad y bondad son valores absolutos.
El estándar más elevado del valor, consiste en aquella experiencia que no tiene opción
por sobre ella. Por ejemplo: ¿qué sensación complace más, el placer o la plenitud? ¿Qué
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verdad es más universal, la razón o la ley? ¿Qué bondad o cosa bien hecha es más
completa, la útil o la perfecta?
No hay nada más complaciente que la sensación de plenitud, ni más verdad que la ley,
ni más completo que lo perfecto. Por lo tanto lo perfecto, la ley y la plenitud son el
estándar del valor absoluto, porque son válidos siempre y para todo.
Todo movimiento implica cuatro fuerzas ( Inicial, centrífuga, centrípeta, órbita), que
producen tres dualidades:
Dualidad de positivo (+) (-) negativo, que es producto de velocidad en dirección.
Dualidad de causa (carácter, contenido interno) y efecto (forma externa) que establece
tiempo.
Dualidad de sujeto (activo emisor) y objeto ( activo receptor) que establece espacio
entre ambos.
Podemos afirmar que todo movimiento implica 4 fuerzas, 3 dualidades y dos
direcciones (vertical y horizontal). Movimiento es producto de una fuerza y la fuerza
en movimiento establece un proceso origen división y unión. Origen (posición inicial)
división (posición intermedia con relación a la posición inicial) y unión con la posición
inicial. Esta es la realidad del movimiento circular.
Todo valor establece un proceso origen división unión. El valor precisa de un origen
(deseo por), división (sujeto-objeto) unión (complacencia).
En la “producción” del valor, intervienen cuatro fuerzas:
-Fuerza Inicial (fuerza del deseo por valor)
-Fuerza Centrífuga (sujeto que está atento al valor, se da por apreciar valor).
-Fuerza Centrípeta ( sujeto que aprecia o recibe valor)
-Fuerza Orbital ( complacencia que produce el valor y estimula a buscar más)
En la “producción” del valor, cada posición establece 3 dualidades:
Posición propósito-
1-propósito y sujeto,
2-propósito y objeto y
3-propósito y resultado
Posición sujeto-
4-sujeto y propósito
5-sujeto y objeto
6-sujeto y resultado
Posición objeto-
7-objeto y propósito
8-objeto y sujeto
9-objeto y resultado
Posición resultado-
10-resultado y objeto
11-resultado y sujeto
12-resultado y objeto.
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Seamos sensibles por un momento, ¿qué es lo que nos atrae de una forma cualquiera,
¿es su peso? ¿Su densidad? ¿Sus dimensiones? ¿Su forma o color?. Fabriquemos un
maniquí de la mujer más bella con las mismas proporciones, peso, formas y colores.
¿Pensaríais en estar con ese maniquí toda la vida?. ¿Y si encontráis a vuestra mujer más
bella, desearíais quedaos con ella toda la vida? ¿Cuál es la diferencia entre ambas, entre
el maniquí y la mujer?. La diferencia está en que el maniquí sólo os ofrece una belleza
formal y la mujer os ofrece el valor de correlatividad, correspondencia y parecido; os
ofrece valores de belleza, verdad y bondad, que posibilitan la realidad del absoluto.
Nosotros no sólo poseemos forma, también poseemos contenido emocional, intelectual
y volitivo, por lo mismo para sentirnos plenos necesitamos del valor emocional
intelectual y volitivo que nos complazca. Estos valores de belleza verdad y bondad y la
necesidad del hombre por el valor, son absolutos. Pero dentro del valor existen
diferentes niveles de apreciación
Veamos estos niveles de valor se logra con:
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b-LO FEO LO FALSO Y LO MALO
Es obvio pensar, que si valor es la cualidad que satisface, la ausencia de valor produce
insatisfacción. Si la insatisfacción, proveniente de un objeto insuficiente que evaluamos
emocionalmente, decimos que la sensación de insatisfacción, contiene fealdad, o es fea
porque no nos complace, y no nos complace porque es insuficiente.
En el estricto sentido, la sensación no contiene fealdad alguna, lo que ocurre es que el
sujeto que percibe la sensación, no aprecia la cualidad del objeto o no le satisface a
pesar de que la aprecia porque en algo es insuficiente. Feo es sinónimo de desprecio.
Llamamos feo a aquello que no aceptamos, o no nos gusta, y no nos gusta, porque no
nos satisface, luego es insuficiente. Ahora bien, ¿quién determina la suficiencia o
insuficiencia del objeto?. El mismo objeto, puede ser suficiente para otra persona. El
hijo de la vecina, puede ser feo para mí, pero maravilloso para la vecina. El niño, es el
mismo tanto para uno como para el otro, pero la determinación del valor es personal.
Aquí, debemos comprender las diferencias entre observación y apreciación. Observar
es poner la mirada en algo, poner los sentidos en algo. Observamos los colores, las
texturas, las temperaturas etc. De la observación apreciamos sensaciones gratas o
ingratas. De las sensaciones apreciamos las gratas y despreciamos las ingratas.
Apreciamos lo agradable, lo reconocible, lo complaciente, por la sencilla razón de que
nuestra capacidad emocional, sólo es apta para recibir y admitir aquello que la satisface.
Del mismo modo que la antena de radio, solo puede recibir las ondas en una
determinada longitud, nuestra capacidad emocional, solo puede admitir las sensaciones
que establecen afinidad, correlatividad y recognición semejante con la cualidad
emocional que es el aprecio, o la unidad. Toda escisión que produce ruptura o dolor es
rechazada por nuestra emoción. Nadie aprecia el dolor cuando le duele. Observan el
llanto, pero la sensación de dolor es absolutamente rechazada por la emoción, a pesar de
que en ocasiones puede ser aceptada por la conciencia en cierto grado. Pero no es
conducta absoluta la admisión del dolor por la emoción.
Podemos observar lo feo, pero difícilmente podremos aceptarlo e interiorizarlo en
nuestra emoción. En el estricto significado de apreciación: “apreciar es dar o recibir el
valor de lo observado”la apreciación de la fealdad es imposible, porque lo feo no puede
ser valorado por la persona. Decimos que persona es aquél ser dotado de libertad
(capacidad de optar por la alternativa válida) dotado de autonomía (capacidad de ser
uno con lo que es siempre y para todos válido, -Ley-) y dotado de responsabilidad
(capacidad de realización completa del propósito de la creación, mediante su libre
voluntad y autodeterminación)
A una persona, le es imposible apreciar lo feo, lo falso y lo malo. A pesar de que es
posible observarlo, no puede apreciarlo porque no contiene los atributos necesarios para
hacerlo.
La tendencia maniquea, es inviable en las personas. Del mismo modo que la persona no
puede despreciar el valor, tampoco puede apreciar la ausencia del mismo.
La persona ha sido concebida y creada para ser una con el valor, por esa razón es libre,
autónoma y responsable.
Es imposible apreciar lo feo porque si lo aprecio estoy dando o recibiendo valor de lo
que aprecio y por lo tanto si recibo o si ofrezco valor estoy sintiendo la satisfacción del
mismo y eso me hace sentir bien. Él sentirme bien es cierto y es bello. Por lo tanto, a
pesar de que creamos lo contrario, lo feo no puede ser apreciado porque apreciar es dar
o recibir valor. No debemos confundir la apreciación del valor con la apreciación de la
necesidad de comunicarlo.
En ocasiones ocurre que conversamos sobre lo feo, lo falso o lo malo. Por ejemplo: dos
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personas se encuentran después de un partido de fútbol y uno le dice al otro “¡ mira que
fue malo el partido, jugaron pésimo!”. Alguien diría que están apreciando lo malo que
fue el partido, porque existe una “observación” del mismo; a veces confundimos el
término apreciación de dar o recibir valor, con calificación, evaluación o análisis de una
situación. En este caso no están apreciando lo malo del partido, se está evaluando o
calificando una situación observada y están apreciando la necesidad de comunicarlo. El
deseo de comunicar es bueno, pero el partido fue malo. El partido no se apreció porque
no se valoró, muy al contrario se despreció, pero sí se apreció la necesidad de
comunicarlo.
Si la insatisfacción proviene de un concepto u objeto que evaluamos intelectualmente,
decimos que la sensación de insatisfacción es falsa. La falsedad tampoco existe
contenida en el objeto o en la sensación. La falsedad consiste en la insatisfacción
intelectual debida a un juicio insuficiente o incorrecto o en desacuerdo con el receptor.
Es imposible apreciar un juicio falso. Esto es quizá más difícil de aceptar a primera
vista, puesto que es habitual emitir mentiras, pero decir una mentira no significa que
honestamente admites la veracidad de lo emitido. Lo normal es decir la mentira siendo
consciente de su falsedad pero emitiéndola por alguna razón que la hace necesaria.
Nadie admite un juicio falso, sabiendo que es falso, por verdadero.
¿Cómo podemos decir que apreciamos la mentira cuando ya la estamos connotando de
inválida? Podemos admitir algo que no es cierto, pero cuando lo admitimos estamos
convencidos de que es válido. Tal vez después reconocemos que eso es falso, pero en el
instante de admitirlo, lo aceptamos como válido.
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placer. Sin duda, el utilitarismo exacerbado de Moore, impidió comprender las variantes
en la apreciación, al considerar al valor potencial en sí mismo como objeto aislado del
sujeto que lo aprecia.
conclusión
Para concluir podemos decir que el bien, es todo aquello que satisface una necesidad
(gozo), interés (justo), o deseo (orden), dirigidos en pro del incremento valórico, y que
el valor es un deber inmanente. El valor reviste un carácter de necesidad absoluta y de
validez unilateral.
También debemos comprender que el valor de lo creado, lo aprecia el ser humano y este
tiene dos propósitos, uno individual y otro de conjunto. Por un lado tiene el propósito de
dominar la creación (lo que ordena con lo creado) y por otro, el de adquirir felicidad en
su dominio. Esto le conduce a tener dos tipos de deseos, uno por realizar valor, ( para él
y ante los demás) y otro por buscar valor. (buscar alegría hallando valor en la creación)
Cualquier propósito permanece sin sentido, a no ser que sea actualizado. Este es el
porqué estamos motivados a realizar trabajos fruto de nuestro deseo por encontrar valor.
Decimos que los valores de belleza, verdad o bondad, son absolutos en sí, pero esta
afirmación no es correcta. Decimos que los valores son absolutos, no porque su
contenido sea absoluto, sino porque son absolutamente necesarios.
El contenido del valor es potencial, se muestra en distintas facetas, emocional,
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intelectual o volitiva, y en cada faceta existe contenido un potencial de nivel o estándar
variadísimo, por lo tanto el contenido del valor es correlativo, o correspondiente con el
estándar de apreciación, en la faceta que interesa al sujeto que lo percibe.
Lo absoluto del valor reside en la necesidad que el sujeto siente por él y en la
experiencia de complacencia que se deriva del mismo.
La necesidad por el valor de la belleza, de la verdad y de la bondad es absoluta. La
apreciación de las bondades del objeto, varía de acuerdo al sujeto que las percibe.
Por sobre la apreciación del sujeto que percibe el valor de lo bueno, o del bien, existe un
estándar absoluto de conciencia del bien, así como también existe un estándar absoluto
de conciencia de verdad y de belleza. Este estándar reside en el origen de la creación, en
la personificación de la Causa creadora o sujeto del hombre. El hombre como objeto
creado por el Creador, también contiene una porción de la conciencia original, donde se
encuentran contenidos los atributos de belleza, verdad y bondad absolutos, pero en el
estándar de desarrollo personal del individuo, y con la capacidad de madurar hasta
igualarse con el nivel de lo perfecto, esto es lo que posibilita una correlatividad,
recognición y correspondencia o parecido entre el hombre y su creador. El objeto
observado por el hombre, contiene también el valor potencial de establecer la
correlatividad, reconocimiento y correspondencia o parecido con él, de esta forma
adquiere el hombre el valor de lo apreciado, comprendido o realizado.
Lo que está bien, es aquello que reconocemos y nos satisface, si nos satisface es porque
lo reconocemos, si lo reconocemos es porque lo contenemos. Si lo contenemos, todo lo
que nos satisface es similar a lo que somos. Apreciamos la belleza, porque contenemos
belleza; apreciamos la verdad, porque somos contenedores de verdad; apreciamos la
bondad de lo bien hecho, de lo completo, porque somos completos.
El valor existe como necesidad absoluta, eterna e incambiable y es sólo después de
satisfecha esa necesidad que el valor se hace realidad. Por lo tanto lo bueno, el bien, lo
bello, o lo agradable, y la verdad o lo cierto, no existe antes de satisfacer la necesidad de
un apreciador. El bien, es aquello que produce un gozo pleno, justo y ordenado
correlativamente con el apreciador.
d- LA VIDA
En el más amplio sentido de la palabra, vida, es el conjunto de fuerzas que permiten la
satisfacción de un propósito. El propósito del hombre, de los animales, de las plantas, de
las moléculas, átomos y partículas. Todo aquello que se mueve de manera autónoma
(auto = sí mismo, nomo = de acuerdo con la ley) contiene vida o fuerzas que permiten y
posibilitan la realización de su propósito.
Las fuerzas que permiten la consecución del propósito de la vida humana son dos: la
fuerza del afecto y la fuerza del instinto. La primera se comprende como el conjunto de
fuerzas que permiten la unidad emocional, intelectual y volitiva. La segunda, se
entiende como el conjunto de fuerzas que permiten las funciones, procesos y sistemas
de nutrición y desarrollo del cuerpo físico.
Para satisfacer al propósito individual y de conjunto, que es el medio, que nos permite
desarrollar la capacidad afectiva, es necesario del ejercicio del aprecio, recognición y
realización del encuentro con el valor mediante establecer relaciones en unidad. El
propósito del desarrollo es el vínculo con el propósito de la creación.
Para satisfacer el propósito del desarrollo espiritual, es preciso del vínculo en unidad
con el valor, en paz y de manera responsable. Para satisfacer el propósito del desarrollo
físico, es preciso de nutrientes, ejercicios y funciones que faciliten el desarrollo del
cuerpo físico.
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Ambos desarrollos, precisan de la capacitación ordenada, en consonancia con los
principios de la creación.
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encuentro con el valor. La conciencia es directora y conductora del proceso y estructuras
que establece en su camino hacia el valor, para proteger, y asegurar el logro de su
esperanza, dispone de tres servidores:
La prudencia, servidor que protege a la intencionalidad, para que, al hacer uso, de su
libertad de opción, esta pueda elegir la alternativa válida. La misión de la prudencia es
la de proteger la elección para que la opción sea la correcta. Otro servidor es:
La fortaleza, que protege la consecución del logro. La fortaleza esta al servicio del
cumplimiento del propósito. Con el uso de fortaleza se cumple el propósito. Pero para
cumplir cualquier propósito es necesario de superar la tentación del periodo intermedio
(división) esta es la función del servicio de la fortaleza. El tercer servidor es:
La templanza. Siempre cabe la posibilidad de que el objeto no reciba lo suficiente y de
que se extralimite, para lo cual es necesario de cierta flexibilidad en el sujeto. Esta
flexibilidad es la templanza que facilita la consecución del logro aún en situaciones
donde el objeto se extralimita.
En el interior de la base de cuatro posiciones, se establece una fuerza por la unidad,
entre las posiciones de causa y efecto, y de sujeto objeto, a esta fuerza la conocemos
como el celo. El celo es la fuerza que une, así como el afecto y el amor.
Celo, afecto y aprecio son tres calificativos para la pretensión de la unidad.
Sentimos celos de quien amenaza nuestra unidad.
El celo, podemos decir que es el protector de la unidad, pero el celo únicamente busca
la unidad. La diferencia entre el celo y el afecto está en el hecho de que el afecto se da
por el beneficio del otro, mientras que el celo, se da cuenta de que la unidad con el otro,
está siendo amenazada. El celo surge cuando la unidad se descarrila, cuando se
establece fuera de los márgenes de lo correcto. Por eso decimos que el celo es un
servidor que surge para proteger la unidad.
Este es el servidor más difícil de dominar, porque aparentemente pretende la unidad,
pero en algunos casos impulsa a la unidad antes de tiempo, o fuera de lugar. El celo
puede desposicionarnos y descontrolarnos. Esta es la razón por sobre la que descansa, el
propósito de dominar al celo, previo a la relación copulativa.
La persona que establece su relación copulativa, después de dominado y posicionado el
celo, realiza la unión entre sujeto y objeto al servicio del cumplimiento del propósito de
la creación, lo que determina a la estructura base de cuatro posiciones, como pura,
completa, verdadera, auténtica, autónoma, libre y responsable.
f-TRADICIÓN VALORICA
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El ejercicio de la verdad, de la bondad y del afecto, se transmite de generación en
generación, eso crea tradición. La educación del ser humano pretende capacitar al
individuo con los atributos que completen su autenticidad. Un hombre o mujer
auténtico, es aquel o aquella que satisface a la voluntad del propósito para el cual ha
sido creado. El hombre ha sido creado para convertirse en la unidad de la significación
máxima, es decir en el centro de las actividades físico-espirituales, o psico-físicas.
El propósito del hombre, es el de convertirse en uno con los valores de plenitud, ley y
completación, para lo cual ha sido dotado con las capacidades de libertad, conocimiento
y dominio. Libertad para poder optar por la alternativa válida, conocimiento para
encontrar la razón y la ley y dominio sobre sus instintos. Para encarnar esta realidad el
ser humano ha de capacitarse y educarse.
Lo absoluto, es decir aquello que es siempre y para todos válido, nos muestra un
carácter incondicional universal. Todo aquello que es válido es válido para todos
siempre, eso lo connota de incondicionalidad. Por lo mismo El ser humano ha de educar
su carácter en el desarrollo de la incondicionalidad. Debe educarse en el darse por el
beneficio del todo siempre y para todo. Lo absoluto, aquello que es válido siempre y
para todos tiene la cualidad de multiplicarse.
Todo aquello que es válido, produce valor y ese valor busca reproducir su validez. Por
lo tanto el ser humano debe educarse en la correcta multiplicación, en aquella
multiplicación que es completa, correcta o verídica y plena para todos siempre. Lo
absoluto, aquello que es siempre y para todos válido, ejerce un dominio sobre la
creación, puesto que todo lo creado busca valor. Del mismo modo el ser humano debe
educarse en el ejercicio del verdadero dominio, dominio sobre sus impulsos y sobre sus
inhibiciones y dominio sobre sus instintos.
La educación es acumulativa en el hombre. Aquellas mejoras de una generación
benefician a la generación posterior. El esfuerzo de uno, significa el descanso de
muchos. El descubrimiento de uno, puede aliviar los dolores de muchos. El heroísmo de
uno, permite la autonomía del todo, etc. etc.
Tradición es el conjunto de afinidades ideológicas, de criterios y normas de conducta, o
pautas de comportamiento generadas por el conjunto de personas, que componen una
entidad social.
Toda educación está basada en un ideal. El ideal del ser humano es el de encarnarse en
la experiencia de plenitud, ley y responsabilidad. Para eso es preciso de significar la
incondicionalidad paternal del corazón maduro, siendo capaz de empatizar con
cualquier otro, sea este mayor o menor, de una clase social u otra, y de unas
características u otras. La empatía con el padre, aproxima al joven a la identidad del
padre.
La educación ha de enseñar al joven a sentir como padre, a comprender como padre y a
actuar como padre. Esta es la mejor forma de crear familia.
La educación, debe hacer hincapié, en la educación de la norma de conducta. En el
cómo ubicarse frente a los demás. En una familia, existen tres niveles, el nivel de los
hijos, el nivel de padres y el nivel de abuelos.
Jerárquicamente hablando, la posición de conductor o director de la familia, la poseen
los padres, pero cuando los hijos de estos padres se casan y tienen hijos, transforman a
estos padres en abuelos. Los abuelos son entonces los conductores de la familia.
En nuestros días, compartimos la realidad con padres y abuelos naturales, pero no
podemos llamarlos, ni padres ni abuelos espirituales. Nos dieron vida física, pero no nos
dijeron claramente cual es nuestro origen, identidad, ni propósito. No nos educaron en
la tradición de lo que es siempre y para todos válido, es más, tanto nuestros padres
como nuestros abuelos, están tan confundidos como cualquier padre o abuelo de
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cualquiera. Eso nos obliga a cada uno de nosotros a emprender heroicamente el camino
de la restauración de la paternidad.
Ahora que sabemos cómo ser auténticos, debemos transformarnos es personas que
encarnen los atributos de la incondicionalidad frente, a lo que es siempre y para todos
válido; que encarne el criterio razonable de lo que es ley, encarnando en nuestras
relaciones la realidad fundamental del Universo. Obrando y adquiriendo criterio, en
base, a la ley del dar, y a sus siete leyes fundamentales, o leyes de la creación. Y por
último es preciso encarnar el dominio sobre los instintos y servidores espirituales.
Este yo reformado o restaurado, que muestra libertad, seguridad y dominio en su
quehacer diario, durante el tiempo prudencial como para afirmarlo como sólido en el
ideal, o consolidado en el valor absoluto, estaría listo para iniciar su camino de
desarrollo conyugal y paternal con su pareja.
De esta unión incondicional con su pareja, brotarían hijos incondicionales, hijos que
verían al padre como verdadero, no sólo porque es su padre natural, sino porque además
lo nutre espiritualmente con una educación del corazón, una educación de la norma y
una educación del dominio sobre su instinto y sobre sus servidores (prudencia,
fortaleza, templanza y celo)
Este nuevo modelo de padre que opera en función de lo absoluto, se transforma en
modelo no sólo para su familia, sino también se transforma en modelo social, puesto
que dentro de su incondicionalidad hacia los demás, estos verán en él al ejemplo a
seguir, al maestro, al líder y al padre ejemplar.
El ejemplo de este padre reformado, o restaurado pasa a ser tradición, puesto que se
convierte en el ejemplo a seguir.
g- CONCIENCIA DE VALOR
Conciencia es una entidad autónomo selectiva y reflexiva, (en el sentido que busca el
reflejo de su entidad, para unirse con él en complacencia)
Conciencia es la propiedad de formular juicios normativos e inmediatos sobre la
cualidad contenida en el objeto, que satisface al sujeto de conciencia. La conciencia es
ser, conocimiento del ser y correlatividad con el ser.
Cuando hablamos de conciencia, estamos refiriéndonos al estándar paradigmático de
plenitud, de ley y de perfección absoluta. La conciencia encierra en sí misma atributos
paradigmáticos de belleza, verdad y bondad. Todos ellos contenidos en la conciencia o
entidad autónomo selectiva que está enfocada hacia el valor. Conciencia y valor, valor y
conciencia, son inseparables. El conductor del ser, es la conciencia del ser.
El contenido de la conciencia es consecuencia del contenido universal de lo absoluto.
Conciencia es estándar paradigmático de lo que es siempre y para todo válido, es una
porción del estándar absoluto del valor. Conciencia es valor. Sin valor la conciencia
anula su razón de ser. La conciencia sólo puede ser, en tanto en cuanto es valor. El ser
discierne en función de comparar lo que aprecia, con el estándar de conciencia original
o de conciencia adquirida que posee. Sin conciencia, no se puede discernir. Sin
conciencia del valor no hay valor, sin conciencia de la belleza, no hay belleza, sin
conciencia de la verdad, no hay verdad y sin conciencia de la bondad, no hay bondad.
Si, en la conciencia se encuentra nuestro estándar paradigmático de la belleza, de la
verdad o de la bondad, "canon de la inducción" ¿Cuál es ese estándar?
El nivel más elevado de belleza es el grado de complacencia plena. La Plenitud es
imposible de superar. El grado más elevado de satisfacción es la Plenitud, por lo tanto el
grado de conciencia de la belleza más elevado, es el grado de Plenitud.
El nivel más elevado de verdad es aquello que es siempre y para todos válido, y a eso se
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le denomina Ley. Ley es el estándar más elevado de la razón, es el estándar más
elevado de verdad, por lo tanto la conciencia contiene el estándar paradigmático de la
Ley.
El nivel más elevado de la bondad es aquello que está completo o perfecto, por lo tanto
el nivel o estándar paradigmático de la conciencia de la bondad es lo perfecto o lo
completo.
Lo completo lo que es ley y lo pleno son los niveles de comparación con los cuales
discierne la conciencia, para apreciar el nivel de valor de cada uno de los objetos en
estudio.
h- EL VALOR MORAL,
Donde hay más de una visión, hay división. El valor moral, es producto de la relación
entre conciencia y conducta. Cuando la conducta de la persona obedece, es coherente y
corresponde con el estándar universal del valor absoluto, contenido en la conciencia
original del individuo, aparece el valor moral, en su estado más noble.
La moral del individuo ha de estar en sintonía correlativa con los Principios de la
Creación. En sintonía con las funciones posicionales y con los procesos cumplidos de
acuerdo a dichas funciones originales. Es decir : La moral del individuo ha de
fundamentarse sobre la conducta afectiva, confiada y completada, siempre y para todo.
La conducta moral del individuo, ha de realizar en él un ser válido, autónomo y
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responsable. Para lo cual ha de poseer la conciencia del valor absoluto, el conocimiento
de la verdad absoluta y ejercer la tradición absoluta de la unidad completa.
La persona poseedora de estos valores en su conciencia, operaría siempre en beneficio
de su mente y de su cuerpo. Beneficiar a la mente, es poner al pensamiento, al
propósito, a la necesidad, interés o deseo, en la posición de dirigirse siempre hacia el
logro de una intención válida, correcta y completa. Por esta razón es necesario hacer uso
del dominio sobre la prudencia, sobre la firmeza y sobre la templanza. El hombre, que
domina a estos servidores, puede superar al celo, y transformarse en un individuo
moralmente maduro.
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universal y cósmica. Este es el propósito de la ética en las relaciones.
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que el valor es un estado, en el que se experimenta la posesión de un bien. Ser valiente
es tener esa determinación infranqueable de buscar el estar en posesión de un bien.
Debemos diferenciar el ser valiente, con el ser arriesgado. El arriesgado, generalmente
es imprudente y temerario, mientras que el valiente, persigue aquello que le proporciona
el sentimiento de estar en posesión de un bien.
Decimos que valor es un estado, porque no se puede transferir, compartir o contener en
algo. El valor es una experiencia propia de cada uno. Por ejemplo el amor no se puede
transmitir, transferir o transplantar. O se siente o no se siente. Por lo tanto el valor surge
de la correcta relación, surge de la armonía, de la correlatividad, del reconocimiento y
de la correspondencia o parecido.
Las cosas no tienen un valor incambiable, intransferible, o por sí mismas. Si pensamos
en aquellos objetos de valor, seguro que nos vienen a la memoria los diamantes o el oro.
Pero ¿de qué me serviría un lingote de oro o un diamante de dos kilos, en el mar,
cuando después de un naufragio estoy a punto de ahogarme?¿Cuánto vale algo que no
sirve? ¿qué vale más para un naufrago, el diamante de un kilo o una llanta de auto?
¿Dónde está el valor del diamante?... En la apreciación del individuo.
¿Es entonces el valor absoluto o relativo? A la luz de nuestro ejemplo, podríamos pensar
que el valor es relativo a la apreciación del individuo. En un sentido es el individuo
quien determina el valor de lo apreciado, pero únicamente puede apreciar aquello que es
correlativo reconocible y correspondiente, por lo mismo, porque únicamente puede
apreciar lo que es correlativo, decimos que el valor es absoluto.
Es absoluto porque únicamente se puede experimentar mediante la correlatividad,
recognición y correspondencia entre un sujeto apreciador y un objeto apreciado. Y es
relativo a la necesidad, interés o deseo del apreciador.
En este sentido es necesario establecer la correlatividad entre sujeto y objeto, pero a la
vez es preciso tener la necesidad, interés o deseo por apreciar. Esta dualidad entre
correlatividad y necesidad es indisoluble. No se puede experimentar el valor sin
apreciarlo, y no se puede apreciarlo sin experimentarlo, lo que transforma al valor en
una realidad absoluta.
El valor es absoluto puesto que siempre complace a todo el que lo experimenta.
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El segundo enemigo es la queja. Quejarse implica el acusar al otro de mi propia
insatisfacción, sin asumir un rol responsable en el acto. El otro y yo, establecemos el
nosotros. Sin el otro, yo, no existo. Si el otro, es insuficiente, la actitud correcta del yo,
frente al otro, sería la de corregir la insuficiencia del otro. Corregir si, acusar no. Al
acusar al otro delego en él la responsabilidad de satisfacerme, pero ¿cómo puede
satisfacerme, si ignora mis necesidades? Por lo tanto, la postura correcta frente al otro
insuficiente es la de asumir el rol responsable de corregirle, conducirle o completarle.
La acusación, la queja, la culpa son enormemente dañinos para la salud valórica.
¿Qué conducta tomar, frente a las personas, frente a las opiniones y frente a las obras?
La conducta del valor, implica la actitud apreciativa, atenta, prudente, resolutoria y
conductual hacia el valor de la belleza, de la verdad y del afecto incondicional, por el
bienestar del todo y siempre.
En particular implica el controlar el ego, evitando el desprecio hacia el otro, o el
desprecio de la opinión del otro, o el desprecio del obrar del otro. Asumiendo el rol
prudente de la conducta resolutoria hacia el encuentro con lo que es siempre y para
todos válido. Implica también el evitar la queja, la acusación y el culpar al otro con la
actitud expectativa del castigo. Castigar no resuelve el error.
El pescozón que le das al alumno al sumar 2+2 =7, no resuelve la suma. La solución
está en educarlo, asumiendo el rol responsable de conducirlo hasta que complete la
operación. Pero para educarlo, es necesario asumir el error sin despreciarlo, sin acusarlo
y sin culparlo. Con la actitud apreciativa de reconocer el origen del error y completar
los requisitos necesarios para que ambos, el otro y yo, estemos satisfechos.
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