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w w w . m e d i a c i o n e s .

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Habitantes de la memoria

Jóvenes, memoria y violencia


en Medellín, Colombia (1985-2000)

Jesús Martín-Barbero

Prólogo

(Pilar Riaño, ICANH, Bogotá, 2007)

« Alejada radicalmente de la imagen light que la


publicidad hace de lo joven, pero también frente a tanta
simplificación crítica con que se lo victimiza vaciándolo
de responsabilidad, Pilar Riaño traza una figura
contradictoria, densa y tensa, en la que hay olvido y
también memoria, en la que hay fuerte sentido de lo
efímero y mucho sufrimiento, en la que el ansia de vivir
choca íntimamente con un permanente sentimiento de
muerte. Uno de los mayores aportes de este estudio
reside en mirar la vida cotidiana de los jóvenes desde el
choque y el entrelazamiento de temporalidades muy
diversas que, si de un lado desgarran, de otro dinamizan
poderosamente la búsqueda de supervivencia
potenciando la creatividad.»
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En mi ya largo oficio de lector de libros antes de ser publi-


cados, muy pocas veces me topé con un texto provenienente
de una investigación con fines académicos que hubiera
logrado juntar tanto rigor intelectual con un lenguaje tan
desprovisto de jerga y al mismo tiempo tan cargado de
pedagogía social, esto es, de capacidad de retornar a sus
protagonistas-objeto convertido en una palabra generadora
de sujetos, como lo es éste. Un libro que introduce la para-
doja desde el título mismo: ¿cómo pueden ponerse juntas
las palabras ‘jóvenes’ y ‘memoria’ cuando todo en nuestra
sociedad tiende a pensar sus referentes como mundos radi-
calmente opuestos psicológica y sociológicamente? Y me-
nos hoy cuando los adultos hemos encontrado en la impu-
tación de la amnesia a los jóvenes una de las más socorridas
escapatorias a nuestra incapacidad de hacernos cargo de sus
incertidumbres y desazones. Pero lo que el título nos pro-
porciona es justamente la pista de fondo: asumir la fractura
generacional como una de las heridas más profundas del
conflicto que desgarra a este país. Y a contracorriente de
estereotipos que a derecha e izquierda despojan de valor a
lo que ocurre entre los jóvenes, o lo juzgan de tan escaso
interés como para estudiarlo a fondo, lo que aquí encon-
tramos es una reflexión lúcida sobre lo que le duele a Colombia
en sus jóvenes, en la carne y el espíritu de la mayoría de sus
adolecentes.

Abrirle camino a esa indagación exige tener muy en


cuenta la desproporción enorme entre la visibilidad y cen-

Habitantes de la memoria – Prólogo


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tralidad adquirida por los jóvenes como agentes de violencia, a


partir del día en que un adolescente de dieciséis años asesi-
nó al Ministro de Justicia Lara Bonilla, y la marginación en
que se halla la vida de la mayoría, el pequeñísimo grado de
comprensión/valoración de la complejidad de los cambios
que ellos atraviesan. Alejada radicalmente de la imagen
light que la publicidad hace de lo joven, pero también frente a
tanta simplificación crítica con que se lo victimiza vaciándo-
lo de responsabilidad, Pilar Riaño traza una figura con-
tradictoria, densa y tensa, en la que hay olvido y también
memoria, en la que hay fuerte sentido de lo efímero y mu-
cho sufrimiento, en la que el ansia de vivir choca íntima-
mente con un permanente sentimiento de muerte. Uno de
los mayores aportes de este estudio reside en mirar la vida
cotidiana de los jóvenes desde el choque y el entrelazamien-
to de temporalidades muy diversas que, si de un lado des-
garran, de otro dinamizan poderosamente la búsqueda de
supervivencia potenciando la creatividad. Porque hablar de
memoria implica hablar de memorias muy distintas, de corto
y largo alcance, ligadas a un sórdido resentimiento o a una
perseverancia vital, capaces de alentar esperanza o de matar
toda iniciativa. Del mismo modo que en sus parches y ban-
das se entrelazan milicias guerrilleras o paramilitares, orga-
nizaciones comunitarias de servicio al barrio y movimientos
culturales o contraculturales de rock y de teatro. Es a la luz
de esa compleja trama como resulta comprensible, e indis-
pensable, plantear la relación entre jóvenes y memoria,
justamente por que ahí emergen, sin el menor reato de cul-
turalismo, las dimensiones culturales de la violencia.

Y quizá el mejor modo de adentrarnos en lo que esa mi-


rada ha permitido desentrañar sea planteando la pregunta,
la cuestión de la que verdaderamente partió Pilar Riaño para
embarcarse a lo largo de cinco años en la aventura de una
investigación pie a tierra, participante y participada, en
algunos de los barrios más violentos de Medellín: ¿saben los

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jóvenes por qué arriesgan diariamente su vida, o la arries-


gan sin razones?, y si es esto último, ¿qué papel juega ahí el
olvido y a qué responde, esto es, qué visiones/representa-
ciones del país se disputan esa memoria? Preguntas todas
que encontraron su pista de elucidación más honda en otra
desconcertante paradoja: vivimos en uno de los países don-
de hay más muerte, pero aún aquí la sociedad tardomo-
derna que nos moldea busca obsesivamente ocultar, tapar
todo signo o alusión a la muerte –lo que valerosamente han
denunciado Susan Sontag y Zigmun Bauman–, y entre
tanto los jóvenes de Medellín hacen de la muerte una de las
claves más expresivas de su vida. Primero visibilizándola
con barrocos rituales funerarios y formas múltiples de re-
cordación que van de las marchas y procesiones, de los
grafittis y monumentos callejeros, a las lápidas y collages de
los altares domésticos; y segundo, transformándola en hito
y eje organizador de las interacciones cotidianas y en hilo conduc-
tor del relato en que tejen sus memorias. Todo el esfuerzo de
búsqueda desplegado en este libro valió la pena aunque sólo
fuera por habernos descubierto ese rostro oculto de una
juventud machaconamente acusada de frívola y vacía. Pues
en un país donde son tantos los muertos sin duelo, sin la
más mínima ceremonia humana de velación, es en la juven-
tud de los barrios pobres, populares, con todas las contra-
dicciones que ello conlleve, donde encontramos –por más
heterodoxas y excéntricas que ellas sean– verdaderas cere-
monias colectivas duelo, de velación y recordación. La au-
tora constata que entre los jóvenes de barrio en Medellín “lo
que más se recuerda son los muertos” y ello mediante un
habla visual que no se limita a evocar sino que busca convo-
car, retener a los muertos entre los vivos, poner rostro a los
desaparecidos, contar con ellos para urdir proyectos y em-
prender aventuras. Y lo más sorprendente: las prácticas de
memoria con las que los jóvenes “significan a los muertos en
el mundo de los vivos son las que otorgan a la vida diaria
un sentido de continuidad y coherencia” (p.100).

Habitantes de la memoria – Prólogo


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Las pistas de investigación de este libro convergen enton-


ces en esta otra pregunta: ¿desde dónde, y con qué materia-
les simbólicos construye esa juventud el sentido de su vida?
Y la respuesta no es ni entera ni clara, pero sí certera: en
lugar de vaciar de sentido a la vida justificando cualquier
conducta, la muerte anuda un tejido de memorias y fideli-
dades colectivas con las que se construye futuro y se dotan
de un sentido de dignidad humana las vidas de los indivi-
duos. Lo que hay de certero en ese modo de comprensión es
que torna legibles e inteligibles algunas de las narrativas
más aparentemente opacas. Me refiero a aquello de lo que
trata el capítulo cuarto, la recuperación por parte de los
jóvenes urbanos de los más viejos y tradicionales relatos
rurales de miedo y de misterio, de fantasmas, ánimas y
resucitados, de figuras satánicas y cuerpos poseídos; todo
ello en “tenaz amalgama” con los relatos que vienen de la
cultura afrocubana y la de los medios, del rock y del meren-
gue, del cine y del video.

Evocadores de “mapas del miedo” esos relatos y leyen-


das, fundidos eclécticamente, pasan a convertirse en gene-
radores de “un terreno sensorial común” para expresar
emociones, o en figuras reivindicadoras de las hazañas non
sanctas de sus héroes. Otorgan una cierta coherencia moral y
alguna estabilidad a unas vidas situadas en los más turbios
remolinos de inseguridades y miedos, y sirven de dispositi-
vo de desplazamiento (Freud) de los terrores vividos en la
cruel realidad cotidiana a otras esferas y planos de media-
ción simbólica –memoria, magia, sobrenaturalidad, teatra-
lidad emocional– desde los que se hace posible exorcizar y
controlar en algún modo la delirante violencia en que se
desarrollan esas vidas. Y la autora va más lejos: encuentra
en esa amalgama de relatos rurales y urbanos un ámbito
estratégico de moldeamiento activo de sus culturas para dotarlas
de supervivencia, tanto en sus dimensiones más largas y rai-
zales como en sus valores más utilitarios: los ligados al

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éxito en los noviazgos o en las operaciones del contraban-


do.

Un tercer ingrediente clave de esa trama cultural desde la


que los jóvenes negocian cotidianamente con la violencia, es
la fuerte articulación entre memoria y territorio, ya sea que
los lugares –el barrio, la calle, el parque, la tienda de la
esquina– operen como desatadores de recuerdos, o que sean las
prácticas de memoria las que conecten entre sí diversos y
hasta apartados lugares. El mero circular por una ciudad
como Medellín (y desgraciadamente también por Bogotá o
Cali), que ha minado físicamente buena parte de su memo-
ria y en la que muchas calles se hallan minadas por muy
diferentes modalidades de “explosivos”, exige de sus jóve-
nes el ejercicio de un especial saber proveniente de una
experiencia sensorial –los modos como el joven habita el terri-
torio– y de una competencia colectiva que es capaz de po-
nerles nombre y apellidos a los lugares. Porque nombrar es
situar al lugar en el mapa de la memoria colectiva, y adjeti-
varlo es señalar su temperatura en el termómetro de las
violencias y en de los gustos, especialmente los del sonido,
del olor y del sabor.

El rastreo por la historia del “barrio Antioquia” –uno de


los más excluidos, conflictivos y recursivos de Medellín, y
lugar neurálgico para esta investigación– a la vez hecho de
la mano de análisis escritos y de los relatos orales de sus
vecinos, muestra de sobra por qué este libro, tan honesta-
mente referido sólo a esa ciudad, está sin embargo hablán-
dole al país entero, que es al que cifradamente remiten las
más desconcertantes y fecundas de sus paradojas.

Habitantes de la memoria – Prólogo

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