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Harry Vollmer: La escritura como sondeo de la realidad.

Mi lugar de origen
es la calle
donde está la vida
(Jesús Sepúlveda. Poema: Lugar de Origen)
En los libros “Chaucha” y “Con Ajo” del poeta Harry Vollmer, se expresa un
sujeto poético signado por el dolor, quién mediante la elaboración de un lenguaje
representativo de una parte de la sociedad: los desamparados, marginales y excluidos de
los sitios de poder del aparato ideológico de Estado, busca e intenta denunciar,
humanizar y construir ambientes e imaginarios a través de la aprehensión y
procesamiento de una observación sensible de la realidad fuera del texto.
La relación escritura y realidad es ineludible en esta poesía llamada poética del
Callejón por Bernardo Chandía Fica y del “Oxido” por Yanko González 1,
aproximaciones que tientan una mirada y manera de concebir estos textos, pues el lector
que se enfrente a éstos, escuchará voces que narran su propia miseria, vacíos, miedos y
dolores situados en un lugar de desarraigo que los consume, absorbe y subsume en el
olvido de las miradas que transitan por la calles.
La identificación del sujeto de la enunciación con los sujetos del enunciado se
manifiesta en la sensación de vacío y desasosiego que a ambos embarga. Por una parte,
el hablante, en tanto sujeto que trafica las calles, es atravesado por el dolor de una
herida que no cicatriza y lo mal acompaña, como la ciudad, en su peregrinar por los
bares, callejones y engranajes internos de la urbe. En estos lugares, el sujeto vive y
siente la imposibilidad de entender la sensación de realidad; es decir, se da cuenta de
que la palabra o enunciado no es suficiente para conocer la realidad, pues existe un
desajuste entre lo que se concibe y lo que se representa de ella, provocando lo que se
conoce como la inconmensurabilidad del lenguaje ante el saber. Así el poeta nos dice:
¡Esquizofrénico es, lo que fue dado al hombre! / Mancho con tiza blanca la enorme
pizarra blanca / en charla perfecta a estos húmedos pasillos, / antes del conteo de cada
noche / antes del poema / el imposible poema que nunca será escrito. Por otra parte,
los personajes o voces que hablan en los poemas, se muestran marcados por una
1
En un texto titulado “Intimidad urbana, huellas de los últimos poetas del siglo veinte” Bernardo
Chandia Fica y Sergio Rodríguez Saavedra realizan una cartografía poética de 104 poetas y sus
respectivas poéticas, sintonizándose todos en la posesión de una sensibilidad post, en la urbe. Mientras
que Yanko González en la Antología “Zonas de Emergencia” realiza un estudio titulado “Ritos de paso.
Joven poesía emergente: sur de Chile y otros horizontes”, donde formula esta definición en un apartado
dedicado a las distintas voces que se presentan en el sur (sobretodo ex X región).
infancia asesinada, habitando el espacio de todos y de nadie, donde la existencia es
supervivencia, y el halo de la desesperación y sinsentido oscurece las vidas de aquellos
sujetos que sufren de hambre, frío y de un dolor que ya es parte de su alma. El texto
nos dice: “…En la guardia me reciben todas las noches, / me dejan dormir sobre la
banca. / No me arrepiento de la vida y de haberla vivido al reverso, / sólo es el pulmón
izquierdo el que me duele / pues en el alma ya nada, nada siento. Estos sujetos que
son parte constitutiva de un cuerpo social, se muestran en voz propia, narrando sus
historias de vida, corroídas por los efectos laminadores de una sociedad violenta, en
ciudades donde la indiferencia, competitividad, sensación de vacío en medio de la
multitud y desapego del otro como igual a mi, son gestos inherentes de los ciudadanos
que habitan la urbe.
En voz del hablante se percibe fugitivamente la ternura cuando se vuelve a los
recuerdos de la infancia. Este acto de remembranza, por un lado nos muestra la infancia,
como un estado - dice J. Teillier – “de recreación de los sentidos para recibir
limpiamente la admiración ante las maravillas y miserias del mundo”2, con las que el
poeta arma el espacio ficcional - existencial en el que habita con sus criaturas; y a la
vez, la infancia como el lugar y tiempo existencial en el que somos verdaderamente
humanos. Y por otro, es un acto que connota de sentidos a los sujetos desamparados y
les posibilita hacer habitable la ciudad, por medio del afecto, compasión y ternura que el
hablante y pluralidad de voces textualizadas sienten y nos comunican.
La construcción del hablante lírico, en este caso, se forja en la representación del
mundo de vida3 como proyección de un imaginario afincado en el barrio, que quiere dar
cuenta de la forma de la urbe “periférica y precaria” De este modo, se intenta elaborar
en el texto de ficción un documento de realidad que muestra la maneras de ser y estar de
personajes, ciudadanos desposeídos de un entorno esencialmente armónico y poseídos
por el miedo y la angustia. En este horizonte, el hablante se encuentra en un constante
peregrinar, y es atravesado por un dolor, transfigurado en el discurso en figuras
sicológicas y socio ambientales productos de un laberinto caótico que provoca “la
alienación del sujeto descentrado y deshumanizado por la técnica, el consumismo y el
militarismo”4. Es en esta crisis del sujeto, donde el poeta imbrica una actitud crítica
frente a la sociedad, actuando como voz que se construye a medida que va diciendo,
2
“Sobre el mundo donde verdaderamente habito”. Jorge Teillier. Las negritas son mías.
3
Lo propio de un mundo de vida (Lebenswelt) es que son inconscientes. Es decir, en los orígenes de toda
representación o de acción existe una sensibilidad colectiva y un común acuerdo no lógico, que sirven
como fundamento de la existencia social. En este sentido, el Lebenswelt, es eso que une de manera no
consciente. Michel Meffesoli: “Sobre el tribalismo”
narrando, describiendo al otro con el que se reconoce, pues al mirarlo y extender e
interactuar el mundo interno con el mundo externo, se va conformando la identidad del
sujeto, que a su vez, es la identidad del nosotros.
En este sentido, la construcción discursiva afincada en la memoria del barrio,
funciona como denuncia y reconocimiento de la presencia, real o imaginaria de una
existencia social que el poeta visibiliza en el poema, pues se encontraba invisibilizada
en la realidad.
Además, el discurso poético adquiere dimensiones éticas, pues a partir de algo
exterior a mí, puede tener lugar el reconocimiento de mí mismo, originando una manera
de ser que se localiza en la presencia de un cuerpo (el barrio y sus raigambres) que es
utilizado para “epifanizarlo”, para hacerlo destacar. Por lo tanto, individuo es
trascendido e integrado a un conjunto, donde el texto literario opera como agregación,
pues reconoce aquella parte de la sociedad que la oficialidad del discurso no alumbra.
En el proceso de construcción del sujeto existe una imaginación proyectada en
las condiciones materiales de la existencia que opera como dispositivo de reafirmación
de aquellas zonas de agonía de la realidad, pues mediante el posicionamiento del
discurso en una subjetividad que habla afincada en los bordes “posibilita establecer un
espacio distinto y, en cierto sentido privilegiado, lejos del poder dominante que se
aborrece y al cual se impugna. Aquí, el sujeto contempla el juego, el escenario y su
despliegue para asistir a su desarticulación; los límites adentro, afuera se han borrado y
los polos del sujeto y del objeto se fusionan en el espejismo de las calles”5. En estas
coordenadas, podemos apreciar que el poeta asume una responsabilidad hacia su
existencia, pues su poesía se inserta en ciertas condiciones histórico – culturales, que
“fundan estrategias escriturales que devienen una nueva forma de interpretar, imaginar
y generar un nuevo trato con estas condiciones”6, convirtiéndose el sujeto en un Actor
de su propia historicidad.
Así pues, el poeta negocia con aquel sustrato de la realidad para esencializarlo y
representarlo, en un imaginario que funciona como praxis para desarticular aquellas
representaciones dadas de la realidad y rearticular representaciones que provoquen una

4
“Marginalidad y fragmentación urbana en la poesía de los sesenta: un cuestionamiento al sujeto
poético de la modernidad”. Naín Nómez. Revista Atenea.
5
Oscar Galindo. Lenguaje, Margen y Ciudad. Notas sobre la escena poética post. Ciudad Poética Post.
Diez poetas jóvenes chilenos. Eds. Oscar Galindo y Luis Ernesto Cárcamo. Santiago: Fondo de
Iniciativas Culturales, Instituto Nacional de la Juventud, 1992: 111 – 112.
6
Bernardo Colipán. La Joven Poesía del sur de Chile: Notas para una arqueología Precoz”. Zonas de
Emergencia. Eds. Bernardo Colipán y Jorge Velásquez. Valdivia: Paginadura Ediciones, 1994: 135.
identificación, tanto para sí mismo como para con el otro. Por esto, afirmamos que la
literatura funciona como productora y/o constructora de identidad, y sobretodo, como
discurso crítico de resistencia frente a la adaptación funcional en una sociedad, de
carácter individualista que genera la ausencia de sociabilidad, cuyas consecuencias en lo
psicosocial son cierto malestar, ansiedad, desorientación y narcisismo. Al respecto, en la
poesía de Völlmer encontramos un lenguaje que problematiza la identidad desde lo
social, afirmando un modo de habitar de un grupo en la ciudad, que tras la mirada del
poeta – agente que devela y fractura, intenta y logra reivindicar a aquellos sujetos
desamparados mediante el esfuerzo de unir un cuerpo social regido por un cerebro, pero
también por un corazón que dignifica y humaniza a estos seres desprovistos de una
vitalidad que un sistema de valores impuesto – cual camisa de fuerza que intenta
homogeneizar a una realidad en constante ebullición – les había arrebatado.

De esta manera, en la literatura que se hace cargo de textualizar una cierta


condición humana en el mundo, subyace tanto para el autor como para el lector, una
condición ético – política en la producción y recepción del texto, ya que “inquirir en la
conexión literatura – identidad (cultural) equivale a indagar en los efectos de
experiencia de realidad que un texto concreto provee o no provee en relación con la
acción de visibilizar y tensionar los límites identitarios entre nosotros y los otros”7.

7
Literatura e identidad Cultural. Sergio Mansilla. Estudios Filológicos.

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