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NI CATOLICOS
NI PROTESTANTES
Por Guillermo R. McGrath
El título de este estudio parecerá un poco extraño al lector que tiene la idea popular
de que sólo hay dos clases de cristianos: los protestantes y los católicos. Originalmente el
término “protestante” fue usado para designar un grupo de príncipes alemanes del siglo XVI,
quienes querían controlar los asuntos religiosos en sus propios territorios, sin ninguna
interferencia de Roma.
Cuando un emperador les negó este derecho, ellos “protestaron” e insistieron en hacer de la
iglesia una secretaría del gobierno. Siendo que la mayoría de los príncipes profesaron la fe
reformada, (o es decir las doctrinas de Lutero y Calvino, en vez de las enseñanzas de la Iglesia
Católica Romana), el nombre fue aplicado a ellos y a lo Reformadores.
Pero muchas iglesias evangélicas rechazaron el nombre “protestante” y no quisieron ser llamadas
así. Muchas de estas iglesias no sólo rechazaron el nombre, sino repudiaron a los mismos
Reformadores. Y, ¿por qué no quisieron ser identificados con ellos? ¿Por qué decían que ellos no
eran protestantes? ¿Todavía siguen diciendo lo mismo en este tiempo moderno?
Es posible contestar estas preguntas por medio de un estudio de la historia de la Iglesia. Y cuanto
debemos hacer, porque el Apóstol Pablo nos amonestó a hacerlo para que no fuéramos a cometer
los mismos errores que los antepasados cometieron (l Cor.10:1-14.) Para entender el porqué los
anabautistas rehusaron ser identificados con el protestantismo, debemos primero entender los
problemas que formaron el trasfondo del movimiento Reformado del siglo XVI.
La iglesia Católica estaba en una condición decadente. Toleró muchos abusos y defendía estos y
a los sacerdotes que lo cometían. Cuando examinamos la escena detalladamente, encontramos
ocho violaciones a la Sagradas Escrituras que clamaban por ser corregidas o reformadas:
8. UNA IGLESIA UNIVERSAL DE LAS MASAS: Toda la población fue bautizada desde la
niñez y todos fueron considerados miembros de la iglesia aunque eran inconversos y vivían vidas
no cristianas. La ciudadanía con el estado era sinónimo con la membresía en la iglesia.
La Iglesia era un super-estado que controlaba los gobiernos de cada país; un tipo de gobierno
mundial. Cuando el nacionalismo creció, los gobiernos empezaron a quejarse contra este poder
internacional e imperialista de la Iglesia. Empezaron a querer guardar para sí los impuestos que
Roma se llevaba. Al fin confiscaron las propiedades grandes de la Iglesia, nacionalizándola en
una como en algunos países latinoamericanos han hecho en estos tiempos modernos. Pero una
reforma verdadera tenía que corregir no sólo abusos religiosos, sino también romper el poder
efectivo de roma con el cual interfería en los asuntos políticos de las naciones. Esta situación fue
propicia para la revolución y el cambio. Lo único que faltaba era un liderazgo que podría proveer
la “teología” para la “nacionalización y canalizar el entusiasmo popular. Tales líderes pronto se
manifestaron.
Martín Lutero empezó su carrera de reforma sin comprender las consecuencias que ésta
produciría. Su vida y carrera pueden ser divididas en cuatro períodos distintos:
El joven Lutero quien quemó el decreto papal de su excomunión y el libro de la ley canónica,
repudiando el sistema entero papal junto con su autoridad falsa, es el Lutero que merece nuestra
simpatía. Este Lutero dijo: “¡Esta es mi posición, no puedo hacer más porque ni seguro ni
correcto es ir en contra de la conciencia. Que Dios me ayude!” Este joven sólo esperaba la
muerte de mártir: pero fue destinado a vivir y a cambiar. Eventualmente se consentiría en la
muerte para otros que declararan sus conciencias. La vida y obra de Lutero es, en muchas
maneras, típica de otros reformadores, cuyo grito era “volvamos a la Biblia”, pero pronto su
posición no sólo afectó la reforma eclesiástica. Uno tras otro se encontraba en una situación
comprometida, gradualmente dándose cuenta más y más del interés propio de los príncipes y
reyes. Estos últimos sólo querían deshacerse del yugo papal para ser ellos los poderosos y ricos.
Ahora, vamos a examinar cada una de las ocho violaciones flagrantes de la Iglesia Romana
contra la Escrituras y ver como los reformadores protestantes la combatieron. Primero
destruyeron el sistema de indulgencias. Enfatizaron la doctrina de la Biblia la cual enseña que
ninguna iglesia tiene el poder de dar una “indulgencia”, remitir la pena del pecado o ayudar en
ninguna manera a los que ya murieron. Desgraciadamente, el énfasis sincero que los
reformadores protestantes hacían en la salvación sólo por la fe (sola fide), fue entendida
generalmente por el pueblo como una “indulgencia protestante” para pecar. El resultado fue que
un sistema de indulgencias fue reemplazado por otro. Un teólogo Luterano, Dietrich Bonhoeffer,
escribió de este triste resultado en la siguiente manera: “La gracia barata (o fácil) quiere decir la
justificación del pecado sin la justificación del pecador. La gracia sola hace todo, dicen ellos, y
por eso todo queda como siempre ha sido.... El mundo sigue en su mismo camino y todos somos
pecadores, hacen hasta el mejor entre nosotros, dijo Lutero. Bueno entonces deje que cristiano
viva como el resto del mundo, que moldeó su carácter según el patrón mundano en cada aspecto
de la vida. Que bajo la gracia no aspire a vivir una vida diferente de la que tenía antes de ser
salvo. Esta era la herejía de los “entusiastas”, los Anabautistas y otros como ellos.... La gracia
barata es la predicación del perdón sin el arrepentimiento, el bautismo sin la disciplina
eclesiástica, comunión sin la confesión, absolución sin contrición. La gracia barata es gracia sin
el discipulado, gracia sin la cruz, gracia sin Jesucristo, vivo y encarnado en el creyente...
Nosotros los luteranos no hemos reunido como águilas sobre un cadáver y hemos tomado el
veneno que mata la vida de un seguir a Cristo. Es verdad que hemos rendido honores sin paralelo
en el cristianismo a la doctrina de la gracia pura, en realidad hemos exaltado a esta doctrina a la
posición de Dios mismo. Por dondequiera la fórmula luterana, pecar con valentía es repetida,
pero la verdad que contiene es pervertida y es nuestro auto-engaño. Mientras nuestra iglesia
mantenga correctamente la doctrina de la justificación, no habrá duda alguna de que sea una
iglesia justificada. Así dicen, pensando que nosotros debemos vindicar nuestra herencia luterana,
haciendo que esta gracia esté al alcance de un precio barato y fácil de pagar. Ser luterano quiere
decir que hemos dejado el asunto de seguir a Cristo a los legalistas, calvinistas y anabautistas, y
lo hacemos para el bien de la doctrina de la gracia. Justificamos a este mundo y condenamos
como herejes a aquellos que luchan por seguir a Cristo. El resultado es que una nación se
convirtió en cristiana y luterana, pero ésta nos costó el verdadero discipulado. El precio que la
nación tuvo que pagar fue demasiado barato, Sí, la gracia barata ha prevalecido”.
Estas palabras no son las de un oponente de Lutero, sino son la confesión de un teólogo luterano
moderno que contempla el colapso de un protestantismo vacío cuyos miembros en la mayoría
fueron llevados por el nazismo. Pero no eran necesarios cuatrocientos años para que alguien
comprendiera la realidad de este cristianismo superficial. Los anabautistas contemporáneos de
Lutero, inmediatamente vieron la falsedad de la doctrina de “sólo creer”. Podemos leer cientos
de comentarios de ellos, como por ejemplo este de Menno Simons: “...Dicen que somos pobres
pecadores y no podemos guardar los mandamientos de Dios, y otras consolaciones por el mismo
tipo. Por eso quieren egoístamente buscar su libertad carnal por medio de esta doctrina. No se
mueven de su antigua manera de vivir, en una vida no cambiada, sin ningún temor de Dios, como
si nunca jamás hubieran oído una sílaba de la palabra de nuestro Señor, y como si Dios nunca les
fuera a castigar su injusticia y maldad.
Los eruditos generalmente están de acuerdo en que uno de los frutos de la Reforma era un
deterioro marcado en la moralidad de la gente común en toda Europa, donde quiera que la
doctrina de “sola fide” era prodicada. Menno Simons observó este deterioro con tristeza e
indignación:
2. El sufrimiento por llevar cierta cruz que el amor tiene que experimentar en el rechazo a Cristo
por el mundo;
4. Una disposición del alma a Dios, con paz en el corazón por descansar en Dios, aunque el
mundo le ofenda y le persiga.
Ahora, para condenar los abusos católicos, el sistema de veneración de los santos, las imágenes y
de María, felizmente vemos a los reformadores famosos rechazando todos estos abusos, hasta
destruyendo las imágenes, ventanas de vidrio de colores, pinturas, altares, estatuas, y con un celo
forvoroso. Zwinglio, Knox, y Calvino eran especialmente vehementes en este tipo de deshacerse
de todas las “ayudas” para la adoración”, destruyendo los instrumentos musicales y coros
musicales.
Lutero, sin embargo, no fue tan lejos, pero retuvo mucha ceremonia en la misa, velos, órganos y
muchas otras cosas del culto católico. Juan Wesley acusó a la iglesia de Inglaterra de no terminar
por completo la reforma, acusándole de ser mundana: “¿Están más libres ustedes de la idolatría
que los católicos? Sí, en su propia idea. Pero, ¡Cuán pequeña es la diferencia! Ellos levantan sus
ídolos en sus templos; ustedes los levantan en sus corazones. Sus ídolos son cubiertos con oro y
plata, pero los de ustedes son oro sólido. Ellos adoran el retrato de la reina del cielo, y ustedes el
de la reina de Inglaterra. En otra manera ellos idolatran un hombre o mujer muerta; pero ustedes
idolatran una persona viva. Pero, ante Dios ¡Cuán poca es la diferencia! Poca preeminencia tiene
el londinense que adora el dinero, sobre el romano que adora una imagen; o el que adora un
santo vivo sobre el que ruega a un santo muerto”.
Mientras Lutero y muchos de los protestantes seguían el principio del rechazo solo de aquellas
cosas que son específicamente contrarias a la Escritura, los Anabautistas generalmente seguían el
principio de rechazar todo lo que no es específicamente establecido para observarse en la Biblia.
H.S. Bender, cita y comenta sobre este precepto que se encuentra en una carta de Conrado Grebel
a un pretendido reformador “Entendemos que usted ha traducido la misa al Alemán, y que ha
ordenado una nueva liturgia. Esto no puede ser bueno, porque en el Nuevo Testamento no se
encuentra enseñanza como esta (la liturgia)” -Esta cita anuncia el método de Grebel, todo tiene
que ser comprobado con el N.T., y todo lo que no se halla en él como una enseñanza de Cristo y
de los apóstoles o que fuera la práctica apostólica, tiene que ser abandonada. A este primer
principio es añadido un modelo: todo tiene que ser para la edificación, tiene que producir una fe
que convierta el modo de vivir, y no dejar guiarnos en una fe externa e hipócrita”.
Este principio no quiere decir que la Iglesia no tiene el derecho a interpretar las Escrituras, sino
que no tienen el derecho de introducir prácticas extrañas e innecesarias que no tienen
fundamento alguno en las Escrituras.
Es particularmente triste ver que tan fácilmente las masas protestantes dejan la adoración de los
santos para pasarla a la de uno de sus héroes, glorificando reyes y príncipes y otros personajes
políticos. Esto también es idolatría. No debemos subestimar la influencia masiva del
nacionalismo en la formación protestante de país en país. En Inglaterra donde el reformador era
el villano Rey Enrique VII, la reforma incluía el robo de la riqueza y propiedad católica.
Al considerar el cuarto error católico, el de la magia sacerdotal, la enseñanza que Dios dio su
gracia regeneradora sólo en las aguas del bautismo administradas por el sacerdote (normalmente
a infantes), y que Cristo está presente físicamente en el pan y vino de la Cena del Señor; estamos
desilusionados al observar que ningún reformador repudió el bautismo de infantes o la
regeneración bautismal. Casi todos ellos durante el trayecto de sus ministerios, dudaban de esta
práctica, pero uno tras otro decidieron que era necesario retenerlo. La razón de esto fue que si el
bautismo infantil era rechazado, y si sólo los creyentes eran admitidos al bautismo después de la
confesión voluntaria de su nueva fe, el resultado de esto sería una iglesia muy reducida. Si la
membresía fuera puramente voluntaria, no muchos se acercarían, habría solo unos pocos
cristianos y la sociedad se desintegraría. Así razonaron los reformadores. Y decidieron en pro de
una iglesia masiva, en la cual todos lo que nacían en el país eran bautizados y automáticamente
se convertían en cristianos. Siendo que un infante no puede tenerlo, esta decisión por parte de
ellos no fue sabia, por lo que la Biblia no enseña, era una decisión política y socialmente
cómoda. También en la cuestión de los símbolos en la Cena, sólo una minoría de los
reformadores se decidió en contra de la idea de que Cristo estaba presente físicamente en los
elementos de la Cena. Lutero insistió fuertemente que estos elementos mismos eran en realidad
Cristo. Así la iglesia llegó a estar compuesta de los que fueron bautizados cuando eran infantes,
estaban de acuerdo con la teología de los Reformadores (sola fide), y comían y bebían a Cristo
en el culto de comunión. Los Anabautistas absolutamente rechazaron cualquier bautismo excepto
aquél que fuera hecho a base de una confesión de fe. También rehusaron reconocer que los
elementos de la Cena eran más que símbolos. Así los Anabautistas repudiaron la magia
ceremonial mientras los protestantes quedaban confusos y divididos en cuanto al asunto, muchos
de ellos creyendo que Dios sólo daba la gracia por medio de los sacramentos mismos o por la
predicación de la doctrina de “sola fide”.
En quinto lugar, debemos considerar si los reformadores en verdad reformaron las instituciones
catolico-romanas, tales como el monasticismo, el celibato, el ascetismo. Aunque las facciones de
“iglesia alta” de nuestros tiempos hayan revivido el monasticismo y el celibato como vocaciones
de unos pocos selectos, en general, lo reformadores simplemente dejaron de poner un doble
énfasis en un código estricto para unos pocos y otro más estricto para la masas, y lo
reemplazaron con una regla más liberal para todos, lo que dejó como consecuencia la moral
deteriorada.
En verdad no ayudó a la causa de Cristo el demoler la norma doble, sino que la reemplazó con un
antinomianismo general. Los Anabautistas rechazaron la dos cosas. Restauraron la norma bíblica
del discipulado para todos los hijos de Dios. Cuando se hayan relajado los modelos del Nuevo
Testamento, como vigentes para todos los miembros de la iglesia, la disciplina estará perdida
inevitablemente, y cuando se pierde el discipulado, la relación filial de un hijo con el Padre se
pierde y finalmente la salvación también.
Otro intelectual, Juan L. Stoddard, se siente impulsado a llegar a la misma conclusión por causa
de unos datos inquietantes de la vida de Lutero y de su literatura: Se dice comúnmente que
Lutero originó el derecho de la libre investigación. Pero esto está lejos de la verdad. Hablaba de
él, como una de sus razones de abandonar las tradiciones de la iglesia, pero hizo todo lo que
podía para lograr una sujeción universal a la Biblia, así como él la interpretaba. Llegó a ser un
papa de la hoja impresa, en lugar de uno de carne y hueso. Además, siendo que se consideraba
así mismo como intérprete autorizado de la Biblia, prácticamente se declaró infalible. Uno de los
contemporáneos de Lutero, Sebastian Frank, escribió tristemente: “Hasta bajo el papado
teníamos mas libertad que ahora'”. No sólo Lutero sino todos los reformadores manifestaban
intolerancia a los anabautistas y a todo aquel que no se conformaba con sus ideas, desde Juan
Calvino que consintió en la muerte de Servetus su oponente teológico, a Ulrich Zwinglio quien
forzó a su antiguo amigo Hubmier a renunciar a su doctrina y traicionar su conciencia bajo la
tortura y amenaza de muerte. Lejos de restaurar el sacerdocio de todos los creyentes, e instituir
una nueva libertad de religión, todos los reformadores famosos trataron de imponer sus propias
interpretaciones por la fuerza, e intimidaron a sus oponentes a callar, por medio de amenazas.
Esta situación infeliz dio como resultado grandes olas de persecución y guerras civiles.
Finalmente, después de mucha confusión y derramamiento de sangre, un esfuerzo fue hecho para
lograr la paz por medio del compromiso.
El plan adoptado era que cada rey podía libremente establecer su iglesia nacional según sus
propios gustos. Así la libertad fue sólo para los príncipes y su poder llegó a ser supremo tanto en
los asuntos de la religión como en lo civil. Este triste principio dió lugar a un nacionalismo
creciente que a su vez estableció la supremacía y totalitarismo del estado que hasta ahora sigue
produciendo su fruto pernicioso. Bajo los católicos, los gobernantes por lo menos temblaban ante
la posibilidad de la crítica e interferencia de la Iglesia, pero una vez establecida la reforma,
entonces los príncipes acallaron toda crítica. Pero los Anabautistas no solamente creían en el
sacerdocio de todos los creyentes, también lo practicaban sin miedo y cada miembro fue
requerido para testificar del amor y el señorío de Cristo, y contra el pecado. Por consecuencia,
fueron arrestados bajo la acusación de traición, actividad subversiva, y herejía. Fueron casi
aniquilados en una sangrienta persecución por los gobernantes que patrocinaban una iglesia del
estado pero no soportaban una iglesia de profetas valientes de Dios. Experimentaron la misma
fortuna que Juan el bautista antes que ellos, y por las mismas razones.
El séptimo error católico fue el de un sistema de poder y violencia, manifestada por la coerción a
todos los que no estaban de acuerdo con ella. Los reformadores famosos no hacían ningún
intento por corregir este principio anti-critiano. Al contrario, lo explotaron a lo máximo. Un
historiador bautista contemporáneo ha ecrito lo siguiente: “todos los reformadores mayores,
quienes habían librado horóicamente a la iglesia del poder de Roma y del Papa, sobre impusieron
una iglesia del estado donde quiera que andaban. La iglesia local y soberana del Nuevo
Testamento, que mantenía la libertad religiosa absoluta, fue perseguida por la iglesia del estado
de los reformadores. Esta era la verdad en cuanto a Lutero, quien impuso la iglesia estatal en
Alemania; Zuinglio en Suiza; Juan Knox en Escocia; Enrique VIII en Inglaterra; Juan Calvino en
Ginebra, cuya consistorio no era menos que una inquisición. Todos ellos perseguidores así como
Roma fue antes de ellos”.
Que esto es un hecho histórico no puede ser negado, pero muchos adora-héroes han tratado de
excusar a los reformadores y sus iglesias del estado de alguna manera u otra de la culpa de esos
perseguidores. Uno de lo pretextos más comunes es que los tiempos eran en sí brutales y todo el
mundo hacía lo mismo de todos modos. Hace cinco años fue publicado en Suiza un libro titulado
EL CRISTIANISMO Y EL MIEDO, en el cual el autor, Oscar Pfister analiza con muchas
palabras los crímenes de lo reformadores. En cuanto a Calvino escribió lo siguiente: “El
conocimiento del período de la reforma demuestra que muchos eruditos del tiempo, hombres con
seguidores que enumeraron miles, celosamente se pusieron en contra de la persecución de los
herejes, y en nombre del Evangelio, clamaron por la misericordia en el trato de estos.
Prominentes entre ellos eran los Anabautistas. Muchos de estos hombres de elocuencia inspirada
fueron conocidos por Calvino. Pero la oposición a la persecución de los herejes, no le impresionó
siquiera. Hay que derrumbar la idea antigua de que las crueldades de Calvino únicamente
demostraban el espíritu de los tiempos. Me maravilla la falta de sabiduría de Calvino quien era
conocido por su lógica. Su ira fue encendida contra la persecución de protestantes en países
católicos y a pesar de esto, no demostró misericordia hacia los que él consideraba herejes”.
Los Anabautistas protestaron contra la actividad anticristiana de los reformadores, pero sin éxito.
Menno Simons escribió de esta crueldad por la cual miles de Anabautistas fueron muertos por las
iglesias estatales protestantes: “Observen, queridos hermanos, hasta dónde el mundo se ha
apartado de Dios y de su palabra... con tanta rabia persiguen, difaman y destruyen la verdad
salvadora, el Evangelio no adulterado de Nuestro Señor Jesucristo, la vida piadosa de los santos.
Y esto es hecho no sólo por los católicos romanos y los turcos, sino en gran parte también por los
que se jactan de la Palabra Santa, aunque en sus primeros escritos tenían mucho que decir en
cuanto a la fe, que es el Don de Dios, y es creada en los corazones de los hombres sólo por
medio de la Palabra. Pero este principio hace ya muchos años ha sido dejado a un lado por los
teólogos y me parece a mí, que ha sido borrado de sus libros. Porque desde que los señores y
príncipes y países se identificaron con su carnal doctrina, han publicado la opinión contraria,
como es evidente en sus escritos. Y aunque sus publicaciones y sermones incitan a que sean
entregados a las manos de los ejecutadores a muchos corazones piadosos quienes contradicen,
desaprueban y amonestan a ellos con la Palabra clara de Dios y les señalan los fundamentos
verdaderos de la Palabra Santa, es decir, la fe poderosa que obra amor, una vida penitente, la
obediencia a Dios y a Cristo y las ordenanzas evangélicas del bautismo y la santa cena que Cristo
mismo mandó a su iglesia hacer. SI, todos los que de un corazón puro insisten en esto, son estos
Anabautistas maldecidos, considerados seductores y herejes;... sin embargo, cada uno y todos
ellos, sean señores, príncipes, predicadores, teólogos o personas comunes, sean ellos católico-
romanos, luteranos o zuinglianos, quieren ser llamados la congregación cristiana, la Iglesia
Santa”.
Podemos notar particularmente dos cosas en la cita de arriba: Primero Menno dice que los
Anabautistas censuraban y profetizaban en contra de los pecados de sus perseguidores. Recuerdo
haber leído del juicio de un Anabautista quien fue acusado ante los jueces y un numeroso grupo
de predicadores de la iglesia-estado, que uno de ellos gritó “Este hombre Herman se ha
entregado a una de las sectas malditas que nos condenan. Sin duda las conciencias de los
reformadores se dolían bajo el testimonio de los Anabautistas. Segundo, debemos notar que
Menno oberva un cambio en los reformadores mismos: si al principio demostraban
valientemente sus convicciones de que la fe tiene que ser voluntaria y no forzada, pronto
cambiaron cuando vieron que tenían necesidad del sostén de los gobernantes, si es que su
reforma iba a tener éxito. Esta observación de Menno no es una observación privada. Un erudito
conocedor de la historia de la Reforma, Harold J. Grimm, de la Universidad de Indiana, escribió
en 1954, lo siguiente: “El valor de Lutero en Worms ha sido estimado correctamente como un
paso importante en la historia del desarrollo de la libertad religiosa. Mantuvo sin moverse que las
autoridades de la iglesia y del estado, tenían que convencerle a él, un individuo, de sus supuestos
errores antes de condenarle. Por el otro lado, este era un paso lejos de la negación de la
autoridad. Esta posición sostenida por la historia subsecuente del reformador, demuestra que él
firmemente creía que por su experiencia personal y por su estudio que había llegado a la verdad
absoluta de la religión que no permitía ninguna interpretación individual. Era su responsabilidad
demostrar a las autoridades esta verdad, y fue la obligación de ellos el defenderla. Si el papado
no consentía, entonces volvería Lutero al gobierno. Si rehusaba el emperador, entonces volvería
a los señores territoriales.”.
Si algún hombre fuera a llegar a esta misma conclusión en estos tiempos modernos, lo mandarían
a un asilo de enfermos mentales. Pero Lutero tuvo éxito en sus planes, en parte porque los
señores territoriales buscaban alguna manera de evadir la interferencia de la iglesia romana y por
eso se complacían con la oportunidad de esposar la causa de la libertad sostenida por el
reformador. Pero cuando los pobres alemanes quisieron aplicarse esta libertad, revelándose
contra lo señores territoriales y ganando su independencia, Lutero se enfureció contra ellos: “Si
un hombre es un rebelde, cada otro hombre es su juez y ejecutador. Así como cuando un fuego es
encendido, el primero que lo apaga es el mejor hombre... Por eso cada persona que puede,
apalear, matar, o apuñalar en secreto o en público, recordando que nada es más venenoso,
dañoso, o demoníaco que un rebelde. Es así como cuando uno tiene que atar a un perro rabioso;
si no lo mata, él le matará y a todos los suyos... Por eso apuñalen apaleen y maten cuando
puedan. Si llega a morirse en cumplir esto, le será para bien. Una muerte más bendita no puede
haber, porque ustedes morirán en obedecer la Palabra divina y el mandamiento de Romanos XIII,
y en servicio de amor a su vecino, quienes ustedes rescatan de los lazos del infierno y del
diablo.... Un rebelde no vale la pena de contestarle, porque no acepta los argumentos. La mejor
contestación para tales bocas es un puño que hace sangrar la nariz. Los campesinos no
escucharon; no dejaban que nadie les contestara. Sus oídos deben ser cerrados con balazos hasta
que sus cabezas caigan de sus hombros... Que nadie tenga piedad de los campesinos obstinados,
endurecidos, sino que todo, según sus habilidades, cortar, apuñalar, matar, como si fueran perros
rabiosos... para que así se mantenga la paz y la seguridad.... Y sin duda, estas son obras de
misericordia, amor y bondad, siendo que no hay nada peor en el mundo que la inquietud,
inseguridad, opresión, violencia e injusticia, etc.,etc”.
Los artículos escritos por Lutero sobre el asunto de las guerras campesinas están llenas de
expresiones como la arriba citada. Cuando muchos años después le fue reprochado por su
lenguaje violento, y por incitar a los señores territoriales a matar sin misericordia (mataron más
de cien mil campesinos), él contestó insolentemente: “Fuí yo, Martín Lutero quien mató
efectivamente a los campesinos en la insurrección, porque yo mandé eliminarlos. Toda su sangre
está sobre mis hombros. Pero yo respondo a nuestro Señor Dios quien me mandó hablar de esta
manera”. Aún más triste, Lutero reaccionó con igual violencia contra los Anabautistas quienes
trataron de aplicar el principio de la libertad a sí mismos. Aunque sabía que muchos de ellos
fueron partidarios de la no-resistencia violenta, a la vez que existía una rama de ellos que eran
revolucionarios sociales, Lutero condenó a todos por igual, favoreciendo una póliza de
exterminación. Si tuviéramos espacio y tiempo podríamos citar sus folletos escritos en contra de
los judíos también. Lutero, llevado por la ola del nacionalismo alemán, escribió varios folletos
anti-semíticos abrazando la matanza o el destierro de los judíos, al estilo de Hitler. Fue
esencialmente el sostén de los príncipes y gobernantes que aseguraron el éxito del movimiento
luterano, como es expresado por la Enciclopedia Británica: “Si los príncipes germanos no
hubieran considerado que fuera por el bien de sus intereses el sostén sus principios (los de
Lutero), a lo mejor nunca hubiera llegado más allá de ser un cabecilla de una secta obscura. Era,
además, un mal estadista. Era impetuoso en su temperamento y supersticioso según nuestro
modo de pensar moderno”.
Los príncipes alemanes tenían un interés personal en la reforma, que les dio la oportunidad para
evitar la interferencia eclesiástica, para dejar de pagar diezmos e impuestos a Roma, y a
confiscar y robar las propiedades ricas de la iglesia como las huertas y los monasterios.
En todos estos ejemplos de la vida de Lutero y de sus escritos, podemos ver un patrón que fue
repetido durante la carrera de cada uno de los reformadores. No todos, por cierto, fueron tan
crueles y mal hablados como Lutero, pero seguían la política de la unión de la iglesia con el
estado. Esta fue repetida pero nunca repudiada. Un obispo metodista Moderno y un escolástico,
R.F. Weaver, bien describe en resume en nuestras conclusiones tocante a la relación entre la
iglesia y el estado y el nacionalismo como resultado de la reforma: “La mente protestante es el
precursor del nacionalismo y da lugar a la doctrina del derecho divino de lo reyes. Lutero
consideraba al poder secular como divino: 'La mano que maneja la espada no es una mano
humana sino divina. Es Dios, no el hombre, quien quiebra la rueda. Es Dios que hace guerra.' No
es demasiado el decir que por tan influyente que era Lutero en la esfera de la religión, su doctrina
del estado era más poderosa en las tierras protestantes que su doctrina de la gracia, y creó una
nueva fase del problema antiguo de la relación del gobierno organizado con la religión
organizada”.
Antes del tiempo de la reforma, lo reyes y príncipes estaban sujetos a la iglesia, pero los
reformadores introdujeron una nueva forma de razonar en cuanto a la política de la sociedad.
Unas pocas palabra de los escritos de Lutero serán suficientes para demostrar esta nueva actitud
que pronto hizo del estado un poder centralizador (hizo de la iglesia sólo una rama del gobierno,
y pronto cada autoridad germana tuvo su pequeño estado-iglesia, así como cualquier otro
departamento del gobierno): “Como un cristiano, el hombre tiene que sufrir todo y no resistir a
nadie. Como ciudadano, el mismo hombre tiene que robar, matar y pelear con gozo, mientras
viva.... Un príncipe puede, en verdad, ser un cristiano, pero tiene que reinar, no como cristiano....
Nadie debe pensar que el mundo puede ser gobernado sin derramar sangre. La espada mundanal
tiene que estar roja de sangre... No nos importa de donde reciban los príncipes su poder. Es las
voluntad de Dios, sin importarnos si lo han robado o lo asumieron... Si alguien tiene el poder, lo
ha recibido de Dios, y por eso tiene el derecho... Si las autoridades se comportan injustamente,
Dios nos manda a obedecerles de todos modos... porque el tener que servir injustamente no daña
nuestra alma, al contrario no es aprovechable... Si las autoridades sean malas e injustas, nadie
tiene el derecho de oponerse a ella, o de infligir contra ellas”.
Que un cristiano debe obedecer y sufrir bajo un gobernante injusto, es bíblico, pero nunca debe
tomar parte en la administración de la injusticia o la justicia, y esto es exactamente lo que Lutero
nunca entendió. El creía que un cristiano era una personalidad dual; lo que hace como cristiano,
lo hace en su vida privada (y en privado puede no ser violento), pero cuando el estado lo llama
para hacer algo, tiene que obedecer sin preguntar, como un ciudadano, un hombre público. El
desobedecer aún a un estado injusto es lo mismo que desobedecer a Dios. En tal sistema, en caso
de conflicto entre sus ideas y las del estado, el cristiano siempre tiene que cumplir su
responsabilidad ciudadana. Lutero hizo claro que él siempre lo haría, si hubiera sido un cristiano
viviendo en un estado mahometano, la voluntad del Sultán y hacer la guerra contra los cristianos.
Pero la Biblia en ningún lugar enseña tal dualismo, cada hombre tiene sólo un alma, y somos
responsables a Dios por los hechos que hacemos en la carne. No importa si pecamos porque el
estado nos diga que lo hagamos, somos responsables ante Dios por nuestros hechos en la carne.
Los Apóstoles dijeron: “tenemos que obedecer a Dios antes que a los hombres”. Ellos fueron
acusados de traición, actividad subversiva, porgue enseñaban que hay un poder más alto que el
estado, a quien somos responsables. -"Y todos ellos hacen lo contrario de los decretos de Cesar,
diciendo que hay otro rey, un tal Jesús” -¡AMEN!
Esto no es decir que rechazaban a Pablo, sino que simplemente buscaban tener a Cristo en ellos
como el Señor, y, en vez de sacar la doctrina de Pablo de la justificación de su contexto
novotestamentario, e inventar, como hicieron los Protestantes, una salvación barata y anti-bíblica
de “sólo creer” (sola fide). Pablo mismo dijo: “Cristo en ustedes, la esperanza de gloria” (Col.
1:27), no sólo la justicia de Cristo puesta en nuestra cuenta, sino su justicia cumplida en nosotros
(Romanos 8:4; 13:10), y “Sean seguidores de mí, así como yo lo soy de Cristo” (lCor.ll:l). Otro
gran erudito, Hoffann, dio: “las raíces de los Reformadores estaban principalmente en Pablo,
mientras los anabautistas preferían la enseñanza de Jesús, con su imperativa ética y su esperanza
escatológica... En respecto a esto, los anabautistas estaban cerca al cristianismo bíblico que los
reformadores, aunque estos últimos también tenían como objetivo el cristianismo bíblico”.
Otro erudito contemporáneo de nosotros, José M. Dawson, escribió sobre el origen de la libertad
religiosa que todos gozan ahora en los E.U.A., y encuentra que no proviene de los Reformadores
intolerantes, sino de los Anabautistas: “No el protestantismo como tal, sino unos grupos no-
conformistas pequeños e independientes, que aceptaron las implicaciones generales de Lutero y
Calvino, procuraron la plena libertad religiosa y la separación de la iglesia con el estado”. No
fueron los Peregrinos (Pilgrams) ni los Puritanos quienes trajeron a América la libertad religiosa,
por el contrario, ellos robaron a los indios ignorantes, con el látigo y la muerte en la hoguera
castigaron a los Cuáqueros (Quakers). Eran los Bautistas, influenciados directamente por los
Anabautistas del viejo continente, que podrían escribir como escribió Roger Williams: “La
iglesia cristiana no persigue a nadie, así como un lirio no puede arañar como la espina, o como
una oveja no puede perseguir y herir como un lobo. La religión cristiana no puede ser propagada
por la espada”.
Si no fuera por nuestros antepasados Anabautistas, América probablemente nunca hubiera sido
una democracia con libertad para todo. Piensen en ello la próxima vez que ustedes sean
reprochados por un super patriota porque es un pacifista.
CONCLUSIONES
Ya que hemos visto la historia del movimiento protestante en relación a cada uno de los abusos
católicos, y ya que hemos leído, cómo los Reformadores generalmente no efectuaron una
verdadera Reforma, podemos también ver los resultados sociales y políticos del movimiento.
Nuestra atención ya ha sido llamada al hecho de que el movimiento Protestante no era solamente
un movimiento religioso, o un perturbar del nacionalismo. A la luz de las enseñanzas de los
Reformadores y sus seguidores, una ola de deterioración oral, persecuciones, revolución, y
“guerras religiosas” cubrieron a Europa. Una nación se levantó contra otra, hermano contra
hermano, y grandes ejércitos marcharon en todas direcciones en Europa, donde la destrucción, el
robo y la brutalidad eran comunes. Por todo un siglo y medio hubo guerras intermitentes.
Cuando se logró la paz de Westphalia rn 1648, después de 30 años de guerra continua, Europa
estaba en ruinas y nada más en Alemania murieron 10 millones de una población de 13 millones
en sólo treinta años. No sólo los millones de víctimas inocentes nos infunde horror, sino las
atrocidades crueles cometidas contra los mártires Anabautistas, y esto en el nombre de la
religión. El gran historiador Bautista, A.H. Newman, se sintió forzado a levantar la siguiente
pregunta: “Hemos sido impulsados a preguntar si esta guerra era necesaria; si esta era la única
manera por la cuál los Protestantes y Católicos podrían aprender a respetar los derechos de cada
quien. No podemos contestar; pero tenemos una razón seria para dudar si el destructor (Lutero)
del viejo cristianismo evangélico y el padre del gran movimiento protestante político-
eclesiástico, que dio lugar a la contrarreforma y a los Jesuitas, y que directa e indirectamente
produjo la Guerra de los Treinta Años, era, después de todo, tan gran benefactor de la raza
humana y el promotor del reino de Cristo, como ha sido comúnmente aceptado”.
No sólo la pérdida de vida humana, sino la destrucción del comercio, las artes y la educación, el
abandono de pueblos y ciudades, produjeron el decaimiento moral en la mayoría de lo
sobrevivientes. El nacionalismo nació ya crecido y la primera guerra del “mundo” europeo fue
peleada.
Estoy seguro que muchos de nuestros lectores nunca han conocido estos hechos en relación a los
resultados trágicos del avivamiento Protestante. Se ha cultivado en los países Protestantes, una
leyenda de las infalibilidad y santidad sin mancha de los Reformadores famosos. Si preguntamos
si los Anabautistas tenían buena razón para rechazar el Protestantismo y repudiar a los
Reformadores famosos, tenemos que decir que sí. El Anabautismo en verdad era más que el
Protestantismo. Hubo cuatro puntos principales de diferencia entre el avivamiento Anabaptista y
el Protestante:
Es una de las verdades más extrañas de la historia de la iglesia que los Reformadores
Protestantes y sus seguidores rechazaron la gran comisión por su teoría de que ella fue cumplida
por los Apóstoles. Los Anabautistas fueron por todo el mundo predicando el Evangelio, y
oponiéndose a los mandamientos de la iglesia-estado. La respuesta favorita de los Anabautistas a
los que les prohibían predicar, era este versículo: “La tierra es del Señor, y su plenitud”, por eao
salieron valientemente y sin miedo, a cumplir la gran comisión a pesar de la oposición. Pero los
Protestantes, creyendo que sólo el estado es responsable para proveer para la predicación del
Evangelio, ferozmente contendían que los Cristianos no tenían nada que ver con el cumplimiento
de la comisión. El Sr. Aberly en su libro UN BOSQUEJO DE EVANGELIZACION (pp l47-
148), explica este rechazo extraño de la gran comisión y de la evangelización por parte de los
Protestantes: “El regreso de los Reformadores al mensaje Paulino de salvación por gracia para
judío y gentil, hubiera incluido el programa misionero del gran Apóstol a las iglesias. Sin
embargo, los Protestantes estaban, por lo menos después de la Guerra de los Treinta Años,
preocupados con todo lo que tenía que ver con su propia existencia. Lo inferido lógicamente de
los principios aceptados son poco a poco modificados cuando chocan con las costumbres del
pueblo. El sostén de la iglesia debía ser la responsabilidad del estado. El mandamiento del Señor
para ir y hacer discípulos de toda las naciones, fue entendido durante mucho tiempo por los
teólogos que había sido dado sólo a los apóstoles. El pensamiento era que las naciones que
habían rechazado la oportunidad de creer, o simplemente no habían hecho caso al Evangelio,
debían ser dejadas a su fin meritorio. Teodoro Beza, respondió a Saravia en 1592, que contestara
su razón de que el mandamiento para predicar el Evangelio a todas las naciones fue dado a la
iglesia para hacerse en toda edad. Algunos láicos entre los Luteranos tocaron el asunto de las
misiones. Uno de ellos era el Conde Truchses, quien habló ante la facultad teológica en
Wittenburgo tocante a ciertos escrúpulos que él había expresado: 'Siendo que la fe viene por el
oír, quisiera saber como el Oriente, el Sur y el Oeste serán convertidos a la única fe, siendo que
no veo en la Confesión de Augsburgo que manda ir'. La cuestión fue contestada por la facultad
diciendo que el mandamiento sólo tenía que ver con los Apóstoles y que ya había sido cumplido.
Además, no es la iglesia sino el estado sobre quien descansa la responsabilidad de proveer para
la predicación del Evangelio”.
Esta posición antibíblica e ignorante prevaleció entre los Protestantes por casi dos siglos. Es una
de las ironías de las historia, que mientras los patriarcas del protestantismo rechazaron la gran
comisión, y los Anabautistas fervientemente lo creían y lo practicaban, existen ahora algunos
grupos de los Anabautistas que actualmente se oponen a la evangelización y rechazan la gran
comisión, afirmando que fue dada nada más para los apóstoles. Hasta son tan intrépidos en su
ignorancia, que al rechazar las misiones están siguiendo fieles a los oponentes de sus
antepasados anabautistas. Muy a menudo se oye que tales personas dan esta razón: “Die vovaeter
hen's net gedu' una expresión de un dialecto alemán que quiere decir: Los padres no lo hicieron).
Ahora podemos dar un sumario en breve de estas cuatro distinciones, recordando que la reforma
anabautista era la restauración de la autoridad de Cristo como el Señor sobre sus discípulos,
mientras que la Reforma Protestante tenía la tendencia de rechazar la autoridad cató1ico-romana
en favor de la autoridad de los príncipes y gobernantes y sus iglesias territoriales. En breve los
Anabautistas creyeron que la verdadera iglesia es:
Esta era la fe de nuestros padres hace 400 años. ¿Y ahora? Siendo que los principios de la
libertad religiosa, por la cual nuestros antepasados murieron, ha sido generalmente aceptada aún
por los Protestantes, entonces ¿por qué queremos seguir con el deseo de ser “¿más que el
protestantismo"? ¿Por qué no dejar que los crímenes y errores sean olvidados para siempre? ¿por
qué no unirnos en el movimiento ecuménico con los Protestantes? Porque los Protestantes nunca
han cambiado su teología, aunque algunos de sus métodos sean diferentes ahora. No sostienen la
autoridad absoluta de Cristo como el Señor del Cristiano.
Al concluir este artículo, espero enfrentar a nuestra hermandad de hoy con veinte acusaciones de
haber abandonado la fe y la visión de la reforma anabautista:
2. Siendo que ya no testificamos con vigor al mundo de que sus obras y religiones son malas,
ellos ya no nos odian como antes, sino ya somos un pueblo respetado porque nos quedamos
quietos en cuanto a los pecados populares.
3. Nos hemos separado tanto del mundo que somos retraídos, contentos con ser un grupo de
parientes con ciertos apellidos comunes.
4. Sucumbimos al ídolo de la prosperidad, hipnotizados por máquinas brillantes, casas grandes,
comodidades extravagantes, y seguridad económica. ¿No sabemos que los codiciosos no
heredarán el cielo?
5. Estamos llegando a ser todos parientes; creemos que el mandamiento de Cristo es sólo
relevante para los que son de linaje mennonita (Grupo de cristianos de creencias fírmes).
Creemos que la no-resistencia y la no-conformidad son doctrinas mennonitas, que Dios por eso
no requiere estas cosas de los otros grupos de Cristianos. A diferencia de los Anabautistas, parece
que no tenemos un mensaje para las denominaciones, ningún interés en los billones de cristianos
perdidos que no son en verdad discípulos de Cristo. Si la no-resistencia es sólo una doctrina
mennonita, entonces la debemos abandonar. Pero si es una doctrina bíblica, entonces debemos
sentir fuertemente nuestra responsabilidad do compartirla con los cristianos profesantes en el
gobierno y en los servicios militares. O amamos más a nuestros vecinos y rehusamos pasarles
juicio (sea amigo o enemigo), o estamos transgrediendo el segundo de los dos grandes
mandamientos, y no podemos manifestar ser salvos si no nos arrepentimos de nuestro pecado y
lo abandonamos.
6. Aparentemente creemos ahora más, y más que los protestantes tenían razón. Después de todo
el Evangelio simple es que crean, que sólo hagan una decisión en pro de Cristo, sean salvos a
pesar de sus vidas malas, y no sea necesario ser un “discípulo” de nuestro Señor Jesucristo.
7. Parece que ahora es comúnmente creído que un hombre puede ser salvo por “aceptar el
perdón”, no tiene que arrepentirse, ser renacido y recibir a Cristo en su vida en una manera que
tenga a Cristo morando en él; tampoco necesitamos recibir a Cristo y morar en él, sólo
necesitamos “aceptar” lo que él hizo y seguir viviendo como antes.
9. No son pocos también los que piensan que el tolerar el pecado y la mundanalidad es una
característica del cristiano. No se atreven a reprender el pecado y los pecadores, sólo porque no
debemos juzgar a otros.
10. Muchos piensan que la disciplina es el legalismo. Cada asociación, club y organización
tienen sus reglas y disciplina, pero sólo la iglesia no las debe tener, porque eso es el legalismo.
11. Son tantos los que entre nosotros ahora exaltan y alaban a los Reformadores famosos, como
Lutero, que me hacen pensar que si estos admiradores hubieran vivido en aquellos días, se
hubieran vuelto también Protestantes más que Anabautistas. Un triste ejemplo de esto es visto en
algunas de nuestras iglesias, es la simpatía con los espectáculos religiosos, que usan alguna pobre
película romántica que glorifica a Lutero, en sus cultos. Esta película sólo un romance histórico
acerca de algunas escenas de la vida del joven Lutero. Promueven la leyenda de un Lutero
infalible, restringiendo su intolerancia, violencia, vulgaridad y egoísmo. Uno de los historiadores
que ayudó en la filmación de esta película, trató de justificarla diciendo que Lutero sólo era un
producto inocente de aquellos tiempos y que hizo, después de todo, lo mismo que cualquier otro
hubiera hecho. Pero nosotros sabemos que ésta película es más bien una novela romántica, irreal
y barata que románticamente presenta al Reformador como un héroe. Tal vez nos estamos
debilitando por medio de los miembros quienes lo son por el accidente de su nacimiento y
crianza y no por decisión propia. Deben arrepentirse o dejar la iglesia e irse a alguna iglesia que
sea más de su agrado y dejar de debilitar a la hermandad.
12. Nuestro énfasis principal se está cambiando del evangelismo, la conversión y el discipulado,
a uno de educación institucionalizada, que siempre es una señal de la máquina organizada que
reemplaza al organismo viviente.
13. Estamos abandonando las estrictas reglas bíblicas y gradualmente nos deslizamos, cada vez
con más velocidad, al aceptar de la cultura pagana americana y su sociedad. Mientras vemos más
y más a nuestras mujeres que cortan su cabello, usan maquillaje, joyas, ornamentos etc., nos
preguntamos si estos en verdad son descendientes espirituales (tal vez sólo por sangre quienes
como los judíos quienes solamente son descendientes de físicos de Abraham) de aquel Menno
Simons, quien escribió una defensa vigorosa del Evangelio entero, repudiando el carnal andar de
los cristianos “reformados”, no sólo porque no eran discípulos obedientes en la cuestión de la no-
violencia, sino porque también: “Dicen que creen, y que no hay límites ni fronteras que restrinjan
su pompa, anillos, cadenas fajas de plata, botones, camisas adornadas, collares, velos, delantales,
zapatos de terciopelo, etc.; nunca han notado que los apóstoles iluminados, Pedro y Pablo, han
expresado en palabras claras que está prohibido todo esto a los cristianos, y si está prohibido a
ellas, entonces cuanto más deben los hombres abstenerse, quienes son los líderes y cabezas de las
mujeres. Y a pesar de todo esto, quieren llamarse la iglesia de Cristo.
14. No sentimos entristecidos por la destrucción de los pocos signos que quedan de nuestra
peculiaridad que antes nos separaba de la cultura de las masas americanas. Una iglesia que es en
verdad novotestamentaria, hace la guerra espiritual contra las costumbres, prácticas y creencias
del mundo pagano, pero esta ya no es la verdad en cuanto a nosotros.
15. Hoy día nos gloriamos en un tipo de evangelismo popular que invita a los hombres a hacer
“decisiones”, pero no reciben a Cristo en sus corazones, no moran en él ni mora él en ellos. Si no
tenemos nada que compartir con otros, entonces no tenemos nada para nosotros mismos. El
Evangelismo del N.T., es el de hacer discípulos, y no simplemente conseguir “decisiones”.
16. Entradas sutiles están haciéndose dentro de nuestra creencia sobre la autoridad y la
inspiración de las Escritura por medio de alguna teología de moda, la neo-ortodoxia. Evaluamos
mucho la importancia de fraternizar con los del movimiento ecuménico, para así comprobarles
que no somos tan extremitas como nuestros antepasados, los Anabautistas.
17. Ignoramos el hecho de que sin duda hay en el infierno millones de los que profesaban en vida
ser cristianos, almas que en un tiempo o en otro “aceptaron a Cristo” como su salvador, pero
nunca se sometieron a él como su Señor. ¿Cuándo entenderemos que es fácil conseguir
“decisiones”, pero el camino del discipulado es angosto, y que sólo los disciplinados entrarán en
el Reino de los Cielos?
18. Muchos ahora tienen fe sólo en la confianza, o una fe en una ceremonia mágica, pero a
nosotros se nos a dicho que ellos son cristianos también, y que todos los que están en otras
iglesias no necesitan más testimonio de nosotros. Repetidamente nos dicen también que esta
nación gentil en la cual nos encontramos son “peregrinos y extraños en una nación Cristiana”.
19. Contemplamos una ola de ministros profesionales que nos hunden en las aguas de un interés
personal, y no son profetas de Dios que dirigen al pueblo para salir de la esclavitud del pecado.
Menno Simons no era el consentido asalariado de un concilio, pero sus sucesores si lo son.
Hemos olvidado tanto la persecución y la enseñanza que es natural para la iglesia ser perseguida.
Eludimos todo reproche y esperamos que Dios no haga más aceptados entre nuestros enemigos,
aunque sabemos que al mundo no le agradó Cristo y los mártires. Ahora nuestro lema es el éxito,
buenas relaciones públicas, y el ajustarnos a la sociedad, con su carrera loca por cultura,
espectáculos, el prestigio y un lugar respetuoso en la sociedad.
Señores y hermanos, ¿que haremos? ¿Somos todavía miembros de una hermandad que es más
que el catolicismo o el protestantismo? ¿Cuánto nos hemos desviado?, Que Dios nos permita el
arrepentirnos y volvernos a él, antes que nos quite el candelero. Querido lector, ¿Está usted
traicionando la visión de la restauración cristiana? ¿Ha sido usted engañado a creer que no hay
nada que pueda hacer en cuanto a la dirección en la cual la su iglesia anda? Le digo, por el amor
de Dios y de su Santa Palabra, que sea usted fiel a El, primero y reconozca que la lealtad no le
permite irse con la mayoría. Si está usted traicionando esta visión, le ruego que se arrepienta y
regrese a la verdad bíblica y sus prácticas. No sea culpable del crimen de ayudar a la iglesia a
deteriorarse. La Iglesia Verdadera es la Novia
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