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INEM –CNF.

El Espinar
Oct.’02 - 3º Sesión
(FR) Frédéric HAEUW

E-learning y criterios de calidad:


Tres reflexiones actuales en Francia

Frédéric Haeuw, Algora formación abierta y redes

Una cultura de la calidad débil

Durante el año 2000, el sector de la formación continua en Francia ha supuesto un gasto de 22,1 mil
millones de euros. Entre los 40.000 organismos de formación declarados en Francia, de los cuales
7.500 han ejercido su actividad de formación a título principal en 2001, sólo unos 1.000 han optado
por una actuación de calidad, lo que supone una cifra más que modesta. Dicha cifra muestra que la
cultura de la calidad está lejos de constituir una realidad en el campo de la formación. Lo que es cierto
en la llamada formación tradicional, resulta aún más acusado en el sector de la Formación Abierta y a
Distancia (FOAD) por diversas razones:

- en primer lugar, está el carácter reciente de este sector. Toda actuación de “calidad” implica disponer
de una cierta perspectiva sobre las propias prácticas, y precisa de una experiencia probada, lo que aún
no han conseguido la mayoría de los ofertantes de e-learning. Los modos operatorios evolucionan
muy rápidamente, casi mediante “ensayo y error”, y soluciones presentadas como revolucionarias
pueden desaparecer a veces pocos meses después. Peor aún, ciertas experiencias de e-learning,
construidas de forma racional y rigurosa y que han movilizado fondos importantes, no han encontrado
aún a su clientela y se ven obligadas a revisar sus proyectos;

- seguidamente, porque en el caso de la formación, el beneficiario de una formación raramente es su


financiador directo: es el principio del pago por un tercero. En el caso del e-learning, el sistema se
complica más porque está implicada una diversidad de actores mayor: ¿la calidad se referirá a los
recursos tecnológicos? ¿a los recursos pedagógicos? ¿a la prestación de seguimiento a distancia? ¿a la
prestación eventual de apoyo de proximidad, tipo centro de recursos o punto de acceso a la
teleinformación? Cada prestatario tiene una cultura de la calidad diferente, por lo que es difícil
entenderse en una solución común. Los ofertantes de soluciones tecnológicas, por ejemplo, tienen más
bien una aproximación cultural con especificaciones técnicas (de tipo AICC, SCORM, IMS u otras)
que se focaliza en la cuestión de la portabilidad de los recursos o la interoperabilidad de las
plataformas de teleformación, teniendo poco en cuenta el aspecto de la pedagogía. No obstante, la
calidad se medirá según la aptitud de los diferentes prestatarios para trabajar juntos al servicio del
cliente. Sin embargo, esta cultura del trabajo en colaboración está lejos de ser algo común en un sector
que sigue siendo muy competitivo;

- finalmente, la característica esencial de una actuación de calidad en formación, y más aún en e-


learning, consiste en que la calidad depende directamente del propio beneficiario, que al convertirse en
actor, desempeña un papel esencial en la consecución del éxito. La formación no es un proceso
industrial lineal reproducible independientemente del cliente. La “calidad” del alumno, su motivación
y su proyecto, participan ampliamente en la consecución del objetivo fijado y, por consiguiente, en la
calidad final del servicio prestado. La formación depende del terreno descrito por algunos estudios
como una “servucción”, donde la calidad depende no sólo del productor sino también de la implicación
del cliente.
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El e-learning re-activa los debates sobre la calidad

No obstante, se constata que los compradores de formación, ya sean públicos (Estado, entidades
regionales), privados (responsable de formación u organismo paritario) o individuales, están mucho
más atentos a la cuestión de la calidad en e-learning que lo estaban anteriormente respecto de la
formación tradicional. Sin duda, no son extraños a este fenómeno la dificultad de caracterización de las
ofertas de formación propuestas, y el hecho de que esos modelos pedagógicos estén cambiando
profundamente las formas tradicionales más “verificables” en el plano de la calidad o la eficacia. Por
poner un solo ejemplo: antes, la presencia del alumno en el lugar de la formación podía (quizás
erróneamente) considerarse como un criterio de calidad. Pero en formación abierta, la posibilidad de
formarse en cualquier lugar y en cualquier tiempo hace que este criterio resulte inexplotable.

Por otra parte, los ofertantes de formación se preocupan mucho por afirmar la posición francesa, por
un lado para luchar contra una competencia extranacional que podría trastocar los hábitos de compra
de formación, y por otro lado, para oponerse a una visión demasiado tecnológica de la formación y la
aplicación de normas tecnológicas, inducida por el mercado exponencial de las plataformas de
teleformación y guiada por consideraciones de orden técnico-económico.

Dicho de otra forma, tanto por parte de los ofertantes como de los compradores, la irrupción del e-
learning en el campo de la formación continua, puede desempeñar un papel de espuela en la ejecución
de actuaciones de calidad que finalmente sobrepasarán el campo exclusivo de la formación en línea.

Tres iniciativas complementarias

Desde hace dos años, se han emprendido en Francia tres iniciativas de “calidad del e-learning”. En
respuesta a nuestra observación sobre el carácter de colaboración del e-learning, señalemos que estas
tres actuaciones han sido fruto de sistemas de colaboración. Esta dimensión de colaboración resulta
esencial. En efecto, condiciona la legitimidad de las actuaciones emprendidas y sus resultados a ojos
de los profesionales de la formación. Igualmente, constituye una condición para su difusión e impacto.

La primera iniciativa consiste en una investigación sobre la elaboración de un modelo de calidad para
la e-formación y se orienta principalmente al cliente. La segunda pretende demostrar la profesionalidad
de los prestatarios, elaborando una certificación de la misma; se orienta principalmente al ofertante y a
la certificación por parte de los homólogos. La tercera actuación pretende contribuir a la elaboración
de una norma ISO a nivel mundial; se orienta principalmente a la normalización y la certificación por
parte de un tercero.

La elaboración de un modelo de calidad para la e-formación:

En reacción a los enfoques centrados en la organización o la tecnología, este primer estudio ha


consistido en concebir colectivamente una tabla catalogando las fases por las que pasa el alumno
durante su experiencia de e-formación. Estas diferentes fases son las siguientes:

- información, exploración de la oferta


- negociación, contractualización
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- información del alumno


- negociación
- integración del alumno
- desarrollo del e-learning
- control de validación
- evaluación

Para el desarrollo de estas diferentes etapas de una trayectoria tipo, se han identificado los diferentes
puntos de vigilancia, atención y medición de la calidad que deben ejecutarse. Cada etapa se describe a
través de procesos de apoyo (24 en total), descompuestos a su vez en métodos, ejecuciones, materias,
medios, mano de obra y medidas.

Un ejemplo: “escuchar la demanda”, que es uno de los procesos de apoyo de la negociación (etapa 4),
consiste en “asegurarse, mediante un proceso iterativo, de que la respuesta que propondrá el
organismo de formación corresponde a la demanda del cliente”. El método puesto en marcha para ello
se basa en la formalización, la mediación humana, la grabación de las entrevistas, etc.

Por supuesto se trata de un proceso laborioso, que apunta a la exhaustividad y que no puede en sí
mismo ser objeto de una transferencia completa a cualquier forma de e-learning. Asimismo, podemos
constatar que esta producción ha encontrado un eco favorable desde su aparición (¡más de seis mil
ejemplares telecargados en dos meses!) y que se han abierto varios talleres para aplicar a nuevos
productos esta iniciativa de calidad. A título de ejemplo, la Delegación Regional de Ile-de-France,
representante del Estado en una de las mayores regiones de Francia, ha comenzado una iniciativa de
certificación con el conjunto de los ofertantes de e-formación, para constituir un polo de formación
adaptando dicha iniciativa a la especificidad de su sector geográfico y de su organización.

La elaboración de una cualificación profesional de la e-formación

La segunda iniciativa emprendida sobre el tema de la calidad está a cargo del Organismo Profesional
de Cualificación de Organismos de Formación (OPQF). Creado en 1994 y apoyado en el sector
profesional, este organismo expide una cualificación profesional. La cualificación se distingue de la
certificación en la medida en que en su caso no se trata de medir la conformidad respecto de un
referente (tipo norma ISO), sino de que los homólogos reconozcan la profesionalidad. El proceso de
cualificación se lleva a cabo por terrenos específicos (management, informática, idiomas...) o
transversales (alternancia), según un procedimiento escrupuloso, que busca la imparcialidad del juicio:
constitución de un expediente sometido a diversos lectores y a un comité de cualificación, compuesto
por representantes de los profesionales, de los clientes de la formación y del Ministerio de Trabajo.

A finales de 2001, el OPQF organizó una convención nacional sobre el tema de la e-formación, que
encontró un vivo interés por parte de numerosos organizaciones. Se decidió entonces crear un campo
de cualificación específico de la e-formación.

Sin replantear los criterios de cualificación anteriores, se trataba antes bien de modificar la forma de
apreciar dichos criterios y de tener en cuenta las especificidades técnicas, metodológicas y pedagógicas
de las nuevas organizaciones del e-learning.

Así, por ejemplo, en la cualificación figuran la naturaleza y la calidad de los productos utilizados
(difundidos o concebidos por el organismo), el porcentaje de presencia y de actividad a distancia, la
utilización de plataformas tecnológicas, los modelos económicos y las inversiones realizadas. En el
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plano de las competencias, son particularmente relevantes la cualificación de los e-formadores y e-


tutores (utilización de tutorías sincrónicas o asincrónicas, clases virtuales...) y la cualificación de los e-
diseñadores (ingeniería de formación llevada a cabo, incorporación de guiones, creación de soportes
multimedia...).

No obstante, se observa una opción política fuerte y de consecuencias determinantes: la cualificación


de e-learning se apoyará en una cualificación temática. Dicho de otra forma, cada organismo deberá,
por un lado, estar cualificado en un campo, y por otro lado, cualificado en e-formación. Esto supone el
riesgo de excluir de la cualificación a los “nuevos ingresados”, es decir, a aquellos cuya única
actividad es la e-formación.

Esta iniciativa se encuentra aún de prueba y, a lo largo del año 2002, el OPQF pretende algunos de
estos criterios con organismos de formación voluntarios que hayan montado dispositivos dependientes
de la e-formación.

La elaboración de normas ISO en el campo del “e-learning”

La tercera iniciativa en curso se refiere al establecimiento de nuevas normas ISO en el campo del “e-
learning”. En el marco del grupo ISO JTC1-SC-36, Francia se adherió en 2000 a una negociación
internacional lanzada en Seúl en 1999 para establecer los estándares del aprendizaje en línea.
Numerosos países están representados en dicho grupo, titulado SC 36 (USA, Noruega, Australia,
Dinamarca, Reino Unido, Irlanda, Alemania, Japón, Corea del Sur) y que ha creado seis comisiones.

En Francia se ha creado una comisión “espejo” del SC 36. Presidida por Jacques Perriault, se compone
de unas sesenta personas de las que más de la mitad provienen del sector público. Su objetivo es fijar
posiciones francesas sobre estas cuestiones y argumentarlas para la discusión internacional. Esta
comisión se ha organizado según cuatro temas: los metadatos y el vocabulario; las tecnologías de
colaboración; las competencias de los actores; los modelos pedagógicos y las estrategias de
aprendizaje.

Hay que señalar aquí que el grupo sobre las competencias de los actores es una iniciativa francesa; es
el único que no corresponde a un grupo de trabajo de la SC 36. Quizás es un signo suplementario del
riesgo ampliamente evocado en Francia de “deshumanización” de la cuestión de la calidad del e-
learning, en provecho de un dominio mayormente tecnológico y económico. Iniciadas ya bajo pilotaje
americano, e impuestas por los técnicos del sector aeronáutico, que fueron los primeros en plantearse
estas cuestiones y buscar soluciones, la determinación y la imposición de normas constituyen una
ventaja competitiva determinante, y los componentes culturales, sociales y políticos, aún siendo
esenciales, corren el riesgo de verse escamoteados, incluso ocultos. Por ejemplo, algunos aspectos de
estas normas, como el proyecto de identificador universal, cuestionan el respeto de las libertades
individuales, y sólo la tenacidad del grupo francés y de su presidente ha permitido hacer retroceder la
posición internacional sobre ese punto.

En conclusión

Estas tres actuaciones tienden a mostrar que la cuestión de la calidad del e-learning es una
preocupación actual de los actores de la formación en Francia. Igualmente, se intuye que la cuestión de
las competencias de las actores es un punto crucial en esta reflexión, y que deben establecerse
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conexiones entre las iniciativas que pretenden definir los criterios de calidad y las iniciativas que
pretenden identificar los nuevos papeles de los actores.

Sin embargo, podemos lamentar que por el momento estas cuestiones siguen siendo asunto de
especialistas. Los expertos que se reúnen en estas diferentes comisiones o grupos de trabajo son a
menudo universitarios, poco implicados de forma directa en la formación profesional, y no pueden
hablar en nombre de la profesión. Es una lástima que los actores que están más cerca de la acción, es
decir, los formadores, no se hayan hecho cargo realmente de estas cuestiones, lo que quizás se debe a
una tendencia a la complicación inútil de los procedimientos y conceptos utilizados, en detrimento de
un enfoque más pragmático.

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