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El hospital y las ermitas de Castrillo de los


Polvazares (y III)

Dos ermitas, excluidas las que en su momento también lo fueron de Santa Magdalena y San Juan
Bautista y de las que ya hemos tratado, tuvieron cabida en Castrillo, la de San Martín y la de San
Salvador, ambas desaparecidas, y también un hospital llamado de San Andrés, y que como las
ermitas ya son historia.

Ermita de San Martín

La ermita de San Martín, de origen muy antiguo, probablemente del siglo XIII, estuvo situada en
las proximidades del prado de San Juan, prácticamente en el punto donde confluyen los límites
territoriales de Castrillo, Brazuelo y Pradorrey, y al inicio del Valle de las Regueras de Corrales.
Sirvió de referencia geográfica a un pleito largísimo y complejo que duro mas de cuatro siglos, y
en el que se enfrentaron por el derecho de pastar, labrar, rozar y cortar en determinados parajes,
por una parte Brazuelo y Pradorrey que estaban bajo la jurisdicción del obispado, y por otra los
pueblos de los Quartos y Alfoz de Astorga, aunque el especialmente interesado era Castrillo. El
pleito fue de tal importancia, que en él intervinieron hasta en dos ocasiones, los mismísimos
Reyes Católicos.

Volviendo a San Martín, sabemos que en 1.680 la visitó el obispo D. Francisco Aguado
encontrándola en muy lamentable estado, e incluso sin la imagen de su patrón, que había sido
trasladada para su seguridad por los fieles a la parroquia. Así pues ordeno el obispo que la
rehabilitaran y aderezaran devolviendo el santo a su lugar, y hasta que esto no se cumpliese,
liberaba a los vecinos de Pradorrey de venir en la procesión anual, que desde tiempos
inmemoriales tenían acostumbrado, indicando además que por no venir, no se les pueda privar de
los derechos de pastos y aguas, que los años que vienen se les da. Esta orden probablemente no
fuera cumplida, pues a partir de 1.688 desaparece cualquier referencia a la ermita en las actas de
las visitas, lo que hace pensar en su definitivo abandono y desaparición.

Ermita de San Salvador

La ermita de San Salvador estaba situada en la zona norte del pueblo, a las afueras, seguramente
en el área que hoy ocupa el teleclub. En ella estuvo fundada la cofradía de San Mamet, cuyos
cofrades-penitentes acostumbraban el día de Jueves Santo a abusar de la comida y bebida en el
interior de la ermita, incluso procedían a su aseo personal en ella. Esto motivó que en 1.688, en
visita de D. Francisco Salvadores de la Puente, ordenase al cura, “si cómodamente se puede”,
prohíba tenga lugar ese desorden en ella, que se haga con las llaves de la misma y controle las
cuentas del mayordomo de la cofradía, especialmente en lo referente a los acopios de pan,
sardinas y vino. En 1.726 su estado era ruinoso, solicitando el obispo fray Crisóstomo de Vargas
se pidiese limosna para su reparación, pero no fue hasta 1736 cuando se reedificó nuevamente, a
expensas de diversos devotos, para fundar en ella la Cofradía de la Tercera Orden Franciscana,
desapareciendo definitivamente la de San Mamet, y pasando a denominarse la ermita como de la
Tercera Orden. Tanto la nueva ermita como la cofradía, desaparecieron definitivamente en 1785,
en que el enviado episcopal D. Pedro Fraile García, ante el estado ruinoso y de abandono, ordena
averiguar cuales eran sus rentas, quienes sus fundadores, y que instrumentos se otorgaron para su
mantenimiento y reparo. A partir de esta fecha desaparece toda mención a la misma.

Hubo también en Castrillo un hospital llamado de San Andrés, en el que además de las funciones
propias asociadas al apoyo a los peregrinos del Camino de Santiago, estaba fundada en él la
cofradía del mismo nombre. En 1663 el visitador D. Jerónimo Cavero Cabeza de Vaca, solicitó
del Concejo se preocupase del Hospital, al que encontró descuidado y pobre en ropa, y pidió se
nombrasen hospitaleros que atendiesen el local y a los peregrinos. En 1710 fue totalmente
reedificado, ya que el anterior fue destruido por un incendio, la obra costó 1.786 reales y fue
sufragada a partes iguales por el Concejo, la cofradía de las Ánimas y la fábrica parroquial, con
excepción de 100 reales que fueron aportados por la cofradía de Nuestra Señora. En él fue
construida una panera que sería utilizada por todos los que contribuyeron a su construcción.

Cofradías y capellanías

La cofradía de San Andrés fundada en el hospital del mismo nombre, las de San Mamet y
Nuestra Señora de Septiembre fundadas en la parroquial y la de la Tercera Orden Franciscana
fundada en la ermita de la Tercera Orden, eran algunas de las que ejercieron su actividad en
Castrillo, pero fueron otras dos las que marcaron una mayor diferencia por su importancia, ambas
estuvieron fundadas en la parroquial, eran la del Nombre de Jesús, y sobre todo la de las Ánimas.
A ambas le dedicaremos una especial atención.

La del Nombre de Jesús, al igual que la de San Mamet, San Andrés y Nuestra Señora, son de
origen muy antiguo, probablemente anterior al S-XVI. Contó con un número medio de cofrades
de 150, consiguiendo su mayor apogeo hacia la mitad del S-XVII en el que llegó a alcanzar los
250, empezó a decaer en el siglo siguiente, desapareciendo a mediados del mismo cualquier
referencia a la misma. Celebraba su fiesta el primero de enero con una misa solemne, diciendo
también otra mas rezada cada mes. Se financiaba con la cuota de los cofrades, que entregaban el
día de su fiesta, que recibían a cambio una bolla, algunas sardinas y vino, además con el remate
del vino sobrante, con una limosna que se pedía de grano en la era, y con la renta de su pequeña
hacienda. Por ejemplo, en 1664, la cofradía compró 333 bollas, 500 sardinas y 25 cántaros de
vino para distribuir entre sus cofrades, recogiendo el lote solamente 227 de ellos, aunque el resto
no quedaba exento del pago de la cuota. Todo costó 370 reales, obteniendo de su venta y remate
del vino 481. Los saldos positivos se invertían en pagar a los sacerdotes las misas, y las pitanzas
el día de la fiesta.

La mayor hermandad, Las Ánimas

Pero fue la cofradía de las Ánimas la de mayor importancia en Castrillo, sobre todo en el S-XVIII
coincidiendo con el ocaso de la del Niño Jesús. Probablemente constituida en 1660, fecha de sus
primeras ordenanzas y del inicio de citas relativas a la cofradía por parte de los visitadores.
Tienen las ordenanzas un preámbulo que dice: “como sea una de las obras mas piadosas y mas
grata a lo ojos del Divino, el hacer bien por las benditas ánimas que padecen cárcel en el
Purgatorio, tantas y tan crueles penas, y considerando que lo mucho que se aprecian de
agradecidas, y lo mas que interesan los católicos en su socorro, los cofrades, tanto eclesiásticos
como seculares de este lugar de Castrillo de los Polvazares, Murias, Brazuelo, Hospital de Santa
Catalina y otras partes, a la mayor gloria y honra de Dios y su Santa Madre, y en socorro de y
alivio de las Benditas Ánimas del Purgatorio, sus devotos, fundaron y establecieron esta su
cofradía y para su buen régimen y gobierno determinaron los capítulos siguientes”.

En el año 1693 se revisan las ordenanzas, siendo aprobadas por los provisores del obispado el 14-
10-1693. Estaban constituidas por 28 capítulos, fijándose taxativamente en el primero la sede de
la misma en Castrillo, sin que ningún acuerdo pueda modificarla. En el resto de capítulos se
regula el régimen interno de la cofradía, como debe organizarse la función del día de su fiesta y
resto de actos religiosos, obligaciones de sacerdotes y cofrades, con la cofradía, los enfermos y
los difuntos, las de los jueces, mayordomos, hacedores y corredores, financiación, faltas y penas,
etc.

Celebraba su fiesta mayor, el lunes después del primer domingo de octubre, estaba sita en el
privilegiado altar mayor de la iglesia parroquial, que era donde celebraba sus misas. Además de
la misa solemne con procesión del día de su fiesta, estaba obligada con otra misa cantada, con
procesión en la que debía llevarse el Santo Cristo alrededor de la iglesia, todos los primeros lunes
de mes y los ocho siguientes a la fiesta, y el resto de lunes del año una misa rezada. Tenía que
decir misas por sus benefactores que eran muchos, dos de ellos se citan específicamente en las
ordenanzas revisadas, Juan del Río y Domingo de la Puente. También con los entierros y
funerales de los cofrades difuntos.

Cuotas y cofrades

La financiación se realizaba mediante los escotes o cuotas que pagaban los cofrades el día de la
fiesta, recibiendo a cambio la consabida bolla, sardinas y vino, y del remate del vino sobrante.
Además de las rentas de los censos que concedía, gracias a su buena salud económica, a
particulares y entidades tanto civiles como religiosas, así por ejemplo en 1753 tenía concedidos
5.800 reales en 10 censos, y en 1773 tenía 14.300 en 13 censos. Otras fuentes financieras eran los
foros procedentes de las fincas de su abundante hacienda, las cuotas de entrada de cofrades y las
de salida, bien fuera por deseo propio o por defunción, el grano que se recogía anualmente de
limosna en las eras, las limosnas en metálico que cada domingo y festivo se depositaban durante
la misa en la Caja de las Ánimas, y las que en especie se pedían puerta a puerta los mismos días
(pan, huevos, sardinas, etc.), y que después eran subastadas en el Concejo.

Respecto al número de cofrades, sabemos que la mayor abundancia tuvo lugar en la segunda
mitad del S-XVIII, llegando a tener 350, los cuales procedían de diferentes pueblos, siendo
Castrillo el que mayor porcentaje aportaba, alrededor de un 60%, le seguían Murias con un 30%,
Santa Catalina con un 5%, y el resto una serie de pueblos que ordenados por número de cofrades
eran: Brazuelo, Astorga, Brimeda, Bonillos, El Val, Pradorrey, Combarros, Veldedo, etc.
Actualmente, como ocurre en la mayor parte de las cofradías maragatas, su situación es
puramente testimonial.

Casa de cofradía y pleitos

En 1755 se reedificó la Casa de Las Ánimas, sede de la cofradía, enfrente de la casa del curato.
Para el seguimiento y control de la obra se nombró a Toribio Salvadores, natural de Castrillo,
familiar de la Santa Inquisición, procurador general de lo Quartos y Alfoz de Astorga, y persona
muy influyente en la zona. La casa se construyó con panera, se concluyó en 1.757, y su coste fue
de 3.516 reales.

En 1814, inició la cofradía un costoso pleito contra Antonio de la Puente, finalizado en 1817. El
pleito lo llevó el abogado astorgano Jerónimo Alonso Salvadores, alcanzando los costes del
mismo a la cofradía, la cantidad para entonces nada despreciable de 4.707 reales. Desconozco
cual fue el motivo del litigio, pero imagino que estaba relacionado con la administración del gran
legado en fincas que realizó su antepasado Domingo de la Puente a la cofradía, hacia siglo y
medio.

En julio de 1691, el papa Inocencio XII, concedió a la cofradía de Las Ánimas, instituida en la
iglesia parroquial de Castrillo de los Polvazares, indulgencias a sus cofrades siempre que
confesasen, comulgasen e hiciesen oración en la iglesia, en una serie de festividades religiosas
que se especifican en el documento de la concesión, y siempre que también fuesen poseedores de
la bula de la Santa Cruzada. La concesión está enviada en documento original, firmado por el
eclesiástico Ldo. Gregorio Fernández de Córdoba, Caballero de la Orden de Alcántara, Sumiller
de Cortina de Su Majestad y su Consejo en el Reino de Castilla, Comisario Apostólico General
de la Santa Cruzada y demás guerras de todos sus reinos y señoríos , y fechada el 14-11-1691.
Esta concesión fue modificada el 24-11-1744 por el papa Benedicto XIV, ampliando
sustancialmente las posibilidades de recibir las indulgencias.

Otras cofradías de Castrillo

Aunque no hemos encontrado demasiada información, si tenemos constancia de la existencia de


tres capellanías, todas ellas fundadas en la iglesia parroquial, la de Nuestra Señora del Rosario, la
de La Majestad y la de San Andrés, esta última como prolongación de la extinta cofradía del
mismo nombre. Todas ellas como era habitual en otros pueblos, en muchas ocasiones muy o
incluso totalmente abandonadas por sus capellanes poseedores. Como ejemplo de lo dicho, en
1807 el obispo D Manuel Vicente Martínez Jiménez, ordena al párroco D. Froilán del Estal a que
obligue al cumplimiento a los capellanes de Nuestra Señora del Rosario y San Andrés, y
posteriormente en 1823, es el obispo D. Guillermo Martínez quien pide al capellán titular de la de
La Majestad, envíe al obispado certificación de haber cumplido con su capellanía.

J. L. G. FERRERO

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