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¿Por qué se hacía necesario el pago de un rescate para que los hombres
pudiesen obtener la vida eterna?
Sin embargo ¿Quien podía ofrecer una vida sin pecado ni muerte, una vida
equivalente en todo al valor de la perdida por Adán? Solamente Jesús. Por
adecuarse plenamente a los requisitos establecidos en la Ley de Israel, él era el
único hombre que podía rescatar a la humanidad; él había nacido sin pecado
porque no descendía de Adán y había obedecido hasta en el menor detalle, el
espíritu y la letra de aquella Ley entregada por Dios, que decía: “Guardad mis
preceptos y mis estatutos. El hombre que los cumpla, vivirá gracias a ellos”,
(Levítico 18:5) por consiguiente, según esta disposición, tenía derecho a vivir
sin morir.
Pedro confirma que Jesús “…no cometió pecado ni hubo en sus palabras
engaño…” (1Pedro 2:22) Y el apóstol Pablo escribe: “Verdaderamente, que
grande y misericordioso es este secreto sagrado, que se manifestó a través de
un cuerpo que satisfizo los requisitos de la Ley, se presentó a los ángeles en
espíritu, fue anunciado a las naciones para darse a conocer al mundo, y fue
ascendido a la gloria”. (1Timoteo 3:16) Y dice en otro lugar: “Está escrito que el
primer Adán fue hecho alma viviente, y el último Adán, un espíritu dador de vida”.
(1Corintios 15:45)
Jesús poseía una vida sin muerte equivalente en todo a la recibida de Dios por
Adán y pagó con ella el precio del rescate de la vida de los descendientes del
único hombre que había nacido cómo él, de Dios (Lucas 3:22 y 38), o sea
que era hijo del mismo padre que él y por esto, hermano suyo, un parentesco
que le permitía rescatar legalmente a la humanidad de su servidumbre a la
muerte.
Juan nos revela lo que Dios siente por los hombres, cuando escribe: “… Dios
manifestó el amor que siente por nosotros enviando a su Hijo unigénito al
mundo, para que por medio de él obtuviésemos la vida. Así que no hemos
sido nosotros quienes hemos amado a Dios, ha sido él quien nos ha amado a
nosotros, demostrándonos su amor al enviar a su Hijo como sacrificio
expiatorio por nuestros pecados.” (1Juan 4:9-10)
Y Pablo argumenta: “Aunque tal vez alguno se arriesgaría a morir por una
persona recta, es difícil que alguno se ofrezca a morir por una que sea culpable.
Y sin embargo, Dios nos demuestra su amor en el hecho de que Cristo
murió por nosotros mientras aún éramos pecadores.” (Romanos 5:7-8)