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1 En los antiguos manuscritos de la Biblia, el nombre de Dios está escrito con las
cuatro letras que se conocen cómo el Tetragrámaton o el Tetragrama. Estas
letras hebreas corresponden en nuestro alfabeto a las letras YHUH, y son todas
ellas consonantes porque en la antigua escritura hebrea no se anotaban las
vocales. Por este motivo, la letra pronunciada U, siendo en hebreo una
consonante, se ha trascrito frecuentemente en el Tetragrama cómo una W, por
ser esta una consonante que tiene, en inglés, su mismo sonido.
2 Estas cuatro letras componen el nombre que Dios mismo se dio ante Moisés,
cuando le envió cómo libertador a los descendientes de Abraham, que instalados
en Egipto desde los días de José, hijo de Jacob, fueron con el tiempo
esclavizados. Sin embargo, con el transcurrir de los siglos, los hebreos
desarrollaron un gran temor a emplear el nombre de Dios, por considerarlo
demasiado sagrado para pronunciarlo, y lo sustituyeron en la lectura de las
Escrituras, por los títulos de Elohím, que es el plural mayestático de Eloha,
(Dios) y Adonay, plural de Adón, que significa Señor. El hecho de que el
nombre de Dios no fuese ni dicho ni leído, lo relegó al olvido, y la ausencia en el
texto de sus vocales, propició que surgiesen discrepancias en cuanto al modo de
pronunciarlo. En la Edad Media, se adoptó un sistema de puntuación en la
escritura hebrea, que intercalaba las vocales y facilitaba la lectura, pero la
costumbre de ignorar el nombre de Dios persistió. En las copias de las Escrituras
se punteó el Tetragrama con las vocales de adonay, y esto dio lugar a que el
nombre de Dios fuese vertido cómo YeHoUaH o Jehová, un nombre que si bien
ha gozado de una gran divulgación, carece totalmente de sentido. Desde hace
unos años, se ha restablecido la lectura del Tetragrama cómo Yahweh, (Yahué)
adjudicándosele así la pronunciación que Teodoreto atribuía a los samaritanos;
(Quaest. XV) pero en general, y debido su sistemática omisión, el nombre con el
que Creador se identificó ante su pueblo, ha sido remplazado en las distintas
versiones de las Escrituras, por los títulos honoríficos de Señor y Dios. No
obstante, varios precedentes confirman que la lectura correcta del Tetragrámaton
es YAHÚH.
3 En primer lugar, cuando desde la zarza encendida Dios se identificó, por boca
del ángel, cómo: “…el Dios de Abraham...” (Éxodo 3:6) se dio a sí mismo un
nombre para diferenciarse de la multitud de los dioses de Egipto, y dijo: ‘ehyeh
‘aser ‘ehyeh, que puede traducirse cómo ‘Yo soy el que es', o 'Yo soy el que
existe’. Con estas palabras Dios se refirió a sí mismo cómo aquel que desde
siempre y para siempre, es. De acuerdo con el sentido de sus palabras,
Moisés y el pueblo Israel, le llamaron Yahúh, que puede traducirse cómo Él es;
una forma sustantivada de la tercera persona del singular del verbo ser, yahuhé,
que pierde la e final al convertirse en un nombre propio. En nuestra legua, los
verbos se nombran en el modo infinitivo: ser, amar, etc. mientras que en la
hebrea, se nombran en la tercera persona del singular del presente de indicativo,
o sea: es, ama, etc. Así pues, la palabra Yahúh compendia en realidad, la raíz
gramatical y todo el significado del verbo ser; puede por tanto decirse que si el
idioma de Moisés hubiese sido el nuestro, tal vez Dios se hubiese identificado
ante él con un nombre cómo el Eterno, aunque en realidad, el sentido de la
palabra hebrea es más amplio, y el apóstol Juan, que lo comprendía bien, lo
vierte en griego cómo: “…el que es, que era, y el que viene…” (Apocalipsis
1:4) O sea aquel que actúa, obra y existe, desde siempre y para siempre.