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EL ROMANCERO

1. Definición y orígenes

El Romancero es una colección de romances de origen hispano, en la


que están incluidos tanto poemas anónimos de tradición oral como de origen
culto.

Los poemas incluidos en el Romancero son composiciones de carácter


épico o épico-lírico, compuestas para ser cantada al son de un instrumento o
recitada con el acompañamiento de éste. Contiene un número variable de
versos, por lo general son octosilábicos, asonantados los pares y sueltos los
impares. En su origen, debía ser el verso asonantado de 16 sílabas dividido en
dos hemistiquios.

Sobre el origen de los romances, se han sostenido dos tesis


fundamentalmente

a) La tesis tradicionalista La teoría más aceptada hoy es la de Milá y


Fontanals, Menéndez y Pelayo y Menéndez Pidal, según la cual los romances
proceden de los antiguos cantares de gesta medievales. Según Menéndez
Pidal, el romance se inicia en la segunda mitad del siglo XIII, y tiene su período
de mayor actividad desde la segunda mitad del siglo XIV. Como género
poético, sin embargo, sólo se define y adquiere validez literaria en la época de
los Reyes Católicos (s. XV). Es en este momento cuando, incluso la palabra
romance, adquiere la significación que ahora utilizamos. En su origen,
designaba la lengua vulgar o también se designaba con este nombre ciertas
composiciones de confusa clasificación.

De los temas épicos de los antiguos cantares de gesta, los juglares


popularizaron los fragmentos que más podían interesar al público. Estos
fragmentos se convirtieron en lo que hoy llamamos romances viejos o
tradicionales para distinguirlos de los romances nuevos o artísticos que fueron
compuestos por poetas cultos a partir de la segunda mitad del siglo XVI.

Los fragmentos que el pueblo aprendía y popularizaba eran sometidos a


una continua transformación, inevitable en la transmisión oral. Así que los
romances eran recreados por el público que se convertía en autor anónimo y
colectivo. También el juglar que escogía el fragmento que recitaba lo sometía a
retoques, añadiduras o poda con lo que se extendió la práctica de refundir con
plena libertad el texto de los cantares de gesta primitivos. Se entiende así las
numerosas versiones de algunos romances. Por ejemplo, Menéndez Pidal
encontró hasta 12 versiones del conde Arnaldos, y 164 versiones de Gerineldo.
En su evolución, los romances incorporaron temas y detalles subjetivos y
sentimentales.

b) La tesis individualista que sostiene que los romances fueron creados por
los poetas de forma independiente de los cantares de gesta. Los defensores de
esta teoría argumentan que los romances más antiguos no son de temática
épica, sino novelesca y lírica.

1. Clasificación de los romances


Uno de los aspectos más problemáticos a la hora de estructurar este
enorme corpus literario es precisamente el de su clasificación: la cantidad, la
complejidad y la diversidad de la materia exceden a la simplicidad de los
esquemas propuestos por los distintos autores, con una finalidad didáctica.
Admitiendo esta limitación metodológica, aceptamos un doble criterio de
sistematización cronológico y temático.

La clasificación cronológica:

Todos los eruditos están de acuerdo en dividir los romances entre los
romances viejos y los romances nuevos.

Se denominan romances viejos aquellos que nacieron en los siglos


medievales, vivieron en tradición oral, siendo por tanto anónimos, y a partir de
finales del siglo XV pasaron a ser consignados por escrito.
Se denominan romances nuevos, aquellos escritos por poetas cultos que a
partir del Renacimiento los crean imitando el estilo tradicional.

Sin embargo, como la datación se basa a veces en criterios inseguros y


el poeta mezcla, a menudo, el estilo culto con elementos de la poética
tradicional, esta delimitación entre romances viejos y nuevos es algunas veces
dudosa.

La clasificación formal

1) Romances escena
2) Romances relato

La clasificación temática:

Menéndez Pelayo sistematizó la materia romancista con criterios temáticos, en


una clasificación muy extendida en los manuales.
La clasificación temática distingue tres tipos de romances:

1) Los romances histórico-heroicos sobre temas nacionales


2) Los romances heroicos sobre temas extranjeros.
3) Los romances lírico-novelescos.

Los romances histórico-heroicos sobre temas nacionales


Sus temas giran en torno a la historia de España, o de lo que a partir de los
Reyes Católicos entendemos por España.
Son tan numerosos que a partir de ellos se podría reconstruir buena parte de la
historia de la Península durante la Edad Media.
Son un testimonio interesantísimo desde el punto de vista político y social, ya
que al ser de origen popular testimonian el sentir del pueblo frente a los
acontecimientos. Se basan en hechos históricos, que por sus dramáticas
circunstancias excitaron la imaginación popular, o en hechos legendarios. Se
distinguen varios ciclos agrupados por el núcleo temático que inspira cada uno
de ellos.

Así destacamos los siguientes ciclos, vinculados a poemas épicos.

El ciclo del rey don Rodrigo, recoge la interpretación popular sobre la caída del
imperio visigodo en manos de los árabes. La violación de Cava, hija del conde
don Julián por parte del rey, provoca la venganza de don Julián que habría
facilitado el paso a los árabes. De alguna manera el pecado del rey es
castigado con la pérdida del reino.

El ciclo de los infantes de Lara. Proceden de un cantar de gesta que no se ha


conservado, pero del que hay amplia referencia en las crónicas.
La Leyenda de los infantes de Lara, incorporada al Romancero y cuyos hechos
responderían a una realidad histórica situada en el último cuarto del siglo X, tuvo
un éxito considerable en la Castilla de la Edad Media. Según ella, los siete
hermanos, hijos del noble Gonzalo Gustioz, fueron capturados por los
musulmanes en una emboscada preparada por Ruy Velázquez, trasladados a
Córdoba y decapitados. Los cadáveres se condujeron a Castilla y según una
tradición no textual, fueron depositados en unos sepulcros pétreos que se
ubicaron en el pórtico meridional del monasterio de San Millán de la Cogolla. De
este modo, el monasterio fue también conocido como panteón de los siete héroes
castellanos.

Mudarra (también llamado «hijo de la renegada»), hijo bastardo de Gonzalo


Gustioz —padre de los infantes— y de una hermana del mismo Almanzor, recibió
su educación de este caudillo musulmán. Vengó después la muerte de sus
hermanastros. Al menos desde el siglo XVI, los monasterios de San Millán de la
Cogolla y San Pedro de Arlanza pujaron por la pretensión de conservar la
sepultura de los siete jóvenes asesinados. El apasionamiento llevó a que en 1600
el abad del monasterio riojano, fray Plácido de Alegría, procediera a la apertura
notarial de los siete sarcófagos ubicados en el pórtico del primitivo asentamiento
en Suso, a fin de certificar su autenticidad. La aparición de los cadáveres
descabezados fue prueba que, poco tiempo después, convenció tanto a Sandoval
como a Yepes para sellar la contienda a favor de la Cogolla. De este modo, el
monasterio se conoció también como panteón de los siete héroes castellanos.
Años antes, en diciembre de 1569, se habían encontrado en la iglesia parroquial
de la villa de Salas «las cabeças de los siete Infantes dentro de un arca de
madera, cubiertas con un lienço».
El ciclo del Cid es sin duda el más fecundo, la popularidad de este héroe
inspiró un cantar de gesta el Cantar del Mío Cid, junto con un cantar de gesta
tardío El Cantar de las Mocedades de Rodrigo.

Los romances fronterizos o moriscos


Al margen de esta categoría de romances vinculados a cantares de gesta están
los romances fronterizos o moriscos.
Tienen un fuerte carácter histórico, ya que fueron compuestos en las últimas
épocas de la reconquista, pese al artificio y la ampliación novelesca sirven para
contar al pueblo sucesos coetáneos, no se basan por tanto ni en crónicas ni en
cantares de gesta, sino en la realidad, aunque ésta esté idealizada.

Relatan episodios de las últimas luchas de la Reconquista entre cristianos y


árabes en el siglo XV (con preferencia a Granada). Se basan no en las gestas
ni en las crónicas sino en la realidad más o menos poetizada. Cuando los
árabes dejan de ser un peligro nacional para España, se llega entonces a tener
gran curiosidad por lo árabe. En los romances los caballeros árabes rivalizan
en valor y caballerosidad a los cristianos. Los romances fronterizos y moriscos
están escritos por juglares o poetas cristianos anónimos pero se suelen llamar
fronterizos a los compuestos desde el punto de vista cristiano, y moriscos a los
que hablan desde el punto de vista moro (maurofilia). No siempre es fácil
separar unos de otros. (cf. Washington Irving, Tales of the Alhambra).

Romances heroicos sobre temas extranjero

El ciclo carolingio
La épica castellana ya había recogido el tema de Carlomagno a través del
Cantar de Roncesvalles. El romancero va a recoger también este tema a través
de romances que se caracterizan por la novelización, la exaltación del
sentimiento amoroso y a menudo la falta de verosimilitud.

Romances lírico-novelescos

No todos los romances tienen una base épica o histórica, los autores utilizan a
menudo el esquema de este género para tratar los más variados temas Las
fuentes de estos romances son diversas, algunas veces son localizables como
los que tratan sobre temas bíblicos o de la cultura clásica, incluso de baladas
europeas, en otras ocasiones su origen es desconocido, seguramente cuentan
noticias cercanas a la composición del romance. El lirismo y la novelización son
ingredientes muy habituales. Así encontramos romances de tema amoroso con
tantas variantes que han dado lugar a nuevas subdivisiones temáticas como los
de la malmaridada, la mujer seductora, la mujer seducida, la vuelta del marido,
etc.
Dentro de este apartado clasificó Menéndez Pelayo todos los romances que no
estaban relacionados temas histórico-heroicos sobre temas nacionales ni
extranjeros.

2. Importancia y difusión de los romances viejos.

Para entender plenamente el sentido y el contenido de los romances viejos


debemos tener en cuenta que se crean en la época medieval, pero se
recopilan y copian por escrito en una época posmedieval.
Muchos de los temas de los romances que eran recogidos por los juglares
no sólo hablaban de las heroicidades de los caballeros sino que reflejaban la
realidad de la vida cotidiana, son por ello una fuente importante de información.
Sabemos que a finales de la edad media, posiblemente a partir del siglo XIII
era habitual que se cantaran romances acompañados de vihuelas y laúdes,
pero se trataba de actos orales de los que hay información indirecta, encontrar
transcrito un manuscrito medieval es algo excepcional, el romance más antiguo
que conservamos escrito es de 1420, sabemos que lo copió en Bolonia un
estudiante mallorquín en un cuaderno que le regaló su tía y es una versión en
castellano con muchos catalanismos de La dama y el pastor. La posibilidad de
leer romances viejos en cantidad suficiente para sacar conclusiones la
debemos a los cambios que se producen en la sociedad del siglo XV.

Contexto histórico en el que los romances se integran en la literatura escrita


Los turcos invaden Constantinopla (1453), ciudad que había continuado
la tradición cultural grecolatina. Los sabios, huidos por la invasión, se
refugiaron en distintos lugares de Europa, que se beneficiaron de su cultura
clásica. En esta época, en la península, la nobleza atraviesa una época de
esplendor. Los castillos se transformaron con respecto a los primeros años de
la Reconquista. Ahora son lugares donde se vive una existencia fastuosa:
torneos, danza, música... También es importante la aportación de los judíos
conversos. La nobleza se culturiza, la cultura ya no está sólo en manos de los
clérigos. Algunos nobles, como el marqués de Santillana o Jorge Manrique
serán prestigiosos representantes de la creación literaria de este momento.
Esta época supone el inicio del renacimiento y de la corriente cultural que
llamamos Humanismo. Los humanistas rescataron la cultura greco-latina, mal
conocida durante la Edad Media e introdujeron, con el nuevo estudio de las
humanidades, una nueva visión del mundo y de la vida en cuyo centro estaba
el hombre.

Contexto literario en el que los romances se integran en la literatura escrita

Mientras que la poesía culta continuaba las corrientes del período anterior
(poesía cortesana, doctrinal, alegórica...), se experimentó un cambio paulatino
en el gusto poético que influiría decisivamente en la creación literaria.
Empezaron a ponerse de moda los romances y villancicos populares, que
anteriormente se habían despreciado por ser poesía menor. Al principio, se
consideraba que los romances sólo servían para satisfacer los gustos
populacheros de la gente de clase baja y de servil condición, pero, en esta
época, músicos, poetas, aristócratas y humanistas empezaron a interesarse
por la poesía tradicional que hasta entonces se había conservado por
trasmisión oral anónima o en los cantos y bailes del pueblo. Esta nueva y
refrescante poética vino a vigorizar un ambiente dominado por los temas y
formas ya caducas de la poesía trovadoresca. Esta rehabilitación de la canción
y de la música tradicional se ponía de moda también en Europa.

Desde el punto de vista cultural, fue importante la invención de la imprenta por


el alemán Juan Gutenberg (1400-1468), que permitió la rápida difusión de la
cultura impresa.

Con la invención de la imprenta, los romances se difundieron. A partir del siglo


XVI, comenzaron a editarse las colecciones. Al principio, se publicaron en hojas
sueltas. De estos pliegos se conservan muy pocos. Zaragoza, Sevilla, Burgos,
entre otras provincias, publicaron romances. En el siglo XV, fueron recogidos
en el Cancionero General de Hernando del Castillo. El impulso más importante
se debe al Cancionero de romances, del editor de Amberes Martín Nucio
(entre 1547 a 1549).

Avanzado el siglo XVI, continuaron reimprimiéndose pliegos sueltos de


romances, mezclándose cada vez más los romances viejos con los de nueva
creación. Con Cervantes, Góngora o Lope de Vega, a finales del siglo XVI, se
acentuó el éxito editorial de los romances nuevos con los que se inicia una
nueva etapa de la historia de este género que no perdió popularidad y difusión.

Tras el gran florecimiento de los siglos XVI y XVII, el interés por el romance
sufre un eclipse hasta los albores del Romanticismo, si bien el siglo XVIII, que
rechazó otras manifestaciones literarias populares y tradicionales, cultivó
también el romance en Meléndez Valdés y Nicolás F. de Moratín.

Es de destacar el interés por el Romancero que prestaron pueblos ajenos al


nuestro. Sin su aprecio, tal vez esta corriente de difusión se habría cortado.
Nos referimos a Inglaterra, uno de cuyos estudiosos, el helenista escocés
Thomas Blackwell, señaló los romances moriscos españoles como muestras
de verdadera poesía popular . Walter Scott o lord Byron apreciaron esta
poesía. Siguió Alemania con Goethe y J. Gimm que escribieron elogios sobre el
Romancero. Seguiría Francia con los elogios de Víctor Hugo.

Durante el Romanticismo español (s. XIX), escribieron romances Zorrilla y el


Duque de Rivas. Los romances influyeron en el teatro histórico.
El redescubrimiento del Romancero ha ido creciendo con las aportaciones de
muchos investigadores españoles y extranjeros hasta Menéndez Pidal, el
analista por excelencia de este siglo.

Paralelo a estos estudios, crece el interés en poetas contemporáneos. En la


Generación del 98, el romance vuelve a valorarse: Antonio Machado,
Unamuno; después, Juan Ramón Jiménez. Posteriormente, la Generación del
27: Federico García Lorca, Rafael Alberti, Gerardo Diego, entre otros.
La trasmisión no se ha interrumpido. De Castilla pasó a Portugal. Los judíos
sefardíes expulsados lo llevaron al oriente mediterráneo donde se refugiaron.
Los conquistadores los esparcieron por América. Su carácter popular y
juglaresco sobrevive en cantores y poetas.

4. ESTILO. CARACTERÍSTICAS

Como se ha indicado, la poesía épica proporcionó la forma (métrica, rima,


carácter narrativo y los temas), pero la emoción que contienen proviene de la
lírica. Este rasgo hay que tenerlo en cuenta al definir su estilo.

A diferencia de lo sucedido en otros países cuyas baladas adoptaron formas


diversas, los romances poseen un modelo único. Esta uniformidad que podría
ser causa de monotonía, es, por el contrario, una de las razones de su poder
asimilador y de su vitalidad, ya que facilita su aprendizaje y retención
memorizada, dentro de la variedad de temas.

Características más notables:

a. Fragmentarismo. El poema, normalmente, destaca un momento esencial


determinado de la acción, caracterizado por la intensidad emotiva. Puede
no aparecer el inicio o el final (final truncado). Es el misterio, la emoción y
lo fantástico lo que proporciona eficacia estética. Podríamos explicarnos
esta característica por el origen de los romances en antiguos cantares de
gesta que el auditorio conocía. Pero esta fragmentación acaba
imponiéndose como una forma poética, que confiere al poema el carácter
de una instantánea y que le da a veces un carácter enigmático. La mayoría
de estos poemas siguen lo que en retórica latina se llama narración “in
media res”

b. Sencillez de recursos. Las descripciones son escasas (salvo en los


romances fronterizos) y sobrias en adjetivación y detalles; a veces, son
simples enumeraciones.
El diálogo y la narración en primera persona confieren viveza a la historia.
A veces, los protagonistas no tienen nombre. Se evitan los elementos
fantásticos o irreales.

c. Naturalidad a la que se llega tras un proceso de selección (Esencialidad).


El texto se amolda al modo expresivo y espontáneo de la colectividad.
d. Sobriedad e impersonalidad de tono que se manifiesta en el uso parco de
los adjetivos y en la preferencia por la acción frente a la descripción El estilo
épico tradicional prefiere lo instantáneo e inmediato a la narración trabada
que resulta menos atractiva, y que permite, sin preámbulos, entrar en el
tema y captar la atención del público. No se insiste en la carga emocional ni
se desarrolla en forma lírica, sino que esta emoción deriva de modo natural
de los mismos sucesos referidos. El romance tampoco moraliza; traiciones
o la cobardía reciben su castigo que en el poema no es necesario subrayar
ni comentar. En ello difieren de la literatura didáctica medieval, tan arraigada
en la Edad Media.

e. Impersonalidad. Lo individual y efímero, propio de un creador, se sustituye


por lo colectivo y pasa a formar parte de la tradición.

Capacidad de evocación, elegancia para armonizar lo popular con la expresión


poética de gran valor estético, etc. son otras características del Romancero.

Sobre cuestiones estilísticas, destacamos:

Los inicios de los romances que pueden tener relación estrecha con la
narración o descripción que sigue.
a. Finales, que pueden ser trágicos o desgraciados, aunque también los hay
de felices. Algunos tienen al final una conclusión, otros quedan
interrumpidos bruscamente (truncados) sin conclusión . Esta última forma
se presta a múltiples interpretaciones.

a. El tiempo
Uno de los rasgos característicos es la constante variación del tiempo
verbal. Constituyen no sólo una técnica para dar variedad ,viveza, acelerar
el ritmo que ya se usaba en la épica, sino también permiten alcanzar sutiles
matices y evocaciones pláticas que deben ser analizados en cada caso.
Ej. Sueño de doña Alda o Abenámar (Pág. 30 TEXT
cuya mayor complejidad se da en los romances históricos y épicos donde los
hechos que se narran pertenecen a la realidad real o posible externa al
narrador. También los romances de intensidad lírica manejan esta complejidad
temporal.

Sobriedad e impersonalidad de tono que se manifiesta en el uso parco de los


adjetivos y en la preferencia por la acción frente a la descripción

Mezcla de partes narrativas con partes dialogadas lo que le da un intenso


dramatismo y viveza

1. Recursos literarios:

Locuciones arcaicas que provienen de la tradición épica.

Lenguaje formular (propio de la composición oral):

o Existen fórmulas de transición, de iniciación al diálogo, de


situación temporal.

Hay inicios en forma de apóstrofe con el que se


consigue una actualización de los hechos que capta la atención
del público. El apóstrofe es muy habitual a veces referido a un
lugar, que queda así personalizado.
Otros recursos de inicio son:
_ El adverbio “he” (Helo, helo por do viene...).
_ El adverbio “ya” (Ya cabalga...).
_ Exclamación (Ay, Dios... ; Quién hubiera tal ventura...).
_ El narrador se presenta como testigo (... vide un caballero).

La acción se pone en boca del protagonista ( yo me era...).

o Repeticiones

Con el fin de llamar la atención del público o marcar el ritmo


poético, abundan las repeticiones con funciones diversas:
_ Crear la atmósfera poética arrancando al público de su realidad.
_ Subrayar el nombre del protagonista o del lugar.
_ Aumentar la calidad musical de un nombre.
_ Crear un ambiente emotivo subrayando la emoción o ansiedad
de un personaje.

Vemos repeticiones sintácticas :paralelismos o quiasmos


( “Si lo haces como bueno/serás de ellas muy honrado,/si lo
haces como malo/serás de ellas ultrajado”).

¿De qué vos reís, señora?/¿de qué vos reís, mi vida? ¿Qué hacéis,

Virgilios? / ¿Virgilios, aquí que hacéis?

También repeticiones de una misma palabra y su sinónimo o


antónimo negado (”Abenámar, Abenámar…”; “Mercedes, el rey,
mercedes“. Repeticiones no textuales son aquellas en que se
utilizan palabras semejantes, palabras de conceptos análogos
que expresan una misma idea, como “llorando y gimiendo”;
“miedo y pavoría”; “niño y muchacho”.

 “Allí hablo Don Rodrigo, bien oiréis lo que dirá”.


 Manténgate Dios, Maestre, Maestre, bien seáis llegado.
 Sálveos, doña Isabel, /caballeros, bien vengades

Uso de la antítesis o contraposición:

 Todos se visten de verde/el obispo de azul y blanco.


 Vega abajo, vega arriba
 Como menguaba y crecía
o La enumeración. Hay pocos romances que no la utilicen en sus
varias modalidades:
 Tres hijuelos había el rey…/el uno se tornó ciervo,/el otro,
se tornó can,/el otro se tornó moro,/ pasó las aguas del
mar.
 ¿Qué castillos son aquéllos?/ ¡Altos son y relucían!/El
Alhambra era, señor,/y la otra la Mezquita/ los otros los
Alixares, /labrados a maravilla… /El otro es Generalife,
/huerta que par no tenía/ el otro Torres Bermejas,/ castillo
de gran valía.

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