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Bernardo Ortiz
de Montellano
1
Sueños
Bernardo Ortiz de Montellano
Primero sueño
A Genaro Estrada
Argumento
4
¿Qué mágicas infusiones,
los indios herbolarios
de mi patria, entre mis letras
el hechizo derramaron?
Río desconsolado,
primer viajero que recorre un mundo
de geográficos lagos sin pescado,
a minerales pechos adherido,
más ligero que el aire
5
y al peso de montañas asfixiado.
Río del Consulado,
por tus orillas vamos
el indio, el andaluz, el mexicano,
entre nubes a pájaros,
apenas en talones apoyados,
que en el nublado foro de los sueños
se confunden las huellas con los pasos.
Tonada desentonada
—entre piedras grito de agua—
tonada de falda larga
y de listón amarillo
sobre la cabeza lacia
6
—tico-ti-tico-tico—
dice y no acaba:
Aroma de la llonédula
para vértigos de ver,
medulas de hierba nueva
para querer.
7
Contra el aire de otros climas
los amarantos del valle,
color del sombrero negro
de Ramón López Velarde:
herbolario del romero,
justicia de la palabra,
ora cabellos de arcángel…
8
Milagro de listón labrado en cera,
en la mirada punto el horizonte
como la niña entre mis dedos muerta.
Remos altos,
monótonos laúdes:
tres guitarras unidas
como tres ataúdes.
9
los pies conciertan invisible danza
que empieza, dura, acaba, con el sol.
10
¡Fuego! ¡Fuego!
Y despierto
a horas que son ¡nieve!
11
Segundo sueño
A Raoul Fournier
Argumento
12
Au fond de l’inconnu pour trouver
du nouveau.
Charles Baudelaire
Mármoles y aluminios
que no empaña el reflejo ni el aliento ni el alba
de unos ojos de niño
Luz de allá de la llama amarillenta
13
para el aire del éter más fino de los cielos
Nidos del algodón
para las alas de los peces del alcanfor y el yodo
líquidos mensajeros de la muerte.
¡Oh, Saturno,
escafandra de siglos en mi siglo,
descenderás conmigo entre los brazos
a un mundo de sigilos!
Y detrás de la muerte —centinelas—
ojos de dos en dos vivos, cautivos.
14
Equilibrio de las palmas
Que los vientos equilibra
Onda de otra mar salina
Con la tierra horizontada
Para paloma perdida
y entre latidos hallada
15
Perdido para mí
pero para los otros
hallado, junto. cerca, convivido,
con pulso, sangre, corazón. Ardiendo…
16
Para que el hombre nutra su ceniza
Guarda calor en la invalida mano
Sollozo mutilado en la sonrisa
Y la caricia verde del gusano
17
Que horada
Olvida
Hiere
Mientras goza el rescoldo de la muerte
El que de la mujer nada recibe
Y al hombre no da nada
El que asoma a los ojos sin cruzados
El partido por dos y en dos mitades
Iguales repartido
El sin olor
El Hombre
Sólo por la palabra redimido.
18
Debe ser fango el frío de las horas después
cuando se apague el fuego de la sangre
y el postigo y la llama,
horrendo el cataclismo de la separación de lo que unido
fue vida y fue veneno,
para que desde el mármol olvido de mi cuerpo
tu voz de viento y sombra
de medida medida
de calores delgados
me atraiga y me deslice y me conduzca
otra vez al torrente de la vida
19
absorta, nueva, día,
y por primera vez iluminada
Aire corredor
Forma desnuda
en su volumen fresco
y en su modo de ser casi de fruta
Diluido en alegría
encuentro justo el mundo que se toca
se mira y me compara,
el multiforme y único
el mundo de mis piernas y mis brazos
discípulos del ojo
maestro de distancias,
e! mundo colmenero de voluntad y llamas,
calles. ciudades. hombres, amenazas,
imágenes, prisiones, ríos, ventanas,
triángulo de colores que me devuelve e! alma.
20
Sueño de amor
21
los martirios del hombre barrenando la noche
con el cincel angosto de la angustia
y la gubia
que equilibra la danza con la lluvia.
Arde en la sombra la carne vegetal
úlcera de la miel del fruto blando
conciencia electrizada de los plátanos negros
y del azúcar más azucarada,
palidece la arena de los labios
y el ave de la lengua
en nueve ramos
mezcla a la sed de las ocultas flores
la seca soledad del llano.
22
No eres más que una flor ni menos que una nube.
Concédeme la luna de tu desnudez para emboscarme noche.
(Fragmento de un sueño).
23
forma de líneas nueva
sólo para los ojos limitada.
Siete palabras ásperas cuando la caricia de tus manos tenga una vo-
luptuosa lentitud. Siete palabras trémulas cuando la caricia tenga la
aspereza de la rama en el fuego.
24
Poseído por la sombra de la mala mujer me halló tu voz dormido. Fue
más fuerte la sombra que el perfume.
Con siete púas de maguey traspasaré mis labios para callar en ti.
25
ceniza de los picos de recónditos pájaros
muertos en un invierno de látigos y espaldas.
26
la ramita con tacto de tus dedos de río
índice navegable de mis viajes.
27
Letra muerta
28
y esa mano que crece, larga, y crece
a encender el cerillo y arrojar el cigarro
como una noche ardiente en la mañana de un viento sin espalda.
29
Sombra primera
Estar,
estar presente noche y día.
Sombra primera
la de pensar pensamientos que no hay por qué pensar;
de la belleza sola que descubrí en un rostro,
alguna vez, un día,
en una calle, bajo la lluvia sorda
a la luz que solloza la lluvia en la mirada
o cuando, junto a un niño. siento en mí la pureza rodar
como una lágrima.
Ser
Ser solo y sólo por momentos.
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la del grito, la del silencio, cuando el silencio arrastra
turbios ámbitos muertos.
La que impulsa a los sueños
del lector que descifra y acumula alfabetos,
de la mujer que baila y el hombre que respira
suavemente en sus hombros el cielo azul, la luz y la respiración de
los planetas.
Estar,
estar presente noche y día.
Sombra primera
en el desequilibrio del cuerpo que cae, sin resistirlo,
al golpe de una imagen, de una palabra, de un deseo,
de la flecha de olores de una substancia bíblica
o la preocupación por el dinero.
31
Vida,
primera sombra tímida
Muerte,
sombra primera.
El movimiento y la quietud
la palabra no dicha y la que brota al punto
la soledad soleada y el arrullo del árbol de la sangre
la flor que pesa y la que apenas vimos
el beso de los labios y su desintegración en la guarida de la noche
el oscuro pasaje entre dos sueños y la luz que nos garantiza y clasifica
y tantas, tantas ruinas y alucinaciones y piedras brillantes que se
tocan con olvidadas manos y frutos que palpitan, sin mentir, en-
tre brazos y bellezas mortales que sólo el alma toca
por caminos de nieve salerosa…
32
Esta edición para internet de Sueños,
de Bernardo Ortiz de Montellano,
se terminó en la Ciudad de México
en septiembre de 2009.