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Areco, Natalio
Aguirre, Iván
López Ortigoza, Gonzalo
Silvero, Miguel Ángel
Desde 1982 las familias argentinas olvidaron el fervor con el que can-
taban en las plazas, con el que rezaban por las noches y de las dona-
ciones que hacían por los chicos de la guerra. Pero las causas de este
olvidar son complejas. Desde el aparato del estado se buscó esconder
a los soldados que volvían de luchar en el conflicto del atlántico, a
muchos soldados se los mantuvieron en los cuarteles militares de
Campo de Mayo por semanas, no podían salir a la calle demacrados
como estaban, con los semblantes blancos, cortados por el frío del
sur, no podían ser visto por la sociedad tan delgados (algunos solda-
dos perdieron hasta 20 kilos en el tiempo que duró la guerra), no se
podía mostrar esa imagen a las personas que veían en televisión, escu-
chaban en las radios y leían en los diarios nacionales, por supuesto
casi todos controlados por el gobierno de facto del General Galtieri,
que estábamos ganando. Tan sólo no podían ser vistos. El abrazo con
las madres, con las novias, esposas e hijos tenían que esperar.
Contención post traumática, ayuda psicológica, ayuda económica,
ayuda laboral, todo podía esperar. Nada de eso era importante. Más
si esos soldados eran los perdedores, los vencidos.
Desde ese momento quedó todo claro para los ex soldados. Si quer-
ían obtener ayuda debían, si querían que la sociedad los reconozca y
no los olvide, debían luchar por sus propios medios. Sólo quedaba
luchar, agruparse y luchar, ya no con armas, ahora el tiempo de lu-
char con la palabra, con el activismo político. Esa decisión fue la que
llevó a encontrarse entre los soldados en todos los lugares del país.
Con el tiempo se organizaron y formaron los Centros de Ex soldados
Combatientes, algunos con estatuto, normas, hasta con personería
jurídica otros solo con la buena voluntad de sus integrantes.
Objetivos Específicos: