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Luis Alonso Schoékel ESPERANZA Meditaciones biblicas para laTercera Edad eens Sal Terrae Coleccién «EL POZO DE SIQUEM 45 Luis Alonso Schokel ESPERANZA Meditaciones biblicas para la Tercera Edad (2. edicién corregida y aumentada) Editorial SAL TERRAE Santander Las citas biblicas que aparecen en este libro estan tomadas de la Nueva Biblia Espanola, Madrid 1975. ©1991 by Luis Alonso Schékel, S.J. ©1991 by Editorial Sal Terrae Guevara, 20 39001 Santander Con las debidas licencias Impreso en Espafia. Printed in Spain ISBN: 84-293-0890-3 Dep. Legal: BI-1525-92 Fotocomposici6n: Didot, S.A. Bilbao Impresién y encuadernaci6n: Grafo, S.A. Bilbao INDICE Pr6l0ZO .... 62. 0eseee Liamados a vivir-mot PRIMERA PARTE MEDITACIONES DE SALMOS Advertencia preliminar Salmo 1: Un camino y un destino . Salmo 4: Horizonte dilatado ... Salmo 5: Me quedo aguardando . Salmo 6: Pon a salvo mi vida Salmo 8: Admirados ante el hombre . Salmo 12: Palabras auténticas . Salmo 13: {Qué impaciencia? . Salmo 16: Intimidad: .... Salmo 17: Me saciaré de tu semblante . Salmo 19: ,Culpable? ,Inocente? Salmo 23: Mi pastor y anfitrin eres Ta . Salmo 25: Recordar y sentirse perdonado . —5s— 21 23 25 27 28 29 31 34 36 39 4 43 46 Salmo 27: Contra el miedo, la esperanza .......-.6.-0.2-05 Salmo 30: Sacaré mds gusto a la vida .... Salmo 31: En tus manos estén mis azares Salmo 32: La dicha de estar perdonados Salmo 33: Un cantico nuevo, sin hastfo Salmo 34: Hay sentidos que no se embotan Salmo 36: ;Qué inapreciable es tu lealtad! Salmo 37: Venga tu reinado de justicia . Salmo 38: Estoy agotado, Sefior . Salmo 41: Red de solidaridad . Salmo 42-43: Mal de ausencias Salmo 44: Con la Iglesia perseguida Salmo 45: De boda Salmo 47: Bajar para subir Salmo 49: Rescatados .. Salmo 55: Suavemente en paz . Salmo 57: jInaugura el dia sin ocaso! Salmo 62: El peso real de mi vida . Salmo 63: Mi garganta tiene sed de Ti . Salmo 65: Mi Padre sigue trabajando . Salmo 67: Invocamos tu bendicién. Salmo 71: Mirando atras y adelante i: SEGUNDA PARTE VINETAS BIBLICAS DE ANCIANOS Entrada .... . Simeén Abrahdn . - Isaac .. Jacob Moisés . Barzilay . Eclesiastés . . Ezequias . Grupos de ancianos . Pablo .... . Nicodemo FSC rr aMVAwnE 125 127 135 139 143 149 154 156 162 169 180 184 . Principio y Fundamento . Pecado y perdén . . Infierno y Purgatorio . . En el templo . Vida oculta . . Bautismo .. . Desierto ... . Vocacién apostélica . Bienaventuranzas . Autoridad ... . Curaciones . Pasién y violencia . . Contemplacién para alcanzar amor WONANALN— TERCERA PARTE PAGINAS DE EJERCICIOS Llamada .. Peticién . Encarnacién . 191 207 214 222 225 233 239 242 248 252 260 266 280 284 291 316 PROLOGO Al profeta Jeremias le dice Dios en una ocasién: Que ellos se conviertan a ti, no te conviertas ti a ellos. Y, algo mds adelante, ahade: Si apartas la escoria del metal pre- cioso, estards a mi servicio y serds mi boca. No teniendo yo vocacién profética, he meditado esas palabras. En cuanto a lo primero, me atrevo a adaptar el texto pensando en mis coetdneos, peregrinos que han reco- rrido gran parte del camino de la vida. Me dirigiré a ellos, para que ellos se dirijan a la palabra de Dios en la Biblia. Pero, si la Biblia es el metal precioso, temo no vayan a ser mis palabras la escoria; en tal caso habria que retirarlas para dejar escueto el texto biblico. Ahora bien, la tradicién de la Iglesia me ensefia que es legitimo y conveniente explicar el texto biblico de tal modo que el cristiano pueda entrar en contacto personal con él. Sabiendo que, si doy nada mds referencias numéricas, el lector no va a consultarlas en su Biblia, he preferido citar los textos pertinentes o resumir su contexto. Aunque el libro puede ser leido, esté pensado y escrito para la meditacién y contemplacién. Prefiero sugerir a de- sarrollar; no temo repetir si el texto biblico repite; busco un estilo de frase breve, aunque a veces resulte sacudido; dejo caer aforismos para ser subrayados y asimilados sin prisa. El que medita podrd repasar el libro o algunas meditaciones —9— que encuente mds apropiadas o gustosas. Pero lo mds im- portante es que pueda volver directamente a los textos bi- blicos. La preferencia por el Antiguo Testamento me viene de mi dedicaci6n especial; pero procuro siempre que desem- boque en el Nuevo Testamento. Si algun tema domina estas paginas, es la Esperanza, una de las virtudes teologales. Y si debo escoger una frase como lema, la tomo de la liturgia: Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurreccién: iven, Sefior Jestis! San Francisco, California fiesta de S. Ignacio 1990 —10— Llamados a vivir-morir-Vivir Meditacién programatica O puntos para varias meditaciones. Vamos a convenir en que, matematicamente, la tercera edad comienza a los 66 afios y ocho meses (6 2/3 de 100). Aunque las matematicas no vayan de acuerdo con la fisiologia, han logrado invadir la sociologia de la ocupacién. A esa edad muchas personas estén jubiladas. Esa edad la alcanzan hoy muchas personas en nuestros paises. Por eso se han legislado privilegios para ellos, se inventan universidades o cursos para la tercera edad, se les busca alguna ocupacién util. Pues bien, yo que me encuentro yaen esa franja marginal (jmarginada?) quiero dedicar un rato a mis compafieros, para que se ocupen en un ejercicio del espiritu., Como correr por la mafiana con traje especial (sucedaneo quiza de la gimnasia sueca), para mantenerse en forma. {En qué forma? Como la tercera edad se tensa provisionalmente en algin ejercicio corporal, como ocupa la mente estudiando 0 leyendo, es justo que también el espiritu haga un poco de ejercicio. Y no abundan los que brindan instrucciones para tan sanos ejer- cicios. Ahi van estas paginas: para creyentes, puntos de me- ditacidn; para no creyentes, testimonio de una conviccion. San Ignacio, comienza sus «ejercicios espirituales» con un Principio y fundamento. Vamos a transformarlos en un Final y coronamiento. El hombre es creado para vivir. Y para morir. Y para vivir. Tal es el ritmo cristiano de la existencia: vivir-morir- —u— VIVIR. Quitad la tercera pieza, y la vida es una atroz de- cadencia (Aleixandre decia que la vida es la juventud y una larga decadencia). San Pablo nos dice que el hombre querria saltarse la segunda etapa; cosa imposible. Adelantar la tercera etapa en la conciencia, con conviccién, es base de la espe- ranza. Nos acercamos 0 se nos acerca el punto de interseccién en que una vida, salvacién en proceso, va a desembocar en otra vida, salvacién definitiva. Hay que salvar la vida y salvar la muerte, para ponerse finalmente, definitivamente, a salvo. Las cosas creadas cada vez nos sirven de menos. Una especie de indiferencia psicolégica nos va invadiendo. Quiz sea desinterés, mas que indiferencia. Una indiferencia como libertad y superioridad puede dar paso a una indiferencia como apatia. Apatia (=apatheia) es falta de pasiones, em- botamiento de emociones. Ejercicios espirituales para ordenar la vida o para re- formarla periédicamente. Ejercicios espirituales para ordenar o reformar la muerte. Se puede reformar, ordenar la muerte? Se puede ordenar por anticipado. Para realizarla mds que padecerla. Es verdad que prepararse «para bien morir» puede tener una versién piadosa, noblemente devota; no es menos cierto que ordenar la muerte puede dar contenido y sentido a los tiltimos afios. Recuerdo a Satil (1 Sm 28) a quien acaban de anunciar su muerte, en el campo de batalla, el dia siguiente. Se in- corpora de su posicién yacente, ensayo final del morir, y come para recobrar las fuerzas. Para representar horoica- mente el ultimo acto de su existencia. Y no olvidemos el aviso de San Juan de la Cruz: «por la tarde os examinaran en el amor». Se muere de golpe o se muere por etapas, y estamos en la recta final. La muerte {se padece como violencia extrinseca 0 es el ultimo acto vital que da la ultima definicién a la existencia? Yo he visto un anciano desahuciado que parecia que no lograba morir, como si no tuviera fuerzas para dar el Gltimo salto, como si ni siquiera pudiera dejarse caer. Se diria —12— que la vida concentra sus dltimas fuerzas para pronunciar: «esté consumado». Esa linea que ha ido trazando nuestro perfil, definiéndonos, manifestandonos, busca su conclusién en la muerte. Como en los dibujos infantiles que siguen la linea de puntos, al morir se juntan los dos cabos y el perfil queda completo: tales fuimos, tales somos. Dice Jestis ben Sira, el Eclesidstico (11,28): «Antes de que muera, no de- clares dichoso a nadie: en el desenlace se conoce al hombre». El refran castellano reza: «Antes que acabes, no te alabes». La Ultima etapa puede ser lenta o vertiginosa, puede discurrir vacia 0 podemos Ilenarla. Podemos dejarnos resbalar hacia atras, contemplando el paisaje que se nos escapa y se aleja por delante. Como cuando viajamos de espaldas al mo- vimiento, en el descansillo del ultimo vagén, en la popa del barco. Las lineas paralelas de los railes corren a juntarse en la lejania, la estela que trazamos va sorbiendo nuestra exis- tencia. «Que la vida se tome la pena de matarme, ya que yo no me tomo la pena de vivir» dijo un dfa Manuel Machado. No sea asi. Hay que ordenar la muerte; no basta deslizarse por la pendiente, suave o escarpada, de la tercera edad. Al contrario, hay que emprender una marcha ascenden- te, como la de Jestis segtin Lucas 9,51: «Cuando iba Ilegando el tiempo de que se lo Ilevaran a lo alto, se encaré decidido, camino de Jerusalén». Ir a Jerusalén es subir; desde donde seguira subiendo, ascendiendo. Para ello hace Jests un gesto, adopta un ademén enérgico, «endurece el rostro». Nada de dejarse resbalar. Es verdad que Jests no alcanza la tercera edad, porque quiere morir joven. Pero en la anticipacién consciente de la muerte, en la decisién de ascender, es tam- bién nuestro modelo. jHacia dénde ascendemos? Abro la ventana, y entra con el aire el paisaje; abro la puerta de casa y salgo al corral; abro el portal del corral y salgo al descampado. Abro la puerta del planeta y salgo al espacio (que es como un descampado de nuestra poblada tierra). Abro la Ultima puerta del espacio y salgo a... Morir es como un viaje ultraplanetario, dejando —B— atras este espacio y este tiempo. Hay que hacer preparativos para el viaje: ejercicios para ordenar la muerte. San Ignacio nos ofrece otra meditacién fundamental, que titula del Llamamiento: «el que quiera vivir conmigo». Podemos sustituir «llamamiento» por llamada 0 vocacién (de vocare). Como hay una llamada para vivir, hay una llamada para morir. También morir puede ser una vocaci6én. En el vacfo del no ser, en el céncavo caos del no existir, donde no éramos ni existiamos, resoné una voz que nos lamaba a vivir, y respondimos existiendo. «El Dios que da vida a los muertos, y llama a la existencia a lo que no existe». (Romanos 4,17). Vivir es una vocaci6n. Lo de Jeremfas vale analégicamente para todos: «Antes de formarte en el vientre, te escogi» (Jr 1,5). Si el puro vivir es una vocaci6n, dentro de nuestra vida surgen otras vocaciones: ingeniero o fontanero, inventor 0 mecdnico. Vocacién es ser cristiano y también «vivir con El». Pues no menos vocacién es morir. {No es el morir cristiano escuchar una llamada? «Venid, benditos de mi Pa- dre» (Mateo 25,34). Es el mismo verbo de la vocacién de los apéstoles: «venid a ver». Si, morir para venir, cerrar los ojos para ver. «Al despertar me saciaré de tu figura» (Salmo 17,15). «E] que quiera morir conmigo...» Toda muerte es vio- lenta, es la gran y altima violencia contra la vida. Aunque morir fuera un acto vital, seria violento, uno de los més violentos. La vejez —o tercera edad— anticipa astutamente esa violencia. Violencia fisica de enfermedades y el declinar las fuerzas. Violencia social del retiro forzado, pasar a se- gundo plano, quedarse con papeles secundarios, convertirse en comparsa. Violencia espiritual de perder la memoria y el interés. Sentirse indtil, mas atin, una carga. Esta violencia puede resultar m4s sutil y penetrante que una persecucién desatada o una furia martirial. No permite la satisfaccién de sentirse héroes; no provoca la reacci6n airosa y esforzada del inocente calumniado y condenado. De alguna manera, el —4— anciano es culpable: culpable de su enfermedad, porque gast6 la salud; culpable de la debilidad, porque apuré las fuerzas; culpable del desvio ajeno, porque se ha vuelto irritable; cul- pable del olvido, porque no es necesario. Si vivir es un derecho, haber vivido dos edades parece un delito. Si «el delito mayor del hombre es haber nacido», parece que «el delito mayor del viejo es haber vivido». El que entra en la tercera edad sufrird la pena merecida. He ahi algunas violencias a las que se ve expuesto, sometido, el anciano. Pido prestada la voz de un poeta del siglo XVII: «Vivo muriendo en brazos de la vida... vida prestada que en morir se emplea» (Antonio Enriquez Gémez). Pues bien, la violencia que Jests sufrié anticipada y concen- trada en unas cuantas horas, el anciano la ha de vivir y tolerar espaciada y casi rutinariamente. ;Podr4 convertir la rutina en fortaleza?, ,podrd Ilegar al heroismo sostenido? «El que quie- ta vivir conmigo, el que quiera morir conmigo...» Por si fuera poco sufrir tales violencias, el hombre de la tercera edad tiene que enfrentarse con sus demonios in- teriores. En el desierto de los afios canos, le sale al paso un Satén, también viejo y tentador, solapado o descarado. Le susurra el deseo, la pretensién de que su aridez pétrea sea tenida por jugosa y nutritiva: «Que los otros te escuchen y celebren tus salidas, que admiren tu saber acumulado». Ya que no se encuentra en forma para saltar deportivamente del pindculo del templo, su Satan a la medida le sugiere que cuente sus increfbles acciones del pasado: «Cuando yo era joven... recuerdo que una vez...» O le induce a adquirir y conservar posesiones, aun sin usarlas, imaginando que suplira con poseer lo que le falta de ser. Otro dia el Satén de turno le ensefia a denigrar los tiem- pos presentes. El renombrado Eclesiastés, un maestro que en Ja tercera edad conservé la sensatez en medio del desencanto, aconseja a un joven: «Acuérdate de tu Hacedor durante tu juventud, antes de que Ileguen los dfas aciagos y alcances los afios en que dirds: No les saco gusto» (Ecl 12,1). No dice —15— que los tiempos son malos, sino que no les saca gusto. Lo que esté malo es su paladar. Algo parecido le responde Bar- zilay a David cuando éste le invita, en pago de sus servicios, a pasar la vejez en la corte: «Pero {cudntos afios tengo para subir con el rey a Je- rusalén? jCumplo hoy ochenta afios! Cuando tu servidor come o bebe, ya no distingue lo bueno de lo malo, ni tampoco si oye a los cantores o cantoras. ;Para qué voy a ser una carga més de su majestad? Pasaré un poco més alld, acom- pafiando al rey, no hace falta que el rey me lo pague. Déjame volver a mi pueblo, y que al morir me entierren en la sepultura de mis padres. Aqui esta mi hijo Quimedn: que vaya él, y lo tratas como te parezca bien» (2 Samuel 19,35-38). Contra los demonios interiores tiene el anciano angeles a su servicio. {Por qué a los angeles los representan siempre jOvenes y al diablo viejo? Suena a discriminacién. Tendr que haber Angeles especiales para la tercera edad. Los que aconsejan: contra el afan de poseer, desprendimiento, anti- cipando el desprendimiento final; contra vano honor, silencio o discreci6n, aliento y apoyo a los jévenes; contra irritacion, comprensi6n y tolerancia. A propésito: el gran aliado de la Muerte es el diablo, mientras que los angeles son aliados de la vida. «Por envidia del diablo entré la muerte en el mundo» (Sabidurfa 2,24); «el diablo fue asesino desde el principio» (Juan 8,44). Dicen que hay también un Angel de la muerte: es el que nos conduce arealizar nuestra muerte, mas que a padecerla o dejarla venir. Muerte como llamada, vocacién personal. Hace mas de setenta afios escribié Rilke una pagina que vale la pena copiar aqui: «Este selecto hotel es muy antiguo: ya en tiempos de Clodoveo se morfa aqui en varias camas. Ahora se muere en quinientas cincuenta y nueve camas. Naturalmente, en serie. Con tan enorme produccién, cada muerte aislada no queda tan bien elaborada, pero no se trata de eso. Lo que importa es el nimero. {Quién da hoy algo por una muerte bien elaborada? Nadie. Incluso los ricos, que, sin embargo, — 16 — se podrfan permitir morir con todo detalle, empiezan a ha- cerse descuidados e indiferentes: el deseo de tener una muerte propia se hace cada vez més raro. Un poco mis, y se haré tan raro como la vida propia. Dios, todo est4 ahi. Se llega, se encuentra una vida hecha, no hay mas que ponérsela. Uno quiere marcharse o esta obligado a ello, entonces ningin trabajo: Voila votre mort, Monsieur. Se muere a medida que se llega; se muere Ja muerte que corresponde a la enfermedad que se tiene (porque, desde que se conocen todas las enfer- medades, se sabe también que los diversos desenlaces letales corresponden a las enfermedades y no a las personas; y el enfermo, por decirlo asi, no tiene nada que hacer). En los sanatorios, donde se muere con tanto gusto y con tanto agradecimiento hacia médicos y enfermeras, se muere una de las muertes preparadas por el establecimien- to...» (Los apuntes de Malte Laurid Brigge. Traduccién de J. M. Valverde). EI cristiano ha de cultivar una relaci6n personal con Jesucristo. Los ejercicios de San Ignacio son en gran parte el cultivo concentrado de esa relacién. La relacin se esta- blece y mantiene con el Sefior resucitado y glorificado, pre- sente en la Iglesia y en nuestra vida; pero se articula pro- yectandose a la vida terrena de Cristo, a los «misterios de la vida de Cristo». Pues bien, la relacién entre dos personas se define también por la edad de ambos: de nifio a nifio, de joven a adulto, de anciano a nifio, etc. La relacién con Jestis entra necesariamente en ese dinamismo. Un nifio siente a Jesus infantilmente; un joven, juvenilmente; un adulto, ma- duramente. ,Un anciano? No quiero pronunciar la palabra «senilmente». EI poeta argentino Luis Bernaldez repite en un villancico este estribillo: «Dios mio, Dios mfo, hoy eres hijo mio». Es decir, hijo de la Humanidad. El poeta en ese momento se siente hombre y padre como tantos otros; siente que su pa- ternidad es participaci6n en la gran fecundidad humana, don de la infinita fecundidad divina, «de quien procede toda pa- ternidad» (Efesios 3,15). En Ja multitudinaria paternidad y maternidad humanas se inserta el «hijo de la humanidad», y en cierto modo el poeta es su padre: «Hoy eres hijo mio». —17— Han pasado los afios, me encuentro en edad y afectividad de abuelo. El abuelo siente reflorecer su carne en el nieto, se siente padre vicariamente. Afectivamente, a veces es mas padre el abuelo. También ser abuelo es una forma de pater- nidad. {Me atrevo a decirlo? «Dios mio, hoy eres nieto mio»; y dejo fluir dulce y melanc6licamente los afectos propios de Ja edad. EI abuelo se esté retirando: 0 es inttil o estorba. Pero llega el nieto, y el abuelo comienza de nuevo a ser util en algunos servicios sencillos: cuidar, asistir. Y, sobre todo, envolviendo en un afecto que el nifio siente y aprecia y asi- mila. «Dios mio, hoy eres nieto mio». Cuando al abuelo le toque marcharse, quedar4 Jesucristo: hijo y nieto de todas las generaciones de las que se hace contempordneo. Un dia Moisés tiene que despedirse de la tierra y de la vida. De la tierra prometida, adonde no podra entrar; de la vida, que parece truncada. Sube a la montafia a contemplar desde lejos, desde arriba, la tierra prometida. También desde la altura de sus afios de anciano. Antes de morir se le llenan los ojos de aire marino, de luz gloriosa, de paisaje rendido: «duermen cumbres y valles su costumbre». Y ademas se llena de futuro. Sobre la cumbre de la montafia, soberbio pedestal para su figura gigantesca, contempla Moisés el comienzo de una nueva era. Y acepta la muerte. Siglos més tarde, un anciano se acerca a la muerte. Antes sube al monte del templo «més alto que todas las montafias» (Isafas 2,2). Allf se encuentra con una madre y un nifio. Lo toma en sus brazos y siente un peso infinito y dulcisimo: todo el futuro est4 en sus brazos. E invoca sereno la muerte. El Mesias tiene que crecer, Sime6n, el Antiguo (viejo) Tes- tamento, se retira para dar paso al Nuevo. Cuando yo me retire definitivamente, seguira naciendo y creciendo Jesucristo, nifio con los nifios, joven con los jévenes y con los adultos y con los ancianos. «Dios mio, Dios mio, hoy eres nieto mio». — 18 — PRIMERA PARTE MEDITACIONES DE SALMOS ADVERTENCIA PRELIMINAR Cuando nos disponemos a recitar o meditar los salmos, es bueno tener presentes dos cosas que técnicamente Ilama- mos «prosopologia» y «apropiacién». Dicho sin terminologia técnica: quién pronuncia el salmo y cémo Io pronuncio yo. Prosopon es una palabra griega que significa «persona». Un salmo lo pronuncian una o varias personas, que de or- dinario no son el autor. Hay que distinguir entre el yo del autor y el yo del poema. Aunque a veces coinciden, p.e. en las confesiones liricas, muchas veces el poeta pone sus pa- labras en boca de N. Es bien probable que el autor del salmo 88 gozara de buena salud, pero las palabras del salmo las pronuncia un moribundo. Los salmos estén puestos en boca de David, de un rey, de un enfermo, de un maestro, de un inocente injustamente perseguido. Definir las personas o per- sonajes que hablan en un salo es objeto de la prosopologia. Prosopon es un término tomado del teatro: en el salmo habla uno, se dirige a otro, habla de un tercero, se apunta un didlogo... Llega un momento en que el salmo lo voy a pronunciar yo, para lo cual tengo que apropiarme sus sentimientos y sus palabras. Si soy cristiano, mi acto de apropiacién pasa por el que hizo Jestis cuando rezaba los salmos. Una nueva per- sona, Jestis, se los apropidé del modo conveniente, y asi que- —21— daron los salmos definitivamente marcados. Rezando los sal- mos, Jestis abre un nuevo capitulo de prosopologia y apro- piacién. Los comentaristas antiguos apuran las distinciones preguntando: ,En nombre de quién habla? —En nombre pro- pio, de la Iglesia, de los que sufren, de los que piden perd6n. Al apropiarme yo el salmo, entro en el juego de la prosopologia, de algiin modo me vuelvo personaje, aunque no ficticio, y aporto mi personalidad. Ni quiero ni puedo prescindir de ella. Puedo rezar en nombre propio, de la Igle- sia, en nombre del hermano perseguido 0 afligido. Siempre hago mio el salmo y necesariamente le imprimo el tono de mi voz, el aliento de mi emocién. Supongamos que ahora me toca rezarlo como anciano en el seno de la Iglesia. Pues bien, unos cuantos salmos estan explicita 0 implicitamente pronunciados por ancianos. Otros cobran una modalidad se- mejante al pronunciarlos nosotros. No estamos continua- mente pensando en la edad; Ja vivimos tranquilamente sin necesidad de restregarla en la conciencia. Un buen comen- tario a los salmos servird a cualquiera que lo estudie y maneje. Lo que pasa es que en estas paginas intento ofrecer algo especifico para la tercera edad, y por eso tengo que ponerme un poco pesado. (Hago constar que, mientras redacto estas paginas, se esta imprimiendo un comentario mio, amplio, a los salmos 1-72). Podemos decir sencillamente: aqui estoy ante Dios; no hace falta aclarar cada vez: aqui estd este an- ciano ante Dios. Salmo 1: Un camino y un destino El salmo primero es el pértico de entrada al salterio. Tiene un cardcter reflexivo o meditativo (algunos dicen sa- piencial). Se formula como bienaventuranza: «Dichoso el que...» Trata del camino de la vida y de su destino final, en forma de enunciados generales. Contrapone dos caminos y dos destinos, de buenos y malos sin intermedios, y emplea dos sencillas im4genes vegetales. Sin dificultad se puede apropiar este salmo un anciano, que lleva recorrido un largo camino y siente que se acerca al destino final. Vamos a fijarnos brevemente en los tres elementos. El camino. Es tradicional y convencional en nuestra cultura considerar la vida y la conducta como un camino: recto 0 tortuoso, llano o abrupto, subiendo o bajando. Co- nocemos desde jévenes la direccidn general, pero no podemos prever el itinerario entero. Quizd nos haya costado trabajo dejarnos guiar por Dios. Con todo, al cabo de tantas jornadas, podemos definir el sentido del camino por el término adonde hemos lIlegado: hasta aqui nos ha traido Dios. Enderezando lo torcido, allanando lo escarpado (Is 40). Aunque a trechos estuvimos desorientados 0 atascados, en conjunto la direccién ha sido progresiva y ascendente. Y todavia nos queda un repecho. El camino lleva a un destino, que seré compartido con otros muchos. Porque «el Sefior cuida del camino de los Jjustos» pata conducirlos hasta el término, que es El. En cambio, «el camino de los malvados acaba mal». El libro de los Proverbios desarrolla el tema enlazando camino con luz: 4,18 La senda de los honrados brilla como la aurora, se va esclareciendo hasta que es dia. 19 El camino de los malvados es tenebroso, no saben dénde tropezarén. (véase Prov 4,10-27). —23— Aunque el destino esta cerca, nos queda un tramo. Por tanto, segtin los Proverbios, 4,25 Que tus ojos miren de frente y tu mirada se dirija hacia adelante. El tercer tema es la imagen del drbol significando la vitalidad vegetal del justo, nutrida por la corriente de la Ley. Ahora bien, la lozania del 4rbol cuadra mejor con la lozania de la juventud. Pero el salmo 92 conoce una lozania que desmiente la edad: 13 El honrado floreceré como palmera, 14 como cedro del Libano plantado en la casa del Sefior, floreceré en los atrios,de nuestro Dios. 15 En la vejez seguiré dando fruto y estard lozano y frondoso. Palmera y cedro son dos Arboles tan bellos como di- versos: la palmera, esbeltez de surtidor que se abre en circulo verde; el cedro, opulencia de millones de agujas repartidas irregularmente hasta crear una armonfa majestuosa; palmera y cedro, llanura y montafia. Lo importante es que esos drboles estén plantados en el recinto del templo y estén regados por su fuente sagrada. El cristiano que medita este salmo tiene presente que Jestis es el camino y la vida. Camina tendido entre su primera y su Gltima venida, para que la recorramos paso a paso. Vida que comunica por la meditacién y la practica de su ley, que es la ley del amor o su Espiritu. El amor cristiano es fuente de vitalidad. Hemos conocido personas dedicadas al ejercicio de la caridad que renovaban sus fuerzas a pesar de los afios. Para hacer bien al prdjimo no se sentfan viejas. Cristo, que es nuestro camino, es también nuestro destino. Tenemos que ser trasplantados a la casa del Sefior. —24— Salmo 4: Horizonte dilatado Este salmo se suele rezar en la oracién de Completas (desprendida de visperas) como oracién antes de acostarse. Nos interesan de momento los dos simbolos de espacio y suefio. El suefio se presenta en el salmo en sentido propio, pero abierto a una sugerencia simbélica, que preferimos aqui. Los versos aislados son: 2 Ta que en el aprieto me diste holgura... 9 En paz me acuesto y enseguida me duermo, porque sélo ti, Sefior, me haces vivir tranquilo. El primer simbolo se refiere globalmente a todas las estrecheces, aprietos, angosturas, angustias que nos han es- trujado o nos han hecho encogernos en la vida (el repertorio metaforico espajiol del espacio es abundante). El Sefior nos ha dado holgura, anchura, espacio; especialmente en el orden espiritual. Quiz4 el Sefior nos haya concedido, con los afios, libertad de espfritu para exponernos al soplo ancho del Es- piritu, para movernos sin trabas, Porque las prohibiciones restringen, las leyes constringen (del latin stringere), hay superiores estrictos. E] hombre necesita espacio para desen- volverse, debe cultivar la anchura de miras, debe abrirse a un horizonte mental dilatado. En la tercera edad estamos amenazados y solicitados. Hay ancianos que se van enco- giendo como pasas; otros parecen moverse finalmente en un espacio de cuatro dimensiones. E] gusano, que se mueve en las dos dimensiones de lo ancho y lo largo, habita un universo aplanado. El ave se mueve en tres dimensiones. El espiritu busca la cuarta dimensién. Pero jno somos nosotros los que estrechamos y restringimos al Espiritu? Seamos elasticos como un globo: dejemos que el Espiritu nos penetre y desde dentro dilate nuestra capacidad. — 25 — Tu que en el aprieto me diste holgura, no permitas que ahora me someta de nuevo a la estrechez. Dame tu holgura, que se vaya dilatando sin término. Sean mis dimensiones «la anchura y largura, altura y profundidad» de Jesucristo (Ef 3,18). Largura que nunca acabaremos de recorrer, anchura que nunca abarcamos, profundidad del misterio, altura del destino. Sé ta mi espacio, en el cual «yo viva y me mueva y exista» (Pablo en el Areépago, Hechos 7,27). EI segundo simbolo es el suefio. El suefio es, curiosa- mente, ambivalente. Es descanso, pero nos deja inactivos; nos cierra los ojos y nos abre la fantasia; es alivio presente, pero imagen y premonicidn de la muerte; es liviano y puede convertirse en pesadilla. Ta, Sefior, me haces vivir tranquilo; me infundes una paz que me hace dormir enseguida, sin preocupaciones, libras mi suefio de pesadillas. ,Y dénde dejo la imagen de la muerte? Jeremias amenaza en 51,57: «dor- mirdn un sueno eterno sin pesadillas». Yo confio que no sera asi. Cuando me Ilegue el tiltimo suefio, td vendrds a velarme hasta que despierte a la majfiana sin término, a la realidad que superara todos mis suefios. Salmo 5: Me quedo aguardando Voy a empalmar un verso de este salmo con la medi- tacién precedente: 4 A tite suplico, Sefior, por la mafiana me escuchards: por la mafiana te expongo mi causa y me quedo aguardando. Cada majiana que me despierto recibo un don de luz y vida. El sol ha salido puntual «de su alcoba», dispuesto a «recorrer su camino» (Sal 19), la tierra ha girado con pre- cision, la aurora ha devuelto formas y colores al mundo (Job 38,14). Y aqui estoy yo, Sefior. Lo primero que hago esta mafiana es exponerte mis asuntos personales y los de otros que hago mfos. Y me quedo aguardando... a que ti actiies. Cada vez es menos lo que puedo llevar a cabo, pero no es poco seguir aguardando. Si no esperara que vas a intervenir, porque ahora te toca a Ti, no aguardaria. ,No es mi vida ahora un exponer, proponer y quedarme aguardando? Aguar- do tu intervencién en mis asuntos, pero, sobre todo, te aguar- do a Ti: gcudndo piensas venir? (Sal 101) 8 Yo por tu gran bondad entraré en tu casa Estoy aguardando en el recinto cercado, en el zaguan, a la puerta {Cuando me abrirds? No por mis méritos, Sefior, sino por tu gran bondad. Eres el amo y tienes la llave; «el malvado no es tu huésped», pero tu bondad me haré bueno y me hard entrar. Entretanto, yo me quedo aguardando. Como las muchachas que tomaron sus candiles y salieron a recibir al novio: aunque el novio tarde, yo estaré en vela (Mt 25, 1-13). —27— Salmo 6: Pon a salvo mi vida S6lo un apunte para este salmo: 8 Mis ojos se consumen irritados, envejecen por tantas contradicciones. jHabéis conocido personas que en una noche encane- cieron, que en unos dfas envejecieron aiios? La pena hace envejecer en alma y cuerpo, y los ojos dan testimonio de ello, porque a ellos les toca Horar. Sea propia o ajena la culpa, el efecto es el mismo. Puede ser mas amarga la pena cuando uno se siente culpable, sin el consuclo de sentirse victima inocente. Pues, si soy culpable, 2 Sefior, no me reprendas con ira, no me corrijas con célera. A un nifio se le reprende con dulzura y comprensién, para que reciba la correcci6n sin apocarse. Pues yo, Sefior, vuelvo a ser como un nifio. No pido que no me reprendas o corrijas; s6lo te pido que lo hagas con piedad, sin ira. Si soy tan pequefio, no merezco la cdlera de Dios; si soy débil, no puedo soportarla: Am 7,2 Yo dije: Sefior, perdona: gcémo podré resistir Jacob si es tan pequefio? 3 Con esto se compadecié el Sefior y dijo: No sucedera. Que Dios se convierta a la piedad: «Vuélvete, Sefior, pon a salvo mi vida». — 28 — Salmo 8: Admirados ante el hombre Dice el verso 2 en una traduccién probable (el texto hebreo es dudoso y discutido): Ensalzaré tu majestad por encima del cielo con la boca de un nifio de pecho. Entonces, ztengo que saltarme este salmo tan bello? Aunque me falten algunos dientes (quizd artificialmente reemplazados), mi boca no es balbuciente como la de un nifio de dos 0 tres afios. ;Tengo que pensar que Jestis no recitaba este salmo? Al contrario, nadie lo recité mejor que él. Lo mas facil de reproducir es el balbuceo, porque hablando de Dios el hombre sélo consigue balbucear. Moisés protesta: «soy torpe de boca y lengua» (Ex 4,10). Jeremias alega: «Ay, Seftor mio, mira que no sé hablar, que soy un muchacho» (Jr 17). Si Jestis hablé de ti a ti con su Padre, no ser4 con lengua puramente humana. Vamos a fijarnos en otro aspecto del nifio mas impor- tante: la capacidad de asombrarse, de maravillarse. El que pronuncia este salmo ha contemplado el prodigio del cielo estrellado, obra de los dedos de Dios. Con los nifios com- parten el estupor muchos adultos sin formacién especial. A poco que sepan y a poco que reflexionen, encontrarén ad- mirable, inexplicable, el mundo estelar. Si son creyentes, alabarén a Dios por ello. Pero nosotros somos adultos; hemos estudiado astronomia basica y después hemos leido libros o articulos sobre descubrimientos y teorfas astrofisicas: estrellas enanas, dobles, rojas, novas y supernovas, galaxias, pul- sars... {Podemos admirarnos como nifios? Proporcionalmen- te, tenemos mucho mas que admirar. Que la supernova que ahora se presenta en una zona celeste conocida y descrita —2— haya explotado hace setenta mil afios, ,no produce el vértigo de la distancia? El universo estelar que nosotros conocemos es mucho mas maravilloso que el que observa el nifio ig- norante 0 el antiguo autor del salmo 8. Si puedo contemplar extasiado, anodadado, puedo alabar a Dios con boca de nifio. Y puedo preguntar con més lucidez y gratitud: 5 {Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para que te ocupes de él? iMe he preguntado en serio qué es el hombre? He es- tudiado antropologia; quizé la haya repartido en anatomia, fisiologia y psicologia; quizé haya anadido historia y socio- logia. Pero jhe preguntado de verdad qué es el hombre? El hombre es el ser que pregunta y el objeto de la pregunta. Quien no pregunta no es hombre verdadero. Entonces el nifio, el gran preguntén, es hombre verdadero? Digamos que va camino de serlo si aprende a preguntarse, 0 sea, a volverse sobre si para preguntar qué es. Y el anciano creo que tiene pendientes muchas preguntas, porque algunas supuestas cer- tezas se le han tambaleado y han dejado el puesto a preguntas que brotan o rebrotan. Entre todas las preguntas, ésta puede ser la principal: ,Qué es el hombre? Especialmente porque en la pregunta entra Dios «para que te acuerdes de él, para que te ocupes de él. ,Quién se ha ocupado de mf en cada latido —millones y millones— de mi corazén? —Dios. {Por qué? ¢Qué es el hombre para que te ocupes de él? Si no encuentro respuesta a mi pregunta, me vuelvo a una imagen del nifio Jestis en brazos de Marfa. Quizé él me explique qué es el hombre: descubriendo, como en nuevo Génesis, que el mundo estd bien hecho, estrenando en su boca palabras humanas. Preguntar por el hombre para conocer a Jestis; preguntar por Jests para conocer al hombre. De tal modo que cada respuesta desate una nueva pregunta. «No se sacian los ojos de ver ni los oidos de oir», dice el Eclesiastés. {Se cansaré la mente de preguntar qué es el hombre? —30— Salmo 12: Palabras auténticas {Que estamos cansados de palabras, hartos de ellas? No es extrafio. De las valiosas, porque ya hemos asimilado mu- chas, y por la atenci6n que requieren las nuevas. De las malas © indtiles, porque nos envuelven e inundan y ensordecen. Aunque la imagen ha aumentado su presencia e influjo, por la televisiOn y las revistas y libros ilustrados, todavia la pa- Jabra nos acorrala. El politico cuida su imagen; slo que esa imagen est4 hecha en gran parte de palabras. Si la publicidad sigue mintiendo, al menos por exageraci6n, es porque la gente la cree. Si los politicos siguen mintiendo en sus promesas, es porque la gente quiere esperar. A nuestra edad, muchos estén vacunados 0 se han vuelto escépticos: no es irrazonable desconfiar de tantas palabras. E! salmo 12 menciona algunos tipos: la mentira con doblez de coraz6n, que es mentira a sabiendas, utilizando el engafio como instrumento ofensivo. La lisonja o adulacién para sacar provecho, para perjudicar halagando. La procla- maci6n vanidosa o soberbia de méritos propios, la fanfarro- nada. Y, sobre todo, la lengua como supremo instrumento de poder. La serie suena asi en el texto del salmo: 3. no hacen més que mentirse unos a otros, hablan con labios lisonjeros y doblez de corazén. 4 Corte el Seifior los labios lisonjeros, la lengua fanfarrona de los que dicen: «La lengua es nuestro poder, nuestros labios nos defienden, {quién ser nuestro amo?» No es dificil encontrar versiones modernas del repertorio citado. El politico promete lo que no puede ni piensa cumplir. —31— La publicidad halaga a todos los sentidos juntos, elevados a potencia por la imaginacién, para persuadir a comprar el producto; a veces utiliza el halago subliminar, del que es dificil defenderse. Artistas y deportistas se glorian de ser los mejores, alegando méritos reales o ficticios. Y por encima de todo, los medios de comunicacién como instrumento de poder. Quien controla los medios de comunicaci6n, controla el mercado y la opinién piiblica: la lengua es nuestro poder. Es dificilisimo defenderse del asedio. Somos ciudadanos ase- diados en sociedades que se dicen libres. Y es tan dificil defenderse del poder externo, porque somos cémplices del enemigo. Los asediantes cuentan con una quinta columna, los defensores de la no resistencia. ;Por qué se recurre con tanta desfachatez al engafio? Porque el hombre quiere ser engafiado: homo decipi vult. Por qué resulta tan eficaz la mentira disimulada y medida? Porque la gente la cree. {Por qué, engafiados una y otra vez, no acaban de aprender? Por- que quieren, necesitan creerlo. No todo es asi, desde luego: hay informadores honestos y criticos. Su ayuda es preciosa para quien quiere recibirla. Pero sucede que no es facil re- conocerlos. En el Antiguo Testamento, al socaire del profeta autén- tico surge el falso profeta, pesadilla de profetas como Mi- queas, Jeremias o Ezequiel. Jeremias los denuncia en su invectiva del cap. 23: 14 addilteros y embusteros que apoyan a los malvados para que nadie se convierta de la maldad. 21 Yo no envié a los profetas, y ellos corrian; no les hablé, y ellos profetizaban; 22 _ si hubieran asistido a mi consejo, anunciarfan mis palabras a mi pueblo para que se convirtiese del mal camino. 16 No hagais caso a vuestros profetas, que os embaucan: cuentan visiones de su fantasia, no de la boca del Sefior. Ezequiel analiza el fenémeno y descubre casos en que el falso profeta llega a creerse el producto de su fantasia y espera que se cumpla: —32— 13,6 Visionarios falsos, adivinos de embustes, que decian «ordculo del Sefior» cuando el Sefior no los enviaba, esperando que cumpliera su palabra. Volvamos al salmo 12, que con sus enunciados gené- ricos y simplificados es plenamente actual. ;Qué nos ofrece, en cambio? Algo simple y categérico: 7 Las palabras del Sefior son palabras auténticas, como plata limpia de ganga, refinada siete veces. La palabra de Dios que se nos ofrece en los libros sa- grtados, Antiguo y Nuevo Testamento, y la palabra del Es- piritu que nos habla por dentro. Entonces, ,por qué multiplico yo mis palabras en vez de dejar hablar directamente a la Biblia? No seria mejor callarse y entregar el libro de los salmos para el rezo y la meditaci6n? Quizé sirvan nuestras palabras para conducir de Ja mano al lector hasta el santuario de la Palabra. Si es asf, nuestras palabras cumpliran su destino cuando cesen, cuando legue el momento de la verdad, es decir, cuando el lector 0 meditador se quede solo y en silencio con la palabra de Dios. Que no ceje hasta experimentar é1 mismo que «/as palabras del Sefior son palabras auténticas». En una ocasi6n dramatica confiesa Jeremjas: 15,6 Cuando recibja tus palabras, las devoraba; tu palabra era mi gozo y alegria. A Ezequiel le manda Dios en una visién comer el rollo con el mensaje escrito que debe proclamar: 3,3 «Lo comi y me supo en la boca dulce como la miel». Que el lector no escuche mis lo que yo digo, que coma y saboree la palabra de Dios. Sin olvidar el final enérgico de este salmo 12: 8 Td nos guardards, Sefior, nos librarés para siempre de esa gente, 9 — de esos malvados que merodean como sabandijas en torno a los hombres. —33— Salmo 13: gQué impaciencia? De este salmo hay que hablar poco y aprisa, porque es la oracién de la impaciencia. El nifio y el anciano son im- pacientes, cada uno a su modo. EI nifio quiere apresurar el ritmo de su vida: todo y ahora mismo. Al anciano le molesta cualquier infraccién de su rutina, porque tiene menos capa- cidad de reaccién y adaptacién. ,Cudl es la impaciencia del que pronuncia este salmo? Leamos: 2 Hasta cuando, Sefior, seguirés olvidandome? (Hasta cudndo me esconderés tu rostro? 3 jHasta cudndo he de estar cavilando con el coraz6n apenado todo el dia? Hasta cudndo va a triunfar el enemigo? 4Cudles son nuestras impaciencias al apropiarnos este salmo? Pablo decia: «Quiero morir y estar con Cristo», pero afiadfa: «quedarme en este mundo es mds necesario para vosotros» (Flp 1,23). Dicen que los que han pasado por la experiencia de la muerte aparente y han vivido esos minutos —o afios com- primidos—, no querian volver, deseaban impedir la reani- maci6n, y vuelven con una nostalgia serena de aquello. Otra versi6n nos dan los santos: «Vivo sin vivir en mi, y tan alta vida espero que muero porque no muero». Todavia nos queda un verso importante del salmo: 4 Atiende y resp6ndeme, Sefior Dios mio, sigue dando luz a mis ojos, Ifbrame del suefio de la muerte. — 34 — No me libres, Sefior del suefio, no me libres de la muerte. Librame de un suefio mortal, de una muerte que me desva- nezca como un suefio. No me libres de sofiar contigo ni de una muerte maciza, ténel o puente hacia tu reino. Librame, con tu suefio, de mis ensofiaciones, librame con la muerte de mi mortalidad, 6 pues yo confio en tu lealtad, mi corazon se alegra con tu salvacién, y cantaré al Sefior por el bien que me ha hecho. —35— Salmo 16: Intimidad Si el salmo 13 es Ja oracién de la impaciencia, el salmo 16 es la oracién de la intimidad con Dios. E! comienzo del texto es muy dificil. Podemos imaginarlo como una profesién de lealtad de un levita el dia de su dedicacién, o de un sacerdote el dia de su consagracion. Profesa lealtad al Senor su Dios, excluidos otros dioses, y al gremio al que se in- corpora oficialmente. Sacerdotes y levitas no poseen un te- rreno familiar de qué vivir. Es como si fueran huéspedes 0 inquilinos del templo, donde el Sefior les provee de aloja- miento y alimento. Tales bienes cotidianos son simbolo y prenda del bien superior, que es el trato con Dios. Job re- cordaba con nostalgia «aquellos dias de mi otofio, cuando Dios era un intimo en mi tienda» (Job 29,4). El sacerdote es un intimo en la tienda de Dios. ~Dé6nde nos colocamos nosotros? Porque para un cristiano la intimidad con Dios no es asunto de espacio y de tiempo. Seamos o no sacerdotes, vivamos un otofio o un invierno de la vida, podemos aspirar a la intimidad con Dios. Si es dificil describir lo que eso significa, el orante se atreve a sugerir algunos aspectos: 7 ~~ Bendeciré al Sefior que me aconseja, aun de noche me instruye internamente. Pongo siempre delante al Sefior, con él a mi derecha no vacilaré. Aprendan otros de libros o maestros, que yo tengo al Sefior como maestro y consejero personal. En el silencio nocturno o por las avenidas del suejio, el Sefior me instruye. Cuando mi subconsciente abre las ventanas cerradas en la vigilia, puede acoger las insinuaciones del Sefior. Cuando de dia vigila la conciencia, pongo delante al Sefior. Esa es mi sabiduria y estabilidad. — 36 — Y del futuro ;qué sera? El orante da un salto prodigioso, que parece trasladarlo al contexto del Nuevo Testamento, 0 pronuncia palabras que dicen més de cuanto él piensa o ba- rrunta. Palabras que nosotros vamos a pronunciar con pleno derecho y sentido. Pues el que ha vivido en intimidad con Dios no podra ser ciudadano perpetuo del reino de la muerte: 9 Por eso se me alegra el corazon y gozan mis entrajias y mi carne descansa serena: 10 porque no me entregarés a la muerte ni dejards a tu leal conocer la fosa. 11 Me ensefiards el sendero de Ia vida, me colmaras de gozo en tu presencia, de alegria perpetua a tu derecha. Estas palabras tienen un alcance nuevo pronunciadas primero por Cristo y después por el cristiano en unién con él. Cristo pas6 por la muerte, pero no cayé bajo su dominio. Entré en la sepultura como huésped de paso, por dos noches, «como caminante que se desvia para pernoctar», diria Je- remias (14,8). Por el tinel de la muerte transita el sendero de Ja vida. Ahora estd Jesucristo sentado a la diestra del Padre, gozando de su dicha perpetua. Este hecho ha cambiado el sentido de la vida: ya no es sentido descendente, sino ascen- dente. Ahora bien, Jesucristo quiere compartir con nosotros su vida y su alegria. Leemos en Jn 16: 20 — Vosotros estaréis tristes, pero vuestra pena acabaré en alegria... 22 Por eso ahora también vosotros estdis tristes, pero cuando volvdis a verme os alegraréis, y esa alegria vuestra no os la quitard nadie. Un proverbio hebreo, 14,13, dice: «También entre risas ora el corazén, y la alegria termina en afliccién». Las palabras de Cristo, Sabiduria de Dios, invierten el sentido del proverbio, de modo que prodria sonar asf: «También entre Uantos rie el corazén, y acaba en alegria la afliccién». El — 37 — 20ZO perpetuo en tu presencia, Sefior, es todavia futuro para mi. Pero la esperanza anticipa una menuda participacién, que se infunde por dentro y colma el corazén, se desborda y se derrama en la carne. Porque me colmards, Sefior, y yo lo sé, ya me estés colmando. El gozo futuro y préximo es incomparable, pero mi capacidad actual es limitada y necesita menos para colmarse. Cuando recorra hasta el fin el sendero de la vida, tendrés que ensanchar mucho mi capacidad para que me quepa tanto gozo a tu derecha. — 38 — Salmo 17: Me saciaré de tu semblante EI verso final de este salmo hace resonar el final del precedente. Lo reza un inocente injustamente acusado que apela al tribunal de Dios afirmando su inocencia. Asi se explica la referencia final, «por mi rectitud», que no se ha de entender como alegacién de méritos, sino como declara- cién de una conciencia limpia en el caso presente. Como si dijera: «De lo que me acusan soy inocente». Si fuera culpable, no podria presentarse ante Dios, pues «el impio no comparece ante él» (Job 13,16). Mas atin: si fuera culpable, su decla- racién de inocencia agravarfa el delito. No es asi, y Dios lo conoce a fondo: 3 Aunque sondees mi corazén, inspecciondndolo de noche, aunque me pruebes al fuego, no encontrards malicia en mi. En estas condiciones puede el orante pronunciar el ul- timo verso del salmo, para que nosotros nos lo apropiemos: 15 pero yo, por mi rectitud, veré tu rostro, al despertar me saciaré de tu semblante. {Qué es lo que se atreve a decir? Cuando Moisés le pidio: «Enséfame tu gloria», Dios le contest6: «mi rostro no lo puedes ver, porque nadie puede verlo y quedar con vida» (Ex 33,20). Es verdad: en esta vida no podriamos con tanto; hay que morir y pasar al otro lado para saciarnos de su semblante. Decia el Eclesiastés que no se hartan los ojos de ver (1,8); y es que pensaba en las cosas de este mundo, All4 nos saciaremos de ver sin hartura, siempre con nuevo apetito: — 39 — «El que me come tendrd mds hambre; el que me bebe tendrd mds sed» (Eclo 24,21). Al despertar, dice el salmo. Pablo nos amonesta: Rom 13,11 Ya es hora de despertar del suefio, porque ahora tenemos la salvaci6n mds cerca que cuando empezamos a creer. 12 Lanoche esté avanzada, el dia se echa encima; dejemos las actividades propias de las tinieblas y pertrechémonos para actuar en la luz. La carta a los Efesios lo dice asi: 5,14 Despierta, ti que duermes, levantate de la muerte y te iluminar4 Cristo. Podemos recordar también el magnifico didlogo del Se- fior con Jerusalén en Is 51-52: Ella: {Despierta, despierta, revistete de fuerza, brazo del Sefior, despierta como antafio, en las antiguas edades! (51,9). El: — jEspabilate, Espabilate, ponte en pie, Jerusalén! (51,17) jDespierta, despierta, vistete de tu fuerza, Sién, vistete el traje de gala, Jerusalén, santa ciudad! Finalmente, hablando del semblante, parece obligado recordar a San Juan de la Cruz: jOh cristalina fuente! Si en ese tu semblante plateado formases de repente el rostro deseado que llevo en las entrafias dibujado... Salmo 19: ;Culpable? jInocente? La parte final de este salmo prueba que no alegamos ante Dios inocencia total, sino que nos referfamos a una acusaci6n particular. En el salmo 19 el orante canta el valor de la ley y los mandamientos del Sefior, mds preciosos que el oro... mds dulces que la miel. Después, mirando hacia dentro, comprende que su conducta no corresponde al en- tusiasmo expresado. Examinando su conducta a la luz de esos preceptos, descubre en sf tres capitulos de pecado: dos pre- sentes, uno posible y amenazante. No se distinguen por es- pecie u objeto, sino por la actitud y la participacién de la conciencia: 12 Pero, aunque iluminan a tu siervo y traen una gran recompensa, 13 gquién conoce sus inadvertencias? Absuélveme de lo que se me oculta. 14 Preserva a tu siervo de la arrogancia para que no me domine: asi quedaré libre e inocente de pecado grave. Primero son las inadvertencias, 0 actos de los que no somos plenamente conscientes ni responsables. Con todo, aceptamos la responsabilidad limitada, para educar nuestra advertencia. No licenciamos a la vigilancia como si hubiera pasado todo el peligro; no cultivamos la distraccién perma- nente alegando cansancio. Reconozcamos ese margen sucio de nuestra conciencia, ese desagiie maloliente de nuestra con- dicién pecadora. Segundo, los pecados ocultos, se entiende para mi, pues a Dios nada se le oculta. Ocultos no siempre por debilidad, sino porque nos conviene. Lo malo es que ese sétano ldbrego, —41— al que no queremos bajar ni asomamos, no lo dejamos ilu- minar. Nuestra conciencia vigila las puertas para que no sal- gan y suban a visitarnos nuestros fantasmas. Tenemos miedo a ver y confesar lo que hay debajo de nuestra conciencia. Y si algo asoma, conocemos el mecanismo para neutralizarlo: racionalizdndolo, es decir, buscando razones para justificarlo o disculparlo; sublimando, es decir, disfrazandolo de nobleza y altruismo. Un proverbio dice: «La conciencia humana es lampara del Seftor que sondea lo intimo de las entrafas» (Prov 20,27). Reconozcamos al menos globalmente lo que se nos oculta, lo que a Dios no se oculta, y pidamos: «Ab- suélveme de lo que se me oculta». Tercero, es el pecado a sabiendas, arrogdndose el de- recho a decidir contra la autoridad de Dios. Arrogarse es atribuirse una autoridad que no le compete a uno: en este caso, una autoridad contra la de Dios. Con lo cual nos de- claramos sefiores y nos hacemos esclavos. Porque el pecado es una potencia que quiere dominarnos (Gn 4,7). Y Juan dice que «quien comete pecado es esclavo del pecado» (Jn 8,17). Al final de la primera carta de Juan leemos: 5,16 Si uno se da cuenta de que su hermano peca en algo que no acarrea la muerte, pida por él, y Dios le dara vida. Digo los que cometen pecados que no acarrean la muerte. Hay un pecado que acarrea la muerte; no me refiero a ése cuando digo que rece. "’ Toda injusticia es pecado, pero hay pecados que no acarrean la muerte. Sefior, ni soy ni puedo ser inocente. Absuélveme ti de lo que se me oculta y presérvame de la arrogancia, y entonces quedaré libre e inocente. —42— Salmo 23: Mi pastor y anfitrion eres ti Este salmo es uno de los favoritos de todas las edades y culturas. Lo hemos rezado innumerables veces, durante muchos afios, y podemos seguir rezdndolo sin pensar en la edad. Repasemos algunos datos conocidos: el poema esta montado sobre dos imagenes complementarias. En la primera parte Dios es el pastor, en la segunda es el anfitrién. La primera imagen genera un racimo de simbolos: descanso so- bre el verdor, agua que repara las fuerzas, guia en el camino. La segunda parece proponer simbolos complementarios: hos~ pedaje seguro, comida y bebida, perfume de uncién, escolta para el camino. Vamos a fijarnos en los dos momentos del camino. Ver- so 4: Se echa la noche encima y el camino discurre por una cafiada. Aunque faltas de orientacién, las ovejas no se es- pantan ni se pierden, porque escuchan el golpe ritmico del cayado sobre las piedras, sienten quizd el toque de la vara que las encamina. En ese momento de oscuridad, el orante, que hasta ahora habia hablado de Dios en tercera persona, se dirige a él en segunda persona: 4 — aunque camine por cajfiadas oscuras, nada temo, porque ta vas conmigo; tu vara y tu cayado me sosiegan Verso 6: al final del salmo, después de haber gozado del hospedaje provisorio, se pone en camino, escoltado por dos servidores del Sefior, Bondad y Lealtad personificadas; «Tu bondad y tu Lealtad me escoltan toda la vida». Asi llega la conclusién, cuando, después del camino, encuentra sy morada perpetua: «y habitaré en la casa del Senor por afios sin término». —43— Camino-hospedaje-nuevo camino-morada: es facil pro- nunciar estos versos en cualquier coyuntura de la vida, porque estamos siempre en camino. Breves paradas para comer y beber, como Elias, para reposar y fortalecernos con una un- cién. No podemos tirarnos rendidos en el camino; no po- demos en estos parajes hacer definitivo nuestro hospedaje. Aunque el Sefior sea nuestro anfitrién, que nos agasaja con su mesa y su copa, aunque nos ofrezca su proteccién frente a los enemigos, todavia no estamos definitivamente en la casa del Sejior. Queda camino por recorrer. Puede ser que quede toda una etapa nueva, y eso puede depender de nosotros. Supon- gamos que ha cambiado nuestra situacién en el trabajo, en la familia; que disponemos de mas tiempo, que tenemos me- nos responsabilidades. {Qué hacemos con nuestro tiempo y cualidades?, icon los conocimientos acumulados y las ha- bilidades adquiridas, con la experiencia? Serfa el momento de sentarse a planear para el futuro. Quizd no haga falta una nueva educacién ni un reciclaje. Vamos a planear lo que podemos hacer para nosotros y para otros. Para nosotros, tantas cosas que no pudimos hacer por falta de tiempo. Tam- bién para otros. En nuestra cultura actual, especialmente en la vida urbana, uno de los bienes mas preciosos, por escasos, es el tiempo: cudntas cosas nos negamos a nosotros y a los demas por falta de tiempo. Gran parte de ese tiempo precioso se nos va en traslados y esperas; y en el poco tiempo libre de que disponemos sélo tenemos ganas de relajarnos y dis- traernos. Pues bien, empieza una etapa en que vamos a ser ticos de tiempo, mas ricos que los demas. Nos queda mas de medio mundo por descubrir y conquistar. Vamos a mirar a Elias. Perseguido a muerte por !a consorte real, Jezabel, huye hacia el sur, alcanza la frontera de la vida urbana y el desierto, deja a su criado, se adentra en la soledad, sigue adelante y pide a Dios morir: esta cansado, hastiado de vivir: 1Re 19,4 Basta, Sefior, quitame la vida, que yo no valgo més que mis padres. —44— Dios le envia un angel que le !leva pan y agua; el profeta come y se duerme. Pero el Angel lo despierta y le manda seguir, porque le queda un largo y arduo camino. Le falta lo mejor y mas dificil: la subida a la montafia para encontrarse con Dios. Como en el salmo 23, la parada ha sido tan sdlo un alto en el camino para cobrar fuerzas y emprender la nueva, la gran etapa. Voy a emprender una nueva etapa, Sefior. Que sienta tu presencia y el toque de tu vara si el camino es oscuro. Que tu Bondad y Lealtad me escolten todos los dias de mi vida. Aunque me falten muchas cosas, nada me falta, porque td vas conmigo. Aunque mi cabeza esté cana y mi vida sea gris, td me recuestas en verdes praderas. Aunque el senti- miento y la ilusién aridezcan, ti me Ilevas a fuentes tran- quilas. Si tengo hambre, me sientas a tu mesa; si tengo sed, me alargas tu copa. Después de visitarte puedo comenzar una nueva etapa: la pentiltima. Porque la Gltima sera habitar en tu casa por afos sin término. (Véase también el Salmo 84). — 45 — Salmo 25: Recordar y sentirse perdonado «No te acuerdes de los pecados y delitos de mi juven- tud». Dicen que el anciano vive de recuerdos. Como si re- cordando pudiera vivir por segunda vez lo que ya no puede estrenar. En el recuerdo los hechos pasados se transfiguran o se desfiguran. La imaginacién reproduce y proyecta unos cuantos rasgos significativos de la antigua situacién; la emo- cién sube como por un pozo y humedece el espiritu. Es el sentimiento antiguo o un equivalente, al que se superponen ternura y nostalgia. Pueden formar una mezcla sabrosa, li- geramente embriagante. Cuando dos antiguos compafieros de colegio o de universidad se encuentran al cabo de los afios, se complacen en rememorar tiempos pasados. Es curioso cémo el viejo siente ternura por el nieto o por los nifios: parece sentir mentalmente ternura por el nifio que él fue. Aquel nifio algo triste, desvalido, que se sentia dolorosamente incomprendido, a muchos afios de distancia encuentra final- mente uno que comprenda y se compadezca: el anciano que sera él, que ya es. Misterioso encuentro del hombre consigo mismo. No menos comprensién y compasi6n necesita quizé la juventud. El reencuentro con la propia juventud es pro- bablemente menos tierno, mas severo. ,Ser4 que el anciano reprocha a su juventud lo que le disgusta de otros jévenes que conoce ahora? Aunque también la juventud recordada puede despertar nostalgias. Un poco menos la madurez. En este ejercicio de la memoria, que intenta ocupar peligrosamente nuestro tiempo, jdedicamos un espacio a nuestros pecados? Machado decia: «Juventud nunca vivida, — 46 — iquién te pudiera sofiar?» Digamos nosotros: «Juventud de- sorientada, {quién te pudiera enmendar?» De vez en cuando, el recuerdo global de nuestros pecados, el recuerdo individual de algunos, puede ser ejercicio de humildad y agradecimien- to. Porque no se trata tanto de sentirse pecador cuanto de sentirse perdonado. También este sentimiento mezcla dolor con consuelo. El orante del salmo 25 proyecta en Dios su experiencia humana del recuerdo y le pide que no se acuerde de los pecados de la juventud (como si Dios fuera coextensivo con el tiempo del hombre). Si Dios va a practicar el ejercicio de su memoria, que su objeto no sean los delitos del hombre, sino las exigencias de su Bondad: 6 Recuerda, Sefior, que tu ternura y tu lealtad son eternas. 7 ~~ No te acuerdes de los pecados y delitos de mi juventud, acuérdate de mi con tu lealtad, por tu bondad, Sejior. Al mencionar pecados y delitos, los recuerda y reconoce globlamente; al suplicar a Dios que no se acuerde, vuelve a pedir perdén. «No-recuerdo» se dice en griego «a-mnistia». Y si el recuerdo de algtin pecado me persigue y atormenta, el perdén y olvido de Dios me confortara: 16 Vuélvete a mi y ten piedad, que estoy solo y afligido; 17 ensancha mi coraz6n encogido y sécame de mi congoja. 18 Mira mis trabajos y mis penas y perdona todos mis pecados. Si nos sabemos y sentimos perdonados, no hemos de insistir mucho en el recuerdo de los pecados. Mads importante es seguir adelante por el buen camino, por el camino concreto que me toca recorrer: —47— 4 — Indfcame tus caminos, Sefior, enséfiame tus sendas; encaminame fielmente, enséfame. 8 _ El Sejior es bueno y recto y ensefia el camino a los pecadores, 9 — encamina a los humildes por la rectitud, ensefia a los humildes sus caminos. (Véase también, en la tercera parte, la meditacién «Pe- cado y perdén»). — 48 — Salmo 27: Contra el miedo, la esperanza A veces el hombre hace alarde de una valentia intrépida, no tanto enunciando lo que es, cuanto estimulandose a lo que quiere ser. Como si, a fuerza de afirmar su valor, consiguiera conjurar sus temores. Entre tanto, los miedos siguen aga- zapados, dispuestos al préximo desquite. El] miedo sigue ahi, queremos sobreponernos a él, y lo negamos para que deje de existir. Pero nuestras palabras no aniquilan su existencia. No somos creadores al revés: «que no exista el miedo, y el miedo dejé de existir». Eso parece sucederle al orante del salmo 27: 1 ...ga quién temeré?...;quién me hard temblar? 3 Si un ejército acampa contra mi, mi coraz6n no tiembla; si me declaran la guerra, me siento tranquilo. Confieso que el cuadro esbozado no esté completo, por- que he mencionado dos factores y he dejado el tercero ausente en unos puntos suspensivos. El tercer factor que permite de hecho sobreponerse al miedo es el Sefior presente y auxilia- dor: 1 El Sefior es mi luz y mi salvacién: 4a quién temeré? El Sefior es la defensa de mi vida, {quién me hard temblar? Asi comienza el salmo. A lo largo del Antiguo Testa- mento, cuando Dios se presenta al hombre, uno de sus saludos frecuentes es «No temas». No me temas a mi, que soy Dios, ni al hombre, que es carne, es hierba: Is 51,12 {Quién eres ti para temer a un mortal, aun hombre que ser4 como hierba? —49 — El miedo es componente del ser humano, porque esta vinculado al instinto de conservacién. Sobreponerse al miedo es también componente humano, vinculado a la razon. En el libro de la Sabidurfa, en el episodio de las tinieblas, el autor intenta describir y analizar el miedo: el miedo de los cul- pables: 3 Crefan pasar inadvertidos, con sus pecados encubiertos bajo el tupido velo del olvido, pero estaban desperdigados en el colmo del aturdimiento, sobresaltados por alucinaciones. 4 Pues ni el rincén que los retenia los salvaguardaba del miedo; retumbaban a su alrededor ruidos aterradores y se les aparecfan tétricos fantasmas de ligubres rostros. 5 No habia fuego bastante para iluminarlos, ni las lumbreras fulgurantes de los astros Jograban iluminar aquella noche siniestra. 6 Para ellos lucia solamente una fogata espeluznante, que ardfa por si sola, y despavoridos por aquella aparicién que no vefan, les parecfa mds macabra la visién. 7 Los trucos de la magia habian fracasado y su alarde de prudencia sufria un descalabro vergonzoso, 8 pues los que se comprometfan a expulsar del alma enferma terrores y sobresaltos padecfan ellos mismos un p4nico grotesco. 9 Aunque nada inquietante les metiera miedo, amedrentados por el paso de alimafias y el silbido de reptiles, 10 sucumbian temblando, negdndose a mirar el aire inevitable. 11 Pues la maldad de por si es cobarde y se condena a si misma; apurada por la conciencia, se imagina siempre lo peor. 12 Porque el miedo no es otra cosa que el desamparo de los auxilios de la reflexién; cuanto menos esperanza tiene uno més grave se le hace la causa de la tortura. —50— En la misma vena, con el mismo estilo alejandrino, continta el capitulo. Cada edad tiene sus miedos, porque el temor es com- pafiero de toda nuestra vida. Con indulgencia nos reimos ahora de aquellos miedos infantiles: el largo pasillo oscuro, el dormitorio solitario, lo desconocido. El adolescente y el joven tienen empefio en no sentir miedo 0 no mostrarlo: «Es que tienes miedo. —jMiedo yo? Ahora verds». Quizé el hombre maduro logre un cierto equilibrio de sefiorio sobre sus miedos, o al menos de digna convivencia con ellos. Tam- bién la vejez se topa con sus miedos. Como si lo hubieran esperado en ese recodo tardio de la vida: «Por fin llegaste, te esperébamos. Aqui nos tienes para acompafiarte, no nos puedes alejar» ,Cémo vive el anciano sus miedos? En nuestros exdmenes de conciencia no solemos revisar nuestros miedos. ,Por qué? Examinamos y confesamos nues- tros deseos malvados: codicia, ambicién, lujuria. Los deseos son de cosas que nos parecen buenas, los miedos de cosas que consideramos malas. Los estoicos trazaban un cuadri- latero de las pasiones: deseo de un bien que no poseemos, miedo del mal que amenaza, gozo del bien poseido, pena del mal padecido. En nuestra vida espiritual atendemos bastante a los deseos: «he tenido malos deseos»; también observamos cémo soportamos los males: «he sido impaciente»; a veces nos queda un resquicio de atencién para los gozos: «me he alegrado del mal ajeno». Para los miedos qué queda? A Jeremfas le ordena Dios: «No les tengas miedo, que, si no, yo te meteré miedo de ellos» (Jr 1,17). En el evangelio es- cuchamos: Mt 10,28: Tampoco tengdis miedo a los que matan el cuerpo pero no pueden matar la vida. Una vez conocidos y confesados, viene el esfuerzo por sobreponerse a los miedos fundados y expulsar los infundados. Conocf a una persona que tenia miedo de sucesos posibles; yo le argiifa que hay que temer sdlo lo probable, lo bastante probable. Para so- breponernos, tenemos, sobre todo, el recurso de la oracién; y aquf entra el salmo 27: Si todavia vivian sus padres, el —si— orante serfa joven o adulto; pero la referencia puede ser simple encarecimiento: 10 Aunque mi padre y mi madre me abandonen, el Sefior me recoger4. Hemos ojdo hablar al salmista: «Yo busco tu rostro, Sefior, no me escondas tu rostro». Escuchemos lo que le responde el Sefior: 14 Espera en el Sefior, sé valiente, ten 4nimo, espera en el Sefior. Asi es: contra miedo, esperanza; ;y qué mayor esperanza que la del verso 47?: Una cosa pido al Sefior y es lo que busco: habitar en la casa del Sefior toda mi vida. —52— Salmo 30: Sacaré mds gusto a la vida La vida humana, abarcada desde la altura de los afios, se nos muestra como un movimiento pendular. El Eclesiastés lo dice en una serie de catorce movimientos o tiempos: 3,2 Tiempo de nacer, tiempo de morir, tiempo de arrancar, tiempo de plantar, 4 tiempo de llorar, tiempo de reir,” tiempo de hacer duelo, tiempo de bailar, 6 tiempo de buscar, tiempo de perder, tiempo de guardar, tiempo de desechar, 7 tiempo de rasgar, tiempo de coser, tiempo de callar, tiempo de hablar, 8 tiempo de amar, tiempo de odiar, tiempo de guerra, tiempo de paz. EI salmo 30 lo desgrana asf: célera y favor, tarde y majfiana, Ilanto y jubilo, luto y danza, sayal y fiesta. De todas las oposiciones, la radical es vida y muerte en el salmo, nacer y morir en el Eclesiastés: nacer para vivir, vivir para morir. No cabe duda sobre la direccién del movimiento en el Ecle- siastés. En el salmo, ,podemos dudar? El orante le ha visto la cara a la muerte: estaba con un pie en la fosa, cuando de un tirén lo sacaron a seguir viviendo. Fue como volver a nacer. Desahuciado y restablecido, ahora le sacara mas gusto a la vida, porque la puede contrastar. Jébilo, danzas, fiesta dominan ahora, porque el simple vivir es una fiesta. Ya lo sabia; pero se asomé a la muerte y sintié el silencio de los que no alaban ni dan gracias a Dios. También él enmudecia, pero ha recobrado la palabra. j{Qué maravilla poder hablar para dar gracias a Dios, para proclamar su leal- tad, para cantar con toda el alma, para siempre! —53— {Realmente? {Qué significa para siempre? Para el orante del AT significa de por vida. ,Y cuanto durard atin su vida? Después del Ilanto viene el jtbilo, tras la tarde y la noche amanece; pero una noche se cerrar para él y no amanecera: «Yo pensaba muy tranquilo: No vacilaré jamds» Pensamiento vano: para siempre significa «mientras viva», y vivir es ca- minar hacia la muerte. Esa es la direccién del movimiento en el salmo, tal como lo rezaba el orante del AT. Pero cuando el cristiano lo pronuncia, ha sucedido una inversién trascendental de sentido. Cuando Cristo muere y resucita, se consuma la gran revolucién. Tras la tarde de la muerte amanece la mafiana de la resurreccién, del dfa sin ocaso: Is 60,19 Ya no seré el sol tu luz en el dia, ni te alumbraré la claridad de la luna; sera el Sefior tu luz perpetua y tu Dios ser tu esplendor. 20 Tu sol ya no se pondrd, ni menguaré tu luna, porque el Sefior sera tu luz perpetua. Un eco de ese anuncio resuena en el Apocalipsis 21,23: La ciudad no necesita sol ni luna que la alumbre, la gloria de Dios la ilumina, y su lampara es el Cordero. {CO6mo recita Jestis el verso 10? {Qué ganas con mi muerte, con que baje a la fosa? éTe va a dar gracias el polvo 0 a proclamar tu fidelidad? Es verdad que el polvo no da gracias a Dios; pero es que Jestis no se convertiré en polvo. Su muerte y su bajada provisoria a la fosa si son ganancia para Dios, en cuanto son ganancia para nosotros. {Qué ganas con mi muerte? —Ganas un pueblo para ti, ganamos nosotros ser librados de la co- rrupcién; y, aunque volvamos al polvo, volveremos a dar gracias para siempre. Extrafia ganancia, que nos hace festejar y celebrar una muerte. —54— La medicina, la higiene, la cirugfa modernas hacen que sin milagros se cumpla el designio que enuncia el salmo: «Serior Dios mio, te pedi auxilio y ti me sanaste». El péndulo de la vida, que estaba para detenerse y dejar de pulsar, recobra su movimiento, lento, creciente, amplio. Y vuelve a oscilar del Hanto al jabilo, del luto a Ja danza, quiza con otro ritmo. Otra vez puedo alabar a Dios y tengo un nuevo motivo para darle gracias. Sefior, me queda mucho més que agradecerte, necesito mucho tiempo para darte gracias, necesito todo el tiempo o una duracién sin término, porque cada cancién mia en tu honor es una nueva gracia tuya. Sefior, no me dejes en el polvo, que necesito darte gracias por siempre. —55— Salmo 31: En tus manos estan mis azares Ahora no se trata de males préximos que nos infunden miedo, ni de males superados que nos infunden gozo, sino de males presentes que se acumulan y nos acompajian fiel- mente. E] salmo lo describe asi: 10 Piedad, Sefior, que estoy en peligro: se consumen de pena mis ojos, mi garganta y mi vientre; 11 __ mi vida se gasta en la congoja, mis aos en los gemidos; mi vigor decae con la afliccién. mis huesos se consumen. 12 Soy la burla de todos mis enemigos, la irrisién de mis vecinos, el espanto de mis conocidos: me ven por la calle y escapan de mf. 13 Me han olvidado como a un muerto, soy un cacharro inttil. A los sufrimientos fisicos se suman los sociales: olvido y hostilidad. ;Cudl duele mas? La hostilidad es un modo de fijarse, de tener en cuenta al préjimo: «si me tienen por rival, es que todavia cuento». El olvido es doloroso, pero puede conducir a un refugio interior habitado con serenidad. Pero {no exagera el anciano cuando en torno suyo sélo ve olvido © enemistad? Quiza sean imaginaciones nacidas de sus do- lencias; quizd las provoque él con su malhumor. También puede ser que viejas rivalidades encuentren ahora una ocasién © busquen un desquite. Queda otro sufrimiento grave: Soy un cacharro initil. Sobre todo para el que ha sido trabajador, creativo, persona importante en una empresa o institucién. Si todavia vale, porque no lo reconocen los que desean ocupar — 56 — su puesto vacante; si ya no vale, porque los otros tienen razén. Y sin ello, porque uno se compara con lo que fue y le duele ser ahora inttil, una carga. ¢Queda algo més? ,Cémo me trata Dios en esta coyuntura? 23 Yo decia en mi ansiedad: Me has echado de tu presencia. Si sufro de esta manera, es que Dios ya no se ocupa de mi; quiz4 me castiga, 0 me reprocha mi pereza en la oracion. Pero, si no es pereza, es cansancio, debilidad. ; También para dirigirme a Dios me estoy volviendo un cacharro initil? Sin embargo, el orante pronuncia un salmo de los largos, enumerando, reiterando, insistiendo. No da sefiales de can- sancio. En la situacidn fisica y social que ha descrito, su manera de orar suena més auténtica, mAs vigorosa. Empe- cemos por un gran contraste: el anciano se consume, se gasta, decae; pues bien, ta, Dios, 3 sé mi roca de refugio, alc4zar que me salve... 4 porque ti eres mi pefia y mi alcazar... El contraste no deprime, antes conforta, como indican los posesivos mi pefia, mi alcdzar. De donde brota el aban- dono confiado, expresado en un verso admirable: 16 En tu mano estan mis azares. Decimos en espafiol que «estamos en las manos de Dios», en formula global. Encuentro més expresiva la ex- presién del salmo «mis azares» (en hebreo ‘ittotay = mis horas, mis momentos). Vimos que el Eclesiastés enunciaba catorce parejas opuestas de esas horas 0 azares. Pues bien, todos mis azares estén en tus manos. Por eso 15 yo confio en ti, Sefior, ti eres mi Dios. Para mi debilidad 1 eres mi roca; para mis persecucio- nes ti eres mi asilo: — 57 — 21 en tu asilo personal los escondes de las conjuras humanas, los ocultas en tu tienda frente a las lenguas pendencieras. Nos queda todavia un verso, que hace pareja con el 16 y que reviste importancia especial, porque lo cita Lucas como Ultima palabra de Jestis: A tus manos encomiendo mi espiritu. Encomiendo o dejo como depésito, te encargo de; en tus manos, en tu poder, a tu disposicién; mi espiritu o aliento o vida. Al entregar Jests su vida, la deja en depésito en manos del Padre... y la pierde, puesto que muere. Aqui esté la paradoja: que el Padre devuelve el depésito en forma de nueva vida. En boca de Jestis, la frase del salmista cambia de sen- tido, ya que el salmista solicitaba y esperaba no perder la vida: «Tu, el Dios leal, me librards... velas por mi vida en peligro... sdlvame por tu lealtad» (vv.6.8.17). Esas frases suenan de otra manera en boca de Jestis. Ahora bien, cuando el cristiano reza este salmo, lo hace en la estela de Cristo. Sefior, mientras yo viva, en tus manos estén mis azares y ti me librards de males y peligros definitivos; y me das espacio para moverme. Cuando me Ilegue la hora final, Se- fior, yo dejo mi vida como un depésito en tus manos: tu lealtad sera mi gozo y mi alegria, porque yo confio en ti, Serior. Del poder ultimo de la muerte sdlvame por tu lealtad y muestra a tu siervo tu rostro radiante. — 58 — Salmo 32: La dicha de estar perdonados Hay una dicha o bienaventuranza en no pecar y otra en estar perdonado. No pienso en el fariseo que se proclama inocente y ejemplar mientras el recaudador o publicano se declara pecador. Pienso en la bienaventuranza del salmo 1, que consiste en evitar el mal camino y las malas compajiias. Leamos juntas las dos bienaventuranzas: 1,1. Dichoso el hombre que no se aconseja con los malvados; 32,1 Dichoso el hombre que esté absuelto de su culpa. Aunque no haya seguido habitualmente el camino de los malvados, es posible que haya recorrido algunos tramos, que se haya deslizado mds de una vez. {Es una fatalidad o una desgracia? Una desgracia, pero no irremediable, porque que- da en pie otra bienaventuranza, tan necesaria en la practica como la primera: 1 Dichoso el que esta absuelto de la culpa, a quien le han enterrado su pecado; dichoso el hombre a quien el Sefior no le apunta el delito y cuya conciencia no queda turbia. Podemos recordar un rato nuestra vida manchada de pecados o fijarnos en algunos puntos mas oscuros de nuestra vida. A la tristeza de haberlos cometido y no poder anularlos se sobrepone la dicha de estar perdonados. El perd6n no es mérito de nuestra confesién humilde, sino don de Dios (per- donar viene de donar). Nuestra confesién humilde es sélo condicién para el perd6n: — 59 — 5 Te manifesté mi pecado, no te encubri mi delito. Propuse: confesaré al Sefior mi culpa; y td perdonaste mi culpa y mi pecado. Pero ghace falta manifestar a Dios lo que él conoce de sobra, con mds penetracién y exactitud que nosotros? —Hace falta la confesién del hombre para que su conciencia no quede turbia. No seamos agujeros negros, que no dejan salir nada. Lo que Dios ve, traigamoslo a la conciencia; y lo que no logramos ver expongémoslo a /a mirada de Dios: Sal 90,8 — Pusiste nuestras culpas ante ti, nuestros secretos ante la luz de tu mirada. Sentirse perdonados es reconocer que necesitamos el perdén y, por lo tanto, que somos pecadores. El cristiano ha de cargar cada dia con su cruz y ha de tener presente la cruz. Desde esa cruz que preside nuestra vida, Jesucristo repite diariamente: ;Perdénalos! Con esa palabra nos hace participes de una bienaventuranza. Salmo 33: Un cGntico nuevo, sin hastio Este salmo nos invita’a cantar un canto nuevo, como si los anteriores estuvieran gastados o completos. {Es posible a estas alturas un canto nuevo? A estas alturas del salterio (han pasado 32 salmos de 150) y a estas alturas de la vida. Hay personas que prefieren la novedad, otras que pre- fieren la rutina o la costumbre. Jestis hablaba de unos que preferfan el vino viejo, es decir, el acostumbrado, el de siem- pre. A veces me pregunto por qué en la comida al mediodia buscamos la variedad, mientras que nuestro desayuno es el mismo todos los dfas. Por la mafiana rutinarios, al mediodfa novedosos. La novedad nos incita, la costumbre nos tran- quiliza. {Es cuestién de edad o de temperamento? Probable- mente de los dos factores, y quizd la educacién sea un tercer factor, si bien tropezamos con la paradoja de que sea cos- tumbre de algunos buscar la novedad. Es posible que la vejez incline més a la rutina; pero, pensando en el temperamento, decia Picasso que el que es joven lo es toda la vida. Yo sugeriria a los de mi edad, la tercera, que en las cosas or- dinarias y secundarias nos recostemos en la rutina, para li- berar las fuerzas y concentrar la atenci6n en Jo nuevo de cada dia. En el orden de la alabanza, a j6venes y viejos nos invitan a entonar un canto nuevo. Hacerlo con un verso de un salmo parece una contradiccién o, al menos, una falacia. En efecto, si Ilevo afios recitando este salmo, para mi no es nuevo. Si lo vuelvo a recitar, contradigo la invitacién; si acepto la invitacién, tengo que buscar o inventar otro. Que cambien la letra o que cambien la mtisica. Eso es: cambiemos la emoci6n, nuestra penetraci6n del texto, la expansion y al- cance de los simbolos; y con la misma letra, la musica del canto puede ser nueva, —b6i— 1 Aclamad, los honrados, al Sefior, que la alabanza es cosa de hombres buenos. 2 Dad gracias al Sefior con la cftara, tocad en su honor el arpa de diez cuerdas. 3 Cantadle un cantico nuevo acompaiiando los vitores con bordones. Sigamos adelante: ,cu4l es el tema o motivo de la ala- banza? —Uno que responde muy bien a la novedad del canto: la creacién. Ninguna novedad mas completa que la creacion: es el comienzo absoluto, el paso del no ser al ser: 6 La palabra del Sefior hizo el cielo; el aliento de su boca, sus ejércitos. 9 Ello dijo, y existid; él lo mand6, y surgié. Pero si la creacién es la novedad absoluta, una vez tealizada deja de serlo. Los israelitas contemplaban las mon- tafias como lo primordial perdurable. La existencia ya no es nueva, sino que continta, el canto que le dedique, la segunda vez dejara de ser nuevo. No es asi para los hebreos, al menos, para algunos de ellos. Si el primer capitulo del Génesis deja la impresién de que el sdbado la tarea creadora ha terminado y empieza el descanso, otros textos hablan de creaci6n cuando surge una novedad histdrica, algo que atin no existia. Una accién pro- digiosa puede Iamarse creacién: que se abra la tierra (Nm 16,30); la liberacién definitiva de Israel (Ex 34,10); también una generacién nueva (Sal 102,19); la vida renovada sobre la tierra (Sal 104,30). Isaias Segundo, el profeta del destierro, es especialista en el tema, porque considera la pr6xima re- patriacién y restauracién de los judios como una nueva crea- ci6n. El Sefior creé al pueblo. Y afirma polémicamente la nueva creacién: 48,7 Ahora son creados, y no antes, ni de antemano lo oiste, para que no digas: «Ya lo sabia». —62— Al final del libro de Isafas, Dios anuncia una nueva creacién total: 65,17 Yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva. Aunque hayamos cumplido muchos afios, no tenemos derecho a cultivar el gesto de hastfo: «todo esta visto, nada es nuevo...» Nos lo prohibe Isafas. Los que hemos vivido el concilio Vaticano II y durante la segunda mitad de 1989 en Europa, no podemos decir que nada nuevo sucede. Y si reconocemos en los sucesos la mano de Dios, como maravilla © nueva creacién, tenemos materia y motivo para un cdntico nuevo. Aun sin recurrir a acontecimientos portentosos, po- demos contemplar con ojos cansados la novedad no espec- tacular de muchos sucesos. Un nifio que nace «nieto, reso- brino, hijo de un amigo...— es una maravillosa novedad. Hace cuarenta afios, un profesor de ciencias me hablaba de «novas» y «supernovas» como si fueran nuevos actos crea- dores de Dios. No creo que tal sea la explicacién correcta hoy (ni entonces). Pero si es cierto que no es necesario con- cebir la accién creadora como un momento tnico, como la gran explosién inicial de todo (el «big bang», que hoy vuelve a ser objeto de discusién). Si Dios est4 fuera del tiempo, su accién creadora puede ser contempordnea de cualquier mo- mento, y nosotros podemos entonarle un cantico nuevo. No menos en la historia humana, cuando los proyectos humanos fracasan y se cumple el proyecto de Dios: 10 El Sefior anula los planes de las naciones, frustra los proyectos de los pueblos; 11 pero el plan del Sefior se cumple siempre, sus proyectos de edad en edad. {Ha dejado el Nuevo Testamento de ser nuevo para nosotros? ,Tendremos que cambiarle el adjetivo? Quien lo medita seriamente lo encuentra siempre nuevo. También él se merece un cantico nuevo. Tengamos ojos atentos para ver la novedad, y buen ofdo para cantar al Seftor un céntico nuevo. — 63 — El vidente del Apocalipsis, al contemplar la gloria de- finitiva, anuncia y entona un canto: 21,1 Vi entonces un cielo nuevo y una tierra nueva, por- que el primer cielo y la primera tierra habfan desaparecido, y el mar ya no existfa. *Y vi bajar del cielo, de junto a Dios, a la ciudad santa, la nueva Jerusalén, ataviada como una novia que se adorna para su esposo. *Y of una voz potente que decia desde el trono: Esta es la morada de Dios con los hombres: él habitard con ellos, y ellos serén su pueblo. __ Dios en persona estard con ellos y sera su Dios. 4 — El enjugaré las l4grimas de sus ojos, y ya no habr4 muerte ni luto ni Ianto ni dolor, pues lo de antes ha pasado. 5 Y el que estaba sentado en el trono dijo: «Todo lo hago nuevo». Por el pasado de la creacion y la historia, por el presente que vivimos, por el futuro que esperamos, cantemos al Sefior un cdntico nuevo. Salmo 34: Hay sentidos que no se embotan jEs verdad que con los afios se cierran 0 se embotan los sentidos? La experiencia dice que sf, pero solemos apli- carlo slo a la vista y al ofdo. Hablando de Moisés, el Deu- teronomio (34,7) dice que a su muerte, cumplidos 120 afios, «no habia perdido vista». E| dato es legendario, pero revela una mentalidad compartida por autor y oyentes; ademas, se trata de Moisés, hombre excepcional. Hablando del anciano normal, el Eclesiastés comenta: «Las que miran por las ven- tanas se ofuscardn... el ruido del molino se apagard»: sen- saciones de vista y ofdo. Ahora bien, también se amortiguan y aun embotan otros sentidos (como nos dice Barzilay): el gusto, el olfato, el tacto... Pero hay sentidos interiores, de la fantasia y del espiritu, que no se embotan con los afios. Beethoven escuchaba in- ternamente sus sinfonias, que su ofdo se negaba a oir. Los maestros espirituales apelan a los sentidos internos en lo que ellos llaman «aplicacién de sentidos»; de ello, en sentido simbélico, habla el salmo 34: 6 Contempladlo y quedaréis radiantes. 9 Gustad y ved qué bueno es el Sefior. E| primero se refiere a la vista y alude a la experiencia de Moisés, que, cuando dialogaba con el Sefior cara a cara, como un hombre con su amigo, volvia de la visita con el rostro radiante. Habia absorbido la luz o gloria del Sefior y la reflejaba en su rostro (Ex 33). El salmo extiende el pri- vilegio de Moisés a todos los que acuden al templo y desean repetir la experiencia. El segundo verso citado se refiere al sentido del gusto, con el cual paladeamos un manjar haciendo que dure en la — 65 — boca. No nos invita a saborear el banquete ctiltico —carne asada de victimas sacrificadas—, sino al Sefior mismo. Como si lo hiciéramos penetrar lentamente en nosotros, saboreando su gusto exquisito. Eva comié del fruto prohibido, juzgando que era apetitoso. El libro de la Sabiduria recoge la leyenda sobre el mana: 16,20 Lo alimentaste con manjar de Angeles, proporciondndole gratuitamente desde el cielo pan a punto, de mil sabores, a gusto de todos. Ezequiel encontraba dulce la palabra de Dios (Ez 3,3), y el salmo 19 dice de ella que es mds dulce que la miel. El salmo 34 ofrece mucho més: Dios mismo como manjar es- piritual sabroso. Para gustarlo, los sentidos espirituales no se embotan en la vejez. La Primera Carta de Pedro (2,3) cita este verso del salmo; y la Carta a los Hebreos recoge la imagen: 6,4 Los que fueron iluminados una vez han saboreado el don celeste y participado del Espiritu Santo; han sa- boreado la palabra favorable de Dios... Con semejante ejercicio, nuestro mundo sensorial pe- netra en la esfera del Espiritu. Estando a punto de morir, y escuchando tocar una vihuela, Juan de la Cruz dijo: «Una misica mejor tiraba de los sentidos»; y en su Cantico Espi- ritual habla de la «interior bodega». Le dedicdbamos al Sefior un cdntico nuevo; {no sera él quien nos haga escuchar una miisica nueva? Salmo 36: ;Qué inapreciable es tu lealtad! Antes de Ilegarse a la zarza donde ardfa la llama divina, Moisés tuvo que descalzarse. Ningtin objeto fabricado por el hombre debia profanar el recinto. La piel desnuda de Moisés palp6 la rugosidad eladstica, la humedad nutricia de la tierra madre. Asf nosotros hemos de despojarnos de conceptos y sentencias para adentrarnos en el mundo de los simbolos que el salmo 36 nos depara. 7 T4, Sefior, socorres a hombres y animales. 8 {Qué inapreciable es tu lealtad, oh Dios! Hace millones de afios que aparecieron en la tierra los primeros animales —ti, Sefior, los socorrias—; crecieron y se transformaron, enormes saurios recorrieron los continentes —ti, Sefior, cuidabas de ellos—; desaparecieron unas es- pecies y aparecieron otras, a los saurios sucedieron los ma- miferos —tt, Sefior, cuidabas de ellos—. Animales acuaticos subieron a tierra, les brotaron patas, les brotaron alas, echaron a volar; las ballenas, que vivian en tierra firme, se echaron al mar —ti, Sefior, cuidabas de cada especie—. Al cabo de millones de afios aparecié el hombre, y ti, Sefior, cuidaste de 6] sin descuidar los animales. También el hombre se trans- formé y se diversificé y se dispers6 por la tierra—y tt, Sefior cuidabas de hombres y animales; jqué inapreciable es tu lealtad, oh Dios! Lealtad a cuanto habias creado, pero sobre todo al hombre, tu interlocutor, tu favorito, el tinico que supo decirte «Ta». Para el hombre reservabas bienes especiales. Job 38,41 {Quién provee al cuervo de sustento cuando chillan sus pollitos alocados por el hambre? 39,1 jSabes ti cudndo paren las gamuzas o has asistido al parto de las ciervas? —67 — 5 ;Quién da al asno salvaje su libertad y suelta las ataduras al onagro? 6 Yo le he dado por casa el desierto y por morada la Ilanura salada. Asi discurre Dios con Job acerca de los animales. Para los animales «haces brotar hierba... les echas co- mida a su tiempo» (Sal 104,14); al hombre lo nutre de la enjundia de su casa, como comensal de honor. «Sacas rios para que beban los animales agrestes» (Sal 104,10-11); al hombre les das a beber del torrente de tus delicias, un torrente paradisiaco encauzado por Dios. Hombres y animales ven la luz del sol; s6lo el hombre es iluminado por una luz interior: «tu luz nos hace ver la luz». Salir a la luz es nacer, ver la luz es vivir, pero una luz divina ilumina nuestra existencia humana. Ser hombre es abrirse y estar a plena luz. Como el hombre esté rodeado de aire y absorbe aire en sus pulmones, asi est4 envuelto y bafiado en luz divina, y la hace penetrar en la médula de su ser. Como, al nadar en el océano, el agua nos soporta y nos empapa y nos entra por los poros, asi esa luz inmortal. Realmente, Sefior, tu lealtad llega al cielo, tu fidelidad hasta las nubes. Nos hacen falta dimensiones cés- micas para ponderar la grandeza de Dios: tu lealtad hasta las lejanas galaxias, tu fidelidad hasta las remotas.estrellas. Re- leamos ahora una parte del salmo: 6 — Sefior, tu lealtad llega al cielo tu fidelidad hasta las nubes, 7 tu justicia es como las altas cordilleras, tus juicios son un océano inmenso. T& socorres a hombres y animales. 8 {Qué inapreciable es tu lealtad, oh Dios! Los humanos se acogen a la sombra de tus alas, 9 se nutren de la enjundia de tu casa. Les das a beber del torrente de tus delicias. 10 Porque en ti est la fuente viva y tu luz nos hace ver la luz. — 68 — Salmo 37: Venga tu reinado de justicia Superada la mitad del salmo, el orante declara su edad: fui joven, ya soy viejo. Apoyado en afios y experiencia, quiere adoctrinarnos: Nunca he visto un justo abandonado. Nos resistimos a creerle: {Qué experiencia y credibilidad tiene un anciano que afirma tales cosas? El resto del salmo desmiente en buena parte la afirmacién del verso 25. A no ser que entendamos de otro modo el participio «abandonados». De otra manera piensan el autor de Job y el Eclesiastés, que han visto con frecuencia el triunfo de la injusticia, el sufrimiento y abandono del inocente. ;Se pueden reconciliar posiciones tan opuestas? El anciano que habla en este salmo tiene un profundo, un entrafiable sentido de la justicia, a Ja vez que desconfia de la violencia de oprimido y opresor. Porque ama la justicia y cree en ella, espera su victoria final. Este anciano esté decididamente de parte de marginados y oprimidos. Co- noce una visi6n ideal, segtin la cual Josué, por encargo de Dios y a suerte, hizo un reparto equitativo de la tierra, para que cada familia tuviera de qué vivir. Cree que un dinamismo interno empuja hacia la conquista o reconquista de ese ideal, un dinamismo en el que Dios acttia. No predica la resigna- ci6n, sino la esperanza; frente a la violencia, ensefia la so- lidaridad y generosidad. Si todavia nos cuesta entrar en la espiritualidad optimista del salmo, recordemos que uno de sus versos es recogido en la tercera bienaventuranza de Mateo: «Los sufridos poseeran una tierra» (En la vieja traduccién: Los mansos poseeran la tierra). Y ese verso se repite con variaciones cinco veces en el salmo: 9 Los que esperan en el Sefior poseerdn una tierra, 11 los sufridos poseerdn una tierra — 69 — 22 los que el Sefior bendice poseerdn una tierra, 29 — los honrados poseerdn una tierra, 34 él te levantaré a poseer una tierra. Otras bienaventuranzas tienen en este salmo algtin an- tecedente verbal o tematico. La primera es Bienaventurados los pobres. El salmo conoce la opresién de los pobres y también su dicha: 14 Los malvados desenvainan la espada, asestan el arco para abatir a pobres y humildes... 16 Mejor es ser honrado con poco que ser malvado en la opulencia. La cuarta es para los que tienen hambre y sed de justicia. Es el sentimiento que anima todo el salmo y que brota de la fe en la justicia divina: 5 ... El Sefior actuaré: sacard adelante tu justicia como el amanecer, tu derecho como el mediodia. 28 El Sefior ama lo que es justo y no abandona a sus adictos. La quinta bienaventuranza es para los que prestan ayuda (los misericordiosos). El salmo dice: 21 — el honrado se compadece y perdona. 26 A diario se compadece y da prestado. La séptima bienaventuranza es para los que trabajan por Ja paz, virtud que predica el salmo contra la tentacién de violencia: 7 Note exasperes por el que triunfa empleando la intriga; 8 cohibe la ira, reprime el coraje, no te exasperes y no obres mal. Lo cual entraiia, l6gicamente, sufrir persecucion por ser inocente y por la justicia de otros inocentes. — 70 — Sefior, que con los afios no me acostumbre ni me resigne a la injusticia, que no la acepte como fatalidad irremediable, pero que no me exaspere por los malvados ni envidie a los inicuos. Que, sino puedo trabajar directamente por la justicia, al menos rece por ella diciendo: Venga tu reinado de justicia. Comunicame tu amor a la justicia. Fui joven, ya soy viejo, no me abandones. Yo sé que el Sefor vela por los dias de los justos, y su herencia durard siempre. —11— Salmo 38: Estoy agotado, Senor No me atrevo a comentar este salmo, pues, por una parte, no me encuentro en Ia situacién del orante; y, por otra, debo respetar el dolor ajeno. Cuando los amigos de Job fueron a visitarlo y «lo vieron a distancia, no lo reconocian y rompieron a llorar; se rasgaron el manto, echaron polvo sobre la cabeza y hacia el cielo y se quedaron con él, sentados en el suelo, siete dias con sus noches, sin decirle una palabra, viendo lo atroz de su sufrimiento» (Job 2). Principalmente con el silencio expresan su amistad, su respeto y compasi6n. Dejarle que hable y se desahogue, es- cuchar sus quejas justificadas, hacerle compajfiia. Es verdad que hay ancianos que disfrutan quejandose, que parecen alar- dear de sus dolencias, ya que no pueden alardear de otra cosa. Llevan lista de sus achaques como de las pastillas que periddicamente ingieren. Otros que fueron valientes, debi- litadas ahora las fuerzas, se rinden al sufrimiento. Elifaz, amigo de Job, le reprocha amistosamente: 4,3 Td, que a tantos instrufas y fortalecias los brazos inertes, 4 — que con tus palabras levantabas al que tropezaba y sostenias las rodillas que se doblaban, 5 hoy que te toca a ti, zno aguantas? {Te turbas hoy que todo te cae encima? Y Job replica: 6,14 Para el enfermo es la lealtad de los amigos aunque olvide el temor del Todopoderoso. —72— Mas adelante suplica: 19,21 Piedad, piedad de mf, amigos mfos, que me ha herido la mano de Dios. Pues bien, {quién mds amigo que Dios, aunque parezca que nos ha herido y que se ensafia con nosotros? Aunque no intervenga fisicamente, Jesucristo puede escuchar con com- pasion: No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino uno probado en todo igual que nosotros, excluido el pecado (Hb 4,15). EI orante de este salmo, como otros muchos, pone sus dolencias en relacién con sus pecados. Aunque no aceptemos una correspondencia mecanica, si es licito reconocer una relacion global. En todo caso, podemos aceptar nuestros su- frimientos como penitencia y expiacién por nuestros pecados. Dicho esto a manera de introduccién mas que de comentario, bueno seré rezar el salmo sin interferencias: 2. Sefior, no me reprendas con ira, no me corrijas con célera. 3 Tus flechas se me han clavado, tu mano pesa sobre mi. 4 No hay parte ilesa en mi carne, a causa de tu furor; no me queda un hueso sano, a causa de mis pecados. Mis culpas sobrepasan mi cabeza, son un peso superior a mis fuerzas, mis Ilagas estdn podridas y supuran, debido a mi insensatez. Voy encorvado y encogido, todo el dia camino sombrio. Tengo las espaldas ardiendo, no hay parte ilesa en mi carne. Estoy agotado y deshecho, me ruge y me brama el coraz6n. Cm ND aD —3— 14 15 16 17 18 20 21 22 23 Sefior mio, mis ansias estan en tu presencia, no se te ocultan mis gemidos. Siento palpitar mi corazon, me abandonan las fuerzas y me falta hasta la luz de los ojos. Mis amigos, mis compajieros, mis parientes por mi dolencia se mantienen a distancia. Me tienden lazos los que atentan contra mf, los que me quieren mal anuncian desgracias y todo el dia propalan calumnias. Pero yo me hago el sordo y no oigo, me hago el mudo, no abro la boca; soy como uno que no oye y no puede replicar. En ti, Sefior, espero, y td me escuchards, Sefior Dios mfo. Esto pido, que no se alegren por mi causa, que cuando resbale mi pie, no canten triunfo. Porque yo estoy a punto de caer y mi pena no se aparta de mf; Yo confieso mi culpa, me aflige mi pecado. Mis enemigos mortales son poderosos, son muchos los que me aborrecen sin raz6n, los que me pagan males por bienes, los que me atacan cuando procuro el bien. No me abandones, Sefor, Dios mio, no te quedes lejos. Ven aprisa a socorrerme, Sefior mio, mi salvacién. —m4— Salmo 41: Red de solidaridad Podemos leer este salmo como continuacién y comple- mento del 38. El orante del salmo 41 se fija especialmente en el desvio y hostilidad de que es objeto; motivo literario que ya hemos encontrado y que aqui recurre con rasgos des- criptivos felices: 6 Mis enemigos me maldicen: {Cudndo morird y se acabard su apellido? 7 El que viene a verme habla con fingimiento, disimula su mala intencion y cuando sale afuera, la dice. 8 Mis adversarios se retinen a murmurar de mi; 9 hacen cAlculos siniestros: padece un mal sin remedio, . se acost6 para no levantarse. 10 Incluso mi amigo, de quien yo me fiaba y que compartia mi pan, es el primero en traicionarme. Son significativos los célculos, econémicos 0 laborales, de los rivales o posibles sucesores. Muchas veces los co- mentarios de amigos y conocidos, «padece un mal sin re- medio», no son malintencionados, pueden hacerse en tono de compasién o resignacién. Los rivales sf son malintencio- nados, o asi se lo imagina el paciente. Su peticién inmediata es la salud, y en ella se mezcla un comprensible deseo de venganza: {Me dan por muerto y desahuciado? Pues ya verén cuando me levante. De su afan de desquite intenta hacer colaborador (0 cémplice) a Dios: 11 Haz que pueda levantarme para darles su merecido. —75— Pienso que un cristiano enmendard la peticién o cam- biar4 el contenido de su proyecto, pues lo que merecen los tivales es, més que nada, compasién, comprensién. Seré el mejor reproche para que aprendan la lecci6n y no vuelvan a hacer cdlculos siniestros. Ahora volvemos al principio del salmo: ,qué alegamos para obtener la salud?, {casi para merecerla? El salmo co- mienza con una bienaventuranza (es la tercera que encontra- mos y comentamos; las precedentes, en Sal 1 y 32): 2. Dichoso el que cuida del desvalido: el dia aciago lo pondra a salvo el Seiior. 3. El Sefior lo guardard y lo conservara en vida para que sea dichoso en la tierra y no lo entregaré a la safia de sus enemigos. 4 El Sefior lo sostendra en el lecho del dolor y calmaré los dolores de su enfermedad. Cuidar del desvalido, que no puede valerse, es acumular méritos para cuando le toque a uno. Seria una bienaventu- ranza para médicos y enfermeras; pero no sdlo, porque des- validos los hay en muchos campos. Podemos ascender di- rectamente a Dios, que premia las buenas acciones, 0 po- demos mirar al proceso humano, por el cual discretamente obra Dios. Las personas que cuidan del desvalido siembran agradecimiento en los que recibieron sus cuidados, y el agra- decimiento un dia se traduciré en obras. Ademés difunden en torno un espiritu de solidaridad, que dard sus frutos de forma quiza inesperada. Los que cuidan del desvalido estan creando o ensanchando una esfera de solidaridad humana en la cual penetran ellos: hoy como donadores, mafiana como receptores. Asi es el camino de Dios, y los milagros quedan para ocasiones extraordinarias. Ahora saltamos al final del salmo, que es un acto de confianza: 13. A mf, en cambio, me conservas la salud, me mantienes siempre en tu presencia. — 16 — Para el orante del Antiguo Testamento las dos cosas son equivalentes. Sin salud no estard en presencia de Dios, por- que, vivo, no puede acudir al templo; muerto, no pertenece a Dios. Para un cristiano las dos cosas no coinciden nece- sariamente, sino que permiten algunas variaciones. Consér- vame la salud hasta el dia en que tenga que trasladarme a tu presencia: equivale a pedir una muerte rapida, sin larga en- fermedad ni decrepitud. Consérvame la salud mental para que pueda conocer que estoy en presencia de Dios, y la salud fisica para que pueda presentarme ante Dios en actos de culto. Consérvame la salud ahora y asegtirame que mis alla estaré en tu presencia. Para el cristiano lo mds importante es la segunda parte de la peticién, pues sdlo en la casa de Dios podremos decir con plena verdad: Me mantienes siempre en tu presencia. —7— Salmo 42-43: Mal de ausencias Este salmo, poema unitario con estribillo, es la gran oracién de la ausencia de Dios sentida. Distinguimos dos modos de ausencia. La primera es la ausencia de innume- rables seres que estan ausentes de nuestro entorno y de nuestra mente, de modo que podamos ocuparnos de unas cuantas presencias importantes para nosotros. Es ausencia negativa: no echamos de menos a esos seres. La segunda es ausencia sentida, de algo o alguien que nos falta. Podemos llamar nostalgia a ese sentimiento. La ausencia es un signo menos respecto a una totalidad: 18 puede ser una totalidad y puede ser 20 menos 2. Por eso, cuando nos falta algo con que contaébamos, «lo echamos de menos», sentimos su ausencia. {Contamos con Dios? {Lo echamos de menos? Este salmo canta la ausencia de Dios, la nostalgia de Dios. La paradoja es que, en el orden mental, al sentir la ausencia de alguien, lo hacemos espiritualmente presente: la ausencia sentida es un modo de presencia. La nostalgia llega a ser una compafia. Esto es mas cierto referido a Dios. El orante esta lejos de la patria, del templo, quiza desterrado, y siente la ausencia de Dios como sed vital: 2 Como busca la cierva corrientes de agua, asi mi alma te busca a ti, Dios mio. 3. Tiene sed de Dios, del Dios vivo. Los extranjeros, que adoran a otros dioses presentes en sus lugares de culto, en imagen, con su pregunta burlona le restriegan la herida de ausencia: 4 Las ldgrimas son mi pan noche y dia, mientras todo el dia me repiten: —78 — {Dénde esté tu Dios? 11 Mis adversarios se burlan del quebranto de mis huesos, todo el dia me preguntan: ;Dénde esta tu Dios? La nostalgia puede ser del pasado o del futuro. En este salmo el orante anhela un futuro que sea vuelta al pasado 0 conti- nuacién de un ritmo interrumpido: 5 Recordando otros tiempos desahogo mi alma: cémo entraba en el recinto y me postraba hacia el santuario, entre cantos de jtibilo y accién de gracias, en el bullicio de la fiesta. EI futuro sera la presencia de Dios: ;Cudndo entraré a ver el rostro de Dios?, y se consumard en un movimiento de vuelta y acceso: 43,3. Envia tu luz y tu verdad: que ellas me guien y me conduzcan hasta tu monte santo, hasta tu morada, 4 y me acercaré al altar de Dios, el Dios de mi gozo y alegria. Te daré gracias al son de la citara, Dios, Dios mio. La renovacién del pasado y el culto en el templo pondr4n fin al mal de ausencia. EI salmo serd en nuestros labios simbolo, con cambio de direccién. Nuestra nostalgia no se vuelve sin més al pa- sado, aunque pueda incorporar elementos del pasado: tiempos © momentos en que sentimos a Dios muy cerca, presente, y que despiertan y avivan el nuevo deseo. Pero nuestra cita actual con Dios no estd en el pasado, en una infancia inocente © una juventud fervorosa. Nuestra cita con Dios esta en el futuro definitivo. El templo es simbolo de la morada; el culto, imagen del gozo activo. ;Cudndo entraré a ver el rostro de —79 — Dios? o, lo que es lo mismo, a ver a Dios cara a cara. Mientras sigo ausente y en camino, que Dios me envie su escolta, que su luz y su verdad me conduzcan hasta su morada. Nuestra relacién profunda con Dios ha de consistir en una tensién. Si deseamos a Dios, es que ya est4 presente suscitando el anhelo; si anhelamos a Dios, es que todavia est4 ausente y lo echamos de menos. Ausente y presente: la ausencia sentida es un modo de presencia. No puede ser de otro modo. No pensemos que podemos contar con Dios y encontrarlo cuando nosotros decidamos; como si pudiéramos disponer de él a nuestro gusto. Un Dios asi, disponible, no seria Dios, mi Dios. Si creo poseerlo al decir «mio», deja de ser Dios, porque lo imagino manipulable. No pensemos que con abrir la Biblia lo vamos a tener automaticamente presente, o con hacer una visita al templo o con recibir la comunién. Si pensamos de ese modo, mejor ser que Dios se sustraiga, y en esos actos nos haga sentir dolorosamente su ausencia. Elfas tenfa familiaridad con Dios, vivia en su presencia. Un dia, huyendo de Jezabel, emprendié una peregrinacién al monte Horeb, al comienzo de la alianza, la mediaci6n de Moisés. Dios le invita a ponerse a la entrada de una cueva, porque el Sefior va a pasar. Elias sabia las reglas de la aparicién divina, conocfa los elementos clasicos de la teofania o manifestaci6n de Dios. Cuando sintié un viento tempes- tuoso, lo dio por descontado: ahi viene el Sefior. Pero no estaba el Sefior en el viento. Vino después un terremoto, ese estremecimiento de la tierra cuando siente la cercania de su Sefior; y Elfas lo dio por descontado: ahi viene el Sefor. Pero no estaba el Senor en el terremoto. Entonces vino un fuego, el elemento por excelencia de la divinidad. —Ahora si que se presenta el Sefior—. Pero no estaba el Senor en el fuego. Vino entonces una brisa suave, y Elias se cubrié el rostro ante el Sefor. Elias tiene que sentir primero la ausencia de Dios allf donde solia y esperaba encontrarlo, para poder re- cibir la nueva revelacién en una tenue brisa. Por su parte, Moisés, en la cumbre de su familiaridad con Dios, slo pudo — 30 — ver, desde la hendidura de la roca, el alejarse de Dios, su espalda. En esta vida Dios nos comunica su presencia siempre mezclada de ausencia. Gradia la proporcién para calmarnos unas veces y excitarnos otras. Nos envia como escolta de viaje su luz y su verdad. Si se aleja, buscamos sus corrientes de agua para saciar la sed; si se acerca, nos sentimos arro- ados por sus torrentes y su oleaje. En esta alternancia de afectos repetimos el estribillo del salmo: 6 {Por qué te acongojas, alma mia, por qué te me turbas? Espera en Dios, que volverds a darle gracias: «Salvador de mi rostro, Dios mio». Ningin poeta ha logrado expresar en sus versos el mal de ausencia, la nostalgia de Dios, como San Juan de la Cruz en sus Canciones entre el alma y el Esposo. Parece como si la luz y Ja verdad del Sefor hubieran inspirado estos versos y se hubieran quedado dentro para conducir al lector hacia tu morada, Creo que después del salmo, y para terminar, po- demos leer un par de estrofas (0 todo el poema, si el lector lo tiene a mano): éAdénde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido? Como el ciervo huiste habiéndome herido. Sali tras ti clamando, y eras ido. jAy, quién podrd sanarme! Acaba de entregarte ya de vero. No quieras enviarme de hoy ya mds mensajero, que no saben decirme lo que quiero. Descubre tu presencia y mateme tu vista y hermosura. Mira que la dolencia de amor, que no se cura sino con la presencia y la figura. —8l1— Salmo 44: Con la Iglesia perseguida Hoy no vamos a quejarnos de nuestras dolencias, sino a Ilorar por la Iglesia. Nuestra Iglesia, en unos tiempos y lugares triunfante, en otros tiempos y lugares perseguida. La Iglesia, en conjunto fiel a su Sefior, por el que padece per- secucién. La Iglesia, no como una entidad mas entre las sociedades civiles, sino como esposa de Jesucristo y porta- dora de sus valores. En ese sentido es posible que algunos miembros de la Iglesia, bautizados, se vuelvan contra ella 0 contra sus valores y se asocien de hecho a sus enemigos. Podemos cantar nuestro dolor compartido con las palabras del salmo, a condici6n de leerlo en clave y de traducir co- rrectamente sus imagenes. Aplicando la clave, los versos 2-9 pueden representar el comienzo, afirmacién y difusién de la Iglesia, en los pri- meros siglos por el Mediterraneo, y més tarde en la expansi6n misionera por varios paises.. Las imagenes militares repre- sentardn la victoria sobre resistencias y agresiones. Victoria convenciendo; derramamiento de sangre propia, no enemiga. Espada, la palabra de Dios. Enemigo, el poder rival y opuesto al evangelio que adopta mdscaras diversas: politica, econé- mica, militar, social, sexual, doctrinal... Victorias de las que la Iglesia no se gloria, porque no son suyas, sino de su Seftor: porque Dios ha sido siempre nuestro orgullo. Victorias son la conversién de Pablo y la de Roma, la constancia de los mértires y la ensefianza de los Santos Padres, las obras de caridad y el esfuerzo por la paz. Nada de ello justifica el triunfalismo, pues todo se atribuye al Sefior. Hagamos la prueba de leer en esa clave unos versos de la primera parte. Si lo conseguimos, seguiremos adelante (si no lo consegui- mos, dificilmente podremos apropiarnos el salmo, y quedar4 —82— anclado e inmévil en el pasado, como simple recuerdo his- t6rico): 4 Porque no fue su espada la que ocupé la tierra ni su brazo el que les dio la victoria, sino tu diestra y tu brazo y la luz de tu rostro, porque tt los amabas. 5 Mirey y mi Dios eres ti, que das la victoria a Jacob. 6 Con tu auxilio embestimos al enemigo, en tu nombre pisoteamos al agresor; 7 pues yo no confio en mi arco ni mi espada me da la victoria. 8 Td nos das Ja victoria sobre el enemigo y derrotas a nuestros adversarios. 9 Dios ha sido siempre nuestro orgullo, y siempre te daremos gracias. Volvamos ahora la mirada a €pocas pretéritas de per- secucién, abierta 0 solapada. La hemos conocido en diversos paises. Actualmente, todavia hay paises donde la Iglesia es perseguida. Pues hemos de recordar que la Iglesia consta de sus fieles, y lo que hicisteis al mds pequeno de mis hermanos a mi me lo hicisteis: el negar ayuda y también el torturar y matar. Recordemos, ademas, lo dicho sobre los valores cris- tianos de que es portadora la Iglesia, pues también en esa zona se puede concentrar la persecucién. En alguno o varios frentes, retirada, saqueo, matanza; en varios terrenos, burla y deshonra. A veces el escarnio duele mds que un golpe y la burla destruye mas que la espada. Podemos ensayar una mirada de conjunto o fijarnos en alguna época o lugar que conocemos mejor y que nos proporciona un fondo real. En- sayemos de nuevo la clave en algunos versos de la segunda parte: 11 Nos haces retroceder ante el enemigo y nuestro adversario nos saquea; 12 nos entregas como ovejas de matanza y nos has dispersado por las naciones. 13 Vendes a tu pueblo por nada, — 33 — no lo tasas muy alto. 14 Nos haces el escarnio de nuestros vecinos, irrisi6n y burla de los que nos rodean... Es grave que el causante de todo sea Dios mismo, a quien la Iglesia profesa fidelidad. Ella se lo reprocha a él con quejas empapadas en fe. Ella sabe y confiesa que su Sefior controla todos los acontecimientos y sefiala los tiempos. No es triunfo del poder enemigo: Dt 32,27 __...temo la jactancia del enemigo y la mala interpretacién del adversario, que dirfan: Nuestra mano ha vencido, no es el Sefior quien lo ha hecho. 28 Porque son una nacién que ha perdido el juicio y carece de inteligencia. (Versos del llamado cdntico de Moisés), La Iglesia se queja, ademds, porque no ha merecido tan mal trato. Es una queja razonada y confiada, porque el Sefior no es despético ni arbitrario. ;Cémo se explica su cambio de actitud y conducta? Sigamos leyendo en clave, pensando que, aunque dentro de la Iglesia haya infidelidades, el conjunto del pueblo cristiano sigue fiel a su Sefior: 18 Todo esto nos sucede sin haberte olvidado, sin haber violado tu alianza, 19 sin que nos volviéramos atras ni se desviaran de tu senda nuestros pasos... 21 Si hubiéramos olvidado el nombre de nuestro Dios y extendido las manos a un dios extranjero, 22 no lo habria averiguado Dios, él que penetra los secretos del coraz6n? La consecuencia es que cuanto sufre la Iglesia no es por su culpa, sino por la causa de su Sefior: 23 Por tu causa continuamente sufrimos degiiellos, nos tratan como a ovejas de matanza, — 84 — Por eso esta implicado su honor, y Dios no puede desenten- derse. Asf, con el brio de esa conviccién, terminamos gri- tando: 24 Despierta, Sefor, ,por qué duermes? Levantate, no nos rechaces mas. 27 ~~ Levdantate a socorrernos, redimenos por tu lealtad. Nota. Esta manera de rezar en clave es tradicional y legitima y esta incorporada a la liturgia. Si nos resulta dificil 0 extrafia, es que necesitamos entrenamiento. Salmo 45: De boda Hoy estamos invitados a una boda. Tenemos que po- nemnos la corbata, vestir el mejor traje y asistir tiesos a la ceremonia. Si nos quedamos en el Antiguo Testamento, se trata de la boda de un rey judio con una princesa real ex- tranjera. Si trasladamos el salmo al contexto del Nuevo Tes- tamento, se trata de la boda de la Iglesia con el Mesias; en el lenguaje del Apocalipsis, la boda del Cordero con la nueva Jerusalén. La lectura cristiana de este salmo es tan tradicional y comin que lo dificil es trasladarse al reino de Judé antes del destierro. Los reyes podfan tener varias mujeres y con- cubinas, lo cual facilitaba las relaciones internacionales. In- cluso en régimen de monogamia, los matrimonios reales han desempefiado un importante papel politico (aunque no siem- pre hayan favorecido la fidelidad conyugal). Viene a cuento el famoso hexdmetro de los Habsburgo: Bella gerant alii, tu felix Austria nube. Atencion, que en la boda real del salmo manda el amor: Prendado estd el rey de tu belleza. El cham- belan es despachado a la ceremonia de invitar a la novia (que ya ha aceptado antes de cumplir el rito): 11 Escucha, mira, hija, presta oido, olvida tu pueblo y la casa paterna: 12 _ prendado esté el rey de tu belleza: rindele homenaje, que él es tu sefior. En el Génesis se dice que el hombre abandonard padre y madre para unirse a su mujer; en el salmo es la novia Ia que ha de abandonar la casa paterna para casarse con el rey. Las bodas de reyes o principes herederos todavia conservan un halo de cuento de hadas que atrae al pueblo. Si el que medita el salmo ha estado casado, que se traslade al dia feliz de la boda, para leer este salmo en ambiente: podra apropiarselo — 86 — mas fécilmente. Si no ha estado casado, que se asome a bodas de familiares 0 amigos. {.Quién es el novio del salmo? Un joven apuesto, el mas bello de los hombres, que cautiva con su modo de hablar: de tus labios fluye la gracia. E) Cantar de los Cantares lo dice con términos més efusivos: 1,3. Tu fama es un perfume que se esparce y enamora a doncellas. 4 Queremos festejarte, agasajarte, ensalzando tu amor, mejor que el vino: con razén se enamoran las doncellas. A esas cualidades naturales afiade las propias de un monarca: valiente en la guerra, justo en la paz. Espada, cetro y trono son sus emblemas. La espada, emblema bélico por la verdad y la justicia; el cetro, emblema de gobierno: cetro de rectitud es tu cetro real; el trono, emblema de la dinastia davidica: tu trono, como el de Dios, permanece para siempre. Espada para defender derechos, cetro para administrar justicia, trono para perpetuar la dinastia. No es dificil aplicar esos datos a Jesucristo. Bello entre los hombres, maravilloso al hablar (nadie ha hablado como él»: Jn 7,16), que lucha por los derechos de los oprimidos y establece un reino de justicia y se sienta en un trono perpetuo, a la diestra de Dios. De pie junto al rey, hay otro personaje: la reina madre (segtin las costumbres de la realeza en Judd). La madre del rey o del principe heredero puede llevar el titulo de reina. En el Cantar de los Cantares se lee: 3,11. Muchachas de Jerusalén, salid a la calle, muchachas de Sidén, gozad de la vista del rey Salomén, . que luce la corona de la boda. Lo coroné su madre para la fiesta de su coraz6n. En el Apocalipsis, cap. 12, la madre es probablemente la Sinagoga o comunidad judia, de la que nace el Mesias; tam- — 87 — bién es la Iglesia, que da a luz a los miembros del cuerpo de Cristo; y, segtin una tradicién persistente, es Marfa, la madre del novio, del Mesias. {Quién es la novia? Una princesa extranjera, preferida y escogida, entre otras pretendientes, por su belleza. El mayor argumento para que acepte es la autoridad y el amor del joven rey: prendado estd el rey de tu belleza. A lo cual se aiaden ventajas insignes: 13. la ciudad de Tiro viene con regalos, los magnates buscan tu favor. Tiro era entonces la gran metrépoli comercial. En el contexto del Nuevo Testamento, la princesa es la Iglesia de los pa- ganos, a quienes ama el Hijo de Dios, con quienes celebra una boda de amor. Lo mas importante que podemos decir de la Iglesia es que es la esposa del Mesias, unida por amor y fecunda. Ese podria ser el primer capitulo de una eclesiologia biblica. Las tltimas palabras del Bautista en el evangelio de Juan lo dicen asi: 3,29 El que se lleva a la novia es el novio; el amigo que est alli a su disposicién se alegra mucho de oir su voz. 30 Por eso mi alegria, que es ésa, ha Hegado a su colmo. A él le toca crecer, a mi disminuir. Crecer se refiere a la fecundidad, «creced y multiplicaos». Es el ultimo tema del salmo 45: 17 A cambio de tus padres tendrds hijos, que nombrards principes por toda la tierra. Las bodas del Mesias con la Iglesia seran fecundas: en nuevos hijos, que serdn hijos de Dios, en empresas y en obras. La Iglesia podra ser eficaz por la organizacién, pero es fecunda s6lo por el amor y la unién con el Mesias. — 88 — Invitados por el salmo a las bodas del Mesfas con la Iglesia, celebrémoslas con jabilo, como nos dice el Apoca- lipsis: 19,6 Ha empezado a reinar el Sefior, nuestro Dios, soberano de todo. 7 Hagamos fiesta, saltemos de gozo, démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero. 8 La esposa se ha preparado, le han regalado un vestido de lino, puro, esplendente. 9 Dichosos los invitados al banquete de las bodas del Cordero. — 39 — Salmo 47: Bajar para subir Un verso de este salmo nos suministra el tema de la presente meditacién: 6 Dios asciende entre aclamaciones, el Sefior al son de trompetas. Es el tema de la ascensién. Algunos autores imaginan que se celebraba una procesién portando el arca, signo de la presencia del Sefior, subiendo a la colina del templo, hasta depositarla en el camarin del santuario (sancta sanctorum). Seria una manera de representar en un drama sacro la toma de posesién por Yahvé del dominio universal. La tradici6n cristiana undnime ha aplicado este salmo a la ascensién de Jesucristo al cielo, para sentarse en el trono del dominio universal. El salmo se convierte asf en versién lirica de la proyeccién dramatica de Lucas al comienzo de los Hechos de los Apéstoles. Varias expresiones del salmo encajan perfectamente en esta lectura, y lo haré comprender aplicando a Cristo el titulo tradicional de Sefior: 6 El Sefior asciende entre aclamaciones, el Sefior al son de trompetas. 8 El Sefior es rey del mundo, 9 el Sefior reina sobre las naciones, el Sejior se sienta en su trono sagrado. 10 Los principes paganos se juntan con el pueblo del Dios de Abrahan, porque del Sefior son los escudos de la tierra, y él es excelso. (Nota. Los escudos pueden ser signo de poder y riqueza, 1 Re 10,17, y por ello botin precioso, 1 Re 14,26). —90 — El triunfo de nuestro Sefior puede ser un punto de nuestra meditacién gozosa y gloriosa. Es el triunfo de un miembro de la familia humana, de nuestro hermano mayor. Por él y en él una parte de la creacién asciende glorificada. En ese punto parecen culminar las montaiias, los astros, las galaxias. En ese momento parece culminar un proceso de millones de afios césmicos. Como si dijéramos: desde la explosicién ini- cial hasta la ascensién de Cristo. Al ascender Jesucristo, se crean un cielo nuevo y una tierra nueva: cielo, por el nuevo huésped y Sefior humano que lo habita; tierra, porque se ha Ilenado de su gloria. Gritos de juibilo, aclamaciones, batir de palmas, taner de instrumentos sean el acompafiamiento de esta ascensién. Ahora, en silencio, pasemos al segundo punto de nuestra meditacién, la aplicacién a nosotros. Hay que tomar el hecho desde més atras: Por eso dice la Escritura: Subié a lo alto llevando cau- tivos, dio dones a los hombres. Ese «subié» jno implica que habja bajado antes a lo profundo de la tierra? Fue el mismo. que baj6 quien subié por encima de los cielos para llenar el universo (Ef 4,8-10). Como si necesitara tomar carrera, bajar a gran velocidad para dar el gran salto. Asf un coche se entrega a una bajada para subir mejor un repecho. La ascensién de Cristo es la otra parte de la parabola: baja del cielo, baja a la pasién y a la muerte para ascender desde alli, y asi define el movimiento parabélico de toda ascensién cristiana. De algtin modo la prefiguré Elias. Un dia, el gran profeta ascendié al monte Horeb a encontrarse con Dios (1 Re 19); de alli hubo de bajar para continuar su tarea y asegurar la sucesién. Pero cuando Ilegé el momento maduro, invirtié la direccién. Acompafiado de Eliseo, fue bajando a Jericé, al Jordan, lo cruz6 y, estando al otro lado, lo arrebataron a lo alto en una carroza de fuego (2 Re 2). Bajar para subir. También Moisés bajé a los Ilanos de Moab antes de subir al —91— Fasga, desde donde contemplé en visién la tierra prometida y a él negada, donde murid. La vejez ,es descenso 0 ascenso? A veces a los ancianos les hacen un homenaje, reconocimiento, in extremis, de sus méritos. En la jubilacion se le ofrece al colega un banquete de honor y melancolfa. (Hay quien recibe s6lo un homenaje pdéstumo). Es verdad: en conjunto, la vejez es una lenta 0 rapida decadencia, un resbalar sin lugar donde agarrarse. Pero es bajar para subir, porque nos acercamos al gran salto. Sien- do lo iltimo y decisivo la ascensién, podemos anticipar el movimiento ascensional y transformar nuestra inevitable de- cadencia en ascensién. En la composicién del evangelio de Lucas, la ascensién comienza cuando Jestis se encara con el futuro y comienza a subir hacia Jerusalén (Lc 9), hacia la cruz, hacia el cielo. En un cosmos circular o esférico y en movimiento, {qué es bajada y qué es subida? Lo que parece bajada puede ser en realidad parte de un movimiento ascen- dente. ;Caemos en la sima o nos arrastra la tromba a la cima? Mucho depende de la posicién que tomemos. Incluso en nuestro modesto mundo planetario y solar, lo que nosotros consideramos direccién ascendente, los antipodas lo definen descendente. Algo asi en el mundo del espiritu. Ensayemos a cambiar de posicién o de punto de vista. El torbellino succioné a Elias hacia lo alto, la fuerza de traccién superaba ala fuerza de gravedad. Los espiritus estan sometidos a una fuerza de gravedad hacia arriba, hacia Dios (jo esté Dios en el abismo?). A medida que un cuerpo libre de trabas es atraido por la fuerza de gravedad, su velocidad se acelera. A medida que nuestro espiritu se acerca a Dios, su velocidad se acelera. Estdis en visperas de vuestra ascensién; ya ha comenzado: batid palmas, aclamad con gritos de jubilo, prorrumpid en aclamaciones, taried los instrumentos con maestria: el Sehor reina, y vosotros con él. Salmo 49: Rescatados Hoy el maestro se pone serio, casi adusto. No vaa dirigir una oracién, sino a pronunciar una platica. A nosotros tocaré meditarla por nuestra cuenta. Dice que tocar la citara, pero s6lo para acompajiar la cantinela; creo que sera una melodia melanc6lica, en tono menor. El maestro es bastante preten- cioso, pues pide que lo escuchen todas las naciones, los habitantes del orbe, plebeyos y nobles, ricos y pobres. No es pretencioso, sino que esté convencido del valor universal de su ensefianza. Hoy no habla de Ja historia de un pueblo, aunque sea el elegido, sino de la condici6n humana. Lo que dice de cada ser humano, que lo escuche todo hombre: 2 Oid eso, todas las naciones, escuchadlo, habitantes del orbe, 3 plebeyos y nobles, ricos y pobres. 4 — Mi boca hablara sabiamente y seran sensatas mis reflexiones. 5 Prestaré ofdo a Ia parébola y expondré mi enigma al son de la citara. Va a exponer un proverbio 0 parabola o comparacién y un enigma o adivinanza. La comparacién (el verbo S$ / m, de la misma raiz que el sustantivo) se formula dos veces con ligera y significativa variante: 13. El hombre no perdura en la opulencia sino que perece como los animales. 21 El hombre opulento e inconsciente es como animal que perece. Biolégicamente, el hombre es como el animal: mortal. Hay insectos que viven unas horas, tortugas que viven mds — 93 — de 150 afios, el gato hasta veinte, el perro hasta 35. (El hombre? Segin el salmo 90, la media son setenta, y si uno es robusto, hasta ochenta. Al maestro del salmo 49 no le interesan los nimeros, sino el hecho. Si la vida termina, no cuenta mucho la diferencia de edad. Ni cuentan otras dife- rencias. El maestro se va a fijar en las riquezas y la sabiduria. Pero jes necesario un sermén para que nos convenzamos de ello? Al menos conviene recordarlo. Lo que mas censura el maestro es el sentido de satisfacci6n que pueden provocar las riquezas acumuladas, como si ellas fueran el sentido y la seguridad de la vida: 7 confian en la opulencia y se jactan de sus inmensas riquezas. Es doctrina frecuente que no hay que confiar en las riquezas, sino en Dios: Sal 52,9 Mirad al valiente que no puso en Dios su apoyo, confié en sus muchas riquezas. Jr 9,22 Que no se glorfe el rico en sus riquezas. Prov 11,28 El que conffa en sus riquezas se marchita. Las riquezas no son un seguro de vida. El maestro afirma que con todas las riquezas 8 nadie puede salvarse ni dar a Dios un rescate. 9 Es tan caro el rescate de la vida, que nunca les bastaré 10 para vivir perpetuamente sin bajar a la fosa. Uno puede pagar un rescate para recobrar un bien (p.e. la libertad), para conmutar una pena, incluso algunas penas de muerte. Pero el rescate para conseguir la inmortalidad no tiene precio. Las riquezas pueden alejar inconvenientes, me- jorar y alargar un poco la vida; no pueden comprar la in- mortalidad. Cuando Prov 13,8 dice que «El rico paga rescate — 94 — por su vida», piensa en unos cuantos afios més de vida. Por eso el maestro afiade esta visién macabra de un pueblo que habia sido comparado a un rebafio guiado y apacentado por un Jefe, incluso por Dios: 14 __ Este es el destino de los confiados, el destino de los hombres satisfechos: 15 son un rebaiio para el Abismo, la Muerte es su pastor, y bajan derechos a la tumba. Se desvanece su figura, y el Abismo es su casa. Los muertos, inmenso rebafio humano sin diferencias; muerte personificada, su pastor. ;Con qué los apacienta? ,Adénde los conduce? Si los ricos son el modelo preferido del maestro, otro tanto dice, aunque brevemente, de los sabios o maestros: que es su propia profesién y categoria, y por lo tanto se predica también a sf. No lo pueden tachar de parcialidad: 11 Los maestros mueren lo mismo que perecen ignorantes y necios. Hay maestros ricos en conocimientos, opulentos de saber: también ellos sufren la tentacién de sentirse confiados y sa- tisfechos de su saber adquirido y acumulado. También de ellos podria decir el autor: Cuando mueran, no se llevardn nada. Sélo quedard lo que hayan dado, lo que hayan co- municado a otros. Hasta aqui la comparacién o parabola. {Nos ha ensefiado algo nuevo? Quiz4 su novedad sea el tono y el modo de ensefiarla. Ahora ,dénde esté el enigma? —Surge por el contraste con la visién precedente. La ley universal, ,admite alguna excepci6n? El maestro responde: 16 Pero a mi Dios me saca de las garras del Abismo y me arrebata. — 95 — El Abismo es lo mismo que la Muerte. Sus manos cercan al hombre cuando nace y lo agarran cuando muere. {Hay alguien més fuerte que se los haga soltar? Is 49,24 {Se le puede quitar la presa a un soldado, se le escapa el prisionero al vencedor? Dios es mds fuerte que el abismo: libra y toma y arrebata. Semejante explicaci6n jes explicar un enigma o plantearlo? El autor usa el verbo hebreo pth, que significa abrir, resolver. Pero en el contexto del AT la afirmaci6n del verso 16 es el gran enigma, y la solucién hay que buscarla en el NT: Nadie puede dar a Dios un rescate por su vida; pero alguien dio su vida en rescate por todos (Mt 20,28). No confiamos en riquezas amontonadas ni en conocimientos acu- mulados; confiamos en que, por Jesucristo y con él, Dios nos tomaré y levard consigo. Vamos a leer a trozos una pagina de Pablo, con breves comentarios intercalados para facilitar la meditaci6n. Rom 8,19 De hecho, la humanidad otea impaciente aguar- dando a que se revele lo que es ser hijos de Dios. «Humanidad» como traduccién probable de ktisis (que co- rresponde al arameo beri’a), y contrapuesta a «nosotros», los «cristianos» del v. 23. Lo que es o significa ser hijos de Dios es recibir la inmortalidad, ya que un hijo de Dios no puede acabar en esclavo de la Muerte. Eso se revela del modo siguiente: 20 Porque, aun sometida al fracaso (no por su gusto, sino por aquel que la someti6), esta misma humanidad abriga una esperanza: © que se vera liberada de la esclavitud a la de- cadencia, para alcanzar la libertad y la gloria de los hijos de Dios. «Fracaso» 0 vanidad, mataiotes del Eclesiastés; «vanidad de vanidades y todo vanidad» cuanto acaba en la muerte. O la del salmo 39, «todo hombre es un soplo»; segtin el sonido —% — hebreo, «todo Adan es Abel». Ser mortal es fracaso de un ser que tiene conciencia, que desea y no puede por sf librarse de esa maldicién abrumadora. 22 Sabemos bien que hasta el presente la humanidad en- tera sigue lanzando un gemido universal con los dolores de su parto. La humanidad entera, como mujer en trance, ansfa parir una humanidad nueva (cfr. Ap 12), digna de un destino mas alto. A la humanidad entera se contraponen los cristianos, ya li- berados en parte y no del todo; los cuales, por la experiencia de la parte, ansfan con més conciencia lo que falta: 23 Mas ain: incluso nosotros, que poseemos el Espiritu como primicia, gemimos en lo fntimo a la espera de la plena condicin de hijos, del rescate de nuestro cuerpo, * pues con esta esperanza nos salvaron. Ese Espiritu es el que resucité a Jests de la muerte (8,11). Es una primicia que recibimos como hijos mayores (cristia- nos) 0 como anticipo de lo que resta. Falta todavia el rescate * de nuestro cuerpo, que ya se entreg6 en la muerte de Jesu- cristo y que tiene que hacerse efectivo. 24 Ahora bien, esperanza de lo que se ve ya no es es- peranza; {,quién espera lo que ve? ~ En cambio, si esperamos algo que no vemos, necesitamos constancia para aguardar. Lo que aguardamos con constancia lo ha dicho el verso 11: Si el Espiritu del que resucité a Jesis de la muerte habita en vosotros, el mismo que resucit6 al Mesias dar4 vida también a vuestros cuerpos mortales por medio de ese Espiritu suyo que habita en vosotros. Salmo 55: Suavemente en paz De este salmo dramatico me voy a fijar en un verso: 18 Por la tarde, por la majfiana, a mediodfa, me quejo gimiendo. El Sefior me escucha y me redime; mi alma esta en paz. Se puede ensayar otra traduccién, tomando «paz» como ad- verbio: redime mi vida con paz, o sea, sin violencia, sua- vemente. E] resultado global no cambia demasiado: hay una sUplica insistente y un desenlace de paz y serenidad, por Ja acci6n de Dios. Casi todos deseamos la paz, pero en la tercera edad se intensifica el deseo. A una sefiora anciana que habia pasado la ultima guerra y habia perdido en ella al marido, la oi decir que, si estallaba una nueva guerra, se suicidaba. Quiza no lo haria; pero la frase muestra que, sin paz, no queria, no podia vivir. Ancianos que se glorian de sus hazafias militares cuando jévenes, creo que no querrfan repetirlas aho- ra. Dejando el contexto bélico en sentido propio, ,quién no ha tenido que luchar en la vida? Los estudios, el empleo, oposiciones, concursos, sacar adelante la familia, politica, negocios... Pasada la hora de luchar, la paz es ahora mas sabrosa. Pues bien, el salmo exalta el tema, porque habla de una paz en medio de luchas y anarquia. Como de una fuerza de ocupacién, la ciudad est4 habitada y recorrida por personajes siniestros: Crimenes, Injusticias, Calamidades, Crueldad, Engajfio. La policia que patrulla la ciudad se lama Violencia y Discordia. En medio de semejante situacién, el orante en- cuentra paz: — 98 — 10 Veo en la ciudad Violencias y Discordias, WW dia y noche hacen Ja ronda de sus murallas, En su recinto hay Crimenes e Injusticias, 12 en su interior Calamidades. No se apartan de sus calles Crueldad y Engajfio. Por si fuera poco, estos tiempos de anarquia y desorden favorecen la traicién de los amigos, aun de los {ntimos: 13. Si mi enemigo me injuriara, lo aguantaria; si me adversario se alzara contra mf, me esconderia de él. 14 Pero eres ti, mi camarada, mi amigo y confidente, 15 a quien me unfa una dulce intimidad, Entre el bullicio paseadbamos en el templo de Dios. Era una amistad envuelta en sentido religioso que ahora se ha vuelto traicién. Duele en el alma; pero el orante se dirige a Dios y encuentra la paz. Cercado en la ciudad por fuerzas hostiles, angustiado internamente, intenta una huida: en semejantes circunstancias el desierto inhéspito le resultar4 hospitalario. Pero la fuga es puramente mental: 7 Pienso: ,Quién me diera alas de paloma para volar y posarme? 8 Emigraria lejos, me hospedarfa en el desierto, 9 me pondria en seguida a salvo de la tormenta. La fuga mental no remedia nada, porque la voz del enemigo y los gritos del malvado atraviesan el muro tenue del refugio e invaden su interioridad: 4 Me turba la voz del enemigo, los gritos del malvado... — 99 — 5 Se me retuercen dentro las entrajias, me sobrecoge un pavor mortal. A pesar de todo, alcanza la paz. La tinica salida es dirigirse a Dios, en ritmo sostenido, sin darse, sin darle descanso. Hasta que libre mi alma suavemente, tranquilamente; hasta que la instale en la serenidad. Lo que no le da Jerusalén, la «ciudad de paz», se lo da Dios: la paz. Para terminar, es- cuchemos una recomendacién y pronunciemos nuestra res- puesta: 23 Encomienda a Dios tus afanes... 24 =—Yo confio en ti. — 100 — Salmo 57: jInaugura el dia sin ocaso! Hay ancianos que se despiertan temprano y se adelantan a la aurora; los hay que estén a gusto en la cama y prolon- garian el suefio y pedirfan al sol que retrasara su puntualidad. El orante de este salmo esta impaciente por que amanezca. Primero se despabila él, después despierta a su instrumento musical, y con su misica intenta despertar y apresurar a la aurora, que parece retrasarse (como cuando hacemos musica para despertar ruidosa o suavemente a una persona). Una vez que ha Ilegado la aurora, invoca al sol para que asome y derrame su luz por toda la tierra. ;Es un rito destinado al sol? El orante, como nuevo Josué, da érdenes contrarias. Josué mandaba al sol que no se ocultara; el orante manda que aparezca. ,O es més bien un rito para estimularse é1? La miisica de la guitarra no alteraré el ritmo de la mtisica de las esferas, la musica celeste. Al menos no es un rito cotidiano, sino que el orante se encuentra en una situaci6n peligrosa y espera que el remedio le Ilegue con la luz del sol. Como un enfermo grave que espera !a llegada del medicamento esencial con el primer correo matutino. En lenguaje imaginativo, quiza hiperbélico, nos dice: 5 Estoy acostado entre leones que devoran hombres: sus dientes son lanzas y flechas, su lengua es pufial afilado. Supongo que no nos encontramos en situacién tan critica; con todo, ya hemos aprendido a rezar y meditar en clave. Lo primero que haremos seré referir el texto a Cristo: lectura cristolégica, 0 «alegoria» en el sentido técnico de la exégesis patristica y medieval. Cristo est escondido en el — 101 — sepulcro, y es de noche en el mundo. La humanidad se acuesta entre fieras de odio y egoismo, entre lenguas afiladas de engafio y falsedad. Suplica impaciente la salida del libertador, la resurreccién de Cristo. Impaciente se levanta y se incita, toca y canta sus mejores canciones, apresura el alba, grita al Sefior: 8 Me siento animoso, Dios mio, me siento animoso. 9 Voy a cantar y tafier: despierta, gloria mia; despertad, citara y arpa; despertaré a la aurora... 12 jElévate sobre el cielo, Dios mio, y lene la tierra tu gloria. Resucita, Sefior, a nueva vida, inaugura el dia sin ocaso, y que la luz de tu gloria se dilate a iluminar todos los pueblos. Sea la luz que ilumina a todo hombre. El amor a Cristo se traduce en impaciencia misionera. Oraci6n para una madrugada de Pascua, en una mon- tafia, haciendo misica para saludar la aparicion regia del sol. Ahora vamos a trasladarnos al final de los tiempos, a la segunda aparicién de Cristo o parusia. Esta clave de lectura la llamaron los antiguos anagogia o ascensién, porque men- talmente, en la contemplacién, asciende el hombre al en- cuentro del Sefior. La parusia puede concebirse al final de los tiempos, para la historia de la humanidad, y puede re- ferirse al cristiano individual, para quien se acaba el tiempo y amanece la eternidad. En esa clave, el salmo toma un sentido nuevo, homogéneo con el anterior. Hay ancianos que desearian seguir durmiendo, aunque sea tumbados entre leo- nes. A pesar de los achaques, le han tomado gusto a la vida y no quieren desprenderse de ella. Que se retrase el sol. Esta muy bien sentir impaciencia por Ja resurreccién de Cristo y la difusi6n de su gloria; pero nada de impaciencia por su nueva aparicién, que me arrancard de mi puesto en la vida. Por el contrario, hemos conocido ancianos cansados de vivir — 102 — esperando; otros serenos al sentirse maduros para la cosecha; y también otros ansiosos por encontrar al fin al Sefior. San Juan de la Cruz canta su impaciencia de tal modo que la convenci6n del género no mitigue la sinceridad del afecto. Citaré sélo la copla y dos estrofas, dejando al lector que lea entero el poema y lo medite por su cuenta: Vivo sin vivir en mi y tan alta vida espero, que muero porque no muero. En mi yo no vivo ya y sin Dios vivir no puedo; pues sin él y sin mi quedo, este vivir {qué serd? Mil muertes se me hard pues mi misma vida espero muriendo porque no muero. Estando absente de ti, {qué vida puedo tener sino muerte padecer, Ja mayor que nunca vi? Lastima tengo de mf pues de suerte persevero, que muero porque no muero. Siguiendo el rastro de nuestro poeta, quiz4 un dia nos atre- vamos a despertar a la aurora y digamos cantando: jElévate sobre el cielo, Dios mio, y Ilene mi alma tu gloria! — 103 — Salmo 62: El peso real de mi vida {Cual es la consistencia del hombre? En el cuerpo, un sistema de fuerzas de cohesién, un juego equilibrado de fun- ciones. Nos mantenemos sobre la tierra por la fuerza de la gravedad y porque la tierra resiste. En el mar nos hundimos y buscamos contrarrestarlo con movimientos 0 posturas. En el aire caemos, y nos apoyamos en el portamento. Cons- truimos muros, edificios, rascacielos, utilizando materiales de cohesién y apoydndolos por la fuerza de la gravedad. En el espiritu, {cual es la cohesion del hombre? ;Lo que es o lo que posee? El hombre es un poder ser que llega a ser, un ser que puede no ser. La muerte, siempre contigua aunque diferida, la decadencia de la vejez, enfermedades y mutila- ciones, son manifestaciones de la contingencia, del ser que no posee en sf su consistencia. Las experiencias buenas y felices, en el momento en que pasan, dejan de ser, y a veces de ser recordadas. He ahi la radical inconsistencia del hom- bre. El salmo, con otro punto de vista, viene a decir algo parecido: 10 Los hombres no son més que un soplo, los nobles son apariencia: todos juntos en la balanza subirfan mas leves que un soplo. Un soplo, cuya consistencia es un movimiento leve del aire tenue, pesa mds que todos los hombres juntos. El salmo 39 decifa que cada hombre es un soplo; éste dice que todos juntos son menos que un soplo, por su levedad y brevedad. ;Dénde queda su gravedad? Entonces el hombre busca un muro donde apoyarse, un lastre con que afianzarse. Pero, por el miedo a perder su — 104 — puesto o para afianzarlo y ensancharlo, los hombres se de- dican a derribar al vecino. Derruir es la gran hazafia del egoismo: 4 {Hasta cudndo arremeteréis contra un hombre todos juntos para derribarlo, como a una pared que cede o a una tapia ruinosa? La verdad se apoya en lo que es, tiene la consistencia de la realidad, trasladada a la mente. La verdad es una fuerza de gravedad hacia el ser; la mentira y la falsedad no tienen apoyo en la realidad. Pero son instrumento de destruccién al su- plantar lo que es con lo que no es, al corroer la confianza y cohesion entre los hombres: 5 Sélo piensan en derribarme de mi altura y se complacen en la mentira; con la boca bendicen, con el corazén maldicen. El lastre del hombre, para no precipitarse hacia arriba, son las riquezas. Piensa compensar con poseer lo que le falta de ser. Mas que un sustantivo, el hombre es un posesivo: la falta de sustancia se compensa con la posesi6n; pero el afan de poseer provoca injusticias: 0 porque los bienes no bastan © porque los que se poseen no satisfacen. Entonces se recurre a la opresion, a la explotacién, al robo: 11 No confiéis en la opresién, no pongiis ilusiones en el robo. iY si las riquezas crecen no por ser robadas, sino por ser producidas y distribuidas? —Serian legitimas, incluso be- néficas: podria el hombre apoyarse y afianzarse en ellas? El salmo contintia: 11 Aunque crezcan vuestras riquezas, no les deis el coraz6n. — 105 — Quizé los afios nos hayan abierto los ojos para apreciar el valor y peso real de los bienes y de la vida. Al sentirnos mas pesados, apreciamos la levedad de la existencia. Vemos que las riquezas son entretenimiento, distraccién, mds que lastre ponderoso. Pues con el orante busquemos nuestro punto de apoyo en Dios. El Gnico punto de apoyo de la contingencia es el puro ser infinito. El salmista no lo dice en estos términos; prefiere un lenguaje mas fisico que metafisico: 3 Sélo él es mi roca y mi salvacién, mi alcdzar: no vacilaré. 8 De Dios viene mi salvacién y mi gloria, él es mi roca firme, Dios es mi refugio. Es de notar que en hebreo «mi gloria» es kebodi, que eti- molégicamente significa «mi peso, mi gravedad». Eso que nos dicen la especulacién filoséfica y la imagen del salmo tiene que entrar en nuestra conciencia y modelar nuestro corazén: 2 Sélo en Dios descansa mi alma porque de él viene mi salvaci6n. 9 Pueblo suyo, confiad siempre en él, desahogad ante él el corazén, que Dios es nuestro refugio. Dos actos correlativos son deshogarse ante Dios y descansar en él. «Desahogarse» es en hebreo «derramar el coraz6n». Toda la pena y pesadumbre, que Ilena y abruma y ahoga, el coraz6n, volcdndose, la derrama ante Dios; ya ligero y li- berado, descansa en Dios. Porque no busca como lastre el peso de la pena, sino que busca un apoyo suave, y lo en- cuentra en Dios. {Un punto de apoyo pasado o presente? Volvamos a la reflexién metafisica: los escolasticos nos ensefiaron certera- mente que el ser contingente tiene su apoyo inicial en la creaci6n, su apoyo presente en la conservacién, el apoyo de — 106 — su acci6n en el concurso. Es decir, que todo punto y momento de ser y de obrar se apoya inmediatamente en el ser infinito. iY qué decir del futuro? Aqui viene la paradoja: 6 Descansa s6lo en Dios, alma mia, porque él es mi esperanza. Nos apoyamos en el pasado, en bienes adquiridos o en méritos reconocidos; nos apoyamos en el presente, en la fuerza vital que contintia. ; También en el futuro? Nos apoyamos en Dios, que nos hizo y nos mantiene; {también en el Dios de nuestro futuro? Eso es la esperanza: un gancho arrojado que se agarra, antes de que alcancemos el puerto; la escalera colgante por donde subimos a la altura. No que Dios tenga futuro, siendo puro presente, sino que nuestro futuro esté en Dios, y a él nos agarramos para subsistir, en él nos apoyamos para des- cansar: 6 Descansa slo en Dios, alma mia, porque él es mi esperanza. — 107 — Salmo 63: Mi garganta tiene sed de Ti Una misica mejor tiraba de los sentidos, decia Juan de la Cruz. Y en este salmo otra vez —como en el salmo 34— los sentidos van a sentir y expresar el tirén de la misica divina; de esa musica mas atrayente que el canto de las si- renas. Ya el comienzo del salmo nos pone en vilo: 2 Oh Dios, ta eres mi Dios, por ti madrugo; mi garganta tiene sed de ti, mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agotada, sin agua. Madrugo impaciente, porque durmiendo estoy alejado de ti sin sentirlo. Porque dentro de mi suefio td te deslizas para inquietarme y despertarme con la fuerza del deseo. Madrugo compitiendo con la aurora, que enjuga la oscuridad del ho- rizonte para que asome el sol; y ta me iluminas por dentro, con suavidad de aurora, con plenitud solar. Madrugo, no porque me acucie el trabajo, o porque deba emprender un viaje temprano, o por disfrutar la limpia frescura de una tierra que se despierta. No; madrugo por Ti, que eres mi tarea y el éxito de ella, mi viaje y su término feliz. jQué dicha, al madrugar, tener para Dios el primer pensamiento y deseo, descubrir que me estaba esperando!: Prov 8,17 Yo amo a los que me aman, y los que madrugan por mi me encuentran dice, invitando, la Sabidurfa. Nada mas despertar, siento sed. El clima es seco, quiza he sudado. La garganta reseca ocupa la conciencia y me recuerda que, en cierto sentido, el agua es mi elemento dentro — 108 — de mi. La «garganta» (nepesh) es también el alma. La sed fisica es nada comparada con la sed de Dios. Tt sf que eres mi elemento, por dentro y por fuera, Dios mio. Mi garganta tiene sed de agua, mi alma tiene sed de Dios. Como la cierva que busca corrientes de agua, «como tierra reseca, agostada, sin agua». El agua es la vida, la fertilidad de la tierra: Sefior, iqué cosecha puedo yo dar si no me riegas y empapas? Con mis brotes agostados y mi follaje flaccido, reclamo tu riego, Agua mia. No me basta sofiar: Is 29,8 | Como suefia el sediento que bebe y se despierta con la garganta reseca, mi carne tiene ansia, desfallece por ti. Porque la carne es como hierba (Is 40,6); la carne es débil sin tu aliento. Por ti madrugo, mi garganta tiene sed de ti, mi carne desfallece por ti. Al otro extremo de la mafana esta la noche: tiempo de dormir, tiempo de sofiar. —Todavia no, Sefor, sino tiempo de pensar en ti: 7 Sienel lecho me acuerdo de ti y velando medito en ti, es que fuiste mi auxilio. Durante el dia, Sefior, me han ocupado mis tareas, recla- mando toda mi atencién. Durante el dia se han ido acumu- lando experiencias, sin tiempo para elaborarlas. La noche es tiempo de traer a la memoria para rumiar y asimilar. Pero yo tengo un tema de recuerdo y meditacién: ti, Dios mio. Porque a lo largo de este dia y de otros muchos antes, ni eres mi auxilio. Durante quince horas, casi sin que me diera cuenta, me has mantenido y has colaborado conmigo, has sido mi auxilio. Deja, Sefior, que un rato repase de modo concentrado tu presencia. Tu recuerdo me serena, tu medi- taci6n me descansa. Si algo me desvela, no son las preo- cupaciones, sino Td. Mi carne desfallece y se tiende en el lecho a descansar: ya no me distrae. Mi conciencia repleta — 109 — y abstraida retira sus asuntos para centrarse en Ti. Con tantas cosas, estaba medio vacia, s6lo contigo se siente Ilena. Dulce lecho, despertador de tu recuerdo, albergue de mi meditacién. Antes de que se me cierren los ojos y los sentidos, voy a recordar también lo que sintieron durante el dia. Los ojos: 3 C6mo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria. En el templo observo la belleza de la arquitectura, el espacio modelado, las columnas esbeltas en fila, la armonia instan- ténea y permanente. En ello y mas alla de ello, te contemplo a Ti. Las fuerzas que sustentan y contrarrestan me ensefian tu fuerza. La luminosidad del granito, el esplendor del atrio realzado por la sombra bien repartida me descubren tu gloria. Yo conozco otro templo tuyo, Sefior: el cielo limpido y terso 0 escenario de un ballet de nubes, Ia tierra con sus montafias y bosques y mares. Ellos me muestran tu fuerza y tu gloria, porque /lenos estan el cielo y la tierra de tu gloria. Mis ojos ven y mi espiritu contempla. Toda la creaci6n es traslicida, y lo que trasluce eres té: Cémo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria. EI gusto. En el templo disfruto con otros del banquete sacrificial. Satisfaciendo el apetito soy comensal tuyo. Ta repartes la carne de las victimas, y yo 6 — me sacio como de enjundia y de manteca. Tu eres mi alimento cotidiano, y yo me sacio y no me sacio, porque el que come tendrd mds hambre (Eclo 24,21). Yo te saboreo a gusto, porque me han dicho: Gustad y ved qué bueno es el Sefior (Sal 34,9). Afiname, Sefior, el gusto, para que descubra en ti mil sabores y nunca me canse de ti: 6 Me saciaré como de enjundia y de manteca y mis labios te alabaran jubilosos. EI tacto. Recuerdo cuando era nifio y daba la mano a mi padre y camindbamos a pasos desiguales. Yo sentia el — 110 — contacto de su mano, caliente y firme, y en su mano se me comunicaba mi padre. O bien, cansado de caminar, lograba que mi madre me tomara en brazos, y yo respiraba junto a su pecho. Asi y mucho mis, 9 mi aliento esta pegado a ti y tu diestra me sostiene. iOh, sentir el contacto de Dios por dentro y por fuera...! Su firmeza y ternura, su calor temperado, su elasticidad para que yo me pliegue. Estar pegado a él, sentir su fuerza ad- hesiva sin que nadie ni nada me despegue. Entrar en contacto con él, estar en contacto con él, esperando el abrazo defi- nitivo, paternal y maternal, de Dios: 8 A la sombra de tus alas canto con jabilo, mi aliento est4 pegado a ti y tu diestra me sostiene. Cuando Ilegue ese momento supremo, {sera la noche serena del descanso, cuando el recuerdo se convierta en presencia? {Sera un amanecer sin sed ni desfallecimiento? Entretanto, Sefior, despierta mis sentidos y elévalos hacia Ti, que 4 Tu lealtad vale mds que la vida, te alabaran mis labios y toda mi vida te bendeciré. —li— Salmo 65: Mi Padre sigue trabajando En una ocasi6n en que reprochaban a Cristo que trabajase en sdbado, respondié polémicamente: Mi Padre sigue tra- bajando y yo trabajo. Asi corrige, si no el enunciado de Gn 1, si una interpretacién demasiado literal. En lenguaje filo- s6fico, dirfamos nosotros que Dios esta por encima de la distincidn trabajo-reposo, que trasciende esas categorfas hu- manas. En otra ocasién, y en lenguaje imaginativo, afirma Jests: Mi Padre es el labrador, concretando el trabajo segin la cultura dominante de la época y adaptada a los oyentes. En nuestra cultura, ,podriamos decir que el Padre es el obre- ro, el ingeniero? Muchas imagenes se pueden usar correc- tamente para expresar algtin aspecto inefable de Dios... Hoy nos vamos a atener a la imagen agricola que nos ofrece el salmo 65. Dios es el labrador, el Padre de familia que tiene que lograr sustento para sus hijos. Con carifio para los suyos, con respeto por la tierra y sus ritmos, va ejecutando cuidadosa- mente las diversas operaciones del agricultor: trazar los sur- cos, regarlos, rastrillar, atender al crecimiento. Después el labrador atiende a otras plantas, vifiedos y frutales, que ha dispuesto en laderas de colinas, y hierba de pasto para el ganado. Al leer el texto, debemos fijarnos en el cuidado de los detalles: 10 Tui cuidas de la tierra, la riegas y la enriqueces sin medida. La acequia de Dios va llena de agua. preparas sus trigales. 11 Asf la preparas: riegas los surcos, igualas los terrones, tu llovizna los deja esponjosos; — 12— bendices sus brotes. 13 Coronas el afio con tus bienes: tus carriles rezuman abundancia. 13 Rezuman los pastos del péramo y las colinas se orlan de alegria. 14 Las praderas se visten de rebafios y los valles se visten de mieses que aclaman y cantan. Al final, un ancho paisaje verde de hierba, blanco de lana, amarillo de mieses. Y presente, aunque escondido, Dios, el Padre. Estamos acostumbrados a pensar en Dios como creador, que da comienzo a la existencia de los seres; tenemos menos costumbre de percibir a Dios perpetuamente activo en su creacién. Como si el séptimo dia diera por terminadaas sus faenas y se entregara al reposo perpetuo. Esa imagen es la que quiere corregir Jesis: Mi Padre sigue trabajando. Los fildsofos proponen la ensefianza del concurso divino. San Ignacio, en su contemplacién para alcanzar amor, propone un punto particular sobre la actividad permanente de Dios. Tenemos que ejercitar con frecuencia ese tipo de contempla- cién. No solo la hermosura armoniosa de ese abeto, la fronda de esa haya, sino también la fuerza de succi6n de sus raices, la fuerza ascendente de la savia para llegar a cada hoja y brote y flor y fruto. La fuerza que transforma los jugos de Ja tierra en formas precisas de flores, en aromas, en gustos no catalogados. En el planear del condor, en el surcar de la ballena, en el saltar de la gacela esta activo Dios: ino lo notéis? Coronas el ano con tus bienes. No sélo comienza, sino que corona, porque acompaiia todo el ciclo. Reprime el estruendo del mar. Pero también en el palpitar de las mareas, en el jadear del oleaje, en las corrientes marinas apenas vi- sibles, esta activo Dios. Y en el mundo estelar y en el mundo de las particulas subatémicas. ;Quién podrd cansarse de con- templar? Jubilados forzosos por la sociedad 0 por nuestro organismo, podemos dedicarnos a contemplar esa maravillosa y multiple y discretisima actividad de Dios, el cual también —113— colabora en nuestra actividad. Hacia fuera y hacia dentro podemos enfocar la observacién. Como el peso no es inercia, sino fuerza de atraccién siempre activa, como la luz al parecer inmévil es energia velocisima, asf la gloria de Dios es activa: Llenos estdn el cielo y la tierra de tu gloria en accién. También en la historia esta activo el Sefior, de manera patente o discreta: 6 Con portentos de justicia nos respondes, Dios, salvador nuestro. Es verdad que muchas veces lo que vemos es injusticia, y nos parece como si Dios se desentendiera o diera largas. Observemos la fuerza del sentido de justicia entre los hom- bres: trabajo por el bien comin, didlogo, comprensién, co- laboraci6n, previsién, acuerdos. Puede llegar un momento en que se precipite un proceso de victoria de la justicia, a escala regional 0 mundial, como en los afios 1989-90. Son portentos de justicia en los que actia Dios. EI texto del salmo introduce como protagonista a Dios; el evangelio de Juan lo llama mi Padre. Es un detalle que debe enriquecer nuestra meditacién. En el salmo, Dios se muestra labrador diligente. Segtin San Juan, toda la actividad de Dios es paterna, amorosa. Al contemplarla, la prodigiosa actividad de Dios nos sobrecoge de estupor, su afecto per- sonal nos Ilena de gozo: 9 Los habitantes del extremo del orbe se sobrecogen ante tus signos, y a las puertas de la aurora y del ocaso las llenas de jibilo. «Puertas de la aurora» y «el ocaso» son dos puntos extremos que sefialan dos momentos del ciclo solar cotidiano. Ahora vamos a tomarlos como simbolos: Si identificamos Ja aurora con el nacimiento, falta el gozo consciente, queda acumulado para cuando tomemos —114— conciencia y empecemos a celebrar nuestro cumpleafios, que es aniversario del nacimiento. Correlativamente, el ocaso significaré la muerte: {puede Ilenarse de jubilo? Al menos con la esperanza cierta: 6 Td, esperanza del confin de la tierra y del océano remoto. Estamos a las puertas del ocaso 0 acercandonos a ellas, para acudir a una cita ineludible: A ti acude todo mortal («ad te omnis caro veniet», dice la Vulgata y cita la liturgia de di- funtos). Pidamos al Padre que dirija su actividad a lenarnos de gozo, y digamos: 5S Dichoso el que tu eliges y acercas para que viva en tus atrios. Que nos saciemos de los bienes de tu casa, de los dones sagrados de tu templo. —us— Salmo 67: Invocamos tu bendicién {A quién toca bendecir? —A Dios. ;Quién pronuncia la bendicién invocando al Sefior para que bendiga? Seguin Nm 6,23, los sacerdotes descendientes de Aarén: Di a Aarén ya sus hijos: Ast bendeciréis a los israelitas». Segiin Gn 27, toca al anciano padre antes de morir, para establecer al he- redero legitimo. Segtin Gn 14, toca al sacerdote extranjero Melquisedec. Segin Nm 23-24, al hechicero y adivino Balaan controlado por el Sefior. En el salmo 67, si habla un presi- dente de la liturgia, lo hace en nombre de toda la comunidad, como muestra el plural: 2 Dios tenga piedad y nos bendiga, muéstrenos su rostro radiante. El contenido de la bendicién del salmo es doble. Para la tierra, la fertilidad: La tierra ha dado su cosecha. Para las naciones, el gobierno justo: Riges el mundo con justicia, riges los pueblos con rectitud. Veremos en Gn 47,7.10 cémo el anciano Jacob bendice al poderoso Faraén. Quizd le toque a cualquier anciano, en virtud de sus afios, invocar la bendicién de Dios por la pros- peridad de la tierra y la justicia de los gobiernos. — 116 — Salmo 71: Mirando atrds y adelante Este salmo es explicitamente la oracién de un anciano: «ahora, en la vejez y las canas». El orante se siente ame- nazado, combatido, en grave peligro; la experiencia le ensefia a confiar en el Sefior: Mi peria y mi alcdzar eres ti. Desde la altura de la vejez repasa su vida en visién de conjunto, indiferenciada, y en algunos momentos salientes. Se remonta al nacimiento, segtin costumbre hebrea, su- poniendo que el nacimiento define la direccién de la vida: 6 Enel vientre materno ya me apoyaba en ti, en las entrafias té me sostenfas. Dios controla la vida entera, incluso esa etapa sorprendente y misteriosa que discurre en el vientre materno. Cuando la criatura no se conoce, y Dios la conoce enteramente; cuando la madre s6lo sabe de una presencia, y Dios dirige todo el proceso; cuando los demas sélo ven un bulto, y Dios lo esta modelando. El salmo 139 explica algo mas: 13 Me has tejido en el seno materno. 15 Cuando en lo oculto me iba formando y entretejiendo en Jo profundo de la tierra, 16 tus ojos veian mi embri6n. La madre de los Macabeos da testimonio de su ignorancia, 2 Mac 7: 22 Yo no sé c6mo aparecisteis en mi seno; yo no os di el aliento ni la vida ni ordené los elementos de vuestro or- ganismo. ~ Fue el creador del universo, el que modela la raza humana y determina el origen de todo. —l7y— En tiempos biblicos, gestacién y nacimiento eran procesos mucho mas peligrosos que en nuestros dias. La madre y el hijo estaban amenazados por fuerzas que desconocian. Cuan- do la criatura se lograba, sentian los padres mds proximo el auxilio divino: Té me sostentas. También el salmo 22 expresa esa conviccién: 10 Fuiste ti quien me sacé del vientre, me tenias confiado en los pechos de mi madre; 11 desde el seno pasé a tus manos, desde el vientre materno ti eres mi Dios. Mas arriba se remonta Jeremfas, escogido para su mision antes de nacer y ser concebido (Jr 1). Una segunda etapa decisiva en la vida es la adolescencia y juventud, afios de aprendizaje. Ha concluido gran parte del desarrollo fisico, mientras va cobrando volumen el desarrollo intelectual y espiritual. Tiempo en el que son importantes (pueden ser decisivos) los buenos maestros. Mirando hacia atrés, el orante comprueba que ha tenido un maestro unico: 17 Dios mfo, me instruiste desde mi juventud. Y no ha sido una simple instruccién teérica, sino que ha empleado también las experiencias de la vida, su palabra escrita y hablada, sus Ilamadas interiores, las ensefianzas de los que transmitian su mensaje. El salmo 16,7 confesaba: Aun de noche me instruye internamente. Mas de diez veces pide el orante del salmo 119 a Dios que lo instruya; en el Sal 94,10, Dios leva el titulo de Instructor. Gracias, Sefior, porque desde la juventud me has puesto en contacto con buenos y grandes maestros: con las obras de San Agustin y Santo Tomas, con La Puente y La Palma, con tantos escritos de nuestra tradicién cristiana. Més gracias porque me has instruido por medio de la oracién y la con- templacién, en ejercicios espirituales. Gracias porque te has hecho accesible para un trato personal, en el cual he aprendido las cosas mds importantes del modo més eficaz. Gracias tam- — 118 — bién porque, ademds de instruirme, me has corregido y no me has consentido. Lo dicen los Proverbios: 22,15 La necedad se pega al coraz6n del muchacho: la vara de la correccién se la apartard. 22,6 Acostumbra al muchacho al buen camino: cuando envejezca, no se apartard de él. Han pasado muchos afios, ,qué diré de ellos? El orante se refiere a ellos en conjunto; el que se apropia el salmo puede detenerse para recordar otros momentos més impor- tantes de su vida. Hagamos la prueba: 20 Me hiciste pasar por peligros, muchos y graves Peligros fisicos: enfermedades, accidentes, operaciones; pe- ligros espirituales: compafifas peligrosas, tentaciones, engafio y desorientacién... Pero fuiste mi esperanza y mi confianza. Por todo ello, 8 Llena estaba mi boca de tu alabanza y de tu gloria todo el dia. Asi he Ilegado a la vejez; y haber Ilegado a ella es otro don de Dios, una prolongada victoria de la vida. Cada aio de nuestra vida es un don de Dios; pero, pasados los setenta, cada afio es una propina. Nos agrada seguir viviendo, nos enfada la fatalidad de dar en la vejez. No seamos caprichosos: también la vejez es don si Dios nos acompafa: 9 No me rechaces ahora en la vejez; cuando me faltan las fuerzas, no me abandones. 18 Ahora, en la vejez y las canas, no me abandones, Dios mio. A muchos ancianos los abandona o retira la familia, porque dicen no tener espacio. A otros los abandonan los colegas, porque dicen no tener tiempo. Muchas veces nos abandonan las fuerzas, nos abandonan los sentidos y nos falta la co- — yg — municacién. Nos cansamos de leer, no seguimos una con- versacién. Nos abandona el interés por participar. Ta al me- nos, Dios mio, no me abandones. Mi vejez te recuerda toda la actividad que has invertido en mf; al cumplir afios, te recuerdo mi nacimiento. Después de setenta afios cuidando de mi, {me vas a abandonar? Sal 138,8 — Sefior, tu lealtad es eterna, no abandones la obra de tus manos. iTe cansas de mi? Yo no me canso de Ti. Sefior, en la vejez y las canas no me abandones. No me abandones, porque me queda algo por hacer, quizé mucho: 18 No me abandones, Dios mio, hasta que describa tu brazo a la nueva generacién. Durante ajios he recogido una tradicién centenaria y he acu- mulado experiencia acerca de Dios. Me toca pasarsela a otros, como antorcha en el relevo. Si hasta hoy he relatado tus maravillas, tengo que seguir, porque no he terminado; mi boca hablaré de tu justicia. Tu brazo no tiene limites de poder y es inagotable su destreza: 18 hasta que describa tu brazo a la nueva generacién, 19 tu fortaleza, tu victoria excelsa, las hazafias que realizaste oh Dios, ,quién como ti? «No me abandones» significa también que no me abandone la esperanza, con Ja cual miro al futuro préximo y ultimo; la confianza, con la cual descanso en Dios. Como el Adviento, al prepararnos a conmemorar la primera venida del Sefior, nos inculca la esperanza, asi el mismo Adviento, trayendo a la mente la segunda venida del Sefior, nos confirma en la esperanza: — 120 — 5 Fuiste mi esperanza y mi confianza, Sefior, desde mi juventud. 13 Yo seguiré esperando, redoblaré tus alabanzas. Sé que no me has abandonado hasta ahora ni me abandonards en la vejez. El que yo pueda meditar los cantos que Ta inspiraste prueba que no me abandonas. Al final, Ti me acogerés. Porque, si yo espero en Ti, Ti me estas esperando: 20 Me hards revivir alzandome de las simas de la tierra. 21 Acrecerds mi dignidad, de nuevo me consolaras, 22 ~y yo te daré gracias con el arpa, Dios mio, por tu lealtad. * 4k (Quedan muchos salmos por meditar. Espero que los esco- gidos sirvan de ejemplo y de aprendizaje). — 121— SEGUNDA PARTE VINETAS BIBLICAS DE ANCIANOS ENTRADA Al morir un personaje ilustre, su ciudad le erige un monumento, un escritor le dedica una biografia. La estatua fija un momento de su vida, un gesto frecuente, una actitud que exprese o simbolice su aportacién trascendente. Si a la estatua le toca erguirse en medio de una plaza o avenida, se alegrara de ser de bronce o piedra y no tener que aspirar los gases del tréfico: volveria a morirse. Si le ha tocado alzarse o descansar en un parque, mirar4 desde arriba juegos infan- tiles, nifios que, sin saberlo, se familiarizan con la grandeza. (Estoy pensando en la estatua de Coldén en plena Castellana, en las de Schubert y Mozart en el Parque Municipal de Viena). Pues bien, aunque la biografia no se exhiba en pi- blico, sino que se recate en estantes de bibliotecas, pienso que es mejor recuerdo y presencia del personaje. Esto parece no venir a cuento, porque a nosotros no nos van a erigir estatuas ni van a escribir nuestra biografia. No somos tan importantes. (Quizd no para los hombres, sf para Dios). Cada hombre es importante para Dios, cada uno esta Namado a ser su interlocutor, su hijo, su heredero. Sélo que Dios procede de otra manera. El segundo capitulo del Génesis lo presenta como alfarero o escultor, y no pocos textos del Antiguo Testamento lo llaman el Modelador (rafz hebrea ysr). Adan queda terminado de una pieza y en una sesién. Cuando Jo tiene acabado, Dios le infunde aliento de vida, y la estatua empieza a vivir. ,Cudndo nos modeld Dios a nosotros: en el seno materno? Pero no salimos terminados ni en tamafio ni — 125 — en desarrollo. Dios nos sigue modelando a lo largo de la vida, también durante la vejez. Especialmente si tenemos en cuenta que la Biblia emplea la misma raiz ysr para designar el tem- peramento y la mentalidad. El modelado no est4 concluido, hay que darle la altima mano. Job se quejaba a Dios desde su terrible enfermedad: 10,8 Tus manos me formaron, ellas modelaron todo mi cuerpo zy ahora me aniquilas? Como si Dios fuera un escultor caprichoso que, hastiado de su obra, decide no terminarla. No es as{: aunque padezcamos enfermedades como Job, aun por medio de ellas, Dios nos sigue modelando hasta dar la ultima mano. Con todo, prefiero la imagen de la biografia. ;La es- cribimos nosotros o la escribe Dios? El buen novelista coloca a sus personajes en situaciones criticas o de prueba, observa cémo reaccionan y lleva asi adelante su novela. Asi Dios nos va colocando en situaciones de decidir, para ponerte a prueba y conocer tus intenciones (Dt 8,2). Pequefias o grandes de- cisiones en las que nos vamos haciendo y, a la vez, mani- festando; pues lo que atin no se ha hecho no se manifiesta. Nuestra biograffa esta por completar, y quién sabe si el dltimo capitulo sera el mas importante... «Biografia incompleta» se llama un libro de poemas de Gerardo Diego: buen titulo para nosotros. Si a nosotros nos toca escribirlo, dejemos que Dios nos guie la mano. Un dia, Dios sabe cual, se escribira la palabra fin, que significa: aqui empieza la segunda parte, la mejor. Ahora vamos a fijarnos en algunas figuras de ancianos en la Biblia, para meditar esos capitulos tiltimos que Dios ha modelado y el autor inspirado ha fijado en un texto. De cada uno podremos aprender algo, porque su misién fue varia. Son personajes del Antiguo y del Nuevo Testamento, que presentaré en un friso estilizado, como una galeria de pre- sidentes en el atrio de una universidad, como una serie de santos alineados en las paredes de una basilica. — 126— 1. Simeon Concedo el primer puesto a Sime6n, declaréndolo nues- tro patrono especial. {Es Simeén del Antiguo o del Nuevo Testamento? De ambos, pues en él se juntan los dos como en un vértice. El «anciano Sime6n»: asf ha pasado a la historia y al lenguaje, con el titulo prominente de anciano; y, como tal, es buen modelo evangélico para nosotros. Con el articulo determinado se sustantiva el adjetivo; como si dijéramos: el anciano cuyo nombre es Simeon. Sime6n alargé sus dias por las ganas que tenia de vivir, por la necesidad que tenia de vivir. Vivir para ver. Esas ganas se las alimentaba por dentro la voz secreta del Espiritu Santo, que era su consejero particular. El anciano Simeén, no cabe duda, habia recitado muchas veces el salmo 16 y repetia con fruicién aquel verso; 7 Bendeciré al Sefior, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Sobre un punto particular Sime6én podia asegurar: Soy mds docto que todos mis maestros (Sal 119,99). Sabia que durante su vida llegarfa el Mesfas esperado. Lo que Sime6n tenia que ver con sus ojos era lo mds importante de la historia de Israel: «Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron (Mt 13,17). La fecha exacta estaba fijada por Dios, pero el Espfritu no le habia revelado a Sime6n ese particular, para que viviera de esperanza dia a dia: si esta noche me acuesto sin haberlo visto, me queda otro dia de vida. Esperar era su pan de cada dia, su mana por el camino. Los mejores de Israel habian aprendido a volver el rostro hacia el futuro, sin olvidar el pasado. Fue una profunda con- — 127 —

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