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: PEDRO Y ROMA La figura de Pedro en los dos primeros siglos de la Iglesia Joachim Gnilka Tae | Wanye ee eae eid aa eater Bae rea ed BIBLIOTECA HERDER JOACHIM GNILKA PEDRO Y ROMA La figura de Pedro en los dos primeros siglos de la Iglesia Traduccién VicToR ABELARDO MARTINEZ DE LAPERA Herder Titulo original: Peecus und Rom. Das Pecrusbild in den ersten zwei Jahthunderten Tradueciin: Victor Nbelardo Martinez. de Lapera Dine de la cubierta: Claudio Bado y Méica Bazin © 2002, Verlag Herder im Breisgau © 2003, Herder Editorial, $.L., Barcelona ISBN: 84-254-2284-1 La reproduceisn roral o parcial de esta obra sin el consentimieato expreso de los ttulares del Copyright esté prohibida al amparo de la legislacinvigente Fotocomposicién: CoMPTEX & ASS, S.L. Imprenta: BALMES Depésito Legal: B - 16.142 - 2003 Printed in Spain Herder fe {NDICE Proloeo Capitulo 1. INVESTIGACION SOBRE PEDRO... - Capitulo 2. ORIGEN Y PROFESION 1. En Betsaida .. 2. En Cafamatn .. Capitulo 3. SIMON EL DISCIPULO DE Jests 1. Lallamada .......... 2. Hospedaje en la casa de Sim6n 3. Posicién en el circulo de los discfpulos . 4, Fracaso y nuevo comienzo -Viernes Santo y Pascua .. Capitulo 4. LA POSICION DE SIMON EN LA IGLESIA NACIENTE . 1. Dirigente de la comunidad madre de Jerusalén . 2. Actividad misionera . (Capihulo || MARTINO MUERTE 1. Elmartirio en Roma .. 2. La tumba de Pedro Capitulo 6. PEDRO VISTO POR LOS EVANGELISTS vo... 000 0eeeeee verses 1. Marcos 2. Mateo pues 3. Los escritos lucanos ....... in Capitulo 7, LAS CARTAS DE PEDRO 1. La primera carta de Pedro. 2. La segunda carta de Pedro .. 3. jExistié una escuela de Pedro? Resumen de los datos del Nuevo Testamento Capitulo 8. El. SIGNIFICADO DE PEDRO Y DE ROMA EN LOS PRIMEROS TIEMPOS POSTNEOTESTAMENTARIOS .. 1, La primera carta de Clemente... : 2. Lacarta de Ignacio de Antioquia a los romanos La disputa sobre la fecha de la celebracién de la Pascua y otros litigios webs ee ee cent ees 4. Listas de los obispos / presbiteros romanos Argumentos y reflexiones escrituristicos. . u 19 19 24 29 30 36 — 51 67 67 75 93 93 106, 121 B Wa) 127 136 143 151 151 158 166 168 173 174 180. 189 201 207 Capitulo 9. APOCRIFOS ATRIBUIDOS A PEDRO... Compendio de los datos postneotestamentarios . . Bibliografia ..... . Indice analitico y onoméstico . Indice de citas biblicas ... 219 227 231 233 235 PROLOGO Muy contados son los personajes de los que se informa en el Nuevo Tes- tamento de los que es posible e importante escribir un libro. Estos personajes son, ante todo, Jestis de Nazaret y el apéstol Pablo de Tarso. He escrito libros sobre ambos (1990 y 1994), y agradezco a los lectores la buena acogida que les han dispensado AI lanzarme ahora a escribir un libro sobre Sim6n Pedro, soy consciente de la diversa situacion de las fuentes. Aunque ésta es mucho mas complicada, merece la pena, sin embargo. aproximarse a esta figura co-fun- dadora del cristianismo. Entre los Apéstoles, es él, junto a Pablo, aquel cuyo nombre y actuacién han tenido una repercusién mds decisiva. No s6lo por destacarme de los libros sobre Pedro ya existentes, sino por el asunto mismo, he llevado mi investigaci6n allende las fronteras del Nuevo Testamento. Merecen nuestra atenci6n especial los comienzos de la historia de la actuaci6n del apéstol Pedro. Su camino conduce desde Betsaida, pasando por Cafarnatin «en la ribera del mar de Galilea» (Mc 1, 16) y por Jerusalén, hasta Roma; discurre desde el estar con Jestis, pasando por su actuacién misio- nera, hasta el martirio en la metrépoli del imperio romano. Su memoria se ha mantenido viva de forma especial, hasta hoy, en Roma. El Obispo de Roma se autodenomina su sucesor. En la cipula de Bramante de la basilica de San Pedro de Roma pueden leerse, sobre fondo dorado, las palabras de Mt 16, 18. Las investigaciones que presentamos aqui se centran en la estricta vida apostélica del otrora Pescador y en la comunidad romana del siglo 11. Si buscamos hoy, tras una nueva unidad de la Iglesia dividida, de seguro que la nueva reflexién no aportara un modelo nuevo que se deba reedificar al cabo de la bimilenaria historia de la Iglesia, pero quizés suministre estimulos para que, proviniendo desde diferentes posiciones, nos sintamos mas a gusto cn la cristiandad conservando la diversidad. Agradezco de nuevo al Dr. Peter Suchla, de la Editorial Herder, la bue- na colaboracién. JOACHIM GNILKA Miinich, 6 de Enero de 2002 CapiruLo 1 INVESTIGACION SOBRE PEDRO La investigaci6n sobre Pedro despierta con la llegada de la exégesis bibli- ca como ciencia. En un principio, no constituye el centro del interés la perso- nalidad de Pedro, También el interés por Pablo es bastante mayor que el que se siente por Pedro. Sin duda, se debe esto a que de Pablo tenemos muchas més informaciones que de Pedro. De las dos cartas de Pedro, la segunda fue obje- to de discusin desde un principio. Ya Eusebio de Cesarea apunta ciertos repa- ros'. La constelacién en la que Pedro queda en desventaja, de seguro que se ve afectada por las fechas en las que nace la exégesis cientifica. Eran los tiempos de la Reforma, para la que Pablo era el mas importante. La investigacién sobre Pedro nace propiamente al constatarse diferencias entre Pedro y Pablo, y pregunta por la relaci6n entre ambos y por las conse- cuencias que se derivan de ahi para la evolucién de la historia de la teologia y para la politica eclesidstica. No se detectan s6lo diferencias, sino, incluso, algu- nas contraposiciones insalvables. Se ve a Pedro como el representante del judeo- cristianismo palestino, mientras que se concibe a Pablo como el representan- te de un cristianismo universal abierto al mundo pagano. Asi, J. S. Semler (1725-1791) dice: «La aversién de los partidarios de Pedro respecto de los pulos de Pablo es innegable desde los restos més antiguos de una histo- ria», Confiere a esta constelaci6n su plasmacién clasica F. Chr. Baur (1792- 1860) que, a lo largo de su vida, evoluciona desde una posicién conservadora hasta convertirse en un exégeta altamente critico. Publics los primeros resul- tados de su investigaci6n critica en un trabajo sobre «El partido de Cristo en la comunidad de Corinto, el enfrentamiento del cristianismo petrino y paulino en la Iglesia naciente, el apéstol Pedro en Roma». Conio revela esta entrada, los argumentos se toman, en primer lugar, de las cartas de Pablo. Segiin Baur, en 1. Hist. ecl. 3, 3, 1: «Respecto de la llamada segunda (carta de Pedro) se nos ensefia «que no forma parte de la Biblia. Con todo, muchos la consideran Gtil, de forma que la equi- paran a los otros escritos». También Jeronimo, De viris illustribus 1, nos dice que son muchos los que niegan que Pedro sea el autor de la segunda carta por las diferencias esti- listicas respecto de la primera carta. 2. Citado segin Kiimmel, Das N7, 80, Del mismo modo Th. Morgan (+ 1743) en Kimmel, Das NT, 62. el enjuiciamiento del judaismo divergen los caminos y direcciones de ambos apéstoles. Mientras que Pedro espera que el cristianismo puede reconciliarse con el judafsmo, la otra orientacién duda de la conversién de los judios a Jestis. Admite Baur que la ruptura entre el judeo-cristianismo petrino y el cristia- nismo que Pabio Ileva a los gentiles es s6lo de caracter pasajero. De ambas corrientes emané, en un proceso largo, como de la confrontacién entre tesis antitesis, la sintesis de una unidad superior. Segtin este concepto influido por la concepcién hegeliana de la historia como proceso dialéctico, de la fusién del petrismo y del paulismo surgié la Iglesia catélica’. Esta ingeniosa concepcién del nacimiento del cristianismo primitivo, don- de Pedro aparece como el representante del judeo-cristianismo, ha perdura- do durante largo tiempo, y -como veremos- sigue influyendo todavia hoy, aun- que de otra manera. Sin duda, vemos ahora con més matices la relaci6n entre el cristianismo de los judios y el de los gentiles, entre Pedro y Pablo. La con- cepcién de Baur adolecia de sobrevalorar el peso del judaismo y de atribuir s6lo a Pablo la tendencia universal’. El litigio entre el judaismo extremo y la misién paulina se inflamé sélo tras el reconocimiento de la misién de Pablo por los primeros apéstoles. El judafsmo extremo retrocede y tras la catastrofe del afio 70- se torna insignificante. Pedro mismo adopta una postura de distan- ciamiento respecto de éste y emprende su viaje misionero hacia Occidente, abandonando Jerusalén y, después, Antioquia. En el siglo xx cambia el panorama de la investigacion. La personalidad de Pedro comienza a resultar interesante. Se escriben libros sobre él. En espe- cial la promesa a Pedro recogida en Mt 16, 16-19 es objeto de una atencién increfble. Se publican muchisimos trabajos, principalmente en forma de arti- culos, con concepciones contrapuestas, como era de esperar. Toda esta activi- dad es dificilmente comprensible sin el concilio Vaticano I. Este, con su dog- ma de la infalibilidad, oblig6 a los tedlogos a tomar postura. Los exégetas se concentraron en la interpretacién del pasaje de Mateo. Ofrecen aportaciones importantes Ch. Journet, K. L. Schmidt, J. Ringer, A. Vétgle®. Se explotan todas las posibilidades de interpretacién. El debate se concentra de nuevo sobre la cuestién de si nos encontramos 0 no con un ipsissimum verbum de Jestis. Pre- cisamente ahi se pone de manifiesto la posicin superada. Entre tanto, hemos adoptado otra relacién con la tradicion de Jestis, precisamente desde el punto de vista teolégico. La reconstruccién hist6rica ~con todo lo necesaria que es— permanece en cl terreno de lo hipotético. El debate teolégico gira entorno ala Palabra hecha Escritura. 4, Baur reconocié como auténticas s6lo cuatro cartas de Pablo. Las restantes son para él productos de la transicién y de la reconciliacién; ante todo, ta carta a los filipenses con su mencién de los obispos y didconos en el proemio, y la de Clemente en 4, 3. Atribuye la carta a los filipenses a Clemente de Roma. También Hechos de los Apéstoles sirve al equilibrio. Cf. Kummel, Das NT, 156-176. MS A, Jilicher, en Kdmmel, Das NT, 218. Si echamos un vistazo a los libros sobre Pedro publicados entre tanto, debemos mencionar en primer lugar el de O. Cullman. Le corresponde el méri- to de haber reavivado la investigacién sobre Pedro realizada en el siglo xx. Cuando tras la cuesti6n hist6rica —en la que distingue entre Pedro el discfpulo, el apéstol y el martir-, trata la cuestion teolégico-exegética, ofrece, en tiltimo término, una interpretacién exhaustiva de Mt 16, 17-19. Recae el acento sobre la consiguiente aplicacién posible a la situacién actual. El resultado dice asi: la promesa de Cristo de ser «la roca, el fundamento para todas las Iglesias de todos los tiempos» vale s6lo para el Pedro hist6rico, no para todo sucesor o detenta- dor de una sede episcopal. Cristo reedifica de continuo su Iglesia sobre Pedro’. Desde un punto de vista critico, debemos preguntar qué justifica al exégeta para abrir esas perspectivas de largo alcance basandose en los resultados de su investigaci6n historica, que tal vez sean correctos. También debemos in- quitir qué significa eso de que Cristo reedifica de continuo su Iglesia sobre Pedro. Para un examen de otros libros sobre Pedro es aconsejable una parcela- cién para la que yo me apoyo en T. Wiarda*. Ahi nos encontramos, primero, con aquéllos, entre los que se cuenta Cullmann, que se orientan por la figura hist6rica de Pedro. También hay que encuadrar aqui a R. Pesch, que se expre- 86 en dos ocasiones sobre la cuestién de Pedro’. Pero, felizmente, él va mas alld del planteamiento histérico y aborda diversas imagenes neotestamentarias de Pedro. También rastrea en los apécrifos y se centra -de manera especial en su segunda obra~ en problemas relacionados con la teologia biblica y dogma- tica. Desde un punto de vista subjetivo y personal, considero importante que Pesch vea una superior valoracién histérica de Pedro frente a Pablo en (uc Pedro, como primer apéstol, garantiza la tradicién de Jestis; en que, para cnjuiciar a Pedro, hay que tener en cuenta cada uno de los escritos neotes- {amentarios que van més allé del canon del Nuevo Testamento; en que, para cvaluar el ministerio de Pedro, es indispensable hoy la imbricacién del obispo de Roma en la comunidad romana". Al concluir, Pesch califica como factum theologicum la importancia hist6rica de Pedro para la comunidad de fe, cuyo primer apéstol es él. Al debatir sobre esa cuestion, la Iglesia se cuestiona sobre su propia identidad"'. 7. Cullmann, Petrus, 244-271, aqui 271 8, Peter 9-33. 9. Simon-Petrus (1980) y Was an Petrus sichtbar war (2000). 10, ;Como habria que concretar esta interesante perspectiva? En realidad, el cole- gio cardenalicio representa hoy a la comunidad romana. Cabe decir esto si se contempla histricamente su nacimiento. 11. Simon-Petrus, 170. Pesch va més alld en su segundo libro, como da a entender ya el titulo completo Was an Peirus sichtbar war, ist in den Primat eingegangen (lo que es Visi- ble en Pedro ha entrado en el primado). El pregunta aqui por el sentido del texto final, que tapuntaria a una sucesién (37); pero sefala que el NT no formula atin una estructura minis- terial con un sucesor, ni habla de un determinado sucesor en su ministerio, Cf, tambicn Un segundo grupo de libros sobre Pedro pone el acento sobre la elabo- raci6n de las imagenes de Pedro realizadas por los respectivos escritos de] Nue- vo Testamento. Mencionamos aqui el libro que escribié sobre Pedro P. Dschul- nigg, interesado en descubrir en la figura de Pedro la funcion tnica y tipica, su significado para la imagen de discfpulo y su posicién como el primer discf- pulo”, A causa de su significado ecuménico, tiene un interés especial un libro sobre Pedro editado de forma conjunta por un grupo de exégetas catélicos y luteranos de Norteamérica. Los autores han recogido con suma atencién los resultados de las discusiones referidas a la figura de Pedro de los diversos escri- tos del Nuevo Testamento. En las cuestiones interpretativas existe una cerca- nia sorprendente. También se reconoce en buena medida el martirio de Pedro en Roma". Existen diferencias de opinién en cuanto a la valoracién. Respec- to del pasado se dice que los catélicos han extrafdo del Nuevo Testamento alu- siones claras a que Jestis dio a Pedro una funcién de liderazgo singular en la totalidad de la Iglesia y para todos los tiempos: y que, en ese sentido, previé sucesores: los obispos de Roma. Visto asi, el papado permanecié inmutable a lo largo de los siglos. En cambio los luteranos atribufan a Pedro escasa rele- vancia en la Iglesia primitiva y negaban que siguicra existiendo en tiempos pos- teriores un ministerio petrino. Pero la actual comprensidn del Nuevo Testa- mento ha abierto un nuevo acceso a la estructura y actuacién del papado. Y se piensa que de ah deriva una esperanza para el futuro’. Es indispensable mencionar un tercer grupo de publicaciones en el que es perceptible también un interés por la historia, pero soslayado de un modo especifico. Aqui, no se pretende comprender la personalidad de Pedro en si. Se piensa que, més all4 de la presentacién de Pedro y de otros discipulos en los Evangelios, es posible asomarse a evoluciones histéricas concretas en la cris- tiandad primitiva. Aqui, la mirada se centra exclusivamente en los Evangelios, de modo preferente en el Evangelio de Marcos. Los autores que se han expre- sado en este sentido, si bien sostienen enfoques diferentes, convienen, sin embar- g0, en que es posible tomar a Pedro y a otros discipulos como representantes de un grupo del cristianismo primitivo para el que el Mesias doliente era un escdndalo y se habria esforzado en proclamar a Jestis como Mesias glorioso"’. Los discipulos, al quedar absorbidos en la funcién asignada a ellos, pierden su individualidad —en diversas publicaciones en distinta medida— y se convier- ten en figuras de un juego que, con todo, no deja de ser hist6rico. En reali- dad, s6lo es posible enjuiciar de modo correcto esta posicion si se ve que clla nacié en unas fechas en las que sc abusaba de la llamada contemplacién his- t6rico-redaccional de los Evangelios, aquella contemplacién en la que, sin dud: 12. Petrus, 6, Respecto a Ia ulterior evoluci6n, Dschulnigg habla también de que ésta se lleva a cabo en consonancia con el sentido (212). 13, Petrus, 156. 14, Perrus,1S3 y 161 8. ee come ciemplos. a Weeden: se reconocia la aportacin de los evangelistas en su calidad de autores, pero se {a utilizaba de modo no licito para reconstruir situaciones histéricas de la comu- nidad. Un cuarto y tiltimo grupo de publicaciones sostiene una visin que con- cita hoy una atencién creciente. También se centra exclusivamente en los evan- gelios. Se concibe la obra literaria ~en este caso, los evangelios- como una obra literaria y narrativa que descansa sobre si misma. En este acceso narrativo, hay que introducir al lector desde cuyo punto de vista es interpretado- para hacer que se confronte con las personas que aparecen ahi y se identifique con ellas, porque le resultan simpaticas, o se distancie de ellas. Se reconoce a si mis- mo 0, al menos, percibe coincidencias del comportamiento de ellas con el suyo propio. Mediante su ocupacién con esa obra literaria, él debe ser trasformado y retornar a su propio mundo exhibiendo su nueva condici6n. El intérprete no tiene interés hist6rico alguno"®. De ahi que tampoco pregunte por las posibles tradiciones que precedieron a los Evangelios. Incluso, llega a pensar que tam- poco el evangelista 0 el narrador ha perseguido un interés hist6rico, sino que su objetivo exclusivo era el de construir su obra literaria. Pero hay que afiadir de inmediato que las investigaciones existentes no tienen por objeto a Pedro. Lo mas que se puede decir es que también Pedro aparece en ellas. El se convierte en la representacidn de un personaje en un mundo ficticio. Asi, para R. A. Culpepper —que ha estudiado desde ese enfoque el Evangelio de Juan-, Pedro se convierte en el prototipo en triple sentido: él es un individuo que sigue aferrado a Jestis, aunque a veces le in- terpreta de modo equivocado; reproduce de forma paradigmatica al discfpulo y también su fracaso”. Merece una alusion especial la obra de T. Wiarda porque, hasta el presente, es la unica que estudia en el sentido indicado la figura de Pedro en los Evangelios. No se reprime por completo el interés hist6rico, porque, junto a las pautas tipicas en la relacién Jestis-Pedro, des- cubre también otras de naturaleza individual. Incluye entre estas tltimas la yuxtaposicién —que parece irreconciliable- de fracaso notable y de adhesion ficl en la imagen de Pedro que comparten los cuatro Evangelios. Entre los rasgos tipicos de los discipulos en los que el lector ha de reconocerse y son apro- vechables para la pastoral debemos contar que el pecado no Ileva a una rup- tura total con Jestis o que la adhesién (devocién) es mas importante que el triunfo", 16. Un juicio similar emitié ya la historia de la redaccién, pero partiendo de otra base. Asi, W. Marxsen, uno de los fundadores de Ia historia de la redaccién, dice que hay que leer el Evangelio como proclamacién, y que, como tal, es una alocucién, no un relato de Jesis. «El que aparezcan aqui también elementos informativos es casi casual bajo este nypector. CL. Der Evangelist Markus. Studien zur Redaktionsgeschichte des Evangelium (RLANT 67), Gotinga 21959, 87, 17. Anatomy 147 s. La presentacion de Pedro como pastor y mértir va mas alla de Je tipico (120 CL Rhoads-Michic, Mark ay Stor) No debemos seguir prestando atencién aqui al enfoque de contemplar los Evangelios como mundo literario. No es cierto que los evangelistas no tuvie- ran interés hist6rico alguno. Es atinado afirmar que el interés hist6rico no pue- de jugar un papel en el marco del método narrativo. Los resultados obtenidos son de naturaleza ética y psicolégica. Cabe preguntar si el gran aparato de eru- dicién guarda una proporci6n con los resultados. Pasan inadvertidas cuestio- nes importantes como la referida al significado de Pedro en la comunidad primitiva. Una exégesis que renuncie a la dimensién historica corre el peligro de convertirse en un juego no vinculante, en art pour art. Llegamos asi a las intenciones y medios de la presentacién que he abor- dado en mi libro. El punto de partida fue la decision de tratar la literatura corres- pondiente de los dos primeros siglos de la era cristiana. Eso significa que la reflexién debe ir mas alla de la frontera del Nuevo Testamento y de su canon. Sin duda, el Nuevo Testamento constituye el centro de gravedad, y su conte- nido Ilena la mayorfa de los capitulos. Pero habria que seguir el desarrollo de las lineas que se perfilan en el Nuevo Testamento. Esto parece sugerir el hecho de que las Hamadas dos cartas de Pedro son escritos neotestamentarios tardi. os que invitan a continuar el camino andado. Se piensa que la segunda carta de Pedro es el escrito mas tardjo del Nuevo Testamento. Pero tampoco hay que ir mds alld del limite del siglo 11. Con Io que acabamos de decir quedan apuntadas las fuentes utilizadas. Dentro del Nuevo Testamento son, ante todo, los Evangelios y Hechos de los Apéstoles; entre las cartas de Pablo, la carta a los galatas y la segunda carta a los corintios; luego, las cartas de Pedro. Si bien hemos recurrido también a apé- crifos neotestamentarios (capitulo 9), nos limitamos a los que llevan el nombre de Pedro. Se han visto de continuo referencias a la segunda carta de Pedro. Sor- prende que estos escritos apécrifos fueran redactados en el siglo 11, es decir, ya en una fecha relativamente temprana. La literatura apécrifa es mas exube- rante que la oficial. Fuentes importantes para cl siglo 11 son la primera carta de Clemente e Ignacio de Antioqufa, Ireneo de Lyén, la Historia eclesidstica de Eusebio de Cesarea y los tedlogos norteafricanos Tertuliano y Cipriano. Son también importantes y exigen una toma de posicién los testimonios arqueol6- gicos, las excavaciones en la cripta de San Pedro del Vaticano, y la tesis del tras- lado de los restos mortales a la catacumba de la Via Appia Antica. En esencia, son dos los intereses que constituyen el cafiamazo de este libro: uno histérico y otro teolégico. Ambos se entrelazan. El primero trata de des- cribir la vida, obra y martirio de Pedro. El segundo pretende averiguar su posi- cién en la comunidad primitiva y abordar la cuestién de la pervivencia de su ministerio en posibles sucesores. La estructura del libro responde a esa doble intenci6n. Para esclarecer el origen de Pedro, hablaremos de las dos aldeas que Niemann, Petrus der Fels des Anstoxses, Stuttgart 1994, Segtin ese autor. Simon-Pedro era hermana gemela (Simona) de Andrés, disfrazada de hombre para conseguir que Fests ka marcaron su juventud: Betsaida y Cafarnatin. Para los Evangelios, que nos ocu- pan de manera especial, hemos elegido dos itinerarios. El primero tiene que ver con los acontecimientos de los que informan todos los Evangelios (capi tulo 3). Constituye la excepci6n la entrada de Jestis en la casa de Simén, de la que hablan los sindpticos. El cotejo de los Evangelios sindpticos es ilustrati- vo. En mi opinién, nos topamos aqui con la mayor condensacién de huellas his- toricas. El segundo itinerario esta dedicado a la figura de Pedro que nos pin- tan los cuatro evangelistas (capitulo 6). Jerusalén, la actividad misionera y el martirio continwian la parte histérica y la cierran (capitulos 4 y 5). Las dos cartas de Pedro, como tnicos documentos ncotestamentarios que se atribuyen a Pedro, exigen que las sometamos a un estudio profundo, y suscitan la cues- tion acerca de una escuela de Pedro (capitulo 7). En cuanto los documentos neotestamentarios del siglo 1 trataremos de en- contrar informaciones sobre la comunidad romana, su constituci6n, su posicién respecto de otras comunidades, su emergente reivindicacin de una posicin di- rigente. Ahi, nuestra mirada se centra en Pedro (y Pablo), cuyo martirio en Romaesté en el comienzo y sera tomado de forma creciente para reivindicar un rango especial de los romanos. En las discusiones que estallan, asi como, sobre todo, en la disputa acerca de la fecha de la celebracién de la Pascua, descuella por primera vez un dirigente de la comunidad romana: el presbitero/obispo Vic- tor, que -si bien no incontestado- reclama para si una autoridad sorprendente que se extienden mucho mas alla de los limites de la comunidad romana. Se per- filan con nitidez creciente estructuras de ministerio y de sucesi6n. En ese con- texto también hay que echar una mirada a los presbitero-episcopalistas roma- nos. Es importante, en especial, la cuestion de qué argumentos escrituristicos se utilizan para fundamentar la autoridad de Roma. Preguntamos de manera espe- cial por la interpretacién de Mt 16, 17-19. Para ello encontraremos un filén en los tedlogos norteafricanos que vivieron a caballo de los siglos ity 111. El dicho de «atar y desatar» juega un papel decisivo en la acalorada discusi6n sobre el per- don y readmisi6n de cristianos cafdos, En tiltimo término, en esta confrontacién se ponen los fundamentos para la doctrina del primado del obispo de Roma. Alcontemplar la evolucién, hay que tener presente que no se desarroll6 de forma rectilinea de Mt 16, 17-19 una posicién especial del obispo de Roma. Esa posicién especial es en un determinado momento un factum teolégico. La comunidad romana ocupé desde un principio una posicién descollante. La posterior situaci6n del obispo de Roma esta insertada en aquélla. Aun en el caso de que -en la medida en que es posible reconstruir ese proceso— se refle- xionara sobre Mt 16, 17-19, tal proceso se debera, en ultimo término, a la influen- cia ejercida por ese pasaje biblico. En los capitulos sucesivos trataremos de mostrar ese proceso con sus complicaciones y fracturas.

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