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TÍTULO.

EN EL AJEDREZ EDUCATIVO.
PADRES, DOCENTES Y ALUMNOS EN PROCESO DE COLABORACIÓN.
UNA EXPERIENCIA.

AUTORES.

ARQUITECTO: DAVID E. CARREÑO FUENTES.


PROFESORA: MARTHA E. FERNÁNDEZ.

INSTITUCIÓN.

ESCUELA MUNICIPAL DE AJEDREZ “PROFESOR JORGE LAPLAZA”


RAWSON. CHUBUT. ARGENTINA.

PÁGINA WEB.

http://www.laplaza.org.ar/

CORREO.

daevcafu@yahoo.com.ar
marthaefernandez@hotmail.com

TELÉFONO.

02965 428245.
02965 482390.

A Modo de Fundamentación.

Es el Ajedrez, sin duda, un instrumento muy valioso de educación


integral.
Sobrada bibliografía documenta sus virtudes y numerosas
investigaciones así lo demuestran.
Desarrolla el pensamiento lógico pero, también, el pensamiento lateral;
despliega las actividades cognitivas, la inteligencia social y la inteligencia
emocional; permite su transferencia a la vida y ayuda a analizar las
opciones que la vida pone adelante…
Se ha discutido incansablemente si es arte, ciencia o deporte; si es
patrimonio del club o de la escuela; si debe ser enseñado por ajedrecistas
de excelencia o por docentes que conozcan y valoren el ajedrez.
Pero, entre tantas discusiones que han hecho avanzar el estudio y la
aplicación de tan milenario juego, tal vez no se ha terminado de analizar si
su acercamiento al niño, en determinada etapa de su existencia, debe
hacerse para favorecer su formación holística o integral, una actividad
competitiva destinada a introducir al niño en la excelencia deportiva o, tal
vez, una extraordinaria actividad lúdica caracterizada –como tal- por su
gratuidad, con el único fin de jugar para ser feliz.
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La falta de una profunda discusión al respecto pone a la enseñanza –


aprendizaje del ajedrez en una situación de ambigüedad y convierte al
juego –voluntaria o involuntariamente- en una herramienta maravillosa de
formación de una persona feliz o bien, en un peligroso trampolín al éxito
prematuro con la carga de frustración personal que ello suele acarrear.
Si la enseñanza de un deporte a un niño, sea o no el ajedrez, subordina
el placer del juego a los excesos y a la tensión de la búsqueda del resultado,
se pierde entonces el valor formativo del mismo. Podrá ese niño obtener
resultados extraordinarios y recoger premios diversos pero, si aquéllos no
reflejan el desarrollo del proceso educativo que los sostiene y fundamenta,
quien orienta y acompaña al niño –sea éste padre o maestro- deberá
replantearse los objetivos y el camino elegido.
Sigue siendo urgente la necesidad de que se planteen políticas
educativas claras que orienten la formación de la persona en las distintas
etapas de la existencia y deben explicitarse
también las políticas deportivas en relación con la niñez y con la
adolescencia. El goce pleno de la actividad deportiva no debería estar
reñida con la alta competencia ni con la perspectiva educativa del juego.
Una política seria debe incluir tales objetivos a fin de que no entren en
conflicto.
Nuestros niños tienen todo el derecho del mundo a elegir un futuro
abierto, es decir, no deben perder la libertad de buscar su propio camino
cuando su madurez y capacidad reflexiva se lo permitan. Si así no fuere, el
problema de la iniciación deportiva se mantendría en una zona gris en la
que se seguirían sumando contradicciones con las consecuencias de
frustración, resentimiento y exitismo inútil que dicha situación conllevaría.
Que el ajedrez y su enseñanza hagan felices a los niños y que sirva para
fortalecer su formación integral sin cerrarle otras puertas al mundo…
Seguramente, más de uno de esos niños lo elegirá sin fanatismos,
convencido de su valor; y algunos, tal vez no muchos, descubrirán a través
de él sus talentos y marcharán hacia la excelencia.

La Iniciación en el Ajedrez y el Papel Condicionante de los


Padres.

Desde una perspectiva pedagógica, es decir desde el punto de vista del


ajedrez escolar o educativo, la iniciación en el ajedrez es un proceso
reflexivo que se da en el tiempo, en el que el aprendiz –en este caso el niño-
toma contacto con nuevas experiencias regladas, comportamientos
estratégicos y técnicas de un juego apasionante.
Sin duda, como toda experiencia de educación que se produce en el
sistema escolar o extraescolar, la enseñanza y la práctica del ajedrez
educativo tienen sus propios objetivos, metodologías, estrategias y
abordajes que lo diferencian profundamente del ajedrez deportivo.
Pero, en la niñez, ninguna de las formas de aprendizaje debería
renunciar al goce que produce el contacto con lo lúdico.
Esta iniciación significa, además, la inserción en un ámbito social,
comunitario y la pertenencia a un grupo que contiene y fortalece la
actuación del niño.
Ahora bien, en el contexto del desarrollo de la formación integral que
toda experiencia educativa promueve, resulta necesario revisar algunas
actitudes y conductas que entran en contradicción a veces con los objetivos
que se busca alcanzar.
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John Ruskin ha dicho que “educar al niño no es hacerle aprender algo


que no sabía, sino hacer de él alguien que no existía”. Y este desafío de
desplegar a la persona durante el proceso de construcción del aprendizaje
hasta ser aquello que está llamada a ser, debería constituirse en el motivo
principal de padres y educadores. Ellos buscan, seguramente y ante todo,
acompañar y promover la formación plena de sus hijos y alumnos.
Es frecuente observar que los padres, cuando sus hijos se encuentran
frente al tablero, olvidan rápidamente los objetivos de formación que
supuestamente sostenían, para incentivar a cualquier costo el triunfo del
hijo. Es más, no son ajenas a la realidad escenas de fuerte recriminación por
parte del padre ante el error o la derrota del hijo, con las consecuencias
poco gratas que generan en la conducta del niño, como son la inhibición, el
temor, el condicionamiento de la creatividad, de la reflexión o de la alegría.
Tales actitudes, por otra parte, ponen en segundo lugar al natural
orientador del aprendizaje: el docente. De este modo, se ponen en conflicto
dos figuras de autoridad para el niño como son su padre y su maestro.
Ante este tipo de situaciones, cabe preguntarse una y otra vez cuál es la
meta deseada para el hijo y revisar si la postura anhelada para él es la de
una formación para la vida, en la que el niño crezca sano de cuerpo, mente
y alma, con valores positivos para enfrentar el futuro y con una ética que
acompañe su vida cotidiana. Si así fuere, el ajedrez debe aportar lo suyo,
nunca transformarse en un obstáculo para tales logros.
Tal vez, como expresara Frank Mayer, “lo mejor será ver al ajedrez como
lo que es: un juego, un juego serio, quizás el más bonito del mundo pero,
ciertamente, sólo un juego”. Entonces, como padres, se estará en
condiciones de ayudar al hijo a gozar de esa sustantiva herramienta que
posibilita aprender creativamente, con sentido de juego y –al mismo tiempo-
crecer como personas.

Una Experiencia Patagónica.

Fue Kipling quien dijo: “El éxito y el fracaso son dos grandes impostores”.
Revertir la actitud exitista de los padres frente a sus hijos en el proceso
de aprender ajedrez exige al docente responsable de sistematizarlo,
concretar algunas estrategias para que el aprendizaje se desarrolle en
forma sistemática y constructiva.
A modo de ejemplo, se enuncian algunas experiencias desarrolladas
durante casi tres décadas en la provincia del Chubut por Jorge Laplaza,
reconocido docente del ajedrez e indiscutido pensador e investigador de
cuestiones vinculadas con el ajedrez educativo. Sus talleres “El Peón Rey”
se prolongan, desde su desaparición física en mayo de 2007, en la “Escuela
Municipal de Ajedrez Profesor Jorge Laplaza”, en la ciudad de Rawson. La
misma es coordinada desde entonces por la persona a quien Laplaza le
solicitara la prosecución de su obra en virtud de la comprensión que el
mismo tuviera del espíritu que la impregnaba.
El trabajo de más de cuarenta años en favor de la enseñanza del ajedrez
a niños y a grupos de máxima diversidad, el estudio y la investigación
ininterrumpidos, la coordinación y ejecución de experiencias de muy distinto
tipo realizadas con niños diferentes en Filipinas, con jóvenes privados de la
libertad y con adultos que cumplían condenas en unidades carcelarias en la
provincia del Chubut, la organización del primer Plan de Ajedrez Escolar en
la misma provincia, la organización de los Juegos Evita de ajedrez en sus
versiones iniciales en Capital Federal, y otras muchas experiencias más en
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cantidad y variedad realizadas por Laplaza, han dado por resultado una
experiencia poco común que lo hizo conocido y respetado en el mundo
entero.
Las escuelas y talleres de Jorge Laplaza han tenido y tienen como
propósito hacer del ajedrez una herramienta de indudable valor formativo
para niños y adolescentes, sin discriminación alguna y, muy especialmente,
para aquellos que tienen menores oportunidades y mayor grado de
vulnerabilidad social.
El ajedrez fue entendido por aquél como un camino extraordinario para
aprender a pensar lógica y creativamente. Pero, además, para pensar y
obrar bien en tanto dicha educación y práctica se realice en el marco de la
formación ética de la persona.
Algunos principios que regulan y sostienen el ajedrez educativo, desde la
perspectiva de Laplaza son:
- La búsqueda del resultado deportivo es conclusiva, mientras que el
ajedrez educativo es evolutivo, no busca terminar con un resultado
sino ir progresando sin límites.
- El error no debe ser considerado como una falla en el aprendizaje,
sino como un dato importante sobre la lógica del alumno, y debe ser
utilizado para comprender mejor el proceso de enseñanza-
aprendizaje.
- Es fácilmente comprensible que el alumno, más que estructurar su
pensamiento por lo que es explicado desde el exterior, lo hace a
través de su experiencia en el juego.
- El egocentrismo (el Yo es el centro) hace que el niño otorgue mayor
importancia a sus piezas o a sus posibilidades y valore poco las
amenazas o los planes del oponente. La práctica del ajedrez invita a
preguntarse sistemáticamente cuál es el plan del otro. Esta
particularidad del juego es una de sus virtudes más importantes.
Lograr que un niño piense desde el lugar del otro es una meta
significativa.
- El ajedrez, como máxima expresión de toda la problemática de
resolución de problemas lúdicos es el paradigma que mueve a tomar
conciencia de que un profesor de ajedrez no es un mero instructor de
un juego-deporte, sino que lleva a los alumnos un conjunto de
elementos lúdicos que se aceptan como parte de toda una forma
distinta de instrucción y aprendizaje.
- Hablar de ajedrez en las escuelas es compartir la esencia de una
práctica como ayuda a las formas de resolver dificultades, de hallar
respuestas inteligentes en los alumnos y de cumplir, en general, con
los factores propios de todo proceso de aprendizaje: contar con un
contexto social adecuado.
- Hablar de ajedrez escolar querrá decir prepararse para asumir un
proceso de enseñanza-aprendizaje capaz de ofrecer a los alumnos
una preparación sistémica para emplear los recursos intelectuales
(habilidades y destrezas además de conocimientos) que les permitan
niveles de dominio cognitivo para resolver situaciones problemáticas
de distinto tipo y grado. De este modo, se estará ayudando al alumno
a obtener herramientas útiles para la construcción de su futuro y del
futuro de la sociedad en la que le toque vivir.

Tales principios han sido conocidos y compartidos por muchos de los


padres de aquellas escuelas. Son los padres quienes delegan en el maestro
de ajedrez la responsabilidad educadora que les es propia. De esa confianza
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surgirá el trabajo serio y coherente que ayudará a la formación integral de


la persona del niño.
Cuando el acuerdo padre-docente no se produce, surge el conflicto y el
pequeño resulta tironeado por visiones contradictorias. Se vulnera entonces
el acto educativo.

Padres, Docentes y Alumnos en Proceso de Colaboración.

Después de tropezar reiteradamente con actitudes poco formativas de


los padres, resultado más del desconocimiento que de la intencionalidad,
las escuelas de Jorge Laplaza fueron encontrando estrategias de
colaboración por parte de estos. Podrían mencionarse, entre otras, las
siguientes:
a) Formación de comisiones de padres que acompañan y apoyan la
labor educativa y desarrollan un proceso de gestión complementaria
en favor de un más positivo desarrollo del proceso educativo. Estas
comisiones siguen una estructura organizativa similar a la que suele
encontrarse en cualquier otra comisión, es decir, un presidente, un
secretario, un tesorero y vocales.
b) Realización periódica de reuniones de padres en las que se los
informa respecto de los propósitos y objetivos que la enseñanza del
juego propone y en las que se reflexiona sobre aquellas pautas que
los padres tendrán en cuenta para observar la transferencia de los
aprendizajes ajedrecísticos al ámbito de la escuela y de la vida
cotidiana.
c) Realización de Torneos entre padres y abuelos versus hijos con
motivo de la celebración del día del padre y de la madre en los que
prevalece una actitud más festiva que competitiva y se celebra el
encuentro de familia. Siempre ha sido de interés en esta experiencia
que los padres acompañen a sus hijos en su proceso de aprendizaje
ajedrecístico. Previamente a estos Torneos familiares, se intenta
despertar en aquéllos interés en aprender, en formar parte de las
clases para estar en condiciones de participar.
d) Vinculación de padres de diferentes escuelas y talleres a fin de
fortalecer las relaciones interpersonales y de difundir las virtudes del
juego. En ese intercambio se construye la amistad de grandes y
chicos, crece el espíritu de colaboración y se intenta socializar el
juego.

Nuestra Actualidad.

La Escuela Municipal de Ajedrez “Profesor Jorge Laplaza” de Rawson,


Chubut, funciona en horario extraescolar y cuenta con el acompañamiento
continuo de dicha Comisión. Son sus integrantes quienes movilizan a los
otros, suplen muchas veces al Estado y gestionan apoyo, sobre todo
económico, para la realización de las actividades como viajes y torneos
planificados. Asimismo, proporciona algo más importante, ya que esta
estructura, formalmente constituida, garantiza a todos los padres y
allegados, un ambiente de discusión cálido y propicio para el debate de
ideas. Es, por otra parte, un ámbito de comunicación que el docente
aprovecha para abordar con ellos aspectos particulares de sus respectivos
hijos,
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Hay que tener en cuenta que numerosos padres exitistas, suelen formar
parte activa de estas comisiones o grupos y que, tarde o temprano, como
consecuencia del trabajo colaborativo y del intercambio de ideas logran
revertir su posición para respetar los ritmos personales, priorizar la
recreación y, sobre todo, la formación integral de sus hijos, por encima de
sus logros deportivos a ultranza.

Expectativas de futuro.

“El espíritu de la educación es el conocimiento, no de los hechos, sino de los


valores”. William R. Inge.
Toda intervención de los padres que buscan más el resultado que el
proceso de educación de sus hijos puede provocar –como se ve con
frecuencia- serios riesgos como son: el estrés que desencadena la
exagerada importancia que se da a la victoria; la presión que ocasiona la
desesperada búsqueda del éxito; el entrenamiento exagerado que supera a
veces las posibilidades de aprendizaje o el interés del niño; el crecimiento
del resentimiento o de la violencia interna expresada en estrategias para
ganar a cualquier precio; la pérdida del placer que naturalmente provoca la
actividad lúdica.
A veces, en nombre del amor, se hace daño a los hijos y se les cortan las
alas de la libertad al privarlos de la posibilidad de elegir. Es tarea del padre,
ayudar a su hijo a ser feliz acompañándolo en aquello que sea para el niño,
la mejor opción.
Entre el ajedrez recreativo y el ajedrez competitivo, despliega su valor el
ajedrez educativo con metas pedagógicas que respetan la personalidad del
niño y que fortalecen el equilibrio entre el triunfo y la derrota, entre el ganar
y perder.
La obra de Laplaza, motivada en su pasión por el ajedrez como
instrumento de educación integral, quedó inconclusa…
Estos espacios de reflexión y debate abonan y riegan aquellas semillas
que seguramente han caído en tierra fértil y van siendo continuadas, en el
país y en el mundo, por quienes hacen del ajedrez un sustantivo auxiliar
para la formación integral de nuestros niños.

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